MAGNUM China

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Nueve décadas de su historia

EDICIÓN

Colin Pantall Zheng Ziyu

TEXTOS ADICIONALES

Jonathan Fenby


Contenido

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Introducción

18 19 20 26 42

Cronología Lista de viajes Introducción Robert Capa, «La lucha contra el fascismo» Henri Cartier-Bresson, «La victoria de los comunistas»

58 59 60 66 76 84 96 106

Cronología Lista de viajes Introducción Werner Bischof, «El final del camino» Hiroshi Hamaya, «La China roja que vi» Marc Riboud, «La humanidad observada» René Burri, «Una nueva visión» Bruno Barbey, «El final de una era»

Primera parte

Tiempo de guerra 1938-1949

Segunda parte

La época de Mao Zedong 1950-1976


Tercera parte

La época de Deng Xiaoping

114 115 118 124 132 142 154 164 172 178

Cronología Lista de viajes Introducción Inge Morath, «La China aperturista» Eve Arnold, «El rostro cambiante de China» Bruno Barbey, «Un nuevo amanecer económico» Patrick Zachmann, «La visión de un “nariz larga”» Guy Le Querrec, «De Moscú a Beijing» Patrick Zachmann, «La ciudad amurallada» Porfolio, 1977-1992

208 209 212 218 226

326 342

Cronología Lista de viajes Introducción Lu-Nan, «Una trilogía» Marc Riboud, «Las cambiantes mareas económicas» Stuart Franklin, «Shanghái ’93» Martin Parr, «Rememoración de la China consumista» Chien-Chi Chang, «La cadena» Ian Berry, «La presa de las Tres Gargantas» Paolo Pellegrin, «La sombra de una oración» Chien-Chi Chang, «Huida de Corea del Norte» Carolyn Drake, «Pichón salvaje» Michael Christopher Brown, «Mudarse» Martin Parr, «Lujo» Chris Steele-Perkins, «Las cambiantes familias de China» Jim Goldberg, «El collage de China» Porfolio, 1993-actualidad

370 371 371 372

Créditos de los textos Créditos de las imágenes Agradecimientos Índice

1977-1992

Cuarta parte

La época de la superpotencia mundial 1993-actualidad

236 246 254 262 270 278 286 298 308 316



Primera parte

Tiempo de guerra 1938-1949


Cronología

1938

1941

1942-1943

1943

Tras invadir China en 1937 y tomar Shanghái y la capital, Nankín, los japoneses se hacen con la importante ciudad de Wuhán; el gobierno nacionalista se retira a Chongqing, que será su capital hasta 1945.

Japón ataca Pearl Harbor; Estados Unidos entra en guerra como aliado de China y las ayudas entran a raudales.

Desastres naturales, inundaciones y pérdidas de cosechas; las langostas campan por el centro del país; en la provincia de Henán no llueve hasta 1942.

Soong Mei-ling, esposa del líder nacionalista Chiang Kai-shek, visita Estados Unidos, con lo que se convierte en la primera mujer y la primera persona china en tomar la palabra en una sesión conjunta del Congreso. Con todo, las relaciones entre su esposo y el consejero estadounidense, el general Vinegar Joe Stilwell, resultan lamentables; por su parte, el presidente Franklin D. Roosevelt quiere evitar el envío de tropas a China.

1945

1946–1949

Octubre de 1949

Diciembre de 1949

Japón es derrotado. Estados Unidos trata de negociar la paz en China entre los nacionalistas y los comunistas.

Estalla la guerra civil entre los nacionalistas y los comunistas. El foco de atención estadounidense pasa de China a Europa.

Mao Zedong proclama el 1 de octubre la República Popular China; los nacionalistas se retiran a Taiwán, donde establecen un gobierno.

Mao visita Moscú el 16 de diciembre; Stalin y Mao firman bilateralmente el Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia Mutua; la URSS proporciona un préstamo de 300 millones de dólares, la mitad reservada para gastos militares. La población de China alcanza los 600 millones.

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Primera parte 1938-1949


Lista de viajes

Robert Capa

Henri Cartier-Bresson

1938

1948

Hankou [actual Wuhán] Zhengzhou Xuzhou Distrito de Tai’erzhuang, Zaozhuang Hankou [actual Wuhán] Zhengzhou Xi’an Lanzhou Hankou [actual Wuhán] Zhengzhou Hankou [actual Wuhán] Cantón [Guangzhou] Hankou [actual Wuhán] Nanchang Hankou [actual Wuhán]

Shanghái Beijing Shanghái Hong Kong 1949

Hong Kong Shanghái Tsingtao [Qingdao] Shanghái Hangzhou Nankín Shanghái Nankín Shanghái Hong Kong 1958

Beijing Anshán Shenyang Fushún Xi’an Embalse de Sanmenxia (en la frontera entre las provincias de Shanxí y Henán) Lanzhou Yumén Desierto de Gobi Urumchi Turfán Chengdú Chongqing Wuhán Nanchang Changshá Shaoshán Shanghái

Lista de viajes

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Introducción

China 1938-1949 Jonathan Fenby

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Primera parte 1938-1949


El siglo xx comenzó en China con la caída del sistema imperial por el que se habían estado rigiendo los países más poblados de la Tierra durante más de dos milenios. Este acabó con una explosión económica que cambió el mundo. Entre ambos momentos se produjo una turbulencia de enormes dimensiones durante la cual las autocracias de izquierdas y de derechas se fueron sucediendo entre episodios de violencia civil que amenazaron con desgarrar el país y que se cobraron las vidas de decenas de millones de personas entre civiles y combatientes. La saga de la historia china reciente documentada por los fotógrafos de Magnum supone el telón de fondo esencial que dio paso a la actual superpotencia, cuyo líder declara que ha llegado una nueva e histórica conyuntura en la que el país ocupará el centro del escenario mundial.

Cuando Japón invadió China en el verano de 1937, desatándose el segundo mayor conflicto del siglo xx, el gobierno nacionalista del Kuomintang, encabezado por Chiang Kai-shek, solo llevaba una década en activo. Había ascendido al poder tras derrotar o incorporar a los señores de la guerra, los cuales habían tomado el poder después de la caída del Imperio Qing, en 1912. Pero su autoridad siempre había sido limitada, y sus intentos por construir un estado moderno titubearon al convertirse en un régimen cada vez más reaccionario y dividido en camarillas rivales en las que el papel dominante lo desempeñaba el ejército. Los militares siguieron gobernando importantes zonas del país, a veces en alianza con el Kuomintang y en ocasiones rebelándose contra el gobierno central. Algunas de las zonas más ricas y adelantadas de China eran concesiones gestionadas por extranjeros, especialmente en Shanghái, que contaba con comercio internacional, vida nocturna de alto nivel, estrellas de cine y escritores. Sin embargo, gran parte del país seguía atrasado en lo económico, y, en términos globales, cada vez se quedaba más atrás de Occidente. Aunque Chiang se había vuelto, en 1927, durante el llamado «terror blanco», contra los comunistas, otrora aliados del Kuomintang, a pesar de las repetidas campañas fue incapaz de eliminarlos cuando se dirigían a un refugio seguro en el norte durante la Larga Marcha, de la que Mao Zedong emergió como su líder. Con todo, la prueba inmediata más importante a la que tuvieron que hacer frente los nacionalistas llegó con el surgimiento del poderío asiático a lo largo del mar de la China Oriental. Japón había derrocado al Imperio Qing a finales del siglo xix, tras lo cual ocupó la región nordeste de Manchuria en 1931, haciendo de ella un estado títere dirigido nominalmente por el último emperador Qing, pero sometido al férreo control de los invasores. Tras un incidente que tuvo lugar en un puente a las afueras de Beijing durante el verano de 1937, las fuerzas imperiales niponas se dirigieron hacia el sur, derrotando a los ejércitos gubernamentales antes de avanzar hacia el feudo de los nacionalistas, el valle del bajo Yangtsé. Los chinos enviaron a sus mejores tropas a la defensa de Shanghái, pero fueron vencidas tras una batalla de tres meses que se extendió por toda la ciudad y que acabó

Introducción

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con amargas refriegas callejeras. Nankín, capital del Kuomintang, calló a finales de año, tras lo cual se desató una oleada de atrocidades que dio en conocerse como «violación de Nankín» (o «masacre de Nankín»); según los informes oficiales chinos, hubo 300 000 bajas, aunque según algunas investigaciones académicas la cifra fue de la mitad; los nacionalistas japoneses se negaron durante mucho tiempo a reconocer lo sucedido, y este acontecimiento, sumado al comportamiento de las tropas imperiales en su conjunto, es una de las principales causas de la fricción entre China y Japón hasta el día de hoy. Cuando Robert Capa llegó a China en febrero de 1938, el gobierno de Chiang Kai-shek se había trasladado desde el río Yangtsé a la ciudad de Hankou —una de las tres ciudades del curso medio del Yangtsé y que en la actualidad se conoce como Wuhán—, la cual se convirtió en un centro relativamente liberal cuando el Kuomintang y los comunistas pactaron una alianza patriótica; los periodistas extranjeros vieron una analogía entre esta situación y la de la lucha antifascista de Madrid durante la guerra civil española. Los nacionalistas obtuvieron pocas victorias: en la bien planeada defensa de Changshá, capital de la provincia de Hunán, y en la ciudad amurallada de Tai’erzhuang, donde los escuadrones movidos por el lema «matar o morir», algunos de ellos armados con espadas, emboscaron a las tropas imperiales en una semana de combates particularmente brutales. Chiang ordenó la voladura de los diques del río Amarillo en un esfuerzo por detener a los japoneses, aunque perecieron cientos de miles de chinos a causa de la inundación que se provocó. A pesar de esto, el avance nipón, gracias a la superioridad de su equipamiento y de sus tropas y a sus mejores tácticas, resultó imparable. Tras perder a muchos de sus mejores soldados en la larga retirada de Shanghái, Chiang declaró que cambiaría espacio por tiempo, lo que le llevó a renunciar al territorio y a contar con las deserciones para desgastar al enemigo. En función de esta estrategia, él y los nacionalistas retrocedieron a la ciudad sudoccidental de Chongqing, aislada tras las gargantas del Yangtsé, y que, pese a que fue objeto de intensos e indiscriminados bombardeos, se convirtió en un centro de resistencia que aguantó durante siete años. La guerra asoló el país. Los japoneses se comportaron como despiadados conquistadores que masacraron civiles, establecieron un gobierno títere dirigido por uno los rivales de Chiang y explotaron China para alimentar su esfuerzo de guerra, el cual se extendió por todo el este asiático y llevó a Estados Unidos a la guerra a causa del ataque a Pearl Harbor, a finales de 1941. Hubo riadas de refugiados que cruzaron el país. Algunas regiones quedaron asoladas por las hambrunas. Tras desplegar una enorme pero fallida ofensiva en 1940, los comunistas se concentraron en renovar la lucha por el poder que habría de llegar tras la derrota de Japón. Aunque Estados Unidos valoraba a China por haber contenido hasta a un millón de tropas imperiales, el avance hasta Birmania bajo el asesor estadounidense, el general Joseph Stilwell, terminó en derrota: Vinegar Joe tildó al líder chino de «víbora de cascabel» incompetente y corrupta, mientras que «el generalísimo», como Chiang se había autoproclamado, rechazó los intentos de reformar su ejército, que para él era el núcleo del régimen. La esposa de Chiang, Soong Mei-ling, realizó una gira triunfal por Estados Unidos que la llevó hasta la Casa Blanca, donde usó sus propias sábanas de seda, y tomó la palabra en una sesión conjunta del Congreso. Sin embargo, Franklin D. Roosevelt estaba decidido a no mandar tropas en ayuda de los nacionalistas. En su lugar, envió a consejeros, los cuales corrieron distintas suertes, y ayudas, de las cuales hubo partes que desaparecieron a causa de la corrupción de ciertos miembros de la elite política y económica. En 1945, el presidente estadounidense declaró a China uno de los «cuatro policías» del mundo de posguerra y envió a George Marshall, que había sido el jefe del Estado Mayor durante la guerra, para que intentara que los nacionalistas y los comunistas formasen una coalición. Pero tanto el carismático y desmedidamente ambicioso Mao como el autoritario y «fascista confucianista» Chiang estaban decididos a asumir las riendas

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Primera parte 1938-1949


de la nación. Ambos procedían del mundo rural y habían ascendido a lo más alto de sus antagónicos movimientos políticos, enmarcados en un modelo tradicional de pugna por el poder que se libró hasta el final y sin concesiones. Mao persiguió la victoria de su interpretación de la revolución desde que se impuso en su partido durante la Larga Marcha; para Chiang, los japoneses no habían sido más que «una enfermedad de la piel», mientras que los comunistas eran la verdadera «enfermedad del corazón». Al principio fue el gobierno el que jugó con ventaja, ya que tenía más efectivos y equipamiento y contaba con el respaldo de Estados Unidos. Además, aunque el Ejército Rojo soviético —el cual había llegado hasta Manchuria durante la última fase de la segunda guerra mundial— había proporcionado suministros y apoyo a los comunistas, Stalin había firmado un tratado de amistad con el gobierno nacionalista y quería una China débil y dividida para que, así, a la URSS le resultase más sencillo expandir su influencia en Asia. El alto el fuego impuesto por Marshall le impidió a Chiang llevar a cabo la que podría haber sido una ofensiva decisiva sobre Manchuria, aunque el emisario estadounidense abandonó su misión a principios de 1947, culpando de intransigencia a ambas partes. Los comunistas se reagruparon y pasaron de la guerra de guerrillas a los ataques frontales, lo que les permitió avanzar por la enorme Llanura Central y, después, ir hacia el este del país, sumando los suministros soviéticos con los que contaban al más reciente equipamiento estadounidense que le fueron arrebatando a sus oponentes. Se apoderaron de Manchuria tras librar una serie de grandes batallas y asediar ciudades como el centro industrial de Changchún, donde más de cien mil civiles murieron de inanición. Aunque se valieron de la reforma agraria para conseguir el apoyo de los campesinos, expoliando y a menudo matando a los terratenientes, la modificaron cuando quisieron reunir a los agricultores más pudientes. Sus tropas estaban major disciplinadas que las fuerzas gubernamentales. Se hicieron con el control del campo, mientras que los nacionalistas se retiraron a la seguridad de las ciudades, en las que se vieron aislados cuando sus adversarios cortaron las líneas ferroviarias y tuvieron que depender de los insuficientes suministros que volaban en aviones de transporte operados por Estados Unidos. Mao impuso su liderazgo idelógico mediante las purgas y la creación de un gran culto a la personalidad que lo representaba como un líder omnisciente, un filósofo de primera categoría y un genio militar conquistador. A pesar de las brutales «campañas de rectificación» llevadas a cabo por la policía secreta en los feudos revolucionarios, los comunistas atrajeron a muchos de los que se habían desilusionado con los nacionalistas y buscaban un nuevo comienzo para su país. Además de por las derrotas en frentes ampliamente dispersos, el gobierno se vio socavado por una economía caótica con una inflación por las nubes y una corrupción endémica, sobre todo entre la elite en torno a Chiang y sus suegros, que provenían de la clase empresarial china ultrarrica y habían aumentado su fortuna gracias a sus relaciones con el gobierno. La guerra había devastado la industria y el comercio. La moneda cayó en picado. Los intentos por realizar una reforma económica no condujeron a nada. El sistema de impuestos apenas si funcionaba. «La desesperación, la decadencia y la corrupción» asolaban la nación, como señaló un diplomático estadounidense tras recorrer el país. Shanghái era una ciudad convulsa de mercados negros, violencia, huelgas y desesperación: Henri Cartier-Bresson captó la desesperación de sus habitantes cuando intentaban conseguir oro en un banco con el que sustituir la devaluada moneda. La ciudad global de China se estaba convirtiendo cada vez más en un reflejo vacío de sus días de gloria anteriores al ataque japonés de 1937. Aunque hubo algunas partes de China en las que aún resistieron algunos señores de la guerra de la región, estos no dejaron de perder el apoyo de sus propios soldados o decidieron unirse a los comunistas. Los refugiados se hacinaban en las ciudades y conformaron una población sin hogar y desamparada con la que el gobierno no podía o no quería lidiar, mientras que la ayuda de socorro de las Naciones Unidas caía con demasiada frecuencia en manos de las tropas locales.

Introducción

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El régimen perdió el apoyo de los intelectuales y los estudiantes. Reaccionó contra los llamamientos a favor de las reformas políticas y reprimió con dureza las protestas, ya que los derechistas del Kuomintang endurecieron su control y rechazaron los cambios. Chiang, en perpetua sospecha ante cualquier elemento potencial que hiciera peligrar su posición, se negó a delegar el poder y promocionó a los generales en función de su lealtad para con él en lugar de por sus capacidades. Intentó organizar tácticas desde su cuartel general, pero cuando llegaban las órdenes que enviaba, estas se veían superadas por los acontecimientos en el campo de batalla. Aunque en 1947 se celebraron unas elecciones para constituir la Asamblea Nacional, los partidos de la oposición estaban inhabilitados. Como era de esperar, la asamblea legislativa nombró presidente a Chiang; sin embargo, en un gesto de creciente descontento, votó por una figura de mentalidad independiente como su lugarteniente. El desencanto popular con el régimen aún fue más lejos. No se alentó la confianza cuando las tropas nacionalistas cruzaron a la isla de Taiwán para establecer allí una base de apoyo y masacraron a miles de sus habitantes mientras imponían un gobierno dictatorial. La Administración estadounidense del presidente Harry S. Truman se mostró cada vez más reacia a seguir involucrándose en China. Esta actitud se debió, en parte, a que se priorizó la reconstrucción de Europa mediante el plan de ayudas que tomó el nombre de George Marshall, por aquel entonces secretario de Estado. Según él, la única forma de derrotar a los comunistas de China pasaba por que Estados Unidos se hiciese cargo del gobierno, cosa que no tenían intención de hacer. Su equipo de planificación aconsejó que Washington se centrase en la reconstrucción de Japón; en un documento, se refirieron a China como «una ciénaga estratégica». Truman, por su parte, tenía la mirada puesta en Europa, que no en Asia, y le molestaron los crecientes vínculos entre los nacionalistas chinos y sus propios oponentes republicanos cuando lanzó su candidatura a la reelección presidencial en 1948. Él y Marshall suprimieron un informe de un general al que habían enviado para examinar la situación en China y en el que se recomendaba que se le concedieran más ayudas al país siempre y cuando el gobierno emprendiera reformas. Truman se negó a recibir a la esposa de Chiang cuando esta intentó repetir el éxito que había tenido durante la guerra en Washington; más adelante, llegaría a decir lo siguiente: «Chiang y todos los de su banda [...] deberían estar en la maldita cárcel. [...] Son todos unos ladrones». Tras una gran derrota a finales de 1948 en el este de China, Chiang dimitió formalmente como líder nacionalista, aunque siguió intrigando bajo cuerda cuando los comunistas tomaron Nankín y Shanghái, rechazaron las propuestas de paz y elaboraron una lista de criminales de guerra que habrían de ser juzgados cuando terminara la contienda. A medida que se acercaba 1949, la victoria comunista se iba haciendo inevitable. Los estadounidenses desoyeron la petición de tropas por parte de los nacionalistas chinos para dividir el país a lo largo del Yangtsé, idea que Stalin, que seguía buscando la debilidad de China, le recomendó a Mao en cierto momento. El líder comunista dejó de hacer caso a las sugerencias de Moscú de formar un gobierno de coalición. Tras la caída de Shanghái, los generales gubernamentales enviaron sus posesiones y a sus familias por el estrecho de Formosa. Mao entró en Beijing a bordo de un jeep estadounidense incautado en el otoño de 1949, declarando que China podía «alzarse de nuevo». Desde la plataforma exterior de la Ciudad Prohibida imperial, que da a la plaza de Tiananmén, proclamó la República Popular el 1 de octubre. Chiang y su séquito huyeron a Taiwán, donde siguieron manteniendo que la República de China era el único gobierno legítimo, e iniciaron una división a través de los más de 140 km del estrecho con el continente, división que continúa hasta el día de hoy. La nación más poblada del mundo, con una historia milenaria, había pasado página decisivamente tras dos décadas de conflictos. Setenta años después, el Patido Comunista sigue gobernando China, y lo hace con un líder cuyo poder suele compararse con el de Mao.

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Primera parte 1938-1949



Robert Capa

La lucha contra el fascismo

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Primera parte 1938-1949

Cuando Robert Capa partió a China en enero de 1938, aún había muchas cuestiones por resolver. Aunque su reputación como reportero gráfico estaba aumentando a nivel internacional, la repentina muerte de su compañera profesional y personal, Gerda Taro, lo había dejado desolado. Juntos, habían estado combatiendo el fascismo con sus cámaras para ayudar a la República de España en su pugna contra el ejército del general Franco. En otoño de 1937, durante una visita a Nueva York para ver a su madre y a su hermano, Capa completó el trabajo inicial de su primer fotolibro de España; también hizo que la distribución estadounidense de sus fotografías pasase de la agencia Black Star a PIX, y, finalmente, recibió un visado para viajar a China como segundo camarógrafo en el equipo de rodaje de Joris Ivens, el cual estaba preparando lo que se convertiría en The 400 Million (Los 400 millones). Capa también quería cubrir la guerra sino-japonesa, considerada el frente oriental de la guerra global contra el fascismo. Aunque Capa estuvo en China ocho meses, era un lugar muy diferente de España y, en última instancia, resultó una experiencia frustrante. Se vio sometido a la vigilancia constante de mandame Chiang Kai-shek, esposa del líder del gobierno nacionalista, la cual inspeccionó muy de cerca la producción cinematográfica y supervisó con toda exactitud los lugares y los momentos en los que el personal podía trabajar. Capa captó la presencia autoritaria y el control ejercido por madame Chiang Kai-shek en los retratos que le hizo. Durante su estancia en España, el fotógrafo se había acostumbrado a viajar con libertad y a buscar sus propios reportajes. A pesar de las limitaciones que tuvo en este viaje, Capa logró tomar algunas imágenes memorables sobre la dicotomía del país durante la guerra, como puede verse en el contraste entre la disciplina de las jóvenes cadetes y la exuberancia de los niños jugando en la nieve que acababa de caer. Nunca se topó con ningún combate real, sino con entrenamientos y con las secuelas de la batalla de Tai’erzhuang, donde lo fotografiaron sentado sobre un tanque capturado junto a Joris Ivens y al fotógrafo neerlandés John Fernhout. Muchas de las imágenes de Capa se publicaron en la revista francesa Regards, la cual había realizado una constante cobertura de la España republicana. En uno de los textos de cubierta con una de sus fotografías —el que dice: «Hankou será el Madrid de China»— se compara la fiera resistencia de ambas ciudades frente a los invasores fascistas. En otras imágenes, Capa se centra en la infernal batalla de los ciudadanos de a pie durante la guerra: gente huyendo de los bombardeos japoneses y observándolos con una temerosa fascinación; ciudadanos angustiados durante la escasez de alimentos; refugiados que huyen del desbordamiento del río Amarillo, y las secuelas de los bombardeos incendiarios. Lidiando con la vigilancia, la barrera idiomática y el desconocimiento de los alimentos, el período chino de Capa le brindó largas temporadas para reflexionar sobre su carrera como fotógrafo. En una de las numerosas cartas que escribió desde Hankou, le reiteró a un amigo la idea de montar un grupo de fotógrafos que trabajasen juntos, de crear una organización que se convertiría en Magnum Photos nueve años después. También maduró como fotógrafo, y no solo en la forma de organizarse el trabajo, sino también en cómo crear reportajes fotográficos. Al regresar a España aquel mismo otoño, los meses de reflexión dieron lugar a algunas de sus fotografías de guerra más destacadas en la batalla del Segre, que el 3 de diciembre de 1938 le valieron el nombramiento de «mejor fotógrafo de guerra del mundo» por parte de Picture Post.


Personas en la barricada del perímetro del enclave europeo protegido contra los bombardeos japoneses. Hankou, julio de 1938.

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Robert Capa

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Lin Jihan, Bo Gu y Ye Jianying bajo los símbolos cambiados de los partidos, el Kuomintang y el comunista. Hankou, hacia julio de 1938.

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Agricultores con cestas venden provisiones a los soldados en un tren. China, 1938.

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DERECHA Consejeros militares alemanes contratados por Chiang Kai-shek se marcahan de China tras la presión japonesa sobre Alemania para que los repatriasen. Hankou, julio de 1938.

Robert Capa

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John Fernhout, Joris Ivens y Robert Capa sobre un tanque japonés capturado en la batalla de Tai’erzhuang. Abril de 1938.

EXTREMO SUPERIOR

Pase de prensa chino de Capa, expedido por el Departamento de Inteligencia del Ministerio de Asuntos Exteriores. El hecho de que lo expidiese esta institución implicó que el periodista fuese considerado «agente de inteligencia», y, como resultado, se viese sometido a una constante vigilancia durante su viaje a China.

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Primera parte 1938-1949

DERECHA Soong Mei-ling (madame Chiang Kai-shek). Hankou, abril o mayo de 1938.


Robert Capa

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Personas dirigiéndose a un refugio tras sonar la alarma antiaérea. Hankou, entre julio y septiembre de 1938.

EXTREMO SUPERIOR

La muchedumbre contempla la batalla aérea entre los aviones japoneses y los chinos sobre Hankou. 29 de abril de 1938. SUPERIOR

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Tras un bombardeo japonés. Hankou, 19 de julio de 1938.

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Robert Capa

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Niños jugando en la nieve. Hankou, marzo de 1938.

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Primera parte 1938-1949

DERECHA Niño soldado fotografiado por Robert Capa en marzo de 1938 en Hankou, reproducido en la portada de la revista LIFE, vol. 4, n.° 20. 16 de mayo de 1938.


Robert Capa

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Una mujer habla en un acto político. Hankou, marzo de 1938.

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Jóvenes chinas entrenan para ser soldados nacionalistas. Hankou, marzo de 1938.

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Robert Capa

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Unos hombres observan carteles propagandísticos de las atrocidades de la invasión japonesa. Hankou, marzo de 1938. En los caracteres chinos de la parte superior e inferior de la mayoría de estos carteles se dice lo siguiente: «Asociación Nacional Cristiana China».

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Primera parte 1938-1949


Un hombre dibuja la estatua de la Libertad en un mural patriótico. Hankou, marzo de 1938.

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Robert Capa

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Páginas 12 y 13 de la edición del 16 de mayo de 1938 de la revista LIFE (vol. 4, n.° 20), en las que figuran un desfile de la victoria en Hankou tras el triunfo chino contra las tropas japonesas a lo largo del gran Canal y el ferrocarril de Linhai, y el aniversario de la muerte de Sun Yat-sen.

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Hombres vistos a través de una ventana que transitan por la calle tras una batalla aérea entre cazas japoneses y chinos. Hankou, entre julio y septiembre de 1938.

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Robert Capa

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Henri Cartier-Bresson

La victoria de los comunistas

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Primera parte 1938-1949

En diciembre de 1948, Henri Cartier-Bresson se encontraba en Birmania cuando recibió un telegrama de los editores de la revista LIFE: «El Kuomintang no podrá resistir mucho más. ¿Puedes ir a China?». Cartier-Bresson se embarcó en el siguiente avión a Beijing, y así comenzó su documentación de la victoria de los comunistas sobre los nacionalistas. Sus imágenes de Beijing dan pocas pistas sobre la guerra civil que estaba fagocitando al campo circundante. Lo que nos muestra, entre tormentas de polvo y gélidas temperaturas, es una ciudad que se niega a aceptar lo sucedido. Fotografió la vida tradicional de la ciudad: hombres desfilando con sus pájaros en una casa de té urbana, estudiosos adquiriendo libros en un mercado al aire libre y un hombre con una máscara caminando a través de una Ciudad Prohibida cubierta de polvo. Con todo, también hay indicios de lo que estaba por llegar: una concentración de nuevos reclutas en el patio de un palacio y un padre perplejo en busca de un hijo reclutado en el ejército de defensa nacionalista. «Llevaba doce días en Beijing cuando los ejércitos de Mao Zedong tomaron la ciudad —escribió Cartier-Bresson en L’imaginaire d’après nature—, y salí de la capital en el último avión, que tuvo que despegar en una espiral vertical, ya que los comunistas habían rodeado el aeropuerto». Tras un descanso de cinco semanas, en el que el Ejército Popular de Liberación (EPL) tuvo preso a Cartier-Bresson durante treinta y siete días, su siguiente encargo lo llevó a Shanghái, a la que la revista Illustrated se había referido como una «ciudad de desesperación». El texto que acompañó a las sorprendentes imágenes de Cartier-Bresson decía lo siguiente: «El pánico se apodera de Shanghái, un mercado internacional construido por Occidente en una de las ciudades más ricas del mundo. Ahora Occidente abdica y deja a China a su suerte». Cartier-Bresson mostró a multitudes en cuyas caras se mezclaba la desesperación y la resignación mientras hacían cola para cambiar su depreciado papel moneda por oro: son imágenes que ejemplificaban el colapso económico y el caos en los que se estaba sumiendo la ciudad. Con los comunistas acercándose cada vez más a la victoria absoluta, la siguiente parada de Cartier-Bresson fue Nankín. «Me apresuré a ir a Nankín, capital del Guomindang [Kuomintang] —escribió en L’imaginaire d’après nature—. Llegados a ese punto, cada uno iba por su lado, y a menudo se veía a familias enteras apiñadas en rickshaws junto con sus pertenencias. Las tropas comunistas atravesarían el Chang en cualquier momento; podía percibirse en el ambiente». Cartier-Bresson mostró los saqueos que se produjeron tras la marcha de los nacionalistas. También captó a los generales nacionalistas que, tras haber jurado que lucharían hasta la muerte, huyeron en busca de un futuro más seguro. El tramo final de su periplo supuso el regreso a Shanghái, que por aquel entonces ya estaba en manos de los comunistas. Las imágenes que tomó para la revista LIFE nos dejan ver una ciudad en transición psicológica y que está en manos de la «sorprendente incorruptibilidad» de los soldados del EPL, los cuales reformaron el orden moral de la ciudad. La especulación económica cesó, se clausuraron los burdeles, se organizaron sesiones de crítica y los extranjeros occidentales que habían huido de la ciudad cuando se acercaron los comunistas se vieron sustituidos por periodistas y consejeros rusos. El 1 de octubre de 1949, a las pocas semanas de que Cartier-Bresson saliese de Shanghái, cesó la guerra civil y el presidente Mao declaró la fundación de la República Popular China (RPC). Aunque Cartier-Bresson volvería a China como fotógrafo, las imágenes que tomó del país en plena transformación son unas de sus obras más conmovedoras, ya que captó la negación, el pánico, la ira y la resignación de los meses en que se hizo historia y se transformó para siempre una nación.


SUPERIOR IZQUIEDA Beijing, diciembre de 1948. Cuando se despejaron las neblinas matutinas de la ciudad, rodeada en ese momento por las tropas comunistas, el Kuomintang llamó a las armas a unos 10 000 reclutas, la mayoría de ellos comerciantes y pequeños empresarios. En la imagen están recibiendo órdenes en el patio del Palacio Imperial. SUPERIOR DERECHA Un anciano perplejo busca a su hijo entre los nuevos reclutas llamados a filas por un Kuomintang que se debilita a gran velocidad y que se dirige a la derrota. Beijing, diciembre de 1948.

Henri Cartier-Bresson

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Eunuco de la corte imperial de la última dinastía. Beijing, diciembre de 1948.

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Primera parte 1938-1949

DERECHA Y PÁGINAS SIGUIENTES Páginas 13-15 de la edición del 3 de enero de la revista LIFE, vol. 26, n.° 1, en las que figuran fotografías de Henri Cartier-Bresson.


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Durante los últimos días del Kuomintang, un campesino, cuyo mercado había cerrado y que había ido a Beijing a vender sus productos, se sienta para comer, mientras un tendero se resigna tras no tener nada que vender en su tienda. Beijing, diciembre de 1948.

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Primera parte 1938-1949


«Atasco de tráfico» en la ensenada del Suzhou durante los últimos días del Kuomintang. Shanghái, diciembre de 1948/enero de 1949.

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Henri Cartier-Bresson

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SUPERIOR Páginas de Illustrated con fotografías de Henri Cartier-Bresson. 22 de enero de 1949.

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Primera parte 1938-1949


Con sus escasas pertenencias apiladas en un rickshaw, un soldado y un niño huyen de la ciudad de Nankín antes de que entre el ejército comunista. Al fondo, las viviendas provisionales albergan a los miles de refugiados de la guerra civil. Nankín, abril de 1949.

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Henri Cartier-Bresson

PÁGINAS SIGUIENTES Estudiantes en el desfile de la victoria del 1 de agosto se manifiestan contra el mercado negro mientras recorren el Bund. Al fondo se encuentra el Banco Soong, propiedad del suegro de Chiang Kai-shek. Shanghái, 1949.

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Primera parte 1938-1949


IZQUIERDA El general Ma Hung-kouei, uno de los últimos señores de la guerra, en Nankín. Abril de 1949. Partió a la ciudad justo antes de que esta cayese para apoyar a Chiang Kai-shek. Por aquel entonces, el general era el soberano supremo del noroeste de China, aunque poco después de que se le hiciera esta fotografía, su ejército personal lo abandonó. De la pared que tiene detrás cuelgan algunos dichos ancestrales, como: «Un buen general debe desempeñar un papel hermoso en la historia. Debe ser alabado por cien generaciones. Debe cuidar a sus tropas y también a su gente».

Henri Cartier-Bresson

Shanghái, septiembre de 1949. Tras los cinco meses de bloqueo marítimo que habían impuesto los nacionalistas chinos, un navío estadounidense, el Gordon, llegó al puerto de Shanghái y recogió a los extranjeros que querían salir de la ciudad.

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Robert Capa

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Los trabajadores de una fábrica dan la bienvenida a un dignatario. Shanghái, 1973.

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Segunda parte 1950-1976


SUPERIOR IZQUIERDA Jiang Qing (madame Mao Zedong). Beijing, 1973. SUPERIOR DERECHA

Zhou Enlai. Shanghái,

1973.

Bruno Barbey

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