Las grandes piedras de la Prehistoria, paisajes y sitios megalíticos de Andalucía

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Las grandes piedras de la prehistoria, sitios y paisajes megalĂ­ticos de AndalucĂ­a


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Las grandes piedras de la prehistoria, sitios y paisajes megalĂ­ticos de AndalucĂ­a


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© de la edición: Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera © de las fotografias y de los textos: Sus autores Creación, diseño y realización: Antonio Aranda - Diseño Reservados todos los derechos Prohibida la reproducción total o parcial sin la debida autorización I.S.B.N. : 84-7782-337-7 Depósito legal: B-140980-2009 Consejeria de Cultura de la Junta de Andalucía


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ÍNDICE

Prólogo Introducción

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Almería Cádiz Córdoba Granada Huelva Jaén Málaga Sevilla

15 38 67 87 102 132 148 175


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L

a tutela del patrimonio arqueológico de Andalucía constituye uno de los objetivos prioritarios en la acción de la Consejería de Cultura. Por la amplitud geográfica, profundidad temporal y riqueza temática de nuestro legado patrimonial este cometido representa un gran reto institucional. Los sitios arqueológicos dispersos por la geografía andaluza atesoran la historia de quienes nos precedieron. La Consejería de Cultura tiene asumida la responsabilidad de velar por la integridad de estos ámbitos garantizando su conservación y estudio científico y, al mismo tiempo, dando a conocer entre la ciudadanía los avances que en esta tarea vamos logrando. Este libro que presentamos pone al alcance del gran público la extraordinaria dimensión de buena parte del patrimonio arqueológico andaluz, sintetizando en sus páginas los resultados obtenidos en las tareas de investigación, protección y conservación que venimos llevando a cabo en estos yacimientos. Los enclaves megalíticos y su milenaria presencia en nuestros paisajes nos hablan de la inquebrantable voluntad humana de transmitir, a través de los siglos, un mensaje de permanencia… La perdurabilidad de una memoria que pugna por no desvanecerse en la profunda brecha del tiempo. Los sitios megalíticos constituyen valiosas áreas en las que se conserva la más antigua arquitectura en piedra que llegó a levantar la mano del hombre. La fuerza y solemnidad con que nos sorprenden tal vez se explique por la voluntad que sus constructores debieron poner para asegurarse de que su obra permanecería en el tiempo conformando la materialización


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de una memoria colectiva. Puesto que las investigaciones arqueológicas se suelen publicar en medios restringidos, por lo general, a estudiosos y especialistas, textos como éste dirigidos a un público amplio son de especial relevancia para facilitar el acceso al conocimiento y disfrute colectivo de las más primitivas construcciones que se conservan en nuestro suelo andaluz. El Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera ha servido a un equipo de profesores y expertos de varias universidades andaluzas para reunir en esta publicación, especialmente destinada a los no iniciados en la materia, todo lo que en la actualidad conocemos de este gran patrimonio. Las páginas de este libro recogen igualmente un exhaustivo reportaje fotográfico en el que se muestra, por primera vez, la impresionante diversidad y belleza visual de los megalitos de Andalucía y de los paisajes, naturales y culturales, de los que forman parte. Como antequerana siempre he sentido una viva curiosidad por conocer más acerca de esos imponentes bloques de piedra que fueron empleados en la construcción de los sepulcros de Menga, Viera y El Romeral. Tan espectacular despliegue de texturas sólo puede despertar el deseo de averiguar cómo estas composiciones fractales, de respiración atmosférica y meticulosa elaboración, debieron atravesar las bisagras del tiempo hasta convertirse en el imaginario más identificable de una ciudad. Potencia y envergadura, abstracción y teorías actúan al unísono para configurar un juego de reflejos cuya profundidad espacial estalla en la Peña con una admirable energía. Este inagotable telón de fondo añade un interés visual suplementario. Tal vez desde allí, para que el tiempo no se acabara nunca, se modelaron los grandes conceptos de uno de los complejos dolménicos más importantes de Europa. Este libro nos invita a conocer el creciente número de conjuntos y enclaves arqueológicos de carácter megalítico que se integran en la Red de Espacios Culturales de Andalucía y que pueden actualmente visitarse en nuestra Comunidad. Desde el poblado fortificado de Los Millares en Almería, con sus más de ochenta cámaras funerarias, hasta el majestuoso Dolmen de Soto en Huelva, pasando por el paisaje megalítico de la garganta del río Gor en Granada, los monumentales Dólmenes de Antequera o los originales enterramientos de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán en Sevilla, el territorio andaluz cuenta con una serie de lugares prehistóricos de excepcional interés, posiblemente sin parangón en nuestro país. Ahora, no nos cabe duda que quien examine este texto y se acerque por unos instantes a los paisajes milenarios de las grandes piedras de la Prehistoria sentirá el deseo de conocerlos más en profundidad.


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En un mundo tan complejo como el actual, se hacen necesarios los intercambios y los diálogos fronterizos para eliminar todas las barreras, incluidas las culturales. Y como la verdadera convivencia se basa en la relación humana, podemos reforzar el sentido de pertenencia a un espacio común promoviendo la inscripción de nuestros paisajes megalíticos en la categoría de Patrimonio Europeo, una consideración que la Junta de Andalucía va a impulsar como símbolo de la cooperación entre los estados del continente. Estos sitios arqueológicos han desempeñado un papel esencial en la construcción y consolidación de lo que hoy llamamos Europa. El patrimonio cultural forma parte de nuestra identidad europea y de nuestros valores y principios comunes. La dimensión transnacional de los bienes culturales se enriquecerá con la incorporación del deslumbrante juego de simetrías de nuestros Sitios y Paisajes Megalíticos de Andalucía. ¿Es posible borrar las huellas de la historia para poner en su lugar el vacío? Este libro transmite por escrito el lenguaje universal de la memoria. Su lectura nos acerca a una nueva comprensión global del fenómeno megalítico. Al apartar el velo que el tiempo se ha encargado de tejer, se nos descubre un mundo fascinante poblado de asombrosas arquitecturas que forman parte ya de nuestras conciencias.

Rosa Torres Ruiz Consejera de Cultura de la Junta de Andalucía


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Introducciรณn


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Introducción

E

l estudio de los sitios y paisajes megalíticos y la interpretación de lo que expresan sobre la vida humana en el Pasado es uno de los temas que mayor interés suscita tanto entre los especialistas en la investigación de la Prehistoria como en el público en general. Los monumentos megalíticos provocan una fascinación muy especial en el gran público: Carnac, en Francia, Stonehenge-Avebury en el Reino Unido, o Newgrange en Irlanda, se cuentan entre los sitios arqueológicos más visitados de Europa, tanto dentro de sus respectivos países como a nivel internacional. La experiencia universitaria suele ser igualmente inequívoca: las clases sobre el megalitismo y los paisajes monumentales del Neolítico europeo son de esas que hacen que los alumnos y alumnas se queden pegados a las sillas, sin pestañear y sin perder detalle. El término megalitismo se aplica de forma general a construcciones erigidas siguiendo una técnica arquitectónica basada en la distribución de fuerzas y pesos mediante piedras de gran tamaño (a veces de enorme tamaño) y cubriciones adinteladas elaboradas normalmente con aparejo en seco (es decir, sin cemento o argamasa). Es un tipo de arquitectura que a menudo puede aparecer descrita en los manuales como análoga la arquitectura ciclópea, por basarse precisamente en la utilización de grandes bloques de piedra que se encajan en seco. Este concepto excluye el uso del arco, que es un desarrollo arquitectónico más reciente (aunque en el megalitismo prehistórico se dan algunos e interesantes experimentos hacia la cúpula). Un hecho particularmente interesante asociado con el megalitismo es el de su extensión cronológica y geográfica. A nivel planetario, este fenóme-


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Menhir Brisé (Locmariaquer, Bretaña, Francia). Con 18,5 m de altura y 280 toneladas de peso constituye el bloque monolítico más grande utilizado en un sitio megalítico en Europa: Fotografía. Leonardo García Sanjuán

no se constata en numerosas sociedades geográfica y temporalmente alejadas: la construcción de monumentos con grandes piedras es un patrón de comportamiento cultural que aparece de forma recurrente y espontánea en sociedades que han desarrollado un cierto grado de complejidad social, con total independencia del momento y el lugar en que ese desarrollo se haya producido. Geográficamente encontramos construcciones megalíticas en importantes densidades por una amplia franja del Viejo Mundo que va desde la Europa atlántica (entre Escandinavia y la Península Ibérica) y el Norte de África, prolongándose hacia la India e Indonesia a través del Próximo Oriente. Sociedades constructoras de megalitos se documentan asimismo en distintas regiones del Norte y centro de África y Etiopía, en Madagascar y en las islas de la Melanesia, en el Pacífico. En el continente americano no han sido documentados de modo regular, pero incluso algunos de los gigantescos monumentos tumulares erigidos por poblaciones indígenas norteamericanas (por ejemplo las culturas del valle del río Misisipí, como Cahokia) han sido considerados análogos a los monumentos megalíticos del Viejo Mundo. En términos cronológicos, los más antiguos de estos monumentos parecen ser, al menos por lo que se sabe en la actualidad, los que se erigieron en Portugal o en la Bretaña francesa hace entre 6500 y

7000 años, esto es en la primera mitad del V milenio antes de nuestra era (ANE en lo sucesivo). En otras regiones del mundo la aparición de arquitectura megalítica es posterior: se han construido o utilizado megalitos en la Edad del Bronce, en la Edad del Hierro e incluso en muchos casos en periodos históricos (en Europa, en época romana y medieval) y en siglos recientes. En ciertas regiones de Melanesia o Madagascar los panteones megalíticos han estado hasta muy recientemente o lo están en la actualidad. Un segundo elemento inherente al fenómeno del megalitismo que probablemente contribuye a explicar por qué ha despertado y despierta tanto interés en la sociedad actual es la monumentalidad. La monumentalidad (el tamaño, la altura, la prominencia visual) transmite una serie de mensajes que los seres humanos captamos fácilmente: el poder de la superación, el prestigio de la hazaña técnica, la presencia dominante en el paisaje y la permanencia en el tiempo. Las grandes urbes del siglo XX han convertido a los rascacielos en el mensaje más directo de su poder económico y tecnológico, de su influencia cultural y de su cosmopolitismo. Existe, incluso, una carrera no declarada (y a la que, según parece, solo el alcance de la tecnología pondrá límites) por construir el rascacielos más alto. Muchos miles de años antes, cuando ordenaron la construc-

ción de las pirámides de Giza, los faraones egipcios del Reino Antiguo ya habían comprendido perfectamente esta elemental regla de la percepción humana. La arquitectura megalítica es la más antigua arquitectura monumental en piedra erigida por el ser humano. Las comunidades neolíticas europeas que entre 4500 y 5500 ANE se impusieron el desafío de transportar (a veces a través de distancias considerables) y levantar piedras de extraordinarios tamaños y pesos para monumentalizar sus espacios ceremoniales y funerarios, estaban, claramente, dejando un mensaje: un mensaje de poder, prestigio, presencia y permanencia. Ese mensaje, que aparecía escrito en una naturaleza que para el ser humano era entonces mucho más salvaje y amenazadora que ahora, era un mensaje de autoafirmación, la autoafirmación de una especie que, sin saberlo, se aprestaba a lanzarse a la domesticación y conquista de la naturaleza. Parece bastante probable que, incluso antes, los cazadores y recolectores que había ocupado el Viejo Mundo durante miles de años antes del Neolítico levantaran monumentos hasta cierto punto análogos con materiales perecederos, fundamentalmente grandes troncos de árboles y madera (arquitectura megaxílica), pero de ello apenas queda constancia, ya que la madera, frente a la piedra, carece de la propiedad fundamental a la que todo mensaje de monumentali-


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Círculo de menhires de Cauria (Córcega, Francia). Fotografía: Leonardo García Sanjuán

dad aspira en última instancia: la perdurabilidad. La permanencia. En realidad, las construcciones monumentales en piedra más antiguas actualmente conocidas son los recintos con pilares en forma de T de Göbekli Tepe, en el Sureste de Turquía, un sitio fechado entorno a 9000 ANE, que, según sus excavadores, es anterior a la sedentarización que puso fin a la forma de vida cazadora y recolectora. El interés que las grandes piedras de la Prehistoria despiertan no puede, sin embargo, explicarse solo por los mencionados factores de extensión geográfica y monumentalidad. El megalitismo nos fascina por que nos muestra, entreabierta, una ventana por la que mirar a nuestro Pasado, o al menos a una parte bastante remota de nuestro Pasado como sociedad. Los megalitos son miradores a través de los cuales podemos obtener una imagen, a menudo un tanto borrosa, de las vidas de seres como nosotros mismos, personas que, desde un mundo bastante distinto al nuestro se plantearon retos y preguntas semejantes a los que todos nos enfrentamos en nuestras vidas. Historias de estudios En Andalucía, el fenómeno del megalitismo se expresa de una forma sobresaliente, por la densidad y diversidad de los sitios individuales, por la riqueza de los

Retrato de Manuel de Góngora y Martínez (18221884). Fotografía: Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera

paisajes que configuran entre sí y por la importancia y riqueza de la información que nos aportan sobre las culturas prehistóricas. En este sentido, la elección de la necrópolis megalítica de Antequera (Málaga) para la construcción y puesta en funcionamiento del Centro de Interpretación de la Prehistoria de Andalucía, un evento al que la génesis de este libro se encuentra muy asociado, no es casual. Si los sitios y paisajes megalíticos conforman una de las expresiones materiales más ricas y complejas de la Prehistoria andaluza y española, cabe poca duda de que los monumentos de Antequera ocupan una posición preeminente entre ellos. Por ello, no es extraño que ya a mediados del siglo XIX, el que se suele considerar primer estudio de la Prehistoria andaluza, tratara del fenómeno del megalitismo y, más específicamente, de los monumentos de Antequera. Es el caso de la obra de Rafael Mitjana, Memoria sobre el Templo Druida Hallado en las Cercanías de la Ciudad de Antequera (1847), en la que se realizaron las primeras descripciones y dibujos del Dolmen de Menga, una de las más impresionantes cámaras megalíticas de Europa. El megalitismo como tema destacaría asimismo de forma prominente en la primera síntesis la Prehistoria andaluza, publicada por M. de Góngora y Martínez en 1868 con el título de Antigüedades Prehistóricas de Andalucía, y desde luego en los diversos estu-

dios de F. M. Tubino, como por ejemplo “Monumentos megalíticos en Andalucía, Extremadura y Portugal y los aborígenes ibéricos”, publicado en 1876. Entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX se realizaron varios estudios especialmente importantes de distintos sitios megalíticos andaluces. En Andalucía occidental, el arqueólogo alemán H. Obermaier (quien ocuparía en 1923 la primera cátedra universitaria de Prehistoria creada en España) realizó importantes estudios en los dólmenes de Matarrubilla, en Valencina de la Concepción (Sevilla) y Soto (Trigueros, Huelva), mientras que el explorador francés de origen británico George Bonsor excavó numerosos túmulos megalíticos y protohistóricos en la región de Carmona, especialmente en el sitio de El Gandul. En Andalucía Oriental, el ingeniero de minas belga Luis Siret llevó a cabo la excavación y catalogación de una buena parte de las sepulturas megalíticas de Los Millares, trabajo que desafortunadamente nunca publicaría. Aunque durante los años de la dictadura franquista (1936-1975) la investigación arqueológica del megalitismo andaluz tuvo en general muy poco desarrollo, se llevaron a cabo algunos trabajos de importancia. De la primera parte de este periodo destaca de forma muy prominente el estudio de los alemanes George y Vera Leisner, quienes entre los años 1940


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Retrato de George Bonsor (1855-1930). Fotografía: Archivo Fotográfico Bonsor

Excavaciones en El Pedrejón (El Gandul, Alcalá de Guadaira, Sevilla) por George Bonsor (c. 1902). Fotografía: Archivo Fotográfico Bonsor

y 1950 realizaron un colosal inventario de sitios megalíticos de toda Andalucía y del Sur de Portugal). Su magna obra Die Megalithgräber der Iberischen Halbinsel ha servido posteriormente como marco y base de contrastación empírica a muchas otras investigaciones. En Agosto de 1955 el profesor Francisco Collantes pudo terminar de excavar en Matarrubilla el tramo de corredor que Hugo Obermaier, sin darse cuenta, había dejado previamente sin excavar en la primera intervención que se realizó en este monumento. En 1959 se publicaron los trabajos de M. García Sánchez y C. Spahni sobre la extraordinaria concentración de sepulcros dolménicos de la región de Gorafe (Granada). En 1963 dieron a conocer las intervenciones realizadas a lo largo de la década precedente por los profesores Martín Almagro Basch y Antonio Arribas Palau en el poblado y la necrópolis de Los Millares (Almería). Este importante trabajo implicó asimismo una revisión de la documentación inédita y el material arqueológico depositado por Luís Siret en Museo Arqueológico Nacional de Madrid, así como su correlación con la clasificación de la necrópolis publicada por los Leisner en 1943. Durante los años 1970 hubo una cierta inactividad en relación con este campo de estudios. Precisamente, durante ese decenio las premisas teóricas y metodológicas de estudio del megalitismo euro-

peo fueron objeto de una profunda revisión desde la epistemología de la llamada Nueva Arqueología, a partir sobre todo del trabajo del arqueólogo británico Colin Renfrew. En el marco del megalitismo ibérico ello tuvo probablemente su reflejo más inmediato en la investigación realizada por Robert Chapman de la necrópolis de Los Millares, tratando de explorar problemas tales como el papel de la jerarquización social y la metalurgia entre las sociedades constructoras de megalitos y rompiendo en todo caso con el marco interpretativo difusionista que consideraba este rasgo cultural resultado de una colonización de pueblos procedentes del Egeo oriental. A comienzos de la década de los 1980, la investigación del fenómeno megalítico en Andalucía y el Sur de España se activó bastante, y en apenas ocho años se presentaron 7 tesis doctorales referidas a este tema, bien a nivel de provincias específicas, como Granada (por José Enrique Ferrer Palma, 1979), Málaga (por Ignacio Marqués Merelo, 1981) y Huelva (por parte de Fernando Piñón Varela, 1987), o, más genéricamente, Andalucía Occidental (Rosario Cabrero García, 1983), Andalucía Oriental (Rosario Cruz-Auñón Briones, 1985) y Extremadura (Primitiva Bueno Ramírez, 1987), así como una síntesis de las llamadas ‘cuevas artificiales’ (Encarnación Rivero Galán, 1985). Un papel

destacado ocupa en esta etapa el estudio de los primeros asentamientos en cueva de época Neolítica que llevan a cabo los profesores Manuel Pellicer Catalán y Pilar Acosta Martínez desde la Universidad de Sevilla. Muchos de los trabajos de campo llevados a cabo en los 1980 y 1990 se realizaron en el contexto de la llamada “arqueología de urgencia”, sin llegar a formalizarse en proyectos de investigación científica. Un ejemplo de este tipo de intervenciones lo tenemos en Valencina de la Concepción (Sevilla), donde distintas excavaciones realizadas durante los últimos 25 años, motivadas siempre por actuaciones urbanísticas, han permitido conocer la diversidad y amplitud de construcciones funerarias megalíticas y semimegalíticas erigidas por la comunidad que ocupó este gran asentamiento durante el III y el II milenio ANE. En los últimos 20 años la investigación del megalitismo andaluz ha experimentado un estancamiento. La investigación más destacable de este periodo es probablemente la llevada a cabo en el Dolmen de Alberite (Villamartín, Cádiz) bajo la coordinación del profesor José Ramos Muñoz, de la Universidad de Cádiz, y que quedó reflejada en un libro que destaca por su multidisciplinariedad y calidad científica. Igualmente hay que citar el estudio de la necrópolis megalítica de Pantano de Los Bermejales publicado en 1997 por los


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Martín Almagro Basch (1911-1984). Fotografía: Archivo CSIC

Antonio Arribas Palau (1926-2002). Fotografía: Archivo Universidad de Granada

Pilar Acosta Martínez (1938-2006). Archivo Universidad de Sevilla

profesores A. Arribas Palau y J. E. Ferrer Palma. Más allá de estos estudios concretos, y salvo excepciones específicas, no solo no se han realizado investigaciones generales conscientes de las renovadas agendas epistemológicas y teóricas que se han desarrollado en la Prehistoria europea, y que han permitido establecer enfoques completamente revolucionarios de este campo de investigación, sino que apenas se han hecho estudios de campo monográficos que se hayan publicado de forma competente y, sobre todo, respondiendo a las exigencias y posibilidades de la moderna metodología arqueológica. A lo largo de esta obra, los distintos capítulos aportan detalles más precisos sobre la historia de las investigaciones que, en cada provincia andaluza, ha permitido ir construyendo el conocimiento del que disponemos actualmente en torno a este campo de estudios.

550). Las restantes provincias oscilan entre los c. 200 de Huelva, los c. 100 de Sevilla y Málaga, o los c. 50 de Córdoba. La provincia de Jaén se muestra como la excepción a esta fuerte implantación, dado que en ella apenas se han identificado hasta la fecha media docena de megalitos. El número total de monumentos actualmente registrados en Andalucía se situaría por tanto en torno al millar y medio. Esta cifra es en sí una notable infra-representación del número de ellos que debió existir en la Prehistoria, primero por que el paso de los siglos ha hecho que mucho de esos viejos monumentos hayan sido desmantelados y destruidos (por ejemplo por agricultores que los usaban como canteras de conveniencia para extraer piedra), y, segundo por que no todas las regiones andaluzas han sido estudiadas con igual intensidad. Si la proporción de sitios arqueológicos (en general) conocidos/estimados en Andalucía se mantuviese constante con respecto a lo que sabemos de otros países europeos, es probable que el número original de estos sitios fuera entre 8 y 10 veces superior. Si la distribución geográfica de estos sitios no es regular a lo largo y ancho de la geografía andaluza, tampoco lo es la densidad de las principales agrupaciones o conjuntos. En algunos casos las construcciones megalíticas aparecen formando concentraciones extraordinarias,

como es el caso del conjunto de GorGorafe (Granada), donde a lo largo de un trecho de apenas 11 km de longitud del estrecho valle del río Gor, se concentraban, según las estimaciones realizadas a finales del siglo XIX, en torno a 250 monumentos (luego, desgraciadamente, muchos monumentos han desaparecido a lo largo del siglo XX). Es también el caso del asentamiento de la Edad del Cobre de Los Millares (Almería), donde en las afueras del poblado, a lo largo de unas 13 hectáreas, se distribuyen unas 80 sepulturas colectivas, en su mayor parte de tipo tholoi. En otras comarcas andaluzas, en cambio, las densidades de monumentos megalíticos parecen ser mucho más bajas. Ello ocurre especialmente a lo largo del valle del Guadalquivir, sobre todo en los tramos alto (Jaén) y medio (Córdoba) del río, donde las poblaciones neolíticas y calcolíticas utilizaron con más frecuencia otro tipo de arquitecturas funerarias como es el caso de las cuevas artificiales (o hipogeos) y donde apenas se han registrado megalitos. Es posible que haya razones puramente prácticas para explicar estas diferencias, como por ejemplo que hubiera disponibilidad de rocas adecuadas en las cercanías (las campiñas del Guadalquivir ofrecen menos posibilidades en este aspecto). Pero seguramente también hubo otras razones de orden más ideológico y social (grado

Números, cronologías, diversidades Aunque es difícil obtener una cifra exacta y fiable de la cantidad de monumentos megalíticos actualmente conocidos en la región andaluza (que abarca un total de c. 87.000 Km2) una estimación cuantitativa relativamente informada sugiere que las concentraciones más elevadas se encuentran en las provincias más orientales, es decir, en Almería (c. 600) y Granada (c.


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Distribución de los principales sitios y conjuntos megalíticos conocidos en Andalucía. Mapa: Leonardo García Sanjuán

Dolmen de Soto (Trigueros, Huelva). Aspecto general del espacio interior en forma de galería.

de competición simbólica entre unidades parentales, clanes, etc.) que todavía no se han explicado satisfactoriamente. En lo que se refiere a su cronología, un problema bastante importante es la limitada disponibilidad de dataciones radiocarbónicas. El monumento megalítico andaluz más antiguo actualmente fechado por C-14 es el Dolmen de Alberite (Villamartín, Cádiz). Aunque la fecha precisa de construcción de este monumento no es conocida, es probable que tuviera lugar en los primeros siglos del IV milenio ANE (es decir, entre 4000-3800). En realidad, las fechas radiocarbónicas ya conocidas de otras regiones españolas, portuguesas y europeas nos permiten conocer que, en Europa, el fenómeno del megalitismo comenzó a gestarse en la primera mitad del V milenio ANE (c. 5000-4500), es decir en el Neolítico Reciente, y es incluso posible que un poco antes (en los últimos siglos del VI milenio ANE). Otros monumentos megalíticos andaluces fechados en torno a estos siglos son los de El Palomar (Los Molares, Sevilla), y Menga y Viera (Antequera, Málaga). Muchas otras fechas radiocarbónicas demuestran que el fenómeno megalítico adquirió una gran pujanza durante la Edad del Cobre (c. 3200-2200/2100 ANE). Desde Huelva hasta Almería, a comienzos del III milenio ANE se inició una fase

de intensa construcción de estos monumentos, en lo que de hecho constituye el desarrollo de una verdadera ‘segunda tradición megalítica’, que incorpora los tholoi, cámaras diseñadas de acuerdo a un concepto arquitectónico novedoso, cual es el de la falsa cúpula, que implica un diseño más esférico que adintelado del espacio. Ello es bastante coherente con la gran expansión demográfica y económica que se produjo a partir de c. 3000-2800 ANE en numerosas regiones del Sur de la Península Ibérica. Después de unos 600 años de apogeo, el fenómeno megalítico comenzó a experimentar cierto declive. A partir de comienzos de la Edad del Bronce (c. 2200-2100-840 ANE) la construcción de cámaras megalíticas declinó bastante o incluso en algunas regiones se detuvo por completo. En el Centro y Sur de Portugal, algunas de las comunidades que habían experimentado una fuerte expansión entre 2800 y 2200 ANE, construyendo en el proceso gran cantidad de cámaras de tipo tholoi, entraron en una crisis cuyas causas exactas todavía poco conocidas. En Andalucía no parece haberse dado una crisis análoga, pero muchas comunidades evolucionaron hacia patrones sociales y culturales en los que la erección de los monumentos de grandes piedras tenía menos importancia. Aparecieron así prácticas sociales e ideologías reli-

giosas que, frente al colectivismo de las cámaras megalíticas, ponían más énfasis en la individualidad del enterramiento o en su proximidad espacial a los espacios de los vivos (en los poblados argáricos de Andalucía oriental, los muertos se enterraban bajo las casa de los vivos). Los monumentos megalíticos, sin embargo, no quedaron olvidados. En realidad, muchos de ellos siguieron siendo utilizados de forma activa: así, por ejemplo, hay casos de enterramientos individuales de la Edad del Bronce sobre los túmulos o en el interior de los antiguos mausoleos megalíticos. Además, aunque por el momento no se ha podido demostrar de una forma convincente mediante análisis de radiocarbono, también es probable que se construyeran ocasionalmente monumentos megalíticos nuevos (o al menos, cámaras funerarias de fisonomía, diseño y concepto parecidos a los monumentos megalíticos). En definitiva, aunque las comunidades de la Edad del Bronce tenían una ideología propia en relación con la muerte, no se desvincularon por completo de su Pasado: antes al contrario, en muchos casos siguieron venerando los templos de las grandes piedras de sus antepasados. Ello continuaría de forma parecida durante la Edad del Hierro (c. 850-200 ANE), después de que se produjera la llegada de comerciantes y colonos fenicios, grie-


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Círculo de piedras de La Pasada del Abad (Rosal de la Frontera, Huelva).nardo García Sanjuán

La Pastora (Valencina de la Concepción, Sevilla). Detalle de la falsa cúpula de la cámara.

Necrópolis de la Edad del Bronce de La Traviesa (Almadén de la Plata, Sevilla). Aspecto general de la cista nº 5, con dimensiones y técnica constructiva de tradición megalítica. Fotografía. Leonardo García Sanjuánnardo García Sanjuán

gos y cartagineses a la Península Ibérica, e incluso después de la conquista romana de Iberia. Aunque eran cada vez más viejos y estaban cada vez más arruinados y cubiertos de vegetación, los monumentos megalíticos seguían formando parte del paisaje y también de la memoria y la identidad cultural de muchas comunidades. En Andalucía hay numerosos casos constatados de la perduración del uso

de sitios y espacios megalíticos en estos periodos. En el complejo megalítico de Palacio III (Almadén de la Plata, Sevilla), sobre el túmulo que siglos antes habían ocupado un dolmen de galería y un tholos, se construyó a comienzos de la Edad del Hierro un monumento de cremación en el que fueron depositados los restos de dos personas. Uno de los más curiosos e interesante de utilización tardía de

monumentos megalíticos andaluces es el que se constató en las excavaciones practicadas en el sepulcro 14 de la necrópolis megalítica de Las Peñas de los Gitanos (Montefrío, Granada). Al lado izquierdo (según se entra) de la entrada de esta cámara, y en una dispersión aproximada de un metro cuadrado, se encontraron los restos de una ceremonia mágica de época tardorromana (comienzos del siglo V

SITIO

PROVINCIA

BP

REF. LAB.

ANE (1)

CONTEXTO

Cueva de los Murciélagos

Granada

5400 ± 70

CSIC-246

4340-4050

Cueva natural

Dolmen de Alberite

Cádiz

5320 ± 70

Beta-80602

4255-4000

Megalito

Dolmen de Alberite

Cádiz

5110 ± 140

Beta-80600

4035-3760

Megalito

Dolmen de Alberite

Cádiz

5020 ± 70

Beta-80598

3940-3715

Megalito

Dolmen de Viera

Sevilla

4930 ± 70

Beta-75067

3780-3640

Megalito

Dolmen de Viera

Málaga

4550 ± 140

GrN-16067

3510-3020

Megalito

Los Millares (Sep.19)*

Almería

4380 ± 120

KN-72

3330-2880

Tholos

El Barranquete (Sep.7)*

Almería

4300 ± 130

CSIC-82

3100-2650

Tholos

El Barranquete (Sep.7)*

Almería

4280 ± 130

CSIC-81

3090-2660

Tholos

Dolmen de la Paloma

Huelva

4220 ± 40

Beta-150153

2890-2700

Megalito

Dolmen de La Venta

Huelva

4200 ± 70

Beta-150157

2890-2660

Megalito

Dolmen de la Paloma

Huelva

4070 ± 70

Beta-150154

2860-2460

Megalito

Alcaide

Málaga

4030 ± 110

GrN-16062

2900-2350

Cueva artificial

Alcaide

Málaga

3830 ± 180

GrN-19198

2600-1950

Cueva artificial

Alcaide

Málaga

3755 ± 210

GrN-19197

2500-1850

Cueva artificial

Los Gabrieles

Huelva

3920 ± 50

Beta-185649

2470-2300

Megalito

Pocito Chico

Cádiz

3830 ± 100

UGRA-552

2460-2140

Covacha

Los Gabrieles

Huelva

3850 ± 40

Beta-185648

2410-2200

Megalito

Dolmen de La Venta

Huelva

3820 ± 50

Beta-150158

2400-2140

Megalito

PERIODO

NEOLÍTICO

EDAD DEL COBRE


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Los Algarbes (Tarifa, Cádiz). Detalle de una de las cámaras hipogeas semi-megalíticas.

Los Algarbes (Tarifa, Cádiz). Detalle de una de las cámaras hipogeas semi-megalíticas.

Los Gabrieles

Huelva

3700 ± 50

Beta-185650

2200-1980

Megalito

Cortijo de El Tardón

Málaga

3745 ± 25

GrN1-6066

2200-2060

Cista megalítica

Gatas

Almería

3665 ± 65

OxA-4473

2140-1940

Cista

Fuente Álamo

Almería

3635 ± 50

OxA-4973

2139-1930

Covacha

Gatas

Almería

3630 ± 60

OxA-3970

2130-1880

Cista

Fuente Álamo

Almería

3610 ± 50

OxA-4971

2030-1900

Cista

Gatas

Almería

3570 ± 65

OxA-4475

2030-1770

Pithos

Gatas

Almería

3560 ± 60

OxA-3965

2020-1770

Cista

Fuente Álamo

Almería

3545 ± 65

OxA-4972

1960-1770

Covacha

Setefilla

Sevilla

3520 ± 95

I-11070

2010-1690

Fosa

Cortijo de El Tardón

Málaga

3530 ± 60

UGRA-260

1940-1740

Cista megalítica

La Traviesa

Sevilla

3520 ± 60

RCD-2110

1940-1760

Cista

Gatas

Almería

3520 ± 80

OxA-4472

1950-1730

Cista

Gatas

Almería

3530 ± 60

OxA-3969

1940-1760

Cista

Cerro de la Corona

Málaga

3490 ± 120

Beta-93020

2010-1630

Megalito

Setefilla

Sevilla

3470 ± 95

I-11069

1920-1640

Fosa

Gatas

Almería

3490 ± 60

OxA-3968

1890-1690

Pithos

Fuente Álamo

Almería

3435 ± 55

OxA-5047

1880-1660

Covacha

La Traviesa

Sevilla

3420 ± 60

RCD-2111

1880-1670

Cista

Gatas

Almería

3380 ± 60

OxA-3967

1750-1530

Pithos

Gatas

Almería

3355 ± 60

OxA-3961

1740-1520

Puthos

Gatas

Almería

3300 ± 60

OxA-3966

1690-1510

Pithos

Gatas

Almería

3285 ± 60

OxA-3964

1680-1490

Pithos

Gatas

Almería

3260 ± 60

OxA-3962

1620-1450

Pithos

Tesorillo de la Llaná

Málaga

3250 ± 40

GrN-26488

1610-1450

Megalito

Tesorillo de la Llaná

Málaga

3250 ± 50

GrN-26475

1610-1450

Megalito

Loma del Puerco

Cádiz

2940 ± 90

UBAR-346

1290-1000

Covacha

La Encantada 1

Almería

2830 ± 60

CSIC-249

1110-890

Tholos

Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas de los monumentos megalíticos de Andalucía.

Las Aguilillas (Ardales, Málaga). Detalle de una de las cámaras hipogeas semi-megalíticas.

EDAD DEL BRONCE


11

La Peña de los Enamorados (Antequera, Málaga). Aspecto general desde la necrópolis megalítica. Fotografía. Leonardo García Sanjuán

DNE) que había implicado el uso de fuego, libaciones de líquidos y ofrendas votivas entre las cuales se encontraba un amuleto fálico (en la ideología religiosa romana el falo era un símbolo protector contra las malas influencias y daba salud y fertilidad a quien lo portaba). Visto el enorme arco cronológico en el que fueron construidos y utilizados, no es sorprendente que los monumentos megalíticos andaluces muestren una gran diversidad morfológica. Generalmente, se considera que los espacios megalíticos más sencillos (y los más antiguos) son los constituidos por monolitos o menhires. A pesar de su gran frecuencia en el Sur de Portugal o en ciertas regiones del Norte de España, en Andalucía estos sitios megalíticos han sido hasta ahora considerados escasos, o de hecho son casi desconocidos. Las únicas excepciones a esta norma parecen encontrarse en sector Noroeste de la provincia de Huelva, donde se conocen varios casos de menhires prehistóricos individuales (como por ejemplo Monte Chico o La Alcalaboza, en Aroche). Hay también un par de ejemplos de menhires reutilizados dentro de cámaras dolménicas, como ocurre en el Dolmen del Llano de la Belleza (Aroche, Huelva), y en el Dolmen de Casas de Don Pedro (Bélmez, Córdoba). Casos de alineamientos o círculos de menhires son casi por completo desconocidos con la excepción, de nuevo, de

la interpretación recientemente planteada del sitio de Pasada del Abad (Rosal de la Frontera, Huelva). Desde luego es posible que las comunidades neolíticas andaluzas hubieran sentido menos proclividad por la erección de menhires que sus homólogas portuguesas o septentrionales, pero tampoco debe descartarse que el bajo número de este tipo de sitios en el catálogo de megalitos andaluces se deba a una falta de perspicacia de la propia investigación arqueológica, que quizás ha hecho una lectura errónea de algunos sitios concretos. Después de los menhires, los espacios megalíticos más simples son los llamados dólmenes de galería, construcciones de diseño relativamente sencillo en las que una serie de ortostatos delimitan un espacio único de planta rectangular o trapezoidal. Estos monumentos son frecuentes en toda Andalucía, en distintos tamaños y escalas constructivas. Algunas de estas cámaras megalíticas muestran una separación expresa de dos o más espacios interiores. En una forma básica, esta separación puede expresarse mediante una ampliación o ensanchamiento del espacio del fondo de la cámara, de planta cuadrangular o trapezoidal, o de forma incluso más sutil, mediante la demarcación de espacios mediante puertas, jambas, dinteles o pilares. Otros megalitos con diseños bastante simples son los sepulcros de cámara circular sin corredor, que los Leisner deno-

minaron con el término alemán rundgräber (“tumbas circulares”). Tal y como explica el profesor Juan Antonio Cámara Serrano en el capítulo de este libro dedicado a la provincia de Almería, los rungräber coexistieron con cistas rectangulares, también cubiertas por un túmulo, constituyendo las construcciones megalíticas de la denominada Cultura de Almería (Neolítico Reciente). A partir de unos conceptos arquitectónicos relativamente sencillos, los constructores de megalitos fueron desarrollando diseños más complejos. En Andalucía, uno de los mejores ejemplos de ello se encuentra en el conjunto megalítico de El Pozuelo (Valverde del Camino, Huelva), donde algunos monumentos muestran la peculiaridad de que a partir del acceso, el espacio interior se bifurca en múltiples galerías. Desde el punto de vista de su morfología o diseño arquitectónico, otra categoría que debemos considerar es el tholos. Normalmente, estas construcciones se articulan a partir de un espacio longitudinal en forma de corredor, que conduce a una cámara de planta circular, con techumbre realizada mediante falsa cúpula. Son bastante abundantes tanto en Andalucía occidental y en el Suroeste de la Península Ibérica por extensión, como también en Almería, en especial en su zona más oriental, donde se encuentra en grandes concentraciones (un ejemplo tenemos en torno al asentamiento de Los Millares).


