Obras maestras de la literatura hispanoamericana Katia Ibarra Obra creada para alumnos universitarios. Abarca desde los primeros textos hispanoamericanos a partir del descubrimiento del Nuevo Continente, pasando por la basta literatura colonial, el neoclasicismo, y los movimientos literarios que se dieron a la par de los movimientos de independencia, como lo es el romanticismo. Aborda también el realismo hispanoamericano y culmina con las primeras manifestaciones del modernismo, movimiento con el cual América Hispánica se emancipa literaria e intelectualmente. De manera primordial, este libro puede servir de texto guía y principal para la materia Masterpieces of Spanish American Literature, dictada en numerosas universidad de los Estados Unidos de América, así como para las materias de literatura hispanoamericana impartida en universidades latinoamericanas.
E d i t o r a N ó m a d a C a l l e j ó n B e l i s a r i o D o m í n g u e z 1 7 B , C o y o a c á n , M é x i c o
Obras maestras de la literatura hispanoamericana (Masterpieces of Spanish American Literature)
©Katia Ibarra
Introducción La literatura hispanoamericana se formó a partir de un hecho: el descubrimiento del Nuevo Mundo. Hecho que puede ser planteado también como un “encuentro” entre el mundo viejo, Europa, y las civilizaciones que ya habitaban en el continente americano. Con este hecho se dio inicio a un proceso largo de conquista, donde muchas de las personas que ya vivían en América perdieron la vida defendiendo sus ciudades, o bien a causa de nuevas enfermedades. Después de las guerras de conquista en el continente, siguió la etapa de la colonización, en la cual se consolidaron algunas de las principales instituciones que rigieron la vida artística e intelectual: como fueron las universidades. Sin embargo durante este largo período, que duró de mediados del siglo XVI a las primeras décadas del XX, se abrió una gran brecha entre los que podían tener acceso a la educación formal y la gran mayoría que ni siquiera sabía leer o escribir. Bajo estas condiciones, se mantuvo una gran distancia entre la alta cultura y la cultura popular. Si bien hoy se sabe mucho acerca de las creaciones literarias de índole popular que florecieron durante la época colonial, abordaremos aquí una cronología del proceso de la literatura hispanoamericana enfocada en las principales corrientes, para así percibir su desarrollo. Esto es, las corrientes de la literatura culta, muy influida por los movimientos literario-artísticos de las metrópolis. Desde esta óptica, tenemos que durante esta etapa se produjeron algunos de los textos fundamentales para la literatura hispanoamericana, entre los que se encuentran la obra del Inca Garcilaso de la Vega y Clarinda, en el Virreinato de Perú; Sor Juana Inés de la Cruz, Juan
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Ruiz de Alarcón y Carlos de Sigüenza y Góngora, en la Nueva España, que luego sería México, por mencionar algunos ejemplos. Así como otros textos fundamentales, escritos por españoles, pero que han tenido una gran trascendencia para poder apreciar el pasado literario de nuestros países, como lo es el Códice Florentino de Fray Bernardino de Sahagún, o La Araucana de Alonso de Ercilla. Pese a la gran producción de la época colonial, la cual es fiel a los modelos metropolitanos, tenemos que las literaturas nacionales se fueron consolidando, con el paso de los años, al buscar su voz e instaurando su propia tradición. Así, con las independencias de los países hispanoamericanos respecto a la Corona española, se buscó a la par la emancipación intelectual y artística. El intelectual Pedro Henríquez Ureña, en este sentido, habla de una “busca de nuestra expresión”, planteando esta necesidad de encontrar una especificidad en nuestras literaturas. Sobre todo en el Romanticismo, movimiento estético-literario que coincide con los movimientos de independencia, temporal y discursivamente, nos encontramos con este empeño por distinguirse de las literaturas europeas, pero sobre todo de la española. En su obra, Las corrientes literarias en América Latina, Henríquez Ureña concluye que no fue sino hasta el modernismo que se llega a esa emancipación intelectual y artística. Es este momento en el que se deja de considerar a las literaturas hispanoamericanas como apéndices de la española. En este libro veremos este amplio proceso que va del descubrimiento del Nuevo Mundo para los ojos y la imaginación de los europeos hasta la expresión modernista que, buscando el deslinde de lo literario respecto a otros discursos, como son los políticos, los ideológicos y los sociales, encuentra por primera vez una literatura propiamente hispanoamericana. El Nuevo Mundo llega así a la mayoría de edad a finales del siglo XIX y principios del XX, reclamando su lugar en la historia de la cultura occidental.
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Descubrimiento del Nuevo M undo
En la historia moderna se ha establecido el 12 de octubre de 1492 como el día en el que se descubrió América. Cristóbal Colón fue el almirante que dirigió la expedición, por parte del Reino de Castilla, el cual estaba a bajo de los reyes católicos Isabel y Fernando. En ese mismo año, otro gran suceso tuvo lugar: la invención de la imprenta. Se dice que con estos dos hechos, que tuvieron una gran trascendencia en la historia de la
humanidad, se abrió paso la
Modernidad. Para la historia de la literatura hispanoamericana, este hecho fue fundamental, pues a partir de él, siguieron los procesos de conquista y colonización, que llevan a la instalación de las autoridades de la Corona española en estas tierras, además de la imposición de la lengua castellana, los moldes estético-literarios, la religión, en fin, la tradición occidental. Hay intelectuales que sostienen que más que un “descubrimiento” hubo un “encuentro” (como es el caso del libro La invención de América de Edmundo O’Gorman) entre dos culturas: la cultura originaria y la de los conquistadores. Teniendo esto en cuenta, la literatura hispanoamericana será, no sólo la impuesta, sino una suma entre las tradiciones prehispánicas y la cultura impuesta. La imaginación colonizada poco a poco fue adquiriendo su propio aliento, su propia expresión, como dirá Pedro Henríquez Ureña. Y así como dice la famosa frase de Alfonso Reyes: “llegamos tarde al banquete de la civilización”, llegamos a un punto donde felizmente reclamamos nuestro lugar en la literatura universal, asumiendo la heterogeneidad que nos constituye, apropiándonos de las diversas tradiciones que nutren nuestros textos a lo largo de su historia.
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1) Cristóbal Colón Cristóbal Colón, del cual se cree que es de procedencia italiana, aunque hay diversas hipótesis que apuntan a otros orígenes, fue un almirante y humanista de la época del Renacimiento. Su primer viaje a lo que él creía eran las Indias, lo condujo a lo que actualmente es el continente americano. Zarpó del Puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 y llegó el 12 de octubre de ese año a las Bahamas para después estar en otras de las islas del Caribe, que actualmente conforman la República Dominicana y Cuba. En su segundo viaje, que duró del 4 de noviembre de 1493 a junio de 1496, exploró lo que actualmente son la isla Guadalupe, Puerto Rico y Jamaica. En 1498, realizó su tercer viaje al Nuevo Continente, explorando la isla Trinidad y la costa de la actual Venezuela. En su último viaje, el cuarto, estuvo en La Española (actual República Dominicana) y en lo que hoy es Honduras. Colón fue un humanista que escribió numerosos textos, entre cartas dirigidas a los reyes y familiares, relaciones de sus viajes y diarios. Pedro Henríquez Ureña afirma que fue gracias a Colón que se reveló el Nuevo Continente a la imaginación europea y así, de ese momento en adelante, comenzarían diversos relatos en torno a estos lugares bajo dos ideas centrales: “América como tierra de la abundancia, y el indio como ‘noble salvaje’.” De estos primeros textos colombinos, se nutrieron las obras de Shakespeare, Montaigne, Tomás Moro, Cervantes, Swift, entre otros. El Diario de Colón se instala como una de las obras paradigmáticas de la literatura de viajes. Entre sus características están las amplias descripciones de paisajes, costumbres y personas. La exuberante naturaleza descrita por Colón, los animales y plantas nunca antes vistos por él, provocan la pluma del almirante traduciéndose en descripciones que muchas veces resultan hiperbólicas. El hecho de describir los paisajes de esta forma resulta sintomático de lo que después sería la literatura hispanoamericana, pues es precisamente en esta
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representación de los espacios americanos únicos que se afianzará la expresión propia hispanoamericana.
Lectura Diario,
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Cristóbal Colón
Sábado 13 de octubre Luego que amaneció vinieron á la playa muchos destos hombres, todos mancebos como dicho tengo, y todos de buena estatura, gente muy fermosa: los cabellos no crespos, salvo correidos y gruesos, como sedas de caballo, y todos de la frente y cabeza muy ancha mas que otra generación que fasta aquí haya visto, y los ojos muy fermosos y no pequeños, y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios, ni se debe esperar otra cosa, pues está Lesteoueste con la isla de Hierro en Canaria so una linea. Las piernas muy derechas, todos á una mano, y no barriga, salvo muy bien hecha. Ellos vinieron á la nao con almadias, que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y todo de un pedazo, y labrado muy a maravilla segun la tierra, y grandes en que en algunas venian cuarenta ó cuarente y cinco hombres, y otras mas pequeñas, fasta haber dellas en que venia un solo hombre. Remaban con una pala como de fornero, y anda á maravilla; y si se le trastorna luego se echas todos á nadar, y la enderezan vacian con calabazas que traes ellos. Traían ovillos de algodón filado y papagayos, y azagayas, y otras cositas que seria tedio de escrebir, y todo daban por cualquier cosa que se los diese. Y yo estaba atento y trabajaba de saber si habia oro, y vide que algunos dellos traían un pedazuelo colgado en un agujero que tienen á la nariz, y por señas pude entender que yendo al Sur ó volviendo la isla por el Sur, que estaba allí un Rey que tenia grandes vasos dello, y tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá, y despues vide que no entendian en la idea. Determiné de aguardar fasta mañana en la tarde, y despues partir para el Sudueste, que segun muchos dellos me enseñaron decian que habia tierra al Sur y al Sudueste á buscar oro y piedras preciosas. Esta isla es bien grande y muy llama y de árboles muy verdes, y muchas aguas, y una laguna en medio muy grande, sin ninguna montaña, y toda ella verde, ques placer mirarla; y esta gente farto mansa, y por la gana de haber de nuestras cosas, y teniendo que no se les ha de dar sin que den algo y no lo tienen, toman lo que pueden y se echan luego á nadar; mas todo lo que tienen lo dan por cualquiera cosa que les den; que fasta los pedazos de las escudillas, y las tazas de vidrio rotas rescataban, fasta que ví dar diez y seis ovillos de algodón por tres coetis de Portugal, que es una blanca de Castilla, y en ellos habría más de una arroba de algodon filado. Esto defendiera y no dejara tomar á nadie, salvo que yo lo mandára tomar todo para V.A. si hobiera en cantidad. Aquí nace en esta isla, mas por el poco tiempo no pude dar así del todo fé, y también aquí nace el oro que traen colgado á la nariz; mas por no perder tiempo quiero ir á ver si puedo topar á la isla de Cipango. Agora como fue anoche todos se fueron a tierra con sus almadias. Domingo 28 de octubre
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Fue de allí en demanda de la isla de Cuba al Sursudueste, á la tierra della mas cercana, y entró en un rio muy hermoso y muy sin peligro de bajas ni otros inconvenientes, y toda la costa que anduvo por allí era muy hondo y muy limpio fasta tierra: tenía la bocha del rio doce brazos y es bien ancha para barloventear; surgió dentro, dizque á tiro de lombarda. Dice el Almirante que nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles todo cercado el rio, fermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto, cada uno a su manera. Aves muchas y pajaritos que cantaban muy dulcemente: habia gran cantidad de palmas de otro manera que las de Guinea y de las nuestras; de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa, y las hojas muy grandes, con las cuales cobijan las casas (...) Halló verdolagas muchas y bledos. Tornóse á la barca y anduvo por el río arriba un buen rato, y diz que era gran placer ver aquellas verduras y arboledas, y de las aves que no podría dejallas para se volver. Dice que es aquella isla la más hermosa que ojos hayan visto, llena de muy buenos puertos y rios hondos, y la mar que parecia que nunca se debia de alzar por que la yerba de la playa llegaba hasta cuasi el agua, la cual no suele llegar donde la mar es brava (...)
2) Vespucio Nacido en Florencia, el 9 de marzo de 1454, Américo Vespucio (Amérigo Vespucci) fue un explorador, comerciante y cartógrafo del Nuevo Mundo. Sus contribuciones a la identificación del continente recién descubierto hicieron que se reconociera como tal, y es esta la razón por la que se acuñara el nombre de América, en honor a él. Entre 1503 y 1505, publicó dos textos de suma importancia: Mundus Novus y la Carta a Soderini. Fue un humanista típico del renacimiento: en su juventud se inició en los estudios de astronomía, cartografía y geografía, además del latín clásico, y la lectura de los antiguos como Aristóteles y Ptolomeo. A partir de las diversas cartas dirigidas a Lorenzo de Medici, su protector, que se atribuyen a su autoría, se estima que su primer viaje lo realizó en el año de 1497. Con mayor certeza para la historia, el primer viaje que realizó fue en 1499, por parte del Reino de Castilla. En 1501 volvió al viejo continente, enviado por parte del Imperio Portugués con el fin de explorar las tierras que hoy conforman Brasil. Después siguieron otros viajes y diversas exploraciones.
