Los Factores Mentales

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LOS FACTORES MENTALES



LOS FACTORES MENTALES

THUBTEN CHÖDRON Traducción PEPÉ PEIRÓ Revisión Inmaculada Madina

EDICIONES DHARMA


Š Thubten ChÜdron, 1989 Tercera edición, 2016

Š Ediciones Dharma, 2016 Apartado 218 03660 Novelda (Alicante) www.edicionesdharma.com E-mail: dharma@edicionesdharma.com Š de la traducción Pepe Peiró Diseùo de la portada: Ediciones Dharma ISBN: 978-84-9647 Depósito Legal: A Impreso en Espaùa. Printed in Spain

Todos los derechos reservados. No estĂĄ permitida la reproducciĂłn total ni parcial de este libro, ni la recopilaciĂłn en un sistema informĂĄtico, ni la transmisiĂłn por medios electrĂłnicos, mecĂĄnicos, por fotocopias, por registro o por otros mĂŠtodos, sin el permiso previo y por escrito del editor o el propietario del Copyright.


ÍNDICE

Prólogo 9 Introducción 11 La mente primaria 19 Los cinco factores siempre presentes 25 Los cinco factores que definen el objeto 37 Los once factores virtuosos 47 Los veinte engaños secundarios 63 Los seis engaños esenciales 81 Los cuatro factores variables 95


PRÓLOGO

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ste texto surgió de la transcripción de un Curso de meditación sobre los factores mentales, la explicación del budismo mahayana sobre qué es la mente, que la monja budista Thubten Chödron (Cherry Creen) impartió en el Centro Nagaryuna de Valencia, en diciembre de 1984. El borrador original fue traducido por Pepe Peiró con la colaboración de Guillermo Aguilar, Enrique Calabuig y Valentín Mencía. Siguiendo las sugerencias del monje budista Juan Manzanera, se han incorporado definiciones de algunos factores mentales con material del Gueshe Jampa Tegchok con el fin de aportar mayor claridad y comprensión a pasajes que pudieran resultar poco claros. La presente edición de 2016 es una versión totalmente actualizada de este texto realizado por Inmaculada Madina. Novelda, Verano 2016


Manyusri, el buda de la sabidurĂ­a Dibujo de Andy Weber


INTRODUCCIÓN

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l curso que hoy comienza tratará sobre la mente des- de la perspectiva de la psicología budista. Este es un tema de calado personal ya que se refiere de forma directa a nosotros mismos. No se hablará de otra cosa más que de nosotros. Tampoco se tratará de la mente, sus categorías y divisiones como algo sobre lo que tomar notas en un cuaderno y luego olvidarnos, sino que trataremos de nuestra propia experiencia diaria. Vamos a mirar dentro de nosotros para tratar de comprender estas enseñanzas y así incorporarlas a nuestra vida diaria. Cada uno de vosotros podrá comprobar si lo que se comenta concuerda con vuestra experiencia o no, y tendréis que hacerlo mirando en vuestro interior. Las presentes enseñanzas pretenden describir cada uno de los principales factores mentales según fueron clasificados por Asanga. La descripción de los factores mentales se halla arropada por las enseñanzas contenidas en el Lam Rim o camino gradual a la iluminación. Estas enseñanzas tratarán del apego, la ignorancia, el deseo, el odio, el aferramiento, etcétera, y también de la sabiduría, la compasión y los medios hábiles para actualizar


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ambas en la práctica. Todas estas realidades forman parte de nuestra mente. Cuando, por ejemplo, tratemos del odio, no debéis pensar que se refiere al odio de la persona que tenéis al lado. Debéis mirar dentro de vosotros mismos. Sólo de esta forma, estas enseñanzas serán significativas. El nombre tibetano del texto que nos ocupa es Lo.rig, que significa «mente y factores mentales». Su enseñanza me ha sido transmitida gracias a maestros como Gueshe Ngawang Darguey, Lama Thubten Yeshe y Gueshe Jampa Tekchog. Conviene que nos acerquemos al dharma con una mente muy abierta. Esto no significa que debamos aceptar cualquier cosa que escuchemos, sino que debemos poder entrar en nuestra propia mente para analizarla. Para practicar el dharma debemos tener cierta voluntad de eliminar nuestros defectos y también de reconocer nuestras virtudes, pero siempre desde la honestidad y la claridad. Esto no implica que debamos sentirnos orgullosos de nuestras virtudes y deprimidos por nuestros deméritos. Sencillamente, implica hacer un análisis y decir: «Esto está bien» y «esto está mal». La práctica del dharma también consiste en tener la voluntad de cambiar. Si no fuera así, no tendría sentido estar hoy aquí. La razón de que escuchemos estas enseñanzas es porque buscamos algo. Esto de momento, significa reconocer que hay algo con lo que no estamos de acuerdo. Por lo tanto, lo que debemos hacer es mirar en nuestro interior. Este curso tratará de vosotros, de mí misma, y de todos nosotros. «¿Quién soy yo?» Esta es la primera pregunta, aunque de difícil respuesta. Podemos reconocer que disponemos de un cuerpo y una mente; y comprendiéndolos, podremos entender quiénes somos. Sabemos qué es nuestro cuerpo. Está comprendido por átomos, moléculas, reacciones químicas,


