1. La relación maestro-discípulo En todas las escuelas budistas el maestro desempeña un papel importante. Sin embargo, en el budismo de la tradición indo-tibetana se le concede una importancia especial y extraordinaria, tan importante que algunos eruditos occidentales lo denominan simplemente “lamaísmo”. De la misma manera que cualquier relación humana presenta aspectos positivos y sus problemas, la relación maestro-discípulo es también un tema delicado, no sólo para los occidentales, sino también para los tibetanos. Con objeto de establecer las bases para una mejor comprensión de este rasgo tan peculiar, quisiera en primer lugar explicar su trasfondo histórico. Hasta 1959 Tíbet era un país muy aislado y alrededor del 90% de todos sus habitantes eran budistas. Las personas nacían en un entorno completamente marcado por el Budismo y, a diferencia de los occidentales, no decidían ser budistas en un determinado momento. Debido a la fuerte vinculación que había entre la política y la religión, la destacada posición de las grandes universidades-monasterio y el receloso aislamiento que había frente al mundo exterior, las ideas y puntos de vista de fuera apenas pudieron arraigar en Tíbet hasta el S. XVII como muy pronto. Así, la variante tibetana del Budismo, por un lado, pudo mantenerse pura pero, por otro, la falta de aire fresco llevó a menudo a la rigidez y a la consolidación del poder. Esto dificultó la discusión abierta, lo cual aún hoy sigue ocurriendo, así como también una adaptación a la época del Budismo tibetano, en general, y de la relación maestro discípulo, en particular. En mi opinión, cosas parecidas han ocurrido también en Occidente. En la sociedad budista, las personas que habían recibido la ordenación gozaban de alta consideración. En Tíbet éstas gozaban de excelentes recursos para estudiar y practicar el Budismo, cosa que no ocurría con los laicos interesados, a quienes en su mayoría se les privaba de esta posibilidad; los tántricos constituían una excepción. Los tibetanos entraban desde muy jóvenes en un monasterio y a partir de ahí se veían sometidos a una estricta disciplina. La tradición tenía una destacada importancia, las cosas se manejaban como se habían manejado desde hacía generaciones y se daba por
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sentado que así se seguiría haciendo en las generaciones posteriores. Así pues, la mayoría de los tibetanos no tenían ninguna necesidad especial de pensar sobre un tema controvertido o de sacudir los cimientos del sistema. Las dificultades en la relación maestro-discípulo no constituían ningún tema, lo cual no significa que no las hubiera. Partiendo de esta situación, en los años sesenta llegaron los primeros lamas tibetanos a Occidente y con ello el Budismo tibetano. Aquí entraron en contacto con personas que venían de un contexto cultural completamente diferente y con un fuerte sentido del individuo y de sus derechos; también con valores sociales que justo en ese momento sufrían un profundo cambio, personas que hablaban una lengua extranjera y con un comportamiento social diferente. Del otro lado, los discípulos occidentales mostraban un gran interés por el Budismo, interés que con frecuencia estaba teñido de romanticismo. De esta forma, fueron tomando las costumbres y tradiciones tibetanas, en muchos casos sin pensarlo demasiado y a menudo rechazando sin piedad los propios valores y tradiciones, a sus padres y maestros. Y además de todo esto querían, y quieren, ver resultados rápidos. No es difícil entender que en tal situación tuvieran que surgir conflictos y malas interpretaciones. A todo esto hay que añadir que en Tíbet el Lam Rim fue enseñado sobre todo a monjes, todos con experiencia en el sistema tántrico. El Lam Rim sin tantra no existía prácticamente en Tíbet, todo lo contrario que en Occidente. Aquí hay muchas personas que prefieren no adentrarse en el tantra. Éstas pueden escuchar y practicar el Lam Rim, pero en lo que concierne especialmente al tema de la relación maestro-discípulo han de ser conscientes de que éste procede por completo del sistema tántrico. Desligar este ámbito de su propia lógica e implantarlo sin más reflexión en la vida cotidiana “normal” puede llevar a problemas de comprensión. Con la lógica tántrica ocurre algo similar a una cadena: cada uno de sus miembros están estrechamente trabados, la cadena como algo completo depende de la existencia de todos y cada uno de sus miembros. Si retiro un miembro de la cadena, en primer lugar, ésta se rompe y, en segundo lugar, el miembro deja de “funcionar” como lo hacía dentro de ella. Puesto que la relación maestro discípulo es un tema delicado, especialmente para los occidentales, en mi opinión no hay ninguna necesidad de que un principiante comience siguiendo la teoría tántrica que hay de fondo, ya que si partimos de falsas ideas, ya sea en relación a uno mismo o en relación al maestro, la decepción está ya casi programada de antemano, porque la base es errónea. Pero no sin razón, el maestro tiene una gran importancia en el Budismo. Si queremos aprender una habilidad como la costura o la carpintería necesitamos de alguien que nos muestre lo que tenemos que hacer. Tanto más es así si queremos hacer “una formación para la mente”, por decirlo de este modo. Y la prác-
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tica budista no es realmente otra cosa, pudiendo suceder que las consecuencias de los errores que cometa en dicho entrenamiento mental sean más graves que los errores que cometa en el plano material. Un dicho tibetano dice: los malos sastres cortan mal un paño exquisito y una vez cortado por mal sitio el desastre ya no se puede evitar, el valioso paño está arruinado. Lo más precioso que poseemos como seres humanos son nuestro cuerpo y nuestra mente, ya que a partir de esta base podemos alcanzar una meta que es importante para todas nuestras existencias posteriores. Por eso, no deberíamos simplemente dar alas a la imaginación y lanzarnos a practicar de un modo irreflexivo, es mejor practicar bajo la guía de una persona que conoce el camino y que ya ha acumulado experiencias. Si queremos practicar el Budismo, si queremos llevar la teoría a la práctica tenemos que trabajar con un maestro. Sin embargo, no podemos perder de vista que no tiene sentido obligarse a sí mismo a hacer este trabajo. Esto tiene que venir por propio deseo y voluntad. El contento y la libertad son condiciones básicas para el éxito. Decidirse por un maestro debería venir tras una profunda reflexión y es importante que nosotros mismos estemos convencidos de que esta colaboración es efectiva y provechosa. Cómo he de tomar al maestro: ¿Cómo he de generar la actitud mental correcta hacia él o ella? Soy un ser ordinario, probablemente veo también en mi maestro a un ser ordinario y esto es totalmente correcto. En el Budismo se parte de la idea de que sólo se pueden reconocer en otros seres las cualidades que uno mismo ha realizado. Por eso, en un principio lo más razonable y honrado en mi caso es considerar al maestro como un amigo espiritual. Llamo amigo espiritual a aquel de quien puedo aprender, a quien me apoya en el camino espiritual, y por tanto a quién respeto y a quien estoy unido en amistad. S.S. el Dalai Lama dijo ante una audiencia de tibetanos y occidentales que para escuchar una enseñanza budista no hay que entrar necesariamente en una relación maestro discípulo. En las grandes universidades tibetanas teníamos sistemas similares. Discutíamos extensamente sobre temas filosóficos con compañeros que considerábamos avanzados sin tomarles de inmediato como maestros. En un primer momento, realmente lo más aconsejable es considerar al maestro como un amigo del darma, escucharle, discutir con él sobre lo escuchado y reflexionar sobre ello. Hasta no haberse consolidado esta relación no es recomendable pasar a las demás etapas, de las que hablaré más adelante. Lo que deberíamos evitar por encima de todo es glorificar al maestro y olvidar que él o ella también es una persona. Seguramente tiene cualidades, incluso algunas que no podemos percibir, de ahí que no debamos menospreciarlo o faltarle al respeto. Sin embargo, al principio él es para nosotros una persona a la que respetamos y apreciamos, alguien con quien podemos comunicarnos con toda normalidad a un nivel “ordinario”. Los occidentales no tienen necesidad de
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adoptar tan pronto ni tampoco de manera irreflexiva los modales tradicionales tibetanos de muestra de respeto. Si he escuchado conferencias de un maestro durante un tiempo, puedo hacerme una idea de si él o ella es un maestro, alguien en quien, como decimos los tibetanos, me puedo apoyar o no. En ese caso, yo mismo puedo tomar la decisión. Una vez que he tomado como maestro a él o a ella, seguirá siendo mi maestro para siempre, si aplico los criterios del tantra. Algo más adelante se retomará este aspecto. Las enseñanzas que encontramos en los comentarios tibetanos son algo más complicadas. Gampopa en su Lam Rim “Ornamento de Joyas para la Liberación” distingue cuatro tipos diferentes de maestros: el maestro como ser ordinario, el maestro como bodisatva, el maestro como nirmanakaya y el maestro como sambogakaya. A qué maestro encuentro y cómo lo percibo es algo que depende de mi estado de desarrollo espiritual. Como principiante, por ejemplo, es totalmente imposible reconocer a un maestro altamente realizado. Hasta no haber eliminado algunas obstrucciones mediante la práctica, no podré ver al maestro como un bodisatva o como un buda. En el Budismo Mahayana diferenciamos cinco senderos, el primero de los cuales es denominado “sendero de la acumulación”. En este camino realizamos, entre otras cosas, la suprema mente de la Iluminación. En él, el discípulo no puede reconocer a un maestro que sea el nirmanakaya (cuerpo de emanación) de un buda hasta no haber realizado la bodichita. No obstante, puedo hacer otra división según el camino que desee seguir. Así, puedo tomar al maestro según el Vinaya, es decir, según las reglas de la disciplina ética, que constituyen la base del Hinayana y del Mahayana, pero también según el camino del bodisatva o según el método tántrico. Aquí hay notables diferencias, pues en el vinaya el maestro es considerado experto erudito y buen amigo, en el camino del bodisatva hay que considerar al maestro al menos como un bodisatva y en el tantra hay que verle como un buda real. Como se ha dicho, al principio puede sonar extraño que haya que conceder al maestro la misma estima que a un buda, sobre todo cuando la mayoría de los maestros no tienen ninguna necesidad personal de sentir un reconocimiento especial. Uno de los principios budistas es no ir pregonando a los cuatro vientos las propias facultades y cualidades y esto es así tanto para el maestro como para el discípulo. El ejemplo tradicional es una luz dentro de un recipiente, el interior está iluminado pero por fuera no se puede ver mucho. Es decir, interiormente debemos irradiar luz, pero hacia fuera no hay que alardear de ello, si no se abrirán las puertas al egoísmo y al orgullo. Pero, como más adelante veremos en este capítulo, es posible y, en parte, es indispensable ver al maestro como buda, a pesar de que al principio nos cueste imaginar algo así. Con objeto de evitar malas interpretaciones, quisiera dar una breve explica-
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ción sobre las distintas denominaciones en tibetano con las que se suele traducir en Occidente la palabra “maestro”. La palabra “lama” se compone de dos sílabas. “LA” significa alto, lo más elevado; “MA” significa bueno, positivo, lleno de cualidades. Lama designa pues a una persona que posee las cualidades más elevadas o una persona con cualidades superiores a las mías. A esto se le llama en sánscrito “guru”. En el siguiente texto a veces emplearemos, por ejemplo, la expresión maestro como expresión española correspondiente a la de lama. La palabra “tulku” (sprul-sku) designa una reencarnación oficialmente reconocida. No todos los tulkus son maestros ni todos los maestros son tulkus. Un tulku que no da enseñanzas no es un maestro, ya que sin discípulos no existen maestros. Sin embargo sigue siendo un tulku. La palabra “kempo” (mkhen-po) denomina a un abad que desempeña un cargo oficial en un monasterio. No todos los kempos son maestros. La expresión “drupön” (sgrub-dpon) denomina a un maestro de meditación que puede dirigir retiros y posee buenos conocimientos sobre el ritual. No tiene que ser necesariamente un maestro o lama. Rimpoché es una denominación honorífica. A los tulkus se le llama “Rimpoché”, pero también a un lama que goza de alta consideración se le puede llamar Rimpoché. Hay rimpochés que no son maestros.
