1
DL.: CA 352 - 2018 2
Presentación a cargo de Francisco Javier Lucero Morales
3
Cuestión de calendarios. ¿Cómo medimos el tiempo en este Cádiz de nuestra alma? Me pregunto esto en estas tardes cada vez más oscurecidas, sin niños ya por las calles y sin sombrillas y toallas en las playas. Oficialmente nos dirige la vida un calendario que comienza el 1 de enero y finaliza el 31 de diciembre; eso es así y está muy bien. ¿Pero cuál es el calendario en la práctica del gaditano? ¿Cuál es realmente el ciclo de esta bendita ciudad? El ciclo es el de unas Glorias que con Nuestra Señora del Rosario y con nuestra, y digo nuestra en el más amplio sentido de la palabra, Virgen de la Palma se apagará hasta mayo. Es el ciclo de un año litúrgico que encara también sus últimos domingos. El ciclo de un octubre que no ha echo más que comenzar pero que en Santo Domingo finaliza, prácticamente, mañana, con ese gran día en el que la Patrona sale de nuevo al encuentro de su ciudad (por mucho que a algunos les pese esto) y los gaditanos salen al encuentro con su Virgen. Hablar de octubre en Cádiz es hablar de la Virgen del Rosario. Y hablar de la Virgen del Rosario en Cádiz es hablar de nuestra Patrona, de nuestra Alcaldesa Perpetua, de la imagen a la que todos nos acercamos desde pequeños y a cuyo encuentro ha acudido esta ciudad en innumerables ocasiones, de aquella que por derecho propio, y digo más, con décadas e incluso siglos de retraso, ostenta la Medalla de Oro de su Cádiz. Quiero aprovechar esta oportunidad de estar hoy subido en este atril para trasladar todo mi apoyo y el de la hermandad de La Palma a la que represento, diría incluso que el de todos los cofrades de la ciudad, por descontado, al Padre Pascual, a la comunidad de dominicos, y a los cofrades del Rosario ante este nuevo ataque que un muy pequeño grupo de personas está perpretando contra una decisión que nuestros representantes políticos aprobaron conforme a la normativa existente y que han llevado hasta los juzgados. La Virgen del Rosario es Patrona de Cádiz, Alcaldesa Perpetua y Medalla de Oro por derecho propio; y vaya para esos pocos que con tanta virulencia atacan a las cosas de nuestra Iglesia nuestra oración. En este sexto día de octubre, Madre del Rosario, acudo a tus plantas con emoción y con una enorme satisfacción para presentarte -para presentaros a todos vosotros- a la persona que hoy tiene la suerte de pregonarte. Debo decir que perfectamente podrían estar aquí ahora Jaime, Migue, Ángel, Chari o Macarena; por eso, Juan Jesús, te agradezco enormemente que me hayas confiado a mí estos minutos previos a tu pregón. Hoy viene a cantar las grandezas de nuestra Patrona un joven gaditano que se ha hecho cofrade en La Palma, lo cual como hermano mayor de esa hermandad me llena de orgullo. Formado en La Salle de San Fernando y posteriormente en el instituto lasaliano de La Viña, Juan Jesús López Gámez es licenciado en Psicología por la 4
Universidad de Sevilla; una carrera que a buen seguro te habrá venido bien, querido amigo, en no pocas ocasiones en este mundo nuestro de las hermandades. Desde hace dos años, Juan Jesús es mayordomo de La Palma, la cofradía de su vida, aunque pertenece también al Redil de la Pastora de la calle Sagasta, a la hermandad de los Patronos y a la sevillana corporación de Nuestra Señora de la Salud. No obstante, hoy quiero poner un poco de relieve la vinculación del pregonero con esta casa de blancas paredes. Aquí fue, bajo la mirada de la Virgen del Rosario, donde en los años 90 nuestro pregonero se enfundó por vez primera un hábito penitencial, el de la hermandad de la Sagrada Cena; hermandad a la que años después volvió a quedar estrechamente vinculado, siendo en la actualidad vestidor del Señor del Milagro. Imagen, por cierto, ante la que reflexionó en esos diálogos en la Cuaresma de 2015. También participó Juan Jesús en las Meditaciones ante el Señor de las Penas, de la hermandad de San Lorenzo, el pasado año. Y permitidme que por encima de estas intervenciones destaque el emocionante pregón que a los palmeros nos regaló en la Cuaresma de 2016 ante la Virgen de las Penas, en esa noche memorable de la que me quedo en cómo le hablabas a la Virgen, cómo conocías el asunto, cómo te referías a sus manos, cómo la conociste... Todo ello sin olvidarse de su Cristo de la Misericordia. Es por ello por lo que estoy convencido de que la comunidad de dominicos acierta plenamente con la designación de Juan Jesús López como pregonero de la Virgen del Rosario en este 6 de octubre de 2018. Convencido porque este joven cofrade del que puedo presumir ser amigo sabrá cantar con mimo, con convicción, con delicadeza y con pellizco la grandeza de nuestra Patrona, regalándonos emociones que mañana estallarán con la festividad de la Virgen y su procesión por las calles de la ciudad. Es vísperas del Rosario, es día de cantar la grandeza de María. De María del Rosario. El calendario de la ciudad nos trae de nuevo a este convento a los pies de nuestra Patrona. Juan Jesús, hace dos años y medio te cedí el atril en la Palma; hoy, vuelvo a hacerlo aquí en Santo Domingo para volver a disfrutar de otra noche inolvidable a los pies de la Virgen. Amigo, Hermano, tuya es la palabra
5
Pregón a cargo de Juan Jesús López Gámez
La Virgen de Cádiz
Sé muy bien que a ti no hay quien te cambie, ni yo te quisiera cambiar. Desde la gracia altiva y marinera de tus despertares hasta en el silente ocaso entre fortines se atisban los siglos de tu historia.
Y aún así, tú sigues siendo alegre y vivaz, risueña y chillona. Combinas a la perfección una ráfaga de finura genovesa y el señorío entreverado en las piedras de las portadas con el garbo y el salero de los balcones floridos y los patios de encuentro, delantales y batas, visillos y cierros que hacen de tu atavío un peculiar embrujo que cautiva a quienes vienen por la sal de tus espumas.
Así eres tú, Cádiz, y a ti no hay quien te cambie. Eres abierta y libre, humilde y acogedora cuando el poniente se asoma y te vuelves brava y sombría, solitaria y áspera como el levante más embravecido que hasta las palomas espanta.
Son tantos los siglos de tu historia que a veces pienso si la demencia ha hecho estragos en ti; en ocasiones me pregunto si es que prefieres olvidar, si es que acaso ha sido más lo que has sufrido que aquello que has disfrutado; tal vez será el cansancio y los años han hecho mella en los gaditanos que, muy poco a poco, lentamente, han ido perdiendo interés en conocer lo que ha acontecido en el transcurso de su historia. 6
Quiero creer que sí, quiero creer que es tan solo eso. Que el gaditano de hoy solo conoce lo que existe en este momento, ignorando una historia tan rica y floreciente que conocerse debiera para llegar a entender el Cádiz que ha llegado hasta nuestros días.
