Areíto
Zona de la Cultura y de las ideas
www.hoy.com.do Editor: Bavegado Diseño: Carla González SÁBADO 20.04.2013
El absolutismo de Thomas Hobbes
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¿Dónde reposan los restos del coronel
Caamaño Deñó?
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Madres del 1J4 “Las madres del 1J4” es una expresión que evoca centenares de mujeres que en la década iniciada en 1960 se involucraron y apoyaron a sus hijos inmersos en sucesivas jornadas políticas del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, 1J4. Página 3
SARA MONTIEL un mito ibérico
RADHAMÉS MEJÍA
Eran finales de los años 50, y en mi memoria de niña de 7 años recuerdo a mi madre Flora escuchando a Sara Montiel, una de las más grandes divas españolas.
Fugitivo de una realidad cultural y de un ambiente artístico insular ciertamente asfixiantes, hacia mediados de la década de los 80, Radhamés Mejía (1960) se establece en París...
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constantes de la fuga y el retorno
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Sábado 20 de abril de 2013
Zona Areíto Areito
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Zoé Valdes (Novelista y poeta cubana) Cuando oyes a estos políticos hablar, cuando dicen una frase, te preguntas por qué los han elegido porque en muchos casos son los seres más brutos que he oído en mi vida. Hay honrosas excepciones y eso se agradece.
Paul Johnson
Las primeras ediciones no son oro
H
ay cierta consternación en Londres por la decisión de la Dr. Williams’ Library de vender una de sus preciadas posesiones, una casi perfecta primera edición de una obra de William Shakespeare. Se espera que alcance los 3,5 millones de libras (6,5 millones de dólares). La Dr. Williams’ está especializada en teología e historia del no conformismo, de modo que la obra de Shakespeare no tiene un lugar natural en sus estanterías. Venderla asegura el futuro de la librería, y permitirá a sus propietarios ahorrarse mucho dinero en seguros. Pero no todo el mundo está de acuerdo con que los establecimientos y las instituciones tengan derecho a vender objetos valiosos que les han sido legados por benefactores, incluso hay quien dice que esto puede ser el principio de una sucesión de males. La Dr. Williams’ también posee el diario de Henry Crabb Robinson, uno de mis favoritos, con sus espléndidos retratos de gentes como Charles Lamb, William Wordsworth y William Hazlitt, así como un fascinante poemario manuscrito de George Herbert. Todo esto podría venderse también. “De modo que, ¿hasta dónde vamos a llegar?”, se preguntan los puristas. No me fascinan los infolios. Si yo tuviera uno, no sabría qué hacer con él, excepto protegerlo con celo y andar aterrorizado con la idea de que me lo pudieran robar. Cuando quiero leer a Shakespeare, hay textos mucho más convenientes. Por supuesto, los eruditos pueden trabajar con esa edición, pero pueden hacerlo con más soltura en la Biblioteca Británica, en la Bodleian, en la Biblioteca del Congreso y en instituciones por el estilo. El infolio es, esencialmente, una maravillosa primera edición. Hace 40 años empecé a coleccionar primeras ediciones, especialmente de novelistas victorianos como William Makepeace Thackeray, Charles Dickens y, sobre todo, Anthony Trollope. En aquellos días, algunas de las novelas de Trollope eran difíciles de encontrar, excepto en sus ediciones originales. De modo que empecé a coleccionarlas y adquirí alrededor de una docena. Con el tiempo, mi celo por las ediciones príncipes se evaporó y regalé o vendí la mayor parte de las que poseía. Sí conservé unas cuantas, y el otro día cogí un volumen de mi primera edición de The Last Chronicle, de Barset. Estaba un poco deshilvanada, así que la dejé y proseguí con una edición moderna. A menos que sea usted un verdadero bibliófilo y le importen desesperadamente las pequeñas minucias, la vaina de las primeras ediciones no tiene mucho sentido. Es cierto que algunas primeras ediciones tienen una presencia imponente. Me gustaría poseer la de La historia del mundo de Sir Walter Raleigh, que escribió mientras estaba encarcelado en la Torre de Londres por orden James I, que posteriormente le hizo decapitar. En una ocasión cayó en mis manos una
edición príncipe de Orgullo y prejuicio, en la biblioteca de una finca irlandesa. Estas bibliotecas privadas, que se encuentran sobre todo en Irlanda, son los lugares de lectura perfectos. Sir Harold Nicolson describía la de Clandeboye, en el Ulster, como “la sala más agradable del mundo”, y la de Tullynally, en Westmeath, es igualmente destacable. De cualquier manera, leí Orgullo y prejuicio en su edición original, y fue un placer especial que nunca olvidaré. Ciertamente, me gustaría poseer una primera edición de Emma, aunque si tuviera que elegir entre eso y una carta original de Jane Austen sin censurar por su hermana Cassandra o cualquier otro miembro sobreprotector de su familia, sin dudarlo elegiría la carta. Después de todo, una primera edición es sólo una de las copias de un libro que, con independencia de lo famoso que sea, quizá no desees leer, o releer. Cuando tenía quince años leí Cumbres borrascosas, y al verano siguiente Hermanos y amantes. Ambos libros me hicieron hervir, estaba devastado y exaltado por esta doble mala sombra (no es una expresión que utilizásemos en los años 1943-44) de genio subversivo. Pero nada en el mundo me persuadiría para volver a leer ninguno de los dos, ni para hacerme con sus primeras ediciones. Para mí, una vez que un libro altamente emotivo ha hecho su trabajo, volver a leerlo es tabú. Y realmente, ¿para qué utilizas una edición príncipe, aparte de para leerla? Me encanta la historia del octavo duque de Devonshire y su biblioteca. Se pasó la mayor parte de su vida ejerciendo de marqués de Hartington (Harty-Tarty), de parlamentario liberal y de ministro. Fue un firme partidario del premier William Gladstone, hasta que se separaron, a causa de la Home Rule [para la autonomía de Irlanda], y Harty-Tarty pasó a fundar el
Partido Unionista Liberal, con Joseph Chamberlain. Supongo que no estuvo en su propiedad de Chatsworth con tanta frecuencia como le hubiera gustado, y por tanto no estaba demasiado familiarizado con sus colecciones sin parangón. De cualquier manera, una tarde (después de heredar el ducado) estaba de rondón por la biblioteca y echó un vistazo. El bibliotecario apareció por allí y le preguntó si le podía servir en algo. “Sí. Enséñeme algo interesante”. El hombre volvió con una enorme rareza, una copia de la primera edición de El paraíso perdido. “Ah –dijo el duque–. Este poema es muy famoso, ¿no? Nunca lo he leído. ¡Qué bien!”. Una hora después, el bibliotecario volvió. El duque se había dormido. Así que el precioso volumen fue gentilmente retirado de las ducales manos y devuelto a su lugar. La falta de atención de Su Gracia a John Milton no es tan digna de condena como pudiera pensarse, puesto que también se dormía, ocasionalmente, en las reuniones del Gabinete, incluso cuando el mismísimo Gladstone se encontraba perorando. Una edición príncipe puede hacerte dormir, incluso si se trata de una obra importante. Un manuscrito, no. Un manuscrito es una cosa única y viva; no exactamente una obra de arte, sino un prisma del acto creativo. Imagine, por ejemplo, que posee el manuscrito de Madame Bovary (actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional francesa), con todos los pensamientos desordenados de Gustave Flaubert garabateados. O mejor aún, el manuscrito de Un cuento de Navidad, la joya de la Biblioteca Morgan de Nueva York, en cuya redacción y re-redacción vibra el genio de Dickens. Me atrevería a decir que no hay manera de quedarse dormido ante eso.
