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Los animales también se estresan?

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¿Los animales también

SE ESTRESAN?

Irene Romero Nájera Adriana Raquel Aguilar Melo

En la vida diaria es frecuente escuchar que nuestro jefe tiene muchos pendientes que resolver antes de que termine su jornada, o que el tránsito de la ciudad nos retrasó y no pudimos llegar a tiempo al trabajo, o que nuestros hijos tuvieron fi ebre en la noche… Este tipo de contratiempos cada vez se hacen más comunes, por lo que esa palabra estrés es parte de nuestro lenguaje cotidiano. Las prisas, los imprevistos y todas las situaciones que salen fuera de nuestro control son las causas principales que nos ocasionan estrés. Sin embargo, por lo general creemos que los animales que viven libres en su entorno están en paz y que son ajenos a este tipo de sensaciones, pero la realidad es que ellos también se enfrentan a situaciones imprevistas que les ocasionan estrés.

¿Qué es el estrés?

El estrés, como parte de la vida, no necesariamente es algo malo, incluso se ha llegado a decir que “la ausencia del estrés es la muerte”. Todos los seres vivos contamos desde que nacemos con una serie de mecanismos de defensa, ya sea de comportamiento y/o fi siológicos que alertan a nuestro cuerpo para reaccionar ante diferentes situaciones. Por ejemplo, cuando ponemos la mano arriba del fuego, la reacción inmediata es quitarla ya que las células de la piel perciben cambios de temperatura y como esto es un factor que pone en riesgo nuestra integridad, lo representan en forma de dolor. Por lo general, es posible reaccionar rápidamente y salir bien librados de este tipo de situaciones antes de que sea demasiado tarde. Lo mismo sucede con el estrés: es un mecanismo de defensa o alarma que permite reaccionar lo más rápido posible ante situaciones adversas o inesperadas.

En un artículo publicado por Busch y Hayward,1 el estrés se defi ne como la percepción

1 Busch D. S. y L. S. Hayward, “Stress in a conservation context: a discussion of glucocorticoid actions and how levels change with conservation-relevant variables”, en Biological Conservation, núm. 142, 2009, pp. 2844-2853.

y postura de un individuo ante ciertas situaciones que tiene que resolver. Es decir, frente a un escenario imprevisto, adverso o de peligro, el organismo reacciona para dejar a un lado lo que está haciendo a fi n de enfocarse en escapar, defenderse o idear una manera de resolver la situación. El estrés es entonces la respuesta de un individuo ante estímulos amenazantes, llamados estresores. Para ello, se requiere obtener o “jalar” energía disponible ya sea dentro del cuerpo o del ambiente circundante que ayude a lidiar con amenazas a corto plazo, las cuales pudieran repercutir en la supervivencia. Una manera de obtener esta energía es tomarla momentáneamente de otras funciones vitales como el cortejo, la alimentación, la defensa del territorio, la reproducción, el crecimiento o la defensa inmunológica. Por ejemplo, sería similar a cuando una mamá llama a sus hijos a comer, y ellos tienen que dejar de jugar y enfocarse en las actividades que siguen como lavarse las manos, ayudar a servir los platos y sentarse a la mesa para, fi nalmente, comenzar a ingerir los alimentos. Claro que este ejemplo no constituye una situación amenazante, a menos de que la sopa fuera de ¡chícharos con higaditos de pollo!

Un ejemplo que puede suceder en la naturaleza sería el de una gacela que está alimentándose cuando detecta a un león. Ella reacciona inmediatamente ante el peligro, se deja de alimentar y enfoca su energía en buscar un sitio donde refugiarse y salir corriendo hacia él a toda velocidad. Aunque el estrés se relaciona con el balance de energía (entre la disponible en el ambiente y la requerida para las funciones básicas), también depende del procesamiento en el sistema nervioso central de cada individuo. La experiencia previa ante alguna situación similar y el tipo de personalidad, entre otros factores, infl uyen en la percepción del individuo y en la manera en cómo controlará un escenario en particular.