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La Peña de los Enamorados (Antequera, Málaga). Trabajos arqueológicos de campo en la cara Norte. Fotografía. Leonardo García Sanjuán

Relación axial y visual del dolmen de Menga con La Peña de los Enamorados. Mapa: Leonardo García Sanjuán y David Wheatley

Relación axial y visual del dolmen de Menga con La Peña de los Enamorados. Leonardo García Sanjuán y David Wheatley

Una última variante morfológica de las construcciones megalíticas andaluzas son las denominadas “cistas megalíticas”, para las que se suele aceptar una fecha más tardía (final de la Edad del Cobre o incluso comienzos de la Edad del Bronce), por lo que serían un diseño de transición desde los enterramientos colectivos megalíticos hacia las cistas individuales de la Edad del Bronce. Desde un punto de vista arquitectónico las cistas megalíticas son análogas a los dólmenes de galería de pequeño tamaño, ya que implican un concepto análogo del espacio funerario (cámara rectangular sin espacios diferenciados). Sin embargo, funcionalmente debieron ser diferentes: las galerías tenían una función de acceso y paso (aunque a veces su pequeño tamaño impusiera limitaciones al movimiento en su interior), mientras que en las cistas megalíticas parece más probable que el uso (por ejemplo para introducir a los muertos) se hiciera desde arriba, desde la techumbre, sin que fuera posible erguirse en su interior. Este tipo de pequeños espacios de clara inspiración formal megalítica (cistas grandes de base constructiva ortostática) se sigue utilizando en muchos casos en la Edad del Bronce, de lo cual tenemos ejemplos en La Traviesa (Almadén de la Plata, Sevilla) y El Tardón (Antequera, Málaga), ambos fechados por radiocarbono en los primeros siglos del II milenio ANE, o en el pequeño dolmen de galería de El Carnerín (Villamartín, Cádiz). Durante el Neolítico, la Edad del Cobre y

la Edad del Bronce, los pobladores del Sur de la península Ibérica utilizaron también otro tipo de espacios para sus ceremonias religiosas y para rendir tributos a los muertos y a los antepasados. Las cuevas naturales son frecuentemente utilizadas como santuarios funerarios (una tradición que procede del Paleolítico Superior). Buenos ejemplos de ello lo tenemos en la Cueva de la Mora (Jabugo, Huelva), en la que se encontraron abundantes objetos dejados como ofrendas así como restos humanos, entre los que se incluyen un cráneo trepanado, en la Cueva de los Covachos (Almadén de la Plata, Sevilla), utilizada con gran profusión de grabados en las paredes naturales, o la Cueva de los Murciélagos (Albuñol, Granada) donde se encontraron varios esqueletos de época Neolítica todavía provistos de ciertos elementos de su indumentaria (por ejemplo sandalias y cestas de esparto). En otros casos, especialmente durante la Edad del Cobre, numerosas comunidades optaron por excavar grandes hipogeos en la roca y utilizarlos como cámaras mortuorias. Ejemplos de estas necrópolis de cuevas artificiales abundan por toda Andalucía, aunque especialmente en el valle del Guadalquivir. Una de las más conocidas es la de Alcaide (Antequera, Málaga), donde en los años 1980 se excavaron un total de 21 sepulcros hipogeos abiertos en el sustrato de roca arenisca natural. En su

planta y concepto estas cámaras subterráneas son muy parecidas a algunos monumentos megalíticos, ya que disponen de corredores de acceso, (de hasta 7 m de longitud), a veces con rampas y escalones para salvar el desnivel, cámaras principales y, a veces incluso cámaras laterales más pequeñas. De hecho, en algunos de estos hipogeos se usaron ocasionalmente bloques de piedra de tipo ortostático, con lo que se generaron espacios conceptualmente híbridos, de carácter, podríamos decir, semi-megalítico. Un buen ejemplo de ello tenemos en la Cueva de la Sima (Castellar de Santisteban, Jaén), donde el espacio funerario está formado por una cueva en parte natural y en parte artificial (hipogea) a la que se le adosó un corredor megalítico de entrada, según se detalla en el capítulo de este libro dedicado a Jaén. Soluciones análogas se encuentran en las necrópolis de Las Aguilillas (Ardales, Málaga), Los Algarbes (Tarifa, Cádiz) y Sierra Martilla (Zagra, Granada), todas de excepcional belleza por la singular combinación de elementos rupestres y ortostáticos. Desde un punto de vista morfológico y de diseño del espacio, por tanto, el megalitismo andaluz muestra una amplia diversidad de conceptos, ideas y soluciones que incluye menhires, espacios con cámaras simples, espacios con múltiples cámaras o con corredores y cámaras circulares, cuevas naturales, cuevas ar-


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Tholos de Palacio III (Almadén de la Plata, Sevilla). Estela nº 2 in situ, como ortostato del lado izquierdo de la entrada del corredor de acceso. Fotografía. Leonardo García Sanjuán

Tholos de Palacio III (Almadén de la Plata, Sevilla). Estela nº 2. Fotografía. Primitiva Bueno Ramírez y Rodrigo de Balbín Behrmann

Tholos de Palacio III (Almadén de la Plata, Sevilla). Estela nº 2. Dibujo. Primitiva Bueno Ramírez y Rodrigo de Balbín Behrmann

Monumento

Longitud interior máxima (m)

Longitud exterior máxima

Morfología

Matarrubilla (Sevilla) El Romeral (Málaga) Menga (Málaga) Soto (Huelva) Viera (Málaga) Alberite (Cádiz) Cañada Honda B (Sevilla)

37,72 33,35 27,50 21,00 20,00 19,00 18,00

-85 70 75 50 50 --

Tholos Tholos Galería Galería Galería Galería Tholos

tificiales y cuevas artificiales semi-megalíticas. Todo un abanico de propuestas arquitectónicas adaptadas a las tradiciones culturales locales, los condicionantes sociales, tecnológicos y medioambientales y las prácticas sociales e ideologías predominantes a las que servían. Hay que tener en cuenta, asimismo, que las prácticas funerarias efectuadas en cámaras megalíticas, cuevas naturales y cuevas artificiales no parecen haber sido las únicas que se llevaban a cabo durante la Prehistoria Reciente. En poblados como Valencina de la Concepción, hace tiempo que se viene detectando la presencia de restos humanos en ciertas zanjas, fosos y depósitos subterráneos que no parecen formar parte de rituales funerarios en sentido estricto. Precisamente, el profesor José Enrique Márquez

Romero (autor del capítulo dedicado en este libro a la provincia de Málaga) lleva algunos años investigando la presencia de depósitos estructurados de carácter ritual, algunos de los cuales incluyen partes anatómicas de animales y personas (como por ejemplo cráneos) en ciertos poblados del Neolítico y la Edad del Cobre. Estos depósitos nos hablan de prácticas rituales, igualmente documentadas en otras partes del continente europeo, llevadas a cabo en los espacios domésticos, y que podían incluir la eliminación no ritualizada de restos humanos, el uso de reliquias de restos óseos humanos, sacrificios humanos, etc. La escala constructiva y monumentalidad de los megalitos andaluces es tan variable como su morfología. En este sentido, es interesante constatar que las construc-

ciones más monumentales se encuentran principalmente en Andalucía central y occidental, situadas en las tierras llanas del Valle del Guadalquivir, donde en cambio, según se explicaba anteriormente, las densidades son comparativamente menores. En las provincias de Andalucía oriental (principalmente Granada y Almería) hay concentraciones extraordinarias de megalitos, pero no parecen haberse construido las cámaras de mayor tamaño. Las mayores construcciones megalíticas de Andalucía son las de Antequera (Málaga), Valencina de la Concepción (Sevilla), El Gandul (Alcalá de Guadaira, Sevilla), Soto (Trigueros, Huelva) y Alberite I (Villamartín, Cádiz). Algunos de estos monumentos se cuentan entre los más costosos (en términos de inversión de trabajo) y elaborados (en tér-


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Objetos de ajuar del dolmen de Casa de Don Pedro (Bélmez, Córdoba): herramientas de sílex, hoja de cobre, fragmento de vaso cerámico decorado y cuenta de collar.

minos de su complejidad técnica) de todo el continente europeo, y constituyen en sí mismos verdaderas hazañas arquitectónicas cuyas magnitudes pueden sorprender incluso al visitante actual. Los tres monumentos que conforman la necrópolis megalítica de Antequera, Menga, Viera y El Romeral, se encuentran en la liga de los monumentos excepcionales a escala continental. Las dimensiones del Dolmen de Menga son extraordinarias: rodeada de un túmulo de casi 70 m de diámetro, esta cámara megalítica tiene una longitud total de 27,5 m que en su parte más profunda está compuesta por ortostatos que alcanzan casi 5 m de altura y, en algunos casos, decenas de toneladas de peso. Según el estudio realizado recientemente por el profesor Francisco Carrión Méndez, la losa de cobertura número 5 de la cámara de Menga pesa 150 toneladas. Pero si el Dolmen de Menga parece erigirse en cima de la arquitectura adintelada de la Prehistoria ibérica, El Romeral, provisto de un largo corredor de acceso de 26 m de longitud que da acceso a una gran cámara con un diámetro en la base de 5,20 m y casi 4 m de altura, constituye de hecho el tholos más enorme nunca construido en Andalucía (o, por extensión, España). En la provincia de Sevilla, los conjuntos megalíticos de Valencina de la Concepción y El Gandul presentan asimismo algunos monumentos de notables dimensiones. En

Valencina, el tholos de La Pastora tiene un corredor de 42 m de longitud que conduce a una cámara circular relativamente pequeña, de 2,5 m de diámetro y 3 m de altura, mientras que el tholos de Matarrubilla tiene 32 m de longitud máxima, presentando en su cámara un gran bloque de mármol negro labrado que probablemente era utilizado como altar. En El Gandul los tholoi no alcanzan las extraordinarias dimensiones de los grandes corredores de la necrópolis de Valencina, pero aún así son especialmente monumentales: así, por ejemplo, Cañada Honda B alcanza una longitud total de casi 18 m de longitud, mientras que El Vaquero tiene una longitud total de 14,5 m. En Huelva, el Dolmen de Soto se conforma como una galería de 21 m de longitud, con una altura interior máxima de 4 m y ortostatos de hasta 22 toneladas de peso, con un túmulo que lo recubre que tiene cerca de 75 m de diámetro y unos 4 m de altura. El Dolmen de Alberite I, en Cádiz, consta de una galería de 20 m de longitud y una anchura que oscila entre los 2 m de la entrada y los 4 m de la cabecera, y estuvo cubierto por un túmulo, hoy ya destruido, que tuvo originalmente casi 50 m de diámetro. Ni que decir tiene que es posible que en el futuro se encuentren y estudien otros monumentos parecidos o incluso mayores. Pero la mayor parte de los

monumentos megalíticos andaluces son, por supuesto, mucho más pequeños, y raramente alcanzan los 10 m de longitud total. Para nuestros ojos, acostumbrados a los grandes edificios de la arquitectura moderna, resultan construcciones modestas, pero para sus constructores en el Neolítico y la Edad del Cobre, incluso aunque no alcanzaran las dimensiones extraordinarias de El Romeral, Menga o La Pastora, aquellos monumentos tuvieron sin duda una enorme relevancia como espacios de culto y como expresión de poder, prestigio y linaje. Prácticas, creencias, símbolos La diversidad de los diseños morfológico-arquitectónicos y de las escalas constructivas de los monumentos megalíticos andaluces se relaciona con la diversidad de roles ideológico-sociales que cumplieron para sus constructores. No debemos olvidar que cualquier arquitectura, con relativa independencia de sus características formales, es creada con el fin de dar marco a unas prácticas sociales. Los espacios monumentalizados mediante monolitos de tipo menhir parecen haber servido fines fundamentalmente ceremoniales y conmemorativos (festivales relativos a los ciclos naturales, celebración de las cosechas, etc.) y no se asocian a las prácticas funerarias (al menos no a


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Ídolo placa del Dolmen nº 2 de Los Gabrieles (Valverde del Camino, Huelva). Cara y dorso. Museo de Huelva

prácticas que implicaran la deposición de restos humanos). Las cámaras megalíticas cerradas, en cambio (sean de tipo galerías simples, de múltiples espacios o de tipo tholos), tuvieron como función principal albergar los restos de los muertos y servir de templos dedicados a los antepasados. El megalitismo es parte de una ideología religiosa que pone gran énfasis en el culto a los antepasados, un culto que adquiere gran importancia para las primeras sociedades agrarias neolíticas. En muchos casos las cámaras megalíticas actuaban como casas de los antepasados, y en ellas los huesos y restos materiales de las generaciones ya desaparecidas, así como los objetos depositados y los símbolos que ornamentaban sus paredes, se integraban en un todo físico, material y tangible, que daba presencia a los difuntos entre los vivos, a la vez que acarreaba una noción de la estructura de la sociedad, del paso del tiempo y de la sucesión de generaciones. Frente a la brevedad de la vida individual, los megalitos aportaban certidumbre, la seguridad de la reiteración de las generaciones y la permanencia de la sociedad, los grupos de parentesco y la cultura. Para las sociedades neolíticas la muerte tenía una presencia muy tangible y valiosa en la vida: las cámaras mortuorias eran depósitos de la identidad colectiva del grupo, demostración fehaciente de su presencia en el mundo, en un territorio específico, y por tanto

de su derecho de apropiación de la tierra y sus recursos. Como ha dicho el prehistoriador británico Richard Bradley, la sociedad neolítica estuvo completamente impregnada por los rituales de culto a los ancestros. Los distintos capítulos que componen este libro permiten realizar un repaso por algunas de las prácticas escatológicas concretas que los monumentos megalíticos andaluces albergaron, las cuales en muchos casos son todavía mal comprendidas. La finalidad primaria de los sepulcros megalíticos era por tanto de gran importancia: servir de marco para la conservación y tratamiento de los restos materiales de los muertos y para rendir culto a los antepasados. Las cámaras megalíticas se utilizaban para inhumar a los muertos, bien mediante la introducción en ellos de los cadáveres completos, bien mediante la introducción de algunos huesos una vez que el cuerpo se había descompuesto en el exterior. Parece igualmente probado que periódicamente las cámaras eran reorganizadas y arregladas, de forma que los huesos más antiguos eran amontonados en los lados, en ciertos lugares especiales, dejando sitio para que se movieran los cuidadores y para introducir nuevos restos (de otra forma no se explicaría que en espacios a veces muy reducidos se amontonen restos de decenas de personas). Igualmente, cada vez existen más evidencias de la utilización de lo que se

denomina cremación parcial, es decir la aplicación de fuego a los restos humanos, o al menos la utilización de hogueras fuera y dentro de las cámaras, lo que acarreaba como resultado que algunos huesos se quemaran. La cantidad de restos humanos depositados en los sepulcros megalíticos andaluces es muy variable. Quizás el mejor ejemplo de estas variaciones lo tengamos en la necrópolis de Los Millares (Almería), donde frente a sepulturas como la número 40, que contenía los restos de 114 personas (100 en la cámara y 14 en el corredor), hay muchas otras que contenían menos de 10 personas. En la necrópolis de Pantano de Los Bermejales (Granada) se identificaron cámaras con restos de hasta 32 individuos, mientras que otras tan solo albergaban los restos de 3 personas. En el gran conjunto megalítico de Gorafe, algunas tumbas registraron hasta un máximo de 22 personas enterradas, mientras que otros sepulcros estaban casi vacíos. Por el momento no existe una explicación científica unánimemente aceptada de a qué obedecen estas importantes diferencias en el número de personas que cada sepulcro alojaba. Una posibilidad bastante plausible es que, si cada monumento era utilizado por una unidad de parentesco (un linaje, un clan), entonces la cantidad de difuntos dependiera simplemente del tamaño (número de integrantes) de la misma. A


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Recipiente cerámico en forma de ave de La Zarcita (Santa Bárbara de Casa, Huelva). Museo de Huelva

este respecto, otra cuestión relevante que por el momento no se ha podido establecer con seguridad es la de la antigüedad de cada cámara en concreto, es decir, el tiempo exacto durante el que fue utilizada. Hasta ahora, las excavaciones practicadas no han permitido obtener datos con la suficiente precisión como para establecer si dentro de una misma necrópolis, como por ejemplo Los Millares, unos monumentos pudieron haber estado en uso durante más tiempo que otros (en cuyo caso sería bastante comprensible que tuvieran más cuerpos enterrados). Una cuestión bastante interesante que no ha pasado desapercibida es que en algunas de las construcciones más monumentales se han identificado muy escasos restos humanos. En Soto se hallaron tan solo 8 cuerpos; en el dolmen de Alberite I apenas se recuperaron restos muy fragmentarios de dos individuos de edad adulta, uno de sexo masculino y otro femenino cuyos huesos habían sido tratados de una forma ritual muy elaborada (estaban cubiertos de ocre y presentaban huellas de descarnamiento intencionado) lo cual indica que pudieran tratarse de los restos de personas de especial relevancia social. En el complejo de Valencina de la Concepción, los grandes dólmenes de Matarrubilla o La Pastora apenas depararon restos humanos, mientras que El Roquetito II, de mucha menor envergadura,

contenía hasta 14 individuos. De los depósitos óseos de los grandes monumentos antequeranos, Menga, Viera y El Romeral, desafortunadamente no se sabe nada. Es cierto que, al ser más monumentales y visibles, muchos de estos grandes templos megalíticos han sido reiteradamente reutilizados, visitados y saqueados en la antigüedad y en los periodos históricos más recientes, por lo cual los depósitos funerarios de sus etapas prehistóricas más antiguas casi nunca se han conservado. Ahora bien, las diferencias de escala constructiva (que como hemos citado antes parecen correlacionarse negativamente con la densidad territorial de los monumentos), podrían deberse a factores sociales y económicos, de manera que solo las comunidades más grandes y poderosas hubieran dispuesto de la mano de obra y los recursos suficientes como para construir los grandes monumentos. Sin embargo, las diferencias de tamaño podrían también estar expresando la existencia de diferencias funcionales entre los monumentos: posiblemente los megalitos de mayor tamaño fueron usados más como templos que como cámaras funerarias. En este sentido, resulta interesante que casi todos los más grandes monumentos muestren unas orientaciones astronómicas atípicas. Para entender el significado que ello puede tener hay que considerar que en la península Ibérica en general y en

Andalucía en particular, la casi totalidad de las construcciones megalíticas muestran una orientación sistemática hacia la parte del horizonte por la que nace cada día el sol (entre 55º y 125º, los puntos del solsticio solar de verano y el de invierno). Las sociedades campesinas neolíticas dependían fuertemente para su subsistencia de la adecuación y acierto de sus estrategias agrarias. Dado que la mejor forma de controlar los ciclos de la naturaleza es mediante la observación y registro de los movimientos de los astros (que señalan el paso del tiempo y de las estaciones, y por tanto de los ciclos agrícolas), estas sociedades desarrollaron una gran reverencia por los cuerpos celestes, y muy especialmente del sol y la luna (el culto al sol está presente, de una manera o de otra, en casi todas las sociedades humanas). El significado simbólico exacto de que casi todas las cámaras megalíticas andaluzas miren (se orienten) al orto solar no se conoce, pero es muy probable que la ideología religiosa estableciera que la luz del sol naciente era necesaria para que los muertos resucitaran en la otra vida (esto parece desprenderse del registro de otros megalitos europeos como por ejemplo Newgrange). La inmensa mayoría de las cámaras megalíticas que se orientan al orto solar servían como depósitos de los restos mortales de los antepasados, albergando los cadáveres y huesos de


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los muertos y actuando como verdaderos depósitos de la identidad del grupo (sobre este tema volveremos un poco más adelante). Dado su tamaño, generalmente pequeño, estas cámaras no permitían que se reunieran muchas personas en su interior (de hecho, el mero acceso a algunas de ellas es ya bastante incómodo). El hecho de que los monumentos especiales como Menga, Viera, El Romeral, Matarrubilla o La Pastora tengan orientaciones astronómicas distintas de la norma (esto es, que se desvían al Norte o al Sur, a veces por muchos grados, del rango del horizonte por el que sale el sol) sugiere que su función pudo haber ser distinta de la de la mayoría de las cámaras megalíticas más comunes. En ninguno de los grandes monumentos como La Pastora, Matarrubilla, Soto, Menga o El Romeral, se encontraron grandes cantidades de restos óseos humanos, lo que sugiere que su papel primario pudo no ser el de depósitos de huesos y reliquias de los antepasados. Dado que estas grandes cámaras podían albergar más público, es posible que se utilizaran de forma primaria para la realización de ceremonias especiales dedicadas a los antepasados, los cuerpos celestes y las fuerzas ctónicas (la tierra, la naturaleza), como parte de una ideología religiosa que enfatizaba la importancia de la regeneración cíclica de la naturaleza y la vida. Además, en las cámaras de Ma-

tarrubilla y Soto aparecen grandes losas de piedra cuya función pudo haber servido para la deposición de ofrendas. En cualquier caso, es probable que también los grandes monumentos, aún sin actuar como tumbas en un sentido estricto, tuvieran sentido como escenario de ceremonias en las que se conmemoraba a los antepasados y en las que los restos materiales de ciertos antepasados importantes tenían un papel relevante. Precisamente por que los monumentos megalíticos tenían un importante papel ideológico como centros conmemorativos de los antepasados y por ello cumplían una esencial función legitimadora (en las sociedades prehistóricas los ancestros, y la tradición que representan, tienen una enorme importancia como guía o referente en la gestión de las relaciones sociales), uno de los aspectos más importantes de su dimensión simbólica era la territorial y paisajística, especialmente a través de la visibilidad. Un importante papel de los monumentos megalíticos era fijar y visibilizar en el territorio la presencia de un grupo social dado (fuera un linaje o una comunidad más amplia). En bastantes casos se ha constatado que los monumentos megalíticos andaluces fueron emplazados precisamente en lugares visibles del paisaje, cumpliendo así una función señaladora o demarcadora del territorio que correspondía a cada grupo social (por ejemplo en

zonas limítrofes o fronteras, o en zonas de buena calidad agrícola). La proximidad a vías de paso, caminos y senderos conocidos hacía los megalitos buenos indicadores de la propiedad que un grupo social ostentaba sobre ese territorio. En el capítulo dedicado al megalitismo en la provincia de Almería, el profesor Juan Antonio Cámara Serrano destaca cómo en la zona de Tabernas, ciertos dólmenes se distribuyen en las partes altas de las cumbres (cuerdas), las dorsales de las cordilleras, los collados (que comunican los valles entre sí), los vados (pasos de cursos de agua) y los cruces entre diversas rutas, que es donde precisamente suele ser mayor la concentración de tumbas. Un ejemplo revelador de la significación conceptual que la visibilidad tiene en la dimensión territorial y paisajística de los megalitos andaluces se ha descubierto recientemente en el caso de la necrópolis de Antequera (Málaga). En el caso concreto de Menga, la atípica orientación axial (que no se fija al orto solar) siempre había sido explicada en función de la prominencia topográfica y visual de La Peña de los Enamorados en el paisaje de la vega Antequerana. La Peña de los Enamorados es un macizo calizo cuya silueta presenta un acusado aspecto antropomórfico (asemeja un rostro humano vuelto hacia arriba, como la cara de un gran gigante dormido) que nunca ha pa-


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sado desapercibido a los habitantes de la región, por lo cual ha constituido históricamente un hito paisajístico con fuerte presencia en las narraciones orales locales (leyendas). Los estudios arqueológicos recientemente llevados a cabo en esta gran montaña han mostrado que en su cara Norte, que se presenta como un imponente farallón rocoso de casi 100 m de altura y color rojizo, hubo un área de actividad ritual entre finales del Neolítico y comienzos de la Edad del Cobre (posiblemente la antigüedad sea mayor, pero todavía no se tienen datos concretos de la cronología). Cuando se ha calculado con exactitud la proyección del eje axial de Menga, así como los campos visuales máximos desde el fondo de la cámara y desde el primer pilar de esta construcción, se ha comprobado que el campo visual máximo desde el interior de la cámara abarca exactamente la totalidad del desarrollo geográfico del macizo de La Peña de los Enamorados que tiene un eje máximo de más de 1700 metros en su orientación general Noreste-Suroeste. Desde el fondo de la cámara hay un arco visible de unos 8º aproximadamente, que corresponden a unos 650 metros del desarrollo (silueta) de La Peña, mientras que desde el primer pilar, más cerca de la entrada, el arco visible es de 11º, correspondiendo a unos 1400 metros de la forma de La Peña (esto es, su desarrollo

casi completo). Lo que es particularmente importante es que la proyección del eje axial de Menga corta de forma casi exacta la ubicación de un santuario con arte rupestre descubierto al pie de ese farallón rocoso al Norte de La Peña de los Enamorados (un santuario denominado Abrigo de Matacabras). Quienes erigieron Menga no parecen haber sido ajenos a la fuerte impresión antropomórfica que La Peña produce y que ha dado lugar a tantas leyendas en épocas históricas más recientes. Ello es comprensible si consideramos que las primeras sociedades agrarias de la región, asentadas desde el VI milenio cal ANE en la vecina Cueva del Toro, tenían en torno a sí un marco geográfico que, como el Torcal de Antequera, invita sin duda a la contemplación de las formas y creaciones de la naturaleza (rocas de formas asombrosas). Parece claro que el diseño arquitectónico original de Menga incorporó y asumió a La Peña (y muy específicamente a su sector Norte), en tanto que formación natural llamativa y conspicua en su entorno paisajístico, de forma que la singular orientación de Menga se podría explicar en tanto que dispositivo orientador para la materialización de la memoria colectiva de sus constructores, que integraron la sobresaliente formación rocosa de La Peña, los signos grabados en su monumental pared Norte y

la visibilidad-orientación de Menga, en un elaborado discurso ideológico. La orientación axial del dolmen de Menga hacia el santuario rupestre de Matacabras puede interpretarse como un acto de reconocimiento o evocación a la propia memoria cultural de las comunidades que lo concibieron y erigieron, en términos del tiempo pasado y los antepasados. Hay muchos otros aspectos de la simbología y función ideológica asociada a los megalitos andaluces que han empezado a ser mejor comprendidas en años recientes. Uno de ellos es el papel que jugaron los vestíbulos y los espacios aledaños a las sepulturas en ceremonias que implicaban la deposición de ofrendas. Un error en el que se incurrió durante bastante tiempo en el estudio de los megalitos fue creer que solo las cámaras (espacios interiores) eran importantes para comprender sus funciones y significados, cuando en realidad luego se ha comprobado que las zonas exteriores, por encima y alrededor de los túmulos, y en los accesos, eran también intensamente utilizadas para ceremonias y prácticas funerarias. De ello tenemos un magnífico ejemplo en Los Millares (Almería), donde a la entrada de ciertas tumbas (en los llamados atrios) se depositaron numerosas esculturas cilíndricas y troncocónicas (denominadas betilos), o en el recientemente excavado dolmen de Montelirio,


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en Valencina de la Concepción (Sevilla) en cuyo entorno se han identificado numerosas estructuras funerarias anexas. Las nociones de purificación y santificación del espacio que el uso del fuego pudo conllevar se refuerzan con el uso de sustancias como el ocre, detectado muy a menudo en los megalitos andaluces, y que a veces parece haber sido utilizado profusamente en las cámaras y galerías. Buen ejemplo de ello tenemos en Alberite I (Cádiz), donde todo el suelo se encontraba recubierto de una gruesa capa de ocre (entre los objetos votivos encontrados había incluso una paleta de piedra con restos de ocre, posiblemente empleada en la decoración de los ortostatos). Similarmente, varias de las tumbas de El Pozuelo (Huelva) se encontraron vestigios de pintura sobre los ortostatos así como restos de ocre asociados a suelos y artefactos votivos. Igualmente resulta llamativo el uso de sustancias colorantes para decorar y pintar las paredes con símbolos y grafías: sobre los restos de enlucidos de yeso de los zócalos de algunos de los tholoi de Los Millares, se habían pintado en rojo distintos motivos geométricos tales como líneas paralelas o en zig-zag. De hecho una de las áreas del estudio del megalitismo andaluz que mayor expansión ha conocido en años recientes es el de la simbología que aparece

dibujada y grabada con gran frecuencia en los monolitos (menhires) y ortostatos de las cámaras. En efecto, sobre la mayoría de los soportes pétreos de la arquitectura megalítica se representaban con frecuencia distintos motivos que componían a menudo complejos programas iconográficos. Estos símbolos aludían a la cosmovisión de sus constructores, es decir, sus mitos y sus interpretaciones del mundo y el universo, tanto de los vivos y humanos como de los muertos y de los seres sobrenaturales. De hecho, la forma en que algunos de los ortostatos de ciertas tumbas fueron preparados (mediante grabados y tallas, a veces muy sutiles, y mediante pinturas de las que apenas quedan unos tenues restos) sugiere que esos ortostatos eran algo más que simples elementos constructivos: concretamente eran estelas o esculturas que representaban divinidades, seres sobrenaturales y antepasados míticos que cumplían una función apotropaica (protectora) en los accesos y en el interior de muchas de las cámaras. En Andalucía hay numerosos ejemplos de esta estatuaria megalítica. En el capítulo dedicado al megalitismo granadino, J. A. Cámara Serrano y M. E. Costa Caramé describen el caso del sepulcro número 1 de la necrópolis de Fonelas, en el que se identificó un compartimiento interno diferenciado y que estaba sellado con una estela labrada en pizarra.

Esta estela presenta una grabado de un motivo antropomorfo con cuerpo rectangular, brazos y piernas que podría ser un retrato o representación alegórica de una persona especialmente importante enterrada en esa cámara. Similarmente, en la cámara megalítica de El Toconal (Olvera), explicada por el profesor Víctor Hurtado Pérez en el capítulo de este libro dedicado a la provincia de Cádiz, se identificó una estela en forma de figura humana provista de varios atributos: un objeto de adorno, manos enfrentadas y una posible arma por encima de un cinturón. En realidad, la forma en que se nos aparecen hoy día la mayor parte de los monumentos megalíticos, con piedras deformadas por el desgaste del viento y la lluvia y recubiertas de plantas y líquenes, se parece bastante poco a la que tuvieron en tiempos prehistóricos, en muchos casos cubiertos como estaban de ricos motivos y símbolos polícromos que reforzaban su significado religioso y que transmitían poderosos mensajes a los asistentes a las ceremonias. Además, muchos de los símbolos labrados y pintados sobre los ortostatos megalíticos son análogos (o idénticos) a los que encontramos en el arte rupestre contemporáneo del megalitismo, o en soportes portables, como por ejemplo las vasijas cerámicas o los llamados ídolos. Estos símbolos constituyen un verdadero código que debió conllevar para


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sus usuarios unos significados y matices muy precisos, exactamente tal y como los símbolos presentes en una iglesia cristiana narran historias y sugieren datos precisos a los creyentes de esta religión. En su papel de mausoleos funerarios (casas de los antepasados), los megalitos alojaban muchas ofrendas materiales que no eran otra cosa que regalos o ajuares que debían acompañar a los difuntos en su último viaje. Las ofrendas depositadas en las cámaras junto a los difuntos pueden agruparse en cuatro categorías generales: comida, herramientas y medios de trabajo, objetos de adorno e identificación personal y objetos sacros. Del primer grupo por lo general apenas se conservan vestigios. De las herramientas y medios de trabajo, normalmente se cuentan grandes cantidades en casi todas las cámaras megalíticas (desde luego en las que se encuentran razonablemente bien conservadas), incluyendo herramientas de piedra tallada (cuchillos, perforadores, puntas de flecha) y pulimentada (hachas) así como vasijas cerámicas, es decir, objetos muy relacionados con las actividades cotidianas de subsistencia (caza, agricultura, procesamiento de materiales y alimentos, etc.). Otro grupo importante de objetos votivos son los adornos personales y los amuletos, generalmente collares hechos con cuentas de piedras raras y otros materiales más o menos exóticos, así como

objetos personales (amuletos) elaborados en piedras a las que se atribuían propiedades especiales. Por tomar un ejemplo, el dolmen de galería de Alberite I, en la provincia de Cádiz, se contabilizaron casi 2000 cuentas de collar de variscita, hueso y concha y un gran prisma de cristal de roca de excepcional belleza. Los objetos de adorno elaborados en materias primas raras o exóticas son importantes por que pueden ayudar a identificar personas de estatus social especial (líderes, chamanes, etc.). En el dolmen de Soto se identificaron un brazalete de hueso, un objeto punzante de pizarra, una varilla de marfil, diversas piezas de fauna animal (pájaros, jabalí, buey, caballo y moluscos marinos) e incluso dientes fósiles de tiburones (probablemente utilizados como amuletos). En el tholos de Palacio III (Sevilla) se recogieron varios prismas y nódulos de cuarzo blanco y cristal de roca, unas materias primas frecuentemente asociadas a los sitios megalíticos. Desde el punto de vista de las creencias religiosas son especialmente interesantes los denominados ídolos, objetos que se interpretan como representaciones de divinidades. Existe una amplia gama de formas y representaciones de ellos, hechas en distintos soportes tales como piedra, hueso y cerámica. La mayoría tienen una temática antropomorfa más o menos naturalista, que a veces evocan por sus atri-

butos y formas a las estelas y estatuas labradas en los ortostatos de los mismos dólmenes. Los llamados ídolos placa, cilindro o falange insinúan el cuerpo humano en su forma y también mediante el grabado o pintado de formas anatómicas tales como ojos, cabello, brazos, etc.). Estas estatuillas representaban divinidades relacionadas con la tierra, la fertilidad, la regeneración de la naturaleza, la muerte y los astros. Inventando preguntas, pensando respuestas A lo largo de los ocho capítulos de este libro se describen detalladamente, con la ayuda de un lujoso aparato gráfico, numerosos ejemplos de los múltiples aspectos de los sitios y paisajes megalíticos andaluces que se han mencionado a lo largo de las páginas anteriores. El estudio del megalitismo permite reconstruir muy distintos aspectos de la vida de nuestros antepasados prehistóricos. Desde sus recursos tecnológicos, la explotación y uso que hicieron de los recursos naturales (de los disponibles en su entorno y de los que tenían que obtener mediante intercambio), o las formas de organización social, hasta las creencias que elaboraron para explicar su presencia en el mundo. Prominente entre estas últimas figura, claro está, el desafío psicológico y emocional


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que la conciencia de la muerte nos impone. Las investigaciones arqueológicas que se vienen realizando sobre este tema, y que en algunos países de Europa como el Reino Unido o Dinamarca se remontan al siglo XVIII, no cesan de aportar constantemente datos novedosos que obligan a ajustar, modificar, y a veces a alterar por completo, el conocimiento previamente establecido sobre estos múltiples aspectos de la vida de los constructores de megalitos. Es uno de los campos de la investigación en arqueología prehistórica que más deprisa ha cambiado en los últimos años. Y aún así, resulta ciertamente sorprendente la cantidad de preguntas sin respuesta (o con respuestas inseguras) que este fenómeno todavía plantea, lo cual posiblemente demuestra que es una expresión de la experiencia humana de gran profundidad, complejidad y riqueza. Los constructores de megalitos miraron a la naturaleza con reverencia, seguramente con mucho más asombro e inocencia que nosotros. Observaron con perplejidad (pero al mismo tiempo con gran paciencia e inteligencia) la regularidad de los ciclos del cosmos, la constancia y reiteración de los movimientos del sol, la luna y las estrellas, y se enfrentaron al duro reto de la supervivencia, a la obtención de la subsistencia y la construcción de las relaciones sociales. Trataron de comprender su

entorno y de adaptarse a las adversidades naturales (las fluctuaciones climáticas, las enfermedades, las carestías) y a los conflictos, tanto los internos (causados por la competición por el poder y el prestigio), como los externos, (derivados de agresiones de vecinos codiciosos o simplemente desesperados). Y, evidentemente, también trataron de asumir el mayor de los desafíos a los que se enfrenta el ser humano: la muerte. Exactamente igual que generaciones y generaciones de hombres y mujeres harían más tarde, casi lo mismo que hacemos nosotros hoy día, los constructores de megalitos tuvieron que gestionar la certidumbre de la muerte. Como parte de ese proceso, nuestros antepasados, hace miles de años, construyeron unos mensajes en piedra que hoy día tratamos de interpretar y explicar, en la esperanza de que ello nos ayude a comprender su mundo y sus vidas, y, de paso, a comprender mejor nuestro propio mundo. Con este libro esperamos contribuir a despertar un mayor interés, respeto y cariño por el Patrimonio Prehistórico en todos los ciudadanos y ciudadanas, de forma que algún día podamos establecer una mejor comunicación con nuestro Pasado más lejano: a través de las grandes piedras.


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LAS GRANDES PIEDRAS DE LA PREHISTORIA. Sitios y paisajes megalíticos de Andalucía.

Interior de la tumba I de Los Millares, Santa Fe de Mondujar.


