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MENGA 08 CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DÓLMENES DE ANTEQUERA AÑO 2017 2015 ISSN 2172-6175

REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA · JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY



MENGA 08 REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY Publicación anual Año 7 // Número 08 // 2017

JUNTA DE ANDALUCÍA. CONSEJERÍA DE CULTURA Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera ISSN 2172-6175 Depósito Legal: SE 8812-2011 Distribución nacional e internacional: 250 ejemplares

Menga es una publicación anual del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía). Su objetivo es la difusión internacional de trabajos de investigación científicos de calidad relativos a la Prehistoria de Andalucía. Menga se organiza en cuatro secciones: Dossier, Estudios, Crónica y Recensiones. La sección de Dossier aborda de forma monográfica un tema de investigación de actualidad. La segunda sección tiene un propósito más general y está integrada por trabajos de temática más heterogénea. La tercera sección denominada como Crónica recogerá las actuaciones realizadas por el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera en la anualidad anterior. La última sección incluye reseñas de libros y otros eventos (tales como exposiciones científicas, seminarios, congresos, etc.). Menga está abierta a trabajos inéditos y no presentados para publicación en otras revistas. Todos los manuscritos originales recibidos serán sometidos a un proceso de evaluación externa y anónima por pares como paso previo a su aceptación para publicación. Excepcionalmente, el Consejo Editorial podrá aceptar la publicación de traducciones al castellano y al inglés de trabajos ya publicados por causa de su interés y/o por la dificultad de acceso a sus contenidos. Menga is a yearly journal published by the Dolmens of Antequera Archaeological Site (the Andalusian Regional Government Ministry of Culture). Its aim is the international dissemination of quality scientific research into Andalusian Prehistory. Menga is organised into four sections: Dossier, Studies, Chronicle and Reviews. The Dossier section is monographic in nature and deals with current research topics. The Studies section has a more general scope and includes papers of a more heterogeneous nature. The Chronicle section presents the activities undertaken by the Dolmens of Antequera Archaeological Site in the previous year. The last section includes reviews of books and events such as scientific exhibitions, conferences, workshops, etc. Menga is open to original and unpublished papers that have not been submitted for publication to other journals. All original manuscripts will be submitted to an external and anonymous peer-review process before being accepted for publication. In exceptional cases, the editorial board will consider the publication of Spanish and English translations of already published papers on the basis of their interest and/or the difficulty of access to their content. Figurilla antropomorfa procedente del yacimiento de El Malagón (Granada). Foto: Miguel A. Blanco de la Rubia

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MENGA 08 REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY Publicación anual Año 7 // Número 08 // 2017

ÍNDICE 07 EDITORIAL 11 IN MEMORIAM ROSA ENRÍQUEZ ARCAS 12 DOSSIER: NEW PERSPECTIVES IN THE STUDY OF BIOARCHAEOLOGICAL REMAINS

FROM THE 3RD MILLENNIUM BC IN SOUTHERN IBERIA

Coordinated by Marta Díaz-Zorita Bonilla

15

Stable isotope analysis of human remains from Los Millares cemetery (Almería, Spain, c. 3200-2200 cal BC): regional comparisons and dietary variability Anna. J. Waterman, Jess L. Beck, Jonathan T. Thomas and Robert H. Tykot

29

Bioarchaeological approaches to social organization at Marroquíes (Jaén, Spain) Jess L. Beck

53

Mobility patterns and paleodietary insights into humans and cattle at the Copper Age Mega-site of Valencina (Seville, Spain) through δ18O and δ13C isotope analyses Marta Díaz-Zorita Bonilla, K. J. Knudson, Javier Escudero Carrillo, Hervé Bocherens and Leonardo García Sanjuán

71

Mortuary practices in Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal): Bio-anthropological approach to Tomb 2 Ana Maria Silva, Mariana Garcia, Inês Leandro, Lucy Shaw Evangelista, Tatiana Rodrigues and Antonio Carlos Valera

88 ESTUDIOS 91

Estudio bioarqueológico de la necrópolis megalítica de Panoría (Darro, Granada) Marta Díaz-Zorita Bonilla, Gonzalo Aranda Jiménez, Sonia Robles Carrasco, Javier Escudero Carrillo, Margarita Sánchez Romero y Águeda Lozano Medina

117

Los signos del tiempo: documentación e interpretación de los petroglifos calcolíticos de la cueva del Toril (Otíñar, Jaén) Manuel Serrano Araque, César Esteban López, Francisco Gómez Cabeza, Narciso Zafra de la Torre y Francisco Arias de Haro

143

Las primeras importaciones griegas en Occidente y la cronología de la cerámica geométrica: hacia un nuevo paradigma (II) Eduardo García Alfonso


180 CRÓNICA 183

El origen del nombre Menga Stefan Ruhstaller

193

Steles, Time and Ancestors in the Megaliths of Antequera, Málaga (Spain) Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo de Balbín Behrmann and Rosa Barroso Bermejo

220 RECENSIONES 220

Eduardo García Alfonso Alonso Rodríguez Díaz, Ignacio Pavón Soldevila y David M. Duque Espino (eds.): Historias de tesoros. Tesoros con historia

228 Eduardo García Alfonso Arturo Ruiz Rodríguez y Manuel Molinos Molinos (eds.): Jaén, tierra ibera. 40 años de investigación y transferencia

235 NOTICIAS


MENGA 08 REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY Publicación anual Año 7 // Número 08 // 2017

DIRECTOR/DIRECTOR Bartolomé Ruiz González (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera)

Felipe Criado Boado (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Santiago de Compostela) José Antonio Esquivel Guerrero (Universidad de Granada) Silvia Fernández Cacho (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico)

EDITORES/EDITORS Gonzalo Aranda Jiménez (Universidad de Granada)

Román Fernández-Baca Casares (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico)

Eduardo García Alfonso (Junta de Andalucía. Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte, Málaga)

Alfredo González Ruibal (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Santiago de Compostela)

COORDINADOR DE RECENSIONES/REVIEWS COORDINATOR María Oliva Rodríguez Ariza (Universidad de Jaén) SECRETARIA TÉCNICA/TECHNICAL SECRETARY Victoria Eugenia Pérez Nebreda (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) CONSEJO EDITORIAL/EDITORIAL BOARD Gonzalo Aranda Jiménez (Universidad de Granada) María Dolores Camalich Massieu (Universidad de La Laguna) Eduardo García Alfonso (Junta de Andalucía. Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte, Málaga) Leonardo García Sanjuán (Universidad de Sevilla) Francisca Hornos Mata (Museo de Jaén) Víctor Jiménez Jaimez (Universidad de Southampton) José Enrique Márquez Romero (Universidad de Málaga) Dimas Martín Socas (Universidad de La Laguna) Ana Dolores Navarro Ortega (Museo Arqueológico de Sevilla) Bartolomé Ruiz González (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Arturo Ruiz Rodríguez (Universidad de Jaén) Carlos Odriozola Lloret (Universidad de Sevilla) María Oliva Rodríguez Ariza (Universidad de Jaén) Margarita Sánchez Romero (Universidad de Granada) CONSEJO ASESOR/ADVISORY BOARD Xavier Aquilué Abadias (Centro Iberia Graeca, L´Escala, Girona) Ana Margarida Arruda (Universidade de Lisboa) Rodrigo de Balbín Behrmann (Universidad de Alcalá de Henares) Juan Antonio Barceló Álvarez (Universitat Autònoma de Barcelona) María Belén Deamos (Universidad de Sevilla) Juan Pedro Bellón Ruiz (Universidad de Jaén) Joan Bernabeu Aubán (Universitat de València) Massimo Botto (Consiglio Nazionale delle Ricerche, Roma) Primitiva Bueno Ramírez (Universidad de Alcalá de Henares) Jane E. Buikstra (Arizona State University) Teresa Chapa Brunet (Universidad Complutense de Madrid) Robert Chapman (University of Reading) Miguel Cortés Sánchez (Universidad de Sevilla)

MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // Nº 08. 2017. ISSN 2172-6175

Almudena Hernando Gonzalo (Universidad Complutense de Madrid) Isabel Izquierdo Peraile (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España) Sylvia Jiménez-Brobeil (Universidad de Granada) Michael Kunst (Deutsches Archäologisches Institut, Madrid) Katina Lillios (University of Iowa) José Luis López Castro (Universidad de Almería) Juan Antonio Martín Ruiz (Academia Andaluza de la Historia, Málaga) Martí Mas Cornellà (Universidad Nacional de Educación a Distancia) Fernando Molina González (Universidad de Granada) Ignacio Montero Ruiz (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid) Arturo Morales Muñiz (Universidad Autónoma de Madrid) María Morente del Monte (Museo de Málaga) Leonor Peña Chocarro (Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma. CSIC) Raquel Piqué Huerta (Universitat Autònoma de Barcelona) José Ramos Muñoz (Universidad de Cádiz) Charlotte Roberts (University of Durham) Ignacio Rodríguez Temiño (Conjunto Arqueológico de Carmona) Robert Sala Ramos (Universitat Rovira i Virgili) Alberto Sánchez Vizcaíno (Universidad de Jaén) Stephanie Thiebault (Centre Nationale de Recherche Scientifique, París) Ignacio de la Torre Sáinz (Institute of Archaeology, University College London) Juan Manuel Vicent García (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid) David Wheatley (University of Southampton) Joao Zilhão (Universitat de Barcelona) EDICIÓN/PUBLISHED BY JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura


PRODUCCIÓN/PRODUCTION Agencia Andaluza de Instituciones Culturales Diseño DISEÑO/DESIGN Carmen Jiménez del Rosal MAQUETACIÓN/COMPOSITION Francisco José Romero Romero (Agencia Andaluza de Instituciones Culturales) IMPRESIÓN/PRINTING PodiPrint LUGAR DE EDICIÓN/PUBLISHED IN

Salvo que se indique lo contrario, esta obra está bajo una licencia Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported Creative Commons. Usted es libre de copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra bajo las condiciones siguientes: • Reconocimiento. Debe reconocer los créditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciador. • No comercial. No puede utilizar esta obra para fines comerciales. • Sin obras derivadas. No se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta obra.

Sevilla FOTOGRAFÍAS/PHOTOGRAPHS Portada / Front cover: El dolmen de Menga. Fotografía de Javier Pérez González / The dolmen of Menga. Photo: Javier Pérez González. INSTITUCIONES COLABORADORAS/SUPPORTING ENTITIES

Al reutilizar o distribuir la obra, tiene que dejar bien claro los términos de la licencia de esta obra. Alguna de estas condiciones puede no aplicarse si se obtiene el permiso del titular de los derechos de autor. Los derechos derivados de usos legítimos u otras limitaciones reconocidas por ley no se ven afectados por lo anterior. La licencia completa está disponible en: http://creativecommons.org/licenses/by-ncnd/3.0/

Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica (Universidad de Jaén). Grupo de Investigación: ATLAS (HUM-694) (Universidad de Sevilla). Grupo de Investigación: GEA. Cultura material e identidad social en la Prehistoria Reciente en el sur de la Península Ibérica (HUM-065) (Universidad de Granada). Grupo de Investigación: PERUMA. Prehistoric Enclosures Research (Universidad de Málaga). Grupo de Investigación de las sociedades de la Prehistoria Reciente de Andalucía y el Algarve (GISPRAYA) (Universidad de La Laguna).

ISSN 2172-6175 Depósito legal: SE 8812-2011

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MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // Nº 08. 2017. ISSN 2172-6175


Medalla de Menga (anverso y reverso). Obra de Francisco Javier Galán de Mester Artis. Foto: Javier Pérez González. © JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura.


EDITORIAL

YACIMIENTOS PRE Y PROTOHISTÓRICOS ABIERTOS A LA SOCIEDAD En julio de 2017 se ha cumplido un año de la declaración de Patrimonio Mundial del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, Peña de los Enamorados y Torcal. Después de este éxito institucional y cultural, todavía es muy pronto para hacer balance de lo que supone dicho reconocimiento universal de los valores que custodia el amplio espacio declarado, al tiempo que todavía la tarea por hacer se presenta larga para aprovechar al máximo las posibilidades abiertas con esta distinción. A nivel general se puede concluir que el primer impacto visible ha sido la mayor afluencia de visitantes, que habrá que analizar muy detalladamente sin olvidar tampoco el contexto ascendente en que se encuentra actualmente el turismo y las visitas culturales en España, para nada ajeno a una situación internacional inestable. Desde el punto de vista de las políticas culturales, la declaración de Patrimonio Mundial ha tenido el efecto de visibilizar social y mediáticamente un legado como es el megalítico que, hasta ahora, no trascendía mucho más allá de los círculos de especialistas, de las visitas del curriculum educativo en un marco local o de un minoritario turismo cultural. Ese es uno de los males endémicos de la inmensa mayoría de estos enclaves, circunstancia extensible –mutatis mutandis– al resto de patrimonios de otros periodos. Por ello, no podemos permitirnos el lujo de tener un extraordinario conjunto megalítico declarado Patrimonio Mundial y volver la espalda a buena parte de nuestro legado pre y protohistórico en lo que respecta a conservación, investigación y difusión. Ciertamente, la demanda de las inversiones públicas puede chocar con la austeridad que se impone desde la esfera económica, pero cuando tuvimos una coyuntura de cierta “alegría” presupuestaria las partidas para la puesta en valor de este patrimonio fueron muy escasas. Lo triste es pensar que muchas veces el problema no es la falta de fondos, sino la inexistencia de proyectos, de empuje y de voluntad política. Tampoco conviene olvidar el gran peso que tienen ciertas modas para influir en las decisiones políticas que determinan el destino final de las inversiones en materia de cultura. Hay que concluir señalando una obviedad: la puesta en valor del patrimonio arqueológico –en general– no figura entre las prioridades de agenda de nuestras autoridades culturales, más allá de su feedback mediático. Pero hay que decirlo alto y claro: Andalucía está desperdiciando un recurso excepcional que tiene un enorme tirón social y turístico, siempre que la promoción y el cuidado que se le profese sea similar al de otros temas del sector. En este sentido, el contraste no puede ser más evidente con las llamadas industrias culturales, permanentemente en boca de los representantes públicos de todo signo y jerarquía, al tiempo que puntualmente son surtidas de maná a golpe de boletín oficial. Siguiendo el principio de Hanlon, queremos atribuir esta situación al desconocimiento que la mayor parte de la sociedad tiene de este patrimonio, incluyendo a quiénes deciden las propias políticas públicas. Pero también es necesario hacer una cierta autocrítica a la propia comunidad arqueológica: muchas veces estamos desconectados del mundo que nos rodea. Enfrascados en nuestras investigaciones hiperespecializadas, con poco tiempo entre compromisos

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docentes y editoriales, solemos estar ausentes de muchos eventos culturales, de los medios de difusión, de las convocatorias sociales. Es raro leer a un profesional de la arqueología en un periódico y también verlo implicado en el asociacionismo cultural. Pocos son los colegas que adquieren y desarrollan un compromiso público. Hay quien se ha refugiado en las redes sociales, con Facebook como rey, donde hay muchos perfiles y páginas que tienen a la arqueología como hilo conductor. Es una buena noticia, pero hay que evitar que el bosque nos impida ver los árboles, ya que la sinergia que genera esta proliferación de individualidades es escasa, pues su alcance puede llegar a muchas personas pero difícilmente accede al núcleo duro de toma de decisiones. Para Andalucía, además, el legado pre y protohistórico tiene un carácter estratégico que rara vez nuestros diversos centros de poder institucional han valorado. La comunidad autónoma tiene un gigantesco “interior” con muchos vacíos, un litoral muy volcado al modelo turístico de sol y playa y con fuertes cargas de saturación urbanística, así como un conjunto de áreas metropolitanas con serios problemas de movilidad y accesibilidad. Ello produce un desarrollo económico muy desequilibrado y dependiente del exterior. Igualmente, Andalucía tiene un amplio elenco de comarcas muy por debajo de la media europea en índice de desarrollo humano. El patrimonio pre y protohistórico tiene la gran virtud de su dispersión. Esto lo convierte en una herramienta fundamental de cara a lo local, especialmente en áreas rurales deprimidas, y que puede ser –bien gestionado– un elemento de equilibrio territorial. Igualmente, en un litoral azotado por la estacionalidad, los elementos patrimoniales pueden introducirse en las políticas culturales y turísticas como factor que contribuya –en la medida de sus posibilidades– en paliar este grave problema e igualmente como un complemento al buque insignia veraniego. En definitiva, un modelo más sostenible. Para poner el patrimonio pre y protohistórico de Andalucía en el lugar que se merece es necesario conocerlo mucho mejor. Una tarea pendiente es la elaboración de un mapa de recursos homologable y consultable, dotado de las herramientas tecnológicas adecuadas que garanticen un conocimiento amplio y real, no tirando de archivos generalmente antiguos y donde los errores se van arrastrando durante décadas. Un mapa actualizado y basado en el conocimiento real del terreno, en el que se considere desde la situación catastral de los enclaves, su accesibilidad y su dotación, hasta su documentación exhaustiva. Es una labor atribuible en primer lugar a la administración autonómica, con la necesaria colaboración de los entes locales y las universidades. A partir del conocimiento se puede realizar una labor que hoy se encuentra bastante ausente de las políticas culturales: la planificación. Desde los años de lo que los economistas vienen llamado “la gran recesión”, en un marco de cierta incertidumbre política y crisis de la representación institucional, los programas a medio y largo plazo han desaparecido de las mesas de las administraciones. Nos hemos instalado en un cortoplacismo ramplón, donde prima el día a día, porque el futuro parece que se ha convertido en ese territorio que no es lo que era, como decía Paul Valéry, pero ahora corregido y aumentado por la volatilidad de los cargos que toman las decisiones públicas. Pero no debemos resignarnos al presente estado de cosas. Es necesario reaccionar contra esta mediocridad que nos han impuesto y que tiene mucho que ver con ese estado de ánimo líquido que señala Zygmunt Bauman en su despiadado análisis de la sociedad contemporánea. La planificación coherente y seria de las políticas culturales puede venir de varias fuentes: desde arriba, quizás en una suerte de despotismo ilustrado, pero también desde un consenso tecnocrático institucional, donde se dignifiquen y canalicen las propuestas de los expertos. Finalmente, es imprescindible la presión de la sociedad civil. Cómo se hará, si realmente llega a hacerse, sigue siendo todavía una incógnita.

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En este sentido, el patrimonio pre y protohistórico de Andalucía tiene una enorme capacidad de crear redes, que es como debe trabajarse en un mundo digitalizado y entretejido por muchos circuitos de transporte, de ideas, de personas y de tecnologías. Estas redes son horizontales y verticales, enlazando sociedades, visitantes, instituciones, investigadores y territorios. Las posibilidades de crear conexiones deben plasmarse en “rutas temáticas”, como un producto totalmente acabado. Sin ánimo de ofrecer un catálogo podríamos hablar a priori de itinerarios que vinculen las primeras presencias humanas, el arte rupestre, el mundo megalítico, los primeros asentamientos fortificados, la presencia fenicia, el universo de Tartessos o la cultura ibérica, entre otros. Estas rutas conectarían todo el territorio andaluz y permitirían enlazar con otras comunidades autónomas españolas y países vecinos, con las posibilidades de desarrollo común que ello podría generar. Igualmente, estas sinergias pueden insertarse en el marco de financiación europea, que nos ayude a solventar nuestra tradicional precariedad presupuestaria, que deriva de la manía de financiar la mayoría de las actuaciones directas en materia patrimonial con nuestro menguado peculio público, muchas veces por nuestra incapacidad y desconocimiento de los vericuetos de la Unión Europea. Es necesaria una visión distinta. Los limitados fondos propios disponibles deben orientarse en planificar de manera realista y en la captación de otros recursos mayores, públicos o privados. Habría que evitar las pequeñas actuaciones aisladas que –salvo emergencias– solo sirven para salvar la cara al responsable político de turno. Se trata de un modelo que no es nuevo y que ya se ha puesto en práctica en algunos espacios, generalmente en el formato de itinerarios culturales europeos, caso de la Ruta de los Fenicios (2003) o los Caminos del Arte Prehistórico (2010) o la Ruta de la Cultura Megalítica (2013), entre otros. Lamentablemente –y ya estamos acostumbrados– muchas de estas iniciativas se han quedado en pura fanfarria e instante mediático, pues apenas se han materializado en algo concreto que influya en la promoción y puesta en valor del patrimonio pre y protohistórico, ni tampoco en la realización de acciones conjuntas visibles. De nuevo, la falta de compromiso institucional, de ideas claras y de planificación son las causas, una vez pasado el momento de la "firma-foto". Al final sólo queda una marca vacía de contenido. Más repercusión a nivel patrimonial, social y turístico han tenido propuestas más locales como la Ruta dels Ibers promovida por la Generalitat de Cataluña o el Viaje al Tiempo de los Íberos por la Diputación de Jaén, posiblemente porque el impulso ha partido de una sola institución, independientemente de las colaboraciones puntuales. Estas actuaciones deben ser planteadas a largo plazo y funcionar con nuevas fórmulas de gestión, donde prime la cooperación institucional, ya que es necesario integrar niveles administrativos diferentes e igualmente dar entrada a la iniciativa privada. Por ello se deberían implementar nuevas políticas públicas menos rígidas y más tendentes a la integración de otros agentes patrimoniales, huyendo de una burocratización excesiva que termina empantanándolo todo. Igualmente, también es imprescindible una mayor agilidad en la toma de decisiones a nivel institucional, porque la lentitud y una actitud demasiado dubitativa –que no hay que confundir con la necesaria cautela y prudencia– hacen perder ventanas de oportunidad para la puesta en marcha de muchos proyectos y conseguir determinadas financiaciones. La realidad andaluza es que, fuera de algunas actuaciones muy concretas, la puesta en valor del patrimonio pre y protohistórico ha sido muy limitada y adolece de una marcada influencia del factor local. Más allá del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, no tenemos ningún otro espacio prehistórico declarado con esta figura patrimonial, máxima categoría de nuestra legislación propia. Cierto es que hay determinados lugares visitables: dólmenes del Aljarafe (Sevilla), dolmen de Soto (Huelva), poblado calcolítico de Los Millares (Almería),

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poblado protohistórico de Doña Blanca (Cádiz), conjunto megalítico del río Gor, necrópolis ibérica de Galera, poblado de Castellón Alto o la Cueva de las Ventanas, estos cuatro últimos en Granada. Igualmente, hay que citar diversos enclaves ibéricos de la provincia de Jaén, entre los que destacan el oppidum de Puente Tablas y la tumba de Toya, además de algunas cavidades de Málaga. En este elenco encontramos actuaciones de muy diverso calado y diferentes marcos jurídicos. Tampoco podemos olvidar que “visitable” no significa lo mismo que “puesto en valor”. Un ejemplo elocuente es la diferencia del modelo de gestión entre las cuevas malagueñas de Ardales, La Pileta y la del Higuerón (o del Tesoro), siendo la primera de ellas reconocida por sus premios oficiales. En cambio, las otras dos, a sus grandes valores patrimoniales, añaden una intrahistoria mucho menos brillante. Pero las grandes ausencias son uno de los capítulos más tristes en este asunto. Muchos son los enclaves de nuestra tierra, donde la investigación arqueológica ha dedicado muchos años de trabajo y las instituciones públicas de todo signo han invertido importantes sumas de dinero en su conocimiento, pero cuyo disfrute y aprovechamiento se hurta a la ciudadanía. La causa es –una vez más– la falta de políticas públicas de planificación a medio y largo plazo. Muchas veces son espacios que ocupan un lugar de honor en la bibliografía académica internacional, lugares emblemáticos cuyo abandono es totalmente injustificable: Tejada la Vieja en Huelva; El Carambolo en Sevilla; Cerro del Villar, Toscanos, Trayamar y Morro de Mezquitilla en Málaga; Villaricos y Fuente Álamo en Almería; el abrigo de Laja Alta y el conjunto de Bacinete, ambos en Cádiz. Todos ellos entre una lista que puede ser bastante más amplia. Mucho es lo que queda por hacer en Andalucía en la puesta al servicio de la sociedad del patrimonio pre y protohistórico. Aunque el trabajo ingente que se presenta puede asustarnos, diversas iniciativas ya en curso indican que los primeros pasos para salir del presente estado de cosas pueden darse. La declaración del Sitio de los Dólmenes de Antequera como Patrimonio Mundial ha supuesto un espaldarazo definitivo de la comunidad internacional a los valores que tiene este legado en nuestra tierra, cuya perspectiva inmediata es la puesta en marcha de su futuro museo de sitio, el cual debe ser un referente de alto nivel y un estímulo. Por otra parte, la apertura del Museo Íbero de Jaén viene a potenciar el patrimonio disperso que gravita en torno a este fenómeno cultural, extendido por todo el Mediterráneo español hasta el sur de Francia. Por otro lado, la iniciativa de la Consejería de Cultura de incoar expediente como Zona Patrimonial al altiplano de Huéscar, con los enclaves paleontológicos y paleolíticos de la cuenca del río Orce (2011), ha generado la propuesta de optar en un futuro a la declaración de un nuevo espacio que sea Patrimonio Mundial prehistórico en Andalucía, que puede conectarse con la candidatura del proyecto "Geoparque del Cuaternario Valles del Norte de Granada" a ser incluido en la red mundial de geoparques de la UNESCO. Tenemos realidades y, sobretodo, expectativas. Estamos en un momento crucial para muchas cosas, también para el legado pre y protohistórico. Unos modelos de futuro que no acaban de nacer, mientras que los antiguos no terminan de morir. Estamos en el claroscuro, cuando –decía Antonio Gramsci– nacen los monstruos. Luchemos contra el monstruo de la resignación y la mediocridad e impulsemos un nuevo tiempo para el futuro.

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IN MEMORIAM ROSA ENRÍQUEZ ARCAS De las generaciones de las rosas Que en el fondo del tiempo se han perdido Quiero que una se salve del olvido… Jorge Luis Borges Arundhati Roy en su novela El dios de las pequeñas cosas nos revela cómo la pérdida de un ser querido se le muestra como un agujero en el mundo, con la forma de esa persona. Así, como un agujero en el Sitio de los Dólmenes de Antequera con la forma de Rosa, sentimos su ausencia tan prematura. Si bien en nuestro imaginario emocional, ese agujero, cual pozo prehistórico en la cámara de Menga, es justo que lo rellenemos con todas las aportaciones materiales e inmateriales con las que Rosa contribuyó a construir el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera que hoy conocemos. Para una institución pequeña y emergente, contar con su perfil profesional especializado y polivalente fue una excepcional fortuna. A su titulación de historiadora del arte, se sumaba su menos conocida licenciatura en derecho, que le valió para desenvolverse con solvencia en la gestión administrativa. Su labor de puesta en marcha de los contratos de servicio –de jardinería, atención de visitas, limpieza, etc.–, necesarios para el funcionamiento de la institución, fue esencial. Como historiadora del arte con experiencia laboral en la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, en la Dirección General de Bienes Culturales y en el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, era consciente de la importancia de la documentación de los bienes culturales como soporte a la administración y la investigación. La precariedad de la documentación existente en el Conjunto Arqueológico la indujo en 2005 a abordar la labor de localización de la información y documentación relativa a los Dólmenes de Antequera. Consultó más de 30 archivos, bibliotecas e instituciones de investigación y culturales, en Andalucía, Madrid y Barcelona. El resultado, en solo dos años de trabajo, fue la Compilación documental y bibliográfica de los Dólmenes de Antequera, una obra de 7 volúmenes, que contiene 300 referencias documentales y bibliográficas, con sus correspondientes reproducciones.

Este ingente y meritorio trabajo conforma un corpus de base científica que ha servido de apoyo a la administración cultural y especialmente a los investigadores. Asimismo, el tratamiento sistemático e informatizado de estas referencias se constituyó en el punto de partida del proyecto de Centro de Documentación Antonio Arribas Palau del Conjunto Arqueológico, del cual Rosa Enríquez también sentaría las bases preliminares tanto en el Programa de Documentación del Plan Director de la institución, como en otros documentos programáticos más concretos. Su capacidad de trabajo y motivación eran evidentes; en combinación con un buen clima laboral –del que era promotora- la llevaron a alcanzar un nivel de productividad extraordinario, dignificando con su ejemplo la figura del empleado público. Fue siempre leal a la institución y a la Junta de Andalucía, sin abandonar nunca su espíritu crítico fundamentado. Reprobó la construcción del Museo del Sitio de los Dólmenes tal como estaba proyectado, y en 2007 se mostró firmemente defensora de su demolición. Años más tarde la UNESCO incluyó la demolición parcial de dicho edificio como condición para la inclusión del Sitio de los Dólmenes de Antequera como Patrimonio Mundial. Su compromiso profesional la llevó a preocuparse por otros dólmenes en situación de riesgo, apoyando iniciativas ciudadanas en su defensa. Es por ello que en las tierras de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán (Sevilla) también se siente un agujero con la forma de Rosa Enríquez.

Rosa, trabajadora, amable y firme, siempre en nuestro recuerdo. Isabel Medrano Corrales Archivera

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DOSSIER DOSSIER: NEW PERSPECTIVES IN THE STUDY OF BIOARCHAEOLOGICAL REMAINS FROM THE 3RD MILLENNIUM BC IN SOUTHERN IBERIA Coordinated by Marta Díaz-Zorita Bonilla

Tomb 21 at the Bronze Age site of Cerro de la Encina (Monachil, Granada). Photo: Gonzalo Aranda Jiménez.


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Stable isotope analysis of human remains from Los Millares cemetery (Almería, Spain, c. 3200-2200 cal BC): regional comparisons and dietary variability Anna J. Waterman, Jess L. Beck, Jonathan T. Thomas and Robert H. Tykot Bioarchaeological approaches to social organization at Marroquíes (Jaén, Spain) Jess L. Beck Mobility patterns and paleodietary insights into humans and cattle at the Copper Age Mega-site of Valencina (Seville, Spain) through δ18O and δ13C isotope analyses Marta Díaz-Zorita Bonilla, K. J. Knudson, Javier Escudero Carrillo, Hervé Bocherens and Leonardo García Sanjuán Mortuary practices in Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal): Bio-anthropological approach to Tomb 2 Ana Maria Silva, Mariana Garcia, Inês Leandro, Lucy Shaw Evangelista, Tatiana Rodrigues and Antonio Carlos Valera


Tomb 17 at the cemetery of Los Millares (Santa Fe de MondĂşjar, AlmerĂ­a). Photo: Miguel A. Blanco de la Rubia.


DOSSIER

STABLE ISOTOPE ANALYSIS OF HUMAN REMAINS FROM LOS MILLARES CEMETERY (ALMERÍA, SPAIN, C. 3200-2200 CAL BC): REGIONAL COMPARISONS AND DIETARY VARIABILITY Anna J. Waterman1, Jess L. Beck2, Jonathan T. Thomas3 and Robert H. Tykot4

Abstract: The fortified site of Los Millares in southeastern Spain is one of the best-known Copper Age sites in southern Europe and has been studied extensively, improving our understanding of the development of political centralization and social stratification during the 3rd millennium cal BC in the Iberian Peninsula. A unique feature of Los Millares is its expansive cemetery complex, from which human remains of dozens of individuals have been recovered. While burial patterns and grave goods have been key to interpretations of the site, bioanthropological data from the skeletal remains are limited. This study uses stable isotope analysis from human bone to discern dietary patterns from 12 individuals buried at Los Millares and compares these data with other contemporary burial populations in Spain and Portugal. The goal of this study was to evaluate the dietary importance of aquatic resources and domesticated animals during this period. The results of this study point to diets mainly composed of terrestrial proteins with little marine input, despite the site’s proximity to the Mediterranean Sea. While these findings are based on a small sample size and more data are needed to clarify these results, larger than expected standard deviations suggest some dietary heterogeneity within this population, with variations in protein sources and plant intake.

Keywords: Los Millares, Copper Age, Diet, Stable Isotopes, Social Complexity.

ANÁLISIS DE ISÓTOPOS ESTABLES DE RESTOS HUMANOS PROCEDENTES DE LA NECRÓPOLIS DE LOS MILLARES (ALMERÍA, ESPAÑA, C. 32002200 AC): COMPARACIONES REGIONALES Y VARIABILIDAD DIETÉTICA Resumen: El sitio fortificado de Los Millares en el sureste de España es uno de los yacimientos más conocidos de la Edad del Cobre en el sur de Europa y ha sido estudiado extensivamente, mejorando nuestra comprensión del desarrollo de la centralización política y la estratificación social durante el tercer milenio cal AC en la Península Ibérica. Una característica única de Los Millares es la compleja estructura del cementerio, del que se han recuperado restos humanos de numerosos individuos. Mientras que los patrones de enterramiento y los ajuares funerarios han sido claves en la interpretación del sitio, los datos bioantropológicos de los esqueletos todavía son muy limitados. Este estudio utiliza análisis de isótopos estables de restos óseos humanos para discernir los patrones dietéticos de 12 individuos enterrados en Los Millares y compara estos datos con otras muestras contemporáneas de España y Portugal. El objetivo de este estudio ha sido evaluar la importancia dietética de los recursos acuáticos y de los animales domésticos durante este período de transición. Los resultados de este estudio apuntan a dietas compuestas principalmente de proteínas terrestres con poco aporte marino, a pesar de la relativa proximidad del sitio con el Mar Mediterráneo. Existen algunas desviaciones estándar que son más grandes que las esperadas lo cual sugieren una heterogeneidad dietética dentro de esta población, con variaciones en los recursos de proteínas y en la consumición de plantas.

Palabras Clave: Los Millares, Edad del Cobre, Dieta, Isótopos Estables, Estratificación Social. 1 Department of Natural and Applied Sciences, Mount Mercy University, IA, USA. [awaterman@mtmercy.edu] 2 Center for Comparative Archaeology, University of Pittsburgh, PA, USA. 3 Department of Rhetoric, University of Iowa, IA, USA. 4 Department of Anthropology, University of South Florida, FL, USA. Recibido: 09/05/2017. Aceptado: 10/10/2017

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1. INTRODUCTION The archaeological record for Los Millares provides evidence of increasing political centralization and social stratification during the 3rd millennium cal BC before the eventual abandonment of the site in the Early Bronze Age. Despite its importance as a center of political and economic activity in this region and the expansive cemetery complex, little is known about the biological histories of Los Millares’ inhabitants. This study uses stable isotope analysis from human bone to discern dietary patterns from 12 individuals buried at Los Millares and compares these data with other contemporary burial populations in Spain and Portugal. The goal of this study is to evaluate the dietary importance of aquatic resources and domesticated animals during this time as information about dietary patterns and breadth may be useful for understanding the relationships between subsistence patterns and social differentiation during this dynamic time period.

2. LOS MILLARES BACKGROUND Los Millares, interpretations of which have ranged from an egalitarian (Almagro and Arribas, 1963) to a state-level society (Molina et al., 2004), is one of the most significant Copper Age sites in Europe not only because of its sheer size and well-documented archaeological record, but because of the central theoretical role that it plays in discussions of the evolution of social inequality and complex societies in

Late Prehistoric southern Iberia (Gilman, 1976, 1981, 1987, 1996, 2001; Chapman, 1981, 2003; Arribas and Molina, 1984; Díaz-del-Río, 2004; Molina et al., 2004; Esquivel and Navas, 2007; Navas et al., 2008). First excavated in 1891 by Luis Siret (see Siret, 1893a, 1893b), the site is a seven ha walled settlement located at the confluence of the Andarax and Huéchar rivers in Santa Fe de Mondújar in the province of Almería, 20 km from where the Andarax meets the Mediterranean Sea (Fig. 1). Los Millares was maintained and occupied between 3200-2200 cal BC, with several distinct phases of construction and habitation. The citadel was occupied during Phases I and II, and the three walls and forts were constructed later, during Phase III (Esquivel and Navas, 2007). Over time the site slowly declined and by 2500 BC each of the walls except the citadel had been abandoned. At this point in time, defensive forts (fortines) were erected on the hilltops surrounding the settlements, and by the beginning of the Bronze Age the entire site was abandoned (Díazdel-Río, 2011). While Los Millares is similar to other Late Neolithic and Copper Age political centers with large-scale defensive fortifications in Iberia (e.g., Zambujal, Vila Nova de Sao Pedro, Leceia, Santa Justa, and Monte da Tumba), it is unique in its association with an expansive megalithic cemetery complex. The cemetery is located outside of the settlement area, and extends 13 ha beyond the walls of the settlement. It is comprised of dozens of circular burial chambers

Fig. 1. Map of Iberian Peninsula showing location of Los Millares.

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STABLE ISOTOPE ANALYSIS OF HUMAN REMAINS FROM LOS MILLARES CEMETERY (ALMERÍA, SPAIN, C. 3200-2200 CAL BC.): REGIONAL COMPARISONS AND DIETARY VARIABILITY

(tholoi) containing numerous rare imported burial goods such as ostrich eggshell, ivory, amber, and greenstone (Almagro and Arribas, 1963; Gilman, 1976; Harrison and Gilman, 1977). The site also encompasses 13 forts scattered on the hilltops to the southwest of the town, which overlook the course of the Huéchar River. The inhabitants of Los Millares were mixed agriculturalists who devoted substantial effort to livestock management. The higher number of female animals recovered from the site indicates a strong reliance on secondary products, and Navas et al. (2008) suggest that the focus on animal husbandry at Los Millares likely also affected the political and economic organization of the settlement, with domestic husbandry organized by individuals or groups responsible for administering cattle and their resources and assigning and organizing labor. Settlement architecture includes an inner citadel surrounded by four lines of fortifications, all built of local limestone. The exterior-most wall line contains both internal structures and external bastions, as well as an impressive barbican entrance that admits only one person at a time, limiting access to the interior of the settlement. These physical fortifications may have been bolstered by symbolic fortifications –Oliveira Jorge highlights that the location of the cemetery immediately outside of the exterior–most wall likely acted as a line of preliminary defense, with potential trespassers forced to confront a dangerous mortuary space charged with symbolic potency before even reaching the walls (Oliveira Jorge, 2003: 114). The cemetery itself was one of the first areas of the site to be excavated. Pedro Flores, the foreman for Louis Siret, first excavated 24 tombs in 1892, with more following in later years. In 1943, George and Vera Leisner published information on 75 tombs, and their grave goods, that had been excavated by the Siret team. Later, between 1953 and 1954, Almagro and Arribas exposed the interior of the settlement and the wall lines, re-excavated 21 tombs, and published a detailed map of the site (Chapman, 1981). While tombs did not vary markedly in size, the cemetery was well-studied in part due to the wealth of grave goods uncovered during early excavations. There is evidence of arsenical copper metallurgy (Harrison and Craddock, 1981; Arribas et al., 1987), the production and use of undecorated ceramics, Bell Beaker ceramics, and distinctly Millaran pottery

incised with ocular or ‘eyed’ images (symbolkeramik). About 43 of the tombs investigated in Chapman’s 1981 mortuary analysis contained ‘prestige’ goods of some kind, including ivory, ostrich egg shell, jet, amber, callaïs, greenstone, sea shells, fine pottery, and copper objects. Chapman underscored that prestige goods were carefully recorded by both Flores and the Leisners. His analysis revealed a marked disparity in the frequency and range of grave goods included in the sample of tombs, with some graves containing low frequencies of exotic artifacts, and others containing a greater range and frequency of such materials. In particular, he pointed to Tomb 40, that “contained the highest numbers of ivory (over a dozen) and copper (ten) objects of any tomb, as well as one example each of painted pottery and symbolkeramik” (Chapman, 1981:402). Likewise, Tomb 12 contained “the second largest number of ivory grave goods (eleven), 800 ostrich eggshell beads (one of only two tombs in which they occur) and the highest numbers of jet (fifteen) and amber (five) beads” (Chapman, 1981: 402). The differential inclusion of prestige grave goods within the tombs represents one line of evidence suggesting some form of mortuary status differentiation at Los Millares. When compared to population estimates for the settlement, the limited number of burials also indicates some form of restricted mortuary treatment. Using the burial numbers reported by Siret and the Leisners of approximately 1,980 individuals, Chapman (1981) estimated a burial rate of either 1.5–2 burials per year, depending on how long the site was occupied. Thus, we can expect to only view a small sample of the population who occupied the site over time.

3. STABLE ISOTOPE ANALYSIS Stable isotope analyses on human and animal remains are an integral part of archaeological and bioanthropological research because stable isotope data can provide a record of dietary and migration patterns. Published literature reviews of isotopic research in archaeology, including Ambrose and Krigbaum, 2003; Katzenberg, 2008; Makarewicz and Sealy, 2015; and Schoeninger and Moore, 1992, provide in depth coverage of the importance and scope of this work. In prehistoric studies, researchers are primarily concerned with stable isotopic accumulations in teeth and bone as these hard tissues are taphonomically durable and are

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more likely to survive in the archaeological record. When recovering stable isotope ratios from bone or tooth enamel it is important to recognize that isotopic data reflect the biological processes related to tissue formation. Dental enamel does not remodel over time and thus reflects the isotopic input during the limited window of tooth formation. In contrast, bone is constantly undergoing remodeling processes as it responds to physiological growth, stress and strain, and calcium homeostasis. While different parts of the skeleton may turn over at slightly different rates, it is generally accepted that isotopic values in bone reflect approximately the last ten years of an individual’s life (Manolagas, 2000). Bone is composed of organic protein (collagen) and inorganic minerals (apatite). Past experimental studies have demonstrated that that dietary proteins contribute to the stable isotope ratios in bone collagen (Ambrose and Norr, 1993; Richards and Hedges, 1999; Tykot, 2004), while, in contrast, bone apatite rations reflect whole diet (proteins, carbohydrates, and lipids) (Ambrose and Norr, 1993; Schwarcz, 2000; Tykot, 2002, 2004). In humans and animals δ13C and δ15N values from bone collagen are used to calculate the dietary protein input of C3, C4 (and CAM) plants and marine and terrestrial animal proteins (Schoeninger and DeNiro, 1984; Ambrose and Norr, 1993; Chisholm et al., 1982; Norr, 1995; Smith and Epstein, 1971; Tykot, 2002), while in bone apatite, δ13C values are used to evaluate patterns of C3, C4 and CAM plant consumption and marine protein input within the whole diet. When δ13C data on both collagen and apatite are available, calculations of δ13C collagenapatite spacing can provide additional information about dietary patterns. In particular, comparisons of δ13C in collagen and apatite can help to quantify the dietary intake of marine versus terrestrial protein and C3 versus C4 plants (Kellner and Schoeninger, 2007). Investigations of oxygen isotope values (δ18O) from human bones are also informative about mobility and diet in prehistoric populations. In bone apatite, δ18O can vary according to water sources and can therefore be used to recognize plants and animals from different geographic locations (Stuart-Williams et al., 1996; White et al., 2004). Additionally, δ18O values can be enriched via breastmilk consumption due to the oxygen isotope fractionation between mother and offspring, and, thus, these values can be used to distinguish suckling young and weaning time periods (Fricke and O'Neil, 1996) and animal milk consumption (Lai, 2008).

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4. MATERIALS AND METHODS For this study, samples of human bone from 12 individuals from four tombs (55, 57, 74, and 63) were obtained. These remains are from collections from tombs excavated at the turn of the 20th century and housed at the Museo Arqueológico Nacional (MAN) in Madrid. Due to the fragmentary nature of the collection, and the need to select from bone fragments in accordance with museum protocol, consistent sampling from one skeletal element was not possible. Additionally, only a small number of samples were permitted to be taken for analysis due to the destructive nature of this type of bone chemistry work. The bone samples used in this study include the remains from 2 young children (3-7 years-old), 2 adolescents, and 8 adults. No fauna was available for comparative isotopic analysis, and, at the time of this study, the Los Millares human remains from these tombs had not been fully analyzed. However, in 2011, an analysis of the collection was published (Peña Romo, 2011). For the tombs used in this analysis, this publication reported the following demographic data: Tomb 55 contained 8 adults, 8 nonadults, Tomb 57 contained 25 adults, 15 nonadults, Tomb 63 contained one adult and one nonadult, and Tomb 74 contained 5 adults and 2 nonadults. It was not possible to assess biological sex for any of the individuals interred in these tombs (Peña Romo, 2011). Each of the bone fragments were prepared and analyzed at the Laboratory for Archaeological Science at the University of South Florida. Bone collagen was extracted by demineralizing whole bone using 2% hydrochloric acid for 72 hours, dissolving base-soluble contaminants using 0.1 M sodium hydroxide (24 hours before and after demineralization), and separating residual lipids with a mixture of methanol, chloroform and water for 24 hours. Collagen pseudomorphs were analyzed for carbon and nitrogen isotopes using a CHN analyzed coupled with a Finnigan MAT Delta Plus stable isotope ratio mass spectrometer using continuous flow. Along with visual analyses and data from the sample preparation, C:N ratios of the analyzed gases were calculated to determine the preservation of collagen and the reliability of the isotope results. Apatite samples were also extracted using established techniques, with removal of organic components using sodium hypochlorite (24 hrs for enamel, 72 hrs for apatite), and of non-biogenic carbonates using buffered 1 M acetic acid (24 hrs). Apatite and enamel samples were analyzed with a

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second Finnigan MAT Delta Plus instrument using a Kiel III device with 100% phosphoric acid at 90° C. For both collagen and apatite results, carbon and nitrogen isotope ratios are reported using the delta (*) notation, in parts per mil (‰) relative to the PDB and AIR standards respectively. The precision of the results is approximately ±0.1‰ for δ13C and ±0.2‰ for δ15N. Further information on isotope analysis methods has been published elsewhere (see Tykot, 2006 and references therein).

5. RESULTS AND DISCUSSION The results from the collagen and apatite analyses are presented in Table 1. No reliable collagen yields were obtained for individuals 57.25 and 74.1. Collagen yields for the δ13Cco ranged from -20.2 to -18.9‰ (average -19.5 ± 0.4‰). The δ15N range was 8.8 to 10.5‰ (average 9.8 ± 0.6‰). For the apatite, δ13Cap ranged from -13.7 to -8.4‰ (average -11.3 ± 2.0‰) and the δ18O ranged -6.4 to -2.8‰ (average -4.8 ± 1.2‰). Collagen-apatite spacing ranged from 6.5 to 11.2‰ (average 8.4 ± 1.9‰). For three samples the collagen-apatite spacing could not be calculated because of missing collagen or apatite data.

5.1. COLLAGEN RESULTS When considering the collagen data, the δ13Cco and the δ15N ranges suggest a diet based on C3 plants and terrestrial animals (Fig. 2). In general, δ15N values

Age

USF #

δ13Cco

Ind. 55.0

Adult

12469

Ind. 55.1

Adult 20-35 yr

12470

Sample

are much higher in fish (~14‰) than in terrestrial animals, and marine predators can exhibit values as high as 20‰ (Schoeninger and DeNiro 1984; Richards and Hedges 1999). Thus, humans consuming large amount of marine proteins can be expected to exhibit much higher δ15N ranges (>12 ‰), whereas the Los Millares individuals exhibited δ15N ranges from 8.8 to 10.5‰. Research on terrestrial protein versus marine protein diets has found that, in general, entirely terrestrial protein diets will result in bone δ13Cco values of -20 to -21‰, while entirely marine protein diets will result in much higher values in the -12‰ range (Schulting and Richards 2001). Collagen yields for δ13Cco in the Los Millares individuals ranged from -20.2 to -18.9‰ (average -19.5 ± 0.4‰). Thus, we conclude that, despite the settlement’s proximity to the sea (~20km), there is little evidence that marine proteins were dietary staples. However, in individuals 55.1 and 57.4, slight enrichments of δ13Cco and δ15N values, in combination with the apatite results, suggest consumption of at least some seafood. Low standard deviations for isotopic markers (< 0.3‰) point to fairly homogenous diets (Lovell et al., 1986). Standard deviations at Los Millares are 0.4‰ for δ13C and 0.6‰ for δ15N, suggesting some variation in protein intake for its individuals. Enriched nitrogen values may be attributable to freshwater fish intake or to the consumption of omnivores, such as pigs, as these animals occupy higher trophic levels in the food web and pass this enrichment onto the consumer. Zooarchaeological analyses conducted by Navas et al. (2008) show high levels of exploitation

δ 15N

C:N

USF #

δ13Cap

δ18O

δ13Cco-ap

-19.6

9.5

3.2

12481

-13.0

-5.6

6.6

-18.9

10.5

3.3

12482

-8.4

-2.8

10.5

Ind. 55.6

Adolescent

12471

-20.2

8.9

3.3

12483

-9.0

-4.7

11.2

Ind. 55.15

Child 3-7

12472

-20.0

8.8

3.1

12484

-12.6

-5.6

7.4

Ind. 57.1

Adult

12473

-19.8

9.7

3.3

12485

-12.3

-5.7

7.5

Ind. 57.4

Adult 25-35

12474

-19.2

10.4

3.3

12486

-8.5

-4.7

10.7

Ind. 57.25

Adolescent

12475

*

*

*

12487

-13.3

-4.5

*

Ind. 57.31

Child 3-7

12476

-19.6

9.5

3.2

12488

-10.7

-4.3

8.9

Ind. 74.1

Adult

12477

*

*

*

12489

-13.7

-6.4

*

Ind. 74.3

Young Adult

12478

-19.6

10.1

3.3

12490

-13.1

-5.2

6.5

Ind. 74.0

Adult

12479

-19.5

10.4

3.3

12491

-11.5

-5.9

8.0

Ind. 63.0

Adult

12480

-18.9

9.7

3.2

12492

*

*

*

ave

-19.5

9.8

-11.5

-5.0

8.6

sd

0.4

0.6

2.0

1.0

1.8

Table 1. Bone collagen and apatite results for Los Millares individuals

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Fig. 2. δ15N and δ13C collagen values from the sampled humans by tomb. Large circles = adults, medium circles = adolescents and small circles = children. Generalized values for protein sources in Western Europe (after Lai, 2008).

of swine (Sus domesticus) in both the wall lines and the hillforts, thus the isotope values may relate to pork consumption. Published dietary studies on prehistoric Iberian populations which use stable isotopic data have increased in the last several years, allowing for geographic and temporal comparisons with the Los Millares data (Díaz-del-Río et al., 2017; Díaz-Zorita Bonilla, 2017; Fontanals-Coll et al., 2015; Garcia Guixé et al., 2006; McClure et al., 2011, Salazar García, 2009; 2011; Waterman et al., 2016a). The level of isotopic variability in the diets of the sampled humans from Los Millares is similar to other contemporaneous groups in the Iberian Peninsula and is likely indicative of mixed farming economies with supplementation from local wild resources. The three nonadults exhibit the lowest δ15N values of the sample, suggesting that they consumed slightly less meat or fish than the adults. This may indicate culturally mediated differences in adult

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and nonadult diet. Differences in meat distribution between adults and children are well known in the ethnographic literature (cf. Dettwyler, 1989). However, these lower δ15N values may also represent physiological differences related to skeletal growth and development. Delayed growth has been found to lead to isotopic enrichment (Warinner and Tuross, 2010), and conversely, rapid growth during childhood may lead to isotope depletion. However, these relationships are still ill-defined. The recovery of a high percentage (30-50%) of nonadult skeletal remains is common in Neolithic and Copper Age burial throughout the Iberian Peninsula (Beck, 2016), which likely indicated a combination of high fertility and high childhood mortality rates (Waterman and Thomas, 2011). Insufficient protein intake can contribute to morbidity in juveniles, and may reflect a sampling bias as the nonadult individuals in the Iberian prehistoric mortuary record represent the children that did not survive to adulthood. However, we must also underscore that the δ15N values for the nonadults in the sample are only slightly lower than

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adult values (1-2‰) and are on the high range of δ15N for comparative populations in other parts of the Iberian Peninsula (Waterman et al., 2016a). There are clear differences between Mesolithic and Neolithic diets throughout Western Europe, with a strong reliance on marine protein shown in the former, and a near complete switch to terrestrial proteins demonstrated for the latter (Schulting and Richards, 2002; Tauber, 1983; Richards and Hedges, 1999; Stoddart et al., 2009; Schulting, 2011). While we would expect that this change would be less pronounced at settlements near the sea, this shift is also found in island and coastal contexts. (Lai et al., 2007; Van Strydonck et al., 2002). These dietary changes were likely heavily influenced by increased availability of terrestrial protein sources which resulted from animal domestication. However, this dietary pattern could also point to a cultural shift in food valuation in these growing agricultural communities (Thomas, 2003). It is important to note that when marine protein consumption equals < 20% of protein intake, terrestrial proteins isotopic signatures may “swamp” the marine signatures due to processes of isotopic fractionation during collagen formation (Milner et al., 2004). Therefore it is also possible that marine proteins were of a larger dietary importance than these data suggest. In the Iberian Peninsula the dietary divergence between Mesolithic and Neolithic populations is strongly apparent in some regions, such as in southwestern Portugal (Carvalho and Petchey, 2013; Lubell et al., 1994; Waterman et al., 2016a), but not in others. For example, at the Mesolithic site of El Collado (Valencia), located Northeast of Los Millares on the Balearic coast, little evidence of dietary transition is found. Here isotopic signatures from human remains have δ13Cco values that range from -17.6 to -19.5‰ and δ15N values that range from 8.9 to 12.8‰ (N=13) (García Guixé et al., 2006), which are similar to Neolithic patterns in the region. For some individuals in the El Collado sample, carbon and nitrogen values are slightly higher than those found at Los Millares, but still do not indicate that marine protein was a major dietary staple. These studies suggest that on the Mediterranean coast we may see more continuity in diets from the Mesolithic to the Copper Age, with Mesolithic populations similarly relying on terrestrial resources. The few stable isotope studies on humans from other Chalcolithic settlements on the Southeast coast show stable isotope ratios from bone collagen

that are consistent with those from Los Millares (McClure et al., 2011, Salazar García, 2009; 2011). Thus, while there was likely some limited marine input into the diet of populations interred at Los Millares, these data are consistent with the mixed farming economies that are suggested by the archaeological and bioarchaeological record in coastal Spain.

5.2. APATITE RESULTS The δ13Cap values for the Los Millares samples exhibited more variability than the collagen values (Fig. 3). Because collagen values reflect the protein component of diet and apatite values are reflective of whole diet, this variability likely reflects differences in carbohydrate and fat intake. In strictly C3 ecosystems, δ13C apatite or enamel values should be roughly -14‰, while in C4 ecosystems the values should be close to ~0, and intermediate values suggest mixed diets (Lai, 2008; Tykot et al., 2009; Kohn and Cerling, 2002). For Los Millares three of the sampled individuals have values under -10‰, indicating the likely consumption of some carbon enriched foods. For individuals 55.1 and 57.4, slight corresponding collagen enrichment may indicate some marine protein consumption. However, the Kellner and Schoeninger (2007) model suggests that this δ13Cap enrichment may also be related to a C4 energy source (carbohydrates) (Fig. 4). Thus, there is a possibility of some C4 or CAM plant intake, or the carbon enrichment of C3 plants due to environmental or anthropogenic factors. There are few terrestrial C4 or CAM plants that are native to Spain, and most are inedible for humans. We know that millet, a C4 plant, was introduced to Europe and consumed as human food and animal fodder by the Middle Bronze Age (mid 2nd millennium BC) (Rovira Buendía, 2007). However, direct evidence of millets is largely absent from the archaeological record before the 3rd millennium BC in Spain (Moreno Larrazabal et al., 2015; Díaz-delRío et al., 2017). Another possibility is that humans consumed seaweed, which is also a C4 plant, or consumed a local wild yet unidentified C4 plant. Other isotopic studies of Neolithic and Copper Age human bone and enamel apatite from Southwest Portugal (Waterman et al., 2016a) and Central Spain (Díaz-del-Río et al., 2017), have similarly found unexpected δ13Cap enrichment. Other possible explanations for these results may relate to natural or anthropogenic environmental alterations. Fertilizing

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Fig. 3. Scatter plot of bone apatite values. Large circles = adults, medium circles = adolescents and small circles = children.

fields may lead to slight δ13C enrichment in C3 plants by increasing soil salinity (Farquhar et al., 1989). Increasing aridity (Fernández-Crespo et al., 2017: 331) may also lead to isotopic enrichments as plants undergo more water and heat stress. In instances of the “canopy effect,” forest canopies produce more δ13C depleted plants on forest floors, which are then consumed by animals. Deforestation leads to higher δ13C values in some terrestrial herbivores and their human consumers as they begin to feed in more open landscapes and/or fallow agricultural fields (van der Merwe and Medina, 1991). Thus, this enrichment may be a general trend across the Iberian Peninsula due to more intensive agricultural production and climatic changes with led to increasing aridity across the region (García et al., 2006; López-Sáez et al., 2014; Waterman et al. 2016b). Alternatively, the enriched δ13Cap values may represent non-local individuals in these burials, as long distance trade and cultural contact is well documented at this time (cf. Asian ivory artifacts recovered from Los Millares [Schuhmacher et al., 2009]), and recent research has identified migrant individuals in some Late Prehistoric burials in the Iberian Peninsula using 87 Sr/86Sr ratios (Díaz-del-Río et al., 2017; Díaz-Zorita Bonilla et al., 2009; Waterman et al. 2014). Concerning the δ18O values, for the city of Almería, a weighted mean of -5.5‰ for δ18O values in meteoric precipitation collected from 2000-2006 was reported by the Spanish Monitoring Network of Isotopes in Precipitation (REVIP) Díaz-Teijeiro et al. (2009). The range of δ18O values for the Los Millares humans was

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Fig. 4. Scatter plot comparing δ13Cco and δ13Cap values for humans by tomb. Large circles = adults, medium circles = adolescents and small circles = children. Linear dietary model for carbon isotopes proposed by Kellner and Schoeninger (2007).

-6.4 to -2.8‰ (average -4.8 ± 1.2‰) (Fig. 3). Differences between the modern and ancient data could relate to several factors including: isotope fractionation from water source to consumer, variability in water source, and/or climatic fluctuations over time. One individual, 55.1, exhibits strong enrichment in both δ13Cap and δ18O values. Since oxygen isotopes reflect water intake and are dependent on local environmental conditions, these divergences may indicate that this individual was a recent immigrant into the region. The δ18O enrichment in some individuals may also relate to the consumption of animal milk. As with the consumption of breast milk, consumption of animal milk may also result in higher δ18O values (Lai 2008). The gene mutation for lactose persistence had spread throughout populations in Europe by this time (Gerbault et al. 2011) and faunal evidence suggests that secondary products, like milk, would have been an important part of the human diet at Lost Millares. However, more data on current environmental and prehistoric values in humans and animals are needed in this region to clarify these findings. Because of the process of isotope fractionation in food webs, enrichments of δ15N, δ13Cap and δ18O, when found in tandem, likely relate to the consumption of higher trophic-level animals, which may include suckling young, omnivores, or marine animals. However, in the case of the sampled Los Millares individuals, the relationships of these values are less strongly patterned, suggesting more variability in the consumption of animal proteins and in plant-based

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carbohydrates and fats. This dietary variability fits well with the archaeological record which suggests a variety of domesticated plants and animals made up the regional subsistence base (McClure, et al., 2006; Navas et al., 2008). Based on the data presented in this study, in general, no clear dietary patterns are distinguishable by tomb. However, the small sample size constrains the scope of such comparisons, and, as dating on human remains from other contemporaneous tombs in Spain and Portugal has demonstrated that tombs were reused from long periods of time, the dietary differences may reflect temporal changes as well as dietary heterogeneity within the population (Aranda and Lozano, 2014, 2017; Díaz-Zorita et al, 2016; Waterman et al. 2016a). Subsequent research involving isotopic analysis of domesticated animal remains from Los Millares is being considered to further investigate these matters.

these results. Further investigations which include isotopic data from domesticated and wild animal remains recovered from Los Millares will help clarify these results and add to our knowledge of subsistence patterns in Late Prehistoric southeastern Spain.

ACKNOWLEDGMENTS Funds for this work were provided by the T. Anne Cleary Dissertation Fellowship. The authors would like to thank Carmen Cacho Quesada of the Museo Arqueológico Nacional in Madrid for generously allowing the authors to sample from the Los Millares collection. We also would like to thank Pedro Díaz del Rio and Katina Lillios for input and support.

BIBLIOGRAPHY 6. CONCLUSION In order to examine dietary patterns, stable isotope values in bone collagen and apatite from 12 individuals buried at Los Millares were examined and compared with data from other contemporaneous burial populations in Spain and Portugal. Results from this study point to a diet mainly composed of terrestrial proteins with little if any marine input, despite the proximity of the site to the sea. The larger than expected standard deviations suggest dietary heterogeneity within this population with variations in both protein sources and plant intake. Dietary energy (carbohydrate) sources, as reflected in the δ13Cap values, are more diverse, with some of the sampled individuals exhibiting enriched δ13Cap values which suggest that a portion of their dietary energy may have come from C4 or CAM plants. Alternately, these data may reflect anthropogenic environmental changes and/or climatic fluctuations. The diets of the people from Los Millares that were studied appear to be similar to those who are found at other Late Prehistoric sites in the Iberian Peninsula. This likely reflects a regional pattern of mixed agricultural production, supplemented with limited wild and aquatic resources. The obtained δ18O values exhibited a broader range, suggesting some variability in water source or perhaps milk consumption. The more strongly divergent δ18O values for individual 55.1 may indicate that this individual was a migrant into the region. The findings of this study are based upon a small sample size and more data are needed to clarify

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Anthropomorphic figurine from MarroquĂ­es Bajos (JaĂŠn). Photo: Miguel A. Blanco de la Rubia.


DOSSIER

BIOARCHAEOLOGICAL APPROACHES TO SOCIAL ORGANIZATION AT MARROQUÍES (JAÉN, SPAIN) Jess L. Beck1

Abstract: Within Iberia increasing attention has been paid to the unprecedented emergence of large-scale villages, or “macro-villages”, during the third millennium cal BC. Bioarchaeology has the potential to make significant contributions to our understanding of macro-village organization through a reconstruction of both demography and mortuary treatment. The 113-ha site of Marroquíes in Jaén, Spain, represents one of the largest villages known for the Copper Age. Here, results of the bioarchaeological analyses of three previously unstudied necropolises are presented, representing a minimum number of individuals (MNI) of 280. This sample includes 201 adults and 79 subadults; assessments of sex were possible for 105/201 (52%) adults, producing a count of 46 females or probable females, 28 individuals of indeterminate sex, and 31 males or probable males. Chi-square tests and Fisher’s exact tests showed no significant differences in age or sex between the three mortuary populations. Instead, mortuary practices were communal, and individuals of both sexes and almost all ages were interred in primary, secondary, or commingled burials. Limited evidence of age-based or sexbased mortuary differentiation, in tandem with the synchronic maintenance of multiple necropolises, suggests that mortuary decisions were focused on the identities of the social groups responsible for burying the dead.

Keywords: Bioarchaeology, Dental Anthropology, Mortuary Archaeology, Iberia, Copper Age.

APROXIMACIÓN BIOARQUEOLÓGICA A LA ORGANIZACIÓN SOCIAL DE MARROQUÍES (JAÉN, ESPAÑA) Resumen: En la península Ibérica ha habido una creciente atención hacia aldeas de gran escala o "macro-aldeas" durante el tercer milenio AC. La bioarqueología tiene el potencial de contribuir de manera significativa a la comprensión de su organización a través de la reconstrucción de la demografía y el estudio de sus prácticas funerarias. Marroquíes, un sitio con una extensión de 113 ha, representa uno de los yacimientos arqueológicos más grandes conocidos de la Edad del Cobre. En este estudio se presentan los resultados del análisis bioarqueológico de tres necrópolis con un NMI (número mínimo de individuos) de 280. Esta muestra incluye 201 adultos y 79 subadultos de los que 46 han sido identificados como individuos femeninos o probablemente femeninos, 28 individuos de sexo indeterminado y 31 masculinos o probablemente masculinos. Las pruebas de chi-cuadrado y el test de Fisher no muestran diferencias significativas en la edad o el sexo entre los tres grupos. El ritual funerario fue comunal con individuos de ambos sexos y casi todas las edades enterrados en posiciones primarias, secundarias o mezclados. La limitada evidencia de diferenciación funeraria basada en la edad o el sexo, junto con el mantenimiento sincrónico de múltiples necrópolis, sugiere que las decisiones funerarias se centraron en las identidades de los grupos sociales responsables de enterrar a los muertos.

Palabras Clave: Bioarqueología, Antropología Dental, Arqueología Funeraria, Iberia, Edad del Cobre.

1 Center for Comparative Archaeology, Department of Anthropology, 3302 Posvar Hall, University of Pittsburgh, Pittsburgh, PA 15260. [jb2190@cam.ac.uk]

Recibido: 18/06/2017. Aceptado: 17/10/2017

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1. INTRODUCTION: SOCIAL ORGANIZATION IN COPPER AGE IBERIA (CA. 3200-2250 CAL BC) In southern Iberia, sites of either an unprecedented spatial scale (e.g. Valencina de la Concepción, Marroquíes), or significant investments of communal labor in fortifications and infrastructure (e.g. Los Millares, Perdigões, Vila Nova de São Pedro, Zambujal) began to appear at the end of the 4th millennium BC. An increasing amount of attention is now being paid to such sites (see García Sanjuán et al., 2013a; Díaz-del-Río, 2013; Valera et al., 2014), and much of this analytical effort has been focused on reconstructing settlement patterns and exchange networks (Nocete Calvo et al. 2005; García Sanjuán et al. 2013b). Importantly, bioarchaeological analyses can also make key contributions through assessing the degree of inequality apparent in diet, nutritional stress, disease, and mortuary treatment between individuals and between communities. At Valencina de la Concepción, bioarchaeological research has revealed dietary differentiation between mortuary areas and a high proportion of non-local individuals within the sampled mortuary population (Costa Caramé et al., 2010; Díaz-Zorita Bonilla, 2017). Archaeological analyses of material culture at Valencina de la Concepción and Los Millares have likewise revealed that certain tombs are characterized by a higher quantity and quality of grave goods than others, providing evidence of wealth differentiation at these settlements (Chapman 1981; García Sanjuán et al., 2013b). Determining whether evidence for increasing social differentiation characterizes all mega-sites is an important step in evaluating the degree of inequality in Copper Age Iberian societies. One impediment to bioarchaeological research on human remains from large-scale villages has been the sheer volume of salvage excavated material, combined with the fragmentary and commingled nature of Copper Age inhumations. However, new approaches dedicated to maximizing the information recovered from commingled and fragmentary remains are becoming increasingly popular within bioarchaeology (e.g. Knüsel and Outram, 2004; Osterholtz et al., 2014; Osterholtz, 2016). This study uses standard

bioarchaeological techniques and fragmentationzonation approaches to assess the age and sex of interred individuals, as well as newly developed approaches to dental completion signatures in order to evaluate mortuary treatment at the Chalcolithic site of Marroquíes (Jaén, Spain). The development of these kinds of new methods for analyzing fragmentary and commingled datasets has the potential to greatly expand our understanding of social organization in the Iberian Copper Age.

2. MARROQUÍES1 The city of Jaén (Spain) has a multicomponent archaeological record, beginning with the Neolithic period and moving through Iberian, Roman, Medieval, Modern Era, and contemporary occupations (Hornos Mata et al., 1998; Sánchez et al., 2005). As a result of the northward expansion of the city in the 1990s, hundreds of salvage excavations have also revealed evidence of a massive Copper Age site (Zafra de la Torre et al., 1999, 2003) (Fig. 1). At 113 ha, Marroquíes is one of the largest settlements known for the Iberian Copper Age. It is matched in size or importance only by the Chalcolithic holotype of Los Millares in Almería (containing 5 ha of fortified habitation and 13 ha of tombs), and the expansive megasite of Valencina de la Concepción in Seville (400 ha of settlement complex total) (Chapman, 2008; Díaz-del-Río, 2011; García Sanjuán et al., 2013a). Tentative reconstructions suggest that Marroquíes has at least six circular ditches that vary between 1.5 and 5 m in depth, and between 4 and 22 m in width (Zafra de la Torre et al. 1999). The series of inter-ditch spaces are interpreted as being organized concentrically and expanding outwards from the center of the settlement, a typical layout for Iberian Chalcolithic enclosure sites (see Díaz-del-Río, 2004b: Fig. 5) (Fig. 2). In some sections, ditches were reinforced with supplementary defensive architecture, including adobe or stone walls, palisades, and bastions. The third ditch was supported by a 375-m long wooden palisade with bastions, and the fifth ditch was partially surrounded by a bastioned adobe wall that was 3 m in height and 2 km in length (Zafra de la Torre et al., 1999). Archaeologists have argued that the ditches represent a system of water

1 In the literature this site is customarily referred to as “Marroquíes Bajos,” while Necropolis 4 is referred to as “Marroquíes Altos.” Here, to simplify terminology, I use “Marroquíes” to refer to the larger site, and “Necropolis 4” to refer to “Marroquíes Altos.”

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Fig. 1. Location of Marroquíes and major cities in Spain. Original figure from Beck 2016b.

Fig. 2. Location of mortuary areas at Marroquíes (schematic map from Narciso Zafra de la Torre, personal communication). Base cartography: CartoCiudad and Modelo Digital del Terreno MDT05 provided by © Instituto Geográfico Nacional. Courtesy of Antonio Uriarte, Instituto de Historia, CSIC. Figure courtesy of Pedro Díaz-del-Río.