La historia de esta noble ciudad es rica y nunca nadie podrá borrarla. Su cultura, sus costumbres, el mar y la marinería, el comercio y el trapicheo, el arte y sus escuelas, la realidad y la leyenda, incluso la universalidad y el chovinismo del gaditano hacen de ti, Cádiz, una fuente inagotable de vivencias que sus habitantes no pueden obviar. Porque sus raíces beben de su historia, de los que en ella vivieron y de los que hicieron de esta ciudad el famoso Emporio del Orbe. Fenicios, cartaginenses, romanos y musulmanes se hicieron con un territorio que, a buen seguro, predestinado estaba a ser católico, pues todo lo anterior tan solo se sostenía de legendarias leyendas que con el tiempo acabarían desapareciendo…
Hasta que llegó Ella. Y no se conoce en esta ciudad, mujer que haya perdurado hasta nuestros días que arrastre tantos siglos de historia y que haya sufrido, al igual que cualquier gaditano, los avatares del tiempo. Ella es La Gaditana, la Mujer por excelencia, la mejor de todas ellas, pues es la que sufre, más por dentro que por fuera, el dolor y las penurias de esta ciudad eterna y a pesar de todo ello permanece firme y recta, manteniendo siempre la sonrisa para todo el que llega a este Santuario a rezarle y a verla.
No hay gaditana mayor que Tú, Virgen del Rosario, no la hay más completa. Pues contándose por siglos tu presencia en esta tierra, por ti años no pasan, ni lustros, ni décadas, por ti pasamos nosotros en este valle de penas. Nos creemos indispensables y hasta plvidar tu cara quisieran quienes acabarán siendo polvo mientras Tú en Cádiz, reinaste, reinas y reinarás por siempre.
Que aún hay quien no entiende las mercedes y las gracias con que riegas la ciudad desde el camarín de tu casa. Si intentaran enterlo, si acaso la razón les dejara y el gaditano mirase con los ojos de la fe que apenas guarda... comprendería quién eres Tú y todo cuanto a Cádiz regalas. Que eres azul de su mar, Eres la sal de sus olas, Tú eres la brisa que mece Los geranios que se asoman En los balcones benditos Que por tus calles afloran. 7
Porque eres Madre bendita El aroma de esta tierra, frescor de un patio en septiembre Donde comparten miserias los vecinos desde siempre Entre sonrisas y penas. De las más de ciento veinte Que se han podido contar, Tú eres la Torre más alta Que vigila esta ciudad La bella no está escondida, La más bella encontrarán, Erguida en este convento Guardando de todo mal. Porque Tú eres la muralla Que nunca podrán tumbar, Aquella que nos protege Y guarda en la tempestad. Eres baluarte que asoma Al ancho y bravo del mar, Y lo calma y adormece Dejándose dominar. Eres el puerto y el puente Que acoge sin rechistar A todo aquél forastero Que perdido viene y va Hasta encontrarse en tu cara Y en Ella, nuestra ciudad. Porque en Ti Madre, está Cádiz, Y su esencia de verdad. La Viña, Santa María, San Lorenzo del Puntal, La Laguna, El Mentidero, Loreto, Guillén Moreno Barriada de la Paz. 8
En tu carita está el arte De siglos de nuestra tierra Donde suenan alegrías, tanguillos y peteneras del flamenco gaditano que conquista España entera. Tú eres la fina Victoria, la misteriosa Caleta. Eres el faro que alumbra en San Sebastián alerta celestial embarcadero para todo el que a Ti llega. Eres vida de este Cádiz Eres todo lo que encierra, Eres quien le da sentido A esta llanura de penas, Porque a Ti te eligió Cádiz De entre todas, la primera. Por eso razón no tiene Que haya quien su cara vuelva Y mire para otro lado y no admita la evidencia Que eres de los gaditanos, su Patrona, Madre y Reina. Y ya que hay quien lo duda, Y hay quien sin razón lo niega, Seamos nosotros mismos, Los que hacemos su Novena, los que alcemos su pendón Ensalzando en las callejas su rostro de tierna Madre A quienes pavor les diera. No nos conformemos nunca, Eso el demonio quisiera, seguir sumando debemos Gaditanos a su vera. 9
Así que despierta, hermano, Aviva tu amor por Ella, Y cuéntale a tu vecino cuanto por Cádiz nos vela, Cuando digas sus prodigios, Lo que hizo en otra era, Dile ahora lo que hace, Que en tu corazón se encierra. Que sigue haciendo milagros A quien llega con presteza A pedirle desde el alma, Una imposible tarea. Que es Ella quien intercede, Cuéntaselo allí en su puerta, Que es la que cuida de Cádiz Y todos los que la pueblan. Nunca olvides gaditano, No olvides nunca a tu Reina, Pues si solo un día lo haces, difícil es la tarea De convertir a los ciegos O a quien olvidarla quiera. Cádiz, pues tú bien sabes Quien es tu fiel escudera, ni fenicios ni romanos, Pudieron cuidar tus tierras Como lo hace tu Patrona porque es legítima Dueña. Por eso Cádiz, escucha ¡Que por más que tú quisieras A ti ya no hay quien te cambie siendo tu eterna alcaldesa la Señora del Rosario Que es tu escudo y es tu emblema!
