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Delfina C. Rodríguez Su historia, sus libros y los deberes de las niñas
Delfina C. Rodríguez
SU HISTORIA, SUS LIBROS Y LOS DEBERES DE LAS NIÑAS
José Luis Juárez López*
Tomada de Rodríguez, 1906a: 276 En este artículo se presentan algunas obras de Delfina C. Rodríguez, una profesora normalista que escribió su propia colección de libros de lectura, los cuales se unieron a una producción que buscaba la completa educación de las niñas hacia las primeras décadas del siglo XX. Eran obras destinadas tanto a las maestras como a las alumnas, con el propósito de conservar una sociedad estrictamente marcada por los géneros y sus roles.
en el cambio del siglo XIX al XX, se produjeron libros para que las niñas practicaran la lectura y conocieran más de su entorno. A esta línea pertenecen obras como Susanita. Libro de lectura para uso de señoritas, de María Robert Halt, historia de una niña de doce años (Robert, 1904: 17-22), y los cuatro textos que forman la colección Rafaelita, escritos el primero y el segundo por María M. Rosales, el tercero por Ana María Valverde, y el cuarto revisado y organizado por Manuel Rodríguez Nava. Estas obras constituían el método más moderno de lectura para una niña, y el más popular, cuyo objeto era ayudar a “… capacitarla para que prontamente, gracias a los libros y a la escuela, ocupe en la sociedad el puesto que la civilización le asigna, que es ser compañera, ayudante y consejera del hombre en el trabajo y en los negocios y educadora inteligente de sus hijos” (Rosales, 1909: 7-8). Estas ideas, que eran importantes para educar a las jovencitas, se reproducen igualmente en otros libros, como los que aquí presentaré.
Distintos especialistas han señalado que en estas obras se muestran arquetipos que expresan los valores de una sociedad tradicional, que, para el caso de las niñas, tienen el fin de inducirlas a continuar en un papel subordinado. El i d e a l f e m e n i n o d e e n t o n c e s e r a u n o q u e m o s t r a r a re s i g n a c i ó n , p a c i e n c i a , m a n s e d u m b re y
* Doctor en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Profesor investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), adscrito al Museo Nacional de las Intervenciones (Ciudad de México).
abnegación. Una de las tareas propias de su sexo, si no es que la más inmediata en su formación, era el trabajo doméstico, por el que tenían que mostrar gusto y disposición.
En la primera década del siglo XX, la configuración de roles, esto es, lo que a cada uno le correspondía, estaba bien establecida: a la mujer se le imponía como misión, compartir y educar, además de una formación adecuada para moverse en los espacios de la vida cotidiana (Gutiérrez, 2018: 56-61). Toda mujer, además, debía ser obediente, reflexiva, condescendiente y sobre t o d o s e n s a t a , p o r l o q u e d e s d e p e q u e ñ a d e b í a guiársele para que fuera compañera y protectora de sus hermanos, a la vez que diminuta trabajadora doméstica, así comenzaría a construir su personalidad de futura madre de familia.
Este artículo es un breve acercamiento a los libros de lectura de la maestra Delfina C. Rodríguez. Sus varias obras fueron producidas de 1905 a 1922 y tienen un amplio contenido, pero aquí me enfocaré en los fines de estas publicaciones: formar a las niñas bajo un esquema de tradición.
Su historia
Delfina C. Rodríguez nació en la ciudad de México en 1878. Fue alumna de la Escuela Nacional para Profesoras de Instrucción Primaria. En octubre de 1890 se le examinó en las materias de la primaria superior: matemáticas, francés, caligrafía, gimnástica, español, música y labores manuales, mismas que aprobó, por lo que se le dio el certificado correspondiente. Entonces solicitó una pensión, es decir, una beca, y a pesar de que no la obtuvo siguió adelante con sus planes de convertirse en maestra. Ya como normalista pidió nuevamente ayuda en calidad de alumna pobre, pero por segunda vez le fue negada. En
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Susanita. Libro de lectura para uso de señoritas, de María Robert Halt, y la colección Rafaelita, escritos el primero y el segundo por María M. Rosales, el tercero por Ana María Valverde, y el cuarto revisado y organizado por Manuel Rodríguez Nava, constituían el método más moderno y popular de lectura para una niña
1893 terminó sus cuatro años de estudios, envió documentos de examen y entonces fue descrita como alumna amorosa a los estudios. Se ubicó su domicilio en la calle de Londres número cinc o e n C o y o a c á n , p o r l o q u e re c o r r í a u n a l a rg a distancia hasta el centro de la ciudad, donde se encontraba la Escuela Normal.
