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El sentimiento de pérdida en la infancia durante la pandemia
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El sentimiento de pérdida en la infancia
DURANTE LA PANDEMIA
Elizabeth Palomares Contreras*
Lo que una vez disfrutamos, nunca lo perdemos. Todo lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros mismos.
HELLEN KELLER
El coronavirus ha determinado un escenario sin precedente en la vida de las personas, en todos los ámbitos, que ha alterado la normalidad. Las familias que han padecido la pérdida de uno de sus integrantes enfrentan emociones complicadas para todos, y aún más para los niños, que abruptamente tuvieron que dejar de asistir a la escuela, de convivir con sus amigos, de practicar actividades al aire libre y de visitar los lugares acostumbrados, todo lo cual forma parte de las pérdidas que están sintiendo por primera vez en su corta vida. Ante ello, este artículo brinda información para ayudar a entender y auxiliar la experiencia de duelo en nuestros alumnos durante la pandemia que está en curso.
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como educadores, es indispensable que nos preparemos para acompañar a nuestros alumnos no sólo en lo que ocurre en el contexto educativo, sino en particular en sus hogares. Ellos –y sus familias– requieren en estos momentos mayores muestras de empatía, así como espacios de expresión para plantear sus inquietudes o hablar acerca de las pérdidas que ha traído la pandemia. Es preciso considerar que a los niños también les afecta percibir las manifestaciones de inquietud, angustia, tristeza, estrés o ansiedad de las personas adultas con las que viven.
* Profesora de Educación Preescolar con licenciatura en Pedagogía y maestría en Educación. Maestra en el Colegio Pillicao, Jiutepec, Morelos.
En la infancia, las reacciones ante una pérdida importante se presentan de diversas formas, por ejemplo, en los más pequeños, de forma física o corporal, con la disminución del apetito, cambios en el sueño, enuresis, rabietas o temor a dormir solos o a separarse de los padres. Frente a estas manifestaciones, debemos ayudar a que los niños puedan identificar Shutterstock y nombrar sus emociones, para lo cual necesitamos observar, sentir y percibir a nuestros alumnos, sin olvidar que nosotros como docentes, madres y padres, también estamos A los alumnos también les afecta percibir las padeciendo duelos, por lo que es importante manifestaciones de inquietud, angustia, tristeasumirlos con naturalidad, sin ocultarlos. Exza, estrés o ansiedad presarnos de manera clara y ser modelo para nuestros hijos o alumnos es lo ideal. En este sentido, al comunicarnos con ellos es conveniente adaptar la información y el lenguaje para que logren comprender lo ocurrido, exponerlo de forma sencilla y plantear todas sus dudas e inquietudes.
Pérdidas, duelo y pandemia
En la actualidad, en nuestra sociedad, la muerte sigue siendo un tema tabú, que no se menciona o no se toma en serio; por ello, no se desarrolla el concepto o se hace de forma inadecuada.
El duelo es un proceso de adaptación ante la pérdida, para el que no estamos preparados, aunque es un camino que invariablemente se recorre, desde la infancia hasta la etapa adulta. Siempre que perdemos a alguien o algo importante en nuestra vida, así sea una mascota, un cambio de casa, de amigos, de relaciones, etc., forzosamente aprendemos a vivir sin esa persona o sin aquello que hayamos perdido. Es evidente que la pérdida tiene muchos significados, desde privarnos de algo que hemos tenido, como abrazos y otras expresiones de contacto físico, hasta la realización de proyectos, e incluso puede afectar el ámbito de los derechos humanos (educación, salud, libre tránsito, libertad de expresión, de reunión); también puede tratarse de la pérdida de alguna parte del cuerpo, lo que da lugar a una discapacidad, o de contraer una enfermedad (como el covid-19).
En síntesis, Neimeyer (2007) afirma que las pérdidas tienen que ver con la privación, el fracaso, la disminución y la destrucción, hasta los significados más personales y penosamente expresados ligados con pérdidas pasadas y actuales. En esta misma dirección, Elisabeth Kübler-Ross (2013) enfatiza al respecto que
las pérdidas, esas que hoy nos generan dolor y tristeza, deben ser elaboradas mediante un proceso, a fin de entrar en contacto con el vacío que ha dejado esa ausencia, y valorar que toda pérdida conlleva un sufrimiento o frustración, pero que sentirlo está bien, libera y colabora a aprender a vivir con la falta, a estar en paz con el presente y con quienes están con nosotros. Es necesario, entonces, darle peso y valor a todo aquello que cambia o muere en la vida de los niños.
