Primera edición: febrero del 2016 © Ricardo Rabella Prólogo de Ricardo García Cárcel © Ediciones Carena c/ Alpens, 31-33 08014 Barcelona Tel. 934 310 283 www.edicionescarena.com info@edicionescarena.com Diseño cubierta: Davinia Martín Maquetación: Jesús Martínez Depósito legal: B 2177-2016 ISBN: 978-84-16418-44-2 Bajo las sanciones establecidas por las leyes, quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro —incluyendo las fotocopias y la difusión a través de Internet— y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o prestamo público.
El libro del lector Profundizar en la lectura
Ricardo Rabella
A mi nieta Senda: Tienes pocos años y toda una vida por delante. Te acosejo que leas, que leas mucho, que te hará más feliz, aprovecharás mejor tu tiempo libre, experimentarás más emociones positivas y estarás más preparada para afrontar las negativas.
PRÓLOGO Homenaje al lector Se lee muy poco en nuestro país. Hoy se están cerrando librerías de larga tradición y las bibliotecas ofrecen la contradicción entre unas magníficas infraestructuras y unas salas de lectura con una concurrencia muy por debajo de la inversión efectivamente realizada en todos los ámbitos, a escala del Estado, de los poderes autonómicos o de las entidades locales. El problema de la lectura en España tiene, desde luego, larga tradición. Desde Larra a Ortega podríamos citar multitud de referencias alusivas a la escasa pasión lectora. Desde luego, son falsos los viejos tópicos sobre el analfabetismo histórico español. Actualmente infinidad de investigaciones han puesto de relieve que tanto la capacidad potencial lectora como la práctica de la lectura eran, al menos hasta el siglo XIX, homologables a los países europeos más avanzados. Ha caído el mito de la Inquisición como la gran responsable del retraso cultural español y los índices de libros prohibidos ya no se consideran el factor principalmente responsable de la presunta desertización cultural española. Pero, si la mirada al pasado más bien legitima hoy una cierta normalidad cultural española respecto a Europa, lo cierto es, sin embargo, que el estado actual de la lectura en España refleja un paisaje más bien pesimista. Lo habitual, entre nosotros, es la tendencia a la autofustigación crítica y a la busca de culpables de nuestras limitaciones o deficiencias. Ricardo Rabella, que es un maestro en la comunicación, ha querido, en todo momento, salirse de
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los tópicos masoquistas y plantearse un análisis de la lectura en una dimensión mucho más amplia y de mayor calado. Ello ha supuesto sumergirse en el propio concepto de lectura, sus modalidades y sus legitimaciones. El problema de la lectura hoy no solo es una cuestión nacional, de hábito o de tradición lectora. Con este principio, de hacer protagonistas de la cultura a los lectores y no a los autores, Rabella ha escrito un libro que se acaba convirtiendo en un apasionado homenaje a la lectura, una demostración inapelable de las ventajas y hasta de la necesidad de leer. Curiosamente, no son coincidentes las estadísticas sobre la lectura actual en nuestro país. Los datos del estudio de la Federación del Gremio de Editores en España de 2012 que aporta Rabella en su libro demuestran que ha bajado, del 10,6% al 8%, la cifra de los que nunca leen. Lo que más se lee, con mucha ventaja, es la prensa. El porcentaje más alto de la edad de los lectores se sitúa entre los 25 y los 44 años. El 63% de los entrevistados afirma leer libros (41,3%, en su tiempo libre). Lo que más se lee es novela o cuento. La lectura se hace mayoritariamente en casa. El 30,1% de la población de 14 años o más dice haber ido a alguna biblioteca. Las comunidades con mayor porcentaje de asistencia a bibliotecas son: Cataluña, Navarra, Castilla y León, Cantabria y País Vasco. El 68,5% de la población de 14 años o más se conecta a internet y el porcentaje de lectura digital ha crecido hasta el 50,5% entre los niños de 10 a 13 años. El 40,3% de los consultados declara haber comprado algún libro no de texto en el último año. La encuesta resulta expresivamente negativa si nos fijamos en los datos del CIS que también nos aporta Rabella en su libro. Con ellos se deduce que el 35% de los encuestados no lee casi nunca o nunca. La media de lecturas en España es baja con respecto al conjunto de Europa (se sitúa en torno al
