Sábado 08 de diciembre de 2012

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Areíto

Zona de la Cultura y de las ideas

El ethos que ama

www.hoy.com.do Editor: Bavegado Diseño: Carla González SÁBADO 8.12.2012

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LA TAMBORA No es africana… ¡es aborigen! Pág 8

La libertad de leer y escribir

Entre músicos

Un panel sobre

Hay quienes leen por simple distracción y quienes leen por inmenso placer. Hay quienes leen por interés profesional y quienes lo hacen por aventura lúdica. Hay quienes leen por diletantismo...Página 3

Basta callar, escuchar y tratar de entender. Al momento de expresar gustos o disgustos se detiene el proceso de asimilación, de entendimiento total. Ese es el único sentido del arte musical, no hay más. Página 6

En el Archivo General de la Nación el período de Trujillo es el que tiene los materiales más interesantes y que develan en mejores condiciones lo que ocurría en el país en ese momento.

crímenes de Trujillo

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HOY

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Zona Areíto Areito

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Ernesto Cardenal (Sacerdote y poeta de Nicaragua) Yo que he tenido la mala suerte de que Dios se enamorara de mí. He quedado fuera del juego erótico

LA GUÍA

Leonardo Boff

LIBROS

UN POEMARIO PREMIADO

UN TEMA CANDENTE

El ethos que ama

C

uando la razón busca hasta el final, encuentra en su propia raíz el afecto que se expresa por el amor, y sobre ella, el espíritu que se manifiesta por la espiritualidad. Y al término de su búsqueda encuentra el misterio. Misterio no es el límite de la razón sino lo ilimitado de la razón. Por eso, el misterio continúa siendo misterio en todo conocimiento que se siente desafiado a conocer siempre más. La razón científica nos ratifica este recorrido. Ella comenzó con la materia, llegó a los átomos, descendió más, a los elementos subatómicos, a la energía y a los campos energéticos, al campo de Higgs, origen de todos los campos, al big-ban, hace 15 billones de años… para terminar en el vacío cuántico, que es el estado de energía de fondo del universo, aquella fuente alimentadora de todo lo que existe, misteriosa e innombrable, que el conocido cosmólogo Brian Swimme identifica como presencia de Dios. Concretamente, el misterio es el otro. Por más que se quiera conocerlo y encuadrarlo, siempre se retrae para más allá. Es misterio desafiador que nos obliga a salir de nosotros mismos y a posicionarnos ante él. Cuando el otro irrumpe delante de mí, nace la ética. Porque el otro me exige una actitud práctica, o de acogida, de indiferencia o de rechazo. El otro significa una propuesta que pide una res-puesta con res-ponsa-bilidad. El límite fatal del ethos que busca estriba en haberle reservado poco lugar al otro. El paradigma occidental siempre tuvo dificultades con el otro. Por eso, lo incorporó, lo sometió o lo destruyó. Negando al otro perdió la posibilidad de la alianza, del diálogo y de un mutuo aprendizaje con él. Triunfó el paradigma de la identidad sin la di-

ferencia, en la línea del presocrático Parménides. El otro hace surgir el ethos que ama. Paradigma de este etos es el cristianismo de los orígenes, el paleocristianismo. Este se diferencia del cristianismo oficial y de sus iglesias, porque en ética fue más influenciado por los maestros griegos que por el mensaje y la práctica de Jesús. El paleocristianismo, al contrario, da absoluta centralidad al amor del otro, que para Jesús es indéntico al amor a Dios. El amor es tan central que quien tiene amor lo tiene todo. El testimonia esta sagrada convicción de que Dios es amor (1Jn 4,8), y el amor no morirá jamás (1 Cor 13,8). Y ese amor es incondicional y universal, pues incluye también al enemigo (Lc 6, 35). El ethos que ama se expresa en la regla de oro, testimoniada por todas las tradiciones de la humanidad: “ama al prójimo como a ti mismo”; “no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti”. El ethos que ama fundamenta un nuevo sentido de vivir. Amar al otro es darle razón de existir. El existir es pura gratuidad. No hay razón para existir. Amar al otro es querer que exista porque el amor hace al otro importante. “Amar a una persona es decirle: tú no morirás jamás (G. Marcel), tú debes existir, tú no puedes morir”. Cuando alguien o alguna causa se hacen importantes para el otro, nace un valor que moviliza todas las energías vitales. Es por eso que cuando alguien ama rejuvenece y tiene la sensación de comenzar la vida de nuevo. El amor es fuente perenne de valores. Solamente ese ethos que ama está a la altura de los desafíos actuales porque incluye a todos. Hace de los distantes, próximos, y de los próximos, hermanos y hermanas. Todo lo que amamos, lo cuidamos. Se abre así al ethos que cuida.

El autor de este libro, Oquendo Medina, es un dirigente histórico del Partido de la Liberación, en el poder desde el 2004. Este período ha coincidido con informes negativos sobre la poca transparencia en el Estado. El libro de Medina, empero, va por otro camino. Este dice en la introducción que “lo que verdaderamente pretendemos es navegar sobre reflexiones críticas y verosímiles tanto de la corrupción como de la transparencia en un área tan importante como lo es la Administración Pública...” El libro tiene 190 páginas. Fue impreso en Impresora Soto Castillo.

“Lenguaje del mar” es el libro de poesías que ganó el XII Premio Casa de América de Poesía Americana. Es otro texto de José Mármol, un texto que, como todos los suyos, es cocido con cuidado artesanal con su pensamiento y palabras de gran poeta dominicano, del poeta de los ochenta. Es este un texto de poesías puras --54 en total--, un libro donde sobresale el mar de intranquilas aguas caribeñas transformado en metáforas, y también todo lo que le rodea. Un libro para leer en voz alta y, si es posible, con los pies bañados por espumas y arenas blancas, espumas y arenas marinas. El libro tiene 68 páginas. Forma parte de la Colección Visor de Poesía.

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STIGLITZ, SIEMPRE BRILLANTE UN APORTE NECESARIO El sociólogo Franklin Franco ha aportado, desde su “Clases, crisis y comandos”, importantes investigaciones en los campos de la sociología y la historia dominicanas. Este libro, “La población dominicana: razas, clases, mestizaje y migraciones”, no lo es menos. En 20 capítulos hace un recorrido sobre los movimientos poblacionales de la isla, desde los aborígenes hasta 1844. En algunos temas llueve sobre mojado pero en otros, como en los inicios de la homosexualidad masculina y femenina en la isla, hace contribuciones necesarias y esperadas. La obra, de 445 páginas, fue impresa en la Editora Universitaria de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Se encuentra en las librerías del país el último libro de Joseph E. Stiglitz que Taurus, del Grupo Santillana, entrega a los lectores de habla hispana. Se trata de una obra tan brillante como su autor, “El Precio de la Desigualdad”. Este texto de 500 páginas nos ofrece, otra vez, la visión de Stiglitz sobre el tema que ha ocupado su vida profesional durante casi 50 años, el origen y las consecuencias de la desigualdad. Su intención es, como él mismo lo dice, esclarecer la relación que hay entre la política y la economía. Y parte de esta afirmación desgarradora: El 1% de la población tiene lo que el 99% necesita”. Stiglitz no solo es un economista brillante, Premio Nobel de Economía, sino un escritor de calidad, un pensador sistemático y un expositor didáctico.