¿Cuándo surge una relación maestro-discípulo? Surge cuando por ambas partes existe una auténtica voluntad de aceptar al otro, ya sea como maestro ya como discípulo. Si yo me siento en el trono con la intención de aceptar a todos mis oyentes como discípulos, esto por sí solo no basta. Si los oyentes no tienen la intención de aceptarme como maestro y escuchar de mí enseñanzas budistas, aunque por fuera parezca que hay una relación maestro-discípulo en realidad no ocurre absolutamente nada. Y al contrario: si todos los oyentes quisieran aceptarme como maestro pero yo no les considerase discípulos, tampoco habría ninguna base. Por tanto tiene que haber por ambas partes una motivación suficiente, si no un perro también podría ser mi discípulo. Naturalmente que no lo es, por muy fuerte que fuera mi motivación de considerarle discípulo. Siempre hay oyentes que, después de haber escuchado mis enseñanzas me preguntan si los acepto como discípulos, pero esta pregunta viene demasiado tarde. Nuestra comprensión tibetana es muy diferente a la occidental, la relación maestro-discípulo ha surgido hace ya tiempo, cuando ellos (los discípulos) escucharon con la motivación adecuada y yo (como maestro) enseñé con la co-
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rrespondiente motivación. No es necesario hacer ningún pacto verbal adicional para que surja la relación maestro discípulo. ¿Qué sucede en una relación maestro discípulo que funciona? La práctica budista tiene lugar principalmente en la mente. Está encaminada a la experiencia, la adquisición de conocimiento teórico tiene una importancia sólo secundaria. El maestro no intenta otra cosa que a partir de su conocimiento y a partir de su experiencia entrar en contacto con el continuo mental del discípulo. Este contacto sucede a un nivel mucho más sutil que cuando se lee un libro, por ejemplo. No es que durante la enseñanza el discípulo llegue a tener una experiencia muy especial en relación con el contenido, sino que la explicación oral en sí es mucho más valiosa que la escrita, porque es directa y llega a todas la personas. La experiencia que surge de leer una instrucción de meditación queda en un plano relativamente superficial, falta lo que, psicológicamente, quizás se podría denominar inspiración o, tradicionalmente, “bendición”. Por ejemplo en Tíbet, es tradición que el maestro recite una página y el discípulo la repita palabra por palabra. Hasta que eso no sucede el discípulo no practica la lectura de esa página. Cuando yo era niño e intentaba leer una página que no aún había escuchado de mi maestro, ésta me parecía muy extraña y no la leía tan fluidamente. Pondré otro ejemplo. En el estudio de la filosofía el maestro da un comentario a cada una de las palabras. Si leo un texto que mi maestro no me ha explicado, por supuesto puedo entender su contenido, pero no tengo la misma experiencia interna profunda. Sobre todo en una instrucción de meditación hay mucho que no se puede codificar. Es simplemente una cuestión de experiencia y de comunicación a muchos niveles entre una persona y otra. Esta es también la razón por la que especialmente en la práctica tántrica hay tantísimos comentarios y explicaciones que no están escritos, la llamada transmisión oral o “enseñanzas susurradas” al oído. La relación maestro-discípulo no se da sólo en el plano físico, sino en lo que en un artículo anterior he llamado “el trasfondo”. Este trasfondo es independiente de la presencia física de una persona. Tal vez podríamos describirlo de la siguiente manera. Pasamos de un nivel más bien burdo de la conciencia, en el que se desarrolla la comunicación diaria, a un nivel más sutil de la conciencia. (Aquí no me estoy refiriendo a la conciencia muy sutil, la cual sólo se activa por medio de prácticas de meditación especiales). El trasfondo se encuentra, por expresarlo de algún modo, entre la conciencia cotidiana y la conciencia más sutil. El maestro y el discípulo pueden comunicarse a este nivel sin que haya signos externos. Partiendo de la enseñanza de la reencarnación es probable que el discípulo ya haya trabajado varias veces con un maestro. Este tesoro de experien-
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cia y conocimiento comunes hay que volver a activarlo en la relación maestrodiscípulo. Cuando durante la enseñanza el maestro intenta conectar con el continuo mental del discípulo, intenta acercarse justo a este nivel. Si por parte del discípulo hay confianza, apertura y el deseo de corazón de progresar en el darma, entonces surge la auténtica relación maestro-discípulo. No es tan importante que un maestro permanezca o no en este mundo. Muchos de mis maestros de los que he recibido muchas y beneficiosas enseñanzas han dejado sus cuerpos. Sin embargo, no digo por eso que él fue mi maestro, sino que es mi maestro. La única diferencia es que ya no puedo recibir de él ninguna enseñanza visible, y mientras en mi corazón haya confianza y apertura hacia mis maestros seguiré recibiendo de ellos un apoyo continuo. Esto es lo único que cuenta, pues de esta manera estoy recibiendo energía e impresiones positivas que me dan apoyo y confianza para seguir practicando. Este modelo de pensamiento es algo extraño para los occidentales, que parecen considerar la relación maestro-discípulo más como una relación matrimonial. De ahí, que cuando están hartos o el maestro ha muerto, dicen “él fue mi maestro”. En el caso de un matrimonio existe la posibilidad de la separación, pero en la relación maestro-discípulo no, ya que se trata de una relación espiritual. La visión que está detrás de la afirmación “él fue mi maestro” es totalmente errónea. Si alguien una vez fue mi maestro ya no puedo deshacer esto, tanto si sigo escuchando enseñanzas de él como si no. He suscrito un contrato irrescindible, por así decirlo. Si tengo varios lamas es inevitable que reciba diferentes explicaciones. Tales diferencias pueden venir de la terminología o también de la metodología, al fin y al cabo cada lama tiene su propia experiencia y teoría de la que parte. Es bueno poder ver todas estas explicaciones como una guía para la práctica. Si creo que hay contradicciones debería quedarme con la que me parezca más aceptable o bien consultarlo con un maestro de mi confianza. En algunos textos se dice que se debe consultar cualquier detalle con el maestro. Esto sólo se refiere a aquellos discípulos que realmente confían cien por cien en su propio maestro y no sólo durante un mes o un año. Sin esa base de confianza, ese modo de actuar no tiene sentido. Así pues, para nosotros no es necesario ir a comunicarle cualquier insignificancia. Yo mismo tengo que poder saber y decidir si una acción es positiva o negativa, a los lamas sólo se les debería consultar cuestiones importantes relativas a la práctica. Tanto en Tíbet como en Occidente a veces tengo la impresión de que las entrevistas con el lama sólo sirven para obtener una aprobación psicológica y así relegar al maestro la responsabilidad de una decisión necesaria. De esta manera, uno se siente más seguro, pues tal lama lo ha dicho así. Los tibetanos, por ejemplo, siempre dicen: “el Dalai Lama ha dicho esto y aquello, por eso lo hacemos así”.