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70%). No digamos si comparamos con Finlandia, donde cada ciudadano lee siete veces más libros que en España. Todavía la era digital no se ha implantado por completo. Solo el 11,1% se decanta por el libro electrónico. En el último año la mitad de los encuestados no adquirió un solo volumen y el 70% no pisó una biblioteca. La reflexión del autor del libro se centra en desbrozar la problemática de la lectura mediante tres preguntas: ¿Qué es leer? ¿Cómo leer? ¿Por qué leer? Leer, para Rabella, como para Chartier, es, ante todo, descifrar los mensajes de un texto. En esa operación, se produce un proceso de comprensión, de interpretación identificadora o crítica y de respuesta emocional, estética o creativa a lo leído. En los últimos años, parece haberse ido consolidando el llamado Movimiento de Liberación del Lector, que parte del supuesto de que el autor propone y el lector dispone, lo que implica una apuesta decidida por la prioridad de la interpretación subjetiva del lector sobre el texto que se abre ante sus ojos. Sobre la clásica interacción texto-lector parece haberse impuesto la hegemonía del yo del lector. De hecho, la identificación de los lectores con los textos ha pasado por muchas etapas. Los lectores del Quijote en el siglo XVII lo vieron como un libro de humor, de crítica feroz de los libros de caballerías. Después, se leyó como una reflexión sobre la crisis y la decadencia de España, como la confrontación entre el idealismo y el realismo, como la exploración antropológica del problema de España. Muchos lectores, muchas maneras de interpretar los textos. Las presuntas “comunidades de lectores”, de las que han hablado tantos expertos, están perdiendo organicidad en beneficio de los lectores individuales con sus específicos puntos de vista. El libro de Ricardo Rabella nos permite explorar la trayectoria histórica de la lectura a partir de las obras de Mengual o
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Millares y, desde luego, propicia la consolidación de la imagen, hoy un tanto desmitificadora, de la imprenta como el hito de la gran revolución cultural histórica. Actualmente sabemos de la continuidad del manuscrito siglos después del nacimiento de la imprenta (al respecto, el libro de Fernando Bouza ha sido fundamental) y tenemos claro que la imprenta multiplicó el número de lecturas pero no de lectores. Leyeron mucho más lo que ya leían, pero no aumentó el número de lectores porque el lastre de los altos porcentajes de analfabetismo continuó. Hoy se le asigna enorme trascendencia a cambios como el paso del códex al pergamino, las innovaciones en la presentación de los textos (espacio en blanco, anotaciones…), y desde luego, la propia mecánica de la lectura (silenciosa, en voz alta…). Y aquí entramos en la segunda pregunta que nos planteábamos: ¿Cómo leer? La tipología de modos de lectura es muy variada. Puede ser meramente exploratoria, o lineal, asimiladora o creativa, vertiginosa o paciente. Puede ser la lectura funcional, práctica, de placer o incluso de vicio. Informativa, “de corrida”, detenida, de control, selectiva… En el libro de Rabella se exponen todas las variantes de los modos de lectura y se repasan los criterios de muchos lectores a lo largo de la historia, desde los que creen que leer implica digerir bien lo que se come-lee (Balmes) a los que defienden la lectura como creación en sí misma (Baroja), los que buscan encontrarse con el yo (Lewis Carroll) y los que buscan eludir pensar (Helps). La tipología de lectores ha ido evolucionando en el transcurso del tiempo. A la figura del analfabeto clásico hoy se le añade la del analfabeto funcional y se distingue entre el analfabeto total o parcial. Y el lector pragmático naturalmente se conjuga con el puramente evasivo o curioso. Rabella dedica especial atención a los lectores deslucidos o rápidos con sus
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variantes específicas como las que representan los lectorescaníbal (multidimensionales, sensacionalistas, imprevisibles), los críticos, los ideales y los dolientes (bibliodependientes que nos introducen en una problemática nueva: la bibliopatología). El niño-lector constituye objeto de extraordinario interés en el libro de Rabella. Son muy típicos y tópicos los reproches a las presuntamente escasas lecturas de los niños actuales. Gianni Roderi ha escrito páginas luminosas sobre las maneras de conseguir que los niños odien las lecturas. Para el pensador italiano la principal vía para lograrlo es justamente la de ordenarles leer. Las directrices de Díaz Plaza y Emili Teixidor, llenas de sutilidades, aportan, ciertamente, buenas fórmulas para conseguir introducir en los niños la afición a la lectura sin imposiciones traumáticas. Desde luego, en el acto de la lectura cuentan decisivamente las circunstancias, desde la disposición física al tratamiento del libro, pasando por la propia metodología de la lectura. El núcleo de un homenaje a la lectura como es el libro de Rabella es la argumentación en pro de la justificación de la lectura; contestar, en definitiva, al chiste de Forges en el diario El País en el que un personaje le pregunta a otro que está leyendo: “Hola, ¿qué haces?”