Manual del modelo de terapia familiar centrada en la emoción

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1. Valoración. La valoración se hace al iniciar un proceso, una primera sesión en terapia de pareja es como encontrarse repentinamente en plena representación de una obra de teatro, sin tener idea sobre el argumento ni sobre sus personajes: •

El terapeuta debe establecer un contacto con ambos clientes, crear una alianza en la que ambos miembros de la pareja se sientan seguros y aceptados por el terapeuta, y empiecen a confiar en que él entiende sus objetivos y necesidades, y que será capaz de ayudarlos. Evaluar la naturaleza del problema y de la relación, incluyendo el hecho de si es aplicable la terapia de pareja en general, y la TCE en particular. Evaluar los objetivos y las prioridades con respecto a la terapia de cada uno de los miembros de la pareja, así como verificar si esos objetivos son factibles y compatibles, no sólo en términos de las expectativas individuales de cada uno, sino también con respecto a las competencias del terapeuta y la naturaleza de la terapia. Crear un acuerdo terapéutico entre la pareja y el terapeuta, un consenso sobre los objetivos de la terapia y cómo ésta se desarrollará.

El terapeuta debe adentrarse en la experiencia de cada uno de los miembros, formular hipótesis sobre los puntos vulnerables y problemas de apego, identificar y describir las secuencias típicas de interacción, entender de qué manera ha evolucionado la relación, formular hipótesis sobre los bloqueos que existen para que haya un apego seguro, y tomar nota de las fortalezas de cada uno de los miembros.

Las intervenciones que el terapeuta utiliza generalmente en este estadio son:


1.1. Reflejo: Durante las sesiones iniciales, esta intervención consiste en reflejar con empatía la experiencia que cada uno de los miembros de la pareja tiene de la relación, así como las secuencias de interacción, tanto positivas como negativas, que la caracterizan.

1.2. Validación: Esta intervención es particularmente importante durante las primeras sesiones. El terapeuta debe transmitir el mensaje de que las emociones y las reacciones de los miembros de la pareja son legítimas y comprensibles, y que sus reacciones son las mejores soluciones que han podido encontrar a la luz de la experiencia que cada uno tiene de la relación. Esta aceptación proactiva de cada persona es fundamental para crear una alianza sólida y también para el proceso de la TCE.

1.3. Reflejo y preguntas evocadoras: El terapeuta se centra en aspectos imprecisos o incipientes de la experiencia para aclarar la forma en que cada uno de los miembros de la pareja percibe y experimenta el problema en la relación, y para identificar las posiciones y los ciclos de interacción. La tarea aquí consiste no tanto en la reprocesamiento activa de la experiencia, sino más bien en el acceder a la experiencia de la relación de cada uno.

1.4. Identificar y reflejar interacciones: El terapeuta se centra especialmente en secuencias típicas de comportamiento que parecen estar definiendo la relación y reflejan problemas de apego. Esta es una parte esencial para identificar los patrones de interacción.


1.5. Reencuadre: el terapeuta puede empezar a encuadrar a uno de los esposos como carente, por ejemplo, y al otro como necesitando protegerse a sí mismo mediante la distancia.


2. Cambio de ritmo Cada uno de los miembros de la pareja avanza a través de estos pasos a un ritmo diferente. Se debe identificar las emociones: • Participar y centrarse activamente en la experiencia emocional que • • •

ocurre en el aquí y el ahora. Ampliar esa experiencia de manera que pueda ser refinada y revisada. Reprocesar la experiencia, de manera que implique un proceso de descubrimiento y creación, para que se puedan encontrar nuevos aspectos de la experiencia. Nombrar dicha experiencia en términos que sean relevantes y que expliquen la manera en que uno de los miembros reacciona a su pareja.

Por una parte, cada pareja tiene sus propias maneras de interactuar y de experimentar la relación, en este punto las intervenciones más comunes son: 2.1. Validación: El mensaje que debe transmitirse aquí es que el terapeuta considera las emociones de cada uno de los miembros de la pareja como reacciones humanas válidas, legítimas y comprensibles, creando así un antídoto para la posición autocrítica que muchos de los clientes asumen con respecto a sus emociones, y fomentando una exploración y un contacto más profundo con ellas.

2.2. Reflejo y preguntas evocadoras: El terapeuta sigue la experiencia del cliente y se centra en los bordes parciales, tentativos o “en proceso” que tienen características dolorosas o incipientes. Estas intervenciones invitan al cliente, primero, a permanecer en contacto con una experiencia en particular, y segundo, a procesarla un poco más.

2.3. Realce: El terapeuta debe enfatizar, concretar y animar a la pareja a representar reacciones emocionales problemáticas clave, así como las nuevas reacciones que organizan la experiencia. Las interacciones, las reacciones y los mensajes emocionales también se pueden realzar mediante un enfoque constante y continuo.


