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El draguerrotipo” (Eva de la Fuente

EL DRAGUERROTIPO

EVA DE LA FUENTE

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…su mano izquierda agarrada a la verja de la ventana y la derecha a su hermana…

Durante años he visto esta foto dentro de un reloj de pared. Quizás no fuese la ubicación más correcta, pero si la salvaguardaba del polvo y del olvido.

Generaciones enteras hemos pasado delante de ella sin verla, como si fuera una pieza más del reloj, molesta cuando tenías que darle cuerda.

Ni siquiera sus protagonistas se reconocían ya en aquella foto, acuciadas por el devenir apresurado del día a día.

Si solo se hubiesen parado un instante, estarían otra vez en aquel domingo de fi esta.

Las campanas de la iglesia volverían a repicar incansables, en un cielo azul raso que invitaba a la alegría.

En la casa, las chicas estarían dando los últimos retoques a su indumentaria. Los vestidos estaban ya colgados de las sillas, perfectamente tableados para la ocasión, y los zapatos de aguja de cada una alineados debajo. La combinación, que tanto tiempo les había llevado almidonar, ya lucía sobre sus delgados cuerpos de adolescentes. Qué ilusión, sus primeras medias de cristal!

En el espejo de lunas del dormitorio, iban pasando para comprobar que la última permanente había sido, sin duda, un éxito.

La casa era un bullicio incasable de risas y cháchara, nadie quería perderse el día del santo. No importaba demasiado que santo era, salvo quizás, para hacerse una agenda anual de los pueblos que iban a recorrer.

Ese día ya estaban todos allí. Las camas se habían quitado para albergar a más gente en el suelo. Los primos, ya habían salido de la habitación contigua y fumaban en la puerta de la calle, con sus camisas recién planchadas, esperando el momento de salir hacia la iglesia.

Y entonces, la prima mayor, sacó de su cesto de mimbre esa pequeña cámara que poseía gracias a que para aquella familia las estrecheces no existían. Era increíble pensar que con apretar un botón pudieran quedar inmortalizadas para siempre.

En lo alto del campanario, las campanas daban una segunda señal, indicando que Don

Guillermo ya tenía colocada la casulla y que en breve se dispondría a salir al altar, donde la Virgen esperaba a esas chicas llenas de ilusión para que la pujaran.

Se pusieron los vestidos intentando que no se moviera ni un pelo, se calzaron los zapatos y salieron a la calle raudas.

Había que colocarse muy bien, estar quietas durante segundos interminables y conseguir parecer lo más felices posibles, porque sólo tenían una posibilidad.

Y clic…

…su mano izquierda agarrada a la verja de la ventana y la derecha a su hermana…

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