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Ser cofrade: respuesta a una vocación
La Línea de la Concepción
Semana Santa 2018 Ser cofrade: respuesta a una vocación
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Mis primeras palabras, al dirigirme a todos ustedes en este artículo, quiero que sean palabras de agradecimiento. Gracias al Consejo Local de Hermandades y Cofradías de la ciudad de La Línea de la Concepción por mi nombramiento como Pregonero de la Semana Santa, y a todos los que, de una forma u otra, han confiado en mi persona para anunciar la Semana Mayor linense. Quiero compartir el gran respeto que me produce esta tarea que se me encomienda. Soy consciente de la gran historia que entre todos los linenses habéis fraguado con respecto a los momentos centrales de la vida cristiana: la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Una historia que se convierte en experiencias vividas y compartidas, en una fe traducida en oraciones, en un compromiso por ser signo de esperanza en medio de nuestro mundo. Una historia que comenzó hace 125 años, y en la cual la presencia salesiana también ha aportado su granito de arena. Por eso, quiero que mi pregón sea una aportación más, de las muchas que ha podido haber, de la familia salesiana a la Semana Mayor de la Línea de la Concepción. Quiero compartir con ustedes mi convicción del valor de las Hermandades, de la religiosidad popular, de las formas sencillas y profundas que tiene el pueblo de expresar su fe en Jesucristo, y su devoción más sincera a la Santísima Virgen. Con la venia del pueblo cofrade de La Línea de la Concepción, quiero compartir con vosotros algunas reflexiones que nos ayuden a vivir cada día con mayor coherencia e ilusión la pertenencia a la Iglesia, desde nuestras Hermandades y Cofradías. En esta reflexión, San Pedro nos precisa cómo hemos de obrar: “Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios” 1Pedro, 4,10 Es decir, que todos pongamos al servicio de los demás nuestras cualidades y bienes, porque ambas cosas son dones recibidos de Dios. No se trata aquí de si somos muy inteligentes o algo torpes, si muy cultos o quizás ignorantes, si ricos o pobres, sino que cada cual aporte lo que conoce, lo que sabe hacer y aquello de lo que dispone al servicio de
todos y especialmente de los más necesitados. De hecho, la cuestión no radica tanto en prestar un servicio extraordinario, sino simplemente en prestar aquel servicio, grande o pequeño, que cada cual puede aportar en cada momento siendo fiel a Cristo. La madre Teresa de Calcuta, cuya labor todos admiramos, lo expresa así: «Una vocación sólida se basa en estar poseído por Cristo. A todos nosotros se nos ha dado la oportunidad de estar completamente poseídos por Jesús. La obra que Él nos ha confiado a ti y a mí no consiste nada más que en poner en práctica nuestro amor a Él. Lo que haces tú, yo no puedo hacerlo. Lo que yo hago, tú no puedes hacerlo. Pero juntos, tú y yo, podemos hacer algo hermoso para Dios». Actuar como actuaría Jesús. A eso se refiere la madre Teresa, lo cual para nosotros significa que nuestra vocación de cofrade sólo será sólida si tenemos interiorizada la presencia del Señor en nuestras vidas. Y para lograrlo, todos lo sabemos, es fundamental alimentarnos espiritualmente en la celebración asidua de la Eucaristía, y en la vivencia de los sacramentos. Además de otros elementos que todos conocemos y que la Iglesia nos ofrece. La vocación de cofrade implica una misión que es común a todo cristiano: Construir el Reino de Dios en la tierra, lo que supone anunciar el Evangelio y servir al prójimo. Sentir cierto vértigo ante la misión a la que estamos llamados es natural y humano, tan humano y tan natural, que ni siquiera los primeros Apóstoles pudieron eludir tal sensación. Sin embargo, hemos de sobreponernos, perder el miedo y comprender que nuestra misión no depende sólo de la acción individual de cada cual, sino de la corresponsabilidad y del trabajo común con otros cofrades, y fundamentalmente de la ayuda del Señor. No estaremos nunca solos ni nos sentiremos frustrados si nos mantenemos en comunión con los hermanos. Las Estaciones de Penitencias de nuestras Hermandades son una ocasión extraordinaria para poner de relieve toda esta reflexión que estamos compartiendo. En este sentido, con belleza literaria y profundidad de pensamiento, el periodista y cofrade Carlos Colón afirma: «Las Imágenes son la Palabra de Dios esculpida y la cofradía en procesión es la predicación en la calle». Es difícil expresar mejor y con menos palabras cuál es el papel de las Imágenes y cuáles han de ser las actitudes que debemos vivir a la hora de acompañar a nuestros Benditos Titulares. Quiero terminar esta reflexión, compartiendo con vosotros las palabras que el Papa Francisco, en su homilía del día 5 de mayo de 2013 decía a las Hermandades “La piedad popular es una senda que lleva a lo esencial si se vive en la Iglesia, en comunión profunda con sus Pastores. Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia los quiere. Sean una presencia activa en la comunidad, como células vivas, piedras vivas. Los obispos latinoamericanos han dicho que la piedad popular, de la que ustedes son una expresión es «una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia» (Documento de Aparecida, 264). Amen a la Iglesia. Déjense guiar por ella. En las parroquias, en las diócesis, sean un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana.” Este es el mensaje que quiero transmitir en mi Pregón. Quiero anunciar la llegada de los días santos de nuestra Semana Mayor; una experiencia que no se improvisa, sino que a lo largo del año se va cociendo en el horno de nuestras Hermandades y Cofradías. Que el Señor Jesús y su Bendita Madre, Inmaculada desde su Concepción, nos protejan y nos marquen el camino a recorrer en cada momento de nuestras vidas.