10
Plegaria a Nuestra Señora del Rosario A buen seguro, muchos de los que estáis hoy aquí se habréis preguntado que quién era ese tal Juan Jesús que iba a venir a pregonar a la Patrona. Yo no puedo evitar imaginármelo: - ¿Quién es el pregonero este año? - Sí, mujé, un muchacho mu delgaíto, así mu canijo, mu poquita cosa - Ay no caigo, tú - Cuando lo veas, seguro que sabes quién es Pues para todos los que no caíais, aquí estoy, este que veis es el pregonero. Eso es como tó, si le preguntan a mi familia o a la gente que me quiere, seguro que le podrán decir maravillas, lo malo se lo guardarán. El pregonero de este año es un chico muy corriente, muy normal, que intenta afrontar los golpes que la vida nos da con humor y con mucho amor. Me considero responsable en mis obligaciones no solo personales y profesionales sino también en las que libremente elijo tener. Por ello, desde hace dos años y medio ejerzo el cargo de Mayordomo en mi Archicofradía, la de La Palma. Muchos pensarán que es un auténtico privilegio, yo también lo llegué a pensar en un principio ingenuo de mí. Hoy, medio en broma medio en serio, les puedo asegurar que, como dice la canción, estoy algo cansado de llevar esa estrella que pesa tanto. Me considero fiel y leal para con los míos, de hecho, conservo los mismos amigos desde hace muchos años, algo que me enorgullece especialmente. Y ustedes se preguntarán, ¿dónde quiere llegar? ¿qué quiere decir con todo esto? Pues que siendo un hombre de lo más normal… ¿Cómo la Virgen se ha acordado de mí para que fuese su pregonero? No soy muy experto en estas lides, no escribo versos maravillosos y lo paso francamente mal con los nervios previos, pero… ¿se le puede decir que no a mi Patrona? Porque la que elige todo es la Virgen, y a la Virgen no se le puede negar nada. Tampoco a este Convento al que tanto le debo y al que tanto me debo. Pocas cosas puedo añadir, con total seguridad, a todos los pregones, sermones, homilías y charlas que sobre la Virgen del Rosario se han dado. De Ella han escrito importantes personajes civiles, militares y eclesiásticos, incluso, como de todos es sabido, el más insigne de cuantos gaditanos hayan nacido, el Beato Fray Diego José de Cádiz, del que este año se cumplen 275 años de su nacimiento. Así que fíjense en la humildad de nuestra Madre, que se hace igual para todos los mortales y de seguro 11
recibe del mismo agrado estas torpes palabras que aquellos gozos que le dedicase nuestro Beato: “Cantemos con devoción a la que es de Dios Sagrario, Señora por tu Rosario logre yo mi salvación” Y me gustaría resaltar una de sus estrofas: “Aquí la Fe resplandece Y la religión se ensalza, Se abjura la secta falsa Y el dogma más resplandece: El que así no lo creyese Es digno de corrección. Señora por tu Rosario logre yo mi salvación” Tras esta Verdad atemporal, salida y escrita de las manos de un santo, qué puedo añadir yo, pues bien pudiera convertirse en un popular dogma local las palabras de nuestro paisano. Pues en Ella la Fe crece y en Ella la Fe se eleva, eliminando de nuestras vidas todo lo efímero que ensombrece nuestras almas. Si tú, hermano, esto no te lo crees, eres digno de corrección. Y efectivamente hermanos, no tengáis miedo a la corrección. Tener dudas, desfallecer ante la enfermedad, el dolor o la pérdida de un ser querido, ver los fallos o las carencias de los demás, la soledad, el desasosiego, la incertidumbre… todo ello nos puede alejar con facilidad del regazo de Dios y de la Iglesia. Iglesia que, nunca olvidemos, es Santa, los que no somos santos somos los que la conformamos, que nos creemos que con cuatro cosas que hagamos aquí ya está todo perdonado. Y si nosotros, pecadores, nos dejamos ganar la batalla ante todos nuestros miedos y no buscamos ayuda santa y verdadera, acabaremos alejados de los brazos del Señor. Por eso, es Dios quien nos pone por delante a la que es de Dios, Sagrario. Aquí la tenéis. Erguida sobre su paso, mirándoos de frente, desde lo alto pero nunca por encima. Poned a disposición de Ella vuestra Fe, sea endeble o la creáis afianzada, poned ante Ella vuestros miedos, lo que os aleja y lo que os espanta, lo que os hace flaquear ante el Señor. Hoy os invito que me acompañéis y juntos podamos hacerlo. No permitamos que en la vida nada nos aleje del sendero. Yo también tengo mis dudas, también tengo mis miedos, y aunque la Virgen sea conocedora de todos mis titubeos, es Madre de Misericordia y acude siempre presta a socorrerme antes de caer perdido en lo que se aleja del cielo. 12
Hoy te entrego mi corazón, hoy que decírtelo puedo, Patrona de Cádiz bendita, a ti te lo da el pregonero. Que todo lo que puede Dios lo pudo por tu Gracia, sembrador omnipotente en tus benditas moradas. Porque a ti te hizo el Señor, medianera de todas las Gracias, es por eso que en tus manos hoy te pongo mi plegaria. Recuerdo la vez primera que me encontré con tu mirada. En los brazos de mi madre, chapurreando las palabras, en una mañana de octubre con tu flor bien apretada. Ahí en mí te quedaste, ya todo era Patrona. En una postal te encontraba, cada día y cada hora en casa de mi abuela ¿te acuerdas? En esa arrugada postal, más vida no cabía, y aunque solo era un medio perfil lo que a ojos de todos había, yo escuchaba la banda, escuchaba las horquillas, el griterío de la gente, y hasta entera la veía, de frente, de perfil y de espaldas, y con Ella pasaba los días. Ojalá ahora te mirase y viera más de lo que mis ojos pueden ver. Ahora te pido que al mirarte no vea tu mantilla, ni tu manto, ni tus joyas, ni bandas, ni gritos, ni vivas. Hoy quiero contemplarte a Ti. A la que es la mujer de mi vida. La Madre de Dios. La única que debe ser mi faro y mi guía. Perderme en la espesura de tus pestañas y en la profundidad de tus ojos. Y ver que en ellos se esconde la fuerza que me permita continuar abrazando la cruz de este valle de penas. ¿Dónde se esconde la salud Madre mía del Rosario? Sé que es la voluntad del Señor, no podemos nunca exigir nada, pero dime, Madre, dime, que la desesperación nos embarga ¿dónde está la salud Madre mía de mi alma? Dame al menos la luz que ilumine mi alma, y me haga entender lo que en las noches me espanta. Dame el entendimiento que logre calmar esta angustia que me acongoja, y me empequeñece, y me hace frágil y me acalla, y me roba la sonrisa y me carboniza las entrañas, y me duele, y me araña. Por eso Madre mía, hoy te entrego mi corazón, abierto por entero, sin miedo a nada, para que te adentres en él y lo hagas encenderse en llamas de amor y entendimiento pues solo Tú lograrlo puedes, pues tuyo quiero ser por siempre y que me apartes y me alejes de toda la miseria que tengo en el alma. Aquí te lo dejo Patrona, aquí te lo dejo, en tu casa. En él van mis miedos, todo mi amor y mis faltas. En él está mi familia, en él mis amigos y La Palma, en él están los que no vemos, los que se fueron necesitando de nuestra oración para que se encuentren un día en tu casa. En mi corazón este convento y todo lo que aquí se guarda. En tus manos yo lo pongo Madre y Reina Soberana. Poned vosotros también vuestro corazón abierto a sus plantas, no hay mejor ofrenda en la víspera de su onomástica que entregarnos enteros a Ella y que Ella, nos abra el camino, como a Jacob se le apareció la escala, edificando por entero nuestras almas, acercándolas al Señor, purificando la indigencia con que a veces la tratamos por culpa de nuestras faltas. Aquí tienes mi corazón, aquí te lo entrego, Soberana. Haz lo que quieras con él, que en él está mi plegaria.
