Editado por José de Jesús García Vega
Felicidad y calidad de vida
Felicidad y calidad de vida José de Jesús García Vega Editor
Colaboradores: Luis Butten Richard Easterlin Reto Felix Nicole Fuentes José de Jesús García Vega Alejandro Tapia Ruut Veenhoven
García Vega, José de Jesús, ed. Felicidad y calidad de vida Coyoacán, Ciudad de México Editora Nómada, 2017 152 págs., 15 x 22.5 cm. ISBN: Belisario Domínguez 17-B Colonia Villa de Coyoacán Coyoacán, Ciudad de México México, CP 04000 Primera edición, Ciudad de México, 2017
Edición y diseño de interiores: Katia Ibarra Diseño de portada: Liv Mendoza
© José de Jesús García Vega © Editora Nómada Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin previo permiso y por escrito del editor ISBN: Impreso en México / Printed in Mexico
Índice Prólogo
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¿Qué hace feliz a la gente? Richard Easterlin
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¿Absoluta o relativa? La felicidad en función del ingreso, la adquisición y el consumo Luis Butten y Reto Felix
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La felicidad y el dinero Nicole Fuentes
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La calidad de vida en México y el mundo José de Jesús García Vega
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Religión y felicidad en México: 10 años de estudio Alejandro Tapia
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Crisis económica en México y calidad de vida Alejandro Tapia y José de Jesús García Vega
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Felicidad: lecciones de la investigación empírica Ruut Veenhoven
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Bibliografía y lecturas recomendadas
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Prólogo José de Jesús García Vega
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l tema de felicidad y los conceptos, aparentemente similares, como calidad de vida, bienestar subjetivo y satisfacción con la vida han ocupado buena parte de la literatura reciente. En revistas especializadas como Social Indicators Research, Journal of Happiness Studies y Applied Research in Quality of Life podemos encontrar un sinnúmero de artículos sobre estos temas que basan sus publicaciones en investigaciones con alto rigor científico. En un reciente artículo, Ed Diener indica que las publicaciones acerca del bienestar subjetivo rebasan la cifra de 10 mil por año. Por otro lado, publicaciones como el Time, The Economist y, más recientemente, el Harvard Business Review, han dedicado las portadas de algunos de sus números al tema de la felicidad y han incluido como parte sustancial algunos artículos que destacan la importancia de su estudio. Existe un aparente consenso entre los investigadores sociales de que, en la segunda mitad del siglo xx, la atención se centró en la producción de bienes y servicios para satisfacer las necesidades de una población creciente. Para ello, en este periodo, la humanidad dedicó gran parte de sus esfuerzos al desarrollo de tecnologías, y los seres humanos se concentraron en la producción y el consumo, con la convicción de que un mayor consumo era el camino directo hacia la satisfacción de necesidades y la felicidad. Algo falló en esta percepción. Estudios alrededor del mundo han demostrado que pese a los incrementos en la producción de bienes y servicios, la población en general no ha sido más feliz. El Dr. Richard Easterlin, colaborador en este volumen, fue un pionero en descubrir la escasa o tal vez nula relación entre el crecimiento económico y el aumento de la felicidad. Esta es la “paradoja de Easterlin”, establecida en los años 70, la cual ha desatado una buena cantidad de estudios que buscan probar, criticar o simplemente utilizar esta paradoja para analizar la relación entre el dinero y la felicidad. Cierta o no, la comunidad científica debe sentirse muy agradecida por esta llamada de atención que de alguna
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José de Jesús García Vega manera desató un interés en el tema de la felicidad, que ciertamente va más allá del simple crecimiento económico. Afortunadamente, el mismo grupo de investigadores que se dedica a estos temas ha llegado a la conclusión de que la primera parte del siglo xxi está destinada a regresar la atención a temas más importantes para el ser humano y que habían quedado fuera de la agenda principal del hombre: la felicidad y el medio ambiente. Es así que en varios países y en diversas organizaciones internacionales se ha retomado el tema de la felicidad y el bienestar en su concepción integral como parte importante del desarrollo y lo han colocado como parte de la agenda pública. Durante el iv Foro de la ocde dentro del proyecto “Measuring Progress”, realizado en Nueva Delhi en octubre de 2012, se presentaron avances de las iniciativas oficiales encaminadas a la medición de la felicidad y el bienestar subjetivo. Dentro de estas iniciativas destacan la de Gran Bretaña, Francia, Chile y, afortunadamente para quienes habitamos en este país, la de México. La medición y el monitoreo de la felicidad no es un asunto trivial. Saber cómo está la gente y cómo se siente en su entorno es algo muy importante. A nivel país, podemos encontrar una situación en la que los indicadores materiales o económicos se encuentran en un muy buen nivel y, aun así, la gente se siente inconforme. Entre otros asuntos, esta situación fue la que llevó al expresidente francés, Nicolás Sarkozy, a buscar alternativas de medición que mostraran la situación real de la población y no sólo los avances económicos. Esta medición del bienestar subjetivo también se vuelve relevante en el contexto laboral, en virtud de las evidencias encontradas que relacionan la productividad de las empresas con la satisfacción de los empleados. Nuevamente, no basta proveer de bienes materiales (léase sueldo y prestaciones) a los empleados, sino que es imperativo explorar cómo se sienten para poder tomar decisiones en consecuencia y así elevar la productividad de la empresa. Varias instituciones e investigadores, entre ellos el Harvard Business Review, han encontrado una fuerte relación entre la productividad y la satisfacción laboral, haciendo de esta tarea no sólo un movimiento en busca de un reconocimiento de responsabilidad social o de buena voluntad, sino que la medición y el monitoreo de la felicidad y la
Prólogo satisfacción laboral en la empresa se vuelven elementos estratégicos para el éxito y la obtención de una ventaja competitiva. Este hecho se destaca en el reporte de bienestar de 2012 del Foro Económico Mundial, que se reúne en Davos todos los inviernos: las empresas deben mencionar en su reporte anual, además de sus resultados financieros, el estado de bienestar de sus empleados. La lectura de esta recomendación puede ser que si bien se pueden obtener buenos resultados en el corto plazo, lo único que garantiza su continuidad es tener un capital humano capaz y satisfecho con lo que hace. En este libro nos complace sobremanera contar con dos de los más destacados investigadores en el tema de la felicidad a nivel mundial: el Dr. Richard Easterlin y el Dr. Ruut Veenhoven. Como se mencionó anteriormente, el Dr. Easterlin generó uno de los primeros estudios sobre la relación entre el dinero y la felicidad y causó tal efecto en los investigadores de su época que se acuñó en su nombre la famosa “paradoja de Easterlin”. Sus contribuciones posteriores han abonado al estudio de esta relación y también a la relación que existe entre la felicidad y el desarrollo de las generaciones, dando luz a importantes conclusiones que, entre otras, se muestran en la contribución con la que inicia este libro denominada “¿Qué hace feliz a la gente?”. El Dr. Veenhoven ha liderado un proyecto que ha sido una referencia obligada para todos los investigadores interesados en el tema de la felicidad: la Base de Datos Mundial de la Felicidad. Este proyecto, con sede en la Universidad Erasmus de Róterdam, contiene una gran cantidad de referencias bibliográficas en una gran variedad de idiomas, además de contar con bases de datos y referencias de investigadores que están involucrados en el tema. Sus escritos son también una referencia en la concepción de lo que es la felicidad y cómo se comporta este aspecto en los diferentes países del mundo. Su contribución “Felicidad: lecciones de la investigación empírica” cierra esta obra y nos da un recorrido por los conceptos, mediciones y comparaciones de las distintas encuestas con las que cuenta su base de datos. Además de las contribuciones de estos destacados investigadores a nivel internacional, en este libro se incluyen las aportaciones de investigadores relacionados con el Centro de Estudios para el Bienestar de la Universidad de Monterrey (udem). El primero de ellos es obra de
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José de Jesús García Vega Luis Butten, graduado de la licenciatura en Mercadotecnia Internacional, y Reto Felix, quien en su tiempo fuera profesor de mercadotecnia en dicha universidad. Butten y Felix toman como referencia un artículo de Christopher Hsee, Yang Yang, Naihe Li, Luxi Shen para replicar un experimento en el cual se busca identificar la relación entre la felicidad y la posesión material, expresada ésta en términos de posesión de recursos, capacidad de compra y disfrute de los bienes adquiridos (o en términos utilizados por los autores: ingreso, adquisición y consumo). Ellos parten de la hipótesis de que hay diferencias sustanciales si evaluamos la felicidad que generan estas posesiones materiales. Esto es, en términos materiales no es lo mismo tener para comprar (ingreso), comprar (adquisición) o disfrutar de lo comprado (consumo). Analizando diferentes niveles de recursos, llegan a la conclusión de que las posesiones materiales son más importantes en términos relativos que en términos absolutos, siempre y cuando se trate de posesión de recursos y de capacidad de compra, más no así en términos de disfrute de los bienes comprados. En esta última condición, esto es, en el disfrute de los bienes comprados, las posesiones son más importantes en términos absolutos que en términos relativos, haciéndonos ver que a la hora del disfrute es cuando efectivamente el dinero sí hace diferencia. Nicole Fuentes retoma la relación entre la felicidad y el dinero para analizar cuatro preguntas fundamentales: ¿son más felices las personas que viven en países más ricos? Dentro de un país determinado, ¿son más felices las personas que tienen más dinero? ¿Aumenta la felicidad cuando crece el ingreso? Y por último, ¿por qué más dinero no se traduce necesariamente en una mayor felicidad? La respuesta a la primera interrogante es positiva y esta afirmación está basada en múltiples estudios. El porcentaje de personas felices en los países ricos tiende a ser mayor que en los países con menos recursos. También, basada en estudios, Nicole Fuentes señala que no necesariamente las personas que tienen más dinero son más felices en un determinado país. Cita incluso algunos estudios realizados en México. La tercera pregunta nuevamente merece una respuesta indefinida: a pesar de la sabiduría convencional económica que establece que a mayor ingreso la satisfacción de las personas debe ser mayor,
Prólogo los estudios encontrados a la fecha señalan que esta situación no se presenta en forma generalizada. De hecho, en países industrializados hay evidencias de que los incrementos en el ingreso per cápita no ha sido acompañado de un incremento en la felicidad. Estos hallazgos dan pie para que la autora le dedique un espacio más extenso a la última pregunta y así explica, con base en varios elementos como los valores, el materialismo, las comparaciones y la habituación, el porqué más dinero no necesariamente genera una mayor felicidad. En un intento de ir más allá del concepto de felicidad como medida de progreso, José de Jesús García Vega propone un índice de calidad de vida en el cual se combinen medidas objetivas y subjetivas. Para ello, señala que los resultados de un país como México pueden ser contrastantes, dependiendo de la medida de progreso que se utilice. El Dr. García utiliza los resultados a nivel internacional de los indicadores tradicionalmente objetivos de progreso como el pib per cápita y muestra cómo nuestro país se coloca muy por debajo de las potencias industrializadas al ubicarse en la posición 61 (datos del fmi de 2010). Por otro lado, señala que si se toma un indicador de bienestar subjetivo, como lo es la felicidad, México ocupa el primer lugar de acuerdo a la Encuesta Mundial de Valores 2005-2008. Dada la imposibilidad de que una sola de estas dos medidas refleje el bienestar integral de las personas, García Vega propone una medida compuesta en la que se incluyen elementos objetivos y subjetivos del bienestar de las personas. Basado, entre otras aportaciones, en el llamado “Reporte Stiglitz”, el autor afirma que el bienestar debe ser multidimensional y, para ello, deben considerarse diversos aspectos que en conjunto reflejan la calidad de vida. Al final, García Vega utiliza la matriz de lo que él denomina “el paraíso de Michalos” para justificar la incorporación de la medición de indicadores subjetivos en el bienestar integral de las personas. En la contribución de Alejandro Tapia, se aborda un análisis de la felicidad y su relación con la religión en nuestro país. Inicia su escrito con una descripción del panorama religioso en México y los valores de los mexicanos, para después concentrarse en un estudio particular realizado en la Zona Metropolitana de Monterrey en 2002. Señala que si bien la religión católica es la que predomina en el país,
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José de Jesús García Vega las preferencias religiosas varían de acuerdo a las regiones. Advierte también que existe una tendencia a la baja en el comportamiento religioso de los mexicanos. Por otro lado, y acorde a otros estudios, Tapia sostiene que los mexicanos somos un grupo feliz, aunque su análisis de los resultados de la Encuesta Mundial de Valores refleja un poco o nula relación entre la religión y la felicidad. Centrándose en los resultados correspondientes a la Zona Metropolitana de Monterrey, la relación entre la satisfacción con su religión y la felicidad es más evidente, al igual que la relación entre la felicidad y quienes le dan importancia a Dios. Finalmente, Tapia compara la percepción de estudiantes de dos entidades académicas, una de Monterrey y otra del Distrito Federal, y encuentra que la importancia que le otorgan a la religión es muy diferente, siendo los estudiantes de Monterrey quienes más creen en Dios y en la religión. Finalmente, en un intento por encontrar una asociación entre las crisis económicas y la felicidad, Alejandro Tapia y José de Jesús García presentan un análisis de lo que implica y lo que se puede hacer cuando se presenta una crisis como la vivida en México y el mundo en 2008 y 2009. La contribución inicia con una descripción del concepto de crisis y hace una diferenciación entre las diversas “crisis económicas” argumentando que no todas son iguales y que los impactos pueden ser diferentes en los diferentes grupos de la población. Sin buscar ser un tratado extensivo de las teorías que relacionan el dinero con la felicidad, los autores repasan algunas propuestas, entre ellas, la conceptualización de los placeres y las gratificaciones de Martin Selligman, la de las discrepancias de Alex Michalos, la teoría de la adaptabilidad al ingreso y retoman la matriz del paraíso y del infierno del propio Michalos. Concluyen que se requiere considerar los aspectos objetivos y subjetivos del bienestar, tal y como se propone en los trabajos que toman la calidad de vida como indicador del bienestar integral de los seres humanos. Del mismo modo, se presentan algunas recomendaciones para enfrentar las crisis económicas, que si bien en muchos de los casos son inevitables, el sufrimiento derivado de las mismas es, hasta cierto punto, opcional. Aun cuando los estudios y las investigaciones relacionadas con los conceptos de felicidad y calidad de vida han sido extensos, aún se
Prólogo presenta una gran cantidad retos. Desde las diferentes concepciones de los términos, de su medición, interpretación de los resultados y la selección de las diferentes muestras en las cuales se aplican los estudios, las conclusiones a las que se llega distan aún de formar un conjunto sólido de hallazgos que nos lleve a establecer una teoría general aceptada de la felicidad y la calidad de vida. Las diferencias culturales y, más aún, la falta de convencimiento de algunos sectores de la población sobre la importancia de la felicidad y de la medición del bienestar en forma integral, hacen que los intentos realizados sean apenas pequeños granos de arena que van formando un cuerpo de conocimientos que habrán de servir de base para las decisiones relevantes de un país, de los estados, de los municipios y aun de las empresas que buscan progresar. Una de las frases que quizá refleje con mayor claridad es estatus de la investigación en este tema es: “En el camino de tu vida no es tan importante la distancia a la que has llegado, sino la dirección que llevas”. En el estudio de la felicidad y la calidad de vida es evidente que aún falta mucho camino por recorrer. Lo que resulta prometedor es que parece que vamos en la dirección correcta.
