Ă rea visitable con indicaciĂłn de los lugares que integran el recorrido
Abrigos rocosos con arte rupestre Frentes de cantera Cruz latina grabada en el suelo Bloques de piedra que cierran el recinto denominado "el atrio"
Consejero de Cultura Paulino Plata Cánovas
Textos Rafael Maura Mijares
Viceconsejera de Cultura Dolores Carmen Fernández Carmona
Dibujos, planos e infografía Rafael Maura Mijares
Secretario General de Políticas Culturales Bartolomé Ruiz González
Fotografías Javier Pérez González, Pedro Cantalejo Duarte y Rafael Maura Mijares
Directora General de Museos y Promoción del Arte Inmaculada López Calahorro Delegado Provincial de Málaga Manuel Jesús García Martín Producción Instituto Andaluz de las Artes y las Letras Edita JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura
Fotografía de portada Javier Pérez González Diseño de la colección Carmen Jiménez del Rosal Ainhoa Martín Emparan Maquetación Carmen Jiménez del Rosal Impresión y encuadernación Ideas exclusivas y publicidad
ISBN 978-84-9959-032-5 Depósito Legal: x
© de los textos: los autores © de las fotografías y los planos: los autores © de la edición: JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura
guía del enclave arqueológico
PEÑAS DE CABRERA
Cerca de Casabermeja, en el Campo de Cámara, hay un afloramiento de areniscas que ha vencido al tiempo y al silencio. Un espacio social lleno de mensajes, cuando aún no se había inventado la retórica. El extraordinario valor ecológico del lugar encierra un muro de la memoria que asombró a los jóvenes universitarios que en 1973 lo descubrieron. Desde entonces, estas piedras de Cabrera están emparentadas con nosotros no solo por herencia y genética sino porque los tonos rojos de sus pinturas dejaron ver unos trazos tan precisos como las huellas digitales de un pasado que envejeció precisamente para recobrar su identidad. Pero no estamos ante un yacimiento de verdades imperecederas. Aquella exuberante imaginería verbal convertida en signos y figuras conforman hoy el discurso estético de las Piedras de Cabrera, un ocre lugar de veneración de cuando los dioses aún eran mortales. 4000 años después, el trabajo de Rafael Maura devuelve la vida a las imágenes al dialogar con ellas. Restablecida la comunicación, el investigador construye una mirada distinta para desarrollar las motivaciones de tan inusual concentración artística. La visión contemporánea desvelará parte de su misterio. El arqueólogo ha sabido leer e interpretar la sintaxis de unas piedras y el excepcional elemento narrativo que ocultaban. El eje en el que se enmarca este estudio es el trabajo interdisciplinar Sociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria Reciente de las Tierras de Antequera. El proyecto se erige en la actualidad como el cauce para todas las investigaciones presentes y futuras de este yacimiento, otorgándoles así un sentido integrador y de proyección científica en torno a los dólmenes antequeranos. Gracias a esta guía podemos ahora conocer y respetar el repertorio iconográfico impreso en las piedras, desnudar sus imágenes y recrearnos en la abstracción discursiva de un espacio poético donde se dibujaron las coordenadas de la vida y la muerte. Estamos ante un paisaje esencializado, cuyas manifestaciones gráficas hacen retroceder el reloj del tiempo para crear la ilusión de un recinto trascendente donde vivir una experiencia estética de primer orden. En el archivo pétreo del Cerro de Cabrera, unos primitivos pobladores se plantearon preguntas y respuestas. Y dibujaron sobre los viejos soportes de arenisca los elementos fragmentados de una totalidad. Una escenografía repleta de juegos visuales y tatuada ya para siempre en la memoria del lugar. Un teatro de imágenes en las tierras de Casabermeja. Paulino Plata Cánovas Consejero de Cultura
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SOBRE ESTA GUÍA
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INTRODUCCIÓN A LA PREHISTORIA
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INTRODUCCIÓN AL ARTE ESQUEMÁTICO
EL ENCLAVE ARQUEOLÓGICO PEÑAS DE CABRERA
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49 50 52 55
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DESCRIPCIÓN El medio físico El conjunto rupestre y el dolmen del "Tajillo del Moro" HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN El descubrimiento del arte rupestre y los primeros estudios Los trabajos de la Universidad de Málaga en el dolmen del "Tajillo del Moro" La investigación actual: "Sociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria Reciente de las Tierras de Antequera"
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OCUPACIÓN PREHISTÓRICA Los abrigos rocosos Las pinturas Los grabados Otras evidencias de frecuentación Propuestas interpretativas Contexto artístico Yacimientos del entorno
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OCUPACIONES HISTÓRICAS
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LA PUESTA EN VALOR
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UNA VISITA A PEÑAS DE CABRERA
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GLOSARIO
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
datos útiles
VISITAS _ Las visitas a la Zona Arqueológica Peñas de Cabrera se gestionan desde el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera. Los datos para la reserva son los siguientes: Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera Centro de Recepción Ctra. de Málaga, 5 29200 Antequera (Málaga) Atención de visitantes: 952 71 22 06 / 07 Reserva de visitas: 952 71 22 08 / 670 945 453 Web: www.juntadeandalucia.es/cultura Correo-e: visitasdolmenesdeantequera.ccul@juntadeandalucia.es _ Horario de atención al público: De martes a sábado: de 9:00 a 18:00 h. Domingo: de 9:30 a 14:30 h. NORMAS Con carácter general durante la visita deberán observarse las siguientes recomendaciones: _ Siga las instrucciones para la contemplación de los abrigos y pinturas que los guías especifiquen en cada caso. _ Bajo ningún concepto entre en contacto directo con las pinturas y evite que cualquier otro lo haga. _ No recoja plantas ni altere la posición de las piedras. _ Absténgase de arrojar basuras, por pequeñas que sean. Por el contrario, colabore en recoger cualquier residuo que vea. _ Si se da cuenta de alguna circunstancia anormal o peligrosa, no dude en comunicarlo a las autoridades responsables. Esta herencia es de todos. Por ello tenemos el derecho a disfrutarla a la vez que el deber de conservarla.
OTRAS VISITAS DE INTERÉS Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera Cueva de Ardales Cueva de la Pileta Cementerio de San Sebastián en Casabermeja MARCO JURÍDICO El Yacimiento Arqueológico de Peñas de Cabrera fue declarado Bien de Interés Cultural por ministerio de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. La zona donde se localizan los abrigos es propiedad de la Junta de Andalucía.
sobre esta guĂa
Sobre esta guía En el torbellino de la Historia cada hecho ocurre en un instante y a partir de unas circunstancias. Las cosas pudieron hacerse antes o después, pero se llevan a cabo en un momento determinado. Y este es el momento, y no otro, en que aparece esta guía. La revitalización del proyecto de puesta en valor del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera está suponiendo un nuevo impulso para la arqueología malagueña, ya que se retoma con la intención de irradiar la gestión tutelar y valorizadora hacia yacimientos importantes del entorno que hasta la fecha permanecían en un lamentable estado de abandono. Su generoso radio de acción permite que se integren enclaves tan emblemáticos como el que aquí presentamos, Peñas de Cabrera, sin duda el conjunto rupestre al aire libre más sobresaliente de la provincia de Málaga, con una treintena de abrigos rocosos pintados y grabados, y uno de los más notables de este tipo, tanto cuantitativa como cualitativamente, de nuestra Comunidad Autónoma. La presente guía se concibe como una fase más de un amplio plan que contempla desde la revisión de las investigaciones precedentes hasta su definitiva puesta en valor y uso público, pasando por la realización de un estudio arqueológico exhaustivo de todos los vestigios de ocupación, tanto prehistóricos como históricos, así como de un programa orientado hacia su conservación y protección definitivas. Con objeto de consolidar la información existente y recopilar los datos necesarios para la confección de esta guía, se ha llevado a cabo una revisión general del lugar, considerándolo en un sentido amplio en cuanto a su extensión, independientemente de sus delimitaciones parcelarias o administrativas. Se pretendía un reconocimiento exhaustivo del área finalmente estimada, en orden a una correcta localización de todos los restos que pudieran ser detectados. A partir de estos trabajos, ha sido posible abordar una aproximación a las sucesivas ocupaciones
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SOBRE ESTA GUÍA
de este enclave por parte del ser humano más precisa de la que hasta ahora se tenía. Esta labor ha originado, a su vez, un importante banco de datos que han sido procesados en el laboratorio y cuyos resultados se vierten en la presente publicación. Para esta actividad se ha contado con la cooperación del Dr. Rafael Maura Mijares, como investigador principal, José Luís Pérez Bueno, Javier Pérez González, José Antonio Hernández Miró-Quesada, Adolfo Román Triguero, Pedro Cantalejo Duarte, Antonio Aranda Cruces y Francisco José Valero Arce, a quienes queremos agradecer aquí su colaboración. La valoración de este primer avance es muy positiva, ya que, además de una veintena de nuevos motivos rupestres esquemáticos, se han sacado a la luz numerosos vestigios hasta ahora inéditos para el mundo científico, entre los que destacaremos los grabados hallados en el interior de varios abrigos, así como algunos de los localizados en superficie, susceptibles, en espera de su correspondiente estudio, de ser considerados también como prehistóricos. No obstante, ante la dimensión que ha tomado el enclave con motivo de esta actividad, incluyendo los restos de interés histórico, se impone la realización de un análisis más profundo de los mismos para poder obtener una visión más amplia que la meramente prehistórica. Por lo que se refiere a las manifestaciones rupestres propiamente dichas, su estudio queda contemplado en el seno del proyecto Sociedades, Territorios y Paisajes en la
Prehistoria Reciente de las Tierras de Antequera, adscrito a la Línea de Investigación del Plan Director del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, dirigido por los doctores Leonardo García y Víctor Hurtado, profesores de la Universidad de Sevilla, y que cuenta con la colaboración de un equipo dirigido por el doctor D. W. Wheatley, profesor de la Universidad de Southhampton, en el que se incluyen todas las actividades relacionadas
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con el análisis de las grafías prehistóricas de las Tierras de Antequera, línea de investigación coordinada por los doctores Primitiva Bueno y Rodrigo de Balbín, catedráticos de la Universidad de Alcalá de Henares. Estos trabajos incluyen tanto la reproducción calcográfica digital de los paneles y motivos artísticos de Peñas de Cabrera, como el correspondiente levantamiento topográfico, además de un estudio detallado de los datos obtenidos. En cuanto al plan de restauración y conservación de los mismos, que corre cargo del Dr. Fernando Carrera, de la Escola Superior de Conservación y Restauración de Bens Culturais de Galicia, servirá para garantizar la fiabilidad de las reproducciones, así como de punto de partida para la puesta en valor del enclave. Esta guía trata de sintetizar, en formato divulgativo, toda la información de que se dispone sobre este yacimiento. Ineludiblemente, nuestra jerga de especialistas inundará estas páginas, aunque hemos hecho un importante esfuerzo de contención. El esquema que se ha seguido propone, en primer lugar, una aproximación general, tanto a la Prehistoria como al arte rupestre esquemático, tema que va a constituir el eje
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El recorrido por el enclave propiamente dicho comienza por una breve descripción del marco físico y geomorfológico, para inmediatamente pasar a describir los lugares y vestigios de interés que contiene, aportándose también una introducción historiográfica, exponiéndose numerosas valoraciones de carácter interpretativo y dándose un repaso a otras estaciones artísticas y enclaves prehistóricos del entorno. Finalmente, se incorpora un capítulo dedicado a las ocupaciones históricas posteriores, se da cuenta del proyecto de puesta en valor y se invita al lector a recorrer detenidamente el área más interesante del enclave. La edición se completa con un glosario y con una selección temática de referencias bibliográficas. La intención de esta guía es dar a conocer un yacimiento de incalculable valor arqueológico que hasta ahora permanecía inédito, más allá del mundo científico. Pero
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SOBRE ESTA GUÍA
en torno al que gire esta guía. Estos capítulos iniciales están orientados hacia el gran público y sirven para situar al lector en la época y para familiarizarlo con una terminología muy específica.
con ella se pretende también llamar la atención de vecinos y visitantes sobre la importancia de conocer, respetar y conservar nuestros bienes de interés histórico y paisajístico para que continúen siendo un nexo con el pasado en los tiempos venideros. Esperemos que, en la medida que le corresponde, esta publicación contribuya a lograr la consecución de dicho fin. Por último, invitamos a quien se decida a acompañarnos a lo largo de las próximas páginas a dejarse atrapar, como hicimos nosotros, por el encanto de este paraje ancestral y único que permanece aún indemne al paso del tiempo, y por el misterio del arte prehistórico que esconde en sus rincones. Si así fuere, el esfuerzo que ha supuesto la elaboración de esta guía habrá tenido verdadero sentido.
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introducciรณn a la prehistoria
Introducción a la Prehistoria
Los orígenes de la Humanidad se sitúan en un tiempo impreciso en que el bipedismo y la oposición del dedo pulgar de la mano abrieron las puertas al desarrollo actual de nuestra especie. Desde la cuna africana fueron surgiendo, uno tras otro, grupos humanos de cerebro y constitución cada vez más depuradas, hasta que, hace unos 40.000 años el Homo Sapiens Sapiens acabara por imponerse al resto y ocupar todo el planeta. A este enorme lapso de la Prehistoria se la conoce como Paleolítico y lleva la impronta de las sociedades cazadoras, pescadoras y recolectoras de frutos silvestres. Al principio, los homínidos comenzaron a horadar la naturaleza en su beneficio fabricando útiles para interactuar con el medio de un modo más eficaz. Fundamentalmente eran cantos de sílex, cuarzo o cualquier otra piedra dura, recogidos en ríos cercanos y trabajados toscamente, que servían como herramientas de mano: raederas, buriles, perforadores, tajaderas o raspadores, utensilios de buen tamaño todos ellos destinados al despiece y posterior aprovechamiento de los animales (elefantes, ciervos, caballos, bóvidos, rinocerontes...), que caían en sus trampas. Aún eran cazadores muy elementales y es posible que no pasaran por alto unos restos de carroña. A esta fase inicial se la llama Paleolítico inferior. Sus últimos grandes protagonistas son el Homo Erectus y el Homo Antecessor, a quienes se atribuye el descubrimiento de la talla Levallois, una técnica que se usará después con profusión y que consiste en preparar un núcleo de materia prima de forma que permita extraer lascas más o menos iguales de forma repetitiva. No obstante, y a pesar de que habían logrado implantar su supremacía durante un millón y medio de años, el primero en Asia y el segundo en Europa (en atención a las conclusiones del equipo que estudia el yacimiento burgalés de Atapuerca) ambos estaban predestinados a extinguirse, a ser suplantados por otra especie que iba a adaptarse mejor a las condiciones de los nuevos tiempos.
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Así era nuestro pariente más cercano. Muy tosco aún, achaparrado y fornido, demasiado primitivo. ¿Por qué entonces se le eleva a la categoría de Sapiens? La respuesta es simple: porque en él encontramos los primeros indicios de espiritualidad. En efecto, los hallazgos más antiguos de enterramientos humanos se documentan en este período. También se conocen vestigios inequívocos que demuestran la práctica de un ritual funerario, puesto de manifiesto en inhumaciones relacionadas con colorantes para pintar los huesos, algunos de los cuales parecen haber sido objeto de un culto especial. Hacia el 30.000 a.C. el Homo Sapiens Neanderthalensis es una especie en vías de extinción. Según las últimas investigaciones, es precisamente en estas tierras del sur de la Península Ibérica donde subsisten los últimos grupos. Son muy conocidos los yacimientos de Gibraltar y Zafarraya (Málaga), este último a pocos kilómetros de Peñas de Cabrera. Desde ese momento, y hasta el día de
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INTRODUCCIÓN A LA PREHISTORIA
Hace aproximadamente 100.000 años, en una época en que la Tierra atravesaba uno de sus períodos más fríos, aparecieron los primeros grandes cazadores, a los que se les conoce con el nombre de Neandertales. Esta especie acapara por entero el período que denominamos Paleolítico medio. El Homo Sapiens Neanderthalensis, que es su nombre de pila completo, era un ser de frente huida, arcos superciliares muy salientes, ausencia total de mentón, dolicocefalia acusada (es decir, el cráneo más largo que ancho) y una capacidad craneana de 1.465 c.c., robusto y de fuertes articulaciones. Es cazador y recolector de frutos silvestres, al igual que sus antecedentes Erectus y Antecessor, aunque sus técnicas cinegéticas debieron ser más efectivas. Vive en campo abierto o en las entradas de las cuevas, en las que extienden su habitáculo hacia el exterior por medio de estructuras de huesos y pieles. Se le relaciona con la industria musteriense, que presenta el uso de lascas, raederas, denticulados y cuchillos, y con la generalización de la técnica Levallois. Estos útiles eran menos espesos que los anteriores, bastante más pequeños y, probablemente, muchos de ellos se enmangarían.
Portada del tomo 1 de la monografía sobre la gruta del Boquete de Zafarraya, en Alcaucín (Málaga), publicada bajo la dirección de Cecilio Barroso y Henry de Lumley en 2007. En el centro la famosa mandíbula de neandertal, elemento estrella del registro arqueológico de este yacimiento.
hoy, el Homo Sapiens Sapiens queda como último y único actor de esta aventura evolutiva. La denominación Cro-Magnon (aunque en la actualidad se prefiere el término Sapiens arcaico) que hacemos para referirnos a los hombres que vivieron durante el Paleolítico superior, es decir, hasta el 10.000 a.C., responde a que sus restos son tan antiguos que nos han llegado en estado de fosilización, ya que genéticamente eran iguales a nosotros, de alta estatura, posición recta, dolicocéfalos, con mentón, y con una capacidad craneana parecida a la actual.
El Sapiens arcaico, pues, es un cazador especializado en uno o varios tipos de animales, según la región, que utiliza arcos, mazas, palos y trampas (Solutrense, caracterizado por las puntas de flecha con superficie plana) e inventa armas arrojadizas como las azagayas, los arpones y los propulsores o lanzaderas (Magdaleniense, identificado con los primeros objetos de asta y hueso). Recoge frutos silvestres con los que se complementa la dieta alimenticia. Lleva una vida nómada o seminómada. No produce alimentos. Sólo los consume. Dedica mucho tiempo a la fabricación de una industria lítica y ósea que consigue llevar a altos grados de perfección, como en el caso de las delicadas agujas. Aparecen entonces los primeros adornos y objetos claramente relacionados con el ritual funerario. Y por supuesto, es el momento en el que surge el arte. Las figuras zoomorfas constituyen el tema principal de estos primeros artistas. Caballos, bisontes, toros, ciervos, cabras, mamuts, rinocerontes, zorros, osos, félidos, peces, aves, serpientes... Toda la fauna del entorno vista a través de los ojos de un buen conocedor de sus capturas. Pero allí, en lo más profundo de la tierra no puede
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INTRODUCCIÓN A LA PREHISTORIA
Caballo paleolítico pintado con pigmentos ocres en la cueva de La Pileta (Benaoján, Málaga). Fotografía, Pedro Cantalejo.
Gran pez representado en la cueva de La Pileta. El arte paleolítico de esta gruta es, sin duda, el más atractivo entre los conservados en la Comunidad Autónoma andaluza. Fotografía, Pedro Cantalejo.
copiarse la realidad; hay que pintar de memoria, recordar cada pose, cada músculo, o tal vez repetir simplemente unos trazos aprendidos... Muchas veces las imágenes son líneas que no delimitan completamente al animal, que sólo sugieren su idea. Otras, los rasgos están perfectamente definidos y los gestos y actitudes de los modelos quedan expuestos con un naturalismo detallista y esmerado. En la mayoría de los casos el trazo es seguro, preciso, quizá ensayado una y otra vez antes de ser ejecutado en su lugar definitivo... Este arte primigenio sorprende por la persistencia en los temas faunísticos frente al escaso tratamiento de la figu-
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Figura humana femenina paleolítica grabada sobre el lateral de un bloque en la cueva de Ardales (Ardales, Málaga). Está representada de cintura para abajo, destacándose a la izquierda la línea sinuosa que forma la nalga. Las piernas acaban en forma apuntada, un convencionalismo empleado habitualmente en el arte paleolítico para representar las patas de los animales. El pubis está representado mediante una triple línea. Fotografía, Pedro Cantalejo.
ra humana, ya que ésta no alcanza el número ni el grado de naturalismo que presentan los zoomorfos. Las representaciones antropomorfas, sobre todo las masculinas, son caricaturescas y deformadas, y en contadísimas ocasiones nos muestran sus caras; las femeninas, más numerosas, suelen quedar reducidas a los rasgos más esenciales, haciendo especial hincapié en las sinuosidades que conforman su cuerpo, sobre todo las nalgas. No hay representaciones seguras de vegetales, aunque algunos signos pudieron tener esa intención. Sí son frecuentes las impresiones de manos, propias de las fases antiguas, ya sea por la aplicación directa de la palma pintada (manos positivas), bien mediante aerografía (manos negativas). También abundan los signos de muy variada tipología: desde simples barras y puntos hasta formas muy
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INTRODUCCIÓN A LA PREHISTORIA
Impresión de una mano positiva localizada en las Galerías Altas de la cueva de Ardales. Esta cavidad destaca por su diversidad técnica y temática, lo que confiere a este yacimiento un alto interés científico. Fotografía, Pedro Cantalejo.
complejas. En la provincia de Málaga se cuenta con una decena de cavidades con arte paleolítico, entre las que destacan a nivel europeo las de La Pileta, Ardales y Nerja. Sobre la interpretación de estas manifestaciones gráficas, las primeras de la Humanidad, han corrido ríos de tinta, y
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Panel principal de la cueva de Ardales. Se desarrolla sobre una serie de hornacinas naturales creadas por las concreciones calcáreas. Se cuentan en él hasta treinta figuras de animales, todas ellas cérvidos, a excepción de una representación de cáprido en el centro de la composición. Algunos de los grupos constituyen verdaderas escenas, plenas de dinamismo, relacionadas con la berrea. Abajo a la izquierda, una figura humana femenina grabada sobre una estalagmita de connotaciones fálicas, en una sugerente asociación motivosoporte. Calcografía digital, Rafael Maura y Pedro Cantalejo.
seguirán corriendo. No obstante, las últimas propuestas explican su significado a partir de una necesidad de transmisión generacional de cierta información relacionada con los modos de vida, en orden a asegurar tanto la continuidad de sus usos, costumbres y tradiciones, como el mantenimiento de las fuentes de recursos y de la cohesión social. Pero hace unos 12.000 años, a comienzos del Holoceno, los hielos retrocedieron al finalizar la última glaciación, produciéndose un cambio climático tan drástico que la cultura de los grandes cazadores entró en franca decadencia, quedando sólo algunos grupos aislados que fueron capaces de adaptar sus modos de vida a las posibilidades de subsistencia que ofrecía el nuevo medio físico, lo que contribuyó a la pérdida de la cohesión que había caracterizado a las comunidades del Paleolítico superior. Esta fase final del Paleolítico, que se asocia al declive de los grandes cazadores, se conoce con el nombre de Epipaleolítico, una etapa intermedia que preludia el otro gran período en que se divide la Edad de Piedra, el Neolítico, durante el que se transformarán irreversiblemente las bases económicas de los grupos humanos, a partir sobre todo de la introducción de la agricultura, la ganadería y la producción de alimentos, y se abrirá un proceso de cambio progresivo hacia las estructuras sociales plenamente jerarquizadas. Este proceso es lo que conocemos como Postpaleolítico, o dicho de otro modo, Prehistoria reciente. El uso generalizado de instrumentos de piedra pulimentada de todas las formas y de perfecto acabado como hachas, azuelas, cuchillos, escoplos, y brazaletes y cuentas de collar fabricados en mármol, concha o pizarra, definen y dan nombre al Neolítico. Pero son otros muchos los descubrimientos e inventos debidos e este período: la domesticación de animales, como el cerdo, la cabra, la oveja, el buey, el conejo y el perro; la creación de las primeras vasijas de cerámica, en muchos casos decoradas; el proceso de cultivo y cosecha del cereal, como atestiguan las hachas, azuelas, molinos, molinetas, etc. De huesos largos de ovejas y cabras se fabricarán mangos, cucharas, espátulas y agujas. También se tie-
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INTRODUCCIÓN A LA PREHISTORIA
nen pruebas de sus primitivas indumentarias: vestidos y zapatos eran confeccionados con cuero, pieles o fibra de esparto. Sin embargo, también se documentan restos de cabras monteses, ciervos, rebecos, jabalís, corzos, etc., lo que indica que la caza siguió teniendo gran importancia para estas economías incipientemente productoras. En las áreas costeras y valles fluviales la práctica sistemática de la pesca se atestigua mediante la presencia de anzuelos y redes. El fenómeno megalítico se constata hacia un Neolítico reciente. Sus artífices son portadores de una tradición constructiva que implica el empleo de grandes lajas de piedra, mediante los que se erigen tumbas (dólmenes), piedras verticales clavadas en el suelo (menhires), recintos (cromlechs) y alineamientos. En Andalucía priman las tumbas, siempre cubiertas por una colina artificial (túmulo), que en la mayoría de los casos no se ha conservado. Los distintos elementos que integran estas construcciones son: Ortostatos: lajas verticales que conforman las paredes de los corredores y cámaras. Cobijas: losas de cubierta.