LA HISTORIA/Fuente: Portal de Bibliófilo Enmascarado

1970

NACIÓ EL 8 DE DICIEMBRE. Juan Manuel de Prada, novelista español de gran audacia imaginativa y cuidado uso del lenguaje. Ha sido galardonado con diversos premios, entre los que destacan el Premio Planeta, el Premio de Narrativa Ojo Crítico y el González Ruano de periodismo. Su obra “El séptimo velo” recibió el Premio Biblioteca Breve 2007.

1608

NACIÓ EL 9 DE DICIEMBRE. John Milton, poeta y ensayista inglés, conocido especialmente por su poema épico “El Paraíso Perdido”. _

1905

NACIÓ EL 9 DE DICIEMBRE. Dalton Trumbo, escritor, guionista y realizador estadounidense. Fue perseguido por el macarthismo por actividades políticas de izquerdas. Entre sus trabajos destaca el libro “Johnny cogió su fusil”, por el que consiguió el preciado galardón National Book Award, del que luego adaptaría para el cine y dirigiría él mismo, y el guión de “Espartaco”.

1902

NACIÓ EL 10 DE DICIEMBRE. Dulce María Loynaz, poetisa cubana. Miembro de la Real Academia Española y presidenta de su filial en Cuba. Recibió innumerables premios y honores, entre otros el Premio Cervantes 1992, la Cruz de Alfonso X, el Sabio, y el Premio Isabel la Católica de periodismo, en España y la orden cultural Félix Varela y el Premio Nacional de Literatura y el premio González Lanuza, en Cuba.


Literatura

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La libertad de leer y escribir

JOSÉ MÁRMOL

H

ay quienes leen por simple distracción y quienes leen por inmenso placer. Hay quienes leen por interés profesional y quienes lo hacen por aventura lúdica. Hay quienes leen por diletantismo y quienes leen para enriquecer su espíritu, que rebosa de sapiencia y humildad. Hay quienes leen con suspicacia y sospecha, más en procura de yerros del autor que de aciertos o hallazgos en la imaginación y el lenguaje. Todo eso está bien. Pero, hay quienes leen por una apasionante e irrefrenable necesidad vital y porque les mantiene en vilo el apetito de comentar, comparar o reflexionar en forma escrita acerca de esa última lectura. Esos son, para mí, los imprescindibles de la cultura, desde los orígenes de la escritura hasta hoy. Con la publicación de la obra Soberanía de la pasión. Ensayos literarios (Editorial Santuario, Santo Domingo, RD, 2012), el polígrafo y gestor literario Basilio Belliard se ha ganado un lugar relevante en esa estirpe de los imprescindibles de la cultura, por su intenso y profundo interés en pensar acerca de lo que lee y, mediante la escritura ensayística, compartir esa experiencia individual con comunidades de cultivadores y amantes de la literatura, la filosofía y las artes de nuestro país y allende los mares. El estilo es el hombre, nos enseñó Buffon. Belliard tiene un estilo con el que marca su forma de leer, de interpretar, de pensar lo leído y de escribir acerca de ello en diferentes direcciones y con un solo propósito: hacer de su experiencia como lector, traducida al texto crítico, un acto de comunión con su hipotético lector, con su alter ego; es decir, con cada uno de nosotros. Ese estilo está caracterizado por un singular halo de autenticidad, de búsqueda propia, de intelección personal de lo leído que, eventualmente, se apoya en algunas fuentes y autoridades del saber, lejos, muy lejos de la doxa apodíctica, del método panteísta y sentencioso, del academicismo estéril o de la arrogancia narcisística, tan al uso en estos tiempos aciagos de falsos liderazgos y cultos fatuos a la personalidad. Es un estilo que refleja el goce apasionado por la consagración de la libertad en la lectura y la escritura inventivas, que se desplaza por la página a lomos de una sintaxis clara, sin complicaciones ni ambages. El del ensayo es el modelo de escritura que alberga, con mayor acierto y redondo placer, la libertad de pensamiento y de sentimiento. En Criticar al crítico (1961), T. S. Eliot establece cuatro categorías de críticos. Primero, el crítico profesional o Súper Reseñista, dado su trabajo oficial en revistas o periódicos. Segundo, el crítico de gusto, que queda exento de la condición de juez y funge, más bien, como abogado de los autores, especialmente, aquellos olvidados. Tercero, el académico y el teórico, que, según el autor de Tierra baldía (1922) y Cuatro cuartetos (1943), se solapan y, en ocasiones, son, además autores de escritura creativa; y cuarto, el crítico que es también poeta, y “cuya obra puede caracterizarse como un derivado de su actividad creativa” (Andreu Jaume, T.S. Eliot, La aventura sin fin, 2011). A esta última clasificación, creo yo, pertenece Basilio Belliard. Belliard se nos presenta como un ensayista laico, sin mancuernas preceptivas o rígidos paradigmas conceptuales que puedan enclaustrar su sensibilidad o el discurrir de sus ideas. Basilio lee y escribe con laicidad. Porque, como afirmó acertadamente el destacado intelectual italiano Claudio Magris, en su obra La historia no ha terminado (2008): “Laico es quien sabe abrazar una idea sin someterse a ella, quien sabe comprometerse políticamente conservando la independencia crítica, reírse y sonreír de lo que ama sin dejar por ello de amarlo; quien está libre de la necesidad de idolatrar y de desacralizar, quien no se hace trampas a sí mismo encontrando mil justificaciones ideológicas para sus propias faltas, quien está libre

