10 minute read
Educar en el arte
LIBROS
María Esther Aguirre Lora*
Los estudios sobre la formación artística han dado lugar
a un andamiaje de prácticas y discursos, los cuales poco a poco han adquirido voz y visibilidad propias en nuestras sociedades contemporáneas, obsesionadas y presionadas por las políticas y programas neoliberales en curso. Este libro aborda, desde la perspectiva sociohistórica de Norbert Elias y la historia cultural misma, un despliegue de tal campo, tan complejo y por demás sugerente.
1.
Podemos decir que la educación para las artes emerge de la modernidad y sus proyectos ilustrados, como una tarea que cobra fuerza en sí misma, aislada de los contextos ordinarios donde la formación artística era un imperativo inherente a la vida cotidiana, a partir del aprendizaje de los oficios que hoy llamamos artísticos. En el siglo XVIII, las nuevas formas de convivencia y sociabilidad, en la perspectiva de los procesos civilizatorios, configurarían formas de amateurismo –al concebir al arte sólo como divertimento o pasatiempo– o bien el despliegue de profesionales ligados a la bohemia. Comoquiera, lo artístico sería percibido como ornato, como un haz de actividades de una densidad no equiparable a la rigurosidad de lo científico.
Pese a su profesionalismo, habrán de pasar dos siglos para comprender que el campo artístico también es un campo de conocimiento que
* IISUE-UNAM. opera con sus propias reglas y su propio lenguaje, que exige de sus practicantes, sean éstos músicos, actores, bailarines, coreógrafos, literatos, cineastas, pintores, escultores, dibujantes y otros más, cualidades extraordinarias de dedicación, de disciplina, de estudio permanente, de compromiso. Y es sin lugar a dudas la cercanía a la comprensión de este proceso lo que nos ha ayudado al emplazamiento historiográfico, que es el que domina en este volumen colectivo.
Puede decirse que en nuestro continente ya se ha abonado la investigación en la educación artística. En el caso de la zona metropolitana de México, podemos mencionar, de paso, algunas de las recientes publicaciones: Una mirada a la formación dancística mexicana (ca. 1919-1945), Conaculta, INBA, Fonca, 2009, de Roxana Guadalupe Ramos Villalobos; los cuatro volúmenes de la Historia de la danza en México, de Alberto Dallal (UNAM, IIE, entre 1989-1995); Preludio y fuga. Historias trashumantes de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, volumen colectivo coordinado por María Esther Aguirre y publicado por la UNAM (ENM-IISUE) y Plaza y Valdés en 2008;
el volumen colectivo coordinado por Aurelio de los Reyes, La enseñanza del arte, publicado en 2010 por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM; la obra coordinada por Manuel González Casanova y Hugo Alberto Figueroa Alcántara, Historia del teatro en la UNAM, publicada por la Facultad de Filosofía y Letras, DGAPA, UNAM, en 2011; también en 2011, de Josefina Brun, El teatro para niños y jóvenes en México, 1810-1910, publicado por el Instituto Nacional de Bellas Artes. Sabemos que Chihuahua (donde se mencionan los trabajos de Raúl Balderrama Montes, Luis Carlos Delgado Montes, Roberto Francisco Pérez Galindo, Angelina Moreno, Bertha de la Hoya, Ramón Farías Rascón, Guillermo Hernández, Estefanía Bautista, Blanca Chávez e Ivonne Chávez), Morelia, Veracruz, por no hablar de Colombia (baste con señalar la Biblioteca Digital de Música y Patrimonio Documental, con sede en la Universidad EAFIT, fruto del respectivo proyecto de investigación de Fernando Gil Araque), Brasil y España, lugares de donde proceden nuestros autores, han enriquecido con creces la producción en el campo, donde aún hay mucho por indagar. Vaya, pues, este volumen, como una contribución más.
Así, las colaboraciones que se incluyen en este libro se anudan en una misma pregunta rectora, ¿cómo, desde sus perspectivas y enfoques, se puede hacer historia de la formación artística? La respuesta implicó ver nuestros universos desde distintas latitudes, experiencias e intereses vertidos en el esfuerzo por explicar el surgimiento o desarrollo de este campo. Valga hacer hincapié, no obstante, en que no se trata de un campo forzadamente homogéneo, pues música, danza, teatro, artes plásticas, cine y otras más –hermanadas desde el siglo XVIII por Charles Batteux, en su novedoso libro Las bellas artes reducidas a un mismo principio (París, 1746) surgido en medio del despliegue de la ciencia y de la industria– se expresan en su propia diversidad, si bien comparten perspectivas, modos de hacer y problemáticas.
