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A Cardenio. Manuela Martín Cano
A Cardenio
Hoy en estas páginas queremos recordar a un hombre que durante años fue un gran desconocido para una gran mayoría de ayamontinos y ayamontinas: a Manuel Pérez Feu, a quién su breve y atribulada trayectoria humana, marcada por la discapacidad física y la muerte prematura de la persona amada, lo llevarían a la elección del seudónimo cervantino de Cardenio.
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Manuel Pérez Feu, nacido en Ayamonte en 1883, hijo de José Pérez Barroso y Francisca Feu Casanovas, fue durante las dos primeras décadas del siglo XX uno de los más destacados representantes de los rasgos fundamentales de la cultura en el ámbito de la provincia de Huelva. Sin duda, la dispersión de su obra por la prensa onubense de la época y los escasos fondos que de esta se conservan en la actualidad lo apartaron injustamente de nuestra memoria. Pero publicaciones ayamontinas, en las que él había colaborado como Juventud (1910), El Guadiana (1917), La Veleta (1920), o en la revista fundada por él mismo, La Estufa (1912), o bien sus colaboraciones en revistas onubenses como Renacimiento (1913) o el diario La Provincia, han permitido reconstruir la vida del autor, vislumbrar el ambiente cultural de la provincia por aquellos años, pero sobre todo tener un amplio conocimiento de las inquietudes políticas, sociales y culturales en las que estaban inmersa nuestra ciudad y de las que él fue protagonista en primera persona y eje sobre
el que pivotaba toda esta red de relaciones: Cardenio fue Licenciado en Derecho, juez municipal, empresario, concejal por el partido maurista, periodista ocasional colaborando en numerosas revista, “cronista de pueblo” (como autor de crónicas municipales escritas sobre el modelo de las crónicas parlamentarias de Azorín) y literato de provincias, mostrando en sus escritos, como características propias, su visión irónica de la realidad y un forzado arcaísmo que conectaba con el “modernismo castizo” vigente en la época.
La muerte, en 1911, de su novia Pilar Gómez Jiménez por tuberculosis pulmonar, supone un antes y un después en la trayectoria vital de Cardenio, pues lo marca tan profundamente que solo encontrará consuelo en la actividad cultural que se multiplica por esta época; así, comienza a dar conferencias, y a convocar determinados concursos de cuentos y relatos, apareciendo ya como uno de los principales animadores de la vida cultural ayamontina y de la Provincia.
Entre su círculo de correligionarios podemos destacar a los ayamontinos Rogelio Buendía Abreu, Rogelio Buendía Manzano, José Jiménez Barberi, Jesús Álvarez Ponce, o Ángel Grinda, Manuel Hidalgo, Pedro A. Morgado, Enrique Villegas Rubio…, otros como Tomás Domínguez Ortiz, Manuel Siurot, Torres Endrina, …; carteándose, asimismo, con autores de la talla de José María Izquierdo, Gabriel Miró o Juan Ramón Jiménez.
A Cardenio se le debe, asimismo, la fundación del famoso Club Tijera que fue sede de la Asociación Cultural de mismo nombre surgida a partir del núcleo de la redacción de La Estufa.
Si bien, fue alma mater de los juegos florales de 1917, es partir de entonces, cuando su energía empieza a decaer y solo sabemos de Cardenio por los escritos que aparecen en el periódico local La Veleta y por las múltiples notas que hablan de sus continuas recaídas y su delicado estado de salud. Así, con toda una vida por delante y, todavía, con mucho que aportarnos, un frío 4 de marzo de 1922, fallece Cardenio, dando lugar a numerosas notas necrológicas, y de entre todas ellas, me gustaría destacar un poema de nuestro paisano y gran amigo de Cardenio, Rogelio Buendía: Te fuiste una mañana De esta marzo tan blanco y azul. Cacareaba un gallo, la <<Fea>> ladraba en el camino, la Tuta como un niño sonreía, todo estaba lo mismo que otra mañana azul; menos tú, amigo mío, almendro en flor que no pudiste con la carga de flor y te tronchaste sobre la tierra impávida.
A pesar de las múltiples peticiones que reclamaban que se le tributase el merecido homenaje y que su nombre quedara para siempre ligado al de nuestra ciudad, la realidad es que Cardenio cayó rápidamente en el olvido. Como correspondía a su condición de figura literaria local, su imagen fue diluyéndose posteriormente en el olvido de sus propios conciudadanos, pues la provincia solo recuerda a aquellos que alcanzan a brillar fuera de ella. Manuela Martín Cano Profesora en el IPEP de Sevilla