LA HISTORIA
1912
FALLECIÓ EL 20 DE ABRIL. Abraham Stoker, conocido como Bram Stoker, Escritor irlandés que se halla indisolublemente ligado a su obra “Drácula“, el más famoso de los vampiros y una de las más célebres obras de la literatura gótica, construida en una base de cartas y documentos apócrifos.
1998
MURIÓ EL 20 DE ABRIL. Octavio Paz, poeta, ensayista y diplomático mexicano, premio Nobel en 1990. _
1910
FALLECIÓ EL 21 DE ABRIL. Samuel Langhorne Clemens, conocido Mark Twain, fue un popular humorista y escritor estadounidense, aventurero incansable, a quien su propia vida inspiró obras tan populares como, “Las aventuras de Tom Sawyer”, “Las aventuras de Huckleberry Finn” o “Un yanqui en la corte del rey Arturo”.
1929
NACIÓ EL 22 DE ABRIL. Guillermo Cabrera Infante, escritor cubano, premio Cervantes 1997. Su primera novela de renombre es “Tres tristes tigres”.
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1564
NACIÓ EL 23 DE ABRIL. William Shakespeare, poeta y dramaturgo inglés. El mayor representante de la literatura inglesa de todos los tiempos y uno de los más importantes de la literatura universal.
Aporte
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Misión por la memoria
MADRES DEL 1J4 “ Las madres del 1J4” es una expresión que evoca centenares de mujeres que en la década iniciada en 1960 se involucraron y apoyaron a sus hijos inmersos en sucesivas jornadas políticas del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, 1J4. Tantas mujeres fallecidas son simbolizadas en nueve madres, de las cuales nos limitamos a cuatro en esta primera entrega, por razones de espacio: doña Luz Cabrera, doña Quisqueya Pérez viuda Perdomo, doña Francia Cisneros viuda Villalba y doña Elisa José viuda Lalane. En la segunda entrega, dentro de un mes, se publicarán los escritos sobre doña Altagracia (Tatá) Iglesias viuda Lora, doña Marina Mieses viuda Bujosa, doña Chea Rancier viuda Minaya, doña Pancha Medrano viuda Mercedes y doña Rosa Polanco viuda Cerón. Como reconocimiento a todas las mujeres del 1J4 se hará un homenaje a las nueve madres fallecidas citadas el jueves 2 de mayo próximo en el pabellón Manolo Tavárez en la Feria del Libro. (Una semana antes, en el Teatro Nacional tendrá lugar un coloquio con motivo de conmemorarse este año el 50º aniversario del alzamiento armado del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, por el restablecimiento de la Constitución de 1963 del gobierno de Juan Bosch). La década iniciada en 1960 fue peculiarmente convulsa, con el horizonte de los sueños sociales de la Raza Inmortal pendientes de conquistarse. Las “Madres del 1J4” dieron soporte al Movimiento y sus hogares fueron nidos del proyecto revolucionario. Generosidad maternal y sensibilidad social fueron características de las madres para con todos los catorcistas. Además de involucrase personalmente, perdieron sus esposos, hijos, hermanos, primos y otros parientes. Esta primera publicación habla de cuatro madres.
Doña Luz Cabrera viuda Vásquez A doña Luz Cabrera, la tiranía trujillista le asesinó a su hijo Bolívar. Doña Luz trasladó su familia de Santiago a la capital para fajarse con la crianza y formación de César, Hernán, Norma, Pura Adela y Janet. Hizo de su casa un fortín del Movimiento Revolucionario 14 de Junio en la calle Pasteur esquina Santiago en Gascue. De su taller de costura salieron muchos uniformes para el alzamiento armado del 1J4 el 28 de noviembre de 1963 en seis frentes guerrilleros. Doña Luz era la madre firme, siempre atenta a nuestros problemas. Se preocupaba por lo que nos hiciera falta para cumplir tareas y emprender movimientos. Era una madre subversiva por naturaleza. Por su temple revolucionario convirtió su casa en techo del partido en los dos años de vida pública, asistiendo cuadros políticos y militares a todos los niveles. Era un hogar de la absoluta confianza del Comité Central del 1J4. Las fibras revolucionarias de doña Luz y de su familia no mermaron, siguiendo su trayectoria durante la Guerra de Abril. La parte frontal de su casa fue parcialmente destruida por la metralla de las tropas de la “Fuerza Interamericana de Paz, FIP”, engendro enmascarado de las tropas de intervención yanqui.
Doña Quisqueya Pérez viuda Perdomo
RAÚL PÉREZ PEÑA (BACHO)
HOY
(1923- 1973) Doña Quisqueya Pérez murió hace 50 años. Una gloriosa mujer, esposa de un mártir y madre de un héroe, que sólo pudo alcanzar los 50 años de edad. Fue víctima letal de los trajines, incertidumbre y sufrimientos día y noche durante casi 15 años. Tras el apresamiento de su esposo, Eugenio Perdomo, por esbirros trujllistas en enero de 1960, no se volvió a saber de él, siendo asesinado en la cárcel “La 40”. Jamás se supo de sus restos. Doña Quisqueya ingresó a la Agrupación Política 14 de Junio (nombre del 1J4 para la vida pública), siendo electa presidenta de su rama femenina en Santiago. Luego del golpe de Estado a Bosch, vísperas del alzamiento guerrillero del 1J4, la
Doña Francia Cisneros viuda Villalba, junto a Manuel Escarramán, Tadeo Escarramán y su hermana Gloria.