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capture and distribution for agricultural irrigation and water supply (Hornos Mata et al., 1998; Zafra de la Torre et al., 2003), both an irrigation canal and a defensive structure2, or a primarily defensive structure related to the rise of social conflict in the region (Sánchez et al., 2005; Cámara Serrano et al., 2012b; Cámara Serrano and Molina González, 2016). However, as recent research by Aranda Jiménez et al. (2016) has shown, the chronology of the ditch system and settlement is so complex that interpretations of the nature and function of the site will doubtless continue to evolve in tandem with finer-grained analyses of specific structures and areas. Regardless of the function of the ditches at Marroquíes, the available archaeological evidence suggests that the enclosure system was maintained, re-excavated, and modified over time (Sánchez et al., 2005; Aranda Jiménez et al., 2016). Certain elements of its construction, such as the adobe wall, bastions, and access points, were likely defensive in nature. However, modifications to the ditches themselves, such as the deliberate increase in the slope of Ditch 4 (Hornos Mata et al., 1998) and the deviation in the trajectory of Ditch 5 to reach the Magdalena stream (Pérez Martínez, 2005), would have increased water capture efficiency. Sedimentary evidence, specifically the thick levels of silt and lacustrine sediments concentrated along some of the ditch bottoms, likewise attests to the prehistoric flow of water through the ditches (Pérez Martínez, 2005; Sánchez et al., 2005). In addition to its postulated functions of irrigation and defense, Zafra de la Torre et al. (1999) have argued that the enclosure system may have divided the occupational area of the site from outlying storage and fields. Site reports attest to the scarcity of ceramics, chipped stone, ground stone, and architectural features outside of the fifth ditch, suggesting that this area was most likely used as agricultural land (Pérez Martínez, 2005). Within the interior of the enclosure system there appears to be a gradual change in the organization of domestic architecture over time, with a transition from functionally differentiated dwellings grouped around central plazas after 2450 cal BC to multiple domestic

complexes bordered by stone walls after 2200 cal BC (Zafra de la Torre et al., 1999; Díaz-del-Río, 2004a; Cámara Serrano et al., 2012a, 2012b). Importantly however, as Cámara Serrano and Molina González (2016) have indicated, this process is not unilineal, and there is variability across different areas of the site. Overall, this architectural trend likely reflects changes in the social organization of the village. During the early phases at the site when the ditch and wall enclosure system was constructed, there is less variability in the size and contents of dwellings and features. When variability does occur, larger roundhouses are clustered with smaller structures, suggesting functional links rather than social differentiation. Sometime after the enclosure system was constructed, the site became marked by a pattern of increasing architectural differentiation. The rise of walled extended domestic complexes occurs after the conclusion of communal labor investment in the enclosure system. This architectural shift suggests the institutionalization of family households, and may reflect the increasing power of lineage groups relative to individual leaders. The growing tension between the leader(s) who initially organized the investment of communal labor in the ditch and wall system and the lineage groups themselves may have led to the steep drop-off in activity at the site and subsequent dispersal of the Marroquíes population at the turn of the 2nd millennium BC (Díaz-del-Río, 2004a).

3. THE MORTUARY AREAS Seven areas of mortuary activity containing more than 450 individuals have been identified at Marroquíes (Sánchez et al., 2005; Cámara Serrano et al., 2012a; Beck, 2016a)3. While these areas also include evidence of other non-mortuary structures and/or activities, they represent marked concentrations of funerary activity within the archaeological backdrop of the site. These funerary locales have been divided into two main categories. A necropolis is an area of organized mortuary activity with clearly defined mortuary structures, while a fosa común, or “mass burial,” is an area where multiple commingled individuals are interred in a pit or ditch (Narciso Zafra de la Torre,

2 PÉREZ MARTÍNEZ, M. (2005): Memoria Final de la Intervención Arqueológica Preventiva en Bulevar II Fase. Sector SUNP 1, Excmo. Ayuntamiento de Jaén, Jaén. 3 CRESPO KAYSER, A., ALHAMBRA GALLOWAY, C., ESPINAR KAYSER, C., PÉREZ VALLEJO, T., LISALDE MARTÍNEZ, R. and GORBEA PÉREZ, M. (2009): Memoria Final de la Intervención Arqueológica Preventiva en el Solar Situado en la Parcela D-PAD (Antiguo T3) del SUNP 1. Zona Arqueológica de Marroquíes Bajos (Jaén), (Expediente 173/07).

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personal communication). With the exception of Necrópolis 4 (also known as “Marroquíes Altos”), which is found to the southwest of the settlement on the upward slope of Jaén, all of these mortuary areas are located in between Ditch 4 and Ditch 5 (Fig. 2)”. The human skeletal remains from Necrópolis 1, Necrópolis 2, and Necrópolis 4 have never previously been investigated, and were recently subject to full bioarchaeological study (Beck, 2016a, 2016b). This paper presents the results of analyses of minimum number of individuals (MNI), age, sex, and mortuary treatment at these three mortuary areas, and explores the implications of these results for the reconstruction of social organization at this site.

3.1. PREVIOUSLY STUDIED MORTUARY AREAS

Fosa Común 1 (F1) and Necrópolis 3 (N3) have been analyzed and published previously. F1 was a pit dug into the fifth ditch with an estimated MNI of 5. Two well-preserved long bones from this mortuary area were radiocarbon dated to the mid- and late-third millennium BC (Sánchez et al., 2005). N3 was much larger, with an estimated MNI of 173 individuals from eight different mortuary structures. Here, radiocarbon dates suggest four broad periods of use, stretching from the mid-third to early-second millennium BC (Cámara Serrano et al., 2012a; 2012b). Mortuary structures at N3 contained a mixture of human and animal burials, and show episodes of reuse or construction activity, including the construction of walls around some of the structures. Finally, Fosa Común 2 (F2) is a burial of multiple individuals interred in a pit. F2 has never been subject to bioarchaeological analysis, but archaeologists estimated an MNI of 11 based on skull counts during excavation (Crespo Kayser et al., 2009).

3.2. NEWLY STUDIED MORTUARY AREAS

Necrópolis 1 (N1) was excavated in 1998-1999, and the typology of associated artifacts suggested an area of Copper Age funerary activity4. Here, 28 kg of human remains were recovered from seven mortuary structures, arranged in a circular fashion

around the central burial of a single individual in Structure 22 (Fig. 3). The structures can be divided into two categories: Type 1 tombs comprise a series of bell-shaped pits clustered in a circular arrangement around a central tomb, with multiple individuals interred in each structure. Dug into the marl, these structures are 6 m in diameter and range from 1.5-2 m in depth. Type 2 tombs are small pits dug into bedrock that are 0.5 m in depth and 2-3 m in diameter. Both types of tombs have limited grave goods, with the exception of large ceramic sherds and burials of whole animals. All Type 1 tombs witnessed re-use and domestic or utilitarian activity during the Late Copper Age or Early Bronze Age, and some structures are also overlapped by tombs from the later Emiral Necropolis (8th-9th C. AD). AMS radiocarbon dates taken from human collagen suggest that these structures were in use during the early- to mid-third millennium (Beck 2016a).

Necrópolis 2 (N2) was discovered in 2006, and comprises seven mortuary structures containing human remains which are distributed in a linear fashion along the internal edge of Ditch 5 (Fig. 4). A single cranium was also recovered from within the ditch itself, from an archaeological unit named “Unit 47” (Pérez Martínez, 2005). In total, 15 kg of human remains were from five mortuary structures were available for bioarchaeological analysis. Archaeologists described three types of mortuary structure at this necropolis. The first is a series of shallow graves of 30-40 cm in depth that are oval or irregular in shape, with variable dimensions of 0.9-1.6 m in length and 1-2.7 m in width. The second type of mortuary structure contains burials interred directly on the clay substrate; these are only 10 cm in depth, but have larger surface dimensions, ranging from 3-5 m in length and 2-5 m in width. Finally, the third type of structure is approximately 1.7 m in diameter, and comprises a circular, stone-covered grave containing burials interred directly on the clay substrate. An additional two empty structures (Structure 48 and Structure 49) were documented in close proximity to the other mortuary spaces. Due to their formal similarities with the structures described above, archaeologists posited that these also had likely funerary functions.

4 SERRANO PEÑA, J., CANO CARILLO, J., JIMENEZ MORILLAS, Y. and ALCALA LIRIO, F. (2000): Urbanizacion SUNP-1 (1a Fase) de Jaén. Intervención Arqueológica de Urgencia Informe de los Tramos Afectatdos en: Distribuidor Sur, Calle A y Calle 1, EPSA, Jaén.

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Fig. 3. Necropolis 1. Map of all mortuary structures and detail of central burial structure CE22, modified from site map by José Luis Serrano Peña. Figure courtesy of Pedro Díaz-del-Río.

Fig. 4. Necropolis 2. Location of structures relative to Ditch 5, with close-up of CE 45, modified from site maps by Maria del Carmen Pérez Martínez. Figure courtesy of Pedro Díaz-del-Río.

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Excavation photographs and hand-drawn site maps reveal that remains from all mortuary structures are disarticulated and show no evidence of deliberate organization. N2 grave goods included possible bone hairpins, one sword blade with rivets from Structure 44, and large and often well-preserved ceramics from multiple structures (Pérez Martínez, 2005). Here, AMS radiocarbon dates taken from human mandibles show two distinct periods of use: a phase of Late Copper Age mortuary activity during the midthird millennium BC, followed by an Early Bronze Age phase during the late-third and early-second millennium BC (Beck, 2016a).

cave fill contained a large number of human remains. Grave goods from the Cave of the Child comprised bronze weapons (including an axe and dagger), loose pieces of bronze, ceramics, and stone tools. This necropolis was most recently excavated in 2001 due to further construction at the site5. During the latest campaign, archaeologists uncovered the prehistoric entryways and antechambers for the “Cave of the Column” (which they renamed Tomb I) and the “Cave of the Child” (which they renamed Tomb II), mapping, excavating and recovering an important component of the site left undisturbed by Espantaleón Jubes in the 1950s and 1960s (Fig. 5). The

Necrópolis 4 (N4) was discovered in 1957, when local construction revealed traces of prehistoric mortuary activity and members of the Institute of Jaén Studies visited the site to survey the available archaeological material (Espantaleón Jubes, 1957). After examining a sample of the grave goods interred within the cave, they categorized the mortuary area as “Eneolithic” and likely Bronze Age in date. Ricardo Espantaleón Jubes, the archaeologist tasked with the first excavations at the site, initially identified two mortuary caves (Espantaleón Jubes, 1957), though at least two more (“Cueva III” and “Cueva IV”) were discovered nearby in subsequent years, likely forming part of a more expansive cave complex (Lucas de Pellicer, 1968). At N4, Espantaleón Jubes described the first “Cave of the Column” as incorporating a large standing column surrounded by a semi-circular space. The space was reported to contain a 'radiating' distribution of human burials, in which flexed skeletons were arranged with their heads aimed at the walls. Many of the skulls were found in proximity to crude pots and spherical bowls that appeared to have been intentionally broken, and the crania were overlain with and crushed by stones of uniform size. The second “Cave of the Child” consisted of an antechamber which led down into a rectangular door covered with two ‘well-crafted’ slabs of stone that opened into a second, larger chamber. Two niches, housing an adult and a non-adult skeleton, were carved into the walls of the second chamber. An additional niche, containing the remains of two non-adults, was excavated into the wall of the antechamber. In addition to the niche interments, the

Fig. 5. Necropolis 4. Location of excavation units shown relative to Tombs I, II, and III. Map modified from original courtesy of Ana Manzano Castillo and José Luís Martínez Ocaña.

5 MANZANO CASTILLO, A. and MARTÍNEZ OCAÑA, J. (2001): Informe de la Intervención Arqueológica en C/ Cristo Rey N˚5, de Jaén en Cuevas Artificiales de Marroquíes Altos, Expediente 56/05, Guiomar H.C.M, Jaén.

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excavators also discovered a third previously unknown and undisturbed tomb, which they named Tomb III6, the only intact artificial cave at N4 to be excavated following contemporary archaeological standards. The three mortuary caves were oriented NE-SW and shared a similar plan, with a vertical access shaft, antechamber, and chamber. Fragmented and commingled human remains, sometimes mixed with fragmented artifacts, completely filled all three caves. 331 kg of human remains were recovered from the three mortuary caves (272 kg from Tomb I and Tomb II, and 59 kg from Tomb III). AMS radiocarbon dates on human bone recovered from Tomb I and Tomb III suggest that both caves were in use during the early to mid-third millennium BC, contemporary to the construction and use of the two most interior ditches at Marroquíes.

4. METHODS 4.1. ESTIMATING THE MINIMUM NUMBER OF INDIVIDUALS (MNI) MNI was estimated separately for each mortuary area due to differences in the preservation of human remains between mortuary areas, as well as differences in the archaeological collection and storage of skeletal material. N1 was the sole mortuary area for which skeletal remains were excavated and stored as discrete individuals. Inhumations in this necropolis were documented by excavators with a set of detailed handdrawn maps, which were used to guide subsequent bioarchaeological analysis. After completing analysis of the discretely bagged individuals, all of the available material from N1 was inventoried for all Copper Age structures identified in the site report. These materials were examined and screened for additional human remains. This inventory, combined with the overlapping elements that were occasionally recovered from the individual burials, produced an additional 149 human bones and 51 permanent teeth that could not be associated with distinct individuals. MNI analysis took into account the structural and stratigraphic provenience of these additional elements

and compared them to the level of completion of the individuals documented on site maps. In some cases, such as instances in which element size and age could be assessed, these additional bones could be associated with identified individuals. At N2, MNI estimates were made by structure, because bones from each structure were stored collectively. The element with the highest minimum number of elements (MNE) count was used to estimate the structure MNI. Because the volume of skeletal material was low for N2, it was possible to carefully compare refit humeri or complete molars from both sides to estimate MNI. As a result, the use of mirroring and pair-matching, guided by principles of anatomical symmetry, was used to construct the adult MNI estimate for each structure. A cautious approach was taken towards potential matches so as not to artificially inflate structure estimates – if there was modest chance that elements or teeth could be paired, they were treated as paired for purposes of MNI estimation. This pair-matching strategy thus likely underestimates, rather than overestimates, the number of individuals buried in this mortuary area. The non-adult MNI for N2 was estimated by examining all non-adult bones and estimating their age based on epiphyseal fusion and/or overall size (Baker et al., 2005; Scheuer and Black, 2004). The number and age of non-adults were then compared to the elements that produced the structure MNE, to evaluate whether or not any of these elements could have come from non-adults. Due to the high volume of human remains at N4, all of the materials were screened for any human dentition, loose teeth, or identifiable alveolar bone, and a complete dental analysis was conducted in order to estimate MNI. Two of the mortuary caves – Tomb I and Tomb II – were first partially excavated in the 1950s, and thus represent partially disturbed archaeological contexts. However, because the lower layers of cave fill were preserved intact, the 2001 campaign still represented an opportunity to examine the original organization of the site using rigorous contemporary methods of excavation and documentation. Additionally, a newly discovered third cave – Tomb III – was first excavated in 2001, and was the sole cave excavated in situ at that time.

6 Note that “Tomb III” is a different artificial cave than the “Cueva III” mentioned by Espantaleón Jubes (1960). Cueva III is located approximately 20 m N/NW from the complex which includes the Cave of the Column, the Cave of the Child, and Tomb III.

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The records of the 2001 excavation note that the upper layers of Units 1, 2, and 4 represent disturbed backfill consisting of fragmentary human bones and sediment from the excavations in the 1950s and 1960s (Fig. 4). This means that teeth recovered from these units could be from either Tomb I or Tomb II, as the excavations in the 1950s did not record the provenience of backfill sediment. It is thus impossible to determine where any recovered loose teeth were originally buried within these two tombs. As a result of the partially disturbed archaeological contexts of the teeth excavated from Units 1, 2, and 4 of Tomb I and II (referred to as Area 1) all teeth from these contexts were combined and analyzed to produce a single dental MNI estimate. Because Unit 3 from Tomb III (referred to as Area 2) was excavated in situ, a separate dental MNI estimate was produced for this area. Non-adult dental MNI counts for both Area 1 and Area 2 at N4 were estimated by dividing non-adult teeth into age categories using the level of crown and root development for loose teeth, and dental eruption sequences for articulated teeth. The remaining loose developing permanent teeth, developing deciduous teeth, and deciduous teeth were divided into developmental stages using the Atlas of Tooth Development and Eruption (AlQahtani, 2009; AlQahtani et al., 2010), and a dental minimum number of elements (MNE) was estimated for each age category. The dental MNE was used to estimate the MNI for that same age category. Adult dental MNI was estimated with reference to the most commonly recovered apex complete permanent tooth. The combined adult and non-adult MNIs from Area 1 and Area 2 were then used to estimate an overall MNI for N4. For all mortuary areas, dental notation follows the format “side-arcade-tooth category,” as is customary in anthropological and paleoanthropological studies in the United States. For example, LuI2 refers to the “Left Upper Incisor 2”; deciduous dentition are expressed in lower case7.

4.2. ASSESSING AGE AND SEX Due to the fragmentary nature of the Marroquíes human remains, a range of techniques were used to estimate individual age-at-death. When skeletal completion allowed, non-adult age was evaluated using dental eruption, dental development, epiphyseal fusion, and element size (Scheuer and Black, 2004; AlQahtani et al., 2010). Non-adult individuals were defined as being <18 years of age, while adults were defined as being ≥18 years of age, based on the assumption that individuals in this age range would have been considered social adults in a prehistoric society. Adult age was assessed using dental wear (Gilmore and Grote, 2012), so as to produce comparable estimates for all three mortuary areas. Categorical age ranges originally developed by Vallois (1960) are most commonly used in research on Spanish skeletal collections, including previous research on N3 by Cámara Serrano et al. (2012a, 2012b). In the Marroquíes sample, these categories were defined using midpoint age estimates: pre-term infant (prenatal), child (birth–6.9 years), juvenile (7-12.9 years), adolescent (13-17.9 years), young adult (21-40 years), middle adult (41-60 years) and old adult (61+ years)8. When individuals were so poorly preserved that it was not possible to rigorously estimate age, element size was used to place individuals in the adult or non-adult category. A chi-square test was used to evaluate whether there were significant differences in the proportion of adults and subadults between N1, N2, and N4. All statistical analyses were performed in the statistical package R (https://www.r-project.org/). Assessments of sex for N1 and N2 used standard nonmetric scoring techniques any preserved portions of the pelvis and skull (Buikstra and Ubelaker, 1994); the majority of human remains from these two mortuary areas were too fragmentary to employ discriminant function techniques or metric approaches. At N1, it was possible to evaluate the sex of 18/31 (58%) adult individuals, while at N2, human skeletal remains were

7 Full list of abbreviations: Side: L = left; R = right. Arcade: l = lower (mandibular); u = upper (maxillary). Tooth category: I1 = permanent central incisor; I2 = permanent lateral incisor, C = permanent canine; P3 = permanent third premolar; P4 = permanent fourth premolar; M1 = permanent first molar; M2 = permanent second molar; M3 = permanent third molar; i1 = deciduous central incisor; i2 = deciduous lateral incisor; c= deciduous canine; dm1 = deciduous first molar; dm2 = deciduous second molar. 8 Because non-adults were defined as individuals < 18 years of age in this study, a new age category of “very young adult” (18-20.9 years) was added to these categorical ranges. The creation of a new age category allowed for the comparisons of non-adults between N1, N2 and N4, while still being able to collapse the “adolescent” and “very young adult” categories to compare the age distributions from N1, N2, and N4 to those from N3.

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more fragmentary, and sex could only be estimated for 4/25 (16%) adult individuals. At these two mortuary areas, the features most commonly used to assess sex were the Greater Sciatic Notch and non-metric traits of the cranium, particularly the mastoid process (Beck, 2016a). At N4, all fragments of mandibles that could be identified were collected during the dental inventory, and 109 of 360 mandibles or mandibular fragments preserved sufficient portions of the mandibular body or ascending ramus to score non-metric traits. The mental eminence could be scored for 89 mandibles (as outlined in Buikstra and Ubelaker, 1994), while the gonial angle could only be scored for 14 mandibles, therefore the mental eminence was used to provide assessments of sex for this mortuary area. To avoid double-counting mandibles, observations were only counted if Region 7 in Knüsel and Outram’s (2004) fragmentation-zonation scoring guide was present. In total, it was possible to evaluate sex for 84/165 (51%) adult individuals from N4 using the right half of the mental eminence. The disparity in the sample size of adult individuals for which it was possible to assess sex at N1 (N = 18), N2 (N = 4) and N4 (N = 84) led to the use of a Fisher’s exact test to evaluate whether there were significant differences in the counts of each sex between these three necropolises.

4.3. ASSESSING MORTUARY TREATMENT At N1 and N2, mortuary treatment was evaluated by examining levels of skeletal and dental completion relative to MNI. For these two mortuary areas it was as also possible to review site maps and photographs in order to determine whether burials were primary or secondary. In general, primary burials showed higher levels of dental and skeletal completion than secondary burials (Beck, 2016a). Forensic research has also demonstrated that secondary burials preserve fewer teeth, and the pattern of dental preservation produced by secondary burials is particularly distinguished by the absence of the anterior teeth, as the incisors are most susceptible to loss after the decay of the periodontal ligament (Haglund, 1997). After identifying primary and secondary burials from N1 and N2, differences in the patterning

38

of dental preservation were examined for each type of mortuary treatment. This provided a set of comparative dental completion signatures (number of teeth observed / number of teeth expected based on MNI) from primary versus secondary burials. The primary and secondary dental completion signatures were then compared to the dental completion signature from N4, where preservation in dental patterning was the ­only possible means of analyzing mortuary treatment. Non-adult dental completion was not assessed because of the reduced accuracy and high error due to the low rate of archaeological recovery of deciduous and developing deciduous teeth. Additional issues arose when evaluating representativeness for mixed dentition (developing deciduous, deciduous, developing permanent, and permanent) that was partially in articulation, and partially composed of loose teeth. For now, the adult observed and expected tooth counts provide the most straightforward signature of prehistoric mortuary treatment. To compare how many of the expected teeth were present at N1, N2, and N4, an adult dental MNI was estimated for all mortuary areas using all observed adult teeth, factoring in antemortem tooth loss (AMTL) frequency. Dental MNI estimates, rather than skeletal MNI estimates, were used to produce expected counts of adult teeth for N1, N2, and N4 to ensure all data sets were comparable. At N1 and N2, dental MNI was estimated by structure, using the most commonly represented tooth type. At N4, dental MNI was estimated separately for Area 1 and Area 2. The dental MNI values for N1 and N2 fell short of the skeletal MNI estimates for those mortuary areas (Table 1). However, the dental MNI estimate for N4 likely also underestimates the skeletal MNI, and there is currently no means of comparing a dental and skeletal signature for this mortuary area. As a result, the use of the dental MNI at N1 and N2 provides a commensurate signature that can be used to establish the nature of patterning in primary versus secondary burials. After the adult dental MNI estimates were calculated, data on all resorbed sockets for N1, N2, and N4 were combined to produce an expected amount of resorption by individual tooth category. The percentage of teeth which were resorbed for a given tooth category was then subtracted from the expected counts produced using the dental MNI for the mortuary area.

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BIOARCHAEOLOGICAL APPROACHES TO SOCIAL ORGANIZATION AT MARROQUÍES (JAÉN, SPAIN)

Necropolis / Mortuary Treatment

Skeletal MNI

Dental MNI

Dental MNI basis*

Dental MNI / Skeletal MNI

N1 Primary

17

14

RlM3, RuM3, RuC

0.82

N1 Secondary

12

6

RlM3, RuM3, RuC

0.50

N1 Total

31

20

RlM3, RuM3, RuC

0.65

N2

25

19

RuC1, RuI1, LlM2

N4

Not possible

145

RuC1

0.76 Not possible

*Dental notation follows the format “side-arcade-tooth category: R = Right, L = Left, l = lower (mandibular), u = upper (maxillary), M = permanent molar, I = incisor, C = permanent canine, numbers = position in arcade. Table 1. Adult dental and skeletal MNI estimates for N1, N2, and N4.

5. RESULTS

to estimate the non-adult MNI (Beck, 2016a), and produced an estimate of 60 non-adult individuals (42 from Area 1 and 18 from Area 2).

5.1. MNI Site maps of N1 document 46 human burials in six different structures. Ten of these inhumations could not be located in museum collections (four were missing from Structure 26, and five were missing from Structure 27). Over the course of bioarchaeological study, three additional individuals not documented on the site maps were discovered while examining loose human remains. Analysis also revealed that three burials that depicted on the site maps as single inhumations each contained the commingled remains of two people, bringing the total number of individuals analyzed to 42 (31 adults and 11 non-adults) (Table 2). Accordingly, while bioarchaeological data are available for 42/52 individuals, it is important to acknowledge that this analysis represents an 81% sample of the mapped mortuary population for N1. Osteological preservation was so poor for three contexts at N2 (Structure 41, Structure 45, and Unit 47) that the highest MNE estimates were derived from permanent teeth. For the remaining excavation contexts (Structure 39, Structure 43, and Structure 44), adult MNI was calculated with reference to the number of humeri present. In total, N2 contained at least 25 adults and 8 non-adults. A complete dental analysis was conducted for N4, where the most commonly recovered permanent teeth were right upper canines (N = 146). One lightly worn canine was removed because it had the potential to be associated with a non-adult in the 15.5-17.5-year age category, generating an adult MNI of 145 individuals (123 from Area 1 and 22 from Area 2). An age-stratified approach was used

5.2. AGE Overall, the three mortuary areas show similar demographic patterning, with non-adults making up between 24% and 29% of the total MNI (Table 3). A chi-square test showed no significant differences in the proportions of adults and non-adults across N1, N2, and N4 (χ² = 0.45441, df = 2, p-value = 0.7968). No pre-term infants, and very few children under the age of 2.5 years old, were found at any of the mortuary areas. The adult assemblage is dominated by young adults, and middle and old adults are rare. The age categories that show the most variation between all three mortuary areas are juvenile and young adult, with proportionally more juveniles and fewer young adults represented at N2 than the other mortuary areas. However, these discrepancies are more likely related to the disparity in sample sizes between mortuary areas rather than true demographic differences.

5.3. SEX Due to the fragmentary nature of the human skeletal remains at Marroquíes (particularly the poor representation of pubes, crania, and mandibles) most individuals preserved a limited sample of the suite of sexually dimorphic skeletal features. Sex could be assessed for 106/201 (53%) of the combined adult sample from N1, N2, and N4; 31 males or probable males and 47 females or probable females were identified from all mortuary areas (Table 4). Both males and females were interred at all mortuary areas, and slightly

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Age Category

N1

N2

N4

S.13 S.14 S.22 S.27 S.52* S.39 S.41 S.43 S.44 S.45 U.47

A.1

A.2

Adults (midpoint age ≥18 years)

11

11

1

8

1**

3

5

4

7

5

1

123

22

Non-adults (midpoint age <18 years)

5

6

0

0

0

0

1

2

3

2

0

42

18

Structure total

16

17

1

8

0**

3

6

6

10

7

1

165

40

Adult MNI

31

25

145

Non-adult MNI

11

8

60

Necropolis total

42

33

205

*S = Structure, U = Unit, A = Area. **Structure 52 contained only a partial human fibula. The low levels of skeletal completion for this structure led to it being removed from the estimation of MNI for this bioarchaeological analysis. Table 2. MNI estimates by structure or area for N1, N2, and N4.

Age Category Pre-term infant (prenatal)

N1 0

N4

Assessment

N1

N2

N4

Total

0

0

Probable Female/Female

10

2

35

47

N2

Child (birth - 6.9 years)

8

2

29

Indeterminate

1

1

26

28

Juvenile (7 - 12.9 years)

1

4

22

Probable Male/Male

7

1

23

31

Adolescent (13-17.9 years)

2

2

9

Not Possible*

13

21

61

95

Total Assessed

31

25

145

201

Very young adult (18-20.9 years)

2

1

3

Young adult (21-40 years)

15

5

98

Middle adult (41-60 years)

5

0

7

Old adult (61+ years)

1

0

3

34

14

171

Total

*A designation of “Not Possible” means that sexually dimorphic nonmetric traits were either not preserved, or were too poorly preserved, to assess sex for these individuals.. Table 4. Assessments of sex for adults from N1, N2, and N4.

Table 3. Counts of age categories from N1, N2, and N4. These counts are lower than the MNI for each mortuary area as it was not possible to assess the age of every individual represented in the MNI.

more females than males were identified for both N1 and N49, with a F:M ratio of 1:0.7 at N1, 1:0.6 at N4, and 1:0.7 for the combined sample of N1, N2, and N4 (Table 4). Fisher’s exact tests found no significant differences in sex between N1 vs. N2 (p-value = 1), N2 vs. N4 (p-value = 1), and N1 vs. N4 (p-value = 1).

5.4. MORTUARY TREATMENT At N1, skeletal and dental completion analyses supported the initial qualitative categorizations of mortuary treatment that were based on an examination of the site maps (Table 5). The 21 burials (17

adults, 4 non-adults) designated primary with reference to the maps were on average 41% complete10, with an average of 20 ± 10 teeth per individual. The 18 burials (12 adults, 6 non-adults) designated secondary were on average 8% complete, with an average of 7 ± 6 teeth per individual. Two of the primary burials had no teeth present, and six of the secondary burials had no teeth present. Teeth from N1 were well preserved, with 435 teeth associated with adult individuals, and 132 teeth associated with non-adult individuals. Adults preserved 447/902 (50%) of the teeth expected based on the adult MNI of 31, factoring in 9% AMTL. Nonadult individuals preserved 120/280 (43%) of teeth expected based on the non-adult MNI of 911. As with

9 Ten right mental eminences showed scores of “1.” Mandibular gracility can be related to age as well as sex, so these were examined for evidence that could be used to assess age. Unfortunately, only two mandibles with mental eminence scores of 1 were associated with teeth, and the edentulous and fragmentary nature of the sample made age estimation problematic. In the absence of any clear indicators of nonadult status (e.g. small size, or open crypts for permanent teeth) all ten of these gracile mandibles were considered to be adult. 10 The standard deviation for primary burials was 17%, while the standard deviation for secondary burials was 8%. 11 Excluding individuals 14.15 and 14.31.1 – see Beck 2016a.

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Primary

Age Category

Secondary

Count

No. individuals

21

18

Average no. bones

77 ± 32

16 ± 15

Total no. teeth for adults

348

61

Average no. teeth for adults

21 ± 8

5±5

Total no. teeth for non-adults

76

56

Average no. teeth per non-adult individual

19 ± 10

9±7

Percentage Average level of skeletal completion

41%

16%

Minimum level of skeletal completion

10%

1%

Maximum level of skeletal completion

74% Count

30% Percentage

Count

Percentage

Average no. teeth per adult individual

22 ± 8

64%

5±5

16%

No. teeth in articulation for adults

154

44%

10

16%

No. teeth in articulation for non-adults*

21

28%

15

27%

*Teeth that were still in their crypts (e.g. not yet erupted) were not included in this count.to assess the age of every individual represented in the MNI. Table 5.Quantitative differences between primary and secondary burials from N1.

N1

Category

N2

Count

No. individuals

18

33

Average no. bones per individual

16 ± 15

15*

Average no. teeth per individual

7±6

6*

Percentage Average level of completion

8%

No. teeth in articulation

17

Count

8% Percentage 36%

Count 16

Percentage 10%

* For N2, it was not possible to calculate the standard deviation for the number of bones or teeth per individual because burials were commingled. Here, the total number of bones and total number of teeth for the mortuary area was divided by the MNI for the mortuary area Table 6. Quantitative differences between secondary adult burials from N1 and N2.

skeletal completion, primary burials showed higher levels of dental completion than secondary burials. Primary adult burials preserved 348/495 (70%) of their expected teeth, while secondary adult burials preserved only 61/349 (17%) of their expected teeth. Primary adult burials also showed higher levels of teeth articulated in mandibles and maxilla – 154/348 (44%) of the teeth from primary burials were articulated, and only 10/61 (16%) of the teeth from secondary burials were articulated. Similarly, primary non-adult burials from N1 preserved 76/130 (58%) of their expected deciduous, developing permanent and permanent teeth, while secondary non-adult burials preserved only 56/192 (29%). All burials from N2 show relatively low levels of dental and skeletal completion, supporting the

conclusion that this mortuary area contained predominantly secondary burials. At N2, the structure that came closest to achieving its expected levels of skeletal completion (Structure 44, with 16% of expected bones) fell short of the primary burial average of 41% skeletal completion from N1. All other structures at N2 show only 2% levels of skeletal completion. The teeth from N2 also display a secondary pattern, with particularly low levels of incisor representation (Fig. 6). In order to establish whether the N2 dental completion signature fell closer to the N1 primary burial signature or N1 secondary burial signature, expected tooth counts were calculated relative to the adult skeletal MNI for each mortuary area (N1 primary = 17 adults, N1 secondary = 12 adults,

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Fig. 6. Dental completion signatures for primary and secondary burials at N1 and N2, compared with the dental completion signature at N4.*

N2 = 24 adults)12. For every tooth category, N2 observed values fall closer to observed values for N1 secondary burials than to N1 primary burials. On the whole, the N2 signature is comparable to the N1 secondary burial signature (Table 6) with low levels of completion, lower numbers of teeth per burial, and few teeth found in articulation. Adult mortuary treatment at N4 was evaluated by comparing the N4 dental completion signature to the primary and secondary dental completion signatures from N1 and N2. For all broad tooth categories (I1, I2, C, P3, P4, M1, M2, M3), N4 percentage expected values fell either above primary values (I1) or between primary and secondary values (I2-M3) (Fig. 6). The N4 percentage expected values were closer to the N1 percentage expected values for the most mesial teeth in the arcade (I1, I2, C, P3) as well as M1, and closer to the secondary signature for all of the distal teeth in the arcade except M1 (P4, M2, and M3).

Overall, the dental completion signature at N4 falls closer to the N1 primary burial signature, which suggests that the majority of interments at N4 were likely primary burials. However, because the N4 values are intermediate between the primary and secondary signatures, it is likely that a portion of individuals from this mortuary area received secondary burials.

6. DISCUSSION Patterns of representation at N1, N2, and N4 suggest that mortuary practices at Marroquíes were inclusive in regards to aspects of individual identity such as age and sex. Both males and females were interred at all mortuary areas, and slightly more females than males were identified for both N1 and N4, and for the combined sample of N1, N2, and N4. These ratios, showing the identification of slightly more females than males, are part of a larger pattern also observed in the analysis of N3 (Cámara Serrano et al.,

12 The Unit 47 cranium was removed from the skeletal MNI for N2 in this analysis, because a portion of the associated teeth were not yet apex complete.

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2012a). At Tramo 3, they document 49 females and 36 males (1:0.7), at Paseo Estación, three females and four males (1:1.3), and at García Triviño, six females and six males (1:1) (Cámara Serrano et al. 2012a: 57). At Tramo 3, which contains the greatest number of burials at N3 (N = 164), the authors note that an “imbalance in sex” is only recognized in Structure 4 (six adult males and four adult females) and Structure 2 (six adult females, six indeterminate adults). These studies reveal two important results. First, sex imbalances are relatively slight at all mortuary areas, and second, there are no collective inhumations where only one sex is represented (assuming that in areas like Structure 2 from Tramo 3, some of the indeterminate individuals were males).

Fosa común 1 (F1) presents the sole exception to this inclusive pattern. Four of the five individuals deposited in this area were adults, and all were assessed as male based on non-metric characteristics of the mandible (Sánchez et al., 2005). However, F1 is a simple deposition of human remains within Ditch 5, interred in a pit that was dug after the abandonment and destruction of a nearby fortified structure and the in-filling of the ditch itself. The formal differences in the location and organization of this mortuary deposit, the limited number of individuals present in the interment, and the absence of grave goods all suggest that F1 represents a social process distinct from those responsible for the necropolises.

the interior organization of the tomb as a “chaotic” deposition of disarticulated human remains, in which the only deliberate internal organization seemed to be the concentration of crania and long bones against the walls of the chamber. The archaeologists observed only one individual that preserved any degree of anatomical connection: a skull with two articulated cervical vertebrae (Fig. 7). This degree of preservation suggested that this individual was deposited prior to skeletonization. The skull was centrally located within the tomb, and the preserved anatomical articulations may have extended beyond the vertebrae; however, the remains were covered by a portion of the limestone roof that had fallen on top of the rest of the body. This differential treatment and level of articulation led Manzano Castillo and Martínez Ocaña to posit that this may have been the final interment in Tomb I: “we assume, taking into account that we are dealing with a case of collective burials and that it was found in the central place of the chamber, it was likely the last burial conducted in this tomb, that produced associated grave goods comprising a copper knife, ceramic objects, shells (located next to the cranium), flint tools; and the stacking or removal of earlier inhumations to the sides of the room, provided a position of privilege for this last inhumation” (Manzano Castillo and Martínez Ocaña, 2001:21, translation by author).

Though results of bioarchaeological analyses show that mortuary practices included both males and females in relatively equal proportions, there are two indications of mortuary distinctions related to sex. The first is the placement of a young adult male (estimated midpoint age 25 ± 4 years) in Structure 22 at N1. This individual burial contrasts with the surrounding structures, which all contain three or more individuals. While both males and females were interred in these peripheral and communal mortuary structures, CE.22 was the only structure at N1 containing a single individual. Given the spatial organization of the necropolis, the unique individual interment, and the relatively early dates for this burial (see Beck, 2016a), this individual may have acted as some kind of foundational deposit.

Subsequent bioarchaeological analysis revealed that this individual (MN.2.167) was a probable male, with an extremely well-preserved cranium, mandible, and teeth and an estimated midpoint age of 26 ± 4 years. Only limited claims can be made with a sample size of two individuals, but it is interesting to note that adult males appear to have been used for foundational or closing interments at two different necropolises. Cámara Serrano et al. note a similar pattern in their discussion of mortuary treatment at N3, where they interpret the initial disarticulated secondary burials of males as indicative of their status as “facilitating ancestors,” while subsequent and more complete female burials are testament to the importance of matrilineal lineages at the site (2016:165).

The second indication of a mortuary distinction possibly related to sex is found in Tomb I at N4. Manzano Castillo and Martínez Ocaña (2001) describe

A small number of adult individuals from Marroquíes have both assessments of sex and available strontium isotope ratios. However, in the

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Fig. 7. Inferior view of cranium MN. 2.267.01 from N4, showing articulated cervical vertebrae. Anterior = towards top of photo.

strontium sample of 36 adult individuals for which it was possible to assess sex, the three non-local individuals were female (Díaz-Zorita Bonilla et al., under review), a result which agrees with recent studies of on sex and mobility in Copper Age Central Spain (Díaz-del-Río et al., 2017), and contributes to research on mobility related to patrilocality in Spain during this period. Finally, the grave goods at some mortuary areas (for example, the copper knife discovered in close proximity to MN.2.167.01), may have had gendered implications. Future efforts that focus on a full material cultural analysis of the artifacts included in these interments, particularly combining them with provenience and bioarchaeological information, may shed more light on the intersection of gendered identities and material culture at the site. Just as mortuary treatment at Marroquíes was inclusive with regards to sex, funerary practices were also inclusive with regards to age. All mortuary areas include children, juveniles, and adolescents, though pre-term infants are absent, corresponding to a broader pattern within Late Prehistoric Iberia

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(Waterman and Thomas, 2011). N3 has a similar proportional representation of non-adults (32%) (Cámara Serrano et al., 2012a), and one of the five individuals (20%) included in the F2 deposit is likewise non-adult, between 12 to 16 years of age (Sánchez et al., 2005) (Table 7). Adult representation is characterized by a disproportionate number of younger adults of 20-40 years of age, a pattern which also occurs at Valencina de la Concepción (Costa Caramé et al., 2010). However, the higher number of young adults, lower number of middle adults, and the virtual absence of individuals older than sixty years of age at Marroquíes is likely an artifact of the limitations of bioarchaeological methods for estimating age (see Gilmore and Grote, 2012: 187), rather than a true absence of older adults. It is not only the presence of non-adults at Marroquíes that is important, but also their funerary treatment. Bioarchaeological analysis has shown that when non-adults were buried with adults at N1 and N2, they were treated in a similar fashion to adults (Beck, 2016b). At N1, where adults received primary and secondary burial, non-adults also received

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Mortuary Area

Pre-term infant Child (prenatal) (birth-6.9 years)

Juvenile (7-12.9 years)

Adolescent (13-17.9 years)

Total

Percentage of total MNI

N1

0

8

1

2

11

26%

N2

0

2

4

2

8

25%

N3

4

34

18

7

63

36%

N4

0

29

22

9

60

29%

F2

0

0

0

1

1

20%

Table 7. Count of non-adults by age category for all analyzed Marroquíes mortuary areas. Data for N3 taken from Cámara Serrano et al., 2012a. Data for F2 taken from Sánchez et al., 2005.

both forms of mortuary treatment. At N2, where adult skeletal completion is low for all mortuary areas, non-adult skeletal completion is also low for all mortuary areas (Beck, 2016b), suggesting that the majority of individuals interred in this mortuary area received secondary burials. Given that secondary burials represent the conclusion of a multi-stage mortuary program, it appears that nonadults participated in all stages of this program. Finally, preliminary attempts at evaluating dental completion signatures for non-adults show that the N4 sample falls between the signatures for primary and secondary burials from the N1 and N2 sample (Beck, 2016a). However, future research dedicated to developing more rigorous expected tooth counts for non-adults is still necessary. The inclusion of non-adult interments in the artificial caves does, however, suggest that younger individuals had access to most of the forms of mortuary treatment available at Marroquíes While non-adults are thus included in funerary practices, there is still some evidence for age-based distinctions in mortuary treatment. Four of the five mortuary areas show an absence of pre-term infant burials, and relatively young infants with midpoint age estimates under three years are also rare (none at N1, one at N2, and nine at N4). Some very young infants may have been included in communal burials, as demonstrated by the four pre-term infants reported for N3 (Cámara Serrano et al., 2012a). However, in a pre-industrial population with high child mortality, it is likely that these individuals represent only a fraction of the infants that died. The absence of the remains of the youngest members of society from mortuary contexts is a phenomenon frequently documented in both archaeology and ethnography, and has been linked to both the unique social status of infants and the existence of liminal ceremonies designed to

confer "personhood" (Beck, 2016b). Taphonomic studies have also shown that in many forensic and archaeological contexts infant bones deteriorate more rapidly than adult bones (Lewis, 2007), and there are high levels of inter-site variability in the preservation of non-adult skeletal remains (Guy and Baud, 1997; Manifold, 2010). Accordingly, there are a number of possible explanations for the near absence of infants at Marroquíes, including the differential preservation of infant skeletal remains, the existence of social norms that associated achievement of “personhood” with older developmental stages, the need to survive of specific “rites of passage” (van Gennep, 1960) before burial, or infants’ more constrained sphere of social influence (Waterman and Thomas, 2011). A second pattern that suggests possible age-based distinctions in mortuary practice is the absence of single non-adult burials. The few instances of single burials at Marroquíes – the individual central burial from N1, the individual cranium from Unit 47 at N2, and the partially articulated final interment from N4 – were all of adult individuals. At Tomb II at N4, one non-adult individual was accorded a degree of spatial differentiation through their placement on a lateral niche carved into the cave wall. However, in this instance the younger individual was flanked by an adult burial in a parallel niche on the opposite wall (Espantaleón Jubes, 1957) (Fig. 4). These individuals were not recovered as they fell outside the spatial boundaries of the 2001 excavations, so it is impossible to assess their developmental age, the accuracy of the initial reconstruction, or to determine whether these interments also date to the Copper Age. The only exception to the absence of single non-adult burials is the possible infant burial documented during the excavation of N2. Though no neonatal bones were located in the museum

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during bioarchaeological analysis, an infant burial is identified on the map for Structure 44, Planta II as a “concentration of small remains – possible infant burial,” which the site report describes as being placed on a ceramic platter, estimating that the bones were from an individual “0-3 years” of age (Pérez Martínez, 2005). Structure 44 has one radiocarbon date from an adult femur that dates to the Early Bronze Age (Beck, 2016a). As a result, the unique mortuary treatment accorded to this younger individual is likely an instance of later mortuary re-use of the site that reflects different social processes than those at play during the height of the Marroquíes occupation. Individual infant burials, particularly within ceramic vessels, are a characteristic feature of the later Bronze Age within Iberia (Lull Santiago et al., 2005), and so the documentation of an infant at this Early Bronze Age structure from N2 can be connected to a wider shift in regional mortuary practices. Finally, the mortuary treatment of non-adults may be related to the wealth of the social unit responsible for interment. At N1 and N2, non-adult inhumations were concentrated in the structures with the highest numbers of burials. The two structures that house all of the analyzed nonadult burials from N1 also house deliberate animal burials. Though a more detailed analysis of the material culture accompanying the inhumations is ongoing, some of the wealthiest grave goods from N2, like the bronze halberd with rivets and five bone awls, come from Structure 44 and Structure 45, where the majority of the non-adults are interred. Research at other Late Prehistoric sites in the Upper Guadalquivir suggests that this may be a regional pattern. Venta del Rapa, only 20 km away from Marroquíes, is a Late Copper Age village dated to 2350–2000 cal BC. The necropolis at Venta del Rapa contains three mortuary structures in which 61 individuals are buried. Here, non-adults are also interred in the two mortuary structures that house the greatest numbers of burials (Lechuga Chica et al., 2014). These distinctions in the mortuary treatment of nonadults suggest three broad patterns. First, though non-adult bodies were processed in the same way as adult bodies, the locations where they could be interred were constrained. Time and energy were invested in the mortuary treatment of non-adults, but their membership in a lineage or social group

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may have been a more powerful component of their social identity than their individual identity based on their accomplishments and relationship with other members of the settlement. Second, the restriction of non-adults to burials in communal mortuary contexts suggests that children and juveniles could not be buried on their own, potentially for religious, ritual, or social reasons. Finally, the potential correlation between nonadult burial and a higher number of grave goods makes it possible that the wealth of the social unit responsible for burial may have affected access to mortuary treatment. If interment was expensive in terms of time, energy, or significant resources, it is possible that not all social units could afford to bury their youngest members. Almost all mortuary structures from N1, N2, and N4 are characterized by communal interments, whether burials are primary (N1), secondary (N1 and N2) or commingled cave depositions (N4). Despite this communal and inclusive approach in which individuals of both sexes and almost all ages are accorded the full range of mortuary treatment, there are some indications that particular individuals were singled out for differential treatment. For example, one burial from Structure 13 at N1 included a fragmentary upper rib, medial clavicle, and fragment of manual phalanx that all showed signs of burning. Post-mortem manipulation of human remains is also well-documented at N3 (Cámara Serrano et al., 2016), and the presence of empty structures at N1 that are similar in size and scope to the mortuary structures attests to the likely movement of bodies at the site. What is clear is that multiple methods of interment were practiced simultaneously at Marroquíes. At N1, the co-existence of both primary and secondary burial may reveal the simultaneous presence of multiple mortuary treatments, or may be a snapshot of a trajectory from primary to secondary burial, with both ends of the spectrum represented. The intermediate dental completion signature at N4, falling in between the primary and secondary dental completion signatures from other mortuary areas, suggests that both primary and secondary burials were likewise interred in these artificial caves. Finally, the partial chronological overlap of N1, N2, and N4 indicates that multiple spaces were simultaneously in use for the burial of the dead at this site.

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BIOARCHAEOLOGICAL APPROACHES TO SOCIAL ORGANIZATION AT MARROQUÍES (JAÉN, SPAIN)

7. CONCLUSIONS The bioarchaeological data presented in this study provide important new information about demography, mortuary practices, and social organization at one of the largest villages in Iberia during the 3rd millennium BC. The relatively even balance of male and female adults interred within the mortuary areas at Marroquíes suggests that the construction and maintenance of this Copper Age center was not underlain by the development of new distinctions in gendered identities. Likewise, the inclusion of individuals of all ages in the mortuary program, except for very young infants, suggests that conceptualizations of age and personhood did not change significantly from smaller-scale or earlier occupations. Adult and non-adult individuals, as well as males and females, are all represented by primary burials, secondary burials, and burials in the artificial cave system, suggesting that this new kind of large-scale settlement was not characterized by increasingly restrictive or hierarchical approaches to mortuary practices. Indeed, there appears to be little age- or sex-related mortuary segregation at Marroquíes, providing evidence that different kinds of social organization may have underlain the emergence of so-called “mega-villages” in Iberia, with increasing levels of social differentiation at sites like Valencina de la Concepción and Los Millares (Micó Pérez, 1995; Cámara Serrano and Molina González, 2005; Fernández Flores et al., 2016), and the maintenance of relatively inclusive approaches to mortuary treatment and social organization at Marroquíes. Broad similarities in demography and mortuary practices link the necropolises at Marroquíes, suggesting that funerary rituals acted as a common thread tying together the inhabitants of the site. However, the distinct spatial location of each necropolis also underscores the maintenance of mortuary areas specific to particular social units. The inclusive approach to mortuary treatment could represent a valorization of the larger community above the individual, a perspective that may have allowed for the organization of labor necessary to build the enclosure ditches and associated architecture. However, the burial of individuals in different mortuary areas around the settlement highlights the maintenance of spatial distinctions related to the social units responsible for organizing burial at Marroquíes. These distinct mortuary areas were preserved over several generations (Beck,

2016a), suggesting the deliberate and prolonged maintenance of the identities of the social groups responsible for burying the dead – kinship groups, sodalities, lineages, or otherwise. Díaz-del-Río (2004a) has suggested that increasing factionalism between such groups may have led to the radical reorganization of the site in the late 3rd millennium BC. Continuing bioarchaeological research at this macro-village, as well as other villages in Iberia from the 3rd millennium BC, will shed light on why such new forms of social organization emerged, how such settlements were organized, and what life was like for the people who inhabited them.

ACKNOWLEDGEMENTS Thanks to Francisca Hornos Mata (Museo de Jaén), Narciso Zafra de la Torre (Consejeria de Cultura de la Junta de Andalucía, Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte en Jaén), and collaborator Pedro Díaz-del-Río (CSIC) for assisting with data collection, site report access, and analysis. Particular thanks are also due to Pedro for providing many of the figures for this paper. Ana Manzano Castillo and José Luís Martínez Ocaña were generous with their time, assistance, and access to the documentation of N4 (Marroquíes Altos). Thanks are due also to collaborator Marta Díaz-Zorita Bonilla for the invitation to include my research in this volume, and to two anonymous reviewers whose feedback helped to improve this paper. Data collection and analysis were funded by a National Science Foundation Doctoral Dissertation Improvement Grant (BCS-1440017), as well as by the University of Michigan Center for European Studies, Rackham Graduate School, and Museum of Anthropological Archaeology. Supplemental funding was granted by the project “Provincias metalúrgicas Euroasiática y Europea del II milenio a.n.e.: investigación de sus interacciones a partir de métodos científico-naturales (2010RU0086),” derived from the program” Proyectos conjuntos CSIC - Fundación Presidente de Rusia para la Investigación Fundamental,” PI María Isabel Martínez Navarrete. Additional funding was also provided by the project "Dieta y movilidad humana en la Prehistoria de la Península Ibérica (3100-1500 ANE). Los casos de la cuenca media del Tajo y el Alto Guadalquivir (HAR2013-47776-R),” from the Ministerio de Economía y Competitividad, PI Pedro Díaz-del-Río.

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View of the Archaeological Zone of Marroquíes, Jaén. Photo: © Kordas. Wikimedia Commons.


Passage of La Pastora dolmen (Valencina de la Concepciรณn, Sevilla). Photo: Miguel A. Blanco de la Rubia.


DOSSIER

MOBILITY PATTERNS AND PALEODIETARY INSIGHTS INTO HUMANS AND CATTLE AT THE COPPER AGE MEGA-SITE OF VALENCINA (SEVILLE, SPAIN) THROUGH δ18O AND δ13C ISOTOPE ANALYSES Marta Díaz-Zorita Bonilla1, K. J. Knudson2, Javier Escudero Carrillo1, Hervé Bocherens3 4, and Leonardo García Sanjuán5

Abstract: The mega-site of Valencina is currently a major focus of interest for the study of Copper Age Iberia. Remarkable megalithic monuments such as La Pastora, Montelirio or Structure 10.042-10.049 at PP4Montelirio are found alongside hundreds of other features, including pits and large-sized ditches, some of which have yielded evidence of exotic material craftsmanship without parallels in Iberian Late Prehistory which also suggests long-distance contacts. Part of the flourishing experienced by Valencina in the 3rd millennium BC can be explained by its specific geographic location at the mouth of the Guadalquivir river, facing a marine gulf surrounded by lands of high agricultural potential. Other reasons, however, must have accounted for Valencina's growth as a mega-site, including particularly demographic and economic ones. In order to better understand the demographic and subsistence patterns of the communities that lived and/or frequented Valencina, we analysed 29 human and 7 faunal samples for δ18O and δ13C isotope analyses. The sampling strategy followed is based on a combination of bone and dental tissues. In addition an intra-tooth study was also carried out to observe intra-individual seasonal changes. Overall, this evidence contributes to the study of diet and mobility patterns, which can in turn provide insights of the demography and economy of the communities that used this mega-site.

Keywords: Stable isotopes, Copper Age, Mega-site, Mobility patterns, Palaeodiet, Oxygen, Carbon.

PAUTAS DE MOVILIDAD Y ESTRATEGIAS DE SUBSISTENCIA EN HUMANOS Y BÓVIDOS PROCEDENTES DEL MEGA-SITIO DE LA EDAD DEL COBRE DE VALENCINA (SEVILLA, ESPAÑA) A TRAVÉS DE LOS ISÓTOPOS ESTABLES DE δ18O Y δ13C Resumen: El mega-sitio de Valencina es actualmente un referente principal en el estudio de la Edad del Cobre en Iberia. Destacados monumentos megalíticos tales como La Pastora, Montelirio o la Estructura 10.042-10.049 del sector PP4-Montelirio aparecen junto a cientos de otras estructuras, incluyendo hoyos y zanjas de gran tamaño, algunos de los cuales han proporcionado evidencias de artesanía de materias primas exóticas sin paralelos en la Prehistoria Reciente ibérica, evidenciando también contactos de larga distancia. Parte del florecimiento de Valencina en el III milenio ANE puede ser explicado por su ubicación geográfica específica, en la desembocadura del río Guadalquivir y frente a un gran golfo marino rodeado de terrenos de alto potencial agrícola. Otras razones, sin embargo, deben explicar el crecimiento de Valencina como un mega-sitio, especialmente aquellas de carácter demográfico y económico. Para conocer mejor las pautas demográficas y subsistenciales de las comunidades que vivieron y/o frecuentaron Valencina, en este estudio hemos analizado 29 individuos humanos y 7 dientes de fauna según los análisis de isótopos estables de δ18O y δ13C. Se ha seguido una estrategia de muestreo combinada de tejidos óseos y dentales. También hemos seguido una estrategia de análisis intra-individuo basado en múltiples bandas en el diente para poder observar cambios estacionales. En conjunto, estos datos contribuyen al estudio de las pautas de dieta y movilidad, lo cual a su vez proporciona nuevas formas de analizar la demografía y la economía de las comunidades que usaron este mega-sitio.

Palabras clave: Isótopos estables, Edad del Cobre, Mega-sitio, Pautas de Movilidad, Paleodieta, Oxígeno,

Carbono.

1 Institut für Ur-und Frühgeschichte und Archäologie des Mittelalters, Tübingen Universität. [marta.diaz-zorita-bonilla@uni-tuebingen.de; javier.escudero-carrillo@uni-tuebingen.de] 2 Arizona State University. [kelly.knudson@asu.edu] 3 Institut für Geowissenchaften, Tübingen Universität. [herve.bocherens@uni-tuebingen.de] 4 Senckenberg Center for Human Evolution and Palaeoenvironment, Tübingen. 5 University of Seville. [lgarcia@us.es] Recibido: 10/07/2017. Aceptado: 23/11/2017

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MARTA DÍAZ-ZORITA BONILLA ET AL.

1. INTRODUCTION Modern-day Valencina is located 6 km away from the city of Seville in the Lower Guadalquivir river basin. In the 3rd millennium BC, however, Valencina was at the mouth of the river, facing a marine gulf surrounded by lands of high agricultural potential (Fig. 1). The communities that inhabited this region in the 3rd millennium BC enjoyed a very favourable ecological setting (with arable land, pastures, marine resources and abiotic resources located in the nearby Sierra Morena mountains) as well as an advantageous geo-estrategic position, between the Mediterranean sea and the Atlantic ocean, and between Africa and Iberia. A systematic radiocarbon programme carried out recently has provided an entirely new base for the study of the occupation of this site between c. 3200 and 2300 cal BC (García Sanjuán et al., Forthcoming a). The largest 3rd millennium site in Iberia, Valencia hosts some remarkable megalithic monuments such as La Pastora, Montelirio or Structure 10.042-10.049, which are found alongside hundreds of other features, including pits and large-sized ditches. Some of these features have yielded abundant evidence of exotic

material craftsmanship without parallels in Iberian Late Prehistory (Vargas Jiménez et al., 2012; MurilloBarroso and García Sanjuán, 2013; García Sanjuán et al., 2013; Luciáñez Triviño et al., 2014; MurilloBarroso et al., 2015; Morgado Rodríguez et al., 2016; etc.). Key economic resources may have included pig farming under dehesa-type conditions as well as salt production, with exotic materials manufactured into sumptuous artefacts that played a key role in the expression of power (García Sanjuán, 2017). Although major advances have been made in recent years, the study of the specific demographic and economic conditions that led to the flourishing of Valencina in the 3rd millennium BC still presents major gaps. To this end, in this paper we aim to investigate two problems of crucial importance: mobility patterns and subsistence strategies. Thus, the application of stable isotope analysis of oxygen and carbon to tooth enamel, cementum, dentine and bone hydroxyapatite from bone tissues of both human and cattle specimens provides the basis for a better understanding of the social and economic practices that led to the rise of Valencina as a megasite, and also its specific environmental conditions.

Fig. 1. Map with the location of Valencina (Seville, Spain) (Design: Manuel E. Costa Caramé).

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MOBILITY PATTERNS AND PALEODIETARY INSIGHTS INTO HUMANS AND CATTLE AT THE COPPER AGE MEGA-SITE OF VALENCINA THROUGH δ18O AND δ13C ISOTOPE ANALYSES

Bone is composed by two different tissues; the organic part, e.g. collagen, and the inorganic part, e.g. the apatite or hydroxyapatite (DeNiro, 1985). In addition, teeth are made of three type of mineralized tissue composed by an inorganic phase, e.g. the tooth enamel (hydroxyapatite) and the organic phase, e.g. the dentine and the cementum (Hillson, 1997; Driessens and Verbeeck, 1990; Lowenstam and Weiner, 1989). In this research, we used bone hydroxyapatite, tooth enamel hydroxyapatite, dentine and cementum to investigate both diet and mobility patterns. Human samples were subject to two analysis, tooth enamel and maxillae or long bone (bone hydroxyapatite), whilst three different types of tissue were extracted from each animal for analysis: tooth enamel, cementum and dentine. Each of the different tissues holds different information about an individual´s lifetime; while tooth enamel is indicative of childhood stages, bone hydroxyapatite, cementum, and dentine reflect the later stages of adult life (Kohn et al., 1997). A comparison of the four types of tissues allows the investigation of changes throughout the life of an individual. In addition, for those animal teeth (cattle) included in this study, a sampling strategy based on multiple bands was applied (Fig. 2). The purpose of this strategy was to investigate intra-individual changes in δ18Oc and to observe seasonal changes, as previously undertaken in other archaeological contexts (Balasse et al., 2001; Bendrey et al., 2015).

Fig. 2. Sample VCE-3, cattle upper third molar with multiple bands extracted for analysis (Photo: Marta Díaz-Zorita Bonilla).

Stable isotope analysis is widely used nowadays as a remarkably powerful tool to investigate past societies and to answer questions about topics such as subsistence strategies, climate and environmental conditions, and cultural and economic practices. In the past few years, this area of research has been quite prolific, particularly for the investigation of prehistoric contexts in Iberia (Lubell et al., 1994; Arias, 2005;García-Guixé et al., 2006a, 2006b; Roksandic, 2006; Umbelino, 2006; Fano, 2007; García García et al., 2009; Salazar García, 2009, 2010, 2011; Fuller et al., 2010; McClure et al., 2011; Waterman, 2012; Fontanals-Colls et al., 2012; Fontanals-Colls et al., 2015; Díaz-Zorita Bonilla, 2017). Although some research has been carried out during the past few years at Valencina (Fontanals-Coll et al., 2015; Díaz-Zorita Bonilla, 2017), this is the first attempt to investigate mobility patterns and subsistence strategies using a multi-tissue approach through the application of δ18Oc and δ13Cc stable isotopes.

2. SAMPLING STRATEGY Different sectors at the mega-Site of Valencina have been subject to analysis including El Algarrobillo, La Cima, La Gallega and La Alcazaba (Díaz-Zorita Bonilla, 2013, 2017), as well as the PP4-Montelirio sector (Robles Carrasco et al. 2017; García Sanjuán et al., Forthcoming b) (Figure 3). The radiocarbon chronology of these sectors shows that they were not all used at the same time (García Sanjuán et al., Forthcoming a). The human remains included in this study from El Algarrobillo (MNI=19) are coming from two different negative structures, a circular one and a second one consisting of two circular structures connected by a passage (Santana Falcón, 1993). The human remains from La Cima (MNI=2) were found at trench 6 mixed with material culture and large fragments of slate. Two individuals were documented, one of them in anatomical position with flexed lower limbs (Ruiz Moreno, 1991; Alcázar Godoy et al., 1992). At La Gallega (MNI=2) several pit structures were documented and the human remains were found at Pit 10 and 11 along with material culture including copper artefacts and two idols (Martín Espinosa and Ruiz Moreno, 1992). Human remains from La Alcazaba (MNI=9) were found commingled at Structure 18 and 19. Both structures were pits where human remains where mixed with faunal and material culture (Cruz Auñón Briones and Arteaga Matute, 1996). The PP4-

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MARTA DÍAZ-ZORITA BONILLA ET AL.

Fig. 3. Sectors at Valencina selected for analysis (Design: Javier Escudero Carrillo).

Montelirio sector includes several megalithic and non-megalithic structures including a large number of skeletal remains currently under analysis. For this study we have included only one individual from the megalithic Structure 10.042-10.049. This is a megalithic structure consisting of a 13 m corridor and two chambers. This individual was found in anatomical position at the lower depositional level at the second chamber (Structure 10.049) associated by a remarkable grave goods deposit (Díaz-Zorita Bonilla 2017; Robles Carrasco and Díaz-Zorita Bonilla, 2017; Mora Molina et al., 2013; García Sanjuán et al., Forthcoming b). The faunal remains come from two different sectors, the PP4-Montelirio which was analysed in Liesau von Lettow-Vorbeck et al. (2014) and also from Pabellón Cubierto. The remains from the latter sector come from three different negative structures currently under study. More detailed information about this sector can be found in Ortega Gordillo (2013). In total, 29 human samples (all adults of different sex and age categories) from 15 humans (MNI) and 7 faunal samples (all of them young adults) from 5 different

56

individuals (MNI) were analysed (Tables 1 and 2). The criteria to sample the human material were based on the MNI (Díaz-Zorita Bonilla, 2017), preferably using molars. Priority was given to second molars, but depending on the availability of samples other teeth were also used for analysis if needed. For the bone material, maxillae or the skull from the same individual as the molars were always sampled. For humans, bulk enamel was sampled (sampling of a band of enamel from occlusal to the cemento-enamel junction or CEJ) and for the cattle, an intra-tooth sampling strategy was followed in the form of multiple parallel bands of about 1 mm each, extracting the sample from occlusal to CEJ (Fig. 2). Measurements of bands were taken in mm with sliding callipers from the occlusal part to the CEJ and are reported in Table 3. Additionally, there is one animal for which three different teeth were analysed (M1, M2 and M3), potentially allowing us to detect if it moved during its lifetime or experienced any change in diet. Since there are differences among teeth formed in utero and those formed later in life (Table 4), variation amongst them can be used to investigate seasonality (Balasse et al., 2003). Enamel mineralization in cattle teeth has been investigated by several authors (Suga

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MOBILITY PATTERNS AND PALEODIETARY INSIGHTS INTO HUMANS AND CATTLE AT THE COPPER AGE MEGA-SITE OF VALENCINA THROUGH δ18O AND δ13C ISOTOPE ANALYSES

1982; Brown et al., 1960; Hillson 2005). There are two different phases during enamel mineralization (amelogenesis); an initial one, when the matrix is in formation, and a subsequent maturation, when water and proteins are removed and a mature enamel is produced (Hillson 2005: 155). This process starts at the base of the cusps and finishes at the cervix. For cattle specifically, the enamel mineralization first starts in Molar 1 before birth and finishes 2-3 months

Sector

Individual Bone/Tooth

Sex

Age

after birth, whilst teeth eruption occurs between the 5th and 6th months of life. Molar 2 starts mineralization 1 month after birth and the process finishes around the 13th month. The eruption of M2 is between the 15th and the 18th month. The enamel mineralization in M3 starts around 9-10 months and lasts until the 24th month, whilst eruption does not take place until the 30th month, according to Silver (1969) and Hillson (2005: 232) (Table 4).

δ18OVPDB (‰)

VSMOW (‰)

δ18OP (‰)

δ18Odw (‰)

δ13C (‰)

La Cima

C-1

URM2

F

18-25

-3.14

27.63

18.57

-5.12

-12.72

La Cima

C-1

R Tibia

F

18-25

-5.14

25.56

16.55

-8.24

-11.97

La Gallega

GAL-1

URI1

F

>45

-4.30

26.43

17.40

-6.93

-13.47

La Gallega

GAL-1

L Scapula

F

>45

-5.06

25.64

16.63

-8.11

-11.21

La Alcazaba

ALC-1

LRM1

F

25-35

-3.59

27.16

18.12

-5.82

-12.70

La Alcazaba

ALC-1

Mandible

F

25-35

-4.99

25.72

16.70

-7.99

-11.71

La Alcazaba

ALC-2

URM3

F

30-34

-2.93

27.84

18.78

-4.80

-12.91

La Alcazaba

ALC-2

Skull

F

30-34

-4.24

26.49

17.46

-6.83

-10.86

El Algarrobillo

ALG-1

URM3

M

18-25

-3.71

27.04

18.00

-6.01

-12.15

El Algarrobillo

ALG-1

Skull

M

18-25

-4.82

25.89

16.87

-7.73

-12.19

El Algarrobillo

ALG-2

URM1

M

18-25

-3.21

27.55

18.50

-5.22

-13.49

El Algarrobillo

ALG-2

Maxilla

M

18-25

-8.02

22.60

13.65

-12.71

-11.15

El Algarrobillo

ALG-7

URM3

F

25-35

-4.41

26.31

17.28

-7.10

-12.35

El Algarrobillo

ALG-7

Skull

F

25-35

-4.53

26.20

17.17

-7.28

-10.01

El Algarrobillo

ALG-9

Maxilla

U

A

-7.34

23.30

14.33

-11.65

-12.36

El Algarrobillo

ALG-10

URM2

M

25-35

-3.74

27.00

17.96

-6.06

-12.31

El Algarrobillo

ALG-10

Maxilla

M

25-35

-5.88

24.80

15.80

-9.38

-11.32

El Algarrobillo

ALG-11

URM3

M

18-25

-5.23

25.47

16.46

-8.38

-12.96

El Algarrobillo

ALG-11

Skull

M

18-25

-4.40

26.33

17.30

-7.08

-12.32

El Algarrobillo

ALG-12

ULM2

F

25-35

-3.91

26.83

17.79

-6.33

-12.95

El Algarrobillo

ALG-12

Skull

F

25-35

-5.38

25.31

16.31

-8.61

-10.79

El Algarrobillo

ALG-13

URM3

F

25-35

-3.27

27.49

18.44

-5.32

-12.67

El Algarrobillo

ALG-13

Skull

F

25-35

-5.00

25.71

16.70

-8.01

-10.35

El Algarrobillo

ALG-16

URP1

U

A

-5.08

25.62

16.61

-8.14

-12.49

El Algarrobillo

ALG-16

Skull

U

A

-4.63

26.09

17.06

-7.44

-11.14

El Algarrobillo

ALG-17

URM2

U

A

-3.69

27.06

18.02

-5.97

-11.59

El Algarrobillo

ALG-17

Maxilla

U

A

-5.50

25.19

16.18

-8.80

-11.87

PP4-Montelirio

PP4-M-1

URM1

M

18-25

-2.87

27.90

18.84

-4.71

-13.33

PP4-Montelirio

PP4-M-1

Long bone

M

18-25

-5.34

25.36

16.35

-8.54

-11.59

Table 1. List of human isotope analysis results (Legend: U= upper; R= right; M= molar; L= left; P= premolar; I= incisor; F= female; M= male; U= undetermined; A= adult).

Sample

Structure

VCE-1 VCE-2 VCE-3

18

VCE-4

Teeth

Age

M3Right

Adult

M1Right M2Right

Young adult (30-36 months)

M3Right

VCE-6

195

M1Right

>14 months

VCE-7

115

M3Right

Young adult (30-36 months)

Table 2. List of cattle samples from Pabellón Cubierto sector.

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MARTA DÍAZ-ZORITA BONILLA ET AL.