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etcétera. La ciencia está realizando un trabajo de investigación muy profundo sobre el cuerpo y sus funciones. Pero junto a nuestro cuerpo tenemos nuestra mente, cuya naturaleza es distinta a la de éste. La mente no se compone de átomos o moléculas. No podemos verla. No es roja ni azul. No podemos señalarla con el dedo y decir: «Esta es mi mente». No podemos doblarla, ni tampoco degustarla. Carece de forma alguna. Sin embargo, podemos afirmar que nuestra mente posee la cualidad de la claridad y la capacidad de conocer. «Claridad» significa que la energía de la mente no puede ser obstruida por ningún objeto material; «conocer» significa que puede sustentar la apariencia de cualquier objeto, y también que puede percibir otros objetos, aunque su énfasis recae en la capacidad de sustento. Su Santidad el Dalái Lama define la mente como la pura claridad y conocimiento de los objetos, sin color ni forma. Se trata de un espacio vacío y claro en el cuál todas las apariencias han cesado y el conocimiento de cualquier cosa puede surgir como pura claridad dentro del mismo. Nosotros podemos experimentar cosas, pero nuestro cuerpo, las moléculas del mismo, no pueden conocer nada. La habilidad de conocer cosas se produce cuando la mente actúa junto con el cuerpo. Es entonces cuando tenemos la capacidad de experimentar. Las enseñanzas budistas ponen un gran énfasis en la mente. Esto no significa que no se le dé importancia al cuerpo, sino que lo principal es el estudio de la mente. En nuestra sociedad ocurre todo lo contrario. Todo está establecido en función al cuerpo. Constantemente se habla del cuerpo, de cómo embellecerlo… La publicidad, los programas de tele-


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visión, tratan únicamente de cómo podemos generar mejores sensaciones y mayor comodidad para nuestro cuerpo. Este es el momento de darle la vuelta a todo eso y empezar a observar nuestra mente. ¿Por qué el dharma nos habla de dirigir nuestra atención hacia la mente y no hacia el cuerpo? Como he comentado, es la mente la que experimenta, y no los átomos del cuerpo. Unido a esto, en el momento de morir deberemos abandonar nuestro cuerpo. Por muy bonito que sea, tendremos que despedirnos de él. Sin embargo, la mente no cesa en el momento de la muerte. Esto se debe a que el continuo de nuestro cuerpo y el continuo de nuestra mente son dos cosas distintas. De este modo, nuestra mente continúa y va a otra vida. Y si va a otra vida, nosotros vamos con ella. Debido a ello, debemos cuidar más de nuestra mente. La mente genera todas nuestras experiencias. Si generamos cierto tipo de acciones, recibimos sus resultados. Las acciones se gestan con nuestro cuerpo, palabra, y mente. Estas acciones constituyen lo que llamamos karma, que significa sencillamente, acción. Entre las acciones de cuerpo, palabra, y mente las más importantes son las mentales, ya que no podemos decir o hacer nada, si primero no hay una intención en nuestra mente. No podemos mover nuestro cuerpo ni hacer nada con él, si primero no surge una intención. Por lo tanto, todas nuestras palabras, acciones físicas, o cualquier cosa que hagamos a diario provienen de nuestra mente. Eso hace que la mente sea lo más importante. Las acciones que realizamos determinan los resultados que obtenemos. Si éstas provienen de la mente, deberemos observarla para ver cuál es la raíz de nuestro comportamiento. La mente también es importante porque interpreta las cosas


