Primera Edición: Enero, 2015. Copyright © 2015 Gabriel Magma. Todos los derechos reservados. Maquetación e ilustraciones: Celia María Mora García Impreso en España por: Reprográficas Malpe S.L Depósito Legal: M-35704-2014 ISBN: 978-84-941169-7-1 Editorial Faro www.editorialfaro.com info@editorialfaro.com Reservados todos los derechos. Este libro no puede ser reproducido, íntegra o parcialmente, por cualquier medio mecánico, electrónico, o químico, ya existente o de futura introducción, incluidas fotocopias, adaptaciones para otros medios, sin la autorización escrita del editor. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)
DESPROGRÁMATE LIBÉRATE DE TUS CREENCIAS LIMITANTES
ÍNDICE
EL RETO QUE SUPONE ESTE LIBRO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 ADVERTENCIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 CAPÍTULO 1: LA NATURALEZA DE NUESTRAS CREENCIAS . . . . . 13 Creencias, pensamientos, emociones y reacciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Las creencias como envases etiquetados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 CAPÍTULO 2: CREENCIAS SOBRE LAS CREENCIAS . . . . . . . . . . . . . 17 CAPÍTULO 3: LAS FASES EVOLUTIVAS RESPECTO A LAS CREENCIAS 27 Fase primera: El niño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 Fase segunda: El aspirante a sabio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 Fase tercera: El aspirante a vidente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 Fase cuarta: El aspirante a místico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 Fase quinta: El aspirante a mago . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 Fase sexta: El aspirante a dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 CAPÍTULO 4: CÓMO DESMONTAR CREENCIAS FALSAS . . . . . . . . 49 Métodos disponibles para desmontar nuestras creencias falsas . . . . . . . . 49 Mi sugerencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
CAPÍTULO 5: FALSAS CREENCIAS COMUNES . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 CAPÍTULO 6: CREENCIAS FALSAS SOBRE LAS RELACIONES . . . . 61 CAPÍTULO 7: CREENCIAS FALSAS SOBRE LA FELICIDAD . . . . . . . 71 CAPÍTULO 8: CREENCIAS FALSAS SOBRE LA VIDA . . . . . . . . . . . . 77 CAPÍTULO 9: CREENCIAS SOBRE EL MUNDO . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 CAPÍTULO 10: CREENCIAS FALSAS SOBRE MÍ . . . . . . . . . . . . . . . . 91 DESPEDIDA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
A nuestros ancestros, por todos sus errores y todos sus aciertos. Pues unos y otros nos permiten hoy andar el camino con facilidad.
EL RETO QUE SUPONE ESTE LIBRO Las ideas se tienen; en las creencias se está. José Ortega y Gasset Nuestras culturas nos han enseñado que nuestras creencias son extremadamente valiosas, y que debemos estar dispuestos incluso a ofrecer nuestra vida por defenderlas. En ese sentido, las creencias serían un patrimonio a defender, como nuestro territorio. Esta comparación no es en balde, porque como dice el propio Ortega, las creencias son «la base de nuestra vida, el terreno sobre el que acontece» y en ellas «vivimos, nos movemos y somos». Si las creencias son el suelo que pisamos, parece lógico que cuestionarlas sea algo tan desestabilizador como sentir temblar la tierra bajo nuestros pies. De hecho, esa sensación de no tener dónde asirse es la razón por la que en este ámbito de creencias usemos expresiones como «dar un salto al vacío» o «dar el salto de la fe» (el leap of faith de los anglosajones). Al