INTRODUCCIÓN
¡Bienvenido a un viaje apasionante! Te doy la más cordial bienvenida a esta obra. En estos momentos te estás embarcando en un viaje a través de temas apasionantes que no te dejarán indiferente. No se trata únicamente de un trayecto intelectual en el que acumularás una gran cantidad de nuevos conocimientos. Por supuesto, vas a aprender muchas cosas, que te adelanto que te asombrarán —y no es difícil que te dejen perplejo—. Pero eso no es todo… Hay algo igual —o quizá más— importante: este viaje también tendrá lugar en tu interior. Te llevará a una experiencia reveladora, en la que experimentarás esos momentos que llamamos «¡ajá!». A mí me gusta llamarles «saltos cuánticos» en el crecimiento personal —y que me perdonen los físicos por tomar el término prestado, pero aclaro que es una forma de hablar que me parece muy acertada a nivel figurado, y no lo usaré en ningún caso como un término científico, ni mucho menos riguroso. Vamos a recorrer juntos un sendero que se acerca a un dominio de la física realmente apasionante, y que suscita toda una serie de cuestiones filosóficas que —una vez fuera de la ciencia, y dentro de la espiritualidad— son de la máxima relevancia para
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nuestro crecimiento interior, y confirman lo que los místicos ya venían diciendo desde hace milenios, por vías que nada tienen que ver con las del método científico. La física cuántica es apasionante. Lo es para el científico que conoce todos sus detalles. También lo es para la persona «de a pie» que se aproxima a ella a nivel de divulgación. Igualmente, lo es para quien prefiere mantenerse dentro de los límites de la espiritualidad. Sin embargo, entre estos últimos, no son pocos los que han tomado gratuitamente verdades científicas, y las han moldeado o tergiversado —ya sea de forma sutil o grosera—, dando lugar a verdades que nada tienen de científicas, y que pocas conexiones guardan con la física cuántica. Por ello, es necesario poner las cosas en su sitio si queremos acercar estos dos terrenos de forma sensata y sin introducir falsas verdades. Estamos hablando de acercar ciencia y espiritualidad y, por lo tanto, hablamos de dos terrenos muy distintos. Se pueden acercar, pero no se puede traspasar la frontera y realizar mezclas extrañas, ya que caeremos en la falsa ciencia (la pseudociencia) o la falsa espiritualidad, algo que no tiene nada bueno ni cierto que aportarnos. Por ello, mi forma de aproximar estos temas es muy clara, puesto que soy hombre de ciencia, no soy amigo —ni de lejos— de la pseudociencia. ¡Es sencillamente absurdo y una pérdida de tiempo llamar ciencia a algo que no lo es! Por otro lado, en el momento de escribir estas líneas, llevo más de veinte años entregado a los temas relacionados con la espiritualidad y el crecimiento personal —y me sigo considerando un eterno aprendiz—, así que conozco también este último terreno. Por ello, me resulta relativamente sencillo darme cuenta cuando se transgrede un terreno para entrar en el otro, y cuando se crean mezclas que lo único que aportan es confusión. Por supuesto, se trata de evitar lo anterior. Por ello, mi apro-
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ximación es la que considero más sensata: poner a cenar a la ciencia y a la espiritualidad en la misma mesa, pero cada una comiendo de su propio plato. Dicho lo anterior, se hace preciso que comience con una primera y muy importante aclaración…
Esta no es una obra científica Puesto que más arriba he mencionado que vamos a recorrer un sendero relacionado con la física cuántica, es razonable que puedas haber pensado que este es un libro de ciencia. Te aclaro que, en realidad, no tienes en tus manos un tratado científico. De hecho, ni siquiera es un libro de divulgación científica, en sentido estricto. El libro que tienes en tus manos es una obra de crecimiento personal y espiritual. Sin embargo, su hilo conductor es la física cuántica. Esto tiene varias repercusiones, que procedo a resumir en las siguientes líneas. Para empezar, el hecho de que esta obra se enmarque en la espiritualidad, no quiere decir que sea anticientífica. Ni tampoco que excluya la