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abriendo LIBROS Profesionalización de la promoción cultural

LIBROS

Profesionalización de

LA PROMOCIÓN CULTURAL

Valentina Cantón Arjona*

La defi nición y consolidación de las políticas culturales requieren profesionales y especialistas formados sólidamente en temas y contenidos culturales que sean también conocedores de contextos, momentos y necesidades culturales y de las formas efi cientes de administración, promoción y potencial uso social de los bienes culturales.

De no ser así, estos profesionales y especialistas de la cultura y docentes del patrimonio cultural corren el riesgo de quedar confi nados –en el mejor de los casos– a la mera crítica repetitiva o el simple diletantismo elitista y la erudición inútil; o bien –en el peor de los casos– sufren el riesgo de realizar acciones aisladas perdiendo el sentido de lazo social que caracteriza la esencia de toda actividad cultural.

a gestión cultural abre la posibilidad real de poner en tensión los saberes culturales con la intencionalidad de su conocimiento, reproducción, conservación, enriquecimiento y transformación de su uso social. Y esta posibilidad es posible gracias, sobre todo, a la fi gura del gestor, que hoy se nos plantea como un intermediario cultural capaz de traducir las necesidades culturales de una población en acciones concretas de resolución.

Michel de Certeau señala que los intermediaros culturales son traductores que:

* Responsable del proyecto “El derecho a la memoria: la educación patrimonial” de la UPN, docente del Colegio de Pedagogía,

FFyL/UNAM donde imparte el taller de Orientación Educativa: la Educación Patrimonial. […] descodifi can y recodifi can fragmentos de saber, los eslabonan, los transforman mediante una generalización, los transportan de un caso a otro por analogía o extrapolación, abordan semejante conjunción de acontecimientos mediante una comparación con una experiencia anterior y componen, en una práctica de lo ordinario, una lógica jurídica de lo general y de lo particular, de la norma, de la acción y del tiempo.1

1 Atendemos aquí a la definición de intermediario cultural como

“articulador” propuesta por Michel de Certeau en: “Operadores”, capítulo 12 del texto La toma de la palabra, p. 163.

Los intermediarios culturales –para nosotros, aquí insistimos maestros, promotores y gestores–, continúa Certeau, no son líderes ni guías de opinión de las comunidades, son simplemente, “servidores despiertos y lúcidos de una comunidad local de la cual pueden percibir las interrogantes y comprender las necesidades”.2

Estos intermediarios culturales –nuestros maestros-promotores-gestores– se encargan del bienestar de una comunidad porque son creadores y realizadores de estrategias que buscan enriquecer el espacio social. Un edifi cio, una obra, una colección, una localidad, una acción educativa pueden verse enriquecidas por la intermediación de estos gestores que se ocupan de “trasladar” de un lado a otro para poner en contacto necesidades y soluciones.

Comunicadores transversales de las comunidades, los intermediarios culturales –a menudo tímidos respecto a satisfacer sus necesidades de supervivencia personal– son pivotes de la acción social y motores (incluso sin proponérselo) de la participación social democrática, pues hoy tienen la tarea de “devolver”3 a los miembros de cada comunidad los bienes culturales y el uso social –histórico y potencial– que éstos pueden tener, como por ejemplo: los catálogos, las colecciones, los museos, las acciones de restauración y conservación o de promoción de los bienes patrimoniales, sitios de turismo cultural, o la enseñanza, vinculación e interpretación en aulas abiertas, del bien cultural, por citar sólo algunos.

Estos intermediarios o gestores (siempre operadores) se caracterizan por ser, señala Certeau:

2 Ibídem, p. 164. 3 Damos al término “devolver” un sentido amplio: entregar, devolver a su dueño, pero también: poner en contacto, volver accesible el disfrute de un bien cultural que no necesariamente tiene que ser propiedad pública para poder ser compartido. […] móviles, diversos, cambiantes, sin estatuto ofi cial ni establecimiento como profesionales de estas operaciones de información y mediación, y están dotados de un ámbito de infl uencia limitado, y su campo de competencia se halla también limitado, como todavía lo es la credibilidad de la que implícitamente disponen.4

De ahí que nos preguntemos: ¿cómo ampliar el campo de competencia, intervención, participación en las decisiones y acción propositiva y gestora de los intermediarios culturales, y fortalecer la credibilidad que se les otorga? La respuesta es, volvemos al principio: profesionalizándolos.

La gestión cultural responde a la necesidad de profesionalización de los intermediarios culturales con la fi nalidad de que sus planteamientos y acciones respondan a los criterios de pertinencia, relevancia, transcendencia y comunicabilidad que toda actividad organizada, sistemática y evaluable exige.