del culto de sí mismo”. Esta laicidad de Belliard es un bálsamo para un ambiente intelectual, académico y cultural que, como el nuestro, evidencia, en ocasiones, demasiada genuflexión ante ciertos fundamentalismos teóricos o metódicos o mesiánicos, que se agotan sin remedio en su propia esterilidad. Sin embargo, diría, a tono con Jordi Gracia y su genial y breve ensayo El intelectual melancólico. Un panfleto (2011), que sería un fraude melancólico e imperdonable pretender denunciar la pobreza de la cultura actual mediante el descrédito de sus desmanes y alienaciones, cuando de lo que debe tratarse, más bien, es de “transformar esa percepción descorazonadora en razones para el coraje estimulante”. Es coraje estimulante lo que necesitamos hoy para defender a cal y canto la racionalidad humanística contra la avasalladora racionalidad tecnocrática actual. Por ello, y a pesar de mis reservas en torno a ciertos enfoques sobre determinados pensadores contemporáneos y sobre la cultura, coincido con el gran novelista y ensayista Mario Vargas Llosa, cuando sostiene que “si se piensa que la función de la literatura es sólo contribuir a la inflación retórica de un dominio especializado del conocimiento, y que los poemas, las novelas, los dramas proliferan con el único objeto de producir ciertos desordenamientos formales en el cuerpo lingüístico, el crítico puede, a la manera de tantos posmodernos, entregarse impunemente a los placeres del desatino conceptual y la tiniebla expresiva” (La civilización del espectáculo, 2012). Así resalta el premio Nobel de Literatura 2010 la concepción de la crítica literaria que lleva parejos valores como la responsabilidad, a la hora de emitir juicios o ideas, y la inteligiblidad, a la hora de expresarlos o escribirlos. Son esos valores los que la conver-

tirán, en cuanto que experiencia humana, en un patrimonio de todos. Una crítica con vocación y poder de orientación al lector. El libro de Belliard está estructurado en cuatro grandes partes, a saber: a) la primera, que titula Nuestra orilla. Letras y hombres de la isla, donde detiene su mirada reflexiva sobre autores dominicanos, desde Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch y Moreno Jimenes, hasta Lupo Hernández Rueda, Enriquillo Sánchez, José Rafael Lantigua y Plinio Chahín, entre otros; b) la segunda, Retórica de la visión, en la que discurre su escalpelo crítico sobre el lenguaje plástico de connotados y también jóvenes artistas del país como Dionisio Blanco, Hilario Olivo y Juan Mayí, entre otros; c) la tercera, Retórica verbal. Teoría, crítica y poética, en la que predominan las reflexiones y atisbos teóricos, antes que retóricos, en torno al fenómeno mismo de la escritura y sus modalidades o géneros, así como la estrechísima relación entre palabra y silencio, arte y vida, realidad e imaginación, espacio urbano y creación poética, arte y melancolía, entre otros tópicos, y finalmente, d) la parte conceptualmente más densa de la obra, que denomina el autor Reseñas de otras orillas, donde la recensión, el abordaje crítico y las conferencias sobre temas humanísticos conviven armónicamente, para configurar un vasto mosaico de reflexiones, anotaciones y zambullidas de agudeza crítica por un mar de autores y obras que dejan claramente establecida la indetenible pasión de Belliard por la lectura y el oficio de pensar y escribir sobre cuanto lee. Se duele el poeta y ensayista de lo que asume como ausencia de una tradición crítica en nuestra cultura. Acusa una carencia de entusiasmo en los críticos de método y academia.

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CÁPSULAS GENEALÓGICAS www.idg.org.do/Mario Jáquez y Blas Caba

Antiguas familias de Moca (5 de 7) GÓMEZ: Juan Francisco Gómez, nacido hacia 1720, casado con María Francisca García. Padre, entre otros, de Antonio Gómez, casado con Eugenia Olivares Caba. GUZMÁN: Es uno de los apellidos más antiguos en Moca y posiblemente el más extenso. El tronco de este apellido en Moca fue Carlos de Guzmán, nacido hacia 1720 y casado con Elena García Caba. Sus padres, de acuerdo a la única dispensa donde sus nombres son referidos, fueron Isidro Guzmán y Juana Núñez. Este dato es controversial, pues siempre se ha pensado que era hermano del Barón de la Atalaya, José de Guzmán. Si fue hermano, entonces fue mediohermano, ya que los apellidos del barón fueron Guzmán Meléndez. Mario Concepción, en “Geografía del apellido dominicano”, dice que los Guzmán de Moca descienden de Diego Guzmán, hijo de Ramiro Guzmán, y fue primer alcalde de la fortaleza de La Vega. GRULLÓN: Juan Basilio Grullón, nacido hacia 1730, casado con Manuela Inoa. Tatarabuelo del prócer Máximo Grullón Salcedo. Pedro Grullón, nacido hacia 1750, casado con María Josefa Araujo, debió ser hijo del primero. INOA: Sebastián Inoa nacido hacia 1750, casado con Juana Joaquín; padre, entre otros, de Manuela, casada con Basilio Grullón, y de Simón Inoa. JIMÉNEZ: Simón Jiménez, nacido hacia 1740, casado con Rosa de León. Fueron padres de María y Lucía Ximénez. Manuel Jiménez, nacido hacia 1775, casado con Juana Sánchez. LARA: El tronco de este apellido es José Ramón de Lara, casado Francisca Antonia Rojas Guzmán. Fue padre, entre otros, de Fernando de Lara, casado con Emilia Viñas en 1888, y de Jacobo de Lara, casado con Elena Cabrera y padre de Jacobo de Lara Cabrera (Jacobito), ajusticiador del presidente Ulises Heureaux (Lilís). LIZ: Originalmente De Li, luego Lis y finalmente Liz. También figura como Ly. El tronco más antiguo encontrado es José de Li, nacido hacia 1770, hijo natural de María de Li. Se desconoce la esposa. Padre de Dionisio de Li, casado con Dionisia de Vargas. Otro tronco importante es Juan Antonio o José Antonio de Liz, casado con Catalina González, padre, entre otros, de José de Li, casado con Altagracia Paulino. LIZARDO: Hasta ahora, el tronco más antiguo de los Lizardo de Moca es José Lizardo Guzmán, nacido hacia 1765, hijo de un señor apellido Lizardo y Rosa Guzmán. Casado con Antonia Caba, fue padre de José Luis (o Luis José), Juan y María Lizardo. Esta última, después de enviudar de Pedro Comprés, casó con Ramón Vásquez, siendo la abuela de Horacio Vásquez. Según Julio G. Campillo Pérez, este apellido podría ser muy antiguo; en un documento que reposa en el Archivo General de Indias figura un Juan Lizardo, poseedor de ganado hacia 1742. LÓPEZ: El capitán Gregorio López, nacido hacia 1720, casado con Juana Fernández de Barrios, fue padre, entre otros, del sacerdote Juan López, primer cura de Moca. Manuel López, nacido hacia 1740, casó con Lorenza Fernández, y José López, nacido hacia 1735, casó con María Hernández Gil. Deben ser todos descendientes de un mismo linaje. LUNA: Benito de Luna, nacido hacia 1735, casado con Encarnación Frías, fue padre, entre otros, de Antonio Luna, fallecido en 1833 en Moca y casado con Petronila Camacho Fernández. MÉNDEZ: Jacinto Méndez, nacido hacia 1786 y casado con Tomasina Muñoz González. Entre sus hijos podemos mencionar a José María Méndez, casado con Petronila Burgos Gómez. MENDOZA: José Mendoza, nacido hacia 1790 y casado con Ana Ceballos; Pedro Mendoza, nacido hacia 1790 y casado con Isabel de los Santos.