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que nos suceden, y de esa interpretación hacemos nuestra experiencia. En general, creemos que nuestra experiencia está formada por cosas externas a nosotros mismos. Parece que nuestra felicidad y sufrimiento, nuestro placer y dolor, provienen de fuera. Si alguien nos insulta parece que el daño procede de la palabra del otro. Pero si lo analizamos, nos damos cuenta de que lo que el otro dice es tan sólo un sonido, un conjunto de vibraciones sonoras. Este error se debe a que la mente interpreta las cosas de forma equivocada. Sencillamente, tras percibir un conjunto de vibraciones sonoras nos alteramos, nos ponemos ansiosos, y exclamamos: «¡Esta persona me está insultando!» Tras eso, empezamos a darle vueltas y a pensar: «¡Me ha dicho esto, y lo otro, y aquello! ¡Cómo se atreve!…». Y cuanto más pensamos, más nos enfadamos y por ende, más dolor sentimos. Pero, ¿De dónde procede todo esto? ¿De una sucesión de ondas sonoras? No: procede de nuestra visión exagerada. Por ello, si queremos parar nuestro sufrimiento deberemos observar nuestra mente. Lo mismo sucede cuando experimentamos placer. Cuando vemos la cara de alguien que nos gusta surge una emoción que nos lleva a exclamar: «Te quiero. Te amo. Eres la persona más hermosa y especial que he visto en mi vida. Si dejo de ver tu rostro sufriré lo indecible». Lo vemos de forma habitual en televisión, lo oímos en la radio, etc. Pero, ¿de dónde proviene este júbilo y alegría? Si no lo analizamos de forma correcta parece que, en efecto, proviene del rostro de esa persona. Parece que es la cara de ese ser la que en sí irradia felicidad. Pero si lo analizamos en profundidad veremos que ésta es simplemente un cúmulo de forma y color. Podremos ver la forma de los ojos, el color del pelo, etc. ¿pero qué hay


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de especial en ello? Todo el mundo posee forma y color en su rostro. Esa experiencia de felicidad surge porque nuestra mente proyecta belleza y hermosura sobre la cara de la otra persona. Nos centramos en ello y al ver la forma de la nariz, los ojos, etcétera, exclamamos: «¡Es maravilloso/a! ¡Tengo que estar con esta persona para ser feliz!» Sin embargo, no es más que una proyección exagerada de nuestra mente, que crea y determina nuestra experiencia. La práctica del dharma nos pone en contacto con la realidad. En este momento vivimos desde esa proyección exagerada, desde esa especie de fantasía. Las enseñanzas budistas no son ni más ni menos que la descripción de la realidad. El Buda no creó nada, simplemente describió lo que ya existía; no pensó: «Me gustaría gozar de una buena reputación; voy a inventar una nueva religión». Miró dentro de su propia mente, vio la realidad tal cual es, y pensó que nuestra realidad era similar a la suya. Por lo tanto, simplemente describió su experiencia. Describió cómo era la realidad, sin más. El dharma no es algo que está allá arriba en el cielo, ni un bien exclusivamente tibetano. Para practicar el dharma no necesitas disponer de un altar, ni pasear por ahí con un rosario (mala), o llevar hábitos rojos. Simplemente significa que intentas poner los pies en el suelo y entrar en contacto con la realidad. El dharma es algo muy personal. No es algo con lo que hacer exhibicionismo o alguna otra cosa rara. No tienes que ir por ahí publicando: «Soy practicante del dharma. Observa mis libros y mi rosario». Si haces esto, te estará moviendo un sentido muy fuerte del ‘yo’, y entonces no importa lo que exhibas porque el problema seguirá estando dentro. No quiero decir con esto que no necesitemos cosas del ex-


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terior. Nuestro nivel de práctica es muy bajo y compartir nuestro tiempo con amigos del dharma o ponernos en contacto con objetos del dharma, nos hará recordar nuestra búsqueda de la realidad. Pero las cosas externas no forman parte de la práctica real. Para acogerla, hay que observar la mente. Pero… ¿quién observa la mente? Es nuestra propia mente la que se observa a sí misma, mirando a sus distintas partes y componentes. Y sobre esa mente etiquetamos el ‘yo’. Podríamos entender este proceso a través del estudio de «las siete formas de conocer los objetos», que visiona modos de percepción directa, deducción, y otras formas de percibir los objetos, aunque en este curso no trataremos de ellas. En esta ocasión vamos a observar la mente clasificándola de otro modo: dividiéndola en mente primaria y factores mentales.


Asanga (dibujo de Gomchen Oleshey), 1975



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