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Interior del dolmen de Menga. Fotografía, Javier Pérez.
Piedra cabecera: laja vertical que cierra el fondo de la cámara. Puertas: pueden ser de jambas y dintel o lajas verticales dispuestas transversalmente al eje del corredor con una perforación para permitir el paso. Las tipologías de estos dólmenes son variadas, desde simples galerías cubiertas hasta sepulcros de corredor y cámara, adoptando estas distintas morfologías según su planta: cuadradas, rectangulares, poligonales y circulares. Estas últimas añaden una técnica arquitectónica novedosa, la falsa cúpula, que consiste en ir aproximando hiladas superpuestas de mampostería hasta cerrar el espacio mediante una gran losa de cubierta denominada clave. Es característico de los dólmenes de falsa cúpula el presentar, al menos, una cámara secundaria.
Gran losa que cierra la bóveda de la cámara principal del dolmen de El Romeral. Fotografía, Javier Pérez.
El megalitismo se atribuye a pueblos de base fundamentalmente ganadera y explotación agrícola muy precaria, dedicada al pastoreo trashumante. Dichos grupos delimitaban y reafirmaban su propiedad sobre las tierras de pastos mediante la presencia de las tumbas de sus antepasados. Estas marcas territoriales eran respetadas tácitamente por el resto merced a las complejas normas de conducta de una sociedad dividida en clanes y linajes, basadas
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En muchas ocasiones, más reseñables a medida que nos aproximamos a la banda atlántica, los monumentos megalíticos estuvieron decorados, tanto con grabados (los más abundantes) como con pinturas. Las consideraciones tradicionales del llamado “arte megalítico” en cuanto a su distribución espacial y su asociación con ciertas morfologías arquitectónicas han sido objeto de una revisión llevada a cabo por Primitiva Bueno y Rodrigo de Balbín, a través de la cual se reafirma la idea de que se trata de formas directamente extraídas del conjunto expresivo del arte esquemático, cuyo núcleo de asociación gráfica y espacial, según el cual se conjugan los distintos temas, sería la figura humana. Los antropomorfos cruciformes (con los brazos en cruz) y de brazos en asa y en “T”, y algunos signos, como ramiformes (en forma de rama), halteriformes (en forma de halteras o pesas), serpentiformes (en forma de serpiente) y soliformes (en forma de sol), constituirían las tipologías más características. Estos autores consideran que muchos de los dólmenes estuvieron sujetos a verdaderos programas iconográficos que comenzaban a desarrollarse incluso antes de la construcción de los mismos, como demuestran algunos ortostatos que contienen manifestaciones gráficas ocultas en sus caras internas.
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INTRODUCCIÓN A LA PREHISTORIA
en el intercambio, la reciprocidad y la cooperación. Se tiene constancia de una utilización sucesiva a través de los siglos de las tumbas megalíticas, debido probablemente a su condición de sepulcros colectivos destinados a recibir los restos mortales de sucesivas generaciones de miembros de un clan o de un linaje. El ajuar funerario que acompaña a estos enterramientos suele estar compuesto por hachas de piedra pulimentadas, herramientas de sílex, cuentas de collar, colgantes de piedras semipreciosas, objetos de hueso y restos de cerámica.
Muchos monumentos megalíticos presentan decoraciones tanto pintadas como grabadas. Arriba, figura antropomorfa pintada bajo la gran losa de cubierta del dolmen de la Giganta (Montejaque, Málaga). Abajo, ortostato con cazoletas inscritas en el dolmen de Viera (Antequera, Málaga). Fotografías, Pedro Cantalejo.
Hace unos 6.000 años, las sociedades neolíticas, inmersas en su dinámica innovadora, dieron con un descubrimiento revolucionario: la metalurgia. A partir de ese momento, el ordenamiento en períodos, a veces un tanto ficticio, de la Prehistoria, propone un cambio de era. Hemos dejado atrás la Edad de Piedra y pasamos a la Edad de los Metales: el Cobre, el Bronce y el Hierro. Los primeros metales tratados y transformados por el ser humano fueron el oro, la plata, el plomo y, sobre todo, el cobre. Al principio, el cobre nativo era sometido simplemente al martilleado en frío para darle forma. Posteriormente pudo ser calentado para dotarlo de una mayor ductilidad y conseguir así formas más variadas. Pero no se llega a la verdadera metalurgia hasta que se descubre que el cobre puede calentarse hasta ser fundido. Es entonces cuando comienzan a emplearse moldes que, una vez enfriado y solidificado el metal, dan lugar a una variada gama de objetos de considerable dureza, como hachas, picos con agujero central para su enmangue, puñales, lanzas, hebillas, alfileres, etc. La introducción del metal, aun constituyendo un avance tecnológico sin precedentes, no supone en un principio modificaciones drásticas en las estructuras sociales ni en las bases económicas, aunque su incidencia tuvo que ser necesaria en el lento proceso de transformación a que los grupos humanos estaban abocados desde el Neolítico. Durante la Edad del Cobre, llamada también Calcolítico, la tendencia hacia el sedentarismo y la intensificación de la producción de alimentos posibilitaron la acumulación de excedentes, cuyo control y redistribución fue quedando progresivamente en menos manos, lo que condujo al establecimiento de divisiones sociales cada vez más acentuadas. La manufactura de objetos de cobre y cerámica, o de tejidos de lana y lino, esteras y cuerdas, fruto del desarrollo que adquirieron en esta época la industria textil y la cestería, comienzan a considerarse como oficios. Esta producción artesana es también monopolizada paulatinamente por las elites emergentes, adquiriendo un significado social como distintivo de clase. El establecimiento definitivo de las redes de intercambio posibilitó la movilidad de estos productos, lo que contribu-
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Durante la Edad del Cobre, la distribución espacial de los poblados revela un creciente interés por el control del territorio y por la situación de los emplazamientos en lugares propicios para el mejor aprovechamiento de los recursos. Pero al final de este período comienza a apreciarse un cambio decidido en los patrones de asentamiento y se buscan enclaves vinculados con puntos estratégicos, detectándose núcleos poblacionales cada vez más elevados y en cerros aislados, proceso que culminará con las estructuras defensivas características de los grupos humanos más belicosos y jerarquizados de la Edad del Bronce. La Prehistoria reciente no supuso, ni mucho menos, el abandono de la expresividad artística del ser humano. Objetos de todo tipo elaborados en piedra y metal, esculturas en bulto redondo, y sobre todo, las manifestaciones rupestres, dan buena fe de ello. En la Península Ibérica se dan dos grandes ciclos de arte rupestre, el levantino, caracterizado por las representaciones humanas y animales realizadas de un modo naturalista, y el esquemático, cuyas formas se reducen a figuras abreviadas hasta los mínimos esenciales. El primero, como su nombre indica, se circunscribe en un sentido amplio al levante espa-
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INTRODUCCIÓN A LA PREHISTORIA
yó a su consideración como objetos de prestigio. Sirvan como ejemplo el hallazgo de hachas, azuelas y recipientes cerámicos sin huellas de uso formando parte, junto con objetos de cobre, de los ajuares de enterramiento. Entre estos símbolos de estatus y rango destaca la cerámica campaniforme, que se caracteriza por sus vasijas de perfil en S, que les confiere una forma acampanada, y por sus profusas decoraciones en franjas ordenadas en líneas simples o en zigzag. Este fenómeno, que coincide cronológicamente con las últimas fases del megalitismo, obedece a una moda decorativa cerámica, sin vinculación específica con ningún grupo, que se expande por toda Europa, relacionada fundamentalmente con el comercio del metal. La mayor parte de los yacimientos donde se han encontrado restos de cerámica campaniforme han sido de tipo funerario, en inhumaciones individuales, y su introducción marca una línea imaginaria que divide en dos la Edad del Cobre, de forma que llega a hablase de un Calcolítico precampaniforme y otro campaniforme.
ñol y sus soportes son siempre abrigos rocosos al aire libre, mientras que el arte esquemático tiene un desarrollo a escala peninsular, adaptándose a otros soportes como las cuevas oscuras o la arquitectura funeraria y ritual, además de a las decoraciones de diferentes objetos líticos, óseos y cerámicos.
Detalle del gran panel de arte rupestre levantino del abrigo de Minateda (Hellín, Albacete), en el que se aprecia un grupo de arqueros pintados en forma dinámica y naturalista. Calografía digital, Rafael Maura y Martí Mas.
El arte esquemático se origina a partir de la consolidación de las primeras sociedades productoras del Neolítico y alcanza su momento de mayor repercusión durante la Edad del Cobre, es decir, se trata de un fenómeno contemporáneo al megalitismo (casi con toda seguridad, ambos son obra de los mismos grupos humanos). Su grado de imbricación con el proceso de cambio que tuvo lugar en esa época queda de manifiesto al comprobarse que, ciñéndonos a la tradición expresiva que conocemos como arte esquemático, y hacemos esta aclaración porque en la Prehistoria, tanto la antigua como la reciente, se dan otros esquematismos, va entrando en crisis a medida que se estabilizan definitivamente las estructuras jerárquicas de poder. Producto inicialmente de una sociedad comunitaria de base tribal, el arte esquemático (como ocurre con el fenómeno megalítico) pierde su sustento ideológico al entrar en conflicto con la nueva realidad socioeconómica. La Edad del Bronce supone la culminación de este proceso de estratificación e inequidad social. Las estructuras tribales quedan desmanteladas y surgen las primeras concentraciones territoriales de poder, los protoestados. Para entonces, la Península Ibérica era un codiciado destino económico, como lo fue mucho después el continente americano. Hace unos tres mil años, comenzaron a arribar a nuestras costas fenicios y griegos, portadores de culturas avanzadas, cuyos contactos con los nativos supuso el inicio de un nuevo proceso. Con estos viajeros inquietos, la Península Ibérica entra en la Edad del Hierro, época de colonialismos y conquistas, pero que queda al margen de nuestra aproximación, ya que este es el umbral de la gran sala de la Historia.
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introducciรณn al arte esquemรกtico
Introducción al arte esquemático
En general, la idea que el gran público tiene sobre el arte rupestre prehistórico es la de los animales expresados de un modo naturalista propios del Paleolítico superior, datados de un modo aproximado entre el 30.000 y el 10.000 a.C., o la de las imágenes de arqueros representados en forma dinámica que son característicos del arte levantino, un estilo cuya cronología de amplio espectro pudo arrancar en el Epipaleolítico, perdurando hasta comienzos de la Edad del Cobre, es decir, entre el 8000 y el 3000 a.C. aproximadamente, aunque este extremo es muy controvertido. Pero existe una modalidad artística prehistórica bastante menos conocida que se definiría por una abreviación extrema de las formas y que se conoce tradicionalmente con el nombre de “arte esquemático”. En la mente de todos está el famoso “indalo”, que ha llegado a convertirse en imagen corporativa de la provincia de Almería y que tiene su origen en estas figuraciones primitivas. El conjunto de expresiones gráficas que conforma el arte esquemático se desarrolla fundamentalmente en la Península Ibérica, y tiene como marco cronológico el final del Neolítico y la Edad del Cobre, perdurando en ocasiones hasta la Edad del Bronce, y de manera ya muy residual hasta la del Hierro. Se caracteriza por presentar formas abreviadas y estereotipadas que representan figuras humanas (antropomorfos), animales (zoomorfos) y signos, realizados mediante pintura o grabado, sobre todo tipo de soportes. Se trata de un fenómeno notablemente generalizado, ya que algunas de estas formas podrían haber llegado a constituirse, por repetición, en significantes de carácter convencional. También la presencia constante de la figura humana como eje en torno al que giran las representaciones gráficas puede entenderse como un nexo común. Esta tendencia, derivada probablemente de una visión del mundo más antropocéntrica, alcanzará su máxima expresión con el arte esquemático típico, centrado en un Neolítico final-Calcolítico, consolidando un cambio importante respecto a los modos de expresión pale-
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olíticos, a través del cual, el hombre substituye al animal como motivo figurativo central de las composiciones. Las primeras referencias escritas de la existencia de este tipo de grafías se deben a Manuel de Góngora y Martínez, catedrático de la Universidad de Granada, quien en su libro de 1868
Antigüedades Prehistóricas de Andalucía publica las copias de los motivos de Fuencaliente y Batanera (Ciudad Real), realizadas en 1783 por Antonio López, hermano del párroco de Montoro, así como las reproducciones efectuadas por él mismo de las pinturas de la Cueva de los Letreros, en Vélez-Blanco (Almería). La publicación de Góngora precede en once años al hallazgo de las pinturas rupestres de la cueva de Altamira por Marcelino Sanz de Sautuola. Las historias de estos hombres guardan cierto paralelismo, ya que los descubrimientos de ambos no fueron aceptados hasta que obtuvieron el reconocimiento por parte de la comunidad científica de la época. Sin embargo, tras el visto bueno, aparecieron signos esquemáticos y pinturas naturalistas por toda Europa. Se produjo entonces un fenómeno curioso. Nadie los había visto antes simplemente porque resultaba impensable que hombres tan primitivos fueran capaces de poseer ya una iconografía simbólica tan desarrollada o un arte pictórico tan depurado. En los inicios, se consideró este arte como una forma de escritura prehistórica, relacionándose con los jeroglíficos egipcios o con los caracteres fenicios, púnicos e ibéricos, una interpretación que se mantuvo hasta comienzos del siglo XX. Sin embargo, los trabajos del ingeniero belga Luis Siret, basados en los paralelos formales entre estas grafías rupestres y las decoraciones de ciertos vasos cerámicos e ídolos de hueso y piedra de Los Millares, halladas en contextos arqueológicos y, por lo tanto, susceptibles de ser fechadas, permitieron una aproximación
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Único retrato conocido de D. Manuel de Góngora y Martínez (detalle). Fotografía, Javier Pérez.
Decoración simbólica de uno de los famosos recipientes cerámicos de Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería), con claros paralelos formales de algunos motivos característicos del arte esquemático. Dibujo, Dimas Martín y María Dolores Cámalich.
cronológica más precisa, demostrándose más antiguas que las formas escritas de las culturas clásicas mediterráneas y propiciando nuevas lecturas, como la de Juan Cabré, quien las consideraba “típicamente neolíticas”. No obstante, persiste la idea de que fueron importadas desde el Mediterráneo, llegando a proponerse paralelismos y significados extraídos de los estudios de la época sobre las comunidades neolíticas y calcolíticas de Oriente Próximo.
Panel con figuraciones en negro pintadas profusamente en la cueva de la Pileta (Benaoján, Málaga). Fotografía, Pedro Cantalejo.
En estos momentos se realizan varios descubrimientos que amplían la zona de influencia de este tipo de manifestaciones a otros puntos de la Península, aunque el hallazgo más trascendente es, sin duda, el de las pinturas de la cueva de la Pileta, en Benaoján (Málaga), con un
A partir de los estudios del abate Breuil, que se editaron en cinco tomos, todos ellos centrados en la Península Ibérica, se consolidan tanto la denominación “arte esquemático”, como las propuestas cronológicas de Siret, presentándose por primera vez una sistematización tipológica que, en líneas generales, se ha mantenido hasta la actualidad. La Guerra Civil y la Dictadura del general Franco son años infructuosos en el estudio del arte esquemático, aunque sí existió un interesante debate en torno al arte levantino. Hemos de esperar a épocas tardofranquistas para asistir a la publicación de una nueva visión de conjunto que marcaría un antes y un después en el conocimiento de estas representaciones postpaleolíticas. Nos referimos a la monografía de Pilar Acosta La pintura rupestre esquemática en España, editada en Salamanca en 1968. Esta autora realiza una importantísima revisión y actualización de los trabajos de Breuil, puliendo su clasificación tipológica y aportando, en este y en otros trabajos sucesivos, interesantes apreciaciones en relación con aspectos como la técnica, la temática o la cronología. La clasificación de Acosta ordena los motivos esquemáticos en seis temas:
Antropomorfos: representaciones abreviadas de la figura humana. Zoomorfos: representaciones abreviadas de animales, sobre todo cuadrúpedos.
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INTRODUCCIÓN AL ARTE ESQUEMÁTICO
extenso repertorio artístico que va desde el Paleolítico superior hasta, probablemente, el Calcolítico. Su estudio correrá a cargo, junto con el descubridor de las manifestaciones gráficas, un coronel inglés retirado dedicado a la ornitología, Willoughby Verner, de dos pesos pesados de la ciencia prehistórica clásica, el abate francés Henri Breuil y el arqueólogo alemán Hugo Obermaier. Este equipo contó con la inapreciable colaboración de campo del propietario de los terrenos en que la cueva se ubica, Francisco Bullón, hombre humilde que conocía la gruta desde antiguo. Los resultados fueron recogidos en una monografía publicada en 1915 y que lleva el sencillo título de La Pileta à Benaoján.
Objetos etnográficos: formas cuadrangulares (tectiformes), representaciones de medios de transporte (carros, trineos y barcos), escaleriformes (con forma de escalera), herramientas y armamento. Petroglifoides: formas geométricas relacionadas formalmente con la tipología de los grabados esquemáticos (circunferencias, herraduras y espirales). Signos: puntos, barras, zig-zags, esteliformes (en forma de estrella) y ramiformes (en forma de rama o de árbol). Ídolos: oculados (representaciones de ojos, cejas y tatuaje facial), placas (formas de tendencia rectangular tratadas internamente), triangulares (unitriangulares, bitriangulares y tritriangulares) y halteriformes (en forma de halteras o pesas). Dado el peso que la figura humana tiene en el seno de las composiciones esquemáticas, su clasificación tipológica de los antropomorfos tiene un especial interés. Todos ellos parten de un elemento común, el trazo vertical que representa el eje corporal y, en algunos casos la cabeza, encontrando sus diferencias en las distintas formas de expresar las extremidades superiores. Estos son los que se refieren a tipos ápodos, es decir, sin representación de las piernas:
Tipología de los motivos antropomorfos esquemáticos, según P. Acosta.
Tipo cruciforme: formado por una barra vertical que representa la cabeza y el tronco, y por otra barra trasversal horizontal para indicar los brazos.
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INTRODUCCIÓN AL ARTE ESQUEMÁTICO
Tipo en “T”: similar al anterior pero acéfalo. Tipo golondrina: compuesto por un trazo vertical y otro transversal curvado hacia abajo. Tipo ancoriforme: en forma de ancla, muy similar al anterior, pero acéfalo. Tipo brazos en asa: semejante a una “Phi” griega, las extremidades superiores se representan mediante una circunferencia. Aunque se plantea la posibilidad de considerar ciertas tipologías en función de la inclusión de las extremidades inferiores, caso de los tipos de doble “Y”, en “X” y de “piernas en ángulo”, este aspecto no queda del todo desarrollado. Para esta autora, el arte esquemático supondría un intento de escritura ideográfica, en la que, en algunos casos, puede llegar a hablarse de signos pictográficos o ideogramas; una protoescritura que no llegaría a eclosionar a causa de la llegada de los primeros colonos procedentes de la orilla oriental del Mediterráneo, portadores de formas de escritura evolucionadas. Cuarenta años después de la aparición de la monografía de Acosta, el panorama de los estudios del arte esquemático se ha diversificado notablemente, si bien, sus tipologías siguen gozando de aceptación generalizada. En los años ochenta se produjeron otros intentos, como la revisión de Julián Bécares o las propuestas “objetivistas” de Alfonso Caballero Klink para las pinturas de Sierra Morena, pero que no han calado del todo en la terminología empleada por los prehistoriadores del arte. En la línea de los planteamientos de Breuil y Acosta, la revisión de Bécares supone un paso más hacia la consecución de una tipología general para el arte esquemático. En su clasificación de los antropomorfos aborda la pro-
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Principales aportaciones de J. Bécaes a la clasificación tipológica de Acosta para los motivos antropomorfos esquemáticos.
blemática de las formas de representación de las extremidades inferiores. He aquí sus principales aportaciones en este sentido: Tipo Tipo Tipo Tipo Tipo Tipo
de brazos y piernas en arco. de brazos y piernas en ángulo. doble Y (ya reconocido por Acosta). de brazos y piernas en cruz. doble “T”. con piernas en zig-zag.
Es sorprendente descubrir que tipologías primarias y numerosas como los antropomorfos en “Y”, de brazos en ángulo o de brazos en círculo (por encima de la cabeza), todas ellas ápodas, se incluyan en estas sistematizaciones en el socorrido apartado dedicado a “otros antropomorfos”. Por su parte, la propuesta de Caballero plantea una sistematización del proceso descriptivo en orden a profundizar en la mecánica interna con que se articulan las grafías esquemáticas, prestando más atención a los elementos que las conforman que a los tipos presentados como primarios o básicos que parten de figuraciones completas, describiéndolos según sus rasgos identificativos, y tratando así de evitar cualquier connotación de carácter interpretativo. No existen aquí referencias a antropomorfos, zoomorfos o ideomorfos de tipo alguno, sino que se habla de figuraciones compuestas por trazos dispuestos de una u otra forma o con tal o cual característica, por lo que se trata de un intento clasificatorio de una asepsia intachable. Otro aspecto diferenciador de esta forma de clasificación es que Caballero no busca estereotipos generalizados obtenidos a partir de la observación de sus originales físicos, sino que trata únicamente de recoger la mayoría de las formas representadas en su área de estudio. Pero la línea iniciada por Caballero, al contrario que la representada por Acosta, no ha tenido continuidad ni se ha profundizado decididamente en ella. En esta década de los ochenta se asiste a un renovado interés por el arte esquemático, proliferando los nuevos hallazgos y generándose un nutrido grupo de jóvenes investigadores centrados todos ellos en sus respectivas
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No cabe duda que el descubrimiento más importante de esta época es el del conjunto pictórico objeto de esta guía, Peñas de Cabrera, suceso en el que nos detendremos más adelante. En los últimos veinte años, y a partir de las primeras propuestas de Alejandro Marcos Pous, confirmadas posteriormente por Beatriz Gavilán y Juan Carlos Vera, se han intensificado los estudios comparativos entre los motivos esquemáticos representados en la cerámica neolítica y los hallados en los muros de cuevas y abrigos, que han puesto de manifiesto numerosos paralelismos ya desde el Neolítico medio. Las analogías se confirman en los zoomorfos, antropomorfos y signos (ramiformes, esteliformes y oculados). Debe recordarse que en España, el estilo artístico que se asocia de forma más clara al Neolítico es el llamado arte
macroesquemático, muy focalizado en la provincia de Alicante, que fue descubierto y estudiado por Mauro Hernández. Se definiría como un conjunto de pintura rupestre esquematizada y de gran formato, en el que aparecen representados fundamentalmente figuras humanas, líneas serpenteantes, puntos y barras. Su cronología se fundamenta a partir de los paralelos que encontramos en las decoraciones de la cerámica cardial (llamada así porque se decora mediante las improntas que deja la concha del Cardium Edule, es decir, el berberecho). Hoy por hoy, las aproximaciones interpretativas al arte esquemático vienen de la mano del estructuralismo y de la llamada “Arqueología del Paisaje”, que vincula los enclaves artísticos al aire libre con el territorio en que se inscriben, atribuyéndoles distintas funciones a partir de las correspondencias detectadas entre los modelos de emplazamiento y los contenidos temáticos. En esta línea de investigación se sitúan las aportaciones de autores
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INTRODUCCIÓN AL ARTE ESQUEMÁTICO
áreas de influencia y que siguen en activo hasta la fecha. En Andalucía destacarían Julián Martínez en la zona de Almería, Manuel López y Miguel Soria en la de Jaén, Cecilio Barroso, Pedro Cantalejo y José Luis Sanchidrián en la de Málaga y Martí Mas en la de Cádiz.
como Primitiva Bueno o Julián Martínez. La primera ha planteado la existencia de patrones de integración entre marcadores gráficos al aire libre, pinturas y grabados rupestres y grafías en monumentos megalíticos. El segundo, propone una visión que va más allá de las discusiones tipológicas y cronológicas, al plantearse el arte esquemático como una forma más de “ocupación simbólica del paisaje”, y entendiendo los paneles pintados como “espacios sociales” en los que los motivos se ordenan respondiendo a los tipos de organización social de cada momento, lo que conlleva sugerentes implicaciones cronológicas, en función de las diferentes formas de disponer las figuras humanas y otros elementos compositivos. Así, en líneas generales, la tendencia horizontal correspondería a períodos colectivistas, y por tanto más antiguos, y las de tendencia vertical a momentos posteriores, es decir, más jerarquizados. Partiendo de estos y otros presupuestos, el futuro de la interpretación del arte esquemático aparece pleno de expectativas. Como dice el propio Julián Martínez, los abrigos no deben verse únicamente desde fuera hacia dentro, sino también desde dentro hacia fuera. En efecto, el arte rupestre esquemático no es un legado muerto o encerrado en sí mismo, ni ha quedado irremisiblemente atrapado por la conceptualización de sus formas. Todo lo contrario. Día a día, enclave tras enclave, se demuestra que está conectado directamente con el entorno, con las pautas inmutables de la naturaleza, con la vida y las tradiciones de aquellos que lo crearon, con sus realidades sociales.