centrarse este libro en cuestionar un material tan sensible, sobre el que basamos nuestra identidad y seguridad, al escribirlo siento que estoy jugando a «Operación®», ese juego infantil en el que se extraen a pulso unos huesos a un muñeco, y en el que un mínimo temblor irrita al paciente. Sé que perderé lectores por el camino, pero por favor, que cada uno se sienta libre de decidir dónde se planta. Porque al igual que uno no debe abandonar su casa si cree que en el exterior hay una serpiente, tampoco debe uno abandonar su creencia si eso le genera miedo. 9
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Lo único que se nos pide es abrirnos a la posibilidad de que las cosas sean distintas a como nos las han contado. Porque los místicos que afirman haber despertado nos explican que si miramos la realidad sin pre-juicios (sin creencias), nos daremos cuenta de que la serpiente que creíamos ver fuera de nuestra casa solo es un pedazo de cuerda inerte.1 Sin embargo, esos místicos no nos piden que les creamos a ciegas, sino que salgamos al exterior de nuestro refugio y comprobemos por nosotros mismos qué es aquella serpiente que creemos ver. Entonces, ¿qué necesitamos para poder comprobar si una serpiente es o no una cuerda? En primer lugar, apertura mental. La máxima que podamos reunir para evitar proyectar nuestra visión antigua sobre lo que vemos ahora. En segundo lugar, valor, pues estamos abandonando nuestro refugio y creemos estar exponiéndonos a una mordedura. Y por último discernimiento, pues debemos distinguir por nosotros mismos una falsa apariencia de la realidad. Lo cierto es que adoptar la actitud de atrevernos a cuestionar nuestras creencias para ver sin prejuicios es acceder a la autopista de la liberación. Y de paso, nos ahorraremos disgustos a nosotros mismos y trabajo a la vida, porque ya sabemos que ésta se encarga de disgustarnos confrontándonos con nuestras creencias falsas. (Ya intuimos todos que no es casualidad que a un padre homófobo le nazca un hijo gay, ni que inconscientemente nos sintamos atraídos por nuestro opuesto, ni que tengamos la sensación de que Murphy nos la esté jugando siempre, presentándonos lo que menos nos gusta.) Mucho ánimo y valor para el camino que has decidido emprender. Ojalá descubras que ahí fuera nunca hubo serpientes. Y de esa manera empezarás a ver la casa de creencias en la que refugiabas como una prisión absurda que dejar felizmente atrás.
1 Sustitúyase la casa por una caverna y la serpiente por sombras, y estaremos ante el mito de Platón. Lo cual nos hace pensar que Platón era un místico que había despertado a nuestra verdadera naturaleza.
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ADVERTENCIA Este libro es una aproximación personal al universo de las creencias, por lo que necesariamente resultará incompleto y cuestionable. No pretendo tener razón ni convencer de nada. Solo he querido compartir mi visión sobre el papel de las creencias en nuestras vidas, y tratar de cuestionar algunas que considero generalizadas y falsas. A mí me ha resultado muy provechoso identificarlas y creo que este libro puede allanar el camino a quien desee hacer lo mismo. Espero que me sea disculpado el tono ligeramente irónico que uso en los últimos capítulos al desmontar creencias falsas. Solo pretendo servirme en el humor para desapegarnos de la carga emocional y elevar nuestra perspectiva. Pues como dice ese dicho sufí: «Cuando el corazón llora por lo que ha perdido, el alma ríe por lo que ha encontrado.»
