Colegio Odontologos Cantabria nº9 junio 2019

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Artículos literarios

COLEGIO DE ODONTÓLOGOS

Revista del Ilustre Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Cantabria

EL COLMILLO RETORCIDO Como todos los miércoles, había ido a recoger a mi nieto a la salida del cole y volvíamos lentamente hacia su casa, disfrutando del sol primaveral, cuando me lanzó la siguiente, inesperada, pregunta: - Abuelo, ¿qué significa tener el colmillo retorcido? - Bueno, se dice de las personas mayores, astutas, que por la edad saben muchas cosas. Y también de gente poco de fiar. ¿dónde lo has oído? - Lo decía el tío Javier a mi padre, ayer. Creo que hablaban de su jefe. Y ¿por qué se dice así? - Creo que se debe a ciertos animales, como el jabalí, que cuanto más viejos son, tienen los colmillos, las navajas que dicen, más largos y retorcidos. Y los más viejos suelen ser más desconfiados. Como las personas. Pero ¿quieres que te hable de dos animales que tienen de verdad los colmillos retorcidos? Ven, vamos a sentarnos en este banco un momento. Y allí nos sentamos, al sol tibio y prometedor de finales de marzo. - Uno de los animales de colmillo retorcido es la babirusa - comencé. - La babirusa. ¿Es un animal de verdad? -preguntó, acostumbrado a mis cuentos sobre seres mitológicos. - Sí, -contesté-. Es un animal que estaba en los cuentos de Salgari, de Sandokan (por su expresión, los nombres no le decían nada) que yo leía cuando tenía tu edad. Es una especie de cerdo. Significa cerdociervo y se encuentra por … bueno, cerca de Australia -dije sin querer meterme en disquisiciones geográficas-. Mira, como éste- y sacando el móvil, busqué en Google una foto del animal en cuestión.

- Hala, qué gordo. Y qué colmillos. - Y los colmillos le crecen tanto que se le pueden meter por el cráneo y llegarle hasta el cerebro. O eso dicen.

- ¿Y le pueden matar? - Ya digo que eso dicen. No sé si es cierto. Pero lo que sí es cierto es que hay otro animal que tiene el colmillo aún más retorcido. - ¿Sí? ¿Cuál? - ¿Has oído hablar del narval? - Eh… sí, creo que es una especie de ballena. - Pues ese tiene esta apariencia (y aquí le enseñé otra imagen de Internet) - ¡Qué guay! Si parecen cuernos de unicornio.

- Pues son dientes. Son caninos, el canino izquierdo en general, y, preferentemente de un macho. Las hembras no suelen tener estos dientes. Hacen una espiral, como un sacacorchos, siempre hacia la izquierda. Y no son duros como los nuestros, sino que pueden combarse un poco. Y llegan a medir hasta 3 metros de largo. - Ostras, esto sí que es tener el colmillo retorcido.

- Bueno -dije yo levantándome del banco- , ya hemos descansado bastante. Son los únicos colmillos rectos y los únicos colmillos retorcidos de todo el mundo animal. Pero ¿sabes qué es lo más curioso de estos colmillos? Que están, como si dijéramos, al revés. Nosotros tenemos lo duro por fuera, el blanco de los dientes. Y, por dentro, protegido, que no se ve, los nervios, que son los que hacen daño cuando duelen los dientes y por eso hay que cepillarlos después de comer e ir al dentista de vez en cuando. - Sí, yo ya me cepillo. Pero es un aburrimiento. - Vale, pero hay que hacerlo. Pues estos bichos tienen los dientes al revés: los nervios por fuera. - ¡Hala! ¿Y no les hace daño? - Bueno, a nosotros nos haría, aunque no fuese más que el contacto con el agua fría. Parece que se frotan y así se comunican entre ellos. No sé, tal vez se digan “Yo soy más fuerte y más grande que tú” y el otro diga “Ya te cogeré cuando crezca” - Ja, ja, seguro que dicen esas cosas. - No se pelean con ellos, puede que les sirven para comprobar qué hay en el agua y se ha visto que atontan a los peces a golpes de colmillo para comérselos… Ya estamos en casa. Llama. - Mamá, mamá, el abuelo me ha contado de un cerdo al que crecen tanto los dientes que le llegan al cerebro; y de una ballena que tiene los dientes al revés… - Vale, vale, lávate las manos que tienes la comida en la mesa. Y tú, papá, no cuentes tonterías al crío, que se pasa las tardes pensando en las musarañas y luego tiene hasta pesadillas. Si es que eres peor que un niño, tú. - Señor, qué cruz – repetí mi jaculatoria habitual mientras me alejaba camino de mi casa. Santander, 2019 El Odontófilo Impenitente

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