Instituto Dominicano de Genealogía

Encuentros

HOY

MU-KIEN ADRIANA SANG

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¡POBRE PATRIA MIA! (1) Soy el que regresó cuando todos lo creían políticamente muerto. El que ganó una y otra vez las elecciones. El que tuvo que reelegirse una y otra vez para bien de su pueblo. Soy el viejo carpintero, el anciano que tuvo que irse del país, el inmemorial patriarca que murió lejos del suelo que quiso. Murió mi carne, porque yo sigo aquí, insepulto. Sin sosiego. Soy la calma. Soy el orden. Soy el único que ha podido entretener a la bestia ciega y feroz que se llama México. El único que pudo mantener la paz. Y sí, claro, costó sangre. La sangre de pocos por la tranquilidad de muchos. Soy el ferrocarril y el petróleo, soy la riqueza y la tranquilidad, soy el acero y la modernidad...Pedro Ángel Palou, Pobre Patria Mía. La novela de Porfirio Díaz.[i]

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o crean que voy a hablar de esta patria nuestra que comprende 48,000 kilómetros cuadrados, de la isla de Santo Domingo, situada en el corazón del Caribe. Una patria maltratada por una inmisericorde e interminable ola de violencia e impunidad. No, no voy a hablar de nuestro pequeño terruño, por lo menos por ahora. Estuve tentada de titular un artículo con este título tan atrayente, pero preferí presentarles mis reflexiones a partir de la lectura de esta magnífica novela. Vi a mi cuñado Julio con este libro en sus manos. Se lo arrebaté. Me prometió que me lo entregaría una vez finalizara su lectura. Así lo hizo. Cuando lo recibí, fue mi libro de cabecera por varias noches. Me fascinó. El autor, Pedro Ángel Palou, utilizó los archivos de Porfirio Díaz que se encuentran en la Universidad de Puebla, México, pero muy especialmente las memorias de Porfirio Díaz que entregó solo a sus amigos. Después de varios largos meses de investigación, decidió escribir la novela que se inicia con el destierro del caudillo dictador. Está escrito en primera persona. Con una prosa sencilla y cautivante, retrata con maestría los últimos años de vida de este fundamental, amado y cuestionado hombre en la historia republicana de México de inicios del siglo XX. La novela comienza con una autorreflexión sobre su agitada vida, siendo joven enérgico que se convertía en el líder de masas que lo llevó a la cima de la vida política mexicana, y luego a su vida de penumbra permeada por el destierro y el olvido. Se denomina a sí mismo como “el fantasma de piedra, una roca invisible, aunque maciza ...Soy polvo y vengo del polvo....Soy para mi desgracia, eterno. Porque soy también un lamento, una rabia negra y pegajosa, una bilis pestilente, una guerra que no termina...” Se presenta como el hijo de Petronila Mori, una mujer del pueblo, tan fuerte como una roca, y dura e impenetrable como lo era el mismo Porfirio. Habla de su niñez y la recuerda como la del niño huérfano y pobre que para sobrevivir tuvo que convertirse en carpintero y cazador. Se autodefine duro e impenetrable, “de hierro como las armas”, pero débil al mismo tiempo. “De noche lloro. Entonces pienso en mi madre huérfana... que casó casi niña con mi padre. Mi padre que también fue un fantasma para mí.” Por eso se define como un ser que recibió las influencias de todo el mundo que lo rodeaba: el cura, el tendero, el carpintero, el carnicero, y por supuesto, y sobre todo, de Petronila su madre. A partir de entonces, hace un balance de su vida política. Se reía cuando le decían que era el líder pragmático y liberal. Reconoce que fue fuerte y represivo: “Tuve la mano dura. La mano de pedernal. La mano de hierro. Si, es cierto, hice polvo con esa mano a quien se interpuso en el camino. Orden y

Progreso no se logran fácilmente. No es tarea de pusilánimes.” Pero el camino hacia el triunfo político de Porfirio Díaz y la mayoría de los políticos está plagado de fracasados intentos por arribar al poder. De ensayos y errores, de alianzas infructuosas, de discursos no escuchados y batallas, muchas batallas perdidas. Por eso se define como el prófugo, el tránsfuga, “el que no pudo llegar a la presidencia, el que perdió con su primer levantamiento, el que se escondió en Veracruz y se puso a hacer muebles”. Pero como él mismo lo dice, fue el que regresó y triunfó y se reeligió una y otra vez, haciendo uso de todos los artificios. Pero la vida política es cambiante. Y después de años creyéndose el poderoso Porfirio, tuvo que salir al destierro en un barco. Huyó como un bandido. “Cuando estás en el poder te sobran amigos, abrazos, regalos, adulaciones. Cuando lo dejas... te das cuenta de todos los enemigos que has hecho. En casi cuatro décadas he sido intocable, omnipresente. Hoy tengo que salir en un barco alemán por miedo a que uno de mis compatriotas me acuchille por la espalda... No tengo miedo.... Tengo dolor. Un dolor en el pecho, que es una mezcla de rabia e impotencia...” A partir de ese momento, la novela se desarrolla en la travesía del viaje obligado, en el cual el otrora gran y poderoso señor Porfirio Díaz, sentado en la cubierta rememoraba su vida de fracasos, derrotas, triunfos, muchos triunfos, alianzas exitosas y la estrepitosa caída. Renunció al poder cuando se dio cuenta que ya no era amado ni respetado; más aún cuando no confiaba ni en sus más cercanos colaboradores. Mirando hacia el mar, sentado en la proa del barco, rememora las turbas despavoridas que salieron a las calles a destruir con saña sus estatuas y a quemar con violencia todas y cada una de sus casas. Por eso tuvo que salir escabullido, como un ladrón, como un don nadie. Por piedad del capitán de un barco de carga alemán pudo escapar con su familia el 31 de mayo de 1911. Seguimos en la próxima. El espacio se ha agotado. Nos vemos.