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Almería

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l fenómeno megalítico abarca la totalidad de la provincia de Almería. Si bien esta constatación comienza a definirse en los primeros estudios realizados a fines del siglo XIX y comienzos del XX, han sido las investigaciones mediante proyectos sistemáticos de investigación llevadas a cabo en los últimos veinte años las que han llenado las últimas lagunas. Este desarrollo es paralelo al que ha tenido lugar en el extremo occidental de la provincia de Murcia, prolongación natural de las tierras almerienses. La periodización de las primeras fases de la Prehistoria Reciente del Sudeste de España, realizada por Luis Siret y luego corregida por Georg y Vera Leisner, aun con precisiones y con un envejecimiento considerable de las fechas, sigue básicamente vigente hoy día, de forma que los sepulcros conocidos se inscriben dentro del Neolítico Reciente (V y IV milenios ANE) y la Edad del Cobre (III milenio ANE) durante la cual se produce una complicación de las formas arquitectónicas, una mayor variedad y riqueza en los contenidos y un aumento considerable del número de inhumaciones. Todos estos aspectos han sido relacionados con una mayor jerarquización social que busca formas ideológicas de justificación que a la vez permitan el enmascaramiento

de la desigualdad, al relacionarse presuntamente con los objetivos generales de la comunidad (cohesión social y demarcación del territorio), y la exhibición de la riqueza, al mostrar la capacidad de ciertas personas de movilizar objetos muebles y fuerza de trabajo en la construcción de bienes inmuebles de impacto. A raíz de las obras de L. Siret y de la sistematización realizada por Georg y Vera Leisner se dieron a conocer los más importantes conjuntos megalíticos de la provincia, desde el Pasillo de Tabernas al Bajo Andarax, donde destaca la excepcional necrópolis de Los Millares (Santa Fe de Mondújar), y desde la comarca de los Vélez, donde se debe destacar también la labor de F. de Motos a principios del siglo XX, hasta el Bajo Almanzora con el ejemplo de la necrópolis de La Encantada, junto al importante asentamiento de Almizaraque (Cuevas del Almanzora), dado a conocer también por L. Siret. Después de la Guerra Civil, y tras un periodo de abandono que afectó incluso al yacimiento de Los Millares, las investigaciones se centraron en necrópolis concretas como la de este yacimiento por parte de Martín Almagro Basch y Antonio Arribas Palau, la de El Barranquete (Níjar) excavada por María José Almagro

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LAS GRANDES PIEDRAS DE LA PREHISTORIA. Sitios y paisajes megalíticos de Andalucía.

Plano del Conjunto Arqueológico de Los Millares, Santa Fe de Mondujar.

Gorbea, o la de Terrera Ventura-Rubialillos (Tabernas) investigada por F. Gusi y C. Olaria, todas junto a importantes poblados. Desgraciadamente, sin embargo, la mayor parte de los sepulcros ha sufrido un irrefrenable proceso de expolio. La mayor parte de las nuevas intervenciones arqueológicas atendieron a los sepulcros considerados más monumentales, los tholoi, y, pese a los obstáculos derivados de la alteración de los depósitos, permitieron establecer numerosas características del ritual funerario utilizado en este tipo particular de tumbas como la introducción sucesiva de cadáveres hasta configurar un panteón colectivo (entre 20 y 100 individuos) con el arrinconamiento de los enterramientos más antiguos para hacer sitio, el uso del fuego para purificar y limpiar el interior de las sepulturas y la posible retirada de los restos humanos cuando su acumulación dificultaba el uso del sepulcro. Además también se pudo asegurar el desarrollo de determinadas ceremonias en los vestíbulos y en torno a las sepulturas que implicaban la deposición de ofrendas inscritas en un complejo culto a los ancestros, representados en el caso de Los Millares a través de esculturas cilíndricas y troncocónicas denominadas betilos. Por otra parte, los trabajos de Beatrice Blance permitieron clarificar la tipología de los sepulcros de Los

Millares, ya que además de determinarse la oposición entre algunos megalitos constituidos por piedras verticales (ortostatos) que configuraban cámaras y corredores rectangulares y trapezoidales y lo sepulcros de cámara circular con corredor más o menos largo y estructura de mampostería, como habían sugerido los Leisner, se pudo determinar que un gran número de estas últimas tumbas no pudo, por sus excesivas dimensiones, ver cubierta la cámara por una falsa cúpula (de aproximación de hiladas) y, por tanto, debió contar con una techumbre plana de madera, apoyada incluso a veces en un poste central. Además la autora desarrolló la propuesta cronológica de los Leisner, atendiendo a similares variables, pero analizadas estadísticamente. En este panorama, y tras las críticas de Colin Renfrew (sustentadas en la proliferación de dataciones absolutas, de las que sólo una pequeña parte procedían del Sureste español) a las hipótesis que explicaban la difusión de este tipo de sepulcros en toda Europa occidental como el resultado de una colonización de gentes venidas del Mediterráneo oriental, destaca el trabajo de Robert W. Chapman, que supuso una interesante reinterpretación, todavía vigente, de la necrópolis de Los Millares. Su estudio sobre el contenido de las sepulturas, sus características arquitectónicas y su posición,


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Poblado y necrรณpolis de Los Millares, Santa Fe de Mondujar.


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Vista del acceso a la tumba I de Los Millares, Santa Fe de Mondujar.


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se basó en la documentación de G. y V. Leisner de las excavaciones de L. Siret, los escritos y materiales depositados en los fondos del Museo Arqueológico Nacional y las correlaciones, realizadas por M. Almagro Basch y A. Arribas Palau, entre las sepulturas reconocidas en el terreno y aquellas investigadas por L. Siret gracias al hallazgo de un mapa manuscrito de este último autor. A partir de esta información, R. W. Chapman señaló que la posición de las sepulturas en la necrópolis, los contenidos y las características arquitectónicas tenían poco que ver con la cronología y con el número de inhumados, sugiriéndose una fuerte relación con la diferenciación social, aspecto en el que se han centrado muchos de los trabajos posteriores. El impulso más reciente para el estudio del megalitismo almeriense vino de la mano del desarrollo del Proyecto Millares, dirigido desde fines de los años setenta

Siret, conservada en el Museo Arqueológico Nacional, aunque existen bastantes problemas de correlación entre las denominaciones dadas por L. Siret a los sepulcros por él investigados y las tumbas localizadas en las prospecciones superficiales recientes, como ejemplifica la dificultad para determinar corredores en las agrupaciones recientemente definidas, en Sierra Bermeja (Tabernas) donde la obra de G. y V. Leisner sugiere que la mayoría de los sepulcros constaban de este elemento de acceso, actualmente no visible en superficie. En el Almanzora además del análisis de los materiales recuperados por L. Siret en la necrópolis de Las Churuletas (Purchena), o la de La Encantada (Cuevas del Almanzora) y otros sistemas funerarios del entorno de Almizaraque como las fosas de Las Eras/Las Palas, e intervenciones puntuales como la de Piedra Ver (Olula del Río) se deben destacar otros proyectos

Tumba LII de Los Millares, Santa Fe de Mondujar.

por Antonio Arribas Palau y Fernando Molina González y financiado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía a partir de 1985. Este proyecto se planteó también un estudio territorial de las comunidades integradas y opuestas a la formación social millarense. En este sentido se plantearon prospecciones sistemáticas en el Bajo Andarax, donde ya se habían excavado en los años setenta algunos tholoi en El Chuche (Benahadux) y donde se realizó una intervención de emergencia en La Garibola (Alhama), en la Alpujarra almeriense y, sobre todo, en el Pasillo de Tabernas, donde además se pudo intervenir en la limpieza y consolidación del extremo occidental de la necrópolis de Los Llanos de Rueda, denominado El Chortal, constituido por sepulcros simples (sin corredor) de cámara poligonal y de pequeñas dimensiones. Junto a estas intervenciones se han publicado diversos estudios sobre la documentación de L.

de investigación sistemática, algunos centrados en el Bajo Almanzora como el dirigido por D. Martín Socas y M. D. Cámalich Massieu que se ha centrado más en el estudio de los asentamientos, o el impulsado por M. Fernández-Miranda y G. Delibes de Castro en relación con el yacimiento de Almizaraque y que ha realizado propuestas de uso de los sepulcros especialmente en torno a Mojácar. Desde los años 1990, un nuevo proyecto centrado en el Alto Almanzora y dirigido por C. Martínez ha intentado datar algunos yacimientos, incluyendo sepulturas megalíticas, a partir del análisis por termoluminiscencia de algunos restos cerámicos si bien las fechas obtenidas por ejemplo en La Ruina han resultado sorprendentemente bajas de mediados del III milenio ANE y sólo algunas sepulturas como las de Cerro del Barrio se sitúan en la segunda mitad del IV milenio ANE. Las últimas intervenciones de emergencia,


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LAS GRANDES PIEDRAS DE LA PREHISTORIA. Sitios y paisajes megalíticos de Andalucía.


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Vista del poblado de Los Millares, Santa Fe de Mondujar, con la tumba I, la única al interior, en primer término.

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relacionadas con la construcción de la Autovía A-92 han tenido lugar en el término municipal de Fiñana donde se han excavado pequeños sepulcros de cámara poligonal sin corredor rodeados por un túmulo con anillos concéntricos de piedra similares a la referida necrópolis de El Chortal (Tabernas) y se ha localizado una importante dispersión de sepulturas destinadas, como veremos en otros casos, a la demarcación territorial. Respecto a la tipología y cronología de los sepulcros, las tumbas más primitivas, adscritas a la denominada Cultura de Almería (Neolítico Reciente), parecen caracterizarse por su simplicidad arquitectónica con dos variantes principales. Por una parte, las cistas rectangulares, rodeadas de túmulo también, de comarca de los Vélez (Almería) al nordeste de la provincia. Por otra parte los rundgräber, o sepulturas de cámara circular sin corredor y con cubierta plana, que se localizan en las necrópolis de Purchena (por ejemplo) Loma de la Atalaya 8 y 12, La Lámpara 1 y 2 y Jautón 2 y que, en fechas tempranas del IV Milenio ANE se relacionan ya con determinados poblados permanentes como Las Churuletas. Según G. y V. Leisner entre las fases II y III de la sucesión megalítica se situaría la introducción de los metales y se podría hablar de Edad del Cobre, si bien el proceso de complicación de los sepulcros que conducirá a los tholoi desde los sepulcros de cámara circular con corredor resulta bastante más problemático. Luego ha habido autores (como M. Pellicer Catalán, P. Acosta Martínez y R. Cruz-Auñón Briones entre otros) que se mostraron contrarios al establecimiento de una secuencia evolutiva, sea porque pretendían enfatizar la influencia exterior sea porque intentaban interpretar la variedad en términos de adaptación o complejidad social. A mediados de los 1970, el arqueólogo francés J. Guilaine reivindicó el origen local del megalitismo almeriense a partir de las poblaciones neolíticas de la llamada Cultura de las Cuevas. Según la interpretación del prehistoriador francés, las más antiguas estructuras serían las fosas redondas o las cistas con 1 ó 2 inhumaciones de fines del V milenio ANE, derivando después a las cámaras poligonales primero sin corredor y posteriormente con éste y, por último, a los sepulcros de corredor con estructura de mampostería y, a veces, cubierta de falsa cúpula (tholoi) presentes ya a fines del IV milenio ANE. Los recientes estudios de los materiales depositados en el Museo Arqueológico Nacional por parte de R. Maicas han reafirmado la inhumación siempre de menos de diez individuos en las sepulturas más antiguas.

Lamentablemente, como hemos señalado, las intervenciones recientes son escasas pero, además de las de Fiñana y las dataciones de termoluminiscencia para el Alto Almanzora que no se refieren a estos sepulcros más antiguos, merece destacarse el sepulcro colectivo neolítico de Cerro Virtud (Cuevas del Almanzora), datado en el V milenio ANE, aunque con problemáticas asociaciones contextuales. En los ajuares de estas sepulturas simples predominan los brazaletes de pectúnculo o piedra, elementos geométricos en sílex considerados puntas de flecha y elementos simbólicos como los ídolos cruciformes como el de La Pernera. En las adscritas a la fase I sólo Loma de la Atalaya (Purchena, Almería), vinculada a los grupos del poblado de Las Churuletas, muestra corredor con cámara circular y sólo en La Lámpara 3 (Purchena) un sepulcro sin corredor, adscrito en cualquier caso a la fase II, se puede hablar de colectivismo al incluir unos cuarenta individuos, aunque hay sepulcros simples con un número de individuos superior a la media docena como La Pernera y a veces acompañados, desde la fase II, de puntas de flecha romboidales y punzones de cobre como Puerto Blanco, Fuente del Lobo, Cruz de Antas y Cabezo de los Grajos. En la zona de Vélez Blanco las sepulturas no tienen un número elevado de enterramientos (de 8 a 10 individuos) y los ajuares pobres, a veces sin cerámica sugieren quizás mayor antigüedad, aunque en algunos aparecen ya elementos de cobre lo que muestra que el paso al ritual de inhumación colectiva ni siquiera fue coetáneo en todas las zonas de Almería. La mayor parte de las sepulturas conocidas y casi todas las mejor conservadas corresponden a la Edad del Cobre. Compuesta por unas 80 sepulturas colectivas de grandes dimensiones, en su mayor parte tholoi, la necrópolis de Los Millares se extiende por la meseta inmediata al poblado, a lo largo de unas 13 Ha. Las tumbas muestran una distribución espacial en pequeños grupos, que posiblemente refleje las relaciones sociales y simbólicas existentes en la comunidad de Los Millares y en torno a los cuales se situaban otros recintos ceremoniales. Pese a la diversidad de morfologías, que incluye algunos megalitos y enterramientos en abrigos ligeramente transformados, la mayor parte de las sepulturas de Los Millares se caracteriza por constar de una cámara circular, cuyo diámetro oscila entre 3 y 6 m, construida con mampostería irregular de piedra caliza procedente de canteras situadas en el mismo llano


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Tumba I de Los Millares, Santa Fe de Mondujar.


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Poblado y necrรณpolis de Los Millares, Santa Fe de Mondujar.


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Tumbas de Loma de Galera, Alhama.

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adyacente. La cámara presenta un zócalo de revestimiento interior con lajas de pizarra dispuestas verticalmente (y a veces decoradas con pintura roja), e incluye nichos laterales en ocasiones. La cubierta se realizó aproximando progresivamente las hiladas hacia el interior formando una falsa cúpula y en otras ocasiones con un cierre horizontal plano de madera apoyado en un pilar central. Un corredor de longitud y tramos variables, con cubierta plana, conduce a la cámara desde el exterior, ofreciendo también nichos en algunas tumbas, especialmente en las áreas más cercanas a la cámara. En el acceso exterior y en el acceso a la cámara, así como entre cada uno de los tramos se encuentran lajas de pizarra perforadas en su centro y que funcionaban como puertas. Un vestíbulo trapezoidal descubierto suele preceder la entrada del corredor. Todo el conjunto se encontraba cubierto por un túmulo cónico de tierra y piedras con diversos anillos de mampostería concéntricos, que refuerzan su estructura. Un círculo exterior, con losas o mampostería de mayores dimensiones, delimita el perímetro del túmulo adaptándose en el frente delantero de la tumba al vestíbulo que forma una entrada monumental, donde se situaron betilos troncocónicos o cilíndricos que podrían representar a los individuos enterrados dentro de la sepultura. Otros recintos más externos a veces ponen en contacto diferentes tumbas formando áreas parcialmente cerradas. Todos estos aspectos son visibles en la reconstrucción situada en las inmediaciones del Conjunto Arqueológico, con objetivos marcadamente pedagógicos. La mayoría de las sepulturas presentan orientación E-SE a excepción de dos tumbas del “grupo Norte”, abiertas hacia el SO y excavadas en parte en la roca apro-

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vechando una ladera de acusada pendiente dentro de la pequeña elevación del terreno donde se sitúa todo el grupo. Las labores de consolidación permiten apreciar claramente la tipología de los sepulcros. En una de las agrupaciones centrales situada junto al camino de acceso la tumba LIII muestra una cámara circular con zócalo de lajas de pizarra y alzado de mampostería, cuyas hiladas superiores se aproximan hacia el interior de la cámara definiendo el arranque de la falsa cúpula, mientras en la tumba LIV cámara y corredor han sido parcialmente excavados en la roca y sus paredes están constituidas por pequeños ortostatos sobre los que se alzan muros de mampostería.

La tumba 17/I, restaurada en los años setenta, ofrece al visitante una impresión más completa de la arquitectura de estas construcciones. Situada a intramuros del poblado como consecuencia del crecimiento de este, esta tumba es un magnífico ejemplo de las sepulturas cubiertas por falsa cúpula, presentando cámara circular, con zócalo revestido por lajas de pizarra. El co-

Cerámica simbólica de Los Millares, Santa Fe de Mondujar. Ajuar de la tumba VIII40 de Los Millares, Santa Fe de Mondujar.

Tumba de El Barranquete, Nijar.


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Megalito 1 de El Marchal de Araoz, Gádor. Tumbas de Lomas de Galera, Alhama.

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rredor de acceso aparece segmentado en tres tramos por puertas abiertas en losas de pizarra. Dos pequeñas cámaras secundarias o nichos se abren lateralmente en el último tramo del corredor. Por último, el túmulo de tierra está delimitado por varios anillos concéntricos de mampostería y lajas hincadas. Las tumbas de Los Millares era utilizadas para inhumaciones colectivas y sucesivas siendo el número de inhumados en cada sepultura muy variable, desde una veintena a más de un centenar, razón por la que sólo los cadáveres introducidos en último lugar son encontrados en posición articulada, mientras los restantes, depositados con anterioridad, aparecían desarticulados y arrinconados. La presencia de depósitos

tes rituales (con ofrendas de comida también a los difuntos) y fragmentación posterior de los objetos utilizados. Las tumbas más destacadas ofrecen también las mayores dimensiones hasta el punto de que no pudieron haber sido cubiertas con falsa cúpula sino con una cubierta plana apoyada en columnas o pilares, y se sitúan dentro de su agrupación en la zona más cercana al poblado y al camino de acceso a éste, que debían flanquear. En la agrupación de monumentos más próxima al asentamiento, la tumba 7, que ocupa la posición central en relación con las otras tumbas de su grupo que la rodean, contenía cerámica pintada y con decoración incisa simbólica, dos hachas de co-

quemados que habían afectado a determinados restos ha llevado a sugerir la práctica de la cremación parcial, aunque podrían corresponder a episodios de limpieza de las sepulturas. Las inhumaciones ocuparon no sólo las cámaras y los nichos, sino también, a medida que estos espacios quedaban totalmente ocupados, los diferentes tramos del corredor. Los nichos se utilizaron para el enterramiento de los niños. En los ajuares funerarios de la necrópolis de Los Millares destacan materiales que reflejan el estatus social de los individuos enterrados, entre ellos objetos fabricados con materias primas exóticas, como el marfil o la cáscara de huevo de avestruz, útiles de cobre especialmente armas, armas de sílex (puntas de flecha y puñales) y vasijas de cerámica con decoración simbólica o campaniforme. Dentro de las tumbas y en su entorno inmediato restos de recipientes comunes muy fragmentados (fundamentalmente fuentes) pueden corresponder a consumo en banque-

bre, una sierra, un punzón y un cincel, 34 puntas de flecha, un vaso de alabastro, además de numerosos ídolos en piedra y hueso, uno de ellos un ídolo falange decorado. La tumba además presentaba un recinto de betilos al exterior y se relacionaba con un área ceremonial, habiéndose localizado materiales cerámicos fragmentados cercanos a la entrada (resultado probablemente de ceremonias). En torno a ella se sitúan otras tumbas de similar nivel social (16 y 5) con abundantes puntas de flecha, puñales de sílex, cajitas de marfil, elementos metálicos y recintos de betilos, y a un nivel ligeramente inferior la 8 y la 37, esta última con algo de metal y recinto de betilos, mientras la primera consiste en un megalito de cámara trapezoidal con corredor. La más interesante por su contenido es la tumba 40, en el grupo noroccidental, aunque también sea la tumba con mayor número de inhumados, al menos 114. Incluye un hacha de metal, ocho punzones y un


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Túmulo de El Tejar, Nijar.


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Mapa de la zona de Los Millares y las necrópolis inmediatas.

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fragmento indeterminado de cobre, 85 puntas de flecha y un puñal de sílex, más de veinte ídolos de distinto material y tipología, incluyendo ídolos-placa, cerámica simbólica y pintada (como en la tumba 7 antes citada), y hasta once elementos de hueso y un peine de marfil. A un segundo nivel se podría atribuir la cercana tumba 12 en la que destacan, sobre todo, los elementos en piedra, vasos e incluso una excepcional sandalia, para un número de inhumados que ronda la docena.

Almería y Gádor, deben incluirse en el mismo conjunto por criterios de vinculación histórico-cultural y territorial. Siendo indudable que en gran medida ambas manifestaciones arqueológicas fueron contemporáneas, las comunidades megalíticas vecinas compartieron con el asentamiento de Los Millares un mismo territorio físico. Sus poblaciones estuvieron vinculadas por estrechas relaciones de carácter social, económico y simbólico, si bien conservaron importantes peculiaridades, que

También en el grupo suroccidental es la tumba 9, la más cercana al poblado, la que muestra el ajuar más relevante: 28 puntas de flecha y un puñal de sílex, ídolos varios, vasos de alabastro y yeso, punzones de metal y abundante cerámica decorada, de nuevo simbólica y pintada. Además esta tumba se recuperaron restos de estuco pintado y, presenta un recinto de betilos y un área ceremonial externa. También contenía el número más elevado de inhumaciones (35) dentro de su grupo, aunque en general las tumbas de las que tenemos datos muestran siempre más de una veintena de inhumaciones. Las necrópolis megalíticas ortostáticas que rodean el poblado de Los Millares por el Sur, en áreas comprendidas en los términos municipales de Alhama de

han quedado patentes en el registro arqueológico de su cultura material. Dichas necrópolis se extienden por las terrazas y mesetas situadas en el piedemonte de la Sierra de Gádor, entre ésta y el curso del río Andarax y forman campos megalíticos dispersos, de gran extensión con diversos grupos de sepulcros megalíticos. Presentan cámara cuadrangular o poligonal, delimitada por grandes ortostatos verticales, en algún caso con corredor de entrada, rodeada por un túmulo de piedras y tierra, cuyo contorno suele estar delimitado por una alineación de piedras. Aunque se han citado diversas formas de articulación entre estas comunidades y el centro político de Los Millares (frontera política, oposición entre comuni-


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dades sedentarias agrícolas y pastoriles móviles) en nuestra opinión todas ellas tienden a presentar la situación como si durante un periodo de tiempo de más de un milenio no hubieran tenido lugar cambios significativos en la relación entre los vecinos. La presencia de los fortines, su especialización, y la presencia de tumbas megalíticas en Los Millares, con contenido similar a las de las tumbas que estamos comentando, y tumbas de alto nivel social entre las necrópolis megalíticas, sugiere, aun con las diferencias en cultura material mueble, que, al menos en los últimos momentos de la Edad del Cobre, las comunidades vecinas habían pasado a formar parte del territorio millarense, actuando los fortines como centros de control interno y disuasión. El carácter concentrado de la necrópolis enfatiza la cohesión social y la capitalidad de Los Millares, frente al énfasis en la demarcación territorial de las necrópolis megalíticas dispersas existentes en el territorio circundante. Todo esto sugeriría que el carácter colectivo de las sepulturas es el resultado más de un enmascaramiento que de una igualdad social real. Puede plantearse que la presencia de algunos dólmenes en la necrópolis de Los Millares correspondería a la inhumación de determinados individuos de las poblaciones dependientes que vivían junto al asentamiento principal y habría que plantearse qué beneficios reciben las élites de las comunidades megalíticas que se hallarían representadas en la necrópolis de Los Millares y en algunas tumbas especiales de la Loma de Huéchar, por ejemplo, y cuya integración, al menos en un momento avanzado viene mostrada por rasgos de conexión visual y de control de territorios complementarios económicamente. Sin duda entre estos beneficios estaría el apoyo central a su propio papel de control coercitivo en la periferia. En el Bajo Andarax y Cabo de Gata-Níjar también se han localizado pequeñas necrópolis de tholoi asociadas a poblados secundarios como ya la referida de El Chuche, A partir de estos poblados Los Millares se asegura

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Campos de Nijar.

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el control de la mayor parte de los recursos subsistenciales (tierra agrícola y de pastos), de ciertas materias primas pétreas y del mineral de cobre. El caso más conocido de estas agrupaciones es la necrópolis de El Barranquete, asociada al poblado de El Tarajal (Nijar). En el Barranquete se conocen hasta 15 tholoi, aunque se ha identificado también un megalito (tumba 10). Ello podría sugerir los mismos procesos de integración de las élites de los poblados subalternos referidos en relación con Los Millares, sin descartar diferencias cronológicas, y se han documentado enterramientos en nichos y, a veces, en el corredor, y diferentes niveles de enterramiento en las tumbas 2, 4 ,5, 7, 8, 9 y 11, aunque T. Escoriza Mateu ha destacado la escasez de elementos simbólicos y ha reseñado la importancia de la tumba 11, con un rico ajuar e individualización final de los inhumados a través de la delimitación por círculos de piedras en contextos avanzados entre el Cobre Final y la Edad del Bronce. Las dataciones de la tumba 7 y del poblado situadas desde fines del IV milenio ANE son coetáneas a las de Los Millares y muestran la contemporaneidad de los procesos de exhibición del poder a partir del ritual. A partir del estudio del Pasillo de Tabernas podemos indicar que se va configurando un abanico restringido de posibilidades con la acumulación y articulación de todas los tipos de tumbas entre el V y el III milenio ANE, al objeto de cubrir y delimitar de forma sacra todas las zonas del territorio de explotación. Encontramos así desde necrópolis muy dispersas y con sepulcros muy visibles desde muy larga distancia y desde los cuales se controla un amplio territorio (Velefique o Sierra Bermeja) hasta necrópolis cercanas a los poblados que pueden estar incluso ocultas a éstos (Rubialillos) o servir a varios (Rambla del Búho), contar con sepulcros de gran intervisibilidad o sepulcros poco visibles sea por su posición sea por el contexto geológico sobre el que se sitúan. El fin de la utilización de las tumbas para depositar inhumaciones no supuso el fin de su uso como demarcadores territoriales lo que justifica además su estudio en conjunto pese a los pocos datos cronológicos. La posición topográfica de las sepulturas en Tabernas es muy variada y, obviamente, este rasgo se acentúa dentro de las necrópolis dispersas. Como en otras áreas peninsulares se remarcan los desplazamientos a través de las cuerdas (partes altas de las cumbres), las dorsales (para remontar una sierra de lado a lado), los collados (para comunicar dos valles entre monta-

ñas), los vados (para atravesar cursos de agua) y los cruces entre diversas rutas, siendo en el último lugar donde suele ser mayor la concentración de tumbas. En el caso del Pasillo de Tabernas de todas estas situaciones es más frecuente una doble alineación: en las cuerdas y en las dorsales. La intervisibilidad puede ser inmediata (hasta el túmulo siguiente) o menos (no se visualiza el próximo túmulo de la alineación sino el grupo siguiente). El objetivo es cubrir todos los ángulos con visibilidad amplia en las cumbres y reducida en las zonas llanas, siendo las diferencias también el resultado de la continua adición de sepulturas. Se crean así agrupaciones independientes aunque unidas por determinados monumentos que además comunican las zonas de explotación extensiva e intensiva. Las dispersiones conducen hacia áreas de alta montaña, susceptibles de proporcionar pastos frescos y, en algunos casos como en Gérgal la delimitación de esas zonas de destino se completa con pinturas rupestres que, como los megalitos, no sólo marcan (en este caso por las zonas en que se ubican) sino que se utilizan en la justificación del origen genealógico y la desigualdad. En el Almanzora R. Maicas ha señalado que en el curso bajo se documentan esqueletos completos en las sepulturas mientras en el curso alto la preservación es menor, tal vez por un diferente ritual que podría implicar el mayor uso de sustancias destinadas a conservar los cadáveres (o, inversamente, a acelerar su descomposición). Además en el curso altote este río, la variedad de tipos de sepulturas es menor y hay más evidencias de uso del fuego para limpiar. Incluso en las sepulturas más antiguas hay evidencias de inhumación de niños y mujeres por lo que no se puede pensar que la introducción de los cadáveres de estos grupos sociales sea un fenómeno tardío tal y como C. Mathers había sugerido, aunque, como para otros aspectos se podría pensar en cierta variedad. Igualmente, se ha llamado la atención sobre la concentración de megalitos en determinadas áreas, como Purchena, pero, dado que los poblados y las necrópolis se distribuyen a lo largo del río de Cantoria a Serón habría que interpretar este hecho como resultado de la concentración de determinadas sepulturas en torno a los mayores poblados como Las Churuletas con las necrópolis de Llano de Turuletes/Churuletas, el Llano de la Lámpara/Lomo de la Estación y Loma de la Jocalla/ Cortijo Jocalla y, tal vez otras con tumbas de diferente cronología, Los Cortijillos con la necrópolis homónima, El Garcel con las sepulturas de la Loma de Rutilla y La

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Cueva de Los Letreros, Velez-Rubio.


Pernera, Las Pilas/Huerta Seca con Lomas del Campo y Cerro de la Mata, Los Pedregales/Casablanca con Cabezo de la Copa Jocalla, Barranco del Infierno, cuya extensión no ha sido evaluada, con la necrópolis homónima que, sin embargo, se considera alejada, y Almizaraque con las de La Encantada, Cerro Virtud y El Arteal, vinculadas estas últimas otras veces al poblado homónimo inmediato, en un área de desplazamientos similares a los de El Gárcel-La Gerundia como implica la presencia también del poblado de Las Palas-La Era y donde las sepulturas de diferente carácter se localizan en distintas áreas (Cerro Virtud, La Encantada, La Era, Las Palas). Los resultados de las dataciones de termoluminiscencia realizadas sobre restos cerámicos de determinados sepulcros, y publicadas por un equipo de la Universidad de Almería dirigido por C. Martínez y M. P. Román, sugieren además la mayor antigüedad de las pequeñas concentraciones situadas en las cuerdas montañosas, como Cerro del Barrio, respecto a las necrópolis concentradas antes referidas por lo que se podría señalar que el progresivo proceso de delimitación del territorio y de justificación de la capitalidad que hemos señalado inicia desde la demarcación de las rutas de desplazamiento. Además de la tipología de las tumbas, entre las que siempre se han destacado las necrópolis de tholoi de La Encantada, las diferencias se reflejan, en cualquier caso, en los ajuares de las sepulturas y en el número de inhumados, aunque algunas son evidentemente de raíz cronológica. En La Encantada, junto a Almizaraque existen tumbas monumentales, especialmente la número 1, donde se ha dicho que el número de inhumados superaba el de elementos de prestigio, y la 3, que incluía más de 50 individuos, habiéndose destacado la presencia de vasijas de alabastro, marfil, huevos de avestruz, ámbar, azabache y calaíta. De las seis sepulturas excavadas por L. Siret en el Llano de Las Churuletas (Purchena) una presenta abundancia de cerámica y puntas de flecha con algunos ídolos (3), otra punzones (4), otra brazaletes de pectúnculo (5) y otra, numerosos vasos cerámicos, ídolos-falange y algunas puntas triangulares (1), aunque autores como C. de la Peña hayan sugerido la uniformidad. La necrópolis del Llano de Las Churuletas ha sido adscrita a las primeras fases del Neolítico Reciente, perviviendo el uso de las tumbas más cercanas al asentamiento durante toda la Edad del Cobre. Además de que tras los procesos de cambio hacia las sepulturas individuales en la Edad del Bronce cier-

tas tumbas, por ejemplo de Fuente Álamo (Cuevas del Almanzora), siguieron mostrando una monumentalidad cercana al megalitismo, para muchos de los sepulcros megalíticos del Sudeste se ha planteado la reutilización en periodos más recientes, especialmente en el Bronce Final, a partir del 1300 ANE, pero también en el mundo romano alrededor del cambio de era. Comprenden ahora un nuevo sistema de enterramiento que implica a menudo la incineración y que, a veces, introduce junto a los cadáveres de nuevo abundantes adornos en forma de brazaletes de metales preciosos (fundamentalmente plata) y armas metálicas. Algunas sepulturas bajo túmulo se realizaron también en estos momentos en las necrópolis ya existentes pero con tipologías de cámara distintas (cistas cuadradas) y con menores dimensiones como se aprecia en Los Millares. En cualquier caso estos procesos muestran el mantenimiento de la importancia sacra de las distribuciones, incluso después del abandono de los poblados.


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Vista de la entrada a la cueva artificial número 2, desde la número 1 de Los Algarbes. Tarifa, Cádiz.

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os monumentos megalíticos de la provincia de Cádiz presentan una distribución de acuerdo a sus tres unidades orográficas principales. La primera región, al Este, corresponde a la zona montañosa formada por las estribaciones de las cordilleras Béticas que se ramifican en dos dirigiéndose ambas hacia el Sur, una compuesta por Sierra Bermeja, Serranía de Ronda, Sierra Almenara y Sierra Carbonera hasta el peñón de Gibraltar y otra en la que destacan las Sierras de Algodonales, Grazalema, Ubrique y Luna, que finalizan en la punta de Tarifa. La segunda unidad, al Norte y hacia el Suroeste representa el comienzo de la depresión Bética, una zona de llanuras aluviales y marismas, que por el Sureste inicia la transición a las montañas con pequeñas colinas. La tercera unidad está compuesta por la zona litoral con un recorrido de costas por el mar Mediterráneo y el océano Atlántico en la que destacan los cabos de Trafalgar y Tarifa en el estrecho de Gibraltar y las bahías de Algeciras, Barbate y Cádiz, finalizando en la desembocadura del río Guadalquivir. La mayor parte de las estructuras megalíticas gaditanas se encuentra en la primera de esas regiones, en los piedemontes o en las mismas zonas montañosas

de la mitad oriental de la provincia. Casi todas ellas corresponden a sepulcros de galería. A este respecto resulta interesante que en el territorio gaditano no hayan aparecido hasta ahora sepulturas de tipo tholos, teniendo en cuenta su relativa abundancia en el valle del Guadalquivir, en la provincia de Sevilla. Por el contrario, en el sector occidental y en el litoral son frecuentes las cuevas artificiales, aunque recientes hallazgos documentan su presencia también en zonas del interior. Unos y otros tipos de contextos funerarios hay que ponerlos en relación con los de las provincias colindantes, las sepulturas de galerías con su prolongación hacia el Este por la serranía de Ronda, y las cuevas artificiales como una continuación de las que se distribuyen por el valle del Guadalquivir. Hasta ahora se contabilizan unas cuarenta estructuras megalíticas dentro de la provincia de Cádiz, reunidas en una serie de dos conjuntos principales del sector oriental, uno al Norte en la sierra Subbética de Alcalá del Valle y Villamartín y otro al Sur, en la laguna de La Janda y Tarifa. Pocas de ellas han sido sometidas a excavaciones arqueológicas científicas, ya que en realidad sólo en la década de los 1990 se acometieron las primeras investigaciones sistemáticas. El caso del

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Paisaje al sureste de Alberite. Villamartín, Cádiz. Vista del túmulo de Alberite I con la cubierta de protección. Villamartín, Cádiz.

dolmen de Alberite ha permitido valorar científicamente el fenómeno megalítico en la provincia de Cádiz al ser estudiado de manera exhaustiva y revelarse que se trata de una de las sepulturas de mayor antigüedad de la península ibérica. Ello ha permitido desdecir la noción tradicional que presentaba a la arquitectura megalítica gaditana como marginal y tardía, poniéndose ahora de relieve su entidad. El megalitismo se conoce en Cádiz desde principios del siglo XX, cuando el famoso abate Breuil descubrió el gran conjunto de dólmenes conocido como PurenqueLarráez en los alrededores de la laguna de La Janda, mientras documentaba además las pinturas rupestres del Tajo de las Figuras. Algunas de estas sepulturas

fueron excavadas en 1920 por Cayetano de Mergelina, pero desde entonces no han vuelto a ser estudiadas y, lamentablemente, muchas de ellas han desaparecido. A pesar de ser el conjunto megalítico más numeroso de los existentes en la provincia aún hoy continúa sin recibir la atención debida. El conjunto de dólmenes se encuentra en el término de Benalup, al Noroeste de la población de Tahivilla y en terrenos del cortijo del Aciscar (se conocen también con este nombre). En su

Ortostato número 16 con “cazoletas” de Alberite I. Villamartín, Cádiz.


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Vista interior del dolmen de Alberite I desde la cabecera. Villamartín, Cádiz.


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Estela (ortostato número 39), con representación esquemática de Alberite I. Villamartín, Cádiz.


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Collar de variscita hallado en el ajuar de Alberite I. Villamartín, Cádiz.

momento se localizaron dos grupos dolménicos o necrópolis situadas en las terrazas que se escalonan en los rebordes orientales de la antigua laguna de La Janda; las más bajas se denominan Purenque, las terrazas más altas, al Norte, Larráez. Un tercer núcleo se sitúa al Noroeste y cerca de los famosos abrigos del Tajo de la Figuras. Los dos grupos de Purenque y Larráez lo constituyen once dólmenes más o menos próximos entre sí, unos compuestos por cámara rectangular y corredor y otros de galería. Entre los primeros, las cámaras mejor conservadas tienen unas dimensiones de 2,5 por 1 m y los corredores de entre 4 y 5 m, mientras que en los segundos las galerías pueden alcanzar entre 5 y 8 m de longitud. Dos de ellos aprovechan la roca natural para su construcción y en algunos se conservaba parte del túmulo de cobertura rodeado por círculos de piedras. El grupo del Tajo de las Figuras ofreció tipos de tumbas similares al grupo de Purenque-Larráez. Lo componen siete dólmenes dispuestos casi en línea, más otros tres algo más alejados y, aunque se encontraban muy destruidos, eran de grandes proporciones. Entre ellos cabe destacar el identificado como Dolmen B en cuya losa de cabecera se reconocieron hasta 17 cazoletas grabadas. Aquí se detectaron más túmulos de cobertura y uno de ellos, denominado Tajo de la Listona, llegaba a medir 20 m de diámetro. En otro foco, situado en Tahivilla, se menciona la existencia de un dolmen con un ortostato grabado con

líneas incisas en horizontal y cruzándose, un círculo y triángulos. Recientemente se han realizado investigaciones que han permitido valorar el papel de este conjunto de dólmenes en la ocupación del territorio por las primitivas comunidades productoras. Muy cerca de ellos se ha hallado un poblado, conocido como Los Charcones, que podría corresponder al lugar de habitación de los constructores de megalitos y aún se ha localizado otro dolmen de galería de 8 m de longitud a menos de un kilómetro al Sur de este poblado. El interés de este foco megalítico resulta todavía mayor si tenemos en cuenta su ubicación junto a uno de los conjuntos de arte rupestre más espectaculares de Andalucía, concentrado entre el río Barbate y el límite de la provincia de Málaga. En los alrededores, donde destaca el ya mencionado Tajo de las Figuras, se encuentran más de

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cien paneles con pinturas y grabados esquemáticos cuyas temáticas y técnicas hay que poner en relación con las que aparecen en el interior de los megalitos, ejecutadas asimismo por estas primeras comunidades agropastoriles. Las representaciones de arte rupestre se encuentran en las paredes de abrigos naturales o pequeñas cavidades formadas en la roca arenisca (las “Areniscas del Aljibe” del Campo de Gibraltar) y se encuentran al aire libre, no en las profundidades de las cuevas, lo que en muchos casos ha afectado a su estado de conservación. Estos abrigos se interpretan como santuarios o lugares de culto, puesto que además de la temática, únicamente se encuentran representaciones parietales y nunca restos domésticos. El Tajo de las Figuras lo componen varios abrigos situados en las elevaciones de la sierra Rejembroso, cerca de uno de los grupos de dólmenes antes citados, lo que confiere un valor añadido a la interpretación ideológica sobre las prácticas cultuales y funerarias de estas comunidades prehistóricas. Los animales más representados son los cérvidos y, como en el caso del Tajo de las Figuras, un gran ciervo es el centro de una escena, interpretada como una danza en la cual se encuentran hombres portando posibles armas y mujeres. En otros paneles se representan escenas de caza. La similitud entre arte parietal y megalítico se advierte también en ciertas composiciones rectangulares en forma de estela que aparecen en unos y otros contextos. El único caso de sepultura megalítica conocida hasta ahora en la mitad occidental de la provincia es el del Dolmen de Hidalgo, situado cerca de Sanlúcar de Barrameda, y hoy desaparecido. Tras su descubrimiento fortuito en 1959 fue explorado por Juan de Mata Carriazo y sólo se pudo constatar la existencia de cuatro ortostatos que conformarían la estructura dolménica, encima de las cuales se halló una curiosa piedra de forma esférica de casi un metro de diámetro. Entre el ajuar se hallaba un peine de hueso, un núcleo de cristal

Vista general de El Gastor, Cádiz.