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Entre los textos atribuidos a Vespucio, nos interesa aquí comentar el titulado Mundus Novus, publicado en Florencia en 1503, por ser uno de los prototextos de la literatura hispanoamericana, su trascendencia y por ser el primer documento en el que se reconocen las tierras descubiertas no como parte de las Indias o Asia, sino como un nuevo continente. Fechada el día 1 de agosto de 1501, la carta es considerada uno de los textos más importantes de toda la historia de la civilización (por ejemplo, Germán Arciniegas declara que después de la Biblia, se encuentra la Carta Mundus Novus, en tanto cambió la visión de la humanidad). (Arciniegas, 19). En 1507, se tradujo al alemán y se publicó
Representación del erudito alemán Martin Waldseemüller nombrada como Universalis Cosmographia, publicada en 1507 junto con la carta de Vespucio.
junto a un mapa mundi elaborado por eruditos alemanes que encontraron en esta carta una revelación que trascendería al mundo conocido hasta entonces. Dicha representación, se conoce como Universalis Cosmographia, y fue realizada por Martin Waldseemüller.
Lectura
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Flora y fauna, Américo Vespucio La tierra de aquellos países es muy fértil y amena, y abundante de muchas colinas, montes e infinitos valles, y regada por grandísimos ríos y salubérrimas fontes, y copiosamente llena de dilatadísimas selvas densas, y apenas penetrables, y de toda generación de fieras. Árboles grandes arraigan allí sin cultivador, de los cuales muchos frutos son deleitables al gusto y útiles a los humanos cuerpos, otros verdaderamente al contrario, y ningún fruto es allí semejante a los nuestros. Se producen allí innumerables especies de yerbas y raíces, de
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las cuales hacen pan y óptimas viandas, y tienen muchas simientes absolutamente disímiles de éstas nuestras. Ninguna especie de metal allí se encuentra, excepto oro, el cual en aquellos países abunda, aunque nada de ello hemos traídos nosotros en esta nuestra primera navegación; y de esto nos dieron noticia los habitantes, los cuales nos afirmaban que allá tierra adentro había grandísima abundancia de oro y que entre ellos no es estimado en nada ni tenido en aprecio. Abundan las perlas, como otras veces te he escrito: si quisiera recordar todas las cosas que allí hay y escribir sobre las varias generaciones y multitud de animales, sería cosa de todos modos prolija y considerable. Y creo ciertamente que nuestro Plinio no haya tocado la milésima parte de la generación de los papagayos y del resto de los otros pájaros e igualmente animales que están en aquellos mismos países con tanta diversidad de figuras y de colores, que Policleto, el artífice de la perfecta pintura, habría fracasado en pintarlos. Todos los árboles allí son olorosos y mana de cada uno goma, o bien aceite, o bien cualquier otro licor, de los cuales, si las propiedades nos fueran conocidas, no dudo que a los humanos cuerpos serían saludables. Y ciertamente si el Paraíso Terrenal en alguna parte de la tierra está, estimo que no estará lejos de aquellos países. De los cuales el lugar, como te he dicho, está al mediodía, en tanta templanza de aire que allí nunca se conocen ni los inviernos helados ni los veranos cálidos. Nos llamó la atención un animal que estaban asando, muy semejante a una serpiente, sólo que no tenía alas, y al parecer tan rústico y silvestre que causaba espanto. Caminando adelante a lo largo de aquellas mismas barracas hallamos muchísimas de estas serpientes vivas, atados los pies y con una especie de bozales a la boca para que no pudiesen abrirla, como se suele hacer con los perros y otros animales para que no muerdan; pero es tan feroz el aspecto de semejantes serpientes, que teniéndolas por venenosas no nos atrevíamos a tocarlas; son tan grandes como un cabrito montés y de braza y media longitud. Tienen los pies largos, muy fornidos y armados de fuertes uñas; la piel de diversísimos colores; el hocico y el aspecto de verdadera serpiente; desde las narices hasta la extremidad de la cola les corre por toda la espalda una especie de cerda o pelo grueso, en términos que verdaderamente parecen serpientes aquellos animales; y, sin embargo eso, los comen aquellas gentes.
3) Pedro Mártir Pedro Mártir de Anglería nació en 1457, en Italia. Fue un humanista del Renacimiento, conocido primordialmente por sus escritos sobre el descubrimiento de América. Fue uno de los primeros cronistas de las Indias. Ocupó un lugar importante como maestro en la corte de los Reyes Católicos. Dado a que entabló amistad con Cristóbal Colón y al ser miembro del Consejo de Indias, Pedro Mártir viajó al Nuevo Mundo. Su obra más importante concerniente al encuentro con lugares y personas nunca antes vistas, es el libro Décadas de Orbe Novo. Dicha obra está dividida en 8 partes, que a su vez se dividen en 10 libros, y fue originalmente escrita en latín. La primera década fue publicada en Sevilla en el año de 1511. Según Pedro Henríquez
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Ureña, junto a Vespucio y Color, Mártir aportó significativamente a develar a la imaginación europea la naturaleza exuberante de las nuevas tierras, la visión que se comenzó a formar de los habitantes que acá vivían, los lugares fantásticos que deparaba el nuevo continente, como lo fue El Dorado o el país de las Amazonas, entre otros.
Lectura
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Década Quinta. Libro III, Capítulo VI Reposábase Cortés, sin saber qué haría con tantos y tan prósperos sucesos. Él mismo declaraba que al considerar el poderío de Moctezuma, la grandeza de su imperio y el orden, espero y abundancia de su hacienda, no hallaba a dónde volverse, ni modo de comenzar su relato. Declara, empero, su propósito de discurrir primeramente acerca de la provincia en que están las referidas lagunas y la gran ciudad de Tenustitán, rodeada de otras muchas. Dicha provincia se llama México y está rodeada de altas montañas. En su llanura hay dos lagos, uno salado y dulce el otro, según ya dijimos. La mencionada llanura tiene un circuito de setenta leguas, ocupado en su mayor parte por las lagunas. La ciudad de Tenustitán, domicilio del gran rey Moctezuma, está enclavada en el centro del lago salado. Por doquiera que a ella se vaya, hay desde tierra una distancia de legua y media o dos, en otros sitios; la laguna hierve día y noche de canoas que van y vienen. También se puede ir a la ciudad por cuatro calzadas de piedra hechas a mano, que arrancan como de los cuatro puntos, y que si bien son en su mayor parte continuas y sólidas, están a trechos abiertas y cortadas con vigas levadizas de madera, atravesadas por las puertas, a fin de que las aguas del flujo y reflujo tengan paso libre, y poderlas alzar fácilmente en caso de peligro. Se dice que las calzadas en cuestión tienen un ancho de dos lanzas. Una de ellas ya la describimos con ocasión del encuentro entre Moctezuma y Cortés, y así es fácil formarse idea de las demás. Por una de las calzadas se trae hasta la ciudad un acueducto, pero sin obstruir aquélla. Toda la ciudad bebe de él. De trecho en trecho hay lugares destinados a los funcionarios reales encargados de cuidar las lanchas en que se lleva a vender el agua por toda la ciudad. Allí se exige el tributo a los aguadores. El acueducto tiene dos lechos: cuando el agua se ensucia a causa del musgo, por donde fluye, dirigen la corriente hacia el otro, en tanto que el primero se limpia, y con esta alternativa operación resulta purificada el agua que se consume en toda la ciudad. La cabida del acueducto es, según dicen, igual en tamaño al cuerpo de un buey. ¿Y qué decir de los numerosos puentes, que a través de la ciudad entera, facilitan el acceso de unos vecinos a otros? Son de madera, tan anchos, que pueden pasearse en ellos hasta diez hombres juntos, e infinitos en cantidad, y así debe ser, porque los caminos son acuáticos en su mayoría. También los hay terrestres como en nuestra insigne república veneciana. Cuentan, además, que en ambas lagunas, así en la orilla, como en las aguas mismas, existen fundadas otras ciudades, como en Venecia. La de Tenustitán tiene, a lo que dicen, cerca de sesenta mil casas, y no dudamos de que pueda ser así, si es verdad lo demás
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que de ella se cuenta. Hay en ella grandes plazas, pero particularmente una, rodeada de pórticos por todas partes, a donde concurren mercaderes y negociantes de todas clases, y en la cual se ven muy buenas tiendas de cosas venales y muy a propósito para la comida, el vestido y el adorno, así guerrero como ciudadano. Se pueden contar diariamente en los mercados y ferias sesenta mil vendedores y compradores, que en lanchas transportan a la ciudad los productos de su tierra, y se traen algo de lo que no tienen, como ocurre entre nosotros con los campesinos, que en asnos, bestias de carga de otros clases o carros acuden de los pagos y campos a los pueblos o ciudades próximas con el fruto de sus trabajos y cuidados, tal como madera, paja, vino, trigo, cebada, aves y otras cosas, retornando a la tarde con otras susceptibles de satisfacer su necesidad o su apetito. (Mártir, 51-53)
Actividad -Investiga acerca de la literatura de viajes durante el Renacimiento -Ubica la obra de Cristóbal Colón, de Américo Vespucio y Pedro Mártir en dicha literatura -Reflexiona sobre la trascendencia que tuvieron estos escritos para los lectores europeos de la época: ¿generaban una expectativa de lo que encontrarían en estas tierras? ¿Provocaban una ilusión o esperanza ante la idea una nueva civilización? ¿Crees que esto alentó la escritura de textos utópicos? -Escribe un breve ensayo son los resultados de tu investigación y tus reflexiones de aproximadamente 2 cuartillas.
Conformación de los virreinatos
Fundado oficialmente el 8 de marzo de 1535, el Virreinato de la Nueva España se logró instalar después de un largo proceso de conquista emprendida por Hernán Cortés. La capital del Virreinato se ubicó sobre las ruinas de Tenochtitlán, la gran ciudad de la civilización Azteca o mexica. Dividido en reinos y capitanías, el Virreinato fue muy grande en extensión territorial, pues incluyó lo que actualmente es México, más los actuales estados de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Texas, entre otros de los estados que actualmente conforman los Estados Unidos de América. También abarcó la Capitanía General de Guatemala (comprendida por los actuales países de Guatemala, Belice, Costa Rica, El Salvador,
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Honduras y Nicaragua) y la Capitanía General de Cuba (actuales Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Trinidad y Tobago y Guadalupe). Después de las primeras expediciones de Cristóbal Colón por las nuevas tierras del recién descubierto continente, los reyes católicos ordenaron nuevas expediciones. Así, en 1518, llegó a Campeche y Tabasco el conquistador Juan de Grijalva. Más tarde, en 1519 llegaría a Veracruz el principal conquistador de México: Hernán Cortés. Desde su arribo, Cortés tuvo noticia del gran imperio mexica, el cual dominaba gran parte de Mesoamérica. Tras su primera batalla en Tabasco, Cortés obtuvo como obsequio a Malintzin, conocida en castellano como Doña Marina, quien pasaría a la historia como la Malinche. Ella aprendió el castellano y fungió como traductora de Cortés, ayudando así al proceso de la Conquista. El 8 de noviembre de 1519 llegó la tropa de Cortés a Tenochtitlán, y no fue sino hasta el 13 de agosto de 1521 que finalmente logró consumar su empresa, al derrotar al imperio mexica, derrotando al emperador Cuauhtémoc. Una vez derrotado el imperio, se destruyó parte importante de la ciudad y se iniciaron las edificaciones coloniales. Así mismo, se abrió paso a la evangelización, la cual tuvo como correlato un largo debate sobre si los indígenas tenían alma o no. Entre las primeras órdenes eclesiales que se instalaron en la Nueva España en el siglo XVI, están la de los jesuitas, franciscanos, dominicos y agustinos. En el sur del continente, durante los siglos XV y XVI, tuvo su esplendor el Imperio Inca o Tahuantinsuyo que en quechua significa “las cuatro regiones”. Ubicado en la zona andina del que ahora es el subcontinente americano, está limitado al este por la selva amazónica y al oeste por el océano pacífico, al norte con la región del Pasto de la actual Colombia y al sur por el río Maule, en lo que hoy es Chile. El centro de su imperio fue la ciudad de Cuzco, la cual fue asediada durante la conquista militar comandada por Francisco Pizarro, y finalmente sucumbió en el año de 1534. El 20 de noviembre de 1542 fue creado por el rey Carlos I, el Virreinato del
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Perú, situando la capital del mismo en Lima, en la costa. En extensión, ocupó prácticamente todos los que actualmente son los países sudamericanos, con excepción de Venezuela, que quedó de la Real Audiencia de Santo Domingo, y Brasil, que fue colonizado por el Imperio portugués. Como en el Virreinato de la Nueva España, la máxima autoridad que prevalecía en esta administración fue el Virrey, representante del Rey, al que seguían las entidades religiosas: la Iglesia. Ahí la figura del Arzobispo era quien seguía en la jerarquía del poder. Así mismo, existió la institución de la Inquisición, la cual se encargaba de perseguir las prácticas paganas, los portugueses judaizantes, y más adelante se encargó de censurar los libros que propagaran ideas contrarias a la autoridad española. Al igual que en el Virreinato de la Nueva España, la sociedad indígena fue relegada, obligada a rendir vasallaje a los criollos y peninsulares, lo que trajo consigo que la cultura se escindiera también en dos: una alta cultura, que era la de la tradición hispánica, y la cultura popular, que eran todas aquellas manifestaciones que los indígenas, en este caso los incas, continuaron llevando a cabo para mantener sus tradiciones. José María Arguedas, antropólogo del siglo XX, hace un análisis de la condición colonial del Perú y de la región andina, en donde se percibe cómo la sociedad, su cultura y su arte, relegó al indígena, su imaginario y su lengua. A partir de las reformas borbónicas, el rey Felipe V creó el Virreinato de la Nueva Granada (1717-1723, 1739-1810 y 1816-1819), también conocido como Virreinato de Santafé, o Virreinato de la Nueva Granada. Esto sucedió en el siglo XVIII en lo que fuera la última fase de la Colonia española. La capital de este virreinato se ubicó en Santafé, actualmente Bogotá, en Colombia. Inicialmente, esta región fue parte del Virreinato del Perú. El Virreinato del Río de la Plata (1776-1814), también conocido como Virreinato de las Provincias del Río de la Plata o Virreinato de Buenos Aires, fue creado, al igual que el Virreinato de la Nueva Granada, en el siglo XVIII, a partir de las reformas borbónicas.
