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LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO TEXTIL EN LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS
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Pablo Pérez Díaz y Pablo Portillo Pérez / Conservadores-Restauradores de Bienes Culturales, especialistas en Patrimonio Textil y encargados de la empresa CYRTA. Jesús Espadas Alemañyz / Conservador-Restaurador de Bienes Culturales
A lo largo de los siglos, las Hermandades se han servido de las obras de arte para transmitir el mensaje evangelizador y doctrinal de la Iglesia. Este hecho ha motivado que las citadas corporaciones hayan venido atesorando un ingente y valioso Patrimonio artístico que engloba desde el escultórico pasando por el pictórico, el textil o el documental, entre otros. El Patrimonio Textil es uno de los más heterogéneos de todos los que poseen las Hermandades, lo que se debe a la diversidad de piezas que lo componen tanto por la variedad de tipologías (bordados, encajes, alfombras, etc.) como por la diversidad de piezas, morfología y dimensiones (insignias, túnicas, mantos procesionales, etc.) Todas y cada una de las piezas poseen una fi nalidad determinada: desde alusiones simbólicas, en el caso de las insignias, hasta el aderezo de las propias imágenes devocionales como es el caso de los encajes, los pañuelos o las sayas y mantos bordados, además de poseer una serie de valores (históricos, artísticos, documentales, etc.) que ponen de manifi esto su necesaria conservación. Por tanto, el Valor Cultural de una pieza textil está justifi cado por todos aquellos valores que le atribuye la sociedad en un periodo determinado y que hacen necesaria su Conservación, Restauración y Puesta en valor. Por otro lado, es preciso recalcar que el Patrimonio Textil es el más frágil de todos los que conforman los tesoros de las Hermandades y, por tanto, es el más susceptible a sufrir daños, hecho por el que se debe tener muy en cuenta el almacenamiento y la conservación preventiva de este tipo de obras de arte Son muchos los frentes que se abren de cara a plantear su correcta conservación ya que son obras de arte de las que debemos ser custodios. Este hecho motiva que se deba velar por la salvaguardia de las mismas, para que se pueda legar al futuro en las mejores condiciones posibles, de ahí que sea fundamental la conservación preventiva. Sin embargo, existen una serie de impedimentos a la hora de afrontar la correcta conservación de los textiles, como pueden ser la falta de espacio, la extrema fragilidad de los materiales constitutivos de estas piezas, o el desconocimiento generalizado existente. Así mismo, hay colecciones que no están debidamente inventariadas y/o catalogadas, lo que conlleva el desconocimiento tanto cualitativo como cuantitativo de la misma. A pesar de que cada colección debe estudiarse de forma independiente para poder realizar un completo plan de conservación, existen una serie de parámetros o normas que se deben tener en cuenta para evitar o frenar su deterioro, atendiendo a su almacenaje y manipulación.
Ilustración. Saya de María Santísima de la Caridad en su Soledad (Hdad. del Baratillo, Sevilla). Sistema expositivo realizado en CYRTA.’
A modo de breve pincelada y de forma generalizada, la mejor forma de almacenaje de las piezas es en plano ya que no genera tensiones de ningún tipo, aunque, como ya se ha comentado anteriormente, por norma general, no hay espacio para ello. En cuanto a soportes para almacenar las piezas, debe evitarse el plástico, ya que puede provocar una concentración de humedad y derivar en ataques de hongos en un ambiente proclive para ello. Por tanto, es aconsejable optar por materiales neutros, libres de ácidos y que no dañen las piezas. Para piezas planas de pequeño formato, como pueden ser los pañuelos, es recomendable optar por soportes planos, debidamente acolchados y protegidos con un tejido de acabado. Los encajes pueden almacenarse en soportes cilíndricos, igualmente preparados. Este mismo tipo de soporte puede usarse para piezas de gran formato como los mantos, adaptando siempre el soporte a las dimensiones de la pieza, tanto en longitud como en diámetro. En cuanto a bienes como túnicas o sayas, es fundamental evitar el uso de perchas de pinzas que marcan el tejido. En el caso de que estén expuestas, la adaptación de maniquíes a las medidas y las formas de las piezas evitará daños como desgarros, marcas o pliegues extraños que pueden crearse cuando se intenta adaptar la pieza a un soporte y no al contrario. El plan de conservación