58

Specimen

Tooth

Distance mm

d 13C -corr (‰ VPDB)

d 18O-corr (‰ VPDB)

d 18O-corr (‰ VSMOW)

d18OP

d1O8dw

VCE-1

M3 R

VCE-1

M3 R

cement

-7.75

-3.85

26.89

17.85

-4.57

36

-10.44

-2.07

28.73

19.65

VCE-1

-3.66

M3 R

33

-10.87

-1.26

29.56

20.46

-2.94

VCE-1

M3 R

30.5

-10.01

-0.62

30.22

21.11

-3.02

VCE-1

M3 R

28

-9.40

-0.69

30.15

21.04

-3.00

VCE-1

M3 R

25.5

-8.57

-0.68

30.16

21.05

-2.78

VCE-1

M3 R

22.5

-8.00

-0.48

30.37

21.25

-2.55

VCE-1

M3 R

18

-7.29

-0.27

30.58

21.46

-2.91

VCE-1

M3 R

15.5

-7.20

-0.60

30.24

21.13

-3.50

VCE-1

M3 R

12

-7.41

-1.12

29.71

20.61

-3.26

VCE-1

M3 R

9

-8.03

-0.91

29.92

20.82

-3.96

VCE-1

M3 R

7

-8.62

-1.53

29.29

20.20

-6.57

VCE-1

M3 R

dentine

-9.45

-2.72

28.06

18.99

-5.30

VCE-2

M1 R

34.0

-6.47

-1.06

29.76

20.66

-3.44

VCE-2

M1 R

30.0

-4.86

-1.04

29.78

20.68

-3.41

VCE-2

M1 R

27.0

-4.79

-1.56

29.25

20.16

-4.00

VCE-2

M1 R

23.5

-4.86

-1.76

29.05

19.96

-4.21

VCE-2

M1 R

20.0

-5.34

-2.40

28.39

19.31

-4.94

VCE-2

M1 R

17.0

-6.35

-2.78

28.00

18.93

-5.36

VCE-2

M1 R

14.0

-7.54

-3.32

27.44

18.38

-5.98

VCE-2

M1 R

11.0

-9.30

-3.64

27.11

18.06

-6.34

VCE-2

M1 R

7.5

-10.33

-3.95

26.78

17.74

-6.69

VCE-2

M1 R

4.0

-11.29

-3.72

27.02

17.98

-6.43

VCE-2

M1 R

cementum

-8.68

-4.72

25.99

16.97

-7.55

VCE-2

M1 R

dentine

-10.93

-3.81

26.93

17.89

-6.52

VCE-3

M2 R

43

-10.89

-2.65

28.13

19.06

-5.22

VCE-3

M2 R

40

-11.19

-2.75

28.03

18.96

-5.33

VCE-3

M2 R

37

-11.37

-2.13

28.67

19.59

-4.63

VCE-3

M2 R

35

-11.72

-1.62

29.18

20.10

-4.07

VCE-3

M2 R

33

-11.40

-0.91

29.92

20.82

-3.26

VCE-3

M2 R

31

-10.98

-1.21

29.61

20.51

-3.60

VCE-3

M2 R

29

-10.59

-0.28

30.57

21.46

-2.55

VCE-3

M2 R

27

-10.17

-0.95

29.88

20.78

-3.31

VCE-3

M2 R

25

-10.05

-0.41

30.43

21.32

-2.71

VCE-3

M2 R

23

-9.75

-0.12

30.74

21.62

-2.37

VCE-3

M2 R

21

-9.54

-0.93

29.90

20.79

-3.29

VCE-3

M2 R

19

-9.49

-1.60

29.21

20.12

-4.04

VCE-3

M2 R

16

-9.54

-1.86

28.94

19.86

-4.33

VCE-3

M2 R

14

-9.66

-3.00

27.77

18.71

-5.6

VCE-3

M2 R

11

-9.61

-3.74

27.01

17.96

-6.44

VCE-3

M2 R

6

-10.01

-4.28

26.45

17.42

-7.05

VCE-3

M2 R

dentine

-10.30

-3.35

27.40

18.35

-7.32

VCE-3

M2 R

cement

-9.03

-4.52

26.20

17.17

-6.01

VCE-4

M3 R

dentine

-9.77

-4.23

26.50

17.47

-6.06

VCE-4

M3 R

cement

-8.54

-4.48

26.24

17.21

-6.91

VCE-4

M3 R

38

-9.68

-3.40

27.35

18.30

-6.26

VCE-4

M3 R

34

-9.90

-4.16

26.57

17.54

-5.68

VCE-4

M3 R

30

-10.49

-3.58

27.17

18.12

-4.05

VCE-4

M3 R

25

-10.99

-3.06

27.70

18.64

-2.36

VCE-4

M3 R

20

-11.25

-1.61

29.20

20.11

-2.09

VCE-4

M3 R

16

-10.54

-0.11

30.75

21.63

-2.09

VCE-4

M3 R

11

-10.02

0.13

30.99

21.87

-2.43

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MOBILITY PATTERNS AND PALEODIETARY INSIGHTS INTO HUMANS AND CATTLE AT THE COPPER AGE MEGA-SITE OF VALENCINA THROUGH δ18O AND δ13C ISOTOPE ANALYSES

Specimen

Tooth

Distance mm

d 13C -corr (‰ VPDB)

d 18O-corr (‰ VPDB)

d 18O-corr (‰ VSMOW)

d18OP

d1O8dw

VCE-4

M3 R

7

VCE-4

M3 R

2

-9.62

0.14

31.00

21.88

-4.59

-9.18

-0.17

30.69

21.57

VCE-4

M3 R

-4

-7.28

-9.29

-2.09

28.71

19.63

-6.99

VCE-6

M1 R

VCE-6

M1 R

cement

-8.47

-4.38

26.35

17.31

-7.18

32

-11.23

-4.39

26.33

17.30

VCE-6

-5.66

M1 R

28

-12.71

-3.04

27.72

18.66

-5.99

VCE-6

M1 R

25

-12.58

-3.33

27.42

18.37

-5.96

VCE-6

M1 R

22

-12.49

-3.31

27.44

18.39

-6.13

VCE-6

M1 R

19

-12.47

-3.46

27.30

18.25

-6.49

VCE-6

M1 R

15

-12.34

-3.78

26.96

17.92

-7.37

VCE-6

M1 R

12

-12.60

-4.56

26.16

17.13

-7.89

VCE-6

M1 R

9

-12.39

-5.02

25.68

16.66

-8.15

VCE-6

M1 R

6

-12.65

-5.26

25.44

16.42

-8.63

VCE-6

M1 R

3

-12.67

-5.68

25.00

16.00

-7.16

VCE-6

M1 R

dentine

-9.59

-5.00

25.70

16.68

-7.86

VCE-7

M3 R

cementum

-8.76

-4.52

26.20

17.18

-0.50

VCE-7

M3 R

31

-9.08

1.55

32.46

23.30

-1.79

VCE-7

M3 R

27

-9.14

0.40

31.27

22.14

-3.75

VCE-7

M3 R

23

-9.68

-1.34

29.47

20.38

-4.86

VCE-7

M3 R

19

-11.01

-2.33

28.45

19.38

-3.93

VCE-7

M3 R

14

-11.53

-1.50

29.31

20.22

-2.59

VCE-7

M3 R

10

-10.32

-0.31

30.54

21.42

-2.95

VCE-7

M3 R

5

-9.14

-0.63

30.21

21.10

-7.32

VCE-7

M3 R

dentine

-10.57

-4.37

26.35

17.32

-7.16

VCE-8

Molar

Enamel

-0.40

30.45

21.34

-0.86

-10.16

Table 3. Cattle isotope analysis results.

Teeth

Start

Finish

Eruption

M1

In utero

2-3 months

6 months

M2

1 months

13 months

18 months

M3

9-10 months

24 months

30 months

Table 4. Mineralization and tooth eruption in cattle following Hillson (2005).

3. CARBON AND OXYGEN ISOTOPE ANALYSIS METHODOLOGY Oxygen and carbon isotope analysis recorded in the carbonate fraction (hydroxyapatite) of tooth enamel and bone depend both on the environment and the individual’s physiology (Ambrose and DeNiro, 1986; Kohn et al., 1996). Oxygen isotope signatures in water in normal conditions reflect the temperature and precipitations, although this varies depending on some environmental factors, such as altitude and latitude (e.g. Bryant and Froelich, 1996; Craig, 1961, Luz et al., 1984; Sponheimer and Lee-Thorp, 1999, Luz and Kolodny, 1985). In addition, if any environmental and climatic change has occurred during the tooth mineralization, it is also possible to detect this through variations in oxygen isotopes (Balasse, 2002).

Carbon isotope signatures in bone and tooth apatite are meant to reflect the carbon sources in the whole diet, which includes proteins, carbohydrates and lipids (Ambrose and Norr, 1993; Lee-Thorp and Merwe, 1991; Lee-Thorp et al., 1989). Depending on their photosynthetic pathway, different values are given for C3 or C4 plants (Tieszen and Chapman, 1992). The comparison among tooth enamel (first years of life) versus cementum, dentine or bone hydroxyapatite (last stage of life) would allow us to observe changes through time. In addition, intratooth sampling performed in the animal´s teeth would enable us to investigate seasonality. Oxygen and carbon isotope analysis of archaeological hydroxyapatite (bone and enamel) carbonate

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(δ18Oc and δ13Cc) were performed at two different institutions, the Department of Geosciences at the University of Tübingen (Germany) and the W.M. Keck Foundation Laboratory for Environmental Biogeochemistry at Arizona State University (United States of America). The former was done using the Gasbench II Finnigan MAT 252 in the Isotope Geochemistry Group at the Department of Geosciences, University of Tübingen (samples were calibrated using NBS-18 (δ18O = -22.9‰, δ13C = -5.0‰ V-PDB) and the NBS-19 (δ18O = -2.2‰, δ13C = 1.9‰ V-PDB) with a reproducibility of ±0.1‰ for both δ18O and δ13C values) and the latter using a Thermo-Finnigan MAT 253 stable isotope ratio mass spectrometer (the reproducibility for NBS-19 is ±0.2‰ for δ18O and ±0.2‰ for δ13C). Samples were extracted using three different devices; at Arizona State University, a Dremel Minimite-750 cordless drill and a Dremel 395602 Variable Speed MultiPro drill equipped with an engraving cutter were used, and a portable dental drill (model Thumb) was employed at the University of Tübingen. Before extracting the samples, the outer part of the teeth and bones were mechanically removed to avoid any organic material which could cause contamination (Budd et al., 2000; Montgomery et al., 1999; Waldron 1981, 1983; Waldron et al., 1979). Sample preparation followed standard methodologies (Koch et al., 1997) during which about 10 mg of human tooth enamel and bone powder were treated with 0.24 mL of 2% NaOCl and then 0.24 mL of 0.1M CH3COOH. Oxygen and carbon isotope ratios (δ18Oc, δ13Cc) are expressed relative to the VPDB (Vienna PeeDee Belemnite) carbonate standard and are expressed in per mil (‰) using the formula: δ18O = (((18O/16Osample)/(18O/16Ostandard)) – 1) x 1000 (Coplen 1994; Craig 1961). Some other formulae were applied to convert values into drinking water (δ18Odw) δ18OVSMOW = (1.03091 x (δ18OVPDB)) + 30.91, δ18OVPDB = (0.97002 x δ18OVSMOW) – 29.98, δ18Oc(VSMOW) = (8.5+ (δ18Op)) / 0.98, and δ18Op(VSMOW) = (0.64 x (δ18Odw)) + 22.37 (Coplen et al. 1983; Lacumin et al. 1996; Muller et al. 2003; Wolfe et al. 2001).

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the values range from -12.7 ‰ to -6.8‰ (Table 1). The mean δ18Oc faunal tooth enamel (n=7) is -4.0 ±1.9‰ (1σ); the faunal bone δ 18Oc values range from δ 18Oc= -0.4‰ to -6.9‰. The faunal δ 18Oc dentine (n=6) is -5.5 ±2.6‰ (1σ) and the faunal δ 18Oc cementum is -6.5 ±1.1‰ (1σ) (Fig. 4; Table 3). In addition, we proceeded to perform the intra-tooth individual analysis of six teeth, three of them belonging to the same individual. Results are shown in Tables 2 and 3. In the case of the cattle, an intra-tooth sampling was performed (Tables 2 and 3). Results are plotted from the occlusal part of the tooth crown to the cemento-enamel junction (CEJ) following a time series (Figs. 5 and 6). VCE-1 represents a young adult specimen. It should be taken into account that VCE-2, VCE-3 and VCE-4 belong to the same individual, aged as a young individual. VCE-6 is an individual older than 14 months and VCE-7 is a young adult. Results for sample VCE-1 showed that δ 18Oc on tooth enamel vary from -2.9‰ to -6.9‰, VCE-2 results of δ18Oc tooth enamel vary from -3.4‰ to 6.4‰, sample VCE-3 results of δ18Oc tooth enamel vary from -2.3‰ to -7.0‰, VCE-4 results of δ 18Oc tooth enamel vary from -2.0‰ to -7.2‰, VCE-6 results of δ 18Oc tooth enamel vary from -5.6‰ to -8.6‰ and VCE-7 results of δ 18Oc tooth enamel vary from -1.7‰ to -7.3‰ (Fig. 5). The δ13C and δ18O values of dentine and cement of cattle teeth are essentially in the same range as the isotopic values of enamel of their respective teeth, suggesting no significant deviation of the isotopic values from the biogenic ones. Thus, it would appear that δ13C and δ18O values in human bone did not suffer significant diagenetic change.

4. RESULTS

The mean δ 13Oc human tooth enamel (n=14) is -12.7 ±0.5‰ (1σ); the human enamel δ 13Oc values range from – 7.1‰ to -12.4‰. The observed mean δ13Oc for the faunal tooth enamel (n=7) is -9.8 ±1.5‰ (1σ) (Fig. 6); the faunal enamel δ 13Oc values range from – 7.1‰ to -12.4‰. The faunal δ13Oc dentine (n=6) is -9.8 ±0.7‰ (1σ) and the faunal δ13Oc cementum is -8.8 ±1.5‰ (1σ).

The mean human enamel (n=14) δ 18Oc is -6.1 ±1.1 ‰ (1σ) and the values range from -8.3‰ to -4.7‰ (Table 1). The mean δ 18O c of the human bone hydroxyapatite (n=15) is -8.5 ±1.6 ‰ (1σ) and

The δ13O c values showed a difference of 3‰ among humans and faunal remains which might be in relation to the different processes of carbon assimilation between humans and cattle.

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MOBILITY PATTERNS AND PALEODIETARY INSIGHTS INTO HUMANS AND CATTLE AT THE COPPER AGE MEGA-SITE OF VALENCINA THROUGH δ18O AND δ13C ISOTOPE ANALYSES

Fig. 4. Results of the δ18O and δ13C for the multi-tissue sampling.

Fig. 5. Cattle tooth enamel δ18O results.

Fig. 6. Cattle tooth enamel δ13C results.

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5. INTERPRETATION The δ18Oc and δ13Oc values exhibited by the different tissues measured on humans (tooth enamel & bone hydroxyapatite) and animals (tooth enamel, cementum and dentine) reflect fairly accurately the environment surrounding the mega-site of Valencina. This is shown by the fact that, although bone and dentine – rather than enamel which is more resistant (Hillson, 1997) – , are normally subject to diagenesis, in this case dentine δ13C and δ18O values in cattle teeth are similar to those of enamel in their respective teeth, suggesting that bone still retains a biogenic signature. Assuming that the climate was fairly stable during the Copper Age and no dramatic changes occurred, we can use δ18Oc to investigate variability in water sources among individuals (human vs. cattle and intra-group), consequently inferring differences in mobility patterns. When comparing the results from δ18Oc to the modern water precipitation recorded by the IAEA Water Resource Program through the closest GNIP stations to the site, which are located at 1) Morón (Sevilla) and 2) Beja (Portugal), results showed a δ18Oc mean value of -4.38‰ ± 0.47‰ (1σ, n=11) and -5.06‰ ± 0.50‰ (1σ, n=2), respectively. Comparing the results from the Copper Age to modern precipitation, an increase of δ18Oc 2‰ over the human enamel mean, albeit similar values for the faunal tooth enamel, can be seen. Therefore, the values are more or less consistent with the results offered by the modern annual precipitation. The human δ18Oc enamel data ranges from -8.3‰ to -4.7‰ and the faunal δ18Oc data ranges from -6.94‰ to -3.47‰, excluding one individual which gives an outlying value of δ18Oc -0.86‰. Intra-group, both humans and animals show a δ18Oc variability of ~3.5‰. This difference might be related to the fractionation between diet and carbonate apatite in humans and cattle (Balasse, 2002; Cerling and Harris, 1999) as well as their different dietary habits, seasonal variations and ecological setting, with its subsequent use of the landscape resources. Both groups are quite homogeneous and no evidence of non-local individuals has been recorded according to the δ18Oc results. In addition, no significant differences were found according to the sex and the age of the human individuals. This is rather interesting, since

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previous analysis of 87Sr/86Sr isotope analyses were performed on those same human individuals and some of them showed non-local values according to the strontium results (Díaz-Zorita Bonilla, 2017). Those outlying individuals (ALC-2, ALG-2, ALG-12 and ALG-13) are showing a difference of >2‰ between δ18Oc enamel and δ18Oc bone, which in one case (ALG-2) rises to >7‰. However, the δ18Oc enamel data is consistent with those of the other individuals identified as local to the area based on their strontium signature (Díaz-Zorita Bonilla, 2017); this means that, while the environment and precipitations in the place where they come from might be similar to conditions in Valencina, the geological background was different. According to the results of the cattle intra-tooth sampling, δ18Oc enamel data shows that there is a large variability in the oxygen values for most of the samples, which might be in relation to mobility patterns and habitat distribution. While some individuals represent certain degree of mobility, including seasonal changes such as sample VCE-7, samples VCE-2, VCE-3 and VCE-4 show the most striking values. The two cases of M1 show rather similar patterns (VCE-2 and VCE-6) with lower δ18Oc values and more negative values towards the CEJ, reflecting the very first stage of an individual life, including the first bands which are reflecting the stage in utero. In contrast, assuming that for M2 and M3 mineralization reflects the post-birth phase, the initial bands close to the occlusal surface of the tooth are indeed reflecting the local values for Valencina, even considering that there is an offset due to the different seasons recorded, which explains why the VCE-4 values are more negative. The VCE-7 individual, which is a M3, reflects changes through time and possibly suggesting a provenance from a different environment; the very early signature reflected in their occlusal surface does not correspond at all with the local environment of Valencina. However, later in life that individual migrated to a different ecological area (thus is reflecting the negative δ18Oc values) with seasonal changes through time and the last stage, close to the CEJ, matches the local values; therefore, this individual was brought to Valencina from a different place, one which had different water sources and/or precipitation values.

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Fig. 7. Intra-individual cattle tooth δ13C and δ18O results.

Samples VCE-2, 3 and 4 (which belongs to the same individual) display interesting values, since seasonal movements can also be detected (Fig. 7). While the M2 and M3 show a δ18Oc difference of ~1‰ at the early stage which reflects the local values for Valencina, movement is detected during the first year of life possibly to areas with higher δ18Oc values where there is less precipitation, higher temperature and more aridity; in the last stage, more negative δ18Oc values are observed again which correspond to the Lower Guadalquivir valley. In general, the δ13Cc values are consistent for the human and for the animal group independently, but there is a difference of about 3‰ between both groups. This difference of 3‰ is due to the difference in fractionation between diet and carbonate apatite in humans and cattle (Passey et al., 2005), even though they have a diet with a similar δ13Cc. The human enamel data show values of av. -12.72‰ ±0.5‰ (1σ) and the bone hydroxyapatite values of av. -11.39‰ ±0.7‰ (1σ). More positive values can be observed for the cattle, where the enamel values showed and average of -9.84‰ ±1.5‰ (1σ) (Fig. 6), the cementum av. -8.84‰ ±0.9‰ (1σ) and the dentine av. -9.80‰ ±0.7‰ (1σ). In any case, those δ13Cc values are reflecting a diet based on C3 plants, as is the case for Western Europe (Fig. 4). This difference in δ13Cc possibly mirrors that of dietary habits of humans and cattle, but also the habitat of the species. Furthermore, it should be taken into account that physiological changes and metabolism patterns work differently for humans and for cattle. When analyzing

the data in pairs (tooth enamel vs. bone apatite) it seems that, for those outlying individuals, based on the 87Sr/86Sr isotope analyses, there is a larger difference in δ13Cc , which in some cases is about ~2‰, the bone apatite samples being always more positive. Therefore, this might reflect the environment where individuals were spending their childhood, possibly a wetter landscape with more dense vegetation (tooth enamel signatures), a more open area and a drier environment (bone apatite), as is Valencina. For the intra-tooth analysis of individual VCE-2, 3 and 4, although some changes are observed in the M1 (in utero-first phase of life of the individual) where C4 plant consumption is reflected, the M2 and the M3 show similar values, therefore reflecting the same subsistence patterns from 2-3 months old through time reflecting a shifting to C3 plants consumption (Fig. 7).

6. CONCLUSIONS This study, which is the first to combine δ18Oc and δ13Oc human and animal isotopical data to investigate the mobility patterns ecological and dietary habits of the mega-site of Valencina, has proven the potential of biochemistry analysis. The δ18Oc and δ13Oc values exhibited by the different tissues measured on humans (tooth enamel and bone hydroxyapatite) and animals (tooth enamel, cementum and dentine) reflect fairly accurately the environment surrounding the mega-site of Valencina. Indeed all tissues (enamel, bone and dentine) were reflecting quite

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well the local signal meaning that bone were still biogenic. As a result, the multi-tissue analysis shows differences in relation to age, season and habits. Although the human and the faunal tooth enamel reflect the local δ18Oc values for Valencina, some seasonal movement has been observed amongst the cattle. The potential of intra-tooth analysis showed also movements during the life of an individual and changes in the subsistence patterns. The δ13Oc values are reflecting mostly a C3 plants diet and differences in δ13Oc among human and animals are related to subsistence strategies and habitat of the species. This new application using carbon and oxygen isotopic analysis to investigate mobility and subsistence patterns among humans and animals opens new insights into the investigation of the subsistence patterns and social dynamics during the 3rd millennium BC in Iberia.

ACKNOWLEDGEMENTS Special thanks to Dorothée Drucker and Christoph Wißing at the AG Biogeologie at Tübingen University for their assistance during laboratory work. Thanks are also due to the research group ATLAS HUM-694 at the Prehistory and Archaeology Department at Seville University for partially funding this investigation. Thanks to Mercedes Ortega Murillo and Juan Manuel Vargas Jiménez for providing information and samples from the Pabellón Cubierto sector. Thanks to K. Marjander, P. Weidenbach, J. Wypich, C. Teigler, C. Baumann and K. Sougidiaki for assistance on sampling.

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MARTA DÍAZ-ZORITA BONILLA ET AL.

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Anthropomorphic figurine from Valencina de la Concepciรณn (Seville). Photo: Miguel A. Blanco de la Rubia.


Tomb 2 at Perdigoes site (Portugal). Photo: Antonio Carlos Valera.


DOSSIER

MORTUARY PRACTICES IN PERDIGÕES (REGUENGOS DE MONSARAZ, PORTUGAL): BIO-ANTHROPOLOGICAL APPROACH TO TOMB 2 Ana Maria Silva1, Mariana Garcia2, Inês Leandro3, Lucy Shaw Evangelista4, Tatiana Rodrigues5 and António Carlos Valera6

Abstract: Tomb 2 belongs to a tholos-type necropolis built in the eastern side of Perdigões enclosure during the Chalcolithic period. The exhaustive analysis of the human remains allowed to obtained various insights about the way this tomb was used during the third millennium BC and data about the individuals found here. In the present study, the samples exhumed from the Atrium and the Chamber of this tomb were considered separately. Both bone assemblages, were recovered commingled, very disturbed and with high levels of fragmentation. The bones were found sprinkled with red pigments, including ochre and cinnabar. A minimal number of, respectively, 26 and 30 individuals were identified in the Atrium and Chamber, including both sexes and all age groups, although an under-representation of non-adults younger than 5 years was identified. A good dental health is suggested by the low prevalence of oral pathologies. Tomb 2 corresponds to a deeply revolved and manipulated funerary context, with several evidences of the co-existence of different mortuary practices. Primary burials, secondary deposition of body parts, and removal of bones are all plausible funerary practices.

Keywords: Perdigões, Tholos-type Tomb, Chalcolithic, Mortuary Practices, Human remains.

PRÁCTICAS FUNERARIAS EN PERDIGÕES (REGUENGOS DE MONSARAZ, PORTUGAL): ANÁLISIS BIO-ANTROPOLÓGICO DE LA TUMBA 2 Resumen: La Tumba 2 pertenece al tipo tholoi de la necrópolis de la Edad del Cobre localizada en la zona oriental del recinto de fosos de Perdigões. El análisis exhaustivo de los restos óseos humanos ha permitido investigar cómo se utilizó esta tumba durante el tercer milenio AC y obtener información sobre los individuos allí enterrados. En este trabajo se analizan de forma independiente las muestras exhumadas del Atrio y de la Cámara. Las dos colecciones de huesos aparecieron mezcladas, muy alteradas, con un índice muy alto de fragmentación y con restos de pigmentos de color rojo, incluidos ocre y cinabrio. Un número mínimo de 26 y 30 individuos fueron identificados en el Atrio y en la Cámara respectivamente, incluyendo ambos sexos y categorías de edad, aunque se documenta una infrarrepresentación de individuos subadultos menores de cinco años. La poca prevalencia de patologías orales sugiere una buena salud dental. La Tumba 2 se corresponde con un contexto funerario profundamente alterado y manipulado presentando evidencias de coexistencia de diferentes prácticas mortuorias. Enterramientos primarios, depósitos secundarios de partes del cuerpo y remociones de huesos son todas prácticas funerarias plausibles.

Palabras Clave: Perdigões, Tholos, Calcolítico, Prácticas funerarias, Restos óseos humanos. 1 Laboratory of Prehistory, Research Centre for Anthropology and Health (CIAS), Department of Life Sciences, University of Coimbra, Portugal. [amgsilva@antrop.uc.pt] 2 Department of Life Sciences, University of Coimbra, Portugal. mariana_silva_garcia@hotmail.com] 3 Research Centre for Anthropology and Health (CIAS), Department of Life Sciences, University of Coimbra, Portugal. [inesleandro@hotmail.com] 4 Research Centre for Anthropology and Health (CIAS), Department of Life Sciences, University of Coimbra, Portugal; Era Arqueologia, Núcleo de Investigação Arqueológica – NIA; Interdisciplinary Center for Archaeology and Evolution of Human Behavior (ICArHEB), University of Algarve. [lucyevangelista@era-arqueologia.pt] 5 Department of Life Sciences, University of Coimbra, Portugal. [tatianavanessa_1994@hotmail.com] 6 Era Arqueologia, Núcleo de Investigação Arqueológica – NIA; Interdisciplinary Center for Archaeology and Evolution of Human Behavior (ICArHEB), University of Algarve. [antoniovalera@era-arqueologia.pt]

Recibido: 01/12/2017. Aceptado: 08/01/2018

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ANA MARIA SILVA ET AL.

1. INTRODUCTION Recent years have increased our knowledge about human populations that lived in Southwest Iberia during the 3rd millennium cal BC. Relevant information about demography, health status and mortuary practices from these individuals are gradually becoming available. Burial practices reveal to be more diversified and complex than previously thought, and evidence of co-existing different mortuary practices are becoming more common (Silva, 2002, 2003; Díaz-Zorita Bonilla et al., 2012; Boaventura et al., 2014; Valera et al., 2014; Silva et al., 2015; Fernández-Crespo, 2016; Robles Carrasco et al., 2017). The increasing number of excavated sites in the last decade with more rigorous field procedures and notes, both in rescue archaeology but also in the context of research projects as it happens in Perdigões (Valera et al., 2008) were the main factors responsible for these changes. This practice increased the potential of the laboratory study of the recovered bones. Moreover, the combination of appropriate anthropological methodologies and

procedures specifically adapted to these funerary contexts allowed to obtain the potential information that these human remains enclosed (Silva and Ferreira, 2016-17; Silva, 2017). The Perdigões archaeological site (Évora, South Portugal), a 16 ha ditched enclosure dated from 35002000 cal BC, revealed several funerary structures with traces of different mortuary practices (Valera et al., 2014) (Fig. 1). During the Chalcolithic, a necropolis with several tholoi type tombs, including Tomb 2, was built in the eastern side of the enclosure (Valera, 2016). The excavation was based on an integrated bio-archaeological research design, and maximized contextual stratigraphic and taphonomic data. This approach provided a valuable opportunity for the better understanding of human populations that lived in the 3rd millennium BC in southwest Iberia. The exhaustive study of their remains may yield important information about their demographic structure, health status, pathologies, experience of childhood stress and mortuary practices (Silva, 2017). Thus, the aim of this paper is, through the anthropological analysis of

Fig. 1. Map of Perdigões with the location of Tomb 2.

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MORTUARY PRACTICES IN PERDIGÕES (REGUENGOS DE MONSARAZ, PORTUGAL): BIO-ANTHROPOLOGICAL APPROACH TO TOMB 2

Fig. 2. Tomb 2. Last phase of use of the chamber (Photo: António Valera).

the human remains recovered from Tomb 2, improve the anthropological portrait of these Chalcolithic human groups, including the understanding of their funerary behaviours. The human bones were recovered from all parts of the tomb, namely Corridor, Atrium and Chamber. Also, a considerable number of bone fragments have no indication of their original provenance. This is due to the loss of the identification labels or because they were recovered from disturbed superficial levels by the action of ploughing carried out in 1997. Since their study is still ongoing, in the present work the obtained data for the Atrium and Chamber samples were compared.

2. ARCHAEOLOGICAL BACKGROUND OF TOMB 2 Tomb 2 is a tholoi type monument, with a circular chamber, small orthostatic corridor and a small oval atrium. Both the chamber and the atrium are walled with schist slabs (Valera et al., 2007, 2014).

The monument had a first phase of use of the chamber, dated from the first half of the 3rd millennium BC (28602500 cal BC) (Fig. 2). Then, the chamber seems to have been partially emptied, and later reused together with the atrium. This second phase of use is dated from the middle-third quarter of the 3rd millennium BC (2570-2200 cal AC) (Valera et al., 2014). The use of the atrium can also be divided in two phases: one before the fall of the schist slab used as door of the corridor, and another after. In fact, as Tomb 1 (Valera et al., 2014), the monument went through several episodes of ruin of the wall slabs that fell over the bone depositions without being repaired, while depositions continued. This indicates a prolonged and complex use of the monument and is an important circumstance to the interpretation of its nature of use. The deposition of human remains were accompanied by the depositions of faunal remains (Cabaço, 2009) and by a great variety of votive materials, namely of exogenous origin (Valera, 2017): ivory items (namely lunulae and zoomorphic figurines), limestone pots and cylinder idols, arrowheads, few long blades, pottery, beads (in diverse raw materials) and gold foils, the later exclusive of the second phase of use.

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ANA MARIA SILVA ET AL.

3. MATERIAL AND METHODS The human bone assemblage analysed was unearthed from the different physical spaces of Tomb 2: atrium, corridor and chamber. After cleaning, labelling and marking, an extensive inventory of the bone and tooth sample was prepared on an excel database. The sample from the corridor is very scare (n= 222 bones and teeth fragments) and was studied together with the collection exhumed from the atrium, and from now on, designated as atrium sample and compared to the one recovered from the chamber. The minimal number of individuals was estimated following Herrmann et al. (1990) adapted by Silva (1993). For the non-adult sample, maturation was also taken into account, as recommended by Silva (1996, 2002). Others parts of the skeleton, such as atlas, axis, pars petrosa, were also considered, due to their particular characteristics that allow them to be identified as belonging to one individual. Tooth count was also relevant in the estimation of this parameter, including in situ, loose dentition and antemortem tooth loss, as recommended by Silva (2002). The representativeness of the adult bones was analysed in more detail for inferences about the burial practices. Bones of all skeletal parts were included, as cranial, axial and long bones. The most highly represented bone was considered as representing 100%. For paired bones, the results for both sides were considered, and interpreted. However, this collection, as many coeval ones, includes a variable number of bones that are mostly reduced to tiny pieces, being impossible to reach their exact identification and thus making it impossible to include them in the representativeness study. This can leave to erroneous interpretations. To surpass this problem, bone weight was used to check for abnormality in bone representation. In this methodology, bones are weighed according to their category and the obtained values converted to percentages. These are compared with the reference values obtained by Silva et al. (2009) based on 100 individuals (both sexes and several age groups) from a Portuguese Identified Skeletal Collection (CEI), housed in the nowadays Department of Life Science of the University of Coimbra. This approach has several advantage since it is not necessary to obtain the complete identification of the bone (or side). So, all recovered bone fragments can be included.

74

In addition, in case of greater fragmentation, it is possible to consider major bone groups, as long bones. For that, it is only necessary to sum up the percentages of the involved types of bones. In the present analysis the following categories were considered: skull (including loose upper teeth), mandible (including loose lower teeth), long bones, hand bones, foot bones and other bones (all other bones of the skeleton) (Tab. 1). The fragments were weighed in a digital high precision balance (Model AND FX5000i; d=0,01g). This approach can only be used for adult individuals, since no reference values are available for non-adults. Bone category

% of weight

Skull

17.75

Mandible

1.79

Long bones

42.12

Hand bones

2.62

Foot Bones

5.69

“Other” bones

29.36

TOTAL

100

Table 1. Percentage of skeletal weights used as reference values (obtained by Silva et al. 2009 in the CEI sample).

The demographic analysis, namely age-at-death estimation and sex diagnosis, is an essential step in the anthropological study of past population, since it is an important variable for the interpretation of other data, as the impact of pathology and lesions in the well-being of the individuals. The age-at-death of non-adult was estimated using dental mineralization according to AlQahtani et al. (2010) and Smith (1991), and long bone and Os ilium development, following Ubelaker (1989). For adult individuals, the fusion of the sternal end of the clavicle (MacLaughlin, 1990) allowed the identification of young adults (< 30 years) and individuals that died with more than 30 years of age. Sex diagnosis was obtained through the width of the distal end of the humerus (Wasterlain, 2000) and the maximum length of the talus and the calcaneus (Silva, 1995). A more detailed study of the mortality profile of non-adults was performed by comparing their mortality coefficients to the expected ones according to the mortality tables by Ledermann (1969). For the interpretation of this approach, the estimation of the juvenile index following Bocquet-Appel and Masset (1977; 1996) and the fertility rate according to McFadden and Oxenham (2017) were included.

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MORTUARY PRACTICES IN PERDIGÕES (REGUENGOS DE MONSARAZ, PORTUGAL): BIO-ANTHROPOLOGICAL APPROACH TO TOMB 2

Sample

Bone fragments

Tooth fragments

Signs of fire

Signs of red pigment

Atrium

6083

250

5 (0.08 %)

152 (2.5%)

Chamber

8597

327

22 (0.26%)

3643 (42.4%)

TOTAL

14680

557

27

3795

Table 2. Bone and teeth count for the samples recovered from Tomb 2 of Perdigões.

Morphological analysis included metric parameters, as estimation of the platimeric and platicnemic indices (Martin and Saller, 1956) to provide data about the flatness of lower long bones, and thus inferences about daily behaviours. To assess the variability and affinity of these individuals, several non-metric postcranial traits were scored following Saunders (1978) and Finnegan (1978). For insights on the health status of these individual, cariogenic lesions (Lukacs, 1989) and antemortem tooth loss were registered. Dental wear was scored according to Smith (1984), adapted by Silva (1996). To evaluate the childhood illness experience of these individuals, enamel hypoplasia (a non-specific stress indicator) were recorded.

4. RESULTS Around 15,109 bones or tooth fragments of adults and non-adults were analysed in the present study (Tab. 2) (Garcia, in preparation; Rodrigues, 2017). These were recovered fragmented and commingled. With the exception of a right foot belonging to an adult female (Fig. 3), recovered from the Atrium (layer 2i), no other primary deposition or anatomical connection were identified during fieldwork. According to field notes, several ossuaries were identified in the chamber with signs of bone selection (Valera et al., 2014), labelled as cluster, and still under analysis. Despite the fragmentation, complete bones were recovered from both samples. These include mostly small hand and foot bones, besides 3 non-adult long bones from

Fig. 3. Anatomical connection of a right foot belonging to an adult female recovered from the atrium of Tomb 2 of Perdigões (adapted from Rodrigues, 2017).

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ANA MARIA SILVA ET AL.

Bone

Atrium

Chamber

MNI

%

NMI

%

Pars petrosa

2

Atlas

16

12.5

10

55.6

100

11

61.1

Axis Manubrium

7

43.75

7

38.9

6

37.5

5

27.8

Hyoid bone

1

6.25

3

16.7

Clavicle

14

87.5

13

72.2

Humerus

6

37.5

9

50

Radio

7

43.75

12

66.7

Ulna

13

81.25

15

83.3

Scaphoid

3

18.75

8

44.4

Semilunar

6

37.5

6

33.3

Trapezium

6

37.5

4

22.2

Trapeziod

3

18.75

6

33.3

Capitate

5

31.25

7

38.9

Pisiforme

1

6.25

6

33.3

Hamate

2

12.5

3

16.7

1 MC

7

43.75

6

33.3

2nd MC

9

56.25

8

44.4

3rd MC

8

50

4

22.2

4th MC

8

50

4

22.2

5 MC

6

37.5

10

55.6

Femur

4

25

8

44.4

Tibia

3

12

8

44.4

Fibula

8

50

7

38.9

Patela

12

75

18

100

st

th

Talus

12

75

17

94.4

Calcaneum

8

50

15

83.3

First cuneiforme

10

62.5

8

44.4

Second cuneiforme

5

31.25

6

33.3

Third cuneiforme

7

43.75

4

22.2

Cuboid

9

56.25

5

27.8

Navicular

8

50

12

66.7

1st MT

8

50

9

50

2 MT

8

50

9

50

3rd MT

8

50

8

44.4

4th MT

8

50

11

61.1

5th MT

8

50

9

50

nd

Table 3: Bone representativeness of the adult bones recovered from Tomb 2 of Perdigões.

% Obtained Upper Single rooted teeth Upper Double/Multi rooted teeth

% Obtained

Atrium

Chamber

% Expected

Total

37

22

25

29

16

27

25

22

Lower Single rooted teeth

35,5

27

31.2

31

Lower Multi rooted teeth

11,5

24

18.8

18

Table 4. Percentages for single versus double/multi rooted permanent teeth from Tomb 2 of Perdigões.

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the Atrium and 16 (14 adults; 2 non-adults) from the Chamber. The non-adult sample stands out by the presence of seven complete Os ilium. Among the taphonomic alterations observed in these assemblages are the presence of carbonate concretions over bone surfaces, the presence of red pigments and a few bones altered by fire (Tab. 2). The latter, with the exception of two fragments recovered from the Chamber that exhibited white colour (> 600ºC, Gómez Bellard, 1996) are all black (300-400ºC, Gómez Bellard, 1996). No signs of fire were observed in the sediments of the tomb. Evidence of red pigment in bones was scored for both spaces. Yet, it is much more common in the Chamber sample, were 42.4% of the bones were speckled with red pigment against only 2.5% of the Atrium sample. In both samples, these alterations were scored in adult and non-adults bones, as well as, bones from all parts of the skeleton. The estimated number of individuals is 26 and 30, respectively for the Atrium and the Chamber. For the Atrium, it was the atlas (n= 16), that allowed the final estimation of adult individuals. Ten non-adults (38.5%) were identified based on tooth development and the two youngest, by the presence of two left Os ilium. The patella permitted to recognize 18 adults in the chamber, and the tooth sample, established the final number of 12 non-adult individuals (40%) in the chamber. To obtain the osteological profile of the two assemblages, the data of adult bones were assessed, in more detail, in terms of their representativeness (Tab. 3). The presence of four hyoid bones (one in the Atrium and the remaining in the Chamber) has to be highlighted as, the low representativeness of pars petrosa, femur and tibia, more pronounced in the Atrium. This deficiency is striking, since identification was not an issue with these bones, and they represent bones that normally are better preserved. Tooth representativeness was also analysed. The percentages obtained for the Atrium ensemble are very far from the expected ones: single rooted teeth from both maxillae are above the expected value, especially upper ones. The reverse trend in observed in double/multi rooted teeth, again more pronounced in the upper ones. The sample from the Chamber reveals an opposite trend: single rooted teeth from both maxilla display percentages below the expected

and, double/multi-rooted teeth, above. However, the magnitude of the difference is much lower. Interestingly, if we considered the two samples as a whole (last column of Tab. 4), the percentages converge to the expected values, particularly for mandibular teeth that became almost identical to the expected one. We will return to this issue in the discussion section. Results for bone weight show relevant data (Fig. 4). Overall, percentages are very similar for both assemblages, revealing the same trend, and being close to the expected one. The cranial and long bone display percentages below the expected values, more pronounced for the skull category, and foot and “others” bones”, above. The next step was to get some inferences about the demographic structure of these samples. Concerning sex ratio of the adult individuals, the more reliable anatomical regions for sex diagnosis, as Os coxae and cranial bones were too fragmented and reduced to small pieces, to be used. Some data were obtained from the length of the talus bone (Fig. 5) and the width of the distal extremity of the humerus. These, confirm the presence of individuals of both sexes, in an apparent similar proportion in both funerary spaces from this Tomb. The same trend is suggested by the results of the width of the distal end of the humerus (results not shown). The obtained age-at-death structure is very similar (Fig. 6). The youngest individual detected in the Atrium sample was an individual whose death occurred between 6-12 months (based on the width of a left Os ilium), and in the Chamber, a mandibular fragment confirm the presence of a child with an age at death around 2.4-2.5 years. Among adults, the external epiphysis of clavicles confirms that the majority of adults died with more than 30 years. For the atrium sample, the percentage is 66.7% (6/9) and 83.3% (10/12) for the Chamber (Fig. 7). Other evidence of young adults was noted by the presence of several vertebrae without the fusion of the ventral arch and the ongoing fusion of the iliac crest. The age at death profile for non-adults allowed a more detailed analysis of their mortuary profile, by comparing the mortality coefficients to the expected ones according to the mortality tables by Ledermann

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ANA MARIA SILVA ET AL.

%

N

45 40

5

35

CHAMBER

30

7

25 20 5

15 ATRIUM

10

3

5 0 Skull

Mandible

Long Bones

Theorical

Hands

Atrium

Feet

0

Others

1

2

3

4

Females

Chamber

Fig. 4. Results for bone weight of the adult bones recovered from Tomb 2 of Perdigões. The values are compared with the theoretical (expected) values develop by Silva et al., 2009.

N

5

6

7

Males

Fig. 5. Results of sex diagnosis for the adult individuals unearthed from the Atrium and Chamber samples from Tomb 2 of Perdigões based on the maximum length of the talus.

N

20

18

18

16

16

12 10

14

10

8

12 10

6

6

8

4

6 4

3

3

3

4 2

2

3

2

2

2

0

3 2

0 0-4 years

5-9 years

10-14 years Atrium

15-19 years

> 20 years

< 30 years

Chamber

> 30 years Atrium

Fig. 6. Age at death profile for the individuals exhumed from the Atrium and Chamber samples from Tomb 2 of Perdigões.

Chamber

Fig. 7. Age structure of the adult individuals exhumed from Tomb 2 of Perdigões according to the fusion of the sternal end of the clavicle.

700

Mortality coefficients

600 e25

500 400 300

e30

200 100

Chamber

Atrium 0 0-1

1-4

5-9 Age group

10-14

15-19

Fig. 8. Mortality coefficients for the non-adult recovered from the Atrium and Chamber of Tomb 2 of Perdigões compared with 95% confidence interval of superior limit of eo = 25 and inferior limit of eo=30, according to the life tables of Ledermann (1969).

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(1969) (Fig. 8). Demographic analysis revealed a clear under-representativeness of infants, particularly those less than 5 years old in comparison to the theoretical mortuary curve based on mortality frequencies of pre-industrial populations for both samples. On the contrary, the remaining age groups are over-represented when compared to the expected mortality rates, specially the 10-14 age group (Ledermann, 1969). If we considered the outline of the mortality curve, it is the curve for the Chamber that is closer to the expected one for natural populations, except for infants younger than 5 years (Ledermann, 1969; Silva, 2002; 2003). Certain demographic indexes were calculated in order to obtain more details about the demographic attributes of these individuals as, fertility and patterns of infant mortality (Tab. 5). In both samples, the juvenile index proposed by Bocquet-Appel (1977), D5-9/ D1014, is very below the value of 2, which is characteristic of pre-Jennerian population (Bocquet-Appel and Masset, 1977). Moreover, the estimated fertility rate of this sample is 2.46 and 4.80, respectively for the Atrium

Atrium

Chamber

0.31

0.39

D5-9/ D10-14

1.50

1.33

Fertility rate

2.46

4.80

D5-14/ D20-x

and Chamber samples (McFadden and Oxenham, 2017), values that are considered moderate and low fertility. Life expectancy at birth revealed unbelievably low values, less than 16 years, incompatible with survival of human groups. The mean value of the platymeric and platicnemic indexes of the long bones fall in the range of presence of flatness. For the Atrium, these indexes were only possible to score in a right tibia (platicnemic index: 71.43). Flatness of both lower limb bones were also register for the Chamber sample, with the mean value of 81.7 (n=4) for the platymeric index, and 67.4 (n=9), for the platicnemic. Non-metric traits were only possible to score in the infra-cranial skeleton (Tab. 6), since the high fragmentation of the skull makes the observation of these traits infeasible. The majority of traits were not observed and if present, are in low percentage. The most common observed non-metric trait in both sample was the septal aperture, although the low number of observations has to be considered.

Table 5. Results of the Juvenile indexes and fertility estimated for the two samples exhumed from Tomb 2 of Perdigões.

Atrium

Chamber

Presence of romboid fossa (clavicle)

0/9

0/24

Presence of supraclaviculaperfuration (clavicle)

0/8

0/24

Presence of septal aperture (humerus)

2/3

2/9

Presence of third trochanter (femur)

1/2

0/5

Presence of hypotrochantic fossa (femur)

1/2

1/6

Presence of ostrigonum (talus)

1/17

0/19

Presence of calcaneumsecundarium (calcaneum)

0/10

1/15

Absence of anterior calcaneal facet (calcaneum)

4/12

0/16

Peroneal tubercle of calcaneum (calcaneum)

1/10

3/10

Table 6. Infra-cranial non-metric traits observed in the bones exhumed from Tomb 2 of Perdigões.

Atrium

Chamber

1.69 (n=213)

1.8 (n=264)

Cariogenic lesions

0/213

4/266 = 1.5%

Antemortem tooth loss

0/26

0/49

3/212 = 1.4%

2/266 = 0.8%

0/11

1/22 = 4.5%

Dental wear

Linear enamel hypoplasia - Permanent teeth Enamel hypoplasia – pit defect - deciduous teeth

Table 7. Oral pathologies and enamel hypoplasia observed in the samples recovered from Tomb 2 of Perdigões.

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30 in the Chamber, being all age classes and both sexes represented. The adult/non-adult proportion of both samples are among the highest documented for similar tholos type monuments (Fig. 9), but in accordance with the expected non-adult ratio in archaic populations of 36% to 50% (Acsádi and Nemeskéri, 1970). The ratio, is even higher in the neighbour Tomb I of Perdigões, were 46.6% of the exhumed individuals were less than 15 years old (Evangelista, in preparation).

Concerning oral pathologies (Tab. 7), cariogenic lesions were found only for the Atrium sample, but in very low frequency (two upper and two lower posterior teeth). No antemortem tooth loss was registered, although this result has to be analysed with caution since the preserved alveolus are very low. Mean dental wear is very similar and low for both samples. The prevalence of linear enamel hypoplasia (LEH) is low, and equally distributed between anterior and posterior dentition (teeth FDI 12, FDI 23 and FDI 44 from the Atrium sample; teeth FDI 16 and FDI 44 for the Chamber sample). Among the deciduous dentition, only one lower right deciduous canine from the chamber revealed an enamel hypoplasia defect in form of a small pit.

Although all age groups are represented, a more detailed analysis of the non-adult samples shows several irregularities. Although young children were identified in the Atrium and Chamber (the youngest respectively, 6-12 months and 2.4-2.5 years), they are present in low numbers. This tendency, suggested by their age profile was confirmed by the analysis of their mortality coefficients. For both samples, the demographic analysis revealed a clear under-representativeness of infants less than 5 years old in comparison to the theoretical mortuary curve based on mortality frequencies of pre-industrial populations. On the contrary, the 5-9 and 10-14 age groups are over-represented when compared to the expected mortality rates, especially the Atrium sample. This trend was previously described for other coeval samples, as the Tholoi of Paimogo I and Cabeço da Arruda II, although in lesser magnitude (Silva, 2002, 2003). Moreover, in these last two coeval series, the 5-9 and 10-14 age groups are in the upper limit of the expec-

5. DISCUSSION The present study is the first step of the two-fold analysis of this funerary monument, were the data of the different spaces of the monument used as burial place were compared. This is not a common approach, since usually these tombs are studied as a whole. Moreover, the analysis of the non-referenced part of the collection (as mentioned above) is still in course. Therefore, all following comparisons with other tombs have to be considered with these two issues in mind. A similar number of individuals were scored in both spaces of Tomb 2: 26 individuals in the Atrium and

100% 90% 80%

10

12

123

19

290

55

Paimogo I

CA II

24

3

6

48

70% 60% 50% 40% 30%

16

18

Atrium

Chamber

55

9

38

55

20% 10% 0% Tomb I

Adults

Samarra

Agualva

Praia das Maças

Non-adults

Fig. 9. Proportion of adults ( >15 years old) versus non-adults in tholos type monuments from Portugal. Legend: Tomb I – Tomb I from Perdigões; Paimogo I – Tholos of Paimogo I; CAII – Cabeço de Arruda II; The data of Samarra and Praia das Maçãs are only partial.

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ted values. For now, it is difficult to interpret these differences but it is important to emphasize that the number of individuals exhumed from these tombs is much higher. The estimated demographic indexes confirmed the described irregularities. Moreover, the estimated life expectancy at birth revealed unbelievably low values (< 16 years) not compatible with survival of human groups. All these anomalies are primarily related with the low numbers of young children whose values influence the estimations of all these demographic parameters. The absence of infants in burials is not unusual. This under-representation has been interpreted by different authors as, the influence of age related mortuary practices, the effect of taphonomic agents causing differential preservation, and incomplete archaeological recovery due to biased excavation techniques (Saunders and Barrans, 1999). In the present case, the two latter seem not to be responsible for this under-representation, since small non-adult bones, as carpal ones, were recovered. Concerning the over-representativeness of the next two age categories, the data could reflect a temporal period of high infant mortality of the human community. Naturally, to interpret the results we also have to take into consideration the nature of the site and of the social practices that were taking place there and that might be responsible for the mortuary patterns that, characterize the tombs, making comparisons with other funerary contexts sometimes misleading. Although age indicators of adults are scare, the sternal end of the clavicle confirms that the majority of adults died older than 30 years. This fact is contrary to the common belief that prehistoric individuals die young, although it has been previously described for other coeval samples, as the tholos of Paimogo I (Silva, 2002, 2003). Human variation in aging process

is a well-known process due to the influence of environmental factors (activity, health, nutrition, among others) in biological age, and thus in the accuracy of age-at-death estimation. This is particularly relevant in older individuals, due to the effects of the accumulation of these extrinsic factors (Garvin et al., 2012). Therefore, the nature of these assemblages combined with these methodological constraints will also difficult the identification of older individuals in these prehistoric samples. The data based on flatness indexes of the femur and tibia do not reveal a pattern associated with flatness reduction associated with sedentary agricultural populations. However, they are consistent with the trend of flatness in the proximal femur and tibia shafts observed in other coeval Portuguese samples. This led Silva (2003) to suggest a greater mobility of these individuals (at least some) related to daily pastoralist activities or others actions that involved frequent long distance travelling (Silva, 2003, Boaventura et al., 2014). The variability of non-metric traits detected is scare and similar in both ensembles. The most common observed non-metric trait was the septal aperture of the humerus. However, these samples also stand out by the absence of traits as, the perforation of the supraclavicular nerve and hypotrochantic fossa that, although rare in modern collection are systematically scored in Late Neolithic/Chalcolithic populations from nowadays Portuguese territory (Silva, 1996, 2002, 2003). Health status of these individuals, concerning dental wear and oral pathologies reveals good health conditions: the mean dental wear is low and scarce cariogenic lesions were scored. Childhood stress

LEH LEH (Permanent teeth) (Deciduous teeth)

MNI

Caries

AMTL

Tomb 2 – Atrium (Perdigões)

26

0/213

0/26

3/212 = 1.4%

0/11

Tomb 2 – Chamber (Perdigões)

30

4/266 = 1.5%

0/49

2/266 = 0.8%

1/22 = 4.5%

Tomb 1 (Perdigões)

103

7/1406 = 0.5%

29/539 = 5.3%

143/1369 = 10.4%

2/81 = 2.5%

Tholos Paimogo I

413

72/1073 = 6.7%

507/4221 = 12%

56/5509 = 1%

1/514 = 0.2%

Samarra *

79

28/717 = 3.9%

127/1246 = 10.1%

0/1246

3/53 = 5.7%

Agualva

12

6/20

7/48

0/20

Praia das Maças*

44

2/119

42/101

2/15 = 13.3%

*Partial collection. Table 8. Oral pathologies and enamel hypoplasia observed in samples recovered from Tholos type monument from Portugal.

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experience of these individuals, measured by the presence of enamel hypoplasia, are among the lowest frequency observed for coeval samples (Tab. 8), and are even absent in the Atrium sample. Curiously, in the neighbor Tomb I of Perdigões, the frequency of this stress indicator is 10%. Moreover, 2.5% (2/81) of the deciduous teeth (FDI 75 and FDI 85) recovered from this tomb, exhibited signs of this stress indicator (Evangelista, in preparation). These data allow to suggest that the individuals deposited in Tomb 2 were not submitted to high environmental stress. This may be supported by the high percentage of individuals that died older than 30 years, and the almost inexistent signs of infection: only one fibula fragment of a nonadult displays signs of remodeled periostitis. Still, following the osteological paradox, these evidences could also correspond to weaker individuals who perished soon after the first exposure (Siek, 2013). In the previous section, the individuals exhumed from the two spaces of Tomb 2 were portrayed in biological terms, including inferences about childhood stress experience and pathologies. But one pertinent question is still not answered. What about the mortuary practices they were submitted?. This discussion is a difficult task. Still, we will examine the obtained data, pointing out the inferences that can be drawn.

82

sample displays a high percentage of upper and lower single rooted teeth. These are usually underrepresented, but for different reasons: the former, because they are among the first to decay in the decomposition process due to their anterior and superior position in the arcade. The latter, because being small they are more propitious to decay. The fast decay of upper anterior teeth is frequently the reason why they are missing in secondary deposits since they were lost during the transportation. The under-representation of double/multi rooted teeth in the Atrium is, in part, due to the overrepresentation of the other group of teeth and perhaps antemortem tooth loss, a pathology that affects more posterior teeth and that is not possible to evaluate correctly in these samples due to the lack of maxilla. The situation becomes even more curious if the two samples are considered as a whole, as the percentages converge to the expected ones, especially for mandibular teeth, as it can be seen in Tab. 4, last column.

Fragmentation of these assemblages is high, with a lower number of complete bones recovered from the Atrium. These include mainly small bones, as carpal and foot bones that, due to their small size, many times survived more easily to fragmentation in very disturbed burial places (Crúbezy et al., 1998; Silva, 1996, 2002).

Bone weight, confirmed all these trends: the percentages are very similar to the expected ones, with skull and long bones, below the values, and particularly foot and “others” above. These results demand more detailed comments. The under-representativeness of skull bones and long bones, was already revealed by the low number of pars petrosa, femur and tibia recovered. The over representation of “others” bones in the two spaces has to be highlighted, since this bone category systematically reveal lower weight values than expected. This is related to their lower survival rates due to low density and/or irregular shape (Crúbezy et al., 1998; Silva, 2002; Silva et al., 2009).

Starting with the analysis of the bone representativeness of adult bones from both samples, several points stand out: in both, small bones as carpal, hyoid and sesamoid bones are present; simultaneously, skeleton regions that usually are among the better preserved and give few identification problems as, pars petrosa, femur and tibia, are present in low frequency. These deviations are more visible in the Atrium sample. The results of tooth representativeness are even more puzzling. Both samples display great divergences to the expected values, again more marked in the Atrium sample, and in opposite directions: the tooth categories that are over-represented in one sample, are under-represented in the other one. The Atrium

So, if all these data are considered what can be said about one of the major questions in collective burials: is it a primary or a secondary burial place of inhumation? There is no evidences of primary depositions. However, tooth proportion and bone weight, and to less degree bone representativeness suggest that the deposition of primary burials could have happened, at least for some period of use of the monument. If so, the human remains were after submitted to intense manipulation. Major deposits probably occurred in the Chamber, where fewer irregularities were observed. The intense manipulation of the human remains probably was accompanied with removal of certain body parts. This would explain the missing of skull, femurs

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and tibia. This could also explain why upper single rooted teeth were over-represented in the Atrium: during the removal of the skulls from the Chamber, they ended up failing during the passage through the Atrium to go outside the funerary monument. This “circulation of bones”, as skulls, could also be responsible for the high number of atlas recovered in the Atrium, compared to pars petrosa. Another indication of an intense circulation inside the sepulchre is the high fragmentation of the bones, except for small hand and foot bones that more easily escape for being crushed. However, the secondary depositions of bones is also strongly suggested by the archaeological stratigraphy and processes of ruin of the monument and by the almost inexistence of preserved anatomical connexions. In fact, only one anatomic connection was detected during fieldwork which, according to several authors, does not allow to reject the hypothesis of primary burials (Chambon, 2003; Sjögren, 2015), but also doesn’t prove it. The presence of articulated bodies or parts of bodies could also explain the high representativeness of “other” parts of the skeleton in this tomb. Moreover, the presence of hyoid and sesamoid bones, bones that even in undisturbed primary burials are frequently not preserved, were present in this Tomb. This allows to suggest that some body parts were introduced in the Tomb, before disarticulation of the decomposition process. Nevertheless, these could also have been introduced as secondary deposits of body parts. This last practice may also explain the presence of the few cremated remains recovered with no associated sedimentological evidence of fire. Red pigment was found spread over the human remains mostly in the Chamber sample. Although some of this pigment is ochre, Emslie et al. (2015) confirmed that cinnabar, a natural mercury sulphide, was also present. The majority of human remains from Tomb 2 analysed by Emslie et al. (2015; n=15) were highly contaminated with mercury, which was associated with the cultural use of cinnabar in life. In sum, Tomb 2 of Perdigões corresponds to a deeply revolved and manipulated funerary context, with possible removal of certain body parts, reflecting the possible co-existence of different mortuary practices. No sex or age criteria of selection of the individuals were detected, except the apparent exclusion of some children younger than 5 years.

6. CONCLUDING REMARKS The analysis of prehistoric collective burials, a mass of commingled and fragmented bone assemblages, represents a continuous challenge in the search of the best combination of selected anthropological methodologies and procedures. Tomb 2 of Perdigões was not an exception. Although the discussed data have to be a considered provisionally since the nonreferenced bones of this Tomb are still under study, some relevant insights on the demographic structure, pathologies and experience of childhood stress were advanced. Mortuary practices were discussed in light of the different data. Tomb 2 corresponds to a deeply revolved and manipulated funerary context, suggesting the co-existence of different mortuary practices, such as plausible primary burials, secondary deposits of body parts and deposition and removal of certain bones.

ACKNOWLEDGMENTS This paper was written as part of the Perdigões Global Research Program. Part of the research had the financial support of CIAS (PEst-OE/SADG/ UI0283/2013) and also support from project PTDC/ EPH-AEQ/o78/2014.

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Antropomorphic ivory figurine from El Malagรณn site. Photo: Manuel Altamirano.


ESTUDIOS

Dolmen de El Gigante o de Buendía (Ronda, Málaga). Foto: Miguel A. Blanco de la Rubia.


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Estudio bioarqueológico de la necrópolis megalítica de Panoría (Darro, Granada) Marta Díaz-Zorita Bonilla, Gonzalo Aranda Jiménez, Sonia Robles Carrasco, Javier Escudero Carrillo, Margarita Sánchez Romero y Águeda Lozano Medina Los signos del tiempo: documentación e interpretación de los petroglifos calcolíticos de la cueva del Toril (Otíñar, Jaén) Manuel Serrano Araque, César Esteban López, Francisco Gómez Cabeza, Narciso Zafra de la Torre y Francisco Arias de Haro Las primeras importaciones griegas en Occidente y la cronología de la cerámica geométrica: hacia un nuevo paradigma (II) Eduardo García Alfonso


Tumba 10 de la necrópolis megalítica de Panoría (Darro, Granada). Foto: Gonzalo Aranda Jiménez.


ESTUDIOS

ESTUDIO BIOARQUEOLÓGICO DE LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE PANORÍA (DARRO, GRANADA) Marta Díaz-Zorita Bonilla1, Gonzalo Aranda Jiménez2, Sonia Robles Carrasco3, Javier Escudero Carrillo1, Margarita Sánchez Romero2 y Águeda Lozano Medina2

Resumen: El estudio de los restos óseos humanos y animales documentados en la excavación de las tumbas 6, 7, 8, 10 y 18 de la necrópolis megalítica de Panoría (Darro, Granada) permite establecer varias conclusiones sobre el ritual funerario y las características de la población enterrada. La convivencia de restos óseos mezclados y superpuestos junto a partes anatómicas que mantienen sus conexiones sugiere un ritual consistente en enterramientos en posición primaria cuyos restos fueron posteriormente transformados y desplazados por sucesivas deposiciones mortuorias. Por su parte, la caracterización antropológica muestra a una población sin sesgos de sexo o edad más allá de una clara infrarrepresentación de individuos infantiles, resultado posiblemente de procesos tafonómicos. Las patologías degenerativas son las más habituales seguidas de traumatismos, procesos infecciosos, alteraciones metabólicas y estados carenciales. El estado de salud buco-dental es consistente con una dieta baja en carbohidratos.

Palabras clave: Bioarqueología, Zooarqueología, Neolítico, Edad del Cobre, Ritual funerario, Megalitismo.

THE BIOARCHAEOLOGICAL ANALYSIS OF THE MEGALITHIC NECROPOLIS OF PANORÍA (DARRO, GRANADA) Abstract: The human and animal remains found in Tombs 6, 7, 8, 10 and 18 at the megalithic necropolis of Panoría (Darro, Granada) are discussed in this paper. The results stress different conclusions related to the funerary ritual and the features of the buried population. The co-occurrence of bone remains mixed and superimposed together with anatomical connections suggests primary burial depositions, later transformed and displaced by successive mortuary rituals. The anthropological characterization shows a population without biases of sex and age, although with a clear under-representation of subadult individuals as result of probably taphonomic processes. The health conditions are dominated by degenerative joint diseases, followed by trauma, infectious disease and metabolic disorders. The oral pathologies are consistent with a diet low in carbohydrates.

Keywords: Bioarchaeology, Zooarchaeology, Neolithic, Copper Age, funerary Ritual, Megalithism.

1 AInstitut für Ur- und Frühgeschichte und Archäologie des Mittelalters, University of Tübingen. [marta.diaz-zorita-bonilla@uni-tuebingen.de]; [javier.escudero-carrillo@uni-tuebingen.de] 2 Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada. [garanda@ugr.es]; [marsanch@ugr.es]; [aguedalozanomed@gmail.com] 3 Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Sevilla. [sonia.robles.2@gmail.com]

Recibido: 01/10/2017. Aceptado: 30/11/2017

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1. INTRODUCCIÓN: LA NECRÓPOLIS DE PANORÍA La necrópolis megalítica de Panoría se localiza en el piedemonte del cerro que le da nombre, cerro que pertenece al extremo más oriental de sierra Harana en su vertiente sureste, a 1,5 km de la localidad de Darro (Granada). Se sitúa en la margen izquierda a aproximadamente 900 m del denominado arroyo de Rambla Seca, tributario del río Fardes, formando parte de la depresión de Guadix. Descubierta en el año 2012, la necrópolis consta de al menos 19 sepulturas de las que 5 –Tumbas 6, 7, 8, 10 y 18– fueron excavadas en el año 2015 por el Grupo de Investigación “GEA. Cultura material e identidad social en la Prehistoria Reciente en el sur de la Península Ibérica” del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada (Fig. 1) (Aranda Jiménez et al. en prensa; Benavides et al., 2016). Se trata fundamentalmente de sepulturas de corredor formadas por cámaras funerarias de forma poligonal o rectangular –entre 1,10 y 1,60 m de longitud− construidas con grandes losas de piedra a las que se accede mediante cortos y estrechos pasillos. Excepto en el caso de la sepultura 6, todas ellas apa-

recen orientadas hacia el orto solar, siguiendo un patrón habitual en este tipo de monumentos funerarios (Hoskin et al., 1994). Las sepulturas aparecen parcialmente enterradas en el subsuelo de forma que solo las partes superiores de las losas sobresalen. De las 5 tumbas excavadas, solo la número 8 se aleja de la tipología de sepulturas de corredor al tratarse de un pequeña cista de aproximadamente 1 m de longitud. Según los estudios de caracterización geoarqueológica, todas las losas de piedra provienen de unas calizas nodulosas de grano fino, color beige y textura packstone conocidas como Ammonitico Rosso que se localizan en el entorno de la necrópolis (Aranda Jiménez et al., 2017a). El proceso de excavación confirmó que todas las tumbas se vieron afectadas en mayor o menor medida por actividades humanas de naturaleza indeterminada. Así, solo la Tumba 18 conservaba todos los ortostatos de la cámara y pasillo de acceso. Por su parte, el grado de conservación de los restos antropológicos también presentaba importantes diferencias entre sepulturas. En el caso de la Tumba 6, solo se documentaron escasos fragmentos de huesos humanos mezclados con los depósitos sedimentarios que colmataban la cámara

Fig. 1. Ortofotografía del sector de la necrópolis de Panoría donde se localizan las Tumbas 6, 7, 8, 10 y 18.

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funeraria. Una situación similar se registró en las Tumbas 7 y 18 con la diferencia de que algunos restos antropológicos, especialmente huesos largos, se documentaron en posición primaria sobre los enlosados de piedra que pavimentaban las cámaras funerarias. En el caso de la Tumba 8 se conservaron dos depósitos de restos antropológicos claramente diferenciados. El más antiguo se documentó bajo las lajas que delimitaban el lateral sur de la cista que aparecieron completamente caídas hacia el interior. Posiblemente esta circunstancia favoreció la conservación de los únicos fragmentos de hueso pertenecientes al uso primigenio de la tumba. El segundo de los conjuntos óseos se registró en el interior de una fosa realizada sobre los depósitos sedimentarios que colmataban el interior de la cista. En este caso, se trata de restos esqueléticos mezclados, fragmentados y dispuestos sin ningún orden o patrón determinable que muy posiblemente se correspondan con una reutilización tras el abandono de la sepultura. Especialmente destacable es el caso de la Tumba 10 dado que conservaba un depósito funerario en excelente estado de conservación que no parece haber sido afectado por ninguna perturbación posabandono como sucedía en las anteriores sepulturas. Se trata de un auténtico palimpsesto formado por una compleja y compacta acumulación de restos óseos mezclados y superpuestos unos a otros que aparecen dispuestos tanto en la cámara funeraria como en el corredor (Fig. 2). Se registraron restos esqueléticos de todas las partes anatómicas entre los que destacaban los huesos largos, mandíbulas y cráneos que en varios casos aparecieron completos. La mayoría de los huesos no presentaban una disposición o patrón reconocible, solo en contadas ocasiones aparecieron en posición articulada o semi-articulada. Precisamente, los restos antropológicos han sido el tipo de material seleccionado para explorar la cronología y temporalidad de la necrópolis. A partir del número mínimo de individuos (NMI en adelante) identificado en cada tumba, se ha obtenido una serie de 19 dataciones radiocarbónicas que han sido analizadas mediante estadística Bayesiana (Aranda Jiménez et al., 2017b). De esta forma, se han establecido tres conclusiones principales: i) las primeras prácticas funerarias se realizaron entre el 3525-3195 cal BC y las últimas entre el 2125-1980 cal BC, lo que supone

Fig. 2. Planta de la sepultura 10 con los restos antropológicos registrados.

un largo período de uso, entre 1055-1410 años; ii) las diferentes tumbas que componen la necrópolis fueron construidas en diferentes momentos temporales entre mediados del IV y mediados del III milenios cal BC; y iii) las sepulturas fueron usadas a diferentes escalas temporales, en ocasiones durante escasas décadas, en otras posiblemente durante siglos y en algunos casos reutilizadas tras largos periodos de inactividad funeraria. A continuación se presenta el estudio bioarqueológico de los restos óseos documentados en las diferentes sepulturas de la necrópolis. Para ello, en primer lugar se valoran los métodos y protocolos utilizados, posteriormente se presentarán los resultados destacando aspectos como la estimación de

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sexo, edad, NMI, caracteres no métricos y estado de salud y, finalmente, se discutirán los resultados en el contexto de las poblaciones del Neolítico y Edad del Cobre del sur peninsular.

2. MATERIALES Y MÉTODOS Los materiales analizados consisten en una colección de restos óseos y dentales tanto de origen humano como faunístico procedentes de las Tumbas 6, 7, 8, 10 y 18 excavadas en 2015. El trabajo de laboratorio fue realizado en las instalaciones del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada durante el mes de marzo de 2016 donde se realizaron las tareas de limpieza, clasificación, análisis, registro de datos y extracción de muestras. El material se encontraba en las bolsas originales de excavación y sin limpiar, lo que ha facilitado el estudio de diferentes procesos tafonómicos para lo que se han seguido los protocolos establecidos por Johnson (1985) y Buikstra y Ubelaker (1994). La limpieza de los restos óseos fue realizada con agua, cepillos de cerdas suaves y palillos de madera para retirar el sedimento adherido al hueso. Una vez lavados, se dejaron sobre papel secante a temperatura ambiente durante al menos 48 h. La clasificación, identificación y registro se realizó discriminando entre fragmentos de origen humano vs. animal, adulto vs. subadulto, tipo de hueso o diente, lateralidad, segmento y zona anatómica y grado de conservación. Esto ha permitido determinar el número mínimo de individuos (NMI) a partir del tipo de hueso o pieza dental y de su lateralidad y posición. Para los restos óseos humanos, la determinación del sexo se ha realizado a través de la observación de los caracteres morfológicos clásicos de la pelvis, el cráneo y la mandíbula (Buikstra y Ubelaker, 1994). En caso de ausencia de estas regiones anatómicas se han considerado las fórmulas métricas de Bass (1995), Brothwell (1987) y Buikstra y Ubelaker, 1994). Las categorías utilizadas son probablemente masculino, masculino, alófiso, probablemente femenino, femenino e indeterminado. La edad se ha estimado según los siguientes métodos: desgaste dental según Brothwell (1987) y Lovejoy et al. (1985), la sínfisis púbica según Todd (1921) y Brooks y Suchey (1990), la superficie auricular del ilión según Lovejoy et al. (1985), el método de la extremidad esternal de las costillas según Iscan et al. (1984) e Iscan y Loth

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(1986) y la obliteración de las suturas craneales según Meindl y Lovejoy (1985). Para los individuos subadultos, la edad se ha estimado mediante la observación de las uniones epifisarias (Scheuer y Black, 2000; Buikstra y Ubelaker, 1994; Brothwell, 1987) y mediante el esquema de desarrollo y erupción dental de Ubelaker (1979). De esta forma, las categorías de edad utilizadas en este estudio son las siguientes: infantil I (desde el nacimiento hasta los 6 años), infantil II (7-12 años), juvenil (13-17 años), adulto joven (18-25 años), adulto de mediana edad (26-40 años), adulto maduro (40-60 años), adulto de edad avanzada (>60 años). Se ha utilizado una categoría adicional de “adulto” para aquellos restos en los que no se ha podido establecer con mayor precisión la categoría de edad y para diferenciarlos de los individuos subadultos (<17 años). Durante el proceso de registro del material óseo y dental se han tomado las mediciones pertinentes según Buikstra y Ubelaker (1994) y Brothwell (1987) con un calibre digital con una precisión de 0.01 mm y una cinta métrica en milímetros. También se ha tenido en cuenta la evaluación del error intra-observador y para ello se han estimado ocho medidas diferentes por dos observadores distintos en tres ocasiones. El estudio dental se ha realizado a partir de la clasificación de la Federación Dental Internacional (FDI). Se han medido todas las piezas completas y sin desgaste severo (>5 en la escala de Brothwell (1987)) teniendo en cuenta los siguientes parámetros establecidos por Moorees y Reed (1964): AC (altura de la corona), MD (diámetro mesiodistal) y BL (diámetro bucolingual). Los caracteres no métricos craneales se han registrado según Berry y Berry (1967), los del esqueleto postcraneal según Finnegan (1978), Buikstra y Ubelaker (1994) y Brothwell (1981) y los dentales según el Arizona State University Dental Anthropology System (ASUDAS) (Turner et al., 1991). En el caso de los marcadores de estrés músculo-esquelético se han tenido en cuenta los criterios establecidos por Merbs (1983), Hawkey y Merbs (1995), Dutour (1986), Jurmain (1999) y Capasso et al. (1999). Para el estudio paleopatológico se han seguido las recomendaciones de Roberts y Conell (2004) y Lovell (1997). Para contrastar diferentes diagnósticos se han consultado manuales de referencia como Ortner (2003), Roberts y Manchester (2007), Waldron (2009) y Aufderheide y Rodríguez-Martín (1998).

