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Presentación del presidente del Jurado
PRESENTACIÓN
Águilas ha sido siempre una ciudad donde las iniciativas culturales se han desarrollado plenamente. Quizás no ha habido una intencionalidad común, pero sí individualidades muy activas que han permitido la manifestación de sensibilidades ya sea en el ámbito artístico, musical o literario. La llegada de los ingleses a principios del siglo XX supuso también el renacimiento de entidades literarias y teatrales, en una época donde la miseria se expandía y hacía más evidente la desigualdad entre los aguileños. No obstante se produjo una pequeña simbiosis entre las dos comunidades que dio lugar al nacimiento de diversas publicaciones que, con la llegada de la Guerra Civil, desaparecieron. La posguerra añadió más dificultades al desarrollo de la cultura en general y no es hasta los años 70 cuando surgen algunos proyectos que pretenden ni más ni menos que alcanzar algunas cotas de libertad.
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Es sin duda el Premio Águilas de Novela, nacido en 1968, el que refleja de una manera más clara ese anhelo de liberación, junto con un objetivo de potenciación del turismo de una zona que permanecía aislada y olvidada en todos los aspectos. Era el inicio del sueño personal del escritor Ángel María de Lera y que compartía con Salvador Jiménez, Miguel Pérez Calderón, Jesús de la Serna y Martín Vigil. Pretendía, además de poner a Águilas en el mundo, la creación de una Residencia de Escritores, convertirla en un importante foco cultural y el desarrollo urbanístico de la zona de Cuatro Calas. La primera edición logró las 200.000 pesetas para el ganador, por subscripción popular, pasando después a tener una implicación más directa por parte del Ayuntamiento. Su alcalde, Emilio Landaburu, se convirtió en un pilar indispensable para el éxito del Premio, colaborando de manera tenaz y dando la cara ante las autoridades de la época. Desgraciadamente, la edición de 1972 fue la última. Todavía hoy se discute si fue por motivos políticos o económicos. O los dos. El caso es que las obras ganadoras contenían temáticas demasiado avanzadas para los momentos políticos que España vivía. Los ganadores, además, pertenecían en su mayoría a los perdedores de la Guerra Civil, incluida una exiliada vasca que había vuelto de México tan solo cinco años antes de conseguirlo. Fraga, que no dudó en bañarse en Palomares en 1966, parece que tuvo bastante que ver en el fatídico desenlace del Premio Águilas de Novela. Esa semilla plantada por aquellos escritores que pasaban sus vacaciones en Águilas quedó enterrada para siempre, sin posibilidad de crecer ni de evolucionar ni de poder conseguir sus objetivos. Algunos creen que fue mejor así, puesto que el Premio iba vinculado al desarrollo urbanístico de una de las zonas más preciadas de nuestra ciudad, las Cuatro Calas. Sea como
fuere, Águilas quedó sumida en una parálisis cultural en concordancia con otras localidades del entorno y que poco a poco van despertando de ese letargo.
Casi 50 años después, nace el PREMIO ÁGUILAS DE RELATO BREVE, una nueva semilla que pretende sencillamente recuperar de alguna manera aquel evento importantísimo para Águilas y muy poco valorado. Los tiempos han cambiado y la crisis que nos acecha obliga a buscar otros senderos pero con la misma finalidad: poner a Águilas en el punto de mira literario del Estado Español. Se empieza con algo sencillo que otras localidades también tienen, pero nace con la ambición de colocarse en poco tiempo en cabeza. Las personas que forman parte de este proyecto, tanto la Comisión de Cultura como el propio jurado, son conscientes de las dificultades que esto comporta, pero la ilusión es también una de las cualidades de este grupo. La cuantía (1.000 euros) es también un inicio que irá incrementándose paulatinamente de acuerdo con las circunstancias económicas o con posibles patrocinadores.
Águilas posee una situación geográfica inmejorable. Unas gentes que han sobrevivido a adversidades de todo tipo y cuya cohesión se basa principalmente en un asociacionismo destacable. No todo lo que es rentable de manera inmediata convierte a una ciudad en rica. La riqueza se logra precisamente ahondando en la diversidad y no en la ganancia económica. Por eso es tan importante que por fin se concreticen las demandas de varias personas que demandaban desde hacía décadas un premio literario que de alguna manera pudiera resarcirnos de aquello que existió hace casi 50 años. No se trata ni mucho menos de desenterrar el pasado, sino de rescatarlo para aliviarnos de ese peso que Águilas mantenía
sobre sí. Indiscutiblemente, en las mentes de todos subyace el recuerdo y por lo tanto también esa necesidad implícita de llegar a conseguir algo parecido a lo que lograron nuestros antepasados. De momento, la prudencia se impone y echa a andar. El tiempo dirá si ha valido la pena poner en marcha este Premio de Relato Breve.
José Asensio Ramírez, presidente del Jurado.