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Literatura y cultura en la Colonia
Después de las primeras exploraciones, se dio el proceso de colonización, el cual se acompañó de la evangelización, es decir, de la conversión de los habitantes primigenios de estas tierras al catolicismo. La reina Isabel la Católica de Castilla, que había financiado el primer viaje de Colón y que había llevado a cabo diversas acciones para la unificación de España, como fueron la expulsión de los árabes y los judíos, o su conversión al catolicismo, decretó que los indios no serían esclavizados, sino que entrarían a un régimen de vasallaje, por lo que continuarían siendo “hombres libres”. Se estableció desde esos primeros momentos una distinción de castas que se conservaría muchos años más allá de la época colonial. En esta jerarquización, quienes tendrían mayores privilegios político y económicos, y por lo tanto sociales, serían los españoles peninsulares, es decir, aquellos nacidos en España pero que vivían en las tierras americanas cumpliendo alguna función administrativa para el Reino de Castilla. Después seguirían los criollos, que eran los descendientes de españoles. Los mestizos comprendieron la casta que resultó de la mezcla racial de españoles e indios. Después vendrían los indios, que eran los vasallos de peninsulares y criollos. En ciertos lugares de América existió la esclavitud, donde traían a negros de África, principalmente por parte de mercaderes portugueses, con lo cual las castas se ampliaron durante la época colonial. En esta conformación de la sociedad, basada en cuestiones raciales, sólo unos cuántos tuvieron estudios universitarios. Independientemente de que la Universidad fuera un espacio para personas privilegiadas durante la época colonial, tuvo una gran importancia en la configuración intelectual y de la alta cultura de esta etapa. La más antigua fue la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, Santo Domingo, República Dominicana, fundada en 1538. Le siguió la Real y Pontificia Universidad de San Marcos, en Lima, Perú, en mayo de 1551. Inaugurada en 1553, la Real y Pontificia Universidad de México es también una
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de las instituciones coloniales más antiguas, la cual fue cerrada durante los conflictos del movimiento independentista. Entre otras universidades del continente americano fueron espacios para la formación de los intelectuales novohispanos. En cuanto a la lengua castellana, pilar de las nuevas sociedades y punto de convergencia de las literaturas que se comienzan a formar, es importante mencionar que, a la par del descubrimiento de América, y con la reciente invención de la imprenta, en el año de 1492 se publica la primera gramática de una lengua romance. Se trata de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija. Como dice el crítico literario contemporáneo, Ángel Rama, fueron las instituciones como las Universidades, el aparato administrativo de la colonia y las reglas gramaticales y ortográficas, las que comenzaron a ordenar a las nuevas sociedades hispanoamericanas en lo que él llamaría “la ciudad letrada”. Cuestión fundamental para lograr apreciar críticamente la evolución de las literaturas nacional durante los siglos XIX y XX.
Crónica de Indias
Durante el siglo XVI, la narrativa novohispana estaba más bien enfocada en la descripción de la realidad y los hechos que estaban aconteciendo. Es por esta razón que prevalece la crónica, la cual se trata más de textos históricos que literarios, en el sentido de ficción que comprendemos hoy día. Sin embargo, tampoco se puede referir a ellos como historia, en el sentido científico de la misma como hoy se concibe. Se trata entonces de textos narrativos que oscilan entre aspectos históricos, sin el rigor metódico de esta ciencia, y elementos literarios, aunque
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tampoco cumplían con las técnicas literario-estéticas que hoy encontramos.
Tenemos entonces que en esta primera etapa de la vida colonial, es de gran relevancia el género de la crónica. Aquí abordaremos algunas de las más sobresalientes crónicas de la conquista española. A este género en particular, que oscila entre lo literario y lo histórico, se le ha dado el nombre de Crónica de Indias.
1) Bartolomé de las Casas
Bartolomé de las Casas fue un cronista y evangelizador español en la Nueva España. Como obispo de Chiapas (ubicada en la Capitanía de Guatemala), promulgó a favor de los indios. Llegó a América para ser encomendero, pero después se inclinó a la vida eclesiástica, llegando a ser fraile de la Orden de Santo Domingo. Su obra más importante es la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, la cual posee las características de la Crónica de Indias al ser un texto que oscila entre lo histórico y lo literario. Recoge aquí una descripción, como el resto de las crónicas, de su entorno: el medio, la naturaleza, las costumbres, las personas, la familia, las prácticas sociales, así como los hechos en los que el autor es testigo. El fraile dominico Antonio de Montesinos, ya había denunciado en 1511 el abuso por parte de los encomenderos hacia los indígenas, por lo que se promulgaron las Leyes de Burgos donde se dictaba la declaración de libertad de los indígenas, pese al obligado vasallaje que debían cumplir hacia las autoridades españolas. En este contexto y con la influencia de Montesinos, Fray Bartolomé de las casas escribe esta Brevísima relación de forma muy crítica hacia la empresa colonizadora y el trato que se le dio a los indígenas. En 1543 asumió el obispado de Chiapas, donde se dedicó a defender los derechos de los indígenas. En 1552 aparece su Brevísima relación, en Sevilla, obra que pese a su fuerte crítica no fue censurada.
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Lectura
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Brevísima relación de la destrucción de las Indias (fragmento) De la Tierra Firm e
El año de mil y quinientos y catorce pasó a la Tierra Firme un infelice gobernador, crudelísimo tirano, sin alguna piedad ni aun prudencia, como un instrumento del furor divino, muy de propósito para poblar en aquella tierra con mucha gente de españoles. Y aunque algunos tiranos habían ido a la Tierra Firme y habían robado y matado y escandalizado mucha gente, pero había sido a la costa de la mar, salteando y robando lo que podían. Mas éste excedió a todos los otros que antes de él habían ido y a los de todas las islas, y sus hechos nefarios a todas las abominaciones pasadas. No sólo a la costa de la mar, pero grandes tierras y reinos despobló y mató, echando in- mensas gentes que en ellos había a los infiernos. Éste despobló desde muchas leguas arriba del Darién hasta el reino y provincias de Nicaragua inclusive, que son más de quinientas leguas, y la mejor y más feliz y poblada tierra que se cree haber en el mundo, donde había muy muchos grandes señores, infinitas y grandes poblaciones, grandísimas riquezas de oro, porque hasta aquel tiempo en ninguna parte había parecido sobre la tierra tanto, porque aunque de la isla Española se había henchido casi España de oro y de más fino oro, pero había sido sacado con los indios de las entrañas de la tierra de las minas dichas, donde, como se dijo, murieron. Este gobernador y su gente inventó nuevas maneras de crueldades y de dar tormentos a los indios por que51 descubriesen y les diesen oro. Capitán hubo suyo que en una entrada que hizo por mandado de él para robar y extirpar gentes mató sobre cuarenta mil ánimas, que visto por sus ojos un religioso de San Francisco que con él iba que se llamaba fray Francisco de San Román, metiéndolos a espada, quemándolos vivos y echándolos a perros bravos y atormentándolos con diversos tormentos. Y porque la ceguedad perniciosísima que siempre han tenido hasta hoy los que han regido las Indias en disponer y ordenar la conversión y salvación de aquellas gentes, la cual siempre han pospuesto (con verdad se dice esto) en la obra y efecto, puesto que por palabra hayan mostrado y colorado o disimulado otra cosa, ha llegado a tanta profundidad que hayan imaginado y practicado y mandado que se les hagan a los indios requerimientos que vengan a la fe y a dar la obediencia a los reyes de Castilla; si no, que les harán guerra a fuego y a sangre y los matarán y cativarán, etc. Como si el hijo de Dios que murió por cada uno de ellos hubiera en su ley mandado cuando dijo: “Euntes docete omnes gentes” que se hiciesen requerimientos a los infieles pacíficos y quietos y que tienen sus tierras propias; y si no la recibiesen luego sin otra predicación y doctrina, y si no se diesen a sí mismos al señorío del Rey que nunca oyeron ni vieron especialmente, cuya gente y mensajeros son tan crueles, tan des- apiadados y tan horribles tiranos, perdiesen por el mismo caso la hacienda y las tierras, la libertad, las mujeres e hijos con todas sus vidas, que es cosa absurda y estulta y digna de todo vituperio y escarnio e infierno. (Casas, 41-43)
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2) Fray Bernardino de Sahagún Bernardino de Rivera nació en Sahagún, León, España, en 1499 y murió en la Ciudad de México el 5 de febrero de 1590. Mejor conocido como Fray Bernardino de Sahagún, fue uno de los evangelizadores de la Nueva España; legó una vasta obra en náhuatl y español, en la cual resalta el interés por preservar e incluso defender las tradiciones culturales de los pueblos conquistados. Fue maestro de latín en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco (primera institución universitaria del Nuevo Mundo, fundada en 1536); dio instrucción a jóvenes nahuas que luego se convertirían en sus discípulos.
Misionero franciscano y gran estudioso de la lengua y la cultura indígenas, dedicó gran parte de sus horas, desde 1547, a la construcción de su obra histórico-antropológica. Por sus métodos misionales, que procuraban respetar las tradiciones indígenas, su obra tuvo críticas e incluso fue censura por el Santo Oficio. Particularmente, el hecho de que Sahagún escribiera sobre el mundo azteca fue motivo de censura, por el “paganismo” que este significaba.
Entre sus obras se encuentran Psalmodia cristiana y Sermonario de los Santos del año, en lengua mexicana, ordenado en cantares o psalmos para que canten los indios en los areytos que hacen en las Iglesias (única obra que vio impresa), México, 1583. Escribió además: Incipiunt Epistola et Evangelia; Evangelario en lengua Mexicana; Sermonario de dominicas y de santos en lengua mexicana; Postillas sobre las Epístolas y Evangelios de los Domingos de todo el año, con la colaboración de sus alumnos de Tlatelolco; Tratado de la Retórica y Teología de la gente mexicana, también en náhuatl; Arte de la lengua mexicana, con su vocabulario apéndiz, entre otras.
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Pero su obra monumental, que le llevó treinta años de arduo trabajo, son las tres versiones de la Historia general de las cosas de la Nueva España que, con loable empeño, y recogiendo la tradición oral que le trasmitían sus alumnos, enviaba al Consejo de las Indias para su publicación, el cual lo archivaba por razones políticas. Los tres ejemplares acabaron en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, donde todavía se conserva otra de ellas, compuesta de doce libros es conocida también como Códice florentino porque uno de los manuscritos, después de innúmeras peripecias, terminó en la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia.
