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EL RELÁMPAGO INTERIOR

En Nietzsche. El príncipe sublime del intelecto (La Jornada Baja California, 2023), Rael Salvador nos invita a un viaje a través de las turbias profundidades del ser humano, sumergirse en la tormenta de pensamientos no sólo propios sino de uno de los filósofos más provocadores que sacudió los cimientos de la moral, la religión y la cultura occidental

ZARRIA*

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El aforismo de Humano, humano el nacimiento de Para Friedrich Nietzsche, amistad nace cuando cho al otro y ciertamente más que a uno mismo, cuando asimismo se le ama, a sí y cuando finalmente, para se sabe agregar el delicado toque y aura de la intimidad, pero al mismo tiempo prudentemente de la intimidad mente dicha de la confusión

La tensión inherente del aforismo rización de la amistad en sentido entre [Zwischen] el yo y el tú, el amor, entre la proximidad entre es el equilibrio de la fuerza junto al nos-otros.

Por un lado, tenemos al que martillea la ficción garantista física, las convenciones, el gregarismo, táforas y prefiere la vitalidad

Uno que piensa sobre la amistad trictamente filosófico. La idea nietzscheana de la amistad vista en sentido g rismo en el párrafo 7 de La gaya ciencia (1882) dice: “Todas las especies de pasiones tienen que ser repensadas individualmente» rastreadas individualmente a través de los tiempos y de los pueblos, de las grandes y pequeñas individualidades [...] Hasta ahora carece aún de historia todo lo que ha dado color a la existencia: ¿dónde podría encontrarse una historia del amor» de la codicia, de la envidia» de la conciencia, de la piedad, de la crueldad? [...] ¿Se ha expuesto ya la dialéctica del matrimonio y de la amistad?”

Por otro lado, nos encontramos con un Nietzsche demasiado humano: el de la “Correspondencia” Un Nietzsche por momentos invadi- do por la amistad y por otro, asfixiado por la soledad. Un Nietzsche que elige con cuidado llamar a sus amigos [Herzensfreunde], amigo del corazón, y se muestra agradecido por los astutos juegos del destino que le ponen frente a amigos sin merecerlo, frente al agradable «olor de amistad». Un Nietzsche que prefiere el amigo al prójimo, tal como lo dice en Así habló Zaratustra (18831885): “Yo no les enseño el prójimo, sino el amigo. Sea el amigo para vosotros la fiesta de la Tierra y un presentimiento del superhombre. Yo les enseño el amigo y su corazón rebosante. Pero hay que saber ser una esponja

“Lo que encontrarán en este libro son las reflexiones personales de una amistad que se ha forjado con el tiempo y con el filósofo” si se quiere ser amado por corazones rebosantes. Yo les enseño el amigo en el que el mundo se encuentra ya acabado, como una copa del bien, —el amigo creador, que siempre tiene un mundo acabado que regalar”.

Lo que encontrarán en este libro son las reflexiones personales de una amistad que se ha forjado con el tiempo y con el filósofo. Rael Salvador no desprecia las convenciones del pensamiento académico. Simplemente no es el momento y se lanza con audacia al encuentro con el espíritu nietzscheano. Es una celebración a los cincuenta años de amistad, una oda al primer encuentro que ha madurado con el tiempo y que desafía las interpretaciones tradicionales sobre Nietzsche, porque como él, piensa que “sólo inter pares hay una comunicación verdadera, completa y perfecta. Sólo inter pares una amistad perfecta” que le dota de esperanza al trabajo y fuerza al pensamiento creativo que ha llevado realizando durante todos estos años. Una vida filosófica-práctica que se ha comunicado por ideas y que ahora al despliegue de sus experiencias concretas enriquece las ideas nietzscheanas.

Rael Salvador nos invita a un viaje a través de las turbias profundidades del ser humano, una invitación a sumergirse en la tormenta de pensamientos no sólo propios sino de uno de los filósofos más provocadores que sacudió los cimientos de la moral, la religión y la cultura occidental. En estas páginas, desde “El caballo de Turín” hasta “La encarnación animal de Dios” el lector se encontrará con el atrevimiento, la distancia y la seriedad que sólo la amistad forjada con los años otorga. El ritmo del libro marca el encuentro de Friedrich Nietzsche con Arthur Schopenhauer y la desaparición del tiempo frente a un libro que ha sido escrito para uno. Una manada de libros relincha como el caballo de Turín en el encuentro.

El mundo visto en el ojo de la bestia que da futuro al pasado es cuestionado por la mirada sospechosa del Pandemónium (1990) creado por Rael Salvador, porque para él “¡Sólo somos animales que respiramos fábulas!”, dioses que traen a la vida muertos ilustres para bailar con ellos, para caminar con ellos. Para embriagarnos con la palabra.

El lector tiene dieciséis capítulos que atravesar. ¡No hables, canta! ¡No camines, baila! Es una invitación a filosofar, porque “quienes saben alegrarse con nosotros están por encima y más cerca de nosotros que quienes nos compadecen. La alegría compartida hace al «amigo» (al que se alegra con nosotros): la compasión, al compañero de desgracias. Una ética de la compasión requiere como complemento la ética, aún más elevada, de la amistad”. Esa ética de la amistad está atravesada por un decir sí a la vida. No es una ficción metafísica, es una actividad práctica que forma parte de la vida misma. De la actividad creadora de la amistad.