13
El Triunfo del Milagro No soy viñero de pura cepa ni me he criado en el barrio, pero os puedo asegurar que mis treinta y dos años de vida han estado ligados al Barrio de La Viña. De pequeño, todos los domingos tocaba ir a la calle Lubet, a casa de mi abuela. Ya comenzando la pubertad empezaba a perderme por sus calles. Luego, cursé Bachillerato en el barrio y ahora… bueno, ahora… ahora más que nunca, paso días y días conviviendo con muchos viñeros. El ser mayordomo de La Palma, el abrir la Iglesia y sentarte allí a observar la vida cotidiana de los vecinos ayuda bastante a entender la idiosincrasia de este rincón gaditano. El griterío mañanero de La Petróleo entre cantes y su venta ambulante, cada día más sorda; los desayunos de siete u ocho vecinas cincuentonas con el café resolviendo todos los problemas de España y parte del extranjero; bueno, los problemas de España y del resto de vecinas que se les ocurre pasar por allí; el vendedor del pescado fresco; la gente entrando en la Iglesia con la silla de la playa en una mano y en la otra una docena de claveles. Un sinfín de ritos que un día tras otro se suceden como si el tiempo nunca pasara. Pues entre gritos, conversaciones, cantes, anuncios y claveles se ha escrito este pregón. Un pregón hecho en La Viña, en la calle de La Palma y dentro de la Iglesia. Cuando respondía a las curiosas tras preguntarme que qué era lo que tanto escribía, todas emocionadas me contaban alguna anécdota, alguna vivencia o, incluso, algún milagro particular que la Virgen del Rosario había logrado en sus vidas. Eso me hacía saber que la Patrona de la ciudad está en el interior de todos los gaditanos, a pesar, incluso, que apenas la rocen. Eran mujeres que van casi a diario a visitar, a rezar y a pedirle a la Virgen de la Palma y a la Virgen de las Penas, y cómo no, al Cristo de la Misericordia. Sin embargo, la Virgen del Rosario guardaba un lugar especial en el corazón de todas aquellas mujeres. Además, quien se de un paseo por la calle de La Palma, Pericón, Trinidad, Patrocinio o Pastora, y sea curioso y se adentre en muchos de los patios que hay en ellas, encontrará siempre un azulejo o una foto de la Patrona. La Palma y el Rosario siempre han ido unidas, no por sus Archicofradías, sino por algo mucho más grande, el fervor de la gente. De hecho, la Virgen de la Palma no es más que una Virgen Niña Inmaculada del Rosario, atributo que siempre ha portado entre sus manos. Por Ella se fundan las Compañías del Santo Rosario, siendo La Palma la primera. En épocas de gran calamidad ha sido el rezo del Santo Rosario el que ha obrado en La Viña los mayores milagros. Todos estamos obligados a practicar con verdadera Fe y devoción el rezo del rosario. Si fuésemos conocedores de todas las gracias que la Virgen nos da a través de tan 14
devota práctica, dejaríamos la pereza a un lado y encontraríamos siempre media hora al día para rezarlo con verdadera devoción. No solo los santos han hablado sobre estas gracias, sino la propia Virgen nos ha dejado indicados muchos de los favores que nos serán concedidos si lo llevamos a la práctica. Pero hay un hecho puntual en la historia de la ciudad y en la historia de estas dos devociones gaditanas que va a hacer que queden unidas para siempre y que cambien el devenir de cada una de ellas. El maremoto que asoló la ciudad provocado por el seísmo de Lisboa en la mañana del 1 de noviembre de 1755. En los dos Templos se encontraban celebrando Misa cuando de pronto la tierra tembló y el mar embravecido comenzó a entrar con fuerza devastando todo lo que se encontraba a su paso. En La Viña el sacerdote y el fraile capuchino no dudaron en empuñar el estandarte de la Virgen y en sacar el Crucifijo y clavarlo en la tierra; aquí en el Convento los frailes sacaron a la Virgen del Rosario al compás, y la pusieron al borde de la muralla. “¡Hasta aquí, Madre mía, y no más!”. Al grito del Padre Macías y al ver la Imagen de la que, a partir de entonces, sería nuestra Patrona, el mar comenzó a retroceder. Este hecho, que muchos quieren tachar de leyenda, es una verdad absoluta que quedó constatada en diferentes documentos pocos días después del prodigio. A Cádiz no se lo tragó el mar, porque así Dios no lo quiso. Él fue, quien por medio de la súplica de su Madre obró el milagro, siendo Ella una vez más fiel intercesora entre el designio de Dios y las súplicas de los hombres. La Palma creció enormemente en devoción y la Virgen del Rosario acabó siendo nombrada Patrona. Por eso me hace gracia quien todavía se afana en afirmar que el milagro lo hizo una y no la otra. Quien eso diga, o tan solo lo insinúe es hombre de poca Fe. El mar lo frenó el Señor, y para ello dispuso a quien es su muralla más perfecta, su Madre. A Ella no hay mar, ni tierra, ni fuego, ni viento ni lluvia que la derrumbe. Y Cádiz se valió de dos de sus grandes devociones para invocar a la Virgen, una en La Viña, la otra en Santa María. Era mañana tranquila Fiesta de todos los Santos, Cádiz de casa salía para acudir a las Misas en sus templos más sagrados. A las nueve comenzaban con plegarias y con cantos, y mientras, el cielo todo se oscureció en sus despojos 15
y tiñó de rojo el blanco. Un viento violento y fuerte sacudía las ventanas, y un instante el estruendo del mar que sonaba lejos a nuestra orilla llegaba. El miedo y el desconcierto anidó en los corazones, que imploraron al momento las indulgencias del Cielo, entre llanto y desazones. A la Virgen se acogieron Santo Domingo y la Palma y en dos puntos, dos orillas sacaron sus maravillas a las puertas de sus casas. Aquí en el convento estaba la Patrona soberana, dispuesta en paso pequeño para el devoto paseo que por el claustro se daba. Y el pueblo enfervorecido tomó las andas a hombros, y sacó a nuestra Señora al compás de aquella hora que llegaban los sollozos. En la viña al mismo tiempo un fraile devotamente tomó el glorioso estandarte de aquella Madre triunfante y lo alzó en aquel instante. Y un Rosario se trenzó desde el blasón dominico a la torre de la Palma 16
donde la Gloria se inflama por defender a sus hijos. Las aguas no atravesaron porque la Virgen no quiso, fue la Virgen del Rosario que acordonó campanarios con bendiciones de siglos. Fue la Virgen de la Palma la de ese Rosario mismo, que pregonara Fray Pablo por las callejas cantando esos misterios divinos. La Virgen paró las aguas Cádiz así dejó escrito y la nombró protectora celestial intercesora, con el Padre y con el Hijo. No hagan distinción hermanos que Ella demostrarnos quiso, que en los mas lejanos barrios también amparan sus manos con iguales beneficios. Y Ella es Rosario en la Palma y es aquí Triunfo y Gracia Amparo de los pesares Remedio para los males y Salud que sana el alma. Gracias amada Señora por librar de aquellas aguas a este Cádiz que venera tu Santo Nombre y lo eleva al sinfin de sus plegarias. Así mismo yo lo ensalzo y te canto en voz bien alta 17