2.4. Conjetura empática: Con esta intervención, el terapeuta anima a uno de los miembros de la pareja a procesar su experiencia un paso más allá, ampliando la experiencia actual, haciendo inferencias a partir del conocimiento que el terapeuta tiene de esta persona o del contexto de sus relaciones, e incorporando la perspectiva del terapeuta sobre el conflicto matrimonial y el apago íntimo. 2.5. Identificación y reflejo de patrones y ciclos de interacción: el terapeuta coloca las reacciones emocionales de cada uno de los miembros de la pareja, a medida que se presentan, en el contexto del comportamiento del otro, así como en el ciclo de la pareja. Esto tiende a validar las reacciones de cada uno y empieza a crear una visión más orientada hacia el proceso de determinar cuál es exactamente el problema de la relación. A medida que se presentan las emociones, se relacionan con el ciclo y con las necesidades de apego de cada uno de los miembros de la pareja.

2.6. Reencuadre del problema en términos de contextos y ciclos: el terapeuta resume el proceso de los Pasos 2 y 3 y formula el problema explícitamente como las posiciones que asume la pareja al interior de los patrones de interacción, los ciclos negativos que han absorbido la relación y las emociones dolorosas que organizan las reacciones de cada uno de los miembros de la pareja.


3.

Profundizar el compromiso

Consiste en facilitar la identificación de necesidades y aspectos del Yo que la persona no ha reconocido, integrándolos a la relación. Ya que el Yo se experimenta de maneras diferentes, la presentación de sí mismo cambia, y entonces el hombre que antes se encogía y se aplacaba ahora se muestra furioso y asertivo. En este momento de la terapia, sin embargo, otras intervenciones pueden surgir, y por eso nos concentramos en ellas: 3.1. Respuesta evocadora: El terapeuta se centra en los aspectos incipientes, pero aún no formulados de la experiencia emocional de uno de los miembros de la pareja, ayudándole a aprehender vívidamente esta experiencia, desenvolviéndola y ampliándola en el aquí y el ahora de la sesión.

3.2. Realce: El terapeuta realza las reacciones emocionales con el fin de hacerlas más vívidas y reales, facilitando de esa manera el compromiso del cliente con ellas. También realza la posición de interacción que refleja estas reacciones. Aquí, sin embargo, el terapeuta hace un esfuerzo deliberado para hacer más vívida la experiencia y capturar el significado considerable que tiene para la persona y relación.

3.3. Conjetura empática: Consiste en profundizar el contacto de esta persona con su experiencia emocional y permitir que ésta se desarrolle aún más. Una conjetura ideal es respetuosa, delicada, específica y va solo un paso más delante de la experiencia del cliente a medida que éste la formula.


Reestructurar las interacciones: El terapeuta debe diseñar la coreografía de las representaciones de las posiciones actuales que ahora se asumen de manera más explícita, consciente y activa, y configurarlas para que incluyan nuevos elementos a partir de la nueva experiencia que se ha sintetizado, convirtiendo así la experiencia emocional en nuevas interacciones.

3.4.


4.

Compromiso Emocional

Consiste en facilitar la expresión de necesidades y deseos, así como la creación de un compromiso emocional. A medida que la emoción subyacente se va abriendo paso y se amplía, la posición organizada por la emoción también cambia y evoluciona. Cuando aparecen bloqueos o cuando las personas no pueden avanzar en el proceso, se utilizan intervenciones más intrapsíquicas, tales como la respuesta evocadora y la conjetura empática. 4.1. Reacción evocadora: reflexiones y preguntas: El terapeuta se centra en la experiencia incipiente del cliente, ayudándolo a aclarar sus deseos y anhelos, o a aclarar las dificultades al expresarlas a su pareja.

4.2. Conjetura empática: Algunas veces es necesario ayudar a los clientes a simbolizar los anhelos que han sido mantenidos a raya durante tanto tiempo con el fin de mantener la estabilidad de la relación, y minimizar su propio sentido de privación emotiva.

4.3. Rastrear y reflejar el ciclo: En esta terapia, rastrear y reflejar el ciclo generalmente no implica volver al ciclo negativo con el que la pareja llegó al consultorio. Es más probable que implique el reflejo de cambios del ciclo negativo y el comienzo de un ciclo nuevo más positivo. El terapeuta también rastrea y resume cualquier interacción nueva que ocurra durante el paso 7, enfatizando los riesgos que ha tomado la persona que expresa sus emociones, las reacciones del otro y las posibilidades de apego que dichas interacciones conlleva.


4.4. Reencuadre: Las dificultades que experimentan los miembros de la pareja al expresar sus necesidades se colocan en el marco de su experiencia del ciclo negativo, así como de las vulnerabilidades y expectativas que surgen como resultado mismo.

4.5. Reestructurar las interacciones: La intervención más común en este momento de la terapia, y algunas veces la única necesaria, es el diseño de la coreografía de una solicitud y el realce de una reacción positiva. Esta coreografía de un movimiento específico con un lenguaje no verbal coherente constituye una danza interaccional continua que puede requerir, sin embargo, una guía considerable, casi implacable, por parte del terapeuta.


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