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Capítulo XII De las diversidades de las aguas, y de varias cualidades de la disposición de la tierra. Habiendo tratado de las fuentes, aguas y montes, me pareció lugar oportuno para tratar de las idolatrías principales antiguas, que se hacian, y aun se hacen en las aguas y montes. Una idolatría muy solemne se hacia en esta laguna de México, en el lugar que se llama Aiauhcaltitlan, donde dicen que están dos estátuas de piedra grandes, y que cuando se mengua la laguna quedan en seco, aparécense las ofrendas de copál y de muchas basijas quebradas, que allí están ofrecidas: tambien ofrecian corazones de niños, y otras cosas. En el medio de la laguna donde llaman Xiuhchimalco, dicen que está un remolino donde se sume el agua de la laguna, allí tambien se hacian sacrificios cada año, echaban un niño de tres o cuatro años en una canoita nueva, llevábanla al remolino, y tragábala á ella y al niño. Este remolino dicen que tiene un respiradero ácia Tullan, donde llaman Apazco, (Santiado) donde está un pozanco profundo, y cuando crece la laguna, crece él, y cuando mengua, mengua él: allí dicen que muchas veces se há hallado la canoita donde el niño habia sido echado. [...] Hay otras muchas fuentes y aguas, donde ofrecian, y aun hoy ofrecen en el dia de hoy, que convendrá requerirlas para ver lo que allí se ofrece. Cerca de los montes hay tres ó cuatro lugares donde solían hacer muy solemnes sacrificios, y que venían á ellos de muy lejanas tierras. El uno de estos és aquí en México, donde está un montecillo que se llama Tepeacac, y los españoles llaman Tepeaquilla, y ahora se llama Ntrâ. Srâ. de Guadalupe. En este lugar
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tenian un templo dedicado á la madre de los dioses que llamaban Tonantzin, quiere decir nuestra madre: allí hacian muchos sacrificios á honra de ésta diosa, y venian á ellos de muy lejas tierras, hasta de más de veinte leguas de todas éstas comarcas de México, y traían muchas ofrendas: venian hombres, mugeres, mozos y mozas á éstas fiestas: era grande el concurso de gente en estos dias, y todos decian; vamos á la fiesta de Tonantzin: agora que está allí edificada la iglesia de Ntrâ. Srâ. de Guadalupe, también la llaman Tonantzin, tomada ocasión de los predicádores, que á Ntrâ. Srâ. la Madre de Dios la llamaban Tonantzin. (Sahagún, 320, 321)
3) Inca Garcilaso de la Vega Es considerado el primer mestizo intelectual y escritor de la América Hispánica. Su madre fue Isabel Chimpu Ocllo, quien fue hija del príncipe inca Huallpa Túpac Inca, y nieta de Túpac Yupanqui, uno de los soberanos incaicos. Su padre fue un funcionario de la administración virreinal, Sebastián Garcilaso de Vega, sobrino del célebre poeta Garcilaso de la Vega. La obra más importante del Inca es conocida como Comentarios Reales de los incas y fue publicada en Lisboa en 1609. Esta obra es de gran trascendencia pues significa un testimonio muy particular de un intelectual que reconoce sus raíces prehispánicas y busca dar voz por primera vez a los vencidos. Rescata la genealogía imperial de la gran civilización incaica, sus costumbres, cosmovisiones, da cuenta de la maravilla de sus construcciones, su lengua, sus tradiciones. Por todo esto llegó a ser considerada por la Corona como un libro peligroso y con lo que se censuró a partir de 1781. Entre otras obras del Inca Garcilaso de la Vega, tenemos La Florida del Inca (1605) y una segunda parte de los Comentarios Reales, conocida como Historia General del Perú, publicada en 1617. La obra de este autor mestizo ha sido de gran trascendencia para la formación intelectual y literaria del Perú, que buscó en su pasado prehispánico la voz distintiva frente a las literaturas metropolitanas.
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Comentarios reales (fragmento) Capítulo XV: El origen de los Incas Reyes del Perú. Viviendo o muriendo aquellas gentes de la manera que hemos visto, permitió Dios Nuestro Señor que de ellos mismos saliese un lucero del alba que en aquellas oscurísimas tinieblas les diese alguna noticia de la ley natural y de la urbanidad y respetos que los hombres debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquél, procediendo de bien en mejor cultivasen aquellas fieras y las convirtiesen en hombres, haciéndoles capaces de razón y de cualquiera buena doctrina, para que cuando ese mismo Dios, sol de justicia, tuviese por bien de enviar la luz de sus divinos rayos a aquellos idólatras, los hallase, no tan salvajes, sino más dóciles para recibir la fe católica y la enseñanza y doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia Romana, como después acá lo han recibido, según se verá lo uno y lo otro en el discurso de esta historia; que por experiencia muy clara se ha notado cuánto más prontos y ágiles estaban para recibir el Evangelio los indios que los Reyes Incas sujetaron, gobernaron y enseñaron, que no las demás naciones comarcanas donde aún no había llegado la enseñanza de los Incas, muchas de las cuales se están hoy tan bárbaras y brutas como antes se estaban, con haber setenta y un años que los españoles entraron en el Perú. Y pues estamos a la puerta de este gran laberinto, será bien pasemos adelante a dar noticia de lo que en él había. Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos para entrar a dar cuenta del origen y principio de los Incas Reyes naturales que fueron del Perú, me pareció que la mejor traza y el camino más fácil y llano era contar lo que en mis niñeces oí muchas veces a mi madre y a sus hermanos y tíos y a otros sus mayores acerca de este origen y principio, porque todo lo que por otras vías se dice de él viene a reducirse en lo mismo que nosotros diremos, y será mejor que se sepa por las propias palabras que los Incas lo cuentan que no por las de otros autores extraños. Es así que, residiendo mi madre en el Cozco, su patria, venían a visitarla casi cada semana los pocos parientes y parientas que de las crueldades y tiranías de Atahuallpa (como en su vida contaremos) escaparon, en las cuales visitas siempre sus más ordinarias pláticas eran tratar del origen de sus Reyes, de la majestad de ellos, de la grandeza de su Imperio, de sus conquistas y hazañas, del gobierno que en paz y en guerra tenían, de las leyes que tan en provecho y favor de sus vasallos ordenaban. En suma, no dejaban cosa de las prósperas que entre ellos hubiese acaecido que no la trajesen a cuenta. De las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes, lloraban sus Reyes muertos, enajenado su Imperio y acabada su república, etc. Estas y otras semejantes pláticas tenían los Incas y Pallas en sus visitas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan su conversación en lágrimas y llanto, diciendo: "trocósenos el reinar en vasallaje". etc. En estas pláticas yo, como muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban, y me holgaba de las oir, como huelgan los tales de oir fábulas. Pasando pues días, meses y años, siendo ya yo de diez y seis o diez y siete años, acaeció que, estando mis parientes un día en
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esta su conversación hablando de sus Reyes y antiguallas, al más anciano de ellos, que era el que daba cuenta de ellas, le dije: —Inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es lo que guarda la memoria de las cosas pasadas, ¿qué noticia tenéis del origen y principio de nuestros Reyes? Porque allá los españoles y las otras naciones, sus comarcanas, como tienen historias divinas y humanas, saben por ellas cuándo empezaron a reinar sus Reyes y los ajenos y al trocarse unos imperios en otros, hasta saber cuántos mil años ha que Dios crió el cielo y la tierra, que todo esto y mucho más saben por sus libros. Empero vosotros, que carecéis de ellos, ¿qué memoria tenéis de vuestras antiguallas?, ¿quién fue el primero de nuestros Incas?, ¿cómo se llamó?, ¿qué origen tuvo su linaje?, ¿de qué manera empezó a reinar?, ¿con qué gente y armas conquistó este grande Imperio?, ¿qué origen tuvieron nuestras hazañas? El Inca, como holgándose de haber oído las preguntas, por el gusto que recibía de dar cuenta de ellas, se volvió a mí (que ya otras muchas veces le había oído, mas ninguna con la atención que entonces) y me dijo: —Sobrino, yo te las diré de muy buena gana; a ti te conviene oírlas y guardarlas en el corazón (es frase de ellos por decir en la memoria). Sabrás que en los siglos antiguos toda esta región de tierra que ves eran unos grandes montes y breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras y animales brutos, sin religión ni policía, sin pueblo ni casa, sin cultivar ni sembrar la tierra, sin vestir ni cubrir sus carnes, porque no sabían labrar algodón ni lana para hacer de vestir; vivían de dos en dos y de tres en tres, como acertaban a juntarse en las cuevas y resquicios de peñas y cavernas de la tierra. tenían... Doña Isabel Palla Chimpu Ocllo fué hija de Huallpa Túpac Inca, hijo legítimo de Túpac Inca Yupanqui y de la Coya Mama Ocllo, su legítima mujer, y hermana de Huayna Inca, último Rey natural que fue en aquel. Imperio llamado Perú...” Comían, como bestias, yerbas del campo y raíces de árboles y la fruta inculta que ellos daban de suyo y carne humana. Cubrían sus carnes con hojas y cortezas de árboles y pieles de animales; otros andaban en cueros. En suma, vivían como venados y salvajinas, y aun en las mujeres se habían como los brutos, porque no supieron tenerlas propias y conocidas. Adviértase, porque no enfade el repetir tantas veces estas palabras: "Nuestro Padre el Sol", que era lenguaje de los Incas y manera de veneración y acatamiento decirlas siempre que nombraban al Sol, porque se preciaban descender de él, y al que no era Inca no le era lícito tomarlas en la boca, que fuera blasfemia y lo apedrearan. Dijo el Inca: —Nuestro Padre el Sol, viendo los hombres tales como te he dicho, se apiadó y hubo lástima de ellos y envió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos para que los doctrinasen en el conocimiento de Nuestro Padre el Sol, para que lo adorasen y tuviesen por su Dios y para que les diesen preceptos y leyes en que viviesen como hombres en razón y urbanidad, para que habitasen en casas y pueblos poblados, supiesen labrar las tierras, cultivar las plantas y mieses, criar los ganados y gozar de ellos y de los frutos de la tierra como hombres racionales y no como bestias. Con esta orden y mandato puso Nuestro Padre el Sol estos dos hijos suyos en la laguna Titicaca, que está ochenta leguas de aquí, y les dijo que fuesen por do quisiesen y, doquiera que parasen a comer o a dormir, procurasen hincar en el suelo una barrilla de oro de media vara en largo y dos dedos en grueso que les dio para señal y
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muestra, que, donde aquella barra se les hundiese con solo un golpe que con ella diesen en tierra, allí quería el Sol Nuestro Padre que parasen e hiciesen su asiento y corte. A lo último les dijo: "Cuando hayáis reducido esas gentes a nuestro servicio, los mantendréis en razón y justicia, con piedad, clemencia y mansedumbre, haciendo en todo oficio de padre piadoso para con sus hijos tiernos y amados, a imitación y semejanza mía, que a todo el mundo hago bien, que les doy mi luz y claridad para que vean y hagan sus haciendas y les caliento cuando han frío y crío sus pastos y sementeras, hago fructificar sus árboles y multiplico sus ganados, lluevo y sereno a sus tiempos y tengo cuidado de dar una vuelta cada día al mundo por ver las necesidades que en la tierra se ofrecen, para las proveer y socorrer como sustentador y bienhechor de las gentes. Quiero que vosotros imitéis este ejemplo como hijos míos, enviados a la tierra sólo para la doctrina y beneficio de esos hombres, que viven como bestias. Y desde luego os constituyo y nombro por Reyes y señores de todas las gentes que así doctrináredes con vuestras buenas razones, obras y gobierno". Habiendo declarado su voluntad Nuestro Padre el Sol a sus dos hijos, los despidió de sí. Ellos salieron de Titicaca y caminaron al septentrión, y por todo el camino, doquiera que paraban, tentaban hincar la barra de oro y nunca se les hundió. Así entraron en una venta o dormitorio pequeño, que está siete u ocho leguas al mediodía de esta ciudad, que hoy llaman Pacárec Tampu, que quiere decir venta o dormida que amanece. Púsole este nombre el Inca porque salió de aquella dormida al tiempo que amanecía. Es uno de los pueblos que este príncipe mandó poblar después, y sus moradores se jactan hoy grandemente del nombre, porque lo impuso nuestro Inca. De allí llegaron él y su mujer, nuestra Reina, a este valle del Cozco, que entonces todo él estaba hecho montaña brava.
3) Bernal Díaz del Castillo Nació en España en 1495 y murió en Guatemala en 1584. Fue uno de los principales conquistadores que acompañaron a Hermán Cortés en la empresa de conquista de México. Su principal obra es La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, la cual fue publicada póstumamente en Madrid en 1632. Su autor la escribió a más de 60 años de transcurridos los hechos, cuando se encontraba retirado en Guatemala. En 1514, a sus 18 años de edad, emprendió su viaje las tierras recién descubiertas. Se incorporó a la expedición de Hernán Cortés y conoció a otros de los conquistadores como Juan de Grijalva, Francisco Montejo y Pedro Alvarado, entre otros. Relata Díaz del Castillo, a sus lectores en España, cómo es México: una gran ciudad muy poblada, con tanta agua como Venecia. En ella hay un gran señor, rey de muchas otras provincias llamado Moctezuma. Es esta obra una crónica particular
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por haber sido escrita a la distancia de los hechos, a manera de un memorial de guerra, desde la visión de un hombre de guerra.