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CAPÍTULO 1 LA NATURALEZA DE NUESTRAS CREENCIAS
CREENCIAS, PENSAMIENTOS, EMOCIONES Y REACCIONES Partamos de un ejemplo verídico para entender la relación entre creencias, pensamientos, emociones y reacciones. Según me cuentan mis padres, yo de pequeño me comía las hormigas. Enseguida debieron de transmitirme que comer hormigas era malo (diciéndome «eso es caca»), y yo les creí. Y por ello, si hoy en día sintiera que una hormiga se acercase a mi boca, sentiría asco y la echaría. Veamos el proceso que se ha producido en mí: Influencia externa(1) →Creencia(2) →Pensamiento(3) →Emoción(4) →Reacción(5) Cuando creí el mensaje de mis padres «las hormigas son caca»(1), incorporé la creencia «comer hormigas es malo para mí»(2). Y si una hormiga se acercase a mi boca, esa creencia infantil en medio segundo me generaría: el pensamiento «Peligro»(3), la emoción «Asco»(4) y la reacción «Manotazo»(5). Al analizar este proceso, podremos ver que en el origen de una reacción, una emoción y un pensamiento, está una creencia. 13
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La prueba de que el origen es siempre una creencia es que la creencia contraria me habría generado pensamientos, emociones y reacciones diametralmente contrarios a los que experimenté. Por ejemplo, con la creencia que tienen los aborígenes australianos «las hormigas son un manjar», mi pensamiento hubiese sido «Qué suerte», mi emoción «Alegría» y mi reacción «Comerla». Lo que se deduce de aquí es que todos nuestros pensamientos, emociones y reacciones surgen de nuestras creencias. Y si las creencias determinan nuestros pensamientos, emociones y reacciones, podemos afirmar entonces que las creencias son los programas que controlan nuestras vidas. Pero estar programados no quiere decir que estemos presos. Por ejemplo, lo normal es que una persona homosexual haya recibido la creencia mayoritaria de que debería sentirse atraído hacia el sexo opuesto, pero poco a poco irá cuestionando esa creencia y acabará liberándose de ese condicionamiento. [NOTA: Aprovechemos los párrafos anteriores a este para ver cómo funcionan nuestros miedos y resistencias: cuando escuchamos una creencia nueva que parece poner en peligro nuestra libertad, como «Las creencias controlan nuestras vidas», se produce un momento de vacío en el que pensamos que perdemos algo si nos despojamos de la creencia vieja (en este caso nuestra creencia vieja sería: «Soy libre y nada me controla»). Pero como nos han tranquilizado y ofrecido una solución como «Podemos liberarnos», nos permitimos soltar la creencia vieja y aceptar la nueva. Ese momento de «vacío» se da siempre que desmontamos una creencia. Sería comparable a soltar un arnés viejo para engancharnos a uno nuevo más amplio y cómodo. Con creencias superficiales no es difícil tender puentes hacia la nueva creencia, pero cuanto más profunda es la creencia, mayor es la sensación de vértigo al soltarla.]
LAS CREENCIAS COMO ENVASES ETIQUETADOS Con el ejemplo de las hormigas, hemos podido comprobar que una creencia es una interpretación o juicio de algo que acontece en nuestra vida, que nos permite decidir si es bueno o malo. 14
CAPÍTULO 1: LA NATURALEZA DE NUESTRAS CREENCIAS
Cuando generamos una creencia sobre algo o alguien es como si mentalmente le colocásemos un envase etiquetado. Hacemos esto porque resulta muy práctico, pues cuando nos volvamos a encontrar con ello, el envase etiquetado nos permitirá decidir fácilmente si es algo que nos conviene en ese momento. Volviendo a nuestro ejemplo, mis envases etiquetados ante una hormiga (envase: «rojo», etiqueta: «asqueroso») y una gamba («transparente, delicioso»), me llevan a ingerir un animal y no otro, cuando en otro continente puede que hagan lo contrario. Como cualquier envase etiquetado, las creencias nos proporcionan una sensación de seguridad porque nos permiten saber más de lo que tenemos ante nosotros. Pero en realidad, funcionar con envases etiquetados acaba siendo muy limitante, por varias razones: --
Los envases etiquetados impiden que veamos las cosas como son. Pongamos un ejemplo: cuando en 2007 el virtuoso del violín Joshua Bell tocó un Stradivarius en el metro de Washington DC, en 43 minutos casi nadie se detuvo a escucharle y solo una persona le reconoció. Solo recaudó 32 dólares, cuando tres días antes las 2.600 personas que abarrotaron el Boston Symphony Hall pagaron casi 100 dólares de media por escucharle. El envase etiquetado «gris, artista callejero» les impidió ver al virtuoso.