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Los animales que viven en cautiverio pueden estar sometidos a estrés debido al aislamiento y la reducción de su actividad física y sus momentos de esparcimiento.

¿Cómo saber si un animal está estresado?

Desde que vemos a un animal tanto en su entorno natural como en un zoológico podemos identificar ciertos comportamientos que indican agobio, tristeza, molestia y diferentes estados de ánimo que se traducen en estrés. Estos comportamientos son detectados con facilidad por la persona que los cuida o que los estudia todos los días. Sin embargo, pueden estar ocurriendo situaciones que se nos escapan de la vista y que no necesariamente indican estrés. Por ello, los estudios etológicos –o de comportamiento animal– han ido incorporando diferentes disciplinas que les ayudan a verifi car si un comportamiento observado tiene implicaciones fi siológicas que se pueden interpretar como estrés. Tal es el caso de la neuroendocrinología, una mezcla de la neurología con la endocrinología.

Cuando un animal percibe un estímulo amenazante, el sistema nervioso alerta al cuerpo por

medio de la secreción de hormonas, las cuales permiten reaccionar rápidamente ante los estresores. Entre estas hormonas están los glucocorticoides, razón por la cual se utilizan como indicadores del nivel de estrés de un individuo. La producción de estas hormonas se lleva a cabo en las glándulas suprarrenales, ubicadas en cada riñón. Los glucocorticoides más famosos son la corticosterona y el cortisol o hidrocortisona. Su función en el cuerpo, además del manejo del estrés, es la acción que tienen sobre el metabolismo (degradación y formación) de carbohidratos (azúcares) y proteínas.

El análisis de glucocorticoides se realiza a través de muestras en sangre o de excretas (orina y heces fecales). Los resultados que aportan estos análisis son confi ables y la obtención mediante excretas es sencilla y, en muchos casos, no incomoda a los sujetos. Cuando es posible capturar al animal, entonces se opta por una muestra de sangre y el análisis se realiza directamente sobre el plasma sanguíneo. Aunque tanto en el plasma como en las excretas es posible detectar la presencia y el nivel del cortisol, el grado de precisión en cada caso es diferente. Con las muestras de sangre, es posible identifi car de manera precisa al individuo del cual se obtuvo la muestra, mientras que con las excretas, a menos que se hagan observaciones directas y continuas, sólo se logrará saber a qué especie pertenece. Asimismo, se considera que los análisis en plasma son más puntuales que los de excretas, ya que la sangre es una vía directa para la cuantifi cación de glucocorticoides, mientras que en las excretas lo que se analiza son moléculas ya procesadas, llamadas metabolitos, que contienen rastros de cortisol. No se trata de que un análisis sea mejor que otro, hay ocasiones que aunque queramos hacer un estudio más fi no, no es posible capturar a los animales. Un análisis más general no demerita los resultados y, en ocasiones, simplemente se requiere tener información sobre el estado anímico de la especie o población y no de cada individuo. Así que, de acuerdo con los objetivos y la factibilidad del estudio, se eligirán los métodos y tipos de análisis que se lleven a cabo.

¿Qué factores provocan estrés en los animales?

Se han identifi cado diferentes causas de estrés en animales de vida libre. Éstas pueden ser de origen natural o antropogénicas. Las de origen natural son propias de la especie en su ambiente y están relacionadas con su ciclo de vida, salud, estación del año y su relación con otros individuos y especies con las que comparten el entorno. Por ejemplo, periodos de reproducción y crianza, disponibilidad de alimento en el ecosistema, presencia de catástrofes naturales o de depredadores, etc. Las antropogénicas son aquellas causadas por el ser humano, como la cacería, la presencia de turistas y la perturbación, contaminación y transformación del hábitat.

