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Para medir los viajes

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Ana Buriano

Ana Buriano

Y SIGNIFICADOS

Arrigo Coen Anitúa (†)

Llámanse itinerarias, femenino plural de itinerario,

www.sxc.hu del latín itinerarius, a su vez de iter, itineris, ‘camino’, ‘del camino’, las unidades que se usan para medir distancias como las que separan un poblado de otro, para distinguirlas de otras unidades mucho menores, por ejemplo, las que sirven para considerar dimensiones de muebles, y de otras mucho mayores, como las de la astronomía. Comencemos con la milla, cuyo nombre proviene del latín milia (plural de mille, ‘mil’) (sobreentendido passuum, ‘de pasos’), o sea, ‘miles de pasos’, ‘millas’. La milla romana, la original, debió de haber medido unos 1402 metros. La lista de las diversas millas que se han tenido en todo el mundo occidental no cabría en la extensión de este artículo. La que a nosotros interesa, la actualmente adoptada por el Reino Unido y por los Estados Unidos de América, es la de 1609.34 metros. (De paso aclararemos que se trata de la milla terrestre, a distinción de la marina, o náutica, ahora internacionalmente aceptada con 1852 metros.).

Desde la primaria todos hemos estudiado que el kilómetro (de khílioi, ‘mil’, en griego) es el tercer múltiplo del metro. Equivale, pues, en el sistema decimal, a 103 (o sea, mil) metros. La voz metro en español es culta, frente a las populares miedro, medro, mietro; sólo se usó en el sentido de ‘medida de un verso’ (las otras se emplearon como de capacidad, especialmente para vino). Con tal signifi cado deriva del metrum latino, el cual, a su vez proviene del griego métron, ‘medida’. (Como apócope de metropolitano, en el caso del nombre de un sistema ferroviario de transporte colectivo, metro tiene origen griego también, pero en méter, ‘madre’, porque metrópoli es ‘ciudad madre’, con el sentido de ‘capital’ de polis, ‘ciudad’.)

En 1921, cuando me enseñaron el sistema métrico decimal, ya se me aclaró que la primera defi nición: “la diezmillonésima parte de la longitud del cuadrante del meridiano terrestre”, había sido desechada, por imprecisa. Lo que entonces se entendía por metro era: la distancia que, a la temperatura de cero grados Celsius, hay entre dos trazos rectilíneos hechos en una barra de platino iridiado, llamada metro patrón universal y que se guardaba en la Ofi cina Internacional de Pesas y Medidas (supongo que en París). Este metro patrón era 600 micras menor que otro, de platino puro, que se había depositado en 1799, en los Archivos de Francia. El nuevo, adoptado en 1875, equivalía a 1 553 163.5 veces la longitud de onda de la línea roja del espectro del cadmio, a la temperatura de 150

grados centígrados y a la presión normal (760 milímetros de mercurio). En 1959 se adoptó una nueva defi nición, la cual parece que ya dejó de estar vigente, a saber: “1 650 763.73 longitudes de onda, en el vacío, de la radiación anaranjada (rojo naranja) del átomo de criptón de masa atómica 86, a la temperatura del punto triple de nitrógeno”.

En 1908 el licenciado Cecilio A. Robelo publicó un folleto sobre pesas y medidas mexicanas, “antiguas y modernas, y de su conversión, para uso de los comerciantes y de las familias”. Allí la legua se defi ne como: “Medida itineraria”. Tiene 5000 varas de largo. Equivale a 4 kilómetros y 190 metros”. Esta medida sobrepasa un poco a la “legua de posta” que, según la Real Academia Española, tiene los cuatro mil metros justos. Para la vetusta institución, la legua es de 20 000 pies, 6666 varas y dos tercios, lo que viene a ser 5574.7 metros.

Como unidad de longitud, la legua tuvo sus orígenes en la antigua Galia, donde se le asignaron una y media millas romanas, esto es, unos 2200 y veintitantos metros.

También el origen del nombre legua se remonta al céltico, claro que pasando por el latín leuga o leuca.

Transcribo a Corominas: “De uso general en todas las épocas, común a todos los romances hispánicos y al galorromance. El latín vacila entre leuca y leuga, pero esta forma está mejor documentada pues se halla en inscripciones, y también en Gregorio de Tours y en San Isidoro de Sevilla; ahí los mejores manuscritos traen leugas…”.

No sé si en Rusia sigan normándose por verstas o se hayan uniformado con la unidad itineraria internacional, el kilómetro. Recuerdo que en el Miguel Strogoff de Julio Verne y en otras obras que tenía yo tiempo de saborear otrora, se hablaba de verstas. No fui lo sufi cientemente curioso para averiguar a qué equivalían esas distancias. Echado ahora a indagar, he aquí el resultado: versta (igual en italiano, verste en francés, verst en inglés y Werst en alemán) es la voz adoptada en español, del ruso versta, que en esta lengua signifi ca ‘hilera’, ‘fi la’, ‘línea’, y está emparentada con el verbo lituano versti, ‘girar’, ‘volver’, ‘dar vuelta’; con el antiguo alto alemán werden, ‘devenir’ (de donde proviene el alemán actual werden, con el mismo sentido); con el gótico wairthan y el latín vertere, ‘volver’, ‘tornar’, y con el sánscrito vartate, ‘vuelto’, ‘repetido’, ‘sucedido’. Versta es, además en ruso, la unidad de distancia itineraria, equivalente a quinientos sagenes, a 0.6629 millas, y a 1066 metros con unos 70 centímetros más.

A su vez, la palabra sagene, adaptación al español del término ruso sazhen, ‘alcanzar’, es otra unidad de longitud, ésta de unos dos metros y 13 centímetros.

A guisa de datos curiosos, daré las equivalencias de otras medidas itinerarias que se han usado en diversos países.

Berry, en Turquía, era una longitud igual a 1670 metros; en la India, un (¿o una?) coss, mide 1829 metros; 6000 guces (un guz, gueza o zer, varió entre 24 y 44 pulgadas; el más usual fue el de un metro y poco más de 40 milímetros; en Irán, una ley de 1925, lo igualó con el metro), que antes eran unos 6242 metros, ahora son seis kilómetros cerrados, y, en Irán constituyen un persakh. Una medida japonesa, llamada ri, tiene 3926 metros con 80 centímetros de longitud; en Dinamarca, un rode se extiende a lo largo de 3138 metros y, por último, una stunde, suiza, alcanza los cuatro kilómetros más 800 metros.

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