Doña Quisqueya Pérez viuda Perdomo, con su hijo Virgilio.
casa de doña Quisqueya en Los Pepines, igual que la de doña Carmen Santos, la de doña Asunción de Hadah y la de Mercedes Rancier de Minaya, se convirtieron en cuarteles revolucionarios para cuantos compañeros esperábamos en Santiago la hora de emprender la lucha armada en Las Manaclas y Altamira, respectivamente. Posteriormente, en la casa estalló una bomba casera, con heridos graves, por lo que fueron apresadas doña Quisqueya y su hija Giannela, obligando a Virgilio Perdomo Pérez a continuar las operaciones en Santo Domingo. La hija más pequeña, Elia Celeste, fue resguardada por unos tíos. Auténtico nido del 1J4, la casa de doña Quisqueya fue la nuestra en Santiago y luego en el ensanche Ozama de la capital. Al autor de este artículo le salvó la vida en circunstancias particularmente difíciles.
Doña Elisa José viuda Lalane Doña Elisa María José, ser humano de gran sensibilidad, hija de padres árabes, nació en Samaná el 4 de marzo de 1914; esposa de Federico Lalane Demorizi. El matrimonio procreó a Sonia, Federico, Dafne, Filgia y Eberto Giordano. La familia Lalane José, oriunda de Samaná, se forjó en un hogar de honestidad y trabajo digno. En su rol de madre trabajó, además, como costurera, pensión de estudiantes, negocio de paleteras, venta de quipe, comida en cantina, yun-yun, entre otras. De la familia Lalane José, identificada con las aspiraciones sanas de la sociedad dominicana, uno de sus hijos, Eberto Giordano, desde su adolescencia (17 años) se integró al Movimiento Revolucionario 14 de Junio, destacándose por su dedicación. En el año 1963, le explotó una bomba casera tratando de desarmarla, perdiendo la mano izquierda, tres dedos de la mano derecha y el ojo derecho. Logró superar esas limitaciones y se constituyó en un revolucionario de gran preparación, destreza militar y entera confianza del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, participando como segundo en mando, en la expedición que llegó al país por Playa Caracoles en 1973, siendo uno de sus mártires gloriosos, a la edad de 27 años.
Doña Luz Cabrera viuda Vásquez
Doña Elisa María José viuda Lalane
Doña Francia Cisneros viuda Villaba Formación cultural bilingüe, profesora académica de piano y trayectoria revolucionaria en el 1J4 y la Federación de Mujeres Dominicanas, fueron atributos personales de doña Francia Cisneros, cuyo esposo había sido oficial de la Aviación Militar y posteriormente profesional de la contabilidad. Hijos del matrimonio fueron, Dorian y Amaury Villalba Cisneros. En la enseñanza de interpretación del piano, doña Francia contó con alumnos como el maestro Manuel Rueda, fallecido escritor y poeta. Apasionada con la lectura y la música clásica, doña Francia nunca transigió con travesuras politiqueras y clientelistas. Falleció años después de la muerte de su hijo Amaury, reputado artista gráfico y científico de la biología marina. Durante una misión científica sobre las aguas sureñas, la avioneta cayó al mar. Fallecieron el piloto, Amaury y la bióloga Tanmy Vásquez. Amaury diseñó numerosas portadas de libros de Juan Bosch y otros escritores dominicanos. En el hogar Villalba Cisneros sobresalía un dibujo artístico de Amaury sobre Manolo Tavárez, dibujado al cuarto mes de caer en Manaclas. Contactos: 809 501 6236 y fundaciontestimonio@gmail.com
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CÁPSULAS GENEALÓGICAS www.idg.org.do /Edwin Espinal
MU-KIEN ADRIANA SANG
Camateta: la esclava de la oligarquía dominicana
Encuentros
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Buenaventura Báez Méndez
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a mayoría de los habitantes de República Dominicana, de acuerdo a Frank Moya Pons, desciende de mujeres que alguna vez fueron esclavas. Un caso identificado documentalmente es el de Teresa de Jesús Méndez, conocida como Mai-Teresa o Camateta, tronco de notorias figuras de la sociedad dominicana actual. Teresa Méndez nació hacia 1788, época en la que en la colonia de Santo Domingo el sistema social lo definía una combinación de esclavitud feudal-patriarcal y trabajo libre y predominaban mulatos y libres en correspondencia con la economía pastoril extensiva y la debilidad de la clase esclavista. Justamente, Teresa era una “mulata hermosísima” y fue comprada por Pablo Altagracia Báez a Eduardo Ferrer en El Rincón, Neiba. Báez, de acuerdo a unas noticias familiares que trae Emilio Rodríguez Demorizi, “no fue insensible a la belleza de la esclava y de ahí que, las relaciones entre amo y esclava se convirtieran en cariño de amantes”. El primer hijo de esos amores nació en El Rincón, Neiba, el 20 de octubre de 1812: Buenaventura Báez Méndez, quien fuera presidente de la República. Buenaventura Báez heredó, sin dudas, sus rasgos: José María Izaguirre lo describió en 1872 como de “color y pelo amulatado”, y Julia Ward Howe, una ciudadana estadounidense recordó en 1871 estos rasgos de su fisonomía: “Su tez revela una ligera mezcla de sangre africana; pero sus ojos son azules y su pelo un poco rizado”. Por supuesto, no podría obviarse que el padre de Pablo Altagracia Báez, el Pbro. Antonio Sánchez Valverde, mulato claro, era nieto a su vez de mulatos tanto por línea paterna como materna. Después del nacimiento de su primer hijo, Pablo Altagracia Báez dio la libertad a su esclava, con la que procreó además a Altagracia, Carlos, Félix, Irene, Damián y Rosa Báez Méndez. Su antiguo amo murió en Azua el 24 de octubre de 1840; ella le sobrevivió por más de tres décadas, al fallecer el 19 de diciembre de 1873 en Santo Domingo a los 85 años de edad de una pulmonía fulminante, ocupando su hijo la presidencia de la República. Fue sepultada en la capilla del Sacramento de la Catedral Primada de América y su recuerdo quedó plasmado en la fotografía que su hijo mantuvo en un “sitio muy visible” en su casa - ¿se conservará todavía? – y los versos que le dedicaron a este sus enemigos: No le digan Presidente, / díganle Ventura Báez, / que es hijo de Mai-Teresa, / esclava de Pablo Báez. Instituto Dominicano de Genealogía
Reflexiones