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¿Qué hace feliz a la gente? Richard A. Easterlin
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reo que es seguro decir que a la mayoría de nosotros le gustaría ser más feliz, y tener las “llaves de la felicidad.” Durante siglos, este tema era competencia exclusiva de los filósofos y teólogos, quienes especularon y ofrecieron recetas sobre “la buena vida”. Recientemente, el tema de la felicidad se ha incorporado al dominio de las ciencias sociales, en primer lugar en la psiquiatría (donde el inverso de la felicidad, la depresión, fue el centro de esta disciplina) y después, desde aproximadamente 1950, en las ciencias sociales convencionales. El impulso para la investigación en las ciencias sociales en el último medio siglo ha sido el desarrollo de las encuestas de población que indagan sobre el sentimiento de bienestar en las personas. Una pregunta muy simple de una encuesta sería, por ejemplo: “En general, ¿qué tan feliz diría usted que es: muy feliz, algo feliz o no muy feliz?” Otra pregunta podría ser, “¿qué tan satisfecho está usted con su vida como un todo: mucho, algo, más o menos, poco, o nada en absoluto?”. Me imagino que cada uno de nosotros, puede responder fácilmente a tales preguntas sobre los sentimientos de bienestar, así como la mayoría de los encuestados lo hacen. Con los años, la literatura metodológica se ha desarrollado para darle valor a las respuestas de estas preguntas. El consenso profesional es que las respuestas, aunque no sin sus problemas, son significativas y comparables razonablemente entre grupos de individuos. Aunque existen sutiles diferencias entre la felicidad y la satisfacción de vida, para efectos del presente objetivo, voy a tratarlas como medidas intercambiables sobre los sentimientos generales de bienestar, es decir, del bienestar subjetivo. Mi trabajo se centrará en los datos de la encuesta sobre las causas de bienestar subjetivo, lo que estamos aprendiendo al respecto, lo que podríamos hacer, como individuos, para mejorar dicho bienestar. A medida que avanzo voy a discutir dos teorías de bienestar, ambas importantes y diferentes, una de psicología y la otra de economía.
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Richard A. Easterlin Éstas son lo que podríamos llamar la “tendencia central” en la actualidad en cada disciplina, no hace falta decir que no hay nada como la unanimidad. En psicología, la teoría del punto de referencia o “set point theory”, ha ganado cada vez más atención en la última década. Se piensa que cada individuo tiene un punto de referencia fijo de felicidad o de satisfacción de la vida determinada por la genética y la personalidad. Eventos de la vida como el matrimonio o el divorcio, la pérdida de un trabajo, y alguna discapacidad grave o enfermedad, pueden desviar temporalmente a una persona por encima o por debajo de este punto, pero con el tiempo cada individuo se ajusta a las nuevas circunstancias, y vuelve a establecer un punto base. Los psicólogos llaman a este proceso de ajuste “adaptación hedónica”. Un escritor de la teoría de punto de referencia afirma rotundamente que las circunstancias de la vida tienen un papel insignificante a la hora de hablar de una teoría de la felicidad. Si esto es correcto, entonces es poco lo que usted o yo podemos hacer para mejorar nuestro bienestar y las políticas públicas dirigidas a hacer que la gente esté mejor por medio del mejoramiento de sus condiciones sociales y económicas son inútiles. En contraste, la economía hace especial hincapié en la importancia de las circunstancias de la vida para el bienestar, particularmente en el ingreso de las personas así como su situación laboral. La opinión de que el dinero te hace más feliz encuentra un rotundo respaldo en la teoría económica. La implicación es que uno puede mejorar su satisfacción con la vida al tener más dinero y que las medidas de las políticas públicas destinadas a incrementar los ingresos de la sociedad en su conjunto aumentarán el bienestar. Voy a argumentar que la obtención de datos de la encuesta indica que ninguna de estas teorías es correcta. Contrariamente a la teoría del punto de referencia, los acontecimientos de la vida como el matrimonio, el divorcio o alguna discapacidad grave o enfermedad tienen efectos duraderos sobre la felicidad. A diferencia de lo que la teoría económica supone, más dinero no hace más feliz a la gente.
¿Qué hace feliz a la gente?
Fuentes de la felicidad Mi análisis se guía por lo que las personas dicen acerca de lo que las hace felices. A principios de 1960, el psicólogo social Hadley Cantril llevó a cabo un estudio intensivo en catorce países del mundo, ricos y pobres, capitalistas y comunistas, haciendo preguntas abiertas sobre lo que la gente quiere de la vida y lo que sería necesario para que sus vidas fueran completamente felices. Me gustaría hacer énfasis en el carácter abierto de la encuesta de Cantril. Ha habido muchos estudios sobre los valores y las metas de las personas, pero casi todos presentan al encuestado una lista de opciones predeterminadas por el entrevistador. Cantril, por el contrario, deja que cada participante hable por sí mismo. A pesar de las enormes disparidades socioeconómicas y culturales entre los países, lo que la gente dijo es muy similar. En todos los países, las circunstancias materiales, especialmente el nivel de vida, son mencionadas más a menudo. Después están las preocupaciones sobre la familia como, por ejemplo, tener una vida feliz de familia. Esto es seguido por inquietudes sobre la salud personal o familiar. Después de esto, y más o menos igual en importancia, están los asuntos relacionados con el trabajo propio (tener un trabajo interesante) y de carácter personal (estabilidad emocional, valor personal, autodisciplina, etc.). Las preocupaciones sobre problemas generales nacionales o internacionales, como la guerra, la libertad política o civil y la igualdad social, rara vez son mencionadas. Los cambios abruptos en estas últimas circunstancias afectan a la gente en su sentido de bienestar en el momento que ocurren, pero normalmente se toman como un hecho. En cambio, son las cosas que ocupan la mayor parte de la vida cotidiana de las personas, cuestiones dentro de su control, las que suelen estar en la vanguardia de las preocupaciones personales –especialmente ganarse la vida, el matrimonio y la familia y la salud. La universalidad de estos problemas ayuda a explicar por qué las comparaciones de la felicidad entre los grupos de personas son significativas. A pesar de que las preguntas del cuestionario sean abiertas para que cada individuo defina la felicidad y la satisfacción de la vida por sí mismo, la mayoría de las personas están basando sus juicios de bienestar en la esencia de las mismas consideraciones.
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Richard A. Easterlin A continuación, voy a discutir la evidencia sobre la relación de la felicidad con los tres casos mencionados con mayor frecuencia por la gente como sus fuentes de bienestar: el nivel de vida material, la situación familiar y la salud. Me centraré en las relaciones a lo largo de la media. No es necesario decir que, lo que es verdadero para el promedio no necesariamente es cierto para cada individuo, pero es importante tener claro lo que es típico. Por lo general, voy a informar los resultados de los datos de las encuestas –algunos, no todos, de mi propia investigación– que muestran cómo los eventos de la vida afectan el bienestar a medida que las personas progresan a través del ciclo de la vida adulta, a partir de la edad adulta temprana a través de la edad media y hasta sus años de jubilación. La mayoría de las generalizaciones en la literatura de las ciencias sociales en el bienestar subjetivo no se basan en el ciclo de vida, sino en una de sus etapas. Como se verá más adelante, respecto al dinero y la felicidad, las relaciones de un momento determinado no siempre se replican en el curso de la vida. Incluso en los estudios que tratan de seguir a los mismos individuos a través del tiempo, el plazo es rara vez más de un año o dos, y casi nunca son representativos de la población nacional entre cinco y diez años. El enfoque del ciclo de vida que yo uso aquí emplea la técnica de los demógrafos –análisis de cohorte de nacimientos–, ya que abarca un segmento mucho más largo del curso de la vida. Las encuestas anuales se utilizan para rastrear la experiencia a medida que aumenta la edad de un grupo de individuos nacidos en un determinado año o década una “cohorte de nacimiento”. Aunque los mismos individuos no son entrevistados en cada año sucesivo, tenemos una muestra al azar representativa del mismo grupo de individuos. La ventaja especial de este enfoque es que podemos seguir cohortes de nacimiento en los datos estadounidenses sobre la felicidad desde hace casi tres décadas.
Salud y felicidad Permítanme comenzar con la salud. La cuestión crítica es si los cambios significativos en la salud tienen un efecto duradero sobre la
¿Absoluta o relativa? La felicidad en función del ingreso, la adquisición y el consumo Luis Butten y Reto Felix
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urante siglos, la felicidad ha sido un tema que ha intrigado al hombre. Los antiguos griegos la concibieron como el objetivo de la vida misma. En la Edad Media, se consideró que la felicidad era Dios. A partir del siglo xviii se definió como la consecución del placer y la ausencia del dolor. Además, también fue considerado que, para medirla, se necesitaba una ciencia empírica, es decir, una basada en la experimentación. A partir de esa postura inició el desarrollo de estudios encaminados a medir la felicidad. Tal tendencia continúa hasta la fecha, y es a través de ésta que se han identificado numerosos factores que originan o influencian la felicidad. Entre ellos se encuentran el ingreso, la salud, las relaciones humanas, un sistema de gobierno democrático y federal, el tiempo libre y el materialismo (aunque este último, de manera negativa). Gracias a investigaciones recientes, a la lista anterior ha sido posible agregar un elemento más: la maximización. El investigador Barry Schwartz y sus colegas sugieren que la maximización es la tendencia a desear el mejor producto para resolver una necesidad, llevando al maximizador a ser más ansioso, estresado y menos feliz. En el extremo opuesto se encuentran los satisfactores, quienes no buscan el mejor producto disponible, sino uno que solamente cumpla su criterio de aceptable, por lo que, generalmente, son más felices que los maximizadores. De todas maneras, la información arrojada por la medición objetiva del nivel absoluto de la felicidad –al responder a una pregunta que, por ejemplo, podría ser: “¿Qué tan feliz te sientes: muy feliz, algo feliz, o nada feliz?”– enfrenta una paradoja, que se verá reflejada a continuación. Tal medición puntual de la felicidad señala que en los últimos 60
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Luis Butten y Reto Felix años ésta no ha aumentado en Estados Unidos; ni en los últimos 40 en Inglaterra o Alemania. Considerando que estos países cuentan con algunos de los índices de desarrollo humano (idh) más altos del planeta, lo que hace suponer que sus habitantes tienen todo a su disposición para ser más felices en la medida en que su calidad de vida mejora, entonces, ¿por qué necesariamente no lo son? Una posible explicación de esta paradoja es que la felicidad es relativa y no absoluta. Mientras que la felicidad absoluta se encuentra en el interior de las personas y es inmune a juicios externos, la felicidad relativa se basa en compararse con los demás por lo que se pone en función de otras personas. La especial relevancia que posee la naturaleza de la felicidad, fuera absoluta o relativa, contiene implicaciones sociales importantes. De comprobarse que, en efecto, la felicidad es relativa, poco importará que los estándares de vida mejoren de una generación a la siguiente (como podría sugerir el caso mencionado de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania). Es decir, si la felicidad en función del ingreso fuera relativa, un aumento en el ingreso per cápita no aumentaría la felicidad de un país necesariamente. Esto sería así porque las personas pobres del país en cuestión, aunque con un ingreso mayor que el de antes, seguirían comparándose con los ricos de dicho lugar. En cambio, si realmente fuese absoluta, invariablemente el nivel de felicidad aumentará de una generación a la siguiente, al mejorar los niveles de ingreso y la calidad de vida en general. Investigadores del tema cubren el punto anterior al explicar que la felicidad no depende de un bien objetivo, sino de una comparación subjetiva. En ese caso, la felicidad es relativa, y puede llegar a clasificarse como inútil y evasiva. Inútil, porque una vida feliz no necesariamente es una buena vida, y evasiva, porque los estándares de comparación tienden a aumentar con el éxito, dejando al individuo tan infeliz como antes. Richard Easterlin, autoridad en investigaciones sobre la felicidad desde hace más de 35 años, demostró que el aumentar los ingresos de todos no necesariamente redunda en una mayor felicidad. Llegó
¿Absoluta o relativa? La felicidad en función... a tal conclusión tomando en cuenta el nivel de ingreso de 19 países del mundo y el nivel de felicidad que sus respectivos habitantes reportaron durante 20 años. El científico sustenta su afirmación argumentando que el estándar con el que se juzga el nivel de bienestar aumenta en la misma proporción que el nivel de ingreso de la sociedad. Es decir, al contar con mayores ingresos, las aspiraciones materiales de los ciudadanos aumentan en la misma proporción. Así, aun con más dinero, una persona no se acerca ni se aleja de obtener sus siguientes metas materiales. El investigador Christopher K. Hsee y sus colegas declaran que la falta de consenso en cuanto a si la felicidad responde de manera absoluta o relativa al ingreso, como lo demuestra la diversidad de opiniones hasta ahora presentadas, se debe a un aspecto que tienen en común la mayoría de los estudios que abordan el tema. Los autores señalan que tales investigaciones consideran la felicidad como una evaluación subjetiva del bienestar o de la satisfacción con la vida, en general, y que es influenciada por un sinnúmero de factores a la vez. Por tal razón, sostienen que, para tratar efectivamente el aspecto absoluto o relativo de la felicidad, hay que evaluar un nivel más preciso que el de un bienestar subjetivo general y explorar situaciones hedónicas específicas, en un momento en el tiempo en particular. Entre ellas se encuentran, específicamente: el ingreso, o sea, cómo se siente una persona al recibir dinero; la adquisición, o sea, cómo se siente una persona al comprar un producto de consumo; y el consumo, o sea, cómo se siente un individuo al consumir un producto, mientras todo lo demás (como los factores señalados previamente) permanece constante. Así, tanto en su artículo como en éste, el término felicidad se refiere a tales experiencias hedonistas específicas, que involucran tanto experiencias positivas (felicidad), como negativas (infelicidad). Siguiendo ese parámetro, los investigadores realizaron un experimento con estudiantes universitarios. Tal proyecto fue replicado en la Universidad de Monterrey (udem), enriquecido con otros elementos que abordan los conceptos del materialismo y la maximización.