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Megalíto conocido como tumba del Gigante o dolmen de El Charcón. El Gastor, Cádiz.


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de roca, varias láminas de sílex y cerámica lisa. Cerca se localizaron además varios enterramientos en fosas/ silos con gran cantidad de material cerámico correspondiente a la Edad del Cobre. Para comprender mejor el fenómeno megalítico de la provincia de Cádiz hay que trasladarse más al Este, donde se encuentra la necrópolis de Alberite. Esta necrópolis megalítica, a 4 km al Sur de Villamartín, se localiza en una llanura entre el valle medio del río Guadalete y el piedemonte de las primeras estribaciones occidentales del Subbético. Se trata de un conjunto compuesto por al menos siete sepulturas organizado en torno al río Alberite. Los monumentos Alberite I y Alberite II son los de mayor tamaño y complejidad y ocupan el centro de la llanura. Otros tres sepulcros de menores dimensiones se sitúan agrupados en las cotas más elevadas de los relieves próximos. En este grupo se incluye Alberite III, una galería similar a Alberite I, de 10 m de longitud. Algo más alejadas se conocen dos sepulturas más, una destruida y otra, un dolmen de galería, del que se calcula un tamaño de 6 m. Alberite I, excavado por un equipo de la Universidad de Cádiz, es un dolmen de tipo galería de 20 m de longitud, cuya planta trapezoidal hace que su anchura varíe entre 2 m de la entrada y 4 m hacia la cabecera. Sus grandes dimensiones permiten equiparar esta construcción con otros grandes sepulcros de galería andaluces, como por ejemplo el de Soto (Trigueros, Huelva). Toda la estructura de Alberite I habría estado cubierta por un túmulo de tierra del cual se ha podido deducir su extensión en 50 m de diámetro al conservarse parte del anillo de piedras que lo delimitaba. Este anillo exterior estaba construido con un murete de piedras de pequeño tamaño que se vería reforzado con otra serie de tirantes concéntricos en el interior del túmulo, cuya finalidad contener los empujes del túmulo y mantenerlo sólidamente agrupado, evitando los efectos de la erosión.

Interior de la tumba de El Gigante. El Gastor, Cádiz.

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Antes de acceder al interior de la cámara de Alberite I se atraviesa un atrio de 10 m de extensión cuyo inicio se encuentra marcado por dos monolitos que conformarían una entrada monumental. En este atrio se localizan cuatro estelas decoradas con motivos antropomorfos, una de ellas con nariz y ojos grabados, lo cual parece estar en relación con un espacio ritualizado en el que posiblemente se produjeran ceremonias en honor de los ancestros. El acceso se produce desde el Este (es la orientación habitual en estas estructuras megalíticas andaluzas, vinculada a cultos astrales que tienen en el sol su elemento principal). Imaginemos ahora un recorrido por el interior siguiendo la reconstrucción hecha por los descubrido-

Paisaje montañoso al norte de Olvera. Cádiz.

res. Toda la estructura se construye con grandes ortostatos de caras planas, en vertical para las paredes y en horizontal para la cubierta. Las piedras utilizadas son de caliza y arenisca procedentes de las zonas del río Alberite y cerros próximos. La impresión que recibiría el visitante al introducirse en el interior del monumento debería ser impactante ante el color rojo que decoraba las paredes y el techo; incluso el suelo se encontraba recubierto de una gruesa capa de ocre. En todos los ortostatos aparecían símbolos, la mayoría pintados, otros grabados, que se concentraban especialmente en zonas destacadas del monumento, como al inicio y al final de la cámara. La temática correspondía a un programa iconográfico preconcebido que se repite en otros casos del arte megalítico peninsular y que se ejecuta en el momento de construcción del sepulcro. Ello supone que los temas representados se conciben conjuntamente y aquí se ha podido comprobar por primera vez que la ornamentación de los ortostatos se realizó


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antes de su colocación definitiva, ya que muchos se encontraban decorados en las caras no visibles. Los temas representados son muy variados: motivos geométricos, zigzag, hachas, cuchillos, soles, serpientes y antropomorfos. La mayor parte de los grabados se encuentran en la pared derecha, curiosamente juntos por pares y relacionados temáticamente. Una vez superado el primer tramo del corredor el espacio se ensancha formando una cámara, pero justo al inicio de ese ensanche aparecen unas piedras en vertical que interrumpen el sentido longitudinal y que conforman una antecámara junto a la pared Sur. Esta antecámara tiene una fuerte carga ideológica, apoyada por la presencia de un ídolo betilo y zonas de fuego, quizás para iluminación o ritual: las jambas o estelas que la definen, labradas en forma rectangular, muestran figuras antropomorfas acompañadas de armas y serpientes, como si se tratase de representaciones de una divinidad protectora, guardiana de la cámara funeraria. Al fondo de la cámara se define otro espacio reservado al colocarse delante otras dos jambas que interrumpirían su visión desde la entrada. En este lugar, alterado parcialmente por remociones agrícolas, se localizaron los enterramientos de un hombre y una mujer de edad adulta. Sus huesos estaban cubiertos de ocre y algunos presentaban huellas de descarnamiento intencionado. El ajuar funerario lo componían 1600 cuentas de collar de variscita, hueso y concha, una paleta caliza para ocre, cuatro machacadores en caliza para ocre, una azuela y una gubia pulimentadas, cuatro láminas de sílex y un gran prisma de cuarzo de 20 cms de longitud, además de fragmentos de cerámica.

Paisaje al norte desde el dolmen de El Toconal. Olvera, Cádiz.

La segunda estructura, Alberite II, estaba totalmente destruido por las labores agrícolas, pero se documentaron algunos ortostatos decorados, entre los que destaca uno con varias hachas enmangadas cuya técnica recuerda grabados de los abrigos del Tajo de las Figuras. La existencia de estelas y decoraciones en el interior de los sepulcros megalíticos gaditanos debió ser frecuente. A las ya mencionadas de Tahivilla y Alberite I habría que sumar los ortostatos grabados hallados en una galería próxima al pueblo de El Gastor y otra interesante estela hallada también en la galería cubierta de El Toconal, que se localiza a 13 km al Este de Olvera, situada sobre una pequeña loma de las terrazas que ascienden a la Sierra Blanquilla. Aunque no ha sido excavada se advierte una galería de trazado rectangular, ligeramente abierta en la cabecera. La estela grabada se encontraba casi enterrada y por su temática podría considerarse como una representación armada, a semejanza de la de Alberite I. Se interpreta como una figura humana o antropomorfa, con un objeto de adorno en la parte superior, ojos o senos (los dos círculos), manos enfrentadas y una posible arma por encima de un cinturón. Durante la década de los 1980, en el término de Alcalá del Valle se realizaron algunas excavaciones de diversas estructuras megalíticas, correspondientes a varios períodos prehistóricos. Cerca de esta población se descubrió en 1983 la necrópolis de Tomillos que

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La estela de El Toconal en el interior del megalito. Olvera, Cádiz.


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dibujo esquemรกtico y primer plano de la estela de El Toconal. Olvera, Cรกdiz.


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fue excavada por el Museo de Cádiz pero que aún no ha sido publicada en profundidad. La componen tres sepulturas megalíticas muy cercanas entre sí, dos de las cuales han sido restauradas y son visitables. Las tres corresponden al tipo de sepulcro de galería, con la particularidad de que aquí están parcialmente excavadas en la roca y construidas con ortostatos y mampostería. Tomillos I mide 8 m de longitud y su interior había sido reutilizado en varias ocasiones, desconociéndose con exactitud el ritual de enterramiento prehistórico. El denominado Tomillos II mide 3,5 m y la planta parece formar una U o herradura. La entrada se sitúa en el lado más estrecho y se accede a través de una losa horadada a modo de puerta, un sistema de acceso más común en las tumbas de Andalucía oriental. Al igual que la tumba anterior, ésta había sido reutilizada en varios períodos, pero pudieron detectarse dos enterramientos al fondo de la cámara y otro en el centro de la galería con un ajuar compuesto por materiales cerámicos y metálicos propios de la Edad del Bronce. Una tercera galería, Tomillos III, era de pequeñas dimensiones y su estado de conservación no permitió apreciar los detalles constructivos ni la disposición de los enterramientos; a pesar de ello se recuperó un ajuar compuesto por cuchillos y puntas de sílex, un punzón de cobre y vasos cerámicos. También se menciona la existencia de un menhir con el extremo aguzado de metro y medio de altura, colocado sobre un pequeño túmulo de piedras que apareció aislado al Sureste de los dólmenes, lo cual supone un elemento novedoso en el panorama megalítico de esta provincia. A cuatro kilómetros al noreste de Alcalá del Valle y en el Cerro de la Casería se excavaron otras estructuras funerarias que presentan características distintas a las que hemos ido describiendo. La necrópolis consiste en dos núcleos bien delimitados y separados unos 18 m entre sí, pero no son coetáneos. El que se identifica como Sector I mide 5,20 m de largo por 3,8 m de ancho. Consiste en cinco tumbas adosadas y cubiertas

Vista del interior del dolmen de Tomillo II. Alcalá del Valle, Cádiz.


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Vista general y alrededores del dolmen de Tomillo I. Alcalá del Valle, Cádiz.


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por una estructura tumular de pequeñas piedras, del que quedaba fuera solo un enterramiento de forma rectangular, que fue añadido en otro momento más tardío al conjunto. Las cuatro tumbas integradas en el túmulo son de tendencia circular pero difieren en construcción: dos con lajas de pizarra verticales, una con piedras medianas y otra excavada en una fosa abierta en la roca. La estructura integrada en el conjunto con posterioridad tiene una planta semejante a las sepulturas de galería, aunque de menor tamaño, adecuándose mejor a lo que se denomina como cista megalítica. La mayoría contenía enterramientos dobles compuestos por individuos masculinos y femeninos adultos, excepto un enterramiento individual, de los cuales sólo habían sido depositados los cráneos y los huesos largos una vez descarnados. Los ajuares que acompañaban a estos enterramientos resultan interesantes. Entre ellos destacan los objetos de adorno, como un conjunto de seis alfileres de hueso de cabeza semicircular aplanada muy bien elaborados y que posiblemente se utilizaran para el cabello, punzones de hueso, colgantes, cuentas, un brazalete de caliza y un aro de hueso, además de un hacha de piedra, lascas y láminas de sílex y vasos cerámicos. Muy curioso por su rareza es el hallazgo de una maza de caliza blanca. Aunque no se han obtenido dataciones precisas, los objetos del ajuar hacen considerar que estos enterramientos corresponden a los momentos más antiguos del megalitismo gaditano.

Vista general del dolmen de la Sierra de Retín. Barbate, Cádiz. Alrededores del dolmen hallado en la Sierra de Retín. Barbate, Cádiz.

Por otro lado, en el Sector II se hallaron tres tumbas pequeñas excavadas en la roca y revestidas con lajas de pizarra. Contenían un mayor número de individuos, es decir que se trata de un enterramiento colectivo, sin embargo los materiales hallados indican que son de época posterior, correspondientes a la Edad del Bronce. Algo similar ocurre en El Carnerín que se localiza a dos kilómetros de la necrópolis de La Casería. Se trata de un sepulcro de galería corto conteniendo un enterramiento colectivo con restos de ocho individuos y un ajuar integrado por brazaletes y una espiral de plata. El interés de estos enterramientos es que suponen una pervivencia del ritual colectivo en la Edad del Bronce, incluso el uso de una estructura megalítica en un período en el que se abandonan ya esta práctica por la del enterramiento individual en cista. En los últimos años se han dado a conocer nuevas estructuras megalíticas relacionadas con una mayor concentración del poblamiento en el contexto geográfico de la Serranía de Ronda. Así, además de las necrópolis mencionadas, al Norte se encuentra el sepulcro


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de Arroyo de la Mota en Puerto Serrano y al Este, en el límite con la provincia de Málaga, el dolmen de Patagalana en Villaluenga del Rosario y próximo a la Sierra de Líbar, donde se sitúan otras dos pequeñas galerías dolménicas, pero ninguna de ellas ha sido excavada. Otros hallazgos se deben a recientes excavaciones de urgencia, como la realizada en el llamado Dolmen de los Hurones (Ubrique), donde se ha encontrado una galería dolménica muy similar al tipo de galería y planta trapezoidal de Alberite I, aunque de menores dimensiones, y posiblemente correspondiente a un mismo período Neolítico Final. En su interior se hallaron casi una decena de individuos, depositándose únicamente los huesos largos y los cráneos. A cada uno de los individuos enterrados se le colocaba como ajuar un cuchillo de sílex, además de ocre. El interés de esta tumba es que a un sólo individuo de edad avanzada al que se había adjudicado un ajuar espectacular consistente en una pulsera de marfil, un monocristal de cuarzo, una azuela pulimentada, cuentas de collar y un posible arpón o venablo compuesto por una serie de diez trapecios líticos. Este hallazgo supone una evidencia muy interesante por la posibilidad de inferir diferencias en la organización social en unos momentos tan antiguos, así como por la presencia de un material exótico, el marfil, que sugiere contactos e intercambios con el Norte de África. En la década de los sesenta B. Berdichewsky dio a conocer en un amplio catálogo de cuevas artificiales de la provincia de Cádiz. Este sistema de enterramiento difiere del megalítico en que las tumbas se encuentran excavadas en la roca o margas calizas, a veces como simples hoyos, en otros casos con corredor y cámara y, en algunas ocasiones utilizando un procedimiento mixto de losas y cueva artificial. El mencionado catálogo ha venido ampliándose en las últimas décadas con el hallazgo de nuevas estructuras funerarias de este tipo. La mayoría se encuentra en la mitad occidental de la provincia, lo que podría hacer pensar que se trata de

Detalle de las cazoletas de el dolmen de Sierra de Retín. Barbate, Cádiz.

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Cámara de el dolmen de la Sierra de Retín. Barbate, Cádiz.

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Vista general del afloramiento rocoso donde se encuentra excavada la necrópolis de Los Algarbes. Tarifa, Cádiz.

una forma sepulcral de gran predilección en las tierras llanas, como demuestra su amplia distribución por la depresión del Bajo Guadalquivir, aunque también aparecen en la zona oriental. Muchas de ellas han sido destruidas, en parte debido a que se trata de hallazgos antiguos o porque han sido consideradas estructuras de poco interés, como las de Trebujena y Jimena de la Frontera, las dos de Vejer de la Frontera, las tres de Jerez de la Frontera y Arcos de la Frontera, o las trece de Rota. En los últimos años se han localizado y excavado otras cuevas artificiales de las que todavía se tienen poca información, como el conjunto de seis halladas cerca de Medina Sidonia, o las siete en Puerto Serrano, al Norte de la provincia. Aquí, en la llamada necrópolis de Fuente de Ramos, se han dado a conocer tres estructuras excavadas hipogeas bien conservadas. Las tres presentan un tipo de construcción similar y más complejo que las anteriormente reseñadas: corredor, cámara con cubierta abovedada y nichos laterales, que recuerdan las estructuras de tipo tholos. Hasta ahora sólo se menciona la existencia de enterramientos colectivos y un ajuar correspondiente a la fase antigua de la Edad del Bronce, una consideración generalizada para este tipo de estructura que será conveniente matizar ya que en determinados casos pueden corresponder a períodos anteriores, como Las Viñas, Alcántara o Valderas.

Es el caso también de los recientes hallazgos del parque de Los Alcornocales, en las proximidades de la laguna de La Janda y término de Alcalá de los Gazules, cuyas excavaciones han proporcionado tumbas excavadas en la roca arenisca. En el interior se diferencian habitáculos dispuestos en forma alveolar, conteniendo los cráneos y huesos largos de diez individuos y un ajuar en el que destacan vasos campaniformes decorados y puntas de flecha de cobre. Junto a estas tumbas colectivas también aparecen cistas, que representan una evidente manifestación de los enterramientos individuales característicos de la Edad del Bronce. La necrópolis de cuevas artificiales más conocida de la provincia de Cádiz es la de Los Algarbes (Tarifa). Este sitio, excavado entre los años 1967 y 1972, se sitúa a diez kilómetros de Tarifa en dirección Oeste, a media ladera de una loma de arenisca que dista un kilómetro del mar en línea recta. En total se han localizado diez sepulturas que corresponden a dos grupos: uno de pozos verticales y otro de cámaras con cámara hipogea y entrada lateral. En el sector más elevado se encuentra un complejo y particular sistema de construcción: en primer lugar se había aplanado la superficie de la roca para conseguir un plano horizontal, después se abrió una trinchera de casi 3 m de anchura y más de metro y medio de profundidad para formar un pasillo de 4 m de longitud. La trinchera divide el bloque en dos partes y a cada lado se cavó una sepultura en la misma roca. Con posterioridad a la deposición de los enterramientos este pasillo fue rellenado con piedras de varios tamaños y tierra. Sobre el suelo se colocó una capa de hiladas de piedras planas cuidadosamente dispuestas, encima otra capa de bloques pétreos más pequeños, sin orden y mezclada con greda. Por último


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Sepultura número 1 de Los Algarbes. Tarifa, Cádiz. Vista frontal del paredón donde se encuentran excavadas varias cuevas artificiales de Los Algarbes. Tarifa, Cádiz.


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Entrada al interior de una cueva artificial de Los Algarbes. Tarifa, Cádiz.


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todo fue cubierto con grandes bloques de piedra. Al Norte del pasillo aparecieron unos recintos rectangulares delimitados por grandes lajas verticales al modo de las sepulturas megalíticas en los que, además de objetos prehistóricos y un esqueleto en posición fetal se hallaron materiales de época medieval. La indicada como Sepultura 1 se halla excavada en la roca de la pared oriental y está compuesta por una cámara abovedada de planta ovalada de unos 2 m de eje mayor y casi 2 m de altura. Tiene tres entradas, una vertical, que estaba tapada por una losa y dos laterales. La que da al pasillo es de forma rectangular y conserva un resalte a modo de escalón o umbral. Por el lado opuesto otra entrada tiene en el suelo una ranura, quizás para encajar una piedra de cierre. Delante, una especie de antecámara curvada da a otro pasillo irregular excavado en la roca con planos escalonados. Esta tumba contenía un enterramiento de persona adulta en posición fetal, con un abundante ajuar compuesto por dieciséis vasijas cerámicas, un plato decorado con motivos geométricos enmarcados en un rectángulo y otro pintado con motivos de rombos rellenos de retículas, cuatro puntas de flecha de sílex, veintisiete láminas o cuchillos, diez hachas pulimentadas, una alabarda de sílex, además de huesos de animales. Al otro lado del pasillo se encuentra la Sepultura 2 que, curiosamente, estaba vacía y cuya única entrada de acceso había sido sellada por un muro de hiladas de piedras bien construido y cuyo extremo termina en una estela con cazoletas dispuesta en vertical. Otras sepulturas se encontraban vacías debido al expolio que habían sufrido. En la cota más baja la Sepultura 5, de cámara abovedada de casi dos m de diámetro y 1,5 m de altura, conservaba aún parte de los enterramientos, compuesto por tres individuos y un extraordinario ajuar con numerosos objetos de adorno, entre los que destaca una pieza de oro de forma casi esférica, decorada con motivos geométricos, que posiblemente se utilizara para revestimiento de otro objeto esférico de especial significación.

Interior de una cueva artificial de Los Algarbes. Tarifa, Cádiz.


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Menhir del Rongil. Villanueva de Córdoba, Córdoba.


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os monumentos megalíticos cordobeses actualmente conocidos se distribuyen por las tres grandes zonas orográficas que pueden distinguirse en esta provincia: Sierra Morena al Norte, la depresión del Guadalquivir en el centro y la cordillera Subbética al Sur. El sector cordobés de Sierra Morena está formado, principalmente, por los valles de Los Pedroches y el Guadiato y la Sierra de Los Santos. El valle de Los Pedroches, con una orientación NO-SE y altitud media entre los 500 y 800 m forma una amplia hendidura natural con paisaje de penillanura y colinas suaves, siendo el granito el material geológico predominante. En la segunda década del siglo XX, el ingeniero de montes A. Riesgo Ordóñez exploró la zona, anotando en sus diarios de campo la gran cantidad de dólmenes y sepulturas expoliadas que allí se encontraban, muchas de ellas tan solo un “montón de tierra y piedras”. En 1949, los arqueólogos alemanes Georg y Vera Leisner se interesaron de nuevo por el megalitismo de este sector, incluyéndolos en su catálogo del Sur de la Península Ibérica. A partir de los años 1980, estos sitios fueron objeto de varios trabajos de investigación, así como de una revisión de los escritos publicados anteriormente.

Con la excepción de El Minguillo, que se clasifica como un tholos, la mayoría de los megalitos de este grupo son, en términos morfológicos, dólmenes de galería. Sólo uno de ellos, El Torno, está en buen estado de conservación, a diferencia del resto. Casi todos los megalitos se encuentran en las proximidades de vías de comunicación, cercanos a los afluentes que surten de agua al Guadalquivir. A partir de los objetos de ajuar identificados en algunos de ellos, la mayoría de estos monumentos se adscriben en la actualidad a la Edad del Cobre, aunque no existen series de dataciones absolutas que den solidez y seguridad a la temporalidad del fenómeno en esta región. Dentro del término municipal de Villanueva de Córdoba se encuentra un grupo interesante de una decena de sitios megalíticos entre los que destacan el Dólmen de El Minguillo, El Dolmen de Torno, el túmulo del Atalayón de Navalmilano y el Menhir de El Rongil. El dolmen de El Minguillo (13 km al Noroeste de Navalmilano) es un tholos con cámara y corredor con trazado irregular situado a media ladera. El ajuar encontrado dentro de la cámara incluía 34 puntas de flechas, alguna de ellas con doble aleta, varias láminas de sílex, cuentas de collar, fragmentos de cerámica, alguna de ellas típicas

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Panorámica del Valle de los Pedroches. Córdoba.

campaniforme, y un hueso alargado. Unos 10 km al Sur de Villanueva de Córdoba, se encuentra El Torno, que presenta corredor con cámara rectangular alargada en sentido transversal y corredor asimétrico. Por su parte El Atalayón, situado unos 8 km al Sur de la población de Navalmilano, constituye una cámara de 2,2 m de longitud por 1,80 m de ancho delimitada por 5 ortostatos. El valle del Guadiato, que limita por el Noreste con el anterior, constituye una unidad geomorfológica en la que el río homónimo ha ido progresivamente erosionando los materiales locales más blandos (pizarra), dejando que los más duros (caliza) conformen relieves residuales. Fue el ingeniero D. Antonio Carbonell y Trigo–Figueroa quien, de nuevo en la década de los años 1920, se interesó por primera vez por la concentración de construcciones prehistóricas en la zona, destacando que el valle debió tener una gran importancia estratégica por ser una destacada vía de comunicación. De hecho esta zona parece haber experimentado una

ocupación intensa desde el Neolítico, y muy especialmente, por lo que se sabe en la actualidad, durante la Edad del Cobre. Tres son los asentamientos (Los Delgados, Sierra Palacios y La Caraveruela) que destacan, sobre todo en el valle del Guadiato. El poblado de Los Delgados se ubica en pleno valle de Los Pedroches, la vía de paso natural más importante de Sierra Morena hacia el valle del Guadalquivir, muy estratégica a efectos de comunicaciones y con abundancia de recursos naturales (terrenos aptos para el cultivo de cereales, pastos abundantes para el ganado y minas de cobre cercanas). La intensidad de la ocupación prehistórica de este sitio está atestiguada por la abundante presencia de molinos de mano y moletas y la gran cantidad de utensilios líticos y cerámicos que aparecen esparcidos por su superficie en un área aproximada de medio kilómetro cuadrado. El poblado de Sierra Palacios, situado en la parte superior de unos de los cuatro cerros que componen el conjunto montañoso de Sierra Palacios, a unos 620 m sobre el nivel del mar, fue objeto de una excavación de urgencia en 1985. Aunque en el transcurso de esta excavación no se identificaron evidencias concretas de estructuras arquitectónicas, se recogieron cantidades significativas de cerámicas y utensilios


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Vista general del dolmen del Rongil. Villanueva de Cรณrdoba, Cรณrdoba.


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Vista general del dólmen de El Minguillo. Villanueva de Córdoba, Córdoba.


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de piedra que prueban la intensidad de las actividades domésticas que aquí tuvieron lugar durante la Edad del Cobre. Quizás el monumento megalítico mejor conocido del grupo del valle del Guadiato, considerado uno de los más importantes testimonios de la Prehistoria Reciente cordobesa, sea el dolmen de Casas de Don Pedro (también citado en algunas publicaciones como Sierra Palacios III), situado en el término municipal de Bélmez. Forma parte de la necrópolis del poblado de Sierra Palacios, formada por 5 dólmenes y 1 túmulo, denominados Sierra Palacios I (o Cabeza de Vaca), Sierra Palacios II, Sierra Palacios III (o Casas de Don Pedro), Sierra Palacios IV (o Agudelo I), Sierra Palacios V y Sierra Palacios VI (o Fuente del Corcho). Excavado en 1986 y 2001, pertenece a la clase de sepulcro del tipo cámara y corredor orientado al Este. El túmulo que protegía la cámara y el corredor era de grandes proporciones con unas medidas aproximadas de 31 m de eje máximo

por 26,5 m de ancho con forma elipsoidal, formado por guijarros y tierra. La cámara tiene una tendencia algo trapezoidal con unas medidas en su interior de 2,15 m de largo por 3,15 m de ancho. Es destacable la reutilización de un posible menhir formando parte de la estructura de dicha cámara. Posiblemente, el suelo estaba pavimentado con guijarros de río, unos cubiertos de un color rojo (cinabrio) y otros cubiertos de un color casi negro. Para el corredor se han documentado tres fases constructivas: en la primera el corredor es sim-

Vista general de la cámara del dólmen del Torno. Villanueva de Córdoba, Córdoba.

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Vis recerrae manum popubliu contra sultorum quem cae, no. Mei it, clestrum ocae forei pubis. Verus, Pat. Oventemnos volut cris oct.


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plemente una prolongación de los paramentos laterales de la cámara; en la segunda se colocaron en paralelo dos pares de bloques, unos al Norte y otros al Sur cuya altura iba decreciendo hacia el inicio del corredor; en la tercera y última fase, tras la destrucción de parte de la estructura del corredor por su zona meridional permitiendo la entrada al megalito, se llevó a cabo un arreglo consistente en el añadido de dos lajas siguiendo la misma alineación. El material de construcción utilizado es diverso, e incluye la piedra caliza, arenisca, cuarcita, pudinga namuriense, anfibolita, micasquisto y cuarcita. Algunos materiales no se localizan en las zonas cercanas al dolmen, procediendo los más alejados una distancia de 1 km. Las excavaciones practicadas han documentado varias fases de uso de este monumento. Entre los elementos funcionales identificados destaca la presencia de un pavimento de color rojo debido al uso intencional de colorante, tres hogares o áreas de combustión, agujeros de postes, algunos cantos de río de gran tamaño correspondientes a restos de estructuras muy perecederas totalmente desmanteladas, una pequeña fosa o depresión en la que se concentraban útiles de molienda y un amontonamiento de nódulos de óxido de hierro (colorante rojo), algunos de los cuales presentan señales de abrasión. La cultura material recuperada, asociada a restos óseos humanos, permite adscribir este megalito, en un primer momento, al Neolítico. El ajuar incluye puntas de flechas, grandes hojas líticas retocadas y sin retocar, un geométrico, un recipiente cerámico y tres objetos de metal (dos punzones y una punta de flecha de cobre). El túmulo Sierra Palacios IV (Fuente del Corcho) está en la carretera que comunica Belmez con El Entredicho, situado a unos 300 m al Sureste de las sepulturas megalíticas de Doña Rama III y Doña Rama IV, y mide 10 m de eje máximo por 8 m de eje mínimo.

Parte del corredor y de la cámara del dolmen de Casa de Don Pedro. Bélmez, Córdoba.

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Trasera de la cámara del dolmen de Casa de Don Pedro, con un posible menhir reutilizado. Bélmez, Córdoba.

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Ajuar cerámico procedente del dolmen de Casa de Don Pedro. Bélmez, Córdoba.

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Otros monumentos megalíticos conocidos en la zona son los de La Sierrezuela, Los Delgados I-IV, El Gigante y La Horma. De ellos son escasos los datos debido a la falta de investigaciones sistemáticas. El tholos de Sierrezuela I (Fuente Obejuna), excavado en los años 1960, presenta una cámara con un diámetro de 4,40 m y un corredor orientado hacia el Levante. Para la construcción de la cámara se aprovechó un afloramiento rocoso natural, al que se adosaron varios ortostatos. El ajuar conservado en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba incluye un fragmento de ídolo-placa de pizarra decorado con triángulos, nueve fragmentos de hachas o azuelas, seis puntas de flecha, varias lascas, una punta de flecha de cobre, una cazuela campaniforme con decoración impresa, doce vasos carenados, varios cuencos hemisféricos o de cuarto de esfera y un gran conjunto de platos y vasos de borde engrosado o simple. Este gran ajuar se completó recientemente con una prospección superficial en la que se localizaron

puntas de flechas de sílex, hachas pulimentadas, un colgante, un fragmento de ídolo placa, cerámica campaniforme y objetos de metal (punta de flecha, remache y un fragmento de cuchillo). El tholos de Sierrezuela I se asocia territorialmente a un conjunto más amplio de monumentos que incluye los dólmenes de Los Delgados I-IV, Dolmen del Gigante o Gallegos I y Dolmen de la Horna y los poblados de la Edad del Cobre de Los Delgados y La Caraveruela. El sepulcro de Los Delgados I o El Dorado, excavado de forma no científica por el propietario de la finca en los años 1950, está construido con ortostatos de granito

Parte del ajuar procedente del dolmen de Casa de Don Pedro (cuatro puntas de flecha, un cuchillo, parte de un ídolo plaza, una cuenta y un puñal de metal). Bélmez, Córdoba.


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Maqueta del tholos Sierrezuela I. Museo arqueológico provincial de Córdoba.


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cuyos intersticios aparecen rellenos con mampostería de idéntica piedra. El sepulcro estaba cubierto por un túmulo de piedras de unos 20 m de diámetro. El ajuar recuperado de su interior estaba formado por puntas de flechas talladas fabricadas en sílex, pizarra o cuarzo, geométricos, láminas de sílex, hachas, un alisador pulimentado, puntas de tipo Palmela, cerámicas lisas y decoradas, dos ídolos placa, una bola de ámbar y un vaso de piedra caliza. El monumento de Los Delgados II, situado a unos 100 m al NE del anterior, muy cercano al río Guadiato, es un tholos con cámara circular y un posible corredor o camarilla secundaria. La cámara principal tiene un diámetro de unos 1,58 m siendo la altura de la pared de 1,20 m. El diámetro del posible corredor o camarilla es de 0,75 m. Esta construcción no poseía mucho ajuar en comparación con el anterior, limitándose a un puñal de lengüeta en cobre y 13 vasos cerámicos. A unos 12 km al Sur de Fuente Obejuna, el dolmen del El Gigante o Gallegos I forma parte del tipo de sepulturas con corredor, siendo los ortostatos de la cámara de mayor tamaño que los del corredor. Actualmente, sólo está intacto el túmulo debido a que el resto ha sido objeto de expolio continuado. Puntas de flechas de sílex, un trapecio, tres cuentas de collar y diversos fragmentos de cerámica completan el ajuar

Ídolo calcolítico. Museo arqueológico de Córdoba.

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Vista general del dolmen de Los Delgados. Fuente Ovejuna, Cรณrdoba.


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de esta sepultura. El dolmen de La Horma, situado a unos 200 m del anterior, se clasifica como sepultura con corredor, con una cámara con tendencia poligonal. Debido al severo expolio al que ha sido sometido, sólo se ha podido encontrar un fragmento de hoja de sílex, varios fragmentos de recipientes cerámicos y casi ningún resto humano. Se asocia espacialmente a los poblados de Los Delgados y La Caraveruela. El segundo gran sector geográfico de la provincia cordobesa está constituido por la depresión del Guadalquivir, formada por el valle del río Guadalquivir y su campiña, con una orientación general Este-Oeste. Buena parte del curso del río transcurre pegado a Sierra Morena, formando por su orilla izquierda una campiña caracterizada por terrenos llanos con pequeñas colinas suaves de altitud media entre los 200 y 500 m. Los suelos campiñenses se encuentran entre los más fértiles de Andalucía, poseyendo una capacidad agronómica demostrada desde la Prehistoria hasta la actualidad.

Trasera del dolmen de Los Delgados. Fuente Ovejuna, Córdoba. Dolmen de Los Delgados II. Fuente Ovejuna, Córdoba.


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Los materiales predominantes son blandos y sueltos: conglomerados, areniscas, limonitas, margas, arcillas y calizas. La densidad de megalitos en este sector de la provincia cordobesa es menor que en Sierra Morena, quizás por que las comunidades asentadas en esta región entre el V y el II milenio cal ANE combinaron la utilización de megalitos y cuevas artificiales, que, como en el sector sevillano de la campiña del Guadalquivir, tienen aquí bastante presencia. En cualquier caso, no fue hasta mediados de los 1980 cuando empezaron a conocerse un poco mejor las construcciones megalíticas, publicándose una serie de artículos de carácter general que las catalogaron. A su vez, se llevaron a cabo varias excavaciones de urgencias como las de Cueva de la Calva y dolmen de La Sierrezuela (Posadas), aunque en general los monumentos megalíticos se encontraban en muy mal estado de conservación y apenas depararon información significativa. La cueva artificial de La Calva (Santaella) se descubrió en 1986 en el transcurso de unas obras del proyecto de riego Genil-Cabra. Tras este hallazgo se llevó a cabo una excavación de urgencia que descubrió una cueva funeraria hipogea con una cámara de forma ovalada, definida por una serie de lajas de piedras, y con cuatro nichos practicados en las paredes. La altura total de la cámara es de 1,90 m y las medidas de sus ejes son 2,85 m de Norte a Sur y 3,50 m de Este a Oeste. De la cámara se recogieron gran cantidad de restos óseos humanos, sin conexión anatómica alguna, correspondiendo a un número de al menos 20 individuos, con un ajuar compuesto por fragmentos de cerámica, materiales líticos en arenisca y en sílex, una pulsera en marfil, puntas de flechas, un disco de hueso perforado por el centro y con decoración radial y varias defensas de jabalí. Por el contrario, de los nichos se extrajeron pocos restos óseos humanos con algunos fragmentos cerámicos. Los ajuares nos indican que esta sepultura fue usada como enterramiento por varias generaciones. En un primer momento, la deposición de los

Vista lateral del túmulo del dolmen del Gigante. Fuente Ovejuna, Córdoba.