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Pero si luego algo de lo que ha dicho el Dalai Lama no les viene bien lo pasan por alto calladamente y hacen lo que quieren. Esto es naturalmente algo muy humano, pero desde el punto de vista espiritual no nos hace avanzar. Al lama se le consultan exclusivamente cuestiones de darma. Si se tiene problemas psicológicos lo mejor es ir a alguien que ha recibido una formación en ese ámbito. Algunos discípulos desarrollan un fuerte apego a su “lama preferido”, se aferran a él y rechazan a todos los demás lamas. Sólo lo que mi lama dice es lo importante, todo lo demás es secundario. Esto llega hasta tal punto que incluso dentro de un centro tienen lugar luchas partidistas entre los seguidores de dos lamas. Aparte del hecho de que una concepción como esa daña la imagen del Budismo, al ser una idea fuertemente dualista, pues el apego es un engaño, constituye un obstáculo a la propia práctica. Además de todo eso también impide que podamos crear una conexión correcta y sana con otros maestros. Todos los lamas de los que hemos recibido hasta ahora enseñanzas son nuestros maestros directos. Hacer una división entre lamas principales y secundarios tiene poco sentido. Cualquier maestro es importante. Algunos lamas cuyas enseñanzas han favorecido de manera especial nuestro progreso interior tienen mayor influencia sobre nosotros, razón por la que hacia ellos sentimos un mayor agradecimiento que hacia otros. El lama que “nos ha despertado”, como decimos nosotros, es nuestro lama raíz. El punto decisivo es si realmente nos han hecho avanzar, si la relación, digámoslo así, supone un impulso al propio desarrollo. ¿Qué cualidades debería poseer un maestro? Como ya he explicado extensamente, necesitamos el contacto con un maestro espiritual cualificado y con una vasta experiencia para poder avanzar en nuestra práctica. La pregunta que nos tenemos que hacer ahora es la de quién es un lama cualificado. Tsongkapa dice que quien no se ha liberado a sí mismo no puede liberar a otros. Quien él mismo no está a salvo, no puede salvar a otros. Así, si un maestro sólo conoce un determinado tema de meditación, entonces tan sólo podrá enseñar a sus discípulos esa meditación. Por mucha confianza, devoción e interés que tenga el discípulo, si el maestro sólo puede enseñar la técnica de la respiración, el discípulo no podrá aprender otra cosa que la técnica de la respiración. Un lama cualificado, a mi entender, ha de conocer el Lam Rim y haber meditado en él; además tiene que tener un conocimiento variado y amplio sobre las meditaciones del Lam Rim. Ha de ser capaz de guiar al discípulo en el camino. No basta con que el maestro posea algunos objetos rituales, domine determinadas meditaciones o sepa recitar de memoria un par de textos. Lógicamente, un maestro cualificado que pueda transmitir todo el Lam Rim completo tiene también sus “temas preferidos”, ya sea, por ejemplo, el de la or-
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denación de monje o monja, la bodichita o las enseñanzas tántricas. Aquí es el discípulo con un interés específico el que tiene el deber de encontrar a un maestro apropiado para ello. Por tanto, es recomendable informarse y hacerse una opinión propia. Ahora quisiera comentar cuáles son los requisitos necesarios de un maestro desde tres puntos de vista: desde el punto de vista del vinaya, desde el prajñaparamitayana, es decir, del Mahayana en general, y desde el punto de vista del tantrayana. Un maestro del vinaya, la obra que incluye las reglas para monjas y monjes, en primer lugar, ha de mantener sus propios votos, observar una disciplina ética correcta y tener un profundo conocimiento del vinaya, es decir, ha de conocer exactamente las reglas monásticas, saber cómo se realiza la confesión de faltas dos veces por semana o cómo se celebra un retiro de verano. Además, ha de tener compasión con los enfermos y debe tener un “séquito puro”, lo cual significa que las personas que le rodean deben formar un grupo armonioso. Asimismo, se espera de él que ayude con ofrendas materiales a otros seres necesitados. En el Mahayanasutralamkara de Maitreya, un comentario clásico budista, se enumeran en total diez cualidades que el maestro debería poseer para poder enseñar correctamente las tres etapas del Lam Rim: El maestro tiene que estar subyugado, lo que significa que conoce y aplica las reglas de la ética. Ha de estar pacificado por medio de la meditación, es decir, su mente tiene que estar orientada hacia dentro. Su concentración ha de ser firme y estable. Ha de ser capaz de alcanzar shine. Ha de estar en extremo pacificado por medio de la sabiduría, es decir, que mediante el poder de su meditación es capaz de experimentar la vacuidad y por su realización ha superado el apego al ego. Ha de poseer cualidades superiores a la de los discípulos, es decir, tiene que saber más, ya que si tiene mejores cualidades que el discípulo éstas se transmitirán a él. El ejemplo clásico de esto son las barritas de incienso y un trozo de madera corriente, si se las coloca una al lado de la otra, con el tiempo la madera se impregnará del olor de la barra de incienso. Ha de poner todo su esfuerzo en ayudar a sus discípulos. Tiene que poseer un amplio conocimiento de la literatura canónica.
En principio, estos seis puntos son las cualidades más importantes del maestro. Junto a ello, debería tener cuatro cualidades más: Ha de ser un buen orador. Esto no significa que pueda hablar durante seis horas ininterrumpidamente, sino que tiene que saber qué decir en qué situación a quién. Un maestro que habla horas y horas de tantra a una audiencia que no quie-
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re saber nada sobre tantra poco beneficiará a los discípulos. En algunos textos también se dice que su voz tiene que ser “melodiosa”. Esta expresión se puede explicar muy bien con el siguiente ejemplo. Buda Sakyamuni dio diferentes enseñanzas sobre la vacuidad. Una vez dijo a un grupo de oyentes que la vacuidad de la persona no existe, otra vez dijo delante de otro grupo que sí. A menudo, se encuentran estas aparentes contradicciones. Esto es así, porque las enseñanzas fueron dadas en un determinado momento con un fin determinado y a una determinada audiencia, de ahí que existan diferencias textuales e interpretativas sobre la vacuidad. A esta facultad de adaptarse a las necesidades de los oyentes se le denomina “voz melodiosa”. Además el maestro debe ser amable, mostrar interés por otros seres, por sus deseos, sufrimientos y necesidades. El maestro debería tomar esta tarea con alegría. Si alguien tiene un problema, el maestro debería esforzarse en apoyar a esta persona. El maestro no debería desanimarse ante posibles fracasos, por el contrario ha de disfrutar trabajando con los seres, ha de sentir regocijo. En tibetano se dice literalmente acerca de este punto: “Ha de renunciar a la pena”.
¿Cómo comportarme si percibo fallos en el maestro? Esta pregunta no es fácil de contestar. A menudo, en los comentarios tibetanos, por un lado se habla de la “realización por medio de la palabra del maestro”. Esto significa que se alcanza la realización ateniéndose fielmente a aquello que dice el maestro, lo que parece dar a entender que no es posible objetar nada en contra de una afirmación del maestro. Sin embargo, todo tiene sus límites. Las palabras del maestro no son sagradas, son siempre recomendaciones que él da desde su propia experiencia y esto no significa necesariamente que su experiencia tenga que adecuarse a mis condiciones. En el vinaya se dice que no se tiene que seguir la palabra del maestro cuando ésta no es acorde con el darma. Este criterio llega a su máxima expresión en la afirmación: “Un lama que obstaculiza mi práctica de darma no es un buen lama, ¡al menos no para mí!”. Sin embargo, es posible que sí cumpla esa función para otras personas. Si a un practicante con experiencia, que, por ejemplo, realiza las cuatro sesiones al día, el maestro le quiere apartar de ello, el discípulo no debería aceptar esa instrucción sin cuestionarla, sino que incluso, si es necesario, debería rechazarla. Ello no quiere decir que actuemos de manera arbitraria y caprichosa con los consejos del maestro, pero sí que la atención y la autorreflexión son importantes. A veces sucede que la relación no es realmente compatible, pero a menudo simplemente lo que tenemos que tener en cuenta es que siempre hemos de adaptar nuestra práctica a nuestro nivel físico y mental. Una práctica demasiado intensa, con la que lo que se pretende es obtener rápidos resultados, puede acabar también arruinándose. Por eso es importante practicar siempre dentro de las propias posibilidades.