¿Por qué hablar con los niños de la muerte? Hablar de la muerte es referirse a algo natural, se trata de entender que la muerte forma parte de la vida. La muerte está presente en las redes y medios de comunicación, en hechos reales, en cuentos y juegos, en películas infantiles y en la vida misma, por ello vale la pena cuestionarnos cómo evitamos la muerte como tema habitual y congruente con la propia experiencia vital (Esquerda y Gilart, 2015).
Cuando se habla de manera franca y verdadera con los niños sobre sus pérdidas, sus duelos y la muerte, son capaces de afrontar en mejores condiciones emocionales la vida: protegemos cuando hablamos del tema, no cuando lo evitamos; es decir, evitar hablar de la muerte es sólo una forma de sobreproteger, pero a corto y mediano plazos ello significará desproteger. En cambio, disponer de información evitará magnificar el evento. Como docentes, podemos animar a nuestros alumnos a comunicarse demostrándoles apertura, interés y respeto por lo que comentan, así como actuando de un modo sincero y tranquilo con nuestros propios sentimientos (Esquerda y Gilart, 2015).
Por ello, a continuación comparto algunas recomendaciones para trabajar con los niños en el proceso de duelo:
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Cuando se habla de manera franca con los niños sobre sus pérdidas, son capaces de afrontar en mejores condiciones emocionales la vida
• Mostrar receptividad a sus deseos de comunicación, cuando estén preparados para hacerlo. • Mantener una mentalidad abierta que anime sus intentos de comunicación. • Escuchar y aceptar sus sentimientos. • Intentar dar respuestas breves, en un lenguaje sencillo y adecuado a su edad; esto es, respuestas fáciles de entender, que no los abrumen con demasiadas palabras. • Abrir espacios para explorar sus emociones en cuanto a las pérdidas que han tenido. • Dar explicaciones sinceras cuando es evidente que estamos tristes.
¿Qué tipos de pérdidas pueden vivir nuestros alumnos? Algunos ejemplos de pérdidas que es común vivir durante la infancia son las siguientes (James y Friedman, 2012): • Ausencia física de la madre o el padre por trabajo, que los hijos viven literalmente como un abandono. • Separación de los padres. • Abandono real de alguno de los padres. • Distanciamiento emocional de las figuras paternas. • Inicio de la etapa escolar. • Muerte de mascotas o familiares. • Cambio de casa. • Desprendimiento de objetos significativos. • Cambios de escuela. • Ausencia de algún familiar importante (abuelos, tíos, hermanos mayores). • Carencias materiales por cambios en la economía familiar. • Enfermedad.
A partir de la experiencia de trabajo en el aula, podemos complementar el listado anterior con estos otros ejemplos de pérdidas durante el confinamiento por la pandemia: • Los juegos colectivos con compañeros (el recreo). • Los maestros. • Los amigos. • Las salidas con la familia. • Las salidas de campo organizadas por la escuela. • Las celebraciones, fiestas, graduaciones. • El contacto físico: los abrazos y apapachos. • La mirada directa que conecta y motiva.
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• Los trabajos en equipo en casa, donde socializaban además de trabajar. • Los espacios adecuados y especializados para aprender. • La libertad del alumno para decidir por sí mismo qué hacer durante algunas actividades académicas, en contraste con la presencia de los padres u otras personas durante sus clases en línea.
Particularidades en la infancia respecto al constructo de la muerte Al inicio de la infancia, entre los 0 y los 3 años, la muerte no posee significado, sólo es una palabra; después de los 3 años hay una mayor comprensión de ella. Lo que sienten los niños en relación con este hecho es la ausencia más que el concepto de morir, como un evento inevitable. En esta edad, la muerte se piensa como un evento pasajero, se cree que si alguien muere va a volver en algún momento a la vida, ya que en las películas o caricaturas de superhéroes, o en personajes como Blanca Nieves, Tom y Jerry, Coco, las situaciones de muerte son momentáneas, y sin sorpresa observan que en el siguiente capítulo o escena, reaparecen con vida. De ahí que la muerte parezca algo temporal y además reversible. De acuerdo con Zañartu, Krämer y Wietstruck (2008), el niño es capaz de apreciar las distintas situaciones, sin embargo aún no es capaz de formar un pensamiento abstracto para entender la muerte. Después de los 8 años, hacia los 9 y 10 años hay más conciencia al respecto (Cid, 2011).
