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La Biblioteca del Niño Mexicano Lecturas infantiles para la formación del patrimonio cultural cívico

PATRIMONIAL

La Biblioteca del Niño Mexicano

LECTURAS INFANTILES PARA LA FORMACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL CÍVICO

Valentina Cantón Arjona*

La finalidad de este texto es ofrecer al lector una reflexión acerca del patrimonio cultural como resultado de una combinación de elementos y producciones culturales que, en sentido estricto, rebasan cualquier clasificación centrada en las características del objeto o bien patrimonial –como lo son las clasificaciones que diferencian el patrimonio cultural material histórico, el patrimonio inmaterial o el patrimonio documental–, e invitarlo a centrarse en el uso y función de esos bienes como referentes para la construcción de la identidad y la historia nacional. Como ejemplo, se presenta la obra del periodista y político liberal mexicano Heriberto Frías (1870-1925) que bajo el título de Biblioteca del Niño Mexicano publicó Maucci Hermanos entre 1899 y 1901.

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Introducción

Durante el siglo XIX, el México independiente experimentó una profunda necesidad de autorreconocimiento y de definición de una cultura e identidad nacional propias. Tal necesidad, presente en la constitución de toda vida independiente y soberana, fue avivada en función de las circunstancias políticas, lo mismo internas –como las luchas entre conservadores y liberales–, que externas –como las intenciones expansionistas e intervencionistas sobre la joven nación, de los países europeos más poderosos y los Estados Unidos.

En ese contexto, y en simetría con el clima intelectual de la época deudor de la preocupación pedagógica de la Ilustración, muchos de los actores políticos (quienes eran literatos, cronistas, historiadores, maestros, o todo esto al mismo tiempo) definieron su quehacer y expresaron sus convicciones, intereses y compromisos políticos incorporándose al movimiento de definición y transmisión de una cultura “nacional”.

* Docente investigadora de la UPN, responsable del proyecto monial”, coordinadora del seminario de Educación patrimonial de la maestría en Pedagogía en la División de Posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional

Autónoma de México.

Ésta se concretó en bienes e ideas que adquirieron el valor de “patrimonio nacional”, y que, como señala el historiador Enrique Florescano, son siempre una construcción histórica relacionada y determinada por distintos factores, entre los cuales citamos aquellos que el mismo autor destaca por su importancia:

1. Cada época rescata de manera distinta su pasado y realiza una selección de los bienes que posee en un proceso continuo de identificación del patrimonio […] 2. La selección y el rescate de los bienes patrimoniales se realiza de acuerdo con los particulares valores de los grupos dominantes […] 3. El punto de partida del Estado Nacional para definir el patrimonio es la distinción entre lo universal y lo particular o “idiosincrático” […] los Estados nacionales establecieron el ámbito geográfico, el contexto social, el proyecto histórico y la decisión política para definir una identidad nacional, fundada en el reconocimiento de los valores y tradiciones generados por los distintos grupos sociales (1997: 15-17).

En el caso del siglo XIX mexicano, la guerra de Independencia fue precedida (y seguida) por un movimiento precursor de la idea de lo nacional, lo mexicano, que se diferenciaba del espíritu, las búsquedas históricas y las expresiones culturales de la metrópoli colonial y su influencia. Lo mismo las obras de liberales radicales como José María Luis Mora o de liberales conservadores como Lucas Alamán coinciden en este punto. En el decreto de creación del Museo Nacional –emitido en 1825 por el primer presidente de la joven República federal, Guadalupe Victoria–, se pone en el centro de la preocupación esta búsqueda del rescate y recuperación de aquellas piezas y monumentos que sintetizaban la “antigüedad mexicana” y eran de “utilidad y lustre nacional”, como el monolito del Calendario azteca, la Coatlicue y la Piedra de Tizoc; es, pues, un coleccionismo patriótico que dando lugar a la cultura indígena hizo de ella un pretexto para el independentismo criollo y mestizo (Morales, 1994: 26-27, 35). Lo anterior ejemplifica con claridad lo destacado por Florescano –y antes señalado– respecto al hecho de que cada época y sus élites y grupos dominantes requieren i d e n t i f i c a r, re m e m o r a r y e s t a b l e c e r u n a n u e - v a i d e a d e p a t r i m o n i o c u l t u r a l p a r a d a r u n nuevo sentido, el suyo, a los valores y tradiciones de una nación. XIX, los liberales impul-