sobre la monarquía. El absolutismo de Hobbes El arte va más lejos, imitando esa obra racional, que es la más excelsa de la Naturaleza: el hombre. En efecto, gracias al arte se crea ese gran Leviatán que llamamos república o Estado (en latín Civitas) que no es sino un hombre artificial, aunque de mayor estatura y robustez que el natural para cuya protección y defensa fue instituido; y en el cual la soberanía es un alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo entero; los magistrados y otros funcionarios de la judicatura y ejecución, nexos artificiales; la recompensa y el castigo (mediante las cuales cada nexo y cada miembro vinculado a la sede de la soberanía es inducido a ejecutar su deber) son los nervios que hacen lo mismo en el cuerpo natural; la riqueza y la abundancia de todos los miembros particulares constituyen su potencia; la salus populi (la salvación del pueblo) son sus negocios; los consejeros, que informan sobre cantas cosas precisa conocer, son la memoria; la equidad y las leyes, una razón y una voluntad artificiales; la concordia, es la salud; la sedición es la enfermedad; la guerra civil, la muerte. Por último los convenios mediante los cuales las partes de ese cuerpo político se crean, combinan y unen entre sí, asemejándose a aquel fiat o hagamos al hombre, pronunciado por Dios en la creación. Thomas Hobbes, Leviatán
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a burguesía ganaba terreno. Buscaba espacio político, porque tenía casi asegurado el ámbito económico. El modelo cerrado de la Edad Media debía ser superado, la apertura política, económica, social y cultural era sólo cuestión de tiempo. Las instituciones sociales debían redefinirse. La Monarquía luchaba con garras para sobrevivir. En ese proceso caótico que vivía Europa, principalmente Inglaterra, los intelectuales intentaron interpretar la realidad y proponer sus caminos. El filósofo Thomas Hobbes, nacido en 1588, considerado como el padre de la filosofía política occidental, fue crucial en esa época convulsionada. Su obra Leviatán, publicada en 1651, es considerada como la pieza clave del Absolutismo Monárquico. Esta obra constituye un verdadero hito en el proceso de transformación y ruptura entre la Edad Media y la modernidad occidental. Defensor de lo monarquía, Hobbes estaba convencido que la legitimidad de la monarquía y especialmente del Rey, provenía directamente de Dios. Pero para que se impusiera el orden, era necesario el Derecho y el gobierno. El Estado, afirmaba el filósofo, era el pacto que realizan los seres humanos entre sí para la convivencia, pero subordinándose al gobernante. En el libro Leviatán, Hobbes asegura que la subordinación absoluta al Soberano, el Rey, tenía su explicación en el miedo a la autodestrucción. Parte de la premisa de que el ser humano, producto de sus sensaciones y aprendizajes fallidos de la cultura religiosa, los hace crear fantasías y sensaciones erradas, que pueden degenerar en acciones destructivas a la sociedad o autodestructivas: los hombres abundan en copiosas palabras, pueden hacerse más sabios o más malvados que de ordinario...[i] Hobbes consideraba que la inteligencia humana nos hacía animales superiores, pero muy peligrosos y absurdos a veces. El absurdo, decía, es la mayor desgracia, muy especialmente porque puede ser usado por aquellos que tienen conocimientos. Para evitar que la maldad, la ambición y el engaño de los sabios, como Aristóteles y Cicerón, se adueñe de la sociedad, sólo había un camino: dotar al Rey de mayores poderes. Hobbes reconocía que mediante el derecho natural el ser humano nacía libre. La libertad era el principal derecho adquirido por el simple hecho de nacer, pero era una condición peligrosa que sólo un poder omnipresente podía regular. Para otorgar el poder absoluto al Soberano, Hobbes planteaba un contrato en el que el conjunto de los seres que componen la sociedad renunciaban a su libertad para obtener a cambio la seguridad que le proveía el Monarca. Esta transacción se hacía mediante un contrato, que él definía como “la mutual transferencia de derechos...” [ii] Afirmaba que los signos de esta transacción contractual estaban expresados en palabras que abarcaban no sólo el presente, sino también el pasado y el futuro, porque, decía, “to-
do contrato es mutua traslación o cambio de derecho... por esta causa en la compra y en la venta, y en otros actos contractuales, una promesa es equivalente a un pacto, y tal razón es obligatoria”[iii] Estaba convencido el filósofo inglés que “renunciar a un derecho a cierta cosa es despojarse a sí mismo de la libertad de impedir a otro el beneficio del propio derecho...En efecto, quien renuncia o abandona su derecho, no da a otro hombre un derecho que este último hombre no tuviera antes. No hay nada a que un hombre no tenga derecho por naturaleza: solamente se aparta del camino de otro para que éste pueda gozar de su propio derecho original sin obstáculo suyo y sin impedimento ajeno.”[iv] A partir de estas premisas, Hobbes formula su teoría del Estado Absoluto o Absolutismo Monárquico. Para evitar las discusiones sobre la delegación divina del poder a los reyes, como se formula Dante, el inglés plantea que el hecho de que se acepte, mediante el contrato consensuado el predominio del Soberano, esta aceptación ponía a sus súbditos en comunicación directa con Dios: “Si consideramos que un Estado es una persona, debe rendir también a Dios una veneración, la cual se realiza cuando el Estado ordena que sea manifestada públicamente por los hombres privados. Este es el culto público, cuya peculiaridad consiste en ser uniforme, ya que las acciones que se hacen de modo diferente, por hombres distintos no puede decirse que sean actos de pública veneración...Y como un Estado no tiene voluntad ni hace otras leyes, sino aquellas que se estatuyen por la voluntad de quien detenta el poder soberano, resulta que aquellos atributos que el soberano ordena, en el culto a Dios, como signos de honor, deben ser tomados y usados como tales, por los particulares, en su culto público”.[v] Hobbes salvó a la Monarquía de sucumbir ante el emergente poder de la burguesía inglesa. Logró, de manera magistral, combinar ambos elementos aparentemente contradictorios. Así, bajo estas premisas, la revolución burguesa inglesa pudo triunfar bajo el amparo incondicional de una renovada Monarquía que negó sus principios y como el corcho en un balde de agua, no solo sobrevivió, sino que se mantuvo a flote y con el poder reforzado. Vivió y se desarrolló hasta que en el siglo XVII las fuerzas sociales se recompusieron y exigieron nuevos cambios. Sobre este tema seguiremos en el próximo artículo.
