El libro que tu alma quiere que leas

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ÍNDICE Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Introducción de Cindy. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Capítulo 1. Los primeros años . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Capítulo 2. El océano de luz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 Capítulo 3. Tres dones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 Capítulo 4. Diez años para integrarlo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 Capítulo 5. El regreso de la Familia de Almas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 Capítulo 6. Mi apostolado silencioso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 Capítulo 7. El misterio llamado Margaret. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Capítulo 8. Elogio vivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Capítulo 9. El rumbo a la sanación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119 Capítulo 10. El milagro navideño. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 Capítulo 11. Remisión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 Capítulo 12. Llegó el momento de comunicar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149 Apéndice A (Libros) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167 Apéndice B (Webs). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 Apéndice C (Blogs y Redes Sociales). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173



CAPÍTULO 4: DIEZ AÑOS PARA INTEGRARLO El Ser no nace, ni muere, ni deja de ser; no tiene origen; es eterno, inmutable, el primero de todos, y no muere cuando matan al cuerpo. Bhagavad Gita Dado que creo que la añoranza de volver es una consecuencia natural en una experiencia cercana a la muerte, no voy a hacer de ella el punto central de este libro. Sin embargo, creo que tengo que reconocer que la añoranza si está presente. Reconocerla es saludable y me permite avanzar. Nada más volver me perseguían algunas preguntas: “¿por qué tuve que volver?”, ”¿por qué tuve que ir a la Luz?”. Todas estas preguntas están relacionadas, y la mayoría se pueden resumir como: “¿Por qué yo?”. No creo tener las respuestas. El camino de vida de cada uno es diferente, y quién soy yo para decir que alguien no debería atravesar, digamos una fase obsesiva después de regresar de una transformación espiritual. Pero centrarse en un aspecto de la vida o de la muerte no es una forma equilibrada de vivir la vida. La obsesión puede ser algo de lo que cuesta desprenderse, porque se nutre de su propia energía autoperpetuadora que puede convertirse en el nuevo Dios a seguir. Nuestras mentes son muy eficientes a la hora de hacer que las cosas parezcan mayores de lo que son, llevándonos a la obsesión. Por ejemplo, si yo estuviese tan atrapado en mi añoranza de volver a la Luz como para dedicar toda mi vida a encontrar formas de volver a estar en ella, me perdería muchas oportunidades de vivir esta vida y de ser quien soy. Estaría intentando convertirme en algo que no estoy destinado a ser en esta vida, o podría mostrarme como incapaz de conseguir esta meta. Echaría a perder esta vida sin cumplir mi propósito. He aceptado mi regreso a la vida y estoy feliz de vivir mi día sabiendo que cuando llegue mi hora de volver a la luz será una reunión dichosa. Una vez que mi sensación de estar a medias en la Luz remitió, supe que tenía que encontrar una forma de seguir viviendo esta vida. El curso que decidí tomar fue trabajar sobre mí mismo. ¿Era esa la opción más fácil? Puede que sí o puede que no. Sin embargo, haber experimentado el amor y la ausencia de juicio en mi experiencia cercana a la muerte hizo que quisiera buscar sistemas de creencias similares. Cuando estaba en la naturaleza, sentía un amor que me parecía incondicional, más libre del que 53