Pedro Ángel Palou, Pobre patria mía. La novela de Porfirio Díaz, México, Editorial Planeta Mexicana, SA, 2010. (185 pp) mu-kiensang@hotmail.com mu-kiensang@pucmm.edu.do


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El Dr. Lino Romero compara la violencia

marido se vea forzado a divorciarse y aco7. Esa violencia está en todas las clases so- blemas, como el amancebamiento de lujo. En el inicio de este siglo comienza a verse gerse, jurídicamente, al reparto de las riqueciales

DIÓGENES CÉSPEDES

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n el capítulo 19, el Dr. Romero realiza un breve estudio comparativo entre la violencia en los Estados Unidos y la República Dominicana. Lo más importante que debe retenerse es que Norteamérica es el país más violento del mundo. No sé si el nuestro está cerca de disputarle ese título. Luego, el segundo aspecto importante es que en nuestro país, al igual que en Norteamérica, se creyó siempre que la violencia intrafamiliar era un caso que solamente ocurría en las clases bajas. Las investigaciones científicas en los dos países han establecido que la violencia doméstica ocurre en todas las clases sociales. Pero sucede que en las clases media alta y alta, la violencia intrafamiliar se queda en el armario por las razones siguientes, según el Dr. Romero: “En esta última clase social, [la oligárquico-burguesa, pero también en la media alta o pequeña burguesía, DC] las mujeres eran renuentes a revelar los maltratos conyugales por miedo a: 1) la ‘vergüenza social’, 2) dañar la carrera de su esposo, y 3) producir daños a sus hijos. Por esa ‘renuencia social’, la mayor referencia bibliográfica acerca de la violencia intrafamiliar procede de estudios realizados a familias pertenecientes a las clases socio-económicas bajas, ya que estas familias son más accesibles a las agencias gubernamentales y comunitarias, así como a los centros de investigación universitarios.” (p. 202) Sin embargo, otra explicación radica en que por razones de vecindad, hacinamiento e igualación de todos en la pobreza, en las clases bajas (proletariado y afines) nadie guarda secretos y todo se sabe. Las clases pobres ventilan en el patio de la vecindad sus problemas y no se avergüenzan de hacerlo. Esa es la mejor terapia para los pobres. De que existe una gran violencia intrafamiliar entre los hogares del frente oligárquico-burgués y la pequeña burguesía alta, no hay duda, pero por el enorme poder económico, político y el prestigio social de que gozan sus miembros, los problemas de violencia doméstica se resuelven de otra manera: con puestos diplomáticos en el exterior, con becas en universidades extranjeras, con labores sociales en organizaciones o instituciones prestigiosas para las damas y señoritas abusadas, con el establecimiento de “boutiques”, joyerías o comercios lucrativos para los miembros abusados, y en casos extremos con la entrada a la curia eclesiástica en calidad de monjas o sacerdotes, amén de otras vías secretas conocidas históricamente por la clase alta para librarse de esos pro-

ya a algunos miembros jóvenes del frente oligárquico (hembras y varones) ingresar al club del arte (cine, pintura, música clásica, actuación teatral), antiguamente reservado a las clases media y baja. Pero ni por asomo se ve a ningún miembro del frente oligárquico coquetear con la quemante ficción. Lo que difícilmente se produce en los casos de violencia intrafamiliar entre los miembros del frente oligárquico es el asesinato o el divorcio. Hay demasiado millones de pesos, dólares y bienes muebles e inmuebles envueltos en esos matrimonios endogámicos o de conveniencia para que se produzca una tragedia de ese tipo. Además, si se produjera un crimen, quedaría sepultado en las profundidades secretas de esa misma clase, pues esta no tolera los escándalos públicos por perjudiciales a sus empresas y a la división de las fortunas por causa de divorcio. El oligarca y el burgués tienen los medios a su alcance para ahogar el escándalo en su propia cuna. Vigilan con los medios económicos, políticos, sociales y mediáticos, o con el pago a detectives privados o públicos, con la intervención de teléfonos o con micrófonos ocultos, la conducta de la esposa y los hijos. Si se produjera una infidelidad conyugal de parte de la esposa, esta quedaría apartada y confinada a determinados roles codificados en el mundo empresarial y social y, a no dudarlo, con un porciento elevado de probabilidades, ya antes el esposo se habría buscado a una amante. Cada cual continúa su vida sin necesidad de partir bienes, pues eso atentaría contra la supervivencia de las empresas familiares. A veces, los hijos de oligarcas que tienen personalidad rebelde, se casan con parejas de clase social más baja. Estas parejas sufren mucho, sobre todo si son mujeres, pues son marginadas y quedan reducidas a una soledad espantosa y se ven inclinadas a refugiarse, casi siempre, en el alcohol, las drogas o los juegos. Luego de un divorcio, si se produce, la repartición de los bienes acumulados por la familia oligárquico-burguesa solamente beneficia a la mujer, quien devendría radicalmente independiente por primera vez en su vida. En segundo lugar, a los hijos, que gozarían de un estatuto más libertario e independiente. Pero ahí están prestos a mediar, ideólogos, juristas y sacerdotes para persuadir “por las buenas” a la esposa de que, según Dios, no le conviene divorciarse a causa de la vergüenza social. Si la mujer insiste en el divorcio y la repartición de los bienes acumulados dentro del matrimonio, pueden ocurrir dos situaciones, 1) que haya amenazas de muerte en su contra, y 2) que el poder familiar de la esposa sea tan grande que el

zas acumuladas, lo cual significaría, si no su ruina, al menos la disminución o merma de los dividendos de su ahora disminuidas empresas y de su prestigio y poder social. En cambio, en las clases bajas la gente se mata por otros motivos (pasionales, brujería, deudas, afrenta al honor). No hay nada que repartir. En la clase media se suscita de vez en cuando alguna que otra tragedia, pero como sus miembros aspiran a ascender e imitar a los burgueses y oligarcas, tratan a toda costa de evitar los asesinatos de parejas o el divorcio, aunque a veces no se logre y el escándalo salpique la prensa. El oligarca controla la prensa. Cero escándalo, pues. Cuando estuvo centrada en el campesinado, la narrativa dominicana se llenó de casos de asesinatos y violencia por causas pasionales, deudas, juego, brujería, supersticiones, afrenta al honor y otras ideologías precapitalistas. Hay muchos cuentos de Juan Bosch con estos temas. Estos ejemplos bastan para cubrirlos: “La mujer”, “El resguardo”, “La pulpería”, “La pájara”, “El cuchillo”, “Cundito”, “La sangre”, “Lucero”, “San Andrés”, “La negación”, “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”, “El indio Manuel Sicuri”, “Todo un hombre”, “Rosa”, “Rumbo al puerto de origen”, “La desgracia”, y “La muerte no se equivoca dos veces”. Los artistas y escritores de raza, antes de que lo descubran los profesionales de la salud mental, ven el abismo antes de vivirlo, es decir, lo que de tenebroso y violento ocurre en la sociedad. El Dr. Romero aborda en el capítulo 20 el tema del valor del divorcio. La lección más importante que se puede sacar de esa sección es que el divorcio no tiene que ser un proceso doloroso donde esposos e hijos, si los hay, queden destrozados y traumatizados para siempre. Cierto es que tanto la religión, si es de Estado, y el Estado mismo, así como la sociedad en su conjunto, condenan el divorcio y castigan y discriminan a los divorciados, pero realizan todo lo que esté a su alcance para que las parejas no se divorcien. Estas instituciones prefieren que las parejas con problemas insolubles vivan infelices toda la vida con tal de que no se divorcien. Esta política obedece a la estrategia mayor de esas instituciones: lograr, aunque solo sea una ficción, la unidad-verdad-totalidad del Estado, la Iglesia y la familia. El Dr. Romero concluye con estas palabras: “Mi experiencia como psicoterapeuta es que el divorcio puede ser, y a menudo lo es, una experiencia plenamente liberadora y positiva.” (p. 305)