sangbenmukien@gmail.com mu-kiensang@pucmm.edu.do @MuKienAdriana
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Hay que volver a los clásicos:
el caso Albin Lesky
DIÓGENES CÉSPEDES
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Qué significa volver a los clásicos? A menudo oigo proclamar a escritores y poetas dominicanos y extranjeros, muy pegados de sí mismos, que hay que volver a los clásicos, para significar que ya lo leyeron todo y, cansados de la obras que no les aportaron nada, decidieron, para encontrarse de nuevo con la excelencia y la calidad universal, volver a leer a los grandes autores griegos y romanos, pero específicamente a Homero, Esquilo, Sófocles y Eurípides y, en el Lacio, a Virgilio y Horacio. Y si acaso, en el plano teórico, a Aristóteles y Platón o, con condescendencia, a Séneca y Cicerón. Si a esta arrogancia no le fuera condigna la primacía del significado (o contenido) y una ignorancia del significante (el ritmo como forma-sentido, el sujeto y lo político en un texto, dialécticamente inseparable de ese significado que con él constituye el signo lingüístico), me moviera la compasión por quienes entienden de esta guisa la expresión “hay que volver a los clásicos”. Porque, en efecto, nada más difícil que volver a los clásicos si se vive en la creencia de que lo dijeron todo y nada hay que buscar en los coetáneos. Es cierto que los griegos escribieron acerca de casi todas las disciplinas y pensaron e inventaron la crítica y Occidente no existe sin este legado. Muchos de los que asumen la frase de que “hay que volver a los clásicos” están en la mejor disposición, por los textos que he leído de ellos, de asumir la repetición de los clásicos acerca de los temas intrascendentes. Por ejemplo, al asumir el sistema social en que se basa la sociedad capitalista de Occidente, la democracia representativa, no he leído en estos escritores, poetas y ensayistas la recuperación de la frase de Aristóteles en el sentido de que en ese tipo de régimen estamos obligados a elegir a los mediocres. ¡Tremenda afirmación que merecería, por sí sola, varios tratados! Y no se miren las tremendas consecuencias de la frase del Estagirita sin escrutar la otra afirmación de que el gobierno de los mejores (la aristocracia) no significaba en modo alguno el elitismo con el cual eruditos y sabios de Occidente le han querido invalidar, pues Pericles y Clístenes, para mencionar solo dos nombres de aristócratas, hicieron mejor gobierno que los mediocres o los populistas. Y si de Platón se trata, ¿he leído algún texto donde los que pregonan que hay que volver a los clásicos hayan reivindicado la novedad más grande del sistema de pensamiento platónico cual es la invención de la palabra ritmo en el sentido de forma? ¿He leído algunos textos de esos clasicistas donde se demuestre la perversión que sufrió el concepto platónico de ritmo al ser recuperado por el cristianismo? Y, por último, ¿he leído algún texto de los que añoran esa vuelta a los clásicos donde se recupere la frase dialéctica de Aristóteles en el sentido de que el ritmo no tiene nada que ver con la métrica? ¿No está, hasta hoy, en los estudios literarios, asociado el concepto de ritmo con los versos medidos y cuyo templo y última vicisitud la encontramos en los adoradores de Rubén Darío? Sí, hay que volver a los clásicos, pero con la conciencia de saber cuál o cuáles conceptos de aquellos autores perviven hasta hoy y pervivirán en todos los tiempos. Ahí reside la difícil elección y ella demuestra la sabiduría o la ignorancia de cada sujeto. Su tarea es ampliar el concepto antiguo con vigencia en nuestra contemporaneidad. Ese camino y esa tarea los muestra el libro del austríaco Albin Lesky, “La tragedia griega” (Barcelona: El Acantilado, 2001 [1ª ed. 1937, 2ª ed. 1957]) en cuanto se refiere únicamente a las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides, pues su estudio, aunque se contraiga a estos tres grandes dramaturgos, abarcará, por vía de consecuencia, todo lo anterior y posterior a las obras de ellos. El tema literario le permitirá enlazarlo dialécticamente con la historia, la mitología, la religión, la política, la filosofía, la metafísica, la ciencia, la comedia, el concepto de lo individual y lo colectivo, la psicología, el psicoanálisis, la traducción, la geografía, las relaciones internacionales y cuantas prácticas adicionales les ayuden a quitar el velo de la ignorancia sobre las materias que trata para
el período griego y las repercusiones que tuvieron para los autores latinos antes y después de la conquista de Grecia por los romanos a finales del siglo II antes de Cristo e incluso posteriormente desde la Edad Media hasta el siglo XX. Lesky muestra, a través de su largo recorrido de 404 páginas, los orígenes del teatro griego y las aportaciones y transformaciones sucesivas de uno a otro dramaturgo hasta recalar en Eurípides, el más grande pero el más vilipendiado, porque fue capaz, aun manteniendo su creencia en los dioses, de eximirlos de ser los responsables de las acciones y la vida de los individuos. Tarea que ya había comenzado Herodoto en el discurso histórico y que completó admirablemente Tucídides. Pero donde se produjo la transformación radical del conocimiento fue en el discurso filosófico cuando los sofistas asumieron la afirmación de Protágoras con respecto a la imposibilidad de conocer a los dioses y Eurípides, que perteneció a esta escuela aunque con un criterio más independiente al ser escritor, no es ajeno a esta doctrina, la cual es visible en toda la rítmica de sus obras dramáticas, un poco menos al principio y plenamente en el medio y al final de su vida. Y lo que dijo Protágoras de los dioses del Olimpo vale para la Grecia de antes de Cristo, pero vale para los tiempos de los tiempos porque no se puede conocer lo que no existe, aunque las religiones se empeñan en inculcar el dogma de la fe según el cual hay que creer en lo que no se conoce. A lo cual Protágoras responde: “Acerca de los dioses, yo nada puedo saber, si existen o si no existen, o cómo son, porque hay muchos obstáculos que se oponen a comprobarlo: su invisibilidad y la vida tan breve del ser humano.” (Lesky, op. cit., p. 257). Pero si esa afirmación es el paradigma de la fundación de la dialéctica o ley de la con-
Albin Lesky
tradicción indefinida o de las antinomias, más radical es aún el discurso del político y dramaturgo Critias, autor de la tragedia “Sísifo” y posible autor de otro drama, “Tenes”, un seudoeuripídeo, cuando dice en la primera obra: “La religión es un invento de los políticos, quienes con ella, por medio del temor, quieren asegurarse la obediencia de los hombres a las leyes creadas por ellos.” (Lesky, p. 304). Critias sí sabía de lo que hablaba, pues era político. Pero pudo transformar una acción y un discurso que, como político, posiblemente debió practicar para obtener la obediencia de sus súbditos a las leyes. Discursos como los de Protágoras y Critias son los que transforman la historia, la política, el arte y el sujeto, pues situaron los efectos políticos e ideológicos de la metafísica, ontología a la cual siguen aferrados muchos de los que dicen sin remedio que hay que volver a los clásicos. ¿A cuáles clásicos?
