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Alejandro Aguilar Zeleny

Y ARTESANOS

Con la memoria en las manos

LA ARTESANÍA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DE SONORA. LOS O’OB / PIMA

Alejandro Aguilar Zeleny*

Los pimas bajos son un grupo étnico que habita en rancherías y peque-

ños poblados de las zonas de Yepáchic, Tutuaca y el ejido La Junta (en Chihuahua) y de Maycoba (en Sonora). En ese hábitat, caracterizado por las montañas, barrancas, mesas y bosques de la Sierra Madre Occidental, los pimas llevan adelante una difícil existencia, pues a su añeja condición de campesinos pobres y explotados por parte de sus vecinos no indígenas, se aúna hoy el peligro representado por bandas de narcotraficantes y grupos armados. Pero en sus ancestrales ritos y en la elaboración de sus artesanías, los pimas continúan plasmando su esperanza de mantener vivas sus tradiciones y costumbres, la cultura del pueblo o’ob.

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Los o’ob / pima Idri joguig jêjmak daibamak dad, Por acá fueron llegando uno tras otro, sií mêkid jijimdam o’ob, venían tal vez de lejanos valles, ikam o’ob obrèd èk tas bapk al parecer sus ancestros eran del norte. bui joguid darrakad.

en el mes de abril de 1985 tuve la oportunidad de acercarme por primera vez en mi vida al territorio y la existencia de los pimas, uno de los pueblos originarios de nuestro país que ha logrado sobrevivir arduamente los embates de la historia; en el caso de ellos, una historia de dominio y persistencia extendida por largo tiempo. El pretexto para estar ahí en ese momento: la celebración de la fiesta de la Semana Santa. De aquel encuentro formativo en mi conciencia, bajé de la sierra con un puñado de poemas escritos a la luz de una lámpara de petróleo, encendidos con la vivencia de este

* Profesor-investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Sonora.

impactante encuentro con un mundo que parecía perdido en la lejanía de la sierra entre Sonora y Chihuahua y que, sin embargo, llevaba también claramente marcadas las hondas cicatrices que la vida moderna le ha inflingido. Bastantes años después de ese primer viaje, tuve la fortuna de que esos poemas se tradujeran al o’ob nokim (lengua pima) y fueran publicados al final de un breve diccionario pima-español.1 ¡Qué honor ver estos poemas, dedicados al dolor y la fortaleza de la gente, publicados en sus propias palabras! Pero tal vez nos estamos adelantando, y en vez de rememorar los versos con que me adentré en ese mundo, hay que tratar de contestar a la pregunta que una y otra vez aparece ante nosotros en estas latitudes del noroeste de México: ¿Quiénes son los pimas y por qué decirles o’ob?

No son gente del “no”

Imagínese estimable lectora o lector, que estando usted tranquilamente fuera de su hogar aparecieran seres de un lugar desconocido y le preguntaran sin más, en un idioma para usted del todo desconocido, estas cosas tan sencillas: ¿Cómo se llama usted? ¿Cómo se llama este lugar? ¿Quién es su rey? ¿Dónde tienen guardado el oro? Probablemente ante voces tan extrañas usted sólo alcanzaría a responder: No sé, no te entiendo, o sencillamente ¡No! Pues resulta que en el idioma de los mal llamados pimas, la negación era pi-má, según dan cuenta de ello diversos autores de la época. Es así que en su afán de dominio y conquista, los españoles y misioneros que les acompañaban conocieron de la existencia de una nación de extenso territorio

1 Beaumont Pfeiffer, David, OFM, O’ob nokim, diccionario pimaespañol, Gobierno del Estado de Sonora, 2008. y denominaron a su gente “pimas”. Con el paso del tiempo y en el proceso de mayor conocimiento de la diversidad cultural de esta región, posteriormente se distinguieron dos grandes núcleos provenientes de la misma familia: los pimas bajos y los pimas altos; para complicar aún más el asunto, resulta que los llamados pimas bajos viven sobre todo en altas regiones montañosas, mientras que pimas altos habitan las llanuras bajas desérticas entre el norte de Sonora y el estado de Arizona. Es así que, desde la llegada de los españoles, se comenzó a hablar de Pimería Baja y Pimería Alta; sin embargo, la diversidad cultural de la región y en particular la de esta familia etnolingüística no termina ahí, sino que también se debe considerar a otro sector, los históricamente llamados pápagos, habitantes de lo que los europeos conocieron como la Gran Papaguería. En la actualidad, el término “pápago” es rechazado por los indígenas, ya que lo consideran de carácter despectivo, y por tanto es más correcto referirse a ellos como los tohono o’odham, de quienes sólo haremos mención en este momento, ya que el interés de este breve viaje es recorrer un poco el mundo indígena de la sierra entre Sonora y Chihuahua.

