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Tatacha que masticamos en la capirucha
Y SIGNIFICADOS
PRIMERA PARTE
Arrigo Coen Anitúa (†)
Acrofónica es la escritura (copio a continuación del Diccionario de términos fi lológicos, de Fernando Lázaro Carreter): “mediante signos originalmente ideográfi cos, convertidos en signos fonéticos con el valor de la inicial del nombre que poseía el objeto por ellos designado.” Con los mismos elementos etimológicos (griego ákros, ‘extremo’, y phoné, ‘sonido’), he acuñado el término acrófono para designar la ‘palabra que, generalmente por razones de eufemismo, sustituye a otra con la cual tiene en común la primera sílaba, o, en veces, las últimas’.
En retórica (femenino de rethorikós –en griego, por supuesto– y éste derivado de rhétor, ‘orador’, como rheema, ‘palabra’, ‘discurso’, y rethós (‘lo dicho’, ‘lo proferido’) se entiende por eufemismo (también proveniente del griego: euphemismós, ‘lo bien dicho’, propio del eúphemos, ‘el que habla bien’ –que evita el mal fario–; o sea, ‘quien tiene buena phéme’; phéme es ‘manera de hablar’; phánai ‘decir’, es afín al latín fari, ‘hablar’; mal fario es ‘maldición’, ‘lo mal dicho’, la prolación de voces de mal agüero, el ‘decir lo prohibido’, ‘invocar la mala suerte’)… decíamos que en retórica se entiende por eufemismo ‘la palabra o el giro con que se expresa algo delicadamente, cuando el enunciado directo podría ser rudo o sucio, vergonzoso o, cuando menos, cacofónico’(‘de feo sonido’, en griego).
Claro que no todos los eufemismos son acrofónicos; por ejemplo: “el enemigo malo” por el diablo; “comadreja” (literalmente ‘comadrita’) por mustela; “el baño” por el excusado; “hacer del dos” por defecar; “transpirar o perspirar” por sudar.
Hay lingüistas, principalmente del grupo de los etnólogos, que en lugar del término eufemismo prefi eren “tabú lingüístico”; algunos eruditos franceses, por su parte, se inclinan por “interdicción lingüística” (interdiction, en francés, da idea de ‘prohibición’).
El signifi cado original de la palabra tabú (que es la voz polinesia tapu y fue llevada a Europa por el explorador Cook, quien la oyó por vez primera en Tonga en 1771) es ‘separado’, ‘mantenido lejos’, y pasó a designar todo lo que, si se toca o se usa, fuera de circunstancias determinadas (ritos), supone un grave riesgo para el hombre: un objeto, una persona o una palabra es tabú porque está dotada de fuerza (energía) sobrenatural. No faltan quienes distinguen y llaman tabú a la prohibición religiosa (objeto de sacrilegio) y otros que limitan las condiciones del eufemismo a normas de educación y decencia.
Pero vengamos a los eufemismos acrófonos, esto es, los que se identifi can con la palabra sustituida por tener con ella, en común algunos sonidos. ¿Por qué se imaginan ustedes que tenemos en nuestro lenguaje tantas exclamaciones que comienzan con chi-? ¡chispas!, ¡chirrión!, ¡Chihuahua! (a nadie se le ocurre exclamar el nombre de otro estado o de otra ciudad, ¡Durango!, por ejemplo), o giros como ¡Ha chispiado, pero no ha llovido! ¡Ah, Chihuahua, cuánto apache de calzón y de huarache!, o el brevísimo ¡Chin! Reforzado con el correspondiente ademán, de gusto o de disgusto, según la carga afectiva que acompañe a la expresión. Contéstese por sí mismo el curioso lector o la gentil lectora en su fuero interno; si no, pues… ¡Ah, qué la chifosca…!, mosca ¡pa’ que rime!
Del español peninsular heredamos los acrófonos que comienzan con car-: ¡caray!, ¡caracho!, ¡caramba!, ¡carambolas!, ¡caracoles! Éstos, claro, están asociados a la terminación a que alude el sintagma “ajos y cebollas”, en el que -ajo(s) completa el car- inicial.
Y ni hablar del “penitente”, derivado eufémico de un sustantivo que proviene, a su vez, del latín decadente pectiniculus, de pectem, ‘empeine’, y se refi ere a la implantación pilosa de tal parte de la anatomía humana.
Tampoco todos los acrófonos son eufemismos. Van ejemplos: cerbatana Elodia, o serpiente elástica se le dice a una ‘cerveza helada’; milagro o milanesa es el billete de ‘mil’ pesos; morongas es ‘muerte’; hígado pasa por ‘hijo’, y así, sucesivamente, mancharse por ‘mandarse’ (abusar), tambor o Tampico hermoso, por ‘tampoco’; betabel, viernes, bejuco por ‘viejo’; ¿quiuvas? por ‘¿qué hubo?’; sobrinas por ‘sobras’.
Como ‘mucho’ es un resto, ‘me gusta mucho’ se dice me pasa un restorán; aunque también es de recibo “me cuachalanga”.
Olvidemos ahora los acrófonos para hacer un breve recorrido por otras voces del lenguaje popular: otro sinónimo de ‘mucho’ es chorro, por consi-
guiente ‘muchísimos’ chorrocientos; ‘palomilla’ se ha sustituido por fl ota; hacer algo eventualmente es cascarear, echarse una cascarita; si lo eventual es un trabajo remunerado. Se dice posturear (posturero es el trabajador ‘de emergencia’), otras veces, “echar paloma”. Ahora una fi esta es un reventón, donde, como antes, puede uno reventarse (bailar) un boogie (se pronuncia “bugui” y en inglés quiere decir ‘coco’, el que se lleva a los niños), o reventarse (cantar) una balada muy pipirináis (del inglés nice, ‘agradable’, ‘fi no’) dedicada a una galana o rorra chiquitiwaw (¡waw!, expresión de asombro aprobatorio, en inglés también, claro). Y ya no se “cotorrea”, ahora se suelta el rollo (rollo es lo que le preocupa a uno, la noticia interesante o la cháchara aburrida).
En traje de rana es sinónimo de en Cuernavaca (acrófono de ‘encuerado’), esto es, desnudo; “las de rascarse” no son ‘las uñas’ (aunque podrían serlo) sino ‘las manos’; lo que nos gusta puede ser “a todo dar, a todo mecate, a todas emes o, de plano, a toda ma…” Los niños son bodoques, monos o arañas y en veces tienen buenas ‘ocurrencias’, o sea, buenos puntachos. Los ojos son “los de apipizca” (y se agrega bizca para que rime. Apipizca es un ave migratoria acuática, que toma su nombre de su ‘chillido’ a(tl), ‘agua’, y pipitzqui, ‘que chilla’; además, es muy ojona); la cara es la feis (así se pronuncia face, ‘faz’, ‘rostro’, ‘cara’, en inglés).
Ir a que le corten a uno el cabello es “sacarse punta”; pero, cuando le toman a uno el pelo es que se lo tantean (de tantear, a su vez, de tanto, como quien dice medida), le tomaron a uno la medida, esto es, uno es un menso, un ‘medido’ (lo contrario de inmenso, ‘lo que no tiene medida’).