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¿Qué hago en el caso de que no haya afinidad con el maestro? En primer lugar, es importante no faltarle al respeto, no criticar al maestro, no digamos ya agredirle directamente. No porque ello pueda ser desagradable para él, sino debido a las repercusiones destructivas que tendrá sobre mi mente. Siempre es mejor adoptar una actitud neutral. Si no podemos seguir una recomendación del maestro, se lo deberíamos explicar con amabilidad y respeto. La última instancia para llegar a nuestra decisión tiene que ser siempre el darma y no “el rostro del maestro”, como decía Gueshe Potowa. También es importante no olvidar nunca que el maestro puede tener fallos. En caso de descubrirlos en mi maestro, tengo que diferenciar con cuidado entre mis propias expectativas y las limitaciones reales de éste. En los comentarios se dice muchas veces que el maestro adopta una “apariencia ordinaria”. Su Santidad el Dalai Lama explicó también una vez lo que esto significa. Todos los seres ordinarios tienen engaños como el apego, el odio y la ignorancia, por eso todos los maestros que han tomado una apariencia ordinaria, tienen también fallos. Cometen fallos porque son seres humanos. No obstante, concentrarse demasiado en los fallos del maestro no es algo muy bueno. No porque esto repercuta en el maestro, sino porque, como ya se ha mencionado, concentrarse en un rasgo negativo desencadena en la propia mente emociones perturbadoras como el odio o la ira. Debido a esto, el poder de los propios engaños se vuelve más fuerte. Así pues, concentrarme en los fallos de los demás no trae ningún beneficio a mi progreso mental. Ello no significa que se deba reprimir la percepción o que tengamos que negar la existencia de rasgos negativos en el maestro; simplemente no enfocamos la mente en ello. Pondré un ejemplo de esto. Tagdra Rimpoché fue el último regente del Tíbet. Aunque me cuesta entender muchas de sus actuaciones políticas, se trata de uno de los maestros más importantes de mis maestros. Por eso, siento hacia él un gran respeto. Mi devoción hacia él no cambia porque yo no entienda sus actividades mundanas. Para mí lo importante son las preciosas enseñanzas que él nos dio a mí y a mis maestros. Para mi desarrollo espiritual sus actividades mundanas son irrelevantes. No estoy ciego, percibo realmente los fallos, pero éstos no afectan a mi práctica, no son un obstáculo a mi espiritualidad. ¿Qué buenas cualidades debería tener un discípulo? Hasta ahora nos hemos detenido extensamente en las cualidades que deben distinguir a un maestro. Como sabemos no hay ningún maestro sin discípulo, por lo que es lógico que también las cualidades que caracterizan a un buen discípulo sean importantes. Los textos aquí coinciden bastante. Por ejemplo, en los Cuatrocientas Estrofas de Aryadeva se dice que un discípulo tiene que ser imparcial, se puede decir también “honesto”, tiene que tener una mente pura y as-
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pirar al darma. Alguien que esté en la búsqueda espiritual ha de tener un gran interés en el darma, pues en caso contrario no habrá progreso. En el darma hay un enorme tesoro de conocimiento que hay que descubrir. Este tesoro no se revela por sí solo, sino que el discípulo tiene que poner un esfuerzo activo, de ahí que también se exija del discípulo afán y aplicación. El discípulo necesita tener una “mente pura”, lo cual tiene dos interpretaciones. Por un lado, el discípulo necesita de una estabilidad emocional para la práctica del darma, si no él o ella no podrán practicar con claridad y con calma. Por otro, significa que el discípulo tiene que poseer un determinado grado de inteligencia, en caso contrario él o ella no podrá diferenciar las enseñanzas correctas de las falsas. En todo esto es muy importante que el discípulo no olvide su sano sentido común. De esta manera, desde el principio se podrán evitar muchos problemas, por ejemplo, expectativas exageradas sobre el maestro, proyectar los propios deseos y necesidades sobre él o idealizar el tiempo en el que transcurrirá el propio progreso, y con ello la tendencia a dejar “hervir” emociones fuertes. Entonces seguro que estaré a salvo de ver al maestro como aquel que puede resolver todos mis problemas de golpe. El maestro no es, por ejemplo, mi psicólogo, mi vidente o mi asesor empresarial. La relación maestro-discípulo es una relación espiritual de darma y por tanto no es está ahí para alcanzar metas a corto plazo. ¡Mi meta es la Iluminación, la budeidad! Hay maestros que en claro desconocimiento de las diferencias culturales, dan consejos a personas con problemas psicológicos que tienen un trasfondo cultural muy marcado. Esto puede ir bien, pero no necesariamente. Conozco personalmente algunos casos en los que los problemas, después de eso, se agravaron. Deberíamos tener presente que ya sólo haciendo un análisis sincero sobre uno mismo o mediante una conversación crítica con amigos que tienen experiencia en el darma, es posible eliminar algunos obstáculos a la práctica. ¿Cómo aceptar correctamente al maestro beneficia al discípulo? En los textos tradicionales se enumeran ocho puntos al respecto: 1. Cuando un maestro me explica determinadas cosas me he vuelto más sabio en ese tema, gracias a la bondad y a la ayuda del lama he alcanzado un determinado conocimiento Si acepto continuamente al maestro, también estaré continuamente recibiendo más explicaciones, ayuda y apoyo. Cuanto más apoyo espiritual reciba tanto más rápido podré corregir mis factores mentales no virtuosos. Corrigiendo constantemente la propia mente, cuya base está en el trabajo con el maestro, me voy acercando a la budeidad. Hasta la budeidad hay un camino largo, que lleva varios eones. Si ahora encuentro el camino correcto y al maestro adecuado y le acepto de manera correcta, en cierta manera la budeidad está a mi alcance. Pa-
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dampa Sangye, un maestro de la tradición Chöd, dice: “Si eres guiado por el lama puedes llegar a cualquier sitio que desees. La recompensa del guía es honrarle y respetarle”. Nagaryuna dice: “Quien cae desde el pico de una elevada montaña se despeñará aunque no lo quiera. Quien recibe enseñanzas de un maestro, aunque no quiera ser liberado, aún así será liberado”. Esto puede parecer exagerado a los occidentales, pero muestra muy claramente lo importante que es para Nagaryuna el maestro. Incluso no aspirando (conscientemente) a la Iluminación, si me apoyo de manera correcta en un maestro, la alcanzaré. 2. Los budas se alegran Cuando aceptamos a nuestro maestro de manera correcta, todos los budas y bodisatvas se alegran. Aquí, por un lado, se quiere decir, que los maestros, que son representantes de los budas, se alegran, ya que los discípulos avanzan en el camino a la budeidad. Por otro lado, el deseo más profundo de todos los budas y bodisatvas es que ningún ser experimente sufrimiento y que, por el contrario, nunca pueda estar alejados del sufrimiento. Ellos tomaron el compromiso de pensar en el bien de los seres y ayudarles a cada instante. Puesto que nosotros como seres ordinarios no somos capaces de percibir las emanaciones de un buda como el sambogakaya, éstos, si quieren entrar en contacto con nosotros, han de elegir el camino a través de los lamas. Si el discípulo es capaz de aceptar correctamente a su maestro, ¿por qué no deberían alegrarse los budas? Pues con ello se pone la base para un trabajo que traerá sus resultados y los discípulos habrán dado un gran paso en la dirección correcta. 3. No caeré bajo la influencia de demonios obstaculizadores ni de malos amigos Los obstáculos pueden surgir bajo diferentes formas. En tibetano se les personifica como “dü”, “demonios obstaculizadores” (tib.: bdud, sanscr.: mâra). Da igual que consideremos estos “demonios” como seres individuales o como estados mentales, sea como sea siempre producen engaño y confusión. Sin embargo, si tenemos devoción y confianza en el maestro, ello actuará como protección hacia fuera y hacia dentro. Es una protección hacia fuera, porque, cuando aceptamos a un maestro y nos sentimos comprometidos con él, nos esforzamos más por mantener la disciplina ética. Es una protección hacia dentro, porque mediante las enseñanzas del lama aprendemos cómo poder reconocer y superar nuestros conceptos. Muchos obstáculos surgen a partir de los conceptos. Para ilustrarlo, quisiera contar una historia típica tibetana. Cuando Milarepa meditaba en su cueva le visitaban demonios y espíritus. Aunque hablaba con esos seres, permanecía en estado de quietud mental sobre la “naturaleza de la mente”, sin ser perturbado ni por un solo momento. Nada podía perjudicar su meditación,
