Universidad Autónoma de la Ciudad de México Nada humano me es ajeno
Palabras de Rigoberta Menchú Tum, durante la ceremonia en que fue investida Doctora Honoris Causa por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ciudad de México, 22 de noviembre de 2010 Es un grandísimo honor para mí recibir este Doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, pero sobre todo es un gran honor porque llevar este traje académico significa una gran responsabilidad, significa un compromiso más para que nuestra humanidad continúe explotando lo más bello que tiene, explotando lo más grande que tiene, y esto es ser humano en su totalidad. La ciencia, la cultura y la educación son parte del patrimonio de nuestros ancestros todos, no sólo mayas, no sólo aztecas, sino el patrimonio de la humanidad en general. Porque desde que inicia la humanidad los seres humanos tenemos tres grandes dimensiones: una dimensión espiritual, porque somos seres trascendentales; la dimensión social, porque somos protagonistas del bien común, porque somos protagonistas de la comunidad, somos protagonistas de la armonía, porque depende de nosotros el bienestar individual y colectivo. Porque nadie de nosotros puede salir adelante sin el esfuerzo mancomunado de la comunidad, pero también somos ser material, y por eso la educación es uno de los pilares más sagrados para que nos de una forma más armoniosa de la vida. Por eso, recibo este doctorado en nombre de todas las mujeres que con su escuela de vida han salido adelante por todos los tiempos, con toda su convicción. Esas mujeres que tienen convicción de educarse es educarse para la vida, es educarse para la sociedad, es educarse para el bienestar individual y colectivo. Esas mujeres que han sido quienes han preservado los códigos de ética que han hecho posible a nuestra humanidad. Recibo este doctorado en nombre de los millones de niños y jóvenes que no han tenido la oportunidad de una escuela, que no han tenido la oportunidad de una universidad, que no tuvieron la oportunidad, ellos y sus padres, para hacer el gran esfuerzo de darles una escuela. Por eso, esta magnífica universidad es para que se cultiven los talentos, es para que se dé una oportunidad a quienes tienen la oportunidad de tener universidad. Recibo este doctorado en nombre de los niños abandonados en las calles, en donde sus padres no pudieron darles una vida digna, o simple y sencillamente porque sus padre perdieron su código de ética, ya a lo mejor no tuvieron la oportunidad de ser personas plenas, con una vida plena. Recibo este doctorado a nombre de todos los niños que a través del calentamiento global han perdido un hogar, han perdido una casa, por los tornados, las lluvias o las inundaciones que afectaron muchos pueblos nuestros, pueblos aquí cercanos, allá en Veracruz o allá en Chiapas. Aquí, en México, en Guatemala, en Centroamérica, en cualquier lado donde está llegando el efecto de una desarmonía global, es la destrucción de nuestra madre tierra y de nuestra hermana naturaleza. Recibo este doctorado en nombre de la armonía, porque es lo que necesita nuestra humanidad. Que seamos armoniosos con nosotros mismos, pero también con los demás. Recibo el doctorado como parte de esta comunidad académica, donde lo más importante es tener dos formas de practicar el conocimiento: uno, es saber. Saber sólo lo da la familia, lo da la vida; lo da la sociedad que educa permanentemente a cada uno de sus miembros, y el conocimiento que lo da la ciencia, la tecnología, el internet, la información, los libros, y todo lo que hoy está a nuestro alcance para ampliar nuestros conocimientos.
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