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Luis Butten y Reto Felix El experimento constó de tres fases, cada una por las experiencias hedonistas específicas a las que se referían: el ingreso, la adquisición y el consumo. En cada etapa, los estudiantes evaluaron su nivel de la felicidad contestando la pregunta “¿Te sientes feliz, en general?” con una escala del 0 al 10, donde 0 significa No y 10, Sí. Para investigar si la felicidad era absoluta o relativa se comparó la representación gráfica de cada media con un patrón que describe, hipotéticamente, cómo debería comportarse la felicidad en ambos casos. El patrón mencionado puede verse en la figura 1. Figura 1. Patrones hipotéticos, absoluto y relativo, de la felicidad
Felicidad
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miembros pobres miembros ricos miembros pobres miembros ricos del grupo pobre del grupo pobre del grupo rico del grupo rico
Patrón relativo
Patrón absoluto
Fuente: Hsee et al. (2009)
Para construir estos patrones, se conceptualizan dos países: uno pobre y uno rico, donde en cada uno existen habitantes pobres y ricos. Dentro de cada país, los habitantes conocen el nivel de ingreso, posibilidades de adquisición y productos consumidos de los otros habitantes. Sin embargo, los habitantes de un país desconocen el nivel de ingreso, posibilidades de adquisición y productos consumidos del otro país. Entonces, si la felicidad fuera absoluta, ésta debería seguir el patrón creciente mostrado con las barras oscuras, es decir, el patrón absoluto mantiene una tendencia ascendente de un grupo al siguiente. Por otro lado, si la felicidad fuera relativa, queda señalado cómo, a
¿Absoluta o relativa? La felicidad en función... pesar de que los miembros pobres del grupo rico poseen más que los miembros ricos del grupo pobre, éstos son menos felices. Para investigar si la felicidad sigue el patrón absoluto o relativo, una muestra de 131 alumnos fue dividida en dos grupos independientes uno del otro: uno de los grupos representaba un país pobre, con 65 personas; el otro, un país rico, con 66 personas. Se efectuó tal división en función del ingreso simbólico que les iba a ser entregado durante la primera etapa de la experimentación. A su vez, ambos grupos fueron subdivididos en otros dos, catalogando al azar sus respectivos miembros como pobres y ricos dependiendo del ingreso simbólico que cada persona, dentro de cada grupo, recibió. La representación gráfica de lo anterior se muestra en la figura 2 Figura 2. Representación gráfica del diseño del experimento
grupos pobre miembros pobres
miembros ricos
rico miembros pobres
miembros ricos
La figura 2 ejemplifica cómo se incentiva la comparación entre miembros de un mismo grupo e imposibilitaba aquella entre miembros de distintos grupos. El primero de estos aspectos es necesario en las instancias en que la felicidad es relativa, pues tiene que ver con la comparación con los demás. El segundo aspecto, cuando la felicidad es absoluta, permite identificar aumentos en ésta en la medida en que un grupo tiene mejores condiciones que el anterior. En la etapa del ingreso, los alumnos recibieron cupones a manera de representar dinero. En el grupo pobre se entregaron cupones con un valor nominal de 1 y 2 y en el rico, de 3 y 6. En el grupo pobre, los miembros pobres recibieron los cupones con valor de 1 y los miem-
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Luis Butten y Reto Felix bros ricos, los de 2. En el grupo rico, los miembros pobres recibieron los cupones con valor de 3 y los ricos, los de 6. El nivel de felicidad promedio reportado por el alumnado se muestra en la figura 3 Figura 3. Medias de la felicidad en función del ingreso 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1
9.29
8.67 6.06
4.59
miembros pobres miembros ricos miembros pobres miembros ricos del grupo pobre del grupo pobre del grupo rico del grupo rico
La figura 3 evidencia que los miembros pobres de los grupos ricos, aún contando con un ingreso mayor que los miembros ricos de los grupos pobres, reportaron ser menos felices que éstos. También se puede constatar que las barras siguen el patrón que la felicidad seguiría en caso de ser relativa, presentado en la figura 1. En la segunda fase del experimento, la adquisición, se ofreció a los participantes una variedad total de 16 diferentes paletas que compraron con los cupones que habían obtenido en la primera fase del estudio. Se escogieron paletas como el producto a ofrecer por su ubicuidad en el mercado y que, aún en edad universitaria, las personas todavía mantienen un gusto por ellas disfrutan saborearlas. Los miembros de cada grupo tenían la opción entre cuatro diferentes paletas, las cuales reflejaron el valor de los cupones entregados en la primera fase. Por ejemplo, los miembros ricos del grupo rico que habían recibido cupones con un valor de 6 tenían como opción cuatro paletas de muy alta calidad, mientras que los miembros pobres del grupo pobres que habían recibido cupones con un valor de 1 tenían como opción cuatro paletas de una calidad inferior. La felicidad que los individuos reportaron en este paso del experimento se muestra en la figura 4
¿Absoluta o relativa? La felicidad en función... Figura 4. Medias de la felicidad en función de la adquisición 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1
8.16
7.70
8.31
5.61
miembros pobres miembros ricos miembros pobres miembros ricos del grupo pobre del grupo pobre del grupo rico del grupo rico
Los resultados sugieren que la felicidad en la adquisición de un producto sigue, al igual que la felicidad cuando se la coloca en función del ingreso, el patrón relativo. A pesar de que la diferencia en las medias es estrecha en tres de las cuatro observaciones, la dirección de los promedios aún apunta a una dirección congruente por la teoría. El consumo representa la tercera etapa del ejercicio empírico y, en ella, se pidió a los participantes que probaran la paleta que habían comprado. La felicidad promedio que los miembros de cada grupo reportaron se muestra en la figura 5 Figura 5. Medias de la felicidad en función del consumo 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1
8.11
8.49
8.84
6.89
miembros pobres miembros ricos miembros pobres miembros ricos del grupo pobre del grupo pobre del grupo rico del grupo rico
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Luis Butten y Reto Felix Gráficamente, las barras de la figura 8 demuestran que la felicidad es absoluta en función del consumo, siguiendo su respectiva tendencia presentada en la figura 1. Como se pudo esperar, los miembros ricos de cada grupo se sintieron más felices con sus paletas que los miembros pobres. Específicamente, los miembros ricos del grupo rico se sintieron más felices que los miembros pobres del grupo rico (8.84 contra 8.49), y los miembros ricos del grupo pobre se sintieron más felices que los miembros pobres del grupo pobre (8.11 contra 6.89). Sin embargo, a diferencia de las dos fases anteriores del estudio, los miembros pobres del grupo rico se sintieron más felices que los miembros ricos del grupo pobre (8.49 contra 8.11). Así, contrario al ingreso y la adquisición de un bien, la felicidad con el consumo de un producto parece ser absoluta y no relativa. Como explicación de este efecto se puede suponer que en el consumo, la felicidad está determinada en virtud de una escala innata, estable y común (en este caso las papilas gustativas), mientras que en el ingreso y la adquisición de un bien, la felicidad se determina más bien en la comparación con otros miembros del grupo. Además de evaluar su felicidad, en cada etapa del experimento, los participantes también contestaron dos cuestionarios adicionales. El primero de ellos, desarrollado por Marsha Richins, mide el nivel de materialismo de una persona. El segundo, de Barry Schwartz y sus colegas, mide el nivel de maximización de un individuo y lo clasifica como maximizador o satisfactor al tomar una elección de compra. La información proveniente de las escalas del materialismo y la maximización permitió dividir la muestra en tres partes iguales. De la muestra total de 131 personas, 41 tenían un alto nivel de materialismo; 45, uno medio; y 45, uno bajo. Para detectar diferencias entre estos grupos más fácilmente, se consideraron solamente los dos extremos y se descartó el grupo con un nivel medio en materialismo. Siguiendo el mismo procedimiento, se consideraron solamente los grupos en los extremos en la escala de maximización, resultando en una muestra de 43 satisfactores y 42 maximizadores. Las medias de la felicidad en cada etapa del proyecto y de acuerdo
La felicidad y el dinero Nicole C. Fuentes
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a prosperidad económica se ha convertido en uno de los aspectos más importantes de las sociedades actuales. Hoy en día, más individuos desean un ingreso lo suficientemente alto para comprar una casa grande, un auto último modelo y para viajar por el mundo. Como resultado de este fenómeno, el éxito de una persona o de un país muchas veces es medido en términos de su capacidad para generar o incrementar la cantidad de dinero disponible.
La relación entre el dinero y la felicidad ha sido ampliamente estudiada y es, sin duda, uno de los temas que más debate han generado en la historia del estudio científico de la felicidad. Aunque, la literatura acerca de dicha relación es muy extensa, gran parte del conocimiento que hoy existe sobre esta vinculación puede organizarse alrededor de cuatro preguntas fundamentales: 1) ¿Son más felices las personas que viven en los países más ricos?, 2) ¿Dentro de cada país, son más felices las personas que más dinero tienen?, 3) ¿Aumenta la felicidad cuando crece el ingreso? y; finalmente, 4) ¿Por qué más dinero no necesariamente se traduce en más felicidad? A continuación revisaremos brevemente la literatura relacionada con estas interrogantes.
1. ¿Son más felices las personas que viven en los países más ricos? La respuesta a esta primera pregunta es afirmativa. La mayoría de las investigaciones muestran una fuerte correlación positiva entre el ingreso promedio de los países y la felicidad promedio de sus habitantes. Es decir, el porcentaje de gente que dice ser muy feliz es mayor en las naciones económicamente más fuertes –en Noruega, por ejemplo, hay más gente feliz que en Armenia. En general, el ingreso per cápita de los países es uno de los deter-
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Nicole C. Fuentes minantes más importantes del bienestar subjetivo de las naciones. Sin embargo, es importante resaltar que los países desarrollados, además de tener mayores ingresos, tienen características que conducen a un mayor bienestar para la sociedad. En estos países, las instituciones políticas y sociales son más efectivas, la confianza es alta, la corrupción es baja y tienen mejores indicadores de alfabetización, de salud e igualdad. Vivir en una sociedad rica es benéfico para la felicidad. En contraste, los países menos desarrollados, además de tener ingresos extremadamente bajos, por lo general son políticamente inestables, experimentan situaciones de conflicto dentro del país y con las naciones vecinas, tienen condiciones de salud lamentables y altos niveles de corrupción. Dichos problemas pueden crear una cultura en la cual la gente experimenta poca felicidad, incluso una vez descontados los efectos del ingreso. Si bien la tendencia a encontrar más gente feliz en los países más ricos es clara e indiscutible, existen excepciones interesantes. En un estudio realizado por Inglehart, trece países de América Latina, entre ellos México, reportaron un nivel de bienestar subjetivo o felicidad muy por encima del nivel pronosticado por sus niveles económicos. En la última ola de la Encuesta Mundial de Valores (2005), México resultó ser el país con la felicidad promedio más alta, a pesar de tener un nivel de desarrollo económico mucho menor al de otros países industrializados. En materia de felicidad, México rebasa las expectativas.
2. ¿Dentro de cada país, son más felices las personas que más dinero tienen? De acuerdo con resultados de muchos estudios, la respuesta a esta pregunta es “no necesariamente”. En general, no existe una relación importante entre el dinero y la felicidad en las personas de un mismo país; pobres y ricos pueden ser igualmente felices. Las personas muy ricas tienen mucho más que el individuo promedio; sin embargo, las investigaciones muestran que aunque la gente más rica tiende a ser más feliz, no es mucho más feliz. El caso de México constituye un buen ejemplo de lo anterior. Un estudio realizado en 2008 por investigadores de la Universidad
La felicidad y el dinero de Monterrey reveló que las personas que ganan una cantidad superior a los 50 mil pesos mensuales son en promedio más felices. Sin embargo, la felicidad promedio de las personas en México no es tan grande como la diferencia en sus niveles de ingreso. La felicidad promedio de una persona que gana entre 1,250 y 2,400 pesos mensuales es únicamente 0.76 menor, en una escala del 1 al 10, a la de una persona que gana más de 50 mil, a pesar de que la diferencia en sus ingresos es de casi 20 veces. Como dice Diener, cuando las personas piensan en la felicidad y el dinero generalmente recuerdan las cosas bonitas que el dinero puede comprar. Además, existen intangibles, como el estatus, que la gente rica recibe. Entonces resulta natural asumir que las personas que tienen mucho dinero son más felices. Sin embargo, el bienestar económico es solamente uno de muchos componentes del bienestar subjetivo y “es posible que las personas muy ricas sacrifiquen otros tipos de riqueza para conseguir más dinero y desarrollen actitudes infelices mientras construyen sus fortunas”. Veenhoven señala que el ingreso incrementa la felicidad únicamente si éste permite a las personas satisfacer sus necesidades esenciales –por ejemplo, alimentación, vestido, vivienda. Entonces, cuando el ingreso es bajo y amenaza la satisfacción de necesidades básicas, estar económicamente mejor se traduce en un bienestar mayor; sin embargo, cuando la mayoría de las necesidades primarias pueden costearse, la afluencia económica influye sorprendentemente poco en la felicidad.
