Introducción Nada es más cierto: una cosa es ver los toros desde la barrera y otra, bien distinta, es ponerse delante del morlaco. Recurro al rico refranero español porque dos ediciones atrás de este Certamen de Teatro “Dramaturgo José Moreno Arenas” yo aún estaba lejos de ser la máxima responsable de los asuntos culturales del municipio, y me asaltaban algunas dudas, y me hacía algunas preguntas. Estar ante la “bestia”, en el centro del ruedo, me ha permitido despejar las unas y responderme las otras, sin necesidad de que nadie tuviera que echar el capote. ¿Dudas…? Quien más, quien menos, todas –todas porque, curiosamente, al frente del Área de Cultura siempre ha habido una mujer desde que se iniciaran las convocatorias del Certamen–, como digo, todas las que hemos dirigido la política cultural del gobierno de turno hemos tenido un momento de incertidumbre: «¿Por qué el teatro y no otro género literario?». Las dudas se disipaban enseguida cuando aparecía ante los ojos la figura de Pepe Moreno, y más aún cuando del exterior nos llegaban noticias de la relevancia de su obra. Sin ir más lejos, el profesor e investigador Miguel Ángel Jiménez Aguilar, prologuista de este volumen, dice de nuestro autor que «se ha convertido hoy en uno de los dramaturgos españoles de mayor proyección nacional e internacional». ¿Preguntas…? Desde la política, cualquier decisión tiene un trasfondo pragmático, y no siempre electoralista, sino de aplicación a la realidad que nos ha tocado vivir: «¿Responde el teatro a las exigencias de la mujer y del hombre de hoy en
día?». No hay más que leer las seis obras que están incluidas en este libro para darnos cuenta de que el teatro es, como he oído decir en alguna ocasión a Pepe, «termómetro de nuestra sociedad». ¡Qué razón tiene! Invito a que sigáis pasando páginas: encontraréis historias sobre la soledad en la vejez, los amores oscuros, las dos Españas, la violencia de género, la infelicidad por desesperación y dolor, y la falta de contacto personal como consecuencia del uso desproporcionado de las nuevas tecnologías. Está claro: teatro y realidad se dan la mano. Dudas despejadas, interrogantes resueltos. El Teatro y José Moreno Arenas siempre estarán presentes en la Cultura de Albolote. Con este libro cae el telón de la décima edición del Certamen. ¡Arriba el telón de la undécima! Montserrat Bailón Carrasco Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Albolote
Prólogo: La consolidación de un Certamen Internacional Querido lector: Tienes en tus manos la edición de las obras ganadoras y los accésits del X Certamen de Teatro Breve y Mínimo “Dramaturgo José Moreno Arenas”, convocado por el Excmo. Ayuntamiento de Albolote para el año 2018, con la ayuda de la Fundación Francisco Carvajal y la Asociación Cultural Karma Teatro (a través de su infatigable y sorprendente Aula de Artes Escénicas). Un Certamen que ha sido capaz de consolidarse después de una década de convocatorias, lo que hace sospechar que no solo ha tenido una estupenda acogida por parte de todos – organizadores, autores y público –, sino también una significada repercusión en el panorama dramatúrgico actual dentro y fuera de nuestras fronteras. De hecho, al premio se han presentado textos de autores de distintas nacionalidades de ambos lados del Atlántico, que han aportado en su conjunto enorme frescura, diversidad y polifonía al corpus de los textos aspirantes. El jurado estuvo compuesto por Montserrat Bailón Carrasco (Concejal de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Albolote), en calidad de Presidenta; José Moreno Arenas (autor de teatro), como Secretario; y, como Vocales, Emilio Ballesteros Almazán (escritor, poeta y dramaturgo), José Membrive Membrive (director de Ediciones Carena), Adelardo Méndez Moya (analista y dramaturgo), Francisco Morales Lomas (dramaturgo y profesor de Literatura de la Universidad de Málaga), Rafael Ruiz Pleguezuelos (narrador y dramaturgo),