Nuestro momento, no obstante sus contradicciones, está lejos de negar el lugar de la formación artística en la vida de nuestras sociedades, aunque el arte siga experimentando la necesidad de hacerse oír y lograr una situación igualitaria a otros campos del conocimiento, en relación con las políticas educativas y culturales que favorecen instituciones y presupuestos.
2.
El conjunto de capítulos coincide, fundamentalmente, como decíamos al inicio, con el horizonte epistemológico que recoge elementos de dos perspectivas: la sociohistórica, de Norbert Elias, cuyo concepto de configuración permite dar cuenta del movimiento, de las transformaciones que acontecen en la vida cultural y social a lo largo del tiempo, cambios en los que están involucrados individuos y conjuntos sociales como tales, mediados por su interdependencia, por su relación con el poder y la internalización de una ‘segunda naturaleza’, fruto de los procesos civilizatorios y de la búsqueda de nuevos equilibrios sociales y personales. La otra perspectiva a la que se recurre es la que ofrece la historia cultural en sí misma, que irrumpe en los cánones historiográficos establecidos desde una perspectiva lineal, cristalizada, de los hechos, donde la cultura queda limitada a ‘contexto’, ajena a todo poder explicativo. La historia que interesa en el conjunto de capítulos es otra, la que da cuenta de las prácticas, de los imaginarios a través de los cuales nos expresamos y nos construimos.
El libro consta de doce capítulos inscritos en un arco de tiempo que va de los siglos XVI-XVII a la reciente década de los setenta, y está organizado en tres grandes apartados:
los actores, sean éstos individuales o colectivos, cuya trayectoria se filtra en la construcción de distintos territorios vinculados con la formación artística.
Así, Nubia Edith Díaz incursiona en la vida del músico chihuahuense Ventura Romero (19131939), poseedor de una vasta producción, reconocida internacionalmente y que forma parte de repertorios musicales que se han popularizado; n o o b s t a n t e , s u v i d a , s u re l a c i ó n c o n c í rc u l o s m u s i c a l e s y c o n l o s a c t o re s d e l a é p o c a d e o ro del cine mexicano y de la radiodifusión cayeron en el olvido. El rescate de sus composiciones y la intención de que suenen otra vez, es uno de los propósitos del texto.
Bárbara de las Heras, conocedora de los ambientes del baile flamenco, nos conduce a las vicisitudes y avatares de la primera generación de bailarines mexicanos dedicados al flamenco, lo cual se explica por el movimiento artístico cultural que impulsaron los transterrados al filo de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española, entre 1930 y 1950, y la gran afición que despertó en México este género dancístico.
Roxana Ramos, por su parte, a partir de una laboriosa exploración del Archivo Histórico Ignacio García Téllez del Instituto Mexicano del Seguro Social y de las conversaciones con personas conocedoras de las historias, nos presenta la trayectoria de los maestros de danza de los talleres artísticos que se constituyeron como parte de los programas de salud y recreación del IMSS que, allá entre los años 1956 y 1976, ofrecieron un espacio formativo y de recreación para sus afiliados.
que asumen la regulación y el ordenamiento de instancias cuyo propósito es la formación en el arte, principalmente en el terreno de lo profesional.
Guillermo Hernández, Francisco Alberto Pérez y Jesús Adolfo Trujillo hacen una lectura, en tiempo largo (1826-1954), del campo de las bellas artes, ampliamente documentados en fuentes primarias que se encuentran en los archivos del Ayuntamiento de Chihuahua, de Hidalgo del Parral y de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH). En este recorrido se plantea la paulatina emergencia de distintas expresiones artísticas en la vida cotidiana y su integración a la vida escolar en diversos tipos de instituciones y niveles, para concluir en el establecimiento de las carreras de formación artística en el ámbito profesional, donde la UACH ha jugado un papel por demás significativo.