ciencia. La espiritualidad no es anticientífica y la ciencia no es realmente antiespiritualista, como se suele pensar. Esas son falsas creencias ampliamente extendidas. Detengámonos en esto último… Como hombre de ciencia, te puedo garantizar que, cuando un científico se pone a trabajar cada día, lo último que piensa es en cómo derrotar la espiritualidad. ¡Eso sería una pérdida de tiempo y un alejamiento de su trabajo! Un científico tiene demasiadas cosas interesantes y apasionantes que investigar en el plano material como para perder tiempo tratando de demostrar que no existe nada más allá de la materia. Sencillamente, da por hecho que es así (es decir, que solo existe el mundo material), y se
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dedica a su trabajo, que no es poco. Gracias a la ciencia, conocemos el universo material en el que vivimos cada día de una forma superior a la que cualquier otro método haya podido brindar hasta la fecha. En resumen, la ciencia no se desvive por derribar la espiritualidad. Sencillamente, la deja aparte y no la considera. A propósito, puedo decir que conozco a un gran número de personas que se dedican a la ciencia que, por otro lado, son muy espirituales, o incluso religiosos. Y no hay nada de malo en ello. Sencillamente, no mezclan una cosa con la otra. Cuando hacen ciencia, hacen ciencia… Después, tienen todo el derecho del mundo a entrar en temas espirituales, meditar, orar, participar en actividades espirituales grupales, etc. ¿Por qué no? Dedicarse a la ciencia no significa firmar un pacto antiespiritualidad en el que está prohibido tener creencias religiosas, comprender que existe una realidad superior a todo lo que conocemos a través de nuestros sentidos, meditar, etc. Ahora vayamos al punto de vista de la espiritualidad. Cuando se entiende correctamente, esta no tiene nada contra la ciencia. Todo lo contrario, la integra, puesto que la ciencia es cien por cien materialista, y para la espiritualidad —bien comprendida—, el plano material es tan necesario como el espiritual. Sobre este tema puedes aprender mucho más en mi libro Más allá de la materia1. Precisamente un conocido principio hermético dice «como es arriba es abajo y como es abajo es arriba». Por ello, el plano material y el espiritual son dos caras de una misma moneda. Se encuentran en correspondencia. Uno es el reflejo del otro. El plano material es de la misma naturaleza que el espiritual: es energía en vibración (para la ciencia ya no es un secreto que la materia es energía vibrante). La única diferencia es que se trata de otro tipo de vibraciones muy distintas a las espi1
Félix Torán. Más allá de la materia. Ediciones B. Barcelona (2017).
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rituales, y que está compuesto de una substancia más densa (la que conocemos a través de la ciencia). Dicho esto, resulta absurdo siquiera pensar que la espiritualidad pueda tener algo en contra de la ciencia. Existen dogmas y puntos de vista que niegan la existencia de la materia, una postura que personalmente respeto, pero que no comparto. En lo que concierne a este libro, te adelanto que esa no es la aproximación que vamos a seguir. Además, si la espiritualidad fuera en contra de la ciencia, ¿cómo podría un servidor (que es hombre de ciencia) estar escribiendo un libro de espiritualidad, que también toca la ciencia? Dicho todo lo anterior, si hablamos en términos de exclusión, el panorama es distinto. La ciencia excluye —claramente— la espiritualidad. No puede ser de otro modo. La ciencia estudia el universo material y descarta cualquier cosa que vaya más allá del mundo puramente físico. Puesto que la espiritualidad está más allá de la materia, queda descartada. No significa odio a la espiritualidad. Sencillamente —y repito lo expresado anteriormente—, a la ciencia la espiritualidad no le importa, puesto que queda más allá de sus límites. Para la ciencia cualquier cosa que no es observable no existe. A la realidad espiritual se accede mediante la meditación, la introspección, que no son compatibles con el método científico y, por lo tanto, para la ciencia ni siquiera existen. En cuanto a la espiritualidad bien entendida, como ya he mencionado más arriba, no excluye la ciencia (en absoluto). Sencillamente, tiene un campo de visión mucho más amplio, y se da cuenta de que la ciencia es muy válida para estudiar una parte de la realidad (aunque no toda): el universo material. Tras las anteriores explicaciones, recapitulo diciendo que este es un libro de espiritualidad que usa la física cuántica (que es ciencia) como hilo conductor. No se trata de un libro de ciencia que se mete en terreno espiritual. Eso es algo que yo jamás recomiendo, puesto que se trata de falsa ciencia, y no merece