3. ¿Aumenta la felicidad cuando crece el ingreso? Los economistas siempre han asegurado que los cambios en la felicidad de una nación están directamente relacionados con los cambios en el poder adquisitivo de sus ciudadanos. Con más dinero la gente puede consumir más, satisfacer un mayor número de necesidades y ser más feliz. De aquí las recomendaciones en materia económica dirigidas a incrementar el ingreso nacional. Sin embargo, hallazgos recientes en estudio de la felicidad ponen en tela de juicio la receta de los economistas para la obtención de la felicidad, dado que cambios importantes en el ingreso nacional de los países no han estado
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Nicole C. Fuentes acompañados de incrementos significativos en la felicidad promedio de sus habitantes. El caso de los Estados Unidos representa un claro ejemplo de lo anterior; en los últimos cuarenta años el ingreso real per cápita en este país se ha duplicado; sin embargo, el porcentaje de personas que se considera muy feliz ha permanecido estable. Este fenómeno también es cierto para Japón y otras sociedades occidentales, y se le conoce como la paradoja del ingreso y la felicidad. A nivel individual, mayor ingreso tampoco parece traducirse en un incremento sustancial de la felicidad. Estudios realizados con ganadores de la lotería, por ejemplo, muestran que estas personas reportan el incremento esperado de su felicidad durante las primeras semanas después del evento. Años más tarde, sin embargo, estas personas generalmente registran un nivel de felicidad menor, posiblemente congruente con el que tenían antes de ganar la lotería. Estos resultados van en contra de la creencia popular que afirma que más ingreso conduce a más felicidad y han dado lugar a una gran cantidad de estudios orientados a explicar la incapacidad del ingreso adicional para incrementar la felicidad de las personas. Esto nos lleva a nuestra última pregunta.
4. ¿Por qué más dinero no necesariamente se traduce en más felicidad? Muchos estudios han tratado de explicar la incapacidad del ingreso adicional para aumentar la felicidad de las personas. Los valores, el materialismo, las comparaciones sociales, la trampa del estatus, el proceso de habituación y la “carrera de ratas” contienen parte de la respuesta. Valores. Algunos autores sugieren que la falta de una relación importante entre el dinero y la felicidad pudiera ser explicada por el papel que juegan la cultura y los valores en la vida de las personas. En algunas culturas el éxito puede definirse con base en la cantidad de dinero que alguien tiene o el tipo de casa y de automóvil que puede comprar. Entonces, dependiendo de valores intrínsecos, una persona puede definir felicidad en términos de dinero o no y entonces ser feliz o infeliz si considera que la cantidad de dinero que tiene disponible
La felicidad y el dinero es suficiente o insuficiente. En una encuesta a nivel nacional realizada en México en 2003, el dinero ocupó el quinto lugar en importancia en una lista de seis aspectos. La familia resultó el valor más importante para los mexicanos entrevistados en dicha encuesta. Materialismo. El materialismo explica también en cierta medida por qué un mayor ingreso no necesariamente se traduce en mayor felicidad. Kasser argumenta que los jóvenes de hoy tienden a ser menos felices en comparación con sus abuelos y tienen una propensión mayor a estar deprimidos, a pesar de haber crecido en una sociedad más afluente. Kasser concluye que las personas que tienen como meta tener más dinero, son más propensos a ser menos felices. Como dice Diener, el materialismo puede ser tóxico; otorgar mucha importancia a los bienes materiales es nocivo pues tenerlos todos es un objetivo inalcanzable dado que siempre existirán bienes y servicios adicionales que una persona no tiene y probablemente no pueda conseguir aunque sea rica. Comparaciones sociales. La evidencia sugiere que la gente no gasta el dinero extra en formas que le proporcionen aumentos significativos y permanentes en la felicidad. Cuando la mayoría de los conocidos de una persona maneja un auto pequeño, ésta puede sentirse satisfecha con el suyo. Pero cuando algunos cambian su auto pequeño por una camioneta de lujo, se pregunta si debe seguir su ejemplo y también cambiar su auto por una camioneta. Si los papás de los compañeritos de la escuela ofrecen fiestas de piñata cada vez más sofisticadas para sus hijos, el resto de las personas siente la necesidad de organizar fiestas más sofisticadas para sus propios hijos. Los deseos y necesidades de los individuos están altamente influenciados por lo que tienen los integrantes de su círculo social cercano o grupo de referencia (familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos). Las personas viven en contextos sociales determinados y constantemente se comparan con sus semejantes. En el caso del ingreso, por ejemplo, los individuos comparan su ingreso con el de aquellos en su grupo de referencia y no con el de una estrella de cine. Y en esta comparación no es importante la cantidad absoluta de dinero que tienen, sino la cantidad relativa; no importa cuánto sea nuestro ingreso total, siempre y cuando sea mayor al de los demás, aunque sea poquito.
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Nicole C. Fuentes evidencia sugiere que si las personas desean que la aportación del dinero adicional a su felicidad sea mayor, deben bajarse de la caminadora y empezar a visualizar su felicidad como un viaje y no como un destino.
Conclusiones De la literatura y los hallazgos acerca de la relación entre el ingreso y la felicidad podemos derivar algunas conclusiones. En primer lugar, vivir en países desarrollados es positivo para la felicidad; el porcentaje de gente muy feliz es más alto en países con ingresos altos. A nivel personal, el ingreso es importante cuando las condiciones de vida son de subsistencia; cuando las necesidades básicas son satisfechas, el ingreso adicional aporta muy poco a la felicidad. La gente más rica tiende a ser más feliz pero no mucho más feliz. Por otro lado, incrementos importantes en el ingreso nacional de algunos países no han estado acompañados de aumentos en la felicidad. Los valores y el materialismo explican, en parte, la falta de capacidad del incremento del ingreso para mejorar la felicidad. Además, las personas gastan el dinero adicional en bienes de posicionamiento o en bienes de rápida habituación que no aportan un incremento duradero en la felicidad. Finalmente, las aspiraciones crecientes, la trampa del estatus y la carrera de ratas son algunas de las causas que explican por qué más dinero no necesariamente se traduce en mayor felicidad.
La calidad de vida en México y el mundo José de Jesús García Vega
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ucho se ha escrito a lo largo de la historia en términos de lo que es importante para el ser humano. Para muchos, el progreso material es lo que debe de dominar la agenda de toda sociedad, mientras que, para otros, los aspectos más “suaves” como la felicidad, la espiritualidad o la convivencia pacífica representan el ideal de la raza humana. El tema no es trivial ya que los gobiernos de todos los países centran sus esfuerzos y destinan sus recursos para alcanzar los objetivos que lleven a una buena vida de los ciudadanos. Es evidente que la satisfacción de las necesidades primarias como el comer, el dormir y el vestir son elementos que no admiten discusión y a los cuales los gobiernos deben de poner especial atención a la satisfacción de estos aspectos del bienestar. Si una persona no satisface dichas necesidades, podemos inmediatamente inferir que esa persona no goza de un bienestar mínimo. Por otro lado, aspectos como la salud, la seguridad y la educación figuran también como aspectos obligados a incluir en el bienestar de una sociedad.
Además de los aspectos antes mencionados, existen otros para los cuales quizá no exista consenso universal. Pero si bien la definición del bienestar o la falta del mismo es un asunto de controversia, probablemente no exista mucha discrepancia en cuanto a la labor de los gobiernos. Podría decirse, sin temor a equivocarse, que una de las labores principales de los gobiernos es generar y conservar el bienestar de los ciudadanos. En ese sentido, es probable también que todos los ciudadanos consideremos al bienestar como una meta común de todos los que formamos parte de una sociedad. Dentro de las doctrinas económicas que se utilizan para la definición de la labor pública destaca la llamada teoría utilitarista. Bajo esta línea de pensamiento, el mejor gobierno es aquel que genera el mayor bienestar al mayor número de personas. Si adicionamos el concepto de sustentabilidad, podemos complementar la definición anterior y afirmar que el mejor gobierno será el que provee el mayor
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José de Jesús García Vega bienestar al mayor número de personas durante el período más extenso, esto es, el gobierno debe de ser consciente del aspecto de la conservación y preservación de los recursos que se usarán para generar el bienestar de los ciudadanos de las presentes y futuras generaciones. Asociado al bienestar, está el concepto de progreso. Pareciera que todos los seres humanos tenemos una fascinación en cuanto al progreso. Si en un determinado período no detectamos que hemos progresado, pensamos que el esfuerzo ha sido en vano y que hemos fracasado. El progreso no sería del todo malo si pudiéramos asociarlo a un mayor bienestar. Sin embargo, hoy en día y tal vez por mucho tiempo, la definición de progreso estará asociada a la controversia dados los diferentes enfoques que existen para su medición. Nuevamente, este asunto no es de menor importancia ya que si los gobiernos y las sociedades buscan un progreso constante y sostenido, la definición del progreso y su relación con el bienestar resultan de vital importancia. Si no existen indicadores precisos de estos conceptos, las acciones de la sociedad y de los gobiernos nos pueden llevar por el rumbo equivocado. La medición de indicadores ha sido siempre una herramienta valiosa para la generación de información usada en la toma de decisiones. La actividad de la medición no puede ser tomada con trivialidad, ya que, en la práctica, sólo lo que medimos podemos administrarlo, corregirlo o celebrarlo; en una palabra, somos lo que medimos. Lo que medimos es un indicador del avance hacia nuestra meta. Por otro lado, si lo que medimos tiene una relevancia enorme, la forma de cómo lo hacemos y de cómo usamos estas mediciones es también muy importante. Para saber si estamos progresando es imprescindible que seleccionemos los indicadores adecuados, los midamos en forma correcta y los usemos también propiamente. En términos de política pública, una de las preguntas más relevantes sería: ¿cuáles son los indicadores que importan para llevar a cabo en forma adecuada la función pública? O bien, ¿cómo podemos saber si la sociedad efectivamente está avanzando? En general, los indicadores oficiales se han centrado en los aspectos materiales y los aspectos subjetivos del desarrollo han sido más bien ignorados. Al
La calidad de vida en México y el mundo ignorar los indicadores subjetivos se tiene el riesgo de pasar por alto lo que es importante para los ciudadanos y generar una percepción negativa del gobierno. Esta situación conlleva el riesgo de dañar la participación democrática de los individuos. La búsqueda de indicadores de tipo social es producto de una inquietud que ha crecido a nivel mundial en las últimas décadas. Desde hace tiempo, se ha gestado un movimiento de indicadores sociales que busca medir los aspectos cuantitativos y cualitativos de las sociedades para poder medir el avance en las mismas. Una de las contribuciones más importantes en este sentido la constituye un artículo publicado en 1974 por el Dr. Richard Easterlin (también colaborador en este volumen), en el cual se destacaba la nula relación existente entre el incremento en la riqueza de un país y la felicidad de sus habitantes. Esta publicación sembró la semilla para reconocer la necesidad de desarrollar mediciones del bienestar subjetivo en los países. Una gráfica que muestra esta relación aparece más adelante en esta contribución. Este movimiento ha tenido eco en la formación de asociaciones profesionales que buscan avanzar en el tema. Ejemplo de ello lo representan las organizaciones como la International Society of Quality of Life Studies y el Community Indicators Consortium, entre otras. Otro ejemplo lo representan las publicaciones en el tema como las revistas internacionales Social Indicators Research, el Journal of Happiness Studies y el Journal of Applied Research in Quality of Life. A nivel oficial, se han desarrollado iniciativas como el Índice de Desarrollo Humano promovido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) y la Declaración de las Metas del Milenio, hecha por la propia Organización de las Naciones Unidas. En el caso de la ocde, bajo el auspicio de su proyecto “Measuring Progress” y su base de datos “Wikiprogress” se han llevado a cabo 4 foros mundiales y una gran cantidad de foros y seminarios regionales con el fin de encontrar nuevas medidas de progreso que integren los aspectos que realmente representan el bienestar de los individuos. Recientemente, la ocde ha puesto a consideración del público en general, el Better Life Index (Índice para una Vida Mejor) en el cual incluye una serie de aspectos que buscan reflejar el bienestar en una forma integral.
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José de Jesús García Vega Dentro de los avances en el tema, destaca también el proyecto emprendido por el presidente francés Nicolás Sarkozy, quien preocupado por la brecha existente entre la percepción del bienestar por parte de la gente y las estadísticas oficiales, formó la Comisión sobre la Medición del Desempeño Económico y el Bienestar Social. La también llamada “Comisión Stiglitz”, estuvo integrada con más de veinte destacados científicos, entre ellos el propio Joseph Stiglitz y Amartya Sen, ambos Premio Nobel de Economía. Las recomendaciones de esta comisión se centran en una revisión del Producto Interno Bruto como medida del progreso y en una reorientación de la medición hacia el bienestar de la gente. Una de las aportaciones más interesantes del llamado “Reporte Stiglitz” es la recomendación que se hace en cuanto a la orientación que deben de tener los sistemas de medición públicos. En el párrafo 21 del resumen de dicho reporte se establece que: “el tiempo es muy propicio para que nuestro sistema de medición cambie su énfasis de la medición de la producción económica hacia la medición del bienestar de las personas”. En los siguientes párrafos se abordará el tema del bienestar y su relación con conceptos sugeridos como el pib per cápita de un país, la felicidad de sus habitantes y la calidad de vida. Se presentarán algunos datos para ubicar a algunos países bajo estos parámetros para después presentar una medida que busca aportar una alternativa a la medición del progreso en los países.
El pib como medida del bienestar El Producto Interno Bruto (pib) per cápita es quizá la medida más utilizada para juzgar el progreso y el bienestar de un país. Este indicador, como medida de progreso, ha desatado varias críticas en los años recientes, primordialmente porque se concentra sólo en la producción de bienes y servicios dejando fuera muchos de los aspectos importantes del bienestar del ser humano, al mismo tiempo que incluye otros aspectos que no son del todo deseables. Por ejemplo, dentro de la estimación del pib no se contabiliza el trabajo voluntario de las personas, el tiempo dedicado al desarrollo personal o el trabajo dedi-
La calidad de vida en México y el mundo cado al cuidado de la familia y las labores del hogar. Por otro lado, la construcción de cárceles, la tala indiscriminada de árboles y el consumo excesivo de gasolina constituyen adiciones al pib que no necesariamente se traducen en aspectos positivos para el ser humano. Lo anterior no implica que la medición del pib, o éste como medida de desarrollo, sea inútil o negativa. Este indicador se introdujo a principios del siglo xx para proveer a los gobiernos de información precisa para la toma de decisiones en materia económica. Hasta la fecha, esta medida es un auxiliar muy importante para este tipo de decisiones y es un parámetro que sirve de referencia para establecer el desempeño de la economía de un país. Ciertamente, si todo lo demás permanece constante, es más deseable que un país tenga una mayor producción de bienes y servicios, ya que esta actividad económica se traduce en más empleo y más disponibilidad de bienes y servicios para la población. Sin embargo, esta medida no toma en cuenta el daño que se genera en el medio ambiente, producto del crecimiento de la actividad económica, ni tampoco especifica si el desarrollo y la producción está distribuida en forma equitativa entre el total de la población. En la gráfica 1 se presentan los diez países con mayor pib per cápita, expresado en términos del poder de paridad de compra. Se presenta también el dato de México para efectos de comparación. Como se puede observar, México ocupa la posición número 61 con un ingreso per cápita de 14 mil 406 dólares internacionales, lo que representa menos de la tercera parte de lo que obtiene Hong Kong (45,944), poco más de la cuarta parte de lo que obtiene Singapur (56,694) y menos de la sexta parte de lo que obtienen en Qatar (88,222). De hecho, según los datos que arroja el análisis del Fondo Monetario Internacional, para 2010 más de 30 países obtienen un pib per cápita superior al doble de lo que obtienen los mexicanos. Usted, amable lector, puede actualizar estos datos en las páginas del Fondo Monetario Internacional, las cuales seguramente no cambiarán sustancialmente de un año a otro.