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descripción EL ENCLAVE ARQUEOLÓGICO
PEÑAS DE CABRERA
Descripción del enclave
EL MEDIO FÍSICO El Enclave Arqueológico Peñas de Cabrera se localiza al este del término municipal de Casabermeja, en la provincia de Málaga, próximo al llamado Cortijo de Cabrera.
Mapa de localización del Enclave Arqueológico Peñas de Cabrera.
El accidente geográfico más destacado del entorno es el río Guadalmedina, que nace en la sierra próxima de los Camarolos, y cuyo valle se desarrolla frente al enclave for-
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DESCRIPCIÓN DEL ENCLAVE
mando suaves colinas. Este río, en su cuenca alta, se encaja en una depresión estrecha y alargada en sentido Este-Oeste que se desarrolla sobre materiales geológicos del Mioceno Inferior, compuestos principalmente por areniscas, margocalizas y margas. Esta cuenca sedimentaria se extiende desde más allá de la propia Casabermeja hasta Periana y constituye una derivación del llamado Surco Intrabético, ya que separa las formaciones netamente metamórficas del Sistema Bético, al sur, representadas por los Montes de Málaga y sus materiales pizarrosos, de los macizos calcáreos del sector meridional de las cordilleras subbéticas, al norte, compuestos por las sierras de Cabras, Co, Camarolos, Jobo y Alfarnatejo. Atendiendo a la antigua denominación árabe de este espacio, se le conoce con el nombre de “Campo de Cámara”. Al este y al oeste del enclave se sitúan los arroyos de Mogea y los Pilones respectivamente, encajados en sendas gargantas hacia las que caen las laderas del cerro en el que éste se ubica. Estos arroyos, junto con los de Las Vacas, Almácidas, Choperas, Frailes, etc., forman parte de la red hidrográfica del Guadalmedina, que funciona como un verdadero eje vertebrador del paisaje.
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Panorámica hacia el norte del valle del río Guadalmedina. De izquierda a derecha se distinguen las sierras de El Torcal, Cabras, Co, Camarolos, Jobo y Alfarnatejo. Fotografía, Javier Pérez.
Al pie del corredor del Campo de Cámara. Fotografía, Javier Pérez.
Los abrigos de Peñas de Cabrera se concentran en diferentes flancos de un potente banco de areniscas, de grano grueso de cuarzo y de tonalidad pardo-rojiza, que culmina en un pequeño cerro. Su morfología escarpada se debe a la mayor resistencia a la erosión de las areniscas frente a las margas. Se reconocen diferentes estructuras sedimentarias cuyas superficies aparecen cuarteadas, presentando un grado de fracturación tectónica muy elevado, y estando afectadas tanto por fallas como por espesas redes de diaclasas (grietas producidas por fractura). Los abrigos se generaron a partir de los planos de
Abrigos rocosos en los afloramientos de arenisca del Cerro de Cabrera. Abajo a la izquierda, el cortijo de Cabrera. Fotografía, Javier Pérez.
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DESCRIPCIÓN DEL ENCLAVE
fractura de estas diaclasas y evolucionaron siguiendo distintos procesos de erosión hidroeólica y de meteorización mecánica y química, en los que han intervenido las condiciones climáticas, el agua de infiltración, las características petrológicas y petroquímicas de la roca y el grado de fracturación de las mismas. Estos procesos siguen reproduciéndose en la actualidad, siendo una de las causas del deterioro de las manifestaciones rupestres que constituyen el centro de atención de este enclave. El otro es la agresión antrópica, que ha dejado su huella junto a varios motivos. Tanto el clima como la vegetación de la zona son propios de la región mediterránea seca. La floresta consiste en un bosque poco denso de Quercus Suber, con abundantes arbustos y matorrales bajos. Las especies mayoritarias son típicas: la encina, el alcornoque, el acebuche, la jara, la aulaga, la lavanda, el tomillo, el romero, etc. Las setas y hongos proliferan en las umbrías y las esparragueras crecen con vigor entre las grietas. Muy interesante es también la compleja comunidad vegetal que se desarrolla
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El bosque mediterráneo en Peñas de Cabrera. Fotografía, Pedro Cantalejo.
sobre la superficie de las rocas, predominando los líquenes, los musgos y algunos helechos y algas.
Biodiversidad de la flora. Fotografías, Javier Pérez.
La fauna más representativa la componen conejos, liebres, roedores, zorros y, eventualmente, cabras monteses, jabalíes y venados. Los cielos están dominados por las aves rapaces. En algunos abrigos se descubren vestigios dejados por los murciélagos, y nidos de pájaros y avispas terreras. También se detecta una variada comunidad de insectos, así como pequeños reptiles. El enclave es, por lo tanto, una zona de condiciones ambientales uniformes que provee de espacio vital al conjunto de flora y fauna integrada en ella, es decir, un verdadero biotopo extraordinariamente conservado, donde la gran mayoría de las especies son autóctonas, lo que supone un hecho diferencial respecto a los parajes del entorno, en los que la flora hace tiempo que dejó de ser silvestre. Valga este apartado para hacer hincapié en el extraordinario valor ecológico que tiene este lugar por sí mismo, independientemente que constituya el complemento perfecto para un yacimiento prehistórico también excepcional. Es nuestro deber preservar ambos aspectos de la degradación y la ruina para que perduren en el tiempo, aunque sean una muestra aislada, como ejemplos de lo que un día fueron nuestro ambiente natural y nuestra cultura.
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DESCRIPCIÓN DEL ENCLAVE
EL CONJUNTO RUPESTRE Y EL DOLMEN DEL “TAJILLO DEL MORO” El Enclave Arqueológico Peñas de Cabrera cuenta con dos áreas arqueológicas bien definidas, relacionadas ambas con la ocupación del entorno por parte de grupos humanos prehistóricos: el conjunto de arte rupestre y el sepulcro megalítico conocido como “el Tajillo del Moro” La zona en que se enmarca el conjunto rupestre, con una superficie aproximada de 15 hectáreas, comprende por entero el cerro de Cabrera, cuya mayor elevación se sitúa a 666 m de altitud.
Mapa del enclave con la localización de los abrigos rocosos que conforman el conjunto rupestre (rojo: abrigos con pinturas; amarillo: abrigos con grabados; azul: abrigos sin manifestaciones gráficas) y del dolmen del Tajillo del Moro (en naranja).
La nota más singular del paisaje es, sin duda, la gran concentración de abrigos rocosos que se suceden siguiendo los estratos pétreos que afloran en sus laderas, desde el flanco norte del banco de areniscas silíceas hasta las inmediaciones del alto del cerro. El interés cultural del lugar se define fundamentalmente por las pinturas prehistóricas esquemáticas presentes en muchos de estos abrigos, a las que habría que sumar, en función de los resultados obtenidos a partir de los estudios preliminares, otras formas grabadas, tanto en su interior como en el exterior, de diseños mayoritariamente lineales y circulares, así como interesantes restos de material lítico y algunas estructuras de piedra.
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El otro hito prehistórico con que cuenta el enclave es el dolmen del Tajillo del Moro, sepulcro megalítico de proporciones reducidas del que en la actualidad sólo quedan los ortostatos laterales, la piedra cabecera y una de las cobijas. Se localiza próximo al conjunto rupestre, hacia el noreste, en un altozano perteneciente al cortijo del Hospital, rodeado al sur por el arroyo de Ballesteros y al norte por el río Guadalmedina. Como complemento de estos vestigios prehistóricos, el enclave cuenta con otras evidencias de frecuentación en períodos históricos, como grabados en superficie, frentes de cantera, restos de algunas estructuras arquitectónicas modernas y multitud de fragmentos cerámicos, lo que convierte a Peñas de Cabrera en uno de esos lugares recurrentes, conocidos desde siempre y con los que el ser humano ha venido manteniendo una relación que se prolonga, como demuestran el actual interés por su puesta en valor o la misma elaboración de la presente guía, hasta nuestros días.
Dolmen del Tajillo del Moro. Fotografía, Rafael Maura.
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historia de la investigaciรณn
Historia de la investigación
EL DESCUBRIMIENTO DEL ARTE RUPESTRE Y LOS PRIMEROS ESTUDIOS El descubrimiento para el mundo científico del importante conjunto rupestre de Peñas de Cabrera ocurre en 1974 y se debe a la intuición de Juan Podadera Sosa, cabrero que pastoreaba por entonces los rebaños de ese pago y que tantas veces había visto aquellos “monigotes” pintados en los huecos de las rocas sin darle la menor importancia. Sin embargo, en una ocasión, este pastor lo comentó casualmente con Sebastián Fernández, natural de Casabermeja, por entonces un adolescente y que más tarde se convertiría en profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Málaga, de la que en la actualidad es Decano, quien a su vez compartió la información con el también bermejo Bartolomé Ruiz. Éste, que acababa de ingresar en esa facultad, organizó al año siguiente una visita conjunta, en la que también participaron Juan Antonio Leiva y Pedro Olalla, y que sirvió para confirmar la autenticidad de las pinturas, localizándose además algunos restos líticos prehistóricos en superficie. Años más tarde, en 1978, Ruiz colaboraba con un equipo compuesto por varios alumnos vinculados con el Departamento de Prehistoria e Historia Antigua, entre los que se encontraban Cecilio Barroso y Francisca Medina, que en aquellos momentos se formaban como especialistas en arte rupestre y que fueron quienes se encargaron finalmente del estudio de las manifestaciones gráficas prehistóricas de este yacimiento. Los trabajos a realizar en dicho proyecto se organizaron en dos fases. La primera consistió en una serie de prospecciones mediante las que se descubrió la mayor parte de abrigos rocosos con pinturas rupestres, actividad en la que se reconoce la colaboración de un grupo de investigadores procedentes de la Universidad de Málaga: Bartolomé Ruiz, Manuel García, Margarita García, Mª Carmen Solana y Julia Sáez. Los resultados preliminares fueron expuestos en dos artículos firmados por Cecilio Barroso y Francisca Medina. El primero de ellos, publicado por la revista Zephyrus en 1982, es un avance de estudio en el que se describen pormenorizadamente los
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En una segunda fase, y bajo autorización y financiación de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, se llevó a cabo una prospección extensiva de la zona de aflora-
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HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN
contenidos gráficos de cuatro de los abrigos, los números 5, 6, 31 y 37 de nuestro inventario (22, 16, 3 y 5 del suyo respectivamente), aportándose las topografías de los mismos, así como reproducciones de los paneles realizadas a mano alzada. En esta publicación toma carta de naturaleza el topónimo que actualmente identifica al yacimiento, es decir, “Peñas de Cabrera”, aunque en realidad se trata de una variante del nombre por el que se conoce al sitio entre los lugareños: “Las Piedras de Cabrera”. El segundo, aparecido en la revista Mainake en 1988, centra su atención en la escena representada en el abrigo nº 11 de de nuestro inventario (12 del suyo), incorporándose también la correspondiente topografía y una reproducción a mano alzada de los motivos presentes en el abrigo y conocidos hasta entonces. En esta publicación se hace un análisis detallado de las figuras, atendiendo a las características tipológicas de cada una de ellas, a su condición sexual, a los elementos complementarios considerados (objetos y atuendos) y a la disposición que presentan todos estos motivos dentro de la composición. Así mismo, se abordan interesantes propuestas interpretativas que la relacionan con una escena de danza, idea basada en su propio estudio iconográfico y en diferentes paralelismos con otras composiciones semejantes conocidas en el arte esquemático de Andalucía, y se defiende para ella un carácter mágico y ritual, ya sea como la escenificación de determinar por medio de un círculo el ritmo de las estaciones y sus ciclos... o quizás la escenificación de la procreación, bien con un sentido de iniciación femenina, bien como una ceremonia fálica.
Composición pictórica interpretada como una escena de danza. Reproducción de Cecilio Barroso y Francisca Medina.
Calcos manuales de algunas figuras de Peñas de Cabrera realizados por Cecilio Barroso y Francisca Medina.
mientos de areniscas, en la que colaboraron miembros de la Sección de Actividades Espeleológicas de la Sociedad Excursionista de Málaga. En esta etapa se tomaron nuevas series fotográficas y se confeccionó una tabla de color de los motivos. También se completó el levantamiento topográfico de todos los abrigos, tarea que corrió a cargo de José Molina, se realizaron varios calcos directos de algunas figuras importantes, y se elaboró un catálogo inventario en el que se registraban 135 motivos pintados repartidos entre 23 abrigos rocosos, obra importantísima que ha sido la base imprescindible para cualquier aproximación posterior al enclave. Queremos reconocer aquí estos trabajos pioneros, que han servido, como decimos, de guía inestimable para el reconocimiento de este conjunto artístico y que presentan escasos errores u omisiones, sobre todo teniendo en cuenta las posibilidades técnicas del momento. A partir de entonces, el conjunto rupestre de Peñas de Cabrera ha ido apareciendo periódicamente en sucesivas visiones de conjunto del arte esquemático, incluyéndose también en publicaciones especializadas relacionadas, de un modo amplio, con los bienes patrimoniales y su gestión.
LOS TRABAJOS DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA EN EL DOLMEN DEL “TAJILLO DEL MORO” Este dolmen fue descubierto y excavado a finales de los años setenta por un nutrido equipo de estudiosos, todos ellos miembros del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Málaga, dirigidos por los profesores Ignacio Marqués y José Enrique Ferrer, en el marco de un conjunto de planes generales de trabajos arqueológicos orientados a ocupar el vacío que entonces
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Las excavaciones llevadas a cabo sacaron a la luz un sepulcro de corredor con la cámara en forma ovalada y el corredor largo, trapezoidal y segmentado en dos tramos. Las técnicas empleadas para su construcción habrían pasado por la apertura previa de una zanja, para posteriormente, mediante hundimiento en el terreno ir embutiendo los bloques laterales. Su condición funeraria y colectiva se sustenta mediante el hallazgo de una treintena de fragmentos de hueso, correspondientes, al parecer, a tres individuos. Su falta de posición concreta parece apuntar al clásico osario, donde se depositaban ciertas partes anatómicas, quizás de forma selectiva, tras la descomposición del cadáver y las manipulaciones a las que se le sometía.
HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN
existía entre los grandes focos megalíticos de Andalucía oriental y occidental.
Planta y alzado del dolmen del Tajillo del Moro, según Ignacio Marqués y José Enrique Ferrer.
Los ajuares asociados a estos enterramientos son, según sus respectivos materiales, cerámicos, líticos y metálicos. Los restos de cerámica pertenecen a cuencos globulares y hemiesféricos (en forma de media esfera), platos y fuen-
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Material cerámico (A), lítico (B) y metálico (C) procedente del ajuar de enterramiento localizado en el dolmen del Tajillo del Moro, según Ignacio Marqués y José Enrique Ferrer.
tes, de calidad lisa al exterior y tonos claros y medios, que debieron recibir una cocción irregular y discontinua. Más numerosas proporcionalmente son las piezas de sílex, destacando diez puntas de flecha, de formas triangulares y losángicas (en forma de rombo) y bases cóncavas, láminas retocadas y sin retocar, una muesca y un raspador. Otros elementos localizados fueron un molino de mano, una azuela realizada en diabasa, un hacha votiva en cuarcita y un hacha de cobre. También aparecieron agrupados restos óseos de origen animal, pertenecientes en su mayoría a pezuñas de bóvidos, así como a algún ovicáprido y a un conejo. Todas estas evidencias, tipología constructiva, ritual de enterramiento, ajuar funerario y restos faunísticos, inducen a los autores a considerar para el dolmen del Tajillo del Moro una cronología hacia un Calcolítico antiguo, entre el 2600 y el 2300 a.C. Al margen de ser los primeros hitos de un paisaje antropizado cuya función era legitimar la ocupación de un territorio por parte de un grupo humano, los sepulcros megalíticos suelen buscar también correlaciones con el orden cósmico. El del Tajillo del Moro presenta la misma orientación, por ejemplo y como muchos otros, que el de Viera, en la necrópolis de Antequera, hacia la salida del sol en los equinoccios, circunstancia sobre la que abundaremos a lo largo de estas páginas.
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LA INVESTIGACIÓN ACTUAL. “SOCIEDADES, TERRITORIOS Y PAISAJES EN LA PREHISTORIA RECIENTE DE LAS TIERRAS DE ANTEQUERA” Una vez finalizados los trabajos de Barroso y Medina en el conjunto rupestre y de la Universidad de Málaga en el sepulcro megalítico del Tajillo del Moro el enclave arqueológico Peñas de Cabrera entra en una fase de cierto letargo, pudiendo destacarse únicamente su inclusión en algunos informes y estudios realizados por parte de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, sobre todo relacionados con los factores de riesgo, y del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), centrado en los procesos de alteración de las rocas soporte. Nuestra relación como especialistas con el conjunto rupestre de Peñas de Cabrera se inicia a partir de 1999, y desde entonces ha formado parte importante de varias aproximaciones y revisiones generales que hemos abordado sobre diferentes aspectos del arte rupestre postpaleolítico en la provincia de Málaga. Por otro lado, al retomarse en 2005 el proyecto de tutela y valorización del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, se diseñaron también unas líneas maestras de actuación orientadas a la consecución de una visión precisa de las sociedades que construyeron y usaron esta excepcional necrópolis megalítica, no sólo a través del análisis de los propios sepulcros sino también de su entorno arqueológico, considerándose un amplio territorio al que se dio el nombre genérico de “Tierras de Antequera”,
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HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN
Los dólmenes son ámbitos creados para los muertos, pero insistentemente nos remiten a la vida. Nos hablan de cómo fue la existencia de sus ocupantes, del carácter de su sociedad, de su economía de subsistencia, de su concepción espacial del territorio, de sus convicciones más trascendentes. Como comprobaremos más adelante, se trata del mismo discurso que nos ofrece el arte rupestre.
del que debía formar parte importante, entre otras disciplinas arqueológicas, el análisis del arte rupestre representado. El Proyecto de Investigación Sociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria Reciente de las Tierras de Antequera se concibe precisamente para dar cobertura científica a todos estos estudios. Se trata de un proyecto que engloba a la mayoría de términos municipales de la mitad septentrional de la provincia de Málaga, asumiéndose, pues, un carácter extensivo en el espacio (geografía) y en el tiempo (cronología), pluridisciplinar (geología, arqueología, arte rupestre, prospección sistemática, arqueometría, artes gráficas, etc.) e interinstitucional (departamentos de varias universidades). El proyecto Sociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria Reciente de las Tierras de Antequera se erige en la actualidad como el eje en el que se enmarcan los estudios presentes y futuros de estas estaciones rupestres, otorgándoles un sentido integrador y de proyección científica en torno a los dólmenes antequeranos. En efecto, el análisis de todo este conjunto de lugares con grafías esquemáticas considerados en un marco geográfico natural vinculado a un territorio bien definido, así como su puesta en común con los datos extraídos de los yacimientos y materiales arqueológicos estudiados en la zona, está permitiendo el planteamiento de hipótesis novedosas en relación con la ocupación prehistórica de dicho espacio y su percepción por parte de las comunidades que lo habitaron entre el Neolítico final y el Bronce inicial, generándose así una nueva visión panorámica, intensiva y extensiva que deberá conducirnos hacia una mejor comprensión del proceso general de su prehistoria y que, sin duda, abrirá las puertas a unas posibilidades interpretativas impensables en escenarios de carácter más restringido.
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ocupaciรณn prehistรณrica
Ocupación prehistórica
LOS ABRIGOS ROCOSOS En total han sido contabilizados 77 abrigos rocosos, de los cuales 51 están matriculados con las siglas CS en pintura azul. El orden caótico de esta numeración, que Algunos abrigos fueron marcados en los años ochenta con las siglas CS (Casabermeja) y un número. En el curso de la investigación actual se hizo necesario reemplazar la antigua numeración por una más acorde con el orden de los emplazamientos. Fotografía, Javier Pérez.
fue la base de la clasificación de Barroso y Medina, impuso la necesidad de establecer un nuevo inventario siguiendo, en la medida de lo posible, una línea ascendente, desde las cotas más bajas hasta las más altas. Mapa de la sectorización del enclave a efectos de la investigación. Las localizaciones corresponden a los abrigos rocosos inventariados, en rojo los que contienen pintura, en amarillo los que presentan grabados y en azul los que no ofrecen vestigios artísticos.
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Cada sector cuenta con un número de abrigos similar, en torno a la veintena. Todos ellos han sido objeto de una minuciosa revisión y búsqueda de vestigios gráficos. También se tienen datos como las coordenadas geográficas, la altitud y la orientación de cada uno, y se cuenta con un diagnóstico relativo a los rellenos sedimentarios que se observan en algunos de ellos, en los que se plantea la posibilidad de efectuar en el futuro cortes y sondeos estratigráficos. A partir de estos datos han podido determinarse los abrigos que finalmente contienen pintura esquemática (en rojo), así como los que presentan grabados (en amarillo), en oposición a los que no cuentan con vestigios artísticos (en azul). En este sentido, se suman 7 abrigos con arte rupestre al inventario propuesto por Barroso y Medina, 3 con pinturas y 4 con grabados, elevándose la cifra de estaciones artísticas a un total de 29. SECTOR A (Abrigos 1 al 17) Cuenta este sector con un total de 17 abrigos, resultando un número de 10 abrigos con arte rupestre.
Localización de los abrigos rocosos en el sector A.
SECTOR B (Abrigos 18 al 38) El total de abrigos correspondientes a este sector es de 21, 13 de los cuales registran motivos artísticos.
Localización de los abrigos rocosos en el sector B.
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Con objeto de racionalizar los espacios a reconocer, se dividió el área en cuatro sectores (A, B, C y D).
Localización de los abrigos rocosos en el sector C.
SECTOR C (Abrigos 39 al 59) El número de abrigos registrados en este sector se eleva a 21. Sólo 3 presentan manifestaciones gráficas.
SECTOR D (Abrigos 60 al 77) Son 18 los abrigos incluidos en este sector, de los cuales 3 presentaron grafías esquemáticas.
Localización de los abrigos rocosos en el sector D.