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La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (fragmentos) Cómo acordamos irnos huyendo de M éjico Como veíamos que cada día menguaban nuestras fuerzas y las de los mejicanos crecían, y veíamos muchos de los nuestros muertos y todos los más heridos, y que aunque peleábamos muy como varones no podíamos hacerlos retirar, y la pólvora apocada, y la comida y agua por el consiguiente, y el gran Montezuma muerto, las paces y treguas que les enviamos a demandar no las querían aceptar, y, en fin, veíamos nuestras muertes a los ojos, y las puentes que estaban alzadas, fue acordado por Cortés y por todos nuestros capitanes y soldados que de noche nos fuésemos, cuando viésemos que los escuadrones guerreros estaban más descuidados, y para más descuidarles, aquella tarde les enviamos a decir con un papa de los que estaban presos, que era muy principal entre ellos, y con otros prisioneros, que nos dejen ir en paz de ahí a ocho días, y que les daríamos todo el oro. Además de esto estaba con nosotros un soldado que se decía Botello, al pareced muy hombre de bien y latino, que había estado en Roma. Decían que era nigromántico, otros decían que tenía familiar, y algunos le llamaban astrólogo. Este Botello había dicho cuatro días hacía que hallaba por sus suertes o astrologías, que si aquella noche que veía no salíamos de Méjico, ninguno saldría con vida. Se dio luego orden que se hiciese de maderos y tablas muy recias un puente, que llevásemos para poner en los puentes que tenían quebrados, y para ponerlo y llevarlo a guardar el paso hasta que pásese todo el fardaje y el ejército, señalaron cuatrocientos indios tlascaltecas y ciento cincuenta soldados. Para llevar la artillería señalaron doscientos indios de Tlascala y cincuenta soldados, y para que fuesen en la delantera peleando señalaron a Gonzalo de Sandoval y a Diego de Ordaz; a Francisco de Saucedo y a Francisco de Lugo y una capitanía de icen soldados mancebos sueltos para que fuesen entre medias y acudiesen en la parte que más conviniese pelear. Señalaron al mismo Cortés, Alonso de Ávila, Cristóbal de Olid y a otros capitanes que fuesen en medio. En la retaguardia a Pedro de Alvarado y a Juan Velásquez de León, y entremetidos en medio de los capitanes y soldados de Narváez, y para que llevasen a cargo los prisioneros y a doña Marina y doña Luisa, señalaron trescientos tlascaltecas y treinta soldados. (...)
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Temiendo no nos acabasen de matar, tiramos por nuestra calzada adelante y hallamos muchos escuadrones que estaban aguardándonos con lanzas grandes, y nos decían palabras de vituperios, y entre ellas decían: ¡Oh, cuilones, y aún vivos quedáis!. A estocadas y cuchillas que les dábamos pasamos, aunque hirieron allí a seis de los que íbamos. Pues quizá había algún concierto de cómo lo habíamos concertado, maldito aquél; porque Cortés y los capitanes y soldados que pasaron primero a caballo, por salvarse y llegar a tierra firme y asegurar sus vidas, aguijaron por la calzada adelante, y no la erraron; también salieron ensalvo los caballos con el oro y los tlascaltecas. Digo que si aguardáramos, así los de a caballo como los soldados, unos a otros en los puentes, todos feneciéramos. La causa es ésta: que yendo por la calzada, ya que arremetíamos a los escuadrones mejicanos, de la una parte es agua y delatora parte azoteas, y la laguna llena de canoas, y no podíamos hacer cosa ninguna. Pues escopetas y ballestas, todas quedaban en el puente. Y si fuera de día, fuera mucho peor, y aun los que escapamos fue Nuestro Señor servido de ello. Para quien vio aquella noche la multitud de guerreros sobre nosotros estaban, y las cosas que de ellos andaban a arrebatar nuestros soldados, es cosa de espanto. (...)
5) Juan Rodríguez Freile Desde 1550 se conformó la jurisdicción de la Real Audiencia de Santafé de Bogotá, como parte del Virreinato del Perú, y que en 1718 pasaría a ser el Virreinato de Nueva Granada. En el contexto de los primeros años coloniales, sobresale la figura de Juan Rodríguez Freile, del cual se sabe, nació en Bogotá en 1566. A pesar de tener estudios truncos, como lo fueron los realizador en el Seminario, se dedicó a la escritura, por lo que es uno de los primeros intelectuales de la actual Colombia. Su obra más importante es la titulada, Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada de las Indias Occidentales del Mar Océano, y Fundación de la ciudad de Santa fé de Bogotá, primera de este reino donde se fundó la Real Audiencia y Cancillería, siendo la cabeza se hizo su arzobispado, que después sería conocido simplemente como El Carnero. Dividido en 21 capítulos, esta obra es fundamental para la historia de la literatura nacional colombiana y destaca entre las demás crónicas de Indias por tener un estilo muy narrativo e incluso jocoso de la vida y las costumbres de los primeros años de la Colonia. Se le considera así un retrato de las costumbres, un relato de época.
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El Carnero (fragmentos) Capítulo V. Cuéntase costumbres, ritos y ceremonias de estos naturales, y qué cosa era correr la tierra, y qué cantidad de ella. Los santuarios y casas de devoción tenían, y cuéntase como un clérigo engañó al demonio ó su mohán por él, y como se cogió un santuario, gran tesoro que tenían ofrecido en santuario. Tenían señalados cinco altares ó puestos de devoción (el que mejor cuadrare) muy distintos y apartados los unos de los otros, los cuales son los siguientes: el primo era la laguna grande de Guatavita, á donde coronaban y elegían sus reyes, habiendo hecho primero aquel ayuno de los seis años, con las abstinencias referidas, y este era el mayor y de más adoración, y á donde habiendo llegado a él se hacían las mayores borracheras, ritos y ceremonias; el segundo altar era la laguna de Guasca, que hoy llamamos de Martos, porque intentó sacalle el santuario y tesoro grande que decían tenía; cudicia con que le hicieron gastar hartos dineros; y no fué él solo el pordiado, que otros compañeros tuvo después; el tercer altar era la laguna de Sieche, que fué la que tocó a Bogotá comenzar de ella el correr la tierra, y á donde mandó que en sus laderas quedase el escudrón reforzado para la defensa de su persona, y á donde se recogió la noche de la matanza de la gente de Guatavita; el cuarto altar y puesto de devoción era la laguna Teusacá, que también tiene gran tesoro, según fama, porque se decía tenía dos caimanes de oro, sin otras joyas y santillos, y hubo muchos golosos que le dieron tiento, pero es hondable y de muchas peñas. Yo confieso mi pecado, que entré en esta letanía con cudicia de pescar uno de los caimanes, y sucedióme que habiendo galanteado muy bien a un jeque, que lo había sido de esta laguna ó santuario, me llevó a él, y así como descubrimos la laguna, que vió él el agua de ella, cayó de bruzes al suelo y nunca lo pude alzar de él, ni que me hablase más paabra. Allí lo dejé, y me volví sin nada y con pérdida de lo gastado, que nunca más lo vi. El quinto puesto y altar de devoción era la laguna de Ubanque, que hoy llaman la de Carriega, que según fama le costó la vida el querer sacar el oro que dicen tiene, y el día de hoy tiene opositores. Gran golosina es el oro y la plata, pues niños y viejos andan tras ella y no se ven hartos. (...) No puedo pasar de aquí sin contar como un clérigo engañó al diablo, ó su jeque ó mohán en su nombre, y le cogió tres ó cuatro mil pesos que le tenían ofrecidos en un santuario, que estaba en la labranza del cacique viejo de Ubanque: y esto fué en mi tiempo, y siendo Arzobispo de este Reino el señor don fray Luis Zapata de Cárdenas, gran perseguidor de ídolos y santuarios; lo cual pasó así. Estaba en el pueblo de Ubanque por cura y doctrinero el padre Francisco Lorenzo, clérigo presbítero, hermano de Alonso Gutiérrez Pimentel. Era este clérigo gran lenguaraz, y como tan diestro, trataba con los indios familiarmente y se dejaba llevar de muchas cosas suyas, con que los tenía muy gratos, y con este anzuelo les iba pescando muchos santuarios y oro enterrado que tenían con este nombre: sacóle, pues, á un capitán del pueblo un santuario, y este con el enojo le dió noticia del santuario del cacique viejo, diciéndole también como sería dificultoso el hallarlo, si no era que el jeque que lo tenía guardado lo descubriese, y díjole á donde estaba. (...) Sabía el padre Francisco Lorenzo de muy atrás y del exámen de otros jeques y mohanes, el orden que tenían para hablar con el demonio. Subióse en un árbol que caía sobre bohío, y
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de él llamó al jeque con el estilo del diablo, que ya él sabía. Al primer llamado calló el jeque; al segundo respondió, diciendo: “aquí estoy, señor, qué me mandas?” Respondióle el padre: “aquello que me tienes guardado saben los cristianos de ello, y han de venir á sacarlo, y me lo han de quitar; por eso llévalo de ahí”. Respondióle el jeque: “á dónde lo llevaré, señor?” Y respondióle: “á la cueva del pozo”, porque al pié de ella había uno muy grande, “que mañana te avisaré á donde lo has de esconder”. Respondió el jeque: “haré señor, lo que me mandas”. Respondió pues: “sea luego, que ya me voy”. Bajóse del árbol y púsose á esperar al jeque, el cual no metió por la labranza, y perdióle de vista. Púsose el padre en espía del camino que iba á la cueva, y al cabo de un rato vió al jeque que venía cargado: dejólo pasar, el cual volvió con presteza de la cueva, y en breve espacio volvió con otra carga; hizo otros dos viajes, y al quinto se tardó mucho. Volvió el padre hácia os bohios del jeque vista la tardanza y hallóle que estaba cantando y dándole al calabacillo de la cal, y de las razones que decía en lo que cantaba alcanzó el padre que no había más que llevar. Partióse luego hácia la cueva, llegó primero á los bohios á donde había dejado su gente, mandó encender el hacha de cera, y llevándolos consigo se fué á la cueva, á donde halló cuatro ollas llenas de santillos y tejuelos de otro, pájaros y otras figuras, quisques y tiranderas de oro; todo lo que había era de oro, que aunque el padre Francisco Lorenzo declaró y manifestó tres mil pesos de oro, fué fama que fueron más de seis mil pesos.
Actividad -Formen equipos para trabajar sobre las crónicas aquí expuestas. -El maestro asignará a cada equipo una de las crónicas -Investiguen sobre el autor, su obra, y analicen fragmentos de la crónica para forman una exposición del tema. -En el salón, realicen una exposición sobre la crónica y los aspectos vinculados a la misma: autor, contexto, importancia, características, estilo, etcétera.
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Poesía épica Distinguida por contar sucesos de trascendencia histórica, la poesía épica también se cultivó en el contexto de los procesos de conquista y colonización de América. Entre sus principales características está la importancia o trascendencia de su tema, el tono grave o serio de sus versos, la versificación suele ser arte mayor (mayor a 8 sílabas), siendo el más utilizado el verso endecasílabo. Quienes escribieron estos poemas, al igual que los cronistas de Indias, suelen ser soldados o bien clérigos que estuvieron involucrados en campañas militares o en el proceso de evangelización de los indígenas. Por lo general, dada su ideología, la tendencia es a elogiar la empresa de la colonización y no hacer una crítica de la misma, aunque sucede en algunos casos que hay una gran valoración por el valor de los indígenas y por su movimiento de resistencia. Esto sucede en La Araucana, tal vez el más importante de esta épica hispanoamericana, así como en Arauco domado. Los dos poseen una versificación perfecta. En el caso de la Argentina, encontramos con que hay aspectos no tan logrados como en los dos poemas antes mencionados, pero sin duda las tres son una muestra importante de este subgénero que se enmarcó en las Colonias hispánicas y el cual tuvo como modelo la poesía de la antigüedad grecolatina, particularmente el poema La Eneida de Virgilio, así como otras epopeyas.
1) La Araucana, de Alonso de Ercilla Alonso de Ercilla (1533-1594), escritor y soldado de España, que al haber estado en la empresa de colonización de Chile, escribe este poema épico. Debe destacarse esta obra, pues, aunque el autor regresó a España y no es propiamente un autor americano, sí es uno de los textos más emblemáticos
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que conformaría lo que hoy conocemos como literatura hispanoamericana. Este poema se inscribe en la tradición del poema épico culto, como lo es Orlando fusioso (1516) de Ludovico Ariosto. Constando de 15 cantos, La Araucana fue publicada en 1569, en España.