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ESTUDIO BIOARQUEOLÓGICO DE LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE PANORÍA (DARRO, GRANADA)

Las caries y el cálculo dental se han registrado siguiendo el sistema numérico de Buikstra y Ubelaker (1994). La hipoplasia dental (LEH) se ha clasificado a partir del grado de severidad de los defectos de hipoplasia propuesto por Goodman y Rose (1990) y la edad de aparición de los episodios hipoplásicos mediante las ecuaciones elaboradas por Walker et al. (1991).

grado de fusión epifisaria en huesos largos y de la erupción y desgaste dental (Silver, 1969; Grant, 1982).

En el caso de los restos óseos animales, la identificación de las diferentes especies y partes anatómicas se ha realizado a partir de atlas de anatomía (Williston, 1925; Romer, 1956; Pales y Lambert, 1971; Schmid, 1972; Barone, 1980; Amorosi 1989; Cohen y Serjeantson, 1996; Hillson, 2005; France, 2009) y de una colección de referencia propia. Los fragmentos no identificados se han clasificado según la talla en macrofauna (individuos del tamaño de bóvidos, équidos y grandes cérvidos) y mesofauna (para aquellas especies de tamaño medio como ovejas, cabras y suidos).

Las medidas osteológicas se han tomado siguiendo los criterios de Von den Driesch (1976) con un calibre digital (error ± 5 mm). El número total de restos (NR) y el número mínimo de individuos (NMI) se ha calculado según los criterios establecidos por Fernández-Jalvo y Andrews (2016) y Lyman (1999). Por su parte, el análisis tafonómico se ha basado en los trabajos de Fernández-Jalvo y Andrews (2016) y Lyman (1999).

Los restos de malacofauna marina han sido identificados según los criterios establecidos por Gofas et al. (2011), y en el caso de la malacofauna terrestre según Ruiz Ruiz et al. (2006) y Araujo et al. (2009).

3. RESULTADOS 3.1. TUMBA 6

Para la discriminación entre oveja y cabra se han tenido en cuenta los trabajos de Boessneck (1969), Prummel y Frisch (1996), Halstead y Collins (2002), Zeder y Pilaar (2010), Zeder y Lapham (2010), y en aquellos casos en los que no fue posible tal distinción se han clasificado como “ovicaprinos”. Aquellos fragmentos óseos no identificados anatómicamente, se han clasificado como hueso largo, hueso plano, fragmento craneal o elemento postcraneal. Para la descripción de las porciones óseas se consideraron las zonas diagnóstico según Dobney y Rielly (1988). Las estimaciones de edad se realizaron a partir del

La Tumba 6 es una sepultura de corredor formada por una cámara funeraria de planta trapezoidal –1,70 m de longitud por 1 m de anchura máxima– y corredor de acceso de tan solo 50 cm de longitud por 40 cm de achura (Fig. 3). Como se ha indicado anteriormente el material óseo, escaso y fragmentado, apareció mezclado con las unidades sedimentarias que colmataban la cámara funeraria. En total se documentaron 34 restos antropológicos (29 fragmentos óseos y 5 piezas dentales) que se corresponden a NMI de 1 (Tabla 1). Con respecto a

Fig. 3. Ortofotografía del dolmen 6 (izquierda) y modelado digital con curvas de nivel cada 5 cm (derecha).

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Tumba

Contexto

NMI

6

Cámara Funeraria

1

7

Cámara Funeraria

Cámara Funeraria (fase 2)

Edad

3

2

Primer tramo del corredor

Segundo tramo del corredor

Indeterminado Probablemente Masculino

Adulto Joven (18-25 años)

Indeterminado

Infaltil II (4-8 años)

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto Joven (18-25 años)

Probablemente Femenino

6

18

Cámara Funeraria

Adulto

Masculino

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Juvenil (13-17 años)

Indeterminado

Infantil I (2 años ± 8 meses)

Indeterminado

Adulto

Femenino

Adulto Mediana Edad (26-40 años)

Femenino

Adulto

Probablemente masculino

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Adulto

Indeterminado

Infantil I (2 años ± 8 meses)

Subadulto

Infantil II (7-12 años)

Subadulto

10

Camara Funeraria

Indeterminado Indeterminado

Adulto

2

4

Adulto Adulto Adulto

8 Cámara Funeraria (fase 1)

Sexo

18

Infantil II (7-12 años)

Subadulto

Adulto

Indeterminado

1

Tabla 1. Distribución del NMI, sexo y edad en las Tumbas 6, 7, 8, 10 y 18.

Patología

Tumba

Nº huesos / dientes observados

Nº huesos afectados

Frecuencia %

Osteoartritis

10

48

18

37,50

Traumatismo

10

11

2

36,67

6

4

2

50

Cálculo dental

Caries

7

21

13

61,90

10

316

149

47,15

8

13

1

7,69

10

316

17

5,37

Tabla 2. Prevalencia de patologías óseas y dentales.

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su distribución por zonas anatómicas se han contabilizado 13 fragmentos (44,8%) pertenecientes a huesos largos, seis fragmentos (20,6%) a extremidades inferiores, uno (3,4%) a extremidades superiores, seis (20,6%) al cráneo y un fragmento (3,4%) de vértebra, costilla y escápula respectivamente. Aunque se trata de un conjunto pequeño, las diferencias cuantitativas observadas responden principalmente a una conservación diferencial de los diferentes tipos de huesos, especialmente de fragmentos de huesos largos y cráneo. No existen restos de regiones anatómicas que permitan determinar el sexo y tan sólo se ha podido estimar la edad de un individuo adulto a partir de las piezas dentales. Se observa una única patología oral consistente en un cálculo dental de tipo leve y moderado en la zona vestibular y leve por ambas superficies proximales (distal y mesial) (Tabla 2). Por último, las evidencias

Taxón/ Tumba

de meteorización, las fracturas y fisuras, así como la tinción y erosión producidas por las raíces son los principales procesos tafonómicos identificados. En cuanto a los restos faunísticos se han documentado un total de 21 fragmentos (5,8 g) de los que 4 (19,04%) se corresponden a mamíferos terrestres y 17 (80,95%) a reptiles. El NMI es de cuatro, dos mamíferos terrestres, un lagomorfo y un individuo indeterminado de talla media, y dos reptiles identificados como Timon lepidus. En el caso del lagomorfo, se trata de un fragmento de pelvis derecha cuyo deficiente estado de conservación no ha permitido discriminar entre liebre o conejo. También se han registrado fragmentos craneales y partes del esqueleto axial y apendicular pertenecientes a un Timon lepidus. Un fragmento de mandíbula derecha y otro de húmero pertenecerían igualmente a un segundo individuo de esta misma especie (Tabla 3).

Tumba 6 NR

%

NMI

Tumba 7

%

Peso

%

NR

%

NMI

%

Peso

%

Ovicaprino Lagomorfo

1

25

1

50

0,61

40,39

15

83,33

1

50

1,19

75,31

Mesofauna

3

75

1

50

0,9

59,60

3

16,66

1

50

0,39

24,68

∑ Mamíferos

4

100

2

100

1,51

100

18

100

2

100

1,58

99,99

Timon lepidus

17

100

2

100

4,29

100

∑ Reptiles

17

100

2

100

4,29

100

Rumina decollata

7

100

7

100

6,43

100

∑ Malacofauna terrestre

7

100

7

100

6,43

100

Patella sp Bivalvo sp ∑ Malacofauna marina TOTAL

Taxón/ Tumba

21

4

5,8

25

9

Tumba 8 NR

%

NMI

%

8,01

Tumba 10 Peso

%

NR

%

NMI

%

Peso

%

8

100

1

100

0,53

100

8

100

1

100

0,53

100

4,43

100

Ovicaprino Lagomorfo Mesofauna ∑ Mamíferos

Timon lepidus ∑ Reptiles

Rumina decollata

3

100

3

100

1,72

100

8

100

8

100

∑ Malacofauna terrestre

3

100

3

100

1,72

100

8

100

8

100

4,43

100

Patella sp

1

50

1

50

28,78

61,14

Bivalvo sp

1

50

1

50

18,29

38,85

2

100

2

100

47,07

100

∑ Malacofauna marina TOTAL

3

3

1,72

18

10

52,03

Tablas 3a y 3b. Numero de restos (NR), número mínimo de individuos (NMI) y peso (en gramos) de la fauna según los taxones identificados.

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Taxón/ Tumba Ovicaprino

Tumba 18

TOTAL

NR

%

NMI

%

Peso

%

1

100

1

100

3,63

100

NR

%

NMI

%

Peso

%

1

1,47

1

3,57

3,63

5,09

Lagomorfo

24

35,29

3

10,71

2,33

3,27

Mesofauna

6

8,82

2

7,14

1,29

1,81

31

45,58

6

21,42

7,25

10,18

Timon lepidus

∑ Mamíferos

1

100

1

100

3,63

17

25

2

7,14

4,29

6,02

∑ Reptiles

17

25

2

7,14

4,29

6,02

Rumina decollata

18

26,47

18

64,28

12,58

17,67

∑ Malacofauna terrestre

18

26,47

18

64,28

12,58

17,67

Patella sp

1

1,47

1

3,57

28,78

40,42

Bivalvo sp

1

1,47

1

3,57

18,29

25,69

2

2,94

2

7,14

47,07

66,11

68

100

28

100

71,19

100

∑ Malacofauna marina TOTAL

1

1

3,63

100

Tabla 3c. Numero de restos (NR), número mínimo de individuos (NMI) y peso (en gramos) de la fauna según los taxones identificados.

3.2 . TUMBA 7 La Tumba 7 se corresponde con un dolmen de corredor de planta rectangular con una longitud máxima de la cámara funeraria de 1,60 m y una anchura de 1,10 m. El corredor de planta cuadrangular presenta unas dimensiones de 60 cm de longitud y anchura. La entrada a la cámara apareció cerrada por una laja de piedra apoyada sobre los ortostatos que la delimitan (Fig. 4).

brales, 28 (1,4%) a costillas, 19 (1%) a clavículas, 18 (0,9%) a pelvis, 11 (0,5%) a falanges de mano, nueve (0,4%) a escápulas, ocho (0,4%) a falanges del pie, siete (0,3%) a rótulas, y dos (0,1%) a fragmentos del carpo. Los procesos tafonómicos identificados son la meteorización, la acción producida por las raíces, las marcas de roedores y, en menor medida, indicios de exposición al fuego. El NMI es de tres (Tabla 1), un individuo adulto probablemente masculino y dos individuos adultos y de sexo indeterminado.

Se registraron 1.912 restos antropológicos (1.884 huesos y fragmentos óseos, 23 piezas dentales y cinco fragmentos de raíces dentales). De los 1.884 fragmentos óseos, 777 (41,2%) corresponden a pequeños fragmentos sin identificar, 547 (29%) a huesos largos, 198 (10,5%) a fragmentos craneales, 115 (6,1%) a extremidades inferiores, 77 (4%) a extremidades superiores, 36 (1,9%) entre metacarpos y metatarsos, 32 (1,6%) a fragmentos verte-

Desde el punto de vista patológico se han documentado evidencias de osteoartritis leve en la tuberosidad radial de un radio izquierdo, procesos osteofíticos en el borde superior de la superficie anterior de una rótula de lateralidad indeterminada, porosidad y exostosis en el conducto auditivo externo en un fragmento de temporal izquierdo y una entesopatía en un cuarto metacarpo izquierdo. En lo que respecta a la patología oral se ha registrado una pérdida

Fig. 4. Ortofotografía del dolmen 7 (izquierda) y modelado digital con curvas de nivel cada 5 cm (derecha).

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malacofauna. 15 de los 18 restos de mamífero fueron identificados como partes del esqueleto apendicular de un lagomorfo y tres, dos fragmentos de hueso largo y uno de costilla, solo pudieron asociarse a un mamífero de talla media. En el caso de la malacofauna terrestre, los siete individuos han sido identificados como Rumina decollata (Tabla 3).

3.3. TUMBA 8

Fig. 5. Pérdida dental antemortem (PDAM) en pieza 36, reabsorción alveolar y malposición en pieza 37 y extensión del esmalte.

dental antemortem de una pieza 36 con reabsorción alveolar, lo que provocó el consecuente desplazamiento (inclinación hacia mesial) de la pieza 37, que presenta un leve retroceso alveolar característico de una periodontitis localizada (Fig. 5). En una pieza 43 de individuo de edad y sexo indeterminados se observan dos episodios de hipoplasia del esmalte dental consistentes en dos bandas, una a los 3,75 mm correspondiente con una edad de 4,2 años y otra a los 3,08 mm producida a los 4,6 años. Esta pieza también presenta cálculo dental leve y moderado por sus cuatro caras. En cuanto a los rasgos no métricos, se ha documentado una escotadura de vastus en una rótula derecha, además de una extensión del esmalte que no llega hasta la furca, por vestibular, en una pieza 37 (Tabla 4; Fig. 5). Respecto a los restos faunísticos se han documentado 25 fragmentos de los cuales 18 (72%) se corresponden a mamíferos y 7 (28%) a malacofauna terrestre. El peso total de la muestra es de 6,01 g, de los que 1,58 g pertenecen a los mamíferos y 4,43 g a la

Tumba 7

10

Rasgo no métrico

Se trata de una cista de forma aproximadamente rectangular con 1 m de longitud y 50 cm de anchura. Se conservan 7 ortostatos en posición vertical más varias losas y mampuestos que delimitaban su lateral izquierdo completamente caídos hacia su interior (Fig. 6). Se registraron un total de 487 restos antropológicos (472 restos óseos, 13 piezas dentales y dos raíces dentales) que se corresponde con un NMI de cuatro (Tabla 1). Como se ha indicado anteriormente, se han identificado dos episodios de uso funerario. El más antiguo o fase 1 agrupa a 42 restos (40 óseos más dos raíces dentales), de los que 20 (50%) son fragmentos no identificados, 10 (25%) restos de huesos largos, nueve (22,5%) de extremidades inferiores (fémures únicamente) y uno (2,5%) de extremidades superiores (húmero). El NMI es de dos, identificados a partir del fémur izquierdo. Se trata de dos individuos adultos de sexo ideterminado. El segundo episodio funerario o fase 2 se corresponde con una deposición muy posibilemente secundaria de restos antropológicos realizada en el interior de una fosa. Se registraron 445 restos –432 óseos más 13 piezas dentales– de los que 151 (34,95%) son sin identificar, 131 (30,3%) pertenecen a fragmentos de huesos largos, 51 (11,8%) a metacarpos y/o metatarsos, 35 (8,1%) a restos mandibulares, 20 (4,6%) a fragmentos vertebrales, 18 (4,1%) a peronés, 16 (3,7%) a costillas, tres

Hueso

Nº huesos observados

Nº rasgo presente

Frecuencia %

Escotadura de vastus

Rótula derecha

1

1

100

Escotadura supraorbitaria derecha

Cráneo (Frontal)

2

2

100

Orificio parietal

Cráneo (Parietales)

2

2

100

Doble carilla articular

Calcáneo Derecho

1

1

100

Apertura septal

Húmero Derecho

1

1

100

Tercer trocánter

Fémur Izquierdo

1

1

100

Foramen en borde supraorbitario derecho

Cráneo (Frontal)

4

1

25

Tabla 4. Caracteres no métricos óseos documentados en las Tumbas 7 y 10.

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Fig. 6. Ortofotografía del dolmen 8 (izquierda) y modelado digital con curvas de nivel cada 5 cm (derecha).

(0,69%) a húmero, cúbito y radio respectivamente, y uno (0,23%) a una falange de mano. Al igual que en la fase anterior, el NMI es de dos, indentificados en este caso a partir del desarrollo dental. Ambos individuos son de sexo indeterminado, uno de ellos pertenece a un adulto joven de 18-25 años que presentaba los terceros molares y otro a un individuo infantil de entre 4 y 8 años según la pieza dental 75 que mantiene las raíces totalmente formadas, sin indicios de reabsorción y con desgaste del esmalte oclusal con exposición de la dentina. En el caso del individuo adulto joven, presenta una posible caries en la superficie lingual de la pieza dental 37, y el rasgo no métrico foramen secum en la pieza 46

Tumba 7 8

10

(Tabla 5). No obstante, el grado de meteorización que presentan los restos óseos dificulta un diagnóstico más preciso. Los restos óseos faunísticos pertenecen a tres fragmentos de malacofauna terrestre, en concreto a tres gasterópodos identificados como Rumina decollata.

3.4. TUMBA 10 La tumba 10 pertenece a la tipología de dólmenes de corredor con cámara funeraria de planta trapezoidal (Fig. 7). Su longitud máxima incluido el corre-

Rasgo no métrico

Pieza dental (FDI)

N dientes observados

N rasgos presentes

Frecuencia %

Extensión del esmalte

37

1

1

100

Canino de dos raíces

43

1

1

100

Foramen secum

46

6

1

16,66

Foramen secum

36

2

1

50

Foramen secum

48

1

1

100 33,33

Incisivo en pala

22

3

1

Hipotrofia de la raíz

11

10

1

10

Hipotrofia de la raíz

21

7

1

14,28

Hipotrofia de la raíz

Incisivo central (maxilar superior)

5

2

40

Surco interrumpido

22

7

1

14,28

Perla de esmalte

18

4

1

25

Incisivo en pala

22

7

1

14,28

Incisivo en pala

21

7

1

14,28

Canino de dos raíces

43

10

1

10

Tabla 5. Caracteres no métricos dentales documentados en las Tumbas 7, 8 y 10.

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Fig. 7. Ortofotografía del dolmen 10 (izquierda) y modelado digital con curvas de nivel cada 5 cm (derecha).

dor es de 3,10 m, de los que 1,60 m pertenecen a la cámara funeraria y 1,50 m al corredor. De entre las sepulturas excavadas, éste es el único corredor formado por dos tramos claramente diferenciados. El primero aparece orientado respecto al eje longitudinal de la cámara funeraria pero no así el segundo y más externo que se encuentra girado en dirección sureste. Como se indicó anteriormente, la tumba presentaba un depósito funerario en buen estado de conservación formado por una compleja y compacta acumulación de restos óseos mezclados y superpuestos unos a otros que aparecen dispuestos tanto en la cámara funeraria como en el corredor (Fig. 2). 3.4.1. Tramo 1 del corredor En el tramo 1 del corredor se registraron un total de 1152 restos antropológicos (1094 restos óseos, 55 piezas dentales y cuatro raíces dentales). De los 1094 restos óseos, 486 (44,4%) son fragmentos/esquirlas sin identificar, 199 (18,1%) pertenecen a fragmentos craneales, 91 (8,3%) a extremidades inferiores, 58 (5,3%) a fragmentos mandibulares, 53 (4,8%) a costillas, 50 (4,5%) a restos de vertebrales, 40 (3,6%) a huesos largos, 38 (3,4%) a fragmentos de escápulas, 44 (4%) a extremidades superiores, 33 (3%) a metacarpos/metatarsos, 20 (1,8%) a pelvis, siete (0,6%) a clavículas y uno a fragmento de mano. Los principales procesos tafonómicos observados son la meteorización, las raíces, las marcas de roedores y los hongos. El NMI en este tramo es de seis (Tabla 1), de los que cinco individuos son adultos según la pieza dental 47, más un individuo subadulto juvenil identificado a partir de un fragmento de peroné. Entre los adultos, se registra al menos un individuo de sexo probablemente femenino según la escotadura ciática mayor de un coxal izquierdo y el mentón de una mandíbula cuya dentición

lo sitúa en la categoría de adulto joven (17-25 años). De igual forma, se documenta un individuo adulto de sexo masculino según la apófisis mastoides izquierda y el mentón mandibular. A partir del desgaste dental su edad puede establecerse entre 20-35 años. En cuanto a las patológicas observadas se documenta una lesión osteolítica en un fragmento de parietal adulto. Se trata de un orificio semicircular con borde aparentemente “reactivo” o cicatrizal desde el endocráneo, aunque la fractura del hueso no permite observar el borde externo de esta posible lesión (Fig. 8). Las patologías orales que se registran son cálculo dental leve en los cuatro grupos dentales (incisivos, caninos, premolares y molares), caries de grado 2 en cérvico-distal de molares y caries de grado 3 en molar.

Fig. 8. Lesión osteolítica en fragmento de parietal procedente del tramo 1 del corredor de la Tumba 10 (superior= exocráneo; inferior= endocráneo).

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101


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3.4.2. Tramo 2 del corredor En el segundo tramo del corredor se registraron 1027 restos antropológicos (990 restos óseos y 37 piezas dentales). De los 990 restos óseos, 276 (27,9%) se corresponden a fragmentos/esquirlas de hueso sin identificar, 270 (27,3%) a fragmentos craneales, 110 (11,1%) a extremidades superiores, 103 (10,4%) a extremidades inferiores, 53 (5,3%) a fragmentos vertebrales, 40 (4%) a costillas, 32 (3,2%) a restos de manos, 27 (2,7%) a clavículas, 21 (2,1%) a pelvis, 18 (1,8%) a restos de pies, 16 (1,6%) a metacarpos-metatarsos, 14 (1,4%) a fragmentos de mandíbula, siete (0,7%) a hueso largo, y tres (0,3%) a restos escapulares. Dentro de este conjunto se documentaron los restos de las extremidades inferiores de un individuo parcialmente articulado. En concreto se trata de un fémur, una tibia y dos peronés, izquierdo y derecho, en posición anatómica. Los procesos tafonómicos documentados son la meteorización (Fig. 9) y la presencia de raíces. El NMI es de cuatro, tres adultos según las tibias izquierdas (una de ellas perteneciente al conjunto articulado) más un infantil I (Tabla 1). En cuanto a la determinación del sexo, se registraron dos individuos femeninos, uno de ellos de entre 26-40 años, y uno probablemente masculino. El individuo infan-

til según el desarrollo dental y la erupción estaría comprendido entre los 2 años ± 8 meses, observándose una dentición mixta donde se ha completado la erupción de la dentición decidua, pero las raíces aún están incompletas y la corona de la pieza 36 está a punto de completarse. Con respecto al estado de salud, se registran lesiones como la osteoartritis en el arco vertebral del lado derecho de un atlas y en la inserción del glúteo mayor de un fémur izquierdo. También se documentan patologías orales como el cálculo en grado leve y moderado en los cuatro grupos dentales, caries de tipo cérvico-mesial de grado 2 en un molar, caries cérvico-distal de grado 2 en dos molares y un premolar, caries cervical de grado 3 en un molar, retroceso alveolar de tipo medio en la pieza 48 y reabsorción alveolar por pérdida dental antemortem (PDAM) del alveolo 47 que provocó una malposición de la pieza 46 (Fig. 10). Con respecto a los caracteres no métricos se documenta una escotadura supraorbitaria derecha en dos cráneos femeninos, orificios parietales bilaterales en un cráneo femenino completo (Fig. 11) y una doble carilla articular en un calcáneo derecho (Fig. 12). Los rasgos no métricos dentales son un foramen secum en dos piezas 48 y otro probable foramen secum en el germen dental de la pieza 36 (Tabla 5).

Fig. 9. Marcas de raíces y meteorización en diferentes grados.

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Fig. 10. Retroceso alveolar medio en la pieza 48, foramen secum y reabsorción por pérdida dental antemortem (PDAM) del alveolo 47.


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3.4.3. Cámara funeraria En la cámara funeraria se registraron 8484 restos antropológicos (8226 restos óseos, 250 piezas dentales y 8 raíces dentales). De los 8226 huesos y fragmentos óseos, 3059 (37,2%) pertenecen a la categoría de no identificados, 1369 (16,64%) a extremidades superiores, 1245 (15,1%) a extremidades inferiores, 843 (10,2%) a fragmentos craneales, 481 (5,8%) a huesos largos, 254 (3%) a vértebras, 179 (2,1%) a costillas, 177 (2,5%) a pelvis, 133 (1,6%) a metacarpos y/o metatarsos, 102 (1,2%) a falanges de manos, 96 (1,1%) a mandíbulas, 64 (0,7%) a metacarpos, 52 (0,6%) a escápulas, 51 0,6%) a metatarsos, 40 (0,5%) a tarsos, 36 (0,4%) a falanges de pie, 30 (0,3%) a clavículas y 15 (0,2%) a carpos. El NMI es de 18 calculado a partir de las piezas dentales 45 y 63. La primera ha permitido identificar a 15 individuos adultos de sexo indeterminado y la segunda a tres individuos subadultos, un infantil I (2 años ± 8 meses) y dos individuos infantiles II (7-12 años) (Tabla 1). Sin tener en cuentan los restos antropológicos de individuos articulados que se describirán a continuación, en el resto de la colección se registraron las siguientes patologías óseas y dentales (Tabla 2). La osteoartritis se documenta en un húmero izquierdo de adulto, en una fosa mandibular de un temporal

Fig. 11. Orificios parietales bilaterales y raíces entre ambos parietales (Tumba 10).

derecho (articulación temporo-mandibular –ATM-), en el borde lateral diafisiario de dos húmeros, en una cabeza femoral derecha, en el cóndilo de un fémur izquierdo presentando eburneación, en un fragmento vertebral y en la cabeza de un radio izquierdo, así como eburneación en la epífisis proximal de un húmero izquierdo con una posible entesopatia en la insersión deltoidea. También se registran dos fracturas con callo óseo, una en la superficie anterior en el primer tercio diafisiario proximal de un fémur izquierdo y otra en el segundo tercio distal diafisiario en la superficie anterior de un cúbito derecho. En cuanto a las patologías orales, se ha documentado cálculo leve, moderado y considerable en los cuatro grupos dentales y en todas sus superficies, ocho caries cervicodistales de grado 2 en las piezas 13, 23, 15, 25, 45, 17, 35 y 37, cuatro caries cervicomesiales de grado 2 en las piezas 12, 18, 25 y 45, tres caries cervicomesial es de grado 3 en dos piezas 15 y en una 18, una caries interproximal distal de grado 2 en una pieza 17, y una caries cervicodistal de grado 3 en una pieza 17. De igual forma, se ha registrado una malposición dental donde la pieza 42 intercambia posición con la 43, un retroceso alveolar en una pieza 37 con reacción alveolar hacia mesial, y un abceso periapical en una pieza 46 con destrucción completa de corona por una probable caries muy avanzada (Tabla 2).

Fig. 12. Doble carilla articular en calcáneo derecho (Tumba 10).

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Entre los rasgos epigenéticos destaca un surco interrumpido en una pieza 22, hipotrofia de la raíz en al menos cuatro incisivos centrales superiores (Fig. 13), incisivo en pala de grado 2 en las piezas dentales 21 y 22, una perla de esmalte en la superficie mesial de la raíz de una pieza 18 y un canino (pieza 43) de raíz bífida (Tabla 5). El rasgo denominado como hipotrofia de la raíz es un nuevo rasgo no métrico característico del incisivo central superior (Cunha et al., 2012), donde la raíz se encuentra anormalmente corta mientras que sus coronas no presentan ninguna alteración aparente. Se considera que este rasgo está presente cuando la raíz tiene la misma o menor longitud que la corona.

Fig. 14. Restos óseos en posición anatómica (Tumba 10). Izquierda: individuo articulado 1; Derecha: individuo 2.

Fig. 13. Hipotrofia de la raíz en incisivo central superior (Tumba 10).

3.4.3.1. Individuo articulado 1 De entre los restos esqueléticos que mantienen, al menos parcialmente, sus conexiones anatómicas es el mejor conservado (Fig. 14). El conjunto está formado por tres raices dentarias de un molar y 375 huesos y fragmentos de hueso de los que 231 (61,6%) corresponden a extremidades inferiores, 46 (12,2%) a costillas, 45 (12%) a pelvis, 21 (5,6%) a extremidades superiores, 11 (2,9%) a escápulas, ocho (2,1%) a vértebras, seis (1,6%) a clavículas, tres (0,8%) a tarsos, tres (0,8%) a metatarsos y uno (0,2%) a cráneo. Se trata de un individuo adulto probablemente masculino con una edad de entre 40-44 años según la facies auricularis (estadio 5) del coxal. Presenta osteoartritis en la carilla superior de las vértebras lumbares, en la espina ilíaca del coxal, en la tróclea del húmero derecho y en el borde de la fosa acetabular del coxal, específicamente en la facies lunata. También muestra una entesopatía en la inserción subclavia de la

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clavícula izquierda. En lo que respecta a la patología oral, se documenta una caries muy avanzada con destrucción completa de la corona en un molar del maxilar superior. Como carácter no métrico se documenta la apertura septal en el húmero derecho (Fig. 15) y un tercer trocánter en el fémur izquierdo. 3.4.3.2. Individuo articulado 2 Individuo parcialmente articulado cuyos restos presentan un alto grado de fragmentación (Fig. 14). En total se han documentado nueve piezas dentales, dos raíces molares y 741 restos antropológicos, de los cuales 730 son fragmentos óseos, compuestos por 340 (46,5%) fragmentos de cráneo, 210 (28,7%) de extremidades superiores, 158 (21,6%) de extremidades inferiores, siete (0,9%) de mandíbula, seis (0,8%) de las manos, seis (0,8%) de las vértebras y tres (0,4%) de los pies. Se trata de un individuo adulto de entre 30-35 años y sexo masculino según los criterios dimórficos de la mandíbula. Presenta un abceso en la zona lateral de una falange medial de la mano izquierda, osteoartritis en la fosa mandibular y pérdida dental antemortem con reabsorción alveolar de las piezas 15 y 25 (incluidas), y de las piezas 46 y 36. El cálculo dental se documenta de

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forma leve y moderada en incisivos, caninos y premolares y de forma acusada en un canino (Tabla 2). 3.4.3.3. Individuo articulado 3 Este conjunto lo componen 76 restos óseos, de los cuales, 32 (42,1%) corresponden a fragmentos de un peroné derecho, 25 (32,8%) a un fémur derecho y 19 (25%) a fragmentos de tibia derecha. Los principales procesos tafonómicos identificados son marcas de roedor (Fig. 16), meteorización y raíces. Todos los fragmentos corresponden a un individuo adulto de sexo indeterminado. Presenta dos entesopatías, una en la línea áspera del fémur derecho y otra en la tuberosidad de la tibia derecha (Tabla 2). La complexión del fémur apunta a un individuo robusto. 3.4.3.4. Individuo articulado 4 Articulación formada por un radio y un cúbito izquierdo junto a una falange proximal de la mano. En total se

documentan 34 fragmentos, de los cuales 20 (58,8%) son de cúbito, 13 (38,2%) de radio y uno (2,9%) de falange. Se trata de un individuo adulto de sexo indeterminado que presenta signos de osteoartritis en la incisura radial y en la cavidad sigmoidea mayor del cúbito. Los restos faunísticos En total se han documentado 18 restos de los que ocho (44,44%) se corresponden a mamíferos terrestres, ocho (44,44%) a malacofauna terrestre y dos (11,11%) a malacofauna marina. El peso total de la muestra es de 50,86 g de los que 1,04% se corresponden a los mamíferos (0,53 g), 8,71% a la malacofauna terrestre (4,43 g) y 92,54% a la malacofauna marina (47,07 g). Los restos de mamíferos pertenecen en todos los casos a lagomorfos, los de malacofauna terrestre a Rumina decollata y en el caso de la malacofauna marina se ha registrado un fragmento de un bivalvo indeterminado y una patella sp. (Fig. 17; Tabla 3).

Fig. 16. Evidencias de marcas de roedores en diáfisis de hueso largo.

Fig. 15. Apertura septal en húmero derecho procedente del individuo articulado 1 (Tumba 10).

Fig. 17. Patella sp. perteneciente al ajuar funerario de la Tumba 10.

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Fig. 18. Ortofotografía del dolmen 18 (izquierda) y modelado digital con curvas de nivel cada 5 cm (derecha).

4. TUMBA 18 Se trata de tumba de corredor corto y planta trapezoidal (Fig. 18). Su longitud máxima es de 2 m de los que 1,40 m pertenecen a la cámara funeraria. La anchura máxima de la cámara se sitúa en 1,30 m siendo el único caso que ha conservado todos sus ortostatos. El corredor aparece formado por dos losas verticales que delimitan un espacio rectangular de 60 por 40 cm. Se registraron 953 restos antropológicos (944 restos óseos y 9 piezas dentales) que se corresponden con un NMI de uno, tratándose de un adulto de sexo indeterminado (Tabla 1). De los 944 restos óseos, 375 (39,7%)

pertenecen a fragmentos de las extremidades inferiores, 328 (34,7%) a fragmentos de hueso largo, 135 (14,3%) a esquirlas no identificadas, 49 (5,1%) a extremidades superiores, 43 (4,5%) a fragmentos craneales, 11 (1,1%) a metacarpos/metatarsos, dos (0,2%) a costillas y uno (0,1%) a escápula. Los procesos tafonómicos identificados son la meteorización, la erosión y marcas producidas durante el proceso de excavación. Respecto a los restos faunísticos, sólo se documentó una primera falange izquierda de un ovicaprino que presenta evidencias de meteorización en grado 1 según Behrensmeyer (1978), así como marcas de corte en la diáfisis, seguramente relacionadas con el despiezado del animal (Fig. 19).

Fig. 19. Primera falange izquierda de ovicaprino con marcas de corte procedente de la Tumba 18.

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5. DISCUSIÓN El estudio de las poblaciones de época neolítica y de la Edad del Cobre en el sureste peninsular a partir de sus restos óseos ha tenido un muy escaso desarrollo en las últimas décadas. Para el caso del fenómeno megalítico solo las necrópolis de El Barranquete (Díaz-Zorita Bonilla et al., 2016) y Los Millares (Peña Romo, 2011), ambas en Almería, poseen estudios antropológicos recientes. Hay que remontarse a los años 60 y 70 del siglo XX para encontrar otras aproximaciones entre las que destacan, muy especialmente para el caso que nos ocupa, el estudio de los restos humanos procedentes de las excavaciones realizas en 1955-56 en las necrópolis megalíticas de Gorafe (García Sánchez, 1961). Se trata de una importante colección integrada por 224 individuos cuya relación con la necrópolis de Panoría es evidente no solo por compartir una misma comarca, la cuenca de Guadix, sino también por tratarse del mismo tipo de sepulturas de corredor muy similares en su forma, tamaño y características arquitectónicas.

5.1. PALEODEMOGRAFÍA En total, se han documentado un NMI de 37 concentrados básicamente en la sepultura 10 (n=28), lo que supone un número bajo y por tanto una muestra cuya significación es limitada. No obstante, es posible realizar algunas valoraciones paleodemográficas

Subadultos 8%

Masculino 8%

generales que deben ser consideradas como una aproximación. La estimación de los individuos por sexo sólo ha permitido determinar tres individuos masculinos (8%), tres femeninos (8%) y tres subadultos (8%), quedando la mayoría, el 76% como sexo indeterminado (Fig. 20). En cuanto a la edad, se han documentado dos individuos infantil I (0-6 años) (5%), tres infantiles II (7-13 años) (8%), un individuo juvenil (14-17 años) (3%), dos adultos jóvenes (18-25 años) (4%), un adulto de mediana edad (26-35 años) (3%) y 28 individuos clasificados en la categoría general de adultos (75,6%) (Fig. 21). Una primera conclusión sería la inexistencia de sesgos de sexo o edad en el acceso al ritual funerario. Hombres y mujeres de todas las edades habrían sido enterrados sin que estas categorías supusieran ninguna limitación. Esta información es consistente con la proporcionada en el estudio de los 224 individuos registrados en la necrópolis de Gorafe. En este caso, el 28,5% son infantiles, el 12% juveniles, el 56,2% adultos y el 3,1% seniles (García Sánchez, 1961). No obstante, tanto en Panoría (13,5%) como en Gorafe (28%) destaca el bajo porcentaje de mortalidad infantil, lo que es consistente con otras poblaciones megalíticas como las documentadas en El Barranquete (15%) (Díaz-Zorita et al., 2016) y en Los Millares (19%) (Peña Romo, 2011). Sin embargo, esta situación cambia radicalmente cuando la comparación se establece con las poblaciones de la Edad del Bronce. Individuos de menos

Infantil I 5% Infantil II 8%

Femenino 8%

Juvenil 3% Adulto Joven 4% Adulto Mediana Edad 3%

Indeterminado 76%

Fig. 20. Distribución de individuos por sexos.

Adulto 76%

Fig. 21. Distribución de individuos por categorías de edad.

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de 12 años suponen el 57% en yacimientos como Gatas (Castro Martínez et al., 1995), el 55,4% en Lorca (Rihuete Herrada et al., 2011), el 46% en El Argar (Kunter, 1990) o el 42% en el Cerro de la Virgen (Botella López et al., 1986). Estos porcentajes sí son consistentes con las curvas paleodemográficas de sociedades preindustriales donde la infancia es un periodo crítico para la supervivencia. Parece, por tanto, existir una clara infrarrepresentación de individuos infantiles en contexto megalíticos. Aunque procesos tafonómicos han podido influir en esta tendencia otros factores culturales no son descartables. En el resto de categorías de edad, el mayor índice de mortalidad se produce en edad adulta lo que es la norma general en todas las poblaciones megalíticas estudiadas en la región. Los bajos porcentajes o incluso la ausencia de individuos que superen los 60 años también es una característica común.

5.2. SALUD Y ENFERMEDAD El estado de salud de una población puede valorarse mediante indicadores diversos siendo los más comunes aquellas lesiones que aún pueden observarse en los restos óseos. En la necrópolis de Panoría, como es habitual en la mayoría de las poblaciones prehistóricas, los cambios observados en las articulaciones, especialmente de tipo degenerativo, son las patologías más habituales seguidas de los traumatismos. De esta forma, la osteoartritis (OA) se documentan en 18 casos (37,5% de los observados) todos ellos pertenecientes a la Tumba 10 (Tabla 2). Se localizan fundamentalmente en vértebras, pelvis, extremidades superiores (húmero y cúbito) e inferiores (fémur y tibia), mandíbula y cráneo (fosa mandibular del hueso temporal – articulación temporomandibular-). En todos los casos se asocian a individuos adultos, de los que tres han sido identificados como masculinos, en un caso la OA aparece en el coxal izquierdo, en otro en la mandíbula y en el tercero en el temporal izquierdo. También de la Tumba 10 proceden los dos únicos casos (36,6% de los observados) de traumatismos. Se trata de una fractura en un fémur izquierdo y otra de tipo oblicua en un cúbito derecho. Ambas fracturas presentan callo óseo y por sus características posiblemente sean de origen accidental. Los dos individuos con esta lesión son adultos de sexo indeterminado.

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Las patologías orales constituyen otro importante conjunto de enfermedades. El registro de cálculo dental, caries, el grado de desgaste de los dientes, la pérdida dental antemortem (PDAM) o las evidencias de enfermedades periodontales son buenos indicadores del tipo de dieta, de la forma en que los alimentos fueron preparados y de los hábitos higiénico-sanitarios. En el caso de la población de Panoría (Tabla 2), el cálculo dental está presente en las Tumbas 6, 7 y 10, afectando al 48% de las piezas dentales analizadas, un porcentaje muy parecido al documentado en la necrópolis de El Barranquete (53.16%) (Díaz-Zorita Bonilla et al., 2016). Como en el resto de indicadores, es en la Tumba 10 donde se documenta la casi totalidad de la muestra, el 92% (n=316) de las piezas dentales estudiadas. De ellas, 149 (47,15%) presentan cálculo dental, localizado muy especialmente en incisivos y caninos (pieza 12= 83,33; pieza 31= 75%, pieza 33= 75%, pieza 41= 75%; pieza 13= 66,67%, pieza 43= 61,54%). Por su parte, la caries se documenta en las Tumbas 8 y 10. Aparece solo en el 5,4% de la muestra analizada (n=329) con mayor frecuencia en las piezas dentales posteriores y superiores (pieza 18= 60%; pieza 27= 40%; 15= 25%). En este caso, la población de Panoría difiere de la documentada en El Barranquete (Díaz-Zorita Bonilla et al., 2016) donde la caries solo afecta al 2,53% y sin embargo se aproxima a los porcentajes de ca. 4,9% documentados en poblaciones argáricas (Jiménez-Brobeil et al., 1995).

5.3 RASGOS NO MÉTRICOS Los caracteres no métricos óseos se han documentado en la Tumbas 7 y 10, especialmente en el cráneo y en las extremidades inferiores y superiores. Los rasgos del cráneo son la escotadura supraorbitaria (n=2), los orificios parietales (n=2) y el foramen en el borde supraorbitario derecho (n=1). Por su parte, en el esqueleto apendicular se registra el tercer trocánter femoral en un fémur izquierdo (n=1), la apertura septal en un húmero derecho (n=1), la escotadura de vastus en una rótula derecha (n=1) y la doble carilla articular en un calcáneo derecho (n=1) (Tabla 4). Algunos de estos rasgos (escotadura de vastus, tercer trocánter, agujeros parietales, escotadura supraorbitaria y foramen supraorbitario) han sido observados en otras poblaciones megalíticas del sureste, caso de la necrópolis de El Barranquete (Díaz-Zorita Bonilla et al., 2016) o del suroeste

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peninsular, caso de diferentes contextos funerarios procedentes del yacimiento de Valencina de la Concepción (Díaz-Zorita Bonilla, 2017; Robles Carrasco et al., 2017) o de la Tumba 3 de La Pijotilla (Díaz-Zorita Bonilla, 2017; Díaz-Zorita Bonilla et al., 2017). Los caracteres no métricos dentales se documentan en la corona y en la raíz dental, sobre todo en la Tumba 10 pero también en las 7 y 8. Los rasgos más representativos son el foramen secum (n=3, piezas 46,36 y 48), los incisivos en pala (n=2, piezas 21 y 22) y la hipotrofia de la raíz (n=4, piezas 11, 21 y dos incisivos centrales superiores de lateralidad indeterminada) (Tabla 5). Igualmente, algunos de estos rasgos (extensión del esmalte, foramen secum e incisivos en pala) se han observado en la necrópolis de El Barranquete (Díaz-Zorita Bonilla et al., 2016), en Valencina de la Concepción (Díaz-Zorita Bonilla, 2017; Robles Carrasco et al., 2017), en La Pijotilla (Díaz-Zorita Bonilla, 2017; Díaz-Zorita Bonilla et al., 2017) o en contextos funerarios portugueses como Cueva Cadaval, Tholos de Paimogo I, Hipogeo de São Paulo II, Monumento del Cerro de las Baterías, Perdigões y Monte das Covas 3 (Cunha et al., 2012). Los rasgos no métricos óseos y dentales son variantes morfológicas de carácter hereditario que se utilizan para evaluar la distancia biológica a nivel intra- e inter- poblacional. Sin embargo, la limitada muestra estudiada condiciona cualquier tipo de valoración. Quizás el rasgo no métrico dental más representado en Panoría, la hipotrofia de la raíz, podría indicar el parentesco entre los dos individuos de la Tumba 10 que presentan esta característica.

5.4. RESTOS FAUNÍSTICOS El número total de fragmentos analizados es de 68 huesos y fragmentos de los cuales el 45,5% corresponden a mamíferos terrestres, el 25% a reptiles, el 27,94% a malacofauna terrestre y el 2,94% a gasterópodos marinos (Tabla 3). Según el peso, la malacofauna marina ocupa el primer lugar con el 69,20%, seguido por la malacofauna terrestre con el 13,8%, los mamíferos con el 10,65% y los reptiles con el 6,3%. Las especies identificadas son fundamentalmente lagomorfos, reptiles como el Timon lepidus, malacofauna terrestre como la Rumina decollata y marina como patella sp. Solo los restos de origen marino formaron claramente parte del ritual funerario, no solo por su origen sino también por su asociación a los restos antropológicos

de la sepultura 10. El resto deben considerarse intrusiones aunque cabe la posibilidad de que todos o parte de los restos de mesomamíferos pudieran haber formado parte de los ajuares funerarios. La presencia de malacofauna de origen marino como parte de los ajuares de las sepulturas megalíticas es un fenómeno habitual. Este es el caso de la presencia de Cardium Edule y Ostrea Edulis en diferentes tumbas de la necrópolis de El Barranquete (Driesch, 1973; Díaz-Zorita Bonilla et al., 2016), o de las 26 conchas marinas entre las que destacan especies como pectunculus glycimeris, Patella vulgata o Cardium Edule documentadas en las necrópolis de Gorafe (García Sánchez y Spahni, 1959). También son habituales conchas como Glycimeris sp., Pecten jacobeus, Pecten maximus, Cymbula nigra, Eastonia rugosa, Ruditapes cf. Decussatus y Charonia lampas en los contextos funerarios del sector PP4-Montelirio de Valencina (Liesau et al., 2014).

6. CONCLUSIONES El estudio bioarqueológico de los restos óseos documentados en la necrópolis de Panoría permite una primera aproximación a sus prácticas rituales y a la caracterización de las poblaciones que fueron enterradas en estos espacios funerarios. La Tumba 10 es la única de entre las excavadas que dado el estado de conservación de sus restos antropológicos permite una valoración del ritual de enterramiento. Como se ha indicado anteriormente se trata de un complejo palimpsesto formado por una compacta acumulación de restos óseos mezclados y superpuestos unos a otros que aparecen dispuestos tanto en la cámara funeraria como en los dos tramos del corredor. Aunque la mayoría de estos restos aparecen de forma dispersa y sin ningún orden, destaca la presencia de partes anatómicas que mantiene sus conexiones. Hasta en 5 ocasiones se han registrado restos artículados o semi-articulados sobre todo de extremidades superiores o inferiores, aunque destacan especialmente los individuos articulados 1 y 2 que mantienen buena parte de su esqueleto en conexión anatómica. Parece, por tanto, que el ritual funerario consistió en enterramientos en posición primaria decúbito laterial izquierdo o derecho y posición flexionada cuyos restos fueron posteriormente transformados y desplazados por sucesivas deposiciones mortuorias. La presencia de numerosos restos esqueléticos articulados puede

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relacionarse con su breve periodo de actividad funeraria. Según la serie de dataciones radiocarbónicas (Aranda Jiménez et al., 2017b), la Tumba 10 presenta un periodo de uso principal, entre el 2510-2460 cal BC y el 2475-2385 cal BC, y una reutilización tras un largo hiatus de inactividad funeraria, entre el 2225-2065 cal BC y el 2140-1985 cal BC. El análisis Bayesiano de la serie radiométrica ha permitido establecer que la etapa principal de uso funerario se situaría entre 0-40 años, lo que supone no más de dos generaciones si asumimos una estimación de 25 años por generación. El periodo donde se concentra la mayor parte de la actividad funeraria parece que fue de escasas décadas o quizás años, lo que habría favorecido que los desplazamientos y la desarticulación de los restos óseos resultado de la frecuentación ritual del sitio fueran limitados, manteniéndose de esta forma diferentes conexiones anatómicas.

cas como la depresión de Guadix. Sólo mediante nuevos trabajos de campo y una exhaustiva investigación de colecciones antiguas será posible avanzar en el conocimiento de unas poblaciones y de un fenómeno cultural como el megalítico de enorme relevancia y longevidad en la historia de las sociedades humanas.

La caracterización antropológica de la colección estudiada permite plantear la ausencia de sesgos de sexo o edad en las prácticas funerarias. Posiblemente el rasgo más significativo sea el bajo porcentaje de individuos infantiles. Diferentes procesos tafonómicos, habituales entre los restos óseos analizados, como la meteorización, la acción producida por las raíces y las marcas de roedores pudieron haber influido de forma decisiva en esta clara infrarrepresentación de unos restos especialmente frágiles. En cualquier caso, queda abierta la posibilidad de algún tipo de limitación cultural en el acceso de los individuos infantiles al ritual funerario megalítico.

BIBLIOGRAFÍA

El estado de salud de la población analizada no difiere del registrado en otras necrópolis megalíticas. Son poblaciones características de un régimen demográfico preindustrial donde las patologías degenerativas son las más habituales y en menor medida los traumatismos, procesos infecciosos, alteraciones metabólicas y estados carenciales. Las patologías orales son las que mayor incidencia poseen afectando al 57,59% de las piezas dentales. Destacan especialmente dos aspectos, los altos porcentajes de cálculo dental (48%) y escasa incidencia de caries (5,4%), lo que sería consistente con una aceptable salud buco-dental resultado posiblemente de una dieta baja en carbohidratos. A pesar de lo limitado y concentrado de la muestra estudiada, la necrópolis de Panoría ha permitido avanzar en la compresión de las prácticas rituales de espacios funerarios habituales en el paisaje de comar-

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AGRADECIMIENTOS El presente trabajo forma parte del proyecto de investigación “Innovación, continuidad e hibridación. Las sociedades de las Edades del Cobre y Bronce en el sur de la Península Ibérica” (HAR2013-42865-P) y del Grupo de Investigación (HUM-065) “GEA. Cultura material e identidad social en la Prehistoria Reciente en el sur de la Península Ibérica” (www.webgea.es).

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Orientación meridional de la tumba 6 de la necrópolis de Panoría hacia Sierra Nevada. Foto: Gonzalo Aranda Jiménez


La Cueva del Toril desde el noreste.


ESTUDIOS

LOS SIGNOS DEL TIEMPO: DOCUMENTACIÓN E INTERPRETACIÓN DE LOS PETROGLIFOS CALCOLÍTICOS DE LA CUEVA DEL TORIL (OTÍÑAR, JAÉN) Manuel Serrano Araque1, César Esteban López2, Francisco Gómez Cabeza3, Narciso Zafra de la Torre4 y Francisco Arias de Haro5

Resumen: Se presentan los resultados de un primer estudio arqueoastronómico sobre los petroglifos de la Cueva del Toril (Otíñar, Jaén). Éste ha consistido, primero, en una documentación del soporte y de los grabados mediante fotografías georreferenciadas, tratadas con sofware 3D –Agisoft Photoscan y Autodesk 3D ReMake–, y sobre el modelo generado se han aplicado técnicas de realce del color según la profundidad del programa Meshlab; segundo, en una vía de interpretación que los asocia con una funcionalidad astronómica, concretamente uno de los grabados –el pentasemicírculo– se vincula con el solsticio de invierno, y hay indicios que nos permiten relacionar otros grabados con fechas significativas del calendario solar; y por último, técnicas arqueoastronómicas –variación de la oblicuidad de la eclíptica– nos permiten formular una propuesta de datación de los petroglifos hacia el 2800 ± 200 ANE, resultado que encaja bien con las evidencias conocidas por prospecciones arqueológicas en el valle.

Palabras clave: Registro Arqueológico, Arqueoastronomía, Arte Rupestre, Petroglifos, Edad del Cobre, Solsticio de Invierno.

THE SIGNS OF TIME: DOCUMENTATION AND INTERPRETATION OF THE CHALCOLITHIC PETROGLIPHS OF THE CAVE OF TORIL IN OTÍÑAR (JAÉN, SPAIN) Abstract: The results of a first archaeoastronomical study on the petroglyphs of the Cave of Toril in Otíñar (Jaén, Spain) are presented. This has consisted, firstly, of documentation of the support and of engravings through georeferenced photographs, treated with 3D software –Agisoft Photoscan and Autodesk 3D ReMake– and on the generated model have been applied techniques of color enhancement according to the depth of the Meshlab program. Secondly in a way of interpretation that associates them with an astronomical functionality. Specifically, one of the engravings –the pentasemicircle– is linked to the winter solstice, and there are indications that allow us to relate other engravings with significant dates of the solar calendar. Finally, archaeoastronomical techniques –variation of the obliquity of the ecliptic– lead us to propose a tentative dating of the petroglyphs around 2800 ± 200 BC, which fits well with the evidence known by archaeological surveys in the valley.

Keywords: Archaeological Record, Archaeoastronomy, Rock Art, Petroglyphs, Copper Age, Winter Solstice. 1 Arqueólogo. [manuelserranoaraque@gmail.com] 2 Instituto de Astrofísica de Canarias y Departamento de Astrofísica. Universidad de La Laguna. [cel@iac.es] 3 Doctor en Arqueología. [fgomezcabeza@gmail.com] 4 Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. Delegación de Jaén. [narciso.zafra@juntadeandalucia.es] 5 Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. Conjunto Arqueológico de Cástulo. [francisco.arias.aro@juntadeandalucia.es]

Recibido: 25/06/2017. Aceptado: 26/09/2017

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1. INTRODUCCIÓN Otíñar es un valle de montaña situado al sur de Jaén, en la sierra homónima. Está abierto por el río Quiebrajano en las formaciones calizas de la montaña, constituyendo una geoforma cerrada con perfil en artesa, con un plano de vegas de 400 m de anchura y una cota de entre 500 y 600 m, rodeado de montañas de entre 750 y 1300 m con una distancia entre cumbres de unos 3 km (Fig. 1). Este valle por sus valores patrimoniales está inscrito en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Patrimonial1. Entre los más de cien elementos patrimoniales que engloba esta declaración, se encuentra la Cueva del Toril –elemento E15– (Fig. 2) que forma parte del conjunto rupestre del barranco de la Tinaja, marcado como polígono A8 de la Zona Patrimonial.

Antes de entrar a comentar el contexto histórico de este elemento, hay que decir que en la cueva no se han realizado excavaciones arqueológicas y que, por su uso tradicional como redil, su techo estratigráfico ha sido fuertemente alterado por limpiezas periódicas de las que desconocemos su profundidad. Además, su entorno inmediato, el barranco de la Tinaja, se ha visto transformado por las violentas riadas del arroyo de la Olla, y la obra del acueducto del Quiebrajano, uno de cuyos sifones se halla aguas arriba, lo que requirió construir un camino para el paso de maquinaria pesada. Por tanto, el contexto arqueológico de los grabados solo podríamos extrapolarlo por paralelos con otras manifestaciones rupestres de esta índole. Por ejemplo, las cup-and-ring de la Europa atlántica, petroglifos asociados, en su mayoría, al arte megalítico, que se fechan entre el Neolítico y la Edad del Bronce.

Fig. 1. Localización MTN 1:25.000. Plano del DECRETO 354/2009, de 13 de octubre, por el que Otíñar (Jaén) se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía.

1 Decreto 354/2009, de 13 de octubre, por el que se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Patrimonial, el Bien denominado Otíñar, en el término municipal de Jaén (BOJA nº. 203, 16 de octubre de 2009).

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LOS SIGNOS DEL TIEMPO: DOCUMENTACIÓN E INTERPRETACIÓN DE LOS PETROGLIFOS CALCOLÍTICOS DE LA CUEVA DEL TORIL (OTÍÑAR, JAÉN)

Fig. 2. Imagen de la Cueva del Toril desde el noreste.

Fig. 3. Vista del valle de Otíñar desde el poblado de Cerro Veleta. La muralla en primer plano separando el interior del valle –izquierda– del MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // Nº 08. 2017. 117-141. ISSN 2172-6175 // ESTUDIOS exterior. Al fondo, oculto alPP. pie de castillo, el barranco de la Tinaja con el Abrigo del Toril.

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Los círculos concéntricos grabados en la cueva del Toril tienen paralelos formales con estas manifestaciones y, precisamente, uno de los escasísimos ejemplos de estructura megalítica en Jaén es el dolmen del Collado de los Bastianes, vinculado al poblado de Cerro Veleta. Luego podríamos hacer esta asociación indirecta: los grabados por paralelos inmediatos y otros lejanos se pueden adscribir al III milenio ANE. Concretamente para esta época, se conocen el mencionado poblado fortificado, su necrópolis dolménica y un conjunto de canteras de sílex dispersas por los frentes de caliza de Otíñar (Zafra, 2006: 158-166). La fortificación se construyó cortando uno de los escasos accesos naturales al valle (Fig. 3). Es una muralla ataludada de 200 m de longitud y una decena de metros de grosor con cuatro bastiones semicirculares. Junto a ella, extramuros, se encuentra el dolmen de Otíñar. Por tanto, podemos concluir que tres tipos de barreras –orográficas (montañas), arquitectónicas (muralla) y simbólicas (dolmen)– defienden el valle. Estos indicios nos llevan a formular la hipótesis de que Cerro Veleta sería un poblado minero. Su función específica sería la explotación de las abundantes vetas de sílex del valle, que se transportaría para la fabricación de útiles a Cerro Veleta, zona de cobijo y taller. También se fabricarían allí las propias herramientas de trabajo con las rocas traídas de Sierra Morena o de puntos de las sierras meridionales de Jaén. Como es lógico esa actividad principal orientada al intercambio, se complementaría con otras agropecuarias, cinegéticas y de recolección que ayudarían a garantizar la subsistencia del grupo. Este tipo de paisaje especializado es compartido por otros grupos megalíticos del Subbético malagueño y granadino que presentan economías y manifestaciones culturales semejantes. Esta actividad minera dota a la comunidad de los conocimientos, destrezas y herramientas necesarias para tallar las calizas, habilidades que se revelarán muy valiosas para grabar los signos que localizamos en la Cueva del Toril. La Cueva o Abrigo del Toril está localizado en el barranco de la Tinaja, una garganta que forma el arroyo de la Hoya del Caño en su confluencia con el río Quiebrajano. Presenta forma de semicúpula, la apertura tiene una longitud de unos 63 m, una altura de 20 m y una profundidad de 18 m. Es la segunda mayor cueva del valle, siendo la primera El

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Covarrón. El barranco tiene una orientación general de aproximadamente 220° Az (NE-SW), las paredes de la cueva donde se hallan los grabados tienen una orientación aproximada de norte a sur y en planta se disponen de manera semicircular. Los grabados se encuentran en determinados tramos del abrigo, en unos con más densidad que en otros. La sección sur del arco cenital que marca la boca de la cueva parece ejercer la función de gnomon, proyectando las sombras hacia la pared de los grabados. En varios puntos del abrigo surgen manantiales de agua en las épocas lluviosas. En los ciclos más húmedos estas surgencias han dejado su impronta en forma de estalactitas y sucesivas capas de concreciones calcáreas que en algunas zonas dibujan perfiles sinuosos y fantasmagóricos, en contraste con las formas predominantemente angulosas de la erosión natural de los estratos geológicos. No es difícil sugestionarse en la observación de formas antropomorfas y zoomorfas que nos harían dudar si son naturales o han sido talladas por la mano del hombre. Se trata en definitiva, de un escenario imponente, de gran belleza y formas sugerentes, donde mana el agua entre el juego de claroscuros que dibuja la luz del sol en su viaje a lo largo del año. Los grabados se concentran en la zona iluminada por el sol en el ocaso, que puede considerarse la zona principal del conjunto, donde se halla el grabado singular del pentasemicírculo. Existe en planta un muro de tendencia semicircular de 1,20 m de grosor y cuatro metros de radio, que aproximadamente los circunda y cuyo centro es el citado pentasemicírculo. Todos los grabados están orientados para ser vistos desde este ámbito, ya que independientemente de la zona de ubicación, las paredes presentan muchas aristas y ángulos, y los grabados han sido practicados en todos los casos en aquella vertiente de la arista visible desde la posición media del muro semicircular, que además presenta la forma de un banco corrido. Esta disposición visual de los grabados nos induce a suponer que en ese punto del muro, centrípeto a los grabados del invierno, podía encontrarse el punto de vista del observador. Hay otros muros y estructuras en la cueva. En el sector norte de la pared de grabados, un muro continúa y parece protegerla hasta una esquina, a partir de la cual los grabados no se aprecian. Parece

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2. NUEVAS TÉCNICAS DE DOCUMENTACIÓN DE LOS GRABADOS

haber una relación entre el conjunto de petroglifos y las estructuras emergentes en planta. Si bien estas estructuras han sido usadas en el pasado reciente como redil, y también han servido como defensas frente a la dinámica violenta del arroyo de la Hoya, su espesor y su relación geométrica con el grabado central hacen pensar que forman parte del conjunto. Por tanto hay que considerarlos como elementos arquitectónicos del marco ritual y funcional del yacimiento. Tal hipótesis habrá que confirmarla mediante excavaciones.

Las primeras noticias publicadas sobre los grabados de la cueva del Toril se deben a Chicote Utiel y López Murillo (1975: 40-41, 92-95) que publicaron una muestra fotográfica, posteriormente son parcialmente documentados mediante calcos, por Soria Lerma (1980: 59-68) en su memoria de licenciatura y por Soria Lerma y López Payer (1989: 115-116, figs. 62-66) en su panorámica del arte rupestre del Sureste de la Península. Eslava Galán (1983) les dedicó un trabajo específico, donde los describe y hace una interpretación ritual y simbólica, concluyendo que es un santuario consagrado a las fuerzas de la naturaleza (Fig. 4).

Dejamos para trabajos posteriores una descripción pormenorizada de los grabados, y nos centraremos en las técnicas de documentación y el análisis arqueoastronómico.

a

b

Fig. 4. Representaciones previas de los grabados de la Cueva del Toril: a) Según Soria Lerma (1980). b) Según Eslava Galán (1985).

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Los petroglifos son especialmente refractarios a la representación y son inexactos por las técnicas utilizadas en el registro, tanto de soportes como de grabados. En 2013 y en esta misma revista, Díaz-Guardamino y Wheatley ya propugnaban y utilizaban técnicas innovadoras (RTI y escaneado laser 3D) para la descripción y análisis de estelas grabadas del Bronce Final, señalando el alto coste de la generación del modelo 3D como hándicap, pero señalando que estos métodos eran ideales para registrar los grabados rupestres (Díaz-Guardamino Uribe y Wheatley, 2013: 200). De 2013 hasta ahora se ha desarrollado el software fotográfico necesario para sustituir al escáner 3D, abaratando mucho los costes, y permitiendo este estudio.

2.1 ADQUISICIÓN DEL MODELO GENERAL DEL ABRIGO En los últimos años, el desarrollo de software aplicado a la fotogrametría favorece la realización de trabajos complejos con herramientas de fácil alcance y sin la necesidad de instrumentos de alto coste, permitiendo realizar levantamientos de espacios complejos con relativa facilidad. En el caso del Abrigo del Toril, necesitábamos, por un lado, un levantamiento general del mismo para desarrollar los trabajos de análisis de la incidencia del sol en su interior y, por otro, era igualmente importante realizar un modelo a mayor detalle de los paneles en los que se ubicaban las incisiones, para realizar un estudio en profundidad de las mismas. El levantamiento del modelo general del abrigo se ha realizado utilizando fotografías tomadas con una cámara GoPro Hero 3. Si bien este tipo de cámara no destaca por la calidad de la imagen, nos permitió acoplarla a una pértiga y poder controlarla mediante un dispositivo móvil. La pértiga elegida era extensible hasta una longitud de cinco metros, escogiéndose alturas diferentes en función de las necesidades. Así, para el levantamiento de la planta, con grandes diferencias de nivel por causa de la presencia de muros, se tomaron las fotografías con la altura máxima que nos permitían los medios de los que disponíamos. En cambio, en los casos en los que queríamos adquirir las partes bajas de las paredes del abrigo y los alzados de los muros, se seleccionaron alturas que oscilaban entre uno y dos metros. Una vez finalizado el proceso de la adquisición, para le generación de nuestro modelo general seleccionamos un total de 420 fotografías (Fig. 5).

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Las tomas se adquirieron según los diferentes criterios que hemos expuesto y se organizaron en función del tipo de elemento en el que estaban centradas. Por tanto, contábamos con tres series de imágenes, aquellas que nos servirían para adquirir la planta general, otras para las paredes en su parte más alta y el techo del abrigo y por último las fotografías destinadas a la adquisición de las paredes en su parte más baja y las estructuras emergentes. Como criterio de iluminación, decidimos realizar la adquisición una mañana en la que el cielo estaba cubierto para evitar sombras e iluminaciones no deseadas. El tiempo total de la toma de imágenes fue en torno a una hora y si durante el mismo hubiera estado soleado, la morfología de las sombras habría cambiado en gran medida entre el principio y el fin del proceso, causando problemas a la hora de generar el modelo 3D. Para la adquisición colocamos un total de 7 marcadores de los que conocíamos las coordenadas concretas gracias al apoyo topográfico con el que contábamos. Estos marcadores nos ayudarían posteriormente a georreferenciar el modelo. El software que se ha elegido para la generación del modelo 3D general ha sido Agisoft Photoscan, habiendo sido necesario realizar una calibración de la cámara para eliminar las posibles distorsiones que se hubieran podido generar durante el proceso de adquisición. Durante dicho proceso decidimos tomar las fotos sin utilizar el gran angular con el que trabaja la cámara GoPro, ya que ese tipo de fotografías panorámicas generan gran cantidad de distorsión en los márgenes originando modelos con curvaturas no deseadas. Una vez generado el modelo 3D se georreferenció a partir de seis de los marcadores antes citados. La posibilidad de evaluar la precisión que brinda el software Agisoft Photoscan, unido al análisis del séptimo punto de apoyo, del que no habíamos introducido sus coordenadas, nos ofreció el dato de que la precisión del modelo en la zona de los petroglifos era de 0,7 cm. Consideramos que esta precisión era más que suficiente para nuestro objetivo de analizar la incidencia del sol en el interior del mismo. El modelo 3D resultante nos permitió igualmente obtener un modelo digital de elevaciones de la superficie del abrigo, a partir del cual se pudo generar un mapa hipsométrico con suficiente detalle como para poder analizar las estructuras visibles (Fig. 6).

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Fig. 5. Vistas 3D del modelo general del Abrigo del Toril.

2.2. ANÁLISIS DE LOS GRABADOS MEDIANTE FOTOGRAMETRÍA Una segunda escala de trabajo fue la adquisición de los paneles en los que se localizaban los grabados. En este caso necesitábamos un modelo 3D de alta calidad para la documentación tanto de los motivos visibles como para la búsqueda de otras posibles incisiones difíciles de localizar a simple vista. Para la adquisición de estos modelos a mayor detalle la cámara elegida fue una Canon EOS 40D®, tomándose las diferentes fotografías en un intervalo regular de 50 cm a tres alturas diferentes. En el caso del Abrigo del Toril, hablar de paneles es difícil debido a la irregularidad de sus paredes, así que decidimos usar el término de “tramo de adquisición” (indicados en las Figs. 6-7). Los factores que nos llevaron a diferenciar estos diferentes tramos fueron las orientaciones de cada uno de ellos, habiéndose adquirido un total de cinco, que se localizan en el centro y zona norte del abrigo. No se adquirieron las

paredes ubicadas más al sur porque a simple vista no detectamos la presencia de petroglifos en las mismas, si bien, después de los resultados que se expondrán más adelante, creemos que en un futuro debería aplicarse la misma técnica para poder descartar realmente la presencia de motivos incisos en esas zonas. En el caso de estos modelos 3D de mayor detalle, hemos recurrido al software Autodesk 3D ReMake en su fase Beta, fundamentalmente porque la opción de dicho programa que facilita enviar las fotografías a su servidor y obtener el modelo procesado en solo unas horas nos permitía generar mallas que superaban los diez millones de polígonos de manera rápida y remota, sin necesidad de emplear nuestros equipos informáticos para el procesamiento de las mismas durante un largo periodo de tiempo. La documentación de los petroglifos ha ido evolucionando buscando aplicar técnicas cada vez menos

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Fig. 6. Microtopografía de la planta de la Cueva del Toril generada desde el modelo 3D. Curvas de nivel cada 20 cm.

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invasivas, partiendo de un primer momento en el que se utilizaba el dibujo a mano alzada o la realización de fotografías en las que los surcos eran pintados con carbón o tiza previamente. Posteriormente se fueron desarrollando nuevos métodos de documentación que no recurrían al pintado de los grabados, como la utilización de calcos directos o la aplicación de luz rasante. Esta última técnica se realizaba mediante fotografías nocturnas con una luz que incidía en el panel de tal modo que favorecía la observación del grabado por medio del juego de luces y sombras que provocaba. No obstante este método dependía en gran medida de la experiencia del investigador a la hora de localizar los posibles motivos, lo cual conllevaba un alto grado de subjetividad, e igualmente en muchos casos requería la necesidad de tener que volver a adquirir las fotografías cambiando el origen de la luz para confirmar las incisiones que el investigador creía ver (Vázquez Martínez et al., 2015a). En la actualidad, y cada día más de una forma creciente, surgen nuevas herramientas para la investigación y experimentación sobre este tipo de evidencias arqueológicas, con el fin de exprimir aquellos elementos, que a pesar de haber sido documentados y estudiados, aún conservan rasgos ocultos que mostrar que nos acercan a su correcta interpretación. Así, en los últimos años se han venido desarrollando diferentes técnicas que facilitan el estudio y documentación apoyándose en la fotogrametría Structure from Motion (SFM), siendo en estos momentos uno de los sistemas que ofrece mayor precisión y que mejor permite captar elementos imperceptibles para el ojo humano. Además esta técnica implica el hecho de que no se produce contacto alguno con el panel, pudiéndose realizar los trabajos con luces rasantes o calcos virtuales con posterioridad, mediante aplicaciones informáticas sobre el modelo 3D obtenido. Teniendo como base la fotogrametría o el escáner láser, una de las primeras técnicas que comenzó a utilizarse para la documentación de aquellos motivos que generalmente no eran visibles con facilidad, es la conocida como Virtual RTI, que consiste en la renderización del modelo con diferentes direcciones de luz aplicadas a la malla para posteriormente procesarlas y utilizarlas como un RTI tradicional. Este método facilita al investigador un nivel de interacción muy grande, pudiendo ir variando la orientación de la luminosidad para visualizar el relieve de la superficie a estudiar (Earl et al., 2010).

