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De gentilicios y etnónimos

De gentilicios

Y ETNÓNIMOS

Andrés Ortiz Garay*

www.tarahumarasustentable.mx Abordar el tema de los nombres con los que conocemos a los grupos indígenas de nuestro país podría ocupar un número completo de Correo del Maestro o más si le dedicáramos tan sólo una página de la revista a cada una de las 68 entidades que el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas y el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas reconocen como pueblos originarios de México. Sin duda, este número se incrementaría bastante si incluyésemos las variantes que en los ámbitos regional o local se da a los hablantes de lenguas indígenas. 1 Por eso, en vez de dedicar este artículo a una revisión de cada nombre –que forzosamente resultaría incompleta–, efectuaré una somera revisión de ciertos temas que nos acercan a la definición de la calidad lingüística de este tipo de nombres.

así, lo primero sería intentar la complicada definición de lo que es un gentilicio y, más precisamente, dentro de esta clase de palabras, lo que es un etnónimo. Comentaré también, de manera breve, que más allá de la calidad estrict a m e n t e g r a m a t i c a l d e g e n t i l i c i o s y e t n ó n i m o s , l o s v o c a b l o s q u e a s u m e n e s t a f u n c i ó n e n c u e n -

* Antropólogo. Ha laborado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Ecología. Para Correo del Maestro escribió las series “El fluir de la historia”, “Batallas históricas”, “Palabras, libros, historias” y “Áreas naturales protegidas de México”. 1 Mantengamos en mente dos cuestiones: una es que, en realidad, no hay en la práctica un reconocimiento operante en el ámbito oficial de la definición de grupo étnico (o sus variantes, como grupo indígena, pueblo originario, etnia, etc.) ni de las lenguas indígenas que ahora tienen el estatus de nacionales, aunque indudablemente sí exista una tendencia por parte de al- gunas instancias gubernamentales o de la sociedad civil, así como de los miembros de los propios grupos así llamados, para lograr ese reconocimiento; la segunda es que el hecho de hablar una de las lenguas consideradas como indígenas no equivale de modo automático a la identificación del hablante como miembro de alguno de los pueblos o etnias originales, pues hay otros criterios que operan para la adscripción de un individuo o hasta una comunidad en la categoría de miembro de un grupo indígena. Sin embargo, para efectos de lo que aquí trataremos, podemos equiparar, así sea grosso modo, los nombres de las agrupaciones étnicas con los que se dan también a sus lenguas.

tran un reacomodo semántico al formar parte de un discurso que se conforma social, histórica y políticamente. En otro espacio, por publicar en el futuro, abordaré los problemas asociados a l a s p o s i b i l i d a d e s y c o n v e n i e n c i a s d e l o g r a r u n cambio en la manera de nombrar a los grupos indígenas de nuestro país.

Según la Real Academia Española (

RAE), la p a l a b r a g e n t i l i c i o p ro v i e n e d e g e n t i l i c i u s , q u e deriva de gent lis, ambas palabras latinas y con raíz léxica en el término gens. Para los antiguos romanos, la gens era la cepa, la estirpe, el linaje de un individuo; quizá se podría decir que de acuerdo con ese significado, el concepto gens sería en cierta manera equiparable a nuestros modernos apellidos (un ejemplo muy usado es que la gens Iulia o Julia era un gran grupo de gente emparentado consanguíneamente o que reivindicaba un ancestro común; a esta gens perteneció, entre otros personajes, Julio César), aunque al hacer esta comparación un tanto simplista, no debemos olvidar que las estructuras de parentesco de la antigüedad latina no eran totalmente equivalentes a las de nuestra modernidad. Sin embargo, de una forma derivativa, para los romanos gens fue también una manera de llamar lo que hoy en día designan palabras como nación, pueblo o raza. De ahí que gens evolucionara hacia gentilicio, palabra que en nuestro español hace referencia a un nombre colectivo que se da a los miembros de un pueblo, una ciudad, una región, un país, una nación o hasta a los de alguna de las divisiones político-administrativas que componen a un Estado-nación, como las provincias o los estados de una república federada. El diccionario de la RAE nos dice igualmente que el gentilicio puede ser un adjetivo que denota una relación con un lugar geográfico y que como t a l t i e n e q u e v e r c o n l o “ P e r t e n e c i e n t e o re l a tivo a las gentes o naciones” y lo “Perteneciente o relativo al linaje o familia” (RAE, s. f.). En cambio, esta misma fuente no incluye a la palabra etnónimo en las entradas de su diccionario.