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De Señal a Señal
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SARA MONTIEL Mito ibérico de la canción, del cine y del garbo
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DELIA BLANCO
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ran finales de los años 50, y en mi memoria de niña de 7 años recuerdo a mi madre Flora escuchando a Sara Montiel, una de las más grandes divas españolas. También la disfrutamos en la televisión, que por primera vez salían al mercado en “blanco y negro”. Desde entonces, esta gran artista de origen campesino humilde y que se alfabetizó a los 22 años compite en mis pasiones y admiración con esas faraonas de la pantalla y de la voz que llenaron el imaginario y la fantasía femenina entre los años 50 y 60 del siglo pasado. Ella, la Montiel, porque fue atrevida, osada, provocadora y seductora sin límites, permitió que las mujeres españolas cumplieran con el pecado más prohibido...el deseo, entre perfumes u olores de Maja y Tabou. Ella, Saritísima, la que iba más allá de la vergüenza devota e hipócrita para cantarle al chiquillo y llevárselo en las alforjas de sus encantos, susurrándole su canción “Ven y ven y ven… chiquillo vente conmigo. Para después pedirle con un imán en la boca que la calentara del frío con su célebre copla “Tápame, tápame, que tengo frío” que todas nuestras madres cantaron con arduo deseo de amor. Sara, supo juntar las dos Españas por su sentido carnal de la libertad, varias veces visitó París, y tanto los estudiantes españoles de izquierdas como los exiliados republicanos íbamos a sus conciertos en la Salle Wagram y en el Richelieu Drouot. Nos juntábamos con los trabajadores emigrantes, que se volvían locos de aplausos y la acompañaban en sus cuplés, convirtiendo sus revistas en una romería de nostalgia por la patria. Nunca fue una patriotera franquista porque su tronco viene de la Extremadura profunda, donde se sufrió de hambre y de analfabetismo, y eso, ella lo sabía y comprendía el corazón de las dos Españas. Por eso, estuvo presente en la transición democrática, y fue de las primeras en firmar el llamado de los artistas por la Constitución; pero pocos saben que antes de los años setenta, la Montiel apoyaba la movida democrática y se movilizaba por la libertad de los presos políticos en Carabanchel. Por todas estas razones, las nuevas generaciones encabezadas por figuras como Almodóvar y Miguel Bosé la adoraron y la integraron de lleno en la movida madrileña, donde la Sara era una de las musas nocturnas entre los años ochenta y noventa. Su nombre real fue María Antonia Abad Fernández, conocida artísticamente como
Sara Montiel, nacida en Campo de Criptana, llegó rápidamente a convertirse en la española más universal. Compartieron con ella este espacio del divismo Carolina Otero, Raquel Meller, Imperio Argentina y Concha Piquer, pero nadie como ella logró saltar al estrellato más absoluto sin renunciar a su condición de manchega. Fue centro de atención y contó con la gran amistad de figuras de Hollywood como Gary Cooper, Burt Lancaster, James Dean, RafVallone y Marlon Brando, quienes la admiraron y enaltecieron. Se casó con el norteamericano Anthony Mann, quien le facilitó su entrada al mercado de Estados Unidos, pero luego de lograr grandes éxitos regresa a su España, y Juanito Orduña le entregó “El último cuplé”. Y nació el mito, con sus verdades y sus leyendas. Se estrena la película en 1957, ocasionando una locura colectiva y la consagración de la Montiel en una estrella para siempre. Fue la “Dama del Cuplé”, género que le permitió lucir su rabiosa belleza hispana, el bellísimo ángulo de su cara y el arqueo incitante de su ceja. “La Saritísima”, como le llamó, y quedó para siempre, su amigo el famoso escritor español Terence Moix, y que cuando a ella le
preguntaban por qué te llaman Saritísima, contestaba “Porque soy la más guapa”, y sí que fue la más bella de los años sesenta, de una sensualidad provocadora, unida al personaje de mujer libre en el amor. Fue un gran boom al punto que un chiste de la época pintaba a España como un manicomio donde todos cantaban enajenados “Nena”. Recuerdo que fui con mi madre y tías al cine de nuestro pueblo, a tres pesetas la entrada, pero no me permitieron entrar, y a la segunda función logré burlar el control de la censura, y vaya que disfruté… Sara Montiel fue ante todo un estilo de mujer que se impuso a la visión encerrada del catolicismo español frente a la modernidad. Impuso la sensualidad y el deseo como un derecho de expresión natural en la mujer, y además, enfrentó la censura con su descaro y garbo haciendo de su belleza una fuerza frente a la austeridad heredada en la ideología de la Falange Fascista, y de la Inquisición. Entre sus canciones más escuchadas fueron todas las del film “El último cuplé”, como La Violetera, Fumando espero, Nena, Ojos verdes y Quizás, quizás, quizás. El glamour y el cuplé fueron sus aliados, fue mimada –créanlo o no- de León Felipe, de Paco Umbral, Terenci Moix y Manolo Vázquez Montalbán… También, muy admirada por la Familia Real, para quienes realizó espectáculos de excepción. Toda la prensa rosa tenía una devoción especial por esta gran artista. Entre otros de mis recuerdos de esta artista universal, que obtuvo además la ciudadanía mejicana gracias a la admiración de este país por ella, como de muchos otros, fue cuando la fui a ver -y fue una de las últimas veces que la pude disfrutar- en los 1984 o quizás 1985, en un maravilloso espectáculo en el teatro de La Latina en Madrid, donde, nada más y nada menos, compartió con Sara la inolvidable bolerista cubana Olga Guillot. Definitivamente, se trató de una noche imborrable en mis recuerdos. Sara Montiel perteneció a una casta de mujeres que como Greta Garbo, Silvana Mangano, Sofía Loren, Lina Lollobrigida, Brigitte Bardot y Marilyn Monroe, fueron y usaron su belleza para cambiar el mundo.
Aporte
AREÍTO
Sábado 20 de abril de 2013
HOY
¿Dónde reposan los restos del
coronel Caamaño?
Plaza Francisco Alberto Caamaño, en San Juan de la Maguana.
