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Dejanos Ayudarte
No pueden ver el brillo en tus primaverales hojas ni el rocoso fondo de tus playas de agua cristalina.
No sienten tu aire puro llegar a sus pulmones ni tu brisa, suave y refrescante, acariciarles la piel. Yo me hallo ciego también, en el medio de la modernidad y el engaño, y me he vuelto insensible a tus llantos.
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Ya no recuerdo tu salud lozana y admito a viva voz: ¡echo de menos visitarte y adorarte! Echo de menos los cánticos de los pájaros, el viento paseando entre tus hojas, las olas en calma, el aire puro, los animales en sus hogares, el ozono protegiéndonos y los colores resurgiendo entre el rocío de la mañana. ¡Echo de menos la vida! Cada día estás más lejos. Cada día me cuesta más encontrarte…
Me he quejado de tu ausencia, mas las grandes ciudades no me oyen, o quizás me oyen y no lo entienden. Te has mostrado débil y enferma ante ellos y se han asustado, pero nada más. Desde nuestras jaulas no vemos tu tristeza. Lucharé por ti aunque nadie más lo haga; pediré ayuda aunque nadie más me escuche; les mostraré tu belleza entonces y mirarán por la ventana. Ciudades y pueblos te verán con mis ojos y a tus pies solo habrá alfombras de hojas muertas, esperando crecer los brotes al pasar el invierno; no habrá incendios provocados ni cenizas en tu orilla, o plásticos en tus aguas y miraré al cielo y no habrá humareda ni polución ni niebla que te cubra. Todos podrán verte como un día fuiste: valiente y fuerte, serena y grácil. Tú, que tanto nos has dado, sabrás finalmente que, aunque tarde, somos capaces de cuidarte. Déjanos ayudarte...