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AREÍTO

Sábado 8 de diciembre de 2012

Música

HOY

RAFAEL SOLANO

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ENTRE MUSICOS F reddy Beras contaba una vez entre risas y lágrimas la historia de un compatriota nuestro que fue a Madrid con la idea de participar en un curso de apreciación musical. Cualquier día, en medio de una de las sesiones llamó el dominicano la atención del maestro con la siguiente salida: “usted sabe una cosa, profesor, que a mí nunca me ha gustado Beethoven”. Ante la insólita declaración, el español, casi perdiendo la compostura y con su típica “curva intonativa”, irónica a la vez, le respondió: “¡Ah caramba, no me diga!, …entonces, se fastidió Beethoven”. Esta simple historia, si bien hilarante, revive en mí una perenne reflexión. Perenne, sí, aunque inútil la idea de tratar de remontar la mirada a través de los innumerables siglos transcurridos desde la aparición de la música en las manos de los seres humanos. De antaño, asignarle gustos, preferencias y diferentes sabores para amenizar deleites y goces, ha sido para los músicos, sus seguidores y hasta el mismo arte musical, un colosal desvío de las razones de su existencia, sin excluir la culpabilidad de los propios músicos. Cuando se cambia el sentido único y profundo de este arte, por el recreo de los sentidos, en procura de placeres sutiles o mundanos, se desvía la perspectiva de los orígenes. La música no existe para satisfacer los diferentes gustos de quienes la escuchan, no es un simple sorbete de limón ni el rostro bello de la chica del bar que nos gusta o no. La música es un idioma de abundante vocabulario, de gramática y sintaxis compleja, un medio de comunicación que trasmite verdades del alma, profundas e imposibles de expresar con el lenguaje común. El artista, en sentido general, no hace otra cosa que narrar sus propias emociones, su respuesta al entorno en que se desarrolla, las acumuladas percepciones del mundo en que vive, —es en esencia un ser autobiográfico. Escuchar el más breve poema musical requiere un estado de reposo mental, de compresión y silencio absoluto, el momento cuando sólo reina el sonido que nos trae el mensaje enviado por el compositor desde las profundidades de su ser, envuelto en melodías y armónicas arabescas tejidas sobre rítmicos acentos. Las salas de concierto semejan verdaderos templos consagrados a deidades supremas donde se congrega una feligresía devota y cautiva ante tanta magnificencia. La música transcurre serena por los recintos silenciosos del espíritu, y que se sepa, el espíritu no alberga papilas gustativas; nos llega el mensaje y se asimila a través de las neuronas del cerebro hasta vibrar en nuestros corazones y luego reposar en nuestra completa estructura. No se trata, comprendámoslo, de juzgar ni emitir opiniones de gustos o rechazos. Es semejante a cuando un amigo nos cuenta de sus cuitas, sus devaneos o el triunfo de un logrado empeño, en tal momento no espera él opiniones de agrado o rechazos ante su historia, sólo busca compartir al tiempo que espera compresión de quien le escucha. Basta callar, escuchar y tratar de entender. Al momento de expresar gustos o disgustos se detiene el proceso de asimilación, de entendimiento total. Ese es el único sentido del arte musical, no hay más. Esta confusión de los valores se remonta quizás a tiempos anteriores al período medieval con la aparición de los llamados mecenas, patrocinadores de artistas, no sólo de músicos, sino de pintores y escultores. La ambición o la misma ausencia de ella vino a doblegar la mentalidad de los cantores, juglares, también los músicos de las cortes como fueron llamados más tarde, hasta desembocar en la actual tortuosa y torturadora industria de la música, marcada por el degradante lema de producir “lo que le gusta a la gente”. Todo el entramado de la música popular está impregnado de esta ubicua sentencia y evangelio del comercialismo: lo que se vende, nada más importa. Su meta fija es llegar hasta conquistar aquel gusto de la gente, un paladar que está a su vez hartomanipulado. El lector se preguntará, ¿de qué, entonces vivirán los artistas, haciendo caso omiso de todas estas utópicas sugestiones? La respuesta no se vislumbra a flor de labios; pero de seguro no se mantendrá in aeternum este status quo, que ya data de tan in illo tempore, sujeto únicamente a los caprichos de cual-

quier audaz comerciante de talentos. Lo anterior, estoy bien consciente, no alcanza a ser más que etéreas reflexiones, bien tardías. Esto pudo haber sido escrito en el año 750 a.C., no ahora cuando la humanidad se torna rebelde sobre sí misma, cuando la ya cotidiana violencia de géneros y subgéneros se acrecienta hasta superar todas las aritméticas, y el impulso hacia la destrucción sustituye lo más preciado que puede albergar el ser humano: el amor, traducido en una constante conducta y actitud de bon-

dad y compasión hacia todo lo que existe. Luego, cómo hablar de música, pensamiento y espíritu, en este presente siglo sin el riesgo de procurarse un merecido...¡VAYASE USTED, MI COMPADRE, CON SU MUSICA A OTRA PARTE!

Acorde final ——Qué pena!


Viaje por la Historia

AREÍTO

Sábado 8 de diciembre de 2012

HOY

Un panel sobre crímenes de Trujillo

“No hay crimen perfecto”, afirmó Eliades Acosta.