LAS PINTURAS En la actualidad se conocen 25 abrigos pintados. Así mismo, ha sido reconocida alrededor de una veintena de motivos que no aparecían en los trabajos de Barroso y Medina. En tres ocasiones, concretamente en los abrigos 11, 24 y 39, los motivos pintados comparten espacio con los grabados, siendo en los dos primeros grupos de cazoletas y en el último una simple línea. Las representaciones pintadas de Peñas de Cabrera se caracterizan por un alto grado de esquematismo, con una preponderancia de los antropomorfos sobre el resto de formas, aunque todas ellas muy típicas, lo que se traduce en una gran uniformidad estilística. El color rojo con diferentes matices es el único utilizado, observándose tonalidades que van desde las anaranjadas hasta las parduscas y violáceas. No se dan superposiciones de figuras más allá de lo meramente accidental. Estos hechos apuntan a que todo el conjunto pudo ser realizado hacia la misma época, y no durante diferentes períodos. Sin embargo, sí se han documentado figuras repintadas, lo que supone también un claro indicio de la perduración en el tiempo del uso social de estas manifestaciones gráficas.
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Las sustancias empleadas para la confección de las recetas de pintura parten del óxido de hierro en polvo, disuelto en algún tipo de líquido. Los análisis de los pigmentos utilizados en Peñas de Cabrera no son concluyentes en cuanto a la presencia de aglutinantes u otros componentes. La técnica empleada mayoritariamente para la aplicación de la pintura es la digitación. La utilización de los espacios pictóricos en los abrigos es irregular en cuanto al número de representaciones. A veces se conserva una sola figura; en otros casos se dan varias espaciosamente distribuidas; y en ocasiones son numerosas y abigarradas, ocupando por completo los paneles rocosos y dando lugar a complejas composiciones tendentes a lo narrativo, entre las que se ha llegado a sugerir, incluso, un carácter escénico. Algunos motivos o conjuntos de motivos se adaptan a los relieves naturales de las rocas que les sirven de soporte. otografías, Pedro Cantalejo, Javier Pérez y Rafael Maura.
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La gama cromática de las pinturas rupestres de Peñas de Cabrera presenta distintos tonos de rojo, desde los anaranjados hasta los violáceos. Fotografías, Pedro Cantalejo, Javier Pérez y Rafael Maura.
Son de gran interés los motivos o conjuntos de motivos adaptados a los relieves naturales de las rocas soporte. Se aprovechan huecos, rehundimientos, protuberancias y salientes. A veces se observa una forma escondida lo que sugeriría cierta intencionalidad.
Principales tipologías de los antropomorfos de Peñas de Cabrera. De izquierda a derecha: cruciforme, “tipo golondrina”, ancoriforme, brazos en “Y”, en doble “T” y “brazos en asa”. Fotografías, Pedro Cantalejo, Javier Pérez y Rafael Maura.
Las tipologías son muy características de este estilo artístico. Entre los antropomorfos se cuenta con representaciones cruciformes, en “T”, “tipo golondrina”, ancoriformes, en “Y”, en doble “Y”, de brazos y piernas en cruz, en doble “T”, de “brazos en asa”, de brazos en círculo, de brazos en ángulo y en “Phi” griega. Se trata, por lo tanto, de formas muy estandarizadas que responden a momentos en los que todos estos modelos estaban plenamente vigentes. Algunos antropomorfos aparecen matizados por elementos añadidos, que parecen referirse a detalles corporales, utensilios o atuendos. En el primer caso, las indicaciones más comunes son las de la cabeza, señalada casi siempre mediante una mancha redondeada, a veces provista de tocados semejantes a plumas, y la del órgano sexual masculino. No se encuentran, sin embargo, representaciones en las que se detallen las manos o los pies. También se incorporan a las figuras puntos y barras, estas últimas representando quizás algún tipo de herramienta o armamento, como en el caso de la composición del abrigo nº 12, en el que la figura humana central parece portar un hacha. Mención especial requiere uno de los antropomorfos dibujados en el abrigo nº 31, de tipología ancoriforme con las piernas en ángulo y sexo masculino indicado, que aparece portando en ambas manos sendos arcos abiertos hacia el exterior, identificados con representaciones de hoces.
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Las significaciones del género no son fáciles de determinar en estos motivos. Las figuras realizadas a partir de dos trazos cruzados, atributos del tronco (el vertical) y de las extremidades superiores (el horizontal), que suelen ser mayoritarias, no nos aclaran cuestiones relativas al sexo, bien porque no es necesario en el contexto del discurso, bien porque se entiende que el trazo que indica el tronco es de por sí eminentemente fálico, y por lo tanto se trata de representaciones masculinas. Sólo cuando quedan indicadas las extremidades inferiores cabe interpretar la prolongación del vástago vertical como un pene. Las formas femeninas son aún más complejas de discernir, aunque podría aceptarse en algunos casos que las tipologías antropomorfas concebidas a partir de trazos curvados sobre sí mismos pudieran hacer alusión a esta condición genérica. En ocasiones se aprecian actitudes dinámicas, que pueden venir dadas por la asimetría entre los trazos representativos de las extremidades de la parte derecha respecto a los que representan a las de la parte izquierda. Valgan como ejemplo uno de los antropomorfos del abrigo nº 10, pintado en castaño oscuro, y el antropomorfo realizado con pigmento anaranjado en el abrigo nº 20. También puede sugerirse la animación a partir de la combinación de motivos. En el caso de la escena localizada en el abrigo nº 11, la disposición irregular de las figuras formando un corro contribuye notablemente a dar la sensación de movimiento. Otro tanto ocurre en el abrigo nº
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Antropomorfo de tipología ancoriforme con las piernas en ángulo y sexo masculino indicado, que aparece portando dos arcos abiertos hacia el exterior, identificados con representaciones de hoces. A su derecha, y asociado a él, otro antropomorfo de tipología ancoriforme. Fotografía, Javier Pérez.
Escena principal representada en el abrigo nº 11. Calcografía digital, Rafael Maura y Pedro Cantalejo.
10, donde quedan asociados un antropomorfo cruciforme y una serie de trazos cortos horizontales que parecen alejarse o aproximarse al individuo en cuestión. La animación queda también sugerida de algún modo cuando se representa una acción. Tendríamos una muestra de esto en el abrigo nº 39, donde una figura con las piernas en forma de “W” aparece superpuesta a otro antropomorfo, con los brazos en ángulo y de tamaño sensiblemente menor, en lo que pudiera considerarse como la representación de un parto.
Figura singular que pudiera ser interpretada como la representación de un parto. Fotografía, Pedro Cantalejo.
Al igual que ocurre con las figuras humanas, los signos presentan tipologías muy características. Destacan los pectiniformes, ramiformes, bitriangulares, cuadrangulares, reticulados, circulares y oculados.
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Algunos signos típicos presentes en Peñas de Cabrera. De izquierda a derecha: bitriangular, ramiforme, rectangular, pectiniforme y reticulado. Fotografías, Pedro Cantalejo, Javier Pérez y Rafael Maura.
Las asociaciones directas entre dos elementos, ya sean en el seno de las composiciones, ya de forma independiente, se dan tanto entre antropomorfos, como entre signos, y como entre antropomorfos y signos. En este último caso, la asociación más recurrente es la de una figura humana junto a un motivo cuadrangular con barra inscrita en su interior. En Peñas de Cabrera los grupos compositivos son numerosos. A veces están constituidos únicamente por elementos antropomorfos, aunque en la mayoría de los casos éstos se combinan con signos. Además de los ejemplos ya comentados localizados en los abrigos 10 y 11, debemos destacar el del abrigo nº 12, donde un gran ramiforme, figura emblemática de este enclave, se asocia En la composición del abrigo nº 12 un gran ramiforme queda asociado a otra forma similar, a un antropomorfo que parece portar un hacha y a tres barras. Fotografía, Javier Pérez.
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a otra forma similar, a un antropomorfo que aparenta portar un hacha y a tres barras. También interesantes son las composiciones de los abrigos 20, 24, 31 y 33, en las que se combinan con profusión diversas tipologías de antropomorfos y signos.
Composición del abrigo nº 33, en la que se combinan elementos antropomorfos y diferentes signos. Fotografía, Javier Pérez.
LOS GRABADOS El número de abrigos en los que han sido localizados grabados rupestres asciende a un total de 7. Como se ha dicho, los grabados comparten espacio con los motivos pintados en los abrigos 11, 24 y 39. En el resto, las grafías realizadas mediante esta técnica son las únicas registradas. En general puede hablarse de dos tipos de motivos, las denominadas cazoletas y los grabados lineales.
Cazoletas grabadas en el suelo del abrigo nº 24. Fotografía, Pedro Cantalejo.
Las primeras se localizan con claridad en cuatro abrigos. En el nº 11 se cuentan hasta diez cazoletas de pequeño tamaño, cuatro de ellas formando pareja, realizadas en el suelo del abrigo y sobre superficies muy pulidas en torno a las mismas. También se documentó una perforación realizada a través de un pliegue de la
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pared, hecho que se repite en el abrigo nº 12. En el abrigo nº 24 se observan otras cuatro cazoletas de pequeño tamaño, dos de ellas formando pareja, realizadas también en el suelo e, igualmente, sobre superficies muy pulidas. Así mismo, los abrigos 29 y 64 presentan varias cazoletas de tamaño ligeramente mayor que las anteriores y con canalillos asociados, estando esta vez intensamente pulidas las partes cóncavas.
Perforación intencionada sobre un pliegue del abrigo nº 11. Vista desde el interior. Fotografía, Pedro Cantalejo.
Cazoletas pulidas con canales asociados y grabados lineales en el abrigo nº 29. Fotografía, Javier Pérez.
Por lo que se refiere a los grabados lineales, todos ellos tienen sección en “V”, presentando en la mayoría de ocasiones apariencia fusiforme (en forma de huso), resultado técnico que, en función de los análisis realizados en otras
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Grabados lineales a modo de profundas hendiduras fusiformes localizados en el abrigo nº 42. Fotografía, Javier Pérez.
zonas artísticas, responderían a procesos abrasivos que obedecen a incisiones repetidas hacia arriba y hacia abajo realizadas por un instrumento lítico, interpretándose generalmente como “pulideras”. Estos motivos lineales se han documentado en los abrigos 29, 39, 42, 50 y 64. En el primero de ellos, aparecen superpuestos a una de las cazoletas pulidas. Debe señalarse que la adscripción cronológica de estas pulideras es sumamente compleja. Mención especial requiere un motivo localizado en el abrigo 64, que presenta tipología ramiforme y que se adapta a una protuberancia de la pared. Pero en Peñas de Cabrera los vestigios grabados adscribibles a épocas prehistóricas no se circunscriben al interior de los abrigos, sino que los hallamos también en lugares del exterior, todos ellos sobre superficies horizontales, si bien las tipologías son las mismas.
Figura ramiforme grabada sobre una protuberancia de la pared en el abrigo nº 64. Fotografía, Javier Pérez.
Se localizan series de líneas incisas y paralelas frente al abrigo nº 11, sobre una roca que ha perdido la costra superficial, y junto a un gran círculo labrado en la roca relacionado con labores de cantería posteriores.
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Próximo al abrigo nº 24 y también sobre una gran roca plana que ha perdido la capa de costra superficial, se asocian tres cazoletas, de tamaño semejante a las de los interiores y dispuestas formando un ángulo obtuso, con una línea orientada hacia la cazoleta central.
Cazoletas grabadas sobre una roca horizontal del exterior. Abajo, una línea queda orientada hacia la cazoleta central. Fotografía, Javier Pérez.
Finalmente, y coincidiendo con la mayor altura del cerro se sitúa una cazoleta de tamaño sensiblemente mayor a las del interior de los abrigos. Próxima a ella se localiza otra de mayores proporciones y con la particularidad de presentar un canal que parte hasta el borde de la roca en la que está labrada.
OTRAS EVIDENCIAS DE FRECUENTACIÓN Además de las pinturas y grabados rupestres, en Peñas de Cabrera han sido localizados otros restos que pueden ser enmarcados también en época prehistórica. Lamentablemente, no han sido hallados aún materiales cerámicos susceptibles de ser adscritos a este período, aunque varios abrigos presentan serias posibilidades de ser excavados, lo que posiblemente pueda ofrecernos en
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Cazoleta de tamaño medio localizada exactamente en el punto más alto del cerro. Fotografía, Javier Pérez.
Material lítico de sílex localizado en el abrigo nº 51, restos pertenecientes a un posible taller.
el futuro elementos de este tipo. Sin embargo, sí se ha registrado abundante material lítico, repartido entre los abrigos 37, 38, 42 y 51, invariablemente sílex. En el interior de este último se localizan infinidad de lascas y fragmentos de multitud de tamaños, formas y tonalidades, lo que indicaría el uso de este lugar como taller, sin que se hayan encontrado herramientas o útiles líticos de tipología definida. Pero la pieza más interesante se halló en el Pequeña lámina de sílex abrigo nº 38, una pequeña lámina de sección trapezoidal de sección trapezoidal que podemos adscribir cronológicamente hacia un hallada en el abrigo nº Neolítico final-Calcolítico, a la espera de 38. Fotografía, Javier Pérez. que el hallazgo futuro de nuevos materiales con los que pueda relacionársela nos permita ser más precisos. Estos dos abrigos no cuentan con arte rupestre. Los otros, sin embargo, sí lo tienen, concretamente pinturas en el 37, donde sólo se ha documentado una pequeña lasca, y grabados en el 42. Aparte del arte rupestre y del material lítico, el enclave presenta algunos lugares que posiblemente pudieran haber sido objeto de transformación de carácter arquitectónico durante la Prehistoria. Este extremo debe ser confirmado a través de futuras intervenciones arqueológicas, aunque uno de ellos resulta especialmente
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PROPUESTAS INTERPRETATIVAS A poco que profundicemos en este enclave, que pensemos en su ubicación o en sus condiciones naturales, nos daremos cuenta de que se trata de un lugar ciertamente especial. En primer término, es singular la concentración de tantos abrigos rocosos en un espacio muy determinado. Es interesante constatar que no se han detectado este tipo de cavidades en los cerros vecinos. Este factor, sin duda, fue un condicionante para los hombres y mujeres prehistóricos, inmersos en una tradición expresiva que valoraba explícitamente estos soportes como contenedores de sus repertorios iconográficos. Pero no todos los abrigos o conjuntos de abrigos de la Península Ibérica fueron distinguidos mediante la incorporación de manifestaciones rupestres. Todo lo contrario. Los prehistoriadores del arte conocemos bien la sensación de localizar un abrigo rocoso de condiciones inmejorables y que carece del menor vestigio. Siempre cabe la posibilidad de que hubiera habido pinturas o grabados que hayan
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sugerente en relación con el escenario en que se enmarca el arte rupestre. Se trata de la estructura de mayores dimensiones del conjunto y consiste en un gran semicírculo formando por piedras de considerable tamaño, tanto que en algunos casos podemos hablar incluso de bloques similares a los megalíticos. Esta estructura cierra una explanada, a modo de altozano, localizada inmediatamente delante de los abrigos principales, al noreste del enclave y en las cotas más bajas. La llamamos “el atrio”. Otros recintos de piedra seca a escala mucho más reducida pueden observarse en la ladera norte y en torno a los abrigos 24 y 49.
Vista panorámica del gran recinto de piedras en torno a los abrigos principales de Peñas de Cabrera, denominado “el atrio”. Fotografía, Javier Pérez.
sucumbido al paso del tiempo, pero en la mayoría de los casos no parece que fuera así. Esta es una realidad constatable también, como hemos visto, en el propio conjunto de Peñas de Cabrera. Los abrigos y las cuevas están, efectivamente, donde están y no donde el “artista” esquemático quisiera que estuviesen. Su forma y localización dependen de los caprichos de la naturaleza, nunca de la voluntad humana. Los diferentes agentes de la erosión horadaron huecos y simas donde era posible hacerlo, es decir, en mantos y afloramientos rocosos expuestos a su acción. Se trata, pues, de accidentes mayoritariamente vinculados al monte y no al valle. Este hecho explica suficientemente la localización periférica de los abrigos que se ha observado en varias zonas artísticas, ya que estas quedan delimitadas por prominentes complejos serreños. Pero además sugiere ciertos matices demarcativos en cuanto a que se hallan ubicados en los confines de cada una de las zonas, a modo de hitos que conforman cordones exteriores en torno a las mismas. También esta localización en altura predispone el que posean amplísimos campos de visión, característica que, por lo demás, es una constante en el arte esquemático. El corredor del Campo de Cámara, que se extiende al pie del enclave, visto desde uno de los abrigos. Al fondo, la sierra de El Torcal a la izquierda, la de Las Cabras en el centro y la del Co hacia la derecha. Entre estas dos últimas elevaciones se sitúa el puerto de montaña de Las Pedrizas, uno de los pasos que conectan el corredor con la vega de Antequera. Fotografía, Javier Pérez.
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Por lo tanto, lo más probable es que existiera una estrategia de selección, en función de variables que aún no estamos en condiciones de explicar de un modo taxativo, pero que pueden estar vinculadas con los límites de los territorios, los pasos naturales o las relaciones de visibilidad, tanto entre lugares con arte rupestre, como entre estos y ciertos accidentes geográficos significativos, en un entramado de líneas de visualización en el que estarían implicados también los monumentos megalíticos e, incluso, algunos fenómenos astronómicos. No debe olvidarse, en este sentido, que todos estos hitos no hacen sino articular un territorio productivo, y que estos modelos vienen a preludiar el concepto de propiedad tal y como lo entendemos hoy. Estudios realizados en la depresión de Antequera han puesto de relieve las líneas visuales que se establecen entre grandes abrigos pintados, como la cueva de las Grajas y Camarolos-Malnombre, hacia el este, y abrigo de los Porqueros, el Arquillo de los Porqueros y la Casilla
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Las montañas separan unos valles de otros y por lo tanto a los hombres que los habitan. Los pasos naturales que las cruzan constituyeron hasta hace bien poco las únicas vías de enlace, contacto y comunicación entre pobladores de valles vecinos. El emplazamiento mayoritario de enclaves artísticos en estos lugares, sobre todo abrigos, en detrimento de otros con mejores condiciones para ser pintados, es una pauta que se repite aquí y en toda la Península, y debió suponer para el “artista” esquemático un importante factor a considerar dentro de su estrecho margen de elección. Por lo tanto, se trataría de un interesante indicio de intencionalidad. Pero no todos los pasos naturales cuentan con abrigos rocosos donde realizar actividades artísticas. Del mismo modo, existen puertos de montaña con abrigos donde no se encuentran evidencias de esta índole, aunque, como decimos, siempre existe la posibilidad de que hayan desaparecido. También cabría observar que los hallazgos suelen darse en pasos frecuentados en la actualidad, lo que podría estar produciendo cierta distorsión de la realidad, al no tenerse constancia de otros abrigos marginales y localizados en zonas más despobladas e intransitadas.
Vista hacia el exterior desde la entrada del dolmen de Menga. Dominando el paisaje, la Peña de los Enamorados, donde se localizan las pinturas del abrigo de Matacabras. Al fondo, a la derecha de La Peña y bañada por el Sol, la sierra de Archidona, donde se sitúan los grabados rupestres del abrigo de la Hoya. Fotografía, Javier Pérez.
del Búho, hacia el oeste, con la Peña de los Enamorados, convirtiendo a este hito geográfico en un lugar central dentro del esquema de visualizaciones, hecho que se refuerza al comprobarse la alineación con este macizo prominente que presenta el eje del corredor del dolmen de Menga. En efecto, desde el atrio de este dolmen se puede observar que la línea de orientación visual pasa por el túmulo del dolmen de El Romeral, en el valle, y continúa hasta los riscos de la cara norte de La Peña, lugar donde se encuentra el abrigo con pinturas esquemáticas de Matacabras. Desde este mismo punto, en lontananza y unos grados hacia el sur, se divisa la sierra de Archidona, donde se localiza el abrigo de la Hoya, con series de motivos circulares de gran formato grabados con formas espirales y concéntricas.
Grabados con motivos circulares en el abrigo de la Hoya (Archidona, Málaga). Calcografía digital, Rafael Maura y Pedro Cantalejo.
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Los otros dos dólmenes que componen la necrópolis megalítica antequerana también cuentan con corredores orientados hacia puntos determinados, el de Viera, hacia el orto solar en los equinoccios (como ocurre con la orientación del propio abrigo de la Hoya de Archidona), y el de El Romeral, hacia la sierra de El Torcal, cuya máxima altura, el Camorro de las Siete Mesas, se sitúa a 1.342 m.s.n.m.
El sol ilumina el corredor del dolmen de Viera durante el equinoccio de otoño. Fotografía, Javier Pérez.
Estos hechos confirmarían que, de alguna manera, y partiendo de unos ejes cardinales marcados por las orientaciones de los corredores de los tres monumentos megalíticos, estos, el arte esquemático, los accidentes geográficos más relevantes y algunos fenómenos astronómicos, pudieron estar relacionados visualmente entre sí como una forma de articulación protocolar y armonizada del paisaje, a través de la cual, los elementos antrópicos (dól-
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Esquema que reproduce los distintos alineamientos visuales observados en la necrópolis de Antequera y su entorno.
Panorámica del valle del Alto Guadalmedina desde Peñas de Cabrera. Fotografía, Javier Pérez.
menes y arte rupestre) quedarían integrados con los naturales (accidentes geográficos y eventos solares) en un posible ordenamiento espacial y simbólico del territorio del que se valdrían las primeras comunidades agropecuarias para legitimar su control económico sobre los mismos.
Desde cualquier punto elevado de Peñas de Cabrera se tiene una panorámica espectacular del valle que se abre a nuestros pies en sentido Este-Oeste. Hacia el noreste, el alto del Vilo marca el lugar de la salida del sol en el solsticio de verano, cuya puesta, hacia el noroeste, queda
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Ocaso solar desde Peñas de Cabrera durante el solsticio de verano. El sol se oculta tras la sierra de El Torcal. Fotografía, Javier Pérez.
señalada por la sierra de El Torcal. Es evidente que no existe decisión antrópica en este hecho, pero lo más probable es que dicha constatación fuera conocida desde tiempos prehistóricos, idea que vendría a reforzar la dimensión simbólico-ideológica del lugar. Volviendo a la perspectiva que desde Peñas de Cabrera se tiene de la depresión del Alto Guadalmedina, como decimos, en el solsticio de verano el sol sale hacia nuestra derecha y se pone hacia nuestra izquierda. Se trata de puntos extremos naturales, pero entre ambos existe un centro, que es el Norte, y que queda señalado nítidamente por la Peña Negra, en la sierra del Co. La decisión de que existe un punto central sí es completamente humana, ya que no existen referentes en la naturaleza que marquen esta orientación, si bien, como todos sabemos, siempre hubo una estrella aparentemente inmóvil en torno a la que giran todas las demás y que señala el Norte. Entonces, hace unos 5000 años, sería Thuban (α Draconis), que alcanzó su distancia más pequeña hacia el verdadero polo norte
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celeste (10´) el año 2830 a. C. Sin embargo, no podemos estar seguros de que en aquella época se contara con este conocimiento. Otro tanto ocurre con el Sur, punto intermedio entre el orto y el ocaso solar en el solsticio de invierno, sin que en este caso, debido a nuestra latitud, pueda observarse una estrella de referencia. El Este y el Oeste responden a circunstancias similares. Ambos son el punto intermedio del recorrido anual de los ortos y ocasos solares respectivamente. Tampoco en estos casos existen referentes naturales que los marquen y, por lo tanto, se trata también de demarcaciones artificiales; es el ser humano quien determina que existe un centro. Pero en esta ocasión, y sobre todo en lo que concierne al este, sí podemos asegurar que se trata de un punto conocido por estas comunidades prehistóricas, en función de los numerosos alineamientos hacia ese lugar del horizonte que encontramos en buena parte de los dólmenes, sobre todo los de corredor. Un caso claro e inmediato sería la orientación del sepulcro megalítico del Tajillo del Moro, otro próximo sería el de Chaperas I, y por supuesto el de Viera. Conocer los ciclos solares y establecer posiciones intermedias que marcan los puntos cardinales supone un notable avance en cuanto al control del tiempo y del espacio, algo que no podemos intuir con tanta nitidez en períodos anteriores, aunque como veremos, también los hubo. Los monumentos megalíticos nos ofrecen argumentos bastante consistentes en este sentido, ya que su dimensión espacial queda de manifiesto con la propia creación arquitectónica, que supone la aparición de un volumen donde no lo había, mientras que la temporal se refleja tanto en su interés por perpetuar el pasado (culto a los muertos) como en un afán de perduración en el futuro (solidez constructiva). Así pues, la ubicación armónica con la naturaleza y sus ciclos de un espacio propicio como es Peñas de Cabrera, con decenas de abrigos rocosos ideales para recibir el bagaje iconográfico de estas comunidades prehistóricas, pudo motivar la inusual concentración artística que se plasmó en ellos y que, afortunadamente, ha llegado en
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En Peñas de Cabrera contamos con algunos motivos y disposiciones que parecen apuntar a que sí. En al abrigo nº 12 hay una figura antropomorfa con los brazos en círculo en un color violáceo desde la que se observa (y es la única figura en todo el conjunto en que esto es así) el orto solar en el solsticio de verano por detrás del alto del Vilo. En los tajos calcáreos al pie de esta montaña se sitúan los abrigos con pintura rupestre de los Tajos del Vilo, en Alfarnatejo. A su vez, desde la boca de estos abrigos se produce un espectacular efecto visual mediante el que, en los equinoccios, el sol se oculta justo por la vaguada situada entre el Alto del Fraile y el Tajo de Doña Ana. Muy sugestivo resulta el efecto visual que se produce en el abrigo nº 11, donde aparecen relacionadas una perforación que atraviesa uno de los pliegues de la pared y una curiosa escena en la que quedan asociados un ramiforme en posición oblicua y una barra vertical. Si miramos a través del orificio, o mejor, si lo iluminamos, la escena
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relativo buen estado hasta nuestros días. Y he aquí que la dimensión espacio-temporal que sugieren los dólmenes encuentra su contrapunto en las manifestaciones gráficas, ya que estas presentan también un desarrollo espacial, tanto en los paneles pintados como en la distribución consecutiva de los abrigos (concretamente en las de Peñas de Cabrera, donde casi se nos obliga a contemplarnos en un orden determinado) o su condición limítrofe respecto a los territorios, a la vez que se proyectan hacia el pasado mediante la fijación en imágenes de una cultura oral ancestral, y hacia el futuro a través de una técnica indeleble que permite su aprovechamiento por parte de las sucesivas generaciones, una idea que también aparece implícita en el arte paleolítico y en el de los últimos cazadores epipaleolíticos. Ahora bien, ¿tenemos indicios de que todo esto que decimos hubiera quedado reflejado de una u otra forma en las manifestaciones gráficas?