Canto I El cual declara el asiento y descripción de la provincia de Chile y Estado de Arauco, con las costumbres y modos de guerra que los naturales tienen; y asimismo trata en suma la entrada y conquista que los españoles hicieron hasta que Arauco se comenzó a rebelar. No las damas, amor, no gentilezas de caballeros canto enamorados, ni las muestras, regalos y ternezas de amorosos afectos y cuidados; mas el valor, los hechos, las proezas de aquellos españoles esforzados, que a la cerviz de Arauco no domada pusieron duro yugo por la espada. Cosas diré también harto notables de gente que a ningún rey obedecen, temerarias empresas memorables que celebrarse con razón merecen, raras industrias términos loables que más los españoles engrandecen pues no es el vencedor más estimado de aquello en que el vencido es reputado. Suplícoos, gran Felipe, que mirada esta labor, de vos sea recebida, que, de todo favor necesitada, queda con darse a vos favorecida. Es relación sin corromper sacada de la verdad, cortada a su medida; no despreciéis el don, aunque tan pobre, para que autoridad mi verso cobre. Quiero a señor tan alto dedicarlo, porque este atrevimiento lo sostenga, tomando esta manera de ilustrarlo, para que quien lo viere en más lo tenga; y si esto no bastare a no tacharlo, a lo menos confuso se detenga pensando que, pues va a Vos dirigido,
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que debe de llevar algo escondido. Y haberme en vuestra casa yo criado, que crédito me da por otra parte, hará mi torpe estilo delicado, y lo que va sin orden, lleno de arte; así, de tantas cosas animado, la pluma entregaré al furor de Marte: dad orejas Señor, a lo que digo, que soy de parte dello buen testigo. Chile, fértil provincia y señalada en la región antártica famosa, de remotas naciones respetada por fuerte, principal y poderosa; la gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida ni a estranjero dominio sometida
2) Arauco domado, de Pedro de Oña Pedro de Oña nació en Angol, poblado en la región de la Araucanía, en el actual Chile, en 1570, y murió en Lima en 1643. Realizó estudios en la Real Colegio de San Felipe y San Marcos, graduándose como Licenciado en Artes. Su padre, que fue hombre de guerra, luchó como parte del ejército real para someter al pueblo araucano, y murió en batalla. Ya en Lima, ingresó a la Universidad Mayor de San Marcos, donde egresó como teólogo. Con toda esta preparación, Pedro de Oña escribió este gran poema titulado Arauco domado, que fue publicado en 1596. Una de las características más sobresalientes de este poema, es la utilización de estrofas de 8 versos, lo cual fue una innovación del poeta. Este poema fue realizado por encargo, como se acostumbraba en la época, por García Hurtado de Mendoza, y siguió el modelo clásico de la Eneida, del poeta romano Virgilio. Además de este gran poema, Pedro de Oña escribió: El temblor de Tierra de Lima, publicado en 1609, Ignacio de Cantabria, en 1629 y El vasauro, aparecido en 1635.
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Arauco domado Fragm ento del Canto V Estaba a la sazón Caupolicano en un lugar ameno de Elicura, do, por gozar el sol en su frescura, se vino con su palla mano a mano, merece tal visita el verde llano, por ser de tanta gracia y hermosura, que allí las flores tienen por floreo colmarle las medidas al deseo. Allí jamás entró el septiembre frío, nunca el templado abril estuvo fuera; allí no falta verde primavera ni asoma crudo invierno y seco estío. Allí, por el sereno y manso río, como por transparente vidriera, las náyades están a su contento mirando cuanto pasa en el asiento. Tal vez del rojo sol se están burlando, que, por colar allí su luz febea, con los tejidos árboles pelea, que el agua están mirándose, mirando; tal vez de ver que el viento respirando a los hojosos ramos lisonjea; tal vez de que los dulces ruiseñores cantando les descubran sus amores. Entre una y otra sierra levantada, que van a dar al cielo con las frentes y al suelo con sus fértiles vertientes, la deleitosa vera está fundada. ¡Oh, quién tuviera pluma tan cortada y versos tan medidos y corrientes, que hicieran el vestido deste valle, cortado a la medida de su talle! En todo tiempo el rico y fértil prado está de hierba y flores guarnecido, las cuales muestran siempre su vestido de trémulos aljófares bordado; aquí veréis la rosa de encarnado, allí el clavel de púrpura teñido, los turquesados lirios, las violas, jazmines, azucenas, amapolas
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3) Argentina y conquista del Río de la Plata, de Martín del Barco Centenera Martín del Barco Centenera nació en España en 1535, y murió poco después de haber terminado su máximo poema: La Argentina, alrededor de 1605. Fue un eclesiástico y escritor que viajó a América, primeramente al Rio de la Plata para después establecerse en Asunción, en lo que hoy es Paraguay. El nombre completo de su poema es Argentina y conquista del Río de la Plata con otros acaecimientos de los reinos del Perú, Tucumán y el estado del Brasil, y apareció en Lisboa en 1602. En estas tierras aprendió Guaraní y combatió en la conversión de los indígenas. Esta obra es de importancia ya que de sucesos históricos que de otra forma no hubieran sido conocidos o confirmados, además de que se suma al conjunto de poesía épica sobre la conquista de América del sur.
Canto cuarto En que se trata de la m ás cruda ham bre que se ha visto entre los cristianos, la cual padecieron los de don Pedro de M endoza en Buenos Aires, y cómo se pobló el Argentino Lo que ha sido muy justo y bien ganado muchas veces se pierde, como vemos, pues de lo que con mal se ha granjeado, que se pierda y el dueño esperaremos. Don Pedro de Mendoza fue soldado cuando hubo disensión entre Supremos, y al tiempo de pillar hinchó la mano; mas todo su trabajo salió en vano. Borbón perdió la vida; Juan de Urbina entró en Roma cantando la victoria; de aqueste asalto y saco y grande ruina don Pedro enriquecido, en vana gloria, a don Carlos pedía la argentina provincia, pretendiendo su memoria levantar en conquista de paganos con dinero robado entre romanos. Como fuese de suyo gran guerrero, viéndose de riquezas abastado, ofreciose a gastar mucho dinero
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y el Río de la Plata ha demandado. Don Carlos, en valor claro lucero, el título le da de Adelantado; y así hizo una gruesa y rica armada de gente muy lucida y extremada. Dos mil soldados salen de Castilla, sin gente de la mar y marineros. Juntáronse en alarde allá en Sevilla, y viendo tan lucidos caballeros, salían a los ver a maravilla tan apuestos a punto de guerreros. Mas dicen: «pues se van estos soldados, recemos los oficios de finados». Al fin salió de España aquesta armada i muy rica, muy hermosa y muy lucida, de todos adherentes abastada, aunque hubo después hambre muy crecida. La gente que embarcó era extremada, de gran valor, y suerte muy subida. Mayorazgos e hijos de señores, de Santiago y San Juan comendadores. Es Maestre de Campo un caballero Juan Osorio, que es hombre muy valiente, también va Juan de Oyolas el guerrero, Medrano, Salazar, Luján prudente. Otros muchos que van decir no quiero, que cada cual bien puede ser regente; mas Osorio entre todos se señala, y en todo lleva a todos palma y gala. A Neptuno y sus ondas carniceras se entregan invocando a Santiago. Las naves van corriendo muy ligeras, rompiendo con gran furia el ancho lago. ¡Oh lástima y angustias lastimeras, horrendo y gran temor, oh crudo trago! Que tan brava tormenta se levanta que el más fuerte y bizarro más se espanta.
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Poesía lírica colonial
En los primeros años de la época colonial, se cultivaron en América Hispánica los géneros literarios procedentes de las metrópolis, principalmente la poesía y el teatro. Entre las características más notables de la poesía lírica, tenemos que la originalidad no tenía trascendencia para los escritores, además que estos se apegaban a los cánones procedentes de Europa. Así en el siglo XVI, se reprodujo en gran medida la poesía renacentista, y tuvieron prioridad la épica y la crónica, además de las formas populares como fueron los romances, las canciones, oraciones, los villancicos, etcétera. La poesía lírica comenzó a tener auge hacia finales del siglo XVI: en Perú, por ejemplo, está la figura enigmática de Clarinda, poeta de la que se desconoce mucho, pero que ha trascendido por su obra Discurso en loor de la poesía. Considerando aquí solo la poesía culta, nos encontramos con diversos poetas que emulaban el canon europeo. Veremos a continuación y de manera cronológica una muestra del universo de la poesía culta en la época colonial, atendiendo el siguiente esquema. a)
Poesía renacentista: floreció a mediados del siglo XVI. Principalmente atendían los géneros poéticos cultos como lo es el soneto. En estos años prevalece el petrarquismo, introducido a España por Boscán y Garcilaso de la Vega, así como la poesía mística española. Las formas son sencillas, depuradas, atendiendo los cánones renacentistas.
b)
Poesía barroca: floreció durante el siglo xvii y hasta la primera mitad del siglo XVIII. En ella se ven reflejados los modelos barrocos encabezados por Luis de Góngora y Francisco de Quevedo, el culteranismo y el conceptismo, respectivamente. Siguen cultivándose subgéneros de la poesía como son el soneto, la silva, entre otros, pero las formas son más rebuscadas, más
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complejas tanto en la idea como en la forma. Entre los poetas más representativos de esta corriente en la América Hispánica, está la figura principal de Sor Juana Inés de la Cruz. c)
Poesía neoclásica: durante la segunda mitad del siglo XVIII, y en reacción a la poesía barroca, que había llegado a un excesivo ornamento del lenguaje, surge el movimiento neoclásico que busca una forma más depurada, un mensaje más directo pero igualmente refinado. Durante este tiempo, los poetas neoclásicos de reunían en tertulias y formaron grupos llamados arcadias. Muchos de los poetas neoclásicos estaban conscientes de la situación social y de alguna forma eran partidarios de los movimientos de independencia que se avecinaban.
1) Poesía renacentista Los Siglos de Oro en España comprenden desde las manifestaciones renacentistas hasta el barroco y el neoclasicismo. Coinciden con el esplendor social y económico de España dados a partir de la colonización del Nuevo Mundo. Entre las características particulares de la lírica renacentista, tenemos que los temas del petrarquismo fueron el centro: la representación de la belleza, particularmente la femenina, el amor, la descripción fiel y delicada de la naturaleza, fueron los principales tópicos. Se manifiesta un retorno a los ideales de la antigüedad grecolatina, por lo que son frecuentes las motivos míticos, la naturaleza idílica, los pasajes bucólicos. En general, la idea de la perfección en el arte y, en el caso de la poesía, de la claridad de la palabra, el orden y la simetría.
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1.1. Gutierre de Cetina (1520-1557) Nació en Sevilla en 1520 y fue soldado del rey Carlos I. Se trasladó a la Nueva España y destacó por sus composiciones poéticas influenciadas por la corriente conocida como petrarquismo, que consiste en versos compuestos con perfección y una gran dedicación a la construcción de sonetos, que fueron de origen italiano por el poeta Petrarca. En España, los dos autores cumbres de este movimiento que llevaron el soneto a la lengua española, y que influyeron por ende en los poetas novohispanos, fueron Boscán y Garcilaso de la Vega. Gutierre de Cetina realizó un cancionero petrarquista donde incluyó poemas delicados con el estilo arcádico pastoril. En él incluyó sonetos, madrigales, y otras formas poéticas características del renacimiento. Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, ¿por qué si me miráis, miráis airados? Si cuanto más piadosos, más bellos parecéis a aquel que os mira, no me miréis con ira, porque no parezcáis menos hermosos. ¡Ay, tormentos rabiosos! Ojos claros, serenos, ya que así me miráis, miradme al menos.
1.2. Fernán González de Eslava (1534-1601) Nació en Toledo en el año de 1534, vivió prácticamente toda su vida en la Nueva España, donde logró ser de los poetas más prolíficos. Escribió dieciséis coloquios, nueve loas y cuatro entremeses, y fue censurado por la Inquisición por el contenido de algunos de sus poemas. Su obra más famosa, pues recoge gran parte de su producción es Coloquios espirituales, sacramentales y poesías sagradas. También es de gran importancia el entremés (teatro) titulado Entremés del ahorcado. Fragmento del Coloquio V Pene el bellaco cabrón
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de contino; yo os prometo, si al malino en este valle topara, a fe que yo lo azotara y pringara con tocino. ¡Oh! doy al diablo, el cochino cancerbero, esquilencia en su guargüero, esquilencia y mala buba, y en la calle de Tacuba, que fuelle en cas de un herrero. Y pluga al Dios verdadero que Satán tenga un brazo en Coyoacán y las piernas en Oaxaca y el testuz en Cuernavaca y la pansa en Michoacán. Názcale mal zaratán al putillo, mal ántrax, mal lobanillo, dele mal dolor de hijada y su lengua sea sacada por detrás del colodillo.