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la pena tratar temas que se basan en la falsedad (es decir, llamar ciencia lo que no lo es). Pero sí es un libro de espiritualidad que toma resultados de la física cuántica, se los lleva al terreno de la filosofía (y por lo tanto, abandona la ciencia y la deja aparte), y trata esos temas en el marco espiritual. Permíteme ilustrarlo con un ejemplo gracioso en el plano personal. Yo nací en Valencia, el lugar indiscutible de origen de la paella tradicional. Sin embargo, vivo desde hace mucho fuera de España y viajo con frecuencia a escala internacional. En mis viajes he podido comer platos a los que se les llama paella y que contienen todo tipo de elementos, como el chorizo, salsas picantes, etc. Están deliciosos, pero no son paella… Supongo que a un italiano le debe pasar lo mismo cuando sale de su país y pide pasta o piza en determinados lugares que no siguen la verdadera tradición italiana. Con este libro no voy a tomar una verdadera paella valenciana —con su pollo, conejo, su toque de romero y su «batxoqueta»—, añadirle otros tantos ingredientes fuera de la receta y llamarla paella valenciana… Por el contrario, tomaré la auténtica paella valenciana, me llevaré la receta a otro territorio, la serviré en la mesa junto con otros platos, pero sin hacer mezclas. Cada cosa, en su plato, y llamada por su nombre. No voy a llamar ciencia lo que no lo es. Ni tampoco voy a llamar a la ciencia lo que no es. Sencillamente tomaré algo de la ciencia que me inspire, y me lo llevaré lejos de ella, hacia el terreno de la espiritualidad. En ese terreno, ya no hablamos de ciencia. Solo de espiritualidad. Aquí aprenderás mucho acerca de la ley universal de la atracción, una ley metafísica que te ayudará a hacer tus sueños realidad. Pero lo harás desde una perspectiva diferente a la habitual y, al mismo tiempo, apasionante. Si no conocías anteriormente
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la ley de la atracción, la vas a conocer pisando fuerte, y sentando unas bases muy claras y sólidas. Si ya la conoces, e incluso si has leído otros libros sobre el tema escritos por un servidor, reforzarás tus conocimientos, aclararás puntos que quizá no estaban del todo claros, resolverás incógnitas y, sobre todo, te llevarás una visión muy clara sobre dicha ley, y sobre cómo encaja con la física cuántica. Esto reforzará ampliamente tu confianza en dicha ley, con lo cual los resultados se amplificarán. Y lo harás con rigor, sin falsa ciencia y sin «mezclar uvas y peras». En definitiva, este no es un libro de ciencia, pero tampoco es anticientífico, ni mucho menos pseudocientífico. Por otro lado, este es un libro de espiritualidad, pero no por ello deja de ser riguroso. Por lo tanto, tienes en tus manos una obra de crecimiento personal que acerca la espiritualidad y la ciencia de una forma sensata y útil, que no te dejará indiferente y producirá un cambio de paradigma en ti, hacia la elevación de tu nivel de consciencia.
Acercar, sí; mezclar, no Me permito insistir en que vamos a sentar a cenar a la ciencia y la espiritualidad en la misma mesa, pero cada una comiendo de su propio plato. Aprenderás algunos de los fenómenos más asombrosos estudiados por la física cuántica, de una forma clara y sencilla, que podrás entender perfectamente. No entraremos en ningún tipo de fórmulas (salvo quizá una o dos muy sencillas, y sin entrar en detalles). Nos quedaremos a nivel de divulgación, pero con seriedad, y de una forma que podrás comprender perfectamente las explicaciones. ¡Y te garantizo que te dejarán perplejo en más de un caso!