Por estas razones, mientras mayor información se tenga en cuanto a la conducta y el estado físico de la especie, así como de la variación estacional de su ambiente, mejor será la interpretación de los resultados. Algunas de estas situaciones son cotidianas, otras son inesperadas, unas son a corto plazo y otras más a largo plazo. Muchas no causan daño a la salud del animal, otras sí.

Por citar algunos ejemplos, hay individuos que no muestran niveles altos de cortisol, por lo que podríamos suponer que no están estresados; sin embargo, al revisar diferentes variables, podemos encontrar que hay otras causas por las cuales no muestran su estrés, aunque sí lo estén viviendo. Como mencionamos, el estrés es un

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En su entorno natural, la presencia de depredadores es una causa de estrés en los animales.

mecanismo de respuesta para redirigir la energía cuando se presentan situaciones adversas o inesperadas. Lo importante es ver primero si el individuo cuenta con la energía sufi ciente para lidiar con una o múltiples situaciones amenazantes. Es posible que un individuo esté presionado por la falta de alimento, por la presencia de depredadores, por la competencia por una pareja o un refugio y que ya no le quede sufi ciente energía para utilizarla en un factor estresante más: esto no se verá refl ejado en sus niveles de glucocorticoides. Otro posible escenario es que si un individuo se encuentra enfermo, esté invirtiendo toda su energía en recuperarse, por lo que si se presenta una situación de estrés más, como competir por una pareja, no lo demostrará químicamente, ya que tiene que seleccionar qué circunstancia es más importante para su supervivencia: en este caso, aliviarse es más valioso que pelear por una pareja.

Otra situación sería cuando los animales se “acostumbran” o habitúan a un determinado estresor repetido pues, aunque siga siendo un factor de estrés, el cuerpo ya no invertirá energía en anunciarlo. Asimismo, se pueden presentar situaciones de estrés crónico o de estrés agudo. El estrés crónico ocurre cuando se tiene que lidiar con varios estresores a la vez (como falta de alimento, presencia de turistas y mal estado de salud) o que la duración del o los estresores sea muy prolongada (como una larga sequía que trae como consecuencia la falta de agua y alimento). El estrés agudo se refi ere a la intensidad con la que ocurre la amenaza, como el caso de los ataques repentinos de depredadores (el león cuando ataca a la gacela que estaba comiendo) o cuando hay peleas por pareja o alimento; es decir, que aunque la situación estresante no dure mucho tiempo o suceda esporádicamente, sí es muy poderosa.

Todas estas situaciones de estrés crónico o agudo llegan a poner en riesgo la supervivencia del individuo o la preservación de toda una especie. El tipo de crianza (solitaria o en compa-

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Ser observado todos los días por los visitantes de un zoológico es una causa de estrés en los animales en cautiverio.

ñía, por ejemplo) también infl uye en la manera de actuar en la vida adulta ante determinadas circunstancias, como se ha registrado en el caso de algunos roedores.

Asimismo, cada especie, e incluso cada individuo, tiene su “umbral” de estrés, pues lo que para algunos es causante de estrés para otros puede no serlo. Se ha visto en casos documentados en la naturaleza que ante una situación de falta o privación de alimento, los polluelos de pingüino aumentan su concentración de cortisol como respuesta al estrés, mientras que en la misma situación, el nivel de cortisol no cambia en el caso de las iguanas marinas. Respecto a las diferencias entre individuos, se ha constatado que en algunas especies de primates, las hembras presentan mayores niveles de estrés que los machos, al igual que los individuos pasivos en comparación con los agresivos, es decir, que tanto las hembras como los individuos pasivos tienen que enfrentarse cotidianamente al abuso de los machos o de los bravucones, lo que conlleva estar siempre “a las vivas” de las maldades que el contrincante les quiera aplicar.

