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Reflexión del Martes Santo

Sentenciado a muerte sin nadie que te defendiera. Ultrajado y maltratado como cualquiera de los malhechores. Despojado de tus vestiduras sin nadie que tuviera para Ti un gesto o una mirada amable con que paliar el escarnio. Sentenciado a cargar con tu propia cruz, con el peso de nuestros pecados plasmados en un pesado madero. Desprendido de tus fuerzas, atormentado por tus PENAS, como varón de DOLORES caminas hacia el monte Calvario.

Buscas y no encuentras a quienes llamaste para ser tus seguidores. Buscas y no encuentras entre la multitud una cara reconocible. Buscas y no me encuentras entre ellos. Tan solo de lejos, las mujeres han sido capaces de seguirte, Tan solo la Verónica ha sido capaz de saltar el cordón de los soldados para acercarse a Ti y enjugar la sangre de tu rostro.

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Quienes te aclamaban unos días atrás como Rey y Mesías, quienes te recibían en Jerusalem con palmas, olivos y mantos a tus pies, hoy gritan y vociferan, hoy, al igual que Pedro en el patio de Pilatos, reniegan de Ti.

No solo el dolor tañe como un yunque en cada hueso y músculo de tu cuerpo, sino que también lo hace en el fondo de tu alma. No solo este dolor te pertenece, sino que también lo comparte tu Madre que siempre estuvo a tu lado y te sigue de cerca.

En este día, Jesús te invita a que compartas con Él el peso del madero, a que ofrezcas por los demás, al igual que hizo, tu sufrimiento, tus penas del caminar diario. Imita a María y pide por aquellas personas que sufren el dolor físico o de alma por distintas circunstancias de su vida.

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