Mi querido amigo, como le dice Nietzsche a Rohde: “no me olvides en tu necesidad, no ol- vides que en las aguas de la aflicción hay no obstante un par de troncos. Y si no hay ninguno, siempre está la mano del amigo a la que te puedes agarrar, estés como estés. Veo que afuera hace un azul, tranquilo y frío día de otoño. Que te vaya bien querido amigo, y estate seguro de mi amistad”. Pero no se equivoquen: este libro no es un simple compendio de textos. Es un lla- mado a la acción, a vivir de manera auténtica y sin concesiones. A medida que nos adentremos en él podemos encontrar la chispa que encienda el relámpago interior y nos impulse a transgredir nuestras propias limitaciones.

Capítulo II*

Haciendo Caso A Las Sirenas Diab Licas

Que Se Manifiestan En Las Librer As

Yo pertenezco a esos lectores de Schopenhauer que, desde que han leído la primera página, saben con certeza que leerán la obra entera y que escucharán cada una de sus palabras.

F. Nietzsche (en su juventud)

En el orden natural de los estantes, los griegos dan paso a los latinos. De esa manera las lecturas previas son el hilo de Ariadna que nos salvan del laberinto del conocimiento (perdernos para volvernos a encontrar). Sacudió un poco el polvo bajo y observó ensimismado las ediciones de Aulo Gelio, Cicerón, Quintiliano, Catulo y Lucrecio. Lo sublime en piel y páginas, auténtico oro que decora al tiempo. Recordó Nietzsche que los antiguos lo resumían en un relámpago estremecedor: “Las palabras nacen de la belleza y el encanto”.

La hora silenciosa de la luz —de Oriente a Occidente—, cuando el libro se abre como cortina. Mas hay otros, donde uno invierte la visión y la caligrafía se desplaza a la inversa: las lenguas árabes —el hebreo y el japonés, por también citar a otras— se instituyen con el levante y, bajo el imperio de las estrellas, que no son otra cosa que dioses en descanso, se hunden en el poniente para recomenzar con o como el Sol, esa nave de los egipcios.

Hacía buen Sol, por cierto, y sus anteojos de vidrio verde le habían descansado los ojos. Montó en su mano —agilidad que le divierte— uno de los dos tomos que, en mesa aparte y con singular apariencia, llamaron su atención: Die Welt als Wille und Vorstellung (El mundo como voluntad y representación), editado en 1819 por Brockhaus y escrito por un filósofo nombrado Arthur Schopenhauer

“Schop” —en sentido literal—, para la tierna Lou Andreas-Salomé, Paul Rée y él, Nietzsche, en el tiempo por venir

En las librerías de anticuario, más que en otro lugar, se cuelan novedades añejas que no se aprecian o se aprecian demasiado. Mara villas para demonios que olfatean la efervescente exquisitez de la sangre en la tinta.

“De todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe tú con sangre: y te darás cuenta de que la sangre es espíritu. No es cosa fácil el comprender la sangre ajena: yo odio a los ociosos que leen”, la reverberación puntual en el eco de Zaratustra.

Aquí —si deseamos ofrecer una estampa que copule con la verdad— no hay más remedio que parafrasear al viejo Kierkegaard: «Que otros se lamenten de que los “libros” son malos; yo me quejo de su mediocridad, puesto que ya no desbordan en ellos pasiones... Por eso mi alma se vuelve siempre al Viejo Testamento y a Shakespeare. Aquí se siente, en todo caso, la impresión de que son hombres los que hablan: aquí se odia y se ama de verdad, se mata al enemigo, y se maldice a su descendencia por todas las generaciones; aquí se peca» (y que Herman Hesse, poco después, leerá como lección magistral).

El pesimismo que interpreta en las ideas de “Schop” lo llena de entusiasmo, al grado de sentir una voz tierna que le dice al oído: “¡Llévatelo!” “Llévate este libro a casa”. La música de las palabras lo marea con dulzura y, haciendo caso a las sirenas diabólicas —esas que se manifiestan en las librerías y los prostíbulos—, paga en caja y se encamina sobre el sendero dejado por sus pasos.

Los días siguientes, Nietzsche se ve en la urgencia de elaborar un horario para sus sueños: cuatro horas. De dos de la madrugada a seis de la mañana. Así aprovechará una suma cuantiosa de vigilia, por que no puede existir descanso ante un libro atípico que ha sido exclusivamente escrito “para uno”.

El jugo gástrico del intelecto baña con delectación el cuerpo de un arácnido suculento: repudio, ironía, desilusión, veneno, orientalismo, acercamiento a las más profundas e inhóspitas verdades del hombre...

En dos semanas, Schopenhauer es digerido.

Sobrado de juventud (21 años, en 1865), Nietzsche es lúcido, demasiado lúcido —en su viaje con retorno, la “Nave de los locos” no embarca a otro tipo de pasajeros—, y retozando ya en la telaraña surgida del cascarón cósmico de sus sábanas, sabe que —para gracia y gusto de su admirado Richard Wagner— se ha convertido al schopenhauerismo.

*Adelanto del Capítulo II de Nietzsche. El príncipe sublime del intelecto (La Jornada Baja California, 2023), de Rael Salvador

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