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Después, tomaremos esas conclusiones, y abandonaremos por completo la ciencia. Nos llevaremos lo aprendido al terreno de la espiritualidad y trabajaremos desde allí. Especialmente, verás como muchas de las conclusiones concuerdan con lo que los místicos vienen diciendo desde hace milenios. Y verás cómo encajan perfectamente con la ley de la atracción. En más de una ocasión te asombrarás, y llegarás a un nivel de confianza más reforzado que nunca. Te darás cuenta de que muchas de las cosas que se repiten con más frecuencia en el terreno espiritual —por ejemplo, eso de que «todo es uno»— no son meras frases que se creen gratuitamente, y podrás apreciar que tienen una verdadera razón de ser. Comprenderás claramente que la física cuántica, aunque no demuestra estos temas de calibre espiritual, conduce hacia ellos, diría que «descaradamente». Cuando llegas a ese tipo de conclusiones, la sensación de confianza, de expansión interior, de revelación es tan grande que no se puede explicar con palabras. ¡Tú mismo lo vas a comprobar! Por si no lo hubiera repetido lo suficiente, voy a insistir de nuevo (y me disculpo por ello): ¡recuerda que no estás leyendo un libro de ciencia! Por lo tanto, no merece la pena juzgar lo que vas a leer desde el punto de vista científico, ya que no es aplicable y está fuera de sus límites. Recuerda que aquí la física cuántica no es el objeto final, sino un «puente» para llegar hacia el terreno espiritual, que es el que aquí nos interesa.
Confusión cuántica Como te acabo de avanzar, los hallazgos de la física cuántica (por más que los comprendas) te van a dejar boquiabierto. Eso conduce —inevitablemente— a un estado de confusión. Te lo
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digo más claro: es probable que en algunos puntos de la lectura te sientas desconcertado. Si esto te ocurre te digo lo siguiente: ¡enhorabuena! La confusión es necesaria para la interiorización de las lecciones que transmite este libro. De hecho, forma parte del proceso de aprendizaje. Al aprender algo nuevo, empiezas siempre por desarrollar un esfuerzo, que crea una tensión consciente. Dicha tensión se resuelve después a nivel inconsciente —a través de un proceso más o menos largo—, y es ahí cuando interiorizas lo aprendido. Pongamos un ejemplo típico: los exámenes. Cuando nos ponemos a estudiar una lección nueva, hacemos un gran esfuerzo de concentración. Intentamos comprender los conceptos y encajarlos unos con otros. Cuando terminamos, lo normal es sentir una gran confusión y quedarnos con la sensación de que las ideas no encajan bien unas con otras. Esa es la tensión consciente. Sin embargo, si lo dejamos estar o —incluso mejor— si nos vamos a dormir, al día siguiente despertamos con las ideas mucho más claras. Es como si una mano mágica hubiera puesto las piezas del puzle en su sitio, logrando que encajaran. ¡Esa es la magia del subconsciente, resolviendo la tensión! Como puedes ver, la confusión ha sido parte del proceso, y no es nada negativo. ¡Todo lo contrario! Con este libro te pasará algo similar. Cuando la confusión te aborde, no la temas. Tómala como un indicador de que todo progresa bien. Antes de lo que puedas imaginar, te sorprenderán momentos reveladores, en los que apreciarás lo que a mí me gusta llamar «salto cuántico» en tu crecimiento personal. Por supuesto, uso esas palabras tan solo como un medio para ilustrar algo que no es fácil de describir con palabras, y no en su sentido científico. Ese proceso puede tomar días, semanas o meses. Pero sucederá. El resultado será un auténtico cambio de paradigma. No
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verás las cosas igual que antes, y hablo en el más positivo de los sentidos. Las verás desde un nivel de consciencia más elevado. Es como si al principio del libro te encontraras sobre una montaña, digamos que a mitad de camino entre el suelo y la cima. Tras esta lectura, terminarás sobre la misma montaña, pero verás el paisaje desde mayor altura, lo cual te permitirá ver la realidad con mayor detalle. Quizá desde una altura media pudieras ver un bosque que se extiende ante ti, pero tras ascender a una mayor altura, te darás cuenta de algo que antes era invisible: tras el bosque el mar azul se presenta ante tus ojos. De forma similar, el cambio de paradigma hacia el que te conduce este libro te llevará a vivir la misma realidad que antes, pero desde un nivel distinto, donde verás y comprenderás las cosas con mayor amplitud que antes. Con todo lo que te he comentado, estoy seguro de que debes estar ansioso por comenzar a transitar el sendero de ascenso sobre esa «montaña» que te he presentado alegóricamente. Así que no voy a entretenerte con más introducciones de las realmente necesarias. Solo decirte que deseo que lo encuentres apasionante, motivador e inspirador. Si logra inspirar en ti tan solo una pequeña dosis de crecimiento espiritual ya habrá cumplido su misión. ¡Vamos allá! ¡Bienvenido a este apasionante viaje y mil gracias por acompañarme!