Ferran Mascarell, quien ha sido responsable de políticas culturales barcelonesas, señala que no son sufi cientes la buena voluntad, las buenas ideas y el entusiasmo de los gestores culturales para realizar su quehacer; deben ser capaces, además, de concretar las ideas en un proyecto mediante el cual se explicite:

[…] a qué personas dirigen su idea, con quién compiten, quién y cómo lo fi nanciará, qué coste tendrá, cuántos ingresos propios generará, como se comunicará y qué plan de evaluación se prevé.5

Es necesario, pues, hacer ciencia de la actividad de la gestión (si queremos, intermediación) cultural. De ahí la importancia, pertinencia y oportunidad de obras como Diseño y evaluación de

4 Certeau, op. cit, p. 164. 5 Ferrán Mascarell, “Prólogo”, en: David Roselló Cerezuela,

Diseño y evaluación de proyectos culturales, pp. 16-17.

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David Roselló Cerezuela. David Roselló Cerezuela

proyectos culturales, de David Roselló Cerezuela,6 y la necesidad de conocerlas y reseñarlas.

Diseño y evaluación de proyectos culturales comienza de manera poco usual: en las primeras páginas su autor se confi esa para advertir al lector que su obra es producto de “atesorar pacientemente” datos, acciones, búsquedas, aciertos, errores y limitaciones; acción paciente que tiene un fi n principal: “contribuir a la consolidación profesional de la gestión cultural”.7 Creo que todos los gestores deben hacer lo mismo. A fi nal de cuentas, la teoría es casi inexistente, se va construyendo a partir de la práctica, de los errores y aciertos y estableciendo estrategias que funcionan.

6 En la cuarta de forros del texto, se indica que el autor, nacido en Barcelona en 1959, es gestor cultural especializado en la asesoría de proyectos y políticas culturales y en la gestión de procesos formativos de cultura, así como director, coordinador y docente de cursos de gestión cultural durante más de 20 años en América Latina. Es autor de numerosos estudios para instituciones públicas y privadas. 7 David Roselló, “Presentación”, en: op. cit., p. 19.

Una vez confeso, procede a presentar su obra y nuevamente nos sorprende con una advertencia inicial: nos da a elegir entre dos tipos posibles de lectura; dos lecturas diferenciadas que, a su vez, muestran la doble personalidad de la obra: como texto de refl exión o como espléndido manual.

No se trata, pues, de una lectura superfi cial vs. una lectura profunda. Como buen gestor, simplemente ofrece a su lector distintos caminos para acercarse al objeto: profundizando en la idea más global e interpretativa de lo que un proyecto signifi ca, o bien, enfatizando y ocupándose de las características, el esquema general y el desarrollo de su propuesta. La lectura de cualquiera de las propuestas se facilita gracias a la edición, el apoyo tipográfi co y de formación que, haciendo uso de recursos como recuadros y fondos grises orientan la mirada del lector hacia el universo que le interesa.

Acto seguido, y resaltando de nuevo el protagonismo que concede al lector, el autor pone a su alcance la utilización de “un sistema homogéneo de apartado que facilitan la lectura,”8 apartados que describe con brevedad y sin desperdicio.

Pasadas las advertencias e instrucciones de lectura se entra al corpus del texto.

Estructurado en capítulos, hace del primero de éstos, “El proyecto en la gestión cultural”, una oportunidad para defi nir y aclarar qué es un proyecto cultural y cuál es su importancia como herramienta de la gestión cultural. Presenta y recrea los distintos niveles y las versiones de un proyecto y moviliza los primeros y fundamentales criterios para un diseño plausible. Señala, como lo hará a lo largo de todo el texto, las posibles difi cultades, vacíos teóricos y estratégicos con los que se enfrenta el gestor

8 David Roselló, “Cómo leer este libro/ Manual de uso”, en: op. cit., p. 21.

haciendo, justamente de estas difi cultades y vacíos, el motivo de la necesidad, inaplazable, de profesionalizar al gestor cultural.

El segundo capítulo, “Esquema para el diseño de un proyecto cultural”, es muy breve, y lo dedica a presentar, defi nir y explicar la importancia y necesidad de contar con un esquema para el diseño de un proyecto cultural. En apenas cinco o seis páginas ofrece al lector de manera sucinta, clara y pedagógica el núcleo duro de su propuesta y su experiencia, invitando al naciente diseñador a hacerse las preguntas pertinentes en todo proyecto de intervención: ¿qué, por qué, para qué, quién, para quién, cómo, cuándo, dónde, con qué y cuánto? Finalmente, se refi ere a las características deseables de todo proyecto: extensión, registro autoral, opciones y fases de desarrollo.

El capítulo 3, “Desarrollo detallado de las fases del esquema para la elaboración de un proyecto cultural”, es el de mayor extensión y densidad conceptual. El autor presenta las refl exiones necesarias para interpretar las necesidades del contexto en que se sitúa el proyecto. Partiendo de enfatizar la necesidad de contar con un diagnóstico veraz y confi able, invita al lector a no escatimar esfuerzos para realizar una aproximación al contexto tan profunda y amplia como le sea posible. Conocer las razones de la necesidad que el proyecto desea subsanar facilitará la actuación del gestor.

Retoma y vuelve a explicar los términos presentes en todo proyecto: Fin, objetivo, objeto, misión, meta, propósito y justifi cación. A lo largo del capítulo se presentan ejemplos, casos ilustrativos de la temática que pueden servir de modelo o inspiración para el diseño de nuevos proyectos.

