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Antonio León Ortega. Orgullo de Ayamonte. Alberto Germán Franco Romero
Antonio León Ortega Orgullo de Ayamonte
Siempre es un enorme placer hablar de una figura tan singular e importante como es Antonio León Ortega, quien vertebra mi pasión por la escultura desde que soy un niño, aquel niño que soñaba ser algún día escultor. En esos sueños de correrías desde la plaza de la Laguna, hasta la Rivera, sentía la necesidad de emular a este hombre que un día conocí en Huelva de la mano de mi abuelo Domingo Franco.
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He perseguido literalmente su obra por todos los rincones de España, y en todas partes León dejó una huella indeleble, no sólo como artista, que fue muy valorado, sino también como persona, esa persona forjada desde la más profunda y sentida humildad que sus padres le insuflaron desde que era un niño.
Ese chaval que jugaba a ser escultor, retratando en madera de adelfa a sus vacas y cabras, voló muy alto y llevó su arte supremo a muchos lugares de España y el mundo, y puedo asegurar que en todas y cada una de sus creaciones ha quedado la esencia de su Ayamonte, también mi Ayamonte, esta bendita tierra que atrapa a las mentes creadoras y soñadoras, y se agarra fuertemente a nuestro corazón.
Con mi tesis doctoral pude demostrar que este escultor fue además persona recia y decidida, valiente y arriesgado, y que, gracias a ello, hizo una escultura tan personal, que en ningún lugar del mapa nacional encontraremos una obra escultórica de índole religioso, que sea tan diferente, ni transgresora.
Fue escultor que luchó contra la corriente impuesta del neobarroco, y tuvo la osadía de “poner una pica en Flandes”, y advertir que la imaginería necesitaba de escultores bien formados, además de honestos con la temática que trataban.
Estoy absolutamente convencido que esta actitud rebelde y decidida la aprendió del carácter del ayamontino, quien no se conforma con lo básico y normal, y lucha por la excelencia en la mar, en la huerta, en el campo, y cualquier otra actividad que se proponga.
Aunque vivió muchos años en Huelva, siempre llevó consigo a aquel niño ayamontino que se emocionó esa mañana de Viernes Santo ante la imagen al trasluz del Cristo muerto de la Vera Cruz en la iglesia de san Francisco.
Defender la obra de León Ortega, aunque les parezca un disparate, me ha granjeado hasta enemigos, individuos que desde la ignorancia quieren dar lecciones de arte, a quien lleva el arte como forma de vida, desde la sangre que me transmitieron esos dos grandes artistas que fueron mi padre y mi abuelo.
Pero Al final se han ido consiguiendo retos y el reconocimiento de este insigne artista, al que defiendo abiertamente como el escultor más importante que ha dado la provincia de Huelva en el siglo XX.
Y lo mejor de todo es la satisfacción que queda cuando ves que existen personas, hermandades e instituciones que se unen a esta demanda y hablan ufanos de León Ortega.
La Junta de Andalucía protegió su obra declarándolo BIC (Bien de Interés Cultural), en un ejercicio de respeto a una obra tan importante y única que brotó de una mente privilegiada que aprendió lo mejor de su ser en este lugar mágico donde el Guadiana se hace océano.
Él no fue un escultor más, fue y es un exponente de la Cultura de Ayamonte, como lo fue Vázquez Díaz para Nerva, o Juan Ramón Jiménez para Moguer. Y no estoy exagerando, pues les invito a que valoremos lo nuestro, y eso sí, con humildad, pero también con gallardía, que hablemos con orgullo de un artista de dimensión universal. Alberto Germán Franco Romero. Escultor, Dr. en BBAA
Académico de nº Academia Iberoamericana de la Rábida