CAPÍTULO I
LA FÍSICA CUÁNTICA: ROZANDO EL LÍMITE
Qué es la física cuántica Antes de entrar en el mundo de la física cuántica, es necesario saber de qué estamos hablando exactamente. Por ello, encuentro necesario un pequeño capítulo como el presente para sentar el contexto. Debo decirte que —fuera del mundo de la física— no toda la gente tiene claro lo que es la física cuántica, y no es extraño encontrar mezclas raras o expresiones que asocian (falsamente) la física cuántica con las más variadas disciplinas no-científicas. Lo que irás aprendiendo a través de esta obra te ayudará a evitar tales confusiones. Y vamos a dar el primer paso definiendo la física cuántica. Pero ¿qué es en realidad? Se trata de una disciplina de la física, que estudia la naturaleza a escala microscópica. Lo hace en términos de materia y energía (dos cosas equivalentes, como comprenderás más adelante). En otras palabras, la física cuántica se dedica a estudiar el mundo de lo más pequeño: las partículas microscópicas. En contraste, lo que llamamos física clásica estudia la naturaleza a escala macroscópica —es decir, al nivel de los objetos grandes, como un planeta, una montaña,
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etc. —y a velocidades pequeñas (comparadas con la velocidad de la luz). En otras palabras, al hablar de física clásica, hablamos del mundo en el que nos movemos cada día, que está hecho de objetos millones de veces más grandes que una partícula subatómica, y que se mueven a velocidades insignificantes comparadas con la velocidad de la luz. Cuando los objetos grandes se mueven a velocidades cercanas a la de la luz, pasamos al dominio relativista. Se podría hablar mucho más y entrar en muchos más detalles y dominios de la física, pero en lo que concierne a esta obra, es suficiente con que entiendas la diferencia entre física clásica y cuántica, entre las cuales el contraste es enorme.
Rozando los límites de la ciencia Ahora que entendemos bien en qué dominio se mueve la física cuántica, quizá te cuestiones qué es lo que la hace tan especial. Por un lado, ya te he dado parte de la respuesta al adelantarte que los hallazgos de esta rama de la física te iban a resultar sorprendentes. Pero hay otra razón importante: la física cuántica ha rozado los límites de la propia ciencia. No los ha traspasado, puesto que se trata de una disciplina claramente científica; pero se ha acercado mucho a esa frontera. ¡Precisamente por eso los resultados han sido sorprendentes y crearon auténticos rompecabezas en las mentes de los más grandes científicos del siglo XX! Y en el siglo XXI los científicos siguen encontrando sorprendentes hallazgos, y estudiando temas tan increíbles como la computación cuántica, la teleportación cuántica y otros apasionantes temas que todavía suenan a ciencia ficción. Eso sí, los científicos estudian todo eso dentro de los límites de la ciencia, que ellos conocen muy bien. Cuando personas que no tienen el suficiente bagaje científico toman esos resultados y los divul-
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gan —por ejemplo, cuando algunos periodistas que no están suficientemente formados en física cuántica entrevistan a científicos y realizan su propio resumen—, es fácil encontrarse con todo tipo de distorsiones. En esos casos no es que hablemos de ciencia ficción, sino más bien de ficción científica, diría yo... Por ello aprovecho estas líneas para lanzar un mensaje de precaución: sobre estos temas, te recomiendo buscar las fuentes más fiables y que hayan pasado por el menor número de intermediarios, y si puedes leer de varias fuentes y comparar, mucho mejor. Todo ello para evitar falsas distorsiones, como pensar que podemos estar en dos sitios a la vez, que existen medios de comunicación que superan la velocidad de luz, u otras verdades adulteradas… En este libro no entraremos en todos los detalles de todos los campos de investigación de la física cuántica —si te interesa ese tema, te recomiendo complementar esta lectura con otros textos de divulgación—, pero cuando lo hagamos, será de forma seria y sensata, sin inventar verdades pseudocientíficas. Incluso si es necesario simplificar mucho para que algo sea comprensible (a costa de perder detalles), se hará con seriedad y respeto. Al llegar a esos límites y encontrar hallazgos tan asombrosos, se despiertan cuestiones filosóficas realmente profundas, y se puede empezar a crear conexiones con aquellas verdades que los místicos de las cuatro esquinas del mundo han ido encontrando a través de la noche de los tiempos. Si lo que ha encontrado la mecánica cuántica es tan sorprendente y ha dado tantos dolores de cabeza es, sencillamente, porque se encuentra demasiado cerca del límite que separa a la ciencia de la espiritualidad. Esos hallazgos, cuando se estudian desde el punto de vista espiritual, no son realmente tan difíciles de asimilar —aunque la forma de hacerlo es diferente de la que usa la ciencia, como veremos más adelante—. Pero
