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Martes 16 de noviembre a miércoles 15 de diciembre de 2021
–Jamás creí que un árbol así de pequeño tuviera raíz tan profunda –nos dijo sin levantar la vista. El hoyo excavado tenía casi un metro de profundidad y dejaba al desnudo una raíz cada vez más gruesa a la que no se le veía el fin.
Por Olga Aragón*
C
on los frutales en flor, el patio de nuestra casa era una explosión de colores, arquitectura vegetal que atraía todas las miradas hacia lo alto, donde los árboles más frondosos embellecían el azul del cielo. Junto a las ramas de los duraznos cuajados de florecillas rosáceas y los manzanos luciendo su blanca flor, estallaba un naranja fuego, un carmesí encendido, el granado floreciente que convertía a la hermosura en fruto maduro. Imposible imaginar que un día encontraríamos en el entramado de raíces, sus secretos subterráneos. Mamá disfrutaba su pequeño huerto. Su alma campesina era dueña y señora de los tesoros que obse- dudas, decidió no arrancar el escuáquia la tierra, como aquellos jugosos lido vegetal; al contrario, notó la rubíes de las granadas pechiabiertas. facilidad con la que el viento lo enjorobaba. Enderzó el tallito lo mejor Pero en todo ello, había algo de ma- que pudo atándolo el tronco retorgia. ¡Cómo podía aquel árbol que du- cido del granado con un cordón de rante los inviernos era un feo gatuño, estambre. ser en primavera y verano una de las más grandes bellezas del reino vegeAl paso de los días brotaron de tal! ¿Escondían sus raíces el tremen- aquella planta dos bracitos que credo misterio de su naturaleza? cían alocadamente en desesperada búsqueda de sol, ya que el granado La entrada de la primavera en esa arrojaba una sombra eterna. vieja casona de adobe, construida a la orilla de la ciudad, a unos metros –¡Qué chistoso!, parece un bebé del cementerio, implicaba fatigosas greñudo –dijo Alejandra riéndose jornadas, de las que no escapábamos del desparpajo de aquel arbolito que mi hermanita Alejandra y yo. tenía un tronquito más pequeño que sus ramas. Mamá solía aprovechar el tibio sol Era verdad. Aquello que creíamos mañanero de marzo para limpiar el un hijuelo del granado semejaba un ahoyado de los árboles, podar las ra- chamaco travieso despeinado. mas y remover la tierra endurecida por las heladas de enero. –Pongámosle un nombre –dijo mi hermana, siguiendo la tradición famiFue ella quien descubrió, al inicio liar de bautizar a plantas y animales, de un día de intenso trabajo en el como si fuesen humanos. huerto casero, aquello que nacía al pie del granado. –¡Towí! –dije sin pensarlo dos veces. Y es que aquel remedo de arbolito Removió la tierra, arrancó yerbajos me trajo a la memoria la imagen de del excavado del granado y de pronto un tarahumarita flacucho y melenudo llamó su atención una plantita des- que acostumbraba ir a la casa a pedir parpajada con brotes de hojas seme- kórima. jantes a diminutos corazones verdes. Casi siempre veíamos al pequeño “¡Qué extraño! ¿Acaso la granada rarámuri –como se nombran ellos, echó un hijito”, se preguntó. Por las los pies ligeros de la sierra Tarahu-
–Tendré que tirar parte de la barda. Creo que la raíz va a dar fuera del patio –dijo mamá, enajenada en encontrar el final de tan asombroso enraizamiento. –Por favor, corte ya eso mamá, no vale la pena tanto esfuerzo –le rogué conmovida y asustada por su obstinación. Pero no me escuchó. A la luz de la luna con su rostro redondo y luminoso, mamá continuó cavando; traspasó la barda, siguió la ruta larguísima de la raíz y clavó de un golpe el cucharón de peltre despostillado. Un ruido seco reveló la dureza con la que había topado. Con ambas manos extrajo la tierra removida y entonces alcanzó a disIlustración: Kabeza tinguir algo raro que al principio confundió con piedrecillas blancas. mara– caminar colgado de las anchas ¡Eran dientes! y coloridas enaguas de su madre. Tiempo después al encontrarse con –¡Oh, Dios! –gritó horrizada, señaella en el camino, la mujer respondía lando el lugar donde nacía la raíz… con la cabeza gacha a nuestro saludo chabochi con un kwira ba pronunLa luna iluminaba el interior del ciado entre dientes hoyo cavado por mi madre. Enmudecimos. Y de modo fulminante suCasi entrando el verano, los cora- pimos la razón por la que hacía tanto zones verdes terminaron por abrirse. tiempo que no se veía al tarahumarita Fue entonces cuando mamá exclamó: melenudo pedir kórima en las calles “¡Caray, esto no es un granado… Es del barrio. Comprendimos la profunun chabacano!”. Y como si el árbol da tristeza de aquel kwira ba con que pudiera escucharla le su madre contestaba últidijo, “ah, sinvergüenza, mamente a nuestro saludo. “¡Cómo podía a ver si explicas de dónde te salió semejante Mamá se santiguó. Las aquel árbol que hijo”. lágrimas asomaron a sus durante los ojos. De la boca de un peinviernos era un Mientras cavaba cuiqueño cadáver sepultado feo gatuño, ser en junto a la barda de nuesdadosamente alrededor del endeble tallo, nos primavera y verano tro patio nacía la raíz larexplicó la necesidad de guísima del nuevo árbol. una de las más trasplantar el chabacanito en otro lugar, o de grandes bellezas del Un hueso de chabacareino vegetal!” lo contrario moriría por no había germinado en falta del sol. Si sobrevila garganta de ese niño ve aquí un tiempo, nos rarámuri muerto de esa dijo mamá, será peor manera, asfixiado. para él porque terminará con las raíces estranguladas por el granado. arcoalicia@yahoo.com.mx ¡Qué horror!, pensé. En mala hora emprendió mamá ese trabajo. Poco antes del mediodía empezó a cavar con la punta de un cucharón de cocina, pero al oscurecer aún no había terminado.
*Periodista y escritora chihuahuense desde 1985. Radica en Ensenada, Baja California. Es directora editorial de 4Vientos.net. Con su obra Nunca más el olvido obtuvo el Premio Nacional Testimonio 1994 de Conaculta