Antonio Sánchez Trigueros (catedrático de Teoría de la Literatura de la Universidad de Granada), Mario Soria Rodríguez (actor) y un servidor, en calidad de dramaturgo, profesor e investigador. El fallo fue hecho público el día 27 de diciembre de 2018 en el Salón de Sesiones de la Casa Consistorial de Albolote y estableció la siguiente resolución: en la Modalidad de Teatro Breve, otorgar el premio a la obra La caja azul, de Juan Manuel Sainz Peña; el primer accésit a la obra Al fondo, a la derecha, de Antonio Castro Jiménez; y el segundo accésit a la pieza Al cielo con ella, de Néstor Villazón. Y en la Modalidad de Teatro Mínimo, otorgar el galardón a El premio, de Felisa Moreno Ortega; el primer accésit a Un pecado: la vanidad, de Juan Setién del Valle; y el segundo accésit a Cara a cara, de Ana Perea García. Todas estas obras se encuentran reunidas en este volumen, que incluye además dos piezas de José Moreno Arenas, en el epígrafe “Páginas de honor”: concretamente, un texto breve, Las máquinas, y El fino, obra de teatro mínimo. Ambos textos sirven de colofón a la edición de las obras ganadoras de un Certamen cuya finalidad no es otra que la de difundir la obra de los autores que cultivan ambos géneros, los cuales cuentan cada día con una mayor presencia y relevancia en la escena internacional. Sobre el dramaturgo que da nombre al Certamen, mucho se ha escrito ya y nunca suficiente. Es autor de una extensa producción dramática, con más de un centenar de obras eminentemente breves y mínimas, siendo creador del teatro denominado “indigesto” y de las célebres “pulgas dramáticas”. En la línea del teatro surrealista europeo, del esperpéntico, del teatro alegórico subversivo y de tantas otras corrientes dramáticas clásicas y modernas, gran parte de sus textos han sido
publicados, representados y traducidos a diversos idiomas, sobre todo en los últimos años, de tal suerte que se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que José Moreno Arenas se ha convertido hoy en uno de los dramaturgos españoles de mayor proyección nacional e internacional. El Premio Álvarez Quintero, el Premio Andaluz de Teatro Breve –en reconocimiento al conjunto de su obra– y el Premio Andalucía de la Crítica, entre otros, lo avalan con creces. Y, como proclama de su modo de hacer teatro, podemos recoger aquí las palabras que el propio autor alboloteño nos concedió en una entrevista para las Actas del II Seminario Internacional de Estudios Teatrales: “La ironía, que es inherente a mi obra dramática, dulcifica, en cierta medida, la gran tragedia del ser humano: la soledad”. MODALIDAD DE TEATRO BREVE La caja azul (obra ganadora), de Juan Manuel Sainz Peña. Juan Manuel Sainz Peña (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1970) es un autor muy premiado, sobre todo en los últimos años. Entre otros reconocimientos, recibió el Premio Nacional de Novela María Zayas por La edad de los héroes en 2010, el Premio Internacional de Novela Ciudad de Almería por El criado de Velázquez en 2013, y el XXXIV Premio Internacional Casino de Mieres por El caso de Anne Brizard en 2014. Suyas son las novelas La alargada sombra de la bayoneta (2000), El mensaje (2003), El juglar (2004), Piedras Negras (2013) y la recopilación de relatos A la hora convenida (2014). Ha trabajado como columnista, colaborador y crítico teatral en Onda Jerez Radio, Cadena SER, Jerez Información o Diario de Jerez, entre otros medios, y es autor de microrrelatos para el Grupo Más Jerez.