Antropomorfo con los brazos en círculo del abrigo nº 12 (abajo a la izquierda). En el orto solar del solsticio de verano, la figura parece apoyarse sobre la sombra de una gran roca. Arriba, la composición principal de este abrigo. Fotografía, Javier Pérez.
Salida del sol en el solsticio de verano tras el Alto del Vilo. La fotografía está tomada desde la posición que ocupa el antropomorfo de brazos en círculo. Fotografía, Javier Pérez.
queda perfectamente enmarcada. En Peñas de Cabrera se dan juegos visuales que requieren ser observados desde determinada posición. En este mismo abrigo, por ejemplo, necesitamos introducir la cabeza en una oquedad secundaria para poder apreciar una figura antropomorfa; y en el nº 20, otra figura humana en actitud dinámica sólo se ve si nos damos la vuelta y miramos hacia el interior de la visera que cubre el abrigo. Pero tal vez el más espectacular, por sus connotaciones respecto a las relaciones espaciales que venimos comentando, sea el caso de la perforación practicada en un pliegue del abrigo nº 12, a través de la cual puede observarse el orto solar del solsticio de verano, que se produce, como hemos visto con anterioridad, tras el alto del Vilo. Casualidad o no, es imposible negarse a la evidencia. Vista a través de una perforación practicada en un pliegue del abrigo nº 11. La composición del fondo queda enmarcada por este orificio. Fotografías, Javier Pérez.
Debe aclararse en este punto que, tanto la constatación de que las pautas que rigen los cambios de estación pueden deducirse y pronosticarse a partir de la observación de los
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Por otro lado, las relaciones de visibilidad, los alineamientos, o las orientaciones astrales, a pesar de ser elementos de juicio interesantes, sobre todo en cuanto al análisis de las comunidades prehistóricas desde el punto de vista paisajístico, y de constituir una forma de aproximación novedosa, y probablemente atractiva para el gran público, a los fenómenos esquemático y megalítico, estos presupuestos no dejan de tener cierta parcialidad en cuanto al el estudio integral de las manifestaciones rupestres primitivas. Son, sin duda, datos a tener muy en cuenta, aunque en realidad representan sólo una parte más de la investigación, y probablemente también representaran una parte más en el interés vital de las personas que integraban aquellas primeras comunidades agropecuarias. De hecho, las formas esquemáticas que podemos relacionar con estos factores son muy escasas en proporción con el resto de figuraciones. El arte esquemático, sin duda, estuvo relacionado también con otros muchos aspectos de la existencia.
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ciclos solares, como la posible manifestación de este conocimiento en el aparato gráfico o arquitectónico de los grupos humanos de la Prehistoria reciente que fueron sus artífices, no llevan implícito, en absoluto, el considerar para ellos unas motivaciones de carácter científico-astronómico, de las que estaban completamente alejados, sino que deben contemplarse en el sencillo marco del reconocimiento humano de su incipiente capacidad de interacción con las fuerzas de la naturaleza.
Figura antropomorfa pintada en el interior de la visera que cubre el abrigo nº 20. Fotografía, Javier Pérez.
Asomándose a través de la perforación del abrigo nº 12 se observa el Alto del Vilo, lugar por donde sale el sol en el solsticio de verano. Fotografías, Javier Pérez.
Parece claro que tanto el arte rupestre prehistórico en general como el esquemático en particular son una expresión de los modos de vida de las sociedades que los produjeron, y que su intención última debió ser la transmisión generacional, no sólo de un patrón socioeconómico solvente, una tradición milenaria, unos conocimientos verificados o unas arraigadas creencias, sino también de una concepción espacial del territorio heredado. Pongamos tres ejemplos andaluces de diferentes momentos de la Prehistoria en los que enclaves rupestres han sido propuestos como representaciones territoriales, todos ellos con monografías actualizadas. Consideremos en primer lugar dos hitos artísticos de la Prehistoria antigua: la cueva de Ardales (Málaga), con una importante colección de motivos artísticos paleolíticos, y el Tajo de las Figuras (Cádiz), un abrigo con multitud de manifestaciones rupestres algunas de las cuales, de tendencia naturalista, han sido fechadas en el Epipaleolítico. En ambas propuestas interpretativas se contempla un modelo de ocupación estacional del territorio vinculado a los desplazamientos periódicos de grupos de cazadoresrecolectores en función del aprovechamiento intensivo, especializado y diversificado de sus recursos económicos, en el seno de un sistema de bandas dispersas que encontrarían en estos enclaves singulares sus centros de asociación, estrechando así las relaciones sociales y reforzando las actividades económicas. En este marco teórico, la predación a gran escala, las relaciones de género y la incorporación de los adolescentes al mundo adulto, supondrían los ejes principales sobre los que se articularía la cohesión social de dichos grupos. La realidad socioeconómica y cultural de estas bandas quedaría expresada en el arte mediante recursos gráficos capaces de hacer resaltar ciertas pautas de comportamiento características de la fauna reproducida en los muros rocosos. En la cueva de Ardales se ha argumentado, incluso, que todos los pisos climáticos del entorno
del yacimiento (montaña, bosque, valle, río, laguna) estuvieran representados en una de las salas de esta gruta
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Estas conclusiones, además de señalar hacia un trasfondo sociocultural semejante, conducen también a otras valoraciones coincidentes o paralelas, que pueden resumirse en la interpretación del conjunto del Tajo de las Figuras como un auténtico mapa etológico, que demues-
tra un gran conocimiento del medio ambiente, incidiendo en temas tan importantes como la reproducción de la vida... y la transmisión de información. El tercer enclave es la cueva de la Victoria (Málaga), en cuyo interior se desarrolla el segundo conjunto pictórico postpaleolítico subterráneo más importante de nuestra comunidad autónoma. El primero es, claro está, la cueva de La Pileta. Esta gruta de la costa malagueña contiene un centenar largo de motivos esquemáticos pintados en un tono amarillento, que originalmente debió ser blanco, repartidos entre dos frisos enfrentados de forma simétrica en relación con el eje longitudinal de una sala alargada, en cuyo suelo fueron excavados restos de enterramientos y ajuares funerarios. La última propuesta interpretativa de uno de esos frisos pasa por considerarlo como la representación de un grupo humano, probablemente el mismo que realizó las pinturas y que fue enterrado en este lugar. La hipótesis de que ciertos referentes territoriales y culturales, como los espacios destinados al hábitat, al trabajo o al culto a la vida y a la muerte quedaran aquí representados, nos pondría en sintonía con el argumento del discurso expresivo: un grupo humano que controla y explota el territorio que le pertenece por herencia. La representación de lugares reales mediante elementos simbólicos no debió ser, pues, ajena al arte prehistórico de ninguna época. Por lo tanto, es muy probable que en un lugar tan representativo como Peñas de Cabrera, algunos paneles hagan referencia a espacios concretos del territorio. La escena del abrigo nº 11, que presenta un grupo de personas formando un círculo en torno a una figura cen-
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por las especies que les son propias, como si se hubiera querido reflejar, de alguna forma, el territorio circundante.
tral, parece remitirnos a algún tipo de celebración, identificada por Barroso y Medina como una danza, aunque no deben descartarse otras posibilidades interpretativas. Recordemos aquí un grupo de figuras dispuestas también en círculo en la cueva de la Victoria y que han sido interpretadas como una probable celebración relacionada con la agricultura, a juzgar por varios elementos asociados en forma de azuelas. La asunción de que se llevaran a cabo actos de este tipo implicaría la necesidad de que existieran centros de reunión donde poder realizarlos.
Figuras humanas esquemáticas dispuestas en círculo en la cueva de la Victoria (Rincón de la Victoria, Málaga). Algunos elementos han sido considerados representaciones de aperos de labranza, por lo que se ha propuesto su interpretación como alguna actividad o celebración relacionada con la agricultura. Calcografía digital, Rafael Maura y Pedro Cantalejo.
Sin duda, el espacio al que llamamos “el atrio”, con su frontispicio de grandes abrigos, uno de los cuales es, precisamente donde se pintó la escena, pudo ser un marco usado en la Prehistoria para la celebración de reuniones, un lugar importante. Es difícil sustraerse a relacionar ambos hechos. El trasfondo de esta escena, es decir, el carácter de la reunión de hombres y mujeres que quiso aquí representarse no es sencillo de interpretar, si bien se trata quizá de la composición más asequible, menos hermética, de todo el conjunto. Se distinguen hasta trece individuos, once de los cuales forman una especie de corro en torno a dos motivos centrales. Las figuras de la
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parte superior son sensiblemente más pequeñas que el resto, lo que confiere a la escena cierta sensación de perspectiva. Los extremos derecho e izquierdo quedan ocupados por parejas de antropomorfos entrelazados, siendo las figuras más exteriores las que presentan formas más redondeadas, lo que confiere también a la escena un aire simétrico, cuyo eje coincidiría aproximadamente con el vástago vertical de una figura de braDetalle del panel principal del abrigo zos sinuosos. Podría admitirse el nº 11. Pareja de antropomorfos entrelazados localizada en el extrecarácter heterosexual de las dos mo derecho de la composición. parejas de los extremos, siendo Calcografía digital, Rafael Maura y femeninas las figuras de extremidaPedro Cantalejo. des curvadas. La figura masculina de la izquierda presenta indicación del pene, y la de la derecha parece portar algún tipo de tocado. De las dos figuras centrales, la de la derecha es, claramente, una representación masculina, mientras que la de la izquierda nos ha llegado tan deteriorada que, no ya su condición genérica, sino también su adscripción tipológica son difíciles de precisar. Pero a partir de aquí, si no desde mucho antes, comenzamos a adentrarnos en arenas movedizas. Aún estamos lejos de poder interpretar el arte esquemático con cierta fiabilidad. La aplicación de atribuciones de carácter semiológico, como pueden ser la posible indicación del sexo masculino o la significación numérica que cabría atribuir a tipologías como los pectiniformes o los ramiformes, sobre la que incidiremos más adelante, parecerían un punto de partida. A través de este tipo de líneas de investigación podrían asignarse significados concretos para cada una de las tipologías antropomorfas, atendiendo no sólo a cuestiones de género y número, sino también de actitud, estado, acción, o condición, aunque por ahora casi siempre en el terreno de las hipótesis, cuando no de la especulación. En el abrigo nº 39 se conserva una figura con las piernas en forma de “W” y sin indicación de los brazos, bajo la
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cual e íntimamente asociada a ella, se aprecia otra figura de menor tamaño con los brazos en ángulo. En función de los paralelismos entre esta figura y las ampliamente difundidas de Peñaescrita de Fuencaliente (Ciudad Real), puede sugerirse que se trata de la representación de un parto. La situación de este abrigo, aislado del resto, podría hacer referencia a que estos trances tenían lugar en algún paraje exterior a la zona de hábitat. Sin embargo, en otros casos el hecho de que aparezcan pinturas en un abrigo apartado no se explica a partir de la iconografía que contiene, como ocurre en el abrigo nº 61, donde las figuraciones representadas son un ancoriforme y un “tipo golondrina”, es decir, tipologías que pueden encontrarse en cualquier otro sitio.
Motivos esquemáticos en el abrigo de Peñaescrita (Fuencaliente, Ciudad Real), interpretados como la representación de un parto. Fotografía, Pedro Cantalejo.
Otra representación singular es la del personaje masculino que parece portar una hoz en cada mano. De este tipo de figuraciones se tienen paralelismos muy claros y conocidos, caso del famoso “Hechicero de Vélez Blanco” en la Cueva de los Letreros (Almería), un individuo también masculino y equipado con dos hoces, aunque ataviado con un gran tocado en forma de cuernos o anteras y de estilo algo más naturalista que el de Peñas de Cabrera. Sin echar mano de tesis chamanistas, la presencia de hoces nos remite, sencillamente, a las labores agrícolas
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También podría tratar de identificarse el objeto que porta el antropomorfo cruciforme de la escena del abrigo nº 12. Antes que presuponer para este motivo connotaciones bélicas, deben considerarse aspectos relacionados con la agricultura o con el abastecimiento de recursos madereros, en función de que se trate de un apero de labranza o un hacha. Por lo tanto, debiera interpretarse más como una herramienta que como un arma. Una de las tipologías más características del arte esquemático, presente también en Peñas de Cabrera, los antropomorfos de brazos y piernas en cruz o de tipo doble “T”, (denominados a menudo antropomorfos en “H invertida”, una expresión quizá no demasiado afortunada), suelen disponerse en lugares distinguidos. Todos los ejemplos con que contamos en la provincia de Málaga así parecen confirmarlo. En la Sima de la Curra (Carratraca), la primera figura que se observa, ya que está situada en un lugar inmediato a la entrada, es un antropomorfo de brazos y piernas en cruz, siendo además una representación de gran formato. En la cueva de la Victoria (Rincón de la Victoria), la única figura correspondiente a estas tipologías, un antropomorfo en doble “T”, se coloca en lo más alto de uno de los frisos, es decir, en la cúspide de la composición. En la Raja de Retuntún (Casarabonela), también el único antropomorfo en doble “T”, se sitúa en el extremo izquierdo de la composición, siendo en este caso la última figura que se observa siguiendo el sentido de la penetración. En Peñas de Cabrera, dicho paradigma parece poder aplicarse a los motivos de este tipo que han sido documentados. En el abrigo nº 5, el primero de la serie si seguimos un orden a partir de las cotas más bajas, presenta un único antropomorfo, esta vez en doble “T” con un trazo horizontal intermedio. También en los abrigos 31 y 34, un antropomorfo de brazos y piernas en cruz y otro en doble “T”, respectivamente, ocupan los lugares más extremos hacia la izquierda en sus respectivas composiciones.
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relacionadas con la siega, sin que parezca posible, por ahora, ir más allá.
Antropomorfo en doble “T” pintado junto a la boca del abrigo nº 31 y en el extremo izquierdo de la composición. Esta tipología tiende a ser representada en espacios señalados o preeminentes. Al fondo, la sierra de Las Cabras. Fotografía, Javier Pérez.
La insistencia en la disposición de estas tipologías en lugares destacados de las composiciones nos inclina a pensar que mediante las formas en “H invertida” quería representarse un personaje principal, tal vez el de mayor autoridad del grupo, pudiendo relacionarse, en principio, con una idea ligada a la personificación del poder, o visto en términos espaciales, como símbolo del lugar desde el que emanaba dicha potestad, es decir, el poblado o la aldea. Es una hipótesis. Si desentrañar el significado más o menos preciso de las formas representativas de la figura humana es un reto por ahora inalcanzable, no digamos nada de los signos. Llamaremos signos a todos aquellos motivos no representativos de la figura humana, incluyendo los que pudieran haber tenido una dimensión simbólica. En este caso es posible, ya que ni en Peñas de Cabrera ni en toda la provincia de Málaga se conocen por ahora representaciones netamente zoomorfas, tan características en otras zonas con arte esquemático. Los signos más simples son las barras y los puntos. Las primeras pueden hacer referencia a un concepto simple
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Grupo de puntos junto a la perforación del abrigo nº 11. Fotografía, Pedro Cantalejo.
Los signos complejos más abundantes en Peñas de Cabrera son los pectiniformes, los ramiformes y los rectangulares. La problemática de los pectiniformes y ramiformes viene dada por las interpretaciones de Acosta relativas a las tipologías compuestas. Para esta autora, las figuras en
Gran pectiniforme del abrigo nº 10. Fotografía, Javier Pérez.
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de unidad, aunque también pueden considerarse como la forma más reducida de expresar la condición humana. Los puntos suelen presentarse formando grupos, circunstancia muy habitual en Peñas de Cabrera (abrigos 11, 31, 33 y 39).
“Pi” griega se entienden como una forma derivada que representaría una pareja humana con los brazos entrelazados, es decir, dos antropomorfos en “T” que comparten el trazo horizontal. Esta posición es contraria a la de Bécares, para quien es muy dudosa incluso la significación humana de estas figuras, aunque al final acaba incluyéndolas en su categorización en el apartado de los antropomorfos. También cabría considerarlas versiones reducidas a dos “púas” de los pectiniformes, ya que conceptualmente responden bastante bien a este criterio, aunque, en efecto, no debe descartarse la posibilidad de que se tratara de una tipología primaria con un significado propio e independiente. Ahora bien, si las figuras del tipo “Pi” griega fueran realmente representaciones antropomorfas y además versiones reducidas de los pectiniformes, estos podrían considerarse, a su vez, como versiones ampliadas de las figuras tipo “Pi” griega, con lo que se estaría representando a grupos de personas unidas por vínculos familiares o de otro tipo. Formalmente estarían representándose series de antropomorfos tipo “T” o cruciformes. No obstante, debe destacarse que los pectiniformes de cuatro o cinco “púas” se asocian mayoritariamente a representaciones de cuadrúpedos, algo que no parece tan evidente para los de tres o más de cinco púas o para aquellos en los que aparecen representadas hacia un lado o hacia arriba. Lo más probable es que se trate de un recurso gráfico alusivo a un concepto general antes que particular, que habría servido para representar una parte por el todo, pudiendo estar referido en cualquier caso a grupos de animales (rebaños) o a la simbolización de una actividad económica (la ganadería) antes que a seres humanos. De esta misma controversia participan también las figuras ramiformes o arboriformes. Para Acosta, algunos ramiformes bien podrían considerarse como la visión sintética de
varias figuras humanas alineadas. También en estos casos entiende que la asimilación de una serie de figuras humanas al mismo motivo responde a que quiere significarse una relación entre ellas de la índole que sea. Este argumento es tal vez más sólido, ya que, si se trata de una forma compuesta a partir de elementos primarios,
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estos no podrían ser más que antropomorfos, bien con los brazos en cruz, en “T”, en “Y”, en ángulo, etc. Además, la posibilidad de ser interpretados como líneas genealógicas encaja perfectamente en los parámetros culturales y sociales que atribuimos a estos grupos humanos prehistóricos, entre los que todo se legitimaba a través de la pertenencia a una estructura tribal. Asumiendo los riesgos de esta interpretación, cabe la posibilidad de preguntarse si los grupos humanos representados mediante estas tipologías cuentan con matices que indiquen cierta especificidad. La disposición vertical u horizontal de estas figuras podría obedecer a significados más concretos. Del mismo modo, la inclusión de estos motivos en otras formas, generalmente cuadrangulares, dando lugar en ocasiones a signos compuestos identificados con las llamadas “estelas”, podría considerarse como un modo de representar algún tipo de habitáculo, un lugar de reunión, un redil, un espacio funerario, ya sea un dolmen, ya una cueva… Entre los signos localizados en Peñas de Cabrera, las formas cuadrangulares son las variantes tipológicas que más incidencia porcentual tienen. En su práctica totalidad se trata de rectángulos, a veces abiertos, con un travesaño interior, que puede ser vertical u horizontal, y suelen estar asociados espacialmente a figuras antropomorfas. Bitriangulares, reticulados y circulares tienen escasa representación en
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Gran ramiforme del abrigo nº 12. Fotografía, Javier Pérez.
Motivo rectangular con barra vertical interior. Esta tipología se repite con frecuencia en Peñas de Cabrera, en ocasiones asociada a antropomorfos. En este caso el antropomorfo es una figura en “Y” con indicación de la cabeza. Fotografía, Javier Pérez.
Peñas de Cabrera. De estas tres tipologías es quizás la primera la que ha suscitado un mayor interés desde el punto de vista interpretativo. Fue el propio Bécares quien, recogiendo ideas precedentes acuñó la definición de los bitriangulares como el modo más básico de representación del concepto “ídolo”. Para ello se basa en numerosos paralelos de objetos muebles de piedra y hueso identificados con este tipo de simbología. La fenomenología de estas figurillas, es decir, su esencia identificativa aún no ha sido desvelada de forma categórica. La clasificación de estos “ídolos” propuesta por Víctor Hurtado, gran conocedor de esta cuestión, contempla tres tipologías y las ordena cronológicamente: - Los “ídolos placas”, que serían los más numerosos y antiguos, hacia el IV milenio a. C. - Los “ídolos oculados”, correspondientes cronológicamente al III milenio a. C. - Los “ídolos antropomorfos”, que serían la última manifestación de este proceso de representación simbólica y que estarían relacionados con los primeros indicios de una plena jerarquización. En cuanto a las distintas interpretaciones que se han hecho sobre estas figuras idoliformes, cabría señalar la de K. Lillios acerca de que las “placas”, para quien sus diseños decorativos tendrían una función de carácter heráldico, distintiva e identificativa de la pertenencia de los individuos a un grupo social o un linaje. Los contextos funerarios megalíticos de inhumación colectiva en los que suelen aparecer, aceptados mayoritariamente como
expresión monumental del grupo familiar en el territorio, tendrían su contrapartida en las placas depositadas en su interior, entendidas como expresión individual de pertenencia al grupo. Los ídolos antropomorfos, al igual que las placas deben sus respectivas categorizaciones a la morfología de sus soportes. Dicho sea de paso, las interpretaciones acerca de los ídolos antropomorfos inciden en su condición de elementos asociados al estatus social de ciertos individuos preeminentes, e incluso de dispositivos rituales de
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Su característica principal sería la representación de dos grandes ojos acompañados, bien de las cejas, bien de lo que denominamos el “tatuaje facial”, es decir, series de líneas curvas bajo los ojos. Debe señalarse que la presencia de, al menos, uno de estos dos atributos complementarios es lo que define a estos motivos como “oculados”, ya que unos simples ojos no tienen por qué remitirnos necesariamente a esta idea, con la única salvedad de que estuvieran representados como soliformes (con forma de sol). Esta es la razón de que, aunque según las zonas se exprese de manera diferente, podamos comprender que, en todas ellas, se hace referencia a un mismo ideograma. Según Bécares, la homogeneidad formal que llegarán a alcanzar determinados signos como los antropomorfos típicos o los "ídolos" (oculados, bitriangulares, halteriformes y placas) ya sea en el arte rupestre, ya sobre el arte mueble, no puede darse más que en una sociedad con
una cierta uniformidad en su modo de conceptualizar estos tipos de motivos, y por lo tanto con una cierta unidad cultural, en la que las variantes tipológicas o numéricas no son más que indicadores de modas o variantes regionales de esa cultura común. A pesar de tratarse de una tipología reconocida y con una amplia distribución espacial, no existe un consenso sobre la significación de este diseño tan característico. Sin embargo, oculados y bitriangulares en particular parecen referirse a ideas trascendentales relacionadas con el mundo de las creencias. Es muy conocida la composición del abrigo de El Gabar, en Vélez-Blanco (Almería), donde formas bitriangulares y soliformes dispersas se asocian hacia el centro de la composición conformando
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mediación entre los hombres y las esferas míticas. Sin embargo, la categoría de “ídolo oculado”, debe su estimación a un diseño iconográfico, ya que puede aplicarse tanto a los idolos placas como a los antropomorfos, las falanges, los huesos largos y los cilindros de piedra, además de presentarse sobre soportes más neutros, como la cerámica, las paredes rocosas de los abrigos o los ortostatos de los monumentos megalíticos. Esta capacidad adaptativa a todo tipo de soporte corroboraría su relación con diversas facetas de la vida.