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Túmulo de Fuente del Cacho o Sierra Palacios IV. Carretera de unión de Entredicho y Bélmez, Córdoba. Parte de la galería y de la cámara del dolmen del Gigante. Fuente Ovejuna, Córdoba.

individuos se haría en los nichos. Posteriormente, en un segundo momento, el espacio fue utilizado como osario, colocándose los cuerpos dentro de la cámara. El ajuar encontrado en uno de los nichos, una cazuela carenada bruñida, un cuenco campaniforme, un puñal de cobre, dos puntas de flechas y un brazal de arquero, elementos de cronología mucho más reciente, revelan una tercera y última reutilización. La situación privilegiada de este sitio es notable ya que le permite tener una amplia visión de la cuenca media del Río Genil y otras vías de comunicación de la zona. Finalmente, la tercera de las grandes zonas de la provincia de Córdoba a tener en consideración es la formada por la cordillera subbética, que forma parte de la cordillera Bética. Situada en el extremo suroccidental de la provincia, la cordillera subbética está formada por un conjunto de sierras con fuertes pendientes que le dan un relieve abrupto (la altitud máxima es de 1500 m sobre el nivel del mar). Los materiales predominantes


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son rocas duras, calizas y dolomías y los terrenos más superficiales y recientes con rocas blandas y erosionables (margas, arcillas, flysch). Hasta la década de los años 1950 los monumentos megalíticos de esta región eran prácticamente desconocidos. Las primeras noticias sobre los mismos la proporciona Samuel de los Santos Gener, director del Museo Arqueológico Provincial de Córdoba, limitándose a dar una serie de referencias muy vagas sobre el Dolmen del Poyato. Algunos años más tarde, J. Bernier Luque publicará los hallazgos de numerosos yacimientos entre los que destacan la Cueva de Murciélagos de Zuheros, la necrópolis del Charco de la Pava en la Cueva de los Mármoles en Priego de Córdoba, entre otros muchos. Como en las otras dos zonas cordobesas referidas anteriormente, no es hasta mediados de los años 1980 cuando se da un aumento significativo del estudio del fenómeno megalítico, destacando los hallazgos de la Cueva de los Arrastraos y el dolmen de La Dehesa de la Lastra. El dolmen de La Dehesa de la Lastra está situado dentro del Parque Natural de las sierras Subbéticas Cordobesas, en el término municipal de Luque. Se clasifica como sepultura de corredor, formada por una cámara y corredor cerrado sin ningún elemento que los compartimente. La cámara, cuadrangular, está delimitada por tres ortostatos midiendo 1,85 m de largo por 1 m de ancho en la cabecera. Una gran losa con forma triangular ejerce la función de cubierta. El corredor, estrecho y corto, posee una longitud de 1,80 m y está orientado hacia el Noroeste. El material del que está construido este dolmen es piedra caliza. De su interior sólo se pudo recuperar algunos huesos humanos muy fragmentados, debido al alto grado de reutilización y expolio al que había sido sometido históricamente.

Maqueta de la cueva artificial de la Calva. Santaella, Córdoba.

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Vista panorámica desde la cueva artificial 2 de Sierra Martilla, Loja.


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a distribución de los monumentos megalíticos actualmente conocidos dentro de la provincia de Granada es bastante desigual, aunque existen concentraciones importantes en el extremo más occidental, en torno al pantano de Los Bermejales, relacionado con las dispersiones malagueñas a través del Río Cacín, en los límites occidentales de los Altiplanos y en las cuencas fluviales que desde la Sierra de Baza y Sierra Nevada descienden al Guadiana Menor, concretadas en las necrópolis del río Gor y Fonelas. Entre la Vega de Granada y los Montes Occidentales se puede hablar de otra zona de especial concentración aunque la mayoría de los sepulcros de este área se sitúa en las necrópolis de Las Peñas de los Gitanos (Montefrío) relacionadas con el conocido poblado de Los Castillejos. En la zona más oriental de la provincia las referencias son mucho más escasas y los únicos casos claros son los rundgräber o sepulturas circulares sin corredor localizados en el entorno de la actual Cúllar y que se han relacionado con las tumbas del Cerro de las Canteras en Vélez Blanco (Almería). Otros ejemplos son más problemáticos como la caracterización tipológica real del sepulcro de Cueva Carada (Huéscar) donde se inhumó a unos dos centenares de personas en momentos co-

rrespondientes al IV milenio cal ANE acompañadas de ajuares en los que tenían especial importancia los adornos. En la zona se han excavado recientemente otras sepulturas en fosa del mismo Neolítico Reciente y ya tradicionalmente se había sugerido que la escasez de monumentos funerarios megalíticos podía deberse a la elección de estrategias funerarias que privilegiaban el ocultamiento como las cuevas artificiales. Sin embargo incluso la distribución de éstas en la provincia es muy desigual y sólo son conocidas, de nuevo, en el área occidental, con ejemplos como Greal (Iznalloz), Zujaira (Pinos Puente) o Sierra Martilla (Loja), en este último caso en combinación con estructuras megalíticas. La convivencia entre dólmenes y cuevas artificiales y la distribución territorial de éstas no debe extrañar si atendemos a la fenomenología de otras provincias como Málaga donde es muy conocido el caso de Antequera. Las primeras referencias científicas a los megalitos de la provincia de Granada las realizó Manuel de Góngora y Martínez en su obra Antigüedades Prehistóricas de Andalucía (1868), donde ya se citaban las necrópolis de Montefrío, el dolmen de Dílar y sepulcros de Fonelas y de la zona del Río Gor. A finales del siglo XIX y principios del XX Luis Siret incluyó parte de la provincia

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Dolmen 23 de La Peña de los Gitanos, Montefrío

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de Granada en sus investigaciones sobre la Prehistoria Reciente del Sudeste, recopilando la información de numerosas fuentes locales, dibujando y excavando numerosos sepulcros particularmente entre Fonelas y Gor. Las referencias de M. de Góngora a los megalitos occidentales no pasaron, sin embargo, desapercibidas y también a principios del siglo XX M. Gómez-Moreno y, sobre todo, su discípulo C. de Mergelina y Luna hicieron referencia a las tumbas de Montefrío. Además de incluirlas en su Tesis Doctoral, este último realizó intervenciones arqueológicas en los años 1920 que, lamentablemente, sólo vieron la luz a principios de los años 1940. Después de estas excavaciones y antes de la Guerra Civil Georg y Vera Leisner visitaron Montefrío, incluyendo parte de sus sepulcros, junto a los de las áreas orientales en su monumental Corpus sobre el megalitismo en el Sur de la Península Ibérica publicado en 1943. Estos dos grandes conjuntos siguieron capitalizando las intervenciones a partir de los años cincuenta. Si las siguientes actuaciones en Montefrío por parte de Van Giffen nunca vieron la luz, el trabajo de catalogación, correlación y reexcavación de los sepulcros del río Gor llevado a cabo por Manuel García Sánchez y Jean Cristian Spahni ha resultado siempre un referente fundamental. A fines de los años 1970 la construcción del pantano de los Bermejales obligó a intervenir en determinados sepulcros, trasladándose incluso algunos de ellos. Esta labor de investigación y protección se

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inscribió en las líneas de investigación del joven Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, dirigido por A. Arribas Palau, que en los años sucesivos no sólo intervino en las necrópolis sino que comenzó un ambicioso programa de investigación sobre las comunidades que la utilizaron, concretado en las excavaciones de asentamientos de Los Castillejos (Montefrío) y Cerro de los Castellones (Laborcillas). En este marco emprendió el profesor J. E. Ferrer Palma su Tesis Doctoral e impulsó las nuevas investigaciones en las necrópolis de Fonelas. Aparte de las noticias sobre sepulcros dispersos especialmente en los Montes Occidentales en los años 1970 y 1980, se puede hablar de una fase reciente de la investigación, en la que de nuevo ha tenido un fuerte protagonismo el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, dirigido ahora por F. Molina González. Además de las síntesis sobre determinadas necrópolis como la de Fonelas o la del Pantano de los Bermejales, desde principios de los años 1990 se ha desarrollado una fuerte preocupación por la conservación de las tumbas megalíticas y de los poblados a ellas asociados. En este marco se han desarrollado las nuevas intervenciones tanto en las ne-

Vista de la zona de La Camarilla en La Peña de los Gitanos, Montefrío


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Vista desde Sierra Martilla, Loja.

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Cueva artificial 2 de Sierra Martilla, Loja.


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crópolis de Las Peñas de los Gitanos (Montefrío) como en el poblado asociado de Los Castillejos (Montefrío), donde las estrategias de intervención destinadas a su conservación han conducido además a interesantes resultados sobre los orígenes de la sedentarización. En el río de Gor se han llevado a cabo otras intervenciones por parte de dos equipos distintos, uno centrado en la reexcavación de determinados sepulcros y su somera restauración a favor de la creación de itinerarios turísticos y de la realización de un centro de interpretación, y otro centrado en la catalogación de todas las tumbas, la evaluación del impacto humano reciente sobre ellas y la planificación de su conservación futura. En este último caso la preocupación territorial ha conducido, por primera vez, a la documentación de una importante densidad de hábitat prehistórico en el área que ha puesto fin a las antiguas especulaciones sobre el carácter nómada de sus constructores. Los conjuntos megalíticos más importantes de toda la provincia se sitúan en la Hoya de Guadix-Baza. En toda esta área los megalitos perviven o son reutilizados durante la Edad del Bronce y se localizan ajuares que incluyen brazaletes de cobre, plata y plomo dorado, en Gor, Laborcillas y Fonelas Las necrópolis de Gor-Gorafe constituyen uno de los conjuntos megalíticos mejor conocidos de la provincia de Granada gracias, en parte, a las investigaciones de M. García Sánchez y J.-C. Spahni a principios de los años cincuenta. Según las intervenciones recientes de

Sepulcro 7 de la necrópolis del Pantano de los Bermejales.

Ídolos falange de Sierra Martilla, Loja. Museo Arqueológico de Granada.

J. A. Afonso Marrero y otros se conservan actualmente, al menos, 142 sepulcros. La estimación de los existentes a fines del siglo XIX y principios del XX, cuando L. Siret realizó sus intervenciones no es fácil, dadas las dificultades de correlación de algunas tumbas pero se estima que el total superó los 250 monumentos. Las tumbas se concentran en alineaciones desde el fondo del valle hasta el altiplano circundante, a lo largo de todo el valle del río Gor, con especiales concentraciones en el término municipal de Gorafe. De las necrópolis definidas por M. García Sánchez y J. C. Spahni las que más han sufrido, en cuanto a desaparición de sepulcros se refiere, son las del altiplano, especialmente las de El Llano de la Carrascosa y La Gabiarra, mientras aquellas concentraciones situadas en las cuestas alomadas


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Panorámica del Río de Gor en la zona de Las Hoyas del Conquín, Gorafe, con vista del megalito 134.


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Hoyas del Conquín 131, Gorafe.

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que suben desde el valle fluvial encajonado hasta el altiplano (Cuesta de la Sabina, Majadillas y Hoyas del Conquín) o las tumbas situadas en el borde del altiplano (como las que caracterizan la agrupación del Llano de los Olivares) siguen concentrando un gran número de tumbas. Recientes intervenciones han facilitado el acceso a los grupos de Llanos de Olivares, Majadillas y Hoyas del Conquín y han adecentado mínimamente los sepulcros. Aunque en general las agrupaciones están muy en relación con la topografía y con la delimitación de antiguas veredas (sea en las cuestas sea en el altiplano), existen algunas concentraciones que merece la pena destacar, tales como Las Majadillas, Pino Baúl y, sobre todo, Hoyas del Conquín, situada esta última lo bastante cerca de los poblados de la Edad del Cobre como para ser considerada una necrópolis central, en un área relativamente llana en el contexto de la subida desde el valle al altiplano, como han demostrado los estudios recientes. Los poblados, en cualquier caso, se sitúan en posiciones muy diferentes aunque sólo en el Neolítico hay algunas evidencias de ocupación en áreas más elevadas, posiblemente antes de que la población se hiciera totalmente sedentaria y se concentrara junto al valle fluvial.

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Por su parte, M. López López y su equipo han destacado la variedad de tipos arquitectónicos en este gran conjunto megalítico, especialmente en lo que respecta a las cámaras, atribuyéndose al Neolítico Final los dólmenes de cámara rectangular y corredor corto, al Cobre Antiguo y Pleno otros modelos poligonales y trapezoidales, generalmente de mayor tamaño y a veces con puerta perforada, y a momentos tardíos de transición a la Edad del Bronce las cistas sin corredor. Aunque se había señalado que los sepulcros que incluyen cámara con cubierta a falsa cúpula por aproximación de hiladas (tholoi) habían desaparecido, lo cierto es que se conservan algunos ejemplos en La Torrecilla, la zona más cercana al poblado de Las Angosturas que controla los accesos a la Sierra de Baza. Aquí, las prospecciones realizadas han documentado una importante ocupación del III milenio ANE relacionada también con la explotación de los recursos mineros. Aparte de esta referencia no existe una relación clara entre la tipología y la distribución territorial aunque los mayores sepulcros trapezoidales se sitúan en Baños de Alicún y en la necrópolis más alejada, la de Pino Baúl, en otra cuenca fluvial realmente, sólo se encuentran pequeñas tumbas poligonales.

Puntas de flecha halladas en los ajuares de los megalítos de la necrópolis de Gor-Gorafe. Museo Arqueológico de Granada.


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Hoyas del Conquín 134, Gorafe.

Los ajuares incluyen cerámica, puntas de flecha y láminas, realizadas en sílex, ídolos de diversa tipología, además de armas y elementos metálicos. El saqueo de muchas de las sepulturas y la discontinuidad entre las intervenciones arqueológicas dificulta distinguir aquellas tumbas que desde el principio contaron con un importante ajuar de aquellas otras en las que éste desapareció, o nunca estuvo presente. Existen indicios de diferencias en la concentración de determinados elementos como los metálicos o las puntas de flechas de sílex, si bien antes de realizar valoraciones sobre las formas en que se expresó la desigualdad social se debe tener en cuenta la larga utilización de los sepulcros y sobre todo la introducción en ellos de objetos (y cadáveres) durante toda la Edad del Bronce, destacando los adornos metálicos del Bronce Final. Además de este problema debemos señalar que no existe una relación clara entre las tumbas con importante ajuar y la tipología, exceptuando el rico ajuar que, en general, presentan los sepulcros de corredor con cámaras de tendencia circular y el hecho de que casi todos los grandes sepulcros muestran un ajuar importante que no está relacionado directamente con el número de inhumados que puede ser bajo.

Uno de los sepulcros más interesantes del conjunto monumental de Gor-Gorafe es el sepulcro número 65, también denominado La Cobertera. Ubicado en el Grupo de las Majadillas, este monumento fue excavado a finales del siglo XIX por Luis Siret e incluido en el catálogo de G. y V. Leisner. Tiene una planta trapezoidal cuya entrada mira hacia el Sureste y un pilar en el interior de la cámara caído hacia el interior. Las dimensiones máximas del monumento son 3,4 m de longitud, por 1,90 m de anchura y 1,55 m de altura y conserva el ortostato de cubierta. En su interior se encontraron los restos de un individuo adulto, un niño y varios dientes. Aunque su ajuar no ha sido recuperado íntegramente se puede considerar de cierta entidad incluyendo un punzón de cobre, un puñal de hueso, tres puntas de flecha y otros elementos en sílex. Otro de los monumentos más impresionantes es el dolmen número 134 del Grupo de la Hoyas del Conquín. Tiene una planta trapezoidal que mide 3,85 m de longitud por 2,6 m de anchura y 2,2 m de altura. Su cubierta está formada por dos losas de piedra que, en el pasado, estuvieron sujetadas por dos pilares situados dentro de la cámara que actualmente no se conservan. Pese a sus dimensiones no es el sepulcro que mues-


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Ídolo antropomorfo hallado en El Malagón, Cúllar.


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Vistas panorรกmicas del รกrea del pantano de los Bermejales, Arenas del Rey.


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Pasillo de entrada a la tumba 7 del Pantano de los B ermejales, Arenas del Rey.

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tra el ajuar más espectacular en el conjunto ya que es superado por el contenido de las tumbas 129, 131 y 141. Es, sin embargo, la necrópolis de Las Majadillas la que concentra un mayor número de tumbas con ajuares importantes. El estado de conservación de los diferentes monumentos es muy desigual. El expolio y la destrucción sufridos por algunos de estos megalitos han provocado la conservación parcial de los mismos. Un claro ejemplo de esta situación es la reciente destrucción de monumentos en el Haza del Toril, dentro del Grupo de Baños de Alicún, como ejemplifica el sepulcro número 3. En el sepulcro número 29 del Grupo de La Sabina apareció como parte de un ajuar una figurilla zoomorfa. Esta escultura de bulto redondo, encontrada en la cabecera del megalito junto a un recipiente cerámico, está realizada en arcilla y representa a un bóvido. Las patas están realizadas de manera muy naturalista, mientras que por el contrario la representación de la cara del animal y de su hocico es mucho más esquemática. Más al Oeste se sitúan las diversas necrópolis de Fonelas-Laborcillas. La más cercana a la localidad de Fonelas, denominada Cruz del Tío Cogollero o de Fonelas y ubicada en una ladera cercana al curso del río Fardes, fue objeto de excavaciones en los años 1970. De los setenta sepulcros citados para esta área occidental de los afluentes del Fardes-Guadiana Menor, unos 15 se sitúan en esta necrópolis, cuyo poblado se desconoce. Dentro de la necrópolis se han encontrado dólmenes con cámara rectangular, que son los de mayores dimensiones, y otros con cámara pentagonal, todos con corredor corto. Los sepulcros de mayor tamaño, distribuidos por toda la necrópolis, a veces tienen compartimentos interiores en la cámara, aspecto no desconocido en el resto de las necrópolis de la Hoya de Guadix-Baza, como en Fonelas 9 o Llano de la Sabina 96 según L. Siret, o en Majadillas 77 según las excavaciones recientes de M. López López y otros. En el en el extremo izquierdo de la cámara del dolmen Moreno 3, de cámara ligeramente trapezoidal, de 4,5 por 2,5 m, y corredor corto, se localizó un recinto dentro del cual se pudieron recuperar una ollita decorada con incisiones, un ídolo sobre falange de équido, cuentas de collar, una punta de flecha en base cóncava en sílex, fragmentos de un vaso de yeso decorado con incisiones y abundantes restos humanos. En el sepulcro denominado Fonelas 10, se localizaron más de 40 individuos y abundantes elementos de prestigio como punzón de marfil, hacha de cobre, vasijas de yeso y ala-

Brazaletes del megalito 4 de la necrópolis del Pantano de los Bermejales.

bastro, aunque elementos comparables se localizaron en Fonelas 2 y en menor medida en Fonelas 11 y 12, con menor número de individuos localizados. Recintos similares fueron documentados en Fonelas 9, Llano de la Sabina 96, Los Millares 34 y 63. El elemento más interesante, sin embargo, es una estela de pizarra, de 34 por 12 cm., perfectamente ajustada con los límites del recinto en su base para ofrecer una superficie casi totalmente plana y que presentaba un doble motivo decorativo. Por una parte, una cenefa perimetral de zigzag y por otra, un antropomorfo central. La cabeza y tronco de éste, realizados por excisión, estaban unidos a un cuerpo rectangular, aunque la parte superior de lo que debía constituir la cabeza presentaba la representación por incisión de un posible tocado en una parte que no se había hecho saltar de la superficie de pizarra. J. E. Ferrer Palma ha interpretado el cuerpo rectangular como resultado de la representación de una túnica, también por la especie de flecos que rematan este cuerpo a ambos lados y en el centro. Si en los laterales estos flecos parten de ensanchamientos que podrían representar los glúteos, en el centro cubren una protuberancia redondeada tal vez relacionable con el sexo del individuo sobre el que los autores no se atreven a definirse. Los brazos arrancan horizontalmente del tronco con los codos ligeramente curvados y los antebrazos en paralelo al tronco, mientras no existe representación de las

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Dólmen 11 de la Loma de la Raja en Baños de Alicún, Villanueva de las Torres, Dispersión del Río Gor.


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manos partiendo los diez dedos directamente de las líneas que constituyen los brazos. Las piernas son sólo dos trazos incisos verticales. La reutilización de los megalitos en la Edad del Bronce, concretada en la presencia de adornos, especialmente brazaletes se documenta también en esta área en el sepulcro 3 o Domingo 1 pero sobre todo se manifiesta en la famosa, y desaparecida, necrópolis de los Eriales, situada en la localidad granadina de Laborcillas. A fines de los años 1970 se pudo estudiar el poblado al que se adscribía, el Cerro de los Castellones, que muestra una importante secuencia entre la Edad del Cobre y la Edad del Bronce. Las tumbas ofrecieron abundantes objetos de adscripción argárica: cerámica, brazaletes de arquero en pizarra, adornos (especialmente brazaletes) y armas en cobre (puñales y brazaletes). Como se señaló anteriormente, las evidencias para la zona más oriental de Granada son mucho más escasas y se reducen a los rundgräber del entorno de Cúllar y al problemático enterramiento de Cueva Carada, situado en el municipio de Huéscar. Posiblemente se trata de una cueva artificial en la que se enterraron más de 168 individuos desde el IV Milenio ANE. Los ajuares que se encontraron en el interior del sepulcro incluían numerosos objetos realizados en hueso, punzones, cuentas de collar e ídolos antropomorfos, así como brazaletes de pectúnculo, hachas pulimentadas, vasos de piedra y cerámica. Indudablemente en la zona occidental de la provincia el principal conjunto megalítico, tanto por su extensión (unos ochenta sepulcros conservados), como por la importancia de su asociación a un poblado intensamente excavado y de amplísima secuencia, es el de Las Peñas de los Gitanos, al Este de la localidad de Montefrío. Las Peñas de los Gitanos constituyen una gran formación kárstica en la que entre los afloramientos calizos (de caliches) se sitúan pasillos creados por el colapso del sistema, que incluye aún numerosas cuevas, y por su deslizamiento sobre los terrenos subyacentes. En uno

Detalle del motivo antropomorfo representado en la estela del Doponte lmen de Moreno 3. Necrópolis de Fonelas.


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de estos pasillos se sitúa la zona excavada del poblado prehistórico mientras en los pasillos más meridionales se distribuye la necrópolis dolménica. La necrópolis de las Peñas de los Gitanos está compuesta por cuatro agrupaciones principales de sepulcros: El Rodeo, la más oriental, donde se sitúan las tumbas más grandes, La Camarilla, donde se concentran la mayor parte de las tumbas y que resulta la más accesible, Los Guirretes, la más cercana al poblado y prácticamente desaparecida, a excepción de un par de tumbas, y El Castellón u Hoyón de la Virgen, la zona más desconocida y alejada del asentamiento, en los límites de la zona cultivada y con los ortostatos que apenas sobresalen una decena de centímetros del terreno circundante. El asentamiento, datado entre el Neolítico Antiguo y el Bronce Medio (c. 5500-1750 ANE), ha resultado fundamental no sólo para la periodización de la

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Prehistoria andaluza sino para la investigación sobre el proceso de sedentarización, los cambios en las estrategias económicas y las oscilaciones ambientales y, sobre todo, su secuencia ha permitido indagar en el uso intensivo del sílex para la realización de instrumentos variados y las transformaciones que en la producción de éstos tuvieron lugar a lo largo del tiempo tanto en el plano técnico como en el social. Casi todos los monumentos de esta necrópolis tienen una cámara de planta trapezoidal con corredor también ligeramente trapezoidal. La cámara está encajada en una zona excavada en la roca siendo rellenados posteriormente los huecos entre los ortostatos y la roca madre con tierra, a veces con el apoyo de tirantes de mampostería. El corredor asciende ligeramente desde esa fosa hacia la superficie, aunque la frecuencia de tumbas en ladera facilita esta transición. Tanto en los

Estela del Dolmen de Moreno 3, Necrópolis de Fonelas.


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Vista panorámica de la Peña de los Gitanos, Montefrio.

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accesos a los sepulcros como en la transición entre el corredor y la cámara se disponen ortostatos perpendiculares al eje longitudinal que marcan puertas de acceso, sea por aproximación de dos estrechas jambas laterales, sea por la creación de verdaderas puertas ovales o rectangulares perforando uno o dos ortostatos. Los túmulos, delimitados por anillos externos de piedras, eran bastante bajos y casi en ningún caso se han conservado. Según los datos proporcionados por las excavaciones de C. de Mergelina, en algunos sepulcros de La Camarilla, al menos los últimos inhumados (correspondientes ya a momentos finales del III y principios del II milenioANE según los ajuares localizados que incluyen puñales y espadas de cobre con remaches y brazaletes en espiral de cobre), fueron depositados flexionados. En la misma zona hay, sin embargo, evidencias de una utilización más antigua, al menos desde principios del III milenio ANE, de las tumbas con materiales cerámicos de la Edad del Cobre a los que acompañan elementos diagnósticos sea de fases iniciales (brazaletes de concha), medias (cuernecillos de arcilla) o recientes (botones de hueso y marfil con perforación en V). Aunque, como J. A. Cámara Serrano ha reseñado, el carácter semihipogeico de las cámaras, su concentración en zonas no visibles desde el poblado y su emplazamiento en laderas, conduce a un bajo énfasis en la visibilidad de estos monumentos, acentuado por la poca relevancia de los túmulos, la accesibilidad relativa de la zona, la continuidad en poblamiento y explotación y las propias dimensiones de algunos sepulcros han provocado desde antiguo una fuerte atracción, concretada en reutilizaciones, visitas y expolio, hasta el punto de que se han localizado restos de lucernas romanas en algunas tumbas y sobre todo un tesorillo estudiado por J. E. Ferrer Palma. En los ortostatos del interior de las cámaras de algunos de los sepulcros se han hallado grabados. El más famoso es el motivo meandro-espiraliforme de la sepultura 23, situada en una de las terrazas altas de La Camarilla, que agrupa, en la parte superior interna de una de las lajas perforadas que conforman el acceso, un motivo circular por incisiones concéntricas con líneas verticales que parten de éstas. Un motivo zoomorfo aparece en otro sepulcro (6) y se ha relacionado con las representaciones de pintura rupestre esquemática frecuentes en el área de Moclín. Más discutible es la consideración como decorativos de apéndices internos corniformes en algunas de las losas de

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Ídolos antropomorfos de la Cueva de Carada, Huéscar.

Dolmen 8 de la Peña de los Gitanos, Montefrío.

las cámaras (tumba 27), especialmente porque fueron obtenidos simplemente respectando la superficie original de la roca, frente al cuidadoso tratamiento que afectó al resto de la superficie de los ortostatos tanto en su cara interna como en los bordes que encajaban con los ortostatos vecinos o con la cubierta. Paradójicamente, aun con la importancia de este conjunto, el conocimiento de la distribución territorial de los restos arqueológicos en los Montes Occidentales es mínimo, aun cuando J.E. Ferrer Palma ha referido varios sepulcros, en general de pequeño tamaño, en pequeñas agrupaciones, sea en Illora (Las Pedrizas, Loma del Ciaco) sea en Tózar-Moclín (Pileta de la Zorra). Estas pequeñas concentraciones podrían continuar hacia los límites orientales de la Vega, los Montes Orientales y las estribaciones de Sierra Nevada. Los ejemplos mejor conocidos en estas zonas son los de El Toril en Dílar, en una agrupación de, al menos, tres tumbas, actualmente todas desaparecidas, y el de Chillerón en Píñar. El Toril presentaba una cámara de 9 m de longitud máxima y un túmulo de 23 m de diámetro que estaba rodeado por un círculo de piedras. También consistentes eran los diámetros de los otros dos sepulcros (18 y 15 m). Las referencias más abundantes en la zona indican, sin embargo, el predominio de cuevas artificiales como las de la Cueva del Cerro del Castellón (Campotéjar), la Cueva del Cortijo del Canal (Albolote) y la Cueva del Cerro del Real (Iznalloz), abiertas en laderas y, al menos en el último caso, con corredor de acceso.

Este predominio de cuevas artificiales, característico también de la provincia de Jaén, continúa hacia el Oeste, con necrópolis poco conocidas como la de Zujaira (Pinos Puente) y otras que han sido objeto de publicaciones más extensas, especialmente las situadas en el entorno de Loja, aunque sólo en el caso de Sierra Martilla se han llevado a cabo intervenciones sistemáticas. La necrópolis de Sierra Martilla (Zagra), presenta estructuras mixtas de tipo hipogeo con algunas estructuras ortostáticas. Como en otros muchos casos la excavación no ha podido proporcionar datos totalmente satisfactorios dado el nivel de expolio que las estructuras habían sufrido. No obstante, la presencia de materiales neolíticos al interior de algunos sepulcros ha sido utilizada para elevar considerablemente su cronología, hasta al menos el IV Milenio ANE, lo que además viene apoyado por la presencia de un poblado neolítico sobre la terraza en cuyos escarpes se sitúa la necrópolis. Otro caso interesante es el de la La Covacha de la Presa, situada en las inmediaciones del casco urbano de Loja y descubierta en el año 1975 cuando se estaban realizando labores de extracción en una cantera de mármol. Situado en la margen izquierda del río Manzanil y relacionado con el poblado del mismo nombre, este monumento tiene su entrada orientada hacia el Este-Sureste y presenta unas dimensiones máximas de 4,7 m de longitud, por 2 m de anchura y 4,5 m de altura. En su interior se halló un enterramiento colectivo de la Edad del Cobre cuyos ajuares estaban compues-


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tos por cuchillos de sílex y varios recipientes de cerámica, algunos de ellos campaniformes. También se hallaron puntas de flecha y punzones de cobre y multitud de cuentas de collar. La importancia del paso de Loja en la Prehistoria la confirman los megalitos destruidos simples de cámara rectangular o circular en la barriada de Los Arenales. Otro importante núcleo megalítico granadino, se sitúa en la cuenca del río Cacin y, a través de él, se encuentra muy relacionado con dispersiones malagueñas. Se trata de la necrópolis de Pantano de los Bermejales (río Cacín), situada entre los términos municipal de Arenas del Rey y Alhama de Granada. Las primeras publicaciones se realizaron en el año 1969 y las intervenciones en la necrópolis continuaron hasta el año 1974, con una pequeña intervención en 1986. Frente a la mayor parte de las agrupaciones megalíticas granadinas aquí citadas, no se ha encontrado ningún poblado asociado, lo cual puede deberse también a la propia situación de la presa. Esta necrópolis está formada por siete núcleos en los que se agrupan los diferentes monumentos. Estos grupos están emplazados sobre las lomas que se disponen a ambos lados de la angosta garganta por el río. El grupo situado más al Norte es el del Cortijo del Cura, que está formado por cinco monumentos documentados, con otras tres cistas sólo citadas, con dos subdivisiones, una meridional habitualmente citada como Cortijo Bartolo y otra septentrional en el término municipal de Alhama. Enfrente de los sepulcros más meridionales de éste se encuentra un megalito aislado en el Cortijo de Liñán, y otro posible desparecido. Junto al embalse existen varios grupos: uno ubicado junto al aliviadero de la presa, actualmente destruido, con cinco tumbas, tres de ellas documentadas, otro más al Norte formado por dos megalitos conocido como el Grupo del Cortijo de los Vínculos y otro junto al pantano de los Bermejales en el que había al menos tres tumbas. Uno de los megalitos de este grupo fue trasladado de sitio al quedar inundado por las aguas del pantano. Al Norte de los dólmenes del pantano existe un grupo de dos megalitos que recibe el nombre de La Navilla (dos tumbas) y que está situado en una ladera a mayor altura sobre un afluente del Cacín. La necrópolis del Pantano de los Bermejales estaba formada por cerca de veinte monumentos megalíticos, de los cuales hoy día se conservan tan solo la mitad. La forma de estos megalitos es muy variada, aunque predominan las cistas y las cámaras sin corredor de forma rectangular. Por el contrario, son menos frecuentes los

sepulcros con corredor, pudiéndose en algunos casos hablar de galerías segmentadas como en la tumba número 7, la trasladada, con atrio ligeramente trapezoidal y camarín final de apenas 2 por 1,25 m. Las dimensiones de las cámaras suele ser pequeñas, también por el predominio de cistas, por ejemplo en el área del Cortijo del Cura. Algunos megalitos (concretamente los número 1, 2, 8 y 11) fueron reutilizados durante la Edad del Bronce, período en el cual se extendieron los enterramientos individuales, como ejemplifican los hallazgos en covachas a lo largo del río Cacín, pero el caso del sepulcro 8 (La Navilla 1) demuestra la pervivencia en algunos casos del enterramiento colectivo. Los megalitos del Pantano de los Bermejales, datados entre el Neolítico y Edad del Bronce, están construidos en piedra de diferente tipo que procede de las inmediaciones, donde hay una gran diversidad de fuentes de suministro. La baja altura de los túmulos ha conducido a su desaparición casi total aunque existen indicios sobre su existencia como el anillo de piedras, tal vez no el más exterior, a unos 2,5 m de radio desde el centro de la cámara, en el sepulcro número 1, Cortijo de Linán, o el 7, trasladado. Los monumentos mejor conservados de la necrópolis son los sepulcros número 1 y 2 y el ya referido número 7. El número 1, situado en el Cortijo de Liñán, tiene una cámara de planta rectangular con corredor trapezoidal separado por una puerta. La cámara, que no ha conservado su cubierta, tiene unas dimensiones de 2 m de longitud por 1,3 m. de anchura máxima. Como en Montefrío el acceso a la cámara semiexcavada tiene lugar a partir de la inclinación del corredor. Este rasgo es tan característico que en el caso del sepulcro 8 (La Navilla 1) ha permitido separar el corredor de la cámara. El megalito número 2 presenta una cámara trapezoidal de 5,70 m de longitud y 2,10 m de anchura máxima. Aunque el túmulo y las líneas que lo indican estaban mal conservados, se ha estimado un diámetro de unos 20 m a partir del sector nordeste, lo que coincide con las dimensiones estimadas para el túmulo del megalito número 7. En su interior se encontró un ajuar muy bien conservado y que estaba compuesto por varios recipientes de cerámica, a veces fragmentados, punzones de hueso, láminas de sílex y unas 20 puntas de flecha de sílex, a las que hay que sumar geométricos y trincaduras, lo que se debe relacionar con los 32 individuos inhumados de todos los sexos y edades incluyendo un feto, depositados a lo largo de un tiempo


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relativamente amplio como corresponde a un sepulcro de inhumación colectiva no simultánea. Junto a este sepulcro se sitúa, compartiendo el mismo túmulo, el número 3 con corredor que da acceso a una cámara rectangular situada prácticamente en ángulo recto con respecto a aquel. Uno de los ajuares más llamativos y de mayor belleza de todos los que se han encontrado en la necrópolis de Pantano de los Bermejales es el que se encontró en el sepulcro número 4. Este consistía en 15 pulseras realizadas en conchas de pectúnculo con un diámetro variable entre los 60 y 75 mm. El escaso ajuar del megalito 7, que se reduce a fragmentos de cuencos, tal vez estaría en relación con el bajo número mínimo de individuos inhumados (cuatro), mientras podemos se-

ñalar lo contrario en relación con los 54 individuos del megalito 8 acompañados de un conspicuo ajuar que incluye materiales de la Edad del Cobre (puntas de flecha y hojitas) y de la Edad del Bronce (sea de la transición, como cuencos carenados o brazaletes de arquero en pizarra, o de momentos ya avanzados como los vasos de carena baja, las copas o los puñales de remaches).

Dolmen 27 de Las Peñas de los Gitanos, Montefrio.

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Vista general del dolmen de Puerto de los Huertos, conjunto megalítico de El Gallego. El Berrocal, Huelva.


HUELVA

Huelva

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e acuerdo con la información disponible, en la provincia de Huelva se conocen a día de hoy aproximadamente unos 250 monumentos megalíticos, lo que la convierte en una de las provincias andaluzas (y españolas por extensión) en los que el llamado fenómeno megalítico se expresa con mayor fuerza y diversidad. La distribución geográfica de las construcciones megalíticas onubenses es, sin embargo, bastante desigual, con zonas de altas densidades en las comarcas del Andévalo y la Sierra y otras con más baja densidad, como por ejemplo ocurre en la franja litoral. No obstante, considerando que la prospección arqueológica del territorio ha procedido de forma bastante irregular a lo largo y ancho de la provincia, es bastante probable que la ausencia o escasez de este tipo de sitios arqueológicos en determinadas zonas sea sobre todo consecuencia de la falta de investigaciones de campo. El estudio de las prácticas rituales y funerarias de las que el megalitismo forma parte se tropieza en la provincia onubense (como en otras de Andalucía) con la dificultad de la inadecuación del marco cronológico. Las primeras dataciones radiocarbónicas de sitios megalíticos onubenses, correspondientes a los monumentos de La Venta y La Paloma (Zalamea La Real) y Los

Gabrieles (Valverde del Camino), han sido obtenidas a partir de excavaciones muy recientes. Estas fechas sugieren una cronología bastante tardía para los monumentos datados, dentro del III milenio cal ANE (Edad del Cobre) y penetrando en el II milenio cal ANE (Edad del Bronce). Ello, en cualquier caso, no demuestra que el megalitismo no se desarrolle desde el periodo Neolítico (desde la primera mitad del V y durante el IV milenio cal ANE), como se ha constatado en otras regiones de Andalucía y del Suroeste de la Península Ibérica (especialmente en el Sur de Portugal). La diversidad de prácticas observadas en otras provincias andaluzas en relación con el fenómeno megalítico es especialmente acusada en la provincia de Huelva, que ofrece una gran variedad morfológica y funcional que incluye menhires, círculos de piedras, dólmenes, tholoi y cuevas artificiales. Quizás el monumento individual más celebrado y estudiado, principalmente por sus extraordinarias dimensiones, pero también por algunas de sus características, sea el Dolmen de Soto (Trigueros), uno de los monumentos prehistóricos más interesantes de nuestro país. Entre las concentraciones megalíticas más importantes de esta provincia destacan los conjuntos dolménicos del Andévalo Oriental,

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LAS GRANDES PIEDRAS DE LA PREHISTORIA. Sitios y paisajes megalíticos de Andalucía.

Entorno (arriba) y túmulo (abajo) del dolmen de Soto. Trigueros, Huelva.

que se distribuyen en torno a las riveras tributarias del río Tinto, incluyendo El Pozuelo (Zalamea la Real), Los Gabrieles (Valverde del Camino), Mesa de las Huecas (Niebla), El Gallego y Hornueco (Berrocal y El Madroño) así como en los valles de la margen izquierda del río Odiel, caso del conjunto de El Villar-Zalamea la Real. En este territorio predominan dos tipos de construcciones genéricas: galerías simples y dólmenes provistos de un corredor y varias cámaras, existiendo múltiples variantes. Varios de estos monumentos han sido excavados y estudiados con una metodología científica moderna. En el Andévalo Occidental, un territorio de relieve suave y alomado, por el contrario, son mayoritarios los sepulcros de falsa cúpula o tholos, que se concentran en torno a los arroyos tributarios de la rivera del Chanza, en los municipios de Paymogo, Santa Bárbara de Casa y Cabezas Rubias, destacando la necrópolis de La Zarcita. Más al Norte de la provincia, dentro del sector montañoso que conforma Sierra Morena, se encuen-

tran otras agrupaciones de megalitos que ofrecen interesantes peculiaridades morfológicas y conceptuales, tanto en el entorno de la rivera de Huelva en el sector oriental, como en la rivera del Chanza, en el sector occidental, donde destaca la singular presencia de varios sitios con menhires. Finalmente, en el estuario del Tinto-Odiel, a las afueras de la ciudad de Huelva, se ha estudiado recientemente el poblado del Neolítico Final y de la Edad del Cobre de El Seminario, en el que han encontrado numerosas estructuras funerarias megalíticas e hipogeas (“cuevas artificiales” y fosas). Quizás valga la pena comenzar precisamente este recorrido por los sitios megalíticos de la provincia de Huelva por el Dolmen de Soto (Trigueros), un monumento excavado de forma rudimentaria durante varios meses a lo largo de 1923 por el Sr. Armando de Soto, propietario de la finca en la que se encontraba el dolmen (y de quien el mismo ha tomado el nombre). Los objetos rescatados por el Sr. Soto, sus propias obser-


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Vista general hacia el interio de la galerĂ­a del dolmen de Soto. Trigueros, Huelva. Dibujo de la planta y el alzado del dolmen de Soto. Trigueros, Huelva.