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me encontraba en mis relaciones personales o públicas, así que empecé a buscar sistemas de creencias que honrasen a la naturaleza. No pasó mucho tiempo antes de que volviese a completar el círculo en Arizona, reencontrándome con las enseñanzas de mis abuelas de cuando solo era un adolescente. Fueron mis primeros intentos de ir a mi interior a encontrar alivio y revelaciones. Las abuelas me hablaron a menudo del silencio sagrado. Me enseñaron a encontrar el silencio en mi interior, y la mejor forma de hacerlo era por mí mismo. Así que un día cuando tenía 14 años y estaba solo, escalé una de las colinas cercanas a mi casa. Cuando alcancé la cumbre encontré una plataforma plana que estaba tranquila y donde no sentía las molestias de nuestra pequeña comunidad. Era un lugar donde podía observar todo el valle y no ser observado si me retiraba un poco del borde. Inmediatamente sentí una conexión con mi nuevo escondite tan cercano y tan remoto: era un lugar perfecto para pasar tiempo buscando mi silencio sagrado. Al principio estaba nervioso porque tenía que hacer esto por mí mismo y mi imaginación creaba imágenes irreales. Mi mente adolescente soñaba con todo tipo de lugares de fantasía mágicos. Sentía como si mi mente se hubiese convertido en mi enemigo. Los pensamientos y las dudas interrumpían mis primeras tentativas, y empecé a pensar que el silencio sagrado era una vieja fabula india. Sin embargo, seguía disfrutando de mi tiempo de soledad en la plataforma. Era mejor que escuchar discutir a mi padrastro y a mi madre. Era capaz de relajarme y de pensar más claramente que en ningún otro espacio o tiempo. Aunque solo ocurriese aquello, seguía siendo un uso positivo de mi tiempo. A veces pensaba que mi única actividad debía ser percibir la sensación cálida y apacible del sol sobre mi piel. Creé mis propias ceremonias para aquietar mi mente, como tocar el tambor o escuchar hablar al viento. Entonces, una tarde seca y calurosa, presencié como un fuerte viento causaba una tormenta de arena al otro lado de valle. Observaba el lugar absorto, viendo cómo la arena se elevaba por los aires formando nubes cada vez más grandes. El cielo y el aire pronto tomaron un color amarillo y la tormenta de arena alcanzó la mitad del valle acercándose a mí. El sol casi estaba cubierto y pude oler el cambio en el aire, que al mezclarse con la arena se convertía en viento terroso y denso. Al contemplar la tormenta mi cuerpo se volvió insensible. Sentí que caía volando, a un paisaje desconocido que había más abajo. Aterricé suavemente en lo alto de una colina e inesperadamente, detrás de mí a mi izquierda me encontré a un anciano egipcio. Empezó a hablarme de forma cálida, diciéndome 54


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que ese era nuestro lugar sagrado. Al principio me asusté por el increíble poder que sentí en el anciano. Me dijo que el miedo era mío, y que yo lo había traído conmigo. El poder también era mío, y que para utilizarlo únicamente tenía que retornar a ese lugar, en mi interior. Nos sentamos juntos callados mientras me proporcionaba algo de su fuerza. Cuando acabó me encontré de vuelta en mi escondite de la plataforma. La tormenta de arena había pasado. Quité el polvo de mis ojos y de mi cuerpo, extasiado. ¡Lo había encontrado! Después de todo este tiempo el silencio sagrado había llegado a mí. Estaba ansioso por encontrar un momento para volver a mi escondite. Ahora que conocía el camino y que había encontrado a mi guía, podía entrar en el silencio sagrado más fácilmente. Mi guía era pacífico y fuerte, pero usaba pocas palabras. A menudo en vez de hablarme me mostraba imágenes que me proporcionaban información valiosa. Aprendí que no hay nada que temer meditando: no puede hacerte daño porque es comunicarse con la Naturaleza y con lo Divino. Semanas después mi mente estaba repleta de asuntos y necesitaba ir a mi lugar sagrado para poner orden en ellos. No podía aquietar mi mente, así que volví a tocar el tambor y a mirar a un lugar hasta que calmé mi mente lo suficiente como para entrar en el silencio. Al final me di cuenta de que cualquier cosa que sirva para aquietar la mente está bien, que la clave está en la meditación y en escuchar para ser guiado. Utilicé el silencio sagrado para escapar de mi familia siempre que podía. Pero al crecer y tener más responsabilidades, mis meditaciones se hicieron cada vez menos frecuentes. Con el tiempo las necesidades de la vida cotidiana se convirtieron en mi prioridad y poco a poco dejé de meditar. Después de mi ECM recordé lo que había aprendido y experimentado en mi escondite de la colina, y me di cuenta de que era solo el comienzo. La meditación es la piedra básica de muchas religiones y creencias, y a través de ella podemos lograr la consciencia del Espíritu y la Naturaleza. Recordé que la mente no es el enemigo y que solo necesitaba acallarla para abrir un canal de comunicación. A diferencia de lo que había aprendido en mi juventud, mi mente, o lo que yo llamaba “yo”, no estaba a un lado, sino que estaba presente y disponible en la meditación para centrarme en el mensaje del Espíritu. Ahora consigo mantener a mi yo presente cuando trabajo con el Espíritu. En nuestro estilo de vida actual necesitamos que la meditación sea más dinámica y útil. Pero diré más al respecto después.

