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Nuestra Semana Santa
Desde aquellos albores de 1893, cuando por primera vez una imagen procesiona en nuestro pueblo, pasando por los años 1899 y 1902 cuando se crean las dos primeras Hermandades de nuestra ciudad, siguiendo entre los años 1941 al 1956 donde se crearán la mayoría de las actuales hermandades, y en los principios de los ochenta donde la nomina de hermandades se cerrará conformando la actual, haciendo un total de 14 Hermandades de Penitencia algunas de ellas sacramentales y tres de gloria, muchas han sido las vivencias y anécdotas que se han podido vivir, lógicamente por mi edad muchos he conocido por trasmisión heredada y otras las he vivido en primera persona. Muchos fueron los esfuerzos que aquellos hombres y mujeres que por los años sesenta y setenta, tuvieron que hacer para conseguir hacer vida diaria de hermandad, y mucho más lograr salir a la calle haciendo estación penitencial, muchos son los nombres propios labrados día a día con su esfuerzo en esta verdadera historia, y ante el error de obviar a alguno de ellos, prefiero no poner nombres propios, aunque en la memoria de muchos cofrades seguro que siempre estarán presentes. Y así se escribió también la historia, cuando muchas de nuestras hermandades están a punto de desaparecer por falta de recursos, el padre Camilo con buena iniciativa adjunta a las hermandades a diferentes gremios de nuestra ciudad, y con el apoyo de estas de nuevo la vida de las mismas vuelve a renacer. Llegarán los años setenta donde algunos jóvenes cofrades por aquel entonces, hoy ya cofrades maduros, respetados y admirados por todos y algunos tristemente desaparecidos, se animarán a tomar las riendas de las mismas y aunque con pocos recursos, se las apañaran con mucha imaginación para que las cofradías vuelvan a llenar las calles de nuestro pueblo con el olor a cera y flores, eran tiempos donde una lata pintada de purpurina hacía de jarra de entre varales, donde unas barras de cortina “ricamente” adecentadas hacía de varales, donde unas maderas pintadas de dorado o una tela calada hacia de respiraderos, donde un cajón de madera con aplicaciones en su mejor caso o pintados del color de la hermandad, hacía de peana de los santísimos titulares, donde unos escalinatas de madera con sus respectivos orificios o en el mejor de los casos unos tubos metálicos pertinentemente cortados a medida hacían de candelería, donde el verde floral, alguno muy conocido, al que mencionaban como “pitifuri”, y que nunca supe su nombre verdadero, porque el colorido de las flores también escaseaba, rellenaba por doquier para tapar o disimular los vacios de un paso de palio, pues sí, esta era la gran imaginación y ese fue el gran esfuerzo de estos grandes cofrades que nos han precedido en este camino. Posteriormente con la llegada de los ochenta, llevados de la mano de los maduros cofrades antes referidos, se unirán unos jóvenes con muchas ganas y muchos tiempo para dedicar a sus hermandades y esta simbiosis de experiencia y juventud, harán que nuestra Semana Santa alcance unas nuevas cotas convirtiéndose en la base de la actual, pero no todo fue fácil, fueron muchas horas de reuniones, fueron muchas ventas de papeletas, mucha organización de fiestas y eventos para sufragar los gastos de los estrenos que años tras año iban llegando, fue incluso tiempo para aprender el argot y el léxico cofrade, pues aunque a algunos le extrañe por aquel entonces las tecnologías no estaban tan al alcance de la mano, y como anecdotario quiero recordar aquellas tardes de sábado donde con el libro en mano de Don Antonio Burgos, que este año cumple su cuarenta y siete aniversario desde que se publicara allá por el año 1972, “Folklore de las Cofradías de Sevilla”, nos reuníamos en el salón de la Cafetería Jamaica, sito en calle real, a aprender cómo se llamaban las cosas por su nombre, igualmente por aquellos años nacería la primera cuadrilla
de hermanos costaleros, en aquellas clases cofrades con el libro de Don Antonio, aprendimos el léxico de igualás, levantás, arriás, costeros, corrientes, fiadores, etc, etc., al leer esto los jóvenes cofrades de hoy les pueda sorprender, pero es bueno recordar en que fuente ha bebido nuestra semana santa, pues por aquellos años, no existía ni estaba tan al alcance videos y explicaciones vía internet. Llegarían así los años noventa, y en nuestra ciudad como en muchas de nuestra Andalucía, serían los años de más fructíferos, el patrimonio de nuestras hermandades se incrementaban con la llegada de nuevos enseres, la creación de los primeros talleres de bordados, se afianzan las cuadrillas de costaleros, etc. Pero como casi todo en la vida, en la cofrade no iba a ser menos, el tiempo es cíclico, y en los años dos mil, de nuevo surge un receso en las hermandades, los estrenos se convierten en menos, las cuadrillas de costaleros se ven mermadas en números de participantes, incluso temiendo en algunas por la imposibilidad de hacer estación de penitencia y así pasará el tiempo hasta llegar a la actualidad conde la salud de nuestra Semana Santa parece estar mejorando, por ello me gustaría terminar este escrito haciendo un llamamiento y un recordatorio a no dejar que el tiempo vuelva a hacernos pasar por otra época de retroceso o parón, con el esfuerzo y el trabajo de todos los cofrades conseguiremos que así sea.