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pues había penetrado en su mente y en las reacciones de ésta hasta sus últimas consecuencias. Otro obstáculo y, a la vez, uno de los mayores “escollos” a lo largo de la práctica de la meditación es, por ejemplo, el deseo de tener lo antes posible un “signo” de realización personal, ya sea un sueño significativo o una visión. Los antiguos maestros kadampas dicen: “Ningún signo es el rey de los signos”. Debemos seguir trabajando tranquilamente sin aspirar a tener experiencias sensacionales, lo cual naturalmente no significa que no debamos aspirar a la budeidad. Las esperanzas y temores son graves obstáculos a la práctica. En un comentario se dice: “No te preocupes por la budeidad, no te preocupes por caer en los infiernos, simplemente continúa”. Nos debemos concentrar en nuestro problema actual, que es la lucha con nuestros factores mentales aflictivos, nuestros engaños. Lo que tenga que venir vendrá por si solo, así que ahora no tengo que preocuparme de ello. 4. Todos los engaños y conductas erróneas cesarán por sí solos En el fondo, los maestros de darma no son otra cosa que una guía para poder relacionarme con los factores mentales aflictivos como el odio, la ira, el apego y similares, de modo que no pueda surgir de ahí más comportamiento negativo. Se considera un comportamiento “negativo” cuando éste conduce no a resultados de felicidad, sino de sufrimiento. Si aplico las enseñanzas y las integro en mi vida, en primer lugar, los engaños se van reduciendo y luego son totalmente eliminados. Cuando estamos con el maestro, hablamos más a menudo de la práctica, hacemos preguntas y así corregimos nuestros factores mentales negativos. Si carecemos de un maestro no hay nadie que nos de una respuesta fiable, debido a lo cual nuestro progreso interior inevitablemente se estancará. Un ejemplo: el disfrute del alcohol en sí mismo no es una acción negativa, pero si alguien ha tomado un voto en este sentido y aún así luego bebe alcohol se trata de una infracción de la regla. Puede ser que la persona en cuestión de vez en cuando rompa sus votos y sólo en la presencia del lama deje de experimentar el deseo de disfrutar del alcohol. Es decir, debido al contacto con el lama, le sigue correctamente, lo que tiene una influencia positiva en su comportamiento. 5. Aumentan las experiencias y las realizaciones de los distintos niveles y senderos Cuando aceptamos correctamente al maestro, cada vez realizamos más acciones positivas, ya que entramos cada vez más en contacto con el darma y toda la “atmósfera” se orienta cada vez más al darma. En tiempos de Atisha, sus dos asistentes personales Dromtönpa y A-me Jangchub Rinchen, una vez comparaban sus progresos con el de Gönpawa, que también era un gran maestro kadam-
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pa. Gönpawa había meditado todo el tiempo en su habitación y en las cuevas, mientras que sus asistentes habían trabajado la mayor parte del tiempo para Atisha. A pesar de que éstos habían tenido poco tiempo para meditar, su progreso había sido grande. En el Budismo tibetano también es común que los discípulos imiten la voz y la apariencia externa de su maestro, al menos durante la recitación. Esto a veces parece algo arrogante, como si los discípulos quisieran ser tan importantes y grandes como el maestro, pero la razón de este comportamiento es que de esta manera se recibe una bendición especial. Por eso, visualizar la imagen del propio lama es una puerta a través de la cual entra la bendición del cuerpo e imitar su voz es la puerta de entrada a la bendición de la palabra. Practicar según su instrucción es la puerta a la bendición de la mente. Lógicamente, al hacer esto no se trata de imitar simplemente la voz y la postura del lama, sino de avanzar en nuestro progreso y desarrollar la fe. Es evidente que visualizar a mi lama ya no es una experiencia tan intensa como la experiencia inmediata, pero su imagen y su impresión permanece, con lo que puedo intentar apoyarme en esto y practicar según su deseo. Yo mismo me emociono siempre mucho cuando pienso en mi lama; tener presente su imagen o sus enseñanzas y recordar su bondad es algo que me puede hacer llorar. 6. No seré abandonado por el maestro en ninguna de mis existencias Si una persona se ha habituado en esta vida a realizar determinadas acciones, en la próxima existencia tendrá la tendencia a actuar de manera similar. Esto es así tanto para acciones positivas como negativas. Tomar correctamente al maestro actúa como causa kármica para que también encontremos buenos maestros en la próxima existencia. Esto responde a la ley del karma. Si en esta vida fuéramos un carnicero y en la siguiente vida volviéramos a nacer como ser humano tendríamos la misma tendencia a matar animales, tal vez como cazador. Así pues, si en esta existencia aceptamos correctamente a un buen maestro, tendremos la misma tendencia en la próxima vida. 7. No caeré en los reinos de existencia inferiores Gracias a las instrucciones de mi maestro y practicando de acuerdo con ellas tengo la posibilidad de desarrollar un gran poder mental. Éste me protege de acumular karma negativo, lo cual podría dar lugar a un renacimiento en los reinos de existencia inferiores. Además, la acumulación de mérito en relación al maestro es mucho más poderosa que en relación a cualquier otro objeto. Esto no tiene que ver con la superstición. Es sólo que el lama es el mejor objeto de mérito, porque cualquier acción virtuosa hacia él deja su huella hasta en las capas más sutiles de la conciencia. Hacer postraciones delante del propio maestro, por
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ejemplo, crea más mérito que hacerlas delante de una estatua de Buda. También las acciones negativas son purificadas mucho más rápidamente, por lo que lógicamente se eliminan causas para renacer en los reinos inferiores de existencia. 8. Alcanzaré sin esfuerzo todas las metas temporales y últimas El octavo punto es un resumen de los anteriores. Por medio de la práctica disminuyen los engaños y podemos realizar las metas a corto y también a largo plazo. Aceptar correctamente al maestro es la raíz de todas las cualidades mundanas y supramundanas. Las ocho desventajas de no aceptar a ningún maestro son, lógicamente, el opuesto exacto a las ventajas que se derivan de aceptar correctamente al maestro. No es necesario profundizar mucho en ello. El siguiente punto trata en detalle las ocho consecuencias con las que ha de contar un discípulo, si acepta incorrectamente a su maestro. ¿Qué se debe hacer como discípulo ante estas desventajas, que, en cierto modo, presentan un escenario de horror? Precisamente en el “culto” Occidente, donde las personas dan tanto valor a su libertad y a su propia responsabilidad, las ochos desventajas que se van a describir, en el peor de los casos, pueden llevar a una reacción de rechazo o de temor. Hay que enfatizar que el Lam Rim, por mucho carácter universal que tenga, fue escrito bajo otras circunstancias culturales y por tanto a veces con una orientación didáctica diferente. Este tema precisa actualmente de una amplia discusión, ¡aunque no por ello hace falta trastocar toda nuestra concepción dejándonos llevar por el espíritu de la época!
¿Qué desventajas trae al discípulo aceptar al maestro de manera incorrecta? 1. Si desprecio al maestro es como si despreciara a todos los budas Si desprecio al maestro estoy despreciando a todos los budas, ya que los lamas representan a los budas. Supongamos que enviamos a un representante de nuestra organización a otra o bien a otro país, donde es recibido con todos los honores, esto sería una señal de que nuestra organización goza de respeto. Si nuestro representante fuera despreciado, estarían dando a entender que no les importamos. Nuestro enviado es tratado como representante de toda la organización. Lo mismo ocurre con el maestro, él enseña el darma en representación de todos los budas. Para nosotros sería naturalmente más fácil mostrar respeto a cualquier maestro si el lama fuera siempre una persona de rango elevado como el Dalai Lama o el Karmapa. Sin embargo, también un maestro que carece de una posición elevada en la jerarquía tiene la misma dignidad que uno de alto ran-
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go. En cualquier caso, el maestro es el representante del Buda y el origen de los lamas es posiblemente (como veremos) el Buda, por eso, se menosprecia a los budas cuando se menosprecia al lama. 2. Cualquier momento de odio hacia el lama destruye las raíces de acciones virtuosas realizadas en un eón Si me enfado con el lama estoy creando con ello karma negativo, de la misma manera que cualquier momento de odio o ira produce un efecto negativo. Puesto que la relación con el lama es mucho más estrecha y mucho más intensa que con otra persona, el efecto en mi mente será también más fuerte. Dependo del lama en muchas cosas, mi meta más elevada, alcanzar la budeidad, depende de sus enseñanzas y de mi práctica. Por eso, se dice que el odio destruye las raíces de las acciones virtuosas de un eón, lo cual, si se piensa detenidamente, es mucho. Al igual que si me apoyo correctamente en el lama, surge un karma virtuoso muy fuerte (es decir, un karma de felicidad), también en el caso contrario, si siento ira u odio hacia el lama, surge mucho karma negativo (es decir, un karma de sufrimiento). Con todo, el discípulo tiene una buena razón para tranquilizarse, pues según la concepción budista tradicional, para que realmente se trate de un momento negativo de odio tienen que intervenir varios factores kármicos relevantes, entre los cuales está el sentir satisfacción por lo que se ha pensado. 3. Aunque el practicante se apoye en los mantras no alcanzará los resultados supremos Ni siquiera se alcanzará la budeidad “apoyándose en los mantras”, es decir, realizando prácticas tántricas, a no ser que uno se apoye correctamente en el maestro. En el Budismo tibetano los caminos tántricos son considerados los más rápidos, se dice que por medio de este camino un discípulo puede alcanzar la budeidad en una vida. Sin embargo, incluso los métodos más efectivos pierden su fuerza si el discípulo no se apoya en el maestro y por el contrario, lo desprecia. Si hemos entendido por qué hay que considerar al maestro como un buda, de lo cual seguiré hablando más adelante, entonces entenderemos también por qué sin el maestro ni siquiera con ayuda de mantras se alcanzará la budeidad. 4. Todo el esfuerzo que ponga el practicante en entender el significado de los tantras equivaldrá a obtener existencias de extremo sufrimiento Por mucho que se intente obtener realizaciones en la práctica tántrica, no se alcanzará la budeidad, sino lo contrario, un extremo sufrimiento. La base de esta realización es la confianza o fe en el maestro. Él es necesario para la práctica tántrica en muchos sentidos. Si faltan los fundamentos de la práctica tántrica, como son hablar con el maestro sobre las prácticas preliminares que se realizarán,