ÁNGELA PEÑA

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esde los inicios de la década de 1930 se construyó en muy poco tiempo un aparato infernal de dominio y opresión terrible sobre la población dominicana, demostrando cómo el aparato gubernamental trujillista adquirió con prontitud una eficacia sencillamente inédita en el curso de la historia nacional que no tenía nada que ver con el “Conchoprimismo”, “esta apología implícita del trujillismo para denostar la época anterior de atraso en que se desenvolvía el Estado hasta la ocupación de los Estados Unidos”. Roberto Cassá, quien hizo la consideración, agregó que detrás de esa herencia, el dictador logró construir un aparato estatal tremendamente opresivo y eficiente que se inmiscuyó en los aspectos más variados de la vida social, y sobre una base del control de los espacios micros “se logró ese reciclaje de la dictadura que permitió su duración indefinida y la necesidad, como lo previeron algunos antitrujillistas lúcidos, de que la única forma de su caída resultase de la eliminación física del propio tirano”. Los conceptos del laureado historiador fueron emitidos en un panel en el que no hubo un solo reconocimiento al sátrapa y su largo gobierno. Estuvieron ausentes los calificativos rimbombantes y solo se mencionó el título de “Jefe” para ridiculizarlo. Lo hizo Eliades Acosta Matos cuando dijo que Trujillo proclamó en una ocasión que su maquinaria no se detendría “porque nosotros hemos trabajado con sentido de eternidad”. “Entre todos tenemos que demostrarle al ‘Jefe’ que no tenía ninguna razón”, significó Acosta aclarando que utilizaba el término entre comillas. Eliades Acosta es el cronista que ha hecho mejor uso del “Fondo Presidencia” en el Archivo General de la Nación, del cual ha publicado cinco libros que se analizaban esa noche en que se ponderó ese acervo que, a juicio del escritor cubano, es la mejor respuesta a opiniones de Ramfis Domínguez Trujillo quien el pasado 24 de octubre, en homenaje póstumo a su abuelo, dijo: “Hay que estudiar la historia, hablar con hechos fehacientes y colocar las cosas en su justa medida para que el pueblo pueda apreciar las grandes hazañas durante ese periodo –el trujillato- que fue el más fructífero de la República Dominicana…”. “Como el señor Domínguez nos remitía a la idea de la verdadera historia, creo que será complacido por parte del AGN al hacer un compendio de seis tomos con la verdadera historia que él nos remite a leer. ¡La verdadera historia está aquí! En estos libros no hay ni un solo documento de los opositores, ni de los exiliados, ni de Bosch, Jimenes Grullón, Dato Pagán ni militantes que hicieron manifiestos; no hay nada de Galíndez ni de Almoina: ¡Aquí está, solamente, la documentación del Gobierno, por tanto, estaría ahí una buena parte de la verdad que se pide!”, replicó Acosta, el último expositor del

Alejandro Paulino: Alarmante como Trujillo se enriqueció”.

Roberto Cassá: El Fondo Presidencial es gigantesco”.

panel que integraron, además, Raymundo González de Peña y Alejandro Paulino Ramos, quienes analizaron el papel de los intelectuales y la utilización del Estado en beneficio personal. El lugar se rebozó con representantes de fundaciones patrióticas, investigadores, políticos, escritores y otro público en el que la presencia trujillista fue mínima. Con circulares, memorándums, informes, recogidos en las obras, los disertantes desmontaron reconocimientos reiterados a supuestas acciones positivas de aquel régimen, recordadas por el nieto en su más reciente embestida de tributos a su antepasado, entre ellas que no moría nadie de enfermedades curables y hoy la gente muere de dengue y que Trujillo creó el desayuno escolar y el de hoy envenena a los niños. El autor declaró cuánto costaba entonces la medicina, qué se pagaba a una lavandera, qué comían los presos, de qué morían los rasos y clases inferiores del Ejército y enumeró las que definió como “enfermedades de la miseria” que extinguían vidas: tuberculosis, parálisis, neumonías, venéreas. Esos rasos, dijo, eran el mismo pueblo llevado a reprimir, que no podían pedir licencia porque ello conllevaba pasar hambre. “Aquí hay cartas desgarradoras, mujeres reclamando pensiones para sus hijos de un peso”, exclamó y aclaró que no se justifique con cuanto representaba entonces esa suma porque habría que compararla con el precio de productos y servicios. “¿Que no había corrupción cuando Trujillo?”, preguntó Acosta. “Aquí están las pruebas documentales de por qué razón hubo una élite que se enriqueció alrededor de las obras que Trujillo siempre asignaba como un donativo personal”. Se refirió al interrogatorio a Anselmo Paulino cuando cayó en desgracia y comentó asombrado: “Uno no tiene noción de cómo un hombre tan cercano a Trujillo pudo montar un aparato de corrupción, de cobrar por contrato en el Estado, lo que entraba a su cuenta, a la de su hermano Cristóbal Paulino, capitán del Ejército…”. Habló de los arrestos ciudadanos, sometimientos a jornaleros, mortalidad infantil, niños que nacieron sin reconocimiento filial, “y

Raymundo González: Requiere de mejores esfuerzos”.

mientras todo esto ocurría, no solo el clan vivía la dolce vita; mientras el pueblo tenía que rogarle al Partido Dominicano una cama en un hospital, se derrochaban miles de pesos en ostentación”, enfatizó e hizo recuento de encargos para manufacturas caprichosas y ridículas de Trujillo y su familia en establecimientos comerciales extranjeros. Cuarenta mil cajas. Roberto Cassá, quien trató los mecanismos de control, adoctrinamiento a campesinos y pobres, intromisión en la vida íntima de las familias, ejercicio del terror, complicidad del clero y la intelectualidad trujillista con el régimen, reveló que en el AGN el periodo de Trujillo es el que tiene los materiales más interesantes y que develan en mejores condiciones lo que ocurría en el país en ese momento. “No podemos escribir de la época colonial sin acudir a los archivos de Indias, ni de inicios de las primeras décadas del siglo XIX sin ver la correspondencia de los agentes de diversas potencias. Hay un vacío de producción documental, pero del periodo de Trujillo se puede decir prácticamente todo a base de la documentación que solamente se guarda en el AGN y que tiene alrededor de 40 mil cajas. Es un fondo gigantesco”. Eliades Acosta expresó que aunque en determinado momento una parte de estos documentos fueron expurgados, “en el sentido documental no hay un crimen perfecto: siempre hay un rinconcito donde puede aparecer un pedacito de papel aparentemente inocente que nos abre un camino de investigación y nos permite entender sucesos”. Paulino Ramos dio cuenta de la manera en que se enriqueció Trujillo y cómo invirtió los recursos y controlaba sus empresas. “Resulta alarmante la forma en que los Trujillo se apropiaban de las propiedades ajenas, encubriendo sus acciones con el nombre de testaferros”, comentó. Raymundo González consideró que “las trayectorias intelectuales bajo la dictadura de Trujillo es un trabajo que ya se ha iniciado pero que todavía requiere de mejores esfuerzos”.

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AREÍTO

Sábado 8 de diciembre de 2012

Folklore

HOY

LA TAMBORA no es africana…¡es aborigen! (I)