La caja azul es un monólogo tragicómico que habla de soledades y de desamparo; de incomprensión y de rechazo. También de impotencia y de resignación, y del final inevitable de un camino que se agota de un modo natural y que merecería todo el bienestar que nuestras sociedades occidentales, frenéticas y competitivas, no conceden a nuestros mayores. Una sociedad repleta de tecnología, que ha creado sus propios desguaces donde arrinconar a los seres que un día nos han interesado, pero hoy ya no. “Aquí dentro muchas cosas quedan fuera de servicio”, afirma en este sentido José, el personaje que dialoga consigo mismo y con el eco de su voz en el geriátrico privado, al que “llaman residencia, porque llamarlo asilo parece que da pena, es como una cárcel para vejetes”. No obstante, enseguida matiza que, en el contexto en el que se encuentra, “es verdad que se ponen en funcionamiento otras” [cosas], como las amistades nuevas que se generan, o la perspectiva que se abre ante los ojos de los internos que comprenden, gracias a la lucidez de la experiencia, que “he visto a gente sana menos cuerda” fuera de aquel lugar. Lo único que es insalvable es la ley de la naturaleza, el paso del tiempo y las mellas que va dejando en el cuerpo. El propio José lo sabe y lo proyecta en sí mismo de un modo alegre, casi jovial, en diferentes momentos, como cuando piensa en su compañero Don Braulio, un antiguo policía nacional que trabajó en el tiempo de la Dictadura, aquejado hoy por la enfermedad: “Quizá yo esté pronto como él y me crea La Pasionaria. Lo bien que nos lo vamos a pasar don Braulio y yo correteando por los pasillos”. En su conjunto, La caja azul, esa donde se guardan las fotografías que conforman una galería de imágenes que resumen nuestras vidas, tiene forma de obra de mediana duración, más que de pieza breve; es discursiva, como cualquier monólogo
que se precie; y por momentos tal vez un tanto ácida y adusta. Con todo, el texto avanza con fluidez y encierra una verdad, la del personaje, que a los ojos del espectador del siglo XXI resulta innegable, absolutamente reconocible y muy definitoria del mundo que hemos construido en democracia. Al fondo, a la derecha (primer accésit), de Antonio Castro Jiménez. Antonio Castro Jiménez (Tudela, Navarra, 1954) es miembro de la Academia de las Artes Escénicas de España y cronista de la Villa de Madrid. Es también colaborador, editor de informativos, presentador y comentarista cultural en diferentes medios de comunicación, como RTVE, Radio Cadena Española, Madridiario.es o las revistas La ilustración madrileña, Prográmate y Artescénicas. Especializado en el ámbito de la cultura y los espectáculos, ha dirigido el Festival de Artes Escénicas Escena XXI. Es autor de varios estudios sobre el teatro en Madrid, y fotógrafo especializado en la temática teatral, con colecciones como las tituladas Escenas y miradas de teatro y De telón adentro, con las que ha recorrido gran parte de la geografía nacional y algunas ciudades extranjeras como Nueva York. Al fondo, a la derecha es una obra con un lenguaje crudo y descarnado, aunque especialmente natural, ágil y directo. Trata una realidad social sin filtros: la represión generalizada en plena democracia, y gira en torno a las falsas apariencias y las contradicciones de una sociedad que se cree feliz y satisfecha. Una especie de reinvención del amor oscuro, llevado a la superficie más incongruente: los servicios de un centro comercial. Un espacio público, de confluencia, al modo bueriano y de los autores de la denominada generación realista, símbolo al mismo tiempo de lo íntimo y lo escatológico, que
en el contexto de la obra se convierte en lugar de refugio y de liberación –también de ruindad y miseria–, no exento de amenazas exteriores, por una parte, y, por otra, de pudor y de vergüenza. La confrontación de los personajes es una de las constantes de la obra: mientras unos tratan de tapar su realidad emocional, en el seno de su relación de pareja, familiar y laboral, con continuos eufemismos; otros dominan la situación, gracias a su desparpajo en el empleo de la palabra, honesta y precisa, y al manejo de la situación, que viven con la más absoluta naturalidad. Dicho de un modo coloquial, reconocible, el autor sabe perfectamente de