Su examen general de instrucción primaria lo pide el 3 de mayo de 1895 y lo sustenta el 29 del mismo mes, el 6 de junio hace la petición del título, y su nombramiento le llega el 10 de julio de 1896 para ocupar una plaza de ayudante de la Escuela Nacional número 13, así como la carta de enterado de parte de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública. El 28 de julio le toman protesta de servicio, y le otorgan posesión el 4 de agosto de 1896. Se detecta un error en su sueldo y por fin obtiene su nombramiento oficial el 28 de diciembre de 1896 (Expediente: 1-20).
En su hoja de servicio se asienta que en 1915 se le nombró profesora de Economía Doméstica. Esta materia es importante para ella, y será precisamente sobre este tema que escribirá una de sus obras más conocidas: La llave de la dicha doméstica, que se publicó en 1922. Este texto a su vez informa que Rodríguez era maestra titulada de la Escuela Normal Primaria para Maestras de la ciudad de México, y que había sido inspectora técnica de las escuelas oficiales primarias de la metrópoli y catedrática en la misma Escuela Normal.
Sus libros
E n s u l i b ro s o b re e c o n o m í a d o m é s t i c a , D e l f i n a C. Rodríguez siguió una tendencia que ya había establecido Dolores Correa Zapata en La mujer en el hogar, obra que estaba dirigida a estudiantes de la Escuela Normal. Rodríguez retomó la materia y la modernizó, por así decirlo, no sólo con nuevos contenidos sino también con imágenes, ya que incluyó fotografías, y sobre todo orientó sus lecciones para ser aplicadas con niñas púberes y con aquellas que estaban por entrar a lo que después se llamaría adolescencia. Su finalidad era que las jovencitas aprendieran a ser diligentes y se prepararan en lo concerniente a las labores del hogar. Por eso dijo que su publicación se componía de lecturas morales e instructivas que encerraban asuntos prácticos de economía doméstica, higiene del hogar y cuantos conocimientos eran indispensables a las mujeres para la dicha de los que la rodeaban. Todo bajo un esquema de educación integral, lo cual quería decir que la mujer se ilustrara y preparara porque de esta forma sería el orgullo de su esposo y, además, cuando se convirtiera en madre, podría educar perfectamente a sus hijos, es decir, ella era un medio para que otros lograran éxito (Rodríguez, 1922: 5-8). Esta dirección de absoluto servicio a los demás es precisamente la que se detecta en las obras que había dado a la prensa. Se trata de tomos clasificados como de lectura, hasta cierto punto poco conocidos, y cuyos planteamientos y significación respecto a cómo educar a las féminas quiero poner de relieve.
Delfina dio a conocer en 1906 La perla de la casa, un trabajo dedicado a quien llamó distinguida dama, Carmen Romero Rubio de Díaz, como pequeño homenaje de admiración y respeto. El volumen gira en torno a la situación familiar de tres huerfanitas y su padre tras la muerte de la esposa y madre. El viudo llama a su hermana, por suerte una maestra, para que se haga cargo de la educación de sus hijas. Así, las niñas comienzan con una serie de actividades apropiadas para ellas. La tía les enseña a hacer pan, les trasmite el conocimiento sobre algunas plantas medicinales como la tila, la violeta, las flores de
Tomada de Rodríguez, 1906a
Tomada de Rodríguez, 1906a Ejemplo de algunas páginas interiores de La perla de la casa de Delfina C. Rodríguez
saúco y la borraja, e incluso les muestra cómo confeccionar camisas para mujeres y para hombres (Rodríguez, 1906a: 35-250).