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José de Jesús García Vega Gráfica 1. PIB per cápita de los países, expresado con base en el poder de paridad de compra 100,000 90,000 80,000 70,000 60,000 50,000 40,000 30,000 20,000 10,000
88,222 81,466 56,694 51,959
48,333 47,439 46,860 45,944 41,950 40,973 14,406
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Fuente: Fondo Monetario Internacional
¿Quiere decir lo anterior que el bienestar de los mexicanos está muy por debajo de los países anteriormente mencionados? La respuesta es “no necesariamente”. Aun y cuando muchos investigadores defienden el pib per cápita como medida del bienestar de las personas, al evaluar este aspecto se debe de considerar un mayor número de elementos, como se discutirá más adelante. Sin tratar de menospreciar la utilidad del pib como medida de desarrollo económico, vale la pena recordar que uno de los precursores de esta medida, Simon Kuznets, declaró en su tiempo lo siguiente: “El bienestar de una nación puede inferirse apenas vagamente con la medición del ingreso nacional. Las metas para un mayor crecimiento deben de especificar el qué y el para qué”. Por otro lado, en un discurso memorable, el que fuera candidato a la presidencia de los Estados Unidos a fines de los años 60, Robert F. Kennedy expresó lo siguiente: “El pnb (Producto Nacional Bruto) no mide nuestra inteligencia ni nuestro coraje, ni nuestra sabiduría ni nuestro aprendizaje, tampoco nuestra compasión ni nuestra devoción por nuestro país. En resumen, mide todo, excepto lo que hace que la vida valga la pena”. Aun cuando este ensayo no pretende ahondar en el tema de la felicidad y el dinero, en la gráfica 2 se muestra una relación entre el
La calidad de vida en México y el mundo Producto Nacional Bruto per cápita y la percepción de la felicidad en los Estados Unidos a lo largo de un período de 30 años.
3.00 2.80 2.60 2.40 2.20 2.00 1.80 1.60 1.40 1.20 1.00
35,000 33,000 31,000 29,000 27,000 25,000
Happiness
GDP Per Capita
1972 1974 1976 1978 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002
23,000 21,000 19,000 17,000 15,000
GDP Per Capita (1996 Dollars)
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Gráfica 2. GDP per cápita y felicidad en Estados Unidos
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Fuente: Davis y Smith, 2002; Buró del Censo de los EEUU, 2003
Esta figura muestra una ausencia de correlación entre la felicidad y el ingreso de un país, expresado en términos del Producto Nacional Bruto per cápita. Esta ausencia de relación entre estos dos conceptos ha dado origen a lo que se ha denominado la “paradoja de Easterlin”, en virtud de que en economía se espera que el incremento del ingreso de las personas genere un incremento en el bienestar. Aun y cuando la aportación original de Richard Easterlin, mencionada anteriormente, se realizó en 1974, la comparación entre estas dos variables es muy similar y este fenómeno se replicó en otros países en diferentes periodos de tiempo. Nuevamente, si se considera a la felicidad como una parte importante del bienestar de las personas, tenemos entonces que el aspecto material no es suficiente para reflejar dicho bienestar. La felicidad como medida del bienestar Si bien el pib per cápita es una medida parcial del bienestar de los seres humanos, sería también muy difícil expresar que la felicidad es la alternativa única y precisa. Ciertamente, la felicidad es un elemento
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José de Jesús García Vega muy importante para el bienestar, pero no es lo único. Aun y cuando algunos investigadores a nivel internacional defienden el concepto de felicidad como el indicador principal de bienestar (Richard Layard y Ruut Veenhoven, entre otros), como se verá en párrafos posteriores, al igual que las medidas materiales, los indicadores subjetivos requieren de una complementación para capturar los elementos importantes que inciden en el bienestar de las personas. La felicidad es un concepto muy importante. En varios estudios se ha demostrado que la gente feliz tiene ciertas ventajas sobre sus contrapartes infelices. Por ejemplo, la gente feliz se enferma menos, es más productiva, dura más tiempo casada y es mejor compañero de trabajo, entre otras ventajas. Un resumen muy interesante de los beneficios objetivos de la felicidad se presenta en el World Happiness Report, publicado en septiembre de 2013 por la Organización de las Naciones Unidas. La importancia de la felicidad se ha destacado desde hace mucho tiempo, siendo Aristóteles quizá el primero que destacó la trascendencia del tema al afirmar que el fin último del hombre lo constituye la felicidad. Más recientemente, hace un par de siglos, en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos se reconoce la búsqueda de la felicidad como un derecho inalienable de los seres humanos. Adicionalmente, en el primer intento de constitución del México independiente, la Constitución de Apatzingán de 1814, se reconoce a la felicidad del pueblo como uno de los derechos que deben de ser conservados íntegramente por la institución de los gobiernos y debe ser el único fin de las asociaciones políticas. Por otro lado, el uso de la felicidad como indicador de bienestar tiene algunas limitaciones. Destacan dos de ellas que parecen ser las más relevantes. La primera está relacionada con la validez de su medición. Muchos investigadores sostienen que no es posible capturar los niveles de felicidad de una persona ya que este concepto es puramente subjetivo. Años de estudio, sin embargo, han podido demostrar que las encuestas reflejan de una manera adecuada, si no precisa, los niveles de satisfacción subjetiva de las personas. Aun y cuando hay un buen camino que recorrer en este sentido, los avances en la medición de la felicidad nos proporcionan un buen punto
La calidad de vida en México y el mundo de partida para acercarnos a la evaluación subjetiva del bienestar de las personas. Otra limitante importante en el uso de la felicidad para generar información útil relacionada con el progreso de las sociedades lo representa el uso indebido de los resultados de las encuestas. La realización de encuestas sobre la felicidad podría dar pie para que los gobernantes o los políticos utilizaran los resultados de una manera sesgada, esto es, el hecho de que un buen número de habitantes se consideren felices daría elementos a un gobernante para decir que su desempeño ha sido aceptable. Carlos Fuentes lo expresa de manera irónica en su novela La voluntad y la fortuna en un diálogo del gobernante hacia uno de sus asistentes: “Hay que medir el placer, la felicidad, el gusto de la gente. Yo no quiero que los mexicanos sean ricos. Yo quiero que sean felices”. A pesar de este riesgo, países como Inglaterra, Canadá y, recientemente, en México han iniciado las mediciones de la felicidad y el bienestar subjetivo en forma oficial con el fin de que los resultados sean parte de los elementos utilizados en la toma de decisiones de política pública. Analizando algunas estadísticas de felicidad, se puede observar que México es de los países que consistentemente sale bien evaluado. No existen muchas mediciones que se hagan en forma sistemática a nivel mundial sobre el tema de la felicidad, pero una de las más antiguas y más regulares la constituye la Encuesta Mundial de Valores. Otra fuente la constituyen las encuestas que realiza Gallup; aunque más que medir la felicidad, en estas encuestas se mide el grado de alcance de esa vida ideal que tenemos todos nosotros. En la más reciente ola de la Encuesta Mundial de Valores, realizada de 2005 a 2008, México obtiene los puntajes más elevados. Al combinar las dos preguntas que buscan medir el bienestar subjetivo, sentimiento de felicidad y satisfacción con la vida, México ocupa la primer posición, tal y como se observa en la gráfica 3.
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José de Jesús García Vega Gráfica 3. Felicidad y satisfacción con la vida 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1
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Fuente: World Values Survey, 2005-08
Al ver esta gráfica, surge nuevamente la pregunta si los países que ocupan las primeras posiciones efectivamente ofrecen a sus ciudadanos el mayor bienestar en el mundo. La respuesta nuevamente es no: no se puede depender de un solo elemento para evaluar el bienestar de las personas. Además de la apreciación subjetiva del bienestar personal, se requiere de otros elementos, mismos que se discutirán más adelante. La calidad de vida como un indicador integral de bienestar Las desventajas de considerar un solo aspecto de la vida de las personas para evaluar su bienestar nos orillan a buscar indicadores compuestos e integrales. Afortunadamente, existen ya algunos esfuerzos hechos en este sentido. Quizá el más destacado y aceptado a nivel internacional, como se mencionó anteriormente, es el realizado por el pnud (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) cuyo producto, el Índice de Desarrollo Humano (idh) considera, además del aspecto económico, la salud y la educación en los países. Otros esfuerzos que buscan medir el bienestar de las personas en forma integral lo representan el National Well Being Index, el Index of Economic Well Being, el Johnston QOl Index, el Índice de Calidad de Vida
¿Qué es la felicidad? incrementar el bienestar de los ciudadanos que la componen, es preciso entonces contar con indicadores claros y que reflejen los valores y características del grupo a considerar. Si bien hace más de un siglo Einstein consideraba que no todo lo que medimos es importante y que no todo lo importante puede ser medido, hoy en día contamos con herramientas estadísticas y de recopilación de información que hace posible captar lo que es importante para el ser humano. No hacerlo es tratar de esquivar la responsabilidad que conlleva la función pública. Y eso, seguro, no abona a la credibilidad de los gobiernos.
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Religión y felicidad en México: 10 años de estudio Alejandro Tapia Vargas El Evangelio de Juan cuenta la historia cuando Jesús de Nazaret hace llenar con agua seis tinajas de piedra, y después pide se sirva a los comensales, sólo que al sacar el agua de las vasijas lo que obtuvieron fue vino. Este capítulo de la vida de Jesús es reproducido en la película de 1988 La última tentación de Cristo, dirigida por Martin Scorsese, donde se ve a un Jesús feliz, bailando y participando de la fiesta, conducta quizá muy semejante a la que vivimos los mexicanos en los días de fiesta. Y es que, en México, la religión es una fiesta. México y las fiestas religiosas Pensar la religión en México es pensar en la tradición vinculada al catolicismo y, específicamente, ligada al folclore: fiesta popular y turismo. Los medios de comunicación se han encargado, año tras año, de trasmitir reportajes sobre la fiesta del 12 de diciembre y las procesiones a la Basílica de Guadalupe; o bien, las de de Semana Santa en el centro del país como lo es la que se realiza al Cerro de la Estrella, en Iztapalapa, Ciudad de México, donde se representa la pasión de cristo cada año con un hombre que es torturado y fijado a una cruz. O como aquélla en el poblado de Taxco, en el estado de Guerrero, donde los hombres se autoflagelan y cargan a cuestas un madero con espinas. Éstos por citar los casos más difundidos. La religión en México es considerada sincrética, pues es una mezcla de las prácticas rituales del México novohispano y las costumbres religiosas europeas del siglo xvi vinculadas al culto a los santos (Rubial, 1999 y Gruzinski, 1991). Las festividades religiosas de los pueblos indígenas de todo el país han sido foco de interés de los investigadores sociales: Collin (1994) estudió el cambio social entre los otomíes y purépechas, al norte del Estado de México y Michoacán, respectivamente, mientras que
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Alejandro Tapia Vargas Bonfiglioli (1995) se enfocó a la estructura de las danzas y las fiestas entre los raramuri al noroeste del país; así mismo, Rubio (1995) estudió la formas de organización ceremonial al sureste. Marion (1994), por su parte, analizó las funciones sociales de distintos ritos de paso al sur del país, y Millán (1993) ahondó en el papel del rito en la constitución y consolidación de la estructura social. Ésta es la religión que se vive en México, de una tradición y relevancia a niveles locales y de gran impacto entre sus creyentes. Sobre la religión se ha escrito bastante, principalmente sobre las fiestas patronales y sus expresiones populares, pero se ha estudiado poco la relación entre la religión y otras variables, conductas o procesos cognitivos específicos, como son los niveles de satisfacción con la vida o el bienestar subjetivo del creyente, por mencionar un ejemplo. Los temas que han atraído a los investigadores se caracterizan por centrarse en sus manifestaciones sociales, pero no en aspectos privados y subjetivos de la experiencia religiosa. De hecho, los estudios sobre la felicidad en México son escasos y específicamente los relacionados con la religión son difíciles de encontrar. Uno lo podemos obtener de la Encuesta Mundial de Valores llevada a cabo por Inglehart y sus colaboradores (2000) y otros dos, llevados a cabo en el Centro de Estudios sobre el Bienestar y reportados a nivel local y nacional. Por ello, se busca hacer énfasis aquí en los datos que al respecto existen en México; y para lograrlo, hemos elegido los datos con los que contamos en el Centro de Estudios Sobre el Bienestar de la udem, a los que se les suman algunos otros, como la Encuesta Mundial de Valores y los del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi) del gobierno de México. Panorama religioso en México. Los mexicanos, en general, se consideran religiosos y en su mayoría se dicen católicos (ver tablas 1 y 2); sin embargo, las características de su práctica religiosa son muy diversas.