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FERNANDO CASADO

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spaña perdió un continente… ¡La Iglesia… ganó su alma!.. Ensartados entre ronqueras aristotélicas y equívocos de un Universo geocéntrico, el impacto inesperado de un “ser” y un “mundo” innominado desquició las confundidas bases filosóficas del viejo continente. El español que llega con el Descubrimiento desde aquel pretensioso “mundo” de aberraciones lamentables viene aturdido en esa viscosa maraña de prejuicios culturales y cerrazón religiosa, donde moraban solo “selectos” antediluvianos descendientes de Adán y Eva. La aparición súbita de un continente inconocido trastornó los equívocos epocales y desarmó sus arcaicos argumentos. ¿De cuál “Edén” surge aquel “bastardo” ser americano? Hay más equilibrio espiritual en la formación tranquila del indio que en el desconcierto del español aventurero. De ahí el comportamiento socialmente inteligente y educado de Guacanagarix y la indiada, para quienes aquellos eran, sencillamente, seres humanos similares a ellos. El indio nunca tuvo dudas. La confusión española termina planteando el absurdo de que el indio fuese un animal, carente de alma. Es lo que induce a tomar con ligereza, memorias, expresiones, costumbres y rasgos culturales del primer contacto en nuestra Española. Hemos recibido una historia acomodada y prejuiciosa, que España ha pretendido impudorosamente imponer. Como la mentira vergonzosa de Sevilla y sus falsos “restos de Colón”, o el absurdo irrespetuoso de una virgen “aparecida” en mitad de una batalla para desfavorecer a los infelices indios. ¿Cuál justicia divina encarnaría?… Nacionalizando la maternidad bíblica, lastiman, sin rubores, la sensibilidad obligadamente honesta de la historia… y al respeto debido a la inteligencia del hombre… si es higiénica…. papel de lija. Es el independentismo victorioso de Enriquillo y sus 14 años de guerra, lo que alarma y pone un punto y aparte a la conquista, ante temores ciertos de conatos imitativos de sublevación en tierra firme. Enriquillo desconoce, irrespeta y humilla la banalidad y estrategia de las autoridades locales, desarmando al pragmático emperador Carlos V, forzándole a asumir, inevitablemente, la dimensión categórica del cacique; al igual que él, un genial y poderoso monarca, con quien hubo que tratar soluciones de igual a igual, so pena de continuar haciendo el ridículo. El envío directo del documento de paz desde España en manos de Barrionuevo, y su firma y acuerdo entre ambos “monarcas” cambia y redimensiona la valoración irrespetuosa del indio de La Española, obligando al conquistador a reformular a fondo sus conceptos retrasados con respecto al aborigen nuestro. Indudablemente, un fenómeno que obligó a España a redefinir los aspectos de relación básicos de la conquista, beneficiando al indio en tierra firme. La tambora no es africana, viene ya insertada en la cultura aborigen. Su presencia histórica es remotamente anterior a la aparición de las negritudes en América. De haberlo sido, tendría que haber estado presente en la cultura instrumental haitiana o cubana, por citar, dada la desproporcionada incidencia africanoide en ambas. No hay tambora en el merengue haitiano y es casi desconocida en Cuba. Ambas sociedades ignoran su cultura funcional de toque orgánico; el cómo, técnicamente, recrear, repicar el instrumento; y más distante aun, su tradicional y emblemático ritual de construcción. Su rigor cuasi-religioso, místico, en la diferenciación respetuosa del encorado según el género (chiva hembra, que no haya parido, para garantizar la extensión y evitar destemplanza en un lado, y chivo macho del lado opuesto), resultante en dos sonidos viscerales de intensidad y colores diferentes. El hoyuelo en su cuerpo para que los sonidos “respiren” y trasciendan. El ajuste de los cueros bajo presión de un aro de bejuco grueso, que calibra los sonidos y aporta a su vez un enriquecedor y distinto repique, se estable-

ce, según el manual tradicional de afinación, estirando los cueros, utilizando cuerdas adecuadas de cabuya insertadas en los bordes rasgados, decorativamente abrazadas, entretejidas alrededor del cuerpo del instrumento, de modo que, particularmente, la tipifican y son parte de su rostro decorativo tradicional. El respeto costumbrista al arcaico sistema, cuyas raíces laten en nuestras tradiciones rituales taínas y criollas, es mantenido entre los artesanos de antigua tradición, evidentemente, muy distante de la metodología africanoide. Los tambores en la cultura negra, generalmente encorados de un solo lado, sostenido por un aro metálico, no por cuerdas decorativas estiradas, son usualmente afinados con aplicación de fuego desde abajo, inducido dentro del espacio interior tubular del cuerpo del instrumento. Generalmente asentados sobre el piso, son percutidos con las manos, sin “palito”. Desconocemos que haya ritual alguno en su construcción, como perdura en nuestra tambora. Es la poderosa cultura taína la que penetró la cultura y ritualidad esclavista. El vuduismo, emblemática y estridente expresión de ritualidad negroide, es la más notoria entre estas incisivas influencias. El vudú, en sus pretensiones espiritistas y teatralidad, luce calcada en el ritual aborigen de la “cohoba”. Delata en sus “montajes” rituales, aun hoy, el uso del “tubano” de tabaco, la utilización de maracas y la ingestión de brebajes en sus “transportes” de teatral “elevación”. Estos clásicos símbolos culturales son banderas históricas de la raza. “Tabaco” y “maracas” constituyen objetos vibrantes de identidad y significación taína. “Tabaco” y “maracas” fueron aportes conocidos en “La Española” y asimilados por las negritudes, luego del contacto con la influencia ritualística de la “cohoba” aborigen. La historia afirma: “Sus instrumentos musicos, eran flautas hecha de caña, caracoles, bosinas, y unos higuerillos que desian maracas, y pequeños tamborillos, que ha-

sian de un calabaso largo entre dos pieles de jutias, y otros sin pieles mayores de solo un madero hueco; cuya desigualdad de sonidos consertavan con algun jenero de consonancia”. (“Hist. de la Conq. de la Isla Española, L. J. Peguero, t. I, Trasumptada de Hist. Gral. de Indias de Antonio de Herrera Coronista Mayor de su Majestad, y de las Indias, y de Castilla”. (p.115). Tan categórica como trascendental afirmación salva del olvido y establece para la historia dominicana la presencia objetiva de un virginal antecedente básico en el arsenal instrumental aborigen en el origen de nuestra emblemática tambora, culturalmente inobviable. El dato determina e inserta el edénico instrumento, en sus orígenes, a la estructura básica del traspatio cultural taíno, traspasado luego a nuestras ancestrales herencias criollas. Los flujos que alimentaron y sintetizaron sus raíces culturales se remontan a grupos remotamente antecedentes ubicados en Suramérica, que fueron diseminando su síntesis y gracia taína hacia las Antillas. El dato que confirma históricamente la ignorada referencia aparece inserto en “Décadas del Nuevo Mundo” de Pedro Martyr (T. II, p. 701). Refiriéndose a los grupos Chiribichenses del Darién, no solo alude al curioso fenotipo, antecedente lógico de nuestra “tambora”, sino, igualmente, confirma la presencia coincidente de nuestro aborigen Mayohuacán: “También fabrican pequeños tambores adornados con variadas pinturas, vaciando el contenido de una calabaza o ahuecando incluso un trozo de madera mayor que el brazo de un hombre”. ¿Qué cosa era denominada: “calabaso”? Pedro Martyr apunta en sus Décadas (T. I, p. 136, Lb. III), experiencias que pone en boca de Cristóbal Colón: “Tienen todas esta islas una cierta clase de árbol, que alcanza la altura de los olmos, y que produce por fruto calabazas; beben el líquido que produce, pero no comen su pulpa, la cual es más amarga que la hiel; la corteza es tan dura como la de una tortuga”.


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