En ese mismo año ya se promocionaba otro trabajo, dividido en dos partes, que tituló El ángel del hogar. La primera parte está dirigida a niñas del segundo año y la anunció como su ópera prima, que había publicado en 1905 cuando era directora de la Escuela Central de Niñas Porfirio Díaz en Cuernavaca. Se trata de un ensamble de lecturas sencillas para que las educandas comenzaran a conocer su deber en la escuela y sobre todo en el hogar. Las breves disertaciones incluyen temas como uno en el que una niña desempeña las funciones de mamá, otra en la que se alaba a la niña hacendosa en las tareas domésticas, que incluso ejecuta antes de tomar el desayuno (Rodríguez, 1905: 64-118).
El segundo libro era para uso de las alumnas del tercer año de las escuelas primarias, y la edición que corresponde a 1917 está dedicada a Justo Sierra. Este texto tiene como hilo conductor el regreso a clases de Carolina, una niña de entre diez y once años, aunque después también cuenta el caso de otras niñas. Los temas son variados y en conjunto forman un auténtico decálogo de lo que se espera con el tiempo de las niñas. Todas deben tener buenas maneras, aprender a cocinar, tener la cocina ordenada y limpia y saber lavar prendas. Además, en forma directa se asienta que deben ser pulcras y conformarse con lo que tienen. Incluso la protagonista va modificando su forma de ser, ya que alguna vez fue desordenada: después de barrer dejaba la escoba donde mejor le parecía, lo mismo que la cubeta del agua, así como la regadera y
F ot o : J o s é L u i s J u á r e z L ó p e z www.todocoleccion.net
El ángel del hogar es un ensamble de lecturas sencillas para que las educandas comenzaran a conocer su deber en la escuela y sobre todo en el hogar
los lienzos mojados con que limpiaba los pisos, todo quedaba esparcido aquí y allá, en pocas palabras dejaba el equipo botado. En este escenario aparece el abuelo como autoridad y figura patriarcal. Hay secciones de trabajo en silencio que se antojan como una sutil advertencia de que una mujer parlanchina no es bien vista. Se establece la idea del respeto a la maestra y de cómo comportarse en casa ajena. Y entonces se lanza el gran dictado que hoy se antoja lapidario: a las mujeres debe enseñárseles a ser sum i s a s , o b e d i e n t e s y c u m p l i d a s e n l o s d e b e re s domésticos, ya que “Las niñas de hoy serán mañana las amas de casa”. Por eso les comparte un fragmento de un texto histórico que aborda los consejos de una madre azteca a su hija, escrito por fray Bernardino de Sahagún: sé aseada y ten tu casa en orden, da agua a tu marido para que se lave las manos y haz el pan para toda tu familia (Rodríguez, 1906b: 8-118).
Su propuesta María. Fragancias de madreselvas, de 1919, era para las niñas de cuarto año. Aquí ya se detecta una forma directa de educar con frases como “nosotras nos dedicaremos al trabajo”. Nuestra maestra retoma el tema del pan hecho por ella misma, les comparte los consejos de una aguja para aprender a coser, a remendar y a bordar, lo que entonces se llamaba primores de aguja, quizá por ello en la portada vemos a una niña en la labor de costura. Considera que las chicas sin estudios o capacitación difícilmente llenarán su misión de hija, esposa y madre y por eso las acerca al ejercicio para que crezcan fuertes, robustas, vigorosas y que no estén expuestas a enfermedades. ¿El resultado? Vivirán contentas y felices, y, si llegan a ser madres, sus hijos heredarán sus fuerzas, con lo que ellas darán a la patria ciudadanos útiles y fuertes (Rodríguez, 1919: 15-264).
En este texto la profesora Rodríguez da como lección una de sus propias vivencias. Presentó
Foto: José Luis Juárez López
Portada de María. Fragancias de madreselvas, 1919
cómo se redactaba una solicitud para pedir una pensión y aunque firma ese machote como Úrsula Rodríguez, da como dirección la calle de L o n d re s , q u e e r a s u d o m i c i l i o . A q u í a p a re c e n otros modelos por aprender, el de fidelidad, tomado de la esposa de Mariano Abasolo, así como el del amor maternal, y el de modernidad con la revaloración del registro civil para asentar la ocurrencia de nacimientos, matrimonios y defunciones, capítulos que resumirán mayormente el devenir de las mujeres.