A lo largo del siglo sores de un México independiente y soberano reconocieron la importancia de reconstruir una historia de la joven nación, y rescataron aquellos valores y tradiciones que la identificaban como única y la diferenciaban de la influencia europea. Esta historia, una historia construida con fines didácticos, pedagógicos, era una “historia patria” que se amalgamó a la perfección con las lecciones de civismo de la época, y que reivindicó su importancia como uno de los pilares del quehacer pedagógico. Así, la educación escolar se convirtió en una vía privilegiada para alcanzar la recreación tanto de la nueva y joven patria como de los valores que la inspiraban.

Historia y escuela constituyeron, pues, un par indispensable para la instrumentación del México liberal y la incorporación de los niños, los poseedores de las jóvenes conciencias, a una cultura nacional plena de un inaugural amor patrio. Se confirma entonces, como señala Enrique Florescano, que:

Cada vez que un movimiento social triunfa e impone su dominio político sobre el resto de la sociedad, su triunfo se vuelve la medida de lo histórico: domina el presente, comienza a determinar el futuro y reordena el pasado… Así, en todo tiempo y lugar la recuperación del pasado antes que científica, ha sido primordialmente política:

una incorporación intencionada y selectiva del pasado lejano e inmediato, adecuada a los intereses del presente (1993: 91).

Patrimonio cultural cívico

De la exaltación del patriotismo característico del liberalismo radical y su vínculo con la educación (vinculación característica también del pensamiento republicano español y de las jóvenes repúblicas latinoamericanas), resultó una creciente religiosidad patriótica que, paradójicamente, por una parte recordaba la religiosidad católica conservadora ahora debilitada por la secularización del Estado y, por otra, se inspiraba en expresiones religiosas de origen protestante cercanas al liberalismo por su vocación democrática y anticatólica. Surgió así una cultura cívica y, como describe Jean-Pierre Bastian:

… [Se estableció] un verdadero calendario litúrgico desarrollado por liberales y protestantes y opuesto al calendario católico. En México, por ejemplo, las escuelas, la prensa, las congregaciones protestantes celebraban el aniversario de la Constitución de 1857 (5 de febrero), el nacimiento (21 de marzo) y la muerte (18 de julio) del presidente indígena Benito Juárez, la batalla de Puebla en la que el ejército francés fue derrotado el 5 de mayo de 1862, la Independencia del dominio español (16 de septiembre), entre otras fechas (1994: 137-138).

Estas conmemoraciones se recreaban en la escuela a través de ceremonias y asambleas cívicas para honrar los símbolos patrios y de celebraciones de fechas gloriosas en las que discursos e himnos se inspiraban en los oradores cívicos protestantes, oradores que a menudo realizaban sus ensayos democráticos más allá de los templos, en la plaza pública. Se construyó, entonces, tanto desde los grupos políticos como dentro de la escuela o en la plaza pública, una historia plena de nuevos mitos, hazañas y héroes; una historia nombrada “historia de bronce” por Luis González, quien la describe como aquella que:

… recoge los acontecimientos que suelen celebrarse en fiestas patrias, en el culto religioso, y en el seno de las instituciones; se ocupa de hombres de estatura extraordinaria (gobernantes, santos, sabios y caudillos); presenta los hechos desligados de causas, como simples monumentos dignos de imitación. […] En las escuelas fue la fiel y segura acompañante del civismo. Se usó como una especie de predicación moral para promover el espíritu patriótico de los mexicanos [pues] re cordar heroicidades pasadas serviría para fortalecer las defensas del cuerpo nacional (1993: 64).