En cuanto a los animales en cautiverio, hay conductas que indican estrés a simple vista, como moverse de un lado a otro de la jaula, dejar de comer, agredir a otros compañeros, el nacimiento de crías muertas, entre otros. En algunas ocasiones los animales que viven en zoológicos pueden estar sometidos a estrés debido al hacinamiento en jaulas o por aislamiento de individuos de especies sociales, lo cual reduce su actividad física y sus momentos de esparcimiento, además de lo que implica el ser observado por un gran número de visitantes todos los días. Estos últimos, en algunas ocasiones, les arrojan desechos o piedras que alteran su conducta y su salud. Por otro lado, las mejores condiciones que un zoológico puede ofrecer incluyen que no sufren hambre, tener a su disponibilidad veterinarios que procuran su bienestar físico, no verse obligados a pelear por parejas, porque en general ya tienen una; tampoco deben buscar refugio para protegerse de la lluvia o el calor, el cuidado de sus crías es mínimo, ya que no hay depredadores que puedan atacarlas; además, a veces dentro del mismo zoológico, existen programas de “recreación” para ellos. Con todos estos benefi cios, parecería que el precio de vivir en cautiverio vale la pena, pero no está en nosotros juzgarlo en esta ocasión, el tema de los objetivos que persiguen los zoológicos será un buen pretexto para otro artículo.

¿Para qué sirve estudiar el estrés en los animales?

El uso de la endocrinología se ha aplicado sobre todo a estudios de conservación. Los resultados obtenidos desde esta perspectiva han ayudado a tomar decisiones en cuanto al bienestar animal y a la conservación de los recursos naturales. Saber qué factores provocan estrés en los animales silvestres es de vital importancia a la hora de elaborar estrategias para su conservación. Mientras más factores estresantes se puedan eliminar, mejores resultados se obtendrán de este tipo de programas.

En cuanto a las especies que viven en zoológicos, estos estudios han servido para implementar programas de enriquecimiento ambiental, lo que les brinda a los individuos enjaulados una forma diferente de relacionarse con su entorno y, además, les hace más amena su vida cotidiana en cautiverio. Algunos de estos programas incluyen por ejemplo, el colocar objetos que los animales puedan manipular, u ocultar comida en diferentes lugares y hacerla menos accesible para que prueben distintas herramientas en obtenerla. Esto se ha puesto en marcha en algunas jaulas de primates y felinos. En el caso de los primates, el alimento se introduce en troncos muertos con agujeros por todos lados; de esta manera, los animales tendrán que buscar ramitas de diversos tamaños, grosores y formas que les sirvan para obtener su recompensa: insectos, fruta triturada o vegetales machacados. En cuanto a los felinos, se pone el alimento en las partes altas de sus jaulas, ya sea en la misma reja o en los troncos que se encuentran dentro del encierro; otra opción es darles presas vivas (como conejos, gallinas o roedores), de modo que los animales tengan que trepar o correr como en su ámbito natural para obtener su alimento. Además de estos programas de enriquecimiento ambiental, también hay otros que distraen a los animales de su rutina diaria, como los de adiestramiento, que funcionan para hacerles revisiones médicas periódicamente o para el disfrute del público que los visita.

Conclusiones

El estrés es parte de la vida diaria de los animales. Ayuda a lidiar con los diversos estímulos adversos para continuar con las actividades propias de la especie y mantener la buena salud del individuo. Pero como en todo, el estrés en exceso resulta dañino para la salud de un animal porque implica un gasto de energía que podría exceder a la obtenida, reduciendo así sus posibilidades de sobrevivir o de tener éxito reproductivo. Por consiguiente, como parte del objetivo de la conservación de los animales, se tiene que poner mucha atención en las diversas causas que provocan estrés y en las múltiples formas de respuesta al mismo.

Información consultada: BUSCH D. S. y L. S. Hayward, “Stress in a conservation context: a discussion of glucocorticoid actions and how levels change with conservation-relevant variables”, en Biological Conservation, núm. 142, 2009, pp. 2844-2853. MOBERG G. P. y J. A. Mench, The biology of animal stress. Basic principles and implications for Animal

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