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Ayamonte y León Ortega. Antonio León Ferrero

Ayamonte y León Ortega

Ayamonte es más que un pueblo. Ayamonte es más que una ciudad.

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Ayamonte como Macondo, es un lugar, un lugar mágico, es un mito, es uno de los mejores lugares del mundo para vivir o para perderse. Está lleno de atractivos, de valores y de encantos, su gente, su luz, sus paisajes, su Guadiana, sus pescadores, sus playas, su gastronomía, sus pintores...

Y tiene además de todo esto, a Antonio León Ortega, un ayamontino de pura cepa, nacido entre la arboleda y el calvario, en esa maravillosa ladera que mira a la mar, a la mar ayamontina, hace casi 111 años y que dio forma a la mayor parte de la Semana Santa de Ayamonte, una de las más singulares de Andalucía y de España.

León Ortega es un desconocido para muchos ayamontinos, sobre todo para los jóvenes. ¿Y esto por qué?

La respuesta es muy fácil. No hay en la ciudad de Ayamonte un lugar que lo recuerde, que explique quién fue y qué hizo, que exponga su vida y su obra. Y este lugar, si lo hubiera, no trabajaría sólo para conocer a este ayamontino ilustre si no que engrandecería a esta ciudad, como el Museo de Juan Ramón enriquece Moguer o el de Vázquez Díaz hace brillar a Nerva.

Antonio León Ortega fue uno de los más significados escultores del siglo XX, pero no fue sólo eso. Fue un maravilloso caso de superación, de consecución de un sueño imposible, constituye para los jóvenes un ejemplo donde poder fijarse para perseguir sus propios sueños, un espejo mágico donde mirarse.

Antonio León Ortega salió del campo ayamontino rumbo a la capital con los bolsillos vacíos, pero con un equipaje millonario, su cabeza preñada de sueños y su férrea voluntad. Estaba por tanto determinado a cumplirlos. No volvería sin sus sueños. Y así fue. Llegó a Madrid y en absoluta inferioridad de condiciones compitió durante siete años, trabajando hasta la extenuación y consiguiendo su primer sueño, licenciarse en Escultura en la Escuela Superior de BBAA de San Fernando, una de las cumbres universales de la enseñanza de las Bellas Artes.

Luego llegó la tragedia y algunos cortos de mente intentaron hacer con él lo que hicieron con Lorca o con Miguel Hernández. Su Dios lo impidió porque tenía otros planes para él. Y así consiguió su otro sueño, dedicarse a la escultura y fraguar para su Ayamonte de su alma el Cristo de la Veracruz, el Pasión, el Cristo de las Aguas, el Cautivo...

Ni Ayamonte, ni los ayamontinos se merecen que uno de sus más ilustres hijos no tenga un lugar adecuado para que conozcan su vida y su obra tanto los jóvenes del lugar como sus visitantes.

Si eso se consigue, Ayamonte será aún un lugar más mágico si cabe, un lugar único para vivir, para perderse y para reencontrarse con uno los españoles más singulares del siglo XX, el ayamontino Antonio León Ortega. Antonio León Ferrero

Ayamonte Eterna

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