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o la iniciación y los comentarios a ella y la guía y el consejo del maestro, alguien que se estime como practicante se estará moviendo sobre “hielo resbaladizo”, como resultado de lo cual pueden sobrevenir problemas psíquicos y físicos. 5. Las buenas cualidades que aún no han surgido no surgirán y las que ya lo han hecho irán deteriorándose ¿Cómo es posible desarrollar cualidades que nos lleven a la Iluminación si despreciamos a aquellos que representan tales cualidades? Se llama buda a aquel que ha realizado todas las cualidades y ha superado todo el sufrimiento. Si despreciamos a quien representa estas cualidades frente a nosotros, con seguridad que jamás realizaremos dichas cualidades, sino que más bien avanzaremos en la dirección contraria. 6. En esta vida tendrás que soportar enfermedades y otras cosas indeseadas En el peor de los casos, puede suceder que circunstancias kármicas, cuyos orígenes desconocemos y que ahora maduran, sean desencadenadas a raíz de continuos pensamientos muy negativos de odio hacia el maestro, y debido a ello a esta persona le sobrevenga una enfermedad grave y una gran desgracia. Hay, por ejemplo, una historia budista con carácter simbólico que describe un caso llamativo de “causa y efecto”. El erudito indio Budajñana se encontró durante una gran enseñanza a su maestro, el Mahasida Saukarika. Realmente tendría que haberse levantado para ir a saludarle, pero hizo como si no le hubiera visto y más tarde siguió afirmando no haberle visto. Como consecuencia le vino una enfermedad en los ojos y se quedó ciego. 7. En las próximas existencias vagarás sin fin en reinos de existencia desafortunados Los reinos de existencia desafortunados se refieren a los infiernos, es decir, estados de sufrimiento extremo. Para ejemplificarlo, en tiempo pasados se contaba la siguiente historia. Una vez el bodisatva Vajrapani quiso saber cual era la consecuencia de despreciar al maestro, a lo que Buda respondió: “Si lo digo, el mundo y los dioses se horrorizarán de lo horrible que es”. Sin embargo, también podemos considerar el estado infernal como un estado de la mente que lleva consigo sus síntomas corporales. Entonces se ve claro que aquí y ahora el desprecio y el odio provocan en nosotros un estado infernal. Para evitar continuos sentimientos de odio y sus consecuencias kármicas, el discípulo debería poner todo su esfuerzo en comprender las catastróficas consecuencias de sus proyecciones y poner la dirección en el lado contrario. Es aconsejable hablar con amigos espirituales experimentados, así como reflexionar sobre la vacuidad y, si es preciso, contactar con un terapeuta. En cualquier caso, está claro que el odio hacia el maestro, a quien reconozco
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como Buda, y que para mí representa todo lo que hay que realizar, no me va a sacar del samsara, por el contrario, me atará más fuertemente a él, y probablemente no a los reinos afortunados, sino más bien a los reinos caracterizados por el sufrimiento. 8. En todas las existencias te verás abandonado por el maestro Aun renaciendo en un reino superior iré a parar a un lugar muy remoto, donde no tendré la posibilidad de encontrar a maestros budistas, ni de escuchar sus enseñanzas ni practicar. Esto sucede de nuevo debido a la ley del karma. Una tendencia que se tiene en esta vida, continúa en la siguiente, a no ser que se corrija con los antídotos correspondientes. Si en esta vida carezco de interés en una relación maestro-discípulo y no hago gran esfuerzo por practicar el darma, en la próxima vida esto no será muy diferente o, expresado de otra manera, si no está puesta la causa no puede experimentarse el resultado. En esta vida pongo la base para la próxima y las demás vidas, de no poner ningún fundamento para la relación maestro-discípulo, no podrá desarrollarse ninguna. La manera de percibir al maestro Para abordar estas explicaciones hemos de recordar de nuevo la situación en la que se enseñaba el Lam Rim en Tíbet, es decir, en un contexto marcado completamente por el Budismo tántrico. Esta es la razón de por qué muchas de las enseñanzas sobre el tema de la relación maestro-discípulo parten de la “visión pura”. En la mayoría de los casos, ninguno de nosotros somos capaces de mantener la visión pura continuamente todo el tiempo. Para la mayoría de los principiantes, esto es algo que sobrepasa su capacidad. Pero, por otro lado, también es bueno y recomendable que los principiantes conozcan el camino completo hacia la budeidad aunque no puedan transformarlo enseguida absolutamente todo. En el pasado cuando en la India y en Tíbet se vivía bajo otras circunstancias culturales y con otras condiciones mentales, por supuesto que era adecuado ver siempre al maestro como Buda. Pero Buda dio sus enseñanzas para todos los seres. Su Santidad ha dicho con frecuencia que Occidente tiene que desarrollar su propio budismo occidental, adaptado a las condiciones de la persona occidental. El desarrollo de la confianza como base Si me quiero apoyar en un maestro hay dos puntos importantes a considerar: 1) el desarrollo de la confianza o fe, que es la base de todo lo demás y 2) generar aprecio recordando su bondad. Aquí comienza en realidad la meditación en sí sobre la relación maestro-discípulo. Aunque están las ocho ventajas y desventajas de aceptar al maestro correcta o incorrectamente, sin embargo, en los textos no hay instrucciones sobre cómo meditar en ello.
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Para poder desarrollar confianza o fe tengo que ser consciente de las cualidades de la enseñanza y del maestro. Reconozco que el maestro es quien me transmite la enseñanza tan preciosa y además lo hace de tal modo que la pueda entender. Revisando lo que he aprendido, en el mejor de los casos, reconoceré que el maestro transmite la enseñanza sin errores. A partir de ahí surge la gratitud, la devoción y la fe. La fe o confianza es lo más importante de todo. Sin una confianza básica, el progreso carece de base. En un sutra se dice: “La fe precede a todas las buenas cualidades, ella las engendra al igual que una madre, nutre todas las cualidades y hace que éstas se desarrollen”. Una vez un tibetano pidió a Atisha una enseñanza, pero no recibió respuesta. Volvió a preguntar, esta vez en un tono bastante más alto. Entonces Atisha dijo: “Tengo buen oído, te escucho perfectamente. Esta es mi enseñanza: ¡FE!, ¡FE!, ¡FE!”. Esto quiere decir que sin la fe o confianza es imposible recibir una enseñanza que sea de beneficio. Cuando alcanzamos la confianza y la devoción podemos adentrarnos en la práctica de ver al maestro como Buda. Sobre esto quisiera comentar algunos aspectos: cuándo tiene sentido y cuándo es necesario ver al maestro como Buda y cómo llegar a esta percepción. Por qué ver al maestro cómo Buda En el tantra se ve al maestro como Buda. La condición para practicar el tantra siempre es recibir la transmisión de un maestro realizado por medio de una gran iniciación completa (wang). Con esta iniciación nos introducimos en el sistema tántrico. Aquí, el maestro y el discípulo, mediante el poder de la visualización, se generan como deidad. Su identidad es la de la deidad, dependiendo la estabilidad de dicha visualización, naturalmente, de la capacidad individual de cada persona. Tras la iniciación, tanto el maestro como el discípulo regresan al estado ordinario (“pretántrico”). También durante el tiempo en el que no meditamos mantenemos el convencimiento de que actuamos como la deidad. Mi entorno, que ahora percibo en el estado de la deidad, según esto, es también un entorno puro. Lo que no significa que tenga que transformar el lugar en el que vivo en un mandala o en un palacio. Su sentido es más bien que todas las personas, cosas y fenómenos que me rodean los veo como puros (purificados por la vacuidad). Partiendo de esta lógica, consideramos al maestro como buda, ¿y cómo no podría serlo? En el sistema tántrico hay dos tipos de maestros, el absoluto y el relativo. El lama absoluto, Buda Vajradara, es la inseparabilidad de gozo y vacuidad. A pesar de ser representado en tangkas o en estatuas, en realidad no hay que verlo como a una persona, sino como un estado de la mente. El maestro relativo, por el contrario, es nuestro propio maestro vajra, cuya tarea es llevarnos al maestro absoluto. Y aquí tenemos otra razón más para ver al maestro relativo como buda: el maestro tántrico que nos concede la cuarta transmisión de poder en una
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iniciación, la que nos conducirá finalmente a la budeidad, necesariamente tiene que ser un buda. Independientemente de si queremos practicar tantra o no, siempre hay ventajas en el hecho de ver al maestro como buda. Puesto que existe una relación entre la cualidad del maestro y el estado que quiero (y puedo) alcanzar, el maestro tiene que estar más avanzado en su desarrollo que yo. Si me considero un practicante mahayana o un bodisatva en potencia, no me queda casi ninguna otra posibilidad que buscar un maestro en quien pueda sentir la confianza de que es un bodisatva altamente realizado y a partir de ahí intentar orientarme por la cualidad que pueda reconocer. Sin embargo, aún se exige más. Independientemente de las cualidades reconocibles del maestro, he de ser capaz de venerar de corazón como buda a aquellos maestros de quienes reciba enseñanzas Mahayana. Sólo si puedo generar tal actitud interna, podré comprender las más elevadas enseñanzas y prácticas del Mahayana y obtener los resultados correspondientes. Por qué es posible considerarle como tal Nosotros, los tibetanos, creemos que los maestros son realmente budas. La explicación que encontramos para esto en el Lam Rim es que Vajradara explicó que el maestro es Buda. También Buda Sakyamuni al final de su vida dijo: “No viviré por más tiempo bajo esta forma, ahora tengo que morir. Después de mi muerte apareceré como una persona corriente, como maestro, y os ayudaré”. Citas como esta no se han transmitido sólo en uno o dos sitios, sino que se encuentran tanto en textos de tantra como de sutra. Por esa razón, es probable que entre mis maestros por lo menos haya uno que sea un buda. El mayor deseo de todos los budas es ayudar a los seres, ¿entonces por qué no también a mí? No obstante, los tibetanos también vemos a nuestros maestros adoptar comportamientos que, a primera vista, nos parecen negativos. En estos casos, decimos que el maestro nos quiere hacer creer que ha sucedido esa acción cuando en realidad no ha sido así. En principio, hay dos maneras de ver una acción. Aquellos que no tienen la visión pura la ven como una realidad, percibiéndola según esto como una acción negativa. Los que pueden mantener la visión pura, por un lado, comprenden que la percepción de una acción depende de múltiples factores y condiciones y, por otro, se concentran en sus propias acciones. Para ellos el maestro es un objeto de veneración y no se preocupan por sus posibles errores. De esta manera, es posible ver al maestro como buda. También pensamos que los maestros (y otras personas), debido al poder de su deseo y al mérito acumulado, pueden ponerse en contacto con el poder de un buda o bodisatva. El origen de una reencarnación no tiene que ser siempre un buda, también puede ser un ser ordinario, cuyo deseo de ayudar a los seres es tan fuerte que él o ella se vuelve a reencarnar como ser humano para continuar su trabajo. Cuando el ori-