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Vista general hacia el exterior de la galerĂ­a del dolmen de Soto. Trigueros, Huelva.


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Recopilación de las grafías representadas en los ostostatos del dolmen de Soto. Trigueros, Huelva. Ostostatos con grafías, ubicados en el interior del dolmen de Soto. Trigueros, Huelva.


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vaciones de la excavación, así como las características del monumento en sí fueron luego minuciosamente estudiados y publicados al año siguiente por el profesor H. Obermaier, quien por entonces acababa de ocupar la primera cátedra de Prehistoria creada en la Universidad española. Con 21 m de longitud, alturas en el interior de hasta 4 m y ortostatos de hasta 22 toneladas de peso, el Dolmen de Soto constituye una formidable obra de ingeniería prehistórica. Por su escala constructiva (y por tanto por la inversión de trabajo que supuso) se cuenta entre los monumentos megalíticos más excepcionales de la Península Ibérica, junto con las tres magnas construcciones de Antequera (Menga, Viera y El Romeral), los cuatro monumentos de Valencina de la Concepción (La Pastora, Matarrubilla, Ontiveros y Montelirio), los tholoi de la necrópolis de Alcalar (Faro, Portugal) y algunos de los monumentos de la región portuguesa de Évora (especialmente Anta Grande do Zambujeiro). Según las estimaciones de H. Obermaier, además, los ortostatos empleados en su construcción debieron ser traídos de una distancia de varios kilómetros. El túmulo que lo recubre tiene cerca de 75 m de diámetro y unos 4 m de altura, y fue construido con tierra de color blanco que, a juicio de los excavadores, no era propia de la finca en la que se encuentra el dolmen, por lo que posiblemente había sido asimismo traída de lejos. Los detalles de la arquitectura del monumento ofrecen igualmente algunos elementos destacables más allá de su extraordinaria magnitud. Por ejemplo, a 4 m de la entrada hay un portal, formado por dos jambas graníticas de casi 2 m de altura, que pudo representar metafóricamente la transición del mundo de los vivos hacia el de los muertos. Alternativamente, es posible que este portal se complementase originalmente con un portón de madera que tuviese un propósito meramente instrumental para, por ejemplo, dificultar o impedir la entrada en el sepulcro de extraños, saqueadores o animales carroñeros. Asimismo, en la zona más profunda y ancha de la galería se identificó una “mesa” baja de planta rectangular hecha con pequeñas piedras que Obermaier interpretó como un altar. Otro aspecto destacable del Dolmen de Soto lo constituyen los signos grabados y pintados en sus

Detalle de ostostato con grafías, ubicado en el interior del dolmen de Soto. Trigueros, Huelva.

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Detalle de la grafía del ortostato número 21 del dolmen de Soto. Trigueros, Huelva.


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ortostatos, una serie del llamado arte megalítico (es decir, grafías con fuertes similitudes técnicas, temáticas y funcionales con el arte rupestre) prácticamente única en España. Entre los motivos identificados se encuentran geométricos (círculos concéntricos y formas rectangulares y cónicas algunas de las cuales podrían representar armas, por ejemplo puñales) y antropomorfos (destacando una figura de un adulto con un niño bajo su brazo que se encuentra grabado justo donde aparecieron los esqueletos de un niño y un adulto de sexo indeterminado). El hecho de que algunos de los cuerpos depositados en la cámara aparecieran próximos a determinados símbolos grabados podría sugerir que estos eran parte de una compleja narrativa mitológica relacionada con la muerte y la vida en el más allá. Asimismo, grabada sobre un ortostato de poca anchura situado a medio camino de la galería aparece, bocabajo, una representación antropomorfa en la que se reconocen ojos y nariz, además de, quizás, un pecho y un brazo y que Obermaier interpretó como una divinidad dada su similitud con algunas representaciones grabadas en estelas y estatuas de contextos megalíticos y con motivos de los ídolos de la Edad del Cobre. Como señaló el propio Obermaier y posteriormente otros académicos, el hecho de que la representación se encuentre en posición invertida (cabeza abajo) podría indicar que se trata de una estela más antigua, posteriormente reutilizada en la arquitectura del dolmen, un fenómeno

relativamente frecuente en el megalitismo europeo. Un aspecto especialmente interesante del Dolmen de Soto es que tanto el propietario de la finca que lo exploró como el propio H. Obermaier señalan que fue encontrado intacto y sin evidencias de saqueo, lo cual es muy inusual en este tipo de construcciones prehistóricas. Para empezar, en el interior del dolmen se hallaron 8 cuerpos, todos en posición acuclillada o fetal y que debieron haber sido depositados envueltos en sudarios o telas, además de posiblemente atados. Todos los individuos aparecieron provistos de una serie de ajuares funerarios para su viaje al más allá, incluyendo herramientas de piedra, vasijas cerámicas, y otros objetos entre los que se identificaron un brazalete de hueso, un objeto punzante de pizarra, una varilla de marfil, diversas piezas de fauna animal (pájaros, jabalí, buey, caballo y moluscos marinos) e incluso dientes fósiles de tiburones (probablemente utilizados como amuletos). No lejos del Dolmen de Soto, en el centro de la península del estuario de los ríos Tinto y Odiel, se ha documentado muy recientemente un extenso y complejo yacimiento llamado El Seminario que cuenta con importantes estructuras relacionadas con las prácticas funerarias y rituales de las sociedades de la Edad del Cobre de la Tierra Llana de Huelva. Las excavaciones aquí practicadas han permitido documentar varias tumbas de las conocidas como “cuevas artificiales” (estructuras excavadas en su totalidad en la marga terciaria, por

Dibujo de la grafía representada en el ortostato número 21 del dolmen de Soto. Trigueros, Huelva.

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Detalle del proceso de excavación de la cámara de la tumba 7055, tholos con lajas de pizarra oscura y bloques de cuarzo blanco. El Seminario, Huelva. Fotografía: José Antonio Linares Catela.

Aspecto general de la tumba 1336, cueva artificial. El Seminario, Huelva. Fotografía: José Antonio Linares Catela.

tanto “hipogeos”) y construcciones megalíticas de tipo tholoi. Un buen ejemplo de las primeras es la tumba 7016, de 6,20 m de longitud total, que cuenta con un atrio con pavimento escalonado de calcarenitas y dos jambas talladas en el sustrato que lo separan del corredor, sirviendo para la colocación de elementos rituales (estela grabada) y de cierre de la entrada. Su corredor, de ensanchamiento progresivo, tiene en su base un pavimento de tierra apisonada así como jambas y

umbral en el punto de conexión con la cámara, que es de morfología semicircular (de 3 por 2,60 m). Entre las segundas destaca la estructura 7055, un tholos de 5 m de longitud que presenta un atrio con pavimento de cantos de cuarzo blanco y pizarra oscura, corredor con jambas que lo delimitan espacialmente y cámara, con paredes revestidas de lajas de pizarra y cubierta de falsa cúpula. La cámara, de planta circular (de 1,75 por 1,55 m), estuvo cubierta por una techumbre elaborada con lajas de pizarra y bloques de cuarzo blanco. En una fase tardía, en esta cámara se abrió una covacha para el enterramiento de un único individuo, que presentaba un ajuar formado por un puñal de cobre, un brazalete de arquero y dos cuencos cerámicos. En conjunto, las tumbas de El Seminario presentan tres elementos arquitectónicos diferenciados: atrio, corredor y cámara. Los atrios se configuran como espacios abiertos con escalonamientos de piedras (calcarenitas, cuarzo y pizarra) para facilitar el acceso al interior. Los corredores funcionan como una zona de tránsito ritual y de deposición de ofrendas (hachas de piedra y productos cerámicos) y, ocasionalmente, también como lugar para la deposición funeraria de individuos. Las cámaras son de morfología circular, donde se presentan mayoritariamente los cadáveres acompañados de los ajuares característicos: cerámicas, cuchillos y grandes láminas de piedra tallada, puntas de flecha,


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Aspecto general de la tumba 7055, tholos con lajas de pizarra oscura y bloques de cuarzo blanco. El Seminario, Huelva. Fotografía: José Antonio Linares Catela.


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Estructura votiva 3027, con depósito de ídolos. El Seminario, Huelva. Fotografía: José Antonio Linares Catela.

laminitas de cuarzo, etc. Algunas características del ritual funerario aquí documentado son el uso colectivo de las cámaras, la reiteración de enterramientos en su interior (con sucesivas superposiciones de suelos funerarios) y la reestructuración morfológica y espacial del interior de las tumbas para permitir la continuidad de su uso. Son estructuras, por tanto, de utilización prolongada y reutilizaciones periódicas, presentándose suelos funerarios con varios individuos acompañados de elementos característicos de la primera mitad-mediados del III milenio ANE, y otros suelos con materiales definitorios de la segunda mitad-finales del III milenio ANE, incluyendo los ajuares campaniformes. De este sitio también cabe destacar la aparición de dos conjuntos de ídolos recuperados en dos estructuras votivas de carácter subterráneo. En la estructura 3027, de morfología circular, se recuperó un depósito formado por 7 ídolos cilíndricos de piedra, 3 “ídolos” de hueso-marfil y 1 vaso de mármol. En la 3370, un

pozo de acceso circular y cámara subterránea concéntrica, aparecieron 19 ídolos de piedra (15 cilíndricos, 1 betilo y 3 tolvas) y 3 de hueso-marfil. Estas ofrendas se realizaron sobre suelos preparados en el interior de cada estructura, colocándose los ídolos de pié en grupos, acompañados de otros productos relacionados con la preparación y consumo de alimentos (cuencos cerámicos, moluscos…), y útiles de piedra pulida, tallada o de metal, empleados en las actividades de la vida cotidiana. Los ídolos son de distintos tamaños, formas y materias primas, distinguiendo tres tipos básicos: betilos, cilindros y tolvas. Predominan en número los cilíndricos, destacando los siete decorados con motivos recurrentes: “ojos-soles” (radiformes y concéntricos), cejas y líneas de “tatuajes faciales”. Tradicionalmente, estos “ídolos” han sido considerados como representaciones de divinidades comunes al conjunto de las comunidades constructoras de megalitos del Sur de la Península Ibérica y hasta ahora se


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Estructura votiva 3370, con depósito de ídolos. El Seminario, Huelva. Fotografía: José Antonio Linares Catela.


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Perspectiva general del dolmen número 6. El Pozuelo, Huelva.

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habían entendido básicamente como elementos que formaban parte de las prácticas funerarias. Sin embargo, los ídolos del asentamiento de El Seminario no se encontraron dentro de tumbas, sino en pequeñas estructuras subterráneas idénticas a las que han sido a menudo definidas como hoyos de almacenamiento (“silos”) de carácter esencialmente doméstico. De hecho, este hallazgo, junto a otros indicios obtenidos en años recientes, obliga a replantear la relación entre lo “doméstico” y lo “ritual” o “funerario” dentro de la ideología de las sociedades agrarias del Neolítico y la Edad del Cobre. El alto valor simbólico de estos objetos sugiere que formaban parte de prácticas rituales que servían para fomentar y reforzar los lazos de identificación y cohesión de los grupos familiares y de las comunidades, reforzando los vínculos necesarios para el desarrollo de la vida cotidiana, la subsistencia y las relaciones sociales. Por su parte, la necrópolis megalítica de El Pozuelo fue descubierta y excavada por Carlos Cerdán Márquez en la década de los 1940. Se compone de 18 monumentos de arquitectura adintelada que muestran en muchos casos la peculiaridad de tener un diseño en múltiples cámaras. En efecto, en lugar de constar de una sola galería de planta rectilínea, o de un corredor y una cámara en su extremo profundo como ocurre en una gran mayoría de megalitos andaluces, varios de los dólmenes de El Pozuelo muestran múltiples cámaras a las que se accede desde una entrada única que luego se bifurca en distintos corredores y a cuyos lados aparecen frecuentemente cámaras laterales. Estas cámaras mortuorias están cubiertas por túmulos circulares de hasta 20 m de diámetro que se acomodan a la irregularidad del terreno (los dólmenes se encuentran a

veces en pendiente) y que están elaborados mediante la acumulación de bloques de piedra o pequeñas losas de pizarra. En los enterramientos de El Pozuelo se depositaron cientos de objetos votivos junto a los muertos. Los objetos más frecuentes son las herramientas de piedra tallada (cuchillos, perforadores, puntas de flecha) y pulimentada (hachas) y las vasijas cerámicas, es decir, objetos muy relacionados con las actividades cotidianas

Dibujo en planta de los monumentos número 5 (arriba) y número 7 (abajo) en el que se representan los dólmenes con múltiples cámaras. El Pozuelo, Huelva.


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(caza, procesamiento de materiales y alimentos, etc.). Otro grupo importante de objetos son los adornos personales, como por ejemplo las cuentas de collar elaboradas en materiales diversos. Desde el punto de vista de las creencias religiosas son especialmente interesantes los objetos que se interpretan como representaciones de seres sobrenaturales o divinidades. En El Pozuelo se han identificado únicamente ídolos de dos clases, los denominados cruciformes, que se asemejan

a una figura humana muy estilizada, con cabeza, tronco y extremidades inferiores sutilmente indicadas, y los denominados placa, elaborados a partir de una pequeña placa de pizarra o esquisto sobre la que se graban y/o pintan motivos geométricos y más ocasionalmente partes anatómicas, como por ejemplo el cabello o (sobre todo) los ojos. Un objeto especialmente interesante es el denominado báculo encontrado en el sepulcro 3 de El Pozuelo. Se trata de un objeto de piedra alar-

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Vista general exterior de un lateral del túmulo dolmen número 6. El Pozuelo, Huelva.


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Collares hechos con cuentas de piedra de varios materiales procedentes de distintos dólmenes.El Pozuelo, museo de Huelva.

Vista frontal del atrio del dolmen número 6. El Pozuelo, Huelva.

gado con un extremo curvado que aparece con cierta frecuencia en los enterramientos megalíticos del Sur de Portugal (es bastante más raro en los andaluces) y que ha sido a menudo interpretado como un objeto de prestigio o poder (de ahí la denominación de báculo), aunque recientemente también se ha propuesto que podían constituir réplicas en piedra de armas arrojadizas en madera de las que existen analogías etnográficas y arqueológicas. Estos artefactos pueden ser interpretados como expresión de la posición jerárquica en la sociedad, bien de los individuos concretos a los que se asocian (cuando es posible determinar este extremo) o bien de sus unidades familiares en general. En varias de las tumbas de El Pozuelo se encontraron vestigios de pintura sobre los ortostatos así como restos de ocre asociados a suelos y artefactos votivos. Concretamente, en el enterramiento denominado Martín Gil el pavimento y las paredes pudieron haber estado originalmente cubiertos de pintura roja a juzgar por la gran cantidad de partículas de ocre rojo encontradas. La utilización de ocre para recubrir paredes, suelos, cuerpos y ajuares ha sido ampliamente atestiguada en las construcciones megalíticas andaluzas (en el Dolmen de Alberite, en Cádiz, ya explicado anteriormente, los

Recipiente cerámico del tholos de El Moro, Niebla. Museo de Huelva.

ortostatos estaban ricamente decorados con pinturas e incluso entre los objetos votivos se encontró una paleta con restos de ocre). Por su parte, el conjunto dolménico de Los Gabrieles se ubica en un paraje de lomas y cabezos de suave topografía, característico del valle de la rivera de Valverde. Dentro de este conjunto se pueden distinguir dos grupos. El Grupo 1 (dólmenes 1, 2 y 7) lo conforman estructuras provistas de galerías cubiertas trapezoidales y túmulos constituidos mayoritariamente por la propia arcilla local. El dolmen 1, una galería de 7,50 m de longitud, presenta grabados en dos ortostatos (dos motivos geométricos en forma de “parrilla” y un grabado compuesto por la unión de un trazo semicircular y otro recto) y restos de pintura de óxidos de hierro/cinabrio sobre las paredes. El dolmen 2, con una estructura de 6,50 m de longitud y hasta 1,50 m de anchura, destaca por el tamaño y morfología regular de los ortostatos (calzados con cantos internos y lajas


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Ă?dolos placas de varias procedencias. Museo de Huelva.


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Anverso y reverso de la réplica del ídolo placa del dolmen número 40 de la Necrópolis de Cabezas Rubias. Museo de Huelva.

de entibación externas) y por la presencia de dos ídolos placa de pizarra como parte de los ajuares. El Grupo 2, (dólmenes 3, 4, 5 y 6), reúne megalitos de mayor tamaño y complejidad arquitectónica, de los cuales Los Gabrieles 4, con un túmulo circular de 19 m de diámetro compuesto por un relleno de piedras y un anillo perimetral más destacado en la zona de acceso, es el de mayor monumentalidad. En su interior alberga una estructura construida con ortostatos de riolitas, riodacitas y pizarras con una tipología y orientación particular. Posee un vestíbulo de acceso abocinado en rampa descendente que conecta con “corredor acodado”, de 4,30 m de longitud y con orientación 55º al Noreste, que habilita el tránsito hacia dos cámaras funerarias. La cámara 1, de morfología rectangular, mide 3,90 m de longitud, 1,80 m de anchura en la cabecera, con una altura máxima de 2 m, contenía en su interior una “pila funeraria” y abundantes ajuares: platos, cuencos y vasos cerámicos, láminas de piedra tallada, hachas pulimentadas, puntas de flecha y microlitos geométricos. La cámara 2, ubicada en el centro del monumento, mide 3,00 m de longitud, oscilando en anchura de 0,65 m a 1,20 m en la cabecera, lugar donde alcanza hasta 1,10 de altura, estando cubierta por tres losas.

En su interior se documentaron dos suelos de deposición funerarios que han arrojado una cronología que indica un uso prolongado en la segunda mitad del III milenio ANE. Además de por su mayor tamaño, el dolmen nº 4 de Los Gabrieles destaca por ocupar una posición jerárquica y centralizada con respecto a los número 3 y 5, de menores dimensiones. El dolmen 6, ubicado en el extremo Este de la meseta, presenta un tamaño y morfología muy similares al dolmen 4, con vestíbulo externo y una estructura interna de “morfología acodada”. Destaca el anillo perimetral del túmulo, de 16 m de diámetro, construido con bloques de piedra de mediano-gran tamaño, aprovechando en diversos puntos el afloramiento de roca volcánica. Al igual que los de El Pozuelo, los 4 sepulcros que integran la necrópolis megalítica de La Zarcita (Santa Bárbara de Casa) fueron explorados por primera vez por C. Cerdán Márquez en los años 1940 siendo luego los hallazgos estudiados conjuntamente por el matrimonio Leisner. Las cuatro cámaras funerarias de La Zarcita se erigieron mediante la técnica de cobertura en falsa cúpula, y al menos dos de ellas presentan la particularidad de carecer de corredor o entrada en superficie, por lo que el excavador interpretó que el acceso al inte-


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Objeto votivo (báculo), del dolmen número 3 de El Pozuelo. Museo de Huelva.


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rior de la cámara debía hacerse desde algún hueco en la cúpula y con la ayuda de una escalera. A pesar del alto grado de destrucción en que fueron encontrados por el reaprovechamiento que los agricultores locales hacían constantemente de los bloques de piedra, fue posible documentar algunos aspectos interesantes del ajuar de una de las construcciones prehistóricas, ya que no se encontraron restos humanos (posiblemente fueron completamente descompuestos por la alta acidez del suelo, como ocurre en otros sitios funerarios prehistóricos de Sierra Morena occidental). Juzgando por el número de artefactos que recogió a pesar del daño sufrido por la construcción, Cerdán estimó que la cámara debió haber contenido numerosos muertos. En una de las cámaras se conservaban platos de grandes dimensiones apilados unos encima de otros ordenados por tamaños, mientras que a su lado se encontraron numerosos cuchillos, alabardas y puntas de flechas de sílex, dos cristales de roca tallados, cuencos cerámicos y un hacha de cobre (el único objeto metálico identificado en la necrópolis). Hacia el centro de la cámara se encontraron en el suelo, que estaba completamente ennegrecido, restos de una hoguera. En los años 1980, el profesor F. Piñón Varela excavó el sitio de Cabezo de los Vientos, donde se encontró el asentamiento que ocupó la comunidad humana que erigió los sepulcros de La Zarcita. En este lugar se encontraron evidencias de ocupación correspondientes a la Edad del Cobre y se pudo establecer que en un momento de la vida del poblado, sus habitantes tomaron la decisión de fortificarlo con una potente muralla de piedra jalonada con tres bastiones circulares. Según las observaciones realizadas por sus excavadores, el asentamiento se organizaba en dos grandes espacios funcionales: por un lado, el espacio exterior de la zona fortificada y por otro el recinto interior de la fortificación. La zona exterior, abierta, consistía básicamente en una serie de cabañas parcialmente excavadas en la roca y dotadas de hogares anejos. En el interior del

Vista frontal del atrio del dolmen número 5. El Pozuelo, Huelva.

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Vista general del interior de la galería del dolmen número 5. El Pozuelo, Huelva.


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Objetos votivos antropomórficos del Dolmen número 1 de El Pozuelo. Museo de Huelva.

Alabardas de sílex de los tholoi de El Moro y La Zarcita. Museo de Huelva.

fuerte se identificaron chozas de 3 a 3,5 m de diámetro, levantadas sobre zócalos de pizarra, que se distribuían en torno a la cara interior de la muralla, ocupando los hogares el espacio central abierto del centro. La gran cantidad de objetos y utensilios domésticos encontrados dentro del recinto murado excavado, tales como azuelas, cuchillos, mazos, cucharones, cazuelas, platos, molinos y molederas sugieren el fuerte carácter doméstico-habitacional de las funciones a las que se le destinaba: es decir, las cabañas construidas en su in-

terior servían para procesar alimentos, cocinar, comer o dormir, más que para el desempeño de funciones productivas especializadas. Un rasgo interesante de este asentamiento es la inexistencia de evidencias de procesamiento metalúrgico, sean hornos, escorias u otros medios de producción. La presencia de un hacha plana de cobre en uno de los enterramientos colectivos asociados a este hábitat debía, por tanto, bien haber sido elaborada por la propia comunidad de Cabezo de los Vientos en otro punto no detectado, bien obtenida


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Vista frontal y lateral de recipiente cerรกmico del tholos de La Zarcita, Santa Bรกrbara de Casa. Museo de Huelva.


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Vista general del dolmen nĂşmero 6 del conjunto megalĂ­tico de Los Gabrieles. Valverde del Camino, Huelva.


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Dolmen número 6 del conjunto megalítico de Los Gabrieles. Valverde del Camino, Huelva. Dolmen número 4 del conjunto megalítico de Los Gabrieles. Valverde del Camino, Huelva.

como resultado de actividades de intercambio con cualquiera de las comunidades del entorno que sí estaban practicando la metalurgia del cobre en ese momento. Más al Sur de la provincia de Huelva, en el poblado de Cabezo Juré, se han encontrado posteriormente evidencias sólidas de una producción metalúrgica de cobre. Aparte de las necrópolis Soto, El Seminario, El Pozuelo, Los Gabrieles y La Zarcita en la provincia de Huelva se han estudiado y excavado en los últimos decenios otras construcciones megalíticas. En el sitio de Las Plazuelas (Villanueva de los Castillejos), se estudiaron dos construcciones, una de los cuales, Plazuelas 1, apareció en relativo buen estado de conservación. Las Plazuelas 1 es un dolmen del tipo de galería de 6 m de longitud y planta trapezoidal cubierto por un túmulo de unos 8 m de diámetro dentro del cual se localizaron diversos objetos votivos in situ aunque no restos humanos (debido a la acidez del suelo, como ya se ha citado antes). Otro enterramiento megalítico onubense que pudo ser parcialmente excavado (había


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quedado muy destruido como resultado de unas tareas agrícolas) es el de El Tejar (Gibraleón). Aparte de algunos objetos de ajuar semejantes a los ya descritos en relación con otros monumentos de la provincia, los excavadores pudieron en este caso identificar cuatro cráneos y algunas otras partes anatómicas humanas, aunque no esqueletos completos, de lo que deducen que la cámara megalítica había servido como osario para la deposición de partes esqueléticas específicas una vez que los cuerpos se habían descarnado en algún otro lugar. Desde el punto de vista de la conceptualización del espacio funerario, la galería cubierta de Valdelinares (Zufre), con apenas 3 m de longitud y una anchura en torno a 1 metro (toda la estructura estaba cubierta con un túmulo de unos 10 m de diámetro), constituye un caso muy interesante, ya que se aproxima a la noción de cista que se extiende como contenedor funerario durante la Edad del Bronce. En la galería o cista megalítica de Valdelinares se hallaron restos de 10 individuos (7 adultos, 2 preadultos y tres niños) acompañados por los objetos votivos habituales, incluyendo 4 ídolos, dos de tipo falange (esto es, elaborados a partir de falanges de grandes rumiantes, en este caso ciervos) y dos de tipo tolva (de forma bitroncocónica con el estrechamiento en el tercio superior que suelen estar hechos de piedra o cerámica). Al contrario que la de El Tejar, la cámara funeraria de Valdelinares sirvió para efectuar deposiciones primarias, ya que los esqueletos se encontraban parcialmente articulados (es decir, los cadáveres fueron enterrados aún completos, no descarnados). En el sector de Aroche, al Noroeste de la provincia de Huelva, se encuentra otra agrupación de monumentos megalíticos de gran interés en la que destaca un monumento de especial singularidad, el Dolmen del Llano de la Belleza. Identificado en la primera mitad del siglo XX, el Dolmen del Llano de la Belleza es ya des-

Cráneo con trepanación de la Cueva de La Mora en Jabugo. Museo de Sevilla.

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Vista general del dolmen del Llano de la Belleza. Aroche, Huelva.


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crito sucintamente por G. y V. Leisner a finales de los 1950 como cámara megalítica excavada y expoliada. Más tarde, el profesor F. Piñón Varela la consideraría expresión de una extensión del megalitismo extremeño en la provincia de Huelva. Diversas prospecciones efectuadas en la primera mitad de la década de los 1980 permitieron contextualizarlo dentro de un grupo de monumentos con cámara poligonal y corredor que F. Piñón Varela denominó “Grupo de Aroche”. Se trata de un gran monumento, con un túmulo de forma casi perfectamente circular de 39-40 m de diámetro, bastante bien conservado y que todavía se eleva hasta 3,1 m por encima de la cota del terreno circundante. La cámara, por lo que se puede apreciar en superficie, es de tendencia poligonal o circular, aunque al no haber sido nunca excavada es imposible concretar este extremo. Una prospección reciente de este sitio ha revelado un aspecto muy original de su arquitectura, cual es que varios de los bloques de piedra empleados en la construcción de la cámara son de una morfología (ahusada) y materia prima (granito) habitual en los menhires de las vecinas regiones de Extremadura (en España) y Alentejo (en Portugal). Este estudio ha sugerido de hecho la posibilidad de que el Dolmen del Llano de la Belleza se construyese en parte re-utilizando bloques de menhires pertenecientes a un monumento (de tipo alineamiento o círculo de menhires) previamente existente. Como se ha señalado anteriormente en relación con el ortostato 21 del Dolmen de Soto, la re-utilización de menhires y estelas en cámaras megalíticas es un fenómeno ampliamente constatado en distintas regiones de la Europa atlántica (especialmente en la bretaña francesa). De hecho, el grupo megalítico de Aroche se caracteriza por presentar una densidad de menhires que resulta relativamente elevada en el contexto del Sur de España, donde estos monumentos no han sido apenas documentados. La ausencia de menhires (individuales o formando agrupaciones en círculos o alineamientos)

Detalle del ortostatos y bloques menhíricos de la cámara del dolmen del Llano de la Belleza. Aroche, Huelva.

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es un rasgo distintivo del megalitismo en Andalucía que contrasta fuertemente con la personalidad y riqueza de estos monumentos megalíticos en otras regiones de Europa occidental (sin ir más lejos, en la vecina región portuguesa del Alentejo). No está del todo claro, sin embargo, si esa ausencia de este tipo de monumentos monolíticos es un artefacto de la investigación arqueológica (que no los ha buscado correctamente y no ha sabido, por tanto, encontrarlos) o si se trata de un fenómeno estrictamente cultural que nos habla de las diferencias de ideología y prácticas rituales de las poblaciones prehistóricas del Sur de la Península Ibérica. En todo caso, en el sector de Aroche de la provincia de Huelva, y a escasa distancia del Dolmen del Llano de la Belleza se han identificado varios menhires, lo cual constituye un factor que da personalidad al megalitismo de esta región onubense (limítrofe las regiones alentejanas que se encuentran al Oeste del Guadiana y donde los menhires son muy abundantes). El menhir de Monte Chico (Aroche) es un bloque monolítico de 4,25 m de longitud y 0,85 m de diámetro máximo que en uno de sus extremos presenta una cazoleta de 7,5 cm de diámetro, y que está en conexión superficial con industrias líticas pulimentadas. En el mismo término municipal de Aroche se ha identificado el menhir de La Alcalaboza III (Aroche) descrito como un bloque de granito, decorado con cazoletas y con unas medidas de 1,85 m de longitud, 1,15 m de ancho y 0,52 m de grosor. Más recientemente se ha estudiado una agrupación circular de menhires en el sitio de la Pasada del Abad (Rosal de la Frontera), ubicado en un recodo de la margen derecha de la rivera del Chanza, unos 20 km al Oeste del Dolmen del Llano de la Belleza, en una zona que marca el acceso natural por el Oeste a un valle de tierras y vegas fértiles que se cierra justamente en el área de los Llanos de la Belleza. La Pasada del Abad es un círculo de piedras, con un diámetro externo de 4,50 m, compuesto por 6 monolitos de diferentes tamaños, morfologías y materias primas (pizarra y granito). Los tres menhires de pizarra (filitas), cuyos afloramientos más cercanos están a 200 m al sur en el cauce de la rivera del Chanza, son de grandes dimensiones y peso. El menhir de pizarra de mayores dimensiones, incluyendo la parte que está enterrada en el foso, alcanza

Primer plano y alrederores del menhir de Monte Chico. Aroche, Huelva.

galíticas como demarcadores del territorio de las comunidades y clanes, un fenómeno bien conocido en el registro etnográfico de distintas formaciones sociales constructoras de megalitos. Como en otras regiones ibéricas, en la provincia de Huelva la construcción de monumentos megalíticos comenzó a declinar dentro del primer cuarto del II milenio cal ANE, cuando se inició el periodo de la Edad del Bronce. A partir de este momento la construcción de


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monumentos megalíticos nuevos debió volverse muy ocasional (no disponemos de datos cronológicos precisos), aunque muchos de los monumentos ya existentes siguieron siendo frecuentados puesto que retenían al menos parte de su antigua significación ideológica y su carácter sagrado. Los lugares funerarios de la primera parte de la Edad del Bronce (c. 2200/21001600/1500 cal ANE) en la provincia de Huelva son predominantemente del tipo necrópolis de cistas, con con-

tenedores funerarios más pequeños (generalmente de 1 x 0,5 m) y de monumentalidad mucho más reducida. De las que han podido ser excavadas y estudiadas con mayor detalle destacan las de El Castañuelo (Aracena), El Becerrero (Almonaster la Real) y La Parrita (Nerva). Un aspecto interesante de estas necrópolis de cistas de la Edad del Bronce Antiguo es que en varias de las más grandes (es decir, las que exceden de 30 contenedores funerarios, básicamente las de El Castañuelo, El

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hasta 3,65 m de altura, 1,20 m de anchura y 0,60 m de grosor. Las tres piedras de granito han sido traídas de afloramientos que pueden proceder de hasta más de 5 km de distancia al Este. Es el caso, por ejemplo, del gran bloque de morfología globular de 2,45 m de altura, 1,30 m de anchura máxima y hasta 0,70 m de grosor, que está enterrado en el foso más de 1 metro. Las otras dos piedras de granito son más pequeñas y de morfologías más irregulares, tratándose de bloques inferiores a 1 m de altura. Junto a La Pasada del Abad se ha identificado un poblado fortificado de la Edad del Hierro, aunque dada la ausencia de cronología absoluta del círculo de piedras, por el momento no se conoce exactamente cuál pudo haber sido la relación entre ambos. Estos menhires onubenses, realmente excepcionales en el contexto del megalitismo andaluz, se relacionan morfológica y conceptualmente con los identificados al Sur de la provincia de Badajoz y el Alentejo portugués. Probablemente, el caso más interesante de este grupo, al menos en relación con el dolmen del Llano de la Belleza, sea el del menhir denominado Palanca del Moro (Fregenal de la Sierra, Badajoz), elaborado en granito, de forma ahusada y sección ovalada y con unas dimensiones aproximadas de 3,12 m de longitud máxima y

unos 1,05 m de anchura máxima. En el tercio superior tiene una acanaladura que confiere al bloque un cierto aspecto fálico, mientras que una de sus caras presenta gran cantidad de cazoletas. Por la morfología ahusada de su parte superior y sus dimensiones, el bloque menhírico 2 del Dolmen del Llano de la Belleza se asemeja fuertemente al menhir de Palanca del Moro. El análisis de la distribución espacial de las construcciones megalíticas del grupo de Aroche a lo largo del curso del río Chanza con respecto a los asentamientos de la Edad del Cobre ha mostrado la existencia de algunas pautas territoriales significativas. Varios de los monumentos megalíticos de la cuenca del Chanza (situados en las tierras bajas junto al río) se disponen en los límites de los territorios teóricos de los asentamientos más próximos (ubicados en elevaciones intermedias). Similares resultados se obtuvieron en el análisis de cuencas visuales de una serie de dólmenes y el poblado de Cerro Librero en el municipio de Aracena, comprobándose la posición de preponderancia y conexión visual del hábitat sobre los megalitos de Montecosta I-IV, Valdelinares y Coquino, que parecen jalonar el territorio que controla visualmente. Estos estudios señalan la utilización de las estructuras me-


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Vista general del menhir de La Alcalaboza. Aroche, Huelva. Detalle de las cazoletas grabadas en la superficie del menhir de La Alcalaboza. Aroche, Huelva.


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Becerrero o La Traviesa – esta última ya en la provincia de Sevilla), se identificó una tumba concreta que por su tamaño y morfología destacaba del conjunto de las demás cistas, asemejándose más a una pequeña galería megalítica que a una cista. Aunque en el caso de las dos necrópolis onubenses de cistas que responden a este patrón los dos enterramientos mayores aparecieron muy expoliados, en el caso de La Traviesa estaba bien conservado, lo que permitió determinar que se trataba de la tumba de la persona de mayor importancia del grupo social (su ajuar funerario, incluyendo una alabarda de cobre arsenicado, era el de mayor valor). Ello sugiere que posiblemente las poblaciones de la Edad del Bronce utilizaban la evocación de la vieja arquitectura megalítica en sus tumbas para reforzar su prestigio y su poder (vinculándose así a los antepasados que las habían construido). Las diferencias funcionales y sociales más acusadas de esta arquitectura funeraria y ritual con respecto a las viejas cámaras megalíticas serán, primero, la desaparición del concepto de casa o templo de los ancestros (las cistas, aunque sean más grandes, no conforman espacios de los que se pueda entrar y salir) y, segundo, el mayor énfasis en la distinción de determinados individuos que ejercen el papel de líderes de las comunidades y que se asocian cada vez más al prestigio militar.

Círculo de piedras de La Pasada del Abad. Rosal de la Frontera, Huelva.

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Vista panorámica desde la necrópolis de Alcalá la Real.