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Los envases etiquetados están incompletos. A la hora de poner un envase y una etiqueta, solemos simplificar mucho, por lo que dejamos de ver muchos detalles. Por ejemplo, el envase etiquetado «mi madre» me hace no ver otras muchas facetas como «mujer», «esposa», «hija», «hermana», «tía», «abuela», «trabajadora», «atractiva», etc.
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Los envases etiquetados pueden estar equivocados. Como ejemplo, digamos que el envase etiquetado de la leche de vaca hace 20 años era «transparente; saludable», y hoy en día su etiqueta es más bien «rojo; perjudicial». Fiarnos de los envases etiquetados nos hace manipulables. Y a la vez, saber que existen envases etiquetados totalmente discordantes nos genera mucha incertidumbre.
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Los envases etiquetados son fijos y se quedan obsoletos. Dado que la realidad cambia constantemente, es probable que los 15
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envases etiquetados no estén siendo siempre fieles a su contenido. Son más bien una instantánea simplificada de cómo era algo en el pasado. Por ejemplo, todos sabemos que pasado un año de su fecha de caducidad, el envase etiquetado que dice «leche» será falso, pues el contenido se habrá convertido en yogur agrio. Y lo cierto es que la inmovilidad del envase etiquetado también dificulta el cambio de su propio contenido. Pensemos en un asesino que intenta reformarse. Si todos le vemos con el envase etiquetado de su pasado («rojo; peligroso»), estamos dificultando que cambie porque nuestras reacciones anticuadas refuerzan en él la imagen de su viejo yo.2 Lo que no lleva envase etiquetado nos da miedo. Estamos acostumbrados a que todo tenga un envase etiquetado, por lo que solemos desconfiar de lo nuevo por no tenerlo aún. Precisamente la actitud de desconfianza ante lo nuevo es en la que se apoya la publicidad. El anunciante coloca a un producto un envase con el logo de la marca, y mediante los anuncios asocian alguna etiqueta positiva a esa marca. El ciudadano cree que la publicidad no le afecta porque no recuerda el eslogan asociado a cada marca. Pero el anunciante se conforma con que sepamos que existe su marca, porque cuando tenemos que optar, solemos elegir el producto con el envase etiquetado que nos resulta conocido, porque nos da más seguridad.
Dejémoslo aquí. Más adelante profundizaremos en otros inconvenientes más sutiles derivados de funcionar con envases etiquetados.
2 En psicología, el efecto real que nuestras expectativas producen en otros se conoce como Efecto Pigmalión.
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CAPÍTULO 2 CREENCIAS SOBRE LAS CREENCIAS Antes de empezar a cuestionar creencias, conviene que examinemos las creencias que tenemos sobre nuestras creencias, porque probablemente descubramos que las tenemos sobrevaloradas.
CREENCIA Nº 1 «MIS CREENCIAS SE AJUSTAN A LA REALIDAD» Dado que construimos nuestras creencias en base a nuestras percepciones, es importante determinar si nuestras percepciones son objetivas. Y lo cierto es que no lo son. El escritor Henry Major Tomlison dijo: «No vemos las cosas como son, sino como somos.» Y tenía razón, porque todos sabemos que al ver por ejemplo un árbol, no ve lo mismo un poeta que un empresario maderero, un biólogo o un leñador. Este fenómeno que conocemos coloquialmente como «deformación profesional» en realidad es consecuencia del empaquetado etiquetado que nos hemos puesto a nosotros mismos (poeta, empresario maderero, biólogo…), que filtra y limita nuestra percepción de la realidad. Pero no solo somos subjetivos en nuestras percepciones: ¿no hemos notado que nos cruzamos con muchos coches de nuestra misma marca cuando acabamos de comprarnos uno? ¿No aparecen muchos más pisos 17
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en alquiler cuando pensamos en mudarnos? ¿No hemos oído decir a las embarazadas que desde que lo están, ven muchas más embarazadas? Constatamos entonces que nuestra mente es muy selectiva y que dirige nuestra atención hacia la parte de la realidad que nos resulta relevante en cada momento vital3. Parece entonces que la relación creencias-percepción puede estar sujeta al siguiente «círculo vicioso de distorsión»: Nuestras creencias filtran nuestra percepción de la realidad, dando prioridad a lo que más nos interesa. Y dado que elaboramos nuestras creencias en base a nuestras percepciones, tendemos a construir creencias sesgadas, que a su vez seguirán alimentando nuestro sesgo de percepción4.