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gen es un buda, todas sus acciones son como una ilusión, la persona da la impresión de que actúa positiva o negativamente, sin embargo sus acciones ya no están supeditadas a la ley del karma. En este caso, no es necesario que la persona reencarnada sepa que su origen es un buda, ya que lo que continúa de una existencia a la otra es la conciencia más sutil. Este razonamiento puede también ayudar a entender por qué es posible que el maestro sea un buda. No obstante, tales reflexiones en la práctica son difíciles de aceptar para muchos occidentales. Realmente, el problema no es esforzarse por alcanzar una visión pura, sino que precisamente con este argumento se puedan justificar las acciones negativas y, en parte, interesadas, de maestros y colaboradores. Una vez, el Dalai Lama en un encuentro que hubo entre maestros de darma, tras habérsele comentado este problema, dejó muy claro que en tales casos es el propio sentido común el que tiene que marcar la pauta a la hora de hacer una valoración. Y es éste siempre el que ha de decirle a uno que, a ser posible, no se debería permitir dejar que surja el enfado en la mente, pero que desde luego también hay que hacer algo con medios apropiados. El maestro lleva a cabo las actividades de todos los budas El maestro nos transmite el darma y con ello nos muestra el camino a la budeidad. Un buda, si pudiéramos percibirle, no haría algo diferente. Él asume la tarea de un buda y realiza sus actividades. Esto es así especialmente en el tantra en el contexto de la iniciación a la cuarta transmisión de poder, en la que el maestro es visto como Vajradara. Aún hoy los budas y bodisatvas siguen actuando por el beneficio de los seres; la propia percepción es incierta El Buda acumuló tanto mérito, tantas perfecciones que no puede hacer otra cosa que mostrarlo. Recorrió todo el proceso de perfeccionamiento hasta llegar a la budeidad movido sólo por una razón: poder ser del máximo beneficio posible a los seres. Se puede decir que el trabajo real de un buda no empieza hasta después de alcanzar la budeidad. Puesto que un buda no puede trabajar en contacto directo con nosotros, sino que tiene que tomar una forma que también podamos percibir, elige hacerlo por medio del maestro. El darma nos llega mediante el maestro. Así pues, necesariamente hemos de ver al maestro como el representante del Buda. Valorar si el maestro ha alcanzado la budeidad o si se encuentra en el nivel de un buda no es tarea nuestra. En primer lugar, es algo que no nos corresponde, por otro lado, no es posible juzgar correctamente del todo las cualidades interiores de otra persona. Ya nos es bastante difícil valorar nuestro propio estado
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de desarrollo ¿cómo vamos a poder valorar el de los demás? En este sentido, no podemos confiar por completo en lo que percibimos. También la manera en cómo percibimos al maestro depende en gran medida de nuestra visión subjetiva. Si un amigo dice o hace algo, nuestra opinión es totalmente diferente a si hiciera lo mismo un enemigo. Todo lo que hace el enemigo, de antemano se juzga negativamente, pero en el caso de mi amigo o de mi amiga incluso fallos evidentes los suelo ver como algo muy bueno simplemente porque él es mi amigo. La percepción de una persona está muy influenciada por la actitud que tenemos frente a esa persona. ¿Estaremos pues en condiciones de valorar correctamente las cualidades de un lama, cuando éstas probablemente superan con mucho las nuestras? Repito, si un buda quiere ayudar a los seres, en general adoptando la forma de maestro puede hacerlo mejor que no mostrándose como tal. Un maestro conocido reúne una gran cantidad de discípulos, cuanto más conocido es tantos más personas le seguirán. Esto son por supuesto planteamientos puramente mundanos, pero ¿sería una mentira afirmar que no es así? Un maestro al que nadie escucha cuando da una enseñanza no puede ayudar a los seres. Además, el maestro seguramente tiene también cualidades que no se ven a primera vista, que incluso no se pueden describir. Es posible que el maestro ni siquiera sepa de estas cualidades, pero cuando un buda actúa por medio de un maestro es realmente posible que lo haga por medio de mi maestro.
Generar respeto recordando su bondad La bondad del maestro supera a la del Buda En el Lam Rim decimos que nuestro lama es más bondadoso que los budas, en general, y que Buda Sakyamuni, en particular. En este mundo se han manifestado Budas en muchas ocasiones, pero debido a nuestro mal karma no tuvimos la oportunidad de llegar a ser sus discípulos ni de practicar. Por eso los llamados budas del pasado ya no tienen mucha influencia en mi desarrollo. Han difundido la enseñanza y han llevado a numerosos seres a la Iluminación, pero nosotros quizás no estábamos entre sus discípulos. En nuestro eón enseñó Buda Sakyamuni, pero, suponiendo que nos hubiéramos encontrado con él, en aquel momento no pudimos alcanzar la Iluminación. Sólo es con nuestro maestro con quien podemos empezar a aspirar a la budeidad; él nos enseña el darma y nos muestra el camino para acabar con el sufrimiento. Los lamas actúan como los budas pero son mucho más bondadosos con nosotros. Los budas anteriores aparecieron en una buena época, cuando los alumnos
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podían aprender mejor y alcanzar realizaciones más rápidamente. Algunos discípulos de Buda Sakyamuni alcanzaron la Iluminación mientras él daba su primera enseñanza. Nuestra época, por el contrario, es llamada una época de degeneración y los obstáculos son mucho más grandes que antes. ¿Por qué se dice que nuestro maestro es más bondadoso que los budas en general y que Buda Sakyamuni en particular? La leyenda cuenta acerca de un rey indio que tenía mil hijos. Cada uno de ellos dirigió al Buda de entonces el deseo de manifestarse en su próxima existencia como un buda determinado, para así ayudar a los seres. El último de los hijos fue luego Buda Sakyamuni. Él deseó expresamente aparecer en una mala época para ayudar a la gente y lo hizo tomando todo el sufrimiento de los seres, aquel del que sus hermanos aún no se habían ocupado. Sin embargo, Buda Sakyamuni no nos puede ayudar de manera inmediata. Tampoco los muchos eruditos indios y tibetanos, ni seres santos como Padmasambhava, Marpa, Milarepa, Tsongkapa que vinieron tras él, nos pueden ayudar. Para nosotros tienen menos importancia que el propio maestro. Ningún buda del pasado, ningún gran erudito de la India ni del Tíbet consiguió salvarme del samsara. Aquel que no desiste y que siempre lo intenta es mi propio maestro. La bondad de dar enseñanzas El maestro se comporta al igual que un médico que va ver a un paciente que se ha envenenado. Le da algo para que expulse de nuevo el veneno y si es necesario un antídoto. El médico salva así la vida del paciente. El maestro se ocupa de apartarnos del mal karma, por ejemplo, haciéndolo confesar o purificándolo. Nos enseña a cambiar nuestro comportamiento, de modo que no acumulemos más mal karma. Al médico le estaríamos agradecidos por salvarnos la vida, igual de agradecidos deberíamos estar al maestro por salvarnos del samsara. Nuestra existencia se puede comparar con una cárcel: el karma nos arroja una y otra vez a la existencia cíclica, de la cual es muy difícil escapar. El maestro intenta liberarnos de esta cárcel y con ese fin nos enseña métodos distintos. Practicar y adiestrarse es algo que tenemos que hacer nosotros mismos. El maestro no lo puede hacer por nosotros, Buda no lo puede hacer por nosotros, nadie lo puede hacer por nosotros, sólo es posible con el esfuerzo de uno mismo. En épocas pasadas era necesario poner un gran tesón y pasar penalidades para obtener extensas enseñanzas. Antes de que Atisha llegara a Tíbet había una transmisión completa de toda la enseñanza. Todos los lamas conocían cada uno de los temas, si bien para recibir las enseñanzas completas los discípulos debían acudir a cada uno de los diferentes maestros. Gracias a la bondad de Atisha tenemos todo lo esencial resumido de manera compacta bajo la forma del Lam