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a provincia de Jaén presenta una baja densidad de monumentos megalíticos que no se puede atribuir meramente a la ausencia de prospecciones arqueológicas sistemáticas. Aunque algunos proyectos de investigación se han dedicado en los últimos treinta años al estudio de la Prehistoria Reciente y las actividades de campo dirigidas a la localización de yacimientos arqueológicos han aumentado considerablemente el número de asentamientos conocidos, apenas han ofrecido datos sobre monumentos megalíticos en la provincia. Atendiendo a la distribución de éstos por las cercanas provincias de Granada y Córdoba el vacío relativo adquiere más sentido, especialmente si lo relacionamos con las áreas en que más se han centrado las prospecciones sistemáticas. En primer lugar las dispersiones orientales granadinas tienden a hacerse menos densas y finalmente a desaparecer hacia el Norte, mientras en el caso de las necrópolis occidentales éstas constituyen pequeñas agrupaciones que pueden haber pasado desapercibidas en las sierras del Suroeste de Jaén aunque, en cualquier caso, sea ésta el área donde se conoce el mejor exponente de megalito giennense, el dolmen

de Otiñar. Los ejemplos de la Subbética cordobesa, en este sentido, son también escasos, situándose en Córdoba la zona de más densa ocupación megalítica en Sierra Morena y el valle de los Pedroches. En este caso la continuidad hacia el Este por la provincia de Jaén sí incluye un área septentrional escasamente prospectada, aunque ciertas noticias y hallazgos recientes sugieren que los megalitos, aunque escasos, están presentes en este ámbito. En cualquier caso, como en amplias áreas de las provincias vecinas, en la Vega del Guadalquivir y en Las Campiñas que la circundan, se aprecia desde fines del IV milenio ANE una preferencia por el enterramiento en cuevas artificiales complejas en necrópolis exteriores situadas, al menos, junto a los poblados más extensos como ejemplifica el caso de Marroquíes en el casco urbano de Jaén. Estas cuevas fueron precedidas por enterramientos en silos situados al interior de los hábitats, como se puede apreciar en el caso del yacimiento de El Polideportivo de Martos, aunque también convivieron en parte con ellos, y estarían acompañadas por otras manifestaciones rituales funerarias, como los dólmenes, o no, como los abrigos con pinturas rupestres en las sierras que delimitan estas áreas por

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Cámara de una cueva artificial de la necrópolis de Alcalá la Real.

el En la zona Norte de la provincia de Jaén se tiene noticia de varias estructuras tumulares entre Baños de la Encina y La Carolina y de cuevas artificiales en Cortijo Amelia y El Ochavo, ambos en La Carolina, pero las evidencias más claras sobre el ritual de las primeras fases de la Prehistoria Reciente proceden de los abrigos con pintura rupestre esquemática e incluso naturalística de tipo levantino como la Cueva de la Tabla de Pochico (Aldeaquemada), que hallan continuidad con los hallazgos más orientales como los Abrigos del Engarbo I y II (Santiago-Pontones) con tres paneles con figuras antropomorfas y zoomorfas. La cronología de estas representaciones es problemática, ya que aunque en un principio fueron consideradas como epipaleolíticas, hoy se consideran que fueron realizadas en la Edad del Cobre, por lo que serían posteriores a la mayoría de las representaciones esquemáticas, como las del Abrigo de los Órganos (Santa Elena). En cuanto a los enterramientos de la zona debemos destacar la Cueva de la Sima (Castellar de Santisteban), situada en una ladera a 680 m sobre el nivel del mar, en parte natural y en parte excavada, con la adición además de un corredor megalítico de entrada. Por tanto, constituiría una categoría de construcción híbrida semi-megalítica, a medio camino entre las cue-

vas naturales, las cuevas artificiales (o hipogeos) y las cámaras megalíticas, como las que ya se han señalado en Los Algarbes (Cádiz) o Sierra Martilla (Granada). En la Cueva de la Sima, el corredor ortostático da entrada a una sala rupestre (denominada Sala A) de planta rectangular, que no parece haber sido usada con fines funerarios. Desde su extremo Noroeste, y por medio de un pequeño conducto, se accede a la llamada Sala B, un espacio natural modificado por los constructores, quienes regularizaron y alisaron el techo y las paredes. Los objetos de ajuar funerario encontrados en este lugar se datan en la Edad del Cobre pre-campaniforme y en la Edad del Bronce. De hecho, varios enterramientos individuales de tipo cista fueron construidos en la Edad del Bronce encima del corredor pre-existente, aunque las malas condiciones de preservación del sitio no han permitido conocer los detalles del ritual empleado en los enterramientos. Entre la Loma de Úbeda y la parte meridional del parque natural de Cazorla, Segura y Las Villas se sitúan algunos de los monumentos de carácter megalítico más recientemente identificados. Se trata del denominado Dolmen del Encinarejo (Úbeda), igualmente semihipogeico y muy cercano a asentamientos de la transición del IV al III milenio ANE y sobre todo el Dolmen de la


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Cueva artificial de la necrรณpolis de Alcalรก la Real.


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Perspectiva general de la Cueva de la Tabla de Pochico, Aldeaquemada.

Pinturas rupestres de la Cueva del Engarbo (Santiago Pontones).


Ídolo antropomorfo hallado en Marroquíes Bajos (Jaén).

Sabina (Quesada), en el margen izquierdo del Guadiana Menor. El Dolmen de la Sabina es uno de los escasos monumentos megalíticos clásicos conocidos en Jaén y fue objeto de una excavación de urgencia en la cual se pudo advertir que los expoliadores ya habían arrasado dos tercios del contenido y un tercio de la estructura del dolmen. La tumba está formada por una cámara de planta poligonal a la que se adosó un pequeño corredor. Posee una orientación Este-Oeste, siendo la longitud máxima de 2,30 m y la anchura máxima de 2 m. Una parte del suelo de la cámara está formado mediante pequeños guijarros cubiertos por una capa de arcilla roja, en la que se encontraron restos óseos humanos muy fragmentados, una azuela y dos hachas. En la misma zona Sureste de la provincia de Jaén se sitúa la Cueva de Haza del Trillo (Peal de Becerro), hoy día desaparecida. Se trataba de una cueva artificial con pozo de entrada lateral. La cámara poseía unas medidas de 1,50 m de ancho por 1 m de alto con una orientación SO y adquirió una forma semiesférica por el techo que simulaba una cubierta abovedada. El pozo tenía una planta rectangular con una profundidad de 2,30 m. Según parece, el ortostato que cerraba la cámara estaba decorado con cuatro círculos concéntricos. El ajuar estaba formado por un arete de cobre, cinco ajorcas o argollas de cobre y algunos fragmentos cerámicos que sugieren una cronología de finales del III milenio ANE y principios del II milenio ANE para este enterramiento, que contenía los restos óseos de al menos cinco individuos. Más al Oeste Sierra Mágina parecería constituir un contexto ideal para la disposición de sepulturas megalíticas. En este caso sí se trata de una zona escasamente investigada, pero en la que se conocen espectaculares manifestaciones de pintura rupestre esquemática como la Cueva de la Graja I y II (Jimena), incluyendo antropomorfos muy estilizados. Además de un enterramiento colectivo en cueva de la Edad del Cobre citado por M. de Góngora entre Albanchez y Torres, en lo que respecta a enterramientos sólo existen referencias a sepulcros en La Guardia, posiblemente estructuras mixtas hipogeas-megalíticas. En el Suroeste de la provincia, entre las Campiñas Occidentales y las Sierras Subbéticas, se concentran los hallazgos más significativos tanto en lo que se refiere a datos sobre enterramientos ya desaparecidos, referidos a principios del siglo XX en Navastrillo (Los Villares), como a la presencia de estructuras megalíticas en sentido estricto, el ya citado dolmen de Otíñar. Incluso


los enterramientos localizados en el siglo XVII en Arjona y Baeza (en este caso en la Loma de Úbeda ya citada) y atribuidos por la tradición a mártires cristianos parecen corresponder, según las descripciones, a sepulturas hipogeicas tal vez relativamente simples. En este sentido en los poblados de Polideportivo de Martos y Marroquíes se han localizado enterramientos en silos, es decir, inhumaciones que se sitúan dentro del ámbito doméstico y que implican siempre la reutilización ritual de estructuras hipogeicas anteriormente utilizadas para otras actividades. En el caso de Martos la sepultura en silo localizada se inscribe en un contexto en el que es habitual la utilización de enterramientos animales (perros, bóvidos, etc.) o trofeos (cabeza de carnero) para justificar la cohesión social y la apropiación de los rebaños. La tumba, conteniendo dos mujeres adultas y tres individuos masculinos jóvenes, situada en un momento avanzado de la ocupación de la zona excavada del Polideportivo, a fines del IV milenio ANE podría indicar, por su carácter único, procesos de diferenciación interna previos al enmascaramiento posterior que supondrá el enterramiento colectivo en necrópolis exteriores, sea de cuevas artificiales sea de megalitos. En Marroquíes (Jaén) se ha identificado uno de los más importantes núcleos de poblaciones de la Prehistoria Reciente de Andalucía, incluyendo zonas de asentamiento y funerarias. El poblado (Marroquíes Bajos) fue dado a conocer a mediados de los 1990 por R. Lizcano a raíz de la destrucción que estaba sufriendo por el crecimiento urbano de la ciudad de Jaén, mientras que la necrópolis de cuevas artificiales, conocida como Marroquíes Altos, es citada desde los años 1950 (solo tres, de sus casi dos decenas de sepulturas fueron objeto de alguna intervención en aquellos años). En relación con el poblado de Marroquíes Bajos, hay que señalar que, aunque todos los investigadores coinciden en una convivencia entre las estructuras hipogeicas y las cabañas exentas, aun con una tendencia a que éstas adquieran un mayor desarrollo a lo largo del tiempo hasta un urbanismo regular en la Edad del Bronce, existe una importante discusión sobre las dimensiones del poblado en cada momento dentro del III Milenio ANE, de la función de los fosos que lo circundan y del recorrido y diseño que presentan éstos. El equipo de la Delegación de Cultura de Jaén, N. Zafra y otros, ha tendido a interpretar un diseño totalmente concéntrico de los fosos independiente de la topográfica y a considerar, hasta muy recientemente, éstos como estructuras de drenaje y regadío, separándolos

Ídolo antropomorfo hallado en Marroquíes Bajos (Jaén).


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Ídolo con cinta de oro de Marroquíes Bajos (Jaén).

Hacha de cobre de Marroquíes Bajos (Jaén).

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de las murallas y empalizadas a las que muchas veces están asociados. Esta disociación ha llevado a J. E. Márquez Romero a sugerir para algunas fases el carácter totalmente ritual del complejo, apoyándose en la existencia de enterramientos en los fosos y en los silos ya referidos. Por el contrario R. Lizcano y otros han enfatizado siempre la adaptación de estas estructuras a la topografía original de la zona, constituida por diversos espolones aterrazados en la confluencia de diferentes arroyos que descienden de la Sierra de Jaén, y han señalado su carácter defensivo. En cualquier caso, incluso evaluaciones prudentes de la extensión de un asentamiento que debió contar con áreas no residenciales y que debió implicar la ocupación de nuevas zonas y el abandono de otras en momentos coetáneos, coinciden en resaltar su importancia en rango dentro del Alto Guadalquivir. Esta importancia queda demostrada parcialmente por algunos materiales localizados en el yacimiento, como un ídolo antropomorfo de hueso con una lámina de oro en su parte central. Esta pieza, que está dañada en su parte superior, representa a una figura humana y está decorado con incisiones que marcan de una manera esquemática las extremidades. La lámina de oro representaría el cinturón del ídolo y tiene dos agujeros en su parte final que podrían haber servido para dos remaches. De hecho ya desde los años sesenta se conocía otro ídolo antropomorfo en marfil de Marroquíes que representa a una figura humana masculina desnuda de 13,3 cm de alto por 1,5 cm de ancho. Tiene las piernas y los brazos pegados al cuerpo no conservándose ni las manos ni los pies. La cara también presenta una rotura en la zona de la boca y de la nariz, pero lo más destacado es la representación en zigzag de lo que deben ser los cabellos que por la espalda descienden hasta por debajo de la cintura. En cuanto a las cuevas artificiales de Marroquíes Altos, las cámaras de las tumbas excavadas en los años cincuenta y sesenta tenían una planta rectangular con las esquinas redondeadas o bien una planta más circular, imitando siempre el techo una cubierta abovedada. En su interior se localizaron diversos cadáveres, los últimos de ellos en posición, y ajuares compuestos por láminas de sílex, puñales y sierras de cobre y recipientes de cerámica y conchas marinas. La tipología de algunos elementos indican un uso de la necrópolis durante gran parte del III y principios del II milenio ANE, lo que coincide con la ocupación estimada para el poblado aunque las dataciones disponibles se concentran

en la segunda mitad del III milenio. De hecho en la sepultura I se localizaron elementos campaniformes que apoyarían esa cronología. Lo más destacado de esta tumba para la que se sugirió una disposición radial de los cuerpos es la presencia de una columna de roca central en la cámara, conseguida por vaciado del resto de la superficie. En la tumba III junto a hojas de sílex claramente de la Edad del Cobre se documentaron también elementos de la Edad del Bronce como un puñal de cobre con remaches para ajustar la empuñadura y vasos carenados. La tumba II de Marroquíes Altos ha sido reexcavada en los últimos años, aunque los datos aquí presentados proceden, en su mayor parte, de las intervenciones antiguas. El sepulcro tiene dos cámaras sucesivas descendiendo progresivamente desde la superficie. Especialmente en la antecámara se pueden distinguir dos zonas escalonadas que facilitan el descenso desde un vestíbulo mal conservado. La cámara principal tiene un par de nichos a cada lado de planta oblonga donde se localizaron los únicos esqueletos en posición de la necrópolis. El nicho del lado oriental, de 1,80 m de longitud y 0,60 m de profundidad, tiene un mayor tamaño que el occidental, que mide 1,60 m de longitud por 0,50 m de profundidad, situándose en ellos respectivamente un adulto y un niño. También en la antecámara, de planta trapezoidal pero con las esquinas redondeadas, encontramos un nicho más reducido y con restos humanos fragmentados. El ajuar estaba compuesto por varios cuencos y cazuelas de cerámica, conchas, un hacha pulimentada, dos sierras y un puñal de cobre y varios cuchillos de sílex. Otro sitio megalítico importante de la provincia de Jaén es la necrópolis de Otiñar, ubicada también dentro del término municipal de la propia ciudad de Jaén. Esta necrópolis está compuesta por diversas estructuras tumulares, aunque la construcción más conocida es precisamente aquella en la que la desaparición del túmulo permite ver la estructura ortostática. La cámara de este dolmen es de planta rectangular y estaba precedida de un corredor de entrada que no se ha conservado. La cubierta de la cámara, formada por un único ortostato, es todavía hoy visible a ras de suelo desde el exterior. El sepulcro también conserva el túmulo y el círculo de piedras que lo delimita. No se sabe nada de los enterramientos y del ajuar que había en el interior del dolmen, del cual sólo se han conservado varios fragmentos de cerámica. Aunque en la zona se conocen abrigos con pintura rupestre es más interesante que resaltemos


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Megalito de Ontiñar (Los Villares)


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Ajuar hallado en uno de los sepulcros de las tumbas de Marroquíes Altos (Jaén).


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la presencia de poblados al aire libre desde el Neolítico Reciente, y no sólo en cueva como El Canjorro, jalonando la ruta de trashumancia hacia la Sierra de la Pandera, mientras ya en el III milenio se erigen las fortificaciones de Cerro Veleta que defienden y bloquean el acceso al Collado de los Bastianes, aún hoy zona de paso y estabulación de rebaños de ovicápridos. También al Sur de la ciudad Jaén destaca la asociación entre las cuevas artificiales, los megalitos y otras expresiones rituales como las pinturas rupestres de las inmediaciones. Éstas están ubicadas en un farallón rocoso situado en las cercanías del río Frío. Los motivos decorativos, realizados en pintura de color rojo, consisten en manchas informes, representaciones geométricas y lineales. También hay algunas representaciones antropomorfas y zoomorfas, aunque son más escasas que los motivos anteriores. Debemos citar especialmente en la zona la Cueva del Plato. Situada en la garganta del río Quiebrajano, se trata realmente de un pequeño abrigo orientado hacia el Suroeste y que tiene unas dimensiones de 7,5 m de longitud, por 3 m de anchura y 8 m de altura. En su interior se encontraron una gran cantidad de motivos figurativos dispersos por toda la pared interior de la cueva, a excepción de cuatro zonas en las que las pinturas forman conjuntos pictóricos. En los cuatro paneles aparecen representaciones antropomorfas, zoomorfas e iconos varios de color negro y rojizo. En el caso del panel A los motivos decorativos se superponen unos a otros, lo que indica que estuvo en uso durante un largo período de tiempo, hecho que no ocurre en los tres paneles restantes.

Panorámica desde el sepulcro de Cabra de Santo Cristo (Quesada)


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Vista general de la cámara del sepulcro megalítico de Menga.

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Málaga

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ctualmente se conocen en la provincia de Málaga alrededor de veinticinco conjuntos megalíticos, lo que supone aproximadamente unos 70 monumentos individuales. Mayoritariamente estos monumentos aparecen construidos mediante ortostatos (más raramente con mampuestos) con planta de corredor o galería y cubiertos por túmulos, de los que pocos casos han llegado bien conservados hasta nuestros días. Por otra parte, también existe una buena representación de cuevas artificiales. Por el contrario, sólo se conoce un ejemplar (El Romeral) clasificable como tholos o sepulcro de falsa cúpula. La cronología disponible sugiere que los megalitos malagueños se debieron de construir principalmente entre la segunda mitad del IV milenio y la primera mitad del III milenio ANE. La distribución geográfica del fenómeno megalítico en la provincia de Málaga es bastante regular. En la serranía de Ronda se conocen las necrópolis de Encinas Borrachas, La Angostura, Los Gigantes y la del Cerro de la Planilla. Otros dólmenes conocidos son El Moral, el Dolmen de Dos Hermanas (Cañete la Real) y la Cuevas del Marqués, que combina en su construcción, el uso de lajas de piedra y el aprovechamiento de un pequeño abrigo rocoso natural. En la depresión

de Antequera se encuentra la magna necrópolis megalítica compuesta por los monumentos de Menga, Viera y El Romeral, así como dos excepcionales necrópolis de cuevas artificiales, las de Alcaide (21 sepulcros) y Las Aguilillas (7 estructuras). Al Sur de esta depresión, tenemos algunas noticias que nos hablan de la existencia de estructuras megalíticas en El Rozal del Caracol y Cortijo de Mosampedro, mientras que recientemente se ha dado a conocer la necrópolis megalítica de La Lentejuela (Teba), donde se han hallado al menos cinco sepulcros megalíticos. Entre la depresión de Antequera y la Axarquía se conocen algunos conjuntos, como el de El Hospital y el de Chaperas, mientras que en la Axarquía hay que registrar el dolmen del Cerro de la Corona (Totalán). En el Bajo Guadalhorce, concretamente en la cuenca media de río Grande, se conoce otra zona de importante concentración megalítica en torno al cerro de Ardite. Se trata de los sepulcros del Cerrete de la Cañada de Algane, el dolmen de Cuesta de los Almendrillos y El Tesorillo de la Llaná. Con este núcleo, aunque pertenezca propiamente a la comarca de Ronda, tendríamos que relacionar también el sepulcro del Cerro de la Cruz Blanca. Por último en el litoral de la provincia es muy

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MÁLAGA

Vista general de La Peña de los Enamorados desde la necrópolis megalítica de Antequera

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LAS GRANDES PIEDRAS DE LA PREHISTORIA. Sitios y paisajes megalíticos de Andalucía.

escasa la presencia de sitios megalíticos; sólo la necrópolis de Corominas en Estepona, en la costa occidental, supone hoy en día la excepción. El conjunto megalítico de Antequera reúne los monumentos prehistóricos más conspicuos de la provincia de Málaga y por extensión de la Península Ibérica. Esta necrópolis megalítica se ubica en una pequeña elevación, sobre una fértil vega, muy cerca de la actual ciudad de Antequera. Al Sur, se extiende la falda septentrional de la sierra de El Torcal y al Este se levanta la impresionante Peña de los Enamorados, muy popular por su innegable aspecto antropomorfo. La zona es recorrida por el río Guadalhorce en el que vierten sus aguas algunos arroyos como los de La Villa y Las Adelfas. Las primeras noticias sobre megalitismo en la provincia de Málaga, que se remontan a finales del siglo XVI, hacen referencia a la necrópolis de Antequera. Se trata del manuscrito de Agustín de Tejada y Pérez, de 1587, titulado Discursos históricos de Antequera, en el que se da a conocer la que desde entonces iba a ser conocida como ‘Cueva de Menga’. Aunque desde este momento otros numerosos manuscritos y crónicas locales volverán a hacer referencia a esta gran construcción megalítica, habrá que esperar hasta mediados del siglo XIX para que se publique un primer estudio por parte del arquitecto Rafael Mitjana, quien en su libro Memoria sobre el Templo Druida Hallado en las Cercanías de la Ciudad de Antequera (1847), realizó las primeras descripciones y dibujos del dolmen de Menga. Se trata de la primera obra moderna de la historiografía local, inspirada, claramente, por el espíritu ilustrado de la época. A partir de este momento, segunda mitad del siglo XIX, Menga será ya un referente para todas las obras que se realizan sobre la Prehistoria peninsular, empezando por la obra Antigüedades Prehistóricas de Andalucía, de Manuel de Góngora publicada en 1868, o, Les Ages Préhistoriques de l’Espagne et du Portugal publicada por E. de Cartailhac en 1886. A comienzos del siglo XX los hermanos Viera descubren dos nuevos sepulcros en Antequera: Viera y El Romeral. Le corresponde a Ricardo Velásquez Bosco dar a conocer las primeras noticias de este hallazgo en su obra de 1905 titulada Cámaras descubiertas en el término de Antequera. Por las mismas fechas Manuel Gómez Moreno publica su Arquitectura Tartesia. La necrópolis de Antequera y en 1922 Cayetano de Mergelina su obra La necrópolis tartesia de Antequera. Se trata en ambos casos de obras maduras que anuncian

ya el cambio que la disciplina Prehistórica observará durante la primera mitad del siglo XX. No obstante, en el lugar no se realizaron excavaciones y prospecciones sistemáticas hasta la década de los 1980 cuando un equipo de la Universidad de Málaga, dirigido por J. E. Ferrer Palma e I. Marqués Merelo desarrolló un proyecto de investigación sobre Menga y Viera. La primera particularidad de esta necrópolis megalítica es que los tres monumentos que la integran conservan el túmulo original, lo cual no es frecuente en el megalitismo malagueño. La segunda gran característica es que los tres presentan claras diferencias técnicas y formales entre sí, lo que obliga a su descripción individualizada. No resulta exagerado afirmar que Menga es una de las cumbres de la arquitectura prehistórica europea. Su grandiosidad radica precisamente en su carácter arquitectónico, o sea, en la creación de un espacio interno realmente asombroso que tiene contados equivalentes en el megalitismo europeo. Ello se expresa, por ejemplo, en la magnitud del túmulo que, con un diámetro de 50 m, cubre con 3.000 m cúbicos de tierra y rocas toda la construcción. Para levantar Menga se aprovechó un ligero promontorio o amesetamiento en el que se realizó, sobre la roca virgen, una fosa ancha y alargada que ya tendría las dimensiones de lo que después sería el propio sepulcro y en cuyo interior se irían colocando, verticalmente, los ortostatos; sobre ellos, y con posterioridad, se colocarían las descomunales losas de cobija y los tres pilares interiores. Formalmente, se pueden distinguir tres espacios en el Dolmen de Menga: un atrio, un corredor y una gran cámara funeraria. La diferencia entre corredor y cámara está muy poco marcada pero, en cualquier caso, hay acuerdo para considerarlo como un “sepulcro megalítico de corredor”, aunque parece en transición a otras formas conocidas como “sepulcros de galería”. La longitud total del conjunto alcanza los 27,5 m. El atrio propiamente dicho, es una parte más del corredor pero, al tener forma trapezoidal y con la base más ancha mirando hacia el exterior, recuerda a una especie de soportal o “recibidor”. Es posible que, parcial o totalmente, estuviera sin cubrir. De este espacio se conservan restos de varios ortostatos desmochados a cada lado de la entrada, aunque sus dimensiones reales y su naturaleza constructiva quedan por precisar. Por su parte el corredor es relativamente corto y estaría compuesto sólo por tres ortostatos a izquierda y derecha cubiertos con una sola losa o cobija. Un ligero estrangulamiento que


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Vista exterior del atrio y la entrada al corredor del sepulcro megalĂ­tico de Menga.


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Detalle, desde la cabecera, de la gran cámara funeraria del sepulcro megalítico de Menga.

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queda marcado por la distinta orientación de los dos primeros ortostatos que la configuran marca el paso hacia la gran cámara funeraria. Esta cámara representa casi tres cuartas partes del edificio conservado de Menga, tiene planta alargada y tendente a lo oval y está compuesta por 7 ortostatos en cada lateral y una gran losa que configura, al fondo, la cabecera del sepulcro. Estos ortostatos pueden alcanzar hasta 4,7 m de altura, incluido el metro aproximado que queda introducido en la zanja de cimentación, y tienen un grosor en torno al metro y medio. En lo alto, el espacio se cierra con cuatro descomunales losas de cubierta. La altura general del dolmen va aumentando desde los 2,7 m de la entrada hasta los 3,5 m de la cabecera; mientras que su anchura máxima alcanza los 6 m. Un aspecto muy original de la arquitectura de Menga es la presencia de tres grandes pilares que se alinean a lo largo del eje longitudinal de la cámara, coincidiendo con la unión de las cuatro losas de cubierta. Se trata de un recurso constructivo infrecuente en el megalitismo europeo. La ubicación estratégica que hace descansar en cada pilar dos losas de cubierta, invita a pensar que se trata de un recurso constructivo orientado a consolidar la estructura y evitar derrumbes: al menos, los últimos estudios apuntan en esa línea. En unos recientes trabajos, realizados en 2005 se descubrió, en el último tramo de la cámara de Menga, tras el tercer pilar, un profundo y estrecho pozo. La relación que dicho pozo pudo tener con la historia del edificio funerario es, por el momento, cuestión por aclarar. En las inmediaciones de Menga se sitúa Viera, un dolmen el dolmen de Viera, que también está construido parcialmente en una elevación suave del terreno. O sea, que en tal elevación o promontorio natural, se practicó, longitudinalmente, una zanja en cuyo interior se irían colocando, verticalmente, los ortostatos. Sobre la parte superior de dichos ortostatos descansan las lajas de cubierta y todo el conjunto se cubre con un túmulo que alcanza los 50 m de diámetro. La forma definitiva de la planta permite clasificarlo dentro del tipo “sepulcro megalítico de corredor”. Así, presenta un largo pasillo de 19 m de longitud segmentado en dos tramos por una puerta, con una cubierta configurada por 10 o 11 losas o cobijas. Desde dicho corredor se accede a una pequeña cámara o habitáculo cuadrangular de 1,6 m de anchura y 2 m de altura, formado por cuatro losas verticales y la losa de cubierta. En el tholos de El Romeral tenemos dos espléndidos ejemplos de cámaras realizadas con el recurso de la

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falsa cúpula. Exteriormente el túmulo de El Romeral no parece diferir mucho de Menga o Viera. Sin embargo, en su interior se constata que su construcción no es ortostática, sino de paredes y bóvedas de mampostería (las lajas de piedra se reservaron sólo para las cubiertas y puertas). Su planta y distribución interior también ofrecen peculiaridades. Así, un largo corredor de 26 m configurado por dos largos testeros con un manifiesto vuelo o inclinación, da acceso, a través de una puerta muy elaborada, a una gran cámara funeraria. Se trata ésta, sin duda, de uno de los mejores ejemplos de empleo de la técnica de falsa cúpula en la Prehistoria de la Península Ibérica. La planta de la cámara es circular con un diámetro en la base de 5,20

Motivos esquemáticos grabados en uno de los ortostatos del sepulcro megalítico de Menga.

m, mientras que el vano superior, cerrado por una laja de piedra, es mucho menor con tan sólo 2,20 m de diámetro máximo. Esto supone que el vuelo de las paredes curvadas presenta una desviación, con respecto a la vertical, de aproximadamente 1,5 m mientras que la altura total de la cámara ronda los 4 m. Desviado unos 10º con respecto al eje longitudinal del sepulcro, desde la gran cámara se abre un pequeño corredor o pasillo, de construcción similar a la del gran corredor, que da acceso a una segunda cámara. Esta, aunque está también construida con la misma técnica de aproximación de hiladas, es considerablemente más pequeña que la principal. Tiene tan sólo 2,34 m de diámetro y su altura máxima es de 2,40 m. Por tanto, el vuelo que se observa en las paredes será de unos 70 cm (la mitad del que se apreciaba en la gran cámara). Llama la atención que el suelo de esta camarita esté

ocupado, casi en su mitad, por una gran losa de caliza de 20 cm de espesor, que frontalmente parece fracturada y, en su fondo, se encaja en la pared. Desgraciadamente, la grandeza de los contenedores descritos no ha podido ser completada con una buena documentación de sus contenidos funerarios. Apenas si se han podido recuperar algunos cuencos de cerámica, pequeñas herramientas realizadas en sílex, varias hachas de piedra pulida y algún punzón de cobre en el interior de estos tres sepulcros. Tampoco se sabe nada sobre el ritual funerario ni del número de individuos que pudieron haber sido depositados en cada tumba megalítica. Las construcciones monumentales de Antequera han guardado en sus paredes algunos interesantes ejemplos de arte esquemático. Concretamente algunos ortostatos del corredor de Viera aparecen cubiertos de oquedades o “cazoletas” muy típicas del arte esquemático. En un ortostato del corredor de Menga se puede apreciar la existencia de unos motivos antropomorfos muy esquematizados en forma de cruz que fueron labrados con un grueso trazo sobre la pared. El conjunto se ve completado con otro motivo, ahora, con forma de estrella. Sobre algunos de los motivos aparecidos en Menga se ha discutido mucho, estando los investigadores divididos, por una parte los que consideran que son de época prehistórica y por otra parte los que atribuyen su presencia, al menos de alguno de ellos, a la ocupación posterior que ha tenido el lugar durante muchas fases de la Historia. La necrópolis megalítica de Los Gigantes (Ronda) se localiza en el extremo occidental de la provincia de Málaga, dentro del término municipal de Ronda y está compuesta por dos únicos sepulcros conocidos popularmente como La Giganta y El Gigante. El primero fue dado a conocer por J. Moreti en el siglo XIX, mientras que habría que esperar hasta 1943 para que S. Giménez Reyna diera a conocer el segundo. No obstante, en dicha necrópolis no se realizaron actuaciones científicas sistemáticas hasta 1975, cuando fueron estudiados por investigadores de la Universidad de Málaga dirigidos por I Marqués Merelo. Dichos trabajos, desgraciadamente, no pudieron recuperar restos arqueológicos ni antropológicos pues ambas tumbas megalíticas habían sido saqueadas. No obstante la conservación general de los sepulcros no era muy mala y se pudo documentar en detalle muchas de las características arquitectónicas de la necrópolis. Especialmente se habían conservado todas las losas


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Perspectiva de la losa labrada como puerta de acceso a la cĂĄmara del Dolmen de Viera


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Tramo inicial del corredor y primera puerta de acceso conservada del sepulcro megalĂ­tico de Viera.


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Detalle, por el interior, de la puerta de acceso desde el corredor a la cámara del sepulcro megalítico de El Romeral.


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Detalle del sepulcro megalítico de El Gigante.

de las paredes de ambas construcciones y lo que resulta aún más extraño, incluso alguna de las losas de su primitiva cubierta, circunstancia esta poco frecuente en dólmenes que han perdido su túmulo. Así, en La Giganta se observa cómo una laja, única superviviente de la cubierta original, se mantiene en un inesperado equilibrio generando una hermosa imagen, en cualquier caso algo tópica, de un “trilito” megalítico. Formalmente, cabe indicar que se trata de dos sepulcros megalíticos con planta tipo galería con forma trapezoidal. Esto quiere decir que, en su trazado, no presentan discontinuidades que puedan indicar la existencia de un corredor y una cámara, ocurre en muchos otros megalitos malagueños, sino que reflejan un espacio corrido o continuum en el que, indiferenciadamente, se depositan los cadáveres. La Giganta tiene casi 10 m de longitud y 2,5 m de anchura, mientras El Gigante es ligeramente más pequeño pues mide poco más de 8 m aunque tiene una anchura similar al primer dolmen. Ya se ha apuntado que se encontraron muy pocos restos arqueológicos en el interior de estos sepulcros. Apenas conocemos varios fragmentos amorfos de cerámica a mano y algunos huesos humanos muy fracturados. En cualquier caso, la comarca de Ronda ha brindado otros yacimientos megalíticos similares que nos permiten extrapolar argumentadamente el contenido de esos sepulcros a los de la necrópolis de Los Gigantes por lo que no parece fuera de lugar suponer una inhumación colectiva en ellos acompañada de los típicos objetos de ajuar: hojas de silex, puntas de flecha de base cóncava, cuencos cerámicos etc. Otro importante monumento megalítico de la provincia de Málaga es el de El Tesorillo de la Llaná (Alozaina). Fue dado a conocer en el año 2000, cuando la Universidad de Málaga llevó a cabo distintas actuaciones arqueológicas dirigidas por J. Fernández y J. E. Márquez. En sus inmediaciones abundan gran cantidad de restos de ortostatos y mampuestos que sugieren que algún día existieron otros sepulcros similares que actualmente han sido destruidos por las labores agrícolas que se desarrollan en el lugar. Propiamente, pues, deberíamos pensar que este sepulcro debió pertenecer a una necrópolis megalítica mayor. Se trata de una construcción con una singular morfología que no encuentra paralelos en el resto del megalitismo andaluz. Básicamente está compuesta por tres cuerpos bien definidos: un atrio, un corredor ovalado que por sus exageradas formas recuerda más una antecámara que un corredor propiamente dicho y una cámara principal de planta circular.


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El atrio es la parte peor conservada. Lo forman dos líneas de mampuestos probablemente paralelas en su forma original y tiene una longitud de 2 m. Debió estar descubierto y su suelo estaba enlosado. Desde él se accede a la antecámara a través de una curiosa puerta formada por dos grandes piedras planas, de conglomerado, ligeramente inclinadas la una sobre la otra, sobre un umbral a modo de escalón, configurando un singular vano triangular, que permite el acceso y tránsito a través del sepulcro. La antecámara está construida sólo con mampuestos de tamaño mediano trabados entre sí por un ligero mortero.A la cámara principal se accede por una puerta similar, pero de mayores dimensiones, a la que permitía el tránsito entre el corredor y la antecámara. Esta última cámara, de planta circular, es sin duda un curioso ejemplo arquitectónico dentro del megalitismo andaluz. Básicamente su singularidad radica en que está formada por una alternancia entre ortostatos o grandes lajas y pequeños muretes de mampuestos que configura una interesantísima composición mixta. El conjunto definitivo es de gran belleza y armonía. La excavación permitió recuperar materiales arqueológicos correspondientes a dos períodos de uso del sepulcro. Por una parte, y relacionados con el momento de construcción del mismo (posiblemente a finales del IV milenio ANE), se recuperaron varias puntas de flecha de base cóncava talladas en sílex y dos grandes hojas prismáticas del mismo material. Por otra, y correspondiente ya a una reutilización que se llevó a cabo durante la Edad del Bronce (a mediados del II milenio ANE), se documentaron cuencos con forma globular, numerosas cuentas de collar, y otros fragmentos de posibles colgantes realizados sobre distintos tipos de conchas y algunos objetos de metal, mayoritariamente espirales de plata y varios punzones de cobre. Debido a esta reutilización, llevada a cabo casi 1000 años después de que el megalito fuera inicialmente construido, los enterramientos más recientes son los mejor documentados. Así pues durante la Edad del Bronce se inhumaron varios individuos que en ningún caso aparecen en posición anatómica, hallándose, por el contrario, desordenadamente repartidos por el espacio interior. No obstante existe una marcada concentración de dichos restos, en la cámara y, en menor medida, también en algunas zonas de la antecámara; por el contrario, el corredor no parece que fuera utilizado para depositar cadáveres. Según sus excavadores, en el sepulcro del Tesorillo de la Llaná, se manifiesta uns costumbre muy extendi-

da en el megalitismo, tanto andaluz como del resto de Europa occidental: la reutilización de viejos sepulcros construidos durante el V-III milenio ANE por comunidades de la Edad del Bronce, que pese a desarrollar su propio ritual funerario, en cistas mucho más pequeñas y con enterramientos individuales, no dudaron en apropiarse de antiguas construcciones megalíticas quizá con fines ideológicos muy distintos a los que movieron a los primeros constructores. Como ocurre en casi todo el valle del Guadalquivir y en otras regiones de Andalucía, el megalitismo coexiste en Málaga con una práctica funeraria muy extendida: las cuevas artificiales. De los varios excelentes ejemplos existentes en esta provincia, destacan las necrópolis de Cerro de las Aguilillas y de Alcaide. La necrópolis del Cerro de las Aguilillas (Ardales, Campillos) se ubica en la zona noroccidental de la provincia de Málaga (entre los términos municipales de Ardales y de Campillos), en pleno valle del río Turón, sobre un promontorio de arenisca de poco más de 500 m de altitud. Su descubrimiento se produjo en 1991 y con posterioridad fue excavada en 1994 por investigadores de la Universidad de Cádiz, técnicos de la Diputación de Málaga y de la Escuela Taller Parque de Ardales, todos ellos coordinados por José Ramos Muñoz. Estos trabajos documentaron siete estructuras funerarias labradas total o parcialmente en la roca. Las tumbas se distribuyen por la ladera del cerro salvo una de ellas que se localiza en la cima del mismo. También difiere en que, mientras las primeras están excavadas completamente en la roca, la última (nº 6) está realizada mediante una curiosa técnica mixta de construcción que combina por una parte la excavación en la roca y el empleo de losas de piedra y pequeñas lajas de mampostería en la elaboración de su cubierta. La forma de las plantas de los sepulcros muestra que en la mayoría de los casos aparece un corredor que no debió de estar cubierto y que da paso a una cámara principal. Esta última, suele ser circular u ovalada y nunca supera los 2 m de altura. Es muy frecuente que en las paredes de esta cámara se abran otras pequeñas camaritas y nichos. Mención aparte requiere la cueva nº 6, ya referida con anterioridad tanto por su peculiar técnica constructiva como por su emplazamiento en la cima del Cerro de las Aguilillas. Se trata de una construcción megalítica que sus excavadores han definido como “semiartificial”. Los motivos de tal denominación responden a que combina un corredor de más de 7 m de longitud, en su mayoría al aire libre,

Objeto antropomorfo de mármol popularmente conocido como “Ídolo de Almargen”.


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Panorámica general desde la necrópolis de Las Aguilillas (Ardales-Campillos).

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que da acceso a una gran cámara rectangular excavada parcialmente en la roca puesto que, a diferencia de las otras tumbas, su cubierta fue realizada con lajas de piedras arenisca. Al final de esta cámara principal, y tras atravesar un segundo pasillo de poco menos de un metro de longitud, se alcanza una segunda y última cámara de planta ovalada y menores dimensiones, pero cubierta también por losas de arenisca. Llama poderosamente la atención que estas lajas de piedras, empleadas en la realización de las cubiertas, no sean de origen local y tuvieran que ser trasladadas expresamente a la zona. En conjunto, todas estas características arquitectónicas terminan por configurar una singular construcción de gran interés y significación dentro del panorama megalítico andaluz.