Religión y felicidad en México Tabla 1. Proporción de la membresía religiosa en México Denominación
Ninguna Católica Protestante Evangélica Judía Musulmana Hindú Budista Otro No aplica Total
% 13.2 77.26 3.44 3.71 0.14 0.04 0.02 0.10 1.08 0.98 100
Fuente: Inglehart et al. (2000)
Tabla 2. Proporción de católicos en México Denominación
Católicos No católicos Sin religión Total
% 88.75 7.7 3.5 100
Fuente: INEGI (2000)
En la Encuesta Mundial de Valores, Inglehart y sus colaboradores (2000) encontraron que sólo 60% de los mexicanos dice tener confianza en las organizaciones religiosas, lo cual explica que únicamente una minoría se diga ser miembro voluntario de alguna organización con fines religiosos. Cerca de la mitad de los mexicanos ha dejado de creer en el infierno y poco más de 70% cree en el cielo y el pecado, y
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Alejandro Tapia Vargas generalmente asisten a los servicios religiosos una vez a la semana, sin importar la edad. Las evidencias no reflejan alguna relación entre la asistencia a los servicios y el estado civil de los mexicanos. Los datos del Centro de Estudios sobre el Bienestar indican algunas diferencias en cuanto al género (ver tablas 3 y 4). En términos generales, en México es más probable que un hombre asista a los servicios religiosos menos de una vez al año y que una mujer lo haga una vez a la semana. Aunque, las mujeres con más años de educación formal tienden a asistir menos de una vez al año. Tabla 3. Asistencia a servicios religiosos en México (N)
% 8.4 1.2 7.1 15.3 20.4 38.3 9.3
Periodicidad
Prácticamente nunca Menos de una vez al año Una vez al año Sólo en días festivos Una vez al mes Una vez a la semana Más de una vez a la semana Fuente: Tapia y Fuentes (2004)
Tabla 4. Asistencia a los servicios religiosos por grupos de edad Edad
Es más probable que asistan*
18-24 25-34 35-44 45-54 55-64 65-
Una vez al mes Sólo en días festivos Sin relación Más de una vez a la semana Una vez a la semana Más de una vez a la semana
Fuente: Tapia y Fuentes (2004) *X2 observada 76.43 > X2a 50.892 (a=.01)
Religión y felicidad en México Los análisis de contigencia de los tres años de colección de datos de las muestras tomadas por el equipo de Inglehart (2000) en 1981, 1990 y 1995-1997 reflejaron una tendencia hacia la baja en el comportamiento religioso de los mexicanos. Pese a que hubo más mexicanos activos (en lo que a religiosidad se refiere) entre 1995 y 1997 que en los años anteriores, hubo una disminución de quienes se consideran religiosos y forman parte de una religión, y hubo un aumento de 2.5 a 5.1% de quienes se dijeron ateos. Así también se registró 1.7% de quienes reportaron dudar de la existencia de Dios, duda no expresada en los años anteriores. También para 1995 y 1997 se registró una disminución de la cantidad de mexicanos que se dijeron católicos, hubo un aumento la comunidad judía y protestante, mientras que las religiones consideradas evangélicas no sufrieron cambios. Aunque la mayoría de la población se diga católica, los índices de mexicanos católicos cambian a lo largo del territorio de la República. Según fuentes del Censo General de Población del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática, los estados con población católica por encima de 95% son Aguascalientes, Jalisco, Querétaro y Zacatecas mientras que los más bajos, entre 63 y 73%, son Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo, en dicho orden. En estos últimos estados, también se reportan los índices más altos de religiones no católicas (entre 11 y 13%) y reportan tener población que se dice no tener religión. Esta variedad religiosa invita a identificar si es que regionalmente podríamos tener datos diferenciados en función de la distribución de esta diversidad religiosa. Suárez en 1997 publicó un estudio en el cual reconocía, entre otros, cuatro regiones de diversidad religiosa claramente definidas. Por nuestra parte, en el Centro de Estudios sobre el Bienestar de la udem, hicimos una regionalización en función de los datos reportados por Suárez y la información de inegi (2003), y dividimos el país en cinco regiones (ver tabla 5): Bajío, Centro, Norte, Pacífico y Golfo-Península considerando los siguientes argumentos: el Bajío es una zona caracterizada por poca heterogeneidad religiosa, hubo movimiento cristero, hay un alto catolicismo y baja penetración de religiones minoritarias; el Centro, se conforma por estados con una diversidad religiosa moderada, integrados espacialmente al
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Alejandro Tapia Vargas centro y con una práctica popular tradicional (folclore) vinculada al catolicismo, a excepción del sur de Veracruz que tiene una alta diversidad religiosa; el Norte posee poblaciones más bien homogéneas en cuanto a que se dicen católicos y hay escasa tradición en comparación con los del centro; y hay una moderada penetración religiosa; el Pacífico, tienen una diversidad de culturas autóctonas, tienen en común decirse católica y tener una moderada penetración religiosa, a excepción de Oaxaca que es más alta que el resto de los estados de esta región, sobre todo al este del estado; y la Península, que contiene los estados con más alta penetración en México de religiones no católicas, a excepción de Yucatán. Con todos los defectos que puede tener cualquier regionalización del país, consideramos que los criterios ya señalados nos permiten tener un panorama religioso del territorio mexicano tal como quedan identificados (ver figura 1, pág. 75). Nuestros análisis indican que regionalmente los mexicanos asisten a sus servicios religiosos de manera distinta, al menos en tres de estas regiones: en el Bajío y la zona del Pacífico es más probable que asistan una vez a la semana mientras que en la región Centro suelen hacerlo una vez al mes o sólo en días festivos. Tabla 5. Regiones según conformación religiosa en México 1. Bajío
2. Centro
Aguascalientes Ciudad de México Colima Estado de México Guanajuato Hidalgo Jalisco Morelos Nayarit Puebla Querétaro Tlaxcala San Luis Potosí Veracruz Zacatecas
3. Norte
Baja California Norte Baja California Sur Chihuahua Coahuila Durango Nuevo León Tamaulipas Sinaloa Sonora
4. Pacífico
5. Península
Guerrero
Campeche
Michoacán
Chiapas
Oaxaca
Quintana Roo Tabasco Yucatán
Religión y felicidad en México El mexicano y sus valores Otros datos que han sido considerados por los investigadores son los valores. Al respecto, en la encuesta realizada por el Centro de Estudios sobre el Bienestar, Tapia y Fuentes reportaron, a partir de los análisis, que 97% de los mexicanos creen que la familia es importante, mientras que sólo 67% considera que el dinero es relevante y 64% dijo que los bienes materiales son significantes. Para toda la muestra hay una correlación positiva entre la asistencia a sus servicios religiosos y el valor del servicio. Entre más asisten a su iglesia los mexicanos le dan mayor importancia al servicio. No se encontraron diferencias en cuanto a la frecuencia con que asisten a sus servicios religiosos y la importancia que le atribuyen a la familia o el dinero; únicamente las personas que casi nunca asisten a sus servicios religiosos, le dan más importancia a los bienes materiales, pero este dato sólo aparece en comparación con aquellos que asisten sólo en días festivos. Otro aspecto a destacar, en la relación entre la asistencia a los servicios religiosos y los valores, el cual resulta de momento inexplicable –y quizá se deba a una relación espuria–, es que sólo las mujeres casadas que asisten más de una vez a la semana consideran el valor de ser libre como “muy importante”. ¿Y son felices los mexicanos? En términos generales, los mexicanos se refieren a sí mismos como gente feliz. La encuesta mundial del valores, en sus tres registros (1980, 1990 y 1995-1997) reflejó que los mexicanos se dicen ser muy felices y “casi muy felices” alrededor de 70%. La Encuesta Nacional del Centro de Estudios sobre el Bienestar de 2003 indica que 81% de los mexicanos dice tener altos niveles de felicidad y los monitoreos semanales nacionales de Saba Consultores, más recientemente han reportado que los mexicanos se dijeron altamente felices (81%). En el trabajo realizado por Inglehart y sus colaboradores (2000), a los mexicanos no los hace más ni menos felices confiar en la iglesia como organización, y reportan ser más felices los que no tuvieron
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Alejandro Tapia Vargas una membresía (ni activa o inactiva) en una organización voluntaria con fines religiosos. Tanto los ateos convencidos como las personas consideradas como religiosas y los considerados como no religiosos se reportaron igualmente felices, lo cual sugiere que el ser una persona religiosa o no (incluso ser ateo), no tiene un impacto en los niveles de felicidad identificados. Así mismo, las personas se dijeron igualmente felices independientemente de que reportaran encontrar confort en su religión o no. Incluso, para la encuesta de 1995-1997 (en comparación con la de los años anteriores) disminuyó la cantidad de personas que dicen encontrar confort en su religión y 8.1% no supo dar respuesta a esta pregunta. En su relación con Dios, la Encuesta Mundial de Valores refleja que los mexicanos que le otorgaron a Dios mayor importancia en sus vidas, se dijeron muy felices en comparación con aquellos que se dijeron casi muy felices o poco felices; sin embargo, comparando a los muy felices con quienes reportaron no serlo tanto, los dos grupos le dieron igual importancia a Dios en sus vidas. Al parecer quien es “tibio” en cuanto al nivel de importancia otorgado a Dios también lo es en cuanto a nivel de felicidad reportado. Lo cual, indica que esta relación tiene que ver, no tanto con las variables involucradas en sí, sino con el carácter o los rasgos de la persona que contesta de una manera más o menos consistente. Los análisis de la base de datos del Centro de Estudios Sobre el Bienestar indican que por regiones hay diferencias en cuanto al nivel de felicidad. Los pobladores de la región Norte reportaron tener mayores índices de Felicidad en comparación con los pobladores del Bajío y de Centro del país, donde se registraron los índices más bajos de felicidad reportada. Recuérdese que en el Bajío suelen asistir una vez a la semana a los cultos religiosos y en centro del país lo hacen una vez al mes o en días festivos. Entre el resto de las regiones no se registró diferencia alguna (ver figura 1). Incluso, al hacer comparaciones entre los estados (Estado de México, Jalisco y Nuevo León) que contienen a las poblaciones económicamente más importantes y más habitadas (la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey), se identifican algunas diferencias: mientras que es más probable que los jaliscienses asistan a sus servicios reli-
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giosos una vez por semana, los de la capital lo hacen una vez al mes y los nuevoleoneses no tienen un patrón específico de asistencia. Así mismo, los niveles de felicidad indican que sólo los nuevoleoneses reportaron sentirse más felices que los de los otros dos estados. Datos que indican que la frecuencia con que alguien asiste a sus lugares de culto no está relacionada con el nivel de felicidad percibida. Figura 1. Regiones según conformación religiosa en México
Norte SR: NS F: Más felices que los del Bajío y el Centro
Centro SR: 1x mes y días festivos F: NS
Bajío SR: 1x semana F: NS
Abreviaturas SR: Asisten a servicios religiosos F: Felicidad Percibida NS: Datos no significativos en comparación con las otras regiones
Pacífico SR y F: NS
Península SR y F: NS
Para 2003, tampoco existía relación alguna entre la variable de la frecuencia de asistencia a su servicios religiosos y el nivel de felicidad reportado. Los análisis estadísticos reflejaron otro dato, también inexplicable: solamente las mujeres que asisten una vez al año resultaron ser menos felices, pero sólo en comparación con aquellas mujeres que nunca asisten a la iglesia.
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Alejandro Tapia Vargas general, y la zona metropolitana de Monterrey, en particular, indican que hay patrones y comportamientos específicos a nivel local que no puedan ser generalizables a nivel nacional. Lo cual se explica por la diversidad religiosa, las distintas formas de culto que prevalecen en México y la percepción que de las doctrinas religiosas hacen los creyentes. Por ello, tratar de relacionar la religión de manera general con el bienestar subjetivo o felicidad percibida, sin especificar creencias o comportamientos religiosos en particular, se hace inexplicable; es como si los galileos de las bodas de Caná hubieran querido llenar los odres viejos con vino nuevo, carece de sentido, a riesgo de echar a perder el resultado. Así que, como podemos ver, aún hay mucho camino por recorrer. Y estos datos, apenas empiezan a señalarnos algunas vías por seguir.
Crisis económica en México y calidad de vida Alejandro Tapia Vargas y José de Jesús García Vega
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n Cien años de confusión: México en el siglo xx, Macario Schettino, nos dice que, 1) la economía mexicana no se colapsó durante la revolución, aunque hubo años verdaderamente complicados y 2) la crisis más profunda tuvo que ver con el sistema financiero, pero eso se vino pocos años después. Dice, “...el valor de la moneda, en particular del papel moneda, depende de la estabilidad política la cual desaparece entre 1914 y 1916. En esos años, los precios y el tipo de cambio se dispararon, pero el restablecimiento del estado permite una relativa, rápida recuperación de la economía; sin embargo, el fin de la Primera Guerra Mundial provoca una caída en el precio de los bienes primarios, por ejemplo, el henequén y el algodón lo que impide un mejor desempeño en esos años... Y para fines de la década de los 20, la Gran Depresión vuelve a hundir la economía mexicana... De hecho, México apenas recupera el nivel que tenía en 1910 para mediados de la década de los 30. Estabilidad que viene a decaer con la Segunda Guerra Mundial”. De entrada, esta idea de que la crisis económica viene desde la época de la Revolución o un poquito más para acá, hace sentido con lo que popularmente se escucha “Nosotros en México, como que estamos más o menos acostumbrados a esta idea de crisis”. A principios de los 90 hubo otra crisis, en los 80 hubo otra crisis, esto es, hemos tenido una serie consecutiva de “crisis”. De entrada, esto nos hace preguntarnos algo. ¿Cuando hablamos de crisis económica, hablamos de una crisis económica o de diferentes crisis económicas? Por ello, lo primero que consideramos importante aclarar, es esta idea de crisis.