Afortunadamente, somos seres sociales y aunque nuestras creencias nos presenten la realidad «envuelta-etiquetada» con unos rasgos particulares, el contacto con otros nos hace romper el círculo vicioso y readaptar nuestras creencias a las del grupo, como veremos a continuación. Entender el círculo vicioso «creencias-percepción-creencias» explica por qué nos resulta tan fácil limitarnos a nuestro punto de vista («no ver más allá de nuestros ojos»5) y perder contacto con la realidad. El ejemplo más conocido y sorprendente de cómo las creencias afectan a la percepción es la distorsión de la imagen corporal de numerosos pacientes de anorexia, que se perciben realmente como obesos aún en extrema delgadez. 3 Quien quiera sorprenderse puede teclear en su buscador «Experimento de atención» y ver un vídeo el que unos estudiantes se pasan un balón de unos a otros. 4 Puede que este círculo vicioso explique un sesgo en la percepción conocido en psicología como efecto del falso consenso, que nos hace creer que nuestras creencias están más generalizadas de lo que realmente están. 5 A menudo reprochamos a alguien no ver más allá de sus ojos. El hecho de que exista esa expresión demuestra que consideramos que la percepción individual es subjetiva, limitada y poco deseable.
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CAPÍTULO 2: CREENCIAS SOBRE LAS CREENCIAS
Podemos concluir entonces afirmando que nuestras creencias no siempre se adaptan a la realidad.
CREENCIA Nº 2 «NO ME DEJO INFLUIR POR LAS CREENCIAS DE LOS DEMÁS» A pesar de que nos gusta pensar que creamos nuestra propia opinión de forma independiente, los estudios de psicología social nos demuestran que tendemos a cambiar nuestras creencias para acercarnos a las consensuadas por el grupo. Y nos cuesta aún más reconocer la influencia externa cuando proviene de la publicidad. De hecho, los publicitarios llaman Efecto Tercera Persona al fenómeno por el que los encuestados creen que la publicidad afecta a los demás, pero no a ellos. Al margen de las investigaciones, la demostración de que todos sabemos cuánto nos influimos unos a otros, es que hay personas que prefieren no expresarnos su opinión sobre algo o alguien para no condicionar nuestra opinión ni nuestra experiencia. Nuestra tendencia a dar por ciertas las creencias generalizadas es muy comprensible, puesto que mantener creencias opuestas a las de la mayoría nos aleja de la seguridad del grupo y nos genera un desgaste energético por la presión que el grupo ejerce para mantener su cohesión. Esta presión es tal que en ocasiones, una creencia contraria al grupo nos condena al ostracismo o al escarnio. Así que tenemos que admitir que las creencias ajenas nos influyen.