Paralelamente se ha venido desarrollando igualmente una técnica conocida como Morphological Residual Model (MRM), que permite visualizar con mayor claridad las anomalías morfológicas presentes en la superficie de la roca, resaltándose con un color diferente las incisiones o pequeñas cavidades (Pires et al., 2014). Una variante de este método es la aplicación del radiance scaling shader del software Meshlab, que permite obtener resultados similares al método anterior (Vázquez Martínez et al., 2015b). En nuestro caso decidimos aplicar ambas técnicas para comprobar con cuál de ellas obteníamos mejor resultado o si, como veremos a continuación, se podían complementar. Para la elaboración de nuestro particular Radiance Scaling se procedió al procesado en Blender, un software gratuito multiplataforma, diseñado especialmente para el modelado, iluminación, renderizado, animación y creación de gráficos tridimensionales, que también permite la composición digital utilizando la técnica procesal de nodos, permitiendo generar texturas que nos muestran elementos ocultos a simple vista (Fig. 7). Así, mediante la combinación de diferentes nodos se trató de obtener una textura aplicada sobre el modelo digital, que mostrara y diferenciara las concavidades y convexidades de la roca por color. El resultado de esta metodología es una representación de las irregularidades de los alzados del abrigo, en la que se facilita el análisis de la superficie de la roca, así como la identificación de zonas en las que se localizan trazos realizados de forma artificial, algunos de los cuales son prácticamente invisibles para el observador in situ, y que gracias a esta técnica se logran intuir (Fig. 8). No obstante, la irregularidad de las paredes analizadas es tan grande que, en base a los resultados con el método MRM, decidimos aplicar una segunda escala de análisis mediante la aplicación de luces a la malla (Virtual RTI) (Fig. 9). Este método demostró ser un complemento perfecto al método anterior, llegando incluso a facilitar la observación de determinados elementos que por carecer de incisiones claras por el desgaste de la roca, tan solo conservaban morfológicamente las protuberancias de los espacios que había en el interior de los círculos. Este análisis combinado nos ha permitido trazar sobre la malla sin textura de los diferentes tramos de adquisición la ubicación de los petroglifos que

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Fig. 7. Cueva del Toril. Vista del tramo de adquisición 4 con el postproceso con Blender aplicado.

Resultado del postproceso en Blender

Análisis de la misma zona mediante un RTI virtual. Se puede observar un segundo círculo apenas visible en la imagen procesada con Blender. Fig. 8. Cueva del Toril. Comparación entre los resultados obtenidos con Blender y la aplicación de un Virtual RTI.


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Fig. 9. Aplicación de luces desde diferentes direcciones a la malla del pentasemicirculo del Abrigo del Toril.

hemos detectado2 (Fig. 10). En su mayoría se trata de círculos concéntricos, si bien hay determinadas zonas en las que se ha localizado una mayor presencia de signos y líneas incisas que crean diferentes motivos. En la representación3 hemos diferenciado los trazos en función de la técnica con la que fueron realizados, ya que hemos podido docu-

mentar una serie de ellos que parecen haber sido hechos con una herramienta diferente que permitía que el grosor de los mismos fuera menor. Igualmente hemos podido representar una serie de cazoletas por un lado y fracturas antiguas por otro que fueron realizadas sobre el conjunto de petroglifos (Figs. 11-12).

2 En principio, se han tenido que descartar por prolijas y complejas algunas formas de representación que pensamos son las idóneas para delinear grabados, como la microtopografía vertical (vid. Fig.10). 3 Los modelos 3D están alojados en el visor tridimensional de Sketchfab, en la galería de Francisco Gómez Cabeza. Se accede a ellos a través de los enlaces siguientes: Modelo general: https://skfb.ly/6rWBO; Tramo de adquisición 1: https://skfb.ly/6rUpw; Tramo de adquisición 2: https://skfb.ly/6rTZJ; Tramo de adquisición 3: https://skfb.ly/6rWEQ; Tramo de adquisición 4: https://skfb.ly/6rTQK; Tramo de adquisición 5: https://skfb.ly/6rTY9.

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Fig. 10. Cueva del Toril. Microtopografía vertical aplicada al pentasemicírculo. Curvas de nivel cada 3 mm.

Fig. 11. Cueva del Toril. Representación de los petroglifos, cazoletas y fracturas en el tramo 4.


Fig. 12. Representaciรณn final de los grabados presentes en el Abrigo del Toril.


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3. POSIBLE FUNCIONALIDAD ASTRONÓMICA DEL CONJUNTO La posible funcionalidad astronómica del conjunto de grabados rupestres de la Cueva del Toril se planteó a partir del descubrimiento, por parte de uno de los firmantes –Manuel Serrano Araque–, de la correspondencia entre el pentasemicírculo y la sombra proyectada por la cornisa de la propia pared del abrigo en el ocaso del solsticio de invierno de 2014 (Figs. 13-14). Desde entonces se ha venido realizando un seguimiento visual y fotográfico del desplazamiento de las sombras proyectadas en el ocaso sobre los petroglifos del conjunto en y alrededor de distintas fechas singulares del calendario solar. En la Fig. 13 mostramos instantáneas de la distribución de las sombras proyectadas sobre los distintos petroglifos en ambos solsticios y el equinoccio de otoño. Evidentemente, en el equinoccio de primavera el patrón de sombras sería idéntico. En la Fig. 14 podemos distinguir la sombra de la cornisa de la propia pared del abrigo, que siempre se forma en el extremo derecho –sur– del abrigo y la que proyecta la ladera opuesta

del barranco de la Tinaja que se observa en la parte izquierda. En las fotografías de fecha 18/06/2016 y 22/9/2015, la sombra de la ladera opuesta se ve como una masa oscura que parte del suelo y alcanza solo una fracción de la altura de la pared que muestra las fotografías. En nuestro análisis hemos considerado como relevante únicamente la sombra proyectada por la cornisa de la propia pared del abrigo debido a varias razones que pasamos a enumerar: 1. La sombra de la cornisa del abrigo tiene bordes mejor definidos debido a que corresponde a un elemento más cercano a la pared. Esto se puede distinguir perfectamente en la Fig. 13 comparando lo más o menos difusos que son los bordes de las sombras situadas a la izquierda y la derecha de las fotografías. 2. Además de formarse a una mayor distancia, la ladera opuesta del barranco de la Tinaja está cubierta de vegetación, cosa que contribuye adicionalmente a la mayor difusión del borde, aunque también afecta a la forma de la sombra, que cam-

Fig. 13: Ocaso solar en tres fechas singulares del calendario solar sobre el conjunto de petroglifos de la Cueva del Toril. Los petroglifos principales se indican mediante puntos.

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Fig. 14: Vista general del panel que alberga los petroglifos del Toril en el ocaso del solsticio de invierno. La foto inferior izquierda muestra el fenómeno de la sombra sobre el pentasemicírculo.

bia según evolucione el volumen y la disposición del manto vegetal. 3. Debido a su morfología, la cornisa del abrigo proyecta una sombra esencialmente vertical y su posición durante el ocaso varía muy poco en dirección horizontal. 4. Finalmente, la ladera opuesta, al ser un elemento básicamente horizontal, proyecta una sombra cuya posición sobre la pared de los grabados varía muy rápidamente en dirección vertical en el momento de ocaso, lo que la hace poco fiable como marcador.

En resumen, nos centraremos únicamente en la evolución de la sombra proyectada por la cornisa del abrigo debido a la mayor nitidez de su borde y su posición más estable durante el ocaso. Obviamente esto no significa que neguemos la posibilidad de que hubiera existido un marcador basado en la sombra de la ladera, pero es mucho más difícil de probar mediante observaciones en la actualidad. A continuación pasamos a describir las coincidencias que hemos encontrado entre la sombra proyectada por la cornisa del abrigo y algunos de los petroglifos y otros elementos relevantes de la cavidad en momentos singulares del calendario solar.

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3.1. SOLSTICIO DE INVIERNO En la actualidad, la forma de la sombra de la cornisa del extremo occidental del abrigo proyectada sobre el pentasemicírculo en el momento justo del ocaso solar del solsticio de invierno coincide, de forma casi perfecta, con el contorno exterior derecho de este grabado (vid. Fig. 14). Como se dijo anteriormente, este fue el hecho que motivó el inicio de nuestro estudio arqueoastronómico del complejo. Pero esta espectacular y sugerente correspondencia no fue siempre así, la posición del Sol en el solsticio de invierno sobre la esfera celeste y, por lo tanto, la posición de la sombra proyectada en relación al petroglifo va cambiando con el tiempo, aunque muy lentamente y de forma casi indistinguible a ojo desnudo en escalas de unos pocos siglos. Este fenómeno se denomina variación de la oblicuidad de la eclíptica (variación del ángulo que forma el plano orbital de la Tierra –eclíptica– y el plano del ecuador terrestre), que es producido por la precesión planetaria debida a la alteración del plano de la eclíptica por efecto de la acción gravitatoria del resto de los planetas del Sistema Solar. Este fenómeno no se debe confundir con el más conocido y denominado precesión4 de los equinoccios, que afecta a la posición de las estrellas con el tiempo pero no a la del Sol. La variación de la oblicuidad de la eclíptica (y por lo tanto la declinación solar en el solsticio de invierno, que tendrá un valor igual a la oblicuidad con signo negativo) en los últimos 10.000 años puede calcularse fácilmente usando el calculador online que se encuentra en la página web PHP Science Labs5 y cuyo algoritmo resuelve las ecuaciones publicadas en la tabla 8 de Laskar (1986). Hace 4000 años, usando dichas ecuaciones, la declinación del Sol en el solsticio de invierno era δ = -23º58’, mientras que en la actualidad es δ = -23º26’. Alrededor de 2000 ANE se encontraba exactamente un diámetro solar (0º32’) al sur de la posición actual. Según la disposición relativa del pentasemicírculo respecto a la sombra (vid. Fig. 14), si el Sol se moviera algo más al sur de donde se encuentra actualmente en el solsticio de invierno, el borde de la sombra se desplazaría hacia la

izquierda (norte) de su posición actual. Por lo tanto, en el pasado, cuando se realizó el petroglifo, el borde de la sombra estaría desplazada –para un observador que lo mirara de frente– hacia la izquierda en relación al grabado. Por supuesto, todo este razonamiento es válido siempre y cuando la forma de la cornisa del abrigo que proyecta la sombra se haya mantenido inalterada desde la época de elaboración de los grabados hasta la actualidad, es decir, que la cornisa no haya sufrido modificaciones desde entonces, algo imposible de asegurar. Realizamos cálculos para estimar la variación temporal de la posición del borde de la sombra en el ocaso del solsticio de invierno en relación a los diferentes elementos del pentasemicírculo. Los datos que utilizamos para el cálculo –que obtuvimos, en parte, de nuestro modelo general del abrigo– son: • El diámetro del pentasemicírculo: 0,42 m. • La distancia desde el pentasemicírculo hasta la parte de la cornisa del abrigo que produce la sombra: 37,28 m. • El ángulo con el que inciden los rayos solares del ocaso del solsticio de invierno sobre el plano de la pared donde se encuentra el pentasemicírculo: 72º, cercano a la perpendicularidad. • La declinación del Sol en el solsticio de invierno (el valor de la oblicuidad de la eclíptica con signo negativo) en función del tiempo usando las ecuaciones indicadas anteriormente. Se numeraron las distintas líneas que podemos definir sobre el pentasemicírculo, y calculamos en qué época aproximada coincidía dicha línea con la sombra proyectada, obteniendo los resultados que se muestran en la Fig. 15. La separación entre las distintas líneas es variable, siendo la máxima del orden de 106 mm (entre las líneas 5 y 6 ó 6 y 7) y la promedio del resto alrededor de 26 mm. El surco que define las líneas es obviamente irregular y estimamos un error en la posición del centro de cada línea del orden de 8 mm, lo que, junto con la contribución debido a lo difuso que se

4 La precesión de los equinoccios es la variación de la posición de los puntos de intersección de los planos del ecuador y de la eclíptica sobre la esfera celeste. Tiene un periodo de 25.776 años.. 5 http://www.neoprogrammics.com/obliquity_of_the_ecliptic/

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Fig. 15: Pentasemicírculo de la Cueva del Toril con los distintos círculos concéntricos marcados y numerados, con la época y declinación del Sol cuando el borde de la sombra del ocaso solar del solsticio de invierno coincide con cada una de las líneas del pentasemicírculo.

muestra el borde de la sombra debido a que el Sol no es un objeto puntual, proporciona una incertidumbre asociada a cada época del orden de unos 200 años. Como podemos ver en los datos recogidos en la Fig. 15, el borde de la sombra tocaba el extremo izquierdo (norte) del pentasemicírculo alrededor del 2800 ± 200 ANE, una fecha consistente con los vestigios arqueológicos, tal como vimos en la introducción. Si asumimos el 2800 ± 200 ANE como fecha de ejecución del pentasemicírculo y que el marcar la posición de la sombra durante el ocaso del solsticio de invierno era la motivación de los ejecutores del grabado ¿Cuál sería entonces la utilidad de las distintas líneas marcadas en nuestra Fig. 15? Quizás fuera simbólica o meramente decorativa, aunque también podemos formular una hipótesis de función práctica. Debemos tener en cuenta que, en los días previos o posteriores al solsticio de invierno, la sombra de la cornisa justo antes del ocaso se proyectaría a la derecha de la línea 11, e iría coincidiendo con las distintas líneas definidas en la citada Fig. 15 en diferentes fechas alrededor del solsticio de invierno. La variación diaria de la declinación del Sol alrededor de los solsticios es la más lenta de todo su ciclo anual, por lo que el desplazamiento diario de la sombra es muy pequeño. Por otra parte, el número de días que transcurren entre el paso por una línea a otra contigua (que sobre el grabado son aproximadamente equidistantes excepto la separación entre las líneas 5, 6 y 7)

no es constante. Si consideramos lo que ocurriría los días inmediatamente anteriores al solsticio de invierno en el 2800 ANE, encontramos6 que las seis primeras líneas (desde la 1 hasta la 6) se cubrirían en unos tres días, mientras que las cinco restantes (de las 7 a las 11) se recorrerían en 8 días. En particular, desde la 10 a la 11 pasan unos 4 días, pues el Sol parece detenerse cuando se acerca al solsticio. Después del día del solsticio de invierno la secuencia se invertiría, alejándose la sombra lentamente de la línea 11. En total sería durante unos 22 ó 23 días en los que la sombra pasaría sobre el pentasemicírculo antes y después del solsticio de invierno. Alguien que estuviera familiarizado con la observación anual del fenómeno y conociera el número de días que transcurren desde que la sombra coincide con cada una de las líneas y la fecha exacta del solsticio de invierno podría utilizarlo para predecir dicho momento del calendario solar en cualquier año posterior. Si esto fuera conocido por el observador, bastaría comprobar con qué línea coincidía la sombra en alguno de los 11-12 días anteriores al solsticio de invierno para poder predecir su fecha. Este mecanismo, aunque podría parecer redundante por el elevado número de líneas, podría resultar muy útil en el caso de que el cielo estuviera cubierto de nubes durante varios días alrededor del solsticio de invierno. Un periodo de 11 ó 12 días parece suficientemente amplio como para asegurar con bastante probabilidad de que el ocaso estuviera despejado al menos en algún día dentro ese periodo.

6 Cálculos realizados con el planetario de código abierto para ordenador Stellarium versión 0.13.3, http://www.stellarium.org

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Con esta hipótesis sobre la utilidad astronómica del pentasemicírculo conseguimos varios objetivos: • Una cronología consistente con el contexto arqueológico. • Que todas las líneas del grabado tengan una utilidad práctica similar. • Un mecanismo muy simple de predicción de la fecha del solsticio de invierno que solo necesitaría contar un número pequeño de días.

forma de “U” y diversas señales de manipulación humana situadas en la parte superior de la protuberancia. Podemos ver en la Fig. 16 que, en el ocaso del solsticio de verano, el borde de la mancha de luz solar alcanza justo dicha zona superior, produciendo que nuestra atención de centre justo sobre la protuberancia de una forma muy sugerente. Aunque este hecho no parece tener una utilidad práctica como marcador calendárico preciso –al contrario de lo que encontramos en el pentasemicírculo– podría haberse utilizado como un elemento simbólico en los posibles rituales llevados a cabo en el lugar, quizás relacionados también con el agua.

3.2. SOLSTICIO DE VERANO 3.3. EQUINOCCIOS Alrededor del solsticio de verano es el periodo del año en que la luz del ocaso solar puede alcanzar las partes más internas –más al sur– del abrigo en donde se encuentra el grupo de petroglifos. Es precisamente en esos momentos cuando se ilumina la fuente principal que encontramos en el conjunto y una protuberancia rocosa situada justo en el centro de la zona interior del abrigo (Fig. 16). Esta estructura dispone de varias cazoletas, un grabado en

Como podemos ver en las instantáneas tomadas el 22/09/2015, día del equinoccio de otoño y 21/3/2017, equinoccio de primavera (Fig. 17), la línea de sombra de la cornisa del abrigo coincide con el borde derecho –sur– de uno de los petroglifos, lo que parecería indicar que este grabado podría constituir un marcador de los equinoccios. Asumir esta posibilidad en un yacimiento prehistórico plan-

Fig. 16: Cueva del Toril. Luz del ocaso del solsticio de verano iluminando la protuberancia rocosa de la zona central del abrigo y del área de la fuente. 21/06/2015, 17:26 h.

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Fig. 17: Cueva del Toril. Imágenes tomadas el 22/9/2017 –equinoccio de otoño– y 21/3/2017 –equinoccio de primavera–. Podemos ver como la sombra de la cornisa del abrigo coincide con el borde derecho –sur– de uno de los petroglifos.

tea una problemática que es necesario discutir. El equinoccio es un concepto geométrico que se define como uno de los dos momentos del año en que el centro del disco solar cruza el ecuador celeste. Se cree que fueron astrónomos griegos o babilonios los que lo descubrieron entre los siglos IV y II ANE, por lo que es extremadamente improbable que este concepto fuera conocido y de alguna utilidad en la época en que se estima fueron realizados los grabados del Toril. Sin embargo, existen otras posibilidades de definir algo similar a los equinoccios que no requieren disponer de un modelo geométrico de la esfera celeste (vid. Ruggles, 1997; González-García y Belmonte, 2006). Una de las definiciones alternativas más verosímiles es la del punto medio temporal entre los solsticios –en adelante PMTS–, también conocido como “equinoccio megalítico”, que fue introducido por Alexander Thom (1967) para explicar los alineamientos hacia fechas cercanas a los equinoccios en los círculos de piedras megalíticos de las islas Británicas. El PMTS corresponde al día que se encuentra justo a mitad del periodo entre los solsticios de verano e invierno, este día no coincide con los equinoccios debido a que la órbita de la Tierra no es circular y su velocidad alrededor del Sol no es constante. El PMTS se produce entre uno o dos días después del equinoccio de primavera o antes del equinoccio de otoño. La declinación del Sol en esa fecha es de entre +0,3° y +1° (vid. Ruggles, 1997), aproximadamente entre uno y dos diámetros solares al norte de la posición exacta del equinoccio. Por lo tanto, establecer la fecha del PMTS requeriría el contar y llevar registro continuado de periodos de alrededor de, al menos, 90

días desde los solsticios y permitiría dividir el año en cuatro partes iguales coincidentes con nuestras estaciones en latitudes intermedias. No disponemos de observaciones directas en la Cueva del Toril en el ocaso más cercano al PMTS, pero es necesario indicar que la posición solar en ese momento del año no es tan estable como en el solsticio de invierno y por lo tanto, el marcador no puede ser tan preciso como el definido por el pentasemicírculo. Alrededor del equinoccio, la variación diaria de la declinación del centro del disco solar es máxima y de unos 0°24’, algo inferior a un diámetro solar. Por lo que la máxima separación temporal en que se puede producir el ocaso más cercano al PMTS (±12 horas como máximo) nos define el rango de variación posible de la posición del Sol en dicho ocaso, que resulta ser 0°24’ aproximadamente, que correspondería con un desplazamiento del borde de la sombra del orden del tamaño típico de los grabados del Toril. Como conclusión, podemos decir que el grabado sobre el que se proyecta la sombra en el ocaso de los equinoccios o el PMTS funcionaría como un marcador aproximado, no preciso, de ese momento del año, aunque necesitaríamos realizar observaciones in situ en dichas fechas para comprobar el grado de precisión efectivo.

4. DISCUSIÓN Habitualmente lugares como la Cueva del Toril han sido considerados por la arqueología como santuarios prehistóricos consagrados a rituales

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de adoración a las fuerzas de la naturaleza y la fertilidad, en el marco ideológico de las “primitivas religiones”. El culto al Sol y la presencia de manantiales refuerzan el binomio Sol/agua como base sustentadora de la vida en general, y en particular de las necesidades agrícolas y ganaderas desde el Neolítico. El viaje del Sol, desde sus posiciones extremas en ambos solsticios, crea un espectacular juego de luces y sombras proyectadas en el momento del ocaso local. Cada posición solar, única e irrepetible hasta el semestre siguiente, excepto cada solsticio, que solo se produce una vez al año, dibuja un fotograma diario en su recorrido por la pared de los grabados. Debido a la precisión del fenómeno de correspondencia de la sombra con el pentasemicírculo, el momento culmen, y razón principal de esta ubicación del calendario, se produciría durante el solsticio de invierno, cuando el sol penetra por el barranco de forma similar a como un “cañón de luz” ilumina el centro de la escena en un teatro. Aparte del uso funcional de la disposición del barranco, los sugerentes efectos de iluminación, cercanos a la hierofanía, no debieron pasar desapercibidos para los fundadores del santuario. Ahí es donde podrían tener cabida las interpretaciones místicas, ideológicas y cosmogónicas de las religiones primitivas.

El solsticio de invierno se ha venido considerando como el hito principal del ciclo anual de la posición de la Tierra con respecto al Sol, los distintos calendarios y cultos solares desde el Neolítico así lo testimonian. El pentasemicírculo, marcándolo, se acepta como significativo, pero hay otros símbolos grabados que habrá que estudiar con más detalle. Por ejemplo, existe un grabado de cuatro círculos concéntricos en la parte más interna del abrigo que marca fechas alrededor del 20 de agosto o el 22 de abril, según la fase ascendente o descendente del Sol (Fig. 18). El solsticio de verano viene determinado por el momento de máxima penetración de los rayos solares en la cueva, iluminando una fuente de agua, el manantial principal (vid. Fig. 16). En la fuente existen varias cazoletas, un grabado en “U” y algunos rebajes de la roca en forma de repisa. Y en el momento de los equinoccios, la coincidencia de la sombra con otro grabado podría indicar la fecha aproximada de su llegada, aunque con una precisión mucho menor que la del pentasemicírculo (vid. Fig. 17). En cualquier caso, lugares como este ponen en relación los ciclos de los astros en el cielo con los ciclos de la vida en la tierra y quizá quisieron marcar con los grabados lo inmutable, lo predecible, lo que indefectiblemente volverá a ocurrir. De ahí probablemente también, la obstinación por el círculo de las sociedades eneolíticas, y en este caso por lo

Fig. 18. Grabado interior del Abrigo del Toril los días 22 de abril y 20 de agosto.

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petroglifos. Ronald W. B. Morris (1979: 16-28) recogió 104 interpretaciones distintas del significado y la función de los petroglifos británicos, y estimó, según criterios forzosamente subjetivos, su porcentaje de probabilidad. Así opinó que las prácticas funerarias, los fenómenos astronómicos o los ejercicios mágicos eran los significados más probables. Pero también recogió interpretaciones a las que no otorgaba gran credibilidad: escrituras, tableros de juego, relojes, lámparas, recipientes mezcladores, unidades de medidas, vítores, marcas de peregrinación, marcadores de hoguera o de pozos, hitos, mapas, planos de vivienda o de tumbas, mapas del tesoro, diseños de tatuajes, espejos enmangados, anillos de los árboles, o incluso mensajes extraterrestres. Por su parte, Fernando Alonso (2007: 44-47), cita las interpretaciones más probables, a su juicio, para los círculos concéntricos y las cazoletas: 1. Gotas de lluvia sobre agua, o luna con cerco y nubes alrededor. 2. El más allá o una representación del planetario. 3. La divinidad como disco, rueda o esfera solar. 4. Los escudos apotropaicos. 5. La Luna. Según P. Bueno Ramírez et al. (2010: 219) la relación de los círculos con los “temas solares” es una constante en el arte megalítico europeo. Por tanto la relación de estos grabados con el aparente movimiento del sol era una de las interpretaciones con más apoyos, pero hasta la confirmación de la coincidencia del ocaso del solsticio de invierno con el pentasemicírculo, no podíamos darla como aplicable en la Cueva del Toril. La importancia del solsticio de invierno en la Prehistoria Reciente del sur peninsular se ha puesto de manifiesto, de forma casi simultánea al presente trabajo, con el hallazgo de marcadores de este evento astronómico en otros yacimientos como la Cueva del Sol (Tarifa, Cádiz) y el impresionante conjunto tumular de Castillejo del Bonete (Terrinches, Ciudad Real). La Cueva del Sol es un pequeño abrigo con arte rupestre de pequeñas dimensiones situado en la vertiente noroeste de la Sierra de la Plata, a escasos kilómetros de la costa de Tarifa y con su entrada

orientada a poniente. Versaci Insúa et al. (2017) encontraron que, al ocaso del solsticio de invierno, la mancha de luz solar proyectada por la abertura de la cueva adquiere una forma triangular, con una extensión alargada en su punta –en forma de “dedo”– que llega a tocar, justo cuando el Sol está ocultándose por el horizonte, uno de los doce radios que presenta el único motivo soliforme –de un total de 16 pictogramas– del abrigo. Aunque no hay datos directos sobre la cronología del yacimiento, Versaci Insúa et al. (2017) lo sitúan en el Calcolítico. Este yacimiento muestra similitudes muy relevantes con nuestro marcador de la Cueva del Toril: coincidencia entre un elemento estructural del símbolo y mancha de luz/ sombra y mismo fenómeno astronómico –ocaso del solsticio de invierno–. Castillejo del Bonete es un monumento realmente complejo, muy diferente a las cuevas del Toril o del Sol. Disponemos de dataciones absolutas que lo sitúan claramente en el Calcolítico-Bronce (24651565 cal BC, Benítez de Lugo et al., 2015) por lo que constituye un yacimiento relacionable con el horizonte cronológico más probable del Toril. Consta de un mínimo de dos túmulos, el de mayor tamaño dispone de varios corredores, alguno con más de veinte metros de longitud y se ubica en lo alto de un altozano, sobre una cueva natural que contiene arte rupestre a la que se accede desde su techo. Las evidencias arqueológicas indican que fue un monumento funerario utilizado durante mucho tiempo, dotado con una alta carga simbólica y en el cual se desarrollaron ritos complejos (Benítez de Lugo et al., 2014). Benítez de Lugo y Esteban López (e.p.) encuentran que el yacimiento presenta un marcador del orto solar en el solsticio de invierno muy llamativo y preciso sobre la montaña más conspicua de todo el horizonte que lo rodea, la Peña del Cambrón. Por otra parte, varios de los corredores del monumento se encuentran orientados hacia el orto y ocaso del Sol en el solsticio de invierno. En este contexto, parece necesario recordar que algunas estructuras megalíticas relevantes de las islas Británicas también presentan orientaciones hacia el orto u ocaso solar en el solsticio de invierno, lo que sugiere que este fenómeno astronómico fue algo de especial importancia en el mundo ritual del Neolítico y la Prehistoria Reciente al menos en distintas partes de Europa. El ejemplo más conocido es el círculo de piedras de Stonehenge (Wiltshire, Reino Unido), cuyas estructuras más imponentes, las piedras Sar-

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sen (que se datan alrededor de 2500 ANE) se disponen en forma de herradura con su eje de simetría orientado hacia el orto del solsticio de verano u ocaso del solsticio de invierno7 (vid. Ruggles, 2015). Esta es la misma orientación que muestra la vía de acceso original al monumento, que se trata de una amplia avenida recta abierta al noreste. A partir de los resultados de las excavaciones realizadas en el yacimiento y en su entorno (Parker Pearson, 2012: 89) sabemos que era en invierno cuando se realizaban grandes festejos multitudinarios en Stonehenge, por lo que el ocaso del solsticio de invierno debió ser el momento clave en el ritual celebrado en el complejo megalítico. Otro yacimiento emblemático es el impresionante sepulcro megalítico de Newgrange (Donore, República de Irlanda), construido entre 3300 y 2900 ANE (O’Kelly, 1982: 123). Su largo corredor presentaba una alineación perfecta hacia el orto solar en el solsticio de invierno en la época de su construcción (Prendergast, 2015), cuya luz iluminaba brevemente la cámara funeraria solo en ese momento del año. Como vemos hay ejemplos de orientaciones y marcadores del solsticio de invierno muy verosímiles en yacimientos datados desde el final del Neolítico y el Calcolítico tanto en la Península Ibérica como en las islas Británicas, pero existen algunas evidencias de que la importancia ritual de los solsticios podría retrotraerse muchos milenios atrás. Esteban López y Aura Tortosa (2001) encontraron que la zona más profunda de la Cova del Parpalló (Gandía, Valencia), una cueva-santuario paleolítica del periodo Solutrense cuya morfología presenta una gran similitud con la estructura externa de los órganos genitales femeninos, se iluminaba al amanecer del solsticio de invierno. Más recientemente, los resultados de Sims y Otero (2016) parecen apuntar en un sentido similar, pues encuentran que la cueva Praileaitz I (Deba, Guipúzcoa), con una cronología algo más reciente que Parpalló, en el Magdaleniense, y también con una entrada que recuerda a una vulva, se encuentra orientada hacia el orto del solsticio de verano. La orientación astronómica también parece estar presente en los patrones generales de orientación de los monumentos funerarios megalíticos peninsula-

res datados entre el sexto y el tercer milenio a.C. Los corredores o ejes de simetría de la mayoría de las más de mil estructuras medidas (vid. Hoskin, 2001: 213-216; González-García, 2009), especialmente en las áreas meridional y occidental de la Península, apuntan sistemáticamente a una zona relativamente restringida del horizonte oriental, indicando un patrón de orientación persistente en el espacio y el tiempo cuyo objetivo más probable fueron los puntos del orto u ocaso del Sol o la Luna a lo largo del año o en ciertos momentos de especial significación calendárica o ritual (vid. Ruggles, 1999: 1-11). Como vimos en la sección anterior, aparte del solsticio de invierno, varios de los grabados o elementos del Abrigo del Toril podrían haberse utilizado para marcar otras fechas singulares del calendario solar como el solsticio de verano y los equinoccios. Esta posibilidad también se plantea en los casos de la Cueva del Sol y el complejo tumular de Castillejo del Bonete. Versaci Insúa et al. (2017), aunque no llevan a cabo observaciones directas en otras fechas aparte del solsticio de invierno, estiman la mancha de luz proyectada por la entrada de la Cueva el Sol podría haber coincidido con varios de los pictogramas más relevantes del conjunto. En particular, el ocaso del solsticio de verano podría proyectar una coincidencia sobre el grupo de símbolos que ocupan el extremo sur de la cueva mientras que en los equinoccios la proyección podría coincidir con uno de los motivos denominados “tatuajes faciales” situados en el centro del conjunto. En el caso de Castillejo del Bonete, Benítez de Lugo y Esteban López (e.p.)8 encuentran que mientras dos corredores que parten del túmulo principal parecen estar orientados hacia el orto y ocaso solar en el solsticio de invierno, respectivamente, un tercero lo hace hacia el ocaso en los equinoccios –o el PMTS– y las paredes de un recinto contiguo de paredes paralelas apunta hacia el orto del solsticio de verano. Como vemos, los resultados sugieren que estamos ante lugares adscritos a un horizonte cultural similar en el III-II milenios ANE, que contienen elementos que parecen marcar, de alguna forma, las fechas singulares del calendario solar, solsticios y equinoccios, pero que en todos ellos el solsticio de invierno tendría un claro papel protagonista.

7 En un horizonte plano o casi plano, como el que rodea al monumento de Stonehenge, podemos tener una orientación simultánea al orto solar en uno de los solsticios y al ocaso del otro. 8 Una primera versión resumida de los resultados se publicaron en Esteban López (2015).

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5. EPÍLOGO

AGRADECIMIENTOS

Casi todos los firmantes de este artículo tenemos un vínculo personal con este valle, que ha motivado que desarrollemos una labor de investigación, sin apoyo institucional alguno. Parte de ella la dimos a conocer gracias a la Plataforma por Otiñar y su entorno y a la asociación Iniciativas. Andamios para las ideas, que consiguieron financiación para una conferencia en la Universidad de Jaén y una visita a la cueva, los días 15 y 21 de diciembre de 2016, costeadas por la Diputación Provincial y la Universidad de Jaén.

Debemos dar las gracias a Juan Carlos Roldán, presidente de la Plataforma por Otíñar y su entorno, quien, prácticamente, nos ha obligado a dar a conocer el fenómeno astral que se producía en la cueva. Igualmente a José Carlos Gutiérrez Expósito, arquitecto técnico que tomó las medidas que necesitábamos para georreferenciar la cueva. La visita al yacimiento de César Esteban López –Instituto de Astrofísica de Canarias– se pudo realizar gracias al proyecto de investigación “Arqueología del Sol y otros astros” financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad en el marco del Programa Campus de Excelencia Internacional.

Esa vinculación personal nos hizo plantearnos la oportunidad de darlo a conocer, pues era correr el riesgo de no poder garantizar su conservación, aunque casi todos los elementos patrimoniales de Otíñar, incluido el Toril, son ya conocidos, el descubrimiento de su relación con el solsticio añadiría un cierto peligro. De hecho, el único símbolo que se encuentra seriamente dañado y, al parecer desde antiguo, es el pentasemicírculo, quizás, quien sabe, si por sus connotaciones paganas. Afortunadamente hemos conseguido, como epifenómeno de la documentación del enclave, una técnica que permite reproducir en 3D y a escala natural cualquier parte de la Cueva del Toril. Así que en parte el miedo se atenúa. Pero sigue ahí, porque las agresiones vandálicas a los bienes patrimoniales de Otíñar y, en general, de toda la provincia no son extrañas. Son ejemplos cercanos de ello el castillo, el dolmen o la Cueva de los Soles. Este esfuerzo sería más efectivo si se abordase el tratamiento del conjunto de cuevas y abrigos rupestres de la Zona Patrimonial declarada, porque lo que sí sería efectivo parte de una presencia constante y activa de la administración en el lugar. A estos efectos la declaración de la Zona Patrimonial –como la Ley 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía señala– es un primer paso para la creación de un Parque Cultural. Sería esta institución de la Consejería de Cultura la que, de acuerdo con la misma ley, asumiría funciones generales de administración y custodia de la Zona Patrimonial, y desarrollaría programas en materia de investigación, protección, conservación y difusión de la misma. En el marco de esta gestión y con su personal podrían abordarse la conservación de la Cueva del Toril con fiabilidad y eficacia.

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Almuñécar. Necrópolis del Cerro de San Cristóbal. Cotilas protocorintias procedentes de la tumba 19B (imagen: Museo Arqueológico de Granada): a) Protocorintio Antiguo, nº. de inv. CE08293. b) Protocorintio Medio, nº. de inv. CE08294.

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LAS PRIMERAS IMPORTACIONES GRIEGAS EN OCCIDENTE Y LA CRONOLOGÍA DE LA CERÁMICA GEOMÉTRICA: HACIA UN NUEVO PARADIGMA (II) Eduardo García Alfonso1

Resumen: A partir los inicios del siglo VIII cal BC el 14C entra en la denominada “meseta” hallstática, en la cual la curva de calibración es casi plana. Por esta causa, la cronología de la Edad del Hierro en el Mediterráneo se hace dependiente fundamentalmente del análisis estratigráfico, tipológico y estilístico de las cerámicas griegas, así como de la combinación de las fechas históricas ya disponibles, muchas veces sometidas a discusión. El acople entre ambos sistemas de datación es conflictivo, ya que produce desfases y vacíos en una línea de tiempo real que es única. En esta segunda parte del trabajo queremos ofrecer una síntesis de la problemática que presenta esta cuestión y proponer algunas vías de solución parcial a la misma.

Palabras clave: Occidente Fenicio, 14C Calibrado, Cerámicas Griegas, Edad del Hierro, Debate Cronológico.

THE FIRST GREEK IMPORTS IN THE WEST AND THE CHRONOLOGY OF GEOMETRIC POTTERY: TOWARDS A NEW PARADIGM (II) Abstract: From the beginning of the 8th century cal BC the 14C arrives to the so-called Hallstattic “plateau”, in which the calibration curve is almost plane. For this reason, the chronology of the Iron Age in the Mediterranean is mainly dependent on the stratigraphic, typological and stylistic analysis of Greek potteries, as well as on the combination of the historical dates already available, often in discussion. The coupling between both chronological systems is difficult, because it produces mismatches and gaps in a real time line that is unique. In this second part of the paper, I want to offer a synthesis of this problem and to propose some ways of partial solution.

Keywords: The Phoenician West, Calibrated 14C, Greek Pottery, Iron Age, Chronological Debate, Mediterranean World.

1 Departamento de Museos y Conjuntos. Junta de Andalucía. Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte. Málaga. [eduardom.garcia@juntadeandalucia.es]

Recibido: 30/11/2017. Aceptado: 31/12/2017

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1. INTRODUCCIÓN En la primera parte de este trabajo1 pasamos revista a la problemática general que ha suscitado la obtención de cronologías radiométricas calibradas en los niveles más antiguos de determinados asentamientos de los inicios de la Edad del Hierro en el sur de la Península Ibérica, tanto aquéllos asignados al mundo fenicio como en otros correspondientes a contingentes autóctonos, o bien en ciertos lugares donde se manifiesta una interacción entre ambos grupos demográficos. Antes de la aplicación amplia del 14C en dichos enclaves, las dataciones calendáricas se obtuvieron mediante el estudio de las secuencias cerámicas fenicias que se venían documentando desde la década de 1960, que –a su vez– estaban basadas en los materiales griegos que aparecían en los mismos estratos. En aquellos momentos las cerámicas griegas que se correlacionaban más directamente con las fenicias eran las protocorintias, ya fuera en ámbitos carácter funerario (Cerro de San Cristóbal de Almuñécar) o de habitación (Toscanos). Así, cuando coincidían ambos productos en los mismos contextos, se adjudicaba automáticamente la cronología que correspondía a la fase del Protocorintio en la que se clasificaban los materiales detectados: Antiguo (720-690 a.C.), Medio (690-650 a.C.) y Reciente (650-630 a.C.), fechas obtenidas de los trabajos de H. Payne (1931), E. J. Dunbabin (1948) y N. J. Coldstream (1968) entre otros. Con estos apoyos cronológicos considerados seguros, se establecieron una serie de puntos fijos sincrónicos para las cerámicas fenicias, al igual que también otros ante y post quem, aunque en ocasiones –ya fuera en la Península o en otros lugares del Mediterráneo– estas mismas cerámicas se documentaron en asociación con otras producciones griegas, ya fuera las anteriores del Geométrico o de diferentes talleres posteriores a c. 630 a.C., lo que ayudo también a fijar dataciones más concretas. Con estas asociaciones de materiales, se planteó la posibilidad de indicar una evolución de los diversos conjuntos de cerámicas fenicias, a los que era difícil asignar una cronología per se. En este sentido destacó la labor de H. Schubart (1976), quien abordó

con notable éxito la morfometría de los platos de engobe rojo, lo que permitió establecer un complejo sistema de cronologías cruzadas, que fue utilizado para fechar otros enclaves donde se documentaban cerámicas fenicias, aunque entre ellas no apareciesen platos ni tampoco materiales griegos. La aparente solidez del método propuesto se basó en una supuesta confianza en la cronología arqueológica griega, que realmente posee muy pocos puntos fijos seguros antes del siglo V a.C. (Whitley, 2013: 60-74) lo cual rara vez se tenía en cuenta. Para los materiales del Geométrico, Coldstream era –y sigue siendo– la referencia por antonomasia, cuya mecánica de datación calendárica, totalmente dependiente de los resultados obtenidos en los enclaves del Hierro II de Palestina, ya hemos visto en la primera parte de este trabajo2. Por otro lado, la cronología convencional de la cerámica protocorintia se basa también en circunstancias indirectas, como las fechas que proporciona Tucídides para la fundación de las colonias de Sicilia e Italia meridional y además de alguna conexión con las listas reales egipcias, que luego veremos. Tímidamente, y sin ser tenidas apenas en cuenta en un principio, las fechas radiométricas han venido a prestar un apoyo firme a los contextos iniciales del mundo fenicio del Mediterráneo occidental, combinadas con diversos trabajos de revisión de materiales y nuevas excavaciones en lugares hasta ahora no estudiados. Ello ha ampliado este horizonte cronológico a momentos claramente anteriores a c. 800 a.C. Sin embargo, ello no significa que se hayan solucionado todos los problemas. Es más, las dataciones radiométricas han generado nuevas cuestiones e incertidumbres, así como dificultades metodológicas, que deben llevarnos a una mejor comprensión del uso del radiocarbono calibrado y de sus variables estadísticas. Por otra parte, este adelanto de la cronología nos plantea cambios de envergadura en la interpretación del proceso histórico general del Mediterráneo durante los inicios de la Edad del Hierro, que no solo afectan a la expansión fenicia, sino también a una etapa crucial del desarrollo de la civilización griega: el final de la Edad Oscura de los siglos IX y VIII a.C.

1 García Alfonso (2016): “Las primeras importaciones griegas en Occidente y la cronología de la cerámica geométrica: hacia un nuevo paradigma (I)”, Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía, 7, pp. 101-132. En adelante: Menga, 7. 2 Menga, 7: 110-113.

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Fig. 1. Dataciones radiométricas y curva de calibración de la “meseta” hallstática (según Nijboer, 2016): a) Asentamiento enotrio de Francavilla Marittima. b) Tumba del Guerrero, necrópolis de Monterozzi, Tarquinia.

2. LA “MESETA” HALLSTÁTICA La subida de las cronologías que se propone necesariamente afecta también a las posteriores producciones del Geométrico Reciente y Protocorintio, que sustituyeron a las del Geométrico Medio II entre los materiales griegos importados en Occidente. Esto nos haría replantearnos las secuencias cerámicas del siglo VIII e incluso de las primeras décadas del VII a.C. Aquí vamos a tropezar con una dificultad metodológica que resulta, de momento, insalvable: la conocida como “meseta” hallstática, una curva de calibración del 14C casi plana entre 800/750 cal BC y 400 cal BC. A. J. Nijboer (2016: 39-41) ha estudiado recientemente la transición entre el lapso temporal radiométrico y el convencional, habiendo situado hacia el año 770 a.C. el momento concreto de este desfase. Para llegar a dicha conclusión ha comparado los resultados de las dataciones calibradas obtenidas en dos lugares fechados convencionalmente en un lapso de tiempo relativamente corto: el asentamiento enotrio de Francavilla Marittima (Calabria) y la Tumba del Guerrero de la necrópolis de Monterozzi de Tarquinia (Etruria). El contexto seleccionado en el primero de estos lugares ha proporcionado algunas cerámicas euboicas consideradas de las más antiguas de Italia, con una fecha convencional de la primera mitad

del siglo VIII a.C. Las tres dataciones radiométricas obtenidas sobre huesos de animales ofrecen un resultado similar, centrado a mediados del siglo VI a.C.3, mientras que la calibración resultante obtiene tres intervalos de los cuales solo el más antiguo de la primera mitad del siglo VIII cal BC puede considerarse válido. Los dos restantes abarcan los siglos VII y VI, evidentemente demasiado tardíos (Fig. 1, a). Por su parte, la datación absoluta de la Tumba del Guerrero de Tarquinia cae completamente dentro de la “meseta” hallstática. Partiendo de una cronología convencional, este contexto se fecharía en 730-720 a.C., mientras que el resultado radiométrico ofrece un valor medio de la segunda mitad del siglo VI a.C.4 La calibración de esta fecha muestra dos intervalos: uno muy largo entre 770-500 cal BC y otro más corto entre 490-450 cal BC (Fig. 1, b). Con ello queda evidenciado que el inicio de la referida “meseta” debe situarse dentro de la primera mitad del siglo VIII a.C., a partir del cual el 14C deja de tener utilidad hasta inicios del siglo IV a.C. Esto supone un inconveniente grave para un lapso temporal considerable de la Protohistoria mediterránea, calificado hace tiempo como “el desastre del radiocarbono del primer milenio a.C.” (James, 1993: 306). Las causas de este fenómeno no han sido determinadas con exactitud, lo que no permite ser optimista respecto a su posible solución a corto o

3 Las fechas medidas son 2510 ± 40 BP (GrA-46580), 2575 ± 40 BP (GrA-46581) y 2525 ± 40 BP (GrA-46565). 4 2475 ± 40 BP (GrA-48902).

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medio plazo. Este tipo de anomalías en las curvas de calibración se dan también en otros periodos y para las mismas se han barajado causas ligadas a los cambios en el ciclo de carbono en la atmósfera, oscilaciones climáticas y geomagnetismo (Muscheler et al., 2005).

3. ERETRIA Y LA TRANSICIÓN ENTRE GEOMÉTRICO MEDIO II Y GEOMÉTRICO RECIENTE I En el área del Egeo, a falta de una serie amplia de dataciones absolutas calibradas para la Edad del Hierro y con intervalos cortos5, tenemos que recurrir a inferencias de carácter estratigráfico, arqueológico e histórico para abordar el problema de la transición entre el Geométrico Medio II y el Geométrico Reciente I, que terminan generando inevitablemente cronologías cruzadas. Actualmente los contextos que ofre-

cen la mejor información son los niveles más antiguos de la ciudad eubea de Eretria, debido a que este lugar dispone un considerable elenco de datos procedentes de excavaciones modernas que están muy bien publicadas. En este sentido, la decadencia del cercano enclave de Lefcandí, hoy por hoy el lugar más ampliamente excavado de Eubea para los momentos iniciales de la Edad del Hierro, además de posible origen de un contingente importante de la población de Eretria, permite también llegar a una serie de conclusiones al respecto de la transición entre ambos estilos cerámicos. Igualmente la pujanza marítima de Eretria, en colaboración o competencia con su vecina Calcis, la convierte en uno de los principales centros de Grecia en los siglos IX y VIII a.C. Este impulso explica su expansión inicial mediante asentamientos exteriores tenidos por eretrios en la cercana isla de Andros –Sagorá e Ipsilí–6 (Fig. 2), en el norte del Egeo y finalmente en Pitecusa, en la ruta hacia Occi-

Fig. 2. Eretria y su entorno regional cercano.

5 Menga, 7: 113-117

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dente. Todo ello sin olvidar la probable presencia de los eretrios –indistinguible por el momento de otros eubeos– en el puerto sirio de Al Mina (Popham et al., 1983: 289-290). En esto, Eretria no hizo sino continuar la tradición de su antecesora Lefcandí.

3.1. ENTERRAMIENTOS Y FOSAS SAGRADAS En Eretria los testimonios materiales más antiguos de la Edad del Hierro, tras un largo abandono de un anterior asentamiento micénico, proceden de varios tipos de contextos en el espacio deltaico que ocupó la ciudad. A nivel funerario se conocen diversos espacios dispersos entre los pequeños cursos de agua estacionales que recorrían este área7 y que se fechan desde momentos del Subprotogeométrico I a comienzos del siglo IX a.C., pero que conocerían un enorme auge en la fase del Geométrico Medio II entre 800 y 760/750 a.C. en cronología convencional (Fig. 3). Igualmente se han documentado dos fosas vinculadas a la fase más antigua del santuario de Apolo Dafnéforo8 (Fig. 4). Las fosas 197 y 221 contienen numerosos elementos que se pueden relacionar con actividades de banquete, tales como huesos de animales, cenizas, copas para beber y platos para el consumo de alimentos, incluso hay indicios que indican la existencia de una cierta actividad metalúrgica. Entre las cerámicas, el grueso del material corresponde al Geométrico Medio II, con ciertos materiales atribuibles al Geométrico Reciente I (Verdan et al. 2008: 40-44). En estas fosas no faltan materiales del coetáneo Subprotogeométrico II y III caracterizados por las últimas producciones de escifos de semicírculos colgantes –tipos 5 y 6 de Kears-

ley– (Fig. 5), forma que aparece también en algunas tumbas de la ciudad –tumba 1 de la parcela Buratsá– (Blandin, 2007: pl. 20, 1) (Fig. 6). Si como parece, estas estructuras funerarias y de depósito cultual son los elementos más antiguos de Eretria, determinar de fundación de la ciudad resulta un dato esencial para establecer la cronología de transición entre las producciones del Geométrico Medio II y Geométrico Reciente I. Las tumbas documentadas pueden interpretarse como pertenecientes a pequeñas comunidades familiares que están ocupando posiblemente las zonas mejor drenadas de esta pequeña llanura deltaica y optan por enterrar a los suyos en este área, conociéndose mucho peor las estructuras de ocupación de estos momentos. Posiblemente los primeros edificios de culto y las favissae vinculadas a ellos –197 y 221– en el área del santuario de Apolo Dafnéforo debieron responder ya a una intención clara de ocupación y de permanencia en el lugar, posiblemente con la intención de aprovechar sus buenas condiciones portuarias, mucho mejores que las del cercano Lefcandí. La construcción de este espacio sagrado implica ya un carácter de institucionalización urbana (Walker, 2004: 107). En principio, el grueso de los materiales correspondientes a las fosas más antiguas del santuario son de una cronología coetánea –Geométrico Medio II– que los encontrados en las tumbas, aunque debido al carácter acumulativo de las primeras el horizonte temporal se prolongó hasta el Geométrico Reciente I. Por su parte, los investigadores de la Escuela Suiza de Arqueología en Grecia, institución que capitaliza las excavaciones en Eretria, han señalado que la fun-

6 La atribución de un origen eretrio a estos lugares parte de una noticia de Estrabón (X, 1, 10). Investigadores como M. A. Tiverios (2008: 52-53) y L. Paleocrassá-Cópitsa (2007: 16) defienden este aserto para momentos anteriores a la Guerra Lelantina, mientras que otros piensan que este control eretrio sería más bien una cooperación con los eubeos en su conjunto (Cambitoglou, 1981: 20 y 111; Kotsonas, 2012: 249-253). A este respecto hay que señalar la imposibilidad de determinar de manera segura la procedencia exacta de las cerámicas geométricas euboicas que aparecen en Andros, dada la similitud entre los análisis químicos de los productos procedentes de Calcis, Lefcandí, Eretria e incluso Oropo –en la costa continental frente a Eretria– (Kotsonas, 2012: 251). Por su parte, J. Telebandu (2008: 19) es partidaria de considerar Andros como un poder autónomo, especialmente desde la segunda mitad del siglo VIII a.C. 7 La cerámica de la Edad del Hierro más antigua documentada en Eretria corresponde a un hallazgo disperso del solar 740, perteneciente al Subprotogeométrico I, que se fecharía convencionalmente a principios del siglo IX a.C. Igualmente en este mismo espacio se ha documentado un anforisco del Geométrico Antiguo II-Geométrico Medio I con una datación entre 875 y 800 a.C. (Blandin, 2007: 113-114). Tumbas dispersas del Geométrico Antiguo II-Geométrico Medio I se localizan también en este mismo solar 740 –tumba 8– y en el lugar donde más tarde se levantaría el primer santuario de Apolo Dafnéforo –tumba 1–. Esta última es una incineración que ha aportado una crátera de pie cónico, una espada de hierro y, como elemento de datación más precisa, un escifo de semicírculos colgantes del tipo 2 de Kearsley, cuya fecha convencional en Lefcandí se sitúa entre 900 y 825/800 a.C. (Blandin, 2007. 91-92). Correspondientes al Geométrico Medio II encontramos un mayor número de enterramientos: parcela Buratsá –tumbas 1, 2 y 3 y capas 5 y 6– (Blandin, 2007: 16-24); sondeo calle Eratonimu –tumbas 1, 2 y 3– (Blandin, 2007: 32-33); piras del área del Iyionomíon (Blandin, 2007: 68-69), Casa IV –tumba 1– (Blandin, 2007: 77); parcela Russos –tumbas 3, 6, 7, 9, 12 y 13– (Blandin, 2007: 85-88); solar 686 –tumba 1– (Blandin, 2007: 109-110) y solar 689 –tumbas 1, 2 y 3– (Blandin, 2007: 111-112) (vid. Fig. 3). 8 La primera fase del santuario consiste en cuatro construcciones de planta semioval –edificios 1, 5, 9 y 150–, construidos con zócalos de piedra sobre los que se apoyaban materiales ligeros a base de adobe y elementos lignarios. Las fosas relacionadas con estas estructuras son la 221 y la 197, las cuales contenían los materiales de estos momentos. La primera se ubica junto al edificio 1, mientras que la segunda, de mayor tamaño, se sitúa en el lateral del edificio 150 (vid. Fig. 4).

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Fig. 3. Los orígenes de Eretria (elaboración propia a partir de Blandin, 2007; Verdan, 2004; 2010; Verdan et al., 2008).

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Fig. 4. Eretria. Las primeras fases del santuario de Ápolo Dafnéforo (elaboración propia a partir de Blandin, 2007; Verdan, 2004; Verdan et al., 2008).

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Fig. 5. Eretria. Santuario de Apolo Dafnéforo. Selección de materiales cerámicos de las fosas 197 y 221 –Geométrico Medio II e inicios del Geométrico Reciente I–. Los números debajo de cada recipiente corresponden al catálogo de la publicación (elaboración propia a partir de Verdan et al., 2008).

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3.2. LAS ANTEOJERAS DE CABALLO DEL TEMPLO DE APOLO DAFNÉFORO

Fig. 6. Eretria. Parcela Buratsá, tumba 1. Escifo de semicírculos colgantes. Museo de Eretria, nº. inv. 13853 (imagen: Museo de Eretria).

dación de la nueva ciudad tuvo lugar c. 800 a.C. (Verdan, 2004: 21; 2010: 63). Sin embargo, otros autores manejan fechas anteriores para una ocupación efectiva del lugar, inclinándose por un momento en torno a 825 a.C. (Walker, 2004: 90), pese a que existe presencia humana algo más antigua (vid. nt. 7). Esta circunstancia viene a ser coincidente con una subida de las dataciones terminales del Geométrico Medio II a finales del siglo IX a.C. –y no a 760/750 a.C. de la cronología convencional–, al tiempo que resulta mucho más coherente con la decadencia de Lefcandí, situada tan solo a 11 km al oeste. Este primer espacio sagrado del santuario de Apolo Dafnéforo y las tumbas datadas en el Geométrico Medio II son elementos que se pueden interpretar como vinculados a la llegada de los emigrados de Lefcandí para una primera ocupación efectiva del solar de la ciudad, a los que se añadirían probablemente otros grupos demográficos del entorno. A tal efecto, debemos trabajar con la hipótesis, aceptada por la mayoría de la investigación, de que la decadencia y progresiva despoblación de Lefcandí encontraría su contrapunto en la fundación de Eretria. Por los datos que poseemos, los últimos testimonios funerarios en Lefcandí se fecharían c. 825 a.C. aunque en el lugar siguiese existiendo una ocupación hasta c. 700 a.C. (Popham y Sackett, 1980: 364-369; Popham, 1994: 22; Walker, 2004: 84-87). Por ello, si seguimos la cronología de Coldstream, se abre un hiatus imposible de resolver entre la decadencia de Lefcandí y la fundación de Eretria, fenómenos que debieron ser coetáneos.

Pero incluso para apoyar una fundación de Eretria en la segunda mitad del siglo IX a.C. tenemos dos hallazgos que pueden aportar información sobre cronología histórica en el mismo santuario de Apolo Dafnéforo. Se trata de un par de anteojeras de caballo de bronce originarias del norte de Siria que presentan el tema iconográfico del “Señor de las Bestias”. Son piezas indudablemente gemelas, que se documentaron en momentos diferentes en este espacio sagrado. La primera (Fig. 7, a)9 en aparecer fue hallada por Constandinos Curuniotis a principios del siglo XX en una zona no precisada del santuario (Charbonnet, 1986: 123-124). Esta pieza presenta una inscripción aramea incisa en su cara frontal, que ha sido traducida como “Esto ha donado Hadad a nuestro señor Jazael, después de ‘Umqi, el año que nuestro señor pasó el río” (Kenzelmann Pfyffer et al., 2005: 80). Hadad es el dios supremo del panteón sirio, mientras que Jazael es el soberano arameo de Damasco (c. 845-800 a.C.). Umqi es el reino arameo que ocupaba la desembocadura del Orontes, donde se encontraba el puerto de Al Mina, donde existió una importante presencia eubea en el siglo IX a.C. Sabemos que Jazael fue un soberano conquistador que se enfrentó a Asiria, amenazó a Israel en varias ocasiones y que, hacia el norte, sus dominios debieron incluir Umqi, siendo el río referido en la inscripción de Eretria posiblemente el Éufrates (Galil, 2000: 36). El texto muestra un trazo un tanto extraño que hace sospechar que fue añadido después de fabricada la pieza y no por el taller de la que ésta había salido originalmente. Por su redacción, parece más un trofeo de guerra que una inscripción votiva. La presencia en el mismo santuario de otra anteojera gemela, pero ésta sin inscripción10 (Fig. 7, b) debe hacernos considerar que ambas piezas fueron entregadas conjuntamente como un lote. Este segundo bronce apareció en 1973, en un corte practicado en el interior del templo tardoarcaico. Concretamente se localizó en el interior del edificio 2, el llamado hecatompedon, que pertenece a la segunda fase del santuario, ya del Geométrico Reciente. La pieza apareció muy cerca de la entrada de dicha construcción, junto a uno de los basamentos de piedras que sus-

9 Museo Nacional de Atenas, nº. inv. 15070. 10 Museo de Eretria, nº. inv. 7007.

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Fig. 7: Eretria. Santuario de Apolo Dafnéforo. Anteojeras de caballo. Bronce. a) Excavaciones de Constandinos Curuniotis (fotografía: Museo Nacional de Atenas; dibujo: Kenzelmann Pyffer et al., 2005). b) Excavaciones de la Escuela Suiza de Arqueología en Grecia 1973 (fotografía: Museo de Eretria).

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tentaban las columnas de madera de su eje axial (vid. Fig. 4). Posiblemente este bronce servía como elemento decorativo e iría clavado en alguna de dichas columnas, seguramente haciendo par con su gemelo (Charbonnet, 1986: 117-123). La cuestión de cómo estas piezas llegaron a Eretria está completamente abierta: pudo tratarse de un regalo diplomático del propio Jazael para el templo de Apolo Dafnéforo, de la ofrenda de un eretrio tras un viaje a Siria posiblemente pasando por Al Mina o bien de la entrega de un oriental –sirio del norte, arameo o fenicio– que visitó Eubea, entre otras posibles propuestas. Sobre la fecha de la llegada a Eretria y el papel de estos objetos se pueden hacer muchas conjeturas, más allá de su probable destino final decorativo en el hecatompedon. En cualquier caso, serían un presente o adquisición muy apreciada por la aristocracia eubea, los hippobotai o criadores de caballos11. Dado que apenas muestran huellas de uso, salvo pequeñas perdidas, resulta plausible pensar que llegaron todavía durante el reinado de Jazael, por tanto antes de que acabara el siglo IX a.C., momento en el que Apolo ya recibía culto aquí si subimos la fecha terminal del Geométrico Medio II a 800 a.C., coincidiendo con el final del reinado de Jazael. No sería descabellado pensar que ambas piezas estuvieran primitivamente en cualquiera de los edificios del santuario del Geométrico Medio II, ubicándolos posteriormente en el hecatompedon cuando éste se construyó en el Geométrico Reciente, al ser piezas de cierto valor y que podrían tener una elevada carga simbólica y política para Eretria. Resulta una circunstancia extraordinaria que también en el Hereo de Samos haya aparecido otra anteojera de bronce con una inscripción de Jazael de Damasco bastante similar a la de Eretria (Jantzen, 1972: 58-59, pl. 52; Gunter, 2009: 126). Pensamos que no es casualidad que este soberano arameo tenga una presencia tan destacada en dos de los más importantes santuarios del Geométrico griego en un momento en que el mundo helénico es todavía totalmente anónimo, más allá del mito. Jazael pudo tener un interés especial en acercarse a los griegos, especialmente a los eubeos y a los griegos del Este, a quienes conocía seguramente a través del puerto franco de Al Mina o de los fenicios. Sería demasiada coincidencia que sus inscripciones hayan aparecido en dos de los centros emergentes de ambas zonas (Eretria y Samos) por simple azar.

4. EL FINAL DE LAS PRODUCCIONES SUBPROTOGEOMÉTRICAS La aparición de escifos y platos originarios de Eubea decorados con semicírculos colgantes en diferentes lugares del Mediterráneo oriental es un claro indicio de la participación de esta isla del Egeo en las relaciones a larga distancia c. 900 a.C. o quizás algo antes. El escifo de semicírculos colgantes es el recipiente más abundante de esta serie. Surgido a fines del Protogeométrico Reciente en los últimos momentos del siglo X a.C., su perduración alcanza hasta la primera mitad del siglo VIII a.C. en cronología convencional. Constituye así uno de los recipientes, si no el que más, característico del Subprotogeométrico euboico cuyo desarrollo corre paralelo al Geométrico Antiguo y Medio. Esto lo vemos claramente en Lefcandí y bastante menos en Eretria. En esta última los escifos decorados con semicírculos colgantes, concretamente de los tipos 5 y 6 de Kearsley, continúan apareciendo en contextos de fosa donde están presentes las cerámicas del Geométrico Reciente I y II, aunque resultan minoritarios al corresponder a deposiciones secundarias (Verdan et al. 2008: 81-82, pl. 102, nº. 15 y 80, pl. 103, nº. 94 y 274). Por su parte, el plato decorado con semicírculos colgantes presenta una cronología más corta que el escifo. Su inicio pudiera ser algo más tardío ya que deriva claramente de prototipos levantinos adoptados por los alfares euboicos, que le añadieron los motivos de semicírculos colgantes. Quizás fueron las distintas costumbres culinarias y la manera de presentar los alimentos la causa de las diferencias de servicios de mesa entre el Egeo y el Levante, justificando que la dispersión de los platos sea mucho menor que los escifos, así como el número de ejemplares conocidos. No deja de ser significativo que los platos se hallan documentado, además de en la propia Eubea –Lefcandí–, en Chipre, en algunos puertos de Siria-Palestina y en el nivel subfreático de Huelva. Sin embargo, los platos de semicírculos colgantes resultan muy escasos en la propia Eretria, indicio de que, cuando se funda esta ciudad c. 825-800 a.C. ya eran una producción residual (Verdan et al., 2008: pl. 47, nº. 199; Verdan 2010: 63). Mientras, los escifos con la misma decoración sí seguían siendo piezas habituales, aunque ya en franca decadencia. A este

11 Sobre esta clase social oligárquica de Calcis y Eretria que combinaba la tenencia de la tierra con los intereses del comercio marítimo, vid. Walker, 2004: 115-118.

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respecto, de la aparición de platos euboico-cicládicos en Huelva decorados con semicírculos colgantes –6 ejemplares seguros– (González de Canales Cerisola et al., 2004: 87-90. lám. 19)12 se puede inferir que este nivel subfreático se fecharía posiblemente en el tercer cuarto del siglo IX a.C. Por otra parte, los vasos con decoración de semicírculos colgantes no se han documentado por el momento en Pitecusa. En la necrópolis de Valle di San Montano (Lacco Ameno) esto no resulta sorprendente, dado que este lugar de enterramiento se inicia en un horizonte claramente vinculado al Geométrico Reciente. Pero tampoco se documentan en el inmediato scarico Gosetti de Monte di Vico, cuyos materiales del Geométrico Medio II, ya comentados13, sí serían coetáneos de esta fase final del Subprotogeométrico euboico, aunque no debemos olvidar el escaso repertorio cerámico procedente de este lugar. Tomando como referencia la fecha convencional c. 770 a.C. para la fundación de Pitecusa (Ridgway, 1997: 47; Coldstream, 2003: 221; Domínguez Monedero, 2013: 423), podemos plantear que la producción de tipo de piezas –ya exclusivamente escifos– debió cesar en Eubea antes de esa data. Por ello, parece bastante plausible que el final del Subprotogeométrico euboico debió tener lugar, como muy tarde, en momentos muy iniciales del siglo VIII a.C. y no llevarlo hasta 750 a.C.

5. LOS INICIOS DEL PROTOCORINTIO ANTIGUO La fecha terminal del Geométrico Reciente resulta puramente convencional. No es una cuestión sencilla porque todo indica que los diversos talleres no abandonaron este estilo al mismo tiempo. El Geométrico Reciente ático alcanzó su mayor auge cuando otros centros productores caso de Corinto ya habían introducido nuevas formas y decoraciones, pero la escasa difusión del primero fuera de Atenas –pese a su gran calidad artística– es un problema a la hora de abordar su cronología absoluta con unas bases firmes. Igualmente, en Eubea la tradición dominante a lo largo de la mayor parte del siglo VIII a.C. será el Geométrico Reciente, como se ve claramente en las producciones de Eretria (Verdan et al. 2008: 106110). En dicha isla, la fecha para señalar el fin de

este estilo es muy imprecisa, ya que se acepta que el mismo continúa sin solución de continuidad hasta mediados del siglo VII a.C. a través de una larga fase subgeométrica. Mientras, en Atenas la fecha establecida convencionalmente para el inicio del Protoático estaría c. 710-700 a.C., mientras que en Corinto el Protocorintio Antiguo se iniciaría en c. 720 a.C. (Coldstream, 1968: 330; Boardman, 1998: 85, 88 y 109; Coulié, 2013: 97, 111, 195 y 224).

5.1. EL FARAÓN BOCORIS EN PITECUSA Y TARQUINIA El inicio del estilo protocorintio basa su cronología absoluta en un único punto fijo: el escarabeo del faraón Bakenranef –Bocoris para los griegos– aparecido en la tumba 325 de Valle de San Montano, en Pitecusa. Esta sepultura contenía dos enterramientos, uno femenino y otro infantil, con tres aríbalos del Protocorintio Antiguo, entre otros materiales cerámicos que acompañaban al escarabeo (Whitley, 2001: 65; Nizzo, 2007: 119). La tumba se sitúa en el nivel 24 de la necrópolis, que se incluye en la fase denominada TG2 –Tardo Geométrico 2– y que V. Nizzo (2007: 85, fig. 39; 182, apéndice 1) fecha en torno a 700 a.C., cronología que parece excesivamente baja. No parece probable que el referido escarabeo fuera depositado en la tumba de Pitecusa muchos años después de su fabricación, ya que Bocoris –dinastía XXIV– tuvo un breve reinado (720715 a.C.) con muy poca huella epigráfica, incluso en Egipto, ya que no pasó de ser un soberano local del entorno de Menfis (Kitchen, 1986: 141-142 y 376-377; Braun, 2002: 32-33). Por un lado no es descabellado pensar que la cerámica fuera producida e importada a Pitecusa en un momento algo anterior a que efectuase el enterramiento 325. Lo que también resulta muy llamativo es que la tumba que se superpone a la 325 –la nº. 326– no contenga cerámica del Protocorintio Antiguo, sino del Protocorintio Medio (Trachsel, 2008: 68), circunstancia extraña si el primero de estos estilos estaba en sus comienzos. Si observamos los vasos del Protocorintio Antiguo documentados en la necrópolis de Pitecusa, estas cerámicas aparecen abundantemente en tumbas anteriores a la 325. Comienzan en enterramientos del nivel 17 y continúan hasta el 31, el cual se fecharía el tercer cuarto del siglo VII14. Nizzo considera que el seña-

12 Menga 7: fig. 14, c, e-f, j-l. 13 Menga, 7: 117-118, fig. 11.

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lado nivel 17 sería el más antiguo de la fase TG2, cuyo inicio sitúa en 720 a.C. Es una fecha que resulta demasiado tardía y determinada en función del escarabeo de Bocoris, cuando el propio autor citado sitúa la tumba 325 a mediados de la fase TG2 (Nizzo, 2007: 83-85) y vemos que este faraón tuvo una escasa producción epigráfica que consideramos muy ceñida a su estricto reinado, muy breve.

5.2. EL AUGE DE CORINTO

Por ello, no tiene mucho sentido pensar que la fecha del escarabeo de Bocoris proporciona el momento inicial del Protocorintio Antiguo, sino que corresponde más a su desarrollo pleno o a su final. A este respecto, en la misma Pitecusa las tumbas estratigráficamente próximas a la 325 contienen diversas imitaciones locales de esta cerámica de importación, que se inician en el nivel 21 de la necrópolis15, claro indicio de que el estilo estaba vigente y era apreciado desde tiempo antes de la formación del nivel 24 y del enterramiento 325 con el escarabeo de Bocoris.

Otro argumento que ha sido utilizado para determinar la fecha convencional de inicio del Protocorintio Antiguo en c. 720 a.C. es la cronología que proporcionan Tucídides y Eusebio de Cesarea para la fundación de las primeras colonias griegas en Sicilia16, acontecimiento que está en el entorno de c. 730 a.C. y cuyo uso como elemento de datación absoluta ha sido criticado hace algún tiempo por J. M. Hall (2008: 409). Estos lugares muestran en sus niveles arcaicos, generalmente mal conocidos, la coexistencia de materiales cerámicos de origen corintio de los horizontes Geométrico Reciente y Protocorintio Antiguo. Si seguimos las noticias literarias, una vez más vemos que la fecha adoptada convencionalmente c. 720 a.C. queda invalidada (Trachsel, 2016: 61-63, fig. 4.5), porque lo único que aporta es que el Protocorintio Antiguo ya existía como mínimo tres décadas antes de acabar el siglo VIII a.C.