Atendiendo a la importancia de la dinámica territorial, ofrece útiles y completísimas guías de trabajo que permitirán al gestor reconocer los factores históricos, sociales y económicos que infl uirán en su proyecto. Algo análogo ocurre con el tratamiento de la dinámica sectorial en la que el proyecto ocurre y las políticas que en él pueden intervenir.

Guiones, tablas, esquemas, apoyos para la organización de la gestión y la administración de los recursos se ponen al servicio del diseño del proyecto para identifi car, con precisión, tanto espacios como metas, especifi cidades y diversidad de los destinatarios, y estatus y funciones de los agentes y sus características.

También se presentan guiones, recuadros y análisis de casos para apoyar y organizar los usos de tiempo y la planeación, la estructura organizativa y el aprovechamiento de los recursos humanos, los factores económicos y fi nancieros, los factores jurídicos, la infraestructura y su potencialidad, así como la tarea de comunicación y divulgación del proyecto que se realiza. Este capítulo, por su carácter exhaustivo y preciso, y por la extensión y profundidad con que se desarrollan los contenidos, podría constituir una obra independiente.

En el capítulo 4, “La evaluación de proyectos culturales”, mucho más breve que el anterior, ofrece un guía lógica clara y sintética de lo que el proceso de evaluación es y signifi ca respecto a los proyectos culturales. El autor describe no sólo las fases de la evaluación y los métodos generales (útiles para toda ciencia y actividad social) sino que, además, establece y describe de manera precisa criterios de evaluación particularmente útiles para los proyectos culturales: efi cacia, efi ciencia, impacto, equidad, sensibilidad y sostenibilidad.

Asimismo, recoge algunas herramientas útiles para evaluación como los registros, las mediciones, las encuestas y entrevistas individuales y grupales, y la observación. Al pie de cada una de estas herramientas, comenta sus posibles ventajas y desventajas invitando de manera implícita a utilizar más de una o bien una combi-

nación de estas herramientas y apoyarse en el establecimiento de indicadores cualitativos y cuantitativos para cada uno de los proyectos.

Un utilísimo guión del proceso de evaluación cierra el capítulo. Sólo hay que seguirlo, no se requiere abundar más en su defi nición, el lector –futuro diseñador y evaluador– sólo debe ponerse a su servicio.

Por último, el capítulo 5, titulado “Algunos consejos fi nales”, da espacio a aquellas pequeñas cosas que siempre se quedan en el tintero. En plan amistoso, el autor da claves, consejos y lineamientos a seguir que sólo pueden provenir de la experiencia (aquella que nos confesó al principio que tanto había atesorado). Estas breves páginas –apenas dos y un párrafo– no tienen una palabra de más ni de menos. Es un cierre francamente amable y con un tratamiento muy pedagógico en que se nos descubren secretos de ofi cio pocas veces compartidos.

Entre estos consejos, el autor debería enfatizar en la necesidad del conocimiento y la comprensión de la legislación cultural y las políticas culturales de cada país. En el caso de México, por ejemplo, este desconocimiento resta, a menudo, posibilidades de inserción y realización de los proyectos culturales.

Una bibliografía precisa y útil –y que se agradece, pues se sustrae a las tentaciones y pretensiones académicas de ofrecer todas las referencias que el autor conoce y no las que serán más útiles para el lector–, centra al aprendiz en el tema del diseño de proyectos (no siempre y necesariamente culturales) pero siempre proyectos sociales y/o vinculados con políticas públicas

Diseño y evaluación de proyectos culturales constituye, pues, una referencia obligada respecto a la gestión cultural y la necesidad de profesionalización de quienes se dedican a este campo de la actividad cultural. En sus páginas se presentan, compilados y organizados, los conocimientos y saberes indispensables para el diseño de proyectos y, además, una refl exión aparentemente tangencial de las características, exigencias y potencialidades de la gestión. Por otra parte, ofrece al lector la ventaja de superar las fronteras territoriales –frecuentes en muchas obras españolas sobre gestión del patrimonio–ya que, además de la pertinencia y relevancia de sus contenidos, presenta apuntes y consejos útiles también para la geografía latinoamericana.

La primera edición de esta obra fue publicada en 2004 por Editorial Ariel, de Barcelona, y forma parte del esfuerzo acumulado y sostenido de esta editorial para ofrecer al público lector una serie de materiales relacionados con el tema de la gestión, conservación, restauración, difusión del patrimonio cultural. Su lectura es necesaria.

Bibliografía:

CERTEAU, Michel de, La toma de la palabra, UIA, México, 1995, 235 pp. NIVÓN Bolán, Eduardo (coord.), Políticas culturales en México: 2006-2020, UdeG/Miguel Ángel Porrúa, México, 2006.

Reseña del libro:

Diseño y evaluación de proyectos culturales, David Roselló Cerezuela, Ariel, Barcelona, 2004, 222 pp.

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