Aunque el nombre con el que han sido conocidos es el de “pimas”, que por largo tiempo fue aceptado sin discusión por parte de los miembros del grupo, en el fondo se resistían a aceptar este apelativo impuesto desde la conquista hispana y ratificado durante siglos por cronistas, viajeros y más recientemente por la antropología mexicana y las instituciones de gobierno. A pesar de ello, desde hace varios años los miembros del grupo han dicho que en realidad ellos son los o’ob (término que se puede traducir como “la gente” o “los que se están yendo”, según distintas versiones de la tradición oral de ese pueblo); incluso en el estado de Chihuahua se defiende también el término oichkama.

BAJA CALIFORNIA

SONORA

Hermosillo

BAJA CALIFORNIA SUR Territorio Pima

CHIHUAHUA

Chihuahua

SINALOA DURANGO

En tiempos antiguos, la Pimería Baja abarcó amplias zonas de la Sierra Madre Occidental. Actualmente, los pimas que conserEntiemposantiguoslaPimeríaBajaabarcóampliaszonasdelaSierraMadreOccidentalActualmentelospimasqueconser van rasgos culturales propios se concentran en Maycoba, Sonora, así como en Yepáchic, Mesa Blanca, Pinos Verdes, Canoachi y el mineral de Dolores, en Chihuahua.

Regiones de refugio, regiones sin refugio: la encrucijada pima

La región donde históricamente se ubicaba el territorio de la Pimería Baja, vista desde la actualidad, abarca las inmediaciones de la ciudad de Hermosillo en distintos municipios (La Colorada, San José de Pimas y Tónichi, entre otros), sube hacia el este, hasta el actual municipio de Yécora,2 atraviesa la línea estatal con Chihuahua, y llegando hasta más allá de los municipios de Madera y Temósachic, en este úl-

2 Aunque para muchos el nombre de Yécora es indudablemente de origen pima, en realidad su origen tiene que ver con la dominación arábiga sobre la Península Ibérica, de tal suerte que Yécora es una región de España con gran parecido al territorio encontrado por los españoles durante la conquista de estas latitudes. timo estado. Pero actualmente el territorio pima se reduce a diversas rancherías, comunidades y pueblos en una zona serrana con bosques de pino; cuando se habla de este territorio alguna gente piensa que los miembros de la etnia que vivían en las regiones más bajas decidieron “subir” hacia la sierra; lo que en realidad sucedió, es que la gran mayoría de las poblaciones con presencia indígena pima atravesaron intensos procesos de mestizaje y asimilación, debido a lo cual su población se redujo o desapareció totalmente en muchos pueblos, manteniéndose su presencia en lo que –desde la antropología mexicana– Gonzalo Aguirre Beltrán denominara como “regiones de refugio”. Aunque, como veremos adelante, yo opino que hoy en día lo que verdaderamente existe son “regiones sin refugio”, si consideramos que prácticamente todos los pueblos originarios de México enfrentan

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Los pimas se distribuyen en rancherías habitadas por familias extensas. Las casas de la periferia de los poblados son de adobe con techo de palma o lámina galvanizada.

Los hogares cuentan con estufa, sillas y mesa, trastos de cerámica o peltre, molino de mano, comales de hierro, guaris y guajes, además de camas rústicas o petates.

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

el gran reto de la asimilación de su cultura y la aniquilación de sus idiomas.