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como la ciencia no puede salir de sus propios límites y no quiere saber nada de espiritualidad, tiene que explicar todo lo que ha descubierto por medios científicos, completamente asociados al plano material. ¡Y ahí sí que hay que hacer malabarismos para explicar lo encontrado! Los físicos han sabido hacerlo con gran elegancia, utilizando funciones de onda de probabilidad, espacios de Hilbert y otros muchos artefactos matemáticos y conceptuales realmente ingeniosos y que permiten estudiar el mundo cuántico hasta donde los límites de la ciencia le han permitido. Aquí es importante remarcar y reconocer que lo ha hecho muy bien. Quizá te preguntes de dónde salen esas dificultades. Lo veremos más adelante, pero te puedo avanzar una de ellas, en el mundo microscópico, el hecho de que exista un observador influye en el resultado de las observaciones. Esto ocurre también en el mundo macroscópico, pero los errores derivados son normalmente asumibles —a menudo insignificantes—, por lo que no supone un problema. En el mundo cuántico, lo que mides está perturbado por el propio hecho de medir, así que no conoces nada a nivel absoluto. Ni siquiera conoces nada con un error que se pueda considerar asumible. Lo que conoces y lo que puedes explicar y predecir viene dado en términos de probabilidades…
Singularidades Algo que me gustaría que retengas es que, cada vez que la física habla de una «singularidad», es indicio de que se pretende poner un pie en la frontera que la separa de la espiritualidad. En el terreno espiritual las leyes de la física (aplicables únicamente al mundo material) dejan de funcionar como las conocemos, y pasamos a hablar de otras leyes espirituales que —por diferen-
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tes que nos parezcan— mantienen una relación de correspondencia con las leyes físicas. Cada vez que la física se encuentra con sus límites, utiliza un término muy elegante, que habrás escuchado o leído más de una vez: «singularidad». Se trata de un estado que va más allá de los límites de lo que la física puede explicar con sus ecuaciones. Las leyes físicas dejan de funcionar en una singularidad. Ni siquiera las matemáticas ofrecen allí soluciones. Por ejemplo, esto es lo que ocurre en el centro de un agujero negro. Y también es lo que ocurre cuando se intenta estudiar el Big Bang y llegar al instante inicial del universo material, donde nos enfrentamos a una acumulación de materia con densidad infinita. Ese instante es una singularidad, puesto que se encuentra ya con un pie en el mundo espiritual donde el espacio-tiempo carece de sentido. Saliéndonos de la ciencia, y pensando a nivel meramente espiritual, la razón encuentra al menos una posible explicación (y procede de sabios de hace milenios). El Big Bang material es el resultado de todo un proceso espiritual, en niveles de vibración más elevados y sutiles, que se manifestó en su forma más densa con el Big Bang material. Me permito remarcar que a la física solo le importa esa gran explosión material, y no acepta ningún proceso anterior. Si acaso, algunos físicos que creen en la existencia de Dios colocan al creador justo en ese instante inicial. Pero —al contrario de la espiritualidad— no admiten que ese Big Bang material pueda ser el efecto de otro gran estallido en los niveles más sutiles e inaccesibles a la física, propios del mundo espiritual. Quisiera precisar que la física cuántica no llega a esos extremos. Aunque se encuentra en el límite con las fronteras de la ciencia, no traspasa el límite y no se encuentra con problemas de singularidad, al menos en lo que concierne a los efectos que vamos a comentar en este libro. Los problemas con los que se
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encuentra los sabe resolver de una forma muy eficiente a través de la probabilidad. Y te puedo garantizar que, incluso trabajando con probabilidades, es tremendamente exacta, por paradójico que pueda sonar. Solo anotar que existen otros campos, como la teoría cuántica de campos, donde sí que se presentan singularidades, pero eso queda fuera del alcance de esta obra. Ahora que ya nos hemos acercado a los límites de la ciencia, es hora de poner el pie en el otro lado…