Se trata, pues, de una construcción histórica en la que los acontecimientos y sus actores son revisitados no tanto bajo criterios de autenticidad como de búsqueda de concordancia con la visión de las nuevas fuerzas sociales y políticas, y con la finalidad de lograr su reproducción. Esta construcción cívico-histórico-religiosa se decantó e interiorizó en la memoria colectiva, instituyéndose –en su ficción y realidad– como un patrimonio inmaterial en que se recogían elementos tales como creencias, valores, prácticas, guías de comportamiento y referentes político-culturales. Hoy vemos tales elementos recreados en celebraciones cívicas que pueden estar vinculadas a fiestas religiosas y en las que se revive un fragmento de la historia local, regional o nacional y un patrimonio cívico “que se define como tal por su inserción como actividad de la sociedad civil en el marco de una República democrática” (Arizpe, 2009: 15).

Lourdes Arizpe recoge un ejemplo actual de estas celebraciones, la que con motivo de la conmemoración de la promulgación del Plan de Ayala (que recoge el pensamiento de Emiliano

Zapata) se realiza en Villa de Ayala, Morelos, y en la que se integran distintos actos y contingentes: gastronómicos, deportivos, escolares, organizaciones agrarias, desfiles y procesiones con vestimenta histórica prehispánica y re c re a c i ó n d e l a i c o n o g r a f í a i n d í g e n a , j i n e t e s y danzantes tradicionales, jóvenes dark, banderines y pancartas con leyendas políticas de actualidad, por citar sólo algunos (2011: 127). Se trata, entonces, de un patrimonio cultural inmaterial, cívico, histórico, un capital social incorporado en la memoria colectiva, que se recrea y transforma en cada generación, y que como patrimonio es menester guardar, más allá de su pureza histórica ideológica, pues como afirma Lourdes Arizpe:

Salvaguardar el patrimonio cultural inmaterial no puede significar regresar al pasado convertido en prisión de costumbres que ya no están adaptadas a las condiciones del México de hoy. Ese patrimonio tiene que ser resignificado, reorganizado para dar voz, presencia y decisión a las mujeres, a los jóvenes, a todos aquellos que le pueden dar un nuevo impulso y una nueva capacidad de convocatoria de acción a estas narrativas y memorias que dan forma a la identidad de los mexicanos (2011: 127).

Patrimonio cívico documental

Así, a partir de ordenar e integrar piezas sueltas de historia, memoria, objetos y circunstancias disímiles, se busca cohesionar –como señala Édgar Mejía (2012: 5-25) tomando como ejemplo la crónica “Un viaje a Veracruz en el invierno de 1843” de Manuel Payno– paisajes, edificios, monumentos, arte, historia y patrimonio, lo diferente para integrarlo como una colección capaz de reflejar una idea homogénea de nación.

En este contexto, el impreso jugó un papel fundamental para los fines de esta creación de nación y reproducción de intereses, pues constituyó un importante vehículo para el pensamiento liberal. Las imprentas de Claudio Linati e Ignacio Cumplido tuvieron una función protagónica en la difusión del pensamiento liberal en México desde el primer tercio del siglo XIX. El Iris, publicado entre febrero y agosto de 1826, fue la primera revista literaria del México independiente y contenía en sus páginas el pensamiento de carbonarios y masones. Fue, también, una publicación afín a las logias yorkinas y, como tal, promovió en sus páginas los ideales liberales de libertad, fraternidad, igualdad, república y democracia.