Que eres nuestra Bienhechora celestial Madre y Patrona que nos salvó esa mañana de las aguas imperiosas, en una mano tu Rosario y en la otra, La Palma
El Niño del Rosario El mismo Dios quiso hacerse presente en la historia de la humanidad por medio de María. También en la historia personal de cada uno de nosotros Él quiere hacerse presente a través de María. ¿Cómo será la mujer pensada por Dios para ser su Madre? ¿Cómo será la Madre que el mismo Jesús nos dio para ser Madre nuestra? Aquí la tenéis. Así es la Madre de Dios. Ella es una mujer de carne y hueso, con cuerpo y alma, que nos guía, nos enseña y nos educa, y que le importa lo material y lo espiritual de cada uno de nosotros. Dios mismo fue quien la hizo y la constituyó en la cima de la santidad, llenándola de todas las gracias, por ello deducimos que su voluntad es que la honremos con todo lo que nos sea posible, como en estos días hemos venido haciendo. Alabar a la Virgen, es alabar al mismo Dios que la creó. Alabar a la Virgen del Rosario, es alabar al mismo Jesús Nazareno, a quien Ella lleva entre sus brazos. Por medio de Ella podremos llegar al cielo, pues ha sido Ella quien trajo al mundo a su Hijo para que tuviéramos vida eterna. La Virgen del Rosario y Jesús Nazareno. Los dos referentes devocionales de nuestra ciudad desde hace siglos. Las Imágenes del Señor y de la Santísima Virgen a quienes el pueblo sabio más se ha encomendado en momentos de grandes calamidades. Los dos alcaldes de la ciudad. Los que gobiernan desde el cielo el devenir de todos los gaditanos. De los que se encomiendan a ellos, y de los que no. Ellos sí miran por todos, sin distinción. A Jesús, al Nazareno, es a quien sostiene la Virgen del Rosario entre sus manos. Aquí no lo vemos cargar con la Cruz, no lo vemos con su melena, ni con la túnica de cola, ni en compañía de la Magdalena. Pero ese mismo es Jesús, el Nazareno. Ese que ven ahí, entre los brazos de dominico, con su pelo enrizado y la sonrisa picarona. El que nos bendice con su mano derecha y luce corona de oro. El dominico más pequeño de esta casa. Ese es el mismo que por Santa María baja la tarde noche del Jueves Santo. Aquí aún lo tenemos en los brazos de su Madre. Aún no ha cargado con su cruz ni ha bebido del cáliz que su Padre le tenía reservado. Por eso aún sonríe, porque está refugiado junto a su Madre. Cuántos de nosotros acudimos a Ella para que sea nuestro refugio, el bálsamo divino que cure las heridas del alma. Cuántos hemos 18
llegado desesperados a Ella esperando encontrar una respuesta a la situación personal que teníamos. Pues seguro que todos hemos salido reconfortados, animados, llenos de la plenitud del alma de la Virgen. Seguro que la Virgen del Rosario se ha manifestado en nuestros corazones a pesar de las carencias y la falta de gratitud que muchas veces tenemos con el Señor y su Madre. La Virgen del Rosario, junto al Hijo que lleva entre sus manos, es la Luz de esta ciudad. La claridad derramada, la sal, el geranio y la rosa. La Virgen del Rosario es un ascua de luz que inunda el alma de los gaditanos, las calles, las plazas, las playas, el mar, los patios y las casas. Como ya he dicho antes, Ella es Cádiz y de Cádiz la luz. Esa luz que nace y nunca muere, la luz que mantiene viva a la ciudad, la que nunca se puede apagar, la que gusta pero a veces quema, la que asusta de tanto que resplandece, la que hace deslumbrar hasta los rincones donde parece que no puede llegar… ¡Bendita la luz de este Cádiz de mi alma! ¡Bendita entre las mujeres, del Rosario, Gaditana! Eres la Luz de los mares El frescor de casapuertas, La dulce esencia que invade Lo que en Cádiz se encierra. En el centro de la ciudad Y el ancho de Puertatierra Te hiciste, Madre, presente Por inauditas callejas, Llenando de inmensa Luz Cada rincón de las plazuelas, Con la Luz que Tú reflejas Por quien entre manos llevas. Pues es Jesús Nazareno, Ese que en tu barrio pena, Cargando con todas las cruces, Peticiones y cadenas, A quien en tus brazos llevas Y de frente nos enseñas Para que todos sepamos De dónde procede la Luz, La Luz que Cádiz encierra. 19
Y te propagas por las calles, En las casas de todos te adentras, Pues la Luz que tiene Cádiz Es la Luz de tus duquelas. Eres la fuente cristalina De donde brota a raudales La salud y medicina De tus brazos maternales. Eres la luz de mi gente, De todas mis amistades, Que te aman como yo Virgen, Santa, Reina y Madre. Eres Tú la sal marina De la orilla de tu playa Que en la espuma se creciera Hasta pleamares sin agua, Que ya existe suficiente Con el río de nuestras lágrimas. Eres Luz sin sombra, Sombra sin Luz, espadaña, De convento de clausura, Torno de monja ocultada Y repostera oración Dulcemente gaditana. Del barrio eres primavera Pues vas floreciendo casas Cuando bendices tu barrio Con el tul de tu mirada, Y eres jazmín florecido, Lirio, rosa, hortensia y clavel, Inspiración de coplas Y redoblar de campanas Que por los cielos esparce El candor de tu mirada. Eres Patrona bendita Seguiriya y voz de fragua, Martinete de pasión Y soleá de alborada, 20
Voz del Beni o de La Perla, Caña, polo, colombiana. Habanera colonial, O voz de mina y taranta, Granadina de Chacón, Bujería jerezana, Alegría de esta tierra, Pellizco de sal quebrada, Silencio por las esquinas, Delirio de anochecida De los que partir te vieron Y te ven volver a casa, Como una vecina vieja Que muchos años llevara Simbolizando los tiempos, Las fatigas y las gracias, Los anhelos y los llantos, Las soledades y ansias De los que un día partieron Para las altas moradas. Agarra fuerte a Jesús, Y muéstralo con firmeza, Que no hay Sol que ilumine Las esquinas de este barrio Y que pases sus fronteras, Como tu Divino Niño Que es el fin de mi carrera. Mas si Él irradia Luz Y a Él mi vida le diera, Tú eres la custodia rediviva, Siempre de gracia llena, Vida, esperanza y dulzura, Relicario de mis penas. Que solo por verte a Ti El Sol nació de tus entrañas, Creando por Ti el milagro De amaneceres de gloria Y noches de luz nimbadas. Y es tu Niño quien lo hace, 21
Echa a volar los vencejos Y manda doblar campanas, Y pinta blancos primores En sus calles encaladas, Y convoca, Virgen del Rosario, Al romero y la retama, Ungiendo el aire de un halo Que hasta Él mismo se alza. Es la ofrenda marinera, La ofrenda abemolada, La ofrenda con que tu Niño De sonrisa acaracolada, Te presenta a voz en alza: ¡Bendita entre las mujeres, Del Rosario, Gaditana! Y ya todo sabe a tu nombre Y todo de tu nombre habla. El geranio en la maceta Y la humildad de la acacia, La calle estrecha que busca Sombras que al sol den espalda. La gaviota que se enreda En las olas de tu playa, La verdina que se crece En la tapia abandonada. La palmera que orgullosa Junto al viento escuchara Lo que proclama tu Niño Con estas palabras santas: ¡Bendita entre las mujeres, Del Rosario, Capitana! Bendita y siempre bendita La rosa de tu prestancia. Bendito el tirabuzón Que sobre tu manto descansa, Y se hace marco y poema En lo perfecto de tu espalda. La filigrana del oro 22