CREENCIA Nº 3 «MI MENTE COMPRUEBA SI MIS CREENCIAS SE AJUSTAN O NO A LA REALIDAD» En realidad sucede al revés, porque nuestra mente tiende a encontrar pruebas de las creencias que ya alberga. Podemos hacer un breve experimento para comprobarlo: si pensamos «Mi padre no me quiere», la mente encuentra momentos en los que sentimos que nuestro padre no nos quería. Pero si pensamos «Mi padre 19
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me quiere», nuestra mente recupera los momentos pasados en los que sentimos claramente que nuestro padre nos quería.6 Podemos ver que nuestra mente funciona como un programa explorador de archivos, ya que al introducir cualquier creencia, recupera los archivos que contienen esa información. Es cierto que habrá situaciones en las que nuestra creencia es tan alejada de la realidad, que nuestra mente nos diga que no concuerdan, y reformule nuestra creencia. Pero no hará esto sin antes haber tratado de confirmar nuestra creencia inicial. Así que en vez de afirmar con suficiencia aquello de «Solo creo que lo veo», puede que sea más sabio admitir que «Veo aquello que creo». A pesar de que nos cueste admitir que vemos lo que creemos, hay momentos en que somos conscientes de que nuestras expectativas nublan nuestra percepción. Por ejemplo, todos hemos experimentado que cuando esperamos a alguien en la calle, tendemos a confundir a las personas que transitan con la persona que queremos ver llegar.
CREENCIA Nº 4 «NO ESTOY APEGADO A MIS CREENCIAS» Lo cierto es que la historia de la humanidad es una confirmación de lo mucho que nos cuesta abandonar las creencias falsas, especialmente si son creencias egocéntricas. Recordemos que durante siglos creímos que la Tierra era el centro del universo, que luego pasó a serlo el Sol, después la Vía Láctea… y hoy por fin hemos tenido que asumir que vivimos en las afueras de una galaxia periférica7. El problema es que aún no hemos abandonado nuestra actitud arrogante, porque seguimos convencidos de que somos el único planeta con vida inteligente, ignorando que los astrónomos nos digan que estadísticamente es casi imposible que seamos los únicos (hay unos doscientos mil millones de galaxias y cada una tiene unas cien mil millones de estrellas como nuestro sol, con varios planetas orbitando a su alrededor). 6 En psicología, la tendencia que tenemos a confirmar las hipótesis de las que partimos se conoce como «memoria selectiva», «memoria confirmatoria» o « memoria de acceso sesgado». 7 Al menos casi todos, porque existe una asociación que defiende que la Tierra es plana (Flat Earth Society). Lo menciono por si alguien duda que nos cueste dejar atrás creencias erróneas…
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CAPÍTULO 2: CREENCIAS SOBRE LAS CREENCIAS
Es cierto que ya no quemamos en la hoguera a quien tiene creencias contrarias a las mayoritarias, pero seguimos desacreditándolos con sorprendente superioridad.8 Y es que nuestra resistencia a abandonar nuestras creencias es tan fuerte, que se da incluso cuando se nos demuestra claramente que son falsas. En psicología social han bautizado a este fenómeno como «Persistencia de las creencias desacreditadas». El colmo de las paradojas es que en ocasiones llegamos a resistirnos a cambiar creencias que van en contra de nosotros mismos. En la historia abundan los casos de oprimidos defendiendo las creencias de sus opresores (mujeres que se opusieron a la igualdad de derechos, afroamericanos que lucharon voluntariamente en la guerra civil en el bando pro-esclavitud o ciudadanos de la India que luchaban con los británicos contra sus compatriotas que querían la independencia). ¿Por qué somos tan incoherentes como para mantener nuestras creencias incluso cuando se nos demuestra que son falsas y que nos perjudican? Probablemente porque la mayoría de nosotros creemos que admitir que nuestra creencia falsa nos supone pagar elevadas tasas. Para entender mejor las cuatro tasas que tenemos que pagar, pongamos el mismo ejemplo que ya hemos usado: supongamos que empiezo a sospechar que soy homosexual. --
Tasa nº 1: Aceptar que no supimos juzgar bien.
Admitir que estábamos equivocados distorsiona nuestra imagen (y nuestra autoimagen) respecto a nuestras capacidades. Y a su vez, abre la puerta a la incertidumbre, ya que nos hace plantearnos si no estaremos juzgando de forma igual de errónea otros aspectos de nuestra vida. En nuestro ejemplo, nos puede costar aceptar no haber podido ver que no nos atraía el sexo contrario, sino el propio. Sobre todo cuando muchas personas de nuestro círculo nos confiesan que lo sospechaban desde hacía tiempo.