Existen diferentes crisis. No existe “una” crisis, solemos hablar de ella en función del Producto Interno Bruto (pib), cuando el pib baja quiere decir que la producción nacional es menor, entonces estamos hablando que empieza a haber problemas económicos. Cuando hay
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Alejandro Tapia Vargas y José de Jesús García Vega una inflación, los precios de los bienes de consumo suben, entonces también hablamos de crisis económica, pero es una diferente. A veces hay problemas de administración del dinero que impactarían en una crisis, que afecta el flujo del dinero, que sería una crisis financiera y, por consiguiente, estamos hablando de diferentes crisis, no de una. Por eso es que, en los 90, podemos hablar de una crisis que tenía que ver más con la inflación, y ahora, pasada la primera década del siglo xxi, estamos hablando de otra. De entrada, entonces, la crisis que vivimos en los albores del siglo xxi es más bien una crisis de confianza. Hemos leído de ello en los periódicos, y esto vendría a ser lo que se deriva en una crisis financiera. ¿Qué es esto? Si yo soy un inversionista y empiezo a sentir desconfianza en el mercado, ¿qué hago? Empiezo a retirar mi dinero de los bancos. Al retirar mi dinero de los bancos, el banco ya no tiene dinero para prestar y, por consiguiente, llega un empresario que quiere iniciar una producción o aumentar su productividad o iniciar una nueva empresa, solicita dinero al banco. ¿Y éste qué le dice?, “pues no tengo mucho dinero que prestarte”, si no hay mucho dinero que prestar entonces ya no se puede aumentar la producción; si no se puede aumentar la producción, entonces ya no se tienen las mismas posibilidades para seguir manteniendo a los empleados. ¿Entonces qué se puede hacer? Pues probablemente empezar a despedir gente y recortar el personal. Si se empieza a despedir gente y la gente está empezando a tener problemas económicos, ¿qué va a ocurrir? Pues va a ocurrir que tampoco va a poder comprar bienes y, por consiguiente, como no va a poder comprar bienes porque no tiene suficiente dinero, entonces también va a tener que sacar su dinero del banco o empezar a consumir sus ahorros. Total, que tenemos una espiral que nos va llevando hacia abajo. Un espiral que, en este caso, empezó a mediados de 2008. Eso es lo que pasó con esta crisis en particular. Y algunos dicen que esta crisis empezó por la construcción de la vivienda. Se construyeron muchas viviendas y no había quién las comprara; así se viene el resto de la espiral y todo el problema de la crisis que se vivió a nivel mundial, no sólo en México. Llegados a este punto hace falta aclarar algunos conceptos. Hablamos de recesión económica cuando en dos trimestres la producción
Crisis económica en México y calidad de vida nacional decrece. Empezamos a hablar de crisis económica, cuando esta productividad o el Producto Interno Bruto está por debajo del promedio nacional alrededor de cuatro o cinco trimestres; o sea, estamos hablando de un año a un año y medio. Y hablamos de depresión económica cuando esto dura más de un año y medio y puede durar varios años, como la que ocurrió en la década de los 30 del siglo pasado, la cual duró alrededor de 6 años. Otro tema importante que vale la pena destacar, sobre todo para hablar del tema asociado al bienestar, es que la crisis no nos impacta igual a todos. Es curioso cómo hemos estado oyendo a nuestros colegas hablar de “el congreso en el que estuve”, o decir “viajé el mes pasado a tal lugar”, esto es, seguimos viajando pese a la crisis. Podríamos incluso preguntarle a nuestro lector, si debido a la crisis de esta época dejó de viajar, de consumir, de pagar colegiaturas. Quizá lo hemos hecho o no, pero todos lo hicimos o incluso tuvimos todavía la posibilidad de seguir consumiendo. Probablemente no de la misma manera a como lo hacíamos antes de 2008 y hemos empezado a gastar menos, seguimos gastando, pero es cierto, lo hacemos menos. Uno de los elementos de la crisis, es que es relativa, de entrada estamos hablando de crisis desde 2008, pero ese año México no había entrado en crisis económica sino a partir de 2009, oficialmente. Otros países habían empezado desde antes. En Alemania, los bancos habían empezado a cerrar desde 2008. Cada país tiene sus propias formas de administración, sus propios sistemas de producción, y cuenta con recursos para hacer frente de manera diferente a estas crisis. Un dato interesante ocurrió en la industria de la decoración. Tuvo cierto crecimiento, a pesar de la crisis. Cuando uno está en casa, la primera impresión que a uno se le viene a la mente es: bueno, ya no estamos saliendo tanto, estamos pasando más tiempo en casa, nos estamos dando cuenta de los desperfectos que hay en nuestro domicilio, en el portón, en las llaves de agua, en algún lugar y entonces empezamos a voltear a ver también la pintura, el techo, etc. La industria de la decoración parece ser que es otra de las industrias a las que no les impactó tanto la crisis. Estamos más tiempo en casa y nos estamos fijando en otras necesidades que antes no nos fijábamos.
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Alejandro Tapia Vargas y José de Jesús García Vega Supongamos que somos estudiantes, nuestros padres nos financian los estudios profesionales. Por consiguiente, no estamos teniendo tanto el problema del dinero. A veces nos dicen “no estés gastando tanto”, “si querías salir, no se puede”. A quienes les pega probablemente más la crisis es a los proveedores del hogar y no tanto a los adolescentes o a los estudiantes de profesional. Igual ocurre con aquellas personas que no han perdido el empleo, las personas que ya perdieron el empleo entonces están sufriendo la crisis de una forma distinta. Si yo perdí mi empleo y tengo ahorros, probablemente pueda mantenerme dos o tres meses con mis ahorros para conseguir o mientras consigo algún otro empleo o algún subempleo o empiezo a ver qué hago para ganar dinero. Y entonces, no me está pegando la crisis igual que a mi vecino. Sabemos que todo es relativo, en psicología decimos que “todo depende”, incluso el dinero es relativo. Cuando estoy pensando en que todo es relativo, hasta el dinero, es que el dinero per se no vale lo mismo para cada uno de nosotros. Yo puedo ganar cinco pesos y mi vecino cinco pesos también, y yo puedo decir que cinco pesos es muy poquito, mientras que mi vecino puede decir que “bueno no es mucho, pero no está tan mal”. La percepción del dinero depende de varios factores. Uno de los factores de los que depende la percepción del dinero es que solemos compararnos con otros. Generalmente vivimos en un barrio con la gente que suele dedicarse y a tener un nivel económico de vida más o menos semejante al nuestro. Si yo veo que mi vecino se está quedando sin trabajo y ha estado teniendo problemas con la crisis y veo que yo no estoy teniendo tanto estos problemas, entonces digo “bueno, quizá ganaremos lo mismo o gano yo un poquito más, por consiguiente no estoy tan mal”. Si yo, en comparación con los demás, me estoy dando cuenta de que los demás se están cambiando de casa, se están yendo a vivir a un lugar mejor, o están ampliando sus casas o comprando coches, es ahí cuando empiezo a decir “parece ser entonces que yo estoy funcionando mal”, esto es, la percepción del dinero, de alguna manera depende de la comparación con los otros. Otro factor que Alex Michalos considera en su teoría de las discre-
Crisis económica en México y calidad de vida pancias múltiples, sobre la influencia de la percepción del dinero, es el siguiente. Una cosa es lo que yo tengo, lo que necesito, lo que quiero o lo que me merezco. Entre más grande o más larga sea la distancia entre lo que tengo con cada uno de estos tres factores, entonces me puedo sentir que estoy siendo una persona con problemas económicos. Si yo gano, aunque sea cinco pesos y es lo que yo necesito, entonces está bien. Si el ingreso de estos cinco pesos, no es lo que yo quiero, y deseo un poquito más, pero no tengo una idea clara de cuanto más quiero, entonces no está tan mal que gane esos cinco pesos cuando es lo que necesito para vivir. Pero si dijéramos “Oye, yo gano cinco pesos, pero me merezco, mínimo, treinta pesos”, entonces nos podemos dar cuenta de este puente que existe entre lo que merezco, lo que necesito y lo que quisiera. Por consiguiente, estos son otros factores que están mediando esta idea de la percepción del dinero. La felicidad, entonces, depende de estos y otros factores más. La adaptabilidad es uno de estos factores. Pongamos un caso extremo: podemos perder el empleo de muy alto nivel y tal vez encontremos uno de muy bajo nivel que no va con el estatus al que estábamos acostumbrados. Los estudios nos dicen que terminamos por adaptarnos a la situación. Esto es, probablemente nos sentimos muy mal el primer semestre, es más, tal vez los primeros dos semestres, pero a partir del primer año, entre el primer año y el segundo, ya estaremos adaptados a esta nueva situación de vida. Y esto sucede no sólo cuando perdemos en términos económicos, sino también cuando ganamos. Imagínense ustedes que de repente empiezan a recibir el triple de lo que reciben mensualmente. ¡Maravilloso! ¿No es cierto? ¡Lo que harían con ese dinero! Después de dos años, después de estar ganando esa cantidad, ya no será suficiente, porque ese sueldo se convertirá en su línea base, y medirán todo con ese ingreso. Así, terminamos por adaptarnos tanto a una situación crítica en nuestra vida, como a una situación de opulencia económica. Otro elemento que está en juego es la percepción subjetiva en sí. Consideramos que con el dinero podemos comprar estatus social, en la medida que consumimos cosas caras, la gente lo nota, habla de nuestro poder adquisitivo; igualmente, alguien puede regalar cosas
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Alejandro Tapia Vargas y José de Jesús García Vega porque supone que así obtendrá el cariño de la pareja o los hijos, familiares compañeros, amigos y demás. La felicidad, si alguien es feliz viajando o haciendo algo y puede viajar y hacer eso que quiere y puede pagárselo, bueno, dirá que el dinero le hace feliz. Y, por último, indiscutiblemente, está el factor de la salud, si nosotros o algún ser querido se enfermara, el dinero serviría para solventar los gastos médicos y para no preocuparse por los costos hospitalarios y de tratamiento. Pero si tengo mucho dinero y además buena salud, entonces el dinero no es una variable que me preocupe en este sentido. Es por estas percepciones subjetivas del dinero que empiezan a hacer sentido frases como “no es rico el que más tiene, si no el que menos necesita” o “el dinero no es la felicidad, pero como ayuda” y a entender por qué los medios dicen que “la crisis no se siente tan grave para algunos” y por qué –y aquí estamos cambiando de tema– “la felicidad no es un buen indicador del bienestar”. Y con esto entramos al segundo elemento de estas reflexiones. Resulta ser que la felicidad de una persona no tiene que ver del todo con el dinero. A la felicidad generalmente se le ha confundido con dos elementos: los placeres y las gratificaciones. Sí, los placeres es todo aquello que nos gusta, que pasa por nuestros sentidos, como ver un atardecer, oler lo fresco del jardín por la mañana, sentir una caricia o escuchar la música que nos mueve, todos ellos son placeres y el cuerpo los disfruta cuando los percibe o los siente. Por eso asociamos la felicidad con ellos. Por otro lado, tenemos las gratificaciones, es lo bien que nos sentimos emocionalmente por realizar las cosas que nos gustan, por involucrarnos en actividades que nos hacen sentir partícipes o donde podemos echar a andar nuestras habilidades. Practicar un deporte, estar con nuestros seres queridos, trabajar o incluso estudiar, hay gente que lo disfruta, porque lleva implícito hacer algo que nos gusta. La felicidad también se ha asociado a las gratificaciones. Ya Martin Seligman nos ha hablado de esto. Y de ahí viene toda una línea de investigación que se ha estado desarrollando desde hace más de diez años. ¿Y dónde entra el dinero en todo esto? Pues no, en poco de esto hace falta el dinero. Aún más, retomando la referencia que hace García Vega en su contribución, titulada “Calidad de vida en México y el mundo”, incluida
Crisis económica en México y calidad de vida en este mismo volumen, relativa a Alex Michalos, el autor hace una precisión al respecto. Cuando tenemos condiciones materiales suficientes y podemos hacer muchas cosas con ellas, estamos en un “paraíso real”; pero cuando no tenemos dinero y tampoco podemos hacen mucho con lo escaso que tenemos, Michalos considera que estamos en el “infierno real”, pero ¿qué pasa cuando tenemos de uno y del otro no? Ahí las cosas cambian. Si tengo buenas condiciones materiales de vida o altos ingresos, pero no puedo hacer mucho con lo que tengo, entonces, nos dice, vivimos en el “infierno de los tontos” y, por el contrario, cuando decimos que hacemos mucho con lo poco que tenemos pero realmente nuestras condiciones materiales son escasas, es que vivimos en el “paraíso de los tontos”. Esto quiere decir que el bienestar y la felicidad están relacionados con un elemento material objetivo y con una contraparte subjetiva. De ahí se desprenden propuestas como las de Cummings o Sirgy quienes nos dicen que la calidad de vida tiene que medirse con variables objetivas y materiales. De tal suerte que tenemos autores que hablan de la felicidad, el bienestar o la calidad de vida e incorporan elementos tanto subjetivos como objetivos en su concepción. Por ello, instituciones como el Centro de Estudios sobre el Bienestar de la udem, se han dado a la tarea de medir estos elementos desde el concepto calidad de vida, pues es lo que integra elementos materiales y subjetivos del bienestar. Como lo menciona García Vega, este centro construyó un modelo de calidad de vida basado en siete componentes: 1) la economía, como tal, el ingreso y las pertenencias materiales, 2) la salud y el acceso a los servicios médicos, 3) la educación y la percepción de la calidad de las escuelas, 4) el gobierno y nuestra percepción de si estamos siendo gobernados por servidores públicos capaces o no, 5) el medio ambiente, si la calidad del ambiente es importante y no sólo la contaminación, 6) comunidad, al hablar de la seguridad de nuestro vecindario y población donde vivimos y, por último, 7) bienestar personal, donde expresamos qué tan satisfechos estamos con lo que tenemos. A continuación se presentan algunos de los resultados obtenidos de la aplicación de este índice a nivel nacional en 2008. En general, los resultados nos indican que los puntajes más altos
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Felicidad: lecciones de la investigación empírica Ruut Veenhoven
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a felicidad es uno de los principales objetivos de la sociedad moderna. La mayoría de los individuos llegan a tener una vida feliz y le dan mucho valor a la felicidad. Un gran número de personas están de acuerdo con la filosofía moral que dice que debemos aspirar a una mayor felicidad. En consecuencia, la felicidad también está cobrando importancia en la agenda política de los países. Esta búsqueda de la felicidad exige la comprensión de las condiciones que la posibilitan; por ende, se requiere un estudio sistemático de esta cuestión. El estudio de la felicidad ha sido durante mucho tiempo una cuestión menor dentro de la especulación filosófica, y esto se ha traducido en una base débil de pruebas sólidas. Durante las últimas décadas, los métodos de investigación de las ciencias sociales, enfocados en encuestas, han tenido un gran avance. Se han desarrollado medidas de la felicidad más confiables, con lo cual se ha desarrollado un importante cuerpo de conocimientos. La literatura sobre la felicidad se puede enmarcar dentro de algunas preguntas clave, las cuales pueden verse como pasos en el proceso de creación de una mayor felicidad para un mayor número de personas. Dichas cuestiones son: 1) exactamente, ¿Qué es la felicidad?, 2) ¿puede medirse la felicidad?, 3) ¿qué tan felices son las personas en la actualidad?, 4) ¿qué nos hace ser feliz o infeliz?, y 5) ¿puede la felicidad ser implantada para que dure mucho tiempo? 1) ¿Qué es la felicidad? La palabra “felicidad” se utiliza de diversas maneras. En el sentido más amplio, es un término general para todas las nociones de la buena vida. Por esta razón, es de uso frecuente alternarla con términos como “bienestar” o “calidad de vida”. Denota tanto el bienestar individual y
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Ruut Veenhoven social. La palabra también se utiliza en el sentido más específico de la apreciación subjetiva de la vida y eso es de lo que este capítulo se trata. La felicidad se define como el grado en que un individuo juzga la calidad general de su propia vida como un todo favorable. En otras palabras: cuánto le gusta a uno la vida que lleva. Componentes de la felicidad Los seres humanos son capaces de evaluar su vida de dos maneras. Tenemos en común con todos los animales superiores el hecho que podemos apreciar nuestra situación afectivamente. Nos sentimos bien o mal de las cosas particulares y nuestro nivel de estado de ánimo son señales de adaptación general. Al igual que en los animales, estas valoraciones afectivas son automáticas, pero a diferencia de éstos, los humanos podemos reflexionar sobre esta experiencia. Tenemos una idea de cómo nos hemos sentido durante el último año, mientras que un gato no. Los seres humanos pueden juzgar la vida cognitiva mediante la comparación de la vida “como es” respecto al “como debe ser”. Me refiero a estas evaluaciones como el nivel hedónico de afecto y alegría, el cual puede verse como un subtotal en la evaluación global de la vida, a la que llamo la felicidad general. Nivel hedónico de afecto: El nivel hedónico de afecto es el grado en el que varios efectos de las diversas experiencias personales resultan agradables, lo que se refleja normalmente en “estado de ánimo”. El nivel hedónico promedio de una persona puede ser evaluado en diferentes períodos de tiempo: una hora, una semana, un año, así como durante toda la vida. El foco aquí está en el nivel hedónico “característico”. Eso es, por así decirlo, la media de un período prolongado, como un mes o un año. El concepto no supone la conciencia subjetiva de ese nivel promedio. Satisfacción: La satisfacción es el grado en que un individuo percibe que sus aspiraciones se cumplen. El concepto presupone que el individuo ha desarrollado algunos deseos conscientes y se ha formado una idea de su realización. Que tan correcta es esta idea es algo que no está en juego. El concepto se refiere a la percepción subjetiva del individuo.
