y los padres de Daniel y Sebastián recibieron la propuesta de traerlos al club para que practiquen el deporte y vean “si les gustaba”. En la actualidad, Daniel puede expresar lo siguiente sin ningún tipo de tapujos: “Gracias a Dios clausuraron un tiempo esa cancha. Si no, quién te dice, seguiría jugando al tenis”. “Al principio comenzó como pura diversión, y la amistad que forjé con los demás chicos que asistían fue lo mejor”, recordó Daniel, que con el paso del tiempo comenzó a tomar consciencia de que podía hacerse un nombre en el deporte, aunque el proceso no fue nada fácil. “Cuando jugaba en Talleres y las cosas no me salían, muchas veces se me pasó por la cabeza cambiarme de club. Pero mi vieja siempre quiso que yo juegue aquí”. Y otra vez aparecía la familia, otra vez la sangre y Talleres. “Es el amor de mi vida”, dijo el mayor de los Orresta en relación al León de Tafí. *Sebastián Cumpliendo ya su cuarto año fuera de casa, Sebastián Orresta (23) figura de Estudiantes de Concordia, es quien mejor puede explicar qué es lo que significa estar lejos de la ciudad natal, regresar y encontrarse no sólo con los seres amados, sino también con tantos fragmentos del pasado “Cuando pasa el tiempo, uno se acostumbra a estar solo. Pero es inevitable extrañar. Llegar a Tafí y tener la posibilidad de disfrutar unos días con la familia es maravilloso. Los recesos para el basquetbolista son muy cortos”, expresó. Habiendo empezado en la práctica del básquetbol junto con Daniel, Sebastián aclaró que, si bien sus padres aceptaron la propuesta de llevarlos al club para jugar, nunca existió una suerte de “presión” por parte de sus progenitores. “Nosotros no éramos, lo que se dice, una familia
de básquet. Mi viejo era, más bien, futbolero. Practicamos ese deporte y rugby también, pero nada nos divertía más que el básquet. Todos nuestros amigos lo jugaban y eso, creo, fue determinante para que lo terminemos eligiendo por sobre el resto”.
“No diría que Talleres es mi segunda casa. Diría que Talleres es mi casa” Con su incursión –destacada, ademásen Liga Nacional, algunos conceptos de Sebastián sobre el básquetbol han ido mutando. Es consciente de que sus responsabilidades cambiaron en relación a los tiempos en los que compartía carcajadas y horas de juego con sus amigos de Tafí. “Era totalmente distinto a la actualidad, porque ahora estamos en un nivel profesional y todo se puso más duro. Se trata de disfrutar, pero es cierto que existen responsabilidades que no se pueden quebrar o eludir. El básquet es mi pasión, pero también es mi trabajo, de lo que vivo”, explicó. “No diría que Talleres es mi segunda casa. Diría que Talleres es mi casa. He pasado más tiempo aquí que en mi propio hogar. Amo este club porque no sólo me formó como jugador, sino también como persona”, cerró. *Iván “Sebastián es mi ídolo”, dijo Iván Gramajo (19) uno de los nuevos talentos con mayor proyección a nivel país. Podría decirse que el juvenil de Lanús fue el primero en tener un espejo dentro de la misma familia, el pionero en lo que quizá se convierta en una
tradición que signe a varias generaciones de Orresta-Gramajo. Cuando tenía cuatro años, su madre lo llevaba a ver los partidos en los que participaba Sebastián, y el juego que desplegaba su primo lo encandiló de tal manera que hizo nacer en él un deseo de emularlo: “Él me marcó un camino y por eso le estoy agradecido. Cuando era chico lo miraba y trataba de copiarle todos sus movimientos. Cuando me hice más grande empecé a formar mi propio estilo de juego”. Y tan bien formó su estilo Iván que no tardó demasiado tiempo en descollar en Talleres, valiéndose una convocatoria a la Selección Nacional U-17. Al poco tiempo es cedido a Lanús, en donde pudo compartir las filas de un equipo de Liga Nacional con su ídolo. “Cuando vi que Sebastián crecía en su juego, me inspiraba más. Cuando él se fue a Lanús, yo entrené más duro que nunca”, confesó.
“Cuando me llegó la convocatoria, no lo podía creer. Era un sueño increíble. Se me cayeron las lágrimas” Guillermo Vecchio una vez le dijo que tenía que usar la 5 porque él sería “el próximo Manu”. A Iván todavía le cuesta asimilar el hecho de haber vestido la camiseta de la Selección. “Cuando me llegó la convocatoria, no lo podía creer. Era un sueño increíble. Se me cayeron las lágrimas. Cuando la gente me saluda por la calle y me dice que me vio en los medios y que soy el futuro del básquet argentino…no sé, me pongo muy contento. Es ahí 9