Tambien en Tarquinia se documentó otro cartucho de Bocoris en 1895, durante las excavaciones de la necrópolis de Monterozzi. En esta ocasión el nombre de este faraón se encuentra sobre una sítula de fayenza que se considera hoy de producción egipcia –y no una imitación fenicia– (Rathje, 1979: 150-151; Falsone, 2006: 107-110). Las cerámicas que acompañan a esta pieza son imitaciones etruscas de formas propias del Protocorintio Antiguo, pero que muestran decoraciones características del Protocorintio Medio, además de otras típicas del repertorio ático del Geometrico Reciente IIb y Subgeométrico. Esto indica que se trata de productos híbridos, fabricados en talleres que conocían estos estilos, por lo que cuando la sítula de Bocoris llegó a Tarquinia, el Protocorintio Medio y el Subgeométrico ático ya llevaban activos un tiempo y había existido un margen cronológico para ser imitados. Por ello, Trachsel (2008: 68) señala que Bocoris debió reinar cuando el Protocorintio Antiguo estaba en su fase terminal. Esto a su vez viene a reforzar la inferencia que podemos deducir de la tumba 325 de Pitecusa.

A este respecto, el sistema de Coldstream (1968: 108 y 530) señala que el inicio del Protocorintio se correlaciona con el inicio del Geométrico Reciente IIb ático en c. 720 a.C. Sin embargo, las imitaciones áticas de cotilas protocorintias perfectamente desarrolladas en contextos del Geométrico Reciente IIb en la propia Atenas y sus alrededores17 hacen pensar que la forma original se conocía en el Ática previamente a esta fecha, lo que constituye otro elemento para inclinarse a pensar que el comienzo del estilo Protocorintio Antiguo es anterior, en el sentido que apuntábamos más arriba al respecto de los cartuchos de Bocoris. El problema se complica porque los talleres áticos se quedaron fuera de las redes de comercio a larga distancia bastante antes del inicio de este nuevo estilo, al iniciarse el Geométrico Reciente, ya fuera por razones internas de la propia Atenas (Cabrera Bonet, 1994: 17) o por cambios en los centros de abastecimiento y redes de distribución. La única excepción la constituyen las ánforas áticas de tipo SOS que empiezan a circular por el Mediterráneo como

14 Para el inventario y documentación de la cerámica del Protocorintio Antiguo en la necrópolis de Valle de San Montano de Pitecusa, vid. Nizzo, 2007, sistematizada por formas: aríbalos (pp. 118-119), lecitos (p. 128), enócoes (p. 133), cántaros (pp. 147-148), escifos (pp. 155-156), cotilas (pp. 161-163) y píxides (p. 169). 15 Al respecto de las imitaciones locales del Protocorintio Antiguo en esta necrópolis, vid. Nizzo, 2007: 118, 133 y 153. 16 Menga, 7: 102. 17 Coldstream (1968: 109-110) presenta una relación de dichas imitaciones, donde hay algunas que señala como fechado en la fase Geométrico Reciente IIa-b (Eleusis) o en momentos muy inicial de la fase Geométrico Reciente IIb (Colección Vlastós).

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envases para el aceite exportado en este horizonte Geométrico Reciente. De acuerdo con la cronología convencional el inicio de la producción de estos recipientes estaría en torno a 725 a.C. (Johnston y Jones, 1978: 103), pero esta fecha se está revisando al alza desde hace algún tiempo (vid. infra). Una circunstancia parecida se da en los talleres euboicos del Geométrico Reciente, aunque su retirada del comercio internacional no es tan rápida ni tan acusada, pero desde c. 750-740 a.C. muestran evidentes síntomas de decadencia18. Esto es manifiesto en la necrópolis de Pitecusa. Aquí, las 493 tumbas excavadas entre aportaron materiales del Geométrico Reciente I y II, donde el primer taller entre los productos importados es Corinto, seguido por otros centros como Rodas, Argos e incluso productos fenicios, pero no se registran cerámicas áticas y las auténticamente euboicas son una rareza (Fig. 8) (Ridgway, 1997: fig. 18).

6. LA PENÍNSULA IBÉRICA Y EL HORIZONTE DE IMPORTACIONES GRIEGAS DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO VIII A.C.

% 80 70 60 50 40 30 20 10 5

Geométrico Reciente I

745/740 - 720 a.C.

% 60 50

Antes incluso de que se planteara una subida de la cronología del Geométrico Medio II, la fecha convencional de 760/750 a.C. dejaba clara la existencia de un hiatus en las importaciones griegas a la Península Ibérica en las décadas centrales del siglo VIII a.C. Subiendo la data terminal de este estilo a 800 cal BC, este vacío se hace más largo. Por tanto, en Iberia no conocemos materiales del Geométrico Reciente I ático ni tampoco producciones corintias propias de esta fase como la cotila tipo Aetós 666, que sí aparecen en el Mediterráneo central, tanto en Cartago como en Sicilia y sur de Italia. La llegada de nuevos materiales se reactivaría, de acuerdo con la cronología convencional, en el último cuarto del siglo VIII a.C. y constituye el llamado Horizonte II de las importaciones griegas señalado por P. Cabrera y que esta autora fecha entre 725 y 670 a.C. (Cabrera Bonet, 2003: 71-73). Por nuestra parte, estando de acuerdo con los planteamientos históricos y arqueográficos de la citada investigadora, somos partidarios de adelantar el comienzo de esta fase a c. 750 a.C. (Figs. 9 y 10).

40 30 20 10 5

Geométrico Reciente II

720 - 700 a.C.

AGRUPACIÓN DE LAS CERÁMICAS Local pitecusana

Árgiva monócroma

Corintia

Rodia

Euboica

Talleres fenicios y sirios

Fig. 8. Comparativa de los materiales aparecidos en la necrópolis de Valle di San Montano, Pitecusa (elaboración propia a partir de Ridgway, 1997; Nizzo, 2007).

18 En esta fecha un taller euboico, posiblemente Calcis, envío a Chipre la crátera del Pintor de Cesnola hallada en la necrópolis de Curion (cfr. Coulié, 2013: 97), que marca el cénit de esta producción.

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Fig. 9. Distribución de las importaciones griegas en la Península Ibérica entre 750 y 670 a.C.

6.1. CERÁMICAS FINAS Y ÁNFORAS En esta nueva fase aparecen fragmentos de producciones euboicas del Geométrico Reciente, ya en decadencia, junto con las nuevas piezas procedentes de los talleres corintios. Así, entre los primeros se documentan escifos euboicos, algunos del tipo twobirds, tanto en Huelva (Fig. 11) (Fernández Jurado, 1985: 34-36; Cabrera Bonet, 1988-89: 44-45, fig. 1, nº. 2) como en Doña Blanca (Cabrera Bonet, 2003: 63). Entre los materiales corintios –o de su círculo– aparecidos hasta ahora en Iberia la pieza más antigua es un fragmento de escifo de la clase Tapsos hallada en la fase IB-II de La Fonteta (Fig. 12), que se añade a dos más de esta categoría cerámica aparecidos en niveles posteriores, todos ellos fechados por los investigadores del yacimiento entre 750 y 670 a.C. (García Martín, 2000: 210, fig. 2, nº. 2; 2011: 531-532; Cabrera Bonet, 2003: 63). En una fase un poco más tardía aparecen las cotilas del Protocorintio Antiguo, concretamente en Huelva –sin contexto– (Fig. 13), Toscanos19 (Fig. 14) (Cabrera Bonet, 2003: 64), La

Fonteta II (García Martín, 2011: 532-533) y necrópolis del Cerro de San Cristóbal de Almuñécar (vid. infra). Estas piezas se fecharían según la datación convencional a partir de 720 a.C. Igualmente, en el último tercio del siglo VIII a.C., según la cronología tradicional cerámica, comienzan a documentarse en la Península las primeras ánforas griegas, en este caso de taller corintio, documentadas en Doña Blanca y Toscanos (Cabrera Bonet, 2003: 64-65; Domínguez Monedero, 2003: 27-29). Se ha considerado que las ánforas áticas de tipo SOS llegaron en un momento ligeramente más tardío que las corintias. Como hemos señalado anteriormente, el comienzo producción de los recipientes SOS en Atenas se ha venido situando c. 725 a.C. (Johnston y Jones, 1978: 103), fecha aceptada mayoritariamente por la investigación. Sin embargo R. F. Docter (1997: 236) planteó en su tesis doctoral que este tipo de ánfora pudo empezar a fabricarse en el Ática desde c. 750 a.C. Esta hipótesis se ha visto reforzada recientemente al encontrarse precedentes directos

19 Las cotilas protocorintias antiguas de Toscanos se documentan desde la fase I hasta la IVa-b. En la fase I-II aparecen acompañadas de una cotila corintia del Geométrico Reciente. Igualmente, en el nivel 4 del foso se ha documentado una cotila pitecusana, que puede ir desde el Geométrico Reciente al Protocorintio Reciente (750-630 a.C. en fechas convencionales). Cfr. Docter, 2000: figs. 4-5.

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Fig. 10. Las importaciones griegas en la Península Ibérica (850-670 a.C.) en relación con la cronología convencional y alternativa.

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Arriba. Fig. 11. Huelva. Calle Puerto, 9. Fragmento de escifo euboico y restitución. Geométrico Reciente (fotografía: Museo de Huelva; dibujo: Fernández Jurado, 1985). Izquierda. Fig. 12. La Fonteta. Fase IB-II. Fragmento de escifo de la clase Tapsos (según García Martín, 2011).

Arriba. Fig. 13. Huelva. Fragmento de cotila protocorintia (según Cabrera Bonet, 1988-89). Izquierda. Fig. 14. Toscanos. Fragmento de cotila protocorintia (imagen: Museo Arqueológico Nacional, Madrid, nº. inv. TM1967/176/1).

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de la tipología SOS en ánforas del Protogeométrico Antiguo y Medio documentadas en el norte del Egeo, Grecia central y Eubea, que llegaron a estandarizarse en forma y decoración a partir de c. 850 a.C. en esas zonas (Pratt, 2015: 217-218). Como señalamos en su momento con las dataciones radiométricas calibradas de Assiros20, parece que diferentes áreas de la mitad norte de Grecia, incluyendo a Eubea, van tomando la delantera a Atenas en las innovaciones cerámicas del Protogeométrico. Por ello, no sería descartable que los alfares áticos adoptaran el tipo SOS desde talleres más septentrionales en un momento anterior a mediados del siglo VIII a.C. Esto deja abierta la posibilidad de que las primeras ánforas SOS que conocemos en la Península Ibérica21 hayan llegado aquí, quizás, 25 años antes de lo que se había supuesto, lo que también tendría efectos en la subida de la datación de las primeras importaciones de ánforas corintias. Ello, igualmente, obligaría a revisar las dataciones de las primeras ánforas de origen greco-oriental, como las que se conocen en Toscanos (Docter, 1997: 316, nº. 532; 2000: figs. 4 y 7; García Alfonso, 2014-2015: 142) o la pieza casi completa de tipología SOS, pero de procedencia indeterminada, hallada en el estrato V del Cerro del Villar (Aubet Semmler, 1999: 90, fig. 58, a).

nes alusivas a diversos faraones de la dinastía XXII –libia–, fue un revulsivo que impulsó varias hipótesis para explicar la concentración en Almuñécar de estos objetos de lujo tan exclusivos con tal profusión, cuando son hallazgos muy dispersos y escasos en el resto del Mediterráneo y Próximo Oriente, salvo en Egipto (Pellicer Catalán, 1963). Posteriormente este número se elevó a 22 piezas, al localizarse varias en colecciones particulares, procedentes de hallazgos acaecidos en el lugar en momentos previos a la excavación arqueológica (Molina Fajardo y Padró i Parcerisa, 1983: 35-45).

6.2. ALMUÑÉCAR Y LAS FECHAS DEL PROTOCORINTIO

La tumba 19 del Cerro de San Cristóbal, concretamente su nicho B, proporcionó dos cotilas protocorintias que, en su momento, fueron determinantes para fechar la necrópolis, estableciendo un amplio lapso cronológico entre ellas y los vasos de alabastro egipcios no menor de 50 años en el mejor de los casos –urna con la inscripción de Sheshonq III–. Igualmente, ambas cotilas son los únicos ejemplares de esta tipología que han aparecido completos en la Península Ibérica por el momento. La urna cineraria de esta tumba era un vaso de alabastro anepigráfico de fabricación egipcia de 42 cm de altura, nada excepcional en el Cerro de San Cristóbal, aunque también había restos incinerados directamente sobre el suelo. La urna estaba calzada por un fragmento de ánfora, mientras que el ajuar estaba for-

La necrópolis del Cerro de San Cristóbal –o Laurita– de Almuñécar (Granada) fue el primer enclave fenicio arcaico que se excavó en la Península Ibérica. Las excavaciones realizadas en el lugar por M. Pellicer en 1963 documentaron la existencia de 20 tumbas de pozo, algunas conteniendo más de un enterramiento. Cerro de San Cristóbal supuso no solo el espaldarazo a la existencia en la costa andaluza de una fase fenicia claramente anterior a los siglos VI-V a.C., sino también aportó una serie de materiales que probaban la existencia de amplias conexiones exteriores de la colectividad que usó este espacio funerario. La presencia en la necrópolis de 18 vasos de alabastro, algunos con cartuchos e inscripcio-

Los faraones que aparecen en cuatro de los vasos de Almuñécar son respectivamente Osorkón II (874850 a.C.) mencionado en sendos cartuchos de dos ejemplares, Takelot II (850-825 a.C.) y Sheshonq III (825-773 a.C.)22. Pese a la compleja problemática existente en el Tercer Periodo Intermedio sobre la cronología y orden de sucesión de los faraones de las dinastías XXII y XXIII, motivado por la existencia de monarcas que reinaban de manera simultánea, así como por las corregencias, el estrecho horizonte de cronología absoluta que revelan los vasos de alabastro de Almuñécar nos sitúa en una horquilla temporal coincidente con el inicio de la presencia fenicia en la Península Ibérica.

20 Menga, 7: 115, tab. 3 y fig. 10. 21 Con ejemplares documentados en Doña Blanca (Cabrera, 1995: 389), Toscanos (Docter, 2000: figs. 4, 5 y 7; García Alfonso, 2016: 146-147) y La Fonteta (García Martín, 2011: 536). 22 Las cronologías y atribuciones dinásticas señaladas son las propuestas por K. A. Kitchen (1986: 588) e I. Shaw (2010: 626). A estas piezas hay que añadir el vaso de mármol con la inscripción de Apofis I (c. 1555 a.C.), rey de la dinastía XV –hicsos–, procedente con toda seguridad del Cerro de San Cristóbal, pero extraído de ella sin control arqueológico en un momento no determinado (cfr. Molina Fajardo y Padro i Parcerisa, 1984).

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Fig. 15. Almuñécar. Cerro de San Cristóbal. Tumba 19B (elaboración propia a partir de Pellicer Catalán 1963; 2007). 1. Sección y planta del enterramiento. 2. Urna de alabastro. 3. Elementos de ajuar: a) Jarro de boca trilobulada. b) Jarro de boca de seta. c) Cotila del Protocorintio Antiguo. d) Cotila del Protocorintio Medio. e-f) Fragmentos de ánfora fenicia. g) Fragmento de plato fenicio. h) Elemento metálico.

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mado por un jarro de boca de seta y otro de boca trilobulada, ambos de barniz rojo, a los que se añaden las mencionadas cotilas (Fig. 15) (Pellicer Catalán, 1963: 30-38, figs. 32-35; Cabrera Bonet, 2003: 64, fig. 5; Pellicer Catalán, 2007: 25, fig. 31). La cotila más temprana y de mejor calidad (Fig. 15, c)23 corresponde al Protocorintio Antiguo, casi con toda seguridad facturada en la misma Corinto. Mientras, la más tardía y con una ejecución de menor nivel se fecharía en el Protocorintio Medio I (Fig. 15, d)24. Esta última presenta tres líneas estrechas horizontales en tono oscuro bajo la corona de rayos característica de las producciones de esta fase, rasgo que encontramos en algunos ejemplares pitecusanos. Esta composición y las características de pasta y barniz ha motivado que algunos investigadores conside-

ren a esta segunda pieza sexitana como originaria de Pitecusa o incluso de Cumas (Shefton, 1982: 342, nt. 10; Docter y Niemeyer, 194: 110, nº. 34; Cabrera Bonet, 2003: 64; Domínguez Monedero, 2003: 21; Pellicer Catalán, 2007: 65). Si seguimos la datación convencional para las producciones del Protocorintio la fecha de la primera cotila estaría entre 720 y 690 a.C., mientras que la segunda se dataría entre 690 y 670 a.C. Por su parte, M. Pellicer, en su última revisión de la necrópolis, es partidario de una cronología media del intervalo, por lo que data la primera pieza hacia 700 a.C. y la segunda hacia 680 a.C. Supone dicho autor un margen de unos diez años posteriores a dichas fechas para la colocación de ambas cotilas en el nicho B de la tumba 19, por lo que en su conjunto el enterramiento se fecharía hacia 670 a.C. (Pellicer Catalán, 2007: 69).

Fig. 16. Cerro de San Cristóbal. Propuesta de cronología de M. Pellicer según la topografía de la necrópolis (elaboración propia a partir de Pellicer Catalán, 2007).

23 Museo Arqueológico de Granada, nº. inv. CE08293. Imagen inicial, a. 24 Museo Arqueológico de Granada, nº. inv. CE08294. Imagen inicial, b.

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LAS PRIMERAS IMPORTACIONES GRIEGAS EN OCCIDENTE Y LA CRONOLOGÍA DE LA CERÁMICA GEOMÉTRICA: HACIA UN NUEVO PARADIGMA (II)

A este respecto, en su última monografía, M. Pellicer plantea que la tumba 19 sería una de las más antiguas de Laurita, solo superada por la tumba 20, que sitúa entre 710-700 a.C., y la tumba 14 que fecha hacia 700 a.C. Los demás enterramientos serían posteriores a dicha fecha, llegando hasta c. 625 a.C., datación que correspondería a las tumbas 1, 2, 17 y 18. En este sentido Pellicer apoya una cronología que se basa en la ubicación topográfica de las tumbas y en el estudio de los ajuares. Señala así que –al contrario de lo que sucede en Cartago– en Almuñécar las tumbas más antiguas son las más alejadas del núcleo habitado, es decir, las que se encuentran en las zonas más altas de la necrópolis, al tiempo que considera significativa la seriación de la cerámica fenicia, rechazando criterios de ordenación cronológica como la tipología de los pozos o los propios cartuchos de los faraones documentados (Fig. 16) (Pellicer Catalán, 2007: 70-72). En este sentido, aunque compartimos las líneas generales de esta seriación, no ocurre lo mismo con el motivo que esgrime el veterano arqueólogo. Pensamos que no tiene demasiado sentido el criterio de mayor o menor proximidad a la población en unas dimensiones tan reducidas como tiene la necrópolis: 45 m lineales en sentido norte-sur. Igualmente, este criterio pensamos que no es determinante cuando entre la necrópolis y el hábitat de Sexi se encuentra la desembocadura del río Seco, en aquellos momentos un amplio entrante marino que haría las veces de uno de los puertos naturales de Almuñécar. Al respecto de establecer una cronología relativa en el uso de la necrópolis del Cerro de San Cristóbal no hay unanimidad por parte de los diversos autores que se han ocupado del tema, ya utilicen el criterio de los ajuares, la tipología de los enterramientos o la topografía del terreno (Fig. 17). Sobre este particular, estoy de acuerdo con M. Pellicer en que las tumbas ubicadas a una cota más elevada son las más antiguas. Además del criterio de dominio espacial jerárquico, las tumbas situadas en la zona más alta son fundamentalmente las que contienen los vasos con cartuchos faraónicos –n.º 1, 16 y 20–, inscripción jeroglífica grabada25 –n.º 15–, inscripción fenicia pintada –n.º 3– y las coti-

las protocorintias –n.º 19–. La única excepción a esta concentración es la tumba 17 (Fig. 18). Por ello, pienso que la datación inicial de la necrópolis debería acercarse a la datación más baja posible que proporcionan los cartuchos faraónicos documentados en el lugar, aunque no igualarla ni hacerla equivalente. En este sentido, consideramos las cotilas protocorintias de la tumba 19B y el vaso de alabastro aparecido junto a ellas son elementos que encuentran acomodo dentro en la segunda mitad del siglo VIII a.C., siempre que aceptemos una subida de las dataciones de las referidas producciones cerámicas. Debido a la coexistencia en el mismo nicho de la cotila del Protocorintio Antiguo y la del Protocorintio Medio, entra dentro de lo posible que la fecha definitiva de cierre de la tumba sea c. 710 a.C. y no c. 670 a.C. como se ha planteado (Pellicer Catalán, 2007: 72), sin que podamos saber si ambas piezas se depositaron al mismo tiempo o primero una y luego otra. Dada la similitud tipométrica de ambos recipientes, parece más factible la primera opción. Respecto a la cronología histórica, la más antigua que tenemos en el Cerro de San Cristóbal es la ofrecida por los dos cartuchos de Osorkón II (874-850 a.C.) que aparecen respectivamente en las tumbas 17 y 20, que se ubican en los extremos norte y sur de la necrópolis. Precisamente la tumba 20 es considerada por M. Pellicer (2007: 72) como la más antigua de la necrópolis, idea que conecta con la propuesta de A. Mederos Martín y L. A. Ruiz Cabrero (2002: 45) respecto a sus dos jarros –uno de boca de seta y otro de boca trilobulada–, quienes los consideran de los más antiguos que se conocen en la Península Ibérica, especialmente el segundo. Esta circunstancia ya fue señalada en su día por I. Negueruela (1983: 264, 274-275, fig. 2). La tumba 20 es la más próxima físicamente a la 19, en la cual aparecieron las cotilas protocorintias (vid. Fig. 18). A este respecto hay que traer a colación la urna de alabastro anepigráfica que ha proporcionado la tumba 19B, cuyo paralelo morfométrico más próximo es –en mi opinión– el vaso cinerario esta tumba 20, con el cartucho de Osorkón II26 (Fig. 19), que sería el

25 La inscripción que presenta el vaso de alabastro de esta tumba hace mención de un personaje posiblemente relacionado con la familia real. Así, se ha propuesto su identificación plausible con Osorkón B, hijo de Takelot II y Sumo Sacerdote de Amón en Tebas. Este personaje aparece citado en documentación egipcia en los años 839, 797 y 787 a.C. Cfr. Kitchen 1983: Padró i Parcerisa, 1984: 196; 57-58. 26 M. Pellicer coloca la urna de la tumba 19B dentro del tipo 4 en su última clasificación de los vasos de alabastro del Cerro de San Cristóbal, mientras que la urna de la tumba 20 –Osorkón III– la incluye en su tipo 3 (Pellicer Catalán, 2007: 50, fig. 144). Pienso que la primera pieza se acopla morfométricamente mucho mejor al tipo 3, junto con las procedentes de las tumbas 1A, 2, 14, 15A y 20. En la clasificación de F. Molina Fajardo y J. Padró i Parcerisa (1983: fig. 6) estos autores incluyeron las dos piezas referidas en sus tipos B y C.

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Fig. 17. Cerro de San Cristóbal. Comparativa de las propuestas de cronología de las tumbas según los diversos autores.

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Fig. 18. Cerro de San Cristóbal. Ubicación de las tumbas que contienen vasos de alabastro con inscripciones respecto a la 19B –cotilas protocorintias-. Dibujos de los vasos de alabastro: Pellicer Catalán (1963).

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Fig. 19. Cerro de San Cristóbal. Grupos tipológicos de los vasos de alabastro egipcios. Dibujo de los vasos: Molina Fajardo y Padro i Parcerisa (1983).

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faraón más antiguo documentado en la necrópolis con contexto arqueológico (874-850 a.C.)27. Ciertamente, esta circunstancia solo tiene un valor relativo, ya que las urnas de alabastro pudieron ser guardadas mucho tiempo –puede que incluso un siglo– hasta su depósito final en la necrópolis. Pero tampoco tiene mucho sentido pensar que estas piezas llegaron de manera escalonada a Almuñécar y allí se concentraron en manos de la oligarquía fenicia local poco a poco. Esto resulta muy improbable, dada la dispersión de estos objetos en el Mediterráneo y su escaso número en cada enclave donde se documentan, salvo en Egipto y en la propia Sexi. Lo más plausible es pensar que llegaron todas juntas a Almuñécar en un momento no precisado, pero si tomamos como referencia de datación calendárica el cartucho más tardío –Sheshonq III (825-773 a.C.)– nos situamos en el final de su reinado entrando ya en el segundo cuarto del siglo VIII a.C. De este modo, si atribuimos al Protocorintio Antiguo la duración de una generación –en torno a 30 años– y tomamos la fecha de c. 720 a.C. –Bocoris– como referencia ya de su fase terminal y no de la inicial, como ocurre en la cronología convencional, dicha producción cerámica podría haber empezado hacia 740. De este modo, observaremos que no hay una excesiva distancia cronológica entre la muerte de Sheshonq III y una fecha temprana para la fabricación de la cotila del Protocorintio Antiguo de la tumba 19B de Almuñécar.

7. HACIA UNA REFORMULACIÓN DE LA CRONOLOGÍA DE LA CERÁMICA GRIEGA DE LOS SIGLOS IX-VIII A.C. 7.1. EL DEBATE Llegados a este punto, desde hace más de dos décadas existen evidencias de que el sistema de datación convencional de los primeros siglos de la Edad del Hierro mediterránea necesita una revisión, pero en este sentido hemos avanzado muy poco desde que se celebró una reunión monográfica sobre el tema en Lisboa en 2006, auspiciada por la Unión Internacional

de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas28. Celebrado dicho encuentro todavía bajo el impacto que supuso la propuesta de Trachsel (2004) de subir de modo drástico las dataciones de los materiales griegos protogeométricos y geométricos, todavía carecemos de un trabajo amplio de síntesis que contribuya a aclarar un bosque bibliográfico que tiene a hacerse cada vez más espeso. Estamos ante investigaciones que apenas han salido de la perspectiva regional, aunque ya ha habido propuestas a nivel de hacer una valoración de mayor alcance, pero muy sintéticas todavía (Aubet Semmler, 2009: 226-228; Ruiz-Galvez Priego, 2013: 229 y 297-299), mientras que otros autores han optado abiertamente por la prudencia como O. Dickinson (2010: 38-43)29 para el Egeo. Incluso aquéllos que se han mostrado partidarios de elevar la cronología (Mederos Martín, 2005; Brandherm, 2008) lo han hecho de manera muy matizada. En la Península Ibérica la investigación de la presencia fenicia ha estado mayoritariamente en manos de equipos con formación y metodología que derivan de la arqueología prehistórica, en cuyo seno el uso del radiocarbono calibrado ha sido asumido sin ningún tipo de problema desde que esta técnica ha resultado asequible. Ello ha permitido llegar a la conclusión de la que la presencia fenicia se inició en la segunda mitad del siglo IX a.C., pero la cuestión interpretativa se ha resuelto circunscribiéndola al entorno cercano. Como justificación a esta cierta “comodidad” del discurso, habría que señalar que las horquillas temporales de la calibración y de la tipología cerámica son lo suficientemente amplias como para permitir encajar ciertas cosas sin alterar sustancialmente el discurso histórico. Sin embargo, ya hemos comentado como el uso de las cronologías radiométricas resulta todavía muy escaso en el estudio de la Edad del Hierro mediterránea en áreas claves como el sur de Italia y el Egeo, debido a su inserción en tradiciones académicas diferentes. Este sentido, la única excepción sería la investigación en el área meridional de Siria-Palestina, donde se añade la polémica de la cronología bíblica30.

27 Independientemente del vaso de Apofis I –dinastía XV, hicsos–, cuya procedencia exacta en el marco de la necrópolis se desconoce, que presenta una datación de elaboración c. 1555 a.C., absolutamente impensable que esté vinculada a la Edad del Hierro de la Península Ibérica. 28 Dicha convocatoria tuvo lugar en el seno del XV Congreso Mundial de la Unión Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (Lisboa, 4-9 de septiembre de 2006), sesión C35, Cfr. Brandherm, 2016; Núñez Calvo, 2016a; Trachsel, 2016 y Torres Ortiz, 2016. 29 1ª ed. inglesa 2006. 30 Menga, 7: 108-118.

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El resultado práctico es que nos encontramos con una serie de serie de investigaciones arqueológicas recientes muy desconectadas unas de otras, cuando la realidad histórica que pretenden explicar está totalmente interrelacionada. E. Pappa (2012: 3-4) y J. F. Núñez Calvo (2015: 24-25) han señalado una de las consecuencias más negativas de esta situación: la fragmentación de la cronología mediterránea de la Edad del Hierro en una serie de secuencias regionales que se toman así mismas como referencia básica y que muchas veces resultan incompatibles. Es evidente que la cuestión tiene unas repercusiones muy profundas. Quizás esta complejidad es lo que asusta, porque el tema sólo puede abordarse en profundidad de manera holística y desde varias perspectivas diferenciadas, pero muy interrelacionadas: metodológica, tipológica, estratigráfica, territorial y de intercambio a larga distancia, entre otras. Y por supuesto, siempre desde una visión panmediterránea. No es una tarea fácil. Quizás, cuando todos los equipos utilicen las mismas herramientas metodológicas será habitual comparar resultados y establecer una secuencia general aceptada. Por su parte, F. J. Núñez Calvo (2015; 2016a, b), aún sin estar de acuerdo en los planteamientos de Trachsel, ha dedicado varias contribuciones amplias que han enriquecido el debate, aunque partiendo del mundo del Levante asiático. Este investigador ha centrado su crítica en un uso inadecuado de las dataciones, considerando que el debate generado viene a ser una exportación a Occidente de las controversias sobre la cronología del Hierro II de Palestina. Pero, igualmente, ha manifestado su preocupación –la cual comparto– sobre cómo afectarían las nuevas dataciones a la propia historia de la Fenicia metropolitana, al cuestionar algunos de los asertos que sustentan las primeras empresas de Tiro en el comercio a larga distancia y la relación con los estados vecinos (Núñez Calvo, 2015: 30 y 32-33). Sin embargo, hay que señalar que esta deconstrucción no ha partido inicialmente de los resultados de 14C calibrados de la Península Ibérica sino del seno de la propia arqueología del mundo bíblico (Finkelstein, 1996; 2008: 122-124; Liverani, 2005: 117 y 145-146;). Más abiertamente escépticas han sido otras reacciones ante las nuevas propuestas, como las efectuadas por E. Pappa (2012: 22-25), quien considera que los

investigadores que trabajan en la Península Ibérica han elegido siempre las dataciones más antiguas de las calibraciones. No comparto esta crítica porque no es exacta, ya que precisamente los autores que han aportado estas dataciones han optado por escoger las bandas más bajas dentro de los intervalos de mayor probabilidad estadística. En cambio, sí podría considerarse que la citada investigadora está en lo cierto para algunas conclusiones ofrecidas por Trachsel. Más contundente se muestra todavía J. K. Papadopoulos (2014: 184-185), quien rechaza la subida de las dataciones de lugares como Assiros –Macedonia–31, achacándolo al efecto de envejecimiento de la madera de la que se obtuvieron las cronologías del sitio. Igualmente, señala que las conclusiones de Centroeuropa no se pueden extrapolar a Grecia, sino es con la intermediación de Italia, siendo más partidario de mirar hacia Oriente y no hacia Occidente. Finalmente, Papadopoulos prefiere mantener las dataciones como están e incluso es partidario de retrasar el final del Geométrico Reciente ático hasta mediados del siglo VII a.C., con que el Protoático se convertiría en un periodo mucho más breve y tendríamos el inevitable efecto “acordeón”.

7.2. LAS PROPUESTAS Si repasamos las conclusiones de los investigadores que defienden una subida de las dataciones de la cerámica griega de los primeros siglos del Hierro tampoco encontramos unanimidad, ya que según cada caso plantean diferencias que oscilan entre 100 y 25 años con respecto a la cronología convencional32. Si optamos por la datación alta que propone M. Trachsel (2004, fig. 109; 2016: 68-70, fig. 4.8) y a la que se adhiere Brandherm (2008: 100; 2016: 166168), el estilo Geométrico se iniciaría hacia c. 1000 a.C. sincrónicamente en el Ática y Eubea, frente a la fecha c. 900 que sostiene la cronología convencional para la primera región y c. 850 para la segunda. A su vez, aceptar la propuesta de Trachsel para el Geométrico obliga a subir la cronología tradicional del Protogeométrico, que se iniciaría a comienzos del siglo XI a.C. o incluso un poco antes, mientras que el Heládico Tardío IIIC y el Submicénico se desarrollarían de forma sucesiva a lo largo del siglo XII

31 Menga, 7: 115. 32 Para las diferencias entre Trachsel y Mederos, cfr. Menga, 7: figs. 1, 4 y 10.

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a.C. Con ello, no se alteran las fechas comúnmente aceptadas que marcan el final de la Edad del Bronce y el inicio del Hierro en el Egeo, ni tampoco la datación propuesta para la desaparición de los palacios micénicos a lo largo del siglo XIII a.C., donde existe más acuerdo. Sin embargo, la cronología que propone Traschsel para el Protogeométrico y Geométrico, así como la periodización especialmente de este último, sí que supone una modificación importante de nuestra visión temporal del nacimiento de la civilización griega histórica y, posiblemente, eso es lo que crea inquietud a un nutrido sector de la investigación. Estaríamos ante un proceso que, si bien no cambiaría las esencias conceptuales del discurso, el replanteamiento de su cronología crearía desajustes para los que habría que buscar nuevas explicaciones. De este modo, Trachsel (2016: 68-70, fig. 4.8) propone que el Geométrico Antiguo ático y euboico se desarrollaría entre c. 1000 y c. 925 a.C., mientras que el Geométrico Medio lo haría entre c. 925 y c. 850 a.C. Esta propuesta, pese a lo rupturista, encaja bien con las dataciones calibradas en sus bandas más altas, pero no sucede así en la parte baja de las horquillas cronológicas, que claramente se sitúan en un momento más tardío. Aceptar la fecha de 850 a.C. para el final del Geométrico Medio II ático y euboico genera importantes problemas estratigráficos e históricos, caso de Eretria o bastante mayores en Pitecusa, que serían muy complicados de resolver. Por otro lado, en las dataciones absolutas disponibles en el Mediterráneo central y occidental en contextos que contienen las producciones cerámicas de dicho estilo el límite más tardío de los intervalos a 2σ se sitúa entre 840 y 810 cal BC. Son los casos de la UE 20017 de Útica33, nivel subfreático de Huelva34, La Rebanadilla IV35 y El Carambolo V36. Por ello, los resultados aconsejan situar el final del Geométrico Medio II ático y euboico en un momento en torno a 800 a.C. (Fig. 20). Respecto al Geométrico Reciente ático y euboico, Trachsel señala que se iniciaría c. 850 a.C. para terminar c. 725 a.C.37 Si aceptamos acríticamente esta

propuesta, esta etapa se hace excesivamente larga, con una duración de unos 125 años. Las dataciones de 14C vinculadas a hallazgos del Geométrico Medio II en Huelva, La Rebanadilla IV y Útica apuntan siempre a una datación anterior a 830 cal BC. Por ello, entre esta última fecha radiométrica y el inicio del Geométrico Reciente por datación convencional en c. 760/750 a.C. queda un vacío de 70/80 años. Si situamos el final del Geométrico Medio II ático y euboico c. 800 a.C. y atribuimos al Geométrico Reciente una duración de tres generaciones la vigencia de este estilo podría estimarse en torno a 80 ó 90 años, lo cual no nos parece exagerado, dada la abundante producción de esta fase. Por ello, planteamos que el Geométrico Medio II ático y euboico se desarrolló fundamentalmente a lo largo de la segunda mitad del siglo IX, lo cual está apoyado por los contextos de Eretria y por las dataciones radiométricas en Occidente. Por ello, si en función de estos datos, adelantamos el inicio del Geométrico Reciente a los primeros años del siglo VIII a.C. podríamos explicar mejor la ausencia de cerámicas de su fase temprana en la Península Ibérica, al coincidir con un momento de reorganización de las redes fenicias y eubeas en el Mediterráneo central y occidental, que pudo incluso adelantarse a los últimos años del siglo IX a.C. Esto vendría a coincidir con la fundación de enclaves como Morro de Mezquitilla, Teatro Cómico de Cádiz y Alcorrín y se correlaciona con la propuesta de una fundación de Pitecusa anterior a c. 770. a.C. Los niveles más arcaicos de los lugares citados no coincidirían en el tiempo con el pleno desarrollo del Geométrico Medio II ni con el Subprotogeométrico, estilos que corresponderían a una fase anterior representada por el subfreático de Huelva, La Rebanadilla IV-III y El Carambolo V (vid. Fig. 10). Cartago también ha aportado una serie de datos de gran interés para la cuestión del inicio del Geométrico Reciente. De momento, la ciudad no ha proporcionado cerámicas del Geométrico Medio II al contrario de lo que ocurre en su vecina Útica. Pese al riesgo que siempre supone el argumento ex

33 1025-832 y 1012-828 cal BC. Cfr. Menga, 7: 119, tab. 4. 34 930-830 cal BC. Cfr. Menga, 7: 105-107 y 121-122, tab. 1. 35 1040-840 y 1010-830 cal BC. Cfr. Menga, 7: 124-125, tab. 1. 36 1020-810 cal BC. El escifo del Geométrico Medio II se documentó en la fase Carambolo IV, en un contexto de depósito sagrado, pero lo consideramos por su contexto más vinculado a la fase Carambolo V. Cfr. Menga, 7: 125-126, tab. 1. 37 Menga, 7: figs. 4 y 10.

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Fig. 20. Cronologías para la cerámica griega de los siglos X-VIII a.C. Diferencias entre autores, vínculos históricos, secuencias y propuestas de subida de la datación.

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silentio, sí contrasta con la abundancia de las cerámicas del Geometrico Reciente. A este respecto, habría que señalar la ausencia en la necrópolis de Pitecusa de una de las formas más características del Geométrico Reciente I euboico: el escifo, que solo está presente de manera muy escasa y siempre en forma de imitaciones locales o importaciones corintias38. Sin embargo, estos escifos euboicos sí se han documentado de manera considerable en los niveles arcaicos de Cartago, de los que se han contabilizado más de treinta ejemplares entre las excavaciones alemanas de las calles Septime Sévère e Ibn Chabâat y la parcela Ben Ayed (Fig. 21) (Vegas, 1998: 136-138, fig. 1). En las excavaciones realizadas en la confluencia del decumano máximo y el cardo X entre 1986 y 1995 los escifos euboicos del Geométrico Reciente aparecen desde el estrato IIa1, fechado convencionalmente en 750-725 a.C., resultando predominantes entre el material importado hasta el estrato IIIa1, con una datación entre 725-700 a.C. El material pitecusano aparece a partir del estrato IIb1, ya dentro de este último cuarto del siglo VII (Niemeyer et al., 1998: 79-81). Si los escifos euboicos del Geometrico Reciente llegaron a Cartago a través de Pitecusa, como han señalado diferentes investigadores (Aubet Semmler, 2009: 240241 y 257; Vegas, 1998: 134) habría que preguntarse dónde están estas piezas en la necrópolis de Valle di San Montano. Varias inferencias podrían realizarse sobre esta cuestión, desde que estas piezas no llegaron a Cartago via Ischia o bien que todavía no se han localizado en la isla. Esto último implicaría que Valle di San Montano no es la necrópolis más antigua de Pitecusa. A este respecto, en Cartago algunas pocas piezas euboicas del Geométrico Reciente se vinculan a la datación radiométrica del contexto BM04/4458 del sector 4 de Bir Massouda, que ofrece un intervalo a 2σ entre 810 y 750 cal BC39. Concretamente se trata de un vaso euboico y una probable imitación pitecusana de escifo de la clase Tapsos, lo que viene a replantear la cuestión del inicio de estas últimas producciones. Las cerámicas de la clase Tapsos (Coldstream, 1968: 102-104) plantean una serie de problemas sobre

su origen exacto, aunque habitualmente se han venido considerando corintias. Pese a ello, no abundan en dicha ciudad, donde aparecen en diferentes pozos que corresponden a la fase final del Geométrico Reciente, precisamente los que se conocen de manera más fragmentaria (DeVries, 2003: 152). Esta producción, fechada convencionalmente en la segunda mitad del siglo VIII a.C., podría ahora elevarse al segundo cuarto de dicha centuria si atendemos a la fecha radiométrica de Cartago referida a la copa pitecusana antes citada. Incluso, al tratarse de una imitación hay que plantear un margen temporal mayor para los originales. Si atendemos a las fechas de 14C obtenidas en la misma Corinto el final del intervalo radiométrico disponible para el Geométrico Antiguo y Medio, considerando ambos periodos como un todo, es 805 cal BC. Pese a lo problemáticas que resultan las dos dataciones absolutas obtenidas en Corinto40, la coincidencia con la fecha c. 800 a.C. vuelve a ser recurrente, por lo que planteamos este límite temporal como punto final del Geométrico Medio II y de arranque del Geométrico Reciente en la serie de producciones de ese taller, al igual que el Ática y Eubea. Por ello, una propuesta de datación para el Geométrico Reciente corintio entre c. 800 y 750/740 a.C. vendría a coincidir el hiatus en las importaciones griegas en Iberia que veíamos anteriormente y de ahí la ausencia en la Península de formas típicas de esta fase, pero habituales en Pitecusa y documentadas también en Cartago como la cotila tipo Aetós 666. Igualmente, la escasa presencia en Iberia de la clase Tapsos también hace pensar que sus productos solo llegaron al final del Geométrico Reciente. Al tiempo, el asunto se complica por el tema de las “franquicias”, que hace que coexistan diversas producciones consideradas como corintias hasta hace poco tiempo, pero parece que corresponden a un cierto número de talleres más dispersos. Así, la constatación de que una buena parte de formas de la clase Tapsos fueron fabricadas en la región de Acaya, en el noroeste del Peloponeso (Gadolou, 2011: 46-47), nos pone ante el desarrollo de formas del Geométrico Reciente “corintio”, que en reali-

38 Sobre los escifos documentados en la necrópolis Valle de San Montano y su procedencia, vid. Nizzo, 2007: 152-157. Por su parte, Trachsel (2016: 60) ha destacado esta escasez de la cerámica euboica en los enterramientos conocidos en Pitecusa, donde domina la cerámica local y las importaciones ajenas a Eubea –vid. supra–. Esta circunstancia igualmente es señalada por D. Ridgway (1997: 85) (vid. Fig. 8). 39 88,4% de porcentaje de probabilidad, cfr. Menga, 7: 120-121, tab. 4. 40 Menga, 7: 117, tab. 3.

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Fig. 21. Cartago. Escifos euboicos del Geométrico Reciente (elaboración propia a partir de Vegas, 1998): a-e) Calle Septime Sévère. f-k) Calle Ibn Chabâat.

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dad fueron producidas en sus talleres satélites, lo que explica también su mayor perduración temporal. Esto explicaría la coexistencia entre las diversas producciones características de la fase final del Geométrico Reciente y el Protocorintio Antiguo desde mediados del siglo VIII a.C. Por otra parte, está aceptado a nivel general que el Geométrico Reciente corintio acabaría antes que el ático, señalándose una fecha convencional de c. 720 a.C. para el inicio del Protocorintio Antiguo (Coulié, 2013: 109-111). Para Trachsel (2016: 68) este último estilo se iniciaría sobre c. 750/740 a.C., mínimo dos décadas antes de lo señalado por la cronología tradicional. Realmente, no faltan argumentos para defender dicha propuesta, que pueden ser extraídos del mismo registro arqueológico y su datación relativa, como hemos visto en páginas anteriores, aunque no disponemos en este caso de datos radiométricos. Por su parte, A. Mederos (2005: 325-329, tabla 13) ha sido el único autor español que propuso hace algunos años una modificación al alza de las cronologías de la cerámica griega con la vista puesta en la problemática del mundo fenicio. Su sistema defiende una cronología más baja que la Trachsel, aunque sube las dataciones respecto a Coldstream una media de 25 años. Esto le que permite hacer encajes con los diferentes materiales sin mostrarse excesivamente rupturista con el panorama imperante, pero encuadrando también las dataciones calibradas, especialmente el estrato IV de Tel Reḥov. Para Mederos, el Protogeométrico se iniciaría entre c. 1050/1025, mientras que el Geométrico Antiguo tendría su comienzo hacia 925 a.C. Conforme avanza el tiempo, Mederos tiende a aproximarse a la datación convencional. El Geométrico Medio I se desarrollaría entre 875-825, mientras que el Geométrico Medio II comenzaría c. 825 y acabaría c. 775 a.C., solo 15 años antes de la fecha de Coldstream. En síntesis, aunque la secuencia de Trachsel se muestra más cercana a las dataciones radiométricas calibradas que la de Mederos, aceptar una cronología tan alta como la que propone el primer autor no deja de generar problemas, como ya hemos visto más arriba.

7.3. EL FUTURO Llegados a este punto, es evidente que para resolver esta falta de conexión entre la cronología radiométrica y la cronología cerámica convencional es necesario obtener nuevas series de dataciones 14C calibradas, especialmente en muestras de vida corta, en lo compartimos la visión esperanzadora de M. Torres Ortiz (2008: 143). Especialmente resulta clave el área del Egeo, donde futuros resultados de datación absoluta quizás pudieran asociarse con lotes cerámicos bien estratificados en los mismos centros de producción o muy vinculados con ellos, fundamentalmente el Ática, Eubea y Corinto. Igualmente, algunos lugares del Mediterráneo central bien conectados con el comercio a larga distancia son otro punto de especial interés, que quizás nos pueda aclarar temas tan esenciales como la cronología absoluta de Sant’Imbenia o el inicio del primer establecimiento griego en Pitecusa, así como su correlación respecto a la transición entre el Geométrico Medio y el Geométrico Reciente, además del problema de la primera instalación de los fenicios en Cartago. Sin embargo, el uso del radiocarbono también plantea sus dificultades porque, en ocasiones, también ha introducido confusión. A este respecto, y aunque ya lo he hecho anteriormente, considero necesario insistir en el que las fechas calibradas son un resultado estadístico y que los intervalos que ofrecen tienen la misma validez desde la data más antigua hasta la más reciente de cada horquilla cronológica41, aunque generalmente se tiende a elegir la datación más tardía, ya sea por prudencia o por conveniencia. Esta circunstancia explica que se solapen periodos que fueron sucesivos, como ocurre entre La Rebanadilla IV y La Rebanadilla I. Idéntica circunstancia vemos en Corinto, donde en cronología calibrada el Geométrico Medio sería anterior al Geométrico Antiguo, lo cual desmontaría toda nuestra lógica. Así, aunque las cronologías radiométricas han constituido un gran avance, no tengo más remedio que sumarme a la afirmación de Trachsel (2016: 74) al respecto de la incapacidad de las mismas de responder a muchas preguntas sobre la datación de los contextos y la ordenación de las secuencias42. Por ello,

41 Menga, 7: 115-117. 42 “Radiocarbon on its own does not have the potential to solve our chronological problems, not with the precision and reliability we are looking for”.

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no podemos dejar de lado ni la arqueología estratigráfica y ni la tipológico-estilística, pero tampoco ignorar completamente los avisos que la cronología radiométrica nos está enviando. A pesar de todas estas carencias y de la compleja problemática metodológica e histórica que plantea la calibración, es evidente que los cambios que su uso ha introducido en la datación de los inicios de la diáspora fenicia en Occidente han transformado ya nuestra interpretación de este fenómeno. Por ello, estoy seguro de que en el futuro este cambio de paradigma no se va quedar sólo en esta campo de estudio, sino que también va a terminar afectando a la interpretación de los primeros siglos de la Edad del Hierro, que constituyen unas centurias cruciales para entender la evolución posterior de toda la cuenca mediterránea. Dos son los grandes obstáculos a salvar todavía. El primero es metodológico: la generalización del 14C calibrado como una herramienta de datación válida para estos momentos protohistóricos anteriores a la plena tradición historiográfica griega. El segundo es técnico y por ahora parece más complicado de resolver: cómo enfrentarse a la desolada “meseta” hallstática.

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LEONOR PEÑA-CHOCARRO, ET AL.

CRÓNICA

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DEL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DÓLMENES DE ANTEQUERA


… Y LLEGARON LOS AGRICULTORES: AGRICULTURA Y RECOLECCIÓN EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO

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El origen del nombre Menga Stefan Ruhstaller Steles, Time and Ancestors in the Megaliths of Antequera, Málaga (Spain) Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo de Balbín Behrmann y Rosa Barroso Bermejo


Noticia sobre el dolmen de Menga publicada en el semanario literario El Genil en 1847. Instituto Gómez-Moreno. Fundación Rodríguez Acosta.


CRÓNICA

EL ORIGEN DEL NOMBRE MENGA Stefan Ruhstaller1

Resumen: El nombre del más importante de los monumentos del conjunto dolménico de Antequera, tradicionalmente llamado Cueva de Menga, ha sido objeto de diversas interpretaciones. Las ofrecidas hasta ahora (especialmente las que parten de un origen precastellano) no resultan convincentes desde la perspectiva lingüística. El análisis riguroso y pormenorizado, basado en abundante documentación lingüística y arqueológica, que se presenta en este estudio demuestra que Menga es un originario antropónimo (variante hipocorística del nombre de pila Dominga, del lat. DOMINICA), referente a un personaje femenino legendario, de fuerzas sobrehumanas, al que la población local, en una tradición oral ampliamente difundida, atribuía la construcción del dolmen. El topónimo se integra, pues, perfectamente en el contexto general de los nombres populares de los monumentos megalíticos (como Casa de la Bruja, Chabola de la Hechicera, Cueva del Mago, etc.), que presentan características análogas.

Palabras clave: Dolmen de Menga, Toponimia, Antroponimia Histórica, Tradición Oral.

THE ORIGIN OF THE NAME MENGA Abstract: The name of the most important of the monuments of the dolmen complex of Antequera, traditionally called Cueva de Menga, has been object of diverse interpretations. Those offered so far (especially those starting from a pre-Castilian origin) are not convincing from a linguistic perspective. The rigorous and detailed analysis, based on abundant linguistic and archaeological documentation, presented in this study, shows that Menga was originally an anthroponym (a hypocoristic variant of the Christian name Dominga, from Lat. DOMINICA), referring to a legendary female character of superhuman forces to whom the local population, in a widespread oral tradition, attributed the construction of the dolmen. The toponym is thus perfectly integrated into the general context of the popular names of megalithic monuments (such as the Casa de la Bruja, Chabola de la Hechicera, Cueva del Mago, etc.), which have analogous characteristics.

Keywords: Dolmen of Menga, Toponymy, Historical Anthroponymy, Oral Tradition.

1 Departamento de Filología y Traducción. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. [sruhkuh@upo.es]

Recibido: 01/12/2017. Aceptado: 06/09/2017

MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // Nº 08. 2017. PP. 183-190. ISSN 2172-6175 // CRÓNICA

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1. LAS DENOMINACIONES POPULARES TRADICIONALES DE LOS LUGARES DE INTERÉS ARQUEOLÓGICO

• u na descripción de la forma física que presenta el monumento o de los materiales con que está construido: losa, hoya, mesa, cobertera, cueva;

Los nombres con que se conocen tradicionalmente los lugares que albergan vestigios de culturas del pasado constituyen un objeto de estudio de gran interés no solo lingüístico sino también histórico, arqueológico y etnográfico1. Topónimos como Villar de las Tejas, Los Paredones, Cerro del Tesoro, Las Monedas, Las Tinajuelas, La Ladrillera, La Piedra Hincada, entre otros muchísimos que podríamos enumerar, designan lugares en los que los arqueólogos han documentado la existencia de restos ruinosos de edificios, tegulae, laterculi, fragmentos de ánforas, monedas, menhires, etc. No puede extrañarnos que estos topónimos no contengan una identificación científica y objetiva de las realidades de interés arqueológico, pues no fueron creados por expertos con dominio de la terminología científica, sino por la población rural que (generalmente ya en época medieval) se había topado con ellas mientras realizaba sus faenas agrícolas o recorría el campo en busca de materias primas o en sus cacerías. Aunque estas creaciones populares nos puedan parecer ingenuas, no por ello resultan menos plásticas y expresivas por cuanto nos hablan de las impresiones espontáneas y aun del asombro que suscitaron las huellas de culturas anteriores en personas carentes por completo de conocimientos históricos y arqueológicos.

• una referencia a la (presunta) función de la construcción: chabola, casa, casetón, choza, horno, tumba, sepultura;

Si nos fijamos específicamente en los nombres de dólmenes, como La Tumba del Gigante, El Hoyo del Gigante, La Chabola de la Hechicera, La Cobertera, Cueva del Mago, La Casa de la Bruixa, La Mesa de las Brujas, Horno de las Brujas, Casetón de los Moros, La Sepultura del Gigante, reunidos por María Dolores Gordón Peral en un valioso trabajo (Gordón Peral, 2011), advertimos que ofrecen una caracterización de los referentes que contiene

• la atribución a un presunto constructor o morador (siempre se trata de seres fantásticos, dotados de fuerzas sobrehumanas): gigante, hechicera, mago, moro, bruja.

2. EL NOMBRE MENGA Y TOPÓNIMOS FORMALMENTE AFINES En este marco debe explicarse también el nombre del célebre dolmen antequerano de Menga, conocido popularmente como Cueva de Menga2. Desde el punto de vista formal, no se trata de una denominación aislada, pues podemos señalar numerosos topónimos estrechamente relacionados que designan igualmente lugares que albergan restos de interés arqueológico de todo tipo. Así, el nombre reaparece –bajo idéntica forma: Cueva de Menga– en el municipio cordobés de Zuheros, donde designa una cueva natural en cuyo interior fueron localizados, en una temprana exploración científica, diversos objetos prehistóricos (instrumentos líticos)3. En Villacarrillo (Jaén) se conoce como Fuente de Minga una construcción ruinosa de época incierta, hecha de grandes piedras y situada a las afueras del pueblo4. El diminutivo de esta misma forma, Fuente de la Minguilla, designa en Castro del Río (Córdoba) una fuente labrada sin duda en época anterior a la Reconquista5. Un derivado mediante el sufijo despectivo –acho, Mengacha, aparece como denominación de un yacimiento del Calcolítico cercano a Montánchez (Cáceres) en el que existen restos de un muro y numerosos fragmentos de recipientes6.

1 Puede encontrarse una amplia exposición del tema en Gordón y Ruhstaller, 1991, Gordón Peral, 1991, Gordón Peral, 1995 (especialmente pp. 278 ss.), Ruhstaller, 1992 (especialmente pp. 354 ss.). 2 En Ruhstaller, 2015 ofrezco un estudio más exhaustivo sobre el tema. 3 La cueva fue visitada a mediados del siglo XIX por el pionero de la arqueología española Manuel de Góngora (Góngora y Martínez, 1868: 61); su información fue confirmada posteriormente por Puig y Larraz, 1896: 300. 4 La página http://listarojapatrimonio.org/localizacion-ficha/andalucia/jaen/ ofrece una fotografía de la construcción. 5 http://www.fluidr.com/photos/vertice1/sets/72157618763636204. 6 http://doe.juntaex.es/pdfs/doe/2010/890o/10061127.pdf.

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Más abundantes son los topónimos que contienen la variante masculina Mingo. En el municipio cacereño de Almaraz se conoce como Cueva del Moro Mingo (o también Cueva de Mingo el Moro) un lugar en el que se conserva un dolmen, así como restos de viviendas y utensilios. En el abrigo llamado de Mingo sito en las cercanías de Los Villares (Jaén) se han localizado cinco pinturas prehistóricas7, y otras en la Cueva del Contadero del mismo término, situada junto a un paraje desierto y pedregoso conocido como Llano de Mingo8. Numerosas pinturas rupestres existen también en los Cañones (u Hoz) de Mingo, desfiladero que forma el Río Frío en las proximidades de Puente de la Sierra (Jaén)9. El diminutivo de la misma forma, Minguillo, designa un área del Valle de los Pedroches (Córdoba) donde permanecen cinco dólmenes10. De nuevo un sufijo apreciativo aparece en el topónimo Pico Mingorro, nombre de una elevación en la región salmantina de Las Batuecas en cuyo entorno se han localizado abundantes pinturas y grabados rupestres11. Igualmente tiene valor apreciativo el sufijo aumentativo agregado a la forma mingo que presenta el nombre Cueva de Mingón (Trucios, Vizcaya), que hace referencia a un hábitat de época prehistórica12. No cabe duda alguna de que las formas mingo y menga que aparecen como base de los nombres señalados corresponden al antropónimo Mingo, variante hipocorística del nombre de pila Domingo (del lat. DOMINICUS), y a Menga, su equivalente femenino (< Dominga < lat. DOMINICA). Al indicio claro que representa la derivación mediante sufijos apreciativos (-illo, -ón, -orro), marca característica de gran parte de las variantes hipocorísticas que suelen emplearse en el ámbito familiar, se suma el de la estructura inconfundiblemente antroponímica

que presenta otro nombre de la misma serie: Cerro de Mingo Martín (Jarandilla, Cáceres), denominación igualmente de un yacimiento de interés arqueológico, concretamente de los restos aún visibles de un poblado neolítico13. A todos estos casos podemos añadir, finalmente, los de Cerro Minguillar (nombre del enclave que alberga los vestigios de la ciudad iberorromana de IPONUBA14) y Las Mingorreras (referente a un lugar identificado como taller de producción de instrumentos líticos15): en ambas formas se agrega a un derivado mediante sufijo apreciativo (-illo y –orro, respectivamente) un segundo sufijo de carácter locativo-abundancial, que hace referencia a la abundancia en los lugares en cuestión de objetos atribuidos a un personaje de nombre Mingo (Ruhstaller, 2015: 286).

3. LA MOTIVACIÓN DEL NOMBRE Una vez hecha esta identificación de los elementos antroponímicos Menga y Mingo que subyacen a todos los nombres enumerados, hemos de aclarar dos cuestiones: por una parte, ¿qué peculiaridades lingüísticos poseen estos nombres de persona para que se eligieran como base en la creación de los topónimos que aquí nos interesan?; y, por otra parte, ¿por qué motivo los hablantes han recurrido a formas antroponímicas para dar nombre a sitios donde se conservan vestigios de culturas antiguas? Para responder a la primera cuestión es necesario caracterizar los nombres personales Domingo y Dominga desde la perspectiva de la investigación antroponomástica histórica. Se trata de nombres de pila que encontramos con cierta frecuencia en

7 Para ilustraciones fotográficas puede verse http://www.arqueomas.com/peninsula-iberica-arte-rupestre-abrigos-de-sierra-sur-sector-central.htm y http://www.redjaen.es/francis/?m=c&o=18513. 8 Pueden encontrarse una descripción y fotografías enhttp://www.redjaen.es/francis/?m=c&o=70641&letra=&ord=&id=70701 yhttp://www. redjaen.es/francis/?m=c&o=70007. 9 http://www.redjaen.es/francis/?m=c&o=9457&letra=&ord=&id=9509. 10 http://sibulquez.blogspot.com.es/2014/06/minguillo-iii-otro-megalito-inedito-de.html. 11 http://www.cuadernosdearterupestre.es/arterupestre/2/11_58.pdf. 12 Para más detalles véase http://www.euskadi.net/contenidos/recurso_tecnico/descarga_publicaciones/es_descarga/adjuntos/Arkeoikuska1992.pdf. 13 Cf. file:///F:/A-2-2014%20-%20Menga/ textos/Yacimientos+Neol%C3%ADticos+en+Jarandilla.pdf. 14 Castillo y Ruiz-Nicoli, 2008: 150-151. 15 García Sanjuán y Hurtado Pérez, 1998: 39.

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la documentación medieval, pero cuya popularidad empezó a decaer notablemente en el siglo XV. Después de haber pasado de moda, aún se mantuvieron, como ha mostrado en un estudio monográfico Frago (2000, especialmente p. 375), especialmente en áreas rurales y en estratos sociales bajos, de tal forma que se convirtieron pronto en marcas que tendían a caracterizar a sus portadores apriorísticamente como aldeanos groseros. Este hecho explica el que en la literatura Mingo y Menga sean los nombres de personajes sencillos y rústicos: en la Égloga de Mingo, Gil y Pascuala de Juan del Enzina (1469-1529) y en la Égloga de los pastores que se tornan palaciegos de Lope de Vega los pastores y sus esposas se llaman Mingo y Menga (y también Gil, Bras, Pascuala, nombres cargados de las mismas connotaciones), y el personaje Menga del drama calderoniano La devoción de la cruz es descrito como “villana graciosa”. Igualmente representante de la población rústica es el personaje del que derivan su título las Coplas de Mingo Revulgo (s. XV). No menos elocuentes son los numerosos refranes que tienen como protagonista prototípico a un personaje popular de nombre Menga o Mingo (extraigo los ejemplos del célebre Vocabulario de Gonzalo Correas): Alza el rabo, Menga, pues no hay quien le tenga (comp. Alza el rabo, Rucia, que vánse los de Olmedo); Suspiraba Menga por la pinga ajena; Menga y Antón para en uno son; Mi comadre Marimenga, siempre a pedirme venga; Pégamelo, Menga, que se me despega; Tiene más fantasía que Mingo en la horca (cf. Frago, 2000: 379). En suma: Menga y Mingo eran, en épocas pasadas (cuando fueron creados los nombres de lugar que aquí nos interesan), formas antroponímicas que se asociaban, más que a individuos concretos, a tipos humanos caracterizados por su rusticidad, su zafiedad, y por su posición social en los márgenes de la comunidad civilizada (Ruhstaller, 2015: 287). Para comprender cabalmente el porqué de la elección de estas peculiares formas antroponímicas como denominación de lugares de interés arqueológico es necesario que adoptemos el punto de vista de los responsables de la creación de la toponimia

menor actualmente en uso: la población rural de siglos pasados. Como ya vimos al principio, estos hablantes la mayoría de las veces recurrían, a la hora de dar nombre a los lugares en los que se conservan vestigios de culturas anteriores, a la referencia, mediante el limitado léxico del que disponían, a los objetos y materiales encontrados (tejas, ladrillos, muros derruidos, restos de vasijas, monedas, etc.). En algunos casos, sin embargo, la imaginación popular interpretaba las sorprendentes huellas de culturas antiguas –que se sustraían a una explicación basada en la razón– a un ser fantástico que presuntamente los había originado. Lo más habitual es la atribución de restos arqueológicos de todo tipo a un “moro” (miembro de la única cultura anterior a la Reconquista de la que tenían conciencia los campesinos medievales): así, por ejemplo, el topónimo El Camino del Moro designa una antigua vía romana en El Berrocal (Huelva); en el mismo municipio se conocen como Tumba del Moro y como Sepultura del Moro dos enterramientos megalíticos (Gordón y Ruhstaller, 1991: 120-125); en la Cueva de la Mora del cercano municipio de Jabugo se han localizado indicios que revelan una ocupación desde la época paleolítica hasta la romana. Pero el elenco de personajes legendarios a los que la población rural medieval atribuía la enigmática presencia de huellas materiales de culturas que habían habitado el espacio anteriormente era mucho más amplio, pues incluía también reinas16, gigantes17, obispos18, hechiceros, brujas, magos, el diablo, etc.19. Es fácil comprender que específicamente los monumentos megalíticos, en cuya construcción fueron necesarias fuerzas aparentemente sobrehumanas, se relacionen en la mente de quien carece de toda cultura intelectual con personajes míticos: según revelan topónimos como los enumerados al inicio del presente estudio (La Tumba del Gigante, El Hoyo del Gigante, La Chabola de la Hechicera, Cueva del Mago, La Mesa de las Brujas, Horno de las Brujas), los monumentos prehistóricos que designan son considerados por el pueblo obra de seres dotados de una inmensa fuerza física e incluso de poderes mágicos.

16 Como Castillito de la Reina, por ejemplo, se conocen popularmente las ruinas de una fortaleza árabe en La Palma del Condado (Gordón y Ruhstaller, 1991: 161). 17 Recordemos los nombres de dólmenes La Tumba del Gigante y El Hoyo del Gigante que mencionamos al principio. 18 Un ejemplo representativo es la Cocinilla del Obispo, nombre que designa popularmente un importante yacimiento epipaleolítico de la provincia de Alicante (Gordón y Ruhstaller, 1991: 136). 19 Para una enumeración bastante exhaustiva véase Gordón y Ruhstaller, 1991: 219-220.

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4. LA INTEGRACIÓN DE LOS NOMBRES EN UN CONTEXTO NARRATIVO Los misteriosos lugares en los que se manifiestan los seres sobrenaturales que pueblan la imaginación popular se convierten fácilmente en escenario de leyendas cuyo propósito es justificar lo que no tiene explicación basada en la razón objetiva. Constituyen una muestra especialmente plástica (y que viene a brindarnos la clave para la explicación etimológica del nombre Cueva de Menga, objeto principal del presente estudio) de tales tradiciones populares orales unos versos que documentó a mediados del siglo XIX Manuel Assas. Este pionero de la arqueología española recogió en un estudio publicado en el Semanario Pintoresco Español el siguiente texto que solía recitarse en la región de Baena (Assas, 1857: 130): Gilica gilando puso aquí este tango y Menga Mengal le volvió a quitar. En contra de lo que creía Assas, estos versos no hacen referencia a un dolmen, sino a los restos ruinosos de un gran edificio, conocido aún hoy popularmente como Las Piedras de Gilica20, perteneciente a una ciudad romana cercana a la localidad cordobesa. Es evidente que el nombre tiene su origen en una leyenda popular local que constituye un intento de justificar la existencia de las enigmáticas ruinas. Concretamente, los versos hablan de dos seres femeninos rivales: mientras un personaje de nombre Gilica construye un edificio colocando piedras de enorme peso21, otro, llamado Menga Mengal, procede a destruir la obra de su contrincante de forma inmediata. De este modo, la narración explica la presencia del misterioso edificio, a la vez que justifica el estado ruinoso en que actual-

mente se encuentra. Ambos personajes son caracterizados de forma muy concisa en el texto: poseen una enorme fuerza que les permite levantar piedras de grandes dimensiones, una fuerza no solo poco femenina sino incluso sobrehumana que debe tener su origen en la magia (Ruhstaller, 2015: 289). La elección de los nombres de estos personajes no es casual: tanto Menga (hipocorístico rural de Dominga22) como Gila, formas con fuertes connotaciones sociolingüísticas, se asociaban, como ya vimos, genéricamente a personajes rústicos que vivían en el límite de la civilización23. La elección de nombres de persona para identificar a los seres sobrenaturales obedece además al deseo de evitar tener que nombrar al temido personaje por su nombre “verdadero”, fenómeno este de los nombres tabúes bien conocido por los lingüistas y los etnólogos; pensemos por ejemplo en las muchas designaciones eufemísticas alternativas que existen en las más diversas lenguas para el zorro, como español dialectal juanica, maigarcía, maría, mariquita, mariquilla, mariandana, catalán guillot y guinèu (basados en el antropónimo germánico Winihild), el francés renard (procedente del nombre de persona Reginhard) o el alemán Reineke (ofrece una excelente visión de conjunto de la temática Rohlfs, 1966: 104-105). Es evidente que, al igual que Piedras de Gilica, también los nombres Cueva de Menga, Mengacha, Fuente de la Minga, Fuente de la Minguilla, Llano / Hoz de Mingo, Minguillo, Pico Mingorro, Minguillar, Cueva de Mingón, Cerro de Mingo Martín, Cueva del Moro Mingo, Las Mingorreras, referentes todos ellos a lugares en los que se conservan enigmáticos vestigios de culturas antiguas (pinturas rupestres, dólmenes y menhires, restos de muros y fuentes de época inmemorial, instrumentos líticos), han de tener su origen en leyendas populares de difusión local simi-

20 Para ilustraciones fotográficas puede verse http://www.arqueomas.com/peninsula-iberica-arte-rupestre-abrigos-de-sierra-sur-sector-central.htm y http://www.redjaen.es/francis/?m=c&o=18513. 21 La palabra tango no puede significar en este contexto otra cosa que ‘piedra grande, canto’. Ninguna obra lexicográfica recoge, sin embargo, tal significado, por lo que hemos de suponer que la versión original contenía otra forma, seguramente, a juzgar por la rima asonante, canto ‘piedra’ (cf. las denominaciones populares del tipo Dehesa del Canto, Cerro Fuente Cantos, Cerco de los Cantos, La Cantera, etc., correspondientes a lugares donde son visibles grandes piedras pertenecientes a construcciones antiguas, que reunimos en Gordón y Ruhstaller, 1991: 154-156). 22 El nombre Menga Mengal (con una curiosa aliteración) presenta la estructura habitual de los antropónimos medievales, con agregación de un complemento desambiguador a un nombre de pila frecuente; cf. los topónimos Mingo Martín y Mingo el Moro que citamos al principio como nombres de lugares que albergan restos arqueológicos. 23 Gilica, además, no solo se eligió por sus connotaciones sociolingüísticas, sino también por su asonancia con el verbo hilar (pronunciado dialectalmente con aspiración), pues de este personaje se afirma en el texto que, al mismo tiempo que amontonaba piedras, estaba hilando. Para este interesante elemento narrativo, relacionado sin duda con ancestrales mitos como el de las mouras gallegas, véase Alonso, 1998, y Ruhstaller, 2015: 290.

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lares. Sin duda existía una tradición narrativa oral asociada a lugares con presencia de restos arqueológicos ampliamente difundida por la Península, y que en cada localidad podía adquirir rasgos específicos, por ejemplo en lo referente a la denominación y el sexo de los personajes fantásticos (alternan los nombres Mingo, Menga, Gila24, y se les añaden sufijos apreciativos –Mingacho, Minguillo, Mingorro– y complementos onomásticos –Menga Mengal, Mingo Martín, Mingo Vela–). En el caso específico del nombre antequerano Cueva de Menga se da, finalmente, una circunstancia especialmente interesante. Aunque la leyenda en la que tiene su origen no se ha conservado en la localidad hasta hoy, podemos sospechar que contenía un elemento narrativo presente también en los versos con que en la región de Baena el pueblo justificaba la razón de ser de otro monumento de interés arqueológico, las Piedras de Gilica. Recordemos que dichos versos hablan de dos seres fantásticos femeninos que habitan la misma zona y rivalizan entre ellos con sus enormes construcciones de piedra. Una rivalidad análoga, plasmada en la imaginación popular igualmente como leyenda, explica muy probablemente el nombre de una llamativa elevación de forma redondeada que se encuentra a escasa distancia del dolmen de Menga: el conocido como Cerro de Mari Macho (o Marimacho). Bajo la superficie de esta elevación se han localizado estructuras de piedra, y consta que la sospecha de que en su interior se esconde otro dolmen es muy antigua25. No cabe duda, pues, de que en la imaginación del pueblo esta elevación vecina del Dolmen de Menga es la morada de un segundo ser femenino dotado de fuerzas sobrenaturales, bautizado con el expresivo nombre de Mari Macho, que rivaliza con Menga (Ruhstaller, 2015: 292).