Detalle de la composición del abrigo de El Gabar, (Vélez-Blanco, Almería), donde bitriangulares y soliformes dispersos de asocian hacia el centro conformando dos figuras mixtas. Reproducción de Henri Breuil (1935).
un par de ídolos de carácter mixto, a la vez bitriangulares y oculados. En Peñas de Cabrera sólo conocemos un bitriangular claro, en el abrigo nº 6, aunque sí ha sido propuesta la interpretación de varias figuras como ídolos oculados. Sin embargo, en algunos casos porque su estado de deterioro casi ha hecho desaparecer el motivo y en otros porque su inclusión parece demasiado forzada, lo cierto es que sólo una representación en todo el conjunto parece poder atribuirse, sin paliativos, a esta idea, la del abrigo
Única figura bitriangular registrada en Peñas de Cabrera. Corresponde al abrigo nº 6 y aparece asociada a un antropomorfo en doble “Y”. Fotografía, Javier Pérez.
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nº 37. Es un esquema simple en el que los ojos quedan expresados mediante manchas circulares y las cejas por un par de trazos curvos. Esta figura no es sólo la única representación oculada clara de Peñas de Cabrera (aunque, como decimos, Barroso y Medina consideran algunas más), sino que también lo es de toda la provincia de Málaga. Únicamente se conoce otro motivo susceptible de ser considerado también como tal, aunque no con tanta nitidez, el localizado en el abrigo de la Hoya, en Archidona, ya mencionado, cuyo esquema central consistiría en dos series de círculos, enmarcados por lo que podría ser una representación de las cejas. Esto nos da una idea de lo infrecuentes que son estas figuras en el arte rupestre en comparación con otras tipologías, a pesar de ser casi una constante, como hemos visto, en las piezas de arte mueble.
Figura oculada del abrigo nº 37, Aunque ha llegado hasta nosotros muy deteriorada, aún se aprecian los trazos curvos que conforman las cejas y los ojos representados mediante dos gruesos puntos. Fotografía, Javier Pérez.
La inclusión del tema de oculados en soportes no portátiles, caso de los paneles rocosos o los ortostatos megalíticos, supone, de algún modo, una forma de fijar su “mirada”. Y si es así, ¿hacia donde miran? Se han propuesto interpretaciones que relacionan esta “mirada fija” con el control simbólico del territorio, en especial de los pasos naturales, a modo de iconos protectores y vigilantes de los recursos económicos de las tierras ocupadas y explotadas. Esta podría ser, en efecto, su dimensión espacial, pero, como hemos visto, las manifestaciones rupestres esquemáticas pueden suscitar también lecturas que las relacionan con el control del tiempo y con el mundo de las creencias.
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Es interesante constatar que ambas figuras malagueñas, la del abrigo de la Hoya y la de Peñas de Cabrera, miran hacia puntos muy significativos del horizonte, la primera hacia el Este y la segunda hacia el Oeste, lugares por donde sale y se pone el sol en los equinoccios y que, como ya se ha hecho constar, constituyen referentes arbitrarios, no naturales o, lo que es lo mismo, establecidos por el ser humano. En Henarejos, provincia de Cuenca, ha sido descrito un abrigo con tres representaciones oculadas, cuyo estudio las pone en relación, de un modo muy concluyente, con las salidas del sol en los solsticios y equinoccios. El Sol, siempre el Sol. ¿Por qué no la luna, las estrellas o las constelaciones? Porque el sol es sencillo, estable, preciso, seguro. Porque su luz y su calor posibilitan la vida y su ausencia equivaldría a una muerte segura. Porque es tan poderoso que ni siquiera se le puede mirar de frente sin quedar cegados. De hecho, pocos habrán sido los pueblos antiguos que no se rindieran a su omnipotencia. La luna es todo lo contrario. Sus ciclos son complejos y cambiantes. En su calidad de astro eminentemente nocturno se asocia a la oscuridad y al frío, y se la puede contemplar sin peligro. Pero esto no significa que la luna fuera olvidada. En el abrigo nº 33 de Peñas de Cabrera se conocen dos motivos pintados en el techo, uno en forma de semicircunferencia y el otro, mucho más pequeño, aparenta ser una estrella de cinco puntas. Su disposición recuerda a la que adoptan a veces la luna, que estaría representada en este caso en cuarto menguante, y el planeta Venus. El Sol es, por lo tanto, un valor infalible que representa como ningún otro cuerpo celeste el orden del Universo. Afrontemos pues primero los retos que éste nos plantea antes de apuntar a la voluble luna, no sin antes recordar la importancia de su influencia, por ejemplo, sobre la menstruación o los partos de las mujeres, hecho que le aporta ciertas connotaciones femeninas, lo que no quiere decir necesariamente que el sol, por simple contraposición, las haya tenido siempre masculinas. No en vano, pudo haber sido considerado perfectamente como un ente asexuado.
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Por todo ello, parece aceptable considerar, al menos de forma provisional, que el tema de oculados pudo estar vinculado de un modo amplio al sol, sus eventos y sus ciclos, y que cabría la posibilidad de que encerrara una idea incipiente de la divinidad, no inspirada en una visión rígida de culto monoteísta, sino dinámica e integradora de los diferentes aspectos del devenir natural. La amplitud de este concepto quedaría reflejada en sus posibilidades de adaptación a todos los soportes y explicaría su inclusión en representaciones tanto masculinas como femeninas y hermafroditas, caso del famoso ídolo de Almargen, contribuyendo así a afianzar la idea de que pudo tratarse de un arquetipo desprovisto de atribuciones de género. Sin embargo, y aunque parezca que podemos estar rascando ciertas verdades, la realidad es que continuamos nadando en un mar de incertidumbre. Y la razón principal de que nuestras valoraciones interpretativas sean, al fin y a la postre, tan poco precisas se debe, fundamentalmente, a la propia esencia de estas figuraciones, que basan en la abreviación de las formas el fundamento de su discurso expresivo, aunque también al hecho de que dichas grafías carecieron de reglas capaces de coordinarlas y unirlas para dotarlas de sentido gramatical completo; es decir, sus autores desconocieron o no alcanzaron a desarrollar suficientemente el concepto de sintaxis. Sin la sintaxis, no nos es posible “leer” los paneles pintados prehistóricos como hacemos con un libro o con un papiro cubierto por jeroglíficos, porque sólo a partir de
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No debemos obviar, por más que se hayan propuesto interpretaciones que relacionan los oculados con representaciones de lechuzas o búhos que, en una gran mayoría de ocasiones, los ojos de estas figuras adquieren formas claramente solares, constituyendo además por separado, es decir, consideradas en solitario, una categoría tipológica nítidamente definida en el arte esquemático, precisamente la de los soliformes.
Ídolo localizado en Almargen (Málaga), sin contexto arqueológico. El tema oculado se incorpora a esta escultura de mármol de carácter hermafrodita en la que se representa tanto la condición femenina (vientre abultado por la gestación), como la masculina (forma fálica y glande en la parte inferior). Fotografía, Miguel Ángel Blanco.
ella podemos hablar de escritura. Esta limitación no nos incluye únicamente a nosotros, mujeres y hombres del siglo XXI, sino también a los contemporáneos de estas figuraciones. Nos hallamos, pues, en una fase anterior a la escritura; es lo que llamamos “protoescritura”. Este estadio contempla el establecimiento de unos códigos gráficos mínimos y suficientes como para poder transmitir conceptos simples. Con nuestras clasificaciones tipológicas tratamos precisamente de aproximarnos a estos códigos, aunque sea de un modo meramente formal. Cada uno de los tipos está probablemente relacionado con una idea, pero, como venimos diciendo, sigue siendo arriesgado por ahora determinar correspondencias concretas, y es además difícil precisar si estas vinculaciones entre imagen y concepto tuvieron una aceptación generalizada. Sea como fuere, y aún estando en posesión de las claves para decodificar las figuras más estandarizadas, la ausencia general de sintaxis impediría la comprensión completa del discurso expresivo, por lo que es posible que siempre, tanto en el momento de su ejecución como cuando se reviviera el contenido de lo representado, fuera necesario el complemento de la palabra, de tal forma que sólo aquellos que estuvieron presentes durante el acto en que se realizó un panel, o bien a quienes se explicara el mensaje una vez pintado, estarían en condiciones de aprehenderlo en todos sus matices. Y decimos esto porque no es de recibo admitir que el alcance de estas manifestaciones quedara restringido al momento de su ejecución, sino que, como producto social que fueron, debieron tener un sentido de continuidad, de preservación de la memoria, que las mantuvo vigentes mientras lo estuvo la tradición cultural que les daba sentido. Valgan como ejemplo los repintes observados en el abrigo nº 12, que bien pudieron responder a la necesidad de reavivar figuras desgastadas o de resaltar su importancia. El arte esquemático es, por lo tanto, un medio de comunicación a mitad de camino entre la transmisión oral y la escritura. Este hecho implica la introducción de mediadores iniciados que posibilitaran el traspaso de la informa-
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El abrigo nº 10 de Peñas de Cabrera, ocupando un lugar central respecto al atrio, con su forma ovalada característica, visible desde muy lejos, debió ser uno de los abrigos más significados de todo el conjunto. Su iconografía, pues, debió estar acorde con la importancia de su ubicación y especial fisonomía. Sin embargo, las figuras representadas en este abrigo son escasas, y además se encuentran bastante espaciadas. Es muy interesante la disparidad cromática que presentan. El gran pectiniforme de la izquierda es de un rojo oscuro muy bruñido. La escena central, compuesta por un antropomorfo cruciforme asociado a un grupo de barras horizontales y relacionada espacialmente con otros dos antropomorfos, es de un rojo más vivo. De los dos antropomorfos de la parte derecha del techo, uno es de color castaño y el otro tiene
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ción a quienes debían recibirla. Todo el arte prehistórico, tanto el paleolítico como el postpaleolítico, estuvo sujeto a este condicionante. En caso contrario, el discurso no hubiera podido mantenerse más allá de una generación y, como estamos viendo, esto no fue así. De hecho, la intención debió ser precisamente la contraria, que el mensaje se proyectara en el tiempo hacia los límites de la descendencia.
Escena central del abrigo nº 10, en la que se asocian un antropomorfo de tipo cruciforme y varias barras. El antropomorfo parece portar algún tipo de tocado y presenta las piernas en ángulo. Fotografía, Javier Pérez.
un tono violáceo. Todos estos datos indican, por un lado, que en este lugar se pintaron motivos a partir de pigmentos elaborados con diferentes recetas, lo que sugiere que fueron diacrónicos y, por otro, que no se pintó en más de cuatro o cinco veces, y que cuando se hizo, se incorporó, casi siempre, una sola figura. La excepción es la composición central, cuya homogeneidad cromática parece fruto de un único acto pictórico. Su disposición privilegiada en un abrigo tan relevante y su condición de única composición, nos aproximan a la entidad que, en su momento, esta imagen debió tener. Por una vez, y sin que sirva de precedente, traeremos a colación ciertos paralelos con el arte rupestre de Australia, donde se ha propuesto una interesante interpretación para los grupos de barras horizontales similares a las que se asocian al motivo cruciforme principal de la composición del abrigo nº 10. Se sugiere que con este tipo de trazos querría representarse el sonido, lo que transportado a la escena de Peñas de Cabrera podría traducirse en el habla, es decir, en un convencionalismo formal representativo de la voz humana, idea que entronca directamente con el carácter híbrido entre la escritura propiamente dicha y la transmisión oral que hemos tratado. Con la introducción en la escena de otros dos personajes dispuestos de forma simétrica y en un plano inferior, podría haberse querido hacer referencia, siempre en función de estos presupuestos, a aquellos a quienes dicho discurso estaba dirigido. Fijar en imágenes la tradición oral supone el establecimiento de un vínculo inequívoco entre los grupos humanos y los lugares donde se hace. Es reafirmar la relación de una comunidad con un espacio geográfico concreto. Es legitimarla a través de la identificación con un legado ancestral. Los cambios estructurales hacia modelos sociales cada vez más estratificados tuvieron su reflejo en la concepción del ordenamiento territorial, asistiéndose a la suplantación de las formas de ocupación por las de dominio. Al final de este proceso, y al consolidarse las estructuras jerárquicas de poder, los iconos que habían servido para identificar a un grupo humano con un espacio natural, arte esquemático y monumentos megalíticos,
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Gentes sencillas, posiblemente rudos campesinos, consiguieron crear una infraestructura sociocultural y económica amplia en el espacio y duradera en el tiempo, basada en conceptos territoriales ligados a los vínculos genealógicos grupales e intergrupales y en la propiedad colectiva de la producción. Pero desde el primer momento, este modelo tuvo en su contra la necesidad que un sistema así tiene de controlar la redistribución equitativa de la riqueza. No obstante, y a pesar de desarrollarse en una época de progresiva tensión social, aquellos grupos humanos consiguieron dejar una huella indeleble de su paso por este mundo, cuyos mejores exponentes son los monumentos megalíticos y el arte rupestre esquemático. A través de ellos y del resto de vestigios arqueológicos podemos aproximarnos a sus modos de vida y a sus creencias, descubriendo que tal vez no se valora en su justa medida la gran cultura que fueron. Y Peñas de Cabrera fue, sin duda, un lugar principal en este contexto. El control del tiempo y del espacio pudo inducir a generar credos míticos, expresados a través de toda una iconografía simbólica, que respondieran al porqué de la integración del ser humano en el cosmos; la vida y la muerte como hechos inseparables de los ciclos periódicos e inexorables de la naturaleza. Lejos de constituir un mero conjunto de figuras y composiciones dispuestas de forma aleatoria y con un contenido intrascendente, el arte esquemático de Peñas de Cabrera se nos muestra como un todo ordenado y coherente con los modos de vida que presuponemos para estos grupos humanos de la Prehistoria reciente. Pero no debemos verlas como simples representaciones de personas o hechos concretos, sino como expresiones arquetípicas de una realidad vital multifacética, de interés social antes que individual.
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OCUPACIÓN PREHISTÓRICA
y que sólo tenían sentido en el seno de las sociedades tribales y de transición, fueron perdiendo paulatinamente su razón de ser.
El espacio y el tiempo, la causa y el efecto, el principio y el fin, lo humano y lo divino. Preguntarse sobre estas cuestiones es algo intrínseco al ser humano. Y siempre, verdadera o falsa, fue necesaria una respuesta.
CONTEXTO ARTÍSTICO El área geográfica inmediata en la que se integra Peñas de Cabrera, es decir, la cuenca alta del río Guadalmedina, no es precisamente rica en estaciones rupestres, tal vez porque este enclave funcionó como una especie de agujero negro que atrajo para sí la totalidad de las expresiones gráficas del grupo o los grupos propietarios de este territorio. Sin embargo, al este y al oeste del Corredor del Campo de Cámara, se sitúan dos interesantes núcleos de arte rupestre, el primero compartido entre los términos municipales de Alfarnatejo y Periana y el segundo concentrado en el de Almogía. Las estaciones artísticas del núcleo occidental serían: - Tajos del Vilo (Alfarnatejo) - Abrigo de Marchamonas (Periana) - Abrigo del Romeral (Periana) Los abrigos de los Tajos del Vilo se localizan en la vertiente oeste del alto del que reciben su nombre. Son cuatro oquedades de las cuales dos cuentan con manifestaciones gráficas prehistóricas. La figura más interesante es un ramiforme semejante a un abeto asociado a una barra y a una puntuación. El resto son trazos en forma de barra. Como se ha comentado con anterioridad, el abrigo donde se encuentra el ramiforme está orientado al puerto que se forma entre el Alto del Fraile y el Tajo de Doña Ana, por donde se pone el Sol en los equinoccios. El abrigo de Marchamonas está situado al noreste del término municipal de Periana, en un lugar denominado La Torca, localizado en la cuenca alta del río Guaro, es decir,
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Desde el interior de este abrigo perteneciente al conjunto de los Tajos del Vilo (Alfarnatejo, Málaga), las puestas de sol de los equinoccios coinciden con el puerto que se forma entre el Alto del Fraile (a la derecha) y el Tajo de Doña Ana (a la izquierda). Fotografía, Javier Pérez.
en la vertiente sur de la Sierra de Alhama. En su interior se describió un motivo complejo grabado, compuesto por dos formas circulares superpuestas, la superior en espiral y la inferior en serie de circunferencias concéntricas. Los paralelismos que se detectan entre estos motivos y los hallados en el abrigo de la Hoya de Archidona, dándose la circunstancia además de su orientación hacia el oeste (coincidente también con el Alto del Vilo), sugieren una posible identificación con las tipologías oculadas. Asimismo, se ha propuesto la presencia de un antropomorfo pintado en ocre. Por último, el abrigo del Romeral se inserta en una enorme grieta transversal que se señala claramente en un cerro aislado muy próximo a la localidad de Periana en dirección noreste. Al igual que el hallazgo de los motivos del Abrigo de la Hoya en Archidona, debemos este descubrimiento a la labor incansable del arqueólogo Ángel Recio. Contiene un buen número de motivos de tipología
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Espiral superpuesta a una serie de círculos concéntricos en el abrigo de Marchamonas (Periana, Málaga). Fotografía, Javier Pérez.
variada, destacando un arboriforme, sin que se haya llevado a cabo aún un análisis que nos permita ser más precisos. El núcleo de Almogía está compuesto por tres enclaves artísticos a saber: - Cerro de los Trébedes - Venta del Fraile - Cortijo Chirino Presenta como principales características comunes el uso exclusivo de la pintura, siempre en color rojo, y de los soportes, invariablemente abrigos. Como es la norma, la figura humana centra las composiciones, quedando a veces representada en solitario. La estación artística del Cerro de los Trébedes cuenta con un solo abrigo que contiene una composición compleja y en relativo buen estado de conservación. Los enclaves de Venta del Fraile y Cortijo Chirino, por su parte, ofrecen, por ahora, las mayores concentraciones de abrigos con arte esquemático de la provincia de Málaga, tras Peñas de Cabrera. El primero, compuesto por cuatro abrigos reconocidos y otros tantos inéditos, bastante aislados entre sí, cuenta sin embargo con escasas figuras, antropomorfos en su práctica totalidad. El segundo, integrado por cuatro abrigos, esta vez agrupados, se destaca por sus nubes de puntos y por una composición en la que quedan asociados, un antropomorfo “tipo golondrina”, un pectiniforme y un par de puntuaciones. Todos estos enclaves, incluyendo Peñas de Cabrera, constituyen el límite meridional de un conjunto más extenso centrado en la depresión de Antequera. Este conjunto encuentra su centro neurálgico en la Peña de los Enamorados, a modo de hito geográfico vertebrador (incluidas las relaciones visuales con ciertas estaciones artísticas periféricas y la presencia de las pinturas del abrigo de Matacabras), en torno al que se desarrolla un mundo iconográfico extremadamente homogéneo y coherente, separado con cierta nitidez tanto de la sobriedad que caracteriza al núcleo esquemático del Valle del Guadiaro, en la Serranía de Ronda, como de los conjun-
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tos subterráneos de la Costa Oriental de Málaga, las cuevas de La Victoria, en Rincón de la Victoria, y Nerja. Está compuesto por un total de 18 enclaves conocidos hasta la fecha, comprendiendo también las grafías localizadas en necrópolis y asociadas, por lo tanto, al mundo funerario. Estas serían: - Casilla del Búho (Cañete la Real) - Cueva Rota (Teba) - Tajo del Molino (Teba) - Necrópolis de las Aguilillas (Campillos) - Tajo del Cabrero (Antequera) - Abrigo de los Porqueros (Mollina) - Arquillo de los Porqueros (Antequera) - Necrópolis de Antequera (Antequera) - Abrigo de Matacabras (Antequera) - Cortijo de Alcaide (Antequera) - Cueva de las Grajas (Archidona) - Abrigo de la Hoya (Archidona) - Abrigo de Sopalmito (Archidona) - Cortijo de la Escardadera (Archidona) - Abrigo de Malnombre (Antequera) - Sierra de Los Camarolos (Antequera) - Raja de Retuntún (Casarabonela) - Sima de la Curra (Carratraca)
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Parte del panel pintado con figuras esquemáticas en el abrigo de Matacabras, Peña de los Enamorados (Antequera, Málaga). Calcografía digital, Rafael Maura y Javier Pérez.
Los soportes rocosos de estas estaciones fueron horadados por los agentes erosivos naturales en arenisca o caliza, pudiendo establecerse, a grandes rasgos, tres grupos según esta variable: dos de origen calcáreo, que se sitúan al este y al oeste, y una franja intermedia de soportes en arenisca. En su gran mayoría son abrigos rocosos al aire libre, aunque también se cuenta con una cavidad subterránea, la Sima de la Curra. La versatilidad de estas grafías propicia que se adapten también, como hemos dicho, a las estructuras funerarias, e incluso a los objetos muebles, problemática esta última que, sin duda, y aunque se ha tocado colateralmente, excede los límites de esta guía.
Figura antropomorfa grabada en uno de los abrigos del Arquillo de los Porqueros (Antequera, Málaga). Presenta los brazos en alto, con indicación tal vez de las manos, piernas en ángulo y porta un gran tocado en forma de “U”. Fotografía, Pedro Cantalejo.
Con las excepciones de la Casilla del Búho y Cueva Rota, que presentan pigmentaciones en negro, el color utilizado mayoritariamente en los abrigos es el rojo monocromo en distintos tonos. La bicromía (rojo y negro) en una misma composición sólo se presenta en la Casilla del Búho, donde también se da un caso de superposición de ambas tonalidades. Por último, se registran grabados en seis ocasiones, dos en abrigos rocosos (Arquillo de los Porqueros y Abrigo de la Hoya), dos en sepulturas (Necrópolis de Antequera y de Las Aguilillas) y otros dos en lugares completa o prácticamente desprotegidos (Cortijo de Alcaide y Tajo del Cabrero). Sin duda, la característica tipológica más destacable es el gran número de figuraciones antropomorfas que se han inventariado. No obstante, son más abundantes las representaciones de barras y puntos, agrupados o no, y de otros motivos típicos como pectiniformes, ramiformes y rectangulares. En cuanto a las técnicas de ejecución, se documenta tanto el uso de los dedos como de instrumentos a modo
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YACIMIENTOS DEL ENTORNO
NEOLÍTICO La presencia humana durante este período en el entorno próximo a Peñas de Cabrera ha sido documentada de forma escasa. - Necrópolis En la Cueva del Jaral, al suroeste del término municipal de Casabermeja, han sido recuperados materiales encuadrados en el Neolítico medio, aunque también se conoce la existencia de platos de borde engrosado que apuntarían hacia una permanencia hasta la Edad del Cobre. El uso de esta cavidad se considera eminentemente sepulcral, sin que hayan sido localizados lugares de habitación cercanos en cuevas o al aire libre con los que se la pueda vincular. Los enterramientos en cueva quedan representados también por el yacimiento de Cueva Bermeja, que se abre en forma de abrigo a media ladera del Monte Calvario, situado muy próximo y al sur de la localidad de Casabermeja. La prospección superficial de este abrigo ofreció varios fragmentos de cerámica, sólo uno de ellos con decoración incisa, dos azuelas planas con filo a bisel y un colgante realizado sobre guijarro de río. Estos materiales aparecieron asociados a los restos óseos de cuatro individuos, dos niños y dos adultos, y se encuadran cronológicamente hacia un Neolítico final o inicios de la Edad del Cobre. - Asentamientos El lugar en el que se ha propuesto un asentamiento más antiguo es la Cueva de la Pulsera, muy próximo al límite que separa los términos municipales de Colmenar y
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de pinceles para la aplicación de la pintura, considerándose que los motivos grabados fueron realizados mediante diferentes técnicas, como la incisión, el cincelado, la abrasión o el repiqueteado.