qué habla. Al cielo con ella (segundo accésit), de Néstor Villazón. Néstor Villazón (Gijón, Asturias, 1982) es poeta y dramaturgo, autor de una quincena de obras publicadas en solitario y otras tantas incluidas en antologías de poesía y relato, habiendo sido traducido al griego, al inglés y al italiano, representado dentro y fuera de nuestro país, en ciudades como Corfú, Atenas, Serres o Milán, y merecedor, entre otros, de los Premios Lázaro Carreter, Lanau Escénica, Asturias Joven y Jovellanos a la producción, con la Compañía La tejedora de sueños. Ha estrenado en diversos Festivales, como el Festival de Teatro Español, el Festival Internacional de Teatro Universitario o el Festival Con Testo. Además, es columnista, reseñista y crítico en diversos medios, como el diario La Nueva España, y ha impartido talleres y conferencias en la UNED, la ESAD (Asturias) y la Escuela Universitaria TAI. Al cielo con ella es una parodia de los avatares de una hermandad de Chipiona: ni más ni menos que la de la Virgen de Regla. A lo largo de la obra se respira lo grotesco, la crítica costumbrista, el dialectalismo y la expresividad exacerbada
de quienes sienten en lo más profundo de su ser la pasión por las procesiones y la titular de la cofradía. Nada transcurre como debería, sino que el caos se apodera de la escena. Cada personaje tiene sus propios fantasmas y sus limitaciones como ser en sociedad, lo que dificulta que todos ellos caminen en una misma dirección con armonía. Y no digamos de la ejemplaridad, que brilla por su ausencia. Graciosa, ocurrente. Muy significativa de lo que es un país que siempre encuentra tantos escollos para ponerse de acuerdo. Un país en el que “la Semana Santa no es un día, sino que son todos los días de España”. ¿Se puede decir más claro? Y, aunque pueda parecer un tanto reduccionista, la pieza está escrita por un autor que se diría que emplea la escritura como terapia. MODALIDAD DE TEATRO MÍNIMO El premio (obra ganadora), de Felisa Moreno Ortega. Felisa Moreno Ortega (Noguerones-Alcaudete, Jaén, 1969) es Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales. Con su novela La asesina de los ojos bondadosos ganó el certamen de Escritores Noveles de la Diputación de Jaén en 2007, y con El club de las palabras perdidas fue finalista en el XXV Premio Jaén de Novela Juvenil en 2009. Ha recibido numerosos premios y menciones en diversos certámenes literarios nacionales e internacionales, entre otros, finalista en el XXX Premio Felipe Trigo y el II Certamen de Novela Corta López-Torrijos con la novela Las arrugas de la memoria en 2010. Ha publicado también un par de libros de relatos cortos, Trece Cuentos Inquietantes, en Hipálage y Alen da Lúa, y Cuentos Caníbales, en formato ebook. Y cuenta en total con más de una treintena de publicaciones en antologías de relatos editadas en España
y México. Incluida en el Circuito Literario Andaluz, imparte talleres literarios para niños y colabora con centros escolares en actividades de animación a la lectura, realiza encuentros con lectores y gestiona el blog literario “El sueño de las palabras”. En los últimos años ha emprendido un fructífero camino como autora dramática, con algunos reconocimientos, como el accésit obtenido en la pasada edición de este Certamen con su obra Ya no soy una vaca. El premio es una pieza de difícil categorización. Tal vez podríamos calificarla como farsa de tintes negros. La ausencia de una auténtica comicidad, el aire grotesco de la acción y su sórdido y trágico final convierten esta pieza en una obra tan indigesta que puede llegar a atragantar al público/lector. De ahí el valor catártico que posee. Podría decirse que la autora trata de advertir de que cualquier impulso de violencia del hombre hacia la mujer, ya sea por obra u omisión, puede provocar terribles consecuencias, lo mismo que cualquier intento de justificación o banalización del problema. En el contexto de la obra, la existencia de un galardón al maltratador del año habla de una sociedad machista y competitiva. Ambos modelos derivan en una violencia pretendidamente connatural y congénita, capaz de legitimar cualquier conducta de ficticia superioridad por parte del varón. La concesión del premio la realiza, no obstante, una asociación secreta de maridos indignados, hecho que llama poderosamente nuestra atención: el carácter clandestino de la entidad y la indignación de los maridos. Una comunidad que desarrolla su actividad subrepticiamente en el seno de una sociedad democrática, por un lado, y, por otro, la paradoja que representa precisamente la indignación de los agresores, sumado al carácter ideológico-político que el término indignación ha adquirido en los últimos años. La dramaturga, con