5. INTENTOS ANTERIORES DE INTERPRETACIÓN DEL NOMBRE La explicación del nombre tradicional del dolmen, Cueva de Menga, expuesta en lo anterior no admite, dado el peso de las pruebas reunidas, ningún tipo de

duda. Aun así, es conveniente rechazar explíticamente otras interpretaciones con que ocasionalmente se ha intentado motivar el nombre por parte de otros autores. Entre dichas interpretaciones presenta un cierto interés principalmente la que ve en el topónimo no el nombre de un ser fantástico creado por la imaginación popular, sino el de una antigua propietaria o moradora de carne y hueso. De hecho, consta que tal justificación circulaba a principios del siglo pasado entre la población local, según testimonio del arqueólogo Manuel Gómez Moreno (1905:82)26: “La cueva de Menga estuvo franca desde tiempo inmemorial, si bien hasta que el arquitecto Mitjana le dio publicidad en 1847 no era conocida su valía, y el nombre dicen le proviene de cierta leprosa llamada Dominga (Menga), que allí encontró un abrigo contra la inhospitalidad de los hombres y bajo la salvaguardia de encantamientos y brujerías a que daba margen lo peregrino del edificio.” Dado que la creación del topónimo data de una fecha muy anterior (remonta con toda seguridad a los años que siguieron a la llegada de los repobladores cristianos tras la reconquista de 1410, pues existen menciones documentales del siglo XVI), estamos sin duda ante una simple reinterpretación del nombre surgida en un momento en que la tradición oral que originó realmente el nombre de lugar ya se había perdido. En el caso de que se tratase del nombre de una antigua poseedora, lo esperable sería que esta apareciera mencionada como tal en algún documento escrito, y, además, no bajo la forma hipocorística Menga, sino con su nombre formal; no se conocen, sin embargo, tales menciones documentales. También hay quien ha buscado el origen del topónimo en estratos lingüísticos anteriores a la implantación en la región del castellano. No obstante, como ya vimos, la toponimia referente a vestigios de culturas anteriores carentes de un valor económico importante generalmente se ha generado en el estrato lingüístico más moderno (todos los nombres de yacimientos arqueológicos que hemos estudiado

24 También debió recurrirse localmente a la variante masculina Gil (o, mejor, su diminutivo Gilico), como demuestra el topónimo murciano Los Baños de Gilico, alusivo a un lugar cercano a Calasparra donde se conservan los restos de un viejo balneario. 25 Para una descripción del lugar puede verse http://www.museosdeandalucia.es/culturaydeporte/museos/CADA/index.jsp?redirect=S2_3_1_1Espacios.jsp&idpieza=11352. 26 Debo este dato al Prof. Dr. Leonardo García Sanjuán, a quien agradezco su interés por la investigación que ha dado lugar al presente estudio.

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se basan en el castellano). A esto se suma que en el entorno geográfico de Antequera los nombres precastellanos en general son extremadamente raros, por la razón de que con toda seguridad, debido a las circunstancias en que se llevó a cabo la repoblación en el siglo XV, no hubo apenas contacto lingüístico entre la población musulmana que hasta el momento de la reconquista había habitado la región y los colonos cristianos que vinieron a sustituirla; de hecho, aparte del topónimo mayor Antequera y el hidrónimo Guadalhorce (que ambos pudieron transmitirse del árabe al castellano perfectamente sin que fuera necesaria una convivencia de las dos comunidades lingüísticas, árabe y castellana, en el lugar), no encontramos huellas sustráticas en la toponimia local. A este argumento genérico en contra de una etimología precastellana para el nombre Menga se suman los graves inconvenientes lingüísticos que presentan las propias hipótesis postuladas.

Partiendo de estos hechos, y teniendo en cuenta además que nuestros conocimientos sobre la lengua de los celtas que se asentaron en la Península son limitados, parece cuando menos aventurado relacionar Menga por ejemplo con una voz celta men ‘piedra’. Es cierto que tal elemento forma parte, efectivamente, del término científico menhir, una palabra que los arqueólogos franceses del siglo XIX tomaron del bretón (lengua en la que la formación men + hir significa ‘piedra enhiesta’)27 y que a partir de sus publicaciones se difundió internacionalmente. Sin embargo, no basta con interpretar una sílaba (men-) de una forma lingüística y hacer caso omiso del resto de la formación (¿qué significaría –ga?), pues hay decenas de nombres tanto comunes como propios en español que igualmente contienen dicha sílaba y nada tienen que ver con una voz bretona men (de la que, por cierto, no hay rastro en el léxico hispánico).

La de García Pérez (2002: 108-109), expuesta en un trabajo de carácter diletante, intenta vincular el topónimo antequerano con una presunta “diosa montaña prehistórica” denominada no se sabe bien si Menga, Monga u Onga; el autor cree encontrar otros topónimos que derivan del mismo origen en sitios tan alejados geográfica, cultural y lingüísticamente como la Sierra de Guadarrama (donde hay un Cerro Minguete), Francia (Mingoval), Alemania (Mingolsheim), ¡y aun en Chile y en Uganda (Mengo)!

6. CONCLUSIONES

Otros autores han buscado el origen del nombre Menga en una lengua celta. Esto hizo Manuel de Góngora (1868: 61) al menos para el nombre homónimo Cueva de Menga del municipio cordobés de Zuheros que señalamos al principio de este trabajo. Tal planteamiento podía parecer razonable en el siglo XIX, cuando los monumentos megalíticos y otros vestigios prehistóricos aún se atribuían de modo general a los celtas. Hoy, sin embargo, sabemos que los celtas llegaron a la Península Ibérica muchos siglos después de la construcción de dichos monumentos, de modo que una etimología celta representaría un flagrante anacronismo (a no ser que estemos dispuestos a admitir que los celtas bautizaran un dolmen que para ellos carecía por completo de función, y que este nombre se haya transmitido a través de todos los estratos lingüísticos hasta el castellano).

En contra de lo que muchos han pensado, el nombre [Cueva de] Menga se basa indudablemente en el léxico castellano, por lo que, evidentemente, fue creado por la población local ya en época cristiana, con toda seguridad en los años iniciales de la repoblación subsiguiente a la conquista cristiana en el siglo XV. El nombre constituye un intento de interpretar lo que para quien carece por completo de conocimientos de historia y de arqueología no tiene explicación objetiva: a través de él se atribuye la construcción del dolmen a un ser fantástico de fuerzas sobrenaturales, concretamente una personaje femenino capaz de levantar enormes piedras y erigir con ellas un monumento cuya función se desconoce. El nombre se sitúa así en la línea de otras denominaciones de dólmenes de motivación análoga como Chabola de la Hechicera, Casa de la Bruixa, Mesa de las Brujas, Horno de las Brujas, Cueva del Mago, entre otras. Esta popular (e ingenua) explicación de la existencia del dolmen originariamente debió enmarcarse en un relato oral transmitido tradicionalmente en la localidad, similar a una narración en verso que se ha documentado en Baena (Córdoba) en la que igualmente se atribuye a un ser sobrenatural femenino la construcción de un monumento arqueológico. La sustancia narrativa debió gozar de amplia difusión en lo antiguo, a juzgar

27 Nada tiene que ver, en cambio, desde el punto de vista etimológico el término dolmen, que tiene su origen (según Kluge, 1975: 137), en un nombre de lugar menor córnico Tolvaen (por lo que no contiene el elemento men).

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por la presencia de numerosos topónimos similares al de Cueva de Menga en buena parte de la Península Ibérica, si bien pudo presentar en cada lugar rasgos específicos, fruto del deseo de los narradores de variar y enriquecer la tradición, y de incrementar así el atractivo de la leyenda para los receptores. Uno de estos rasgos peculiares es la inclusión en la materia narrativa de un segundo personaje femenino con el que rivaliza el principal. Este hecho consta en la narración de Baena, y podemos suponerlo también en la versión antequerana, a juzgar por el topónimo Cerro de Mari Macho, referente a una elevación vecina al dolmen de Menga que la población local consideraría morada de la rival de Menga. En resumidas cuentas, el nombre Cueva de Menga, al igual que otras formaciones toponímicas populares referentes a lugares que albergan vestigios de culturas antiguas, contiene una sorprendente cantidad de información de interés no solo lingüístico, sino también, y sobre todo, etnográfico, puesto que nos ilustra plásticamente cómo se han percibido, han valorado y han interpretado los vestigios aún visibles de culturas antiguas, y en especial los monumentos megalíticos, en épocas precientíficas.

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Desplegable con planta y vistas de Menga perteneciente a la obra Memoria sobre el Templo Druida Hallado en las CercanĂ­as de la Ciudad de Antequera, publicada por Rafael Mitjana en 1847.


Corredor de Viera desde el interior de la cรกmara funeraria. Photo: Miguel A. Blanco de la Rubia.


CRÓNICA

STELES, TIME AND ANCESTORS IN THE MEGALITHS OF ANTEQUERA, MÁLAGA (SPAIN) Primitiva Bueno Ramírez, Rodrigo de Balbín Behrmann and Rosa Barroso Bermejo1

To Rosa Enríquez Arcas. In memory.

Abstract: The study of the Menga and Viera megalithic orthostats has led to the discovery of reused steles and fragments. This has been achieved through specific protocols, focusing on analysing engravings and paintings. The new evidence about the study of the installation, re-installation and insertion of the stones at these two sites situate the Antequeran megaliths within a wider dynamic. The transport and fragmentation of stones is thought to be one of the principal characteristics of the construction of large Atlantic monuments. The chronology of these dolmens demonstrates the continuity of this system as part of the building ritual of these tombs during the whole construction sequence of megalithic monuments. Further evidence is known at emblematic sites along the European Atlantic façade. Menga and Viera are the final outcome of elaborate systems of stone monument transformations, whose initial formula was based on large sculpted anthropomorphic representations.

Keywords: Megaliths, Stele, Menhir, Megalithic art, Neolithic, Chalcolithic.

ESTELAS, TIEMPO Y ANCESTROS EN LOS MEGALITOS DE ANTEQUERA, MÁLAGA (ESPAÑA) Resumen: El estudio de los soportes de los dólmenes de Menga y Viera mediante protocolos específicos orientados a analizar posibles grabados y pinturas, ha dado como resultado el hallazgo de estelas y fragmentos de estelas reutilizadas. La instalación, reinstalación e inserción de estas piezas en los dos monumentos cuyo estudio tenemos más avanzado, sitúa los megalitos antequeranos en la dinámica de traslado y fragmentación de piezas que caracteriza la construcción de los grandes monumentos atlánticos. La cronología de los malagueños concreta la continuidad de este sistema como parte del ritual constructivo de estas sepulturas a lo largo de toda la secuencia constructiva del megalitismo, lo que dispone de evidencias en otros emblemáticos sitios de la fachada atlántica europea. Menga y Viera constituyen la imagen final de procesos elaborados de transformación de monumentos de piedra cuya fórmula inicial se basa en grandes representaciones escultóricas de carácter antropomorfo.

Palabras clave: Megalitismo, Estelas, Menhires, Arte Megalítico, Neolítico, Calcolítico.

1 Area de Prehistoria. Universidad de Alcalá. [p.bueno@uah.es]; [rodrigo. balbin@uha.es]; [rosa.barroso@uah.es]

Recibido: 10/07/2017. Aceptado: 23/11/2017

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PRIMITIVA BUENO RAMÍREZ, RODRIGO DE BALBÍN BEHRMANN AND ROSA BARROSO BERMEJO

1. INTRODUCTION Several studies published about the graphic discourse in the dolmens at Antequera form part of a wider project aiming to determine patterns in the location, transport and transformation of the decorated stones associated with the development of megalithism in the southern Iberian Peninsula. Our objective is currently to compare the results obtained in this region with data from monuments on the Atlantic seaboard in order to analyse the forms of interaction between Western Europe megalithic monuments through the materialisation of symbology on the large stones in the tombs. Several factors have to be borne in mind when addressing this project. They include the relationship between the raising of the large stones and other graphic expression in the territory of farming and metallurgical groups in southern Iberia (Bueno et al., 2004a, 2006, 2013a, 2014a, 2014b) and the insertion of these processes in the system of building tombs (Bueno et al., 2013b, 2016a). Antequera in particular and Iberian megalithism in general have become clear points of reference for an understanding of graphism in Late Prehistory of Europe and its role in the areas occupied by the megalith builders. Its presence in territories marked since the Upper Palaeolithic reveals a diachronic dimension to the formulation of complex ways of defining, using and identifying the fertile land in the valleys, within which tradition was one of the ideological arguments to make control over them explicit (Bueno, 2009; Bueno et al., 2009a). This paper focuses on proposing hypotheses to analyse the building sequences in the large Antequeran monuments, through the presence, position and study of steles and menhirs. These stones are evidence of phases prior to the present situation of the dolmens in the same way as at other megalithic sites in Europe .The rebuilding events to be described are supported by the documentation of previous structures underneath the tumuli of Menga and Viera, including radiocarbon dates (Aranda Jiménez et al., 2013; Lozano et al., 2014). This is very convincing evidence that is rarely found at European sites of the same kind. The relationship of possible open-air structures or old megaliths in which the large stones would have played an important part before being inserted in the megaliths subsumes the dolmens at Antequera in the elaborate social

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processes documented at other megalithic sites on the Atlantic seaboard, visible in the sculpted images that have reached our days. A complex history on Menga hill, similar to that at other European megalithic sites that acted as depositories of the remembrance of ancestors (O’Sullivan et al., 2013), most closely correlates with the evidence presented here.

2. MEGALITHIC ART AS A BIOGRAPHY OF THE MEGALITHIC MONUMENTS The idea that research on graphic activity is on the sidelines of the overall study of these populations has exerted a significant influence in recent prehistory (Bueno and Balbín, 2009). Some of the teams working on megaliths do not consider it necessary to include specialists on graphic representations and this is harmful not only for a desirable hypothetical full documentation but patently also for the conservation of the engravings and paintings. Recent cases at Antequera itself illustrate this, as the paintings at Menga, which were evidently poorly preserved, were erased almost completely when the site was last cleaned (Carrera, 2009: 240). This contrasts with research in which a prior study of the orthostats has succeeded in making positive identifications, as in the recent work at the dolmen in Soto, Huelva. There, a prior study to identify pigments before Cresarte carried out restoration work (Unpublished report of the Delegation of Culture in Huelva 2012; Bueno et al., 2014c) revealed artificial colouring (red, white and black), which was protected when the orthostats were cleaned. From the point of view of the study of rituals, the demonstration of several operations on the stones is extremely important information to be able to interpret the “biography” of the monuments. Protocols applied to the study of each of the stones, regarded as a panel, have succeeded in detecting evidence of individualised work (Bueno et al., 2007); deliberate cuts that attest the inclusion of fragmented material (L’Helgouach, 1983; Le Roux, 1984; Briard, 1993; Scarre, 2009), and engravings that were re-carved, changed or moved from other places (Shee, 1981; Bailloud et al., 1995; Bradley, 1997; Mens, 2008; Bueno et al., 2009b), or re-painted (Carrera and Fábregas, 2002; Carrera, 2009; Bueno et al., 2009c, 2015a). One of our objectives is to

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contribute data to the “biography of the stones”. Their individualised analysis is vital to be able to reconstruct each of the events in which these stones participated and the architecture in which they were inserted; from their selection and shaping to their decoration and installation in their foundation and then to their maintenance throughout their use (Bueno et al. 2015 b, 2015c; Laporte et al., 2017). All these observations derive directly from the protocols applied to the study of the depictions in megalithic monuments. This approach is therefore a fundamental parameter in the documentation of the actions of reuse, maintenance and transformation of the funerary structures. Data obtained so far in the Iberian Peninsula confirm that the quantitative level of this kind of evidence increases when protocols aimed at documenting it are implemented. Thus, in contrast with the traditional interpretation of recycled elements exclusively in the Bretagne areas (Migdley, 2013), it can now be considered that such events were equally common in the Iberian Peninsula. The same types of protocols are beginning to provide similar results at other Atlantic megalithic sites (Hensey and Robin, 2011). The megaliths we see today are the final outcome of a sequence of transformation, maintenance and rebuilding (Laporte, 2010). Interpretations with a testable basis in the protocol for the analysis of

the decorations in monuments have yielded data that would have been unimaginable for this kind of assessment only a short time ago. This dynamic hypothesis regarding the large constructions is beginning to determine points of reference in a large part of the structures that have been studied in depth. This is the case of the Antequeran dolmens. Although the graphic documentation has not been fully completed, the evidence so far obtained in Menga and Viera have revealed the major role of the reuse of the oldest stones in their constructions. We also suspect that stones were reused in Romeral, as indicated by the menhir fragments cited in other studies. Similarly, the system of the preparation of stones in both monuments and the decorative applications relate the two structures very closely, and this leads to a necessary reflection on the possible source of the large steles that were used to create the dolmens of Menga and Viera as we see them today (Fig. 1).

3. RECUPERATING PASTS: THE CASE STUDIES OF MENGA AND VIERA Our team’s research has not been able to adjust to a continuous period of study due to administrative issues. We began by documenting the stones in Menga dolmen, including the identification of

Fig. 1. 3D reconstruction with contour lines of Viera and Menga “twins” tumuli from J. A. Peña Ruano y T. Teixidó Ulloa, 2009:172.

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pigments with an X-ray fluorescence tube. This achieved the first analytical confirmation, in addition to the photographic evidence that had already been obtained, of complex pictorial applications in the dolmen (Bueno et al., 2008, 2009a, fortcoming). The next phase of our work at Menga is aimed at working with the original photographs in order to obtain restituted images, from which copies of the depictions will be made. Work still needs to be done, but the interpretation that can currently be made suggests a complex process of the movements of stones in which these each play an individual role, in addition to their evident collective role as they were brought together to create a single monument. Data from Viera helps to understand the events documented on the Menga stones. The orthostats are preserved better and their surfaces can be used more easily to reconstruct the successive stages, from old steles with motifs in relief with large redpainted zigzags, accompanied by large horizontal series of triangles, also in red, to the successive layers of white, red and black layers that indicate their maintenance throughout the time in which the two structures were in use. Chamber, ante-chamber and passage, with different heights and widths, are the components of both monuments. The proportions in Viera are smaller in total height, but not so different in length: 21 m in Viera and 27.5 m in Menga. In the latter structure, the different spaces are clearly larger. However, despite its greater proportions, it seems that Menga does not have a passage, which agrees with the data obtained in the excavation of the access area. The geology in Viera is very homogeneous, as most of the stones are of calcarenite in the foreshore phase. This type of rock is also found in Menga, but other types of calcarenite indicate that the raw materials for this monument came from other sources. Geological evidence of the same type is concentrated in an area near the dolmens, between Los Remedios district and Santa Cruz Hill (Carrión et al., 2009). This was therefore a quarrying area in common to the two monuments. The chamber in Viera is easily differentiated. It is an enclosed space with its access through a quite small door where it is necessary to stoop. The stone was carved after it had been used as a stele. The decoration on the stele has clearly been cut through

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on both faces and the door was carved by centring on the fragment of stele that is still preserved (Bueno et al., 2013b: 260). Its preparation as a door included painting red and black stripes that can still be seen on some of its corners, especially on the side facing the interior of the chamber. The image of some Mediterranean monuments with a perforated access door made from a stone that had previously been a stele is very revealing as regards our hypothesis about the Viera chamber door (Fig. 2). The door carved in a similar way in the open passage is larger, both in the height of the stone itself and in the opening. However, it is noticeably thinner. It was also decorated with paint (Fig. 3). The type of work needed to create these doors can be identified in Orthostat 2 at Menga. Vertical stone carving shaped the side of what might have been the start of the same kind of working. It also resembles the Bobadilla stele, perhaps the mobile part of a carved stone (Bueno et al., 2009a). Its reuse is convincing: the stone is fragmented. It is possible that Menga had a carved door in its outer access that was restructured at some time in its use. Indeed, the position of this stone would coincide with that of a possible threshold. Another explanation may be the reuse of this stone, taking it from another tomb. Some sculpted preparations of hypogea in Alcaide necropolis (Berdichewsky, 1964; Giménez Reyna, 1954) support this relationship. The closest example to our idea is the door of Hypogea 14 (Tovar et al., 2014). The proximity of the hypogea on Marimacho Hill (González et al., 2014) would facilitate this transport, but in fact, no doors of this type have been documented at its necropolis (Fig. 4). In Viera, the ante-chamber is defined by four stones, two on each side, contiguous to the chamber, while the start of the first section of the passage is shown by the decrease in height and lesser intensity in decoration. The second section of the passage begins in the modern door and is again identified by the difference in height and the presence of stones that are different from those in the rest of the tomb. They tend to be rectangular but narrower than those in the interior, and their surfaces are full of cupmarks. These are mostly natural, but artificial marks were added in order to create circles, lines and zigzags. It is even possible that some of these stones only display artificial cupmarks that “copy” the natural forms on the stones in the rest of the passage (Bueno

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Fig. 2. Above: outside and inside view of the stele used to excave the entry of Sa Coveccada’s megalith (Sassari, Sardinia). Below: perforated door’s obverse and reverse at Viera’ chamber. Upper and lateral cuts show the reuse of a bigger stele for this specific space. Photographies by R. de Balbín.

et al., 2013b: 257). In contrast, the old outer door was fitted on a stone of the same kind as those inside the monument, better worked and smooth, as well as prepared with a vertical groove, probably carved with chisels with a narrow straight edge, which may have held a wooden door. Part of this passage was

also covered but, as mentioned above, it formed a different section of the access to the monument. The standard of engraving in this section is noticeably higher than in the inner sections, and the most frequent techniques employed were pecking and abrasion (Bueno et al., 2013b: 260) (Fig. 5).

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Fig. 3. Viera’s view from the sculpted door. Photography by R. de Balbín.


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Fig. 4. Hypogeum’s 14 door from the Alcaide’s necropolis (Tovar et al., 2014:122); entrance door from Viera’s chamber; orthostat 2 from Menga and Bobadilla’s stele. Photographies by R. de Balbín. Menga’s dolmen elevation with possible doorstep by J. R. Menéndez de Luarca and P. Soler.

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Fig. 5. Detail of the sculpture in the corridor’s door and its coloured stucco still visible. Photography by R. de Balbín.

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The paint that still remains on many of these stones shows that their outer surfaces resemble those in the rest of the monument. Evidence of lime and rows of triangles filled in red are especially common, together with well-conserved remains of “stucco” on the inner door, consisting of a white undercoat with red and probably black paint on top, quite similar to the decoration on the door to the chamber. The stones in the chamber and ante-chamber best preserve painted decoration. The only motif, apart from geometric patterns, is anthropomorphic and resembles the forms detected in the famous engravings at the entrance to Menga (Orthostat 3) and in other monuments in the region (Maura et al., 2006)

(Fig. 6). The red figure was painted on a delimited surface on the stone, which had been smoothed previously. The technical sequence was identical to the one recently identified by our team in the production of painted figurative motifs in Soto Dolmen (Huelva). Among the geometric motifs, two types of application can be appreciated, as already explained: a deep red colour over lines of zigzags in relief, which are known to belong to an earlier phase because the engravings are usually cut through on the outer edges of the stones. Good examples are the stones in the door of the chamber, on the inner and outer faces, or the upper part of Stone 14 in the ante-chamber.

Fig. 6. Red painted anthropomorphous in orthostat 11 at Viera’s dolmen. Photography by R. de Balbín.

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Fig. 7. Adverse, reverse and detail of the top of Menga’s Pillar 2. Serrated outline’s around the Pilar are visible, together with a cut in the upper section. Photographies by R. de Balbín.

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Fig. 8. Frontal slab of the chamber. It has been prepared to have a pointed end in the left lateral and a rounded finish lower section. Photography by R. de Balbín.

Other engravins are found on the old stones. These are narrower and rounder kinds of relief than can be seen particularly well on the outer face of the door but which also appear on its inner face and on other stones. They usually form geometric motifs in rows, including wavy lines and zigzags. The sun in the upper part of the outer face of the chamber door is the only example known so far of ideographic motifs produced with this technique. This same type of relief is also found on some stones in Menga, especially on Pillars 1 and 2, in this case within the range of geometric patterns of zigzags and wavy lines. Their sides and the upper parts display irregular cuts in a surface that had been shaped previously, and these produce a very striking toothed profile (Fig. 7). The technique was very similar to the one documented on the Bobadilla stele. Of particular interest is the smoothing of the areas in relief, which created a special quality to the raised surfaces, and this effect is seen in the best conserved motifs in Viera, such as in the case of the sun (vide. Fig. 4). This interpretation of cut stones matches the results of the formal study of the stones in Viera ante-

chamber, where some of the upper surfaces were cut back obliquely, as also seen in the stones in the chamber. This has been interpreted as evidence of the fragmentation of larger stele. With their pointed upper parts, tending towards triangular shapes, these stones would have been “decapitated” when they were broken up. The conjunction of oblique cuts on the left and right sides (always on one of them, never on both sides of the same orthostats) may show that two stones may once have formed part of the same original stone. It is more difficult to make the same kind of observations in Menga, although some evidence suggests that large steles were included in the monument. This may be the case of Orthostat 10, cut through on the top right by some abrupt blows that reveal a semi-circular head through the volumes obtained. However, the clearest work is seen in the headstone that was noticeably cut and smoothed on its left side. The original stele was placed on its side with the top towards Orthostat 11 and three-quarters of it is visible. The other part of it is fragmented or was fitted in the hole where the headstone was placed (Fig. 8).

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Fig. 9. Upper section of the entrance door from Viera’s chamber. It can be appreciated the cutback of the support as well as the lime covering of the chamber. Photography by R. de Balbín.

As noted some time ago, and as we now know, the capstones in Viera display evidence of old red paint, at least in the ante-chamber. The cover of the chamber has notable remains of lime on the inside. The exceptional fact that they can be seen in the gap between the frame of the chamber door and the cover shows that this layer of lime is old (Fig. 9). It was applied before the chamber capstone was placed in its present position. Therefore, rather than a capstone in Viera, it is a reused stele. The sequence of red paint and the application of lime can be seen on other stones, especially in the antechamber. It is hoped that the continuation of our research will provide graphic and analytical data

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with which to reconstruct events of this kind for each of the capstones in this monument (Fig. 10). Lime can also be seen on the capstones in Menga, as well as some signs of red paint. However, it is prudent to carry out the relevant analyses to confirm this in all or some of the examples. In this respect, the amount of lime visible on the moved part of Orthostat 15 is a further argument in the hypothesis of old preparation for the capstone in Viera chamber. The position of this stone, the rear of Orthostat 15, is suggestive. In the latest plan carried out by Carrión’s team (2009: 155), the break in the architectonic plan between Stones 13 and 16 can easily be seen. Stones 14 and

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Fig. 10. Chamber and antechamber’s roof covers from Viera’s dolmen. Lime remains in the chamber and in the second slab in the antechamber. Also, red paint remains on the antechamber’s first roof cover. Photographies by R. de Balbín.

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15 are located inside the line followed by the rest of the wall, as well as being noticeably narrower stones. Their capstones are supported more on this side than on the other side, as in the case of Capstones 1 and 3. In these large constructions, the tumulus and particularly the buttressing of the chamber are the parts that the capstones rest on, and which support their weight, whereas, if not passive agents, the uprights play little part in supporting the weight of the capstones. Great conclusions cannot be extrapolated from these observations, but it is possible that the distortion in the alignment of the stones is connected with a reconstruction of an older space. The rear of Orthostat 15 suggests that older stones are behind Stones 14 and 15, which would explain their unusual current position. They would have been fitted in order to propose a linear sequence that would have changed a more open direction, which is what can be deduced from the current position of the rear of 15. The distortion between the two lines would have left this stone visible and, for this reason, it received the lime corresponding to the second decorative phase in the construction. In any case, this needs to be investigated further. In fact, this disruption is thought to be a broken part of Orthostat 15 itself. The work in progress will probably provide more precise information (Fig. 11).

Documentation already published about the cover of Menga chamber relates the engraving techniques used with those seen in Viera passage. The current state of the stone does not allow a determination of whether or not it was decorated again; although the white of lime is visible, this is still without analytical confirmation. Photographs taken in the archaeological documentation by the Menga team are able to reconstruct its outer shape with a central protuberance, as well as the careful shaping in its outline, which is clearly trapezoidal (Fig. 12). The other capstones in Menga are noticeably similar in their shape and preparation. This is easier to observe by using the images prepared for the 3D reconstruction of the monument (Source: Dolmens of Antequera) together with the textures from our own photographs. To improve the external interpretations of the stones, we have made use of the organisation of the documentation of all the research in Menga, based on the work carried out by Soler and Menéndez de Luarca. Capstones 4 and 3 must originally have been a single stone with the same trapezoidal shape as Capstone 5. This can be deduced from the way their edges fit together perfectly, and from their identical raw material and the joint work in their whole perimeter.

Fig. 11. General view of orthostat 15. Detail: Displaced area of the orthostat 15. Photographies by R. de Balbín.

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Fig.12. Menga’s roof cover reconstructed through 3D documentation of the Antequera dolmens and photographic documentation by Malaga’s team. Adverse was reconstructed with the photographic documentation of R. de Balbín. Reconstructed by F. J. López Fraile.

Fig. 13. 3D reconstruction of Menga’s roof covers. Source: 3D study of the Antequera dolmens and photographic documentation of interventions in Menga’s dolmen, by J. R. Menéndez de Luarca and P. Soler.

In the other two capstones, the notch in one side of Capstone 2 is of interest (Photo) as it is possible that this aimed to achieve an anthropomorphic appearance (Bueno et al., forthcoming). Similarly, in the stone nearest the entry, the shaping of the outer part and the perfect horizontal cut above the modern door can be appreciated. The feasibility of this hypothesis will continue to be analysed, but it is quite plausible that the trapezoidal capstones in Menga dolmen, worked around their whole perimeter and displaying clear signs of reproducing anthropomorphic figures, are stones that had seen a previous use (Fig. 13). The trapezoidal shape of these steles means that they were possibly cut into three portions, which seems to be the most common pattern in Viera and in some uprights in Menga. The pillars may have been made

with some of the remaining thirds. A basic study of the thickness of the stones is difficult without more precise measurements of the non-visible sides of each orthostat and capstone. However, the thickness of the stones in the access to Menga is the same as that of the pillars, especially with 1 and 2. The thickness of the inner door in Viera, which was undoubtedly cut from a larger stone, is considerable and equally supports the hypothesis that the original steles must have been large, not only in height but also in thickness. The evidence of all the capstones in Viera, which are much larger than the space they cover, is very revealing in this respect. The trapezoidal shapes of the slab in the chamber and those in the passage are coherent with this hypothesis of previous steles (Fig. 14).

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Fig. 14. Size comparison of Viera’s stele, left, and Menga’sorthostat 10 and roof cover.

The work of refitting the stones to build Viera dolmen included painting a coat of white pigment. When the stones were placed to form the tomb as we see it today (except for the missing part of the passage cover), decoration in the form of horizontal bands of red zigzags, which must have been completed with black, was painted over the white undercoat. The black pigment is more poorly preserved but is still visible. In the chamber, the decoration took the form of black and red stripes over the white layer, which covered the older decoration of red triangles and relief in red. This decoration also appears in Menga, where Orthostat 11 and Pillar 1 are clear examples showing that the superimposition of the paintings of triangles by stripes also occurred in the large monument (Bueno et al., forthcoming). The degree of conservation of the paintings in Viera adds an interesting nuance. It seems that the over-painting of stripes directly links the chamber area in the two monuments, although more evidence is needed to be able to confirm this. The dates obtained in Menga and Viera (Linares and García Sanjuán, 2010; Aranda Jiménez et al., 2013; Lozano et al., 2014) define the stages prior to the construction of both monuments, in the first half of the 4th millennium cal BC. The agreement in the dates from under the mounds contributes certainty in the time of the activities before the construction, and this time can be established as a point of reference for the steles that acted as the starting point for building the large monuments. The dates from Viera demonstrate that the monument had been built by the first half of the 3rd millennium, as it was being used for mortuary deposits. The monuments were built during that span of time, which must also have

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included the additions to the passage in Viera and possibly the rebuilding of the access area at Menga. This approximate chronology, of great interest, provides new arguments to the data obtained in the graphic discourse in both monuments. Menga and Viera are closer in time than was thought and it is even possible that some of the reused stele fragments employed in building the two monuments came from a single earlier group of steles. The stages in their introduction and re-installation follow a very similar pattern: decoration of large red triangles, over which a white base and striped decoration were painted. Therefore, the study of the decoration in both monuments has shown great analogies that suggest they were built at a relatively similar time, as argued in a text that has taken longer to be published than was expected (Bueno et al., forthcoming).

4. THE SOURCE AS A SIGNIFICANT FACTOR IN THE RITUAL OF THE LARGE STONES In recent years, research on European megaliths has stressed studies on the sources of materials, either for the buildings themselves or for the objects forming part of the grave goods. Many varied hypotheses have been proposed within the search for the sources and the relationship between geology and megaliths (Bello et al., 1982) and the consideration of motives related with ritual and the exhibition (Scarre, 2002, 2004) of certain types of stones because of their distant provenance, weight or colour. The addition of old steles and menhirs observed in Bretagne (L’Helgouach, 1983; Le Roux, 1984; Briard,

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1993; Cassen et al., 2009) pointed towards the ideological realm. Recent research has placed the weight of selection on the relationship between the stones and their significance as human images identifiable to the people who raised, transported and reinterpreted them. Their role in the ideological construction of the megaliths is becoming increasingly important. In the Iberian Peninsula, and especially in the south, where we have worked most intensively, a very large number of stones were reused. This is suggestive of a reiterative dynamic making explicit a generalised reuse of old stone images in order to generate new pasts (Bueno et al., 2013a, 2014a, 2015c, 2016a). The monuments themselves do not only have a biography. Each of the stones possesses an individual biography which, when added to the other biographies of reused old stones, helped to give content to a new past that was constantly being built until the monuments were abandoned. At that time, some anthropomorphic stones were frequently positioned either at the entrance of the tomb or above it (Bueno and Balbín, forthcoming). The most widely accepted interpretations situate this process in the building of the monuments, but in reality, the system in these constructions employed the movement of large stones from external buildings or between megaliths as one of their most solid ideological arguments. The strong bond between stones and ancestors was clearest in the second half of the 4th millennium and first half of the 3rd millennium cal BC (Bueno et al., 2007, 2010). Large monuments were built at that time, like the ones in Antequera, or other very large ones in Bretagne, Ireland or Britain. The source of each of the stones in these monuments is very varied and, in some cases, still unknown. New mounds were sometimes built over old monuments, or new monuments were built with old stones. The stones were often added without any modifications, as archaeological studies can show, whereas on other occasions the old stones were smashed and were replaced or covered by new uprights. This seems to have happened in the dolmen of Lagunita I, in Extremadura (Bueno et al., 2013c) and in Dolmens 3 and 4 at Pozuelo or in dolmen of Soto both in Huelva (Bueno et al., 2014b; Linares, 2011). Many nuances have to be taken into account. Perhaps the most evident is that stones were reused in the sense of expolia in the classical world, which

would be explained by the constant reworking of the same places. However, the anthropomorphic image was normally the main objective of these stones and some of them were transported, and therefore had been sought .The fact that some of them had been part of complex constructions in their original location equally points towards the ideological role of old stones in the building of megaliths (Bueno et al., 2014a, 2016a). Observations about breaking up stones in the monuments themselves are of great interest as they are indicative of buildings undergoing constant change (Masset, 2010). The classic example of Gavrinis (Le Roux, 1984) suggests another explanation: the old formulas were repeated, but by new builders. The presence of identical depictions on the front and back of that large monument also confirmed the permanence of those references over time, as equally argued for the Iberian Peninsula (Bueno and Balbín, 1992). The stone with hafted axes in the dolmen of Alberite II is a clear example of the reinterpretation of the same motifs on the front and back of orthostats (Bueno et al., 2007: Fig. 11, 2013a: Fig. 18). The hypothesis of formal permanence, in the sense of a clear difference in time between the oldest graphic formulas applied to megaliths and the more recent ones, has been supported by an increasing amount of chronological data (Bueno et al., 2007; Carrera and Fábregas, 2002). This systematic is best correlated by the work that is applied to the totality of the ritual of the ancestors to reiterate the argument of the past as social justification. However, as we have pointed out in several papers, this continuity should not be regarded as static. On the contrary, ideological exhibition of the past is the clearest evidence of the social transformation of the contents of European megalithism. The development of anthropomorphic images and their relationship with formulas defined from the territorial point of view (Bueno et al., 2005a, 2007, 2011a) enables the insertion of this type of argument in the definition of the social status of social groups with increasing affluence. The figures of the ancestors were accepted, adapted and inserted in tombs used by specific segments of the population (Bueno and Balbín, 2006). Portable anthropomorphic objects, easily transported, became medium-sized steles, as documented in

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the dolmen of Palacio III. A trapezoidal shape, with engraved and painted decoration, is an interesting example of the transfer of widely-known forms in portable figures to sculpted images, which in the case of Menga and Viera were materialised in very large versions. Without entering into a study that goes beyond the objectives of the present paper, it is interesting to cite the role of the Iberian Peninsula in the development of this type of anthropomorphic formula, characterised by geometric garments, whose appearance at some European sites can be dated by the large Antequeran steles in a way never imagined before. Research in southern Iberia in recent years has provided further interesting information to understand the value of display in the Antequeran monuments. Recent studies at Pozuelo 3 and 4 have shown a double group of mounds that repeats the image of twin dolmens at Antequera. Archaeological information obtained by Linares (2011) highlights the close relationship between these monuments and previous buildings, supported by reused steles from the first construction (Bueno et al., 2013a, 2014a). Both monuments display steles, but they are different from one another. Some reproduce Almizaraque-type anthropomorphic idols and the others, decorated plaques. The hypothesis that

each of the monuments was the burial place for the ancestors of lineages with different origins (at least at first) is very suggestive. This interpretation would connect with widely-accepted formulas in the expression of the material traits of each of these figures (Bueno, 1992, 2010; Hurtado, 2008; Robb, 2008; O’Connor, et al., 2009). Within this interpretation, Menga and Viera suggest the burial place of ancestors that are associated with a single type of figure with an identity component, revealing solid ties between groups with evident demographic depth, capable of sustaining this type of display socially and economically. This conjunction shows that these monuments represent some of the few examples in southern Europe of a powerful social organisation with the capacity for ideological centralisation, as seen in the unity of its materialisations (Fig. 15). This kind of conclusion is normally reached through evidence of the circulation of prestigious goods, their provenance and other types of considerations. Antequera provides the material significance of its large steles to add evidence (weight, capacity of social mobilisation, knowledge of graphic and technical formulas) that contribute to quantifying the value given to this kind of generation of the past.

Fig. 15. General view of Pozuelos’s number 3 and 4 dolmens, archaeologically studied by J. A. Linares. To the left the steles correspond to each one of the burials mounds. Photographies by R. de Balbín.

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If the argument f the ancestors is convincing to understand the oldest megaliths, the development of recent megalithism noticeably intensifies these displays of the past. This highlights the role of these concepts in a ritual that is often contemporary with deposits including bell-beakers (Bueno et al., 2005b). Antequera is the most important example of these processes of construction and reconstruction of pasts in the late Neolithic and Chalcolithic. The possibility that there was an old tomb in Menga has already been mentioned, although it needs more solid evidence that we hope to obtain in future studies. Other possibilities would be convincing. The menhir at Romeral would make sense in groups of this type of megalith, which are known to exist in other parts of Andalusia, especially the cromlech underneath the dolmen at Llano de la Belleza (García Sanjuán et al., 2003; Bueno et al., 2013a).

In Menga, the general trend of research suggests another interpretation. The large fragments of stone discovered in the sections dug by F. Carrión in the lower part of the northern slope and in front of the monument may indicate that a cromlech existed outside the dolmen and its stones were destroyed (Fig. 16 and 17). This sequence: cromlech - destruction of stones - reuse, to build a tomb or tombs has also been documented in the dolmen of Soto, with an architecture that is very similar to that at Antequera (Fig. 18). This hypothesis also needs more explicit evidence, but it is suggestive in the present state of our knowledge in Andalusia. It also coincides with the situation at other Atlantic sites, especially New Grange, and proposes a sequence of open-air and covered constructions (and vice versa) of great interest in an analysis of the ideological role of these large stones.

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Fig. 16. General plan of the archaeological interventions at Menga’s dolmen. Made by J. R. Menéndez de Luarca and P. Soler.

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Fig. 17. Thought reconstruction of the outside stone line, made by J. R. Menéndez de Luarca and P. Soler, based on F. Carrión’s aerial photography and archaeological documentation.

Fig. 18. External circle’s reconstruction of Soto’s dolmen. Photography by J. A. Linares.

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Menga and Viera reflect, like few other Iberian monuments, the changes that took place from the 5th millennium to the second half of the 3rd millennium cal BC on the hill where the monuments were built. If the presence of a large outer circle can be proved, it is likely that the archaeological evidence found will be related to that phase of use. If the presence of an older megalith at Menga can be demonstrated, the sequence may be more complex. The two options may have occurred together, with an old megalith surrounded by a cromlech with a large diameter, which was re-structured to build the monuments we see today. In any case, the steles in the first construction had a pointed head, were quite high, wide and thick, and were decorated with oblique reliefs on the sides, which were painted over with horizontal bands of red and black triangles to represent the persons’ garments. Like at some sites in France (BenéteauDouillard, 2012) and on Mediterranean islands (D’Anna et al., 2006), the size of the steles may have varied. Menga has the largest stones in its cover, with a décalage in their volume from the huge size of Capstone 5 to the smaller stones in the cover near the entrance. These are more similar in size to the reused stones in Viera (vide Fig. 14). As stated above, the old steles may have been coetaneous with the dates obtained beneath both tombs, in the first half of the 4th millennium cal BC. The stones in Menga and Viera are much larger than those at other sites and the dates suggest an age whose relationship with classic megaliths needs to be studied in greater depth. Similar sizes have been observed in old menhirs at Anta Grande de Zambujeiro (Bueno et al., 2014a) in the Iberian Peninsula and, naturally, in the well-known examples in Bretagne. It is possible that in the second half of the 4th millennium cal BC or early 3rd millennium, the previous cromlech, alignment or structure was partly taken down to build the two monuments. OSL analyses in progress in Menga will help to determine patterns for the chronology of this process. In this way, a common past was created for two groups or lineages that appropriated the history of the ancestors, including some of the old steles, in the buildings. The decorative process in both tombs was the same. When the stones were fitted in their holes, a white layer consisting mainly of lime was applied to

them and series of red zigzags completed with black were painted on top of this. Later repainting with red and black stripes is equally seen in both tombs. Finally, some of the stones in the two monuments display a thick coat made of red pigment and charcoal, but attempts to date this have been unsuccessful. This long sequence supports the hypothesis that the decoration in Viera was being repainted until the end of its use (Aranda Jiménez et al., 2013). The identification of these stones and their decoration brings to mind well-known sites in the south of France (Maillet, 2010). The archaeological site of the cist at Reguers del Seró (Lleida) and its alignment (López et al., 2009) yielded a radiocarbon date for a similar process in the first half of the 3rd millennium cal BC, which matches dates for similar events at European sites; the best known is probably PetitChasseur (Harrison and Heyd, 2007). The idea of the past constantly reinterpreted, exhibited and flaunted best explains the movements of large stones in all Europe. It is the ideology of ancestor worship that justifies the position of communities in their lands, linking ancestors, materialised in stones, fragments of stones and human remains, with the monuments that hold their genealogy.

5. TIME OF ANCESTORS Research in the dolmens at Antequera has discovered a series of elements, some of which have been described here, in connection with the process of building the megaliths. The close relationship between events and steles, similar to the situation at megalithic monuments in other parts of Europe, shows that the presence of the stones, the detailed study of their position and therefore of their role in the construction, and the analysis of their graphic representations, contribute a significant increase in the evidence to understand the biography of these monuments. The hypotheses proposed here open up many lines of research to explore in the study of this group of megaliths. Menga and Viera are beginning to be appraised as important examples of the scale of labour and social cohesion in the building of old structures in southern Europe. The possibility of obtaining a feasible period of time for these events is not too common. Most of the dates employed to

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interpret the reuse of large stones focus on their use in the new structure. Hence, the data that has been and will be obtained at these tombs will be of great interest. The acceptance of an age of large stones before the oldest megalithic monuments in Europe has become commonplace since the studies of L’Helgouach in Bretagne. In contrast, the evidence that this kind of event was perpetuated and even expanded in more recent phases within the construction of European megaliths is not so widely accepted. On one hand, fewer data is available from the quantitative point of view and, on the other, it is generally thought that building stopped in the 3rd millennium cal BC and was replaced by individual burials in the bell beaker ritual. Sites studied in recent years in southern Iberian, especially in Andalusia and Extremadura (Bueno et al., 2004b, 2009b, 2013b, 2013c; Linares and García Sanjuán, 2010; Barroso et al., 2012; Linares and Vera, 2015; Aranda Jiménez et al., 2017 and others) have raised the possibility of this other reality. Many of the megaliths correspond to successive constructive events that became especially frequent after the end of the 4th millennium cal BC. This hypothesis agrees with the chronology of some of the large monuments in Ireland and the Orkney Islands, the places that have provided most evidence of constructions built in late stages of megalithism (Bayliss et al., 2007). Stonehenge is a good case study of the same processes in open air sites (Darvill et al., 2012). The site is equally in harmony with Mediterranean monuments. The position of Andalusia greatly helped to control prestigious products and their movement between the Mediterranean and Atlantic (or vice versa), indicating the need for a new appraisal of its role in exchange networks in southern Europe (Bueno et al., forthcoming). These events are related to evidence visible in the territories of the builders, both paintings and engravings in the open air and other stone structures. The menhirs at Piedras Blancas, at the foot of Peña de los Enamorados and therefore visible from Menga dolmen, suggest possible ancient points of reference in the Antequera area for this systematic of stones erected in memory of ancestors (Bueno et al., 2009a, forthcoming).

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Menga and Viera contribute the materialisation of anthropomorphic figures of the past as an ideological argument for the construction of new pasts in the form of very large monuments that might have been standing in the second half of the 4th millennium and definitely were in the 3rd millennium. The characteristics of these steles: figures tending towards a trapezoidal shape with a marked head, and garments with geometric patterns, especially triangles and wavy lines, repeat known formulas in the framework of southwestern megalithism, with smaller versions at other sites, such as the dolmen of Palacio III. They confirm the major role of the representations of ancestors as evidence of the permanence of these points of reference in this ideological context, repeating graphic patterns with many other examples in Europe. In this chronological framework of late megalithism, evidence of the role of prestigious objects in ancestor rituals becomes more common. Ivory, gold, amber and variscite are indicative of this tendency towards display at funerary sites. Its symbolic version was materialised in steles taken from other structures with the value of the past, as an argument within social display that aimed to define the importance of some groups or lineages. Our knowledge about the circulation of these prestigious objects in Andalusia has increased greatly in recent years (rare stones, variscite, ivory and amber) (Scarre et al., 2011; García Sanjuán et al., 2013; Murillo and García Sanjuán, 2013) and it fits within other studies in the whole south-west (Valera et al., 2015) and regions in the interior of Iberia (Bueno et al., 2000, 2005b, 2011b; Liesau and Blasco, 2012). Display in the mortuary sites corresponds to intensification in decoration and the use of old references to the past, thus contributing to define the images of synchronisation between past and present among the builders of the megaliths.

ACKNOWLEDGEMENTS This paper forms part of the results of the projects HAR2012-34709 and HAR2015-68595-P. J. R. Menéndez de Luarca and P. Soler collaborated closely by contributing results of their intensive documentation of Menga dolmen in order to establish the basis of a project for its impermeabilisation and conservation which still has not been carried out.

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We would equally like to thank the Conjunto de Dólmenes for its support of the documentation, especially to Rosa Enríquez Arcas and its director, Bartolomé González. We are grateful to J. A. Linares for the opportunity to study the decorations in the Soto and Pozuelo monuments and for the use of photographs related to them in the present paper.

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RECENSIONES Rodríguez Díaz, Alonso; Pavón Soldevila, Ignacio y Duque Espino, David M. (eds.): Historias de tesoros. Tesoros con historia. Universidad de Extremadura, Junta de Extremadura – Consejería de Economía e Infraestructuras y Grupo de Estudios Pretagu, Cáceres, 2017, 364 páginas, ilustraciones color y blanco y negro, ISBN: 978-84-7723-999-4. Eduardo García Alfonso Junta de Andalucía. Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte en Málaga. Departamento de Museos y Conjuntos. [eduardom.garcia@juntadeandalucia.es]

Esta obra colectiva realiza un repaso de los conjuntos de orfebrería más sobresalientes de la Prehistoria y Protohistoria de la Península Ibérica. Los editores han articulado dos líneas temáticas que, aunque diferentes entre sí, se entrelazan de manera inevitable, ya que muchos de los problemas de interpretación que tienen estos tesoros derivan de la historia de su extracción, dispersión, recuperación y musealización final. Por un lado, generalmente cada uno de los hallazgos es objeto de dos contribuciones en el libro: una dedicada a la historia del propio descubrimiento –historias de tesoros– y otra donde se aborda el estudio arqueológico del conjunto –tesoros con historia–. Los relatos de los hallazgos y sus vicisitudes dan lugar a jugosas anécdotas muy reveladoras de la España de la época, de los personajes que orbitaban en torno a

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estos descubrimientos casuales, que activaban la codicia más inmisericorde o el altruismo más generoso; todo ello, aderezado con la acción de las administraciones públicas, con mayor o menor acierto y a veces con grandes equivocaciones. En definitiva un “paisaje y paisanaje” que pareciera sacado de un relato literario, auténticas “islas del tesoro” en mitad de la España rural, con émulos de John Silver sin loro ni pata de palo, pero que eran (y son) tan reales como la vida misma. En cambio, en los artículos de carácter más arqueológico sensu strictu se trata el contexto, las particularidades y las interpretaciones de los conjuntos. En este aspecto, los autores realizan una labor de síntesis de opiniones anteriores, pero aportan otros significados nuevos, a veces apoyados en investigaciones de campo recientes, ya sean propias o de


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otros colegas. Un aspecto que me parece bastante acertado ha sido aligerar bastante la descripción formal y tipológica de las piezas, al ser ya suficientemente conocidas.

cias de enfoques convierten su revisión crítica en una suma de “microreseñas”. Historias de tesoros. Tesoros con historia no iba a ser menos.

Se puede discutir la selección de conjuntos que hacen los editores, ya que no quedan muy claramente acotadas ni la cronología ni el área geográfica que abarca el libro. Observamos, de manera muy evidente, una basculación hacia el área atlántica, solo rota por los dos capítulos dedicados al Tesoro de Villena. Igualmente hay un predominio de los hallazgos fechados en época protohistórica, aunque la horquilla cronológica cubre desde el Calcolítico hasta el momento de la conquista romana. Habrá quien objete que hay ausencias importantes, como algún ejemplo gallego o andaluz, e incluso alguno portugués. Los editores son conscientes de ello (p. 10), pero, en cualquier caso, están todos los “pesos pesados” de la orfebrería de la Península Ibérica en un periodo de casi tres milenios. Así, en la selección de los editores se incluyen, por orden de aparición en la obra, los tesoros de Villena, Carambolo, Aliseda y Arrabalde, como “actores principales”, acompañados de otros secundarios. Todos ellos corrieron diversas suertes, cuyas trayectorias son casi una escuela de la vida. El problema que tiene este tipo de libros colectivos es que, más allá del hilo conductor general, ofrecen muchas veces una recopilación de trabajos diversos, cuyas diferen-

El artículo introductorio “El tesoro arqueológico o la serendipia desatada” se debe a la mano de Pablo Ortiz Romero que aborda la mitología del hallazgo casual, multiplicada a la enésima potencia, al tratarse de objetos de oro y plata. Este imaginario adquiere su carta de naturaleza en el siglo XVII, con los llamados libros de tesoros, que suscitaron las ácidas críticas de uno de nuestros ilustrados más ilustres, el gallego padre Feijoo, pero que ha sido tradicionalmente intenso en Extremadura, escenario de muchos hallazgos. La fantasía popular de la región invento seres sobrenaturales que protegían las joyas y atribuyó a personas singulares de ciertos pueblos habilidades premonitorias para localizarlas, entre otras facultades “paranormales”. El tema constituye un auténtico filón para los folkloristas. Sin embargo, menos romanticismo existe en los personajes y “personajillos” que orbitan siempre en torno a las serendipias áureas, que el autor nos describe a la perfección. Desde los involuntarios descubridores, generalmente personas vinculadas a las labores más duras del mundo rural, hasta las instancias académicas oficiales, pasando por vecinos, chamarileros, plateros, anticuarios y eruditos locales, muchos de ellos caracterizados por su falta de

escrúpulos frente a la expectativa del enriquecimiento fácil, que la experiencia demuestra en estos casos que suele ser ficticia. Pero la fauna humana en torno al azar del tesoro no es cosa del pasado y el autor remata con los nuevos protagonistas, ahora convertidos en “piteros”, abogados y maestros rurales, profesores universitarios ávidos de publicar y funcionarios de las Comunidades Autónomas. En el fondo nada nuevo, pero con otra ropa. Entrando ya en los hallazgos concretos, encontramos la primera intrahistoria en “Los tesoros de Villena (Alicante)” de Mauro S. Hernández Pérez. Ambos conjuntos, formados por el gran hallazgo de la rambla del Panadero –el Tesoro de Villena por antonomasia– y el llamado tesorillo del Cabezo Redondo, están vinculados a la figura de José Mª Soler García desde su aparición en 1963. Este erudito, polígrafo y arqueólogo villenense (1905-1996) fue el artífice imprescindible para que los hallazgos no se dispersasen y permaneciesen en su localidad natal, donde hoy son gala de su Museo Arqueológico Municipal. Esta circunstancia fue anómala en la España de los años 60, donde casi con toda seguridad su destino hubiera sido el Museo Arqueológico Nacional. Para calibrar la importancia de este hecho hay que poner sobre la mesa que el Tesoro de Villena es el segundo mayor conjunto áureo de la Prehistoria de Europa (9,7 kg Au y 655 gr Ag), solo superado por los hallaz-

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gos de las tumbas de Micenas. José Mª Soler fue objeto también de la maledicencia de ciertos medios de la época, incluyendo periódicos extranjeros que dieron rienda suelta a los tópicos de la “España de charanga y pandereta”, pero también de algunos de sus convecinos (pp. 38-39). Así, M. S. Hernández reivindica en su aportación al libro la figura y memoria de este ilustre ciudadano de Villena, rechazando cualquier atisbo de leyenda negra (pp. 38-39). Pero el autor no se queda solo en la intrahistoria de los hallazgos, sino que hace una incursión en otros aspectos de gran interés. Respecto al lugar de hallazgo del tesoro principal, la rambla del Panadero, señala los cambios geomorfológicos acaecidos desde el periodo de enterramiento del conjunto. Pudiera ser que la rambla ni siquiera existiese en aquellos momentos, al menos no con su configuración actual (p. 42). Igualmente M. S. Hernández aporta una síntesis sobre los últimos trabajos realizados en el Cabezo Redondo, núcleo de centralización del alto Vinalopó que se asocia al tesoro de la rambla del Panadero. Igualmente, aborda la discusión de las dataciones absolutas que se han obtenido recientemente en el lugar (pp. 47 y 50-52), que corroboran para los dos conjuntos de Villena una cronología del Bronce Tardío, con una fecha de ocultación de inicios del siglo XIII cal BC, coincidiendo con el abandono del enclave (pp. 4856). Estamos de acuerdo con esta propuesta, pero se echa de menos en el artículo una cartografía complementaria que ilustre de manera gráfica la misma, ya que no resulta fácil de entender para un lector que no conozca la zona. Gabriel García Atiénzar y Virginia Barciela González tienen a su cargo el trabajo “El Tesoro de Villena: caracterización, uso y función de una ocultación de la Edad del Bronce”. Los autores se centran en aspectos como las materias primas utilizadas y las técnicas de fabricación, donde hacen una síntesis de investigaciones anteriores ya publicadas (pp. 62-67). En este sentido,

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aportan una nueva reconstrucción del cetro y de las empuñaduras de espada presentes en el tesoro (p. 69), basada en los trabajos de M. Tarradell (1964) y R. Lucas (1998). De gran interés es el asunto de la morfometría de las diversas piezas del tesoro, especialmente la capacidad de los vasos y su relación con los patrones decorativos (pp. 71-73), que permite determinadas inferencias sobre su uso. Al respecto de la capacidad para contener alimentos líquidos y sólidos, los autores plantean que el Tesoro de Villena está asociado a rituales de comensalidad y señalan que el valor de las piezas tiene más de representatividad que de riqueza cuantificable en cifras. Por ello, solo adquieren su plena significación en un contexto de élites que manejan los mismos códigos iconográficos (pp. 79-81). No podría ser de otra manera en un mundo donde la economía no se rige por valores de cambio, pero esta idea de simbolismo, que me parece muy acertada, viene a cuestionar la hipótesis de que las diferentes piezas del tesoro respondan a patrones de peso preestablecidos en un sistema ponderal. Habría, pues, que articular una respuesta a la evidente correspondencia de pesos de vasos y brazaletes del tesoro con valores enteros de unidad, múltiplos y divisores, sobre la que llamaron la atención en su día otros investigadores (Galán Domingo y Ruiz-Gálvez Priego, 1996; Mederos Martín, 1999), porque un uso social y una cuantificación no deberían ser mutuamente excluyentes. Tras los hallazgos de Villena, el siguiente capítulo recoge una serie de relatos más sombríos, a cargo de Juan Javier Enríquez Navascués, bajo el título “Tesoros que se fueron. Piezas áureas del Calcolítico y Edad del Bronce que emigraron de Extremadura”. Aborda diversos conjuntos o piezas aisladas áureas de esa región que se encuentran ahora fuera de ella, bien en paradero desconocido o conservados en el Museo Arqueológico Nacional. Respecto a los primeros son los

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casos de los hallazgos de Alange, Orellana de la Sierra, Valdecabreros, Montijo/Barbaño, Olivar de Melcón y Castuera, todos ellos en la provincia de Badajoz. A este grupo hay que añadir el Tesoro de Mérida, conservado actualmente en el Museo Británico (pp. 88-99). Sobre los hallazgos desaparecidos hay piezas encontradas en el siglo XIX y otras en el XX, pero incluso tenemos casos de flagrante expolio tan recientes como 1995, caso del conjunto de Montijo/Barbaño, del que solo se conoce una fotografía de mala calidad que se reproduce en el libro (p. 91). Ese mismo tono reivindicativo, aunque más atenuado, mantiene el autor cuando trata los tesoros extremeños que fueron llevados al Museo Arqueológico Nacional: Navalvillar de Pela en Cáceres y Bodonal de la Sierra, Azuaga, Castuera, Sagrajas y Valdeobispo en Badajoz (pp. 99-116). Todos los hallazgos tuvieron lugar bajo el régimen franquista y en ellos predomina un tratamiento muy administrativista. Finalmente, cierra J. J. Enríquez su contribución con el caso del citado Tesoro de Valdeobispo (Cáceres), donde los actores sobre el escenario fueron, en primer lugar, los poseedores del hallazgo, quienes en 1988 anunciaron que las piezas habían aparecido hacía dos décadas, estrategia clara para burlar la entonces recientemente publicada Ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español. Por otra parte, el reparto se completaba con la Junta de Extremadura, la casa de subastas Fabergé, la Guardia Civil, el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura. Prefiero no desvelar al lector el final de esta historia, narrada mucho mejor por el autor del artículo (pp. 116-120). A cargo de David M. Duque Espino, Alonso Rodríguez Díaz e Ignacio Pavón Soldevila, editores de la obra, el siguiente capítulo lleva por título “El Tesoro de Berzocana: los rastros del hallazgo”, otro conjunto extremeño hoy conservado en el Museo Arqueológico Nacional. Los autores inician su relato con la historia del hallazgo en 1961 en la comarca careceña de Las Villuer-


cas y del enrevesado proceso que lo llevó finalmente a Madrid, aportando todo lujo de detalles. Depositadas las piezas inicialmente en el Museo de Cáceres (pp. 126-134), se inició un largo litigio judicial por derechos de los propietarios de las tierras (pp. 134-144). Finalmente, en 1963 el Estado adquirió las joyas y dispuso su traslado provisional al Museo Arqueológico Nacional “hasta nueva orden” (p. 155), según el lenguaje característico de la época. Como esa orden continua sin llegar, el Tesoro de Berzocana no ha regresado a Cáceres. Los dimes y dirites, las opiniones en la prensa local de la época, la oposición de Carlos Callejo Serrano, conservador del Museo de Cáceres, al traslado a Madrid y los conflictos burocráticos entre entidades, con la participación de algunos de los “peces gordos” de la arqueología española de entonces, son narrados por los autores en forma de jugosas anécdotas que arrancaran en el lector una mueca, más que una sonrisa condescendiente. Como final del capítulo, Duque, Rodríguez Díaz y Pavón se centran en intentar aportar luz sobre el lugar exacto del hallazgo. En este último asunto, tienen que lidiar con el folklore de Las Villuercas relativo a tesoros ocultos. Todo ello, combinado con las confusas informaciones orales del casual descubridor del tesoro, plagadas de estos mitos populares (pp. 160-168). Pero, de momento, parece que la verdad sigue mostrándose esquiva. Siguiendo nuestro viaje llegamos a otro de los iconos de la Protohistoria de Península Ibérica, el Tesoro del Carambolo. Paradójicamente, el primer artículo dedicado a este conjunto, firmado por Eduardo Ferrer Albelda con el título “El hallazgo del Tesoro del Carambolo y la invención de la arqueología tartésica”, sólo se ocupa tangencialmente del mismo y discurre por otros derroteros. El autor se remonta a la historiografía española de la Edad Moderna donde Tartesos se presenta como síntesis de “lo español” y atribuye a Juan Maluquer de Motes el papel de arquitecto de la arqueología tartésica, mientras

que sucesivos investigadores, como M. Pellicer, M. E. Aubet, D. Ruiz Mata o M. Almagro Gorbea, le dieron el esparaldazo como cultura indígena. En esta “construcción”, el hallazgo de El Carambolo y los trabajos de Carriazo jugaron un papel central (pp. 178-179). En estos planteamientos sigue básicamente a M. Álvarez Martí-Aguilar (2005; 2010), quien ha tratado ampliamente estos aspectos desde la óptica de la historiografía y la epistemología. E. Ferrer explica el desarrollo de la arqueología protohistórica del sur peninsular dentro de las coordenadas del historicismo, para señalar la idea de un Tartesos cultural y étnicamente homogéneo que tienen los autores que parten de Maluquer. Igualmente rechaza conceptos como el modelo centro-periferia o la aculturación, utilizados para explicar el indigenismo de Tartesos (pp. 185-186). Estando de acuerdo con estos planteamientos de E. Ferrer, no puedo compartir algunos términos duros, tales como “errores de partida”, “prejuicios”, “deformaciones” y “ensoñaciones” que utiliza para referirse a la investigación de la segunda mitad del siglo XX (p. 187). Tampoco comparto su afirmación que el cambio que plantea en el paradigma sobre Tartesos se pueda atribuir a un cambio generacional y a la realización de proyectos de investigación sistemáticos sobre el tema (p. 187). Creo que la renovación de las plantillas académicas ha sido básicamente un reemplazo vegetativo por jubilaciones y no un cambio en los postulados teóricos de partida, mientras que las investigaciones sistemáticas no las veo por ninguna parte. Salvo la actuación en los límites de las Marismas del Guadalquivir, llevada a cabo por el Instituto Arqueológico Alemán bajo el formato de Proyecto de Investigación Arqueológica Sistemática en la última década del siglo XX, que inició la idea de un ambiente estuárico en el entorno de Sevilla (Arteaga Matute et al., 1995), el resto han sido actuaciones derivadas de circunstancias totalmente ajenas al mundo de la arqueología. El cambio de paradigma sobre el propio Cerro del

Carambolo ha partido de una excavación preventiva realizada entre 2002 y 2005 (Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007; 2010). Dicha intervención vino motivada por algo tan contingente como un proyecto de construcción de un hotel en el enclave, para aprovechar su privilegiado emplazamiento en la cornisa del Aljarafe, y que ha terminado con un lío administrativo y judicial digno de las mejores sagas. La nueva valoración de Huelva ha sido provocada por el vaciado del solar de la plaza de las Monjas 12 / calle Méndez Núñez 7-13 por parte de una empresa constructora. Solo la providencial revisión de las extracciones por un grupo de investigadores no vinculados a la arqueología académica permitió salvar una batería de datos y materiales que se hubieran perdido irremediablemente (González de Canales Cerisola et al., 2004). Sin estas puras casualidades, seguiríamos anclados en el pasado, habiendo destruido el modelo anterior por la moda hipercriticista, pero sin poder construir uno nuevo, que también tiene bastante debate y que no está –ni mucho menos– cerrado. Por eso, pienso que debemos evitar un simple cambio de las identidades étnicas indígenas en los lugares emblemáticos antes tenidos por tartésicos –caso de Huelva y El Carambolo– sustituyéndolas por estructuras “coloniales”, con toda la carga semántica que esto implica (p. 189). Así cometeríamos el mismo error que los arqueólogos histórico-culturales. Estoy de acuerdo con E. Ferrer en que Tartesos, como topónimo, hidrónimo y corónimo, es un concepto griego nacido en época arcaica y que es absurdo identificarlo con una ciudad, pero no comparto que sea sólo un problema literario (p. 192). En mi opinión, esto resulta bastante reduccionista, porque Tartesos es una cuestión histórica y arqueológica que responde a una percepción de una cierta realidad, por muy mediatizada que esté por la visión de los griegos desde el siglo VII a.C. Esto ya lo percibió el mismo Heródoto, cuando distingue claramente entre Iberia y Tartesos (Hist., I, 163).

