No son ensayos, ni artículos. Son viñetas, trozos, notas. Se refieren a hechos históricos curiosos, sin ese desprecio absurdo que a veces los profesionales de la historia (con sus complejos, con sus taras, sobre todo en el subdesarrollo) exhiben por las anécdotas y los relatos a la antigua usanza. Yo en cambio creo que la literatura también puede recrear la naturaleza de otros tiempos, y no es de caballeros desdeñar las bagatelas. Estuve dos años escribiendo notas tácitas para el diario El Espectador. Se llamaban así por dos razones: por ser un homenaje a Tácito, uno de los padres de la historia como disciplina intelectual, y porque eran tan cortas y tan caprichosas, que siempre importaba más en ellas lo que estaba entrelíneas que su contenido. Esas notas eran un juego para mí, y haciéndolas fui muy feliz. El tono cambió mucho durante los dos años y la timidez del principio fue luego una cosa desabrochada y a veces delirante (de la introducción del autor)