Por otro lado, en la adolescencia hay una construcción completa de lo que significa la muerte; sin embargo, si la pérdida es cercana, asumir y aceptar es un proceso que además de racional es emocional: saber no es lo mismo que asimilar lo que se sabe. Ante todo, es importante conocer y entender las condiciones básicas que conforman el concepto de muerte. Al respecto,
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Un ejemplo de pérdida para la infancia durante el confinamiento por la pandemia son los trabajos en equipo en casa, donde socializaban además de trabajar
Shutterstock la fundación Mario Losantos del Campo, en la guía Explícame qué ha pasado, enfatiza cuatro premisas (Cid, 2011): 1. Todos los seres vivos mueren, la muerte es mundial. 2. La muerte es natural, morimos y no se puede volver a estar vivo. 3. Después de la muerte el cuerpo en su totalidad ya no funciona. 4. Cualquier muerte tiene una causa, no es culpa de nadie. Conviene destacar que las festividades y celebraciones del día de muertos, así como los sepelios o muertes de familiares y amigos, deben aprovecharse para hablar de manera natural con los niños sobre este acontecimiento. Con tal propósito, es necesario abrir canales de comunicación con ellos y hacerlos partícipes; también, cuando sea posible, propiciar que puedan despedirse del familiar al asistir al velorio o al sepelio considerando en todo momento la aceptación del niño, sin forzar, y explicando lo que ocurre, sin usar metáforas tales como: “Se ha ido de viaje”, “Está dormido”, “Se ha ido al cielo”, entre otras frases hechas.
Docentes, padres y tutores debemos hablar con claridad y con la verdad cuando los niños nos pregunten: ¿A dónde está?, ¿ha ido a algún lado?, ¿lo volveré a ver? Es recomendable contestar que no lo sabemos, porque en realidad no sabemos a dónde se fue. Asimismo podemos responder que el deseo es que estará bien, con un lenguaje apropiado para la edad del niño, con respeto y claridad.
La pandemia puso el duelo sobre la mesa, es decir, nos enfrentó al hecho de que la muerte sucede y es inevitable, que la muerte siempre está presente en variadas y diferentes circunstancias, como parte de la existencia; y es necesario ser conscientes de ello para disfrutar y vivir el hoy dándole más fuerza a nuestra vida.
El miedo a la muerte ha provocado un gran miedo a la vida, y ese miedo bien puede dar pie a la ansiedad, a la inseguridad, lo cual dificulta vivir plenamente, en paz y con satisfacción en nuestro día a día. La autora del libro La muerte y el duelo a través de los cuentos, Carmen Moreno (2015), afirma que es inevitable el surgimiento de preguntas sobre la vida, tales como ¿quién soy?, ¿por qué siento temor a la muerte? Sentir temor ante la muerte es normal, fundamentalmente porque queremos seguir viviendo. Ante ello es preciso enseñar a aprovechar el ahora, partiendo de la premisa de que mientras se está en presencia, se debe disfrutar y gozar la vida.
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El papel del docente ante las pérdidas de los alumnos
Es importante tener en cuenta que el propio proceso de crecimiento del ser humano conlleva un duelo, lo que desde la psicología de los niños entendemos como duelo de la infancia, necesario para su evolución y desarrollo psíquico. También a lo largo de su vida se van a presentar diversas experiencias de pérdida. Pangrazzi, citado por Cabodevilla (2007), enumera una gran cantidad de tipos de pérdidas que, para efectos de nuestra perspectiva, podemos resumir en cinco bloques: 1. Pérdida de la vida. Son las enfermedades terminales en las cuales la persona se enfrenta a su final. 2. Pérdida de aspectos de sí mismo. Puede aparecer tanto físicamente, respecto a partes de nuestro cuerpo –capacidades sensoriales, cognitivas, motoras–, como psicológicamente –autoestima, valores, sueños, etc. 3. Pérdida de objetos externos. Implica aspectos materiales, incluyendo el trabajo, la situación económica, pertenencias y objetos. 4. Pérdidas emocionales. Ocurren, por ejemplo, como consecuencia de rompimiento con la pareja o amistades. 5. Pérdida ligada al desarrollo. Tiene que ver con el ciclo vital normal, como es el paso por las distintas etapas o edades, infancia, adolescencia, juventud, menopausia, andropausia, vejez, etc.