1.3. Leonor de Ovando (1544-1611) Nacida en 1544 en Santo Domingo, fue una monja dominica. Puede ser considerada, junto a Doña Elvira de Mendoza, la primera poeta mujer del colonia hispanoamericana. Se dice que un corsario inglés destruyó la capilla donde las monjas dominicas realizarían su claustro, por lo que quedaron a la deriva en la isla. Se conoce muy poco de su obra, solo cinco sonetos y versos aislados. Pedro Henríquez Ureña 1 detecta un conceptismo místico en estos tres versos endecasílabos de la monja. Y sé que por mí sola padeciera
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En el texto: “La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo”, p. 71.
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y a mí sola me hiera redimido si sola en este mundo me criara
Una muestra de la poesía devota de los primeros años de la colonia, escrita por una mujer, con rasgos del misticismo español es el siguiente poema de Leonor de Ovando:
El Niño Dios, la Virgen y parida, el parto virginal, el Padre Eterno, el portalico pobre, y el invierno con que tiembla el auctor de nuestra vida. sienta (señor) vuestra alma, y advertida del fin de aqueste dón y bien superno, absorta esté en aquel, cuyo gobierno la tenga con su gracia guarnecida. Las Pascuas os dé Dios qual me las distes Con los divinos versos de esa mano; los quales me pusieron tal consuelo, que son alegres ya mis ojos tristes, y meditando bien tan soberano, el alma se levanta para el cielo.
1.4. Mateo Rosas de Oquendo (1559-1612) Como otros de los primeros poetas del virreinato, nació en España y se trasladó al Nuevo Mundo. Su condición de peninsular, como en otros de los casos, le otorgó el privilegio de desempeñarse en un buen cargo dentro de la administración virreinal y por otra parte, consagrarse a las letras. Se instaló en el Virreinato del Perú, y puede ser considerado como el primer poeta satírico del mismo. En 1598, se trasladó a la Nueva España. A continuación una muestra de su producción poética, con fragmentos de romances satíricos donde se muestra la relación conflictiva entre criollos y peninsulares, y cierto descontento que en el siglo XIX sería el motor de los movimientos de independencia en la América Hispánica. “Gachupines presumidos” Todos son hidalgos finos de conocidos solares... ¡Como si no se supuera
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que allá rabiaban de hambre! “Criollos presumidos” Castiga a este reino loco que, con tres chiquisapotes, quiere competir contigo y usurparte tus blasones. Quiere darnos a entender que no hay casas en el orbe como son las mexicanas, y así quiere que se adoren “Mestizos presumidos” Aunque remendando, soy hidalgo y noble, y mis padres, hijos de conquistadores y si es menester, por Dios que me enoje porque me conozcan esos españoles... ... ni temo arcabuces ni a sus perdigones, que, por mí, contento los como en chilmole...
1.5. Fernando de Córdoba Bocanegra (1565-1689)
Nacido en la Nueva España en 1565 en el seno de una familia acomodada, y murió en Puebla en 1689. Franciscano que profesó la vida ascética, es conocido por su poesía religiosa muy influenciada por el misticismo español. Entre sus obras se conservan: Canción al amor divino y Canción al santísimo nombre de Jesús. “Canción al am or divino” Glorioso Amor divino do anida mi alegría y con dulce memoria me recrea, aunque es gran desatino, quejarme a ti querría de ti, con que mi queja oída sea: sabe que te desea mi alma, y por ti muere, y tú tan olvidado, de este triste alejado,
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negándole continuo lo que quiere, con riguroso imperio le tienes en tan duro cautiverio. Cual el pobre cautivo que de recias prisiones está perpetuamente rodeado, que –a todo gozo esquivo– llora sus aflicciones y el verse de su patria desterrado: aqueste propio estado tiene éste que te ama, te ama y te ve ausente; mas ¿cómo se consiente que tu amor no responda al que te llama, ni llegue la esperanza a donde mi deseo vivo alcanza? (...)
1.6. Bernardo de Balbuena (1562-1627) Nació en España en 1562 y murió en Puerto Rico en 1627. Se asentó en la Nueva España y las Antillas mayores. Procedente de familia noble, Bernardo de Balbuena se dedicó a la vida eclesiástica, y llego a ser obispo de San Juan de Puerto Rico. Realizó versos y prosa en tono pastoril, como es el caso de su obra Siglo de oro en las selvas de Erífile (1608). El poema épico basado en la vida de Bernardo del Carpio, titulado Bernardo o la victoria de Roncesvalles, publicado en 1624. Su poema más importante es la Grandeza mexicana, obra vasta y heterogénea que comprende 9 capítulos y que fue publicada por primera vez en 1604. Fragmento de “Grandeza mexicana”
Tiene esta gran ciudad sobre agua hechas firmes calzadas, que a su mucha gente por capaces que son vienen estrechas; que ni el caballo griego hizo puente tan llena de armas al troyano muro, ni a tantos guió Ulises el prudente;
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ni cuando con su cierzo el frío Arturo los árboles desnuda, de agostadas hojas así se cubre el suelo duro, como en estos caminos y calzadas en todo tiempo y todas ocasiones, se ven gentes cruzar amontonadas. Recuas, carros, carretas, carretones, de plata, oro, riquezas, bastimentos cargados salen, y entran a montones. De varia traza y varios movimientos varias figuras, rostros y semblantes, de hombres varios, de varios pensamientos; arrieros, oficiales, contratantes, cachopines, soldados, mercaderes, galanes, caballeros, pleiteantes; clérigos, frailes, hombres y mujeres, de diversa color y profesiones, de vario estado y varios pareceres; diferentes en lenguas y naciones, en propósitos, fines y deseos, y aun a veces en leyes y opiniones; y todos por atajos y rodeos en esta gran ciudad desaparecen de gigantes volviéndose pigmeos. ¡Oh inmenso mar, donde por más que /crecen las olas y avenidas de las cosas ni las echan de ver ni se parecen!
1.7. Francisca de Briviesca y Arellano En 1602, Diego Dávalos y Figueroa publica el libro titulado Miscelánea Austral, en la cual se reúnen poemas de autores del nuevo continente y ahí se incluye a la poeta Francisca de Briviesca y Arellano, su esposa, de la cual no se sabe mucho, pero puede ser considerada como la primera mujer poeta del Perú.
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2. Poesía barroca Como hemos mencionado, los Siglos de Oro abarcaron desde el renacimiento en adelante, pero es el barroco tal vez el movimiento con mayor impacto y trascendencia, que no sólo se vio reflejado en la poesía y la literatura, sino en la arquitectura, la música, la pintura... Es la época de Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, y por supuesto, la figura más grande la literatura española: Miguel de Cervantes. En la poesía lírica, las dos grandes figuras del Siglo de Oro español son Francisco de Quevedo y Luis de Góngora, quienes representaron los movimientos del conceptismo y culteranismo respectivamente.
La principal característica de la poesía barroca que la distingue de la renacentista es el uso exagerado del lenguaje. Se utilizan por esto figuras retóricas que buscan sorprender al lector, como son las repeticiones de sonidos dentro del verso (aliteraciones, por ejemplo) y sobre todo la sintaxis rebuscada, fuera del uso común. El hipérbaton es una de las figuras retóricas más usuales de la poesía barroca, donde el orden de la oración se altera, teniendo el lector que recomponer la idea de cada verso. El lenguaje no es directo, sino que gusta utilizar metáforas y otros recursos para hacer poemas de gran complejidad.
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2.1. Clarinda
Publicado a inicios del siglo XVII, Discurso en loor de la poesía es uno de los textos más trascendentes de la poesía colonial del Perú. No se sabe quién fue la autora, sólo que se trataba de una dama de la alta sociedad. Publicada en 1608, es un poema extenso escrito en silvas.
Discurso en loor de la poesía Tratemos, Musa, de las opiniones que del poema angélico tuvieron las griegas y romúlidas naciones. Las cuales como sabias entendieron ser arte de los cielos descendida, y así a su Apolo dios la atribuyeron. Fue en aquel siglo en gran honor tenida, y como don divino venerada, y de muy poca gente merecida. Fue en montes consagrados colocada, en Helicón, en Pimpla y en Parnaso, donde a las Musas dieron la morada. Fingieron que si al hombre con su vaso no infundían el metro, era imposible en la poesía dar un solo paso. Porque aunque sea verdad que nos es factible alcanzarse por arte lo que es vena, la vena sin el arte es irrisible.
Oíd a Cicerón cómo resuena con elocuente trompa en alabanza de la gran dignidad de la Camena. El buen poeta (dice Tulio) alcanza espíritu divino, y lo que asombra es darle con los dioses semejanza. Dice que el nombre de poeta es sombra, y tipo de deidad santa y secreta; y que Ennio a los poetas santos nombra. Aristóteles diga qué es poeta: Plinio, Estrabón, y díganoslo Roma, pues da al poeta nombre de profeta. Corona de laurel, como al que doma bárbaras gentes, Roma concedía a los que en verso honraban su idioma, dábala al vencedor porque vencía y dábala al poeta artificioso porque a vencer, cantando, persuadía.
2.2. Rodrigo Carvajal y Robles (1580-1635) Nacido en Antequera, España, en 1580, Rodrigo Carvajal y Robles se trasladó al Perú aproximadamente en 1597. Hombre que conjugó las armas y las letras, algo todavía usual en esta época, participó en batallas diversas en el Virreinato del Perú, de donde surge el famoso
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Poema heroico del asalto y la conquista de Antequera, publicado en Lima en 1627. Algunos de sus sonetos aparecieron en la antología Segunda parte de las Flores de poetas ilustres, aparecido en Perú en 1611, y en el Cancionero Antequerano, en 1627-1628.
Soneto Tanto a vuestro valor mi alma estima, que tiembla de pensar lo que deseo, y aunque me yela y acobarda, veo que ella es quien me enciende y quien me anima. También vuestro rigor me desanima, mas no por eso pierdo el devaneo, que el valiente furor de mi deseo vuelca los montes que le echáis encima. Sopla vuestro desdén acelerado para apagar la llama que encendido vos habéis en mi pecho, y no se entiende por qué donde está el fuego ya emprendido no lo apaga el más fuerte soplo airado, antes el más airado más lo enciende.
Soneto Oye, fiera crüel, de mi tormento la pena, y no te canse el escuchalla, que más cansa el sentilla y el pasalla, y, sin cansarme, yo la paso y siento. Óyela ya, pues ya no te la cuento tanto por obligarte a remedialla cuanto por que me estimes el contalla, pues con ella te doy gloria y contento. Mas no estimes, no escuches ni te obligues si no es a perseguir con tu despecho mi alma y a ultrajalla en tu dureza. Porque, si no me ultrajas y persigues, no ha de poder mostrar mi firme pecho el valor inmortal de su firmeza.
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2.3. Luis José de Tejeda y Guzmán (1604-1680) Reconocido como el primer poeta de la Argentina, Luis José de Tejeda y Guzmán nació en Córdoba en 1604. Tuvo una educación privilegiada, en el Convictorio del Colegio Jesuita de Córdoba donde aprendió de retórica y poética, entre otras disciplinas. Durante el siglo xx se realizaron recopilaciones y estudios de su lírica, representativa del barroco hispanoamericano. Entre estas compilaciones, contamos hoy con El peregrino en Babilonia y otros poemas, Coronas líricas, prosa y verso, Poesías líricas, entre otras.
Romance sobre su vida (fragmento)
La ciudad de Babilonia, aquella confusa patria, encanto de mis sentidos, laberinto de mi alma; Aquella que fué mi cuna al tiempo que el sol pisaba la cola del escorpión y el que le miraba con rabia: Mientras canto y mientras lloro y entre memorias pasadas refiero agravios presentes, me escuche desde su alcázar. Para cantarlas me siento sobre la arenosa falda de este humilde y pobre rio que murmura a sus espaldas. No para cantar como él que entre dientes siempre abla
porque jamás desengaños piden, verdades más claras. Ya ésta será la postrera vez que busque consonancias mi voz al soplado viento de aquesta mi antigua flauta. Porque aquel sauze después de cantar colgada no ha de ser ya mi instrumento mas el viento, sinó el agua. Y solo por una vez le pido no me haga falta de tan pesados efectos acordandome las causas. Y a la luz de la razon por su orizonte vagaba de mis dormidas potencias la región obscura y vaga. Y ellas siempre divertidas en la hermosura criada la luz no reconocian de la veldad soberana.
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2.4. Hernando Domínguez Camargo (1606-1656) Nació en Santafé de Bogotá en 1606. Es uno de los poetas líricos más importantes del Nuevo Reino de Granada, continuador del culteranismo gongorino. Como parte de la Orden de Jesús, adquirió los conocimientos más elevados de la época. Muchos de sus poemas se incluyeron en el Ramillete de varias flores poéticas (1676), realizado por otro de los poetas sobresalientes de la época colonial: Jacinto de Evia. Entre sus poemas más proclamados se encuentra el Soneto a Don Martín de Saavedra y Guzmán, caballero de la Orden de Calatrava, y presidente en la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, el cual es una joya del barroco hispanoamericano.