Cueva de la Pulsera (Casabermeja, MĂĄlaga). Vista desde el interior. FotografĂa, Rafael Maura.
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En efecto, y aunque los materiales aparecidos en este yacimiento no se hallaron en contextos estratigráficos, pudo establecerse una cronología relativa en función de sus características tipológicas, diferenciándose un primer lote adscribible al Neolítico final, representado por fragmentos de cerámicas decoradas con motivos incisos y cordones, durante el que se apunta la posibilidad de que la cueva fuera habitada.
CALCOLÍTICO La posterior ocupación socioeconómica del territorio, que se manifiesta en el aprovechamiento sistemático del medio y en los nuevos patrones de asentamiento propios del Calcolítico, se articula sobre cuatro parámetros: los espacios funerarios, los asentamientos, los sitios artísticos y las zonas dedicadas a la explotación de los recursos líticos (canteras y talleres). Aquí nos referiremos, como en los otros períodos, a los dos primeros. - Necrópolis Además del dolmen del Tajillo del Moro, la zona cuenta con otros sepulcros megalíticos, algunos no estudiados aún, como la necrópolis de la Era del Cura, en las inmediaciones de Casabermeja, las posibles estructuras funerarias de la ladera meridional del Cerro Alcaide, frente a Peñas de Cabrera, o los que conformaban la desaparecida necrópolis del Cerro de Casa de Arias, al noroeste del término municipal de Casabermeja, sobre un cerro próximo a la rivera del río Cauche. Distinta situación es la de los dos sepulcros que componen hasta la fecha la necrópolis de Chaperas, que han sido excavados y estudiados convenientemente por miembros del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Málaga. Este conjunto dolménico está localizado en la linde que separa los términos municipales de Casabermeja y Málaga, en la margen izquierda del
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Antequera y perteneciente a este último. Se trata de una cavidad de escaso desarrollo enclavada en la Peña Negra, localizada a unos 50 m de la cueva de los Chivos.
río Guadalmedina y a sólo 2 Km en línea recta de la cueva del Jaral, situada en la vertiente contraria. El primero de ellos, conocido como Chaperas 1, es un dolmen compuesto por un corredor segmentado en dos tramos y una cámara de planta trapezoidal cuya cabecera circular está compuesta por cinco ortostatos. Tanto los tramos del corredor como la cámara están separados por dos puertas transversales al eje longitudinal de la estructura. La materia prima empleada por los constructores de este dolmen fue la pizarra. Mide 6,30 m de largo y está orientado con bastante precisión hacia el este (88º). Este sepulcro había sido expoliado antes de su excavación, por lo que ofreció escasos materiales, algunos restos de cerámica correspondientes a una orza, un cuenco y una taza, un fragmento de lámina de sílex y un alfiler de hueso. También se encontraron huesos humanos, partes de cráneos, mandíbulas, huesos largos y piezas dentarias correspondientes a varios individuos.
Dolmen nº 1 de la necrópolis de Chaperas (Casabermeja, Málaga). Planta de la estructura arquitectónica y dibujo le los materiales arqueológicos obtenidos a raíz de su excavación, según Ignacio Marqués.
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Al igual que Chaperas 1, este dolmen fue objeto de saqueos previos a la intervención arqueológica, por lo que también ofreció un registro reducido. Aparecieron restos de un vaso cerámico, varios fragmentos de sílex geométricos y laminares, así como cuentas de collar pulimentadas. Los huesos humanos recuperados son escasos y estaban muy fraccionados. Esta necrópolis, como ocurre con el sepulcro del Tajillo del Moro, se encuadra en un Calcolítico antiguo, con un desarrollo temporal aproximado entre 2600 y 2300 a.C. Finalmente, el segundo lote de materiales localizado en la Cueva de la Pulsera, definido como un conjunto de vasos con formas globulares y un fragmento de cerámica pintada, nos situaría en un momento más avanzado, hacia un Calcolítico pleno, en el que la cavidad parece haber sido utilizada como lugar de enterramiento. - Asentamientos Un lugar donde ha sido localizada una interesante zona de hábitat es el Cerro de los Peñones, perteneciente al término municipal de Colmenar. Está situado en la cima amesetada del cerro del mismo nombre, justo antes de que el río Guadalmedina haga una curva muy pronunciada para cambiar su recorrido en sentido Norte-Sur, que trae desde su nacimiento, por la dirección oeste. Presenta restos de construcciones de tipo defensivo y fragmentos de adobe con improntas de cañas, razón por la que se considera un espacio de asentamiento.
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El otro sepulcro, llamado Chaperas 2, es una galería con atrio de entrada en forma triangular, separado de la cámara por una puerta de la que sólo queda la jamba de la izquierda. La planta de la cámara es rectangular y su cabecera está formada por un único ortostato. Se conservan zonas en las que el piso aparece enlosado mediante lajas de piedra de tamaño medio y pequeño. La materia prima empleada en su construcción fue la caliza. Su longitud es de 4,62 m y está orientado en dirección sur-suroeste (202º).
Los materiales de superficie hallados en este yacimiento son mayoritariamente restos de cerámica, ollas, cazuelas, cuencos y escudillas de buena factura, algunas con decoraciones incisas y modelados en superficie, encuadradas de un modo normativo en un Cobre antiguo. Así mismo, destacan algunas piezas pulimentadas, hojas y lascas retocadas de sílex y varios percutores. La introducción de la cerámica campaniforme coincidiría con la fase final de ocupación de este asentamiento. Otro espacio habitacional de gran interés se sitúa en el
Cerro García, localizado a unos 3 Km de Casabermeja hacia el sureste, en una zona denominada Lugar de Bocanegra. Se conoce únicamente a través de materiales de superficie, estudiados por Ignacio Marqués, sin que se hayan practicado aún excavaciones arqueológicas. Estos son, fundamentalmente, alineaciones de muros construidas con piedras de tamaño variable y, sobre todo, gran cantidad de improntas de cañizo, vestigios que nos remiten a la existencia de construcciones tanto de carácter defensivo como de habitación. También fueron halladas piezas cerámicas de vajilla doméstica, como platos, fuentes, cuencos, ollas, vasos carenados, cazuelas y orzas, en algunos casos con decoración incisa, además de molinos de mano y elementos de hoz fabricados en sílex, así como una punta de cobre tipo Palmela. Estos elementos apuntan hacia una práctica agrícola en el entorno cercano y sirven para encuadrar cronológicamente el yacimiento hacia un Cobre tardío y, por lo tanto, más reciente que los sepulcros megalíticos de Chaperas y del Tajillo del Moro. El yacimiento al aire libre mejor conocido de la zona es, sin duda, el de Aratispi, ya que es el único que cuenta con un estudio, realizado por Manuel Perdiguero, a partir de materiales obtenidos en niveles estratigráficos. Situado en el cerro de Cauche el Viejo, hacia el límite meridional del término de Antequera, al sur de la pedanía de Villanueva de Cauche y al pie del puerto montañoso de las Pedrizas, se ha documentado en este lugar un fondo de cabaña de tendencia circular asociado a un utillaje compuesto por cuencos, ollas, orzas, platos, fuentes y vasos, generalmente de buena calidad, algunos de
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cuyos fragmentos presentan decoración de tipo campaniforme, además de varios molinos de mano, elementos de hoz y restos de talla, constatándose mediante estos últimos la utilización del mismo hábitat como taller de sílex. Dichos elementos apuntan hacia una base subsistencial agrícola de carácter cerealista, y sirven para fechar este primer período de ocupación del yacimiento en torno a un Cobre final-Bronce antiguo.
EDAD DEL BRONCE El valle del alto Guadalmedina presenta un gran vacío documental en este período. Únicamente en el poblado de Aratispi puede hablarse de cierta continuidad, con influencias de la etapa anterior, detectándose en los momentos finales contactos con los asentamientos costeros fenicios que configurarán el proceso formativo de las comunidades ibéricas a lo largo de los siglos VIII - VI a. C. - Necrópolis Correspondientes a este momento tardío son las cuatro cistas (estructuras negativas de carácter funerario para inhumaciones individuales, muy simples y de tamaño reducido compuestas por tres o cuatro ortostatos y una losa de cierre) halladas al norte de la localidad de Colmenar, en un altiplano rodeado por el arroyo de las Zorreras, junto al conocido como Cortijo de Gonzalo. En su interior se hallaron restos humanos aparentemente dispuestos en posición fetal, con ajuares de enterramiento de cerámica hecha a mano. Vista hacia el Oeste desde la cima de El Vilo. En primer término, los altos de Doña Ana y El Fraile, al fondo, la Peña Negra, donde se encuentran las cuevas de La Pulsera y de Los Chivos. Fotografía, Rafael Maura.
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Asimismo, algunos materiales hallados en la Cueva de la Pulsera, una punta de bronce, un cuenco con órfalos y varias formas con carena baja, nos remitirían a un Bronce pleno, confirmando la gran amplitud cronológica de este lugar. - Asentamientos Al igual que la cueva de la Pulsera, el yacimiento de Aratispi debió tener una continuidad, esta vez habitacional, hasta la Edad del Bronce, aunque el registro arqueológico no recoge materiales correspondientes al Bronce pleno. Así, se documentan dos períodos bien definidos, el primero representado por cerámicas hechas a mano y el segundo por la introducción de la cerámica a torno, ambos encuadrados en el Bronce final. La primera fase se caracteriza por presentar restos cerámicos de superficies bien tratadas frente a otras más groseras, con decoraciones incisas, digitadas y esgrafiadas. Son recipientes de tendencia esférica y bordes engrosados, ollas bicónicas de paredes levantadas, vasos de base plana y cuerpo globular, y cuencos de altas carenas y bordes abiertos. Por lo que se refiere a los fragmentos de cerámica a torno, algunos se distinguen por su decoración pintada mediante líneas y franjas de color sepia oscuro y rojo respectivamente. Su presencia prueba las relaciones con el mundo colonial costero, lo que apoyaría la hipótesis que considera al puerto de las Pedrizas como una vía de penetración de las influencias culturales del litoral hacia la depresión de Antequera y, a partir de ahí, hasta en valle del Guadalquivir. Este asentamiento pasará posteriormente por una fase púnica, otra ibérica y, finalmente, una romana, período en el que se da al lugar el nombre de Aratispi con el que se le conoce.
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ocupaciones histรณricas
Ocupaciones históricas
Además de los vestigios prehistóricos descritos anteriormente, el Enclave Arqueológico Peñas de Cabrera cuenta con una serie de evidencias que confirman la presencia continuada del ser humano hasta momentos recientes, todas ellas relacionadas con la explotación del lugar, bien mediante la extracción de materiales de cantería, bien a través de su aprovechamiento agropecuario. Los restos históricos más antiguos localizados hasta la fecha son de origen romano. Se trata de fragmentos de
tegulae, es decir, tejas de barro. Las tejas romanas no son como las posteriores tejas árabes, cuyas trazas se aproximan mucho a las que usamos hoy en día. Se trata de piezas de mayor tamaño, planas, con un ligero abombamiento central y con dos de sus extremos levantados en forma de cuña. Estas protuberancias de sección triangular funcionaban a modo de pestañas que servían para ensamblarlas unas a otras, en una disposición similar a la que se emplea en la actualidad. Los tejados que se conseguían mediante este procedimiento eran planos, y se usaban tanto para las casas como para las tumbas. Estas tegulae aparecieron asociadas a una de las estructuras arquitectónicas modernas que se comentarán a continuación. Esta estructura cuenta con la particularidad de presentar numerosos materiales de reutilización, entre los que parece se incluyeron estos restos romanos. Esto dificulta que podamos ser taxativos respecto a la presencia humana en este enclave durante la romanización, si bien lo más razonable es pensar que dichos materiales constructivos fueran recogidos en áreas no muy alejadas de la edificación. Para ser más concretos a este respecto debemos remitirnos a futuras intervenciones arqueológicas que vengan a aclarar los motivos de este hallazgo. En función de la lógica de ubicación de emplazamientos habitacionales seguidas por los romanos, deberíamos esperar un asentamiento, que aún no ha sido identificado, más ligado al valle. Tal vez alguno de los cortijos próximos se levanten sobre los cimientos de alguna villa. En este planteamiento, la zona de Peñas de Cabrera podría
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ajustarse más a la localización de un espacio dedicado a servir de necrópolis. En esta misma estructura, y en ocasiones formando parte integral de ella, han sido descritas también tejas de aparente factura medieval. Estos vestigios se encuentran en una situación análoga a las tegulae. Tampoco se han localizado otros restos encuadrables en esta época, pero la presencia de estas tejas nos remite a una continuidad de la ocupación, o al menos de la frecuentación de este lugar en momentos sucesivos. Los vestigios más visibles de la relación humana con Peñas de Cabrera en estas épocas antiguas son los frentes de cantera. Los afloramientos de arenisca que conforman el cerro son propicios para el desarrollo de las actividades de cantería, ya que la disposición cuarteada de las diaclasas facilita la extracción de los sillares. A juzgar por la intensidad de esta explotación en algunos lugares, estos bloques debieron emplearse en la construcción de un edificio de proporciones considerables, aunque por ahora desconocemos dónde encontraron su emplazamiento definitivo.
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Frente de cantera en las cotas bajas del cerro. Fotografía, Javier Pérez.
En efecto, las actividades de cantería tienen una notable presencia en las cotas más bajas, hacia el noreste del enclave. Su huella se deja notar en varios frentes, en los que pueden apreciarse con nitidez los cortes provocados por las labores de extracción de los bloques de arenisca. Son interesantes las marcas dejadas por los instrumentos de los picapedreros que aún se observan en las facetas horizontales, así como algunos sillares cuya tarea de extracción quedó inconclusa. También destacaremos un extraño signo grabado claramente asociado a uno de estos frentes. Las tareas de extracción de este sillar quedaron inconclusas. Fotografía, Javier Pérez.
Signo profundamente grabado sobre la superficie horizontal de uno de los frentes de cantera. Fotografía, Javier Pérez.
La adscripción cronológica de esta cantera es, por ahora, incierta, aunque las técnicas de extracción son muy primarias, pudiendo tratarse de una explotación medieval e, incluso, romana. Sólo la investigación futura nos dará norte respecto a esta cuestión.
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No obstante, la morfología de una serie de figuras cruciformes grabadas profundamente sobre superficies rocosas horizontales y realizadas a la intemperie parece remitirnos con cierta firmeza a tradiciones cristianas medievales que bien podrían caracterizarse como mozárabes. En número de cinco, aunque estamos seguros que aparecerán más, se disponen de forma más o menos consecutiva y en sentido ascendente, desde el atrio hasta el cerro. Las cuatro primeras son cruces latinas simples, con la hendidura vertical más larga que la transversal. La última, es decir, la localizada a más altura, es de mayores proporciones que las otras y presenta un diseño más elaborado. Los ensanchamientos de los extremos son propios de las cruces patadas de tipo bizantino, habiéndosele añadido en este caso un triángulo en la base, al modo de las cruces de evangelio conocidas también con el nombre “calvarios”.
Próxima al alto del cerro, se localiza esta cruz profundamente grabada de tipo bizantino. Fotografía, Javier Pérez.
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Las analogías formales que estos motivos cruciformes presentan con las típicas cruces grabadas mozárabes, de las que contamos con multitud de ejemplos en esta misma provincia, suponen un aceptable indicio en cuanto a su adscripción cronológica.
Los paralelismos formales con las típicas cruces bizantinas son palpables. A la derecha, un motivo probablemente mozárabe localizado junto al pantano del Chorro (Ardales, Málaga). Fotografías, Pedro Cantalejo.
También han sido localizadas cuatro estructuras modernas de planta rectangular en estado ruinoso que sólo conservan restos de los muros, presentando todas ellas subdivisiones interiores, así como una calera, asociada a una de estas estructuras, y dos eras grandes, localizadas al suroeste del enclave, muy próximas entre sí y emplazadas en terraza. Todas estas estructuras, a las que pueden sumarse algunos restos de balate muy perdidos, obedecen a una ocupación moderna vinculada con actividades agropecuarias, a las que estarían asociados la mayoría de fragmentos de cerámica. Éstos han sido localizados en nueve puntos, dos de ellos asociados a estructuras arquitectónicas, cinco relacionados con los abrigos rocosos, uno vinculado de forma extensa con el alto del cerro, y otro descontextualizado. Todo este material parece corresponder a épocas modernas, presentando muchos de ellos superficies vidriadas en tonos pardos, verdes y blancuzcos. Son destacables los hallazgos de un borde y un fondo de grandes vasijas, próximos al alto del cerro, así como el
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A modo testimonial incluimos aquí el hallazgo de una crucecita de Caravaca incompleta, fundida en estaño, con un orificio superior para ser utilizado como colgante, un objeto personal que nos pone directamente en contacto con los individuos que frecuentaron este lugar y que son, y no las piedras, los utensilios o las manifestaciones ideográficas, el verdadero objetivo de nuestra disciplina. Hasta hace bien poco, los recursos económicos del territorio eran, en esencia, los mismos que se introdujeron durante el Neolítico: la agricultura y la ganadería. Aún hoy, en el mismo enclave y en sus zonas de influencia más próximas, se practican actividades ganaderas como la
Caballos pastando en la ladera norte. Al fondo el valle del Guadalmedina y más allá la sierra de El Torcal. Fotografía, Javier Pérez.
cría de caballos o el pastoreo de cabras. El sonido lejano y monótono de los cencerros se sigue manteniendo como una constante en este lugar.
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OCUPACIONES HISTÓRICAS
borde de una orza con decoración incisa, en este caso en un lugar aislado.
La zona es utilizada actualmente para el pastoreo, en régimen semiestabulado, de rebaños de cabra doméstica, que suben al cerro en busca de los brotes que crecen en el suelo del bosque. Fotografía, Javier Pérez.
Pero de un tiempo a esta parte y de un modo exponencial, el paisaje del entorno se ha transformado radicalmente. Formas de ocupación humana mucho más agresivas han venido a imponerse a las precedentes volviendo irreconocible su fisonomía. Es el precio que pagamos por el llamado “progreso”.
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la puesta en valor
La puesta en valor
El estudio preliminar al que se deben todos estos datos, así como la edición de esta guía se incluyen en un proyecto de revalorización mucho más amplio. En dicho plan se contemplan tres grandes áreas de actuación: Un proyecto de documentación y mejora del conocimiento, que se encarga de estudiar y documentar con absoluta exhaustividad el conjunto artístico del Enclave. Un proyecto de conservación, que se encarga de estimar los riesgos de degradación y poner freno a ésta. Un proyecto de musealización, que busca la organización de los sistemas que favorezcan la comprensión pública del Enclave Arqueológico. El proyecto de revalorización de Peñas de Cabrera debe someterse absolutamente a las condiciones paisajísticas
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LA PUESTA EN VALOR
y naturales del entorno, que precisamente le otorgan un carácter tan sobresaliente. En ese sentido, se ha esbozado un programa de trabajo progresivo, evitando acciones muy complejas a corto plazo y potenciando las iniciativas que con sencillez permitieran alcanzar el programa temporal previsto, tales como la eliminación de elementos distorsionadores o el tratamiento de la vegetación. Sólo después, y a la vista de los resultados obtenidos puede estudiarse la puesta en marcha de acciones más complejas desde el punto de vista expositivo e infraestructural. El proyecto de musealización pretende diseñar y organizar los diversos elementos y estrategias que faciliten el disfrute y la comprensión de los visitantes hacia los elementos arqueológicos que se pretenden exhibir. Esperamos que, además de contribuir a la salvaguarda y a la socialización de un espacio tan emblemático de nuestra herencia patrimonial, estas actuaciones sirvan como complemento a la revitalización económica de la zona, y como modelo de explotación racional de los recursos y respetuosa con el medio natural.
Panorámica desde el interior de uno de los abrigos. Fotografía, Javier Pérez.
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una visita a PeĂąas de Cabrera
Una visita a Peñas de Cabrera
Localidad de Casabermeja, a cuyo término municipal pertenece el Enclave. En primer término, su famoso cementerio. Arriba a la izquierda, el monte Zambra, coronado por una torre vigía. Fotografía, Javier Pérez.
Las visitas guiadas al Enclave Arqueológico Peñas de Cabrera forman parte de las numerosas iniciativas que desarrolla la línea de difusión que promueve el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera y se incluyen en el programa titulado “Viaje a la Prehistoria”. La participación en estas actividades requiere cita previa, que puede concertarse, bien haciéndolo directamente en el Centro de Recepción del Conjunto, bien telefónicamente llamando a los números 952 71 22 08 ó 670 945 453. Este “Viaje a la prehistoria” nos ocupará toda la mañana, desde las 9:00 h hasta aproximadamente las 15:00 h, porque son varias las actividades que se nos proponen. He aquí un resumen de las mismas, en el que se especifican los tiempos estimados para su realización:
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Llegados al Enclave Arqueológico Peñas de Cabrera, el recorrido partirá del cortijo de Cabrera, situado al pie del cerro en el que se localizan los abrigos con arte rupestre. Desde este cortijo podemos ver ya un poderoso frente de piedra en el que se distinguen varias oquedades naturales de notables proporciones. Nos dirigiremos hacia allí, acompañados por los guías, ascendiendo por una suave pendiente. Fijémonos en el paisaje al que nos enfrentamos, un bosque autóctono de encinas y alcornoques prácticamente virgen. Comparémoslo con las zonas que están en su entorno. Durante la primavera y el invierno, el enclave ofrece su aspecto más exuberante, con sus característicos pradillos intercalados entre las rocas.
Cortijo de Cabrera. Por encima de él se encuentran los abrigos visitables del enclave. Fotografía, Javier Pérez.
Una vez situados ante el gran frente de abrigos, observaremos que nos hallamos sobre una amplia explanada delimitada artificialmente por un semicírculo de grandes piedras, es lo que llamamos “el atrio”, tal vez un espacio dedicado a posibles celebraciones o rituales prehistóricos, como se verá más adelante. Descubriremos su perímetro y valoraremos el tamaño de los bloques que lo demarcan. Desde este lugar puede accederse sin dificul-
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1.- Recepción del visitante: introducción al arte esquemático y proyección de diapositivas de Peñas de Cabrera (60 minutos). 2.- Proyección del audiovisual “Menga. Proceso de construcción” y visita guiada a los dólmenes de Menga y Viera (1hora y 30 minutos). 3.- Visita guiada al Tholos de El Romeral (30 minutos). 4.- Desplazamiento a Casabermeja (30 minutos). (93) 5.- Visita guiada al Enclave Arqueológico Peñas de Cabrera (1 hora y 30 minutos). 6.- Desplazamiento a Antequera (30 minutos).
tad a varios abrigos con motivos pintados que servirán de referentes para llevarse una idea muy aproximada del arte rupestre de este enclave. Como decimos, los abrigos asociados al atrio son los de más fácil acceso y, desde luego, los que presentan los motivos pictóricos mejor conservados. Si miramos el gran frente rocoso desde el atrio y de izquierda a derecha, son los abrigos 6, 7, 10, 11 y 12. A continuación pasaremos a reconocerlos, deteniéndonos en cada uno de ellos para que los guías nos ofrezcan una descripción pormenorizada de los mismos.
Mapa de situación del área donde se localizan los abrigos principales. Se señalan el atrio y los tres grandes abrigos cuyas lecturas interpretativas son más sugerentes.
