Segunda edición: diciembre del 2016 Primera edición: octubre del 2016 © Mercedes Vilanova Ribas © De la edición en castellano, Ediciones Carena Esta edición es la versión en castellano, ampliada, de la versión original publicada en catalán por el Centre Esportiu i Recreatiu L’Escala (CER) en colaboración con el Centre de Documentació i Recerca Històrica de L’Escala (CEDRHE), en la colección Llibres de Ronda, y titulada La paraula i el poder. El mar, L’Escala, Pasqual Maragall. c/Alpens, 31-33 08014 Barcelona Tel. 934 310 283 www.edicionescarena.com info@edicionescarena.com Diseño cubierta: Marina Delgado Foto de portada: Archivo Mercedes Vilanova Foto de contraportada: vista de Montgó. Autor: Meli. Arxiu Agustí Torné y Judith Carol Reeve Maquetación: Jesús Martínez ISBN: 978-84-16843-02-2 Depósito legal: B 19439-2016
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La palabra y el poder L’Escala Anarquismo Pasqual Maragall
MERCEDES VILANOVA
A Carla, AdriĂ , Natalia
¿Hasta cuándo oiremos las voces de los otros, hasta cuándo las nuestras les llegarán? Basi Mira Azorín
Prefacio
Algunos paisajes revividos condensan recuerdos que son continentes por explorar. A través de ellos y con los años he aprendido que en nosotros anida un espacio donde descansar, es un abismo sin nombre, un océano, un olvido de reserva. ¡Oh maravilla del rememorar! En “Imágenes de experiencias” describo horizontes y retos de los tiempos aquellos cuando no vislumbraba tierras ni playas, o cuando, por el contrario, mis pies caminaban seguros y mi energía se escurría por la punta de los dedos. También he aprendido que si la oscuridad nos abrasa o la niebla nos envuelve no hay faro que valga, pero aun así, sobre todo así, la lectura y escritura son puentes y lazos que unen, sostienen y explican en el límite de lo decible un cuento que siempre, siempre, empieza por el érase una vez, con el que inicio mi relato: “Veo a mi padre con los primeros fusiles submarinos y yo nadando junto a su hombro sintiendo la ternura de ser dos entre los peces...”. “El poder de lo escrito” es una aproximación a la vida de un municipio catalán durante los años treinta del siglo veinte, cuando brevísimamente se sucedieron en España varios regímenes políticos, una guerra civil y una revolución social. Es una interpretación de lo que fuimos y de lo que somos, pues cuarenta años de franquismo y otros tantos de democracia no han borrado huellas de cambios y derrotas transcurridas con violencias y con sangre. Lo que explico
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ocurre antes de la segunda guerra mundial, antes de la bomba atómica y antes de la globalización digitalizada actual: ¿será que desde las Cuevas de Altamira o de más allá hay algo que permanece en nuestras sociedades a nivel colectivo y personal? He buscado estos sentimientos de largo recorrido y he creído encontrarlos en la manera de experimentar la propiedad de las cosas y también de las personas, y en el impulso para crear y soñar, para sí y para los demás. “Volver a Pasqual Maragall” es acercarse a un mundo vivido con pasión y también con sufrimiento; ahora sé que no es fácil dedicarse a la política y ser fiel a las relaciones que salen al paso, fiel a los anhelos de la infancia, fiel incluso al proyecto del que se alardea o por el que se ha sido elegido. No obstante, como historiadora y ciudadana he sido afortunada, pues, por el tiempo y lugar de mi nacimiento, he podido navegar a contracorriente junto al mástil de la universidad. Lo que cuento es sencillo: mi interpretación del concepto de España del poeta Joan Maragall, mi relación con algunos descendientes suyos y con la madre de Pasqual, porque esta mujer es un punto luminoso para compartir experiencias del único hombre que ha sido hasta el momento alcalde de Barcelona y President de la Generalitat. Mi investigación descubre que lo que se oculta puede ser una clave de lo ocurrido, y que la censura es un camino mágico para historiar, pues desbroza semillas de las que tal vez broten árboles. De ahí la importancia de la libertad de expresión y de perseverar con la serenidad de los atardeceres marinos cuando no se anuncian tormentas, en las horas en las que todo empieza a ser gris y las sombras desaparecen y nos anclamos en la aurora que está ahí, justo detrás del horizonte, justo por llegar.