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Probando, probando Las verdades supremas no son ni las rígidas conclusiones del razonamiento lógico, ni las afirmaciones de los credos. Son los frutos de la experiencia interior del alma. Sri Aurobindo Poco después de volver a la vida empecé a recibir información. En aquella época lo llamaba “descarga” o “certeza espontánea”, porque no conocía otra forma de llamarlo. Siendo un ingeniero, no confiaba en la certeza espontánea: ¿de dónde venía la información? No es algo que hubiera adquirido en mi formación o en el colegio. Así que tenía que poner a prueba la información que recibía. Cuestionar es parte de nuestra condición humana… y puede que sea parte de mi faceta de ingeniero obsesivamente autocontrolada. Una pequeña cantidad de escepticismo mantiene las cosas en un equilibrio saludable. A menudo estas descargas de información llegaban en el momento perfecto. Por ejemplo, estaba sobre un barco trabajando y me encontraba con un fallo mecánico en uno de los sistemas del barco. En ese instante entendía el problema y veía la solución, a pesar de que ocurría de una forma que era totalmente ajena a mi esfera de conocimientos. Una vez dejó de funcionar una bomba que suministraba al sistema de aspersores y mangueras de agua salada. Todos los indicios apuntaban a un fallo mecánico. Sin embargo, fui guiado a abrir una válvula y encontré un pez que había sido absorbido a través de las rejillas y que al asustarse, se hinchó y bloqueó la toma. Estaba encantado de poder salir cuando lo encontré. Cada vez que yo actuaba según esta certeza espontánea recientemente descubierta, me resultaba muy valiosa para superar los obstáculos de forma más rápida que si usase mis habituales técnicas de resolución de problemas. Al principio yo no confiaba en las “certezas” por el increíble espectro y temas de asuntos que incluían. Las certezas incluían desde soluciones de reparación y planificación de tareas a recibir información de personas a mi alrededor. Yo podía tener conversaciones tranquilas con alguien y de repente intuía información íntima de esa persona “¡Oh, Dios mío, no puedo decirle eso!”. Después piensas “¡Anda! Es verdad. ¿Y qué hago yo ahora con todo eso?”. 56


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La única forma de mantener mi cordura y satisfacer a mi mente de ingeniero era poner a prueba esas certezas. Sé que todos tenemos pequeñas voces en nuestras cabezas que enjuician. Pero no era así como se presentaban las certezas. Las certezas eran hechos, sin ningún juicio o crítica adjuntos. Con el tiempo, fui capaz de discernir entre las certezas y el parloteo de mi mente. Desarrollar esta habilidad para discernir fue un proceso lento y a veces emocionalmente doloroso. Mi instinto de ingeniero de poner las cosas a prueba resultó beneficioso. Los juicios y las críticas que creaba mi mente eran falsas, eran ilusiones sobrepuestas a la realidad, autodefensas frente a algún fracaso futuro imaginado. Sin embargo las certezas siempre eran precisas y acertadas. Cuando la gente me preguntaba cómo me había vuelto tan perceptivo, yo descartaba sus comentarios con un “tengo ya mucha experiencia”, ¡cuando de hecho la experiencia era esa certeza! Traté de esconder este nuevo don lo mejor que pude, y conseguí conciliarlo. Seguía sin sentir que pudiera compartir estos dones esotéricos con los demás. Mis propios miedos evitaban que me abriese. Al trabajar con mis certezas y valorarlas, acabé confiando en su veracidad. Sin embargo, las certezas no eran algo continuo. Venían y se iban. No podía pedir una descarga bajo demanda. Aunque nunca dejaron de ser un enigma, las certezas siguieron siendo útiles.

Ponerme al servicio Lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado. Si un hombre habla o actúa con mala intención, el dolor le persigue. Si lo hace con un pensamiento puro, la felicidad lo sigue como una sombra que nunca lo abandona. Buda Al principio no entendí que mi estado físico y mental afectaría a la conexión con mi nueva fuente de información. Mucho después aprendí que cuando estoy en un lugar de paz y centramiento, las certezas son más fácilmente accesibles, pero al principio yo no estaba muy centrado. De hecho, oscilaba entre extremos emocionales. Pero en los días en los que era capaz de encontrar mi centro en reposo, no me resultaba difícil ser guiado. En efecto, pronto me di cuenta de que cuando las cosas se 57