Que se hace salve en tu saya. La Luna que sueña y tiembla Con tus sublimes pisadas. Bendita sea tu boca Que pronunció: “Soy tu esclava”. Esas manos que acurrucan Al salvador de las almas. Bendita la que bendice A esta tierra gaditana Donde los siglos le rezan A la Reina de las Almas. Por eso cuando ya llega El día que Cádiz reclama La presencia de su Virgen Por las calles y las plazas, Mi voz es bandera al viento, Plenamente enamorada, E incesante te repite Lo que el ángel te anunciara Y que puedo oir de la boca Del mismo Dios que acunaras: ¡Bendita entre las mujeres, Del Rosario, Capitana! ¡Bendita entre las mujeres, Del Rosario, Gaditana! ¡Bendita entre las mujeres, Del Rosario, fiel bandera! ¡Bendita entre las mujeres, Bendita, bendita seas! La Virgen del Convento Como habrán podido observar, en ningún momento me he detenido en enumerar ni nombrar la cantidad de milagros, gracias y bienes que Nuestra Señora del Rosario ha obrado en nuestra ciudad y quienes la habitamos a lo largo de los siglos de historia. De ello, a buen seguro, les habrán hablado en muchas novenas, charlas o pregones anteriores. Cierto es que nunca está de más que se digan y que se tengan presentes para no desfallecer en darle gracias infinitas a nuestra Madre, pero he preferido enfocar este 23
pregón desde una visión algo más personal. No sé si lo estoy consiguiendo, aunque os puedo prometer que, al menos, lo he intentado. Tampoco he hecho referencia a la historia tan rica y, aunque floreciente, llena de altibajos que han llevado de la mano la Archicofradía y la Orden de Predicadores. Desde que Fray Luis de Castenda, quien fuera Capellán de la Cofradía de Los Morenos, fundase este Convento en 1628, los muros y bóvedas que hoy nos acogen han sufrido gran cantidad de vicisitudes que se han ido superando con el tiempo. Son 381 los años que nos separan desde que este edificio se convirtiera en Convento de regla, toda vez se separase del de Jerez. El traslado de la Casa de Contratación a Cádiz hace que esta casa viva su máximo esplendor hasta finales del siglo XVIII. La desamortización y diferentes problemas conllevan a que no sea hasta 1890 cuando esta Iglesia y este Convento comenzasen una nueva vida. Vida que, entre fuegos y asaltos, nos ha llegado hasta nuestros días. Asimismo, no he nombrado la cantidad de ocasiones en las que el pueblo ha reclamado la presencia de su Patrona por las calles fuera de fecha. Han sido muchas las ocasiones en que la Virgen del Rosario ha salido al encuentro de los gaditanos, bien en procesión de alabanzas, bien como rogativas. En su paso o en parihuela, para un simple rosario o para visitar distintas iglesias. Todos los que estamos aquí tenemos muy presente ese peregrinar que hicimos junto a la Virgen por casi todas las Parroquias y templos de nuestra ciudad, por tierra y por mar. Pero si miramos más atrás son muchas más las ocasiones que recordaremos, y, si echamos una ojeada a la historia, veremos que se cuentan por decenas las ocasiones en que nuestra Patrona ha sido requerida y aclamada por su pueblo. Porque la Virgen del Rosario es de Cádiz. La Virgen del Rosario es de la Orden. Y la Virgen del Rosario es de sus hermanos. La Virgen es de todos. Y así cada uno la reclama cuando más falta le hace. El primero que la reclama como suya es el gaditano. El gaditano enarbola fácilmente la bandera de la propiedad y es capaz de exigir la presencia de la Virgen en la calle de la manera que a él le venga en gana. Sin tener en cuenta circunstancias de ningún tipo ni la opinión de nadie. Porque si le preguntan a cualquier gaditano de a pie, ¿de quién es la Virgen del Rosario? Les va a contestar muy orgulloso y convencido: De Cádiz. Y como es de Cádiz es mía. Ese es el pensamiento de Cádiz. No de todos, no quiero generalizar, pero sí de muchos. Eso sí, la Virgen es mía, y es de Cádiz, pero en las calles, porque eso de ir a la Iglesia a ver a la Virgen… ya eso no es de Cádiz. Por eso cuando me planteo esa duda no creo que la respuesta sea afirmativa. No creo que la Virgen sea de Cádiz. La Virgen es para Cádiz, eso sí, y ha quedado demostrado en la cantidad de veces que el pueblo la ha reclamado y la Virgen y el Convento han accedido, Porque para que sea de alguien hay que pasar con la Virgen muchas horas a la semana. Y ojalá todos los gaditanos pasasen con su Patrona 24
al menos un ratito en siete días, para sentirla verdaderamente como suya. La Virgen del Rosario es, a mi modesto entender, de todos quienes la han protegido, mimado y cuidado a lo largo de los siglos. De quienes se han levantado con Ella y de quienes han sufrido por Ella. Ese cuidado ha ido pasando de generación en generación, de prior en prior, de gente anónima, hermanas o no de su Archicofradía. Mujeres adineradas y otras pobres de solemnidad han contribuido, seguro, al enriquecimiento no solo material, sino también devocional, de todo cuanto ha rodeado a nuestra Patrona. Así que, si hoy me preguntaran que a quién pertenece la Virgen del Rosario, no dudaría un segundo en contestar que la Virgen, nuestra Patrona, pertenece a todos vosotros. A quienes estáis con Ella un día tras otro. A quienes venís una vez en semana. A quienes os impide la enfermedad o la edad venir a verla pero la tenéis presente. A quienes os levantáis con la Virgen en la cabeza y entonáis un Ave María. A quienes rezáis diariamente el rosario. A vosotros, a vosotras. Vuestra es la Virgen del Rosario. Ella os ha elegido para que seáis sus pies y sus manos, sois el instrumento que Ella utiliza para que nunca falte y se propague la devoción a su rosario. Pues, dime, cómo no la vas a sentir tuya, si eres tú quien te afanas en preparar, en limpiar y en planchar cada mantel, cada túnica, cada roquete que se utiliza en cualquier rincón de esta casa. Si son tus manos las que fueron, fregona en alza, recorriendo todo este suelo para que en la novena brillara. Cómo no la vas a sentir como tuya si hasta su ropa planchas cada vez que a la Virgen se le cambian sus enaguas. ¿Qué por qué la Virgen es tuya? Porque es Ella quien ha visto nacer pequeños bebés en la familia, de aquel matrimonio que el sacramento vino a contraer a sus plantas. Y así te ha visto Ella pasar un día de ser madre a tener que ejercer de abuela. Cómo no vas a decir que la Virgen es una parte tuya, si no hay viento, ni calor, frío ni agua que te impida todas las tardes el rosario rezar a sus plantas. Y no lo haces como costumbre sino por necesidad del alma, y a Ella encomiendas la salud de nietas, hijas o hermanas. Y es tanto lo que te da, es tanto lo que te aporta que a veces tu única necesidad es mirarla cara a cara, desde la esquina de tu banco, que nadie tu sitio te quitara, pues Ella sabe que en esa esquina se encuentra con tu cara. La Virgen también es tuya, aunque solo cuelgues pancartas, banderas o mantones y le tires una petalada, pues Ella también agradece lo que haces por su causa y seguro que con los años, a ti que te sale del alma, lo transformas en rosarios, en oraciones y dádivas que es lo que verdaderamente quiere la Patrona gaditana. La Virgen también es, de las Hermandades de esta casa, que la sienten como Protectora, como vigía y guarda cada vez que en ella montan altares y se llevan horas largas. 25