JESÚS DE LA ROSA
E
l proyecto de ley presentado por el senador peledeísta Félix Nova Paulino que dispuso el traslado de los restos del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó al Panteón Nacional ya fue aprobado por el Congreso de la República y remitido al presidente Danilo Medina para su promulgación. Dicho edicto ha generado discrepancias en torno a si los restos encontrados por el exguerrillero Claudio Caamaño en el Valle de Las Lechugas, Constanza, el 2 de mayo de 1987, son los del héroe de la Revolución de Abril de 1965 y comandante de la expedición de Playa Caracoles. Antes de ser depositados en un mausoleo del Cementerio Nacional de la Máximo Gómez, en mayo de 1987, los alegados restos del coronel Caamaño fueron objeto de estudios realizados por antropólogos forenses del Museo de Ciencias Naturales. Más adelante, nos referimos al informe sobre los resultados de dichos experticios. El posible traslado de los restos del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó al Panteón Nacional no requería de la aprobación de una nueva ley al respecto; para ello, bastaba con un decreto del Poder Ejecutivo. En efecto, la Ley No. 4463, de fecha 2 de junio de 1956, autoriza al presidente de la República a disponer, cuando lo juzgue oportuno, el traslado al Panteón Nacional de los restos de los dominicanos ilustres. Al amparo de esa misma ley, el presidente Salvador Jorge Blanco dispuso, el 30 de junio de 1985, el traslado de los restos del insigne maestro y patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos de la tumba en que se encontraban en el patio de la Tercera Orden Dominica al Panteón Nacional. Tres años después, al amparo de ese edicto, el presidente Balaguer dispuso, el 17 de abril de 1988, el traslado de los restos mortales de los héroes de la Guerra de la Restauración Pedro Ignacio Espaillat, Eugenio Perdomo, Vidal Pichardo, Carlos de Lora, Ambrosio de la Cruz, Antonio Batista, José Pierre Thomas y del general José Antonio Salcedo que se encontraban depositados en la Catedral de la ciudad de Santiago de los Caballeros. También ordenó, el 25 de febrero de 1987, el traslado de los restos mortales de la heroína Concepción Bona que yacían en el antiguo Cementerio de la Avenida Independencia al Panteón Nacional. Como se aprecia, el protocolo del traslado de los restos mortales de nuestros héroes al Panteón Nacional no es complicado: el Poder Ejecutivo expide un decreto ordenando el
traslado del lugar en que se encuentran al Panteón Nacional y nombra una comisión que tendrá a su cargo la fijación de la fecha en que se efectuará la exhumación y traslado de los restos de quien se trate, y la preparación de todos los actos relativos a la ceremonia. Para el caso particular del traslado de los restos del coronel Caamaño al Panteón Nacional, antes de proceder a hacerlo, deben despejarse las dudas que existen en torno a la autenticidad de los restos localizados por Claudio Caamaño. El exguerrillero Claudio Caamaño, en una crónica de su autoría publicada en el periódico Listín Diario en su edición correspondiente al 13 de diciembre de 2012, dice que contrató detectives privados para localizar a los militares que participaron en la muerte del coronel Caamaño y en el encubrimiento de sus restos mortales; y que uno de ellos, a cambio del pago de una alta suma de dinero –suponemos que miles de pesos- le informó del lugar en el que fue sepultado el héroe de abril de 1965. Esto lo mueve a sostener que los restos de su primo el coronel Caamaño son los encontrados por él en el Valle de Las Lechugas y sepultados días después en el Cementerio Nacional de la Avenida Máximo Gómez. Pero, al respecto, existen otras versiones: el general retirado Juan Pou, testigo de primera fila de lo ocurrido alrededor de la muerte del héroe de abril, sostiene que los restos del coronel Caamaño no existen, ya
que su cuerpo fue quemado y sus cenizas esparcidas en las lomas de Nizaíto. Hamlet Hermann, miembro de la guerrilla caamañista, en su último libro “Caamaño Biografía de una Época” señala que los restos calcinados del coronel Caamaño y de otros de sus compañeros fueron trasladados desde Constanza hasta la Base Aérea de San Isidro y, posteriormente, arrojados al mar desde un avión de carga C-47. El informe de la Comisión del Museo de Ciencias Naturales que estudió “in situ” unos restos óseos encontrados por Claudio Caamaño y compartes no es concluyente en cuanto a afirmar o negar que sean esos los restos mortales del héroe de abril de 1965. Tan pronto tuvimos noticias de que en el Congreso Nacional se discutía un proyecto de ley que disponía el traslado de los restos mortales del coronel Caamaño al Panteón Nacional, sugerimos que los alegados restos del héroe de abril que se encuentran depositados en el Cementerio Nacional de la Avenida Máximo Gómez fueran sometidos a una prueba de ácido desoxirribonucleico (ADN) para despejar las dudas que existen de que verdaderamente sean esos los del coronel Caamaño. Nuestra propuesta fue secundada por el presidente de la Comisión de Efemérides Patrias, el conocido historiador Juan Daniel Balcácer, y por los familiares más cercanos del coronel Caamaño, vale decir, su viuda, hijos, hermanos y primos. Los restos mortales del presidente chileno Salvador Allende, derrocado el 11 de septiembre de 1973 por militares ultraconservadores, fueron examinados, 38 años después de su trágica muerte, para establecer si murió en combate u optó por suicidarse. Las autoridades del gobierno chileno han anunciado que se proponen examinar los restos mortales del poeta universal Pablo Neruda para establecer la verdadera causa de su muerte. Es que nadie está sobre la verdad. El examen de ADN a los restos, que algunos sostienen que son los del coronel Caamaño, debe hacerse antes de la emisión de un decreto del presidente Danilo Medina ordenando el traslado de estos al Panteón Nacional.
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AREÍTO
Sábado 20 de abril de 2013
Arte contemporáneo
HOY
RADHAMÉS MEJÍA Sobre las constantes de la fuga y el retorno
Radhamés Mejia y Roberto Edwards. Cuerpos pintados.