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Tasa nº 2: Aceptar todos los errores que conllevó ese juicio falso. Esto puede suponer que sintamos remordimientos por haber
8 Si quieres sorprenderte de las declaraciones más erróneas en boca de eminentes científicos, teclea en tu buscador «30 predicciones erróneas». Mi favorita es la del presidente de la prestigiosa agrupación científica británica Royal Society, quien en 1883 dijo: «Se demostrará que los rayos X son un fraude.»
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hecho muchas cosas mal o por haber empleado mucho tiempo y recursos en algo equivocado.
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En nuestro ejemplo, tendríamos que aceptar la frustración que nos hemos generado con nuestras relaciones heterosexuales, así como cualquier actitud negativa que hayamos exhibido hacia los homosexuales. Tasa nº 3: Tener que cambiar nuestra forma de pensar y de proceder.
Normalmente tratamos de evitar cambiarlas porque nos supone un gran esfuerzo. En el ejemplo de la homosexualidad, supone un cambio de hábitos, de amistades y de estilo de vida, además de la carga de comunicarlo a nuestro entorno. --
Tasa nº 4: Desconocer los riesgos de la nueva forma de actuar.
A menudo pensamos que «más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer».
En efecto, para un homosexual reciente, además del posible rechazo de su condición en su sociedad, también le genera incertidumbre adentrarse en un grupo con códigos distintos. Tratar de evitar estas cuatro tasas parece una reacción natural. Aunque debemos admitir que las tasas responden a cuatro reacciones nada envidiables: orgullo (no querer admitir que fallamos), culpa (no querer admitir nuestra responsabilidad), pereza (no querer cambiar hábitos) y miedo (no querer asumir riesgos). Según lo expuesto parecería que reconocer un error es un ataque a nuestro orgullo, una invitación a la culpabilidad, un desgaste energético y una rendija para que se cuele el miedo. Pero si nos paramos a pensar, las cuatro tasas que pagamos por reconocer nuestro error son menores de las que supone no hacerlo: Respecto al orgullo: ¿no es más lesivo para nuestro orgullo insistir en mantenernos en el error, cuando cada vez nos generará más frustración? Respecto a la culpa: seguir negando el error y no enmendar nuestras decisiones pasadas, ¿no nos generará cada vez más culpa en el futuro? 22
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Respecto a la pereza: ¿no supone en realidad más esfuerzo mantener en pie una falsedad que dejar que caiga? Y respecto al miedo: si sabemos que con la creencia antigua la infelicidad está asegurada, deberíamos dar una oportunidad a la nueva. Porque si todos pensásemos que vale más lo malo conocido, jamás progresaríamos. Si nos paramos a pensarlo reconoceremos que cambiarnos al bando de la creencia nueva sale a cuenta. Pero no es algo que estemos acostumbrados a hacer, porque el ejemplo que se nos da desde los medios de comunicación es el contrario: nunca vemos a un político dejándose convencer por otro, ni a tertulianos llegar a consensos, ni a personajes de ficción evolucionar sin mayores dificultades9. Tras conocer nuestra tendencia colectiva a apegarnos a las viejas creencias, podemos mirarnos a nuestro espejo individual y preguntarnos si no poseemos esa tendencia en algún grado.
CREENCIA Nº 5 «SI UNA CREENCIA ES CIERTA, SU CONTRARIO NO LO ES» Sin querer caer en el relativismo, podemos aceptar que dos creencias opuestas puedan ser ciertas, si aceptamos que existen distintas interpretaciones y niveles de comprensión. Pongamos como ejemplo de la doble interpretación la creencia «Debemos perdonar a quien nos lastima». Si interpretamos que la palabra «perdonar» significa «permitir que nos siga haciendo daño», la creencia parece errónea. Pero si somos más maduros e interpretamos que «perdonar» significa «no cargar con el pasado en nuestro interior», la creencia parece cierta. Y como ejemplo de distintos niveles de comprensión usemos la creencia «sentir culpa es bueno». Es una creencia muy conveniente para un psicópata, porque precisamente su problema es que no siente culpa por sus acciones. Sin embargo, para la mayoría de las personas que se sienten responsables de lo que hacen, la culpa no les genera más que frustración y malestar, por lo que «sentir culpa es bueno» no sería una creencia deseable.