Como parte del proceso de dominación del noroeste de México, los llamados pimas bajos estuvieron bajo la influencia de misioneros católicos, primero jesuitas y luego franciscanos; sin embargo, debido a las condiciones de la región, a la expulsión de los jesuitas y a las dificultades que afrontaron los franciscanos, por largo tiempo los indígenas configuraron y mantuvieron su propia identidad y religiosidad, la cual en cierto modo ha logrado permanecer hasta la actualidad y les ha permitido mantenerse como grupo diferenciado, a pesar de las difíciles condiciones en que se ha desenvuelto su existencia. El dominio español fue determinante en este proceso, además –sobre todo durante un periodo importante del siglo XIX–, la presencia apache dejó también su profunda huella en la conciencia regional, ya que éstos redujeron hasta cierto punto la presencia hispana primero y la mexicana después.

Fueron los pimas quienes resistieron los embates de los apaches (desplazados ellos, a su vez, de sus propios territorios). A fines del siglo XIX, una vez controlado o reducido el peligro apache, el proceso de dominación de los chabochis (nombre que se da en la Sierra a la gente blanca) continuó incluso hasta las décadas de 1960 y 1970, cuando tuvo lugar una guerra de baja intensidad, ya que muchos pimas murieron anónimamente por defender sus tierras. Es por eso que, desde aquellos años, los pimas hablan de los ranchos “postizos”, nombrados así, porque al morir algún pima, dueño de su tierra, a ese lugar de pronto le aparecía un nuevo dueño que era chabochi. Éste fue hasta cierto punto un proceso discreto y silencioso, abrigado precisamente por la lejanía del territorio, lo agreste de su camino y por el proceso mismo de abandono para el caso de la sierra y privilegio para el de los valles y la costa de Sonora.

La exclusión en la vida de los pimas adquiría distintos rostros y expresiones; cuando se estableció la educación indígena en la región, los chabochis lograron excluir a los niños pimas, controlando la educación para sus hijos. En aquellos tiempos, al decir de los indígenas, ellos sólo volvían a ser recordados en época de elecciones, cuando eran visitados por el candidato oficial, aunque su voto prácticamente ya estuviera decidido, mucho antes del propio día de las elecciones. La mayoría de la atención que los

pimas recibían del gobierno federal provenía del estado de Chihuahua, toda vez que las rutas madereras tenían su mayor comercio hacia aquel estado. En la década de los años ochenta del siglo pasado, todo parecía indicar que la desaparición de la tribu pima era inminente: un gran desplazamiento lingüístico, la desaparición de ritos y líderes ceremoniales, así como de su música e intérpretes; la reducción de su territorio y la casi total desaparición de sus formas de gobierno eran algunos de los indicadores de este terrible proceso. Cuando llegamos a la región, pudimos observar la manera en que un billete de baja denominación circulaba de manos chabochis a manos pimas y luego de vuelta a las manos chabochis, hasta que finalmente a algún pima le tocaba la mala suerte de que el tendero le dijera: “Este billete ya no vale nada”. A ese grado se encontraba prácticamente aislada la economía de la región, en especial para los pimas. Desde la segunda mitad del siglo XX, pero sobre todo desde la década de 1970, un nuevo fenómeno hizo aparición en la región con el rostro del narcotráfico; si bien al principio ésta era una actividad “discreta”, con el paso del tiempo la situación se ha vuelto mucho más complicada al envolver grupos provenientes de Sonora, Chihuahua y Sinaloa, en franca competencia entre unos y otros y con los pimas en medio.

La ritualidad y la identidad étnica: la Semana Santa y el yúmari

A pesar de todo, el espíritu pima sigue siendo combativo, y a pesar de tantos factores en su contra no todo está perdido, de tal suerte que si bien parecía por aquellos años que la identidad pima se mantenía oculta, o de bajo perfil la mayor parte del tiempo, salía a relucir con gran orgullo durante la Semana Santa, cuando

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

En Maycoba hay dos escuelas primarias, un albergue escolar (para niños de preprimaria y primaria) y una telesecundaria.

La lengua pima pertenece a la familia lingüística yutoazteca, algunas de cuyas ramas son la tarahumara-cahíta, la cora-huichol, la nahua y la pima-tepehuana.

En la zona de Maycoba es muy alto el índice de bilingüismo, pues la mayoría de los pimas habla también el español.

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Foto: Andrés Ortiz Garay.