Cuerpos pintados. Fotografia de Roberto Edwards
F
AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ
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ugitivo de una realidad cultural y de un ambiente artístico insular ciertamente asfixiantes, hacia mediados de la década de los 80, Radhamés Mejía (1960) se establece en París, optando por las constantes ancestrales y cotidianas de la fuga y el nomadismo al mismo tiempo que apostaba, lúcido, cimarrón y solitario, en pos de la libertad -tras el oxígeno vital y existencial que le permitirá ampliar su formación humanística- y, más adelante, nutrir el arriesgado ensayo de una apertura estética y espiritual cuyos mayores resultados han llegado a ser estimados como prueba consistente de los niveles cristalinos de trascendencia y elaboración simbólica que adquiere la consciencia identitaria a través del pensamiento y la imaginación creadora de los artistas caribeños y latinoamericanos contemporáneos. Desde su arribo a la capital francesa (1985), ingresa a la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París, donde se especializa en escultura y grabado. Sin embargo, aun residiendo y trabajando en un lugar tan distante como Francia durante casi tres décadas, Radhamés Mejía, artista emblemático de la llamada “Generación del 80” en Santo Domingo, retornará siempre hacia los oasis espirituales del Caribe, sosteniendo una poderosa, profunda y fructífera conexión existencial con sus raíces, con su tierra y con su pueblo. Ya en 1992, el brasileño Roberto Pontual (1939-1992), respetado crítico e historiador del arte latinoamericano del siglo XX, radicado en París, nos advierte lúcidamente que “Hay artistas que ocultan el lugar de donde vienen, esforzándose más o menos conscientemente por confundir o borrar las pistas que conducen a sus orígenes. Apolíneos, se complacen en la construcción mental, supremacía de la razón y de la lógica. Otros, al contrario, hacen todo lo que está a su alcance para tomar manifiestas, o aún realzadas, las raíces que los mantienen en una tierra claramente enunciada y delimitadaaún cuando la hayan dejado ya. Estos, los dionisiacos, son emotivos hasta la médula, prontos a abrir su corazón y a liberar su fantasía. Pero entre ambos extremos todas las posturas son posibles, incluso la búsqueda del punto de equilibrio perfecto en el cual el rincón y el universo, la patria y el mundo se conjugan a la perfección… “El dominicano Radhamés Mejía opera en torno de este punto. En su trayectoria se imbrican una primera, larga etapa de vida -24 años en Santo Domingo-, donde la vocación por la pintura despertó y fue canalizada, y su residencia en París desde 1985. Así, naturalmente, en la obra que construye en fogosidad y paciencia su lenguaje combina esta doble experiencia del planeta, haciéndose puente entre lo regional y lo universal, lo arcaico y lo contemporáneo, nacimiento y desembocadura de un mismo río. En encuentro entre dos culturas, para ser
fértil lejos de las soluciones puramente híbridas, depende más de la espontaneidad que de lo impuesto. Esta es la fuerza de Mejía: su capacidad de ser un artista de lo interno hacia el exterior”… En efecto, en su productiva trayectoria, Radhamés Mejía logra materializar un universo visual cuyo imprevisto caudal de imágenes es capaz de revelarnos las cifras claves de una consciencia mixtificada hasta el paroxismo, lo surreal y el absurdo; la reactivación del signo ancestral, así como la polivalencia o multiplicidad significativa de sus contenidos formales y objetivos. Además, como atributos característicos de la práctica pictórica de Radhamés Mejía, resaltan la rigurosidad de ejecución, la polisintetizante y transmutadora reactivación de los códigos estéticos-expresivos posvanguardistas, la pasmosa capacidad imagético-metafórica de la superficie, más la resistencia y efectividad del signo cultural ideológicamente identitario. Reconocido como auténtico “chef de fille” de la Generación del 80 en Santo Domingo, Radhamés Mejía se proyecta como uno de los máximos exponentes de la pintura dominicana contemporánea. En sus series tituladas “Máscaras”, “Mitologías” y “Fases Rituales”, logra materializar una simbología sorprendente y sumamente personal que resulta de su marcado interés por las expresiones artísticas y culturales primordiales al mismo tiempo que suscita una polisémica y esplendorosa cartografía espiritual en la que confluyen magia, naturaleza, cultura y sociedad. “Cuerpos o la Geometría de Sombras” es el título de la más reciente exposición individual presentada por Radhamés Mejía en Santo Domingo y la cual aun se puede ver en la segunda planta del Museo de Arte Moderno. Se trata de una propuesta que incluye más de 30 pinturas en técnica mixta sobre tela y unas 15 fotografías de trabajos pictóricos ejecutados sobre el cuerpo humano, resultado de su experiencia en el taller “Cuerpos Pintados” con el fotógrafo Roberto Edwards en Santiago de Chile y en los que destacan las representaciones pictóricas del grafismo geométrico característico de los petroglifos, máscaras y motivos antropomorfos, zoomorfos, fitomorfos, cosmogónico y utilitarios de la cultura taína. Así, “Cuerpos o la Geometría de Sombras”, es una exposición-homenaje de Radhamés Mejía a la imaginería del arte y la cultura precolombina del Caribe, la cual constituye una fuente mayor de inspiración en su obra pictórica, sea pintando sobre tela o sobre la piel de los modelos. Y, tal como sostiene el propio artista: “Todo esto, mostrando particularidades anatómicas del cuerpo como las manos, los pies, los lóbulos de la orejas y el ombligo. La intervención del cuerpo como medio de expresión estética fue una preocupación constante de los taínos y de las civilizaciones primarias en general. Los taínos tenían el hábito de variar el aspecto del rostro o del cuer-
RADHAMÉS MEJÍA
Radhamés Mejía nació en Santo Domingo. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París. Entre sus más recientes exposiciones individuales, destacan: Galerie Argument, Esvres, Francia (2007); Embajada de Francia, Santo Domingo (2007); Maison du Patrimoine, Châtel-Montagne, Francia (2010); “Geometría del Plátano”, Galería District, Santo Domingo (2011); Taller de Grabado Francisco Limón, Oaxaca, México (2012). Entre sus más importantes reconocimientos internacionales: Mención de Honor, Salón de Arte Contemporáneo, Dammarie-les-Lys, Francia (1994); Mención de Honor, Fortabat Art Show, Maison de l'Amerique Latine, París, Francia y Primer Premio de la XXIII Bienal de Arte Contemporáneo del Mediterráneo, Niza, Francia (1991). Su obra ha sido exhibida exitosamente en importantes museos, galerías y centros culturales de República Dominicana, Puerto Rico, Estados Unidos, Panamá, Taiwán, Bélgica, Venezuela, Perú, Canadá, México, Turquía y Japón. Desde 1985, vive y trabaja en París.
po, pintándose de varios colores: rojo, blanco, amarillo, marrón o negro, con un grafismo geométrico sobre sus cuerpos o sobre las cerámicas. En la sociedades amerindias, el cuerpo estaba considerado como icono, marcando la unión con la naturaleza, lo social y la cosmogonía; soporte alegórico y místico; pintado y esculpido según los códigos propios de cada cultura”. En estas obras, el cuerpo humano toma forma en sus movimientos; en su relación con el otro. El cuerpo se transforma en vestido y vestigio de la relación como instrumento de metamorfosis que puede expresarse a través de las deformaciones del cráneo, el peinado, las perforaciones de las orejas, la nariz, la boca y el tatuaje de la piel. Encontramos la representación de los signos de la modernidad, como las máquinas de transporte que contribuyen de manera notable a la aceleración del proceso de contaminación del planeta y el medio ambiente. Asimismo, ante los trabajos recientes de Radhamés Mejía, el espectador no tiene más opción que arriesgarse hacia una experiencia perceptiva eminentemente lúdica y reflexiva desde los signos del caos, las dualidades esenciales, la memoria, las mitologías ancestrales y los rituales cotidianos que redefinen el simulacro urbano de la posmodernidad…