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Encuentros Gloria Steinem, hace años, me animó a relatar trozos de mi biografía y me transmitió la ilusión para hacerlo, quizá por el cúmulo de experiencias que los milenios convierten en arena. Al oírla intuí que tras escuchar tantas historias de vida quizá había llegado el momento de relatar alguna vivencia mía. Esta mujer norteamericana, que fundó la revista feminista Ms., me sugirió indagar en quien quise ser para encontrar un decir propio; así surgieron las primeras páginas de este libro en las que rememoro aspectos de mi pasado lejano, el mar y la playa o mis padres, algunas peripecias en la clandestinidad, mi pasión por el submarinismo o mi relación matrimonial. Al final de una conferencia que Gloria dio en Boston, en 1996, una mujer le preguntó por sus planes futuros, y ella respondió: “A los sesenta años me he emancipado de mi padre, de mi marido y de mi hijo, y por fin seré la que de niña quise ser”. Estas palabras oídas en otra ocasión no hubieran significado nada para mí, pero aquella tarde fueron un aldabonazo, como si la vida se esfumara y quedase poco tiempo, como si tuviera que recuperar quien fui sin saber cómo hacerlo. Otra mujer le preguntó: “¿Qué epitafio escogerías para tu tumba?”. Gloria contestó, espontánea: “¡Al fin duermo sola!”. Feliz, me fundí con las risas de la audiencia y aquella noche mientras conciliaba el sueño afloró un autobús rojo de dos pisos, circulando por la calle Balmes,
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cuando era una niña y me llevaba al colegio y era oscuro y con mis guantes de lana restregaba los cristales empañados para ver el mundo y volar. A la mañana siguiente de aquella conferencia no fui capaz de concentrarme en mi despacho de la universidad de Harvard, así que decidí ir al Café Pamplona, y en una de sus terrazas recordar a Xicu Andreu, un hombre de la edad de mi padre, que era pescador y me acompañó por los mares de la Costa Brava catalana. Su presencia eran sus ojos: ¿cómo es posible que me miraran siempre y que yo no lo supiese? La tarde de aquel mismo día comprobé que la puerta que Gloria Steinem había abierto seguía ahí, pero dudé si cruzar su umbral. Por mi dedicación a la estadística y a las fuentes orales, mi manera de vivir es un dialogar con cifras, personas, memorias y paisajes. Sé plantear preguntas, pero dudo de que exista verdad alguna: ¿acaso el estudio de la historia es refugio para huir incluso de nuestro interior? He escuchado historias de vida de centenares de personas, pero solamente en aquella sala abarrotada de Boston donde Gloria habló, y en medio de risas alegres y solidarias, supe que era el momento de abrir una ventana propia para ser, para escribir. En el avión que poco después me llevó a Barcelona, me invadieron imágenes de los tiempos aquellos cuando era adolescente y en España las mujeres fuimos obligadas a ir a misa con manga larga y mantilla y faldas que cubrieran las rodillas. Gloria, entonces, me sopló al oído: “Déjate de historias y de lo que pretendan otros y averigua quién quisiste ser tú”. De nuevo en mi mente o quién sabe si en mi corazón o en mis entrañas, apareció un autobús rojo conmigo soñando en uno de sus asientos delanteros. Desde entonces mis sentimientos de extrañeza ante el mundo no
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han variado, pero ha transcurrido el tiempo... Viví la infancia en ese autobús fabulando siempre: ser escritora para escribir un libro que ayudara a la gente, ser científica y descubrir grandes verdades, ser madre de familia o quién sabe si solo ermitaña. Noam Chomsky, durante el lejano verano de 1971, me acogió en su despacho del MIT (Massachusetts Institute of Technology), en Cambridge, por ser amiga de Conrad J. Lynn, un abogado afroamericano con el que habíamos compartido luchas a favor de los derechos civiles de la negritud. Le mostré datos de algunas colectivizaciones ensayadas en Cataluña y Aragón y le dije que quería averiguar por qué fracasaron. Contundente, me advirtió: “Los comités populares surgieron de la militancia republicana anterior, porque las revoluciones nunca son espontáneas, analiza la relación de los militantes con sus líderes y descubre si las mayorías siguieron o no siguieron sus consignas políticas: esta es la clave”. Fiel a su sugerencia, me