Que sí, que la Virgen también es tuya. Porque a Ella le dedicas el tiempo que siempre falta, el tiempo que le quitas a tus padres o a tu casa, a tu mujer o a tu marido y a tus hijos si hiciera falta, porque es tanto lo que la quieres, y tanto lo que nos regala, que menos no podemos hacer cuando es Ella la que nos llama. Tuya es mi Patrona, tuya porque tus manos gastas en limpiar sus coronas para que luzcan en sus fiestas, tuya porque le diste la joya más preciada, esa que heredaste o la que a tu niña perteneciera y ahora que no la tienes no hay quien mejor la guarde que Ella. La Virgen también tiene un trozo de tu corazón, porque para eso te encargas de adornarla con tanto primor, sabiendo que a quien vistes es a la Madre de Dios. Pincha esos alfileres y en cada uno pon una oración, pues si es Ella quien te ha elegido para que la vistas como Reina no dudes en saber que estás en una constante prueba de amor, de amor hacia Ella. Y vosotros que alguna vez de flores adornasteis su paso, su novena o su besamanos, no dudéis nunca, jamás, que Ella os lleva de la mano, pues hicisteis un jardín para que luciera la flor más bella que nunca haya venido a esta tierra. Cargadores de la Virgen, cargadores gaditanos. Cómo no va a ser vuestra la Patrona, si sois vosotros quienes la servís cada mes del año. Lo importante no es cuando la paseáis por las calles, eso es algo totalmente secundario. Lo importante es que siempre estáis, herramienta en mano, cada vez que Ella os reclama para montar o arreglar algo. Quien no os haya visto siempre aquí es porque el Convento no ha pisado lo suficiente como para comprobarlo. No solo sois los pies de la Virgen, también sois sus manos, porque para Ella levantáis cuantos altares sean necesarios, para Ella construís las parihuelas y pasos que hicieran falta, dos tableros y cuarto rampas. Nunca dejéis de hacerlo, que nunca os falte el ánimo, y aunque solo sea un segundo parad en vuestro trabajo y mirarla fijamente, rezadle, pedidle algo, que a buen seguro Ella sabrá de sobra compensaros. Qué te voy a decir a ti, qué te voy a decir hermano. Si vienes a este Convento sin que haya nada que hacer y al final, siempre, tienes que hacer algo. Si estas paredes te retienen para limpiar, para mover bancos, para poner una moqueta, o coger tiestos del despacho. Si te pasas la tarde en el ascensor, en la sacristía o el vestuario. Si tienes que encender luces o cambiar apuracabos, que si ahora coge la escalera, que si sube al campanario. Cómo no va a ser tuya la Virgen, cómo no vas a ser del Rosario. Si después de todo eso, después de tu trabajo, Ella te recompone, Ella te levanta cuando la vida te hace flaquear las fuerzas. Ahí aparece la Virgen, Torre rígida y esbelta, para que todo el trabajo que aquí haces por Ella a su Hijo se lo ofrezcas, y nunca olvides que todo, absolutamente todo, se lo debes a tu Reina. Y así, uno por uno, año tras año, siglo tras siglo, lo que hoy hacéis vosotros, antes otros 26
lo han hecho, y pronto serán otros los que lo han de hacer. Así se escribe la historia de la Virgen. Así se escriben los nombres que en su corazón la Patrona para siempre llevará. Y si el primero fuera Fray Luis de Castenda, el último que conocemos y a quien sí voy a nombrar, es Fray Pascual Saturio Medina, el fraile de esta ciudad. Ahora a tí no te pregunto, no lo voy ni a intentar, si acaso tú sientes que la Virgen sea tuya, que de eso mucho se ha hablado ya. Ahora me vuelvo y le pregunto a Ella. ¿Madre mía del Rosario, tú eres del Padre Pascual? Déjame que lo reflexione, aunque no me quieras contestar. A veces cuando he tenido a Pascual hablando ante tu estampa, he sentido que de ti era de quien salían sus palabras. Y mientras muy atentamente sus historias escuchaba, tú te sonreías, pues aún te hace gracia el relato y las expresiones que usa cuando de Ti habla. ¿Verdad que Pascual te quiere? ¿Verdad que sin Tï se espanta? Que yo lo he visto sufrir cuando ha vuelto de madrugada dejándote a ti dormir en templos que no sean esta casa. Que el mármol se vuelve más frío si al levantarse no te ve y en la soledad del convento contigo se pone a conversar. Su vida, sus preocupaciones, los problemas de los demás, sus enfados, sus piropos, sus risas, su Cádiz y su familia los tiene depositados en tus manos. ¿Quién te conoce mejor que te conoce el Padre Pascual? Él sabe cuando estás alegre, cuando estás animada; cuando lo miras por el rabillo y ve que vienes cansada. Cuando frunces un poco tu ceño y hasta te escucha cuando le hablas. En Ti, Madre del Rosario, está su vida, porque a Tí te la entregó muchos años atrás. Eres el cofre que recoge lo que dentro de él se guarda, y lo calmas, y lo templas, pues es tanto lo que él te diera que a veces se ofusca por no poder ofrecerte al instante su vida, si Tú así lo quisieras. Pascual, aquí está tu Madre. Aquí la tienes un año más. Preparada para salir a la calle, a cumplir una tradición de siglos en la Función del Voto. Un año más, siéntete orgulloso, como orgullosa se siente Ella de lo que haces por engrandecerla y enaltecerla. Y como orgullosa se sentirá también tu madre, la terrena, que tienes la suerte de tenerla hoy contigo cerca. Teniéndolas a ellas, puedes sentirte bien protegido y querido. Al final, Madre del Rosario, no sé si te sientes propiedad del gaditano, o de aquellos que se acuerdan cuando tu novena va terminando. Solo sé que Tú sí eres de aquellos que no he nombrado, pero por Ti se dejan en este Convento, su tiempo, su espalda y su trabajo. Señoras, familias, jóvenes y cargadores que, de una forma u otra, de Ti han hecho una forma de vida. De lo que sí estoy seguro, porque así me lo has contado, es que no eres del Padre Pascual, eso lo tengo claro. Pascual es solo tuyo, pues lo tienes enamorado, su corazón palpita por el tuyo y sus manos se desgastan en trabajar, y en pedir cuando es necesario, para que no te falte de nada y todo en el mejor estado. Los dos tenéis un romance, que a Cristo tiene en lo más alto, pues fuiste Madre un dardo que vino de amor cargado y alcanzaste su pecho hasta caer rendido y prendado. 27
A él le doy las gracias, y así me acojo a su mano, pues es tanto su testimonio, tanto su amor exacerbado que el Padre Pascual es el puente que todos los gaditanos tenemos para quererte, Virgen Santa del Rosario.