Alejandro Mercado, por su parte, nos conduce por el rico panorama musical de la ciudad de Morelia, en torno a 1869, para concluir su indagación en 1911. Así, a la par que da cuenta del lugar de la música en los distintos ambientes y grupos sociales de la sociedad de la antigua Valladolid, sea que se tratare de los propios de las fiestas urbanas, las fiestas cívicas y las religiosas, analiza los diversos espacios formativos dedicados a la música en el curso de esos años que, necesariamente, cristalizarían en instituciones formativo-musicales de alto nivel y gran prestigio en los ámbitos nacional e internacional.
Fernando Gil Araque, a su vez, traza los ambientes musicales colombianos a horcajadas de los siglos XIX y XX, donde, aunado a la gran afición y presencia polifacética y plural de la música, en el contexto de la modernización del país, se da inicio a la formación académica de los músicos con la fundación de la Escuela de Música Santa Cecilia (1888), misma que en torno a 1911 se disuelve para constituir la Escuela de Música del Instituto de Bellas Artes, de gran influencia en el gusto musical de las élites de Medellín, acorde con la perspectiva de progreso y don civilizatorio que se le atribuyera a la música.
El capítulo de Alfredo García cierra este eje con un análisis pormenorizado de los procesos de reforma académica que, en años recientes (los setenta), dieron lugar a la creación de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana, cuyo antecedente más inmediato fue la Facultad de Bellas Artes. A lo largo del texto, se pone de manifiesto la complejidad de los distintos oficios: se trata de un campo de tensiones, de formaciones y clasificaciones en continuo movimiento, que cristalizarían en las genéricas ‘artes plásticas’.
los que abordan aquellas actividades que al perfilarse de forma continuada y conforme a sus propias reglas, terminan por instituir un campo de formación artística.
Aldo Mier se remonta a los siglos XVI y XVII, para explicarnos, en el contexto de una sociedad profundamente teatralizada, como lo fue la Inglaterra de Shakespeare, el establecimiento de prácticas vinculadas con la escritura y la actuación de las que emergieron dos oficios, el de dramaturgo y el de actor, habitantes de una zona de frontera entre la legalidad y el libertinaje, con sus particulares procesos de transmisión de las artes teatrales.
Edgar Zuno, en el ámbito de la Catedral de Valladolid, Morelia, entre 1765 y 1858, indaga las rutinas que se van estableciendo alrededor de los niños cantores, actores fundamentales de la liturgia católica, y la manera en que su vida cotidiana quedó regulada a partir del modelo monacal derivado de las órdenes religiosas con las que convivieron.
María Esther Aguirre, urgida por explorar ámbitos educativos, no necesariamente institucionales, se aproxima a espacios de convivencia tales como las exposiciones de pintura, el teatro y los conciertos, que durante el siglo XIX, en el entramado en que tiene lugar el establecimiento del campo de las bellas artes, adquieren una importante cualidad para formar al ciudadano culto, preconizado como modelo en los proyectos de la Ilustración.
El capítulo de Renato de Sousa, en un esfuerzo de síntesis, propone y analiza la periodización de las prácticas que introdujeron la educación musical en Brasil. De este modo, da cuenta de la manera en que artes plásticas, música, teatro y danza derivaron en la constitución del campo que hoy conocemos como educación artística.
Por último, Patricia Islas, Guillermo Orozco, Francisco Alberto Pérez y María Olivia Trevizo abundan en las prácticas de las comunidades menonitas vinculadas con la salud y los remedios caseros, donde la oración y el canto juegan un papel fundamental.
Libros como éste caen en el terreno fértil de la formación artística de nuestros días, que acomete nuevas y urgentes empresas, en la medida en que se ha visto drásticamente disminuida, particularmente en los currículos de la Educación Básica (2010) –baste constatar las cifras de horas destinadas a ella y compararlas con otras prioridades. El deseo persistente es abonar el campo con nuevas pesquisas que permitan otra comprensión de las aportaciones de la educación artística y reposicionen su lugar en la vida personal, en la vida social.
Reseña del libro
Educar en el arte. Protagonistas, instituciones y prácticas en el curso del tiempo, Ma. Esther Aguirre, Guillermo Hernández, Francisco Pérez, Jesús Adolfo Trujillo (coords.), México: Aldus / Universidad Autónoma de Chihuahua / FFyL (Col. Debates por la historia IV), 2015, 366 pp.