Así, la litografía mexicana fue “un método de impresión que, por su bajo costo, se transformó, a principios del siglo XIX, en una forma de expresión popular, aunque también fue utilizada por la élite liberal mexicana para difundir su programa político” (Santillana, 2010: 69). Además, este método de impresión permitió recrear imágenes y retratar personajes –como en el caso de las litografías sobre trajes religiosos, civiles y militares mexicanos– o bien reproducir caricaturas para ridiculizar a los conservadores y enemigos del liberalismo. En El Iris, por ejemplo, aparece por primera vez el retrato del “lépero”, el mestizo mexicano de piel blanca y rasgos indígenas. Vemos, pues, cómo el impreso fue constituyendo, también, un espejo en el que se reflejaban pensamientos e imágenes de la nueva nación. Un espejo, una tecnología visual, que más tarde se pondría al servicio de las publicaciones escolares y las narraciones de la historia patria.

Las publicaciones educativas y las revistas infantiles –al igual que la asamblea escolar y las ceremonias cívicas como el saludo a la bande- ra– constituyeron una herramienta pedagógica clave para desarrollar y fortalecer el fin, principio y motor del movimiento liberal: la formación

d e n u e v o s c i u d a d a n o s . S o n m u c h o s l o s e j e m - p l o s d e p u b l i c a c i o n e s e d u c a t i v a s e i n f a n t i l e s que reflejaban este propósito (véase cuadro 1).

Cuadro 1. Títulos de algunas publicaciones Cuadro 1. Títulos de algunas publicaciones infantiles y educativas durante el periodo liberal infantiles y educativas durante el periodo liberal

Título de la publicación

1. Diario de los Niños 2. La Unión Escolar 3. El Niño Mexicano 4. México Intelectual 5. El Bien Social 6. El Ángel de la Guarda 7. Biblioteca de los Niños 8. El Instructor de los Niños 9. El Porvenir de la Niñez

Año de publicación

1839 1880 1895 1889 1890 1870 1876 1870 1870

10. La Enseñanza 11. La Enseñanza Dedicada a la Juventud 12. La Escuela de las Primeras Letras 13. El Protector de la Infancia 1870 1870 1870 1871

14. El Sábado 15. El Correo de los Niños 1871 1872

16. El Escolar

1873 17. La Edad Feliz 1873 18. La Educación. Periódico de enseñanza popular 1873 19. La Niñez Ilustrada 1873 20. El Educador Mexicano 1874 21. La Enseñanza Objetiva 1879 22. La Ilustración de la Infancia 1879 23. El Mentor Ilustrado de los Niños 1881 24. Álbum Recreativo 1882 25. El Educador Práctico Ilustrado 1886 26. La Escuela Moderna 1889 27. El Chiquitín 1892 28. El Álbum de la Juventud 1895 29. El Progreso Escolar 1896 30. La Escuela Mexicana 1904 31. La Juventud 1905 32. El Clarín 1906 33. La Ofrenda Escolar 1907 34. Educador Moderno 1910 35. El Educador Mexicano 1910 36. El Paladín Escolar 1913 37. Mi Muñeca 1913

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Publicaciones infantiles y educativas del periodo liberal Publicaciones infantiles y educativas de el l periodo l libe eral