total sutileza, ha sabido desentrañar así los frágiles pilares que sustentan una sociedad que se las promete felices, pero que, voluntaria o involuntariamente, permite y da cabida a sus propios fantasmas. Otra de las cuestiones interesantes que ofrece El premio al espectador del siglo XXI es el matiz que aporta a esta lacra de nuestras sociedades. Desde el punto de vista del maltratador, no importa tanto que el hombre tenga asumida la agresión física y moral hacia la mujer, sino más bien el intento de evitar la visualización del problema, de cara a prevenir que la opinión pública tome verdadera consciencia del asunto, que en absoluto es vivido como un problema ni una iniquidad por parte del agresor. Un pecado: la vanidad (primer accésit), de Juan Setién del Valle. Juan Setién del Valle (Madrid, 1983), Licenciado en Filosofía por la UCM, es novelista, poeta y dramaturgo. Es autor de la novela Los arrabales de la desdicha, publicada por la editorial Grounded, diversos poemas incluidos en la antología Pétalos de pasión y en la gaceta literaria universitaria Mephisto, Réquiem por la muerte de David Foster Wallace, publicada en la gaceta literaria digital Letralia. Fundador de un grupo de teatro aficionado en 2007, con el que estrena, entre otros, El rey Lear se muere, refundición de textos de Shakespeare, Ruth, basado en el texto bíblico, y El juicio, de tintes metafísicos. Entre los reconocimientos que ha recibido se encuentra el Premio de narrativa corta Jóvenes creadores de Ávila 2016, por Ahora cuando ya es tarde, y finalista del Premio de Poesía Adonáis 2016, por Las Afueras. Un pecado: la vanidad es una pieza en la que el discurso retórico se funde con el psicológico, para mostrarnos a una
mujer que duda de su amor, después que el hombre, que ha salvado a tantas personas, se encuentra ahora hospitalizado con quemaduras graves. Preguntas esenciales en torno a la felicidad y la justicia, entre otras, se alternan con las respuestas a las interrogantes contrarias. Es el síntoma más evidente de las contradicciones en las que puede incurrir el ser humano. Ese oxímoron, el no poder amar sin contemplar a la persona amada; ese marcharse para no quedarse inútilmente; ese “¡odio amarte!”…; y, sobre todo, ese “salvando a otros de la muerte, me dejaste morir a mí” pesan sobre los protagonistas y sobre nosotros como una losa viva, capaz de aprisionar en cualquier momento la piel de nuestro corazón, evidenciando la fragilidad y vulnerabilidad de nuestra especie, capaz de cambiar el ritmo de sus latidos de la manera más azarosa, insospechada, incomprensible e injusta. Una obra, por tanto, inquietante y contradictoria. Cara a cara (segundo accésit), de Ana Perea García. Ana Perea García (Jaca, Huesca, 1984), Licenciada en Arte Dramático en la ESAD de Sevilla. Es intérprete de teatro musical y declamado, y entre otras compañías y productoras, ha trabajado para Teatro Musical Sevilla Atms, ACTeatro, Animaciones Cruz del Sur y Jordi Castilla & Carta Magna. En su repertorio se encuentran títulos tan dispares como Las Troyanas, de Eurípides, La dama boba, de Lope de Vega, o Tres hermanas, de Chéjov. Actualmente trabaja en la empresa Gulliver en Sevilla, que ofrece visitas dramatizadas para conocer la historia de la ciudad. En Cara a cara dos personas anónimas se escriben a través de un teléfono móvil. La naturaleza de la conversación mediada impide que se desarrolle normalmente, alejándose de las normas fundamentales para que fluya el diálogo interpersonal. La