sumergí durante años en el análisis de los escrutinios republicanos y en océanos de diálogos con personas que votaron o se abstuvieron en los comicios celebrados en Cataluña entre 1931 y 1936. Así surgió la segunda parte de este libro, así es como Chomsky me abrió una ventana desde la que contemplar la revolución social y la guerra civil española. Décadas después, en el 2013, el Museu de l’Anxova i de la Sal, de L’Escala, situado a dos pasos de las ruinas de Empúries y a los pies del Canigó, en el golfo de Roses, me invitó a dar una conferencia sobre la metodología de la historia oral1. Al preparar aquella charla reviví el consejo del 1 “El mar és arxiu, font i vida”, conferencia pronunciada el 27 de noviembre del 2013, durante la tercera jornada técnica de la Red de Museos Marítimos de
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escritor sueco Sven Lindqvist: “Cavad debajo de vuestros pies, en la tierra que pisáis están las respuestas”2, y no dudé en estrujar mi memoria con la historia que yo misma había escrito dialogando con gentes de L’Escala. En este viaje por la memoria de otras personas, Xicu Andreu me introdujo en los sentimientos de libertad de quienes, durante la república, esperaron el advenimiento de una aurora nueva. Este hombre que hizo posible mi existencia como la barca el navegar me enseñó cualidades elementales para andar por la vida y pescar, como desear solo lo posible o tener paciencia cuando no ocurre nada y el tiempo diríase que no pasa: este fue un ventanal abierto en mares cercanos a Cala Montgó. El editor Jorge Herralde, durante el otoño del 2014, me recordó la desazón que sentimos Esther Tusquets y yo cuando Ernest Maragall, en octubre del 2008, siendo conseller de educación del gobierno tripartito de la Generalitat, hizo que guillotinaran diez mil ejemplares de nuestro libro Pasqual Maragall, el hombre y el político. Tal destrozo me dolió porque algunos capítulos se referían a Basi, madre de Pasqual, con quien había compartido una parte importante de mi biografía. Al repensar lo que ocurrió he regresado a Pasqual y he reconsiderado mi relación con él y con algunos miembros de su familia; evoco, especialmente, la amistad surgida con Basilisa Mira Azorín en un barco que iba a Grecia. Así surgió la última parte de este libro, así se abrió una ventana para contemplar un pequeño mundo catalán. la Costa Catalana, en el Museu de l’Anxova i de la Sal, de L’Escala, organizada per su directora, Lurdes Boix. 2 Svend Lindqvist, “Dig Where you Stand”, Oral history Society, vol. 7, nº 2, 1979.
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La memoria no es un texto como la historia que pueda ser leído por cualquiera en cualquier tiempo y lugar, no es un documento que pueda repetirse como si fuésemos papagayos: la memoria es personal y actual y solo real para quien la vive. Al rememorar se superponen los tiempos y es fácil confundir lo que es historia con lo que es memoria, por esto Fedro discutió con Sócrates sobre las bondades de lo oral: “¿Te refieres a ese discurso lleno de vida y de alma que tiene el que sabe y del que el escrito se podría justamente decir que es el reflejo?”. Esta duda griega cuestiona si el pasado yace en lo escrito, y quién sabe si la libertad es prescindir de la historia y transitar por la memoria, donde anida el conocimiento hecho experiencia de quienes lo han rumiado. Los que regresan gracias a la memoria de papel, que es lo que siempre es cualquier texto escrito, encuentran acogida en la historia que puede expresar lo que se quiso ocultar: esta es el arma o la palabra que la censura quiere aniquilar, destruir, silenciar, borrar. Por la posibilidad de descubrir el pasado, el tratamiento crítico de cualquier fuente es la aportación de los historiadores a la humanidad, pues la historia es el abismo entre diálogos que si no se fijan desaparecen, y documentos “materiales” que son vestigios o roderas por las que transitaron nuestros antepasados. Interpretar lo que hicieron otras personas es el poder de la historia escrita que, no obstante, es solo una piedra en manos de David frente a Goliat. ¿Acaso las piedras de David son las palabras atesoradas en las fuentes orales, que nos llevaron de San Francisco, en Estados Unidos, a Jinan, en China, de 1975 a 2015? ¿Son las palabras propias ventanas abiertas a los demás?