se completa con el control de humedad (menor al 50%), temperatura (15ºC20ºC) y luz (50 lux), que deben ser controlados por personas cualifi cadas en esta materia, los conservadores-restauradores. La fi gura del Conservador-Restaurador responde a un perfi l profesional bastante moderno y que se encuentra en constante actualización, puesto que su principal fi n es velar por la seguridad y el correcto estado de conservación de los bienes que confi guran el Patrimonio Cultural. A pesar de su importancia, su papel es bastante desconocido a día de hoy e incluso confundido con otras profesiones que nada tienen que ver con los bienes culturales. Por ello, es necesario defender nuestra profesión y educar a la sociedad sobre qué parámetros y actividades son de nuestra competencia. Para ello, recurrimos a diversas Cartas y documentos emanados por las Instituciones Internacionales regidoras del Patrimonio, las cuales, a través de diferentes convenciones han ido confi gurando las actuaciones a desarrollar por el conservador-restaurador. En primer lugar, tenemos que destacar que la actividad de nuestra profesión se divide en dos parámetros fundamentales: Preservación y Restauración. Así se especifi ca en el artículo del ICOM emanado en 1986, “El conservador-restaurador: una defi nición de la profesión”. Se desempeña, por tanto, por parte de estos profesionales, un papel fundamental, puesto que sobre ellos recae una responsabilidad inherente al gran valor de las piezas con las que trabaja. Son los únicos profesionales capacitados para proponer y ejecutar tratamientos de intervención, siendo el eje fundamental del trabajo interdisciplinar en todo diagnóstico previo. Este hecho, les hace establecer estrecha relación con profesionales de otras disciplinas que favorecen el desarrollo de este tipo de trabajos. En este caso, al referirnos a bienes destinados al culto y desarrollo de estas actividades, es aconsejable recurrir a la Carta del Patrimonio Cultural de la Semana Santa. El Patrimonio de la Semana Santa es muy amplio, englobando bienes tanto materiales como inmateriales, creados específi camente para este fi n y que, individualmente, constituyen particularidades regionales que suponen la identifi cación y diferenciación de estas actividades en distintos puntos geográfi cos. Por ello, se cree que es fundamental desarrollar e incidir en la formación sobre conservación en el ámbito de las Cofradías. Toda actuación de conservación-restauración debe basarse en unos criterios específi cos establecidos. Éstos pueden encontrarse defi nidos en el Decálogo de la Restauración y en el art. Nº 30 de la Ley 4/2013, de 16 de mayo, de Patrimonio Cultural de Castilla- La Mancha. Los mismos son los siguientes:
1. Conservación Preventiva frente a Conservación Curativa y Restauración. 2. Multidisciplinariedad. 3. Principio de mínima intervención. Ajustarse únicamente a lo demandado por el bien. 4. Actuaciones que no afecten a las propiedades físico-químicas del bien. 5. Criterio de discernibilidad, que toda intervención sea diferenciable del original a simple vista. 6. Criterio de reversibilidad, que toda intervención pueda ser retirada sin producir daños en el original. En contraposición a los criterios y el rigor científi co que rige nuestra profesión, existen otras intervenciones, tradicionalmente llamadas “restauraciones” como son los zurcidos o remiendos, los entolados de encajes o los pasados de bordados a nuevo soporte, cuyos procedimientos distan mucho, tanto en concepto como en ejecución, de todo lo que engloba este término en la actualidad.
Ilustración. Manto de Ntra. Sra. del Mayor Dolor, Albacete. Cambio de soporte de terciopelo rojo a azul celeste y modifi cación del diseño original.’
En el caso de los pasados de bordados a nuevo soporte, trabajos registrados ya en el s. XVII y que aún a día de hoy, desafortunadamente, se siguen llevando a cabo, hay que tener en cuenta que, por un lado, son intervenciones extremadamente agresivas para éste frágil Patrimonio. Así mismo, estos tratamientos conllevan la pérdida irreversible, no sólo de elementos y materiales originales sino también de todos los valores intrínsecos que, como obras de arte, atesoran este tipo de piezas. Finalmente, queremos volver a incidir en la importancia del papel del conservador-restaurador en el ámbito de las Hermandades y Cofradías, profesionales con una formación específica y que saben cómo desarrollar cualquier tipo de actuación sobre un bien para garantizar el traspaso del mismo a las generaciones futuras como el legado que nos dejaron nuestros antepasados.