obra termina con los móviles en la papelera. Parece que ha triunfado el encuentro físico, pero podía no haber sido así. De hecho, el temor al fracaso de la relación directa es una constante en la obra, como lo es la vergüenza de no ser aceptado por el otro. Definitivamente, debemos aprender a mirarnos y relacionarnos del modo para el que hemos sido programados, en presencia, frente a frente, “cara a cara”. EL TEATRO DE JOSÉ MORENO ARENAS El teatro de José Moreno Arenas no deja de sorprendernos por su rabiosa actualidad y su constante reinvención. Ni siquiera los años que han transcurrido desde la creación de gran parte de los textos, en el pasado siglo, pueden minimizar con la carga significativa e irónica que contienen. El alegorismo, la metateatralidad, la polisemia, el humor de Moreno Arenas no pasan de moda, sencillamente porque no son una moda, sino una necesidad de expresión sincera y de explicación del mundo y sus habitantes. Su teatro, además, asimila y enriquece la influencia que ha recibido de autores clásicos, como Aristófanes o Plauto, y contemporáneos, como Valle-Inclán, Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Jorge Díaz, Eugène Ionesco, Samuel Beckett, el Teatro Español del Siglo de Oro o el denominado “Teatro difícil” de los años 60 y 70. Y todo en el intento de estimular al pensamiento, sin inculcar soluciones dogmáticas, sino cargando la escena de inconformismo, de provocación y de desenmascaramiento. En cuanto a los temas que aborda en sus obras, podemos afirmar que a Moreno Arenas poco o nada se le escapa, desde las relaciones interpersonales, hasta las grandes fobias de nuestras sociedades modernas, la sexualidad, la religiosidad,
el racismo, la burocratización, la tecnocracia, la soledad, etc., etc. Y en su mayor parte lo hace decantándose por la insinuación, lo breve, lo sugerente, lo que termina y empieza en la mente del público del siglo XXI, siempre tan perspicaz y a menudo malicioso. Dos son, en concreto, las obras incluidas en este volumen bajo el epígrafe “Páginas de honor”, Las máquinas y El fino, como señalamos más arriba. Las máquinas plantea una pregunta inquietante: ¿La tecnología que nos rodea y envuelve cada día más es capaz de dialogar y acompañar al hombre realmente? Y si no es así, ¿qué sentido tiene convivir con ella? Ni la soledad, ni la fragilidad y la levedad humanas, ni siquiera la locura han podido ser superadas por la humanidad con la acción de las máquinas. Muy al contrario, la falsa apariencia de realidad que producen puede llegar a desorientarlo gravemente y hasta aniquilarlo. Un monólogo coral, una comedia seria, un banquete indigesto. Las máquinas sorprende al público/lector no solo por el ingenio que demuestra el autor en el planteamiento de la pieza, sino también por la verdad que encierra y el lenguaje fútil y vacío que la sustenta al mismo tiempo. El engaño y la falacia, lo virtual hecho realidad frente al individuo que desea encontrarse en el otro, que nunca aparece, más que como eco “en tono de burla hiriente”, desde fuera del escenario, sin corporeidad, o bien como voz metálica, voz de sirena trágica, voz nocturna que solo desea vender y no sabemos siquiera qué cosa. No importa. Lo único importante aquí es lograr rebasar la frontera que marcan esas máquinas, pero que, en el contexto de la obra, solo trae más tragedia a Pepico, Pepico sí, “El Abandonao”.
El fino es una obra de teatro mínimo, del más puro sabor indigesto, de nuevo. Un espectador sube al escenario y pide al operario que le sirva una copa de vino “fino” y una tapa de “chanquetitos”, de “inmaduros”. Todo ello, mientras la escena se ha tomado un respiro, para pasar de una obra a otra, un momento propicio para que cada ser, cada espectador descubra su papel en el escenario de la vida. La rica metateatralidad de la obra llama poderosamente la atención, por la autorreferencia del autor, por la presencia del tramoyista y el público, por la continuidad de la escena hacia el otro lado del escenario… Y, simultáneamente, el juego de animalización del personaje espectador, menos civilizado que cualquier otra cosa, irracional en el trato que le dispensa a su esposa… Un ser nada “fino” y sí tremendamente “inmaduro”, más bestial que sus propios actos y deseos, si cabe. La obra, con toda su carga irónica, encubre la gran tragedia humana del machismo más descarnado y asumido, que arrincona a la mujer en su casa y le impide vivir con normalidad, mientras aquel bebe y come a sus anchas –por qué no– las tapas de su propia conciencia. Miguel Ángel Jiménez Aguilar Dramaturgo, profesor e investigador