Con respecto al ritual de inhumación, sólo se pudo documentar fiablemente en dos cuevas. Por ejemplo, en la nº 4 se observó un enterramiento colectivo integrado por restos de varios individuos. Como particularidad mostraba los cráneos entre piedras y asociados a cada uno de ellos un cuenco cerámico y algunos picos y punzones de metal. El interés del conjunto funerario se ve acrecentado por la presencia de motivos iconográficos grabados en el interior de algunas de las cuevas. Así en la nº 1, concretamente sobre la pared izquierda de su cámara principal, se observa una figura esquemática antropomorfa realizada mediante finos trazos incisos. Similares son los otros motivos localizados en el interior de la tumba nº 3; se trata, en este caso, de una

Cuando fueron excavadas, a mediado de los años 1990, se observó que la mayoría de las tumbas habían sido saqueadas en distintos momentos de su historia (especialmente en época romana y medieval). Incluso el área había sido lugar activo de enfrentamientos durante la Guerra Civil española (1936-39) lo que había provocado la destrucción de parte de la necrópolis. Pero, en cualquier caso, se pudo recuperar, en el interior y exterior de algunas cuevas, numerosos objetos arqueológicos. Por ejemplo, dentro de las cuevas 4 y 5 se encontraron puntas de flecha talladas en sílex, distintos cuencos cerámicos y varios punzones de cobre. Hay que destacar que en una de las hornacinas o nichos de la tumba número 2 aparecieron más de 50 artefactos de piedra o “picos” que sus descubridores relacionaron con las labores de labrado de las propias cuevas funerarias.

figura antropomorfa realizada con un trazo o surco muy ancho y profundo y, asociada a ella, una serie o hilera de cazoletas (concavidades circulares y poco profundas típicas del arte esquemático). La necrópolis de cuevas artificiales de Alcaide (Antequera) fue dada a conocer en 1943 por S. Giménez Reyna y J. Rein. El descubrimiento, inicialmente, se limitó a 7 cuevas a las que con posterioridad, en 1964, B. Berdichewsky añadiría un sepulcro más. No obstante, el auténtico alcance del yacimiento no se definiría hasta la realización durante un periodo amplio, comprendido en 1979 y 1990, de excavaciones sistemáticas por parte de la Universidad de Málaga. Estos trabajos, dirigidos por I. Marqués, permitieron identificar hasta 13 nuevas cámaras, elevando el número final hasta 21 cuevas artificiales, lo que la


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Sepulcros excavados en roca en la necrรณpolis de Las Aguilillas.


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Sepulcro nº 5 de la necrópolis de Las Aguilillas. Construcción funeraria que combina la excavación en roca con la cubierta ortostática.


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Sepulcro nº 2. Vista de la cámara, uno de los nichos y acceso al interior de la tumba.

Sepulcro nº 3. Acceso a la cámara circular de la tumba.

convierte en una de las mayores necrópolis de este tipo dentro de la Península Ibérica. Los 21 hipogeos o sepulcros excavados directamente en la roca se extienden por la ladera oriental de la conocida como Loma del Viento, distribuidos por una superficie cercana a los 2.000 m2. Todos ellos se labraron sobre un sustrato rocoso formado por areniscas y contra la pendiente del cerro lo que facilitó a sus constructores, tras crear la entrada, la excavación

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Vistas de Las Peñas de Cabrera, (Casabermeja).

posterior de la cámara funeraria. Formalmente, todas siguen el patrón corredor-cámara. Los corredores, cuya longitud varía entre 1 y 7 m, siempre aparecen al aire libre, desprovistos de cualquier tipo de cubierta, y pueden ser simples, o sea sin distinción de tramos en su recorrido, o compuestos cuando, por el contrario, se puede diferenciar en él dos o más tramos que pueden ser simples escalones o incluso pequeños pozos. Al final de los corredores, el acceso a las cámaras se realiza a través de una puerta trabajada en la roca. En la excavación de algunas de ellas se ha podido recuperar, incluso, la losa de cierre que encajaba en el marco labrado. Además los arqueólogos observaron que delante de la puerta se disponía, en algunos casos, una acumulación de piedras de tamaño mediano y grande, presumiblemente, para dificultar el acceso al sepulcro. Las cámaras, en su inmensa mayoría, presentan planta circular con paredes abovedadas, en las que, frecuentemente, aparecen, como es típico en estos sepulcros y ya vimos con anterioridad en la necrópolis del Cerro de las Aguilillas, camaritas de planta generalmente circular y nichos u hornacinas de planta rectangular o semicircular. Aunque muchos de los sepulcros de la necrópolis de Alcaide fueron saqueados en distintos momentos de su historia, las excavaciones arqueológicas han permitido recuperar un amplísimo conjunto de materiales arqueológicos que formaban parte del ajuar de estas tumbas. Destacan en él una gran cantidad de recipientes cerámicos abiertos, conocidos como

platos o fuentes, y junto a ellos abundantes cuencos y ollas que en su inmensa mayoría aparecen sin decorar. Sólo de forma puntual, se han encontrado algunos fragmentos de cerámicas con decoración campaniforme. Llaman la atención, por su abundancia y por la belleza de algunos ejemplares, las puntas de flecha con base cóncava realizadas sobre sílex. Mientras que entre las piezas metálicas abundan los puñales y puntas pedunculadas realizadas en cobre. En este grupo de objetos, la pieza más significativa recuperada es una diadema realizada en plata. Respecto al ritual de enterramiento sólo puede decirse que se trata de inhumación colectiva. Mientras que, por los materiales arqueológicos recuperados, se puede afirmar que se utilizaron estos sepulcros excavados en la roca en un amplio periodo cronológico que podría arrancar en la Edad del Cobre y alcanzar la Edad del Bronce (III-II milenio ANE). Cabe añadir que, en las inmediaciones de la necrópolis y muy cerca de las ruinas del antiguo Cortijo de Alcaide, se localiza una roca en la que se han realizado motivos grabados. En concreto, se trata de pequeñas cazoletas unidas por trazos gruesos que, en conjunto, parecen configurar un motivo antropomorfo. En resumen, podemos decir que atendiendo al número de sepulcros, a su buena conservación y la excavación moderna y sistemática de la mayoría de sus cuevas que la necrópolis de Alcaide es, hoy por hoy, el mejor ejemplo que tenemos en Andalucía de esta variante megalítica.


Tres imĂĄgenes con ejemplos de las pinturas existentes en Las PeĂąas de Cabrera, (Casabermeja).


Vista general del sepulcro megalĂ­tico de Las Dos Hermanas (CaĂąete la Real)



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Ídolo antropomorfo de hueso del Cerro de la Cabeza en Valencina de la Concepción. Museo de Sevilla.

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Sevilla

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n inventario publicado por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico en el año 2000 situaba en 65 el número total de monumentos megalíticos conocidos en la provincia de Sevilla, pero, como en todos los demás casos, esta estimación supone con seguridad una importante infra-estimación del total existente. Las agrupaciones megalíticas mejor conocidas de esta provincia son las de Valencina de la Concepción-Castilleja de Guzmán, El Gandul (Alcalá de Guadaira), Castillo de las Guardas, Almadén de la Plata y Morón de la Frontera. Como en el caso de otras provincias, sin embargo, hay que tener en cuenta que amplios sectores de este territorio (especialmente en las montañas de Sierra Morena) no han sido prospectados de forma sistemática, por lo que es seguro que algún día esta cifra se verá considerablemente incrementada. Desde un punto de vista morfológico-arquitectónico es posible distinguir dos tipos principales: los dólmenes de galería y los tholoi. En esta provincia no se ha identificado hasta la fecha ningún monumento de tipo menhir como los conocidos en Huelva. Aparte, en amplios sectores del valle del Guadalquivir (como también ocurre en las provincias de Cádiz, Córdoba, Málaga y

Jaén) se han encontrado necrópolis de cuevas artificiales (es decir, de cámaras hipogeas) que son en muchos casos coetáneas de las construcciones megalíticas. El conjunto de Valencina de la Concepción (situado dentro del área metropolitana de la ciudad de Sevilla) incluye algunos de los más imponentes monumentos megalíticos de toda la Península Ibérica y está asociado a un importante asentamiento de la Edad del Cobre, de una extensión que, según estimaciones recientes, se sitúa en torno a las 240 hectáreas (el tamaño más habitual de los poblados de este periodo se sitúa en torno a 1 ó 2 hectáreas). Juzgando por la cantidad y magnitud de las construcciones megalíticas que sus habitantes levantaron, esta comunidad tuvo una significativa importancia demográfica, social y económica en toda la región de Andalucía occidental. Dado que se encuentra en buena parte por debajo de la actual población de Valencina de la Concepción, en un área que desde los años 1970 ha experimentado un crecimiento urbano acelerado por su proximidad a Sevilla, este poblado ha sido explorado arqueológicamente de forma muy fragmentaria. Los datos disponibles sugieren que desde finales del IV milenio cal ANE ocupaban este lugar varias comunidades campesinas

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Mapa de distribución de la zona doméstica (rojo) y de las estructuras funerarias megalíticas (verde), en el asentamiento de la Edad del Cobre. Valencina de la Concepción, Sevilla.

que prosperaron con relativa rapidez, en parte gracias a la mayor eficacia de las prácticas agrícolas, y en parte gracias a las extraordinarias condiciones naturales del entorno, con abundancia de recursos forestales, fluviales y marinos. Las investigaciones geomorfológicas llevadas a cabo en los últimos años han demostrado que durante el Neolítico y la Edad del Cobre la desembocadura del río Guadalquivir se encontraba mucho más cerca de la ubicación de la actual ciudad de Sevilla, por lo que los primitivos habitantes de Valencina de la Concepción disponían en sus inmediaciones de un medio ecológico de gran riqueza y diversidad, dotado de recursos costeros y marinos, así como fluviales, con terrenos de elevada potencialidad agraria en la cornisa del Aljarafe, y abundantes recursos forestales y mineros a escasa distancia, en Aznalcóllar. En el primer cuarto del III milenio ANE estas comunidades experimentaron un importante proceso de crecimiento demográfico y agregación socio-política. En Valencina de la Concepción se han documentado numerosas estructuras de almacenamiento de productos agrícolas y zanjas de gran tamaño cuya funcionalidad exacta resulta poco clara, pero que pudieron ser utilizadas con fines defensivos y/o de delimitación de complejos habitacionales o rituales (no se han encontrado murallas de piedra como las conocidas en Los Millares, Cabezo de los Vientos y otros poblados del III milenio ya

citados a lo largo de este libro). Los ocupantes de este asentamiento moraban en cabañas semi-subterráneas (parcialmente excavadas en el subsuelo) y con techumbres de troncos, ramajes y barro seco al sol. Estimaciones recientes han establecido en más de cuarenta las construcciones funerarias que flanquean este poblado en un arco que lo rodea por su mitad oriental, aproximándose a la cornisa del Aljarafe. Las más impresionantes de ellas son sin duda La Pastora, Matarrubilla y Ontiveros. En 1998 se descubrió otro monumento aparentemente intacto llamado Montelirio, al Este de La Pastora (ya en el término municipal de Castilleja de Guzmán). El tholos de La Pastora fue descubierto por casualidad en 1860, cuando se desarrollaban trabajos agrícolas en la finca “Divina Pastora” de la que luego el monumento tomaría su nombre. En 1868, F. M. Tubino realizó la primera descripción arqueológica, y aunque especialistas como H. Obermaier, M. Almagro Basch y J. de Mata Carriazo se ocuparon del mismo de forma bastante discontinua a lo largo de la primera mitad del siglo XX, el hecho es que nunca se ha practicado una excavación arqueológica sistemática de su totalidad, por lo que distintos aspectos de su arquitectura, organización y simbología no están bien explicados. En términos arquitectónicos, La Pastora consta de un corredor de 42 m de longitud que conduce a una cámara circular relativamente pequeña de 2,5 m de diámetro y 3 de altura. El corredor está construido mediante hiladas de pizarra superpuestas desde el suelo, cubierto por ortostatos de caliza y granito, y pavimentado con un enlosado de piedra, y se divide en cuatro tramos separados por dinteles. La división del largo corredor en varios tramos, marcados y separados más o menos sutilmente por elementos físicos tales como jambas, escalones (es posible que incluso puertas), sugiere su importancia conceptual y simbólica como espacio de transición desde la esfera de la realidad viva hacia el dominio de lo sobrenatural, transición que se verifica en diversas fases o estadios. El espacio de la cámara tiene forma aproximadamente semiesférica debido a la techumbre de forma abovedada, que se remata con una gran losa de granito. A media altura de la cámara se sitúa una hornacina, posiblemente para la colocación de ofrendas. Un elemento arquitectónico muy especial de este magno monumento, identificado en las excavaciones llevadas a cabo en 1991-1992 en la zona de su entrada, es el sello con el que en un cierto momento se clausuró la entrada al corredor. De acuerdo con sus


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Aspecto del atrio y del primer tramo del corredor al finalizar la excavaci贸n realizada en 1963 en el tholos de La Pastora. Valencina de la Concepci贸n, Sevilla.

Dibujo del alzado (arriba) y la planta (abajo) del tholos de La Pastora. Valencina de la Concepci贸n, Sevilla.

Vista interior del corredor del tholos de La Pastora. Valencina de la Concepci贸n, Sevilla.


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Vista del corredor desde la cámara del tholos de La Pastora. Valencina de la Concepción, Sevilla.

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excavadoras, este sello estaba elaborado con la misma técnica constructiva y el mismo tipo de materiales que las paredes de su largo corredor, lo cual quizás indique que el cerramiento del monumento no se produjo tanto tiempo después de su construcción como para que la técnica originalmente empleada hubiera sido olvidada o hubiera caído en desuso. Cada vez más estudios han comenzado a prestar atención al significado ideológico y simbólico de los episodios de sellado y clausura de

cámaras megalíticas en la Prehistoria ibérica en relación con convulsiones y cambios en las esferas de las creencias que pudieron estar conectadas a procesos de cambio social y político. Más allá de su extraordinario diseño y sus peculiares dimensiones, la arquitectura de La Pastora muestra otros indicios de haber sido un lugar sagrado muy especial. Para empezar, está el hecho de su anómala orientación astronómica (243º, esto es hacia el oca-

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Detalle de la falsa cúpula y losa de cierre de la cámara del tholos de La Pastora. Valencina de la Concepción, Sevilla.


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Puntas de jabalina del tholos de La Pastora. Valencina de la Concepción, Sevilla.

so), que se sale completamente de la norma casi universalmente predominante en los megalitos ibéricos, orientados hacia el orto solar. ¿Por qué la cámara megalítica con el corredor más largo de toda la Península Ibérica tiene una orientación astronómica tan excepcional? Admitiendo que es improbable que ambos hechos constituyan una mera coincidencia, para M. Hoskin, el mejor conocedor de la vertiente arqueoastronómica de los monumentos megalíticos peninsulares, es indudable que una construcción con un corredor tan excepcionalmente largo debió tener una orientación deliberada. Considerando las estrellas más visibles en el firmamento nocturno, y su orientación, este investigador ha propuesto la posibilidad de que La Pastora fuera orientada hacia la estrella Sirio, siempre y cuando su construcción tuviera lugar entre 2300 y 2200 ANE, cuando Sirio se encontraba en esa parte del firmamento. Dado que la fecha de construcción de La Pastora no ha podido ser determinada por métodos científicos,

esta sugerente posibilidad queda pendiente de una posible confirmación futura. Nada se sabe con exactitud sobre la posición o asociaciones de restos humanos u ofrendas en el depósito arqueológico de La Pastora, pero entre los elementos de ajuar que pudieron ser rescatados e identificados se cuentan objetos habituales en los sepulcros megalíticos, tales como puntas de flecha de sílex, láminas de oro, vasijas cerámicas y cuentas de collar de piedras raras. Por otra parte, en el exterior del monumento, depositado en una vasija cerámica que se encontraba enterrada en el túmulo funerario, se halló un conjunto de 27 puntas de jabalina de cobre que por su morfología no tienen paralelo en Andalucía (de hecho son cier-

Corredor del tholos de Matarrubilla. Valencina de la Concepción, Sevilla.


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Cámara del tholos de Matarrubilla. Valencina de la Concepción, Sevilla.


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tamente excepcionales en toda Europa, encontrándose los únicos paralelos en Anatolia y el Próximo Oriente). Los análisis de la tecnología y la morfología de estos inusuales objetos han sugerido una cronología entre c. 2200 y 1800 cal ANE (es decir, finales de la Edad del Cobre y comienzos de la Edad del Bronce). Distante apenas un kilómetro en línea recta de La Pastora, Matarrubilla fue descubierto en 1917, también como resultado de unas tareas agrícolas. Matarrubilla, sin embargo habría de tener algo más de fortuna para la ciencia arqueológica que La Pastora. Al igual que ocurriera en el caso de Soto, al año siguiente del hallazgo el profesor H. Obermaier tuvo la oportunidad de practicar una excavación, en la que procedió desde la cámara por el corredor (hacia fuera). Sin embargo, cuando llevaba excavados unos 10 m de corredor, preocupado por el peligro que suponían los ortostatos en malas condiciones y suponiendo erróneamente que había alcanzado su final (es decir, la entrada), Obermaier dio por terminada la excavación. Cuatro décadas más tarde y con motivo de su restauración, Francisco Collantes de Terán pudo excavar los 12 m de pasillo que aún restaban hasta la entrada del monumento. Como estructura de corredor y cámara circular con un total de 32 m de longitud máxima, Matarrubilla se aproxima a La Pastora en grandiosidad. De ella se diferencia fundamentalmente porque en la cámara se encuentra un gran bloque de mármol negro, tallado y con un rebaje de varios centímetros en la parte superior, que probablemente cumplió funciones de mesa de ofrendas o altar. Sin duda se trata de un elemento ritual que ya tuvo gran importancia en el diseño y planeamiento del monumento, ya que su colocación, ocupando gran parte del espacio de la cámara, debió producirse antes de la erección de la techumbre en falsa cúpula. El depósito funerario encontrado en Matarrubilla era bastante escaso. En la expoliada cámara apenas se identificaron restos revueltos y fragmentados de cerámica y algunos huesos humanos. En el corredor se identificaron algunos materiales in situ, incluyendo

Detalle de la pileta de piedra ubicada en la cámara del tholos de Matarrubilla. Valencina de la Concepción, Sevilla.

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Puntas de flecha del dolmen de Ontiveros en Valencina de la Concepciรณn. Museo de Sevilla.


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Vista general de la sepultura número 5 del sector funerario de Señorío de Guzmán. Valencina de la Concepción, Sevilla. Fotografía: Rosario Cruz-Auñón Briones.

herramientas de piedra, fragmentos de laminillas de oro, algunos objetos de marfil (como por ejemplo un colmillo de elefante en bruto, sin trabajar) y varios miles de cuentas de collar. Desde un punto de vista antropológico, la segunda excavación de Matarrubilla tan solo deparó restos de un individuo, aparecido en forma de un esqueleto completo dispuesto en posición encogida en mitad del corredor. La cantidad relativamente baja de restos osteológicos y ajuares y la presencia de la

Depósitos osteológicos de la sepultura número 5 del sector funerario de Señorío de Guzmán. Valencina de la Concepción, Sevilla. Fotografía: Rosario Cruz-Auñón Briones.

pila o mesa de ofrendas que domina de forma tan evidente el espacio disponible en la cámara abovedada del monumento sugieren que Matarrubilla pudo haber desempeñado la función de templo o recinto ceremonial además de (o quizás más que como) sepulcro. La coexistencia en Valencina de la Concepción de grandes monumentos como La Pastora Matarrubilla con otros megalitos de construcción más simple y menor tamaño ha sido constatada por las excavacio-

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nes realizadas en sitios como El Roquetito, Señorío de Guzmán, Los Cabezuelos o Campo de Tiro. A pesar de la comparativa sencillez constructiva de algunas de estas estructuras, han aportado una valiosa información sobre el ritual funerario practicado por la comunidad prehistórica de Valencina, al hallarse restos humanos mejor conservados y ajuares compuestos por vasos cerámicos, herramientas de sílex y hueso así como objetos metálicos tales como hachas y sierras de cobre e incluso láminas de oro. En el verano de 2007 se llevaron a cabo excavaciones en el dolmen de Montelirio, situado a poca distancia de La Pastora y Matarrubilla, aunque dentro del término municipal de Castilleja de Guzmán. Montelirio ya era conocido a partir de unos sondeos efectuados en 1998, y presenta unas características tan excepcionales y destacadas como los otros dos monumentos descritos. Con un corredor de más de 30 m y una amplia cámara de 2 m de diámetro, este megalito presenta un corredor adintelado con ortostatos de pizarra que conduce a una cámara circular también flanqueada por esbeltas lajas de pizarra de gran belleza. Aunque la excavación realizada todavía se encuentra completamente inédita, varios aspectos destacan preliminarmente del registro

Aspecto general de la estructura y de los depósitos osteológicos en la sepultura número 1 del sector funerario de El Roquetito. Valencina de la Concepción, Sevilla. Fotografía: Rosario Cruz-Auñón Briones.

efectuado en Montelirio. Por una parte, la extraordinaria conservación de las pinturas (principalmente de color rojo) que decoraban sus ortostatos, tanto en el corredor como en la cámara; por otra parte el hallazgo de un depósito de restos humanos con varios individuos (en torno a 16, aunque este extremo todavía no se ha establecido con seguridad) provistos de ajuares consistentes en vasos cerámicos y pequeñas cuentas hechas en concha (y que se cuentan por miles); finalmente, la presencia en su entorno de una serie de estructuras funerarias y votivas menores que sin duda representan un área de actividad ritual asociada a este magno monumento. En conjunto, por la magnitud del poblado y por la densidad y variedad de sus construcciones funerarias, así como por monumentalidad y singularidad de algunas de ellas como La Pastora, Matarrubilla o Montelirio, el sitio de Valencina de la Concepción-Castilleja de


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Detalle de hacha de cobre con fragmentos de tejido adheridos en la sepultura número 1 del sector funerario de El Roquetito. Valencina de la Concepción, Sevilla. Fotografía: Rosario Cruz-Auñón Briones.

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Guzman es uno de los más importantes para el conocimiento de la Prehistoria Reciente de Andalucía. El otro gran conjunto megalítico de la provincia de Sevilla es El Gandul (Alcalá de Guadaira), un enorme complejo arqueológico que incluye un tell de asentamiento con estratos de ocupación que abarcan un dilatado arco temporal (desde el III milenio ANE hasta época romana imperial tardía), así como una zona funeraria donde se solapan y superponen monumentos tumulares megalíticos, protohistóricos y romanos. La mayor parte de las tumbas fueron excavadas por el estudioso británico G. Bonsor a principios del siglo XX, otras a mediados de esa centuria y las más recientes en la década de los 1980. En el poblado tan solo se ha practicado un sondeo estratigráfico que sirvió para constatar la gran potencia estratigráfica (4 m) y la amplia temporalidad del sitio, pero, al contrario que en el caso de Valencina de la Concepción se desconocen las características de organización interna del asentamiento prehistórico que dio lugar a los monumentos megalíticos. Entre las construcciones megalíticas de El Gandul predominan fundamentalmente los tholoi, aunque existen también dos grandes dólmenes de galería (Tumba de la Casilla y Cañada del Carrascal). Los tholoi varían en tamaño y, si bien no llegan a las dimensiones de los grandes corredores de la necrópolis de Valencina de la Concepción, algunos como el llamado Cañada Honda B se pueden considerar de largo corredor, ya que alcanzan casi 18 m de longitud. La arquitectura de los tholoi de El Gandul está hasta cierto punto estandarizada. Todos se encuentran excavados en la roca caliza, a excepción de la Tumba de El Pedrejón, construida totalmente con ortostatos calizos (la piedra local). En cuanto a la distribución de los espacios dentro de los monumentos, todos se componen de un vestíbulo, acceso al corredor en rampa o con escalones (Las Canteras), un corredor adintelado con paredes generalmente revestidas por losas de pizarra y una cámara circular con el mismo tipo de revestimiento. La cubierta del corredor y la falsa cúpula suelen construirse a media altura, a partir de la superficie de suelo natural. Sin embargo, en Las Canteras y El Término, se eleva la altura

Vista general interior del tholos de El Vaquero. El Gandul, Alcalá de Guadaira, Sevilla.

del corredor con varias hiladas de pizarras, sobre las que descansan directamente las losas de cobertura. Una diferencia que con respecto a las de Valencina presentan algunas tumbas de El Gandul es la presencia de estructuras anejas a la cámara, bien en forma de camarillas (Cueva del Vaquero) bien en forma de otro pequeño tholos con corredor y cámara (El Término, Cañada Honda G). La excavación en extensión realizada en el tholos de Las Canteras, permitió establecer que el túmulo tenía un diámetro de 18 m y estaba compuesto por tierras y muretes circulares de piedras y contaba con una zanja de poca profundidad que lo delimitaba. Sobre el túmulo se hallaron cuatro tumbas individuales en covacha correspondientes a la Edad del Bronce, lo que supone una re-utilización del monumento megalítico previamente existente. De esos cuatro enterramientos, la denominada Tumba 1 (que apareció sellada con dos losas de piedra alberiza procedentes de la cubierta del propio corredor del tholos, una evidencia clara de la intencionalidad de conexión cultural y quizás genealógica con la construcción megalítica) contenía un único individuo dotado de un depósito funerario consistente en un cuenco cerámico y un puñal de cobre. En la Tumba 2 se encontró igualmente un único individuo provisto de un vaso cerámico y un brazalete de arquero en pizarra. En las tumbas 3 y 4 los restos humanos y los depósitos artefactuales estaban muy mal conservados. Otro caso semejante de utilización tardía de los monumentos megalíticos de El Gandul se documentó en el tholos de Cueva del Vaquero. En esta construcción se identificaron tres inhumaciones individuales. La primera de ellas constaba de un individuo en posición flexionada con los brazos cruzados sobre el pecho y provisto de un ajuar integrado por una vasija globular y un punzón de cobre, que se ubicaba encima de la cubierta, entre las lajas primera y segunda de la entrada a la sepultura. Según los escritos de G. Bonsor, este enterramiento debió realizarse una vez que el monumento megalítico había quedado abandonado y se había colmatado. Las otras dos inhumaciones se encontraban a menos de 2 m de la entrada al tholos, reduciéndose sus ajuares a algunos fragmentos de vasijas cerámicas. Las tres inhumaciones de Cueva del Vaquero y las cuatro de Las Canteras ejemplifican bastante bien la continuidad de uso que numerosos megalíticos erigidos en el Neolítico y la Edad del Cobre tuvieron en la Edad del Bronce y en la Edad del Hierro (e incluso en época romana), cuando la construcción de estos ancestrales

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George Bonsor explorando el tholos de El Vaquero. El Gandul, Alcalá de Guadaira, Sevilla. Fotografía: Archivo fotográfico Bonsor. Detalle del acceso a la cámara desde el corredor de el tholos de El Vaquero. El Gandul, Alcalá de Guadaira, Sevilla.

monumentos había declinado muy substancialmente (o cesado) en el Sur de la Península Ibérica. El tercer conjunto megalítico mejor conocido dentro de la provincia de Sevilla es el grupo megalítico de Almadén de la Plata, donde a partir de varias prospecciones de superficie realizadas en años recientes se han documentado hasta la fecha un total de 20 construcciones megalíticas. El único de estos sitios que ha sido sometido a un estudio científico es el complejo funerario de Palacio III, excavado en los años 2001 y 2002. Este complejo monumental se asienta sobre un pequeña colina natural de forma alargada al pie de un cerro de mayor altura, por lo que no tiene una posición topográfica dominante en su entorno (lo cual, sin embargo, no impide que tenga muy buenas conexiones visuales con los otros monumentos que conforman el conjunto, según se comprobó en un análisis de cuencas visuales). Este sitio está en realidad compuesto por tres construcciones distintas erigidas en otros tantos

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Detalle de la cámara del tholos de El Vaquero. El Gandul, Alcalá de Guadaira, Sevilla.


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momentos cronológicos, lo que, de nuevo, revela la reiteración de uso de lugares funerarios y sagrados en la Prehistoria Reciente andaluza, tal y como se explicaba en el caso de El Gandul. La más antigua de estas construcciones es un dolmen de galería de unos 5 m de longitud que, desafortunadamente, se encontró muy destruido, con todas las losas de cobertura y muchos de sus ortostatos arrancados (probablemente reutilizados por los campesinos locales) y sin ningún tipo de material votivo en posición primaria. De hecho, el único depósito encontrado in situ en esta estructura corresponde a una reutilización muy tardía, de la Edad del Hierro. Concretamente se trata de un pequeño depósito que apareció debajo

de uno de los ortostatos laterales que se había caído hacia el centro de lo que antes había sido el espacio interior de la galería y que estaba compuesto por un collar de cuentas de ámbar, tres anillos de plata y tres amuletos de cuarzo (dos monoscristales, uno verde, muy exótico, y otro blanco, y un nódulo de variedad carneola). Estos objetos podrían representar bien una pequeña tesaurización realizada por alguien que finalmente no pudo recoger sus bienes, o bien una ofrenda

Vista exterior de la losa de cubierta de la cámara del tholos de El Vaquero. El Gandul, Alcalá de Guadaira, Sevilla.

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Detalle del enterramiento individual en covacha número 2 del tholos de Las Canteras. El Gandul, Alcalá de Guadaira, Sevilla. Fotografía: Victor Hurtado Pérez. Vista general del complejo funerario megalítico de Palacio III. Almadén de la Plata, Sevilla. Fotografía: Leonardo García Sanjuán.

ritual realizada en época tardía en un lugar que ya tenía un carácter sagrado desde hacía siglos. La segunda explicación parece verse favorecida por el carácter mágico que suele atribuirse a las piedras de cuarzo en las culturas prehistóricas, así como por las características de la tercera de las construcciones identificadas en el complejo de Palacio III. La segunda de las construcciones que conforman el complejo monumental de Palacio III se encontró unos 6 m hacia el Este desde la galería cubierta. Se trata de un pequeño monumento de tipo tholos con un corredor de 2 m de longitud y una cámara de 2,5 m de anchura. Como ocurre en muchos otros monumentos de este tipo del Sur de la Península Ibérica, la cámara estaba cortada en la roca madre hasta una profundidad de aproximadamente un metro. Los lados de esta cámara estaban revestidos con finas lajas de pizarra de color verde y azul que estuvieron originalmente pintadas con motivos geométricos negros y rojos. Apoyada sobre la superficie natural a partir de la parte superior de las lajas de revestimiento de la cámara arrancaban las hiladas de bloques de piedra caliza que formaban la falsa cúpula que servía de techumbre. Esta cobertura estaba rematada por una hermosa estela de forma

paralelepipédica (también pintada originalmente), que se encontraba parcialmente hundida en el relleno de la cámara. Otro elemento constructivo interesante de este monumento se encontró en el nivel de base de la cámara: se trata de una fosa de planta subcircular cortada a mayor profundidad en la roca madre y cuidadosamente recubierta con varias piedras planas de mediano tamaño, una de las cuales ha sido interpretada como fragmento de una segunda estela, quizás procedente de otro monumento megalítico distinto (podría tratarse de un caso análogo al del ortostato 21 del Dolmen de Soto comentado en el capítulo dedicado a la provincia de Huelva). Finalmente, el primer ortostato del lado izquierdo del corredor, labrado en piedra arenisca de color rojo, es en realidad una tercera estela, en este caso fuertemente antropomorfa, con diversos motivos grabados. Esta estatua, un bello ejemplo del llamado “arte megalítico” cumplía probablemente una función apotropaica (protectora) a la entrada de la casa de los ancestros. El depósito votivo primario de este tholos, que se encontraba en muy buen estado de conservación, estaba compuesto por casi 200 artefactos dispuestos sobre el suelo de la cámara, incluyendo herramientas


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Vista general del tholos de Palacio III. Almadén de la Plata, Sevilla. Fotografía: Leonardo García Sanjuán. Vista general del depósito funerario del tholos de Palacio III. Almadén de la Plata, Sevilla. Fotografía: Leonardo García Sanjuán.

de piedra (puntas de flecha, láminas y hachas), recipientes cerámicos, objetos cultuales (amuletos y un ídolo antropomorfo) y otros. Lamentablemente la buena conservación no se había dado en el caso de los restos osteológicos humanos depositados en la cámara mortuoria, ya que debido a la fuerte acidez natural del suelo casi todos los huesos se encontraban casi por completo destruidos. Por ello no fue posible establecer asociaciones entre individuos concretos y categorías de artefactos. La tercera de las construcciones funerarias identificadas en el complejo megalítico de Palacio III es una cremación de la Edad del Hierro que apareció justamente entre la entrada del dolmen de galería y la cámara del tholos, a poca profundidad. Esta estructura estaba compuesta de un encachado (pequeño túmulo) de piedras de planta rectangular de unos 2 m de diámetro, considerablemente destruido. Debajo de este encachado se identificaron pequeñas fosas de forma irregular y escasa profundidad excavadas en la roca. Una de ellas,

Detalle del depósito funerario del tholos de Palacio III. Almadén de la Plata, Sevilla. Fotografía: Leonardo García Sanjuán.


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Dibujo de los lados de la figurilla antropomórfica femenina encontrada como parte del ajuar del tholos de Palacio III. Almadén de la Plata, Sevilla. Figurilla antropomórfica femenina encontrada como parte del ajuar del tholos de Palacio III. Almadén de la Plata, Sevilla. Fotografía: Leonardo García Sanjuán.

la de mayor tamaño, estaba cuidadosamente sellada con varias lajas de piedra colocadas horizontalmente, y en su interior se encontró un denso depósito de materia orgánica de color oscuro con restos humanos y madera carbonizada así como unos pocos fragmentos cerámicos (posiblemente la única ofrenda asociada a este acto funerario). La cronología radiocarbónica obtenida para este evento funerario a partir de las muestras de madera quemada es de los siglos X-VIII cal ANE, es decir, a comienzos de la Edad del Hierro. El complejo funerario de Palacio III es un excelente ejemplo de la vigencia y permanencia temporal de los sitios de carácter sagrado entre las poblaciones prehistóricas del Sur de la Península Ibérica. La reiterada utilización ritual de sitios megalíticos de gran antigüedad nos habla de la capacidad de las poblaciones locales para retener e integrar en su memoria cultural los vestigios del Pasado, y apunta a la fuerza de ciertos comportamientos y creencias tradicionales que coexisten


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Selección de recipientes cerámicos encontrados como parte del ajuar del tholos de Palacio III. Almadén de la Plata, Sevilla.


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Prismas de cornalina (rojo), cuarzo prasio (verde) y cuarzo lechoso (blanco) encontrados como parte del tesorillo de la Edad de Hierro del dolmen de galería de Palacio III. Almadén de la Plata, Sevilla.


con los fenómenos de cambio cultural. Un fenómeno parecido se percibe en ciertos cementerios de enterramientos individuales de cistas de la Edad del Bronce identificados en la zona y que son análogos a los de El Becerrero y El Castañuelo mencionados en el capítulo de Huelva. En la necrópolis de cistas La Traviesa, en Almadén de la Plata, a muy poca distancia del conjunto megalítico descrito anteriormente, se identificó un contenedor funerario que por sus dimensiones y caracte-

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rísticas especialmente monumentales (cámara de 3,25 m de longitud por 1,30 m de anchura protegida por un túmulo de piedras de unos 6 m de diámetro), sobresalía por encima de los restantes enterramientos, mucho más pequeños. La inversión de trabajo implicada en la arquitectura de esta cista se correlacionaba con la naturaleza del ajuar con el que se acompañó al individuo (un adulto de sexo masculino) que allí fue enterrado, y que incluía una alabarda de cobre arsenicado y dos

Vista general de la cueva artificial Antoniana. Ginela, Sevilla. Fotografía: Rosario Cruz-Auñón Briones.


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recipientes cerámicos. Las alabardas de metal pueden ser considerados objetos de prestigio, identificadores de un estatus social elevado, posiblemente de liderazgo. Por tanto, se da la circunstancia de que el contenedor funerario del líder de comunidad evocaba en su morfología las viejas cámaras megalíticas, casa de los ancestros, de las formaciones sociales del Neolítico y la Edad del Cobre, lo cual constituye una invocación del Pasado con fines de legitimación política. En el resto de la provincia de Sevilla se conocen otros conjuntos megalíticos de menor envergadura y que no han sido todavía objeto de investigaciones arqueológicas intensivas. Entre ellos destacan los de Castillo de las Guardas y Morón de la Frontera. De entre estas construcciones puede reseñarse, el sepulcro denominado Hoyo del Gigante (Morón de la Frontera), excavado en 1984 y que se encontraba en muy malas condiciones de preservación. Desde un punto de vista arquitectónico, consta de una galería de planta trapezoidal de 5,40 m de longitud construida con ortostatos de caliza local y conserva algunas piedras que formaban la cubierta. El túmulo, de unos 12 m de diámetro, está formado por un encachado de piedras y tierra delimitado alrededor por un círculo de piedras. Los objetos de ajuar encontrados, pobre reflejo de lo que en su momento debió ser un ajuar funerario, se reducen a algunos utensilios líticos tallados y uno pulimentado. No se identificó ningún resto antropológico. Un tercer tipo de estructura funeraria usado de forma paralela a las construcciones megalíticas, tanto en la provincia de Sevilla como en muchas otras regiones andaluzas, es la “cueva artificial”, espacio subterráneo con una o varias cámaras, excavado en un terreno o roca dura para albergar los enterramientos y que no supone el uso de aparejos de construcción como ortostatos o muros de mampostería ni de sistemas de cobertura. Su distribución geográfica es amplia aunque parece haber una mayor concentración en los términos de Gilena y Morón de la Frontera, al sureste de la provincia de Sevilla. Una de las más interesantes es la llamada Cueva Antoniana (Gilena), compuesta por una cámara central y rodeada por cuatro cámaras anejas y un corredor.

Detalle de uno de los nichos laterales de la cueva artificial Antoniana. Gilena, Sevilla.

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