Los conflictos entre pimas y yoris (no indígenas) se dramatizan simbólicamente en las fiestas de Semana Santa. Las luchas de los fariseos son uno de los eventos culminantes de la celebración.

aparece el ejército de fariseos: pimas con el rostro pintado de blanco o de negro, que cumplen con la representación del sacrificio cristiano, ya sea en la iglesia de Maycoba, Sonora, los de blanco, o en Yepachi, Chihuahua, los de rostro negro; siendo ambos parte del mismo origen y la misma tradición. Por largos años la celebración de la Semana Santa ha sido el bastión de la identidad pima; durante unos cuantos días los ancianos líderes sobrevivientes enseñaban a los jóvenes la manera de cumplir con la tradición. Para ser fariseo se debe afrontar una lucha simbólica, donde el aspirante lucha contra un fariseo ya reconocido; este estilo de combate consiste en atarse una cuerda o un costal a la cintura, entonces los contrincantes se toman por esa especie de cinturón y forcejean entre ellos; cuando el aspirante cae al suelo, es admitido en este ejército ritual que perseguirá a Jesucristo de “una banda a otra banda”, es decir, desde las faldas de los cerros a un lado del pueblo, hasta los cerros del otro lado (los indígenas viven en las zonas periféricas, mientras el núcleo central del poblado ha sido habitado en su mayoría por gente no indígena). Entre procesiones con imágenes religiosas, caminatas nocturnas y otros procesos rituales, la celebración de la Semana Santa atraviesa por la aparición del Judas, muñeco vestido con ropa de los chabochis de la sierra y montado de espaldas en el lomo de un burro; esto anuncia la inminente presencia de otro grupo ceremonial, los judíos, enemigos rituales de los fariseos. El punto máximo de la celebración es el Sábado de Gloria, cuando se apagan todos los fuegos, se realizan procesiones y los fariseos se pintan no sólo de blanco, sino que utilizan también plantas machacadas y cenizas, para adquirir una personalidad mucho más aguerrida,

para la lucha entre el bien y el mal. A pesar de que lo que intentan los pimas es llevar a cabo su propia versión de las enseñanzas religiosas de jesuitas y franciscanos –ya sea con la lucha ritual o apagando los fuegos viejos– para restablecer un orden donde el bien predomina sobre el mal, en más de una ocasión los jóvenes chabochis aprovechan también la ocasión para tratar de demostrar que ellos son quienes mandan en la región.

Además de la celebración de la Semana Santa, y de una manera muy valiente, los pimas de Chihuahua –y hasta cierto punto también los de Sonora– han logrado conservar otro ritual también de suma importancia, se trata de la ceremonia del yúmari o yúmare. Éste es un ritual dedicado especialmente al cultivo del maíz, eje en la conservación de su existencia y relacionado también con la ritualidad de los rarámuri (tarahumaras), sus vecinos históricos. Según antiguos relatos, cuando hubo una gran lluvia que duró mucho tiempo, Dios le encargó a las mujeres la tarea de “macizar la tierra”, es decir, de darle consistencia, lo cual hacen ellas con su danza, que es acompañada por los cantores del yúmari, quienes con sus cantos invocan a las distintas potencias de la naturaleza; por ejemplo, se dice que el canto del cuervo hace llover. En esta ceremonia se conservan importantes y bellas enseñanzas que tienen que ver con lo que hoy en día conocemos como “relaciones de género”, al señalarse con claridad durante el proceso ritual que todos tenemos un lugar y una obligación, no sólo con el resto de la gente o con la religiosidad, sino también con la naturaleza. En los antiguos tiempos, la ceremonia era dedicada principalmente al maíz y a los espíritus de la naturaleza; debido a la influencia y enseñanzas de los religiosos, hoy en día elementos católicos forman también parte del ritual.

Se dice que en los antiguos tiempos se realizaban al menos tres yúmaris por cada comuni-

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Con la celebración del yúmari se bendicen y agradecen los dones de la existencia.

La tradición manda celebrar tres yúmaris al año por cada comunidad o ranchería. Uno cuando se siembra, otro a la mitad del cultivo y uno más al cosechar.

