La más histórica
de las recreaciones históricas
E
stamos en las proximidades del año 14 a. C., en Roma ejerce su poder absoluto Cayo Julio César Octaviano, más conocido en la actualidad como Octavio Augusto, primer emperador de Roma. En el final de las guerras cántabras (proceso bélico con el cual se cierra la conquista de la península ibérica frente a los pueblos norteños de astures y cántabros) la Legio X Gémina ubica su campamento en un cerro a los pies del monte Teleno entre los ríos Jerga y Tuerto, con el fin de controlar y pacificar la zona de transición entre astures cismontanos y transmontanos.
Este campamento militar da paso a un asentamiento permanente de carácter civil, que alcanza la consideración municipal y el perdurable nombre de Asturica Augusta (en honor del emperador gobernante en el momento de su fundación). Desde ese entonces, y debido a su proximidad a las grandes explotaciones auríferas peninsulares, Astúrica Augusta cobra una gran relevancia y sufre un intenso proceso de crecimiento, hasta el punto de que Plinio “el viejo” en el año 73 d.C. la denomina urbs magnifica (ciudad magnífica). Dos mil años después, en 1986, la ya actual ciudad de Astorga, decide conmemorar tan relevantes acontecimientos históricos. Por un lado se celebra el “I Congreso internacional Astorga romana” en el cual se dan cita personajes del calado de A. Tranoy, Juan Manuel Abascal Palazón, Claude Domergue y Juan Manuel Roldan Hervás. Por otro lado, y por iniciativa popular, la agrupación de carnaval “Los Maragatos” decide rememorar ese glorioso pasado de Astorga celebrando un original circo romano, donde los participantes y público acuden intentando vestirse al uso de los romanos y en el cual se entroniza a Emilio “El Pertiguero” como Cesar, primer integrante de una peculiar dinastía. La acogida ciudadana de estos eventos fue total, de tal manera que se decide su repetición en años venideros, dando inicio de esta forma y gracias al apoyo del Ayuntamiento de la ciudad, a la fiesta que desde hace treinta años se viene realizando. En esos años, la festividad estaba integrada en las fiestas patronales de Santa Marta, como antesala en el sábado de la tan conocida “Noche
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Larga”. El acto central era el mentado circo romano, donde dos equipos de jóvenes se medían en una suerte de gymkhana deportiva cuyo objetivo no era tanto la victoria sino el divertimento del público, sucediéndose así una consecución de pruebas como carreras de literas o duelos de cuadrigas, hasta el punto de usar en alguna ocasión vaquillas cual “fieras circenses”. El acto se desarrollaba en la plaza de San Roque, a los pies del lienzo sur de la muralla astorgana donde se abarrotaba gran parte del público, como también sucedía en la aledaña Cuesta del Postigo. Tras el circo se llevaba a cabo la famosa “cena romana”, donde las personas que acudían con la indumentaria de época celebraban un multitudinario banquete a la usanza romana en el jardín de la Sinagoga. Durante este día se daba un colorido y pintoresco ambiente festivo, único hace tres décadas, en el cual se veía sumergida toda la actividad de la ciudad. En 1990 fallece “Emilius II Pertiguerus”, el que fuera primer césar. Recibe un funeral acorde a la dignidad de su papel, y a pesar de las tristes circunstancias, la ciudad se sobrepone a la pérdida dando continuidad a la festividad. Es José María
Astorga
Ramos, conocido relojero de la ciudad, quien asume la labor y accede al imperial puesto como “Josefus Orologius I” puesto en el cual permanecería durante veinticinco años, representando a Astorga como su máxime figura romana. En este mismo año aparece el “mercado romano” que permanece hasta nuestros días aunque haya recorrido muy diferentes localizaciones a lo largo de su trayectoria, desde su inicio en el Jardín de la Sinagoga, pasando por la plaza Santocildes y el parque del Melgar. Comienza el concurso de catapultas, que se realizaría también en muy diversas ubicaciones y en donde los aficionados ingenieros romanos pugnaban el lunes en una serie de lanzamientos de sabrosos proyectiles (sandías) intentando alcanzar la distancia más larga.