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Una carta por un libro
NOSOTROS
Una carta
POR UN LIBRO
José Luis Cruz Hernández
La experiencia que nos comparte el autor de este artículo po-
dría convertirse en una actividad a desarrollar por los maestros interesados en promover la lectura y la escritura entre sus alumnos. Los libros que componen la biblioteca escolar constituyen una fuente de conocimiento y gozo que indudablemente debe ser utilizada por docentes y alumnos. La interesante propuesta de incitar la lectura y la escritura a través de la relación epistolar queda entonces como ejemplo de una manera de incentivar parte del quehacer escolar.
dentro del trabajo escolar, nosotros, los maestros, buscamos estrategias para trabajar dentro del aula con resultados satisfactorios para los tres vértices de ese triángulo que forman padres, alumnos y docentes. En esta ocasión, mi interés es compartir una actividad que he puesto en práctica con alumnos de la escuela primaria en la que trabajo. Teniendo en consideración diversas recomendaciones de quienes promueven las bibliotecas escolares y la búsqueda de formas innovadoras para estimular el gusto por la lectura, he puesto en práctica algunas actividades que me han dado resultado.
He observado que, de manera general, el programa de fomento Biblos (el plan nacional para promover la comprensión de la lectura), así como un sinfín de otros programas impulsados por el gobierno o por instituciones no gubernamentales –incluso hasta por empresas privadas– procuran formar mexicanos lectores; sin embargo, todos aterrizan en la promoción de las mismas estrategias, que implican leer en la escuela o en la casa, pero con pocos resultados satisfactorios. No se trata aquí de minimizar el gran esfuerzo
realizado, ni de desconocer la inyección de recursos en esta cruzada, sino que mi intención es la de mostrar un estilo diferente, cuya aplicación me ha dado buenos resultados con la juventud mexicana que tanto nos interesa… de eso estoy seguro.
Hace cierto tiempo, un grupo de niños del sexto grado llegó a la dirección de la escuela1 para entregarme las cartas que cada uno de ellos me había escrito en clase, con el objetivo de ejercitarse en la escritura e identificar las partes de una carta. Este hecho llamó mi atención, ya que sólo algunos niños, en otros lugares, me habían dedicado una misiva como algo especial en ciertas ocasiones, por ejemplo, para felicitarme por el día del maestro o el día del padre, para desearme buena salud cuando no asistí a clase por una enfermedad, etcétera.
En ese momento, al tener en mis manos semejante cantidad de cartas y luego de leerlas, quise aprovecharlas; no quería perder una oportunidad tan grande y favorable para inducir a leer a quienes, casi con seguridad, pensaron que no iba a dar la importancia merecida a estas cartas, que ellas serían simplemente el cumplimiento de una actividad escolar y ya.
Decidí dar seguimiento a las cartas e incluir en mis respuestas recomendaciones de libros para los niños. Me di cuenta de que la responsabilidad a la que me comprometía al seguir este camino que se abría iba a resultar muy grande, pero los beneficios que recibiríamos los participantes serían enormes: principalmente lograr que un niño escriba los pasajes de un cuento, una historia, una leyenda o quizás una canción, entre otras cosas (desde luego, orientando esa actividad a la lectura). Eso sería un logro excepcional. Claro que habría que preguntar luego a cada alumno qué fue lo que le gustó del libro recomendado, qué parte del texto le pareció menos agradable, qué parte cambiaría. Sí, implicaba bastante para el lector y para el escritor, pero la moneda ya estaba en el aire.
Después de leer todas las cartas, fui a la biblioteca escolar y seleccioné algunos libros. Luego comencé a escribir las contestaciones a cada misiva. Coloqué las cartas recibidas y los libros escogidos en un lugar estratégico, para que quedaran a la vista. Luego, entregué, una a una, aquéllas que daban respuesta a las de los niños. En ellas, los motivaba a responderme, escribiendo aquello que desearan, y ahora es fecha de que aún disfruto lo que me dicen, los cuentos que me escriben, los sucesos fantasiosos que viven en su imaginación de niños, sus dibujos, sus chistes y hasta el recuento de libros que no he leído, varios de los cuales me han despertado la curiosidad por hacerlo. Además del fomento a la escritura y la lectura, esta práctica me ha sido de gran utilidad para mantener una comunicación viva y cercana, y conozco así lo que pasa
1 El autor trabaja en la escuela primaria “Ricardo Flores Magón”, de La Providencia, San Francisco de los Romo, municipio de Aguascalientes, Aguascalientes.
entre los niños, en los diversos grupos y en la escuela, ya que los alumnos que me escriben son de grados diferentes.
Un importante resultado de responder a las cartas fue que, al siguiente día, comenzó a llegar a mi salón un nutrido grupo de alumnos, que me preguntaban en dónde podían encontrar ese libro que les recomendaba para leer. Con mucho entusiasmo me di cuenta que estaban deseosos de hacerlo, que se habían interesado y entusiasmado particularmente por el libro que les había aconsejado. Hubo algunos alumnos que leyeron dicha obra y sólo hasta ahí llegaron, pero muchos otros me pidieron que les recomendara un nuevo libro, igual de interesante que el primero. A todos les pedí que se mantuvieran en contacto conmigo por el mismo conducto con el que habíamos comenzado el intercambio, es decir, los invité a que por medio de cartas mantuviéramos una comunicación constante para comentar sobre los libros leídos y para que yo les hiciera algunas recomendaciones que podrían hacer todavía más amena la lectura.
Hoy en día puedo decirles que tengo mucho trabajo en leer cartas y libros, pero que esto ayuda en el desarrollo de bastantes habilidades en los chicos, que, casi jugando, ejercitan y pulen su lectura y su escritura, y quizá más importante, desarrollan el gusto por hacer ambas cosas.
Es una tarea ardua, que implica tiempo y dedicación, pero si en la biblioteca escolar podemos encontrar más de setecientos libros, es indispensable que el docente que decida poner en práctica esta estrategia conozca bien la mayoría de los títulos que ahí están esperando a los alumnos.
No podemos dejar de invitar a nuestros niños a que lean, por ejemplo, El cielo está contento, El peinado de la tía Chofi, Las mejores alas, Gato asesino, El abuelo ya no duerme en el armario, La hormiga Aurelia, Gilberto y el viento, entre otros.
La profesión de maestro no es una carrera de velocidad, es de conciencia, de ofrecer herramientas y tiempo a los niños para desarrollarse, y si queremos que ellos sean personas pensantes y felices, y en nosotros está una parte de la estructuración de esto, hay que dedicar el esfuerzo que sea preciso para trabajar con ellos.