Un ejemplo de patrimonio cultural cívico y sus elementos inmateriales

P u b l i c a c i o n e s c o m o l a s m e n c i o n a d a s e n e l c u a d ro 1 c o n s t i t u y e n h o y u n p a t r i m o n i o , u n a m e m o r i a d o c u m e n t a l q u e n o s p e r m i t e re t ro t r a e r y h a c e r p re s e n t e p a r a re i n t e r p re t a r s u s m o m e n t o s y s u s p re o c u p a c i o n e s . P a r t i c u l a r p e s o t i e n e l a c o l e c c i ó n B i b l i o t e c a d e l N i ñ o M e x i c a n o , c o n s i s t e n t e e n 8 5 c u a d e r n i l l o s p u b l i c a d o s e n t re 1 8 9 9 y 1 9 0 1 , e n l o s q u e n ú m e ro t r a s n ú m e ro s u a u t o r, H e r i b e r t o F r í a s , o f re c í a a l o s n i ñ o s , s u s “ p e q u e ñ o s l e c t o rc i t o s ” , l a re c re a c i ó n l i t e r a r i a d e e p i s o d i o s n a c i o n a l e s , l a re c o n s t ru c c i ó n d e l e y e n d a s , y l a re c u p e r a c i ó n d e h é ro e s re a l e s y m í t i c o s re p re s e n t a t i v o s d e e s a h i s t o r i a e n p e d a z o s q u e e l p e n s a m i e n t o l i b e r a l d e s e a b a i n t e g r a r : e l M é x i c o p re h i s p á n i c o , e l d e l a s a g a d e l a C o n q u i s t a , l a C o l o n i a y l a I n d e p e n d e n c i a , y f i n a l m e n t e , e l n a c i e n t e y a m e n a z a d o M é x i c o l i b e r a l .

En la Biblioteca del Niño Mexicano, p o r o t r a p a r t e , s e re c o n o c e n e l e m e n t o s c o m p a r t i d o s c o n o t r a s obras del mismo autor: Leyendas históricas mexicanas y Leyendas épicas, publicadas en entregas en 1895 en el periódico El Imparcial.

La importancia de esta Biblioteca radica en que se dirige a un público de reciente aparición en ese mo- mento: el niño. En el “Est u d i o i n t ro d u c t o r i o ” d e l a edición facsimilar presentada por Miguel Ángel Porrúa en 1987, Alejandro de Antuñano Maurer sostiene que: til como la revista La Ilustración de la Infancia, publicada por Dublán y Compañía; la colección Galería del Teatro Infantil, con obras mexfiles .files .wordpress .com para ser representadas por títeres, publicada por Vanegas Arroyo e ilustrada por J o s é G u a d a l u p e P o s a d a ; El placer de la niñez, monólogos para ser representados por el joven lector; Teatro infantil, también comedias breves publicadas por Vanegas Arroyo; Los niños pintados por ellos mismos y El diario de los niños, ambas

Heriberto Frías con orientación pedagógica, y

(1870-1925)

los Episodios históricos de Enrique Olavarría, la Biblioteca de Heriberto … [el niño mexicano] se incorpora a la

Frías fue la única intencionalmente oriencultura nacional a partir de la segunda mitad del

tada a familiarizar al niño, a través de un len-siglo XIX, gracias al esfuerzo del grupo liberal, el

guaje apropiado para él, con la historia nacional cual otorgó categoría constitucional a la enseñan-

y sus acontecimientos y personajes principales za libre y a la educación popular. Anterior a esta

(De Antuñano, 1987: 22-25).época, la atención que se le brinda y su participa-

Ilustrados en portadas y algunas páginas ción dentro de la colectividad son nulas. Su vida

interiores –se destacan cuatro portadas ilustra-transcurre en un ambiente de rígido tutelaje que

1 (véase cua-

das por José Guadalupe Posada–impedía el activo desarrollo de sus capacidades,

dro 2) los 85 títulos narraban con amenidad y entre la enseñanza religiosa y el tradicional apren-

romántica exaltación los acontecimientos, los dizaje de un oficio artesanal o agrícola. En el caso

paisajes y las hazañas gloriosas de los héroes, de la niña las opciones eran solamente dos: el ma-

algunos míticos, una historia patria que podía trimonio o la toma de hábitos religiosos (lo que

convivir con fantasmas, aparecidos, animales era muy celebrado por la familia) (1987: 21-22).