Tu Espada, con tu ingenio esclarecido, tu Sangre, con tu Dicha, han fabricado quatro partes a un Mundo, revelado al tiránico Imperio del olvido. Solo podrás de tu ser excedido, si rompiendole el margen a tu hado, a lo impossible investigares vado; y avrás de humano dudas admitido. Estrecho es tu luz nuestro emisferio, al mundo del obrar le das a colmna, contigo tus Oficios acreditas. El Rey te sobre en tu amoroso imperio, mayor eres en ti, que tu fortuna, quando eres más que tú, mejor te imitas.
2.5. Antonio Bastidas (1615-1681) Nació en Guayaquil, en lo que hoy es Ecuador, en 1615. Fue poeta y religioso, formó parte de la Compañía de Jesús. Fue maestro de Jacinto de Evia, también sacerdote y poeta barroco ecuatoriano. A Antonio Bastidas se le puede considerar como el primer poeta lírico
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ecuatoriano. Entre sus influencias está la pluma de Góngora, que tocó toda esta época de poesía colonial.
Rom ance: A la flor de la tem prana muerte del Príncipe don Baltasar Carlos. Admirad, flores, en mí lo que va de ayer a hoy, que ayer Lis de España fui, hoy flor de ese cielo soy Glosa En el jardín español tan agraciada me hallaron, que las flores me juraron (astros del prado) por sol. Pero al primer arrebol toda esa pompa perdí, y así en aquello me fui no admiréis la majestad; antes bien la brevedad admirad, flores, en mí. Ayer en botón vistosa fui de todos aplaudida, que aún me apuntaba la vida, y ya me aclamaban rosa. Más ¡ay, qué acción tan ociosa! pues la muerte en que hoy estoy,
me acuerda cuán breve soy, en mí dejando enseñanza en que advierta la esperanza lo que va de ayer a hoy. Qué breve vida, diréis, tiene el Príncipe de España, pues del hado de la guadaña morir tan en flor le veis. Pero ya no os admiréis, responde Carlos, que así mi vida toda adquirí, que si hoy muerto he como flor, se declara así mejor que ayer Lis de España fui. Sólo mi muerte temprana ha sido para este suelo; pero mejorando vuelo, flor vivo, eterna y lozana; y si a mi primer mañana, tan otra me vi y estoy, no siendo ayer lo que hoy, fue porque ayer de este prado fui flor, y en luz mejorado, hoy flor de ese cielo soy.
2.6. Jacinto de Evia (1629-?) Se sabe que nació en Guayaquil y que se trasladó a la capital, Quito, del ahora Ecuador para estudiar en el Colegio de San Gregorio, universidad jesuita donde Antonio Bastidas fue su maestro. En 1675 publicó el libro Ramillete de viarias flores recogidas y cultivadas en los primeros abriles de sus años por el maestro Jacinto de Evia, natural de Guayaquil, en la cual participará fuertemente su maestro. Entre los subgéneros líricos ejercitados por Evia se encuentra principalmente el romance con temas religiosos, amorosos y panegíricos de las
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autoridades españolas.
Rom ance A dos arroyos que nacen de una peña, y a otro que se destila de otra form a de pluvia
Y por verse ricos de aguas más altivos se despeñan; a que impele el precipicio cuando es mayor la riqueza.
Mucho cristal en su seno concibe una adusta peña, y ya dolores de parto en quejidos roncos muestra.
Un río que, caudaloso, aqueste orgullo contempla, breve muerte entre sus aguas a su soberbia apareja.
Todas las Ninfas del bosque que le asisten en su pena, le anuncian que dos arroyos en cruel batalla le aquejan.
Hallando en su propia infancia su cuna tumba funesta; ¡oh qué de altos pensamientos su fin al principio encuentran!
Por gozar el mayorazgo sin duda de aquella selva que la ambición, aun en riscos no falta quien los fomenta.
Una peña, que cercana miraba aquesta tragedia, trasuda en menudas gotas, tanto este susto le aqueja.
Su pecho en dos partes rompen, nadie cede en la contienda, y escamados vivoreznos materno fuero atropellan.
Lágrimas serán sin duda, con que su malogro endecha; que llanto aún de un pedernal sala la desdicha ajena.
2.7. Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700) Erudito de la Nueva España, Sigüenza y Góngora nació en 1645. Ingresó a la Compañía de Jesús pero fue expulsado de ésta y entonces realizó estudios de teología en la Real y Pontificia Universidad de México, donde se especializó en astrología y matemáticas. Fue políglota, además se conocedor de temas de astronomía, historia, cosmografía, ingeniería, entre otros. En el campo literario escribió narrativa y poesía lírica. Se dice que sus poemas no son tan destacables, estéticamente hablando, como los poetas contemporáneos, por ejemplo Sor Juana
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Inés de la Cruz. En su producción se aprecia el marcado influjo del barroco, por las formas oscuras, profundas y rebuscadas, además de temas elevados y gran intelectualidad y vocablos científicos.
Triunfo parténico canción No del farol de Tetis, cuyas luces oriente son de líquidos cristales, rayos de nieve apeteciste undosa, ave real; si ardiente te introduces a agotar los raudales de ese mar de esplendor, donde –ardorosa etérea mariposa– tanto afectas la sed de sus centellas, que sientes que de allí la noche fría –a instancia de su ardiente hidropesía– brillos les dé a beber a las estrellas, en cuyas luces bellas quizás tu ardor purpúreo se saciara si en sangre su esplendor se equivocara. Tú, a quien si el aire múrice tributa, veneno Tirio le tributa el monte en cuantas fieras y aves reverentes tu monarquía adoran absoluta; tú, que en horizonte que a Tebas infamaron impacientes espíritus ardientes de odios fraternos, con sublime vuelo, la que al bosque bebió vegetal vida Lanza no entonces, Parca si homicida, si vapor la sublimas, con recelo no admitiéndola el cielo, rayo la fulminó, y entre las flores vivió otra vez, y respiró verdores.
2.8. Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) Dentro del barroco hispanoamericano, hay una figura que sobresale por ser un caso único en la historia de la literatura. Se trata de Sor Juana Inés de la Cruz, quien desde muy pequeña demostró aptitudes fuera de lo común. Fue aceptada en la corte como la niña erudita. Sin
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embargo, por el hecho de ser mujer, se encontró con que no podía desarrollar sus inquietudes intelectuales, mucho menos ingresar a la Universidad. Dada esta situación, la única opción era el camino era el consagrarse a la vida eclesiástica, pero incluso ahí encontró obstáculos para dedicarse de lleno al intelecto. Pese a todo, logró en la medida en que pudo, dedicarse a aprender, a escribir sobre temas muy variados y pudo debatir con los hombres más ilustres de su época.
Cultivó particularmente la poesía y el teatro. Tal vez el poema más complejo y hermético, que reúne características del barroco con un aliento épico es su obra Primero sueño, en el cual se condensan sus inquietudes por el conocimiento. Entre los géneros que cultivó, también destacan los sonetos, las silvas, las décimas, entre otros.
Prim ero sueño Piramidal, funesta de la tierra nacida sobra, al cielo encaminaba de vanos obeliscos punta altiva, escalar pretendiendo las estrellas; si bien sus luces bellas exentas siempre, siempre rutilantes, la tenebrosa guerra que con negros vapores le intimaba la vaporosa sombra fugitiva burlaban tan distantes, que su atezado ceño al superior convexo aún no llegaba del orbe de la diosa que tres veces hermosa con tres hermosos rostros ser ostenta; quedando sólo dueño del aire que empañaba con el aliento denso que exhalaba. Y en la quietud contenta de impero silencioso, sumisas sólo voces consentía de las nocturnas aves
tan oscuras tan graves, que aún el silencio no se interrumpía. Con tardo vuelo, y canto, de él oído mal, y aún peor del ánimo admitido, la avergonzada Nictímene acecha de las sagradas puertas los resquicios o de las claraboyas eminentes los huevos más propicios, que capaz a su intento le abren la [brecha, y sacrílega llega a los lucientes faroles sacros de perenne llama, que extingue, sino inflama en licor claro la materia crasa consumiendo; que el árbol de Minerva de su fruto, de prensas agravado, congojoso sudó y rindió forzado. Y aquellas que su casa campo vieron volver, sus telas yerba, a la deidad de Baco inobedientes ya no historias contando diferentes, en forma si afrentosa transformadas segunda forman niebla, ser vistas, aun temiendo en la tiniebla, aves sin pluma aladas:
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aquellas tres oficiosas, digo, atrevidas hermanas, que el tremendo castigo de desnudas les dio pardas membranas alas, tan mal dispuestas que escarnio son aun de las más [funestas: éstas con el parlero ministro de Plutón un tiempo, ahora supersticioso indicio agorero, solos la no canora componían capilla pavorosa, máximas negras, longas entonando y pausas, más que voces, esperando a la torpe mensura perezosa de mayor proporción tal vez que el [viento con flemático echaba movimiento de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido. Este. pues, triste son intercadente de la asombrosa turba temerosa, menos a la atención solicitaba que al suelo persuadía; antes si, lentamente, si su obtusa consonancia espaciosa al sosiego inducía y al reposo los miembros convidaba, el silencio intimando a los vivientes, uno y otro sellando labio obscuro con indicante dedo, Harpócrates la [noche silenciosa; a cuyo, aunque no duro, si bien [imperioso precepto, todos fueron obedientes.
2.9. Juan del Valle y Caviedes (1652-1697) Nació en España, en la región de Andalucía, probablemente en 1652. Pronto se trasladó al Perú, donde vivió prácticamente toda su vida. Es un poeta sobresaliente del Virreinato del Perú, seguidor de la poesía de Quevedo, es escritor barroco español. Tuvo una vida bohemia, y escribió muchos poemas satíricos. Entre los textos que se conservan de él, hay una Carta a Sor Juana Inés de la Cruz. Así mismo, las obras: Los caballeros Chanflunes, Guerras físicas, proezas medicinales, Entremés del amor alcalde, el poema “Los privilegios del pobre”, entre otros.
Los privilegios del pobre El pobre: Es tonto, si calla; y si habla: Un majadero si sabe, es hablador y si es afable:Un embustero, si es cortés: Entrometido y cuando no sufre: Soberbio cobarde, cuando es humilde y loco cuando es resuelto.
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Si es valiente: Temerario y presumido si es discreto. Adulador si obedece y si se excusa: Grosero Si pretende es atrevido; si merece es sin aprecio su nobleza es nada vista y su gala: Sin aseo; si trabaja codicioso y por el contrario extremo un perdido si descansa... ¡Miren si son privilegios!
Actividad -Elige uno de los momentos o alguna temática de la poesía colonial. Puede ser sobre épica, sobre temas amorosos, religiosos, satíricos, etcétera. -Investiga y selecciona poemas para transcribirlos y completar 10 cuartillas con éstos. -Realizada esta selección haz un ensayo para introducirla: por qué elegiste el tema, quiénes son sus autores, cuál es el contexto, cómo se expresa el tema, cuáles son los recursos (metáforas, rimas, versificación, etcétera). -La introducción a tu propia antología de poemas puede ser de una extensión entre 5 y 10 cuartillas.
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Índice Introducción Descubrimiento del Nuevo Mundo 1) Cristóbal Colón 2) Américo Vespucio 3) Pedro Mártir Conformación de los virreinatos Literatura y cultura en la Colonia Crónica de Indias 1) Bartolomé de las Casas 2) Fray Bernardino de Sahagún 3) Inca Garcilaso de la Vega 4) Bernal Díaz del Castillo 5) Juan Rodríguez Freile Poesía épica colonial 1) La Araucana de Alonso de Ercilla 2) Arauco domado, de Pedro de Oña 3) Argentina y conquista del Río de la Plata, de Martín del Barco Centenera Poesía lírica colonial 1) Poesía renacentista 1.1. Gutierre deCetina 1.2. Fernán González de Eslava 1.3. Leonor de Ovando 1.4. Mateo Rosas de Oquendo 1.5. Fernando de Córdoba Bocanegra 1.6. Bernardo de Balbuena 1.7. Francisca de Briviesca y Arellano 2) Poesía barroca 2.1. Clarinda 2.2. Rodrigo Carvajal y Robles 2.3. Luis José de Tejeda y Guzmán 2.4. Hernando Domínguez Camargo 2.5. Antonio Bastidas 2.6. Jacinto de Evia 2.7. Carlos de Sigüenza y Góngora
2 4 5 7 9 11 14 15 16 18 20 23 25 28 28 30 32 34 35 36 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 46 47 48 53
2.8. Sor Juana Inés de la Cruz 2.9. Juan del Valle y Caviedes. 3) Poesía neoclásica Narrativa colonial Teatro colonial El romanticismo hispanoamericano El realismo en América Hispánica Inicios del modernismo Bibliografía
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Bibliografía
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