Es conveniente señalar que los niños en etapa de duelo atraviesan por diversas problemáticas relacionadas con la atención, concentración, memoria, disminución del rendimiento escolar, conductas de tipo ansioso o arranques repentinos de llanto. Se trata de síntomas propios del duelo, que no necesitan medicación, pues se superan con acompañamiento y comprensión de parte de las personas afectivamente cercanas.
El trabajo diario con niños ofrece muchas situaciones que el docente puede aprovechar para llevar a cabo una formación y orientación emocional que comprenda la muerte. Autores como Gorosabel-Odriozola y León-Mejía (2016), Rodríguez, De la Herrán y Cortina (2015), Cortina (2008), entre otros, han propuesto distintas ideas para realizar actividades que los docentes pueden adaptar en función de sus necesidades y de la edad del alumnado. Dichas actividades se enfocan en la educación emocional y en la pedagogía de la muerte, usando recursos como los cuentos, mitos, refranes, películas, series, fotografías, teatro,
Shutterstock Los niños en etapa de duelo atraviesan por diversas problemáticas relacionadas con la atención, concentración, disminución del rendimiento escolar, etc
poesía, dibujo, títeres, canciones, obras musicales, noticias, situaciones cotidianas, la naturaleza (ciclo de vida-muerte), el arte y los proyectos compartidos.
Como ámbito formativo perdurable, este enfoque se centra en el valor de la muerte. Abarca tanto acciones pedagógicas anticipadas, que son independientes de una pérdida significativa, como paliativas, encaminadas al aprendizaje y la participación pedagógica, tanto en lo individual como en lo colectivo, mediante la intervención constante y el acompañamiento del tutor o docente (Rodríguez, De la Herrán, y Cortina, 2015).
Al respecto, en su estudio sobre la necesidad de practicar una pedagogía sobre la finitud humana, Ramos-Pla y Camat afirman:
Consideramos firmemente que no es necesario que fallezca un ser querido para que, en consecuencia, se enseñe su contenido y todo aquello que comporta (aspectos sociales, emocionales, biológicos, etc.). En esta línea, Poch y Herrero (2003) añaden que se debe anticipar la muerte y dar respuestas a los niños para que así puedan estar preparados cuando sucedan tales acontecimientos (2019: 277).
Desde esta mirada, los autores del Colegio de Médicos de Bizkaia: Artaraz, Sierra, González, García, Blanco, y Landa (2007), en la Guía sobre el duelo en la infancia y la adolescencia, plantean lo siguiente: • Mantener la normalidad, pero con flexibilidad. • Mantener una comunicación constante con los padres o tutores del menor. • Ofrecer al menor un apoyo adicional en el ámbito escolar. • Permitir salidas del aula (virtual o presencial). • Respetar y tener en cuenta las fechas especiales. • Preparar a los alumnos para el regreso de un compañero que está en duelo. • Empatizar con el dolor del otro.
Finalmente, siendo la muerte un proceso tan natural como la propia vida, el docente a cargo de un grupo o de facilitar el aprendizaje debe permitir que sus alumnos expresen sus emociones ante el duelo. Con este propósito, cabe considerar la posibilidad de crear grupos de apoyo para niños y jóvenes, pues ellos, igual que las personas adultas, requieren sostén, aliento y aprecio.
La habilidad y prudencia para orientar y apoyar es sumamente importante, tanto para quien ha sufrido una pérdida como para la comunidad a la que pertenece. Este acompañamiento permitirá comprender los sentimientos que se están viviendo en momentos de tanta incertidumbre. El final del proceso de duelo es la aceptación de la pérdida, que hace posible continuar el camino en esta vida y disfrutar cada día, poder estar de buen humor, dejar escapar la risa espontánea, aceptar la diversión y la interacción con las amistades, abrirse a nuevos aprendizajes, renovar la salud, recuperar el descanso en el sueño y permitirnos abrazar nuevamente la felicidad.
Referencias
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