dialogantes y paisajes terroríficos o paradisiaDe Antuñano relata también que los juegos

cos. La organización de la obra responde a una y fantasías de la vida infantil sólo tenían el ám-

periodización histórica establecida por el autor:

bito familiar como escenario para su desarrollo y representación. De ahí el impacto que obras como la Biblioteca del Niño Mexicano, publica- 1 Alejandro Maximiliano de da por Maucci Hermanos, pudo alcanzar entre Austria o Un imperio efímero, El Sitio de Querétaro y El Cerro de sus lectores. Si bien existían en la misma época las Campanas, Los voluntarios del Bajío o Las jornadas heroicas, y en El Cinco de Mayo de 1862 y El Sitio de Puebla (1 otras obras también pioneras en el género infan-

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La Biblioteca del Niño Mexicano, se compone de 85 fascículos cuyas portadas presentan gran unidad gráfica. Sin embargo, afirma Antuñano Maurer que fueron sólo cuatro las portadas firmadas por José Guadalupe Posada, lo que hace suponer, dado el cuidado que el grabador ponía en firmar sus trabajos, que las otras 81 a pesar de sus semejanzas no fueran de su autoría. Las portadas arriba presentadas son las que fueron publicadas con su firma. Otras fuentes, como el Inventory of the José Guadalupe Posada Prints, 1880-1943 del Getty Research Institute, reconocen la colaboración de Posadas en 63 de los títulos para los que realizó tanto las cromolitografías de las portadas como las ilustraciones de interiores. Véase: Online Archive of California <www.oac.cdlib.org/findaid/ark:/13030/ tf0g5000xq/> [consulta: 28 de agosto de 2015].

Cuadro 2. Portadas de la Biblioteca del Niño Mexicano atribuidas a José Guadalupe Posada

Títulos de los fascículos –del total de 85 de la colección– cuya portada e ilustraciones de interiores el Getty Research Institute atribuye a José Guadalupe Posada.

Títulos de los fascículos

La Noche Triste en Tenochtitlan

La Libertad de México y El Cadalso de Padilla

El héroe de Cuautla José María Morelos

Once años de guerra ó1 El pueblo contra el tirano

Las alegrías en víspera de la matanza

Los virreyes de la Nueva España

Las infamias de la ambición ó La cruz de la Aurora

Una noche de diez años ó El albor de la Libertad

El triunfo del coloso y Los tratados de paz

Maximiliano de Austria ó Un imperio efímero

La campana siniestra ó Las derrotas gloriosas

El rayo de Satanás ó Por el amor de una hija

El fantasma carnicero ó El pavor de los verdugos

Las dos princesas sublimes ó El subterráneo de la gloria

La ciudad subterránea ó La llanura de Texcoco

Los horrores de la guerra ó La sangre de la Patria

Glorias del pueblo ó El hombre Cureña

La piedra contra el emperador ó La sublimidad de un héroe

La hija de Xicotencatl ó El bautismo de Jardín de Amores

El palacio de Coyoacán ó Los tesoros del imperio

Miguel Hidalgo y Costilla Padre de la independencia

El incendio de un alma ante los escombros del Anáhuac

El fin de un héroe azteca ó La eterna maldición

La sirena blanca y El tritón negro

El principio del siglo en México

El llanto de Cortés ó El árbol de la derrota

El rayo de la guerra don Francisco Javier Mina

La Guerra de Texas y La heroica Veracruz

El Temaxcall de Netzahualcoyotl en la noche ante Hernán

El genio de la guerra en México

El tazón de oro lleno de sangre

Portadas firmadas por José Guadalupe Posada Títulos de los fascículos

El último Teocalli ó La primera capilla de la paz

El castigo espantoso ó La lluvia de sangre

El Sitio de Tenochtitlan ó El último día de un imperio

La voz del heroísmo y El desengaño de la ambición

El Sitio de Querétaro y El cerro de las campanas

El sol de la paz

Fray Bartolomé de las Casas ó La protección de los indios

México ante la Independencia nacional ó La preparación de Grito La invasión norte-americana. Primeras batallas