Abrigo nº 6: Es un abrigo de reducidas dimensiones, elevado aproximadamente un metro sobre el nivel del atrio. Las pinturas que contiene pueden ser observadas sin necesidad de encaramarse al suelo del abrigo. En su interior se aprecian con cierta nitidez varias figuras en rojo. Los óxidos naturales de la roca dificultan en gran medida su contemplación, aunque pueden distinguirse: una figura humana en forma de “T”, en el centro del abrigo, una forma parecida a una “E” girada hacia abajo, en la parte superior, y otras dos figuras a la derecha, un antropomorfo en doble “Y”, muy perdido, y un motivo bitriangular. El panel se completa con algunos trazos en forma de barra.
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UNA VISITA A LAS PEÑAS DE CABRERA
Abrigo nº 7: Más que un abrigo propiamente dicho, se trata de una ancha grieta horizontal a metro y medio de altura respecto al nivel del atrio. Conserva un único motivo que consiste en una serie de tres barras paralelas y verticales junto a un punto. Posiblemente se trate de la impronta de cuatro dedos impregnados de pintura. Queda a la derecha de la grieta y aproximadamente a la altura de los ojos.
Abrigo nº 10:
Ésta sí es una oquedad de buen tamaño. Elevada también sobre el nivel del atrio, tiene una forma oblonga muy característica que la hace visible desde gran distancia. Se desaconseja decididamente el acceso a este abrigo, ya que sus suelos pendientes y extremadamente pulidos son resbaladizos y peligrosos. Tampoco es necesario hacerlo, ya que desde fuera pueden observarse perfectamente los motivos artísticos conservados. A la izquierda, salta a la vista una gran figura pintada en rojo oscuro. Este tipo de figuras se denomina “pectiniforme”, por tener forma de peine, y puede ser interpretada como la forma más abreviada de representar a un cuadrúpedo, si bien podría haber tenido significados más amplios, como el de un rebaño, e incluso como expresión simbólica de la actividad ganadera en general.
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Abrigo nº 10 y su repertorio iconográfico.
Frente a nosotros, sobre la superficie plana de un rehundimiento de la pared, podemos contemplar una composición en la que una figura humana muy alargada pintada en un rojo vivo, con los brazos en cruz y con las piernas abiertas en ángulo, se asocia a unos trazos cortos y horizontales situados a la derecha. En ocasiones, este tipo de trazos ha sido interpretado como representaciones del sonido, y en este caso podrían hacer referencia a la voz humana. Más difíciles de apreciar son las dos figuras crucifromes pintadas también en rojo que flanquean esta composición, una abajo a la derecha y la otra abajo a la izquierda, y que podrían formar parte de la escena anterior a modo de “oyentes”. Finalmente, en el techo del abrigo y a nuestra derecha pueden verse otras dos figuras humanas, prácticamente en la misma vertical. Una de ellas, en un tono castaño, es de tipología ancoriforme, es decir, en forma de ancla, y una de sus piernas forma un ángulo, tal vez queriendo expresar la articulación de la rodilla. La otra es un antropomorfo de color violáceo, con los brazos y piernas indicados y con un pene muy señalado. La presencia del órgano sexual masculino es la única pista que nos define la condición genérica de algunos de los individuos representados.
Abrigo nº 11 y su repertorio iconográfico.
Abrigo nº 11:
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Inmediatamente nos daremos cuenta que en una hornacina natural de la pared, al fondo del abrigo, hay numerosos esquemas representando figuras humanas. Es la composición más interesante de todo el conjunto rupestre, pero para apreciarla en su plenitud, al menos en la que ha consentido la acción del tiempo y la del ser humano, merece la pena esperar a que los ojos se acostumbren a la penumbra. Mientras tanto, podemos entretenernos con otros motivos de interés. A nuestra derecha, el borde de una visera natural en forma de arco, quedó señalado mediante una serie de pequeños trazos alineados. Como protegiéndose bajo este relieve, un trazo grueso en forma de barra vertical, que suele interpretarse como la expresión mínima a que queda resumida la figura humana, o desde una perspectiva más conceptual, simplemente el signo representativo de la unidad, como ha sido siempre. A la izquierda de la composición de los antropomorfos, observamos una perforación que atraviesa un pliegue rocoso, cuyo biselado prueba que es obra del ser humano. A su izquierda un nutrido grupo de puntos, muy desvaídos. Pues bien, si miramos a través de este hueco, o
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UNA VISITA A LAS PEÑAS DE CABRERA
Sin duda, se trata del abrigo que contiene la iconografía más compleja y espectacular de todo el enclave, aunque también presenta serias dificultades para su correcta observación. En primer lugar, al exterior no es más que una larga grieta, a la que se entra prácticamente arrastrándose. Tampoco el interior es un espacio amplio y cómodo. Por ello, y para que la contemplación del arte pueda realizarse en condiciones óptimas y sin peligro para las pinturas y grabados, los guías nos invitarán a ir accediendo al abrigo de dos en dos. Debe tenerse en cuenta que en el suelo existen grabados. Son varias “cazoletas” o pequeñas concavidades redondeadas, grabadas sobre superficies muy pulidas. Los guías nos advertirán de ello. Una vez identificadas evitaremos el contacto con ellas. Su significación es difícil de precisar, siendo un elemento relativamente común entre las decoraciones de los monumentos megalíticos, a la vez que muy inusual en los abrigos rocosos al aire libre.
mucho mejor, si lo iluminamos con una linterna, nos daremos cuenta que sus bordes enmarcan una pequeña composición pintada en la pared de atrás formada por un motivo “ramiforme”, es decir, en forma de rama, dispuesto en posición horizontal, junto a una barra vertical situada a su derecha. La relación visual entre la perforación y estas pinturas no debió ser casual, sino que parece tener una clara intencionalidad. Es el momento de valorar la composición central de este abrigo. No lo describiremos en todos sus pormenores, sino que nos limitaremos a hacer un análisis general. Una de las figuras mejor conservadas, hacia el centro de la composición, es un antropomorfo muy típico del arte esquemático, con las piernas y los brazos curvados hacia abajo. También observamos que el pene queda indicado de forma muy explícita, lo que nos indica que se trata de una figura humana masculina. A su izquierda, una figura bastante deteriorada que aparenta ser otro antropomorfo de cuerpo muy largo y con los brazos cortos y ligeramente curvados. En torno a estas dos figuras, se disponen hasta once antropomorfos de diversas tipologías que parecen formar un corro. La sensación de perspectiva se consigue mediante la reducción del tamaño de las figuras superiores. Parecen diferenciarse dos parejas heterosexuales, una a la derecha y otra a la izquierda del grupo. Una última figura aislada, arriba a la izquierda, de un tono algo más claro que el resto, presenta un esquema ancoriforme, con el cuerpo corto y la cabeza representada mediante un grueso punto. Su separación del grupo y su condición de ser la única figura de la composición en la que la cabeza fuera representada, debe inducirnos a pensar que se trata de una distinción intencionada. La interpretación de esta verdadera escena, partiría de una base muy elemental. Se trata, evidentemente, de una reunión, probablemente de hombres y mujeres. Más complejo, sin embargo, resulta plantear con certeza la índole de esta convocatoria. Pudo haberse querido representar, en efecto, un baile, una “ruea” como la que todavía se baila en los Montes de Málaga, en la que los participantes hacen un corro y las parejas se van citando para salir cogidos de la mano a zapatear en su interior. O tal vez estu-
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UNA VISITA A LAS PEÑAS DE CABRERA
viera relacionada con un enlace matrimonial, una especie de danza nupcial, o con cualquier otro tipo de ceremonia o celebración relacionada acaso con algún evento astronómico, quizá el solsticio de verano. Probablemente nunca lo sabremos con seguridad. No obstante, la circunstancia de que esta escena esté representada en uno de los abrigos que cierran el atrio ha contribuido a plantear la hipótesis de que fuera en este mismo espacio donde se llevara a cabo dicha celebración. Pero este abrigo nos reserva aún una sorpresa más. Si introducimos la cabeza en un hueco que se abre a la derecha y la giramos también hacia la derecha podremos ver un antropomorfo “tipo golondrina” en bastante buen estado de conservación. No sabemos por qué se coloca esta figura en un lugar escondido. Lo que sí parece es que tampoco fue una decisión al azar, sino que tuvo su razón de ser.
Abrigo nº 12:
Localizado a la derecha del frente rocoso que cierra el atrio, es éste un gran abrigo, muy abierto, por lo que sorprende el buen estado de conservación que presentan algunos de sus motivos. La razón es que fueron reavivados en un momento avanzado de la Prehistoria reciente
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Abrigo nº 12 y su repertorio iconográfico.
mediante repintes. Es el caso de la gran figura ramiforme que preside la composición principal y de un motivo antropomorfo, situado a su derecha, de tipología cruciforme, que parece portar un objeto en una de sus manos. Acompañan a estas figuras otro ramiforme muy perdido y hasta tres barras. Desconocemos que se haya aventurado explicación alguna para este panel, si bien la herramienta que porta la figura humana podría representar un hacha o una herramienta de labor. Esta es una de las composiciones más emblemáticas, a la vez que enigmática, de Peñas de Cabrera. A la derecha de estas figuras, en un tono malva muy decolorado, se aprecia un pequeño cruciforme junto a otro par de vestigios. Y, por fin, mucho más abajo, en una zona desprotegida y a la altura de un gran bloque de desprendimiento, encontramos la última figura de este repertorio. Es difícil de apreciar, ya que tiene un color violáceo y su tono está tan oscurecido que se confunde con la textura de la roca soporte, aunque con la experiencia adquirida hasta ahora y con un poco de voluntad será posible distinguirla. El esquema parte de una línea circular que representaría los brazos dispuestos en redondo sobre la cabeza. Ésta, que parece ataviada con algún tipo de tocado, se sitúa hacia el centro del círculo, y de ella parte hacia abajo una línea representando el tronco que se abre ligeramente en la parte inferior insinuando el inicio de las piernas. Esta figura antropomorfa es la única de todo el conjunto que presenta los brazos en círculo, una característica a la que cabría dotar, sin excesivo esfuerzo, de posibles connotaciones solares. Además, sólo ella entre el resto de motivos está enfrentada nítidamente al punto del horizonte por donde sale el Sol en el solsticio de verano, hecho que se produce tras la vertiente sur del Alto del Vilo, donde, dicho sea de paso, también se localizan pinturas rupestres. Un último elemento de interés es la perforación practicada en un pliegue rocoso localizado más arriba y en la vertical del motivo anterior, pero es extremadamente peligroso encaramarse hasta ella, así que los guías nos la mostrarán desde abajo. Mirando a través de este hueco, que está orientado en sentido suroeste-noreste, se enmarca
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Las relaciones que se observan en este abrigo con dicho evento y el hecho de que no hayan sido descritos en el enclave indicios que nos remitan a otros momentos señalados del año, sugerirían, tal vez, la interpretación de la escena, también circular, del abrigo nº 11, como una posible representación de esta celebración del sol, cuyo escenario, como se ha dicho, podría haber sido el mismo recinto que queda enmarcado frente a estos abrigos, es decir, el atrio.
Vista hacia el Este desde el abrigo nº 12. A la derecha, la perforación. En el centro, la grieta que cierra el abrigo nº 11. A la izquierda, la sierra de Alfarnatejo, con los altos de Doña Ana y El Fraile, en primer término, y al fondo, El Vilo. Fotografía, Javier Pérez.
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en el horizonte el alto del Vilo, por lo que puede observarse también, centrado en su perímetro, el orto solar del solsticio de verano.
Desde la parte superior del frente rocoso se contemplan amplias vistas del valle y las sierras. En frente, las sierras de Los Camarolos y Jobo. A la derecha, los altos de Doña Ana y El Fraile. Fotografía, Javier Pérez.
Una vez hecho este recorrido por el arte rupestre de Peñas de Cabrera, aún podemos exprimir nuestra visita un poco más. Siguiendo a los guías, retrocedemos hasta el primero de los abrigos que hemos visitado y comprobaremos que puede accederse de un modo sencillo a la parte superior del frente rocoso cuyas oquedades acabamos de inspeccionar. Desde allí se disfruta de amplias vistas al valle del Guadalmedina. Frente por frente, hacia el Norte, las imponentes sierras del Co, Camarolos y Jobo. Hacia el noreste, los macizos calcáreos de Alfarnatejo y Periana, por donde, como decimos, sale el Sol en el solsticio de verano. Hacia el noroeste, la sierra del Torcal, por donde se pone el Sol durante este mismo solsticio. Imaginemos por un momento que no existieran las urbanizaciones, ni los polígonos, ni las carreteras. El bosque y la maleza cubrirían por completo las faldas de las montañas hasta las estribaciones de un amplio valle surcado por las aguas de un río aún caudaloso y vivaz. Los seres humanos prehistóricos que disfrutaron este paisaje no tenían todavía la capacidad transformadora suficiente como para que su presencia supusiera un elemento de distorsión. Sin embargo, ya empezaban a controlar la naturaleza, sus ciclos, sus espacios y sus recursos, de un modo integral. Y es en este conocimiento donde debemos buscar la esencia de las figuras que acabamos de reconocer, ya que forman parte de un primiti-
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A pesar de que el enclave cuenta con otros muchos abrigos con manifestaciones artísticas, no es recomendable, ni merece la pena para un público no especializado, lanzarse en su busca, por lo que quedan excluidos de la visita guiada. En ningún caso tienen la espectacularidad de las que aquí se han descrito, ni están en un estado de conservación comparable, además de localizarse muchas de ellas en abrigos ubicados en lugares insospechados, e incluso peligrosos. Debe tenerse en cuenta que el conjunto rupestre es de una gran extensión, toda ella con un paisaje muy similar, con lo que se desaconseja internarse más allá de los abrigos principales, ya que podemos llegar a correr el riesgo incluso de perdernos.
UNA VISITA A LAS PEÑAS DE CABRERA
vo modo de fijar y comunicar ideas que eran, sin duda, trascendentes para aquellas comunidades, tan arraigado que perduró durante siglos, transmitiéndose de generación en generación.
Sin embargo, aún es posible echar un último vistazo a algunas evidencias relacionadas con las ocupaciones históricas del lugar. Encaramados como estamos sobre el gran frente rocoso, ya habremos percibido que en la zona se produjeron tareas de cantería. Las huellas dejadas por las extracciones de bloques se dejan ver por todas partes. Entre los abrigos 11 y 12 ha quedado una formación escalonada muy clara. También son muy evidentes en la zona superior del abrigo nº 12, donde podemos apreciar con nitidez las marcas oblicuas dejadas en las caras verticales por las herramientas de los picapedreros, así como un extraño signo grabado sobre una superficie horizontal. Las técnicas empleadas para la extracción de estos bloques de arenisca son bastante rudimentarias, y los indicios con los que se cuenta parecen apuntar hacia una explotación de época medieval o romana.
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Frente de cantera escalonado entre los abrigos 11 y 12. Fotografía, Javier Pérez.
Desde donde estamos, mirando hacia abajo, más allá del borde exterior del atrio, se divisa otro gran frente de cantera. Acompañados por los guías, nos dirigiremos hacia allí por donde subimos, pero antes de abandonar el atrio, más o menos enfrente del abrigo nº 6 y en el suelo, Peñas de Cabrera nos depara una última curiosidad, una cruz latina labrada profundamente en la roca. Es la primera de las cinco cruces del mismo tipo que se han documentado en el enclave. Están dispuestas a modo de via crucis, una tras Cruz labrada en la piedra junto a los abrigos principales. Fotografía, Javier Pérez.
Noche de luna y estrellas en Peñas de Cabrera. Fotografía, Javier Pérez.
otra, hasta llegar a una última, la más alta, ya en el cerro, cuya tipología difiere de las anteriores, ya que es una cruz bizantina con peana, siendo su tamaño también superior. Su tipología está muy emparentada con las típicas cruces grabadas de época mozárabe. En este punto, se da por terminada la visita guiada al Enclave Arqueológico. Pocas horas después de que abandonemos el lugar, como siempre fue, caerá la noche, y a la mañana siguiente amanecerá otro día, como siempre fue, y entonces, tenuemente, la luz del sol iluminará de nuevo las figuras pintadas en los lienzos rojizos y, una vez más, tal que espectros ancestrales surgidos de lo más profundo del subconsciente, los hombres y mujeres que ocuparon el Campo de Cámara en aquella época remota de la Prehistoria, atravesando los milenios, volverán a manifestarse; como lo hicieron en el pasado; como deben seguir haciéndolo en el futuro. Peñas de Cabrera, un espacio suspendido en el tiempo. Que continúe siendo así.
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glosario
Ancoriformes
Antropomorfos en forma de ancla característicos del arte esquemático, en los que un trazo vertical representaría la cabeza y el tronco y un trazo curvado hacia abajo y dispuesto en forma transversal representaría las extremidades superiores.
Antropomorfos
Representaciones de la figura humana.
Arte esquemático
Conjunto de manifestaciones gráficas caracterizadas por presentar formas abreviadas hasta los mínimos esenciales y cuyo discurso se centra en la figura humana. Se adapta a todo tipo de soportes, como las oquedades rocosas al aire libre, las cuevas oscuras o la arquitectura funeraria y ritual, además de a las decoraciones de diferentes objetos líticos, óseos y cerámicos, empleándose técnicas de ejecución tanto pintadas como grabadas. Se origina a partir de la consolidación de las primeras sociedades productoras del Neolítico y alcanza su momento de mayor desarrollo durante la Edad del Cobre.
Arte levantino
Conjunto de expresiones gráficas caracterizado por las representaciones humanas y animales realizadas de un modo naturalista. Se circunscribe en un sentido amplio al levante español, siendo sus soportes siempre abrigos rocosos al aire libre y su técnica de ejecución la pintura. Su cronología pudo arrancar en el Epipaleolítico, perdurando hasta comienzos de la Edad del Cobre.
Arte macroesquemático
Conjunto de pintura rupestre esquematizada y de gran formato en el que aparecen representados fundamentalmente figuras humanas, líneas serpenteantes, puntos y barras. Está muy focalizado en la provincia de Alicante y su cronología neolítica se fundamenta a partir de los paralelos que encontramos en las decoraciones de la cerámica cardial.
Arte megalítico
Expresiones gráficas cuyo soporte son los monumentos megalíticos, extraídas directamente del conjunto expresivo del arte esquemático.
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GLOSARIO
Arte paleolítico
Conjunto de manifestaciones gráficas que se caracterizan por la presencia de formas animales, representadas en ocasiones con gran realismo, en torno a las que gira el discurso expresivo. Son también muy abundantes los signos y muy escasas las representaciones de la figura humana. Su soporte más distintivo son los espacios subterráneos, aunque también se conocen numerosas estaciones al aire libre. Sus técnicas de ejecución son muy variadas, ofreciendo pintura y grabado, además de esculturas en bulto redondo y formas en relieve. Se atribuye a grupos de cazadores-pescadores-recolectores del Paleolítico superior.
Bitriangulares
Signos compuestos por dos triángulos opuestos y unidos por el vértice que constituyen una tipología característica del arte esquemático.
Cazoletas
Pequeñas oquedades artificiales de factura hemiesférica. Son relativamente frecuentes en los monumentos megalíticos formando parte de su decoración. Las cazoletas localizadas en los suelos de dos de los abrigos rupestres de Peñas de Cabrera, constituyen un caso extremadamente singular.
Cobijas
Losas que cubren los dólmenes.
Conjuntos Arqueológicos
Son Instituciones del Patrimonio Histórico que como Espacios Culturales, ejercen la tutela y valorización de aquellos bienes que por su relevancia patrimonial cuentan con un órgano de gestión y custodia del legado que tengan encomendado. Especialmente formularán y ejecutarán un Plan Director que desarrollará programas en materia de investigación, protección, conservación, difusión y gestión con el objetivo de alcanzar la tutela patrimonial efectiva.
Cruciformes
Antropomorfos representados con los brazos en cruz característicos del arte esquemático. Están
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formados por una barra vertical que representa la cabeza y el tronco, y por otra barra trasversal horizontal para indicar los brazos. Enclaves Arqueológicos
Son espacios abiertos al público que por sus condiciones y características no requieran de un órgano de gestión propio, que asumen funciones generales de administración y custodia de los bienes que tengan encomendados, y especialmente formularán y ejecutarán un Plan Director que desarrollará programas en materia de investigación, protección, conservación, difusión y gestión con el objetivo de alcanzar la tutela patrimonial efectiva.
Escaleriformes
Signos con forma de escalera.
Espacios Culturales
Son las Instituciones del Patrimonio Histórico que ejercen la tutela sobre el área comprendida por aquellos inmuebles inscritos en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, o agrupaciones de los mismos, que por su relevancia o significado en el territorio donde se emplazan se acuerde su puesta en valor y difusión al público. Se clasifican en Conjuntos y en Parques Culturales.
Estelas
Signos con forma de lápida sin una morfología muy definida. Constituyen una tipología del arte esquemático.
Esteliformes
Signos en forma de estrella constituidos por un punto del que parten líneas rectas en forma radial.
Falsa cúpula
Técnica constructiva empleada en algunos dólmenes que consiste en ir aproximando hiladas superpuestas de mampostería hasta cerrar el espacio mediante una gran losa de cubierta denominada clave.
Halteriformes
Signos en forma de halteras o pesas característicos del arte esquemático.
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GLOSARIO
Ideomorfos
Signos simples o compuestos que representan un concepto.
Megalitismo
Tradición constructiva que implica el empleo de grandes lajas de piedra, mediante los que se erigen tumbas (dólmenes), piedras verticales clavadas en el suelo (menhires), recintos (cromlechs) y alineamientos. Se asocian a las primeras comunidades productoras hacia un Neolítico final – Calcolítico.
Oculados
Formas típicas del arte esquemático cuya característica principal es la representación de dos grandes ojos, radiados o no, acompañados, bien de las cejas, bien de lo que denominamos el “tatuaje facial”, es decir, series de líneas curvas bajo los ojos. Destaca el que pueda aplicarse tanto a los idolos placas como a los antropomorfos, las falanges, los huesos largos y los cilindros de piedra, además de presentarse sobre soportes más neutros, como la cerámica, las paredes rocosas de los abrigos o los ortostatos de los monumentos megalíticos.
Ortostatos
Lajas verticales que conforman las paredes de los corredores y cámaras de los dólmenes.
Parques Culturales
Son Instituciones del Patrimonio Histórico que como Espacios Culturales, ejercen la tutela y valorización sobre aquellos bienes que abarcan la totalidad de una o más Zonas Patrimoniales y que por su importancia cultural requieran la constitución de un órgano de gestión en el que participen las Administraciones y sectores implicados.
Pectiniformes
Signos característicos del arte esquemático, semejantes a peines, y que consisten en una línea de la que parten perpendicularmente tres o más líneas.
Petroglifoides
Formas geométricas relacionadas formalmente con la tipología de los grabados esquemáticos (circunferencias, herraduras y espirales).
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Piedra cabecera
Laja vertical que cierra el fondo de las cámaras de los dólmenes.
Placas
Formas de tendencia rectangular, casi siempre tratadas internamente con motivos decorativos y con perforaciones en el extremo superior para ser utilizadas como colgantes. Se asocian al mundo funerario colectivo calcolítico y, por analogía, constituyen una tipología para algunas formas presentes en el arte esquemático.
Puertas perforadas
Lajas verticales dispuestas transversalmente al eje del corredor de algunos dólmenes y que presentan una perforación interior para permitir el paso.
Ramiformes o arboriformes
Signos en forma de rama o árbol característicos del arte esquemático.
Red de Espacios Culturales de Andalucía (RECA)
Se configura como un sistema integrado y unitario formado por aquellos Espacios Culturales ubicados en el territorio de la Comunidad que sean incluidos en la misma, así como aquellos Enclaves abiertos al público que se determinen.
Serpentiformes o meandriformes
Signos en forma de serpientes o meandros que aparecen en todas las fases del arte prehistórico.
Soliformes
Signos en forma de sol, constituidos por un círculo o una circunferencia de cuyo perímetro parten líneas rectas en forma radial.
Tectiformes
Signos con formas cuadrangulares que aparecen en todas las fases del arte prehistórico.
Zoomorfos
Representaciones de animales.
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referencias bibliogrรกficas
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