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

dad, poblado o ranchería, a los que se invitaba a otras comunidades; de esta manera se celebraba un yúmari al inicio de la siembra, otro a mitad del cultivo y uno más al finalizar el ciclo agrícola. Para hacer un yúmari se requiere guardar un poco de maíz de la cosecha anterior, con el cual se prepara el tesgüino, la bebida ritual que representa la esencia del maíz, es decir, la esencia de la vida; es al maíz a quien se canta y danza y es con el maíz con lo que se bendicen y agradecen los dones de la existencia. Sin embargo, este antiguo y hermoso ritual que hoy en día debería

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

A pesar de la discriminación, los despojos y la violencia de que son objeto, los pimas de Apesardeladiscriminaciónlosdespojosylaviolenciadequesonobjetolospimasde Maycoba buscan preservar su patrimonio cultural.

ser reconocido como parte del patrimonio cultural intangible o inmaterial, tampoco está libre de peligros de la existencia, ya que aunque este ritual se celebre en sitios aislados en el bosque, hasta ahí son seguidos los participantes en el yúmari por grupos armados y gente que no se interesa por la celebración, sino en la posibilidad de encontrar alimento, bebida y mujeres, imponiendo la violencia de las armas. A pesar de ello, tanto los pimas de Sonora, pero sobre todo los de Chihuahua, se sobreponen a las gélidas temperaturas de la región, afrontan los problemas de escasez de alimentos y mantienen con vida la ceremonia arriesgando incluso su propia seguridad para continuar sus tradiciones.

De la artesanía a la esperanza

Decíamos algunos párrafos más arriba, que a principios de la década de 1980 todo parecía indicar que en poco tiempo desaparecería del todo esta valiosa cultura, y que su gente estaría condenada al mestizaje y el olvido de sus propias tradiciones; afortunadamente, la realidad ha sido muy distinta y a pesar de los graves problemas que atraviesa, la esperanza misma no ha muerto. Varias son las circunstancias que han influido en este proceso y que han animado a los pimas con el deseo de volver a ser reconocidos y respetados como un pueblo originario del noroeste de México; entre ellas cabe destacar algunas: por una parte, reconocer que a finales de esa década de 1980 la aparición de un misionero franciscano en la región ha sido de vital importancia en la renovación del espíritu pima. Es así que la presencia del misionero David Beaumont Pfeiffer, quien al descubrir la grandeza de la cultura pima y el fuerte contraste con las condiciones de su existencia, se ha dedicado desde entonces a estudiarla e intentar persuadir a instancias de gobierno y no gubernamentales sobre la necesidad de reconocer y apoyar el proceso cultural pima, a través de lo que se conoce como Nueva Iglesia Inculturada, que consiste en fortalecer los valores de la identidad pima,

tales como su idioma y su propia religiosidad, sin tratar de dominarla o transformarla; en este mismo sentido se ha llevado a cabo una labor de recuperación de la conciencia histórica pima, de fortalecimiento de su espiritualidad y su vida ceremonial y de desarrollar junto con ellos proyectos culturales.

Otra circunstancia es que, tradicionalmente en su existencia como pueblo, los pimas han desarrollado la manufactura de diversos objetos para usar en su vida cotidiana, pero algunos de éstos se fueron desvaneciendo, quedando ahora tan sólo algunos de ellos. Por ejemplo, en tiempos pasados, y como lo hacen evidente los relatos de Carl Lumholtz3 se elaboraban cobijas de lana, actividad que hoy en día prácticamente ha desaparecido; se elaboraba también la cerámica, la cual también es ya casi inexistente. Sin embargo, otras actividades artesanales se han conservado, como es el caso del tejido de la palma en la elaboración de cestos, canastas o guaris y sombreros, mismos que se manufacturaban al interior de los juki (pequeñas bóvedas excavadas bajo tierra para poder trabajar la palma con el nivel de humedad necesario). El problema que enfrenta esta artesanía es que sus productos no son bien cotizados, pues a pesar de su belleza, y tal vez debido a su sencillez, no alcanzan precios elevados.

La elaboración de estos objetos de palma es una actividad principalmente femenina, que se hereda de madres a hijas, pero en la actualidad es difícil que las jóvenes pimas acepten aprender este quehacer tan laborioso (aunque por largo tiempo la venta de guaris y sombreros ha permitido a las mujeres artesanas contar al menos con un pequeño ingreso monetario para el sustento familiar en una sociedad tan empobre-

3 Ver Ortiz Garay, Andrés, “Carl Lumholtz y las etnias de la Sierra Madre”, Correo del Maestro, núm. 201, febrero de 2013.