La barca de la traición ó Los españoles en México

La victoria de Tampico y El mártir de Cuilapa

El año fatal ó Los desastres de la Patria

El sueño de Tenochtitlan ó El origen del fanatismo sanguinario La maldición contra el déspota ó El fin de un imperio

La cólera del pueblo ó La ciudad en erupción

El subterráneo del oro ó El duelo en las tinieblas

Las auras de la independencia ó El extertor2 de una víctima

El Grito de Libertad ó Viva la Independencia

El héroe del Sur y El abrazo de Acatempam

Los crímenes de la ambición ó El anatema de la víctima

La formidable catástrofe ó El triunfo del patriotismo

La conspiración del Marqués del Valle

La infamia del rey Tzintzicha ó La entrega de Michoacán

La púrpura de la traición ó Los suplicios del Gran Tribunal

Los crímenes y las epopeyas de México Colonial

Los voluntarios del Bajío ó Las jornadas heroicas

Portadas firmadas por José Guadalupe Posada

El Cinco de mayo de 1862 y El Sitio de Puebla

Las ambiciones de Napoleón III

La Guerra de Tres Años y La Batalla de Calpulalpan

1 Ort. impr. orig. 2 Ort. impr. orig.

Algunas portadas de la Biblioteca del Niño Mexicano Algunas portadas de la Biblioteca del Niño Mexicano

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“Descubrimientos y conquistas”, “Después de la Conquista y el Virreinato”, “La Independencia” y “Época moderna y actual”. Evitando el recurso de las fechas y nombres de la narración histórica positivista, añade a sus fluidas y breves narraciones episodios heroicos y consejas y fábulas que responden a una educación moral, indivisible compañera de la enseñanza del civismo en esa época. Ética y política, sentido histórico, compromiso y amor patrio son los ejes que organizan los contenidos recreados por este liberal convencido. Se trata pues de un ejemplo de búsqueda y realización de una didáctica de la historia hecha a modo del pensamiento político de la época; pero una didáctica en la que se trasmina la intención última del autor: hacer de los niños, ciudadanos.

Por lo anterior, la obra de Heriberto Frías, más allá de sus licencias históricas, intereses políticos e interpretación de la vida ciudadana que ha de promoverse en los niños, cumple a cabalidad con su finalidad cívico-pedagógica y representa un patrimonio documental de gran valor, pues “obedece el esfuerzo de memoria de un pueblo que es recogida y registrada a través de documentos en los que se narran o representan la huella y el testimonio de sus pensamientos, invenciones, descubrimientos, creaciones espirituales y artísticas y de sus logros científicos, históricos, políticos y sociales” (Cantón, 2014: 36).

Conclusión

El patrimonio cultural, más allá del soporte material en que se presente, contiene, en sí mismo, elementos inmateriales que son los que se anidan y acuerpan en la subjetividad de quienes, recibiéndolo, lo viven, lo transforman y lo transmiten. El patrimonio, como toda producción cultural, no es neutro ni es ajeno a las vicisitudes históricas, sociales y políticas de los pueblos que lo reconocen como propios; por ello contiene, siempre, elementos que constituyen guías de valor, orientadores para la convivencia y la interiorización de la organización de una vida social compartida en la que se expresan los valores, creencias, costumbres, necesidades, conflictos, aspiraciones y horizontes.

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Es por ello indispensable recordar que el patrimonio cultural cívico no está formado únicamente por el que recibimos como legado del pasado, pues la conciencia del sentido histórico nos hace ver que lo que construimos en el presente tendrá repercusiones en él hacia el futuro que deseamos compartir.

Las producciones culturales de hoy, si están construidas con sentido histórico, podrán ser guías de valor para las generaciones que vienen si les ofrecen elementos para mantener viva la convicción de que son los valores para la convivencia los que pueden orientar el reconocimiento de los bienes, materiales o inmateriales, naturales o documentales, susceptibles a recibir el estatuto de lazo social, de patrimonio compartido y, como tal, cultural.

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