Postales. Imágenes para asomarse al mundo

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1. Manzanillo, Costa Rica PALMERAS El sueño del viajero y del náufrago está poblado de palmeras. En las playas que rodean Manzanillo, de arena de oro fino, abundan estos árboles generosos que reparten riqueza allí donde crecen. Mientras los niños juegan con las olas del mar y algunos botes pescan cerca de la costa, un hombre recoge las hojas secas de la palmera que le da sombra. Para muchas comunidades estos árboles evocadores tienen un enorme valor. De ellos obtienen cocos, dátiles, aceite, vino, tejados para sus casas, medicinas y, trenzando artísticamente sus fibras, cestos y enseres que hacen la vida más fácil y embellecen la existencia. Crecen en el Trópico y en zonas templadas, surgen de pronto en el desierto. Son indisociables de la estampa del paraíso, y de la mítica isla desierta —dibujada a medida— donde nos gustaría recalar algún día.



2. Lago Jökulsárlón, Islandia EL PAISAJE SE DERRITE Este es el lago más grande y famoso de Islandia, en continua expansión por la fusión de los glaciares de la isla. En sus orillas toman el sol, cuando lo hay, focas y págalos, enormes aves marinas que anidan en los alrededores. El hielo está tan cerca del mar que con el tiempo es probable que lo alcance, se fundan, y el lago se convierta en un entrante de agua salada. Un fotógrafo intenta retener su belleza, efímera por el implacable deshielo; mañana este paisaje será otro. Es un escenario grandioso y helado que evoca algunos pasajes de El Señor de los Anillos, magna obra de Tolkien inspirada, por cierto, en las sagas nórdicas. Como la que narra las peripecias de Erik el Rojo, que partió de Islandia y desembarcó en Groenlandia y los territorios canadienses de Markland y Vinlandia. Un héroe discreto que llegó a América cinco siglos antes de que Cristóbal Colón se jactara de descubrirla.



3. Saná, Yemen LA REINA DE SANÁ Con los pies descalzos y sin pisar el suelo, sobre un coche cuya luna refleja el mundo al revés, la de esta niña parece una infancia feliz. Juega en las calles de Saná, una de las antiguas ciudades del mítico Reino de Saba, que la arqueología sitúa entre Etiopía y Yemen. Así que es descendiente de una reina legendaria, y quizá se llama como ella, Makeda. Entre la verdad y el mito, por la Biblia sabemos que la monarca viajó a Israel para conocer en persona al rey Salomón –cuya sabiduría traspasaba fronteras–, y que lo cubrió de oro, especias y piedras preciosas. Saná es hoy la capital del Yemen, donde la situación de las niñas y mujeres es mucho menos glamurosa que la de aquella soberana. El país necesita, no ya reinas, sino políticas, maestras, juezas. Mujeres libres que sueñen con ser lo que quieran, y hombres sin miedo que deseen que esto suceda.



5. Fez, Marruecos SECRETOS Los palacios esconden los trapos sucios de la realeza, vedados al pueblo y a los extranjeros. La corte solo muestra y manipula su grandeza, pero bien se guarda de ventilar sus miserias, jamás pocas. El Palacio Real de Fez, Dar El Makhzen, es uno de los más grandes y antiguos de Marruecos, y –como la mayoría de mezquitas y palacios del país– es imposible visitarlo e incluso contemplar su exterior. El viajero se conformará con admirar el detalle de las puertas que conducen al palacio, que son siete, porque siete son los días de la semana y siete los niveles de la monarquía. Puertas de bronce, joyas de la paciente y virtuosa orfebrería árabe, enmarcadas por miles de azulejos que componen formas geométricas de color azul (ignorancia) y verde (sapiencia), los colores de Fez y del Islam.



6. Quito, Ecuador UN EJÉRCITO EN PAZ En tiempos de paz, una formación de soldados — estática bajo el brillante sol dominical de Quito— es incluso estética. Uniformes recién planchados, botas lustrosas, guantes y pantalones níveos, armas sin balas al frente, cabezas rapadas por el mismo barbero. Ninguna concesión al individualismo. Un niño disfruta del espectáculo pacífico, y quizá su padre, su hermano o su tío estén en el grupo. Contempla un ejército en paz, sin intuir que en caso de guerra se convertirá en máquina de muerte que no lo respetará a él ni a nadie. Sueña el chaval con enrolarse algún día y disparar con armas que solo maten el tiempo justo para pasar un buen rato con los amigos.



9. Hoggar, Desierto del Sahara, Argelia LIBERTAD Y NOBLEZA El macizo de Hoggar es una cadena montañosa al oeste del Sahara que surge de pronto cerca de la ciudad de Tamanrasset. Está atravesado por el Trópico de Cáncer y cubre casi un tercio de Argelia. Esta es la tierra de los imuhagh, tribu tuareg, pueblo que se extiende por cinco países africanos. Viven en grandes familias y se desplazan de aquí para allá con sus enseres, casas y rebaños a cuestas. Tienen su propia escritura, y se denominan a sí mismos imoshag, imushaq o imuhagh, que significa algo así como ‘los libres’ o ‘los nobles’. Los ojos de este guerrero, más acostumbrados a otear el horizonte que a enfocar distancias cortas, corroboran que la autodenominación es acertada. Su rostro es un mapa del desierto, y las arrugas, dunas y surcos forjados en mil travesías por los caminos invisibles de la arena.



10. Erg d’Oubari, Desierto del Sahara, Libia TERRITORIO DE AVENTURAS El desierto de Libia es un enorme territorio en el que se alternan infinitas extensiones de dunas con grandes llanuras rocosas, siempre bajo un sol obstinado. Aquí parece imposible que a alguien se le haya perdido nada. Sin embargo, como todos los paisajes extremos de la Tierra, es escenario de grandes epopeyas humanas. Durante siglos lo han atravesado comerciantes, peregrinos y viajeros de la talla de Ibn, que surcó estas dunas a bordo de un camello. Y aquí mismo se estrelló, de camino a Saigón, el avión tripulado por Antoine de Saint-Exupéry, al que un nómada salvó de morir deshidratado. La sed, el sol, la soledad y los espejismos le inspiraron aquel pequeño príncipe que cuidaba volcanes y rosas, una reivindicación poética de la inocencia frente a la estupidez. Los paisajes que ponen a prueba nuestra resistencia y nos acercan a la muerte —el océano, el desierto, los picos más altos— nos conceden a cambio el don de vislumbrar lo esencial.


Primera edición digital: marzo 2013 © de esta edición: Ecos Producciones Periodísticas SCP, 2013 © Fotos: Jaume Balanyà © Textos: Marga Font

www.guiasecos.com ISBN: 978-84-15563-35-8 Todos los derechos reservados. Está prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, y el alquiler o préstamo público sin la autorización por escrito de los titulares del copyright.



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