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La elaboración de artesanías de palma es una actividad principalmente femenina, que se hereda de madres a hijas.

cida). Por fortuna, en el proceso de reconocimiento de la importancia y características de la cultura e identidad de los pimas han sucedido diversos acontecimientos que han dado una interesante y bella alternativa para la producción de carácter artesanal y para el rescate de sus propios valores culturales.

Resulta que en el territorio pima se encuentran diversas cuevas y sitios con arte rupestre, que los pimas reconocen como herencia de sus antepasados: símbolos geométricos, zoomorfos y antropomorfos dan cuenta del tiempo pasado y de la existencia de la gente de antes. Algunos

de estos sitios han sido bien conocidos por la gente mayor, pero algunos otros quedaron fuera de su alcance con el reparto de su territorio tradicional entre las manos chabochis. A pesar de ello, “el mensaje de las rocas” sigue presente en la región. Si bien algunas de estas cuevas son utilizadas como almacén por los narcotraficantes o como campamento por los soldados que los persiguen, en determinados momentos los pimas pueden tener acceso a ellos. Al conocer y recorrer estos sitios, a mediados de los años noventa, el padre David tuvo la idea de recuperarlos para la conciencia de los pimas; es así que se buscó a una artista plástica para que copiara los diseños rupestres. A partir de ahí, y con el apoyo de mujeres de Hermosillo, comenzó a tomar forma una nueva alternativa para el mundo pima: los bordados artesanales.

Al principio la idea fue sencilla: copiar los diseños rupestres y transportarlos a patrones de bordado; pero no se trataba tan sólo de conseguir hilazas, tela y otros materiales, se pretendía una acción de fondo más duradera. Es así que se comenzaron a estimular formas de organización y trabajo colectivo para crear verdaderos lazos de solidaridad entre las mujeres pimas, contando con el apoyo de gente de fuera. En un inicio, algunas mujeres querían acaparar toda la tela posible, otras hacían muy burdamente sus primeros diseños; entonces, había que mejorar los procesos de trabajo y los acabados; se requería que confiaran unas en otras y todas en conjunto.

Al inicio de esta experiencia, el panorama se veía muy complicado, en primer lugar porque la tradición señalaba que los hombres eran quienes llevaban el dinero al hogar, ya sea con su trabajo en la agricultura (aunque en realidad ésta es más bien de autoconsumo, a veces queda un excedente que se vende luego de pagar los adeudos) o con el trabajo en el aserradero; sin embargo, los grandes bosques comenzaron a escasear, mermándose la posibilidad de obtener ingresos por este último medio (además, en frecuentes ocasiones, los administradores de los aserraderos acordaban con los dueños de cantinas que los indígenas pudieran obtener crédito para comprar cerveza a costa de los ingresos del propio aserradero, que era de los pimas). Otra actividad económica es el trabajo en las carboneras, que también ponen en riesgo la continuidad de los bosques y de la gente misma; otra opción más ha sido trabajar como jornaleros; y finalmente, como última alternativa está la de trabajar obligadamente en los “cultivos alternos”, con los riesgos que esta actividad ilícita representa.

Es así que con frecuencia los hombres obtienen dinero por la venta de su trabajo, pero a la hora de llegar al hogar, en más de una ocasión, apenas quedan algunos pesos, y muchas más veces, ni eso. Claro que no se puede decir que todos los hombres pima hagan esto, pero la realidad es que muchas familias han logrado apenas subsistir con recursos mínimos. Es por ello que el proyecto de los bordados con la temática del arte rupestre se fue convirtiendo en una gran alternativa, ya que les ofreció a las mujeres una forma de trabajar en conjunto y generar su propia economía. En distintas etapas de este proceso, un grupo de mujeres de Hermosillo, organizadas como LUTISUC I.A.P., apoyó a las mujeres pima, consiguiendo que compraran sus despensas a precios de Hermosillo y que les fueran entregadas en sus comunidades; también se construyeron centros artesanales, dotados con el equipo necesario y donde además pueden cuidar de sus hijos mientras trabajan. La presencia de los bordados de las mujeres pimas comenzó a sobrepasar su propio territorio, ya que fueron vendiendo mochilas para encuentros de otras mujeres indígenas y tuvieron presencia en eventos y festivales culturales, con lo que poco a