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ponían peor, me invadía una clara sensación de calma y concentración. Como resultado de ello me convertí en alguien especialmente bueno para la resolución de crisis. A pesar de que amaba al mar, algo me apartaba de mi trabajo de ingeniero. Sabía que tenía que ir a algún otro lugar. No sabía por qué, simplemente sabía que había otra cosa que tenía que hacer. De nuevo me vi confrontado con una certeza, solo que esta era más difícil de desvelar. La cuestión de mi propósito también me acechaba. Se desarrolló una necesidad imperiosa de servir a mi prójimo. Como consecuencia de ello, el impulso para dejar el velero de investigación fue tan fuerte que me desestabilizó y me frustró. A mí me encantaba mi trabajo en el Aloha, pero pasar tanto tiempo en el mar hacía que me sintiera demasiado distante para poder servir a la humanidad. Como resultado de esta frustración, a veces mis emociones emergían en forma de ira. Desde entonces he aprendido que esta necesidad de servir es común entre aquellos que han experimentado una experiencia cercana a la muerte. La Asociación Internacional para el Estudio de ECM1, que ha investigado las ECM durante más de 30 años, publica el Journal of Near Death-Studies. Un artículo de esta revista de otoño de 2006 se centraba en los efectos post-ECM, documentando que el 100% de las personas que habían experimentado ECM afirmaban que les había cambiado y muchos de ellos sentían la necesidad de hacer un voluntariado o trabajar en una ONG. Según el mismo estudio, el 65% de las personas que experimentaron una ECM cambiaron de profesión. Mi impulso de prestar servicio unido a cómo me guiaban mis certezas, solo me dejaban una opción: abandonar mi vida en la embarcación de investigación. No pasó mucho tiempo antes de que se presentase una nueva oportunidad de trabajo en la que pude prestar servicio a otros.

Avanzando En la montaña de la verdad nunca subirás en vano: o bien asciendes hoy, o bien ejercitas tu fortaleza para ascender más alto mañana. Friedrich Nietzsche

1  International Association for Near Death Studies

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Abandoné mi vida en el mar por un trabajo en tierra. Rápidamente empezaron a llegar oportunidades para cambiar. Empecé una nueva carrera de ingeniero en el departamento biomédico del Ventura County Medical Center. Después, pasado algo más de un año, mi mujer y yo regresamos a Syracuse, Nueva York, y encontré trabajo en el hospital Saint Joseph. Pasar de ser un ingeniero jefe en una embarcación a ser técnico en un centro de diálisis era un salto bastante grande en un periodo de tiempo muy corto. La mayoría de mis amigos no podían entender cómo había sido capaz de hacer ese cambio. De nuevo intenté minimizarlo diciendo: “la teoría que subyace es la misma, simplemente usan instrumentos más pequeños”. La conciliación se me daba cada vez mejor. Ya no tenía que esconderme: mis conocimientos se habían convertido en algo automático. Mis tres dones y los conocimientos me ayudaron a convertirme en nueve meses en un técnico certificado en nefrología. A la vez estaba ayudando a diseñar un nuevo sistema de purificación de aguas y un sistema híbrido de provisión de bicarbonato. El ser guiado hizo que estuviese en el sitio adecuado en el momento adecuado, y a pesar de que encontré muchas adversidades en mi nuevo lugar de trabajo, avancé. En este estresado y racional ambiente, enseguida me convertí en uno de los jefes de los programas de diálisis. Entonces el Espíritu me mostró que los pacientes necesitaban un entorno con mayor atención. El cuidado que reciben los pacientes en las instituciones clínicas es muy aséptico y desconsiderado. También necesitábamos mejorar los ambientes de trabajo. El hecho de que el personal clínico tuviera una carga de trabajo más llevadera contribuía a una atmósfera de trabajo más feliz. Al principio no tenía ni idea de cómo iba a conseguir llevar esto a cabo. Ni siquiera sabía qué iba a decir cuando entraba en las reuniones de planificación. Simplemente empecé a hablar y me llegó la información. Empecé a lanzar mis ideas sobre cómo los pacientes mejorarían sus tratamientos si el entorno fuese más cómodo. Fui capaz de convencer a los directores y a los vicepresidentes de que el entorno era tan importante para los pacientes como el cuidado médico que recibían. Contribuí a planificar cinco centros de diálisis nuevos y remodelados, con un enfoque innovador sobre el entorno. Después de que los nuevos centros estuviesen construidos y en funcionamiento, obtuvimos resultados positivos de inmediato. Los pacientes respondían bien al nuevo entorno y eso les ayudaba a tolerar sus tratamientos de forma más eficiente. También descubrimos que sus ratios de hospitalización descendieron de forma significativa. Así supe que

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