La tradición apócrifa en la devoción a la Virgen José María Díaz Fernández
A la memoria de Don Manuel Santos Ortega, un hombre de Dios que nos enseñó como nadie a amar la Virgen.
Etimológicamente hablando, la palabra Apócrifo proviene del griego, y significa “cosa oculta, cosa escondida” aunque hoy en día por ejemplo, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en su primera acepción la define como “fabuloso, supuesto o fingido”. Fue San Jerónimo cuando tradujo la Vulgata latina en el siglo IV, el primero en emplear el término Apócrifo para referirse a determinados documentos de temática religiosa pero de dudosa procedencia. El Concilio de Hipona convocado por el Papa Dámaso allá por las postrimerías del siglo IV, confirma la lista promulgada por este mismo Papa durante el sínodo de Roma en el año 382, estableciéndose por primera vez la relación de libros considerados como Canónicos y descartando con carácter Apócrifo al resto de escrituras, aunque es en el año 1546, durante el concilio de Trento, cuando se fijaron definitivamente para la liturgia los libros Canónicos y los Apócrifos. Incluso en la época antigua este término de Apócrifo era empleado para definir de algún modo, el conjunto de libros o escritos que eran empleados en sus estudios por los iniciados en alguna secta o en algún misterio oculto. Desde el punto de vista de la fe el término Apócrifo se empleaba en sus orígenes, para designar a ciertos escritos paganos que aún siendo considerados en el principio del cristianismo como libros de temática sagrada, carecían de autor reconocido y trataban de materias algo ambiguas para la época y que además después del Canon1 fueron considerados escritos sin inspiración divina y por lo tanto según la Iglesia fuera de toda consideración teologal y litúrgica. Hay que tener muy en cuenta que el mensaje de Cristo comienza a cristalizar de forma escrita en los Evangelios a partir de la mitad del siglo I, por lo que durante años, fue de forma oral la transmisión de 20
Pasión y Glorias
Estepa 2017
a recabar y recopilar información de otros apóstoles y testigos sobre las predicaciones del Señor.
aquel modelo de vida tan revolucionaria de Cristo donde primaba el perdón y el amor al prójimo por encima de leyes y doctrinas judaicas2. Por ejemplo dos de los Evangelios Sinópticos —los de San Mateo y San Juan— fueron escritos por seguidores y testigos presenciales de la vida y obra Jesús de Nazaret, y los otros dos Evangelios —los de San Lucas y San Marcos— fueron escritos por testigos indirectos, que se dedicaron
Y debemos de comprender también que tanto los Evangelios Sinópticos como los considerados Apócrifos, fueron escritos para comunidades distintas, con diferentes niveles de fe, de cultura y de tradiciones; empleando un lenguaje llano, sencillo y cargado de metáforas para llevar a sus destinatarios las esencias del mensaje de la Buena Noticia que deseaban transmitir. Es a finales del siglo II cuando San Ireneo de Lyon proclama la que tal vez podríamos considerar como la síntesis primigenia de la teología cristiana, y en esos escritos titulados CONTRA LOS HEREJES - Adv. haeres. III 11,8 -3 realiza una denodada defensa de los auténticos textos Canónicos y reconoce la validez de los cuatro Evangelios Sinópticos.