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Rim, que es fácil de entender y de practicar. Podemos aprender de un maestro todo el camino gradual hasta llegar a la Iluminación. Pero sólo con la mera lectura no basta. Los pasos a seguir son, escuchar enseñanzas, acumular experiencias por medio de la práctica, exponer nuestras experiencias al lama y ser corregidos por él. Solamente de esta manera puede ponerse en marcha un progreso interior. Tenemos maestros excelentes, podemos aprender mucho de ellos y deberíamos empezar a practicar ahora. El ahora es muy importante. Ahora el maestro nos da una enseñanza, esta enseñanza es especial para nosotros, hasta ahora nunca la ha dado así y jamás la volverá a dar de la misma manera. Por eso ahora es el momento de empezar a practicar. La bondad de inspirar el continuo mental del discípulo La inspiración es como una corriente interna que va del maestro al discípulo. Si practicamos Budismo no sólo debemos tener en cuenta la literatura y hacer una meditación analítica o de emplazamiento sobre ello, a la vez tenemos que hacer súplicas a los lamas y desarrollar confianza en ellos. Mediante esta combinación puede tener lugar un verdadero avance cualitativo. Puede ocurrir también que en la meditación sintamos de repente un sentimiento de afecto muy fuerte hacia los lamas o hacia una deidad de meditación, o bien que alcancemos una comprensión intuitiva del significado de la vacuidad. Estos hechos son una señal de que el practicante ha obtenido la inspiración del lama. A veces el recuerdo de la bondad del maestro de repente nos hace llorar, lo cual no es llorar de pena, sino de alegría y emoción. También es una buena señal en el sentido de que se recibe la inspiración del lama. O también puede pasar que durante la práctica diaria de repente nos acordemos de determinadas cosas que por lo general nunca recordamos, se nos aclaran cosas sin que hayamos hecho un esfuerzo especial para ello. Pero la inspiración a veces también llega de una manera muy distinta y que jamás esperaríamos. Una vez estaba Naropa sentado meditando. Su maestro Tilopa se acercó y le arrojó a la cara sin más un puñado de barro, lo cual le produjo un efecto parecido al de una conmoción. Después de esto, Naropa pudo meditar ininterrumpidamente durante siete días y siete noches, todo ese tiempo con el barro en la cara. Sólo alguien que tenga absoluta confianza en el lama puede recibir inspiración con un tratamiento de choque, otro seguramente tendría problemas para respirar. La bondad de apoyar materialmente al discípulo Aquí no se trata necesariamente de grandes acciones humanitarias, ofrecer una taza de té entra igualmente dentro de este apartado. Una de las acciones más importantes del bodisatva consiste en apoyar económicamente a los seres, hacer
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regalos a gente necesitada, aunque sólo sea la taza de té mencionada (en el caso de que no se tuvieran). Sin embargo, lo importante siempre es una actitud mental de amor genuino. Al huir de Tíbet estuve viviendo en la India, allí teníamos muchos problemas y poco dinero, así que algunos días no había buena comida. Entonces iba inmediatamente a casa de Kyabje Dorje Chang, donde siempre había algo bueno para mí. Él ya lo sabía y cuando yo llegaba sólo decía: “¿De nuevo nada decente para comer?”. Nosotros, los seres humanos, estamos fuertemente atados por el apego a lo material y a las apariencias externas, por eso, deberíamos desarrollar la devoción al lama, incluso por acciones tan pequeñas como ésta. Cómo aceptar correctamente al maestro con el comportamiento El último punto del capítulo la relación maestro-discípulo trata el tema de cómo aceptar correctamente al maestro con el comportamiento externo. Aquí se enumeran tres posibilidades: hacer ofrecimientos, el cuidado del cuerpo y la propia práctica. El tercer punto es seguramente el más importante. Naturalmente conlleva mucho mérito hacer ofrecimientos al maestro, lo cual no tiene que ser algo extraordinario, puede consistir también en servirle la mencionada taza de té o también ayudándole en sus proyectos sociales. Ayudar a los seres crea una gran cantidad de mérito, tanto más sucede con el maestro porque todo lo que hagamos hacia él o ella tiene una gran repercusión en nuestra mente. La ofrenda del cuidado del cuerpo es una costumbre más bien india. Lavar, ungir y dar masajes a personas veneradas era visto como algo natural. La ofrenda de la propia práctica consiste en actuar y practicar según la palabra del lama. Milarepa dijo sobre esto: “No tengo nada material que ofrecer al lama, mi ofrecimiento consiste en la realización que he obtenido siguiendo sus palabras”. Otra cita apunta en el mismo sentido: “Renuncia a todos los ofrecimientos materiales al lama, el único y mejor ofrecimiento es practicar según su palabra. Así, con una motivación pura, aceptando al maestro correctamente en la mente y en el comportamiento, podemos realizar incluso los dos cuerpos de un Buda: el rupakaya y el darmakaya. La acumulación de mérito que surge, por ejemplo, de hacer ofrecimientos, lleva al cuerpo de la forma de un buda. La acumulación de sabiduría, que conseguimos por medio de la meditación y de practicar siguiendo las instrucciones del maestro, conduce al darmakaya, al cuerpo de la verdad de un buda. Resumen Resumiendo de nuevo. Es importante que reflexionemos una y otra vez en la bondad que nos muestra el maestro dándonos enseñanzas. Podemos pensar algo
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así. ¿Qué se ha producido en mi propia mente gracias a las enseñanzas? ¿Han cambiado mis acciones por dentro y por fuera? ¿Pude corregir mi actitud mediante la enseñanza del lama? Puede ser muy provechoso comparar nuestro estado interior después de la enseñanza con el de antes de la enseñanza. ¿He recibido algún consejo de las enseñanzas del maestro que haya sido especialmente importante para mí? Si durante una enseñanza reconocemos claramente nuestros defectos podremos eliminarlos o por lo menos hacer el intento por debilitarlos en el futuro. Antes simplemente habíamos ignorado nuestros defectos, pero ahora ponemos más cuidado y atención. Tal vez, debido a la enseñanza de mi lama, me he vuelto más apacible, me puedo concentrar mejor y a partir de estos progresos puedo desarrollar devoción y fe. También he conseguido claridad en determinadas meditaciones. He aprendido algo nuevo y lo que ya conocía lo he entendido mejor. Ciertamente, hay muchas cosas que he oído ya cientos de veces sin comprenderlas realmente. En la meditación analítica sobre la bondad del maestro contemplamos ciertos aspectos, como, por ejemplo, sus actividades externas, como son su amabilidad al conversar o la ayuda económica que presta a otros. Si imaginamos detenidamente cada uno de estos aspectos, automáticamente surgirá en nosotros el deseo de responder a esta bondad. La mejor manera de hacerlo es practicar lo mejor que podamos según la palabra de Buda. Estudiar, aprender, practicar y meditar correctamente son la mejor respuesta a la bondad de nuestros maestros. Nosotros afirmamos ser budistas e incluso practicantes mahayana o tántricos. Todo esto depende sólo del maestro. Primero hemos recibido una introducción al Budismo de un lama determinado y otras enseñanzas, luego más tarde también iniciaciones, comentarios y muchas bendiciones para la práctica. Todo esto fue algo que el maestro hizo para nosotros. Si no tenemos maestro no podemos tomar ningún voto, sin votos tal vez nos cueste mantener las reglas y si no mantenemos las reglas acumularemos con seguridad muchas más acciones negativas. De esta manera, analizamos las ventajas y desventajas que se derivan de aceptar de modo correcto o incorrecto al maestro. Luego, se reflexiona sobre la bondad del lama y se desarrolla devoción y confianza. En la práctica diaria no es obligado seguir este orden, también podemos variarlo, pues siempre es importante no actuar haciendo muchos planes, sino desarrollar una práctica viva y flexible. Como Patrül Rimpoché dice en su Lam Rim, el discípulo puede aprender de su maestro incluso en la vida cotidiana. A menudo decimos que las biografías de los grandes maestros son la práctica para los practicantes futuros. Aunque no les podemos seguir en todos los aspectos sí podemos hacerlos en algunos y los podemos tomar como ejemplo. En Amdo, una región de Tíbet, conozco a un erudito que me hablo del estilo tan especial que tenía su maestro. Cuando se le preguntaba algo no respondía, sino que dejaba que el discípulo
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se respondiera a sí mismo su pregunta. Según él, los discípulos no deben esperar que el maestro les responda todas las preguntas, sino que ellos mismos han de trabajar con la solución. Este consejo de un maestro anciano me impresionó profundamente.
A
Loden Sherap Dagyab Kyabgön Rimpoché, nacido en 1940 en el este del Tíbet, fue entronizado a la edad de 6 años como IX Kyabgön de Dagyab y estudió filosofía budista en la universidad monástica de Drepung. En 1959 huyó a la India con el séquito personal del Dalai Lama. Desde 1967 vive con su familia en Bonn, donde trabaja como tibetólogo en la Universidad y es maestro budista.
unque basado en enseñanzas centenarias de los lamas tibetanos, Concentración y Contemplación está escrito desde una perspectiva actual, tan rigurosa con el pasado y la tradición como libre de influencias culturales, y abierto a las necesidades y situaciones del mundo contemporáneo. Un comentario a las enseñanzas del camino gradual (lam rim), expuesto con una actitud crítica frente a ciertos aspectos prescindibles que proceden de las adherencias de la cultura tibetana a las enseñanzas genuinas del darma budista. Aun teniendo en cuenta la necesidad de presentar las enseñanzas budistas de la tradición tibetana sobre la meditación y el cultivo de la mente a una nueva generación de practicantes occidentales, la práctica del darma siempre tiene que corresponderse con el desarrollo de la propia mente para poder extraer el mayor beneficio posible. De un modo sencillo y preciso el autor nos ilustra sobre cuál es el sentido de la vida y cómo hacerla significativa y cómo alcanzar una conciencia genuina así como la suprema iluminación. Además, entre muchas otras, responde a las preguntas de ¿por qué es valiosa nuestra existencia?, ¿cómo debe ser una relación sana entre maestro y discípulo? ¿cómo vivir con atención?, ¿qué es un buda?, ¿cómo funciona el karma?, ¿cómo puedo desarrollar compasión y sabiduría?, y ¿qué es el tantra?
ISBN: 84-96478-03-3
9 788496 478039