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny. Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Con el apoyo de una organización llamada LUTISUC, las mujeres es pimas han recuperado el arte del bordado, usando diseños insspirados en las antiguas pinturas rupestres de la región.

poco el bordado con los motivos de las pinturas rupestres pimas ha sido trabajado con más detalle, diversificándose los productos, diseños y uso de colores en distintos objetos como morrales, almohadones, delantales, blusas, vestidos, camisas e incluso bolsitas para teléfonos celulares, separadores de libro, galleteros, etc., y otros objetos que se realizan en distintas comunidades, tanto de Sonora como de Chihuahua.

De la agrupación original apoyada por LUTISUC se desprendió un grupo de mujeres, quienes conformaron otra organización, conocida como MAKI y que también ha seguido colaborando en este proceso. Es interesante señalar que la intención de ambos grupos es permitir que las mujeres pimas se hagan prontamente cargo de sus propios procesos, formas de organización y compromisos de venta, para no crear dependencia o paternalismo, y en vez de eso fortalecer la organización comunitaria propia.

Para sobrevivir en el mundo pima

A principios de la década de 1990 se construyó la carretera interestatal que conecta Sonora con Chihuahua, y atraviesa el último reducto del territorio tradicional o’ob/pima, lo que en su momento fue visto como un gran adelanto social al permitir la apertura del territorio pima al comercio regional, al ofrecer alternativas turísticas y al asegurar eventualmente a todos los pimas los beneficios de la modernidad. Sin embargo, si bien es cierto que las carreteras traen muchas

cosas buenas a la gente, también hay que reconocer que abren las puertas a nuevos problemas y conflictos. De esta manera, el problema del narcotráfico y la violencia que esta actividad implica adquirieron nuevas dimensiones. Parte de este proceso es que la situación de violencia se ha agravado en la región, al existir conflictos entre distintos grupos de poder que pugnan por el control del narcotráfico y el dominio de la región. Las venganzas y los actos de violencia se hacen más expeditos, al servirse de la carretera; de esta manera se invaden más fácilmente los espacios rituales y las comunidades de los pimas. Hace unos cuantos años, más de cien sicarios invadieron la comunidad de Maycoba y el temor se apoderó de la gente que fue víctima de esta situación. Como una manera de manejar el nerviosismo que esto provocó, se realizó un taller de dibujo, en el que los niños dieron cuenta de su percepción de ese suceso; también se han realizado caminatas por la carretera que atraviesa su territorio, pidiendo paz y mayor seguridad para la permanencia del mundo pima, un mundo que se resiste a desaparecer y que aún tiene mucho que enseñarnos para entender lo que significa realmente la diversidad cultural y la persistencia étnica de los o’ob, una sociedad contemporánea que habita en los bosques de la sierra, entre Sonora y Chihuahua.

Bibliografía recomendada:

AGUILAR, Alejandro, David Beaumont, et. al. Caminando por la Pimería Baja. O’ob pajlobguim, territorio e identidad. Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 2009. BEAUMONT, David, O’ob nokim, diccionario pima/español.

Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 2008. PUENTE, Ma. Inmaculada, Ma. Guadalupe Zorrilla Bernal y

Marta E. Eyzaguirre, Bordando una identidad. Hermosillo,

Editorial Garabatos/Indesol/LUTISUC, 2011. Colofón

An shii joigin élid que oob ya im o’ob nojodim ai toptam, Me siento muy triste porque la gente ya no ayuda en la iglesia,

aillig gasbi o sasnat basgi por eso ya anshii joigintajta a barrer o a sacar santos, por eso me siento muy triste,

nêñid que la gente que im cooperarta porque la gente ya no coopera.

Ami shii bajgiñtauta que la gente cooperen suatukam Yo me siento muy contenta que la gente coopere en las fiestas, en la iglesia

piajsam, ê toptam y si no at im cooperarta, bues jujgi tradición que at nukod y si no cooperamos, se acaba la tradición que tenemos quisiera que toda la gente cooperara allí en la fiesta de Semana Santa

PALABRAS DE CUCA GALAVÍS, DE MAYCOBA, SONORA. TRADUCCIÓN: PROFESORA YOLANDA BUSTILLOS GALAVÍS.

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