9 Hoy por hoy las discusiones generan más audiencia, por lo que los medios no cambiarán hasta que los espectadores no prefiramos los consensos a las discusiones. La pelota está en nuestro campo.
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Si aceptamos entonces que a veces existen distintas interpretaciones y niveles de comprensión, podremos funcionar con dos creencias opuestas, que usaremos en función de la perspectiva de nuestro interlocutor. Como símil, podríamos usar el sentido de la rotación de una noria. Desde un lateral gira en el sentido de las agujas del reloj, pero desde el lateral opuesto gira en el sentido contrario. Al haber identificado aquí algunas creencias falsas sobre las creencias, es más fácil flexibilizar nuestra actitud posesiva hacia ellas, ya que entendemos que nuestras creencias: ----
Se basan en nuestra perspectiva particular. Tienen sesgos mentales y de percepción. Tienden a aferrársenos.
Interiorizar que nuestras creencias solo son esquemas, o envases etiquetados, nos permite cambiarlos sin sentir que nuestra identidad esté en peligro. En mi caso, siempre me ha intrigado la posibilidad de estar viendo las cosas de forma equivocada, por lo que disfruto «probándome» envases diferentes para intentar no perderme ninguna perspectiva. Pero no es la forma habitual de proceder. A menudo encontramos a alguien quejándose por un problema al que sus creencias actuales no dan solución, pero cuando le ofrecemos un marco más amplio de creencias en el que su problema deja de serlo, se niega a aceptarlo porque le resulta extraño. Es como si nos encontrásemos a alguien que lleva ropa mojada, y cuando le ofrecemos una prenda ligera e impermeable, la rechaza por ser «demasiado extraña». Probablemente la razón de que califiquemos lo nuevo de extraño, es que sentimos que lo viejo ya es algo propio. Es decir, nos hemos identificado tanto con nuestro viejo y pesado traje, que lo consideramos que es parte de nosotros, y olvidamos que es algo de quita y pon. Por eso cuando nos mojamos, pensamos que el problema está en la lluvia. No vemos que el problema está en que nuestro traje viejo se cala, porque nos hemos olvidado completamente de que lo podemos cambiar. Es decir, la costumbre nos ha hecho creer que nuestras creencias forman parte de nosotros. Y nos hemos identificado tanto con ellas que no nos damos cuenta de que nuestras creencias son las que nos están privando de la felicidad, y no las circunstancias exteriores.
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CAPÍTULO 2: CREENCIAS SOBRE LAS CREENCIAS
Esta última afirmación puede parecer simplista y extrema, pero a medida que avancemos en el libro veremos que va teniendo cada vez más sentido10. Para empezar a entender que lo que nos está privando de la felicidad es una creencia, recomiendo usar el método El Trabajo de Byron Katie. En una de las fases nos preguntamos «¿Cómo me siento cuando creo eso?» y «¿Cómo me sentiría si no creyese eso?». Y al sentir la diferencia de «probarse» cada una de esas creencias nos damos cuenta de que es únicamente nuestra creencia la que está causando nuestra infelicidad.
10 La tendencia a atribuir nuestra infelicidad a lo externo se da también respecto a la felicidad. En un documental de Michael Palin, pregunta a una familia mauritana por qué son tan felices, y le responden orgullosos que porque tienen una casa bonita. Lo llamativo es que la casa era una chabola de plásticos. Creo que nosotros interpretaríamos justo lo contrario: que esa casa es la causa de nuestra infelicidad.
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