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Marracanos
JOTACE
Hace ya muchos años que la palabra “marracanos” no se escucha en los bares de Puertochico.
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Esta palabra llegaba a Santander en el verano y puede decirse que a lomos de los bonitos. En efecto, era esta costera la que traía a la ciudad la flota de los pesqueros vascos que procedentes de Bermeo, Orio, Lequeitio, etc, atracaban más o menos donde hoy están las estatuas de los raqueros, abarloados hasta de 8 a 10 en fondo.
Corrían los años 40 del pasado siglo. Los pescadores de aquí llamaban marracanos a sus colegas vascos que paraban, aquellos atardeceres de verano, en bares tales como El Diluvio, El Puerto, El Celis y otros que aún eran lugares para su reunión y chiquiteo.
Recuerdo que, cuando era chaval, oía desde la puerta de los bares su indescifrable lenguaje, del que solamente se entendían los tacos que soltaban de vez en cuando en correctísimo castellano.
El nombre de marracanos lo heredaron de sus abuelos y bisabuelos. Esta palabra deriva de “marracana”, que era el nombre que en Cantabria se daba a unas embarcaciones parecidas a las traineras pero más anchas, con 2 mástiles, velas, cubierta, con una eslora de 16 metros, 3 de manga, unos 2 metros de calado y con una velocidad de hasta 16 nudos si el viento lo permitía.
Con estas características, podían adentrarse mar adentro con mayor rapidez y seguridad, lo que facilitaba la cacea del bonito.
Con el paso del tiempo, Puertochico dejó de ser un puerto pesquero, los bares se hicieron caros y elegantes y los marracanos pasaron a la Historia. Pero que conste que hace muchos años anduvieron por aquí.