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El capítulo siguiente, a cargo de José Luis Escacena Carrasco, se centra en la interpretación del enclave del Carambolo y su tesoro a la luz de las últimas excavaciones en el lugar, cuyos resultados une a los nuevos datos obtenidos en Sevilla y el entorno de la antigua desembocadura del Guadalquivir en época protohistórica. Con el sugestivo título “Diis Tauris Sacrum. Las joyas del Carambolo como atuendo litúrgico”, el autor entra directamente en materia desde la primera página. Reconoce de inmediato la deuda que tiene en la elaboración de su interpretación con F. Amores, con quien comparte varios trabajos al respecto (Amores Carredano y Escacena Carrasco, 2003; Escacena Carrasco y Amores Carredano, 2011) y nos adelanta que el Tesoro del Carambolo formaban parte del atuendo litúrgico usado para los sacrificios llevado a cabo en el enclave en honor de Astarte y Baal, que lucían tanto los bóvidos ofrendados a las divinidades como el sacerdote oficiante (pp. 201-202). J. L. Escacena recoge los cambios que han experimentado El Carambolo y su tesoro en la interpretación de los investigadores. El primero ha pasado de ser la sede de uno de los núcleos fundamentales de Tartesos a convertirse en un santuario de carácter fenicio; mientras que las joyas han dejado de ser el ornamento de un monarca tartésico para ser leídas como galas de las divinidades fenicias aquí veneradas y sus representantes terrenales. En estos cambios se ha ido abriendo paso la consideración de El Carambolo como un área sagrada dependiente de la cercana Spal, para la que el autor defiende una fundación fenicia (pp. 202-205), ideas seguidas por otros autores (Belén Deamos, 2000: 70-72). Entre las propuestas más interesantes de Escacena cabe señalar la consideración de los llamados “pectorales” como elementos taurodérmicos (pp. 211-213), para lo que se apoya en sus propias excavaciones en el cercano santuario de Coria del Río (Escacena Carrasco e Izquierdo de Montes, 2001). Igualmente, en este trabajo, Escacena

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nos ofrece un mayor detalle sobre el ritual de sacrificio y su simbolismo, especialmente sobre cómo iban dispuestas las joyas sobre los animales destinados al sacrificio (pp. 218-230). Metodológicamente, la propuesta de J. L. Escacena es impecable y no podemos sino compartirla. Sin embargo, no estoy tan de acuerdo en el marco general que propone, al considerar el asentamiento de Spal como una fundación fenicia, idea que es clave en una pérdida de protagonismo de las gentes locales en el modelo de territorio que nos viene presentando desde hace algún tiempo (Escacena Carrasco, 2014: 30 y 63-64). Ciertamente, afirmar que Sevilla tiene un origen fenicio lo considero prematuro, dado nuestro escaso nivel de conocimiento arqueográfico del tell que alberga los niveles más antiguos de la ciudad, ubicado en la zona situada al noreste de la Catedral, entre la calle Mateos Gago y la Cuesta del Rosario. El tema de origen semítico del topónimo Spal también resulta discutible y me sumo en este sentido a la crítica que sobre el asunto hace J. de Hoz (2010: 432-433). Tampoco los materiales que han aparecido en este espacio del casco histórico de Sevilla son significativos para defender una fundación fenicia, ya que no desentonan en absoluto para lo que conocemos en otros lugares del entorno. Respecto a El Carambolo, el estrato de nivelación –U.E. 2617– de las excavaciones de 2002-2005, sobre el que se asienta la primera fase constructiva del templo –Carambolo V–, aporta solo un(os) fragmento(s) atípico(s) de cerámica a torno (Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007: 104; 2010: 235-237). Deducir de esto una implicación intensa de los fenicios en esta etapa inicial del santuario resulta un tanto arriesgado. Ciertamente, la cosa cambia a partir de la fase Carambolo IV. Incluso la instalación entonces del altar taurodérmico en el santuario (Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007: 120-121; 2010: 226) es señal de una semitización profunda del ceremonial. En este sentido no sería extraño que los fenicios que navegaban

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por el antiguo estuario del Guadalquivir se implicaran en un templo local para honrar a sus propias divinidades, sincretizando su culto con el santuario aquí existente y que la liturgia fuese adoptando un aparato cada vez más vinculado a la religión fenicia. Se abriría aquí un apasionante debate, pero no tenemos espacio. Después de esta escapada a Andalucía volvemos a Extremadura y concretamente a Cáceres, donde de nuevo Ignacio Pavón Soldevila, Alonso Rodríguez Díaz y David M. Luque Espino nos presentan el trabajo “El Tesoro de Aliseda: de la «historia oficial» a la intrahistoria”. Los autores vienen a relatar el devenir de dicho hallazgo, acaecido el 29 de febrero de 1920, insertándolo en el marco de la España del momento, atenazada por la crisis, la miseria, el caciquismo y el analfabetismo (pp. 244-245). Igualmente describen perfectamente los intereses de los agentes implicados en el tema: los descubridores, los receptores del tesoro, el Ayuntamiento de Aliseda, M. Ángel Ortí Belmonte –vocal de la Comisión Provincial de Monumentos de Cáceres– y José Ramón Mélida, director entonces del Museo Arqueológico Nacional y figura eminente de la arqueología española. Incluso por algún rinconcillo aparece hasta el mismísimo Adolf Schulten (pp. 247-254). El pleito que se generó en todos ellos fue “resuelto” como de costumbre: por una Real Orden de 21 de mayo de 1920 del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes mediante la que se decretaba el traslado de las joyas a Madrid (pp. 257-261). Los autores nos relatan a continuación las luchas por la primacía científica de la publicación del hallazgo entre Ortí y Mélida, que se saldó con un intercambio de favores (pp. 261-265). Finalmente, Pavón, Rodríguez Díaz y Luque concluyen su artículo con las secuelas de las rebuscas de los vecinos de Aliseda en el paraje de El Ejido, donde apareció el tesoro, que visitó repetidamente M. Ángel Ortí hablando de “sepulturas”. Tampoco la excavación que realizó Juan Cabré en el lugar en 1921, a


instancias de Mélida, obtuvo ningún resultado determinante. Finalmente, el Ayuntamiento de Aliseda ante la falta de expectativas de aparición de nuevas joyas y perdida la esperanza de percibir ingresos por la indemnización por el hallazgo al asignarse ésta a los descubridores, autorizó la urbanización del lugar (pp. 266-272). Irónicamente, parece que la construcción, como “solución final” a los problemas, no es nueva en nuestro país: corría entonces el año 1926. Siguiendo con el Tesoro de Aliseda, los mismos autores que en el caso anterior nos proponen el próximo artículo: “Aproximación al contexto de las joyas de Aliseda: «reinventando la tradición»”. Aquí recogen los resultados de un proyecto sistemático en el entorno de hallazgo de dicho tesoro, realizado entre 2011 y 2015. Dicha investigación incluyó una excavación en el paraje conocido como Las Cortinas, ubicado a menos de 200 m del lugar donde apareció el tesoro en 1920. Los autores hacen una propuesta de restitución topográfica del paisaje antiguo en esta zona, actualmente irreconocible a consecuencia de la urbanización de la misma, como veíamos anteriormente. Prescindiendo de los detalles técnicos de la excavación en Las Cortinas, para lo que remiten a otra publicación (Rodríguez Díaz et al., 2015), los investigadores referidos pudieron documentar aquí dos fases constructivas, con estructuras de claro carácter simbólico. En la fase más antigua –fechada en el siglo VI a.C.– se excavó una edificación tripartita, cuyo espacio principal estaba orientado en sentido NE-SW. En su flanco menor NE se abría un vano de 1 pie de anchura (0,28 m), que –de acuerdo con los autores del estudio– ocuparía toda la altura del muro (pp. 185-187). A través de dicho vano se observaría una porción del firmamento que permitía ver c. 600 a.C. el orto –u ocaso– helíaco de Arturo, la tercera estrella más brillante del cielo boreal, fenómenos astronómicos que tienen lugar a mediados de marzo y mediados de septiembre (p. 291). La coin-

cidencia de la primera fecha con el equinoccio de primavera es interpretada por A. Rodríguez, I. Pavón y D. M. Luque como clave en el uso de este edificio. Junto al mismo se documentaron varias fosas con objetos cerámicos y restos de animales relacionados con actividades de banquete, entre los que destacan un asador de bronce perfectamente amortizado bajo un encachado de piedra, en una acción claramente ritual (pp. 286291). A ello se añaden los restos antracológicos derivados de estas actividades, que revelan recolección de la madera quemada en ese mismo periodo del año (p. 293). La celebración aquí realizada es interpretada en el artículo como un ritual vinculado al inicio de la primavera, con su significación astral, calendárica y agrícola, celebración que sería capitalizada por algún linaje de la zona. Los autores del trabajo quieren buscar paralelos con la estructura donde apareció el Tesoro de Aliseda, recurriendo a un croquis muy simple de la misma realizado por Leopoldo Zugasti, secretario del Ayuntamiento de la localidad en los años del hallazgo (p. 301). Por ello, proponen que estas joyas eran utilizadas en un ritual de celebración de la primavera y a tal efecto ofrecen una hipótesis de su colocación sobre los oficiantes, hombre y mujer (pp. 303-305). Ciertamente, algunos elementos iconográficos que aparecen en las joyas de Aliseda pueden tener una interpretación vinculada al mundo de la fertilidad, la vegetación y el jardín-paradeisos, pero otros pudieran vincularse más al tema del dominio de las bestias salvajes. La hipótesis que plantean Rodríguez Díaz, Pavón y Luque sobre las estructuras documentadas en Las Cortinas resulta bastante sugestiva en ese contexto. Sin embargo, su relación al uso que pudo tener el Tesoro de Aliseda, aunque plausible, me parece arriesgada, fundamentalmente por la escasez de datos. No obstante, es de gran interés la búsqueda de nuevas respuestas que han emprendido estos autores, que rompe con la situación de estancamiento a la que se había llegado en la interpretación

de este conjunto, recogida por uno de ellos en un trabajo de síntesis anterior (Rodríguez Díaz y Enríquez de Navascués, 2001: 175). Para finalizar el libro, se incluyen dos trabajos que rompen con el ámbito geográfico y cronológico seguido hasta ahora. Nos desplazamos a la zona noroccidental de la cuenca del Duero en un momento de incorporación de estos territorios en la órbita romana, para tratar los tesoros de Arrabalde. El primero de ellos, firmado por Germán Delibes de Castro lleva por título “De nuevo sobre los tesoros prerromanos de Arrabalde (Zamora)”. Iniciando su trabajo con una información del diario El Norte de Castilla (2016) sobre un pastor zamorano muerto buscando un supuesto tesoro en un pozo, el autor contrasta esta noticia un tanto fuera de tiempo con la actividad delictiva de los expoliadores profesionales o a tiempo parcial, como los que extrajeron los tesoros de Arrabalde I en 1980 y Arrabalde II en 1988, hoy conservados en el Museo Provincial de Zamora (pp. 319-321). Ambos hallazgos proceden del Castro de las Labradas, situado en el término municipal de Arrabalde, lugar que se ubica en la sierra de Carpurias y asomado a la vega del Eria, tributario del sistema Órbigo-Esla. El emplazamiento se encuentra en la ruta natural que conecta la cuenca del Duero con las áreas auríferas de los Montes de León y Galicia. En contraste con otros autores del libro, G. Delibes dedica un cierto espacio a la descripción formal de ambos tesoros, en los que destacan especialmente la presencia de joyas de plata (pp. 321-328). La datación de la ocultación –para él– se situaría en un momento posterior a 32-31 a.C., fecha obtenida en función de las monedas romanas documentadas en el lugar (p. 330). Aspectos tecnológicos y ornamentales de las piezas de ambos tesoros llevan al autor a considerar que su origen puede ser vacceo o celtibérico, pero observándose en ellas elementos típicos de la orfebrería de la cultura de los castros del Noroeste y del

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mundo astur. Estas confluencias llevan a Delibes a considerar el trabajo de orfebres en la zona, ya sean estables o ambulantes, que conocían perfectamente los gustos de sus clientes (p. 331). Un tema de enorme interés es la propuesta de otorgar valores de cambio a las joyas de Arrabalde por sus regularidades de de pesos y marcas, idea que parte de E. Galán Domingo y M. L. Ruiz-Gálvez Priego (1996: 162). Así, las joyas zamoranas muestran coincidencias de peso en múltiplos y divisores con algunos torques de oro del Noroeste, con el medio šeqel fenicio y con diferentes denarios ibéricos encontrados en tesoros de la cuenca del Duero, pero G. Delibes no queda satisfecho con esta explicaciones, ya que señala que las combinaciones matemáticas al trabajar en pesos muy pequeños siempre pueden acomodarse a alguna unidad-patrón (pp. 337-340). El último trabajo que reúne el libro está firmado por Ángel Esparza Arroyo, con el título “Un contexto para los tesoros de Arrabalde: el Castro de las Labradas”. El autor se centra en este enclave arqueológico, lugar del que proceden los dos conjuntos citados, discutiendo su cronología de ocupación y las funciones del mismo, partiendo de varias intervenciones arqueológicas en 1986, 1988 y 1999. El Castro de las Labradas es abordado en el contexto del valle del Eria y entorno de la sierra de Carpurias, comparándolo con otros asentamientos, destacando las peculiaridades del primero en extensión, recursos y datación (pp. 350-352). Lo que resulta bastante complejo es la filiación étnica del enclave, no quedando claro si se trata de un lugar astur o vacceo, aunque parece más probable la primera (pp. 353-355). El autor aborda la hipótesis de que el Castro de las Labradas es la antigua ciudad de Lancia, reflejada en los textos clásicos vinculados a la conquista romana del Noroeste peninsular. Aunque rechaza dicha propuesta, A. Esparza indica que el lugar sí debió jugar, en cambio, un papel importante en la insurrección astur

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del año 22 a.C., siendo uno de los últimos bastiones de resistencia indígena frente a los romanos, por lo que viene a precisar aún más la cronología dada por G. Delibes en el artículo anterior (pp. 356-358). Como conclusión, Historias de tesoros. Tesoros con historia es una obra muy recomendable, tanto por su lectura y edición, como por su aparato gráfico, que resulta especialmente valioso en el campo de las fotografías coetáneas a los descubrimientos. A nivel científico supone una necesaria actualización de las interpretaciones de estos grandes conjuntos de orfebrería pre y protohistórica. Pero el final del libro me ha sabido demasiado brusco. Echo de menos un último capítulo de cierre donde los editores hubieran reivindicado una mayor difusión y una mejor exhibición de estos conjuntos de orfebrería a la sociedad. Se quedan solo en un tímido reclamo a las autoridades para la celebración del inminente centenario del descubrimiento del Tesoro de Aliseda (2020) que hacen en la presentación (p. 10). Pienso que es conformarse con poco. La mayoría de estos hallazgos, salvo los más mediáticos –caso del Carambolo–, son unos perfectos desconocidos para el gran público y no se ha sabido integrarlos en el acervo cultural e histórico español, más allá de un nivel local y del mundo de la arqueología. Habría que reclamar para ellos una divulgación más activa y más mediática, como impulso por ejemplo de una futura “Ruta del Oro”, a modo de producto de turismo cultural que cubriese buena parte de la Península y que sería un buen campo de colaboración entre Estado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos implicados. No es de recibo que la mayoría de estos espectaculares hallazgos languidezcan, casi ocultos, en las vitrinas de los museos que los custodian. En este sentido, es inadmisible que el Tesoro del Carambolo siga guardado en la caja fuerte de una entidad bancaria y que el público vea una réplica con la excusa de que el Museo Arqueológico de Sevilla no puede garantizar la

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seguridad del original ¡después de 60 años de su aparición! Tampoco es normal que el Tesoro de Villena lleve décadas esperando las obras del nuevo museo de la localidad. Igualmente, también es triste que los tesoros de Aliseda y Berzocana pasen bastante desapercibidos en el nuevo montaje del Museo Arqueológico Nacional o que los conjuntos de Arrabalde sean ignorados más allá de Zamora, cuando son uno de los testimonios materiales más singulares del fin definitivo de la Prehistoria y Protohistoria en la Península Ibérica. Con esta llamada de atención a las administraciones culturales la obra hubiera quedado –en mi opinión– redonda. Así, como dicha demanda no figura en el libro, aquí queda.

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Arturo Ruiz Rodríguez y Manuel Molinos Molinos (editores). Jaén, tierra ibera. 40 años de investigación y transferencia. Universidad de Jaén, Jaén, 2015, 541 páginas. ISBN 978-84-8439-896-7

Eduardo García Alfonso Junta de Andalucía. Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte en Málaga. Departamento de Museos y Conjuntos. [eduardom.garcia@juntadeandalucia.es]

La arqueología del mundo ibérico ha vivido en los últimos decenios una auténtica revolución que se inició en Andalucía, concretamente en la provincia de Jaén. Si tenemos que señalar un momento concreto para el comienzo de esta nueva etapa científica, nos tendríamos que situar en 1992. En aquel año vio la luz un libro que fue determinante en esta dinámica, obra de Arturo Ruiz y Manuel Molinos, Los iberos. Análisis arqueológico de un proceso histórico. Hasta entonces la obra de referencia sobre este tema tenía ya casi treinta años, Los iberos, de Antonio Arribas Palau (1965), producto de una arqueología insertada en unas coordinadas científicas y socio-políticas que ya habían sido superadas por los cambios producidos en una España que llegaba al año más emblemático de su historia reciente. Frente a la arqueología histórico-cultural, A. Ruiz y M. Molinos realizaban una auténtica declaración programática de su proyecto científico. Con ella, los dos autores se vinculaban a los planteamientos teóricos del materialismo histórico como fuente de inspiración metodológica e interpretativa, de manera que sus lecturas del proceso histórico que vivió el mundo ibérico se apartaban radicalmente de las propuestas anteriores, más de carácter etnicista y de búsqueda de los orígenes míticos, no solo de España sino también de algunos nacionalismos periféricos.

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Jaén, prototipo de provincia de esa España interior y rural castigada por la emigración y ausente de las grandes decisiones políticas, había ido durante muchas décadas atesorando en silencio un patrimonio de época ibérica sin parangón en el resto del país. En los últimos años del siglo XIX y primeros del XX tuvo lugar el descubrimiento y expolio de los santuarios de Sierra Morena, fundamentalmente Collado de los Jardines de Despeñaperros (Santa Elena) y cueva de la Lobera (Castellar), que surtieron al mercado de antigüedades de un enorme número de exvotos de bronce, que fueron rápidamente acaparados por coleccionistas privados y museos, fundamentalmente el Arqueológico Nacional y Arqueológico de Barcelona, entre otros. En 1908 tuvo lugar uno de los descubrimientos especialmente significativos de la arqueología ibérica de la provincia de Jaén, como fue el hallazgo de la cámara sepulcral de Toya (Peal de Becerro) y la inmediata dispersión de su ajuar. Acabada la Guerra Civil los hallazgos no dejaron de producirse, tanto producto de la casualidad como de excavaciones (Blanco Freijeiro, 1963). Algunos de ellos fueron ingresados en el Museo Monográfico de Cástulo, creado en 1956 en Linares, y otros en el Museo de Jaén, cuya sección de Arqueología se constituyó en 1963. Habrá que esperar a 1969 para que se iniciasen de manera sistemática las excavaciones


en Cástulo (Blázquez Martínez, 1975). El hallazgo más espectacular tuvo lugar en 1975 en el lugar conocido como Cerrillo Blanco de Porcuna, que sacó a la luz un impresionante conjunto de más de cuarenta esculturas, que ingresaron en el Museo de Jaén tras un detectivesco proceso. Fechadas en el siglo V a.C., estas piezas fueron destruidas y enterradas de manera ritualizada, poniendo de manifiesto la existencia de una sociedad mucho más compleja de lo que se suponía hasta entonces y muy conectada con los diferentes focos culturales mediterráneos (González Navarrete, 1987; Negueruela Martínez, 1990). Con la creación de la Comunidad Autónoma de Andalucía comenzaron a desarrollarse en la provincia importantes proyectos de investigación que se centraron en el conocimiento del mundo ibérico, implantándose metodologías modernas en las excavaciones y en el tratamiento de los resultados de campo. Así, en 1982 se inicio el estudio del gran poblado del Cerro de la Plaza de Armas de Puente Tablas, muy próximo a la ciudad de Jaén, a cargo de A. Ruiz y M. Molinos. Otros proyectos fueron realizados a lo largo de las décadas de 1980 y 1990 en el valle del Guadiana Menor (Chapa et al., 1997) o en Los Alcores de Porcuna (Arteaga Matute, 1987). En 1994 se produjo otro importante hallazgo en las cercanías de la localidad de Huelma: el conjunto escultórico de El Pajarillo (Molinos et al., 1998). A esta dinámica de investigación se sumó el desarrollo del modelo turístico de interior, basado en el medio ambiente y el patrimonio histórico. La Diputación de Jaén advirtió que la arqueología ibérica podía ser uno de los puntales de la oferta cultural de la provincia e implementó en 1996 el proyecto “Viaje al tiempo de los íberos” que puso las bases para el desarrollo de una ruta temática con la participación de diversos municipios,

donde se contemplaba la puesta en valor de diversos enclaves arqueológicos para su visita pública, así como la integración en dicho itinerario de diferentes museos de la provincia, con colecciones de época ibérica. Al año siguiente, la Universidad de Jaén y la Junta de Andalucía crearon el Centro Andaluz de Arqueología Ibérica –hoy Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica–. Igualmente, la sociedad civil tampoco quedó ajena a estos movimientos, fundándose la Asociación de Amigos de los Íberos de Jaén, con el objetivo de potenciar la difusión de este ingente patrimonio1. Un año después, en 1998, surge la idea por parte de la Consejería de Cultura de crear el Museo Íbero en los terrenos de la antigua prisión provincial de Jaén, con un carácter monográfico. Este gran proyecto, que sería una institución única en el mundo, ha llegado a su término el 11 de diciembre de 2018 con la inauguración del mismo por su Majestad Felipe VI y la Presidenta de la Junta de Andalucía Susana Díaz. Sin embargo, no ha sido un camino fácil, ya que, tras casi veinte años de polémicas, litigios judiciales y retrasos en las obras, el Museo Íbero de Jaén aún no ha acabado de clarificarse a nivel expositivo. Este patrimonio histórico singular, la larga trayectoria de investigación sobre el mismo, el empeño de ponerlo en valor como un recurso cultural y económico para la provincia, así como su difusión a la sociedad y a la comunidad científica, convierte a Jaén en un territorio de referencia excepcional para conocer la Edad del Hierro del ámbito euro-mediterráneo (Ruiz Rodríguez y Molinos Molinos, 2007). Esto justifica ahora más que nunca la publicación de una magna obra que recogiera todo este legado. Jaén, tierra ibera. 40 años de investigación y transferencia tiene esa voluntad de recoger lo que se ha realizado en dicho escenario a lo largo de una introducción

general y 35 artículos. Se trata de un libro de consulta obligada para abordar el estudio del mundo ibérico no sólo en Jaén, sino también en todo el ámbito geográfico de este complejo cultural que abarca desde Andalucía al sur de Francia. Para la obra se ha coordinado un equipo de 50 autores, procedentes de muchas universidades, museos, administraciones públicas y centros de investigación españoles y extranjeros. Igualmente, el libro presenta un excelente aparato gráfico, que no es un mero complemento del texto, sino una parte esencial de las argumentaciones y conclusiones que ofrecen los diversos capítulos, donde no solo se tiene en cuenta la objetividad de la imagen arqueológica sino también un marcado sentido artístico. A respecto de esto último, resultan especialmente significativos los dibujos de reconstrucciones de edificios y de escenas con personajes, realizados por el artista que utiliza el seudónimo de “El Bosco” que se van intercalando a lo largo del libro. La introducción a Jaén, tierra ibera, a cargo de A. Ruiz y M. Molinos en calidad de editores, ya plantea algunos de los aspectos que serán desarrollados ampliamente en páginas posteriores. Bajo el título “El tiempo y el espacio de los iberos de Jaén”, ambos autores hacen hincapié en la actual provincia como una entidad meramente administrativa que no corresponde al territorio de los iberos, sino que éste desborda los límites contemporáneos viendo a corresponder con la unidad geográfica natural de la cuenca alta del Guadalquivir, penetrando en tierras granadinas y en el reborde meridional de la Meseta (p. 7). La inexcusable y amplia trayectoria histórica de la investigación en tierras giennenses desde las primeras noticias de Manuel de Góngora hasta el proyecto de creación del Museo Íbero son también relatadas de manera sintética (pp. 14-25). Enorme interés, por lo aclaratoria,

1 Por su labor cívica en defensa del legado ibérico de Jaén, dicha Asociación fue galardonada en 2012 por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía con la Medalla de Menga.

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resulta la sistematización de la historia ibérica en la zona, estableciendo cuatro periodos desde el siglo VII a.C. hasta la época romana, mostrando desde el origen de la nuclearización en torno a los oppida y su clase aristocrática, pasando por la posterior expansión de su territorio y el nacimiento de un sistema clientelar, hasta el surgimiento del modelo de Estado ibérico, que se disolverá en las estructuras político-administrativas implantadas por Roma (pp. 12-14). Es un asunto de enorme interés histórico y que ofrece muchos matices de discusión y que posiblemente no pueda ser extrapolado a tantos territorios como quisiéramos, ya que los condicionantes pueden ser muy distintos. Sirva, por ejemplo, el caso de los actuales territorios de la provincia de Málaga, donde, por nuestra parte –aún contando como muchos menos datos empíricos–, hemos planteado explicar el surgimiento del mundo ibérico como resultado del colapso del sistema implantado durante el Hierro Antiguo, proceso que tiene a lo largo del siglo VI a.C. y en el que se ven implicadas no solo los grupos índígenas sino también de manera notable las comunidades fenicias. Nacería así tanto el modelo de ciudad-estado fenicia occidental como los primeros estados ibéricos, centralizados también en torno a los oppida que fueron gobernados por una aristocracia autóctona, muy abierta a las influencias cultura-

les mediterráneas y que actuaron como verdaderos “señores de la guerra” (García Alfonso, 2007: 409415; 2015: 270-271 y 276-278). Si seguimos recorriendo las páginas de Jaén, tierra ibera, iniciaremos un viaje en el tiempo y en el espacio. El libro se organiza de manera cronológica, agrupando los temas en función de los cuatro periodos de la cultura ibérica que los editores señalan en su introducción. En el elenco de artículos presentados, podemos distinguir entre aquellos que se ocupan de lugares específicos, conjuntos o piezas singulares, además de temas más amplios, que se van intercalando entre sí, contribuyendo a dar dinamismo al lector. Al respecto de los trabajos incluidos en la obra no queremos ser exhaustivos porque no disponemos de espacio para comentar dichas aportaciones una a una. Entre los capítulos dedicados a enclaves concretos contamos con artículos dedicados a la torre de la Atalaya de Cazalilla y el asentamiento agrario de Las Calañas de Marmolejo2, Cerrillo de la Compañía de Hornos y cámara de Toya3, Los Castellones de Céal4, Giribaile5, Cástulo6, santuario de la Cueva de la Lobera de Castellar7, Cerro de la Atalaya8, entre otros lugares. Sin embargo hay que destacar la mayor atención que se le presta, como no podía ser de otra manera,

al Cerro de la Plaza de Armas de Puente Tablas, al que se le dedican varios artículos que abordan aspectos muy diversos, como la fortificación9, el santuario ubicado en la llamada Puerta del Sol10, la arquitectura y el urbanismo11, el paisaje circundante a partir de la antracología12 o la agricultura y la gestión de los recursos vegetales13. En lo relativo a los conjuntos de hallazgos, no podían faltar trabajos dedicados a las esculturas de Porcuna. Un primer artículo, titulado “El conjunto escultórico de Cerrillo Blanco” queda a cargo de los editores de la obra. Aquí A. Ruiz y M. Molinos desarrollan de manera muy clarificadora la vinculación del hallazgo a la necrópolis del Cerrillo Blanco y al origen de un linaje aristocrático, cuya pareja fundadora fue enterrada en el túmulo funerario del siglo VII a.C. aquí descubierto (pp. 68-69). Igualmente, reconstruyen el conjunto escultórico en forma de monumento turriforme que narra las “edades del príncipe”, desde el niño cazador hasta el adulto guerrero (p. 77). Con ello queda totalmente superada la vieja hipótesis de que las esculturas estaban destinadas originalmente a un santuario urbano y que fueron trasladadas aquí para su enterramiento. Por su parte, T. Chapa firma “Los escultores de Cerrillo Blanco” (pp. 84-92) donde se centra en los pormenores técnicos de la talla como características del

2 M. Molinos, A. Ruiz, J. L. Serrano, C. Rísquez, F. Hornos, J. López, J. Crespo, C. Choclán, M. Castro y S. Montilla, pp. 37-43. 3 M. Molinos y A. Ruiz, pp. 45-53. 4 T. Chapa, J. Pereira, A. Madrigal, V. Mayoral y A. Uriarte, pp. 161-176. 5 L. M. Gutiérrez, A, Ortiz, M. Alejo, E. Gallego y J. A. Alejo, pp. 189-201. 6 V. Barba, A. Fernández e Y. Jiménez, pp. 305-322. 7 C. Rísquez, C. Rueda, G. Nicolini, A. Ruiz, N. Zafra y C. Esteban, pp. 203-218. 8 V. Barba, A. Fernández y M. J. Torres, pp. 437-449. 9 M. Molinos y A. Ruiz, pp. 45-53. 10 A. Ruiz, M. Molinos, R. Fernández, M. Pérez y C. Rueda, pp. 93-106. 11 A. Ruiz, M. Molinos, C. Rueda y R. Fernández, pp. 107-118. 12 O. Rodríguez-Ariza y C. Pradas, pp. 119-126. 13 E. M. Montes, pp. 127-136.

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llamado taller de Porcuna. Echamos de menos aquí una contribución a los vínculos del conjunto de Cerrillo Blanco con otros focos escultóricos peninsulares o del resto del Mediterráneo, así como hipótesis actualizadas sobre el origen y formación de los artesanos –aunque podemos utilizar la palabra “artistas” con justicia– que realizaron este trabajo. Tendremos que esperar a otra ocasión. Otro conjunto destacado es El Pajarillo, en Huelma, cuyo capítulo queda a cargo de M. Molinos, T. Chapa, A. Ruiz y J. Pereira (pp. 161-175). Una vez más estamos ante la glorificación de la aristocracia ibérica, esta vez en la faceta heroica y civilizadora frente al salvajismo de la naturaleza. La provincia de Jaén es también muy rica en hallazgos singulares que no podían ser dejados de lado en el libro. Son los casos del “torito” de Porcuna14, la dama de Cerro Alcalá15, la caja funeraria de Villargordo16, la pátera de Perotito17 o la caja de los guerreros de Arjona18. Igualmente, Jaén, tierra ibera se ocupa de determinados temas ineludibles en una obra de estas características, tales como los exvotos y sus rituales19, las monedas de Cástulo20, la construcción del campo ibérico21 o la lengua ibérica a través de las inscripciones halladas en tierras giennenses22. Igualmente, tampoco podía faltar una síntesis de la investigación que se ha llevado a cabo en los últimos años sobre la batalla de Baecula

con dos trabajos23 que parten de la amplia monografía publicada recientemente sobre el tema (Bellón Ruiz et al., 2015). Baecula fue un acontecimiento de amplia trascendencia histórica para toda Iberia y que constituye uno de los hitos determinantes –aunque no el único– para señalar el final de la Protohistoria del sur peninsular. A su vez, este episodio bélico muestra la gran importancia que las tierras de Jaén han tenido secularmente en las estrategias militares, por su condición de cabecera del Guadalquivir y su conexión con la Meseta y el acceso a las vías que llevan a la costa mediterránea. Un asunto que me parece de extraordinaria importancia tanto por su novedad como por su significación histórica es el hallazgo de la cámara principesca de Piquía, en Arjona, al cual se le dedican dos trabajos24 y se trata también colateralmente en el capítulo dedicado a las inscripciones (p. 404). Lo más llamativo de esta cámara es la aparición de un conjunto de siete cráteras áticas de figuras rojas, alguna del siglo V a. C., pero la gran mayoría del IV, combinados con elementos de armamento de época romana republicana, junto con un carro (pp. 361-368). Esta amortización final de este lote de cerámicas griegas en una tumba del siglo I a.C. es explicada por C. Rueda y R. Olmos como el acto de fundación de una nueva necrópolis por parte de un linaje de Urgavo (Arjona) con el traslado de parte de un ajuar fu-

nerario desde otro panteón familiar mucho más antiguo, manteniendo pues el vínculo con los antepasados de la familia (pp. 391-392). Por nuestra parte, queremos plantear que, aceptando la hipótesis anterior, percibimos también una cierta reivindicación étnica y social por parte de un linaje aristocrático ibérico, en un momento en que la cultura autóctona estaba en una fase de declive irreversible. De este modo los vasos griegos son reinterpretados como elementos que definen la cultura local, máxime en un contexto “conservador” como puede ser el ritual funerario de un linaje prestigiado por lo “antiguo”, todo ello frente a la innovación que suponen los elementos romanos, que tampoco le son ajenos. Lo que habría que preguntarse es si los propietarios de dichas piezas griegas las identificaban como de ese origen –a fin de cuentas un elemento también alóctono– o las consideraban como autóctonas y representativas de su ethnos. Por otra parte, hubiera sido muy interesante que se hubiese aportado en esta parte del libro un estudio que abordara estas piezas griegas en sus coordenadas de producción ática y su posible taller, así como sus relaciones con otros lugares cercanos con hallazgos similares como Toya, Baza o Galera. Si el lector ha llegado hasta aquí, habrá captado la magnitud y la importancia que tiene esta obra, así como su carácter de perdurabilidad. Por ello, entendemos, sin

14 M T. Chapa, pp. 27-35. 15 C. Rísquez y C. Rueda, pp. 177-188. 16 T. Chapa, pp. 297-303. 17 R. Olmos y C. Rueda, pp. 339-356. 18 A. Ruiz, M. Molinos y C. Rueda, pp. 407-421. 19 C. Rueda, pp. 219-236. 20 M. P. García-Bellido, pp. 323-338. 21 J. L. Serrano, pp. 451-460. 22 J. de Hoz, pp. 393-406. 23 J. P. Bellón, A. Ruiz, M. Molinos, C. Rueda y F. Gómez, pp. 255-277. J. Valderrama e I. Cárdenas, pp. 279-296. 24 A. Ruiz, M. Molinos, C. Rísquez, F. Gómez y M. Á. Lechuga, pp. 357-374. C. Rueda y R. Olmos, pp. 375-392.

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ánimo de reproche, que habría sido necesario cuidar algunos detalles que le hubieran dado a Jaén, tierra ibera una mayor unidad e integración y que –en nuestra opinión– tienen su importancia. A este respecto hay que señalar que hemos echado de menos una introducción previa de cierta amplitud en cada uno de los cuatro de los periodos en que se divide la obra, muy resumidos en la introducción por los editores. Hubiera sido una buena antesala para cada una de las partes, desarrollando a continuación los artículos específicos. Con esta ausencia, la obra es un continuum y no hay cesuras, de manera que nada indica al lector que ha acabado una fase histórica y ha iniciado otra. Ello obliga a consultar el índice general con frecuencia y no resulta cómodo. Otro detalle que nos ha llamado la atención en la falta de uniformidad en la cartografía empleada, donde coexisten estilos y diseños muy diferentes. Igualmente, los mapas de la provincia de Jaén que se ofrecen con la dispersión de los lugares arqueológicos (pp. 11 y 208) están elaborados con un diseño de tipo “isla”, que no tiene en cuenta las tierras circundantes. Esto no contribuye a entender la inserción del territorio actualmente giennense en un escenario más amplio. Igualmente, se echa de menos una serie de mapas de localización de determinados enclaves arqueológicos en escalas adecuadas a nivel de entorno y de detalle, especialmente en los artículos monográficos que tratan de los mismos. Por ello, Jaén, tierra ibera, que es una obra que debe tener vocación de ser leída fuera de esta provincia, debería haber superado esta carencia para evitar que los lectores que viven en otras geografías tengan dificultades en ubicar determinadas localidades y entender dónde está y cómo es el territorio en el que se sitúan los sitios tratados. También a efectos de la documentación, nos ha sorprendido que la obra no incluya una serie de planimetrías topográficas en escala de detalle claras y completas de la zonas arqueológicas más emblemáticas como son Puente Tablas, Cástulo o el Cerrillo Blanco

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de Porcuna. Igualmente, hubiera sido un auténtico lujo haber contado con un levantamiento actual acotado de la cámara de Toya, con su planta, secciones y alzados. Todo ello sería una documentación de primera mano para entender plenamente los enclaves señalados con una visión arqueológica. Finalmente, nos ha sorprendido que una obra como ésta, con vocación de totalidad, no haya incluido un artículo sobre la cerámica ibérica de la provincia de Jaén. Hubiera sido una ocasión excepcional para acometer un trabajo que, aún a nivel de estado de la cuestión, estableciese relaciones entre diferentes lugares excavados y la distribución de los materiales, proporcionando datos estadísticos y sintetizando las analíticas disponibles, partiendo de elementos como formas, decoraciones y contextos en las que aparecen éstas. Ello nos hubiera permitido disponer de una primera tipología actualizada que mostrara la evolución de estas producciones desde entre el siglo VII y I a.C. Sin duda, se trata de un trabajo ingente y que está por hacer todavía a nivel exhaustivo, pero sería una herramienta de primer nivel para todo el sur peninsular. Sin que lo dicho anteriormente deba entenderse como un menoscabo para la calidad de la obra, quiero terminar señalando el cuidado y los detalles con que se ha editado Jaén, tierra ibera. La calidad del papel es excepcional, al igual que la encuadernación en tapa dura y el estuche en la que se guarda. Sin duda, es una obra que tiene vocación de ser conservada como un tesoro. Simplemente el ojear sus páginas y contemplar las fotografías de los paisajes, excavaciones recién terminadas y piezas singulares ya es un lujo para la vista y un anticipo para enfrascarse en su lectura. Aparte de su contribución científica, síntesis de las investigaciones y puesta al día, pienso que uno de los principales valores que tiene Jaén, tierra ibera es ser una invitación. Una invitación a conocer este territorio ancestral, lejos del bullicio de nuestro litoral y perderse por sus campiñas y sierras, visitando

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con sosiego los diversos núcleos ibéricos y los museos donde se conservan unos hallazgos únicos. Una tierra que, más allá del tópico del olivar, nos ofrece un patrimonio singular que nos conecta con unos de nuestros ancestros más venerables, aquéllos de los que nació el nombre del solar que habitamos: Iberia. Hay, por tanto, algo de arcano en recorrer Jaén como una tierra íbera y apreciar cómo la Arqueología puede ser una herramienta de desarrollo, así como un mecanismo para la ordenación del territorio en una sociedad que pretende ser avanzada. Por ello, el libro que editan A. Ruiz y M. Molinos puede ser tanto la antesala como el colofón de ese verdadero viaje iniciático, que todos deberíamos realizar.

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origen del carro en la Península Ibérica, Catálogos y Monografías del Museo Arqueológico Nacional, Ministerio de Cultura, Madrid. MOLINOS, M.; CHAPA, T.; RUIZ, A.; PEREIRA, J.; RÍSQUEZ, C.; MADRIGAL, A.; ESTEBAN, A.; MAYORAL, V. y LLORENTE, M. (1998): El santuario heroico de “El Pajarillo” (Huelma, Jaén), Diputación de Jaén - Universidad de Jaén – Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Jaén. MOLINOS, M. y RODRÍGUEZ, A. (2007): El hipogeo ibero del Cerrillo de la Compañía de Hornos (Peal de Becerro, Jaén), Arqueología Monografías, 25, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía – Universidad de Jaén, Sevilla.

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MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // Nº 08. 2017. PP. 228-233. ISSN 2172-6175 // RECENSIONES

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NOTICIAS gía, pudo colaborar con investigadores como Josep Colomines y Josep Calassanç Serra Ràfols, Nino Lamboglia, Mª. Ángeles Mezquiriz y Martín Almagro Basch, quienes la encaminaron hacia el estudio de la cerámica. Una estancia en Oxford (1954) le permitió trabajar nada menos que con Sir John D. Beazley, el gran maestro de la cerámica griega, y su discipulo Brian R. Shefton, iniciando entonces su tesis doctoral centrada en el estudio de las cerámicas griegas de la Península Ibérica. Glòria Trias realizó numerosos viajes por España y Portugal, además de Italia y Grecia, para poder estudiar de primera mano todos los vasos que catalogó en su trabajo.

HOMENAJE A LA DRA. GLÒRIA TRIAS RUBIÉS En 1967 la William L. Bryant Foundation publicó en Valencia una obra que iba a señalar el inicio de una nueva etapa en la arqueología de la Protohistoria de la Península Ibérica. Dicho trabajo se insertaba en la labor de mecenazgo que dicha entidad norteamericana venía llevando a cabo desde 1950 con el objetivo de difundir la arqueología española en Estados Unidos. El libro en cuestión estaba firmado por Gloria Trías y llevaba por título Las cerámicas griegas de la Península Ibérica, en dos volúmenes: el primero dedicado a texto y el segundo a índices y láminas. La autora, nacida en Barcelona en 1925, estudió su bachillerato en Francia a consecuencia de la Guerra Civil y la primera postguerra, regresando a España en 1944. En esa fecha inició sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Barcelona. Orientada muy pronto hacia la estudio de Arqueolo-

El libro de Glòria Trias Cerámicas griegas de la Península Ibérica tuvo una repercusión enorme en nuestro país, ya que marcó un antes y un después a la hora de estudiar estos materiales. Anteriormente, su enfoque era concebido más como objetos de arte que como piezas arqueológicas. Trías introdujo las ideas de Lamboglia en el estudio de las formas, mientras que a nivel estilístico utilizó el método de Beazley, lo que permitió por primera vez que en la Península Ibérica se pudieran determinar de manera sistemática la presencia de pintores concretos de la cerámica ática y comenzar a plantear cronologías más precisas. Más allá de las producciones áticas, Glòria Trias se ocupó también de otros talleres, como Corinto, Calcis o la Grecia del Este. De esta manera se ofreció un panorama completo de las importaciones griegas conocidas en aquellos momentos, ordenado en forma de catálogo por enclaves arqueológicos y con una importante documentación gráfica. Pero la autora no se quedó solo en una labor catalográfica, sino que en una amplia introducción abordó toda la problemática de la presencia griega en la Península entre los siglos VIII y IV a.C. Planteó si se podría hablar de una verdadera colonización o no, las rutas utilizadas, los agentes que actuaron de intermediarios entre griegos y comunidades autóctonas, el papel de Ampurias como centro distribuidor, entre otros. Por tanto, estamos ante una obra de referencia inexcusable y con vocación de permanencia. Pero la trayectoria de Glòria Trias en la materia prosiguió con su contribución a otra obra esencial en la historia de la arqueología española: El barco del Sec (Calviá,

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Mallorca). Estudio de los materiales (1987), escrito en colaboración con el que fue su marido, el catedrático de Prehistoria de las Universidades de Granada y de las Islas Baleares, Antonio Arribas Palau, y otros investigadores como Damián Cerdá y Javier de Hoz. Esta obra marcó también un hito al abordar la problemática de la distribución de las importaciones griegas a partir de las redes comerciales púnicas y fenicias occidentales. En 2016, próximo a cumplirse el cincuenta aniversario de la publicación de Cerámicas griegas de la Península Ibérica, el Centro Iberia Graeca lanzó la iniciativa de organizar un merecido homenaje a la Dra. Glòria Trias Rubiés en reconocimiento de su larga carrera científica. A dicha idea se sumaron rápidamente el Museu d’Arqueologia de Catalunya-Barcelona y el Museo Arqueológico Nacional. Como eje central de dicho homenaje, se acordó la edición de una publicación conmemorativa, que recogiese un estado de la cuestión sobre las cerámicas griegas en la Península, a la que se invitó a numerosos investigadores. Igualmente, instituciones vinculadas a la trayectoria de la investigadora barcelonesa también manifestaron su interés en colaborar en el citado homenaje, como el Consell de Mallorca y la Universidad de Granada. El resultado ha sido la celebración de un homenaje doble, con sendos actos en el Museo d’Arqueologia de Catalunya-Barcelona el 21 de noviembre y en el Museo Arqueológico Nacional el 14 de diciembre de 2017, con la presencia a sus 92 años de la Dra. Trias Rubiés. La homenajeada estuvo acompañada de numerosos familiares, amigos y colegas desplazados desde diversos puntos de España, quienes le tributaron esta muestra de cariño y aprecio. En ambas ceremonias, además de glosar la trayectoria científica y humana de Dª. Glòria, se presentó el libro conmemorativo de este cincuenta aniversario.

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La obra, con doble título en castellano y catalán, Homenaje a Glòria Trias Rubiés. Cerámicas griegas de la Península Ibérica: cincuenta años después (1967-2017) / Homenatge a Glòria Trias Rubiés. Cerámicas griegas de la Península Ibérica: cinquanta anys després (1967-2017), viene a ofrecer un panorama de estos estudios en el momento actual. Precedido de una presentación en ambas lenguas a cargo de los Dres. Xavier Aquilúe Abadías (Centro Iberia Graeca), Paloma Cabrera Bonet (Museo Arqueológico Nacional) y Margarita Orfila Pons (Universidad de Granada), continúa con una semblanza biográfica de Dª. Glòria y las repercusiones de su obra a nivel de la protohistoria peninsular. A continuación se desarrollan las 27 contribuciones al homenaje, que recogen prácticamente todo el espectro cronológico y geográfico de las cerámicas griegas de la Península. Se trata, pues, de una puesta al día absolutamente imprescindible y que viene a mostrar al lector por donde transcurren hoy los caminos que un día, hace cincuenta años, abrió la Dra. Trias. La obra ha sido editada bajo el sello del Centro Iberia Graeca, nacido en 2007 y cuyo consejo rector está participado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de L’Escala, con el objetivo la investigación, sistematización y difusión del legado griego en España. Pero igualmente, el libro ha contado con el patrocinio del Museo Arqueológico Nacional, Museu d’Arqueologia de Catalunya, Consell de Mallorca y el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada. De acuerdo con el espíritu del convenio por el que se creó el Centro Iberia Graeca, la edición completa del Homenaje está disponible gratuitamente en la sección “publicaciones” de su página web: www.iberiagraeca.com. Eduardo García Alfonso Junta de Andalucía. Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte. Málaga

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dad Social en la Prehistoria Reciente Ibérica: Prácticas Funerarias, Materias Primas Exóticas y Artefactos Suntuarios, celebrada en la Universidad de Sevilla. En aquella ocasión, sonriente y afable como siempre, Rui rehusó dar importancia a su enfermedad, contra la que llevaba muchos meses luchando y, hablando como un hombre decididamente optimista, me puso al corriente de sus proyectos y sus planes de trabajo más inmediatos. Sus mejores cualidades personales, que estoy seguro quedarán en la memoria de quienes le conocimos, se resumieron en aquella velada en el valiente espíritu con el que afrontaba las duras circunstancias que estaba atravesando.

RUI BOAVENTURA (10 DE FEBRERO DE 1971 – 28 DE MAYO DE 2016): OBITUARIO En el mes de mayo de 2016 nos abandonaba prematuramente, con apenas 45 años, nuestro querido colega Rui Boaventura, conocido y respetado especialista en la Prehistoria Reciente de Portugal. Conocí a Rui en Iowa City (Estados Unidos de América) en junio de 2006 durante el transcurso del seminario Comparative Archaeologies: The American Southwest (AD 900-1600) and the Iberian Peninsula (3000-1500 BC) organizado por Katina Lillios con el patrocinio del Obermann Center for Advanced Studies. Como a todos/as quienes participaron en aquel encuentro, Rui, a todas luces una figura emergente en el panorama de la Prehistoria portuguesa, me sedujo por su afabilidad y simpatía personales y por su entusiasta entrega a la tarea investigadora. Con posterioridad tuve la oportunidad de encontrarme con él en numerosas ocasiones, con motivo de visitas, congresos y encuentros científicos. La última vez que hablé con él en persona fue en diciembre de 2015, en mi casa, donde pasamos una velada de conversaciones, cómo no arqueológicas, junto a otros colegas que participaban en la reunión de trabajo Aproximaciones Actuales al Estudio de la Compleji-

Rui obtuvo su licenciatura en Historia, especialidad de Arqueología, por la Universidad de Lisboa en 1993. Posteriormente inició su desempeño profesional, alternando primero trabajos como arqueólogo profesional y profesor de enseñanza secundaria (19941997), luego como arqueólogo al servicio de la Câmara Municipal de Monforte, donde comenzó a desarrollar su interés por el estudio del megalitismo (1997-1998), más tarde como técnico del Instituto Português de Arqueologia (1998-2001), y posteriormente, a partir de 2002, como arqueólogo de la Câmara Municipal de Odivelas. En 2009 presentó en la Universidad de Lisboa su tesis doctoral, realizada bajo la dirección del profesor Vitor Dos Santos Gonçalves, con el título As Antas e o Megalitismo da Região de Lisboa. Este trabajo supuso un importante avance para la investigación del fenómeno megalítico en la Península Ibérica ya que reunió y sistematizó la información disponible sobre la cultura material procedente de tumbas megalíticas de esta región conservadas en el Museo Nacional de Arqueología de Lisboa y en el Instituto Geológico y Minero de Portugal, relacionando entre sí las diferentes pautas funerarias presentes en la región entre el IV y el III milenios ANE y poniendo el énfasis en la cronología de base radiocarbónica y en el estudio demográfico de las poblaciones. Desde 2011 era investigador post-doctoral en la Unidad de Arqueología de la Universidad de Lisboa, desarrollando también su trabajo en el Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Pennsylvania (Estados Unidos de América). Entre los múltiples temas que abordó Rui Boaventura en su investigación, siempre inscrita en el IV y III milenios ANE, destacan las pautas de asentamiento, las prácticas funerarias, la movilidad y el contacto, la caracterización geológica y la procedencia de los bloques megalíticos, la cronología absoluta, la reu-

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tilización de monumentos y la antropología física. En 2001 publicó la monografía O Sítio Calcolítico do Pombal (Monforte). Uma Recuperaçao Possível de Velhos e Novos Dados (Trabalhos de Arqueología 20, Lisboa, Instituto Portugués de Arqueología), y a lo largo de los años produjo una amplia serie de artículos y colaboraciones en obras colectivas y actas de congreso, incluyendo colaboraciones en cabeceras como Antiquity, Trabajos de Prehistoria o Revista Portuguesa de Arqueologia. Entre 2013 y 2015 desarrolló en calidad de Investigador Principal el proyecto ‘Movendo megálitos no Neolítico: A proveniência geológica dos esteios de antas do Centro Sul de Portugal’, financiado por la Fundación para la Ciencia y la Tecnología y en el contexto del cual se excavaron los monumentos megalíticos de Quinta do Freixo 4, Candieira y Godinhos en el concelho de

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Redondo, Lacrau 2 y 3 y Enxara de Cima 1 en el concelho de Monforte y el de Monte Serves en el concelho de Vila Franca de Xira. En todos estos trabajos, Rui Boaventura nos dejó su apasionada dedicación a la investigación arqueológica, su voluntad indeformable por innovar los criterios, métodos e interpretaciones de todos aquellos problemas que le interesaron, su sincera convicción en la importancia del enfoque internacional y multidisciplinar de la investigación científica, y además nos regaló a todos su sempiterna sonrisa, todo lo cual echaremos mucho de menos.

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Leonardo García Sanjuán Departamento de Prehistoria y Arqueología Universidad de Sevilla


La Peña vista desde el túmulo de Menga. Foto: Victoria Eugenia Pérez Nebreda.


ADQUISICIÓN//ACQUISITION MENGA es una publicación del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía)

MENGA is a journal published by the Dolmens of Antequera Archaeological Site (Ministry of Culture of the Andalusian Regional Government) Los modos de pago y solicitud pueden ser consultados en la página Web / Subscription orders can be found on the following web site: www.juntadeandalucia.es/cultura/libreriavirtual/

INTERCAMBIO/EXCHANGE

Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía se intercambia con cualquier revista de Prehistoria, Arqueología, Etnografía o áreas de conocimiento afines. Cualquier solicitud de intercambio deberá dirigirse a la siguiente dirección de correo electrónico: dolmenesdeantequera.ccul@juntadeandalucia.es

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Menga. Journal of Andalusian Prehistory will be exchanged with any journal of prehistory, archaeology, ethnography or related areas of knowledge. Requests for exchange should be sent by e-mail to: dolmenesdeantequera.ccul@juntadeandalucia.es

INFORMACIÓN/GENERAL INQUIRIES Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera Carretera de Málaga, 5 29200 Antequera (Málaga) Tel.: + 34 951214662 / +34 677902737 Fax: + 34 952739926 Correo-e: dolmenesdeantequera.ccul@ juntadeandalucia.es


NORMAS//GUIDELINES PARA LA PRESENTACIÓN DE TRABAJOS//FOR SUBMITTING ARTICLES

MENGA

08 Ámbito temático

Thematic scope

Menga da la bienvenida a trabajos inéditos en inglés o español que traten de la Prehistoria de Andalucía y regiones vecinas del sur de la Península Ibérica, o a trabajos que aborden síntesis generales de ámbito supra-regional conectando la Prehistoria Andaluza con el resto de Iberia, el Mediterráneo occidental y la Europa Atlántica. Igualmente, Menga se interesa de forma expresa por publicar trabajos que contribuyan a la formalización teórica y metodológica de la investigación prehistórica y al avance de los procedimientos y sistemas de gestión y difusión del patrimonio prehistórico. La revista Menga solo publicará trabajos originales que no hayan sido publicados o estén siendo considerados por otras revistas para su publicación. Excepcionalmente, el Consejo Editorial podrá aceptar la publicación de traducciones al castellano y al inglés de trabajos ya publicados por causa de su interés y/o por la dificultad de acceso a sus contenidos.

Menga welcomes original manuscripts written in Spanish and English, dealing with the Prehistory of Andalusia and neighbouring southern Iberian regions as well as syntheses of a broader geographical scope that connect Andalusian Prehistory with that of the rest of Iberia, the western Mediterranean and Atlantic Europe. Menga is also open to manuscripts contributing to the theoretical and methodological formalization of prehistoric research as well as the advancement of systems and procedures of prehistoric heritage management. Menga only will publish original works and will not accept papers which are being considered for publication in other journals or have already been published. In exceptional cases, the editorial board will consider the publication of Spanish and English translations of already published papers on the basis of their interest and/or the difficulty of access to their content.

Evaluación Todos los manuscritos originales recibidos serán sometidos a un proceso de evaluación externa y anónima por pares como paso previo a su aceptación para publicación. Texto Los artículos no deberán exceder los 36.000 caracteres (1516 páginas) más bibliografía e ilustraciones. En la primera página aparecerá el título en mayúsculas y su traducción al ingles o español, seguido del nombre/s del autor/es con un asterisco que remitirá a una nota a pié de página en donde se indicará la institución donde trabaja así como la dirección electrónica. A continuación se incluirá un resumen en español e inglés con una longitud entre 100-150 palabras junto a unas palabras clave (máximo 8).

Refereeing All original manuscripts will be submitted to an external and anonymous peer-review process before being accepted for publication. Text Articles should not exceed 36,000 characters (15-16 pages), plus bibliography and illustrations. The first page should contain the title in capital letters with its translation in English or Spanish, followed by the name(s) of the author(s) with an asterisk referring to a footnote containing the institution where the author works and their e-mail address. This will be followed by an abstract in English and Spanish of between 100 and 150 words, together with keywords (maximum 8).

Deberán evitarse numerosas y largas notas a pié de página. En el caso de que se incluyan y para facilitar el trabajo de maquetación se incluirán en una hoja independiente al final del texto. En el caso de que sea necesario un apartado de agradecimientos este se situará al final del texto con anterioridad a la bibliografía.

The use of numerous and long footnotes should be avoided. If any are included, to facilitate the page layout process they should be listed on a separate page at the end of the text. If an acknowledgement section is to be included, this should be placed at the end of the text, before the bibliography.

Estilo

Style

Se tendrán en cuenta las siguientes consideraciones:

The following aspects should be taken into account:

1. Numerales. Los recuentos se citarán mediante palabras cuando sean menores a diez, y con números a partir de 10. Por ejemplo “se identificaron dos cuentas de collar de piedra” pero “se identificaron 184 cuentas de collar de piedra.”

1. Numbers. Counts should be expressed in words when they are under ten, and in numbers from 10 onwards: for example, “two beads from a stone necklace were identified” but “184 beads from a stone necklace were identified”.

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2. Cronología. Los periodos y sub-periodos históricos serán siempre citados con la primera letra en mayúscula. Ejemplo “Neolítico Medio” y no “Neolítico medio”.

2. Chronology. The historical periods and sub-periods should always be quoted with the first letter in capitals: for example, the “Middle Neolithic” and not the “middle Neolithic”.

3. Cronología. Los años se designarán de forma numérica y sin puntuación. Por ejemplo “Estimamos que la ocupación del poblado tuvo lugar entre 1980 y 1630 ANE” y no “Estimamos que la ocupación del poblado tuvo lugar entre 1.980 y 1.630 ANE”.

3. Chronology. Years should be designated numerically and with no punctuation. For example, “We estimate that the occupation of the village took place between 1980 and 1630 BC” and not “We believe that the occupation of the village took place between 1,980 and 1,630 BC”.

4. Cronología. Cita de fechas radiocarbónicas. Cuando se mencionen dataciones radiocarbónicas se deberán citar los siguientes datos: la fecha BP con su desviación estándar, la sigla de laboratorio, la materia analizada (donde fuera posible) y la fecha calendárica calibrada, especificando si se trata de la versión a 1 ó 2 sigmas. La fecha calendárica calibrada se citará incluyendo el límite mayor y el límite menor de la distribución de la datación dentro del intervalo de confianza elegido (1 ó 2 sigmas). Por ejemplo: “La fecha más antigua de este tipo de construcciones actualmente registrada en el sur de la Península Ibérica corresponde al sitio de Castro Marim, en el Algarve (OxA-5441, 4525 ± 60 BP, 3490-3020 cal ANE 2σ)”. Se evitará el uso de las fechas “intercept” por ser metodológicamente incorrectas. Igualmente se indicará el programa informático y la curva de calibración utilizados. Menga no aceptará referencias a dataciones radiocarbónicas sin calibrar.

4. Chronology. Quoting radiocarbon dates. When mentioning radiocarbon dates the following data should be included: the BP date with its standard deviation, the laboratory signature, the material analysed (where possible), and the calibrated calendar date, specifying whether it is at 1 or 2 sigmas. The calibrated calendar date should be quoted with the higher limit and lower limit of the dates within the confidence interval chosen (1 or 2 sigmas). For example: “The oldest date for such kinds of constructions so far registered in the South of the Iberian Peninsula corresponds to the site of Castro Marim, in the Algarve (OxA-5441, 4525 ± 60 BP, 3490-3020 cal BC 2)”. The use of “intercept” dates should be avoided as they are methodologically incorrect. The software and the calibration curve used will be also specified. Menga will not accept references to uncalibrated radiocarbon dates.

5. Género. La revista Menga promueve una visión no sexista de la Prehistoria y consecuentemente favorece un uso no sexista del lenguaje. Por tanto, se espera de los/as autores/as el empleo de un lenguaje neutro en términos de género. Por ejemplo, se favorecerá “la evolución del ser humano” frente a “la evolución del hombre” o “la comunidad de profesionales de la arqueología” frente a “la comunidad de arqueólogos”. 6. Denominaciones. Los yacimientos arqueológicos que incluyan artículos determinados en sus denominaciones deberán ser citados por su nombre completo, apareciendo la primera letra de los artículos en mayúscula. Por ejemplo “la necrópolis de Los Millares” y no “la necrópolis de Millares” ni “la necrópolis de los Millares.” 7. Denominaciones. Los yacimientos arqueológicos que incluyan en su denominación términos geográficos genéricos como “cueva” o “dolmen” serán citados poniendo en mayúscula la primera letra de su denominación, pero manteniendo en minúscula la del término geográfico genérico. Por ejemplo “el esparto de la cueva de Los Murciélagos” y no “el esparto de la Cueva de Los Murciélagos” o “la arquitectura del dolmen de El Gigante” y no “la arquitectura del Dolmen de El Gigante”. 8. Denominaciones. Los nombres de las figuras, láminas y tablas, aparecerán siempre abreviados con la primera letra en mayúscula, Fig. Lám. ó Tab., tanto en las llamadas en el texto como en los pies correspondientes. 9. Citas de autores/as. Cuando se cite de forma expresa en el texto nombres de personas (autores/as, excavadores/as, etc.) se les/as citará por su nombre completo, o bien por la inicial del nombre y su apellido (o apellidos, cuando sean autores/as de nombre hispano), pero nunca sólo por su apellido. Por ejemplo “las excavaciones de Manuel Pellicer Catalán en la cueva de Nerja” y no “las excavaciones de Pellicer en la cueva de Nerja”.

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5. Gender. The Menga journal promotes a non-sexist vision of Prehistory and therefore favours a non-sexist use of language. The use of a neutral language for gender is therefore expected from authors. For example, the “evolution of humankind” is to be preferred to the “evolution of mankind”. 6. Designations. Archaeological sites including definite articles in their designation should be cited by their full name, with the first letter of the article in capital letters. For example “the necropolis of Los Millares” is to be preferred to “the necropolis of Millares” or “the necropolis of los Millares”. 7. Designations. Archaeological sites that include generic geographical terms such as “cave” or “dolmen” in their designation should be cited with the first letter of the designation in capital letters, but keeping the lower case letter in the generic geographical term. For example “the esparto grass of the cave of Los Murciélagos” is to be preferred to “the esparto grass of the Cave of Los Murciélagos” and “the architecture of the dolmen of El Gigante” to “the architecture of the Dolmen of El Gigante”. 8. Designations. The names of figures, plates and tables should always be abbreviated with the first letter capitalised, hence Fig., Pl., or Tab., both in references in the text and in the corresponding footnotes. 9. Naming people. When explicitly citing names of people (authors, excavators, etc.) in the text, they should be cited by their complete name or by the first initial and their surname (or surnames, when they are Spanish names), but never just by their surname. We should write, for example, “Manuel Pellicer Catalán’s excavations in the cave of Nerja” or “M. Pellicer Catalán’s excavations in the cave of Nerja” but not “Pellicer’s excavations in the cave of Nerja”.


10. Designación de métodos analíticos. Los métodos analíticos serán designados en su denominación castellana, tanto en su forma completa como en sus acrónimos, poniendo en mayúscula la primera letra de cada palabra, excepción hecha de los artículos. Por ejemplo “se realizó una datación absoluta por luminiscencia por estimulación óptica (LEO)” y no “se realizó una datación absoluta por optically stimulated luminescence” o “se realizó una datación absoluta por OSL”. 11. Expresiones. Los latinismos irán siempre en cursiva (et al., in situ…). 12. Expresiones. Los acrónimos aparecerán siempre sin puntuación y en mayúscula (UNESCO, ONU…). 13. Citas literales. Los fragmentos transcritos literalmente deberán aparecer entrecomillados y con la indicación junto a la cita bibliográfica de la/as página/as. Tales citas literales deberán ir siempre en castellano y opcionalmente podrán aparecer en su lengua original en nota a pie de página. 14. Citas de autores. Las partículas d’, de, le, von, van, etc. de los apellidos, irán en minúscula cuando estén precedidos por el nombre: Angela von den Driesch; Francisco de la Torre, pero irán mayúscula cuando se cite el apellido solo (Von Den Driesch; De la Torre). Siguiendo la norma de la RAE, para la ordenación alfabética de tales nombres en la bibliografía no se emplearán las partículas, es decir, “Balbín Behrmann, R. de” y no “De Balbín Behrmann, R.”. 15. Expresiones. Las medidas y dimensiones físicas se expresarán sin punto: centímetro(s): cm; gramo(s): g; kilómetro(s): km; metro(s): m. Las cantidades del Sistema Métrico Decimal y del Sistema Internacional de Pesos y Medidas irán con cifra (15 m). 16. Nombres de zonas geográficas. Los nombres comunes que acompañan a los nombres propios geográficos (ciudad, río, mar, océano, sierra, cordillera, cabo, golfo, estrecho, etc.) deben escribirse con minúscula: la ciudad de Jaén, el río Guadalquivir. Sólo si el nombre genérico forma parte del nombre propio, se escribe con mayúscula inicial: Ciudad Real, Sierra Nevada. 17. Expresiones. Se utilizará siempre para los porcentajes el símbolo % (25% sin espacio de separación) y nunca 25 por cien o 25 por 100. 18. Expresiones. En la denominación de los puntos cardinales se utilizará sureste, noroeste, suroeste.. y no sudeste, nordeste, sudoeste… Bibliografía Las citas se realizarán en el texto teniendo en cuenta los siguientes criterios: se incluirá entre paréntesis y en minúsculas los apellidos de los autores. En el caso de más de dos autores se incluirá et al. A continuación y separado por coma se indicará el año, y en su caso la/s página/s deberán aparecer en orden de publicación y separadas por punto y coma. Ejemplos: (Schiffer, 1987: 45) (Arribas Palau y Sánchez del Corral, 1970) (Contreras Cortés et al., 2004). Las referencias deberán aparecer listadas al final del texto con sangría francesa y por orden alfabético siguiendo las

10. Expressions. Words in Latin should always be in italics (et al. , in situ ...). 11. Expressions. Acronyms should always be given with no punctuation marks and in capital letters (UNESCO, UN ...) . 12. Quotations. Word-for-word quotes should appear between quotation marks and the page(s) should be indicated in the bibliographical reference. Such textual quotations should always be in English and may optionally be given in the original language in a footnote. 13. Naming authors. The particles d’, de, le, von, van, etc. in surnames, should be in lower case letters when preceded by the name: Angela von den Driesch, Francisco de la Torre, but should start with a capital letter when the surname alone is mentioned (Von Den Driesch, De la Torre). The alphabetic ordering of such names in the references should not include such particles, i.e. “Balbín Behrmann, R. de” and not “De Balbín Behrmann, R.” 14. Expressions. Physical measurements and dimensions should be expressed without a full stop: centimetre(s): cm; gram(s): g; kilometre(s): km; metre(s): m. Amounts under the Metric System and the International System of Units should be expressed with a number (15 m). 15. Names of geographical areas. Common names accompanying geographical names (city, river, sea, ocean, mountains, mountain, cape, gulf, strait, etc.) should be written in lower case: the city of Jaen, the river Guadalquivir. If the generic name is part of the proper name, it is written with an initial capital: Ciudad Real, Sierra Nevada. 16. Expressions. The symbol % should always be used for percentages (25% with no space between the number and the symbol), never 25 percent or 25 per 100. Bibliography References will be given in the text using the following criteria: the surname(s) of the author(s) will be included in brackets. If there are more than two authors this will be shown as et al. This will be followed by the year separated by a comma and, if applicable, the page number(s) separated by a colon. If more than one work is referred to, they should appear in order of publication and be separated by a semicolon. For example: (Schiffer, 1987:45) (Arribas Palau and Sánchez del Corral, 1970) (Contreras Cortés et al., 2004). References should be listed at the end of the text using a hanging indent and be in alphabetical order according to the following standards: surname(s) of the author(s) capitalised and separated by a comma from the initial of the first name and with the year of publication in brackets, followed by the letters a, b, c, etc. if applicable. Following this and separated by a colon will come the title in inverted commas. The titles of books, monographs, proceedings or journals will be typed unabbreviated in italics. The scientific editors of publications, if applicable, will be typed in lower case in brackets after the title. This will be followed

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siguientes normas: apellido/s del autor/es en mayúscula separado por una coma de la inicial del nombre y año de publicación entre paréntesis, en su caso seguido de letras a, b, c, etc. Separado por doble punto aparecerá el título entrecomillado. Los títulos de libro, monografía, actas o revistas irán en cursiva y sin abreviar. En publicaciones con editores científicos estos aparecerán en minúscula y entre paréntesis tras el título. A continuación se indicará para libros la editorial y lugar de edición, para revistas el volumen y páginas, y para las actas de congresos, el lugar y fecha de celebración, lugar de edición y páginas. En el caso de ediciones electrónicas se indicará la dirección web.

by the following information: for books, the publisher and place of publication; for journals, the volume and page number(s); for conference proceedings, the date and place they were held, the place of publication and the page number(s). In the case of e-publications, the website will be given.

Ejemplos:

PARKER, M. (2000): “Eating money. A study in the Ethnoarchaeology of food”, Archaeological Dialogues 7(2), pp. 217-232.

SCHIFFER, M. B. (1987): Formation Processes of the Archaeological Record, University of New Mexico Press, Albuquerque.

SCHIFFER, M. B. (1987): Formation Processes of the Archaeological Record, University of New Mexico Press, Albuquerque.

PARKER, M. (2000): “Eating money. A study in the Ethnoarchaeology of food”, Archaeological Dialogues 7(2), pp. 21 7-232.

DIETLER, M. (1996): “Feast and Commensal Politics in the Political Economic: Food, Power and Status in Prehistory Europe”, Food and the Status Quest, (Wiessener, P. y Schiefenhövel, W. eds.), Berghahn Books, Oxford, pp. 87-125.

DIETLER, M. (1996): “Feast and Commensal Politics in the Political Economic: Food, Power and Status in Prehistory Europe”, Food and the Status Quest, (Wiessener, P. y Schiefenhövel, W. eds.), Berghahn Books, Oxford, pp. 87-1 25.

ARRIBAS PALAU, A. and SÁNCHEZ DEL CORRAL, J. M. (1970): “La necrópolis megalítica del pantano de los Bermejales (Arenas del Rey, Granada)”, XI Congreso Nacional de Arqueología (Mérida, 1969), Zaragoza, pp. 284-291.

ARRIBAS PALAU, A. y SÁNCHEZ DEL CORRAL, J. M. (1970): “La necrópolis megalítica del pantano de los Bermejales (Arenas del Rey, Granada)”, XI Congreso Nacional de Arqueología (Mérida, 1 969), Zaragoza, pp. 284-291.

Illustrations

Ilustraciones Las ilustraciones que acompañen el texto se enviarán preferentemente en ficheros electrónicos, aunque también se admiten otros formatos (papel fotográfico o diapositiva). Deberán distinguirse entre figuras (dibujos, mapas o planos a línea), tablas y láminas (fotografías) numeradas en arábigo. Ninguna ilustración se compondrá dentro del texto. Los pies de figuras, tablas y láminas se incluirán en una hoja independiente con los datos completos de identificación. En el caso de las fotografías de autor, deberán enviarse con el consiguiente permiso de publicación. En ningún caso será posible la publicación de imágenes de escasa calidad técnica y estética. Para evitar errores en la reproducción de archivos digitales, se aconseja adjuntar presentación cartografiada o impresa del material gráfico. Las imágenes digitalizadas (.tif o .jpg) se aportarán con una resolución mínima de 300 dpi, para el tamaño definitivo de reproducción (mínimo: 15 cm ancho X 11 cm alto; recomendado: 20 cm ancho x 13 cm alto). Éstas deben presentarse en ficheros electrónicos independientes. Los gráficos se acompañarán de su correspondiente tabla de valores (deberá aportarse simultáneamente la imagen compuesta y los ficheros independientes), necesaria para rehacer su diseño acorde con el de la revista. Colores, tramas y tipo podrán modificarse siempre que no se altere el contenido del gráfico.

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Examples:

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Artwork should preferably be supplied in electronic format, although other formats (photographic paper or slides) will be accepted. A distinction should be made between figures (drawings, maps or line plans), tables and plates (photographs) for which Arabic numerals should be used. Illustrations should not be included in the text. Figure, table and plates captions will be included on a separate sheet with full identification details. Photographs taken by the author should be accompanied by the applicable permission for publication. No pictures of a poor technical or aesthetic quality will be accepted for publication. To avoid errors in the reproduction of digital files, we recommend attaching a cartographic or printed copy. Digitalised pictures (.tif or .jpg) must have a minimum resolution of 300 dpi for the definitive reproduction size (minimum: 15 cm wide x 11 cm high; recommended: 20 cm wide x 13 cm high). They should be submitted in separate electronic files. Graphs should be accompanied by their corresponding table of values (the composed image and the files should be sent independently but simultaneously); this is necessary to be able to reformat their design in accordance with that of the journal. Colours, tones and types may be altered as long as they do not change the content of the graph. Plans, maps and compositions. The size and scale will be in accordance with the format of the publication and will take into account that (1) texts, legends and shading will be in independent layers; (2) drawings will be simplified


Planos, mapas y composiciones. Tamaño y escala serán acordes con el formato de la publicación y tendrán en cuenta que (1 ) los textos, leyendas y sombreados irán en capas independientes; (2) el dibujo se simplificará a 3 grosores y se especificará la necesidad de uso del color; (3) imágenes enlazadas o referencias externas deberán ir copiadas en la misma carpeta en la que esté el archivo .dwg (formato preferente). Como opción alternativa podrá acudirse al formato .pdf o .tif. En estos casos el dibujo no podrá incluir información textual, que se aportará en otro archivo. Entrega de originales Para la entrega de originales deberán enviarse dos copias impresas con las figuras, tablas y láminas separadas del texto. Se incluirá así mismo un CD-Rom con todos los archivos informáticos. Todo ello deberá enviarse a la siguiente dirección:

Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera Carretera de Málaga, nº 5 29200 Antequera (Málaga)

Revisiones Una vez entregada toda la documentación se procederá a la revisión general del texto y maquetación. Posteriormente se enviará un archivo en formato pdf de cada artículo, mediante correo electrónico, a cada uno de los autores para su consiguiente revisión. Se tratará de correcciones ortográficas, o de estilo, no de modificaciones de los contenidos o diseño. En cualquier caso, el consejo editorial se responsabiliza de la revisión general de la publicación.

to 3 widths and the use of the colour will be specified; (3) linked pictures or external references should be copied in the same file as the .dwg file (the preferred format). Alternatives would be .pdf or .tif files. In those cases the drawing cannot include textual information, which should be sent in a separate file. Submission of originals For the submission of originals two printed copies with the figures, tables and plates separate from the text should be sent. This should be accompanied by a CD-Rom containing all the computer files. All this should be sent to:

Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera Carretera de Málaga, nº 5 29200 Antequera (Málaga)

Proofs Once all the documentation has been submitted, a general revision of the text and page layout will be carried out. A pdf file will then be e-mailed to each author for proofreading. Only spelling and style changes that do not affect the content or design should be made. In any event, the editorial board will be responsible for the general revision of the publication.

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MENGA 08 CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DÓLMENES DE ANTEQUERA AÑO 2017 ISSN 2172-6175

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