Estos interesantes ejemplares también presentan pequeños poemas, cuentos, historias y fragmentos de lecturas de María Enriqueta, Laura de Cásares, Dolores Correa Zapata, Laura M. de Cuenca, María Arias Bernal, Gildardo F. Avilés, José Rosas, Manuel Acuña y Juan de Dios Peza, entre otros conocidos autores, pero la parte dedicada a la formación de las niñas es de mayor peso, ya que direcciona su patrón de vida.
Los deberes de las niñas
La estrategia empleada por Rodríguez en sus obras es sencilla pero efectiva. De manera suave se dirige a las jovencitas con un lenguaje tierno, casi mimoso, les comparte aspectos sublimes y bellos, después las sorprende con nuevos conocimientos, y entonces de manera directa les lanza frases rigurosas. Por ello lo que más destaca en sus trabajos que aquí he presentado es que las jovencitas expresen su feminidad mediante la ejecución de quehaceres domésticos, además de tejer, bordar y cocinar, y conducirse con un comportamiento ejemplar, servicial y de buenas maneras. Todo con el fin de perpetuar el destino de la mujer, que ya en su edad adulta debía destacar en funciones de esposa y madre.
La propia historia de la maestra Rodríguez es un verdadero señalamiento de cómo se abría paso una joven que no pertenecía a los grupos privilegiados. En su caso la perseverancia y la diligencia la llevaron a obtener lo que deseaba. Sus planteamientos, que hoy desde la óptica del empoderamiento de la mujer pueden ser vistos c o m o e x t re m o s , y a q u e l a u b i c a n e n u n p a p e l servicial y de comparsa, son sin embargo una huella de la manera en que se conducía la socie-
Referencias
EXPEDIENTE Delfina C. Rodríguez, exp.1, caja 5432, Antiguo
Magisterio. Secretaría de Justicia, Instrucción Pública y
Bellas Artes.
GUTIÉRREZ, A. C. (2018). La formación por género en los infantes de 1910 a 1930 en Toluca. Una perspectiva desde los libros de lectura: Rosas de la infancia y Rafaelita. Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad Autónoma del Estado de México.
ROBERT, M. (1904). Susanita. Libro de lectura para uso de señoritas. México: Librería de la Vda. de Ch. Bouret.
RODRÍGUEZ, D. C. (1905). El ángel del hogar. Libro de lectura para niñas de 2º año de la instrucción primaria elemental. México: Librería de la Vda. de C. Bouret. dad con respecto al entonces llamado sexo débil, no sólo a principios del siglo pasado sino incluso hasta bien rebasada su primera mitad.
Para Delfina C. Rodríguez, en todo caso, su condición de mujer no fue un impedimento. Al parecer no se casó; recuérdese que la figura ideal de una maestra era permanecer soltera y dedicada en cuerpo y alma a sus alumnas. Esa situación le permitió dar vida, ella sola, a su colección de libros y además la liberó de lo que podría haber sido para ella un yugo. Por eso brincó, por así decirlo, sobre los prejuicios de una sociedad conservadora, pero al mismo tiempo ella reprodujo duros cercos para las mujeres por medio de sus dictados.
Con esta aproximación a las obras de la maestra Rodríguez podemos concluir que, aun con sus sentencias de dura mentora, sus libros reflejan la visión de una mujer valiosa, y gracias a ellos detectamos los progresos enormes que se han hecho respecto de la educación de las niñas.
Esta es la historia que se asoma detrás de la producción de nuestra profesora, quien en 1925, a los cuarenta y siete años, solicitó su retiro, seguramente satisfecha de sus logros, entre los que sin duda podemos contar su obra editorial, hoy fuente de primera mano para aproximarse a toda una época.
(1906a). La perla de la casa. México: Bouret Editor.
(1906b). El ángel del hogar. Libro segundo de lectura para el uso de las alumnas del 3er. año de las escuelas primarias. México: Librería de la Vda. de C. Bouret.
(1919). María. Fragancias de madreselvas. Libro tercero para alumnas del cuarto año elemental. México: Librería de la Vda. de Ch. Bouret.
(1922). La llave de la dicha doméstica. México: Librería de la Vda. de Ch. Bouret.
ROSALES, M. (1909). Rafaelita. Libro segundo de lectura para uso del tercer año elemental, 2ª edición. México: Herrero
Hermanos Sucesores.