Pero de acuerdo con la perspectiva que aquí p ro p o n g o a d o p t a r, e t n ó n i m o y g e n t i l i c i o p o drían tomarse casi como sinónimos, aunque en realidad hay una diferencia importante entre ellos: el concepto de gentilicio abarca un rango más amplio de significaciones asociadas, pues aparte de un linaje, o pertenencia a una nación, p u e d e , t a m b i é n , e n n u e s t ro u s o c o t i d i a n o d e l idioma, referirse a la pertenencia o relación con otros ámbitos espaciales y sociales que no están

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Para los romanos gens fue también una manera de llamar lo que hoy en día designan palabras como nación, pueblo o raza

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El concepto de gentilicio abarca un rango más amplio de significaciones asociadas, por ejemplo, tepiteño o coyoacanense nos refieren a la liga con un barrio, una colonia o hasta una demarcación político-administrativa de la Ciudad de México

determinados por factores relacionados con la etnicidad. Así, por ejemplo, tepiteño, sateluco o coyoacanense nos refieren a la liga con un barrio, una colonia o hasta una demarcación político-administrativa de la Ciudad de México; yucateco o sonorense tienen que ver con la adscripción de alguien a una entidad federativa y no a un linaje; y hay además otros, como jarocho o chilango, que también establecen la relación con una región o una ciudad aunque no sean los términos usados en el discurso oficial. Pero la relación originaria con una etnia es lo que aquí interesa destacar especialmente, y por eso, aunque la RAE no la admita, la palabra etnónimo me parece la más adecuada para señalar la singularidad de un gentilicio asociado indeleblemente a l s i g n i f i c a d o d e n o m b re d e u n g r u p o é t n i c o . Veamos entonces lo que nos dice otra fuente sobre el significado de etnónimo:

Un etnónimo (en griego ethnos: ‘tribu’, + onuma: ‘ n o m b re ’ ) e s e l n o m b re d e u n g r u p o é t n i c o . S e habla de un exónimo cuando el nombre ha sido

atribuido por otro grupo, o de un autónimo si ha sido autoasignado. Por ejemplo, el grupo étnico dominante en Alemania es el de los alemanes, un exónimo llevado al español desde el latín; los alemanes se refieren a sí mismos con el autónimo

deutsch.

Cuando un idioma evoluciona, los etnónimos que alguna vez fueron aceptables pueden llegar a ser ofensivos. Ejemplos de etnónimos difamatorios de la historia son cretino (gentilicio de Creta), vándalo, bárbaro, san, fenicio, lapón, gringo, goyim, chichimeca, popoluca, payo y filisteo (“Etnónimo”, 2019).

La cosa puede empezar a complicarse si recurrimos a nombres demasiado técnicos, como etnoglotónimo, usado en varias fuentes como sinónimo de etnónimo. Y peor todavía cuando se recurre a autoglotónimo o heteroglotónimo. Para evitar tales complicaciones, nada más usaré en e s t e t e x t o a u t o e t n ó n i m o o a u t o n o m b re ( e n re ferencia principalmente al nombre que se dan a s í m i s m o s e n s u l e n g u a l o s m i e m b ro s d e u n g r u p o é t n i c o ) y e t n ó n i m o o n o m b re i m p u e s t o (cuando se trata del nombre que se da a un g r u -

po desde otro hablante de una lengua diferente). ShutterstockLa Nueva gramática de la lengua española (2009), también de la RAE, a f i r m a q u e e l g e n t i l i c i o s e c o n s i d e r a a c t u a l m e n t e c o m o m i e m b ro d e u n a c l a s e p a r t i c u l a r d e l o s a d j e t i v o s d e relación o adjetivos relacionales, es decir, aquellos que introducen ámbit o s q u e a f e c t a n a l a s p e r s o n a s y l a s c o s a s , o d e l a s q u e é s t a s p a r t i c i p a n . Si bien esta definición no me parece realmente clara, sirve de algún modo para considerar que hay otros adjet i v o s , a d e m á s d e l o s c o m ú n m e n t e

La palabra etnónimo señala la singularidad de un gentilicio asociado indeleblemend e nominados adjetivos calificativos, te al significado de nombre de un grupo étnico que forman una clase especial cuyo o b j e t i v o e s e x p re s a r c i e r t a s p ro p i e 2d a d e s d e l a s p e r s o n a s o l a s c o s a s . N o p u e d o dificación, desarrollo y derivación. Y más aún, dejar de subrayar que este asunto de clasificar a es innegable que emplean el mismo sistema un adjetivo como calificativo o relacional sigue fonológico al que pertenecen y que pueden ser siendo bastante complicado, ya que muchos ad- analizables en términos de semántica, sintaxis, jetivos pueden comport a r s e d e u n a u o t r a m a - morfología y etimología (desde luego, en conn e r a d e p e n d i e n d o d e l contexto en el que fun- cordancia con la lengua que los usa o de aquella cionen. de la cual provienen). Pareciera entonces que, al

Ahora bien, es indudable que en la realidad, menos en el caso de gentilicios y etnónimos, la tanto gentilicios como etnónimos adquieren la frontera que separa al sustantivo del adjetivo, o función de sustantivos en el habla cotidiana de al nombre propio del nombre común, es menos quienes hablamos español. Como tales, entran tajante de lo que sostienen algunas concepcioen la categoría de nombres propios, si bien una nes demasiado estrechas acerca del desempeño que hace referencia a entidades colectivizadas. de la gramática. En esta funcionalidad como sustantivos también Ahora bien, es conveniente anotar que, en cirse presentan problemas para su definición uní- cunstancias en las que no interviene de manera voca. Por ejemplo, hay investigadores de la lexicología que consideran que los nombres propios 2 Algo similar sucede con otra categoría, la de los nombres de son elementos que no pertenecen al sistema lin- lugar (que también pueden adquirir funciones de adjetivos): “En un topónimo convergen diversos factores lingüísticos güístico porque son “lexemas históricamente y extralingüísticos que se tejen de una manera singular en individualizados que no entran como tales en cada lengua y cultura dando una característica particular a la onomástica propia de cada pueblo. Como cualquier designa-oposiciones lexemáticas” (Díaz, 2010: 49); pero, ción, el topónimo encierra un proceso social. El estudio de por otro lado, también se propone que sí particila toponimia no debe limitarse a un análisis morfológico, por pan de otros fenómenos léxicos tales como mo- convincente que éste sea” (Díaz, 2010: 101).

decisiva un factor de dominación social o política determinante, los gentilicios pueden surgir de manera relativamente espontánea y ser producto de un consenso más o menos generalizado. En estos casos, es común que su aceptación se forje en el uso cotidiano y adquiera robustez a través del tiempo, se convierta en norma, y luego, en herencia tradicional. Esto sucede con los gentilicios que se originan en el habla popular y no se le asignan a un grupo social de manera artificial; se supone entonces que gozan del favor y aprecio del pueblo al que denominan y por eso se mantienen vivos. Desde luego, se puede intentar –y se intenta– la formación de términos que no son los usuales en el presente utilizando para ello elementos lexicográficos que den origen a neologismos apropiados, claros y eufónicos que gocen de aceptación popular; pero también puede pasar que los vocablos así engendrados sean de vida efímera, pues los usuarios los desdeñan o definitivamente los rechazan por alguna razón, aun cuando su estructuración cumpla con las leyes morfológicas, prosódicas y etimológicas de la lengua que pretende darles cabida. Son entonces los hablantes y usuarios de la lengua en cuestión quienes tendrán la última palabra al respecto.

Por su parte, el etnónimo es comúnmente clasificado en la categoría de los sustantivos o como adjetivo en las frases nominales, pues en sentido e s t r i c t o d e s e m p e ñ a e s t ru c t u r a l m e n t e l a s f u n ciones correspondientes a tales categorías, pero como marca de identificación se sitúa más allá del ámbito estrictamente lingüístico y por eso su estudio requiere el concurso de dimensiones, datos y elementos antropológicos, etnográficos y socioculturales. Podemos pensar entonces que se necesita una mayor incidencia de una perspectiva filológica detallada para lograr conocer la especificidad de cada etnónimo, así como el concurso de estudios que posibiliten dilucidar la presencia de cambios lingüísticos e influencia de contactos manifestados en préstamos y copias.

Si enfocamos el caso de los pueblos indígenas de México, y particularmente los gentilicios asignados a ellos por los grupos o clases sociales dominantes, tenemos que el imperialismo lingüístico ha sido más bien náhuatl que español. Porque en el proceso de expansión del Imperio azteca, o mexica si se prefiere, los nahuahablantes del altiplano central de México nombraron a los pueblos vecinos y a los demás que entraban en la órbita de su sistema tributario, por medio de palabras originadas en su lengua, el náhuatl, o adaptando a ella otras de distinta procedencia. Luego, al imponerse como poder dominante, los españoles no hicieron más que repetir lo mismo, al menos en la mayoría de los casos. Es decir, simplemente retomaron los nombres nahuas o nahuatizados y los adaptaron gradualmente a las estructuras fonológicas y gramaticales de su lengua (básicamente, las adaptaciones gramaticales tuvieron que ver con asuntos de concordancia en género y número o apenas algo más).

Pero este proceso, desenvuelto a horcajadas 3e n t re u n a g l o t o f a g i a d e s c a r a d a y u n a a d a p t a ción inconsciente, terminó produciendo una serie de problemas que hasta hace relativamente poco tiempo fueron dejados de lado por los estudios etnográficos y etnolingüísticos. Por ejemplo, algunos gentilicios/etnónimos refieren a una entidad étnica relativamente particular (mazahua, mixe), ya que hay una liga entre agrupación étnica y lengua; pero en otros casos un término único se emplea para nombrar a pueblos que regional y lingüísticamente distaban mucho de ser lo mismo (olmeca o chontal son los ejemplos más clásicos). Desde luego, algunos nombres tienen cargas más neutras o descriptivas,

3 En otro artículo veremos qué significa este término.

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Algunos gentilicios/etnónimos refieren a una entidad étnica relativamente particular (mazahua, mixe), ya que hay una liga entre agrupación étnica y lengua

como zapoteco –‘los del lugar de los zapotes’– o mixteco –‘los de las nubes’–. Pero hay otros más cuyo sentido ha sido calificado como despectivo, aunque, tal vez, se nos escapen sus significados profundos (el más conocido es chichimeca, ‘los del linaje de perros’ ). Estos ejemplos, a pesar de que aquí los presento muy simplificados, deben hacernos pensar en que la manera de registrar los nombres y sus significados en la documentación que hoy nos posibilita hacer historia, muchas veces origina dudas y confusiones cuando se pretende hacer un estudio sobre la evolución del nombre de un pueblo particular.

Por el otro lado, el estudio del autonombre de cada grupo indígena presenta en general gran c o m p l e j i d a d , p r i m e ro p o rq u e e s c o m ú n q u e no haya mucha reflexión al respecto, y segundo porque pone de manifiesto una variedad de identidades posibles en función de las relaciones interétnicas que se puedan establecer y los motivos por los cuales un grupo se constituye como unidad. Sin duda el significado que se atribuye a los autonombres constata esto último, ya que pueden hacer referencia a varios tipos de significación, por ejemplo: simplemente a una gente o un pueblo como un colectivo, a la región donde esa gente habita, a una localidad específica, a la lengua que hablan, a alguna característica especial de ese pueblo, etc. Por eso en muchas ocasiones es difícil precisar con exactitud el origen y el significado del autonombre; las explicaciones van desde un fuerte etnocentrismo que excluye a la gente que no es miembro del grupo, hasta las justificaciones de un origen mítico en el que ese nombre fue legado por los antepasados y se ha transmitido de generación en generación perdiéndose en esa transmisión gran parte del conocimiento sobre un significado preciso.

Una cuestión de gran importancia que se debe tener presente es que no es lo mismo un grupo étnico que un grupo lingüístico; por lo general puede haber coincidencia entre ambos,

pero no siempre la hay, dado que compartir una lengua no es suficiente para explicar una identidad común en el marco que podemos provisionalmente llamar etnia o grupo étnico. Es posible decir que la identidad étnica adopta múltiples formas dependiendo de la concepción que cada grupo humano tiene de sí mismo como unidad singular y homogénea en el espacio y el tiempo. Según su vinculación con el mundo, los seres humanos se reconocen como pertenecientes a una etnia, o también a un grupo mayor, como una nación, estableciendo sistemas de identificación (o identidades) que no siempre son excluyentes, sino que más bien se manifiestan como diversas en diferentes contextos. Los etnónimos son así mucho más que una etiqueta con la cual se designa algo, pues es posible que sus significados, si son correctamente descifrados, permitan un acercamiento al entramado de las formas de identificación y de los rasgos culturales propios del grupo. Esta información puede no estar disponible en primera instancia, pero es probable que una investigación minuciosa posibilite descubrirla y entender a cabalidad eso que generalmente se traduce con el simple y poco preciso significado de ‘el pueblo’, ‘la gente’, ‘nosotros’.

Entonces, los estudios sobre la etnonimia de los grupos indígenas de México tendrán que enfrentarse a los problemas que ya antes he mencionado: escasez de fuentes documentales, incertidumbre en las tradiciones orales nativas, necesidad de recurrir a la información aportada por diversas disciplinas, y, lamentablemente, un relativo desinterés en el tema. Pero aun así, el esfuerzo vale la pena, pues no sólo representa una aportación al conocimiento histórico, sino que puede resultar un acto que contribuya a un trato más justo hacia los pueblos indígenas.

Referencias

DÍAZ, A. L. (2010). Topónimos y antropónimos en la obra de Sahagún. En: Itinerario toponímico de México. Ignacio

Guzmán Betancourt. Martha C. Muntzel y María Elena

Villegas Molina (eds.). México: Instituto Nacional de Antropología e Historia. ETNÓNIMO (2019, 30 de diciembre). En: Wikipedia. La enciclopedia libre: <es.wikipedia.org/w/index.php?title=Etn%C 3%B3nimo&oldid=122369761>.

RAE, Real Academia Española (s. f.). Gentilicio. En: Diccionario de la Lengua Española [en línea]: <dle.rae.es/gentilicio?m=form>.

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