Felicidad: lecciones de la investigación empírica Esta conceptualización de la felicidad se analiza con más detalle en un artículo mío publicado en 1984. Hay evidencia de que la experiencia afectiva domina la evaluación global de la vida, que se ajusta a la teoría de que los afectos son el sistema de orientación básica de los mamíferos y que el conocimiento desarrollado más adelante en la evolución funciona como un complemento y no como un sustituto. 2) ¿Puede medirse la felicidad? Puesto que la felicidad se define como algo que tenemos en la mente, puede medirse por medio de preguntas. Una pregunta común es: ”Considerando todos los aspectos, ¿qué tan satisfecho está usted con su vida como un todo en estos días? 0
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3
Extremadamente no satisfecho
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Extremadamente satisfecho
Este tipo de pregunta, común en las encuestas, como puede ser la Encuesta Mundial de Valores y la Encuesta Mundial de Gallup, sigue siendo muy criticada. Validez Aunque estas preguntas son bastante claras, las respuestas pueden verse afectadas en varios aspectos. Las respuestas pueden reflejar qué tan feliz cree la gente que debería de ser en vez de que tan feliz es en realidad, y es probable que las personas se describan más felices de lo que en realidad son. Estas sospechas han dado lugar a numerosos estudios de validación. He revisado estas investigaciones y he concluido que no hay pruebas de que las respuestas a estas preguntas midan algo distinto de lo que se quiere medir. Aunque esto no garantiza que las investigaciones no revelan una deficiencia, por el momento podemos confiar en estas medidas de la felicidad.
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Ruut Veenhoven Confiabilidad La investigación también ha demostrado que las respuestas se ven afectadas por variaciones menores en la redacción y el orden de las preguntas, así como por factores situacionales, tales como la raza del entrevistador o el clima. Por lo que, una misma persona puede tener una puntuación de 6 en una investigación y 7 en otra. Esta falta de precisión obstaculiza los análisis a nivel individual. Es un problema menor cuando se compara con la felicidad promedio de grupos, ya que las fluctuaciones aleatorias tienden al equilibrio. Este suele ser el caso cuando la felicidad se utiliza en la evaluación de políticas. Comparabilidad Una objeción que se hace a las encuestas es que las respuestas a las preguntas formuladas no son comparables, debido a que una puntuación de 6, por ejemplo, no significa lo mismo para todos. Un opinión común para argumentar esta posición es que la felicidad depende de la realización de las necesidades y que estas necesidades difieren entre las personas y las culturas. Sin embargo, no es en absoluto seguro que la felicidad depende de la realización de lo que se quiere. Los datos disponibles concuerdan más con la teoría de la satisfacción de las necesidades universales. Una duda relacionada con lo anterior sostiene que la felicidad es un concepto típico occidental que no se reconoce en otras culturas. Sin embargo, la felicidad parece ser una emoción universal que se reconoce en la expresión facial en todo el mundo y es un sentimiento para el cual existen palabras en todos los idiomas. En consecuencia, la falta de una respuesta a la pregunta acerca de la felicidad resulta ser baja en todo el mundo. Otra objeción es que la felicidad es una experiencia única que no se puede comunicar en una escala equivalente. Las raíces de esta observación están en la visión constructivista del ser humano. Sin embargo, desde el punto de vista evolutivo, es poco probable que difieran mucho. Al igual que en el caso del dolor, habrá un espectro común de la experiencia humana. Los datos también muestran una
Felicidad: lecciones de la investigación empírica historia diferente. Si la felicidad no se puede comunicar en una escala equivalente, habrá poca correlación entre la felicidad subjetiva y la objetiva de las condiciones de vida. Sin embargo, las investigaciones demuestran varias correlaciones significativas, algunas de las cuales se presentan en las tablas contenidas en este ensayo. Por último, existe cierta reserva metodológica acerca de los posibles sesgos culturales en la medición de la felicidad, debido a problemas con la traducción de palabras clave y la variación cultural en las tendencias de las respuesta. Se ha buscado evidencia empírica de estas distorsiones, pero no se ha encontrado ninguna. 3) ¿Qué tan felices somos? A continuación se muestra la respuesta a una pregunta acerca de la felicidad en México, en una escala del 1 a 10. Las opciones elegidas con mayor frecuencia son 8, 9 y 10; sólo 11% de las puntuaciones están por debajo de 6. El promedio es de 8.2 que, si se extiende a la escala de 0 a 10, es igual a 8.0. Figura 1. Felicidad en México 40,0% 30,0% 20,0% 10,0% No satisfecho
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Satisfecho
¿En qué rango de la felicidad se encuentra México en comparación con otras naciones? Algunos resultados ilustrativos se presentan en la figura 2. La calificación de 7.9 de México es un promedio de tres encuestas con una pregunta similar en este período. México está entre los más altos del mundo. Como se puede ver, la felicidad media varía entre 8.3 (Dinamarca) y 3.0 (Zimbabwe).
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Ruut Veenhoven Figura 2. La felicidad en las naciones en 2000-2009; promedio en la escala de 0 a 10
Dinamarca Suiza México Suecia Estados Unidos España Francia Japón Turquía Rusia Zimbabwe
8,3 8,0 7,9 7,8 7,4 7,2 6,6 6,5 5,6 5,5 3,0
4) ¿Por qué somos más felices o menos? Una vez establecido que las personas difieren en la felicidad, la siguiente pregunta es por qué. Varios factores están implicados, tales como la acción colectiva y el comportamiento individual, simple experiencias sensoriales y la cognición superior, características estables del individuo y su medio ambiente, así como los monstruos de la suerte. La figura 3 presenta un orden tentativo de los factores y procesos en un modelo de secuencia. El modelo supone que la evaluación de la vida se basa en las experiencias de la vida diaria, en particular experiencias positivas y negativas, las cuales son una reacción mental para el curso de los acontecimientos vitales. Esto incluye los eventos más importantes que sólo ocurren una sola vez, como el matrimonio o las migraciones; así como repetitivos eventos, como levantarse por la mañana y lavar los platos. Los acontecimientos que suceden en la vida son en parte una cuestión de buena o mala suerte, como en el caso de los accidentes. Estos acontecimientos también dependen de determinadas condiciones y capacidades. Los accidentes de tráfico son menos frecuentes en las sociedades bien organizadas y entre las personas atentas. Por
Felicidad: lecciones de la investigación empírica lo tanto, las posibilidades de “eventos gratificantes” y “eventos desagradables” no son las mismas para todos. Esto se conoce comúnmente como oportunidades de vida; por ejemplo, Max Weber enfatiza las diferencias en el acceso a los escasos recursos. Las oportunidades de vida presentes están arraigadas en el pasado y en las estructuras de oportunidad, así como en la historia de la sociedad y el desarrollo individual. Un ejemplo puede ilustrar este modelo de cuatro pasos: las oportunidades de vida de una persona pueden ser pocas, porque vive en una sociedad sin ley, se encuentra en una posición sin poder en esa sociedad, y no es personalmente ni inteligente ni agradable (paso 1). Esa persona se encontrará con muchos eventos adversos. Este individuo puede ser asaltado, engañado, humillado y excluido (paso 2). Por lo tanto, con frecuencia se siente ansioso, enojado y solitario (paso 3). Con base en este flujo de la experiencia de esa persona, ésta juzgará negativamente la vida como un todo (paso 4). Figura 3. Evaluación de la vida: un modelo de secuencias de condiciones y procesos Oportunidades de vida
Curso de eventos
Flujo de experiencias
Evaluación de la vida
Calidad de la sociedad • Riqueza económica • Igualdad social • Libertad política • Cultura opulenta • Orden moral Posición social • Propiedad material • Influencia política • Prestigio social • Unión familiar Habilidades individuales • Aptitud física • Fortaleza psicológica • Capacidad social
Controntación con: • Déficit o riqueza • Ataque o protección • Soledad o compañía • Humillación u honor • Rutina o desafío • Fealdad o belleza
Experiencias de: • Anhelo o saciedad • Ansiedad o seguridad • Soledad o amor • Rechazo o respeto • Aburrimiento o excitación • Repulsión o éxtasis
1. Evaluación del afecto promedio 2. Comparación con las normas de la buena vida 3. Lograr un equilibrio general de la vida
Condiciones para la felicidad
Proceso de evaluación
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Ruut Veenhoven Felicidad en la sociedad ¿Por qué la felicidad difiere tanto entre las naciones? La figura 4 presenta algunas de las cualidades sociales que hay detrás de la felicidad. Gran parte de estos factores forman parte del síndrome de la “modernidad”. Mientras más moderno sea el país, mayor el grado de felicidad de sus ciudadanos. Este hallazgo resulta una sorpresa para los profetas de la fatalidad, que asocian la modernidad con la decadencia, y también contradice las intuiciones de varios científicos sociales. Freud, en su obra Das Unbehagen in der Kultur (1930) –conocido en español como El malestar en la cultura–, argumentó que el desarrollo social requiere la inhibición de los impulsos primitivos, los cuales consideró como esenciales para la felicidad. Del mismo modo, Durkheim (1893: 230) en su obra De la division du travail social argumentó en contra de los economistas que alaban los beneficios de la división del trabajo. Aunque la modernización puede implicar problemas, sus beneficios son claramente mayores. Figura 4. Felicidad y la sociedad en 146 naciones 2000-2009 Características de la sociedad Riqueza Estado de Derecho Derechos civiles Corrupción Libertad Económica Política Personal Igualdad Desigualdad de ingreso Desigualdad por género Diversidad % Inmigrantes Tolerancia a las minorías
Correlación con la felicidad +.69
N
+.50 -.69
131 137
+.63 +.53 +.41
135 131 83
-.08 -.21
119 110
+.29 +.49
126 77
136
Felicidad: lecciones de la investigación empírica Modernidad Escolaridad Urbanización Varianza explicada (R2 ajustada)
+.56 +.58 75%
138 137
Fuente: World Database of Happiness, Data File
Posición social Además de los hallazgos sobre las diferencias en la felicidad promedio en los diferentes países, también hay una gran cantidad de investigación sobre las diferencias en la felicidad individual dentro de los países. Dado que la mayoría de estos estudios están inspirados en la política social igualitaria, a menudo se hace hincapié en las diferencias sociales, tales como el ingreso, la educación y el empleo. Contrario a las expectativas, estas diferencias posicionales tienen poca relación con la felicidad, al menos en la sociedad moderna. Las variables posicionales explican no más de 10% de la varianza en la felicidad. Las principales conclusiones se resumen en la Figura 5. Figura 5. La felicidad y la posición en la sociedad: resumen de resultados de la investigación
Rango social Ingresos Educación Prestigio Participación social Empleo Participación en asociaciones
Correlación intra naciones occidentales
Similitud de correlación entre todas las naciones
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Si bien la búsqueda de la felicidad ha sido una de las tareas más antiguas de la humanidad, resulta extraña la poca de atención recibida por parte de la ciencia en este tema. Es apenas a mediados de la década pasada cuando el estudio de la felicidad recibe el estatus de científico y es cuando surge una explosión de investigaciones, experimentos y teorías que buscan aportar ideas en torno la felicidad. A nivel mundial, varios gobiernos han empezado ya a medir la felicidad en forma oficial, y algunos ya la consideran dentro de la definición de sus políticas públicas. El camino se antoja largo, pero al parecer, vamos en el camino correcto.
José de Jesús García Vega es CP, MA y doctor en economía. En 2000, inició en la UDEM el estudio de la felicidad en México. Esto le ha permitido ofrecer docenas de conferencias, realizar estudios e investigaciones, publicar en revistas científicas y de divulgación y participar en libros y proyectos a nivel internacional. En la actualidad, es consultor en negocios, felicidad y calidad de vida.
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