Emblema de la Diócesis Es momento de callar y dejar que seas Tú quien hables. Mi tiempo se ha terminado. Siento no haber estado a la altura que mereces ni haber encontrado las palabras que hiciesen de mi escritura la obra perfecta que tu grandeza requiere. Déjame decirte ahora, sin necesidad de florituras, ni versos ni esquemas, que eres la más perfecta de cuantas Patronas habitan en esta tierra. Que es tanta la dulzura que desprende el óvalo de tu cara que soy incapaz de fijarte la mirada sin que se dibuje en mi boca una sonrisa. Para sonrisa, la tuya, la que tienes en tu mirada, mirada que es transparente, pues en ti pronto se denota si acaso estás contenta o por contra enfadada. Qué líneas más completas se entrecruzan por tu rostro, en tu nariz y en tus cejas, y en tus manos, me enamoro. Esas manos que adormecen tu más divino tesoro, y son frágiles y deleitosas, suaves y exquisitas que con solo mirarlas ya dejan sentir su caricia. Y esa cintura prieta, ese rigor de Reina, ese pelo gaditano que la malla encierra y se deja entrever por tu imperial espalda. Por Ti, Patrona bendita, por Ti los años no pasan. Que sigues siendo la niña que a Cádiz un día llegaras y de todos los gaditanos, te hicieras Madre, amiga y hermana. Que siempre has sido la misma, que Tú nunca has cambiado, Tú… Tú solo has madurado, y poco me parece sabiendo el daño que a lo largo de los siglos te hemos causado. Y aunque olvidarlo quieras y lo hayas perdonado, déjame que lo recuerde para nunca más pasarlo. Que siempre anteponemos los problemas del ser humano, los dimes, los diretes, y al final siempre atacamos a la que es Madre de Dios y de todos los gaditanos. Eso es porque Tú eres grande, porque en Ti se haya encerrado ese encanto que solo tienen quienes Dios les ha tocado. Y Tú, Virgen del Rosario, estás tocada por Dios, por eso el demonio rabia y combate cuantas gracias se concedan en tu honor. Pero ahí estás Tú, mayestática, aplastando la cabeza del dragón que a veces se esconde en el corazón de muchos de los hombres. Es momento de callar y dejar que seas Tú quien hables. 28
Pero antes déjame que vuelva a darte infinitas gracias por haberte acordado de este pobre monaguillo que poco ejemplo de entrega puede dar. Señora, haz que mi corazón, ese que dejo a tus plantas, se abra y de frutos y haga crecer raíces que sirvieran de ejemplo a la generación que me sigue. Mi meta solo es a ti amarte y servirte. Y deja que hoy agradezca a quienes están siempre a mi lado. Aquellos a quienes no les sorprende que mi alma entregártela quisiera. A mis padres y a mi hermano, a todos mis amigos, a todos los que me han preparado para que un novio pareciera sumamente enamorado de la mujer más perfecta que Dios hubo creado. Ahora que estamos en puertas del día de tu onomástica, ahora que todo está dicho y que tu pueblo te aclama, déjame que no me turbe, déjame decirte, Madre, que el Honor y la Gloria y la Honra de la ciudad se arremolinan por tu hechura cuando en las calles caminas con toda tu majestad. Que todo cuanto tiene Esta vieja capital Pertenece a tu reinado Y a tu Padre Celestial. De la Diócesis Patrona Así te deben nombrar Y al convento llamarlo Basílica de la ciudad. Te ofrecemos Madre tierna En obsequio el corazón, Para que Tú lo transformes Y lo llenes con tu amor, Apartando de este pueblo La injusta sinrazón De quienes trabas ponen A la Madre del Señor. 29
Y queremos regalarte De esta tierra lo mejor, Como la Excelsa Patrona Y su Alcaldesa Mayor. Regidora que no cambia, Pues tu mandato es de Dios, Y no tiene fin ni tiempo, Ni campañas, ni afición. Pues Tú ves pasar a todos Desde el mármol de tu altar, Y no pasas, siempre esperas, Gobernando esta ciudad. No tienes que ser Patrona Tan solo de esta ciudad, Pues la Diócesis de Cádiz También te quiere aclamar, Como Reina de sus pueblos Y protectora sin par. La medalla de tu pecho Ya no es condecoración, Es la gloria merecida Porque en tu gran corazón Guardas a los gaditanos Fuiste y eres su blasón. Te mereces Dulce Madre Siempre todo lo mejor, Y este convento de frailes Debe ser para tu honor La Basílica que ostente La gaditana mayor. Basílica del Rosario, La de la Madre de Dios, La que cuida y la que reina, La que conduce al Señor, La que en sus benditas cuentas Nos eleva hasta su amor.
30
Madre y Reina del Rosario, La de los nardos en flor, La del aroma fragante Que se impregna en el fervor De este pueblo que te aclama Como su gran bendición, La que se queda y no pasa Siento el tesoro mayor. ¡Virgen Santa del Rosario Dános hoy tu protección, No desoigas nuestras súplicas, Antes bien concédenos, La gracia de alcanzar Un día la perfección Y encontrarnos cara a cara Contigo, Madre de Dios! ¡Señora por tu Rosario, logre yo mi Salvación!
31
32