. A lo que contesta el lector: “Leer”. Y responde muy extrañado el preguntón: “¿Por?”. Las razones invocadas para defender el ejercicio de la lectura han sido infinitas. Quizás las 35 razones que aporta Sílvia Adela Kohan para practicar la lectura las condensa Sergi Pàmies en la tríada: por placer, por necesidad y por prestigio. Disfrutar, aprender y relacionarse socialmente. Felicidad, saber y bagaje para las relaciones humanas. Después, obviamente, pueden añadirse muchas más ventajas. Desde que la lectura nos hace más libres hasta que nos permite comprendernos a nosotros mismos y descifrar nuestros propios problemas. También es
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cierto que la lectura tiene su leyenda negra: el riesgo de la incapacidad de pensar por cuenta propia que ya denunciaba Schopenhauer, la lectura actual como solo determinada por la consulta útil que mata el auténtico placer de leer, lo que ha denunciado Azúa, el clásico peligro de la insociabilidad, la lectura como simple ejercicio de pedantería (algunos dicen que leemos para decir que hemos leído), la lectura como reclamo publicitario (la presunción de leer solo lo que está de moda o es in)… Una vez explorados los tortuosos caminos de las lecturas, Rabella focaliza su atención sobre el propio objeto de la lectura: el libro y todos sus vehículos de acceso al lector. El primero, al respecto, es el editor, fundamental, obviamente, a la hora de proponer los libros que leer. Título, estilo, traducción son bien analizados para dar paso a los escenarios de usos de los libros. La privacidad, con todo lo que significa la posesión del libro, y su explotación, las bibliotecas y librerías, con un repaso de los míticos templos culturales en el mundo. Naturalmente los libros que leer son muchos y los géneros, muy plurales. Aquí se plantean todas las especies: clásicos, poesía, ensayo, novela, cuento, autoayuda, diarios personales, canónicos, etc. Se le ofrece al lector una auténtica guía por la selva de identidades en forma de libros y hasta proposiciones de lectura como la que hace Van Laren o la que recomiendan como de lectura inmediata Francisca Pose y Víctor Gay. Al final del recorrido o paseo por los horizontes de lectura, el autor de este libro asume lo que él llama: el paisaje cibernético, con la confrontación entre el libro de papel y el libro electrónico. Aun defendiendo, en todo momento, la conjugación de ambos tipos de libros, no es arriesgado atribuirle a Ricardo Rabella una íntima defensa del libro de papel, en crisis. Tiene, desde luego, muy presentes las ventajas que asignó Jorge Volpi al libro electrónico (popularidad, imposibilidad de la deformación
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física, facilidad de transporte…), pero la sensación insuperable de dependencia del libro de papel marca las reflexiones de Rabella (la sensualidad física, la percepción de algo propio, la imagen de lectura envolvente, las mejores posibilidades de comprensión y análisis de los textos, el fetichismo de las portadas, la luz negativa de la pantalla, la facilidad de los escenarios de lectura…). El inquietante mensaje de El Roto en el diario El País parece ser asumido por Rabella. En él aparecían dos pequeños montones de libros que se hablan entre sí: “antes nos quemaban; ahora nos digitalizan”. El otro contesta: “no es lo mismo”. A lo que se le responde: “ya veremos”. Por último, he de destacar en el libro de Rabella la pasión por los aforismos, las sentencias que se pasean en el libro, sentencias que nutren los apéndices que jalonan algunos capítulos y que parecen testimoniar el esfuerzo del autor de este libro por ratificar, rubricar, legitimar, en definitiva, su propio discurso con las opiniones tajantes de los demás. Como comunicador, Rabella tiene muy claro que el productor de cualquier mensaje debe tener absolutamente presente al consumidor del mismo, como el autor nunca puede olvidar a su lector, y que la naturaleza del propio mensaje será mejor recibida si viene acompañada y avalada por los testimonios de significativos creadores de opinión. Testimonios tan breves y contundentes como son los aforismos. El libro del lector, de Ricardo Rabella, en conclusión, se abre, pues, impecablemente, a su destino, el lector. No tengo dudas de que este lo disfrutará tal y como el autor deseaba al escribirlo. Ricardo García Cárcel Catedrático de Historia Moderna de la Universitat Autònoma de Barcelona Premio Nacional de Historia 2012 Miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia