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Walter Benjamin o la totalidad contradictoria y móvil

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Bienal ba le

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Quien tiene carácter tiene también una experiencia que siempre vuelve.

Friedrich Nietzsche

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Como ningún otro autor moderno, el carácter enigmático de la obra y la vida de Walter Benjamin resulta ser el primordial eje con el que cautiva a todos los lectores y estudiosos de su deslumbrante pensamiento. De ahí, que el filósofo y sociólogo alemán Theodor W. Adorno —que bien lo conocía— considere que el jeroglífico es el modelo de su filosofía.

En el decurso de la Imagenque piensa (Denkbild), Benjamin elabora una prosa aforística que conjuga el análisis filosófico con la sutileza alegórica literaria, logrando una aguda mímesis crítica. La lectura de su profundo y complejo pensamiento representa —como señalan Howard Eiland y Michael W. Jennings—, además de una experiencia intelectual, una experiencia sensorial.

Walter Benedix Schoenflies Benjamin nació el 15 de julio de 1892, en Berlín, Alemania, como hijo de Emil Benajmin (1855-1926), un acaudalado comerciante nacido en Colonia, y de Pauline Schoenflies Benjamin (1869-1930), proveniente de una próspera familia de comerciantes de Landsberg an der Warthe, en Branderburgo. No obstante, Walter Benjamin nunca se sintió a gusto con el ambiente de su origen de clase. Como en Charles Baudelaire describió: “Baudelaire era un agente secreto —un agente del secreto malestar de su clase con su propio dominio—. Por otra parte, apunta su biógrafo Bern Witte (Alemania, 1942), Benjamin, a lo largo de su vida, fue extremadamente reservado sobre su vida personal o familiar mismo en posiciones intelectuales cuyas tensiones y paradojas lindaban en lo aporético. Walter persiguió la vida de un hombre de letras en el preciso momento en el que este tipo hacía su retirada de la escena europea. Renunció a la comodidad, la seguridad y los honores a fin de poder mantener su libertad intelectual y el tiempo para leer, pensar y escribir. Como su amigo Kracauer, analizó las condiciones que amenazaban la existencia del mismísimo tipo cultural que él encarnaba”. Con un nuevo enfoque multiperspectivístico desarrolló “ciertos sutiles rasgos estilísticos en cada fase de su carrera, tales como una elusión general de la narrativa simple, una proclividad hacia la metáfora y la parábola como recursos conceptuales, y una tendencia a pensar en imágenes. El resultado es un filosofar cabalmente sintonizado con el imperativo moderno de la experimentación, es decir, el reconocimiento de que la verdad no es un universal atemporal y que la filosofía está siempre, por así decirlo, en el umbral y poniéndose en juego. En cada momento, la filosofía de Benjamin es un arriesgado modo de pensamiento, riguroso pero profundamente ensayístico”.

“Calle de sentido único es donde Walter Benjamin revela una profunda comprensión de la cultura y la atmósfera contemporánea moderna”

Sin embargo, con su inmensa producción literaria dejó tras de sí innumerables huellas de crítica y análisis cultural con una disposición “a jugar la vida contra todos los pronósticos como observan Eiland y Jennings—, a trabajar a contrapelo de la convención y a ponerse a sí

Quién si no su mejor amigo, colega e interlocutor intelectual, Theodor W. Adorno (1903, Frankfurt-1969, Visp, Suiza), para lograr una adecuada caracterización de Walter Benjamin en toda su extensión: “El nombre del filósofo que se quitó la vida mientras huía de los esbirros de Hitler ha adquirido, en los quince años que han transcurrido desde entonces, mucho prestigio pese al carácter esotérico de sus primeros trabajos y al carácter fragmentario de sus últimos trabajos. La fascinación de la persona y la obra no dejaban otra salida que la atracción magnética o el rechazo horrorizado. Bajo la mirada de sus palabras, los objetos se transformaban como si se hubieran vuelto radioactivos”. Es así que: “Benjamin no producía la verdad ni la adquiría pensando, sino que la citaba mediante el pensamiento, y de este modo se convirtió en un instrumento supremo de conocimiento en el que éste dejó su huella” con ignominiosa madurez las promesas de los cuentos y de los libros infantiles, las tomara tan literalmente que el cumplimiento real del conocimiento ya estaba cerca. Su topografía filosófica evita cuidadosamente la resignación.” [...] “El pensamiento de Benjamin no era una creación desde la nada, sino un regalo desde la plenitud; quería restablecer todo el placer que la adaptación y la autoconservación prohíben porque entrelaza los sentidos y el espíritu.” Notablemente: “En todas sus fases, Benjamin pensó juntas la desaparición del sujeto y la salvación del ser humano. Esto define el arco macroscópico a cuyas figuras microscópicas Benjamin se entregó. […] Por lo demás, Benjamin no respetó la frontera entre el literato y el filósofo, y de este modo hizo de la necesidad empírica su virtud inteligible. Las universidades lo rechazaron, para vergüenza de ellas, mientras que el coleccionista de libros antiguos que había en él se sentía atraído por la universidad de la misma manera irónica que Kafka por los seguros. El pérfido reproche de ser demasiado inteligente persiguió a Benjamin toda su vida”

Desde su inédito alcance filosófico, Adorno reconoce: “Su método micrológico y fragmentario nunca se apropió por completo la idea de mediación universal que tanto Hegel como en Marx funda la totalidad, Benjamin defendió siempre el principio de que la célula más pequeña de realidad contemplada pesa tanto como el resto del mundo. Para él, interpretar los fenómenos en sentido materialista no significaba explicarlos a partir del todo social, sino relacionarlos inmediatamente, en su aislamiento, con tendencias materiales y luchas sociales”. Por consiguiente: “el pensamiento de Benjamin erige lo fragmentario en principio y se prohíbe el ‘éxito’ de la conformidad total. Para llevar a cabo lo que se proponía, Benjamin eligió la extraterritorialidad respecto de la tradición manifiesta de la filosofía. Pese a toda su erudición, los elementos de la historia aprobada de la filosofía sólo entran subterránea y dispersamente en su laberinto. Lo inconmensurable se basa en una entrega desmesurada al objeto. Al acercarse demasiado el pensamiento a la cosa, ésta se vuelve extraña, como cualquier objeto cotidiano cuando lo contemplamos con un microscopio”. En ese sentido: “En la paradoja de la posibilidad de lo imposible se reunieron en Benjamin por última vez la mística y la Ilustración. Benjamin se deshizo del sueño sin traicionarlo ni convertirse en cómplice de aquello en lo que los filósofos siempre han estado de acuerdo: que no ha de ser. El carácter de enigma que Benjamin confirió a los aforismos de Calle de dirección única y que es propio de todo lo que él escribió se basa en esa paradoja. Exponerla con los únicos medios de que dispone la filosofía, con los conceptos, es la razón por la que Benjamin se sumergió sin reservas en lo múltiple”

En abril de 1912 inicia Benjamin sus estudios superiores en la Universidad Albert Ludwig en Friburgo de Brisgovia, una de las instituciones más antiguas y prominentes del país. Se matricula en el Departamento de Filología donde lleva cursos de Literatura Alemana Medieval, Filosofía de la Cultura Contemporánea, Introducción a la Epistemología y a la Metafísica, este último impartido por el reconocido filósofo Heinrich Rickert (1863-1936). Posteriormente en la Universidad Friedrich Wilhem de Berlín, donde asistió a cursos de Filosofía con el prominente sociólogo y filósofo Georg Simmel (1858-1918).

Desde sus estudios en Friburgo se afilió y participó activamente en la Asociación de los Estudiantes Libres (Freie Studentenschaft) donde tuvo una destacada intervención en la organización. En febrero de 1914 Benjamin fue elegido como presidente de la Asociación de Estudiantes Independientes de Berlín. Su temprana expresión literaria se manifestó en sus escritos “La juventud se mantuvo en silencio”, “Educación erótica”, durante 1913-1914 en la revista

Die Aktion. “La vida de los estudiantes” se publicó en septiembre de 1915 en la revista Der Neue Merkur.

En este último texto Benjamin plantea: “Existe un criterio muy simple y confiable para probar el valor espiritual de una comunidad. Consiste en preguntar: ¿Encuentra en ella su expresión la totalidad de la persona productiva? ¿Está el ser humano completo comprometido con ella y es indispensable para ella? Entre otros escritos destacan “Metafísica de la juventud”, redactado entre 1913 y 1914, y “Dos poemas de Friedrich Hölderlin”, escrito entre 1914 y 1915.

En 1919 Benjamin presentó su tesis de doctorado: El concepto de crítica de arte en el romanticismo alemán, obteniendo el doctorado Summa cum laude. Como señalan sus biógrafos Heiland y Jennings: “La tesis doctoral de Benjamin sigue siendo una contribución significativa a la comprensión moderna de la crítica de arte romántica alemana; representa también un paso decisivo en el desarrollo de su propio concepto de crítica. En el escrito introduce tres tesis que serán medulares en su trabajo posterior: la noción de que la destrucción creativa o, en la terminología de Schlegel, la aniquilación del objeto cultural es un prerrequisito para toda crítica; el supuesto de que toda crítica significativa apunta a la redención del ‘contenido de verdad de verdad’ de la obra; y la comprensión de la obra crítica como una creación autónoma enteramente proporcional a la obra de arte “original”

En 1928 la editorial Rowohlt Verlag publica Calle de sentido único, donde Walter Benjamin revela una profunda comprensión de la cultura y la atmósfera contemporánea moderna. Aquí encontramos inquisitivas reflexiones sobre la partida y la pérdida humana, como aquella dirigida, a su gran amigo Florens Christian Rang (1864, Kassel-1924, Hohemark, Taunus), primero en la partida de Rang de Capri, en la sección Bandera… y después con su fallecimiento, en … A media asta

Bandera…

“¡Con cuánta mayor felicidad es amado aquel que parte! Porque la llama arde más puramente para aquellos que desaparecen en la distancia, alimentada por los restos de tela que se agitan diciendo adiós desde el barco o la ventanilla de tren. La separación penetra en la persona que desaparece como un pigmento y la empapa en un suave resplandor”.

… A media asta

“Cuando una persona muy cercana a nosotros está muriendo, hay (lo percibimos vagamente) algo en los meses por venir que —por mucho que nos hubiese gustado compartir con ella— podía ocurrir sólo mediante su ausencia. La saludamos, al final, en un idioma que ella ya no puede comprender.

También aparecen unas penetrantes disquisicio- nes en Panorama imperial. Viaje por la inflación alemana, sobre los efectos de las recurrentes crisis socioeconómicas en la población alemana: “Una paradoja curiosa: la gente sólo tiene en mente el interés más mezquino cuando actúa, pero al mismo tiempo su conducta está determinada, más que nunca, por los instintos de la masa. Y, más que nunca, los instintos de la masa se han vuelto insensatos y extraños a la vida.” […] “Todas las relaciones humanas más estrechas se ven afectadas por una claridad penetrante, casi intolerable, ante la que apenas pueden subsistir. Pues estando por un lado el dinero arrasador en el centro de todos los intereses vitales y siendo por otro este precisamente la barrera ante la que casi toda relación humana fracasa, en lo natural tanto como en lo moral van desapareciendo cada vez más la confianza irreflexiva, la calma y la salud”. Y prosigue en su profunda reflexión: “y la diversidad de las metas individuales se vuelve irrelevante frente a la identidad de las fuerzas determinantes. Una y otra vez se ha mostrado que su apego a la vida habitual ahora ya mucho tiempo perdida es tan obstinado que incluso ante el más drástico peligro impide la aplicación intrínsecamente humana del intelecto, la previsión. Tanto que en ellas se completa la imagen de la estulticia”. […] “Pero si envilece esta indigencia en la que nacen millones y en la que se ven atrapados cientos de miles que empobrecen. La suciedad y la miseria crecen a su alrededor como muros construidos por manos invisibles”.

¿El significado de estas consideraciones, en Walter Benajmin, encontrarían actualidad en México?, donde 4 de cada 10 personas viven en situación de pobreza, cifra que equivale al 43.9% de la población, con un total de 55 millones 700 mil personas, donde 10 millones 800 mil (8.5% de la población) viven en pobreza extrema, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 2022.

Por otro lado, Benjamin no olvida que “se está perdiendo la libertad de conversación. Si antes, entre personas que conversaban, se daba por descontado el interés por el interlocutor, ahora lo sustituye la pregunta por el precio de sus zapatos o de su paraguas. En toda tertulia entra inevitablemente el tema de las condiciones de vida, del dinero”. Y puntualiza: “Cuanto más hostil a lo tradicional sea un hombre, tanto más inexorablemente subordinará su vida privada a las normas que quiere elevar a legisladoras de un régimen social por venir. Es como si ellas, en ningún lugar todavía llevadas a la realidad, le impusieran la obligación de, al menos en su propio círculo vital, prefigurarlas”. Pese a ello, Walter Benjamin no deja de vislumbrar la dirección de la mirada a lo extraordinario, a lo posible dentro de lo imposible, como proceso de salvación.

A pesar de su precaria situación económica como escritor independiente, sin ninguna estabilidad laboral y, por lo tanto, salarial con alguna institución, la amplitud y diversidad de la productividad original de Walter Benjamin en el periodo de 1924 a 1931 es verdaderamente sorprendente. Como señalan Eiland y Jennings: “Benjamin produjo ensayos que abordan desde la literatura infantil y el teatro infantil, como modelos pedagógicos, hasta los juegos de azar y la pornografía, y una amplia variedad de medios incluyendo el cine, la radio, y la fotografía. Escribiendo para algunos de los semanarios y revistas de publicación mensual más prominentes de Alemania, se estableció a fines de los años veinte como un influyente comentarista sobre asuntos culturales”.

En 1936 publicará su fundamental contribución estético-filosófica: La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, en donde su análisis epistemológico sobre la aportación fundamental del cine a la sociedad y cultura moderna es revelador: “El cine no sólo se caracteriza por la manera como el hombre se presenta ante el aparato, sino además por cómo con ayuda de éste se representa al mundo en torno”. Sin soslayar la perspectiva psicoanalítica Benjamin afirma: “El cine ha enriquecido nuestro mundo perceptivo con métodos que de hecho se explicarían por los de la teoría freudiana”. Con sus propiedades cognitivas: “tanto en el mundo óptico como en el acústico, el cine ha traído consigo una profundización similar de nuestra apercepción”. En una interrelación recíproca de ciencia y arte: “Una de las funciones revolucionarias del cine consistirá en hacer que se reconozca que la utilización científica de la fotografía y su utilización artística son idénticas. Antes iban generalmente cada una por su lado”.

En ese sentido: “Si para el hombre de hoy la más significativa de todas las representaciones de la realidad es la cinematográfica, ello se debe a que ésta entrega el aspecto de la realidad como una realidad libre respecto del aparato que él tiene derecho de exigir en la obra de arte precisamente sobre la base de su compenetración más intensa con ese aparato ”. Por lo tanto: “La reproductibilidad técnica de la obra de arte transforma el comportamiento de las masas con el arte. Por ejemplo, de ser el más atrasado a la vista de un Picasso, se convierte en el más adelantado ante un Chaplin, por ejemplo.” Como recepción de una obra artística: “en el cine coinciden la actitud crítica y la actitud de disfrute por parte del público”.

Al vislumbrar una amplia panorámica multidimensional del mundo moderno, en sus múltiples constelaciones, Walter Benjamin descubre que: “al subrayar detalles escondidos de utensilios que nos son familiares, al investigar ambientes banales bajo la conducción genial del lente, el cine incrementa, por un lado, el reconocimiento de las inevitabilidades que rigen nuestra existencia, pero llega, por otro, a asegurarnos un campo de acción inmenso e insospechado. Parecía que nuestras tabernas y avenidas, nuestras oficinas y cuartos amueblados, nuestras estaciones y fábricas nos encerraban sin esperanza; pero llegó el cine con su dinamita de las décimas de segundo e hizo saltar por los aires este mundo carcelario, de tal manera que ahora podemos emprender sin trabas viajes de aventura en el amplio espacio de sus ruinas”.

Finalmente, es necesario recuperar del amplio legado heredado por Walter Benjamin, la Tesis IX sobre el concepto historia escrito en 1940.

Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus: “Se ve en él un ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe de tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso”.

-Howard Eiland (1948) ha traducido y editado las obras de Walter Benajmin. Fue profesor en la Universidad de Yale, en el Boston College, y desde 1983 es catedrático e investigador en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Es miembro de Modern Language Association of America.

Michael William Jennings (1950) es profesor de Lenguas Modernas e investigador de la cultura europea del siglo XX, en la Universidad de Princeton. Es autor de Imágenes dialécticas: la teoría de la crítica literaria de Walter Benajamin, Cornell University Press, 1987.

Howard Eiland y Michael W. Jennings, Walter Benjamin. Una vida crítica, Madrid, Ed. Tres puntos, 2020, 1004 páginas.

Pierre Missac, Walter Benjamin: De un siglo a otro, Barcelona, Ed. Gedisa, 2017 de la Universidad de Sonora

Bern Witte, Walter Benjamin: Una biografía, Barcelona, Ed. Gedisa, 2020.

Esther Cohen (Ed.), Glosario Walter Benjamin. Conceptos y figuras, México, Ed. Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2017.

Ferris, David, S. The Cambridge Companion to Walter Benjamin, Cambridge University Press, 2004.

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